Eugenio Frutos Cortés 1903-1979

Eugenio Frutos Cortés

Filósofo español, nacido en Guareña (Badajoz) el 8 de septiembre de 1903. En 1921 concluyó sus estudios de Bachillerato, en el colegio de San José de Don Benito (Badajoz), y pasó a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, en la que se licenció en 1925. Fue alumno de José Ortega y Gasset y de Manuel García Morente, profesores que influyeron en su evolución filosófica. El 2 de junio de 1928 se incorpora, como Catedrático de Filosofía, al Cuerpo de Catedráticos Numerarios de Institutos Nacionales de Enseñanza Media de España, desempeñando su cometido como funcionario en distintos institutos hasta que se asentó en 1942 en el Instituto «Goya» de Zaragoza., en el que se mantuvo hasta 1966. Entre los primeros alumnos que tuvo en Zaragoza, a principios de los años cuarenta, figuran Constantino Láscaris Comneno y Gustavo Bueno, que considera que Eugenio Frutos fue su maestro en filosofía. Doctor en Filosofía en 1945 por la Universidad de Madrid, con una tesis sobre Las ideas filosóficas de Calderón como signo de su época (737 folios, T-434) (publicada con el título La filosofía de Calderón en sus autos sacramentales, Institución Fernando el Católico, Zaragoza 1952, 344 págs.). En 1951 obtuvo la cátedra de Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos de la Universidad de Zaragoza, que desempeñó hasta su jubilación en 1973. Su extensa producción literaria parte de una sólida formación escolástica y un profundo conocimiento de los autores contemporáneos (Sartre, Heidegger, Merleau-Ponty, Ortega). Falleció en Zaragoza en 1979.

Eugenio Frutos Cortés

«Por último, conviene recordar, sobre todo a los jóvenes, pero también a muchas personas maduras –por ejemplo a quienes asistían a las tertulias del Gambrinus durante los años de la década 1946-1955, tropezándose en ella algunas veces con el mismo Luis Martín-Santos, para leer, en un ambiente «marginado», extraoficial o de cenáculo privado, a Sartre o a Heidegger–, que en la Universidad oficial también circulaban, de un modo más o menos discreto (no por eso silencioso) corrientes de pensamiento filosófico coetáneo, dependiendo de los profesores responsables. Puedo testimoniar que en los cursos 1942-43 y siguientes, en la Universidad de Zaragoza, y por el impulso de Eugenio Frutos Cortés, estudiábamos (no leíamos) intensamente a Bergson, a Husserl, a Heidegger o a Sartre; y que, por ejemplo, gracias a la invitación que Frutos hizo a un profesor y sacerdote catalán, Ramón Roquer, para dar conferencias públicas en la Facultad, pudimos enterarnos los que queríamos, allá hacia el año 1942, de la existencia de Carnap, de Neurath, y pudimos leer obras suyas que el mismo conferenciante nos proporcionó amablemente. Asimismo, por aquellos años, en Zaragoza, por lo menos, en la época de mayor oscurantismo, a muchos estudiantes (y público, en general) nos fue dada la posibilidad de seguir un curso sobre Freud y el psicoanálisis que en la Facultad de Medicina impartió el profesor Rey Ardid. Todas estas informaciones, y otras mil que sería posible agregar, no las ofrezco con la intención de disimular la condición de ideología explícita a la que los programas ministeriales reducían la filosofía (aunque esta se resistiera, una y otra vez –precisamente en virtud de su método, que le exigía presentar las alternativas opuestas– a ser reducida a mera ideología); las ofrezco para demostrar el simplismo implícito en el esquema del «corte total» que la época del franquismo, incluso en su primera década, habría producido en las corrientes ordinarias del pensamiento filosófico europeo. Corrientes o hilos de corriente más o menos caudalosos que fluyeron constantemente y evitaron que se secasen por completo gérmenes que estaban vivos y que podrían fructificar años o décadas posteriores. Por tanto, se equivoca quien piense, dentro del esquema simplista, que sólo con el «advenimiento de la democracia» pudo la filosofía represada en el exilio o en la cárcel volver a salir a luz; porque la filosofía ordinaria estaba ya fluyendo en el interior de la misma Universidad o en grupos o en personas aparentemente integradas en el régimen, aunque en situación efectiva de «marranos» (¿hasta que punto no fue esta la situación en la que, sin embargo, Cervantes escribió el Quijote?).» (Gustavo Bueno, «La filosofía en España en un tiempo de silencio», El Basilisco, nº 20, 1996, págs. 61-62.)

www.lechuza.org R   Informa de esta página por correo

www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2001 www.filosofia.org
Averiguador