Hispania


 
José Ibañez Martín
Prólogo a la Edición Nacional
de las Obras Completas de Menéndez Pelayo

Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1940

 

El Ministerio de Educación Nacional quiere pagar, por mediación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, creación insigne de nuestro Caudillo, una deuda que España, desde hace muchos años, tiene contraída con el más glorioso español de los tiempos modernos: Don Marcelino Menéndez Pelayo.

Sale hoy a la luz pública el tomo primero de sus Obras Completas, en Edición Nacional. El Ministerio, al editarlas, recoge el anhelo de todos los pueblos de habla española y pone los primeros sillares –espera poner pronto, muy pronto, los últimos– del monumento más digno que a la memoria del Genio animador de nuestras dormidas energías puede elevarse; un monumento además que es obra de la misma persona a quien se dedica: la colección sistemática y completa de sus Obras, que por fin van a ver reunidas los estudiosos y estudiantes de todo el mundo. La juventud española conseguirá leer fácilmente algo más que citas dispersas, resúmenes, traducciones y extractos, y podrá tener en su cuarto de trabajo, en los propios estantes, en edición esmerada, todas las obras del Maestro de la Literatura, de la Crítica y de la Estética Españolas.

Ahora, cuando es frecuente encontrar en los escaparates, las obras completas de cualquier escritor de novelas, de cuentos, de ensayos, es imposible, aún recorriendo librerías y bibliotecas públicas [X] y privadas, poder examinar toda la producción bibliográfica de Menéndez Pelayo.

Sus estudios fueron numerosos, y dentro de cierta dirección, muy varios, de verdadero polígrafo, de difícil sistematización y no al alcance de todos, esparcidos como están en publicaciones, algunas ya raras.

Comenzó a escribir antes de abandonar las aulas del Instituto. En esta edición, saldrán a luz algunos trabajos de su niñez y puede decirse que desde aquellos tempranos días no conoció el descanso. Primero los apuntes y estudios para su propia formación, después, a los veinte años, sus primeras polémicas con los jerifaltes de la Institución, y las poesías, aquellas poesías amorosas y eruditas, flores de su corazón y de su entendimiento.

Luego la vida intensa de relación y los inevitables compromisos que no supo o no pudo eludir: hoy una solemne conmemoración, mañana un discurso académico, pasado un centenario, y siempre los consabidos, los acosadores, los irrechazables prólogos. Prólogos breves, de compromiso a veces, en los que de pasada derrama gotas del ánfora de su sabiduría; prólogos en los que la vierte a raudales, deleitosa, amorosamente encariñado con el autor o con la materia; aquellos, en fin, en los que el cauce henchido y pletórico se rompe rebosando ciencia y poesía, en páginas que se alargan tanto como la obra presentada. Muchos y valiosos prólogos; tantos, que Clarín decía, con amable ironía que todo libro, mediano o malo, que se publicaba en Madrid en aquellos años tenía, por lo menos, la buena cualidad de llevar un hermoso prólogo de Menéndez Pelayo.

Al lado de estas obras ocasionales, del momento, se iban formando las canteras decisivas de su labor, las obras largas, fundamentales, de grandes alientos, de perspectivas geniales, tan ambiciosas, intelectual y patrióticamente, que ahí han quedado algunas empezadas o diseñadas tentando a los estudiosos a continuarlas o por lo menos a imitarlas. [XI]

No escapaba a su perspicacia madrugadora la conveniencia de recoger con orden los trabajos del entendimiento; precisamente ha llegado a nosotros, y según uno de sus biógrafos se conserva en su Biblioteca de Santander, el modelo de una portada que dice así: «Obras de Marcelino Menéndez Pelayo... Bachiller en Artes». Este bachiller que acaba de cumplir los quince años sueña con unas Obras Completas que sólo en la vejez ha de ver comenzadas; pues aunque un editor bautizara antes con el epígraje de «Obras Completas», La Ciencia Española y la Historia de las Ideas Estéticas, lo cierto es que esta denominación no fué más que un ardid editorial sin transcendencia.

Amigos y editores le incitaban a que con la verdadera edición de las Obras Completas diese ocasión a que se reimprimiesen algunas, como los Heterodoxos que, según él mismo confesaba, se había hecho rara y se pagaba como tal. Esta consideración y el afán de revisar, corregir y enmendar los libros, que corrían en manos de todos, le hizo por fin intentar la edición definitiva de ellos.

El tomo I lleva la fecha de julio de 1910. Tenía el autor cumplidos cincuenta y cuatro años y de éstos había pasado cuarenta, entregado en absoluto a la vida intelectual, al trabajo asiduo, sin descanso, sin alzar su noble cabeza, inclinada sobre los libros, o sobre las cuartillas en que acostumbraba a escribir, grandes, en folio, acaso por que su vida interior, su ímpetu, necesitaban amplio campo en que mover la pluma.

Durante estos años no se le había ocurrido hacer un alto en el camino recorrido, volver la vista atrás, recoger la labor realizada, ordenarla por lo menos, para alivio y dirección de los que le siguieran. Era humilde y pensaba más que en lo que había hecho, en lo que le quedaba por hacer. «Lástima, dicen que exclamó en los últimos días de su vida, tener que morir ahora, cuando tanto tenía que leer». Y precisamente, una de las cosas que estaba haciendo cuando le sorprendió la muerte era, además de escribir otros trabajos originales [XII] y completamente nuevos, recoger, recopilar su labor, editar las Obras Completas.

Esta idea fué sin duda de su editor; porque él, así como prefería comprar un libro nuevo a gastar dinero en encuadernar los usados, se ocupaba con más gusto en los múltiples trabajos desde largo tiempo prometidos, que en corregir, remozar y ordenar los que ya corrían impresos y agotados.

Y sin embargo, esta pausa, este descanso para anotar y compilar las Obras Completas, era de todo punto necesario y Menéndez Pelayo no dejaba de comprenderlo.

La producción científica había nacido de su potente entendimiento y de su férrea voluntad, de un modo un tanto arbitrario, con un orden y un método subjetivo, tan suyo, tan ambicioso y tan español, que era difícil, por no decir imposible, que una vida sola bastase para realizar sus planes, aunque ésta alcanzara los años de los antiguos patriarcas. Decidido por fin a publicar las series todas de su producción literaria, no podía lograr, a pesar de sus propósitos, detener el cauce torrencial de su actividad y de su pensamiento, y alternaba la labor de ordenar, corregir y coleccionar, con la de composición y redacción de obras originales nuevas. La edición de sus Obras Completas fué, desde antes de 1910, su principal tarea; trabajo rudo y difícil por el rigor y probidad científicos del Maestro. Pudo dejar por ejemplo, la Historia de los Heterodoxos, tal como había sido leída y celebrada desde su aparición, (1880 a 1882), y varios editores se disputaban el reimprimirla así; «pero no podía determinarse a ello sin someterla a escrupulosa revisión». Fruto de ésta fué un primer tomo de 500 páginas, ampliación de las 16 del primer original sobre la época de las creencias primitivas.

A este paso, con semejante esfuerzo, desatendiendo toda idea de cálculo, de lucro y aún de justa y honesta recompensa, se comprenderá que había de multiplicarse prodigiosamente el número de tomos de las XIX series proyectadas, si Dios hubiera concedido [XIII] a su autor tan largo tiempo como requería la labor puesta en el telar.

Pensar que Don Marcelino autorizase reproducciones hechas a la ligera, ediciones mercantiles, era no conocerle, y mucho menos el que editase manuales y compendios: Compendia sunt dispendia escribió a este propósito, y recuerdan sus íntimos y familiares la indignación con que rechazó el cheque en blanco que la previsora codicia de un editor le presentó, para que señalase precio a un compendio de Historia de la Literatura Española que había de comprometerse a redactar.

Los cálculos de los pesimistas se cumplieron: el programa magno de la Edición de las Obras Completas de Menéndez Pelayo quedó suspendido muy a los principios.

En julio de 1910 escribió las advertencias preliminares del tomo I que apareció al comienzo de 1911. Dejó completamente terminado también el tomo I de la Poesía Hispano-Americana. Le faltaban pocas páginas para terminar la impresión del II volumen de este libro y ya tenía corregidos doce pliegos del primero de la Historia de la Poesía Castellana en la Edad Media, cuando tuvo que dejar la pluma para coger e1 crucifijo, en su agonía.

El magno proyecto de la edición definitiva y revisada por su autor quedó por tanto en sus comienzos, porque según el anuncio de la casa editora había de comprender el conjunto de las 19 series siguientes:

I. Historia de los Heterodoxos Españoles.
II. Historia de la Poesía castellana en la Edad Media.
III. Tratado de los romances viejos.
IV. Juan Boscán.
V. Historia de la Poesía hispano-americana desde sus orígenes hasta 1892.
VI. Orígenes de la novela española y estudios de los novelistas anteriores a Cervantes. [XIV]
VII. Estudios de Crítica Literaria. VIII.–Ensayos de crítica filosófica.
IX. La Ciencia Española.
X. Historia de las Ideas Estéticas en España hasta fines del siglo XIX.
XI. Historia de las Ideas Estéticas en Europa hasta fines del siglo XIX.
XII. Historia del romanticismo francés.
XIII. Poesías completas y traducciones de obras poéticas.
XIV. Traducción de algunas obras de Cicerón.
XV. Calderón y su teatro.
XVI. Bibliografía hispano-latina clásica.
XVII. Opúsculos de erudición y bibliografía.
XVIII. Horacio en España.
XIX. Estudios sobre el Teatro de Lope de Vega.

De estas 19 series, las que se han impreso completas han sido:

I. Historia de los Heterodoxos en siete volúmenes.
II. La Historia de la Poesía castellana en la Edad Media tres volúmenes.
V. Historia de 1a Poesía hispano-americana, dos volúmenes.
VIII. Ensayos de Crítica filosófica, un volumen.
IX. La Ciencia española, dos volúmenes.
XIX. Estudios sobre el Teatro de Lope de Vega, incompleta (se han publicado seis volúmenes).

Estas series no seguían un orden cronológico, ni sistemático perfecto; pero hay que confesar que, dando una extensión amplia a los títulos generales, podrían caber en ellas todos los libros que durante su vida había publicado y tal vez los que pudiera publicar, aunque como sucedió luego, con el rasgueo de su pluma se fueron ensanchando, como la Castilla del Cid, los volúmenes de sus obras. [XV]

Empezaron las Obras Completas intentando publicar la más popular (aunque no la más estimada por él): La Historia de los Heterodoxos. Es sabido, que de esta serie no pudo ver terminado más que el tomo primero, pues la muerte le sorprendió con la pluma en la mano.

Dirigió después, la edición de Obras Completas Don Adolfo Bonilla y San Martín, discípulo de Menéndez Pelayo, hombre de gran entendimiento y de vastísima erudición. Trabajador infatigable, pesaban sobre él cargos y cargas de gran importancia y tan diversos que le ocupaban su tiempo y sus esfuerzos. Bajo su dirección se imprimieron los tomos II y III de los Heterodoxos, los cinco tomos primeros de los Estudios sobre el Teatro de Lope deVega y los Ensayos de Crítica filosófica.

Muerto Bonilla, se encargó de ordenar y dirigir la edición de las Obras Completas, el ilustre Director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, en Santander, Don Miguel Artigas, que terminó, con máxima competencia y celo, los tomos de las series del Teatro de Lope de Vega, los de los Heterodoxos y La Ciencia Española.

Preparándose estaba La Historia de las Ideas Estéticas y la reimpresión de algunos tomos de la de los Heterodoxos, cuando sobrevino la guerra de liberación gloriosamente vencida por nuestro Caudillo. La guerra, causa de tantas perturbaciones, ha sido el último obstáculo que ha impedido hasta ahora, la publicación de las Obras Completas.

Intentó recientemente publicarlas el Instituto de España, que se había percatado de la necesidad que el público culto sentía de tener a la mano estas obras, verdadero Corpus de patriotismo científico, tan importante y de eficacia tan oportuna en los momentos presentes en que se trata de fundar sobre base firme y cristiana la nueva España.

Nuestra guerra ha sido en realidad una consecuencia necesaria del desvío y abandono del camino tradicional de la Cultura española que, desde los comienzos del siglo XIX y acaso antes, ciegamente [XVI] se empeñaban muchos en desnacionalizar, creyendo posible y fácil improvisar una cultura y borrar de las inteligencias y de los corazones ideas y creencias arraigadas para seguir el naturalismo, el materialismo y el positivismo histórico.

Menéndez Pelayo adivinó desde muy temprano la equivocación y en el fondo de toda su inmensa producción late la enemiga abierta y franca al torrente de descrédito y de menosprecio que los llamados intelectuales desbordaron sobre la ciencia española.

Muy justa y racional hubiera sido una revisión seria y científica de las ideas tradicionales hechas carne y hueso en la vida de España e incorporar fundamentalmente los progresos y direcciones que la cultura moderna había acarreado, procurando desarrollar y cultivar con un sentido español los gérmenes y antecedentes de los geniales pensadores del siglo XVI; pues en este cultivo del propio espíritu veía Don Marcelino la fuente de la renovación de la ciencia Española.

De las XIX series que, según el plan del Maestro, habían de formar las Obras Completas hay algunas que ni en todo ni en parte entraron en los veintiún volúmenes de la edición Suárez, el benemérito editor que tomó a su cargo la empresa de publicar estas obras, más que como negocio, como muestra de amistad y de admiración al Maestro y al amigo. Tal sucede con la Historia de las Ideas Estéticas en España y con su continuación Historia de las Ideas Estéticas en Europa, obra que va abrir el camino de esta Edición Nacional. El tomo primero de las Ideas Estéticas en la edición de «Escritores Castellanos», apareció en 1883. En realidad venía su autor madurando el proyecto de escribir este libro hacía varios años, tal vez desde que en la clase de Milá y Fontanals, de Barcelona, se puso en relación con el sabio catedrático catalán que tanta influencia tuvo en la formación de su espiritu y de su cultura, sobre todo en materias de Estética.

El discípulo pagó esta sabia iniciación transcribiendo al frente [XVII] del primer volumen, como dedicatoria las palabras de Dante: «Tu duca, tu Signore, tu Maestro». Ya antes había intentado escribir un tratado de preceptiva literaria en colaboración con Don Gumersindo Laverde y puede decirse que de este benemérito catedrático fué la primera idea de La Historia de las Ideas Estéticas.

Se ha publicado una carta de Laverde a Menéndez Pelayo fechada en 1875 en la que se dice: «Cuando vuelva a escribir a Valera, pienso indicarle que proponga a la Academia por asunto para concurso o certamen, La Historia de la Estética en España, a fin de que usted, utilizando las muchas y exquisitas noticias que tiene, acuda a la cita y se lleve el premio». A los pocos meses le remitía Don Marcelino un extenso plan de esta Historia, que, comenzando por los escritores hispano-romanos, alcanzaba hasta Milá y Fontanals.

Este plan fué modificándolo su autor y ensanchando los límites inmediatos de su campo de una manera prodigiosa. En los tres primeros volúmenes se atiene al título y en el tomo IV comprende la Historia de las Ideas Estéticas en Europa hasta fines del siglo XIX. Este tomo tiene dos volúmenes: el primero dedicado al estudio de las Ideas Estéticas en Alemania durante el siglo XIX y el segundo a las de Inglaterra y Francia.

El tomo V trata del romanticismo en Francia exclusivamente.

Como puede observarse, la idea sugerida por Laverde se ha modificado sustancialmente. Ya no se intenta un tratado que pudiéramos llamar bibliográfico y que podía consistir en señalar y juzgar los libros y artículos escritos en España sobre estas materias, sino que se acomete la Historia de las Ideas, lo cual es completamente distinto: es una historia de ideas no de libros, ni siquiera de materias. Esta obra es acaso la más original y la de mayor importancia científica sobre todo en la parte que se refiere al juicio y comento de las literaturas extranjeras, pues constituye una aportación española, muy rara en nuestra bibliografía y que además ha merecido fervorosos [XVIII] elogios de especialistas extranjeros, alguno tan calificado como Benedetto Croce. Quedó sin terminar porque la concepción que su autor tenía de la tal historia es de una magnitud extraordinaria y aún quedan en la Biblioteca de Santander, apuntes, extractos y notas que aparecerán en tomos sucesivos y que dan idea de su colosal grandeza.

Convienen los críticos en que este libro, con el que empieza la Edición Nacional de las Obras Completas, es en cierto modo la obra central del Maestro, desde la cual se explica todo lo que hizo y se adivina lo que le restaba por hacer, es como una síntesis de la literatura española en su parte más esencial y un ejemplo o anticipo de lo que podría conseguirse aplicando el mismo procedimiento a la historia de otras ideas básicas, pues la idea fundamental suya era nada menos que escribir la historia del pensamiento y del arte español. Esta Historia de las Ideas Estéticas es por una parte como un resumen y por otra como unos prolegómenos de la Historia de la Literatura española, que se cree en la obligación de escribir como catedrático de la asignatura. Aplicando el procedimiento a otros conceptos filosóficos podría hacerse la historia de la filosofía española, su sueño dorado y su aspiración constante, que quería ver realizada si a tanto llegaban sus alientos y sus días.

Después de la Historia de las Ideas Estéticas es propósito de quienes dirigen la presente edición reunir, ordenar y sacar a luz la colección de Estudios de Crítica Literaria que podrán formar varios volúmenes más que los aparecidos con este título, si se agregan a esta serie otros trabajos de Don Marcelino de la misma o parecida índole, perdidos o esparcidos en revistas y ediciones antiguas de las cuales apenas se encuentran ejemplares. Se añaden, además, algunos estudios que duermen, todavía, inéditos en las carpetas de su Biblioteca santanderina.

Vendrán luego los volúmenes de los Orígenes de la Novela, el Tratado de los Romances Viejos, El Juan Boscán, La Bibliografía [XIX] Hispano Latina Clásica, El Horacio en España, Las Poesías originales y las Traducciones de Obras Poéticas, las traducciones de Cicerón, de Plauto, &.;c., y otros trabajos que no están coleccionados ni impresos formando unidad. E inmediatamente, o al mismo tiempo, la reimpresión de las series comenzadas por el mismo Don Marcelino y continuadas por Bonilla y Artigas.

De estas series casi todos los ejemplares están agotados en su primera edición y son muy solicitados por los estudiosos.

Respecto a la inteligente escrupulosidad con que se hace la presente Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo bastará indicar los nombres de las personas que el «Consejo Superior de Investigaciones Científicas» ha designado para dirigirla: Don Miguel Artigas, Director de la Biblioteca Nacional y Don Enrique Sánchez Reyes, Director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, en Santander.

La revisión de textos se hace con todo detenimiento, compulsándolos con las obras originales citadas, precisando a veces con más detalles el pasaje y teniendo siempre a la vista los autógrafos del Maestro y las numerosas notas y apostillas que dejó en los márgenes de anteriores ediciones de sus libros.

En cuanto a la esmerada y limpia impresión, como el lector la tiene a la vista, huelga todo comentario.

Cuando se puedan ver ordenadas e impresas formando unidad las Obras Completas de Menéndez Pelayo aún quedará la tarea grande e importante de preparar la edición de su copioso Epistolario.

En el último número del «Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo» con el que se cierra su primera época, se incluye un extracto de esta valiosa colección de cartas: algunas escritas por el Maestro y la mayor parte dirigidas a él. En este epistolario una condensación por modo eminente de la vida intelectual de España en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX. El estudio y comentario de estos documentos puede formar la historia viva del [XX] pensamiento, y del arte nacionales en estos tiempos tan transcendentales para la vida de España.

Continuarla y engarzarla con el pasado a través y por medio de la obra ingente de este gran español es nuestra tarea. Esta obra copiosísima viene a ser el puente providencial que hace fácil el paso y soldadura de aquella gran España de los siglos de oro con los tiempos de ímpetu imperial que se anuncian y se ven venir.

El empeño, árduo y difícil, es de la más alta alcurnia espiritual y ningún honor para mí de tan elevada estimación como el haber contribuído a que España realice con plenitud la obra de reparación y justicia, que es debida a uno de los españoles más ilustres de todos los tiempos.

La ingente producción de Menéndez Pelayo, tesoro inmenso de erudición y doctrina, es a la vez la dogmática de un españolismo férreo, exigente y lleno de emoción, nacido del estudio del alma española en la más noble de sus servidumbres, la cultura, y de tan firme y clara orientación que su doctrina debe ser guía luminosa para nuestra insobornable y heroica juventud.

Y el ejemplo de su vida excepcional, en permanente vigilia para aumentar la gloria de la patria, debe ser norma inexorable, para todos los que, con verdad y noble espíritu de sacrificio, piensan trabajar por la grandeza de España.

El Caudillo, seguro y firme rector de los destinos de la Patria, ampara con su augusta autoridad esta magna empresa que marca, con huella profunda, la irrevocable decisión de la España victoriosa, de trabajar por la cultura con su inconfundible y glorioso sentido universal.

José Ibañez Martín
Ministro de Educación Nacional

 

Páginas IX-XX de Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1940, tomo 1.
Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, I.


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