EVARISTO CARRIEGO

 

 

MISAS HEREJES

 

 

Índice

 

o Viejos sermones

* Por el alma de Don Quijote

* Las últimas etapas

* La muerte del cisne

* La apostasía de Andresillo

o Envíos

* Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos

* Caballero de Friburgo, de un castillo de aventuras

* En la gran copa negra de la sombra que avanza

* Al astrólogo Ensueño, sus novias: las estrellas

o Ofertorios galantes

* De la tregua

* El clavel

* Revelación

* Tus manos

* Exótica

* En silencio

* De primavera

* Invitación

* En el patio

* Tu secreto

* Filtro rojo

* Después del olvido

* Tu risa

* Ratos buenos

* A la antigua

* Las manos

* A Colombina, en Carnaval

o El alma del suburbio

* El alma del suburbio

* La viejecita

* El guapo

* Detrás del mostrador

* El amacijo

* En el barrio

* De la aldea

* Residuo de fábrica

* La queja

* La guitarra

* Los perros del barrio

o Ritos en la sombra

* Los lobos

* Imágenes del pecado

* En la noche

* Murria

* Visiones del crepúsculo

* En la sombra

* Reproche musical

* Bajo la angustia

* Frente a frente

* De invierno

* Funerales báquicos

 

 

 

 

 

VIEJOS SERMONES

 

 

 

 

 

 

Por el alma de Don Quijote

 

 

 

 

 

                              

   Con el más reposado y humilde continente,

 

          

 

de contrición sincera; suave, discretamente,

 

 

 

por no incurrir en burlas de ingeniosos normales,

 

 

 

sin risueños enojos ni actitudes teatrales

 

 

 

de cómico rebelde, que, cenando en comparsa,

5

 

 

ensaya el llanto trágico que llorará en la farsa,

 

 

 

dedico estos sermones, porque sí, porque quiero,

 

 

 

al Único, al Supremo famoso Caballero,

 

 

 

a quien pido que siempre me tenga de su mano,

 

 

 

al santo de los santos Don Alonso Quijano

10

 

 

que ahora está en la Gloria, y a la diestra del Bueno:

 

 

 

su dulcísimo hermano Jesús el Nazareno,

 

 

 

con las desilusiones de sus caballerías

 

 

 

renegando de todas nuestras bellaquerías,

 

 

 

   Pero me estoy temiendo que venga algún chistoso

15

 

 

con sátiras amables de burlador donoso,

 

 

 

o con mordacidades de socarrón hiriente,

 

 

 

y descubra, tan grave como irónicamente,

 

 

 

-a la sandez de Sancho se le llama ironía-

 

 

 

que mi amor al Maestro se convierte en manía.

20

 

 

Porque así van las cosas; la más simple creencia

 

 

 

requiere el visto bueno y el favor de la Ciencia:

 

 

 

si a ella no se acoge no prospera y, acaso,

 

 

 

su propio nombre pierde para tornarse caso.

 

 

 

Y no vale la pena (no es un pretexto fútil

25

 

 

con el cual se pretenda rechazar algo útil)

 

 

 

de que se tome en serio lo vago, lo ilusorio,

 

 

 

los credos que no tengan olor a sanatorio.

 

 

 

 

 

Las frases de anfiteatro, son estigmas y motes

 

 

 

propicios a las razas de Cristos y Quijotes

30

 

 

-no son muchos los dignos de sufrir el desprecio

 

 

 

del aplauso tonante del abdomen del necio-

 

 

 

en estos bravos tiempos en que los hospitales

 

 

 

de la higiénica moda dan sueros doctorales...

 

 

 

Sapientes catedráticos, hasta los sacamuelas

35

 

 

consagran infalibles cenáculos y escuelas,

 

 

 

de graves profesores, en cuyos diccionarios

 

 

 

no han de leer sus sueños los pobres visionarios...

 

 

 

¡De los dos grandes locos se ha cansado la gente:

 

 

 

así, santo Maestro, yo he visto al reluciente

40

 

 

rucio de tu escudero pasar enalbardado,

 

 

 

llevando los despojos que hubiste conquistado,

 

 

 

en tanto que en pelota, y nada rozagante,

 

 

 

anda aún sin jinete tu triste Rocinante!

 

 

 

   (Maestro ¡si supieras! desde que nos dejaste,

45

 

 

llevándote a la Gloria la adarga que embrazaste,

 

 

 

andan las nuestras cosas a las mil maravillas:

 

 

 

todas tan acertadas que no oso a describillas,

 

 

 

-Hoy, prima el buen sentido. La honra de tu lanza

 

 

 

no pesa en las alforjas del grande Sancho Panza.

50

 

 

Tus más fieles devotos se han metido a venteros

 

 

 

y cuidan de que nadie les horade sus cueros.

 

 

 

Pero, aguarda, que, cuando se resuelva a decillo,

 

 

 

ya verás que lindezas te contará Andresillo -

 

 

 

aunque hay alguna mala nueva, desde hace poco:

55

 

 

Aquel que también tuvo sus ribetes de loco,

 

 

 

tu primo de estas tierras indianas y bravías,

 

 

 

-¡lástima de lo añejo de tus caballerías!

 

 

 

tu primo Juan Moreira, finalmente vencido

 

 

 

del vestigio Telégrafo, para siempre ha caído,

60

 

 

mas sin tornarse cuerdo: tu increíble Pecado...

 

 

 

-¡Si supieras, Maestro, como lo hemos pagado!-

 

 

 

¡Tu increíble Pecado...! Caer en la demencia

 

 

 

de dar en la cordura por miedo a la Conciencia!)

 

 

 

 

 

Para husmear en la cueva, pródiga en desperdicios,

65

 

 

no hacen falta conquistas que imponen sacrificios:

 

 

 

sin mayores audacias cualquier tonto con suerte

 

 

 

es en estos concursos el Vencedor y el Fuerte,

 

 

 

pues todo está en ser duros. El camino desviado

 

 

 

malograría el justo premio del esforzado...

70

 

 

Por eso, cuando llega la tan temida hora

 

 

 

del gesto torturado de una reveladora

 

 

 

protesta de emociones, el rostro se reviste

 

 

 

de defensas de hielo para el beso del triste;

 

 

 

y porque ahogarse deben, salvando peores males,

75

 

 

las rudas acechanzas de las sentimentales

 

 

 

voces de rebeldía -quijotismo inconsciente-

 

 

 

también se fortalecen, severa, sabiamente,

 

 

 

los músculos traidores del corazón, lo mismo

 

 

 

que los del brazo, en sanas gimnasias de egoísmo,

80

 

 

donde el dolor rebote sin conmover la dura

 

 

 

unidad, necesaria, de la férrea armadura:

 

 

 

quien no supere al hierro no es del siglo: no medra.

 

 

 

-¡Que bella es la impasible cualidad de la piedra!-

 

 

 

 

 

El ensueño es estéril, y las contemplaciones

85

 

 

suelen ser el anuncio de las resignaciones.

 

 

 

El ensueño es la anémica llaga de la energía;

 

 

 

la curva de un abdomen -todo una geometría-

 

 

 

es quizás el principio de un futuro teorema,

 

 

 

cuyas demostraciones no ha entrevisto el poema...

90

 

 

En la época práctica de la lana y del cerdo

 

 

 

hoy, Maestro, tu mismo te llamarías cuerdo-

 

 

 

se hallan discretamente lejos los ideales

 

 

 

de los perturbadores lirismos anormales.

 

 

 

El vientre es razonable, porque es una cabeza

95

 

 

que no ha querido nunca saber de otra belleza

 

 

 

que la de sus copiosas sensatas digestiones:

 

 

 

fruto de sus más lógicas fuertes cerebraciones.

 

 

 

Por eso, honradamente, se pesan las bondades

 

 

 

del genio, en la balanza de las utilidades,

100

 

 

y si a los soñadores profetas se fustiga

 

 

 

hay felicitaciones para el que echa barriga.

 

 

 

 

 

   Y esto no tiene vuelta, pues está de por medio

 

 

 

la razón, aceptada, de que ya no hay remedio...

 

 

 

Como que cuando, a veces, en el Libro obligado,

105

 

 

la Biblia del ambiente, a todos manoseado,

 

 

 

hay un gesto de hombría traducido en blasfemia,

 

 

 

por asaz deslenguado lo borra la Academia...

 

 

 

La moral se avergüenza de las imprecaciones

 

 

 

de los sanos impulsos que violan las nociones

110

 

 

del buen decir. El pecho del mejor maldiciente

 

 

 

que se queme sus llagas filosóficamente,

 

 

 

sin mayor pesar, antes de irrumpir en verdades

 

 

 

que siempre tienen algo de ingenuas necedades;

 

 

 

porque quien viene airado, con gestos de tragedia,

115

 

 

a intentar gemir quejas aguando la comedia,

 

 

 

es cuando más un raro, soñador de utopías

 

 

 

que al oído de muchos suenan a letanías...

 

 

 

Por eso, remordido pecador, yo me acuso

 

 

 

-preciso es confesarlo- de haber sido un iluso

120

 

 

de fórmulas e ideas que me mueven a risa,

 

 

 

ahora que no pienso sino en seguir, a prisa,

 

 

 

la reposada senda, libre de los violentos

 

 

 

peligros que han ungido de mirras de escarmientos

 

 

 

las plantas atrevidas que pisaron las rosas

125

 

 

puestas en el camino de las rutas gloriosas.

 

 

 

Pero ya estoy curado, ya no más tonterías,

 

 

 

que las gentes no quieren comulgar insanias...

 

 

 

¡En el agua tranquila de las renunciaciones

 

 

 

se han deshecho las hostias de las revelaciones!

130

 

 

Ya no forjo intangibles castillos cerebrales,

 

 

 

de románticos símbolos de torres augurales.

 

 

 

Sobre el dolor ajeno ni siquiera medito,

 

 

 

porque sé que una frase no vale lo que un grito;

 

 

 

y, sin ser pesimista, no caigo en la locura

135

 

 

de buscar una página de serena blancura,

 

 

 

donde pueda escribirse la canción inefable

 

 

 

que ha de cantar el Hombre de un futuro probable.

 

 

 

 

 

 

 

Las últimas etapas

 

                              

   Ya puestos en camino,

 

          

 

la fuerza propulsora de la marcha

 

 

 

nos impele a seguir, con la serena

 

 

 

actitud, sin desmayos, de la causa

 

 

 

sustentadora de un ideal glorioso,

5

 

 

que luce sus ensueños de esperanza

 

 

 

como flámulas rojas que flotasen

 

 

 

en girones de carnes torturadas.

 

 

 

Nos impele a seguir. Siempre la brega

 

 

 

deja un poco de fiebre sobre el alma,

10

 

 

en la frente un fulgor, y en la pupila

 

 

 

la radiante visión de las etapas;

 

 

 

etapas de dolor, hechas teorías

 

 

 

de credos inefables, de parábolas

 

 

 

de lengua incomprendida que pasasen

15

 

 

en la locomoción de las audacias,

 

 

 

¡como una blanca tropa de lirismos

 

 

 

por inmortales rutas incendiadas!

 

 

 

 

 

 

   Preciso es continuar. Todas las dudas

 

 

 

que agobian la cabeza con su carga,

20

 

 

son grilletes fatales del cerebro

 

 

 

y su sitio mejor está en la espalda.

 

 

 

Arrojémoslas, pues. En el avance

 

 

 

hay un cóndor audaz que no se arrastra:

 

 

 

cóndor es la pasión, jamás sujeta,

25

 

 

de las vidas enfermas de ser sanas.

 

 

 

¡Con rumbo hacia lo azul: aunque deslumbre

 

 

 

lo intenso de la luz, hay que mirarla!

 

 

 

Los primeros fulgores,

 

 

 

quemarán, tras la noche de las ansias,

30

 

 

la primera visual que los descubra

 

 

 

ocultos en la sombra impenetrada,

 

 

 

así como una antorcha cuyo fuego

 

 

 

ardiese el brazo que la levantara.

 

 

 

 

 

¡Insanias de amor, que los enfermos

35

 

 

del manicomio de ese Ideal contagian!...

 

 

 

¡Locos, venid! Yo quiero aquí, en el canto,

 

 

 

soltar al viento un corazón con alas:

 

 

 

Los discretos normales podrán, solo,

 

 

 

arrojarnos las piedras de sus lástimas...

40

 

 

¡No haya vacilación! El derrotero

 

 

 

se ha poblado de enérgicas constancias;

 

 

 

pero, porque no siempre en el peligro

 

 

 

hay carne de temblores libertada,

 

 

 

también es necesario

45

 

 

hacer que resplandezcan llamaradas,

 

 

 

del fecundo calor de un entusiasmo,

 

 

 

en la quietud mortal que todo embarga,

 

 

 

¡como una floración de primaveras

 

 

 

en el propio país de las escarchas!

50

 

 

 

 

 

   Si se llagan los pies en el camino,

 

 

 

más firme, mucho más, será la marca:

 

 

 

en la senda candente que cruzamos

 

 

 

se ve, mejor la huella ensangrentada.

55

 

 

Alienten la Epopeya,

 

 

 

los himnos fraternales de esperanza

 

 

 

alzados entre víctores y músicas

 

 

 

con el clamor de las protestas bravas,

 

 

 

como un beso de paz sobre una inmensa

60

 

 

cicatriz que dejase la jornada,

 

 

 

y en cármenes de púrpura

 

 

 

resurjan reventando sus fragancias

 

 

 

¡todas las rosas del Amor perenne

 

 

 

que perfuman la enorme caravana!

65

 

 

 

 

   Y en el salmo coral, que sinfoniza

 

 

 

un salvaje ciclón sobre la pauta,

 

 

 

venga el robusto canto que presagie,

 

 

 

con la alegre fiereza de una diana

 

 

 

que recorriese como un verso altivo

70

 

 

el soberbio delirio de la gama,

 

 

 

el futuro cercano de los triunfos,

 

 

 

futuro precursor de las revanchas;

 

 

 

el instante supremo en que se agita

 

 

 

la visión terrenal de las canallas,

75

 

 

los frutos renovados

 

 

 

en la incesante fuerza de las savias,

 

 

 

del germen luminoso que cayera

 

 

 

en el resurgimiento de las almas,

 

 

 

¡como una rubia polución de soles

80

 

 

en el vientre del surco derramada!

 

 

 

 

 

   ¡Un ensueño en camino,

 

 

 

que sufre la obsesión de la montaña,

 

 

 

bajo la plenitud de las auroras

 

 

 

que alumbran los tropiezos de la marcha!

85

 

 

No hay obstrucción posible: es el Principio

 

 

 

la promesa del Fin. Arde en la llama

 

 

 

de la hoguera moral, el negro escombro

 

 

 

de la atávica Torre de ignorancias,

 

 

 

madre de ese temor: lo incognoscible,

90

 

 

cuyos tupidos velos desgarrara,

 

 

 

en la prisión intelectual más honda,

 

 

 

-rechazando el concepto de la Nada-

 

 

 

la verdad de la Ciencia hecha Justicia

 

 

 

al procesar la Esfinge del Nirvana!

95

 

 

   La gesta de las causas en los siglos,

 

 

 

no ha bordado poemas en sus páginas:

 

 

 

El libro de los mártires no tiene

 

 

 

sino una historia de grandezas trágicas,

 

 

 

de sangre floreciendo en el tormento

100

 

 

sus azucenas que parecen lacras...

 

 

 

¡Clarín de los Suplicios cuyas voces

 

 

 

en las generaciones se dilatan!

 

 

 

Toda Idea fue así ¡Dolor bendito

 

 

 

de heridas que supuran enseñanzas!:

105

 

 

Al lado de la Cruz está la Horca,

 

 

 

-y es bueno no quererlas separadas-

 

 

 

¡el leño o el dogal: hablen las épocas,

 

 

 

pues la Cruz y la Horca son hermanas!

 

 

 

 

 

   ¡Y por eso en la lidia,

110

 

 

camino al porvenir de la Cruzada,

 

 

 

coronando el pendón de las bravuras,

 

 

 

los trofeos, aun tibios, se levantan,

 

 

 

como ejemplos viriles anunciados

 

 

 

en la fulguración de la escarlata,

115

 

 

desde sórdidos púlpitos sangrientos

 

 

 

por muertos sacerdotes que aún tronaran

 

 

 

palabras de rencor, hechas conjuros,

 

 

 

predicando el sermón de las venganzas!

 

 

 

 

 

   Triste labor del Odio,

120

 

 

que desata sus hordas, de amenazas,

 

 

 

diciendo su creación demoledora

 

 

 

a las hoscas angustias de la Raza.

 

 

 

Los tremendos instantes de la prueba

 

 

 

saben de los martillos que no aplastan

125

 

 

los ímpetus hermosos, más hermosos

 

 

 

después del golpe que sobre ellos baja;

 

 

 

y en la espera, nerviosa, del momento

 

 

 

del derrumbe final, la última etapa,

 

 

 

a través de las brumas sigilosas

130

 

 

que puedan ocultar la Ciudad blanca,

 

 

 

se descubren, allá, en otro horizonte,

 

 

 

espléndidas auroras que se älzan,

 

 

 

los risueños Orientes -¡bienvenidos!-

 

 

 

los iris eternales del mañana;

135

 

 

¡Arcos gloriosos de los triunfos nuevos

 

 

 

por donde toda la Epopeya pasa!

 

 

 

 

 

   Y tras el loco batallar de siglos,

 

 

 

así como después de la jornada

 

 

 

en infinitas gotas se traduce

140

 

 

la honra del sudor sobre las caras,

 

 

 

sobre las rudas frentes, pensativas

 

 

 

como un viejo Pesar que meditara,

 

 

 

la cicatriz de sangre se resuelve

 

 

 

en agua de Perdón que todo lava,

145

 

 

en agua dulce y bautismal, borrando

 

 

 

las huellas más infames, más amargas,

 

 

 

¡como un Jordán de Olvido que quitase

 

 

 

hasta el recuerdo mismo de las manchas!

 

 

 

 

 

   Preciso es continuar; cada desmayo

150

 

 

hace ver insalvables las distancias.

 

 

 

En la estéril noción de lo imposible,

 

 

 

los músculos morales se relajan,

 

 

 

y en el afán que el miedo empequeñece

 

 

 

se ven lejos las cumbres más cercanas.

155

 

 

La formidable voz de anunciaciones

 

 

 

estremece el ambiente con sus vastas

 

 

 

repercusiones de tonantes notas,

 

 

 

cubriendo las necrópolis de calmas.

 

 

 

La anunciación postrer que se divulga

160

 

 

con los alertas de cerebros-guardias.

 

 

 

...Muertos odios que vuelven en caricias

 

 

 

las opresiones de la lucha bárbara,

 

 

 

¡como una herida que revienta en flores

 

 

 

y perfuma las vendas maculadas!

165

 

 

 

 

...Ya puestos en camino,

 

 

 

no se esquiva el obstáculo: se aparta.

 

 

 

La senda libre de cualquier tropiezo

 

 

 

nunca fue la más digna de la planta

 

 

 

encallecida en la ascensión penosa

170

 

 

del breñal que la suerte deparara.

 

 

 

Así va la legión, atravesando

 

 

 

los últimos espacios que separan

 

 

 

del rumbo abierto al porvenir soñado,

 

 

 

como ruta augural, por donde marchan

175

 

 

las sombras fugitivas del silencio,

 

 

 

en larga proyección, cantando hosannas

 

 

 

si triunfantes por fin, y si vencidos:

 

 

 

¡cayendo frente al Sol, como las águilas!

 

 

 

 

 

 

 

 

La muerte del cisne

 

                           

   En un largo alarido de tristeza

 

          

 

los heraldos, sombríos, la anunciaron,

 

 

 

y las faunas errantes se aprontaron

 

 

 

a dejar el amor de la aspereza.

 

 

 

 

 

 

   Con el Genio del bosque a la cabeza,

5

 

 

una noche y un día galoparon,

 

 

 

y cual corceles épicos llegaron

 

 

 

en un tropel de bárbara grandeza.

 

 

 

 

 

 

   Y ahí están. Ya salvajes emociones,

 

 

 

rugen coros de líricos leones...

10

 

 

cuando allá, en los remansos de lo Inerte.

 

 

 

 

 

 

   Como surgiendo de una pesadilla,

 

 

 

¡grazna un ganso alejado de la orilla

 

 

 

la bondad

15

 

 

provechosa de la Muerte!

 

 

 

 

 

 

 

La apostasía de Andresillo

 

- I -

          

                                

   Pues, aquí estoy, señores. Pues...yo soy Andresillo,

 

 

 

¿no recuerdan ustedes? Yo soy aquel chiquillo

 

 

 

a quien el gran Quijote librara cierto día

 

 

 

-porque ahí encajaba bien su caballería-

 

 

 

de la nube de palos, que mi amo, furioso,

5

 

 

sobre mí descargaba ferozmente donoso,

 

 

 

Al pobre señor loco le hice una ruin ofensa,

 

 

 

maldiciendo, más tarde, su gallarda defensa,

 

 

 

dejándole mohíno, cabizbajo y corrido-.

 

 

 

(Sé que fui un mentecato). Después, arrepentido,

10

 

 

al correr de los años, comprendiendo la humana

 

 

 

obra que yo pagase con acción tan villana,

 

 

 

deseoso de la gracia del noble caballero,

 

 

 

sobre su incierto rumbo interrogué al ventero

 

 

 

y el muy bellaco, riendo, me relató su muerte...

15

 

 

(Desde entonces empieza lo malo de mi suerte.)

 

 

 

 

- II -

 

 

   Así olvidando algunas de las cerriles mañas,

 

 

 

vine a ser otro andante, soñador de fazañas

 

 

 

inauditas y fieras, en lides peligrosas

 

 

 

que los encantamentos no hacen siempre sabrosas

20

 

 

Porque ya se mostraba cansado de su dueño

 

 

 

al flaco Rocinante cambié por Clavileño,

 

 

 

y recorrí la tierra, buscando honor y fama

 

 

 

que ofrecer a mi hermosa, desconocida dama,

 

 

 

de quien he recibido desdenes y rigores,

25

 

 

hasta que, al fin, vencido de los encantadores,

 

 

 

me trajeron a ésta prisión o manicomio,

 

 

 

una institución sabia, digna de todo encomio,

 

 

 

en donde escarnecido sin cesar, y aporreado

 

 

 

como mi buen maestro, seriamente he pensado

30

 

 

que desfacer agravios no es sino una locura

 

 

 

que honrara sólo al triste de la Triste Figura.

 

 

 

 

- III -

 

 

...Aquí medro y engordo. Tranquilamente yanto,

 

 

 

sin jamás acordarme de mi viejo quebranto

 

 

 

tan magro y tonto. Nunca, ni aun en broma,

35

 

 

peco suspirando retornos al antiguo embeleco.

 

 

 

No hay una sola parte donde mire y no encuentre,

 

 

 

como emblema del siglo, una bolsa y un vientre...

 

 

 

Y así va todo ësto: de la misma manera

 

 

 

que en los menguados tiempos de la pasada era.

40

 

 

Los potentados, viven de prematuros cielos,

 

 

 

y los que nada tienen que se lo papen duelos...

 

 

 

De las lanzas famosas de las justas de antes

 

 

 

hoy, harían bastones los duchos comerciantes,

 

 

 

y, sacando provecho, del yelmo de Mambrino

45

 

 

venderían quincallas para guardar tocino.

 

 

 

Si se habla a Dulcinea de amorosas pasiones

 

 

 

no es mucho que se mezclen venteriles razones:

 

 

 

Los valientes envíos, vizcaínos y gigantes,

 

 

 

ahora se traducen en perlas y brillantes.

50

 

 

Basilio está de malas: aunque audaz el muchacho,

 

 

 

sus industrias no valen las ollas de Camacho.

 

 

 

Hasta Aldonza Lorenzo, la hija de Corchuelo,

 

 

 

reniega de los callos que heredó de su abuelo.

 

 

 

-Si bien ya es una dama, no sé porque barrunto

55

 

 

que el olor de los ajos anda muy en su punto.-

 

 

 

Para los que libertan recuas encadenadas,

 

 

 

ahora como entonces hay asaz de pedradas.

 

 

 

Ginesillo, ha dejado de ser titiritero:

 

 

 

por sospechosas artes ha ascendido a banquero.

60

 

 

El barbero y el cura, pregonando sus ciencias,

 

 

 

en buenas migas, raspan y escrutan las conciencias.

 

 

 

El bachiller Carrasco, sin reposar momento

 

 

 

pontifica en la cátedra de su doctoramiento,

 

 

 

deslumbrando a los bobos, que serán sus secuaces,

65

 

 

y acallando la grita de los puros y audaces.

 

 

 

(Mi aporreado maestro no hubiera permitido

 

 

 

que mease en su celada ningún recién parido.)

 

 

 

Los yangüeses de marras, prontos en sus desmanes,

 

 

 

cuidan yeguas ajenas y se llaman rufianes.

70

 

 

A la justicia -¡pobre reina Micomicona!-

 

 

 

cualquiera Malambruno le hürta la corona.

 

 

 

Los andantes del día, se salen del camino

 

 

 

si ven a la distancia las aspas de un molino;

 

 

 

aunque hoy poco valdrían los hidalgos gentiles

75

 

 

fuertes perseguidores de pícaros y viles,

 

 

 

pues doncellas y viudas hallan amparo en esos

 

 

 

burdeles de oratoria con nombre de Congresos -

 

 

 

- Muy semejante a aquello -quizás en lo aromado-

 

 

 

que cuando los batanes hizo Sancho apremiado

80

 

 

por urgencias mayores, en situación bien crítica,

 

 

 

hay aquí cierta cosa que se dice política.

 

 

 

Los gobernantes gozan de mil prebendas diarias

 

 

 

y se rascan y comen en estas Baratarias,

 

 

 

porque en pos del misterio de los grandes destinos

85

 

 

nadie baja a la honda cueva de Montesinos.

 

 

 

 

- IV -

 

 

   En fin... quietos curiosos: malicio que ya es mucha

 

 

 

peroración, y acaso me merezca una ducha

 

 

 

del jayán enfermero cuidador de mis males,

 

 

 

-en verdad que me ahorquen si yo sé de los tales-

90

 

 

y peor es meneallo. Con que... buenos señores

 

 

 

hasta... que os permitan mis doctos curadores

 

 

 

nuevas sutiles burlas, si no tenéis reparo

 

 

 

de oír, en horas de ocios, a este caso tan raro

 

 

 

que dos, únicamente, la humanidad ha visto,

95

 

 

Y ellos no fueron otros que Don Quijote y Cristo.

 

 

 

Aquí me hallaréis siempre, manso a las exigencias

 

 

 

de discretas preguntas y suaves ocurrencias

 

 

 

de los graves galenos o de vuesas mercedes,

 

 

 

honesto y comedido como lo ven ustedes...

100

 

 

 

 

 

 

ENVÍOS

 

 

 

A Doña Sylla da Silva

 

En su álbum

 

                              

   Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,

 

          

 

te resultasen ásperos sus rendidos saludos,

 

 

 

y quieres blandos ritmos de credos idealistas,

 

 

 

aguarda delicados poetas modernistas

 

 

 

que alabarán en oro tus posibles desdenes,

5

 

 

coronando de antorchas tus olímpicas sienes,

 

 

 

devotos de la blanca lis de tu aristocracia,

 

 

 

con que ilustro los rojos claveles de mi audacia,

 

 

 

o espera, seductora, decadentes orfebres

 

 

 

que graben tus blasones en sus creadoras fiebres:

10

 

 

yo, trabajo el acero de temples soberanos:

 

 

 

los sonantes cristales se rompen en mis manos.

 

 

* * *

 

 

   Palmera brasileña, que al caminante herido

 

 

 

ofrendaras tus dátiles de Pasión y de Olvido,

 

 

 

en el Desierto Único: tu ëres la apoteosis

15

 

 

que, nimbando de incendios sus fecundas neurosis,

 

 

 

cruzas por los vaivenes de su hondos desvelos

 

 

 

como si fueras Luna de sus noches de duelos.

 

 

 

Yo traigo a tu floresta la Alondra moribunda

 

 

 

que, en el violín del Bosque, preludió la errabunda

20

 

 

sinfonía terrena de aquel Ardor eterno,

 

 

 

que ahuyenta suavemente las aves del Invierno,

 

 

 

y en las horas tranquilas descubre su cabeza

 

 

 

como un símbolo vago de Amor y de Belleza.

 

 

 

 

 

   ...Y pasas, y no sola, presintiendo dorados

25

 

 

Orientes, los propicios a los enamorados,

 

 

 

como una novia enferma que evoca espirituales

 

 

 

promesas en las largas noches sentimentales;

 

 

 

o esperas al amado, sonriente, como algunas

 

 

 

heroínas que aguardan al amor de las lunas

30

 

 

hojeando florilegios alegres de la Galia,

 

 

 

con manos de Giocondas poéticas de Italia.

 

 

 

¡Oh, las divinas magas que comulgan misterios

 

 

 

en los ratos fugaces de indecibles imperios...

 

 

 

cuyos tiernos mandatos y ansiadas tiranías

35

 

 

de las claudicaciones saben las agonías!

 

 

* * *

 

 

   Quiero brindarte versos porque te finjo buena,

 

 

 

con no sé que bondades, y porque eres morena

 

 

 

como la inspiradora de mis lejanos votos...

 

 

 

-perspectivas azules de paisajes remotos-

40

 

 

Generosa que amparas de los fríos crüeles,

 

 

 

como un fruto viviente de tus sanos vergeles,

 

 

 

las rosas inviolables que tus labios oprimen.

 

 

 

(¡Oh las instigadoras del Ensueño y del Crimen!)

 

 

 

Paloma fugitiva de la Ciudad vedada,

45

 

 

donde el Dolor muriera bajo la enamorada

 

 

 

caricia del Consuelo: Ciudad donde las risas

 

 

 

suenan como campanas de las futuras Misas!

 

 

 

 

 

   Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,

 

 

 

como en fugas radiantes escucharás canciones

 

 

 

de músicas heráldicas, de las músicas locas

 

 

 

que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

70

 

 

en besos fecundantes, cual rocíos de mieles

 

 

 

que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles.

 

 

 

Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas,

 

 

 

las nerviosas amadas tristes de los poetas,

 

 

 

y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos,

75

 

 

cuando al disipar todos tus más graves mutismos

 

 

 

mis estrofas de hierro torturen tu garganta,

 

 

 

has de pensar, acaso, si es un hierro que canta!

 

 

 

 

 

   Como un deslumbramiento de rubias primaveras

 

 

 

irradian y perfuman las dichas prisioneras

80

 

 

de todos tus encantos ¡Oh, poemas paganos!

 

 

 

Heroína y señora de rondeles galanos:

 

 

 

para que siempre puedas orquestar tus mañanas

 

 

 

calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas

 

 

 

te ofrecen en mis trovas. Que en todos los momentos

85

 

 

te den las grandes liras sus más nobles acentos,

 

 

 

y revienten las yemas donde el Placer anida,

 

 

 

en las exaltaciones gloriosas de la Vida

 

 

 

que surgen en el cálido Floreäl de tus horas,

 

 

 

como un carmen de auroras, ¡eternamente auroras!

90

 

 

 

 

 

 

A Carlos de Soussens

 

                             

   Caballero de Friburgo, de un castillo de aventuras,

 

          

 

cuyas águilas audaces remontaron el Ideal,

 

 

 

soñadoras de los nidos de las líricas futuras,

 

 

 

la pupila al sol abierta, coronando las alturas

 

 

 

en el vuelo de armonías de una musa: la orquestal.

5

 

 

 

 

   Visionario de un ensueño que inspiró un vino divino,

 

 

 

melancólicas vendimias de las uvas de tu Abril...

 

 

 

tu también tendrás un Murger, y verá el barrio Latino

 

 

 

perpetuarse tu bohemia; milagroso peregrino,

 

 

 

compañero de prisiones en la Torre de marfil...

10

 

 

 

 

   Que se cumpla, por tu gloria, la promesa de Darío,

 

 

 

al decirte de una estatua sobre firme pedestal;

 

 

 

que relinchen tus corceles los clarines de su brío,

 

 

 

que la Virgen del sudario no desole con su frío

 

 

 

el jardín de poesía de un eterno Floreäl.

15

 

 

 

 

   En las misas de tu credo, más cordiales, más inquietas,

 

 

 

que te canten y consagren fugitivo de Verlaine;

 

 

 

que te nombren compasivas las Mimis y las Musetas,

 

 

 

y relaten conmovidos sus pintores y poetas

 

 

 

cuando entrabas predicando por tu azul Jerusalén...

20

 

 

 

 

   Que tus pálidas princesas de inefables corazones,

 

 

 

lleven lirios de tus rimas a un olímpico Paris...

 

 

 

con las hostias fraternales de tus suaves comuniones,

 

 

 

que el orfebre de los triunfos en tus líricos, blasones,

 

 

 

grabe todos tus laureles con olivo y flor de lis.

25

 

 

 

 

   Ya serás en el recuerdo, cuando seas un pasado,

 

 

 

como aquel de la leyenda que tus éxtasis meció,

 

 

 

ya serás, para in eternum, de algún bronce perpetuado,

 

 

 

como guardan tus memorias infantiles, por sagrado,

 

 

 

¡aquel beso con que Hugo tu niñez acarició!

30

 

 

 

 

 

 

A Juan Más y Pí

 

                           

   En la gran copa negra de la sombra que avanza

 

          

 

quiero probar del vino propicio a la añoranza.

 

 

 

 

 

 

   Quiero beber del vino que bebiéramos juntos,

 

 

 

y estos ratos, de aquellos, serán nobles trasuntos.

 

 

 

 

 

 

   (No sé porque esta hora, sombría y silenciaria,

5

 

 

me ha invadido el cerebro de fiebre visionaria.)

 

 

 

 

 

 

   En la acera de enfrente, su clara risa suena

 

 

 

una muchacha alegre como una Noche Buena.

 

 

 

 

 

   El arrabal, desierto, conmueve un organillo,

 

 

 

y bailan las marquesas del sucio conventillo;

10

 

 

 

 

   Y vienen las memorias, conturbadas e inciertas

 

 

 

como un vago regreso de ensoñaciones muertas...

 

 

 

 

 

   ...He leído tu libro. Un saludo levanta

 

 

 

la voz del entusiasmo, que perdura y que canta;

 

 

 

 

 

   la voz alentadora de buenas expansiones

15

 

 

en las largas teorías de nuestras comuniones.

 

 

 

 

 

   Aquel señor tan loco... -Único hijo de Dios,

 

 

 

y Único Caballero- nos hermanó a los dos.

 

 

 

 

 

   (Y eso que tu quisiste, no sé porque crüel

 

 

 

sospecha inconfesable serle una vez infiel...

20

 

 

 

 

   Mas, ya estás perdonado. Pero en verdad te digo

 

 

 

que en otra no te escapas sin sufrir tu castigo...)

 

 

 

 

 

   En la calma severa de las meditaciones:

 

 

 

dolor de tus constantes inquietas obsesiones.

 

 

 

 

 

   Ideando el derrotero de los rumbos plausibles

25

 

 

se enfermó tu cabeza de ensueños imposibles...

 

 

 

 

 

   Te veo como äntes, duro en el Bien y el Mal,

 

 

 

pletórico de un ansia de vida ascensional.

 

 

 

 

 

   De tus actuales fórmulas hiciste las amadas

 

 

 

que en la expansión te ofrendan bellezas flageladas.

30

 

 

 

 

   Has volcado el consuelo de tu mejor augurio

 

 

 

en el vaso de angustias: el cáliz del tugurio.

 

 

 

 

 

   Amas el bello gesto que en las horas aciagas

 

 

 

tiene orgullo de púrpura para cubrir las llagas.

 

 

 

 

 

   Te obseda el clamoreo de enormes muchedumbres

35

 

 

que van, con su Epopeya de siglos, a las cumbres...

 

 

 

 

 

   -Compañero: seamos en nuestra Misa diaria

 

 

 

tentación, sermón, hostia: todo menos plegaria.

 

 

 

 

 

   Cantemos en las liras de los credos tonantes

 

 

 

la canción nunciadora de mañanas radiantes.

40

 

 

 

 

   La vida es Dolor siempre, así cambie de nombre:

 

 

 

es Dolor hecho carne y es Dolor hecho Hombre.

 

 

 

 

 

   Libertémosla, entonces, de las contagios viles

 

 

 

que, en la sangre, empobrecen los glóbulos viriles.

 

 

 

 

 

¡En marcha al País nuevo de las brumas ausentes,

45

 

 

que un día vislumbraron los geniales videntes!

 

 

 

 

 

   Derrotando el Silencio pregona la conquista

 

 

 

el salmo combativo de un fuerte Verbo artista...

 

 

 

 

 

   Pongamos en lo höndo de las frases más sacras

 

 

 

besos consoladores que suavicen las lacras.

50

 

 

 

 

   En procesión inmensa va el macilento enjambre:

 

 

 

mordidas las entrañas por los lobos del hambre.

 

 

 

 

 

   Lo custodia el Misterio, y lleva en sus arterias

 

 

 

inoculado un virus de sórdidas miserias;

 

 

 

 

 

   No hay que temer la lepra que roë los abyectos:

55

 

 

quizás es peor la higiene de los limpios perfectos.

 

 

 

 

 

   Efigien su nobleza también los infelices:

 

 

 

¡Blasón de los harapos, lis de las cicatrices!

 

 

 

 

 

   Lidiemos en la justa de todos los rencores...

 

 

 

¡insignias de los bravos modernos luchadores!

60

 

 

 

 

   Para esperarte, amigo, después de la contienda,

 

 

 

aunque sea en el yermo yo plantaré mi tienda.

 

 

 

 

 

   Te envío, pues, mis versos, mis versos torturados,

 

 

 

como flores amargas de jardines violados...

 

 

 

 

 

¡Y sean mis estrofas los heraldos cordiales

65

 

 

de una lírica tropa de poemas triunfales!

 

 

 

 

 

 

 

A J. J. Soiza Reilly

 

                            

   Al astrólogo Ensueño, sus novias: las estrellas,

 

          

 

contáronle el secreto de unas cosas tan bellas

 

 

 

que un ruiseñor lunático, que cantaba a las rosas,

 

 

 

puso en sus sinfonías esas extrañas cosas.

 

 

 

 

 

   Era un noble pronóstico, que, enigmáticamente,

5

 

 

irradiaba su Verbo, como un límpido Oriente

 

 

 

en gestación de soles. (Quizá una profecía

 

 

 

de los magos geniales en blanca Epifanía)

 

 

 

 

 

   Eran graves promesas. Era un coro de ästros

 

 

 

que dejaba en la pauta sus luminosos rastros:

10

 

 

Yo, en mi musa salvaje, los evoqué, y entonces

 

 

 

hablaron las estrellas con la voz de los bronces.

 

 

 

 

 

   Y así ritmo un saludo. Si hallas la canción dura,

 

 

 

es porque cada estrofa tiene algo de armadura,

 

 

 

que al corazón resguarda de la flecha amistosa:

15

 

 

la que, al clavarse, a veces se vuelve ponzoñosa.

 

 

 

 

 

   Tal vez en el Envío que trabaja mi mano

 

 

 

me ayuda Perogrullo ¡tan ingenioso y llano!...

 

 

 

...Son versos como zarzas, pero hay en sus rudezas

 

 

 

muchas síntesis bravas de temidas bellezas.

20

 

 

 

 

   La Epopeya del Triunfo se ha anunciado sonora,

 

 

 

al galope del rojo centauro de la Aurora

 

 

 

que llega, como heraldo de la Ciudad lejana,

 

 

 

precursor del saludo, del laurel y la diana.

 

 

 

 

 

   -Floraciones de músicas en un carmen de gloria-

25

 

 

divulgan los clarines la futura Victoria,

 

 

 

pues, sobre nidos de águilas, se ha soñado la lumbre

 

 

 

de las teas clavadas en la más alta cumbre.

 

 

 

 

 

   Desfilan en el biógrafo del recuerdo entusiasta,

 

 

 

los residuos amargos de la sufriente casta:

30

 

 

tus vagabundos trágicos, tus tristes heroínas:

 

 

 

testas de manicomios, cuellos de guillotinas;

 

 

 

 

 

   tus perros soñadores, con nostalgias de luna,

 

 

 

la historia de la humana pasión donde se aduna

 

 

 

el delito y el beso, la amada y el suicida

35

 

 

que se fue de la reja y después de la vida;

 

 

 

 

 

   Tus asesinos bárbaros, apóstoles del Crimen,

 

 

 

tus pobres Margaritas que jamás se redimen,

 

 

 

tus poetas borrachos, con hambres de apoteosis,

 

 

 

tus Nietzsches de presidios en celdas de neurosis...

40

 

 

 

 

   Y lo demás y todo... La herida de la pena,

 

 

 

que tiene tintes rojos para cada azucena,

 

 

 

y el último lamento del niño moribundo

 

 

 

que fue como un andrajo flotando sobre el mundo.

 

 

 

 

 

   Y lo que no harás nunca: lo que ocultó su clave,

45

 

 

tal alma que al cerrarse se guardara la llave

 

 

 

lo que dejó la vida, por infame y monstruoso,

 

 

 

en una frase trunca de gesto doloroso.

 

 

 

 

 

   ...Sea tu credo, hermano, mezcla de luz y acero:

 

 

 

el triunfador es bravo y es duro el justiciero,

50

 

 

porque la bondad misma, no es sino el espejismo

 

 

 

que esconde el burgués sello del señor Egoísmo.

 

 

 

 

 

   Así, mantén tu lema: fuerte como la muerte,

 

 

 

para siempre in eternum, porque ya de esa fuerte

 

 

 

raza de Don Quijotes vamos quedando pocos:

55

 

 

-¡no hablaron de los vientres los Zarathustras locos!-

 

 

 

   Acometan serenos los modernos andantes,

 

 

 

que aün medran soberbios vestigios y gigantes.

 

 

 

¡Cabeza y brazo para realizar el empeño:

 

 

 

Si Rocinante es torpe que venga Clavileño!

60

 

 

 

 

   Den, sin temor, ejemplos de viriles acciones

 

 

 

delante de las jaulas de todos los leones,

 

 

 

y el burlador cobarde que se clave en la frente

 

 

 

las bellezas normales que le hacen ser hiriente.

 

 

 

 

 

   Buscando los peligros, en ignoradas sendas,

65

 

 

no sabrán las heridas de femeniles vendas,

 

 

 

pero, eso sí, las lanzas, señores caballeros,

 

 

 

encontrarán molinos y, aun mucho más, carneros,

 

 

 

 

 

   Entuertos y prejuicios, y otros añejos males,

 

 

 

bellacos, malandrines, follones, hidetales

70

 

 

y toda la caterva del torvo Encantamento

 

 

 

que ha hëcho del abdomen Ideal y Pensamiento.

 

 

 

 

 

...Compañero: levanta, coronando imposibles,

 

 

 

el quijotismo, y lleva, como armas invencibles,

 

 

 

cuando emprendas alguna simbólica salida,

75

 

 

el Genio por escudo, ¡y por blasón la Vida!

 

 

 

 

 

 

 

OFERTORIOS GALANTES

 

 

 

 

 

 

 

 

De la tregua

 

                         

   Un instante nomás. Vengo a cantarte

 

          

 

la canción del laurel ¡Alza la frente,

 

 

 

que es la única digna del presente

 

 

 

que, en mi salutación, voy a dejarte!

 

 

 

 

 

   Tendrá el orgullo de tu sentimiento,

5

 

 

hoy, otra vez, el soñador cansado

 

 

 

que se acerca a buscar aquí, a tu lado,

 

 

 

el generoso olvido de un momento.

 

 

 

 

 

   Y en la tregua fugaz, mientras se asoma

 

 

 

tu sol a mi pesar indefinido,

10

 

 

consentirá el león, agradecido,

 

 

 

que peine su melena una paloma.

 

 

 

 

 

   Una ausencia gentil de mi fiereza,

 

 

 

cortés claudicación admirativa,

 

 

 

te dejará anunciarme, imperativa,

15

 

 

la altivez inmortal de tu belleza.

 

 

 

 

 

   Pero, aunque pueda ser así, no quiero

 

 

 

la sujeción de tus amables lazos,

 

 

 

ni en la suave cadena de unos brazos

 

 

 

de las ternuras ser un prisionero.

20

 

 

 

 

   Ni aguardes que hasta ti caricias lleve,

 

 

 

pues no debo quitarme la armadura

 

 

 

ni aun en homenaje a tu hermosura,

 

 

 

siendo el reposo de mi afán tan breve.

 

 

 

 

 

   Y no puedo ceder, ni frente al rico

25

 

 

róseo panal de tu sonrisa leda:

 

 

 

¡El hierro luce mal junto a la seda

 

 

 

y el escudo no sirve de abanico!

 

 

 

 

 

   Eso sí, en la canción, antes que vuelva

 

 

 

a mi fuerte Ideäl, verás, acaso,

30

 

 

para orquestar las horas a tu paso,

 

 

 

un regreso de alondras a mi selva.

 

 

 

 

 

   Eso sí, la canción tiene un lirismo

 

 

 

tierno y galante para cada beso

 

 

 

que amanece en tus labios, y por eso

35

 

 

se ha puesto a declinar mi pesimismo.

 

 

 

 

 

   Tal es, pues que lo digo; y hoy, que llenas

 

 

 

mi odres de pasión con tus bondades,

 

 

 

¡sobre el rojo clavel de mis crueldades

 

 

 

sangrarán mi perdón tus azucenas!

40

 

 

 

 

   ...Y después de beber en tus castalias,

 

 

 

como en lago de amor tranquilo y terso,

 

 

 

¡te besaré las sienes con un verso

 

 

 

para calzar de nuevo las sandalias!

 

 

 

 

 

 

 

El clavel

 

                    

   Fue al surgir de una duda insinuativa

 

          

 

cuando hirió tu severa aristocracia,

 

 

 

como un símbolo rojo de mi audacia,

 

 

 

un clavel que tu mano no cultiva.

 

 

 

 

 

   Quizás hubo una frase sugestiva,

5

 

 

o viera una intención tu perspicacia,

 

 

 

pues tu serenidad llena de gracia

 

 

 

fingió una rebelión despreciativa...

 

 

 

 

 

   Y, así, en tu vanidad, por la impaciente

 

 

 

condena de un orgullo intransigente,

10

 

 

mi rojo heraldo de amatorios credos

 

 

 

 

 

   Mereció, por su símbolo atrevido,

 

 

 

como un apóstol o como un bandido

 

 

 

la guillotina

 

 

 

de tus nobles dedos.

15

 

 

 

 

 

 

Revelación

 

                       

   Lujosamente bella y exquisita,

 

          

 

con aire de gitana tentadora,

 

 

 

llegaste, adelantándote a la hora,

 

 

 

rodeada de misterios a la cita.

 

 

 

 

 

   El salón reservado oyó la cuita

5

 

 

de una cálida noche pecadora,

 

 

 

y al amor de tu carne ofrendadora

 

 

 

reventaron las yemas de Afrodita.

 

 

 

 

 

   Fue en esa breve noche de locuras,

 

 

 

propicia al Floreäl de tus ternuras,

10

 

 

que, cual glóbulos de ansias pasionales,

 

 

 

 

 

tu sangre delictuosa de bohemia

 

 

 

infiltró en el cansancio de mi anemia

 

 

 

¡el ardor de los fuertes ideäles!

 

 

 

 

 

 

 

Tus manos

 

                          

   Me obsedan tus manos exangües y finas,

 

          

 

¡tus manos! puñales de heridas ajenas,

 

 

 

cuando en el teclado predicen, en notas,

 

 

 

las inapelables deseadas condenas...

 

 

 

 

 

   Tus manos, amores de nardos y rosas,

5

 

 

cuya Histeria tiene sangre de pasiones,

 

 

 

como aquellas suaves que guardan ocultas

 

 

 

en venas azules sombrías traiciones.

 

 

 

 

 

   Como las nerviosas manos de mi amada,

 

 

 

que, en largas teorías de gestos cordiales,

10

 

 

devotas del dulce crimen amatorio,

 

 

 

¡degüellan mis mansos corderos pascuales!

 

 

 

 

 

 

 

 

Exótica

 

                 

   Tiene un rico sabor de canela

 

          

 

el encanto andaluz que derrama

 

 

 

ese hermoso donaire flamenco,

 

 

 

que trajiste del barrio de Triana.

 

 

 

   -En su patio de sol, vio Sevilla

5

 

 

adornarse por ti las guitarras,

 

 

 

hoscos ceños de majos celosos

 

 

 

y torneos de fieras navajas.-

 

 

 

   A tu lado, me envuelve en perfumes

 

 

 

la mantilla que cubre tus gracias,

10

 

 

y tu sangre, de ardor y misterio,

 

 

 

su bravía pasión me contagia.

 

 

 

   Y me pongo a pensar en heridas

 

 

 

de claveles y frutas moradas,

 

 

 

cuando se abre la flor de tus labios

15

 

 

en el carmen de todas las ansias.

 

 

 

   Y me llenan de luz la cabeza,

 

 

 

yo no sé que canciones bizarras

 

 

 

de tu tierra de amor y alegría,

 

 

 

y deseo aventuras extrañas,

20

 

 

   aventuras rarísimas, cuando

 

 

 

-como un vago de néctar de Málaga-

 

 

 

en la copa mortal de tus besos

 

 

 

bebo un vino de sangre gitana.

 

 

 

 

 

 

 

En silencio

 

                       

   Que este verso, que has pedido,

 

          

 

vaya hacia ti, como enviado

 

 

 

de algún recuerdo volcado

 

 

 

en una tierra de olvido...

 

 

 

para insinuarte al oído

5

 

 

su agonía más secreta,

 

 

 

cuando en tus noches, inquieta

 

 

 

por las memorias, tal vez,

 

 

 

leas, siquiera una vez,

 

 

 

las estrofas del poeta.

10

 

 

 

 

   ¿Yo...? Vivo con la pasión

 

 

 

de aquel ensueño remoto,

 

 

 

que he guardado como un voto,

 

 

 

ya viejo, del corazón.

 

 

 

¡Y sé, en mi amarga obsesión,

15

 

 

que mi cabeza cansada,

 

 

 

caerá, recién, libertada

 

 

 

de la prisión de ese ensueño

 

 

 

¡cuando duerma el postrer sueño

 

 

 

sobre la postrer almohada!

 

 

 

 

 

 

 

De primavera

 

                         

   En un carro triunfal hecho de auroras,

5

          

 

y envueltas en flotantes muselinas,

 

 

 

con impudor de audacias femeninas

 

 

 

han llegado las nuevas doce horas.

 

 

 

 

 

   El viejo de las frígidas doloras,

 

 

 

lloradas en letales sonatinas,

 

 

 

va huyendo, incorruptible, en sus neblinas,

 

 

 

de las doce muchachas pecadoras.

 

 

 

 

 

   ¡Una orgía de luz...! Hoy se ha llenado

 

 

 

de músicas el nido fecundado,

 

 

 

y el cantor de selváticos poemas,

 

 

 

 

 

-heraldo de los sueños germinales-

 

 

 

anuncia en sus pregones orquestales

 

 

 

el reventar glorioso de las yemas!

 

 

 

 

 

 

 

Invitación

 

                        

   Amada, estoy alegre: ya no siento

 

          

 

la angustiosa opresión de la tristeza:

 

 

 

el pájaro fatal del desaliento

 

 

 

graznando se alejó de mi cabeza.

 

 

 

 

 

 

   Amada, amada: ya, de nuevo, el canto

5

 

 

vuelve a vibrar en mí, como otras veces;

 

 

 

¡y el canto es hombre, porque puede tanto,

 

 

 

que hasta sabe domar tus altiveces!

 

 

 

 

 

   Ven a oír. Abandona la ventana...

 

 

 

Deja al mendigo en paz. ¡Son tus ternuras,

10

 

 

para el dolor, como las de una hermana,

 

 

 

y sólo para mí suelen ser duras!

 

 

 

 

 

   ¡Manos de siempre compasiva y buena,

 

 

 

yo tengo todo un sol para que alumbres

 

 

 

ese olímpico rostro de azucena

15

 

 

hecho de palidez y pesadumbres!

 

 

 

 

 

   Hoy soy así. Soy un poeta loco

 

 

 

que ve su dicha de tus tedios presa...

 

 

 

¡Ven y siéntate al piano: bebe un poco

 

 

 

de champán en la música francesa!

20

 

 

 

 

   No quiero verte triste. De tu cara

 

 

 

borra ese esguince de pesar cansino...

 

 

 

¡Hoy yo quiero vivir... ¡Qué cosa rara,

 

 

 

hoy tengo el corazón lleno de vino!

 

 

 

 

 

 

 

En el patio

 

                       

   Me gusta verte así, bajo la parra,

 

          

 

resguardada del sol del medio día,

 

 

 

risueñamente audaz, gentil, bizarra,

 

 

 

como una evocación de Andalucía.

 

 

 

 

 

   Con olor a salud en tu belleza,

 

 

 

que envuelves en exóticos vestidos,

 

 

 

roja de clavelones la cabeza

 

 

 

y leyendo novelas de bandidos.

 

 

 

 

 

   -¡Un carmen andaluz, donde florecen,

 

 

 

en los viejos rincones solitarios,

 

 

 

los rosales que ocultan y ensombrecen

 

 

 

la jaula y el color de tus canarios!-

 

 

 

 

 

   ¡Cuántas veces no creo al acercarme,

 

 

 

todo como en un patio de Sevilla,

 

 

 

que tus más frescas flores vas a darme,

 

 

 

y a ofrecerme después miel con vainilla!

 

 

 

 

 

   O me doy a pensar que he saboreado,

 

 

 

mientras se oye una alegre castañuela,

 

 

 

un rico arroz con leche, polvoreado

 

 

 

de una cálida gloria de canela.

 

 

 

 

 

   ¡Cómo me gusta verte así, graciosa,

 

 

 

llena de inquietos, caprichosos mimos,

 

 

 

rodeada de macetas, y, golosa,

 

 

 

desgranando pletóricos racimos!

 

 

 

 

 

   Y mojarse tus manos delincuentes,

 

 

 

al reventar las uvas arrancadas,

 

 

 

¡como en sangre de vidas inocentes

 

 

 

a tu voracidad sacrificadas!...

 

 

 

 

 

   Y ver vagar, cruelmente seductora,

 

 

 

en esos labios finos y burlones,

 

 

 

tu sonrisa de Esfinge, turbadora

 

 

 

de mis calladas interrogaciones.

 

 

 

 

 

   Y desear para mí, las exquisitas

 

 

 

torturas de tus dedos sonrosados,

 

 

 

¡que oprimen las doradas cabecitas

 

 

 

de los dulces racimos degollados!

 

 

 

 

 

 

 

Tu secreto

 

                       

   ¡De todo te olvidas! Anoche dejaste

 

          

 

aquí, sobre el piano, que ya jamás tocas,

 

 

 

un poco de tu alma de muchacha enferma:

 

 

 

un libro, vedado, de tiernas memorias.

 

 

 

 

 

   Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido,

 

 

 

y supe, sonriendo, tu pena más honda,

 

 

 

el dulce secreto que no diré a nadie:

 

 

 

a nadie interesa saber que me nombras.

 

 

 

 

 

   Ven, llévate el libro, distraída llena

 

 

 

de luz y de ensueño. Romántica loca...

 

 

 

¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!

 

 

 

...De todo, te olvidas ¡cabeza de novia!

 

 

 

 

 

 

 

 

Filtro rojo

 

                        

   Porque hasta mí llegaste silenciosa,

 

          

 

la ardiente exaltación de mi elocuencia

 

 

 

derrotó la glacial indiferencia

 

 

 

que mostraba, altiva y desdeñosa.

 

 

 

 

 

   Volviste a ser la de antes. Misteriosa,

 

 

 

como un rojo clavel tu confidencia

 

 

 

reventó en una amable delincuencia

 

 

 

con no sé que pasión pecaminosa.

 

 

 

 

 

   Claudicó gentilmente tu arrogancia,

 

 

 

y al beber el locuaz vino de Francia

 

 

 

-¡Oh, las uvas doradas y fecundas!-

 

 

 

 

 

   una aurora tiñó tu faz de armiño,

 

 

 

¡y hubo en la jaula azul de tu corpiño

 

 

 

un temblor de palomas moribundas!

 

 

 

 

 

 

 

Después del olvido

 

                        

   Porque hoy has venido, lo mismo que äntes,

 

          

 

con tus adorables gracias exquisitas,

 

 

 

alguien ha llenado de rosas mi cuarto

 

 

 

como en los instantes de pasadas citas.

 

 

 

 

 

   ¿Te acuerdas?... Regreso de noches lejanas,

 

 

 

aún guardo, entre otras, aquella novela

 

 

 

con la que soñabas, imitar, a ratos,

 

 

 

no sé si a Lucia, no sé si a Grazziela.

 

 

 

 

 

   Y aquel abanico, que sentir parece

 

 

 

la inquieta, la tibia presión de tu mano;

 

 

 

aquel abanico ¿te acuerdas? Trasunto

 

 

 

de aquel apacible, distante verano...

 

 

 

 

 

   ¡Y aquellas memorias que escribiste un día!

 

 

 

-un libro risueño de celos y quejas-

 

 

 

¡Rincón asoleado! ¡Rincón pensativo

 

 

 

de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!...

 

 

 

 

 

   Pero no hay los versos. ¡Qué quieres!... ¡te fuiste!

 

 

 

-¡Visión de saudades, ya buenas, ya malas!

 

 

 

La nieve incesante del bárbaro hastío

 

 

 

¿no ves? ha quemado mis líricas alas.

 

 

 

 

 

   ...¿Para que añoranzas? Son filtros amargos

 

 

 

como las ausencias sus hoscos asedios...

 

 

 

Prefiero las rosas, prefiero tu risa

 

 

 

que pone un rayito de sol en mis tedios.

 

 

 

 

 

   Y porque al fin vuelves, después del olvido,

 

 

 

en hora de angustias, en hora oportuna,

 

 

 

alegre como antes, es hoy mi cabeza

 

 

 

¡una pobre loca borracha de luna!

 

 

 

 

 

 

 

Tu risa

 

                       

   Cuando escucho el rojo violín de tu risa

 

          

 

en el que olvidados acordes evocas,

 

 

 

un cálido vino-licor de bohemia

 

 

 

me llena el cerebro de músicas locas.

 

 

 

 

 

   Un vino que moja tu noble garganta...

 

 

 

-una húmeda jaula de finos cristales,

 

 

 

cuyas orquestales invisibles rejas,

 

 

 

aprisionan raros divinos zorzales-

 

 

 

 

 

   Y cuando lo escancias, cordiales de un ritmo

 

 

 

que roba caricias a los terciopelos,

 

 

 

caen en mi copa, de espumas amargas,

 

 

 

cual lluvia de estrellas de líricos cielos.

 

 

 

 

 

   ¡Tu risa!... Me encanta, me obseda el oído,

 

 

 

como un intangible sonoro teclado

 

 

 

sobre el que han volcado los duendes amables

 

 

 

un rico y bullente dorado!

 

 

 

 

 

   No sé porque a veces, si en rápida fuga

 

 

 

tus polifonías se van diluyendo,

 

 

 

por mi éxtasis pasan tristes y jocosos

 

 

 

pierrots que muriesen llorando y riëndo...

 

 

 

 

 

   No sé porque a veces me quedo pensando

 

 

 

en óperas breves, donde colombinas

 

 

 

hermosas y rubias, fingiesen collares

 

 

 

de luz en las danzas de las serpentinas.

 

 

 

 

 

   O, muy vagamente, bajo mecedores

 

 

 

gentiles ensueños de cosas francesas,

 

 

 

me creo en florido jardín de Versalles,

 

 

 

acechando un coro de lindas marquesas.

 

 

 

 

 

   Si acaso disipa mis hondos mutismos,

 

 

 

con su leve magia de dulces misterios,

 

 

 

en la quietud vibra, como una sonata

 

 

 

de alegres clarines en un cementerio.

 

 

 

 

 

   Cuando en el silencio, custodiando el Odio,

 

 

 

llegan del Hastío las rondas crüeles,

 

 

 

sobre esas heridas: flores de la sombra,

 

 

 

ella agita y vuelca su taza de mieles...

 

 

  

 

 

   Cuando en mis severas Misas taciturnas

 

 

 

se oye tu fanfarria, de sones ligeros,

 

 

 

el Genio, vencido por tu musa loca

 

 

 

suaviza del rito los bronces austeros.

 

 

 

 

 

   Tus líricas flautas y tus ocarines

 

 

 

anuncian la fiesta de las harmonías,

 

 

 

y mariposean por toda la gama

 

 

 

crescendos chispeantes como pedrerías.

 

 

 

 

 

   Por eso, semeja tu boca un mineático

 

 

 

salón, decorado con frescos de notas,

 

 

 

donde baila siempre, cautiva parlera,

 

 

 

una roja dama, galantes gavotas.

 

 

 

 

 

   Por eso, te ofrecen mis cisnes altivos,

 

 

 

que tus adorables alondras desdeñan,

 

 

 

la dulce agonía del último canto

 

 

 

y doblan el cuello y escuchan y sueñan.

 

 

 

 

 

   Por eso, si bebo tu risa bohemia,

 

 

 

-armónico vaso de néctares suaves-

 

 

 

¡mi pobre cabeza se llena de luna

 

 

 

y claudican todos sus órganos graves!

 

 

 

 

 

 

 

Ratos buenos

 

                         

   Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos

 

          

 

reviven en las noches de verano...!

 

 

 

Se queja una guitarra, allá, a lo lejos,

 

 

 

y mi vecina hace reír el piano.

 

 

 

 

 

   Escucho fumo y bebo, mientra el fino

5

 

 

teclado da otra vez su sinfonía:

 

 

 

El cigarro, la música y el vino,

 

 

 

familiar, generosa trilogía...

 

 

 

 

 

   ...¡Tengo unas ganas de vivir la riente

 

 

 

vida de placidez que me rodea!

10

 

 

Y por eso quizás, inútilmente,

 

 

 

en el cerebro un cisne me aletea...

 

 

 

 

 

   ¡Qué bien se está, cuando el ensueño en una

 

 

 

tranquila plenitud se ve tan vago...!

 

 

 

¡Oh, quien pudiera diluir la Luna

15

 

 

y beberla en la copa, trago a trago!

 

 

 

   Todo viene apacible del olvido

 

 

 

en una caridad de cosas bellas,

 

 

 

así como si Dios, arrepentido,

 

 

 

se hubiese puesto a regalar estrellas.

20

 

 

 

 

   ¡Qué agradable quietud! ¡Y qué sereno

 

 

 

el ambiente, al que empiezo a acostumbrarme,

 

 

 

sin un solo recuerdo, malo o bueno,

 

 

 

que, importuno, se acerque a conturbarme.

 

 

 

 

 

   Y me siento feliz, porque hoy tampoco

25

 

 

ha soñado imposibles mi cabeza:

 

 

 

En el fondo del vaso, poco a poco

 

 

 

se ha dormido, borracha, la tristeza...

 

 

 

 

 

 

 

A la antigua

 

                        

   ¡Oh, señora: gentil dama de mis noches,

 

          

 

¡oh, señora, mi señora, yo le ruego

 

 

 

que abandone esa romántica novela:

 

 

 

orgullosa favorita de sus dedos.

 

 

 

 

 

   Que abandone sus historias de aventuras,

5

 

 

donde hay citas, donde hay dueñas

 

 

 

y escuderos, callejuelas y sombríos embozados

 

 

 

y tizonas y amorosos devaneos;

 

 

 

 

 

   acechanzas del camino y estocadas

 

 

 

de cadetes o gallardos mosqueteros,

10

 

 

y, amador noble y rendido de su reina,

 

 

 

algún Buckinghan lujoso y altanero.

 

 

 

 

 

   Que abandone, le repito, su romance,

 

 

 

su romance mentiroso, pues confieso

 

 

 

que me enoja la atención que le dispensa,

15

 

 

con agravio de mis quejas y mis celos.

 

 

 

 

 

   De mis celos, sí, lo digo, tal me tienen

 

 

 

las hazañas del cuitado caballero,

 

 

 

a quien sueña Vd. señora, contemplando

 

 

 

sus balcones, con la escala de Romeo.

20

 

 

 

 

   ¡Oh, señora, mi señora! son las doce...

 

 

 

¿Hasta cuándo piensa Vd. seguir leyendo?

 

 

 

¡Hay valor en su tenaz indiferencia

 

 

 

que no teme los peligros del silencio!...

 

 

 

 

 

   Son las doce: ya se aprontan los aleves,

25

 

 

los galantes forajidos de los besos

 

 

 

a cruzar la callejuela de unos labios

 

 

 

donde anoche asesinaron al Ensueño...

 

 

 

 

 

   ¡Ay, entonces, de las bocas asaltadas

30

 

 

por los rojos embozados del Deseo!

 

 

 

¡Ay de Vd. señora mía si la encuentran...!

 

 

 

¡Que la salve su hazañoso caballero!

 

 

 

 

 

 

 

Las manos

 

                        

   A todas las evoco. Pensativas,

 

          

 

cual si tuvieran alma, yo las veo

 

 

 

pasar, como teorías que viniesen

 

 

 

en las estancias líricas de un verso.

 

 

 

 

 

   Las buenas, las cordiales, generosas

5

 

 

madrecitas de olvidos en los duelos,

 

 

 

las buenas, las cordiales, que ya nunca

 

 

 

las volvimos a ver, ni en el recuerdo.

 

 

 

 

 

   Las manos enigmáticas, las manos

 

 

 

con vagos exotismos de misterio,

10

 

 

que ocultan, como en libros invisibles,

 

 

 

las fórmulas vedadas del Secreto.

 

 

  

 

 

   Las manos que coronan los designios,

 

 

 

las manos vencedoras del Silencio,

 

 

 

en las que sueña, a veces, derrotado,

15

 

 

un tardío laurel de luz el genio.

 

 

 

 

 

   Las pálidas, con sangre de azucenas,

 

 

 

violadas por los duendes de los besos,

 

 

 

que vi una vez, nerviosas, deslizarse

 

 

 

sobre la gama azul de un florilegio.

20

 

 

 

 

   Las manos graves de las novias muertas,

 

 

 

rígidas desposadas de los féretros,

 

 

 

leves hostias de ritos amatorios

 

 

 

que ya nunca jamás comulgaremos;

 

 

  

 

 

   Esas manos inmóviles y extrañas,

25

 

 

que se petrificaron en el pecho

 

 

 

como una interrogante dolorosa

 

 

 

de la inmensa ansiedad del postrer gesto.

 

 

 

 

 

   Las crüeles que saben el encanto

 

 

 

del fugaz abandono de un momento.

30

 

 

Las exangües, las castas como vírgenes,

 

 

 

severas domadoras del Deseo.

 

 

 

 

 

   Las santas, inefables, las ungidas

 

 

 

con mirras de perdón y de consuelo:

 

 

 

amadas melancólicas y breves

35

 

 

de los poetas y de los enfermos.

 

 

 

 

 

   Las románticas manos de las tísicas,

 

 

 

que, en la voz moribunda de un arpegio,

 

 

 

como conjuro agónico angustiado,

 

 

 

llamaron a Chopin, desfalleciendo...

40

 

 

 

 

   Las manos que derraman por la noche

 

 

 

los filtros germinales en el lecho:

 

 

 

las que escriben las cláusulas fecundas

 

 

 

sobre las carnes que violó el invierno.

 

 

 

 

 

   Las manos sin amor de las amadas,

45

 

 

más frías y más blancas que el pañuelo

 

 

 

que se esfuma en las largas despedidas

 

 

 

como paloma del adiós supremo.

 

 

 

 

 

   ¡Las Únicas, las fieles, las anónimas,

 

 

 

las manos que en los ojos de algún muerto

50

 

 

pusieron, al cerrarlos, la postrera

 

 

 

temblorosa caricia de sus dedos!

 

 

 

 

 

   Las manos de bellezas irreäles,

 

 

 

las manos como lirios de recuerdos,

 

 

 

de aquellas que se fueron a, la luna,

55

 

 

en la piedad del éxtasis eterno.

 

 

 

 

 

   Las místicas, fervientes como exvotos,

 

 

 

inmaterializadas en el rezo,

 

 

 

las manos que humanizan las imágenes

 

 

 

de los blondos y tristes nazarenos.

60

 

 

 

 

   Y las manos que triunfan del Olvido,

 

 

 

¡esas, blancas como el remordimiento

 

 

 

de no haberlas besado, ni siquiera

 

 

 

con el beso intangible del ensueño!

 

 

 

 

 

 

 

A Colombina, en Carnaval

 

                          

   Colombina ¿qué se hicieron

 

          

 

tus risas de cascabel?

 

 

 

¡Ah! desde que se perdieron

 

 

 

-lo saben quienes te oyeron-

 

 

 

quedó inconcluso un rondel...

5

 

 

 

 

   Surge de las viejas salas

 

 

 

y como antes, oportuna,

 

 

 

vuelve a reinar, hoy que exhalas

 

 

 

suspiros por las escalas

 

 

 

con que asaltaste la luna.

10

 

 

 

 

   ¿Porqué ese reír que suena

 

 

 

como un fúnebre fagot?...

 

 

 

Si es la que yo sé tu pena,

 

 

 

no te aflijas, que serena

 

 

 

fue la muerte de Pierrot.

15

 

 

 

 

 

   Murió de haberte querido...

 

 

 

Y ahora que sé tu mal,

 

 

 

para empaparte de olvido,

 

 

 

voy a mojar tu vestido

 

 

 

con agua de madrigal.

20

 

 

 

 

 

   Pero debo imaginarte

 

 

 

entre todas confundida,

 

 

 

si es que quieres disfrazarte,

 

 

 

y así, empezaré a rimarte

 

 

 

la estrofa ayer ofrecida.

25

 

 

 

 

 

   Y puesto que eres coqueta,

 

 

 

sensible a un buen decidor,

 

 

 

porque lo mandas, inquieta,

 

 

 

me vestiré de poeta

 

 

 

para cantarte mejor.

30

 

 

 

 

 

   Anónima enmascarada

 

 

 

que vas, nerviosa, a la cita,

 

 

 

de sutil gasa adornada,

 

 

 

como una media calada

 

 

 

que a la indiscreción incita:

35

 

 

 

 

 

   Lleva el disfraz colorado,

 

 

 

que te acompaña al placer,

 

 

 

la sangre que ha derramado

 

 

 

un corazón reventado

 

 

 

en tus manos de mujer.

40

 

 

 

 

 

   Marquesita sin blasones,

 

 

 

sabia en la broma galante,

 

 

 

que escuchas en los salones,

 

 

 

correr mil murmuraciones

 

 

 

de elogios a la intrigante...

45

 

 

 

 

 

   ¡Cómo luce tu altanero

 

 

 

orgullo de flor de lis!

 

 

 

cuando habla ese caballero

 

 

 

con traje de mosquetero

 

 

 

del tiempo de algún rey Luis...

50

 

 

 

 

 

   Coqueta, linda coqueta,

 

 

 

risueñamente locuaz:

 

 

 

escondida y bien sujeta

 

 

 

lleva siempre la careta

 

 

 

debajo del antifaz.

55

 

 

 

 

 

   Pues que está oculta la hermosa

 

 

 

la fina mano enguantada,

 

 

 

¡van, en la seda olorosa,

 

 

 

cinco lirios color rosa

 

 

 

corriendo una mascarada!

60

 

 

 

 

 

   Como adivino un deseo

 

 

 

de burla, en tu voz, y tienes

 

 

 

la gracia del discreteo,

 

 

 

me disfrazaré de Orfeo

 

 

 

para domar tus desdenes.

65

 

 

 

 

 

   ¿Qué es esa melancolía

 

 

 

que a conturbar así llega

 

 

 

el alma de tu alegría?...

 

 

 

¡Bien haya la bizarría

 

 

 

del gesto que te doblega!

70

 

 

 

 

 

   ¡Ensueño de marmitones,

 

 

 

triste y loca fregatriz

 

 

 

que, por breves ilusiones,

 

 

 

abandona sus fogones

 

 

 

en traje de emperatriz;

75

 

 

 

 

 

   Por la gloria de la gracia

 

 

 

de tu altivez de heroína,

 

 

 

de tan bella aristocracia,

 

 

 

ha claudicado la acracia

 

 

 

del changador de la esquina.

80

 

 

 

 

 

   Modista, pobre tendera,

 

 

 

o esclava del obrador:

 

 

 

vestida de primavera,

 

 

 

ya rendirás al hortera,

 

 

 

tenorio de mostrador.

85

 

 

 

 

 

   Flor que aroma el delincuente

 

 

 

búcaro del cafetín,

 

 

 

loca máscara insolente

 

 

 

que aguarda lista, impaciente,

 

 

 

su gallardo bailarín.

90

 

 

 

 

 

   Ebrio de amor y de vino,

 

 

 

sensual donaire guarango

 

 

 

lucirá tu cuerpo fino,

 

 

 

esta noche en el Casino

 

 

 

cuando te entusiasme el tango.

95

 

 

 

 

 

   Muchacha conventillera

 

 

 

que, en apuros maternales,

 

 

 

pasaste la noche entera

 

 

 

arreglando esa pollera,

 

 

 

honra y prez de los percales,

100

 

 

 

 

 

   ya, despertando las ganas

 

 

 

de otras de la vecindad,

 

 

 

irás con tus dos hermanas,

 

 

 

Tersicores suburbanas,

 

 

 

a un baile de sociedad...

105

 

 

 

 

 

   Mascarita... viejecita,

 

 

 

¡en que deslumbrantes fugas

 

 

 

va tu añoranza bendita!...

 

 

 

¡Viejecita, mascarita

 

 

 

de careta con arrugas!...

110

 

 

 

 

 

   ...Colombina ¿Qué se hicieron

 

 

 

tus risas de cascabel?

 

 

 

¡Ah! desde que se perdieron,

 

 

 

lo saben quienes te oyeron

 

 

 

quedó inconcluso un rondel...

115

 

 

 

 

 

   ¡Venga la flauta divina

 

 

 

de tu risa de cristal!...

 

 

 

¡Colombina, Colombina:

 

 

 

allá va una serpentina

 

 

 

continuando el madrigal!

120

 

 

EL ALMA DEL SUBURBIO

 

 

 

 

 

 

El alma del suburbio

 

                            

   El gringo musicante ya desafina

 

          

 

en la suave habanera provocadora,

 

 

 

cuando se anuncia a voces, desde la esquina

 

 

 

"el boletín -famoso- de última hora".

 

 

 

 

 

 

   Entre la algarabía del conventillo,

5

 

 

esquivando empujones pasa ligero,

 

 

 

pues trae noticias, uno que otro chiquillo

 

 

 

divulgando las nuevas del pregonero.

 

 

 

 

 

 

   En medio de la rueda de los marchantes,

 

 

 

el heraldo gangoso vende sus hojas...

10

 

 

donde sangran los sueltos espeluznantes

 

 

 

de las acostumbradas crónicas rojas.

 

 

 

 

 

 

   Las comadres del barrio, juntas, comentan

 

 

 

y hacen filosofía sobre el destino...

 

 

 

mientras los testarudos hombres intentan

15

 

 

defender al amante que fue asesino.

 

 

 

 

 

 

   La cantina desborda de parroquianos,

 

 

 

y como las trucadas van a empezarse,

 

 

 

la mugrienta baraja cruje en las manos

 

 

 

que dejaron las copas que han de jugarse.

20

 

 

 

 

 

   Contestando a las muchas insinuaciones

 

 

 

de los del grupo, el héroe del homicidio

 

 

 

de que fueron culpables las elecciones,

 

 

 

narra sus aventuras en el presidio.

 

 

 

 

 

 

   En la calle, la buena gente derrocha

25

 

 

sus guarangos decires más lisonjeros,

 

 

 

porque al compás de un tango, que es "La Morocha",

 

 

 

lucen ágiles cortes dos orilleros.

 

 

 

 

 

 

   La tísica de enfrente, que salió al ruido,

 

 

 

tiene toda la dulce melancolía

30

 

 

de aquel verso olvidado pero querido

 

 

 

que un payador galante le cantó un día.

 

 

 

 

 

 

   La mujer del obrero, sucia, y cansada,

 

 

 

remendando la ropa de su muchacho,

 

 

 

piensa, como otras veces, desconsolada,

35

 

 

que tal vez el marido vendrá borracho.

 

 

 

 

 

 

   ...Suenan las diez. No se oye ni un solo grito;

 

 

 

se apagaron las velas en las bohardillas,

 

 

 

y el barrio entero duerme como un bendito

 

 

 

sin negras opresiones de pesadillas.

40

 

 

 

 

 

   Devuelven las oscuras calles desiertas

 

 

 

el taconeo tardo de los paseantes,

 

 

 

y dan la sinfonía de las alertas

 

 

 

en su ronda obligada los vigilantes.

 

 

 

 

 

 

   Bohemios de rebeldes crías sarnosas,

45

 

 

ladran algunos perros sus serenatas,

 

 

 

que escuchan, intranquilas y desdeñosas,

 

 

 

desde su inaccesible balcón las gatas.

 

 

 

 

 

 

   Soñoliento, con cara de taciturno,

 

 

 

cruzando lentamente los arrabales,

50

 

 

allá va el gringo... ¡pobre Chopin nocturno

 

 

 

de las costureritas sentimentales!

 

 

 

 

 

 

   ¡Allá va el gringo! ¡como bestia paciente

 

 

 

que uncida a un viejo carro de la Harmonía,

 

 

 

arrastrase en silencio, pesadamente,

55

 

 

el alma del suburbio, ruda y sombría!

 

 

 

 

 

 

 

La viejecita

 

                   

   Sobre la acera, que el sol escalda,

 

 

 

doblado el cuerpo -la cruz obliga-

 

 

 

lomo imposible, que es una espalda

 

 

 

desprecio y sobra de la fatiga,

 

 

 

pasa la vieja, la inconsolable,

5

 

 

la que es, apenas, un desperdicio

 

 

 

del infortunio, la lamentable

 

 

 

carne cansada de sacrificio.

 

 

 

   La viejecita, la que se siente

 

 

 

un sedimento de la materia,

10

 

 

deshecho inútil, salmo doliente

 

 

 

del Evangelio de la Miseria.

 

 

 

   Luz de pesares, propios o ajenos,

 

 

 

sobre la pena de su faz mustia

 

 

 

dejan estigmas, de dolor llenos,

15

 

 

entristeciendo su misma angustia;

 

 

 

su misma angustia que ha compartido,

 

 

 

como el mendrugo que no la sacia,

 

 

 

con esa niña que ha recogido,

 

 

 

retoño de otros, en su desgracia.

20

 

 

   Esa pequeña que va a su lado,

 

 

 

la que mañana será su apoyo,

 

 

 

flor del suburbio desconsolado,

 

 

 

lirio de anemia que dio el arroyo.

 

 

 

   Vida sin lucha, ya prisionera,

25

 

 

pichón de un nido que no fue eterno.

 

 

 

¡Sonriente rayo de primavera

 

 

 

sobre la nieve de aquel invierno!

 

 

 

Radiación rubia de luz que ärde

 

 

 

como un sol nuevo frente a un ocaso,

30

 

 

triste promesa, mujer más tarde

 

 

 

linda y deseada que será, acaso,

 

 

 

la Inés vencida, la dulce monja

 

 

 

de los tenorios de la taberna,

 

 

 

cuando el encanto de la lisonja

35

 

 

le dé su frase nefanda y tierna.

 

 

 

   -Ritual vedado de sensaciones

 

 

 

trágicos sueños, fiebres aciagas,

 

 

 

hostias de vicios y tentaciones

 

 

 

de las alegres jóvenes magas...

40

 

 

   ¡Que de heroínas, pobres y oscuras,

 

 

 

en esos dramas! ¡cuántas Ofelias!

 

 

 

Los arrabales tienen sus puras

 

 

 

tísicas Damas de las Camelias-

 

 

 

   Por eso sufre, la mendicante,

45

 

 

como una idea terrible y fija

 

 

 

que no ha empañado su amor radiante

 

 

 

por esa hija que no es su hija.

 

 

 

   Más sus bellezas de renunciada

 

 

 

jamás del crudo dolor la eximen...

50

 

 

¡sin haber sido, siquiera, amada

 

 

 

se siente madre de los que gimen!

 

 

 

   Madre haraposa, madre desnuda,

 

 

 

manto de amores de barrio bajo:

 

 

 

¡es una amarga protesta muda

55

 

 

esa devota de San Andrajo,

 

 

 

que conociese sólo los besos

 

 

 

de rudos fríos en los portales,

 

 

 

como descanso para sus huesos

 

 

 

sólo le dieron los hospitales!

60

 

 

   Girón humano que siempre flota

 

 

 

sobre sus ansias indefinibles,

 

 

 

bondad enferma que no se agota

 

 

 

ni en las miserias irredimibles

 

 

 

que la torturan, sin un olvido

65

 

 

para sus lacras, para su suerte:

 

 

 

con la certeza de haber vivido

 

 

 

como un despojo para la muerte!

 

 

 

   Por eso, a veces, tiene amarguras,

 

 

 

tiene amarguras de derrotada,

70

 

 

que se traducen en frases duras

 

 

 

y dan en llanto de resignada;

 

 

 

pues nunca supo la miserable,

 

 

 

de amor alguno, grande o pequeño,

 

 

 

que la alentara, no le fue dable

75

 

 

sobre la vida soñar un sueño.

 

 

 

   La dominaron los sinsabores,

 

 

 

que la flagelan como a inocente:

 

 

 

¡en la vendimia de los amores

 

 

 

fue desgranado racimo ausente!

80

 

 

   Fue la azucena sobre el pantano,

 

 

 

flor de desdichas, a libertarla

 

 

 

no vino nadie, no hubo una mano

 

 

 

que se tendiese para arrancarla.

 

 

 

   Sin transiciones, siempre vencida,

85

 

 

ni en el principio de su mal mismo

 

 

 

tuvo las glorias de la caída:

 

 

 

Su primer cuna ya era el abismo.

 

 

 

   Bajo un hastío que no deseara,

 

 

 

pasó su noche sin una aurora

90

 

 

sin que en la vida la conturbara

 

 

 

ni una impaciencia de pecadora.

 

 

 

   Y así, ha guardado con sus pesares,

 

 

 

como un reproche, que se refleja

 

 

 

en las arrugas, sus azahares

95

 

 

de nunca novia, de virgen vieja.

 

 

 

   Los años muertos sólo dejaron

 

 

 

esa agonía que no la mata...

 

 

 

¡jamás a ella la aprisionaron,

 

 

 

como entre flores, rejas de plata!

100

 

 

   Forjó ilusiones, y las más leves

 

 

 

la sepultaron como en escombros;

 

 

 

sobre su testa cayeron nieves.

 

 

 

Y honras de harapos sobre sus hombros.

 

 

 

   Porque fue buena, dio en la locura

105

 

 

de cubrir todas sus cicatrices:

 

 

 

puso los besos de su ternura

 

 

 

en sus hermanos, los infelices.

 

 

 

   Por eso, a veces, tiene su duelo

 

 

 

en sus cansados ojos sin brillo,

110

 

 

llantos que caen como un consuelo

 

 

 

sobre las llagas del conventillo.

 

 

 

   Carne que azotan todos los males,

 

 

 

burla sangrienta de los muchachos,

 

 

 

dádiva y sobra de los portales,

115

 

 

mancha de vino de los borrachos:

 

 

 

   Ahí va la vieja, como una hiriente

 

 

 

fórmula ruda de una ironía:

 

 

 

llena de sombras en la esplendente

 

 

 

en la serena gloria del día.

120

 

 

   Tal vez alguna visión extraña

 

 

 

ha conmovido su indiferencia,

 

 

 

pues ha cruzado triste y huraña

 

 

 

como una imagen de la demencia.

 

 

 

   ¡Y allá -sombría, y adusto el ceño,

125

 

 

obsesionada por las crueldades-

 

 

 

va taciturna, como un ensueño

 

 

 

que derrotaron las realidades!

 

 

 

 

 

 

 

El guapo

 

 

A la memoria de San Juan Moreira

 

 

Muy devotamente

 

                         

    El barrio le admira. Cultor del coraje,

 

          

 

conquistó, a la larga, renombre de osado;

 

 

 

se impuso en cien riñas entre el compadraje

 

 

 

y de las prisiones salió consagrado.

 

 

 

 

 

 

   Conoce sus triunfos, y ni aun le inquieta

5

 

 

la gloria de otros, de muchos temida,

 

 

 

pues todo el Palermo de acción le respeta

 

 

 

y acata su fama, jamás desmentida.

 

 

 

 

 

 

   Le cruzan el rostro, de estigmas violentos,

 

 

 

hondas cicatrices, y quizás le halaga

10

 

 

llevar imborrables adornos sangrientos:

 

 

 

caprichos de hembra que tuvo la daga.

 

 

 

 

 

 

   La esquina o el patio, de alegres reuniones,

 

 

 

le oye contar hechos, que nadie le niega:

 

 

 

¡con una guitarra de altivas canciones

15

 

 

el es Juan Moreira, y el es Santos Vega!

 

 

 

 

 

 

   Con ese sombrero que inclinó a los ojos,

 

 

 

con esa melena que peinó al descuido,

 

 

 

cantando aventuras, de relatos rojos,

 

 

 

parece un poeta que fuese bandido.

20

 

 

 

 

 

   Las mozas más lindas del baile orillero

 

 

 

para él no se muestran esquivas y hurañas,

 

 

 

tal vez orgullosas de ese compañero

 

 

 

que tiene aureolas de amores, y hazañas.

 

 

 

 

 

 

   Nada se le importa de la envidia ajena,

25

 

 

ni que el rival pueda tenderle algún lazo:

 

 

 

no es un enemigo que valga la pena...

 

 

 

pues ya una vez lo hizo ca...er de un hachazo.

 

 

 

 

 

 

   Gente de avería, que aguardan crüeles

 

 

 

brutales recuerdos en los costurones

30

 

 

que dejará el tajo, sumisos y fieles,

 

 

 

le siguen y adulan imberbes matones.

 

 

 

 

 

 

   Aunque le ocasiona muchos malos ratos,

 

 

 

en las elecciones es un caudillejo

 

 

 

que por el buen nombre de los candidatos

35

 

 

en los peores trances expone el pellejo...

 

 

 

 

 

 

   Pronto a la pelea -pasión del cuchillo

 

 

 

que ilustra las manos por el mutiladas-

 

 

 

su pieza, amenaza de algún conventillo,

 

 

 

es una academia de ágiles visteadas.

40

 

 

 

 

 

   Porque en sus impulsos de alma pendenciera

 

 

 

desprecia el peligro sereno y bizarro,

 

 

 

¡para el la vida no vale siquiera

 

 

 

la sola pitada de un triste cigarro!...

 

 

 

 

 

 

   ...Y allá va pasando con aire altanero,

45

 

 

luciendo las prendas de su gallardía,

 

 

 

procaz e insolente como un mosquetero

 

 

 

que tiene en su guardia la chusma bravía.

 

 

 

 

 

 

 

Detrás del mostrador

                   

   Ayer la vi, al pasar, en la taberna,

 

          

 

detrás del mostrador, como una estatua...

 

 

 

Vaso de carne juvenil que atrae

 

 

 

a los borrachos con su hermosa cara.

 

 

 

 

 

 

   Azucena regada con ajenjo,

5

 

 

surgida en el ambiente de la crápula,

 

 

 

florece, como muchas, en el vicio

 

 

 

perfumando ese búcaro de miasmas.

 

 

 

 

 

 

   ¡Canción de esclavitud! Belleza triste,

 

 

 

belleza de hospital, ya dipsecada

10

 

 

quien sabe porque mano que la empuja,

 

 

 

casi siempre, hasta el sitio de la infamia...

 

 

 

 

 

 

   Y pasa sin dolor, así, inconsciente,

 

 

 

su vida material de carne esclava:

 

 

 

¡copa de invitaciones y de olvido

15

 

 

sobre el hastiado bebedor volcada!

 

 

 

 

 

 

 

El amacijo

                      

   Dejó de castigarla, por fin cansado

 

          

 

de repetir el diario brutal ultraje,

 

 

 

que habrá de contar luego, felicitado,

 

 

 

en la rueda insolente del compadraje.

 

 

 

 

 

 

   -Hoy, como ayer, la causa del amacijo

5

 

 

es, acaso, la misma que le obligara

 

 

 

hace poco, a imponerse con un barbijo

 

 

 

que enrojeció un recuerdo sobre la cara-

 

 

 

 

 

 

   Y se alejó escupiendo, rudo, insultante,

 

 

 

los vocablos más torpes del caló hediondo

10

 

 

que como una asquerosa náusea incesante

 

 

 

vomita la cloaca del bajo fondo.

 

 

 

 

 

 

   En el cafetín crece la algarabía,

 

 

 

pues se está discutiendo lo sucedido,

 

 

 

y, contestando a todos, alguien porfía

15

 

 

que ese derecho tiene sólo el marido...

 

 

 

 

 

 

   Y en tanto que la pobre golpeada intenta

 

 

 

ocultar su sombría vergüenza huraña,

 

 

 

oye, desde su cuarto, que se comenta

 

 

 

como siempre en risueño coro la hazaña.

20

 

 

 

 

 

   Y se cura llorando los moretones

 

 

 

-lacras de dolor, sobre su cuerpo enclenque...-

 

 

 

¡que para eso tiene resignaciones

 

 

 

de animal que agoniza bajo el rebenque!

 

 

 

 

 

 

   Mientras escucha sola, desesperada,

25

 

 

como gritan las otras... rudas y tercas,

 

 

 

gozando en su bochorno de castigada,

 

 

 

burlas tan de sus bocas... ¡burlas tan puercas!...

 

 

 

 

 

 

 

En el barrio

                    

   Ya los de la casa se van acercando

 

          

 

al rincón del patio que adorna la parra,

 

 

 

y el cantor del barrio se sienta, templando

 

 

 

con mano nerviosa, la dulce guitarra.

 

 

 

 

 

 

   La misma guitarra, que aún lleva en el cuello

5

 

 

la marca indeleble, la marca salvaje

 

 

 

de aquel despechado que soñó el degüello

 

 

 

del rival dichoso tajeando el cordaje.

 

 

 

 

 

 

   Y viene la trova: rimada misiva,

 

 

 

en décimas largas, de amante fiereza,

10

 

 

que escucha insensible la despreciativa

 

 

 

moza, que no quiere salir de la pieza...

 

 

 

 

 

 

   La trova que historia sombrías pasiones

 

 

 

de alcohol y de sangre, castigos crüeles

 

 

 

agravios mortales de los corazones

15

 

 

y muertes violentas de novias infieles...

 

 

 

 

 

 

   Sobre el rostro adusto tiene el guitarrero

 

 

 

viejas cicatrices de cárdeno brillo,

 

 

 

en el pecho un hosco rencor pendenciero

 

 

 

y en los negros ojos la luz del cuchillo.

20

 

 

 

 

 

   Y muestra, insolente, pues se va exaltando,

 

 

 

su bestial cinismo de alma atravesada:

 

 

 

¡Palermo le ha oído quejarse, cantando

 

 

 

celos que preceden a la puñalada!

 

 

 

 

 

 

   Y no es para el otro su constante enojo...

25

 

 

¡A ese desgraciado que a golpes maneja,

 

 

 

le hace el mismo caso, por bruto y por flojo,

 

 

 

que al pucho que olvida detrás de la oreja!

 

 

 

 

 

 

   ¡Pues tiene unas ganas su altivez airada

 

 

 

de concluir con todas las habladurías...!

30

 

 

¡Tan capaz se siente de hacer una hombrada

 

 

 

de la que hable el barrio tres o cuatro días...!

 

 

 

 

 

 

...Y con la rudeza de un gesto rimado,

 

 

 

la canción que dice la pena del mozo

 

 

 

termina en un ronco lamento angustiado,

35

 

 

¡como una amenaza que acaba en sollozo!

 

 

 

 

 

 

 

De la aldea

                    

   Regresan de la era. Se oyen cercanas

 

          

 

las fuertes risotadas y las canciones

 

 

 

con que animan la vuelta los mocetones

 

 

 

que siguen, desde lejos, a las aldeanas.

 

 

 

 

 

 

   Ya, detrás de las rejas de las ventanas,

5

 

 

estudian las muchachas contestaciones,

 

 

 

para dar a las tímidas declaraciones

 

 

 

que de rústicos labios salen galanas.

 

 

 

 

 

 

   Como van a concluirse las romerías,

 

 

 

crecen las estruendosas algarabías...

10

 

 

Y, halagando a una novia provocadora,

 

 

 

 

 

 

   pasa diciendo un mozo de porte fiero,

 

 

 

al son de la guitarra conquistadora,

 

 

 

las postreras hazañas de un bandolero.

 

 

 

 

 

 

 

Residuo de fábrica

                    

   Hoy ha tosido mucho. Van dos noches

 

          

 

que no puede dormir; noches fatales,

 

 

 

en esa oscura pieza donde pasa

 

 

 

sus más amargos días, sin quejarse.

 

 

 

 

 

 

   El taller la enfermó, y así, vencida

5

 

 

en plena juventud, quizás no sabe

 

 

 

de una hermosa esperanza que acaricie

 

 

 

sus largos sufrimientos de incurable.

 

 

 

 

 

 

   Abandonada siempre, son sus horas

 

 

 

como su enfermedad: interminables.

10

 

 

Sólo, a ratos, el padre se le acerca

 

 

 

cuando llega borracho, por la tarde...

 

 

 

 

 

 

   Pero es para decirla lo de siempre,

 

 

 

el invariable insulto, el mismo ultraje:

 

 

 

¡le reprocha el dinero que le cuesta

15

 

 

y la llama haragana, el miserable!

 

 

 

 

 

 

   Ha tosido de nuevo. El hermanito

 

 

 

que a veces en la pieza se distrae

 

 

 

jugando, sin hablarla, se ha quedado

 

 

 

de pronto serio, como si pensase...

20

 

 

 

 

 

   Después se ha levantado, y bruscamente

 

 

 

se ha ido, murmurando al alejarse,

 

 

 

con algo de pesar y mucho de asco:

 

 

 

-que la puerca, otra vez escupe sangre...

 

 

 

 

 

 

 

La queja

                        

   Como otras veces cuando la angustia

 

          

 

le finge graves cosas hurañas,

 

 

 

la infeliz dijo, después que el rojo

 

 

 

vómito tibio mojó la almohada,

 

 

 

las mismas quejas de febriciente,

5

 

 

las mismas quejas entrecortadas

 

 

 

por el delirio, las que ella arroja

 

 

 

como un detritus de la garganta.

 

 

 

   Bajo el recuerdo remoto y vivo,

 

 

 

jornadas rudas de su desgracia,

10

 

 

rápidos cruzan por la memoria

 

 

 

sus desconsuelos de amargurada:

 

 

 

desde el sombrío taller primero

 

 

 

que vio su carne cuando era sana,

 

 

 

hasta la hora de la caída

15

 

 

de la que nunca se levantara.

 

 

 

   Porque era linda joven y alegre

 

 

 

ascendió toda la suave escala:

 

 

 

supo del fino vaso elegante

 

 

 

que vuelca flores en la cloaca.

20

 

 

   Porque a su abismo lo creyó cumbre,

 

 

 

leves marcos de la esperanza

 

 

 

quizá embriagaron sus realidades

 

 

 

puesto que huyeron sin inquietarla;

 

 

 

y la salvaron de los hastíos

25

 

 

que levemente la desolaran,

 

 

 

como poemas sentimentales,

 

 

 

largos idilios de cortesana.

 

 

 

   Después... terrible, llegó el descenso,

 

 

 

y hubo agonías de lucha infausta:

30

 

 

el tren lujoso, los bar de moda,

 

 

 

-últimas glorias de consagrada-

 

 

 

ya no volvieron a mecer tiernas

 

 

 

ensoñaciones interminadas,

 

 

 

ya no volvieron ansias ocultas

35

 

 

de las novelas de fe romántica,

 

 

 

ni a obsedar, tristes, sus aventuras

 

 

 

las heroínas que ella imitara,

 

 

 

pues, desde entonces, casi insensible,

 

 

 

vivió la vida de una de tantas...

40

 

 

y enamorose de un orillero,

 

 

 

por un capricho, porque ostentaba,

 

 

 

como un orgullo jamás vencido,

 

 

 

adorno y premio de sus audacias,

 

 

 

una imborrable cicatriz honda

45

 

 

sobre su rostro: cuartel de cara

 

 

 

brutal nobleza, blasón sangriento

 

 

 

que con fiero arte grabó la daga.

 

 

 

   La vio el suburbio pasar risueña,

 

 

 

porque en sus horas inconfesadas

50

 

 

de peregrina de los burdeles

 

 

 

fue la devota que amó las llagas;

 

 

 

y a su belleza rindió homenaje

 

 

 

la inmunda jerga que deshojaba

 

 

 

en delictuosas galanterías

55

 

 

rosas obscenas para sus gracias;

 

 

 

la jerga inmunda, que en madrigales

 

 

 

volvió la torpe frase guaranga

 

 

 

de los celosos apasionados,

 

 

 

que bravamente, como ofrendadas

60

 

 

invitaciones de amor, lucían

 

 

 

vivos, claveles en la solapa,

 

 

 

largos reproches en sus cantares

 

 

 

y torvas iras en las miradas.

 

 

 

Sus caballeros... Esos a quienes

65

 

 

por su coraje, la roja heráldica

 

 

 

de las pendencias, y las prisiones

 

 

 

dio pergaminos de aristocracia.

 

 

 

   Más tarde el otro... Las exigencias,

 

 

 

las tiranías de aquel canalla

70

 

 

que ella mantuvo, las indecibles

 

 

 

horas de eterna mujer golpeada:

 

 

 

¡siempre el azote como caricia,

 

 

 

siempre el azote sobre la espalda,

 

 

 

sobre esos lomos que soportaron

75

 

 

sin rebeliones de carne esclava:

 

 

 

¡lomos de pobre bestia sufrida,

 

 

 

de pobre bestia ya reventada!

 

 

 

Y aquella noche, ¡noche tremenda!

 

 

 

en que sintiendo la horrible náusea

80

 

 

del primer vómito, que arrancó el golpe

 

 

 

del bruto infame, loca de rabia,

 

 

 

embravecida, con todo su asco

 

 

 

le escupió al rostro su sangre insana...

 

 

 

Y otra vez, y otra; feroz recuerdo

85

 

 

del miserable, lleva la marca

 

 

 

lleva el estigma que dejó el tajo

 

 

 

con que, al marcharse, le abrió la cara.

 

 

 

Después, enferma... Los sufrimientos,

 

 

 

las mentirosas voces de lástima

90

 

 

o los insultos jamás velados:

 

 

 

¡La vida puerca, la vida mala!

 

 

 

Perdió en el lecho sus atractivos,

 

 

 

y, así, destruida la antigua gracia,

 

 

 

ya no hubo triunfos, pues los deseos

95

 

 

para saciarse la hallaron flaca...

 

 

 

   Por eso a solas, hoy, en el cuarto

 

 

 

donde se muere, donde le arranca

 

 

 

hondos gemidos la tos violenta,

 

 

 

la tos maldita que la desangra,

100

 

 

bajo la fiebre que la consume

 

 

 

tiene rencores de sublevada,

 

 

 

¡tiene unas cosas!... ¡Oh, si pudiera

 

 

 

con los pulmones echar el alma!

 

 

 

   Por eso grita su queja inútil

105

 

 

de inconsolable, la queja aciaga,

 

 

 

inofensiva, porque en su boca

 

 

 

son estertores de amordazada

 

 

 

las frases duras que va arrojando

 

 

 

como un detritus de la garganta

110

 

 

llena de angustias, al mismo tiempo

 

 

 

que los pedazos de sus entrañas!

 

 

 

 

 

 

 

La guitarra

 

                        

   Porque en las partituras de su garganta

 

          

 

ella orquesta la risa con el lamento,

 

 

 

porque encierra una musa que todo canta,

 

 

 

es la polifonista del sentimiento.

 

 

 

 

 

 

   Por la prima aflautada vuelan las aves

5

 

 

de las notas chispeantes y juguetonas,

 

 

 

y, poblando el ambiente de voces graves,

 

 

 

braman las roncas iras en las bordonas.

 

 

 

 

 

 

   Arco de mil envíos. Carcaj de amores,

 

 

 

hacen sus flechas raudas líricas presas,

10

 

 

así como, en la pauta de los rencores,

 

 

 

suele rugir el pueblo sus marsellesas.

 

 

 

 

 

 

   Ella lauda en su solfa los caballeros

 

 

 

del valor o del arte, y aún hay un gajo

 

 

 

de laurel para todos los cancioneros

15

 

 

de la fértil Provenza del barrio bajo.

 

 

 

 

 

 

   Por eso elogia siempre los más sensibles

 

 

 

finos ensueños, como también halaga

 

 

 

las audaces pasiones irresistibles

 

 

 

de los fieros Tenorios de poncho y daga.

20

 

 

 

 

 

   La luz de un viejo idilio, como aureola

 

 

 

que ciñe su cordaje, quizás le llega

 

 

 

desde el fondo de un rancho: que aunque española,

 

 

 

conoció el amor gaucho de Santos Vega.

 

 

 

 

 

 

   Bajo el alero en ruinas, contando duras

25

 

 

malas correspondencias a sus deseos,

 

 

 

con la magia vibrante de sus ternuras

 

 

 

cautivan a las mozas criollos Orfeos.

 

 

 

 

 

 

   Ella inspira en el baile las alabanzas

 

 

 

de floridos requiebros y relaciones,

30

 

 

o las citas fugaces en las mudanzas

 

 

 

de los tristes cielitos y pericones.

 

 

 

 

 

 

   O, a los lentos acordes provocativos,

 

 

 

en su seno se agitan las habaneras,

 

 

 

que, libertando locos besos cautivos,

35

 

 

se desmayan sensuales en las caderas.

 

 

 

 

 

 

   Órganos, y clarines, sus voces finas

 

 

 

suenan, cuando en el rojo de sus vergeles

 

 

 

florece la amargura de las espinas

 

 

 

y sangra la epopeya de los laureles.

40

 

 

 

 

 

   A sus cordiales sones apasionados,

 

 

 

en las noches alegres de serenatas;

 

 

 

envían los galanes desconsolados

 

 

 

sus doloridas quejas a las ingratas...

 

 

 

 

 

 

   Por sus historias pasan, como un gemido

45

 

 

que presagiase largos fatales duelos,

 

 

 

las románticas cuitas del pecho herido,

 

 

 

o las rojas venganzas de los Otelos.

 

 

 

 

 

 

   Cuando la pulsan toscas manos brutales,

 

 

 

ella tiene temores de sensitiva,

50

 

 

como bajo opresiones espirituales

 

 

 

insinúa caprichos de novia esquiva.

 

 

 

 

 

 

   -Melodiosos mensajes de las constancias-

 

 

 

se mecen las memorias en sus cadencias,

 

 

 

y desde el infinito de las distancias

55

 

 

vienen los "no me olvides" a las ausencias.

 

 

 

 

 

 

   Ofrenda generosa de un dulce instante

 

 

 

que llenase la caja de ritmos ledos,

 

 

 

en las cuerdas sonoras puso una amante

 

 

 

el beso, que, aun borrado, quema los dedos.

60

 

 

 

 

 

   Calandrias fugitivas que van pasando,

 

 

 

de tiempos de leyenda vivo trasunto,

 

 

 

por ella todavía cruzan vagando

 

 

 

los derroches de ingenio del contrapunto.

 

 

 

 

 

 

   Modulando responsos conmovedores,

65

 

 

en la exaltación honda de su noble estro,

 

 

 

dice las odiseas de payadores

 

 

 

que murieron cantando como el Maestro.

 

 

 

 

 

 

   En las manos del majo su gracia encela

 

 

 

el alma de las chulas -sangre bravía-

70

 

 

y, en su carmen de amores, vino y canela,

 

 

 

¡revientan los claveles de Andalucía!

 

 

 

 

 

 

   Castañuelas, jaleos, ricos mantones,

 

 

 

manolas, bizarrías, rosas bordadas...

 

 

 

¡Se perfuman las sedas de sus canciones

75

 

 

en el patio de aromas de las Granadas!

 

 

 

 

 

 

   Corona los aplausos que le merecen

 

 

 

las ágiles hazañas de los toreros,

 

 

 

o sobre algún sombrío cuento aparecen

 

 

 

evocadas visiones de bandoleros.

80

 

 

 

 

 

   Vive en los Escoriales de los blasones,

 

 

 

o en las Trianas flamencas de las Sevillas,

 

 

 

¡y ya es una marquesa de áureos salones,

 

 

 

ya la pobre muchacha de las bohardillas!

 

 

 

 

 

 

   Por eso, luce orgullos de aristocracia

85

 

 

en la altivez de regios rasos triunfales,

 

 

 

como también se llena de humilde gracia

 

 

 

en la coquetería de los percales.

 

 

 

 

 

 

   A sus cálidos ritmos, de suaves tonos,

 

 

 

en su hamaca de nervios y fantasía,

90

 

 

mecen provocadoras sus abandonos

 

 

 

las seis líricas damas de la Harmonía.

 

 

 

 

 

 

   Es la polifonista del sentimiento;

 

 

 

es la de los dolores y los placeres:

 

 

 

¡la que orquesta la risa con el lamento,

95

 

 

la que canta aleluyas y misereres!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los perros del barrio

 

                        

   Ya llegan cansados en rondas hambrientas

 

          

 

a husmear buenos trozos entre los residuos:

 

 

 

caridad de afables cristianas sirvientas

 

 

 

que tienen por ellos cuidados asiduos.

 

 

 

 

 

 

   La humildad que baja de sus lagrimales

5

 

 

se trueca en desplantes de ladridos fieros:

 

 

 

no en vano regresan de sucios portales

 

 

 

cumplida su ingrata misión de cerberos.

 

 

 

 

 

 

   Espíritus sabios en sus devociones,

 

 

 

ladran sus blasfemias como ángeles malos,

10

 

 

pero en los oficios de las contriciones

 

 

 

los mueve a ser santos la unción de los palos.

 

 

 

 

 

 

   Tal vez ellos mismos, en noches aciagas

 

 

 

son los milagrosos geniales artistas,

 

 

 

de bíblicas lenguas, que curan las llagas

15

 

 

de anónimos Cristos sin evangelistas...

 

 

 

 

 

 

   En las castas horas de amables ensueños,

 

 

 

son, regularmente, como nadie parcos

 

 

 

en el decir, pero se tornan risueños

 

 

 

cuando beben agua de luna en los charcos.

20

 

 

 

 

 

   Gozan la primicia de las confidencias

 

 

 

en los soliloquios de los criminales,

 

 

 

y, como sus dueños, buscan las pendencias

 

 

 

y aman los presidios y los hospitales.

 

 

 

 

 

 

   De noche, consuelan la angustia infinita

25

 

 

de las incurables que en los conventillos

 

 

 

dulcemente lloran a la Margarita

 

 

 

que muere en las teclas de los organillos.

 

 

 

 

 

 

   Puntuales consignas, jamás olvidadas,

 

 

 

son los que despiertan, fielmente severos,

30

 

 

a las obreritas, en las madrugadas

 

 

 

que anuncian las dianas de los gallineros.

 

 

 

 

 

 

   Se entristecen cuando la mujer insulta

 

 

 

-...a ese sinvergüenza que aún no ha venido...

 

 

 

Y en su compañía descubren la oculta

35

 

 

lejana cantina donde está el marido.

 

 

 

 

 

 

   Final de la ofensa nunca perdonada,

 

 

 

rencor de los héroes de almas agresivas,

 

 

 

gustan la belleza de la puñalada

 

 

 

que alcanza a las locas muchachas esquivas.

40

 

 

 

 

 

   Crías corajudas, de castigo eximen

 

 

 

a las delincuentes famas orilleras,

 

 

 

si es que se discute la causa del crimen

 

 

 

que apasionó al barrio semanas enteras...

 

 

 

 

 

 

   Ponen sus rabiosas babas en los cuentos

45

 

 

de las enredistas brujas habladoras,

 

 

 

y asisten en días de arrepentimientos

 

 

 

a las confesiones de las pecadoras.

 

 

 

 

 

 

   Luctuosos de mugre van a los velorios

 

 

 

donde, haciendo cruces, arañan las puertas

50

 

 

y, muy compasivos, gruñen responsorios

 

 

 

y recitan Salves por las novias muertas.

 

 

 

 

 

 

   Hallan escondrijos de cosas guardadas,

 

 

 

y, cautos, divulgan en el vecindario

 

 

 

fórmulas secretas de alquimias, robadas

55

 

 

al hosco silencio de algún visionario.

 

 

 

 

 

 

   Con mucho sigilo, ferozmente serios,

 

 

 

en el amplio, oscuro templo de la acera,

 

 

 

celebran sus ritos de foscos misterios,

 

 

 

aullando exorcismos contra la perrera.

60

 

 

 

 

 

   Custodian el acto, de extrañas figuras,

 

 

 

los insospechados de infames traiciones:

 

 

 

hay autoritarias torvas cataduras

 

 

 

de perros caudillos y perros matones.

 

 

 

 

 

 

   Uno, sobre todo, terror de valientes,

65

 

 

jamás derrotado volvió a la covacha:

 

 

 

¡quizás Juan Moreira le puso en los dientes

 

 

 

su daga de guapo sin miedo y sin tacha!

 

 

 

 

 

 

   Y hay otro, apacible, gentilmente culto,

 

 

 

de finos modales, ingenioso y diestro

70

 

 

en estratagemas de escurrir el bulto,

 

 

 

y a quien los noveles le llaman Maestro,

 

 

 

 

 

 

   Y hay otro, que, cuando la fiesta termina,

 

 

 

hablando a los fieles con raro lenguaje

 

 

 

parece un apóstol de gleba canina

75

 

 

que dice a las gentes su Verbo salvaje.

 

 

 

 

 

 

   Y otro, primer premio de anuales concursos,

 

 

 

y que, en saber, ante ninguno se agacha,

 

 

 

es una promesa que sigue los cursos

 

 

 

de las academias de un perro Vizcacha.

80

 

 

 

 

 

   Y otro, que en su orgullo se llama nietzcheano,

 

 

 

siempre maculado de filosofías,

 

 

 

en cien bellas frases, de credo inhumano,

 

 

 

expone a la Horda tremendas teorías...

 

 

 

 

 

 

   Y otro, que con aire de doncel apuesto

85

 

 

finge repulsiones hablando de acracia,

 

 

 

cuidando la forma de su noble gesto

 

 

 

impone el buen gusto de su aristocracia.

 

 

 

 

 

 

   Y otro, que el Domingo va a las conferencias,

 

 

 

donde dragonea ya de libertario,

90

 

 

afirma que toda clase de violencias

 

 

 

es en estos días un mal necesario.

 

 

 

 

 

   Y otro, patriotero, bravo y talentoso,

 

 

 

-nació en Entre-Ríos- elogiando el suelo

 

 

 

de su cuna, agrega, que en tiempo glorioso

95

 

 

fue hermano en Calandria, y hermano en mi abuelo.

 

 

 

 

 

 

   Y otro, de impecada flacura de asceta,

 

 

 

que a veces fulmina no sé que amenaza,

 

 

 

es el escuchado tonante profeta

 

 

 

que augura el destino mejor de la Raza.

100

 

 

 

 

 

   Y algunos, que acaso fueran ovejeros

 

 

 

en las mocedades de sus correrías,

 

 

 

relatan historias de gauchos matreros

 

 

 

con quienes pelearon a las policías.

 

 

 

 

 

 

   Y otros, caballeros que leen Don Quijote

105

 

 

ya han recibido más de una pedrea,

 

 

 

casi pontifican que siempre el azote

 

 

 

ha sido recurso de toda ralea...

 

 

 

 

 

 

   Y otros, familiares reliquias vivientes

 

 

 

que atiende el Estado, sarnosos y viejos,

110

 

 

más con su prestigio de bocas sin dientes,

 

 

 

inician a varios que piden consejos.

 

 

 

 

 

 

   ...Y ahí están. De pronto vuelven, todos juntos,

 

 

 

a narrarse, en orden, sus melancolías:

 

 

 

pregunta y respuesta, como en contrapuntos

115

 

 

de fúnebres salmos que son letanías.

 

 

 

 

 

 

   ¡Parece que el alma de los payadores

 

 

 

hubiese pasado por sobre la tropa,

 

 

 

y que, frente a graves jueces gruñidores,

 

 

 

está Santos Vega y está Juan sin Ropa!

120

 

 

 

 

 

   ...¿Que será ese inquieto pavor tumultuario

 

 

 

que desde la sombra llega, a la sordina?

 

 

 

¡Como si rezasen lúgubres rosarios,

 

 

 

de hostiles rumores se puebla la esquina!

 

 

 

 

 

 

   Se van galopando... ¿Porqué habrán huido?

125

 

 

...¡Qué sola ha quedado la calle! ¡Qué hönda

 

 

 

la pena del ronco furor del aullido!

 

 

 

¿No sientes, hermano? Se aleja la ronda...

 

 

 

 

 

 

 

RITOS EN LA SOMBRA

 

 

 

 

 

 

Los lobos

 

                       

   Una noche de invierno, tan cruda

 

          

 

que se fue del portal la Miseria,

 

 

 

y en sus camas de los hospitales

 

 

 

lloraron al hijo las madres enfermas,

 

 

 

con el frío del Mal en el alma

5

 

 

y el ardor del ajenjo en las venas,

 

 

 

tras un hosco silencio de angustias,

 

 

 

un pobre borracho cantó en la taberna:

 

 

 

 

 

 

   -Compañero: no salgas, presiento

 

 

 

algo raro y hostil en la acera.

10

 

 

...La invadieron aullando los lobos...

 

 

 

Asómate, hermano ¡La calle está llena!

 

 

 

 

 

 

   Son los mismos que espían tu paso

 

 

 

en la sombra sin fin de tu senda,

 

 

 

los que en sórdidas tropas se anuncian

15

 

 

y en horas horribles arañan la puerta...

 

 

 

 

 

 

...-¿Que no entiendes? ¿No tiembla tu prole

 

 

 

al salvaje ulular de las bestias?...

 

 

 

¿Nunca vio la Desgracia? Fue siempre

 

 

 

 

 

 

la entraña sin hambre, la entraña repleta?

20

 

 

   ...Continúan aullando ¿no oíste?

 

 

 

Ritornelo feroz que resuena

 

 

 

como un lúgubre grito flotando

 

 

 

por sobre la cuna que mece la anemia.

 

 

 

¡Y son todos! No falta ninguno;

25

 

 

y la noche no pasa: es eterna.

 

 

 

El Dolor es invierno; te cubre:

 

 

 

No aguardes ni sueñes jamás primaveras.

 

 

 

El Olvido está lejos; no viene

 

 

 

a dejar junto a ti su promesa,

30

 

 

su promesa de muerte ¡la Madre,

 

 

 

a veces tan mala y a veces tan buena!

 

 

 

 

 

 

   Nunca nadie sabrá de la mano

 

 

 

que pusiese en tus ojos la venda,

 

 

 

con la cual has caído tan hondo

35

 

 

que aquellos que quieren mirarte se ciegan.

 

 

 

En tu anónimo abismo te agitas

 

 

 

sin desear un regreso, en la inquieta

 

 

 

sensación del inmenso desplome

 

 

 

que arrastra consigo tus dudas tremendas.

40

 

 

Sin embargo, quizás te azotaran,

 

 

 

en la calma de tu indiferencia,

 

 

 

-flageladas visiones de ensueño-

 

 

 

posibles terrores de locas tormentas.

 

 

 

En el fondo temible de tu alma

45

 

 

anda suelto un espanto de fiera:

 

 

 

¡que curioso sería asomarse

 

 

 

a ver si ella tiene también sus violencias!

 

 

 

 

 

 

   ...¿No los ves? ¡Cómo asustan sus ojos,

 

 

 

sus inmóviles ojos que velan

50

 

 

en las noches infaustas, propicias

 

 

 

al hórrido asedio clavado allí, afuera,

 

 

 

cuando el Miedo desata sus hordas

 

 

 

y las llagas del Crimen revientan,

 

 

 

si, con ruda caricia indeleble,

55

 

 

las toca una mano brutal que no tiembla.

 

 

 

¡Y tú sigues lo mismo! Diría

 

 

 

que en tus sueños mejores tuvieras

 

 

 

pesadillas de murrias de plomo,

 

 

 

letales desganos de fiebres ya viejas...

 

 

 

Sin querer en tu ruta inquietante

60

 

 

presentir, ni un momento siquiera,

 

 

 

la amenaza mortal de un perenne

 

 

 

furor sigiloso de fauces que acechan...

 

 

 

 

 

 

   ...No te rías... Ya vuelven de nuevo

 

 

 

a rondar al amor de la niebla;

65

 

 

las famélicas bocas enormes

 

 

 

parece que llaman, imploran y esperan.

 

 

 

Cubren toda la calle; bravíos,

 

 

 

van marcando en la nieve sus huellas,

 

 

 

como estigmas de atroces presagios,

70

 

 

y, sórdidamente cansados, jadean.

 

 

 

¿Quién los trae? No sé. ¿Quién los llama?

 

 

 

¿Porqué huyeron, dejando sus selvas...?

 

 

 

Son tropeles que azuza el peligro

 

 

 

y vienen de lejos como una inclemencia...

75

 

 

¿Mas, que buscan? Los lomos hirsutos

 

 

 

estremecen sus rabias sangrientas:

 

 

 

en un torpe rencor incesante

 

 

 

tal vez una vida sus garras laceran.

 

 

 

 

 

 

   ¿Mujer... hijos? No quiero acordarme.

80

 

 

¿Están ellos aquí?.. No te duermas...

 

 

 

¿Han aullado otra vez, o es el viento?

 

 

 

Los dos se han unido y aguardan la presa.

 

 

 

¡Yo los siento volver: son los mismos,

 

 

 

los conozco, los monstruos que llegan:

85

 

 

de mis largas vigilias guardianes

 

 

 

y junto a mi lecho fatal, centinelas!

 

 

 

...Sus tentáculos hieren mi entraña...

 

 

 

Mira, hermano, la noche ¡cuan negra!

 

 

 

Se creyera que pasa la vida

90

 

 

envuelta en un torvo girón de tinieblas.

 

 

 

¡Cómo cae la nieve, en la calle![129]

 

 

 

sin un rayo de luz ¡qué tristeza!

 

 

 

Si pudiese pensar, pensaría

 

 

 

que dentro del alma me cabe una estepa...

95

 

 

 

 

 

   ¡Oh, mi sangre sin sol, mis pasiones,

 

 

 

mis oscuras heridas inciertas

 

 

 

que en el borde filoso del vaso

 

 

 

a todos los filtros del Odio se abrieran!

 

 

 

...Ven, acércate más. No te turbes

100

 

 

y verás en la noche agorera

 

 

 

como sobre la fúnebre ronda

 

 

 

inédita el Ensueño, con cara de pena...

 

 

 

¿Quién se ha puesto a reír? ¡Compañero!

 

 

 

se han mezclado a los lobos las hienas...

105

 

 

El Silencio descubre su esfinge

 

 

 

y, aullando, los monstruos avanzan a tientas...

 

 

 

   ...Hubo un ronco gemido en la sombra,

 

 

 

se halló solo el borracho en la tienda

 

 

 

y por eso la loca, la extraña

110

 

 

mitad de aquel canto, quedó en la botella.

 

 

 

 

 

 

 

Imágenes del pecado

 

                        

   Enfermizas plenitudes

 

          

 

                        de emociones amatorias,

 

 

 

modernismo de lo Raro,

 

 

 

                        de embriagueces ilusorias,

 

 

 

que disfrazan las crudezas de sus credos materiales,

 

 

 

como fórmulas severas

 

 

 

                        de blasones impolutos,

 

 

 

que, discretos, disimulan

 

 

 

                        los salvajes atributos,

5

 

 

las paganas desnudeces de las fuerzas germinales.

 

 

 

 

 

 

   Rosa-estigma que en los labios

 

 

 

                        han dejado los orfebres

 

 

 

de la Ardencia. Bestias malas

 

 

 

                        de lascivias y de fiebres,

 

 

 

que no doman los actuales filosóficos Orfeos,

 

 

 

acechando por las noches

 

 

 

                        los oficios sigilosos...

 

 

 

por las noches consteladas

 

 

 

                        de los besos milagrosos

10

 

 

que deshacen en las bocas el rubí de los deseos...

 

 

 

 

 

 

   Predilecta medianoche

 

 

 

                        vagamente ensoñativa,

 

 

 

que ha exhumado un bello libro

 

 

 

                        de lectura sugestiva,

 

 

 

de encubiertas entrelíneas de extravíos irreäles...

 

 

 

   ¡Oh, curiosa, febriciente

 

 

 

                        cabecita conturbada,

15

 

 

que en los tibios abandonos

 

 

 

                        delatados en la almohada

 

 

 

se fecunda de las sabias poluciones cerebrales!

 

 

 

 

 

 

¡Oh, cuán negros los hastíos

 

 

 

                        de las púberes sensuales:

 

 

 

¡Oh, cuán largas las esperas

 

 

 

                        de los pálidos nupciales,

 

 

 

en los ratos aburridos de cloróticas visiones...

20

 

 

cuando creen que las abejas

 

 

 

                        evocadas vendrán, fieles,

 

 

 

a traerles, compasivas,

 

 

 

                        con sus vinos y sus mieles,

 

 

 

las cantáridas, nocturnas de las fuertes obsesiones...

 

 

 

 

 

   Voz fatal que en los gentiles

 

 

 

                        Evangelios de Afrodita,

 

 

 

al cenáculo vedado

 

 

 

                        de su roja mesa invita.

25

 

 

¡Oh, furtivas comuniones en los cultos que revelan

 

 

 

el peligro imaginable

 

 

 

                        de las hostias consagradas

 

 

 

donde, lívidas, se ocultan

 

 

 

                        las cabezas desmayadas

 

 

 

de los duendes cautelosos que en la extraña misa velan...

 

 

 

   Neurasténica enclaustrada

 

 

 

                        cuyos lirios de pureza

30

 

 

ha violado sin esfuerzo

 

 

 

                        la triunfal Naturaleza:

 

 

 

Esa siempre parturienta, santamente dolorida.

 

 

 

-Fue la hora en que cayeron

 

 

 

                        deshojados los claveles,

 

 

 

que, al sangrar las castidades

 

 

 

                        en los tálamos crüeles,

 

 

 

los augurios se regaron con los filtros de la Vida.-

35

 

 

 

 

Virgen mística de celda,

 

 

 

                        brasa blonda de incensario,

 

 

 

fiel ritual de oscurantismo,

 

 

 

                        fría imagen de santuario,

 

 

 

por la fe de su Locura tonsurada contra el Vicio,

 

 

 

que ha sentido en los insomnios

 

 

 

                        conmover su paz austera

 

 

 

un satánico deseo

 

 

 

                        de su sangre de soltera,

40

 

 

de su palma que claudica del inútil sacrificio.

 

 

 

 

 

 

   Delicada sensitiva

 

 

 

                        de los cálidos antojos,

 

 

 

que se burla de la ausencia

 

 

 

                        de la luz de los sonrojos...

 

 

 

Que exaltando sus caprichos -¡los diabólicos, los tiernos!

 

 

 

al Cantar de los Cantares,

 

 

 

                        siempre nuevo en sus caricias,

45

 

 

sabe ungir de la gloriosa

 

 

 

                        caridad de sus delicias

 

 

 

a las vértebras que sufren el horror de los inviernos.

 

 

 

 

 

   Favorita del Nirvana,

 

 

 

                        de los vinos superfinos,

 

 

 

espasmódica del éter,

 

 

 

                        que ilustró los pergaminos

 

 

 

de la nueva aristocracia del hatchís y la morfina:

50

 

 

Ofertorio inconfesable

 

 

 

                        de exquisita delincuencia,

 

 

 

generosa, sorprendente

 

 

 

                        bien gustada quintaesencia

 

 

 

de ilusión por el pecado de la copa clandestina...

 

 

 

 

 

 

Pubertad de conventillo

 

 

 

                        que, en su génesis, halaga

 

 

 

la teoría lamentable

 

 

 

                        del harapo y de la llaga,

55

 

 

silenciando la inconsciente repulsión a lo maldito...

 

 

 

Alentadas bizarrías

 

 

 

                        de muchacha sensiblera,

 

 

 

que presume ingenuamente

 

 

 

                        de Manón arrabalera,

 

 

 

suavemente flagelada por las sedas del Delito.

 

 

 

 

 

Cortesana de suburbio,

 

 

 

                        que se sabe mustia y vieja

60

 

 

y olvidar quiere los hondos

 

 

 

                        desconsuelos de su queja,

 

 

 

palpitante, en su derrota, por la última aventura,

 

 

 

que, al cruzar los barrios bajos

 

 

 

                        en la tarde de la cita,

 

 

 

va creyendo ser la triste,

 

 

 

                        la Incurable Margarita

 

 

 

que abandona con la muerte su romántica locura.

65

 

 

 

 

 

   Torturada visión breve

 

 

 

                        del amor de una heroína

 

 

 

del prostíbulo y la cárcel:

 

 

 

                        Roja flor de guillotina,

 

 

 

que ha soñado con un novio que la finge una azucena:

 

 

 

Con un blondo Nazareno

 

 

 

                        que la mueve a inevitable

 

 

 

santa senda arrepentida,

 

 

 

                        -de intuición insospechable-

70

 

 

a seguir su religiosa vocación de Magdalena.

 

 

 

 

 

   Bella trágica historiada,

 

 

 

                        Salomé del histerismo,

 

 

 

portadora de extrañezas,

 

 

 

                        del país del exotismo,

 

 

 

iniciada en el secreto de las cláusulas suicidas,

 

 

 

que, en sus largas devociones

 

 

 

                        por las fiestas misteriosas,

75

 

 

por las torpes confidencias

 

 

 

                        y las pautas tenebrosas,

 

 

 

comulgó con los maestros de las músicas prohibidas.

 

 

 

 

 

 

   ¡Oh, las pascuas de las carnes

 

 

 

                        bondadosas, que florecen

 

 

 

por aquellas que concluyen...

 

 

 

                        por aquellas que envejecen.

 

 

 

¡Oh, los siete ángeles malos!¡Oh, los ángeles propicios

80

 

 

al exvoto de las manos

 

 

 

                        sabiamente extenuativas,

 

 

 

que degüellan los palomas

 

 

 

                        de las blancas rogativas,

 

 

 

en las vísperas sangrientas de los negros sacrificios!

 

 

 

 

 

 

 

En la noche

 

                         

   Vencía la sombra. Misterio, llegando,

 

          

 

rimaba la angustia de sus misereres,

 

 

 

mojando, en el suelo, los frutos de Ceres,

 

 

 

la Maga del germen que lucha creändo.

 

 

 

 

 

 

   Muy suave, el Deseo pasaba contando

5

 

 

las cálidas noches de extraños placeres,

 

 

 

diciendo los sueños de frescas mujeres

 

 

 

que en torpes neurosis se fueron matando...

 

 

 

 

 

 

   Su copa de sangre volcaba en las brumas

 

 

 

Ocaso muy triste, bordeando de heridas

10

 

 

el cielo, llagado de rojas espumas,

 

 

 

 

 

 

   y allá, en una oscura visión de tugurio,

 

 

 

con voz de esperanza, cubriendo las vidas

 

 

 

cantaba un apóstol su bárbaro augurio...

 

 

 

 

 

 

 

Murria

 

                        

   Con un blando rezongo soñoliento

 

          

 

el perro se amodorra de pereza,

 

 

 

y por sus fauces el esplín bosteza

 

 

 

la plenitud de un largo aburrimiento.

 

 

 

 

 

 

   En la bruma de mi hosco abatimiento,

5

 

 

como un ratón enorme la tristeza

 

 

 

me roë tenazmente la cabeza,

 

 

 

forjándole una cueva al desaliento.

 

 

 

 

 

 

   Lleno de hastío, al mirador me asomo:

 

 

 

un cielo gris con pesadez de plomo

10

 

 

vuelca su laxitud sobre las cosas...

 

 

 

 

 

 

Y porque estoy así, fatal, envidio

 

 

 

y deseo las dichas bulliciosas,

 

 

 

las ansias de vivir... ¡Ah, qué fastidio!

 

 

 

 

 

 

 

Visiones del crepúsculo

 

                         

   Ya la tarde libra el combate postrero,

 

          

 

en las flechas de oro que lanza al acaso,

 

 

 

y se va -como un príncipe, caballero

 

 

 

en el rojo corcel del Ocaso-

 

 

 

 

 

 

   Se ahonda el misterio de las lejanías,

5

 

 

misterio sombreado de tinte mortuorio,

 

 

 

y el barrio se puebla de las letanías

 

 

 

que llegan del negro, cercano velorio.

 

 

 

 

 

 

   Empieza a caer la nieve... Dulcemente,

 

 

 

un rumor de canciones resuena

10

 

 

en el patio del conventillo de enfrente,

 

 

 

que, en ritmos alegres, oculta una pena...

 

 

 

 

 

 

   Las mozas, dicen sus ansias juveniles...

 

 

 

-la salud se hizo canto en sus bocas,

 

 

 

como en una lira de cuerdas viriles

15

 

 

que guarda un deseo de imágenes locas:

 

 

 

 

 

 

   Rayo de sol sobre la escarcha: la mustia,

 

 

 

de inviolable sudario en el seno,

 

 

 

copa repleta del vino de la angustia

 

 

 

que infiltra en la sangre su sabio veneno.-

20

 

 

 

 

 

   Finge en arabescos la nieve que baja

 

 

 

como lluvia de blancos pesares,

 

 

 

una viejecita que hila su mortaja,

 

 

 

o una novia que arroja azahäres.

 

 

 

 

 

 

   Sobre una cabeza inquieta, entristecida,

25

 

 

No la veo caer, como un beso

 

 

 

que absorbiese los rencores de una herida

 

 

 

y quedase en los bordes impreso.

 

 

 

 

 

 

   Se desconsuela el barrio... Todos los males

 

 

 

salvajes resurgen aullando impaciencias

30

 

 

como presagios, que en las noches mortales

 

 

 

florecen las llagas de sordas dolencias...

 

 

 

 

 

 

   Asómate a la ventana, hermano. Mira,

 

 

 

tras la niebla, espejismos extraños

 

 

 

de fiebres. Desde una frente que delira,

35

 

 

soltó la Tristeza sus búhos huraños...

 

 

 

 

 

 

   Rondan sugestiones en el pensamiento,

 

 

 

a todas las luchas del Crimen resueltas,

 

 

 

y el ambiente es propicio al presentimiento

 

 

 

pues las bestias del mal andan sueltas.

40

 

 

 

 

 

   ...Me invade el miedo. Mi cerebro afiebrado

 

 

 

es un biógrafo horrible de cosas

 

 

 

fatídicas y raras de lo ignorado:

 

 

 

donde van a caer, silenciosas.

 

 

 

 

 

 

   En la casa del tísico, que los fríos

45

 

 

llevaron al lecho, graznó una corneja:

 

 

 

la inspiradora de los cuentos sombríos

 

 

 

que junto a la lumbre musita la vieja...

 

 

 

 

 

 

   La huerfanita, en el desván ha cesado

 

 

 

de gemir, y, aunque nadie la asiste,

50

 

 

en su glacial abandono se ha quedado

 

 

 

obsedada del sol, como triste

 

 

 

 

 

 

   enferma que deseara un ardor eterno,

 

 

 

y, envuelta en su suave caliente pelliza,

 

 

 

tuviese en una noche cruda de invierno

55

 

 

un cálido sueño de tardes en Niza.

 

 

 

 

 

 

   El mendicante se ha ido de la puerta...

 

 

 

Dice algo muy hosco su ceño fruncido,

 

 

 

como si algún dolor en su mano abierta

 

 

 

entre las limosnas hubiese caído.

60

 

 

 

 

 

   El crónico del hospital, ya moribundo,

 

 

 

sospecha, insensible, la gran Triunfadora,

 

 

 

y como en neblinas ve pasar el mundo,

 

 

 

sonámbulo grave que aguarda la hora...

 

 

 

 

 

 

   En su instante supremo la frente inclina,

65

 

 

como en su último adiós un bandido

 

 

 

que llorase al pie de la guillotina,

 

 

 

y se fuese después redimido.

 

 

 

 

 

 

   ...¿Será el miedo, hermano? ¿No oyes como brama

 

 

 

el viento en la calle, tan sola y oscura?...

70

 

 

¡Si supieses! Anoche, junto a mi cama,

 

 

 

con muecas burlonas pasó la Locura.

 

 

 

 

 

 

 

En la sombra

 

                        

   Llegaba la noche con tono violento.

 

          

 

Llorando de miedo la tarde caía,

 

 

 

y, en hondas y abiertas prisiones, se oía

 

 

 

correr desbocados los potros del viento.

 

 

 

 

 

 

   Tomaba infinito contorno sangriento

5

 

 

el áspero traje que todo cubría.

 

 

 

Misterio en un símbolo negro reía,

 

 

 

mostrando en su risa terrible contento.

 

 

 

 

 

 

   El Mal, desataba los monstruos del Vicio.

 

 

 

Marchaba un apóstol hacia el sacrificio...

10

 

 

cantando sus grandes, sus fuertes ideales,

 

 

 

 

 

 

   sus fuertes ideales cantando muy quedo...

 

 

 

Y, allá, amenazada por sombras fatales,

 

 

 

la tarde caía llorando de miedo...

 

 

 

 

 

 

 

Reproche musical

 

                        

   Si te sientas como anoche junto al piano,

 

          

 

a mis ruegos insensible, taciturna:

 

 

 

fugitiva de aquel aire wagneriano

 

 

 

que tu sabes. Si, cual trágica nocturna,

 

 

 

 

 

 

   traes la sombra del mutismo caprichoso

5

 

 

de unos celos singulares y tardíos,

 

 

 

volveremos a rozar el enojoso

 

 

 

viejo tema del "porqué" de tus hastíos.

 

 

 

 

 

 

   ¿Ves, amada? Ya se ha oído la sombría

 

 

 

voz solemne del Maestro: ya ha asomado

10

 

 

su faz grave la orquestal Melancolía,

 

 

 

y el esplín contagia el alma del teclado.

 

 

 

 

 

 

   Deja ¡loca! de tocar... Risueñamente,

 

 

 

ven y cura tus neurosis, flor de anemia,

 

 

 

con las risas que destilan el ardiente

15

 

 

rojo filtro de la música bohemia:

 

 

..........

 

 

   ¡La que anuncia, por las tardes alegradas

 

 

 

de benditas borracheras, los regresos

 

 

 

presentidos a las carnes asoleadas

 

 

 

en el pleno mediodía de los besos!

20

 

 

 

 

 

   Ríe y canta; torna bueno el rostro huraño,

 

 

 

y, como antes, tu garganta tentadora

 

 

 

volcará en mi copa negra el vino extraño

 

 

 

de una cálida armonía pecadora.

 

 

 

 

 

 

   No me digas más del Rhin... Llueven tristeza

25

 

 

esos cielos de leyendas wagnerianas...

 

 

 

y ¡qué quieres! ¡hoy yo tengo en la cabeza

 

 

 

más neblinas que tus músicas germanas!...

 

 

 

 

 

 

 

Bajo la angustia

 

                        

   Dijo, anoche, su canto de muerte

 

          

 

la canción de la tos en tu pecho,

 

 

 

y, al mojarse en las notas rojizas,

 

 

 

mostró flores de sangre el pañuelo.

 

 

 

   -¡Pobrecitas las carnes pacientes,

5

 

 

consumidas por fiebres de fuego:

 

 

 

para ëllas las buenas, las tristes,

 

 

 

tiene un blanco sudario el invierno!...

 

 

 

   ...Mira: abrígate bien, hermanita,

 

 

 

mira, abrígate bien, yo no quiero

10

 

 

ver que cierre tus ojos la Bruja

 

 

 

de los flacos y frígidos dedos...

 

 

 

   Hermanita ¡me viene una pena!

 

 

 

si te escucho gemir, que presiento

 

 

 

las nocturnas postreras heladas:

15

 

 

las temidas del árbol enfermo.

 

 

 

   ¡Si supieras!... Blandones sombríos,

 

 

 

me parecen tus ojos ¡tan negros!

 

 

 

y tu lívida faz taciturna

 

 

 

un fatídico heraldo de duelo.

20

 

 

   ¡Si supieras!... A ratos me asaltan

 

 

 

tus visiones sangrientas... No duermo

 

 

 

al pensar, siempre alerta el oído,

 

 

 

que te pasas la noche tosiendo...

 

 

 

   Al pensar en tu vida deshecha,

25

 

 

cuando miro esfumarse en mi ensueño

 

 

 

tus nerviosos esguinces cansados,

 

 

 

y moverse y cruzar tu esqueleto...

 

 

 

   ¡Hermanita: hace frío; ya es hora

 

 

 

de los suaves calores del lecho,

30

 

 

pero cambia la colcha: esa blanca

 

 

 

me recuerda el ajuar de los muertos!

 

 

 

 

 

 

 

Frente a frente

 

                     

   Anoche, la enferma se fue de la vida,

 

          

 

por fin libertada de todos sus males.

 

 

 

Se fue sin angustias, como en un olvido,

 

 

 

sonriendo en sus hondos momentos finales.

 

 

 

 

 

 

   Las madres del barrio, musitan plegarias,

5

 

 

y, ahuyentando el sueño posible, la veían

 

 

 

con cara de luto, mientras las solícitas

 

 

 

a los pobrecitos huérfanos consuelan...

 

 

 

 

 

 

   La robusta moza de la otra bohardilla,

 

 

 

dio a luz esta tarde. Contempla gozosa

10

 

 

la flor de sus noches: ese diminuto

 

 

 

amor, amasado con carne radiosa.

 

 

 

 

 

 

   El marido, alegre, parece un chiquillo

 

 

 

dueño del regalo que al fin le llegara,

 

 

 

y, en un amplio fuerte gesto, para nuevas

15

 

 

viriles conquistas los, brazos prepara.

 

 

 

 

 

 

...¡Inviolables Hembras! Las dos frente a frente.

 

 

 

Irreconciliables las dos bienhechoras:

 

 

 

Derramando siempre sus oscuras larvas

 

 

 

en el intangible vientre de las horas...

20

 

 

 

 

 

   ...¡Qué triste está el cielo! ¡Cómo me contagia

 

 

 

las últimas penas de la luz vencida!...

 

 

 

¡Canta, amada nuestra, la canción triunfante,

 

 

 

la canción eterna de la eterna vida!

 

 

 

 

 

 

 

De invierno

 

                       

   Frío y viento. Ya en la casa miserable,

 

          

 

tiritando se durmió la viejecita,

 

 

 

y en la pieza, abandonada como siempre,

 

 

 

gime y tose, sin alivio, la enfermita.

 

 

 

 

 

 

   ¡Oh, qué noche! Se me antoja ver extraños

5

 

 

rojos cirios en las calles solitarias...

 

 

 

¡con qué lúgubre sigilo van pasando

 

 

 

las angustias, en sus rondas silenciarias!

 

 

 

 

 

 

   Madre, hermana, prima, santas compasivas

 

 

 

de las trágicas miserias sollozantes:

10

 

 

¿que será de los enfermos esta noche,

 

 

 

tan adusta de presagios inquietantes?

 

 

 

 

 

 

   ¡Oh, las vidas, condenadas en el lecho

 

 

 

al suplicio de las fiebres horrorosas...!

 

 

 

¡Pobrecitos los pulmones que no llegan

15

 

 

al dorado mes del sol y de las rosas!

 

 

 

 

 

 

   ¡Oh, la carne, que se va tan resignada

 

 

 

que, soñando una esperanza, ya no espera...!

 

 

 

¡Pobrecita la incurable que se muere

 

 

 

suspirando por la dulce primavera!

20

 

 

 

 

 

   ¡Oh, las frígidas blancuras: las mortales,

 

 

 

de las novias peregrinas, que en su marcha

 

 

 

al país de lo vedado se desposan

 

 

 

con los tísicos donceles de la escarcha!...

 

 

 

 

 

 

 

Funerales báquicos

 

                       

   Ayer en la taberna, tristemente,

 

          

 

un borracho, pontífice del vino,

 

 

 

decía a otro borracho impenitente,

 

 

 

bebiendo el primer vaso matutino:

 

 

 

 

 

 

   Yo llevo en mi interior un silencioso

5

 

 

Genio o Poder que nunca me abandona:

 

 

 

Enemigo ignorado y fastidioso

 

 

 

que mis heridas de placer encona,

 

 

 

volcando el agua fuerte

 

 

 

del Odio y del Pesar. (Esa agua abunda

10

 

 

en las toscas riberas de la Muerte

 

 

 

y es en el riego del dolor fecunda.)

 

 

 

 

 

 

   Por eso mismo tengo indefinibles

 

 

 

rebeldías de lucha delirante

 

 

 

que sólo me hacen ver los imposibles

15

 

 

donde cae el Esfuerzo a cada instante,

 

 

 

torturado y vencido

 

 

 

por la brutal Potencia que condena,

 

 

 

diariamente, al espíritu caído

 

 

 

a oír los soliloquios de la Pena.

20

 

 

   Dominación fatal, conturbadora,

 

 

 

del gran Desconocido que me obliga

 

 

 

a custodiar el Mal, hora tras hora,

 

 

 

arrojando a la espalda la fatiga.

 

 

 

 

 

 

   Y es esa tiranía la venganza

25

 

 

de un fatídico monstruo cuya mano

 

 

 

como un destino atroz siempre me alcanza.

 

 

 

Pero pienso que en día no lejano

 

 

 

-cuando caiga debajo de la mesa

 

 

 

para nunca jamás ya levantarme-

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ese Genio que tiene mi alma presa

 

 

 

resolverá tal vez, por fin, dejarme.

 

 

 

   Y entonces habré muerto. Bienvenida

 

 

 

la eterna amada, la Libertadora,

 

 

 

que al derramar el vino de la vida

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de mi vaso será la defensora.

 

 

 

¡Del terrible licor, del más amargo,

 

 

 

me llegarán las gotas como besos,

 

 

 

y en el viaje postrer -¡tan rudo y largo!-

 

 

 

tendré un cordial para mis pobres huesos.

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   Entonces, se oirá un himno de alegría

 

 

 

en todos los cenáculos, viciosos,

 

 

 

y en el altar de la bodega fría

 

 

 

florecerán los pámpanos gloriosos,

 

 

 

¡como una exuberante

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fiesta de las vendimias, festejada

 

 

 

con la copa risueña y desbordante

 

 

 

sobre el Hastío agobiador alzada!

 

 

 

 

 

 

   Los viejos bebedores,

 

 

 

musitarán responsos doloridos,

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en sus báquicos salmos gemidores,

 

 

 

escuchando el sermón de los vencidos;

 

 

 

y, taciturnos, llenos de unción, bajo

 

 

 

la santidad de los recuerdos fieles,

 

 

 

mojarán el hisopo de un andrajo 

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en la sangre mortal de los toneles,

 

 

 

para rociar mi caja

 

 

 

con sus tenues esencias vaporosas,

 

 

 

cuya embriaguez irá hasta mi mortaja

 

 

 

cubierta de racimos y de rosas.

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   Después urdiendo extraños sacrificios,

 

 

 

muy quedo, acaso, seguirán mi entierro

 

 

 

las Brujas como en Sábados de oficios;

 

 

 

y más tarde, por último, algún perro

 

 

 

lunático, burlón o visionario,

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-feroz amante de las cosas bellas-

 

 

 

desde un negro escondrijo solitario

 

 

 

ladrará el epitafio a las estrellas!

 

 

 

 

FIN