RICARDO GÜIRALDES

 

 

RAMÓN

 

 

     Algunos dicen que es un hombre; otros un escritor; otros un innovador psicológico, que es algo así como ser inventor de una nueva manera de emplear el alma. Para mí Ramón es un AUMENTATIVO.

     Ramón es el aumentativo de Rama, Rame, Rami... etc. Declinaciones de un ser; su posición ante las cosas. Y es también un aumentativo que lo aumenta todo; algo así como un lente que, mirando al través de su propia gordura, se complace más que en la cosa misma en la imagen que de ella se hace. Ramón es todo los espejos de los Luna Park y Magic City del mundo; esos espejos que tienen por misión hipertrofiar una parte de nuestro cuerpo de tal modo que todas las otras se desacomodan en virtud del principio de las formas comunicantes. Entonces es como si el cuerpo se doliera de risa y de grotesco y a veces de admirable.

     RAMÓN. RAMÓN. RAMÓN. El nombre se hincha, sube como un globo ante el público atónito de una feria de maravillas, produciendo este extraño fenómeno: cuanto más sube, más se agranda.

     ¿Adónde vas, Ramón? En nombre de todo lo chato, no subas más, que subiendo te agrandarás de tal manera, que concluirás por reventar de tamaño y una lluvia de Greguerías caerá sobre nosotros tus Filisteos, con tanta profusión, que moriremos aplastados de templo, disgregados también en Greguerías, como bizcochos en migas y no podremos clamar siquiera: ¡Ramón, por tu integridad y la nuestra cuida la cáscara del huevo de tu inteligencia!

     ¡Sé siempre el aumentativo de nuestro talento y de nuestras estufas, de nuestro anhelo espiritual y nuestros saldos en el banco, de nuestros chalecos de fantasía y nuestros deseos de perfección! Y serás digno de crucificación.

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R A M O N

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Ricardo Güiraldes