JOSÉ MARTÍ

 

 

MI RAZA

 

 

Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. E1 hombre

no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre,

y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún

otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante

el negro que dice: "Mi raza". Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica,

aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre

envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco que se envanece de

serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos

del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las

diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública y

la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en

común. Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite para

desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse,

porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por

sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón

del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se la

llame así, porque no es más que decoro natural y voz que clama del pecho del hombre

por la paz y la vida del país. Si se aleja de la condición de esclavitud, no acusa

inferioridad la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de

oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso

es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco

ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y a

probar que su color no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie

humana.

E1 racista blanco, que le cree a su raza derechos superiores, ¿qué derechos tiene para

quejarse del racista negro que también le vea especialidad a su raza? El racista negro,

que ve en la raza un carácter especial, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista

blanco? El hombre blanco que, por razón de su raza, se cree superior al hombre negro,

admite la idea de la raza y autoriza y provoca al racista negro. El hombre negro que

proclama su raza, cuando lo que acaso proclama únicamente en esta forma errónea es

la identidad espiritual de todas las razas, autoriza y provoca al racista blanco. La paz

pide los derechos comunes de la naturaleza; los derechos diferenciales, contrarios a la

naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que se aísla, aísla al negro. El negro que

se aísla, provoca a aislarse al blanco.

En Cuba no hay temor a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que

mulato, más que negro. En los campos de batalla murieron por Cuba, han subido juntas

por los aires, las almas de los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de

lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco hubo siempre un negro. Los

negros, como los blancos, se dividen por sus caracteres, tímidos o valerosos,

abnegados o egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan los hombres. Los

partidos políticos son agregados de preocupaciones, de aspiraciones, de intereses y de

caracteres. Lo semejante esencial se busca y halla por sobre las diferencias de detalle; y

lo fundamental de los caracteres análogos se funde en los partidos, aunque en lo

incidental o en lo postergable al móvil común difieran. Pero en suma, la semejanza de

los caracteres, superior como factor de unión a las relaciones internas de un color de

hombres graduado y en su grado a veces opuesto, decide e impera en la formación de

los partidos. La afinidad de los caracteres es más poderosa entre los hombres que la

afinidad del color. Los negros, distribuidos en las especialidades diversas u hostiles del

espíritu humano, jamás se podrán ligar, ni desearán ligarse, contra el blanco, distribuido

en las mismas especialidades. Los negros están demasiado cansados de la esclavitud

para entrar voluntariamente en la esclavitud del color. Los hombres de pompa e interés

se irán de un lado, blancos o negros; y los hombres generosos y desinteresados se irán

de otro. Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán con lealtad y ternura,

por el gusto del mérito y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos, negro

o blanco. La palabra racista caerá de los labios de los negros que la usan hoy de buena

fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de apariencia válida y de validez en

hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la plenitud de sus derechos de

hombre. Dos racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro.

Muchos blancos se han olvidado ya de su color, y muchos negros. Juntos trabajan,

blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el

triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime.

En Cuba no hay nunca guerra de razas. La República no se puede volver atrás; y la

República, desde el día único de redención del negro en Cuba, desde la primera

constitución de la independencia el 10 de abril en Guáimaro, no habló nunca de blancos

ni de negros. Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno

español e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya

ser negados, ni por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba para seguir

dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia. que no podría

negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la servidumbre.

Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba

patente y continua de cultura y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres.

En Cuba hay mucha grandeza en negros y blancos.