JOSE MARTI

 

 

ANTOLOGÍA POÉTICA

 

 

 

 

SUEÑO DESPIERTO

 

Yo sueño con los ojos

abiertos, y de día

y noche siempre sueño.

Y sobre las espumas

del ancho mar revuelto,

y por entre las crespas

arenas del desierto,

y del león pujante,

monarca de mi pecho,

montado alegremente

sobre el sumiso cuello,

un niño que me llama

flotando siempre veo.

 

 

 

MI CABALLERO

 

Por las mañanas

mi pequeñuelo

me despertaba

con un gran beso.

Puesto a horcajadas

sobre mi pecho,

bridas forjaba

con mis cabellos.

Ebrio él de gozo,

de gozo yo ebrio,

me espoleaba

mi caballero:

¡qué suave espuela

sus dos pies frescos!;

¡cómo reía

mi jinetuelo!

Y yo besaba

sus pies pequeños,

¡dos pies que caben

en sólo un beso!

 

 

 

HIJO DEL ALMA

 

¡Tú flotas sobre todo,

hijo del alma!

De la revuelta noche

las oleadas,

en mi seno desnudo

déjante al alba;

y del día la espuma

turbia y amarga,

de la noche revuelta

te echa en las aguas.

Guardiancillo magnánimo,

la no cerrada

puerta de mi hondo espíritu

amante guardas;

¡y si en la sombra ocultas

búscanme avaras,

de mi calma celosas,

mis penas varias,

en el umbral obscuro

fiero te alzas,

y les cierran el paso

tus alas blancas!

Ondas de luz y flores

trae la mañana,

y tú en las luminosas

ondas cabalgas,

no es, no, la luz del día

la que me llama,

sino tus manecitas

en mi almohada.

Me hablan de que estás lejos:

¡locuras me hablan!

Ellos tienen tu sombra:

¡yo tengo tu alma!

Ésas son cosas nuevas,

mías y extrañas.

Yo sé que tus dos ojos

allá en lejanas

tierras relampaguean,

y en las doradas

olas de aire que baten

mi frente pálida,

pudiera con mi mano,

cual si haz segura

de estrellas, segar haces

de tus miradas:

¡tú flotas sobre todo,

hijo del alma!

 

 

 

LA POESÍA ES SAGRADA

 

 

La poesía es sagrada. Nadie

de otro la toma, sino en sí. Ni nadie

como a esclava infeliz, que el llanto enjuga

para acudir a su clemente dueña,

la llama a voluntad: que vendrá entonces

pálida y sin amor, como una esclava.

Con desmayadas manos el cabello

peinará a su señora: en alta torre,

como pieza de gran repostería,

le apretará las trenzas; o con viles

rizados cubrirá la noble frente

por donde el alma su honradez enseña;

o lo atará mejor, mostrando el cuello,

sin otro adorno, en un discreto nudo.

¡mas mientras la infeliz peina a la dama,

su triste corazón, cual ave roja

de alas heridas, estará temblando

lejos ¡ay! en el pecho de su amante,

como en invierno un pájaro en su nido!

¡Maldiga Dios a dueños y tiranos

que hacen andar los cuerpos sin ventura

por do no pueden ir los corazones!

 

 

 

 

DOS PATRIAS

 

 

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.

¿O son una las dos? No bien retira

su majestad el sol, con largos velos

y un clavel en la mano, silenciosa

Cuba cual viuda triste me aparece.

¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento

que en la mano le tiembla! Está vacío

mi pecho, destrozado está y vacío

en donde estaba el corazón. Ya es hora

de empezar a morir. La noche es buena

para decir adiós. La luz estorba

y la palabra humana. El universo

habla mejor que el hombre

Cual bandera

que invita a batallar, la llama roja

de la vela flamea. Las ventanas

abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo

las hojas del clavel, como una nube

que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa...

 

 

 

PRINCIPE ENANO

 

Para un príncipe enano

se hace esta fiesta.

Tiene guedejas rubias,

blancas guedejas;

por sobre el hombro blanco

luengas le cuelgan.

Sus dos ojos parecen

estrellas negras:

¡vuelan, brillan, palpitan,

relampaguean!

Él para mí es corona,

almohada, espuela.

Mi mano, que así embrida

potros y hienas,

va, mansa y obediente,

donde él la lleva.

Si el ceño frunce, temo;

si se me queja,

cual de mujer, mi rostro

nieve se trueca;

su sangre, pues, anima

mis flacas venas:

¡con su gozo mi sangre

se hincha, o se seca!

Para un príncipe enano

se hace esta fiesta.

 

¡Vengan mi caballero

por esta senda!

¡Éntrese mi tirano

por esta cueva!

Tal es, cuando a mis ojos

su imagen llega,

cual si en lóbrego antro

pálida estrella,

con fulgores de ópalo,

todo vistiera.

A su paso la sombra

matices muestra,

como el sol que las hiere

las nubes negras.

¡Heme ya, puesto en armas,

en la pelea!

Quiere el príncipe enano

que a luchar vuelva:

¡él para mí es corona,

almohada, espuela!

Y como el sol, quebrando

las nubes negras,

en banda de colores

la sombra trueca;

él, al tocarla, borda

en la onda espesa,

mi banda de batalla

roja y violeta.

¿Con que mi dueño quiere

que a vivir vuelva?

¡Venga mi caballero

por esta senda!

¡Éntrese mi tirano

por esta cueva!

¡Déjeme que la vida

a él, a él le ofrezca!

Para un príncipe enano

se hace esta fiesta.