ANTONIO DE SOLÍS Y RIVADANEIRA

 

 

ANTOLOGÍA

 

 

A la rosa

 

Viene abril y, ¿qué hace? En dos razones

viste a un rosal de hojas que ha tejido

y luego toma y dice: "Este vestido

tiene ojales; pues démosle botones."

Dáselos, y los rompen a empujones

las hormillas, que el tiempo ha colorido,

ascuas hoy, que la púrpura ha encendido

de los que eran ayer verdes carbones.

Nace la rosa pues y, apenas deja

el botón, cuando un lodo la salpica,

un viento la sacude, otro la acosa,

ájala un lindo, huélela una vieja

y al fin viene a parar a la botica;

si esto es ser rosa, el diablo sea rosa.

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A la peste de Milán

 

 

Cielos, ¿después de tantos daños, éste?

¡Pobre de mí, Milán amilanada,

más que a polvos, a versos apestada,

que habrá soneto que a la peste apeste!

Aquí de Dios, poetas, turba agreste:

¿no me bastaba estar polvorizada?

Amainad, amainad la sonetada,

que, mal por mal, me quiero más mi peste.

Piedad, oh peste de segunda mesa;

menos rigor, que ya de peste pasas

y no hay acá san roques de concetos.

La otra cesó ya, y ésta no cesa;

¡Ay de mí, que del fuego di en las brasas!

¡Ay de mí, que de peste di en sonetos!