FRANCISCO DE ALDANA
ANTOLOGÍA
Soneto
Alma Venus
gentil, que al tierno arquero
hijo puedes
llamar, y el niño amado
madre puede
llamarte, encadenado
al cuello
alabastrino el brazo fiero:
yo, tu
siervo Damón, pobre cabrero,
más no
pudiendo dar de mi ganado,
a tus aras y
altar santo y sagrado
ofrezco el
corazón de este cordero;
en memoria
del cual, benigna diosa,
por el Amor
te pido, y juntamente
pedirte
quiero Amor, por Venus tuya,
que el pecho
helado y frío de mi hermosa
pastora
enciendas todo en llama ardiente
tal que su
curso enfrene y no más huya.
.
Soneto
-¿Cuál es la
causa, mi Damón, que estando
en la lucha
de amor juntos trabados
con lenguas,
brazos, pies, y encadenados
cual vid que
entre el jazmín se va enredando
y que el vital
aliento ambos tomando
en nuestros
labios de chupar cansados,
en medio a
tanto bien somos forzados
llorar y
suspirar de cuando en cuando?
-Amor, mi
Filis bella, que allá dentro
nuestras
almas juntó, quiere en su fragua
los cuerpos
ajuntar también tan fuerte
que no
pudiendo, como esponja el agua,
pasar del
alma al dulce amado centro,
llora el
velo mortal su avara suerte.
Soneto
Otro aquí no
se ve que, frente a frente,
animoso
escuadrón moverse guerra,
sangriento
humor teñir la verde tierra
y tras
honroso fin correr la gente.
Este es el
dulce son que acá se siente:
"¡España,
Santïago, cierra, cierra!"
y por süave
olor, que el aire atierra,
humo que
azufre da con llama ardiente.
El gusto
envuelto va tras corrompida
agua, y el
tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo
de acero ensangrentado,
hueso en
astilla, en él carne molida,
despedazado
arnés, rasgada malla:
¡oh sólo de
hombres digno y noble estado!
Soneto
Mil veces
callo que romper deseo
el cielo a
gritos, y otras tantas tiento
dar a mi
lengua voz y movimiento,
que en
silencio mortal yacer la veo.
Anda cual
velocísimo correo
por dentro
el alma el suelto pensamiento
con alto y
de dolor lloroso acento,
casi en
sombra de muerte un nuevo Orfeo.
No halla la
memoria o la esperanza
rastro de
imagen dulce y deleitable
con que la
voluntad viva segura:
cuanto en mí
hallo es maldición que alcanza,
muerte que
tarda, llanto inconsolable,
desdén del
cielo, error de la ventura.
La vanidad
del mundo
En fin, en
fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto
varïar vida y destino,
tras tanto
de uno en otro desatino
pensar todo
apretar, nada cogiendo,
tras tanto
acá y allá yendo y viniendo
cual sin
aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!,
tras tanto error del buen camino,
yo mismo de
mi mal ministro siendo,
hallo, en
fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es
lo mejor que en él se asconde,
pues es la
paga de él muerte y olvido,
y en un
rincón vivir con la victoria
de sí,
puesto el querer tan sólo adonde
es premio el
mismo Dios de lo servido.