JUAN BAUTISTA ARRIAZA

 

 

ANTOLOGÍA

 

 

A UNOS AMIGOS QUE LE RECONVENÍAN

 

 

Ceden del tiempo a la voraz corriente

recias pilastras y columnas duras,

las cúpulas rindiendo que seguras

se sustentaban en su excelsa frente.

Caduco desde el Líbano eminente

baja el añoso cedro a las llanuras,

ayer frondoso adorno en las alturas,

hoy triste cebo en el hogar ardiente.

Contra la destrucción tampoco abrigos

halló mi musa, que si busca ansiosa

versos que ya la esquivan enemigos,

sólo a ofrecer se atreve, afectüosa,

verdad y no ilusión a mis amigos;

caricias, no cantares, a mi esposa.

 

 

 

 

LAS SEÑAS

 

 

Perdí mi corazón -¿lo habéis hallado,

ninfas del valle en que penando vivo?-

ayer andando solo y pensativo,

suspirando mi amor por este prado.

Él huyó de mi pecho desolado

como el rayo veloz, y tan esquivo

que yo grité: "Detente, ¡oh fugitivo!"

y ya no lo vi más por ningún lado.

Si no lo conocéis, como en un ara

arde en él una hoguera, y cruda herida

por víctima de Silvia lo declara.

Dadlo, por vuestro bien, que esa homicida

lo hizo tan infeliz que donde para

mi corazón, ya no hay placer ni vida.