JUAN DE ARGUIJO

 

 

ANTOLOGÍA

 

 

LAMENTO DE ARIADNA  

 

 

     "¿A quién me quejaré del cruel engaño, 

árboles mudos, en mi triste duelo, 

sordo mar, tierra extraña, nuevo cielo, 

fingido amor, costoso desengaño? 

     Huyó el pérfido autor de tanto daño 

y quedé sola en peregrino suelo 

do no espero a mis lágrimas consuelo, 

que no permite alivio mal tamaño. 

     Dioses, si entre vosotros hizo alguno 

de un desamor ingrato amarga prueba 

vengadme, os ruego, del traidor Teseo." 

     Tal se queja Ariadna en importuno 

lamento al cielo y entretanto lleva 

el mar su llanto, el viento su deseo.

 

 

AL GUADALQUIVIR  

 

 

     Tú, a quien ofrece el apartado polo, 

hasta donde tu nombre se dilata, 

preciosos dones de luciente plata 

que envidia el rico Tajo y el Pactolo; 

     para cuya corona, como a solo 

rey de los ríos, entreteje y ata 

Palas su oliva con la rama ingrata 

que contempla en tus márgenes Apolo; 

     claro Guadalquivir, si impetuoso 

con crespas ondas y mayor corriente 

cubrieres nuestros campos mal seguros, 

     de la mejor ciudad, por quien famoso 

alzas igual al mar la altiva frente, 

respeta humilde los antiguos muros.

 

 

 

 

 

A DIDO, OYENDO A ENEAS 

 

     De la fenisa reina importunado 

el teucro huésped le contaba el duro 

estrago que asoló el troyano muro 

y echó por tierra el Ilïón sagrado. 

     Contaba la traición y no esperado 

engaño de Sinón falso y perjuro, 

el derramado fuego, el humo oscuro, 

y Anquises en sus hombros reservado. 

     Contó la tempestad que embravecida 

causó a sus naves lamentable daño, 

y de Juno el rigor no satisfecho. 

     Y mientras Dido escucha enternecida 

las griegas armas y el incendio extraño 

otro nuevo y mayor le abrasa el pecho.

 

 

A LUCRECIA 

 

 

     Baña llorando el ofendido lecho 

de Colatino la consorte amada; 

y, en la tirana fuerza disculpada, 

si no la voluntad castiga el hecho. 

     Rompe con hierro agudo el casto pecho 

y abre camino al alma que, indignada, 

baja a la oscura sombra do, vengada, 

aún duda si su agravio ha satisfecho. 

     Venció al paterno llanto endurecida 

y de su esposo el ruego que no basta 

menospreció con un fatal desvío. 

     "Ceda al debido honor la dulce vida, 

que no es bien", dijo, "que otra menos casta 

ose vivir con el ejemplo mío".

 

 

A D. FERNANDO DE SAAVEDRA  

 

 

     Mira con cuánta prisa se desvía 

de nosotros el sol al mar vecino 

y aprovecha, Fernando, en tu camino 

la luz pequeña deste breve día. 

     Antes que en tenebrosa noche fría 

pierdas la senda y de buscarla el tino 

y aventurado en manos del destino 

vagues errando por incierta vía, 

     hágante ajenos casos enseñado 

y el miserable fin de tantos pueda 

con fuerte ejemplo apercibir tu olvido. 

     Larga carrera, plazo limitado 

tienes, veloz el tiempo corre, y queda 

sólo el dolor de haberlo mal perdido

 

     De ciega oscuridad y horror cubierta  

está la tierra, en tanto que el hermano 

de la silvestre diosa sale ufano 

del rojo Oriente por la ebúrnea puerta. 

     Ante sus ojos ve la muerte cierta 

el piloto en el piélago inhumano 

mas dando el viento a sus deseos la mano 

en vida trueca la esperanza muerta. 

     Tras la importuna guerra se consigue 

para dichosos años paz segura. 

Tú, pues, en medio de tus males fía: 

     que al fin es cosa cierta que se sigue 

tras la tormenta, guerra, noche oscura, 

buen tiempo, dulce paz, alegre día.