MARIANO MORENO
El general del ejército del Perú ha dirigido a la Junta la bandera que la
energía de nuestras tropas arrancó de las manos de los opresores del Perú.
Este trofeo tiene la particular recomendación de haberse jurado por las
tropas de Chuquisaca en el acto de desarmar y reducir a cadenas a los
patricios que estaban destacados en aquella ciudad. El estandarte del
despotismo ha sido presa de los valientes hijos de la Patria, y el cobarde
insolente que infirió a los americanos aquella injuria, huye envuelto en
polvo e ignominia, sin atreverse a soportar la presencia de los honrados
patriotas, que afectaba despreciar.
Es un justo homenaje al valor y virtudes de nuestros guerreros, la ternura
y puro placer con que sus conciudadanos han recibido aquel precioso
presente. La Junta, rodeada de un inmenso pueblo, condujo la bandera a la
casa municipal. En todos los semblantes se veía escrito un lenguaje mudo,
pero expresivo de los tiernos sentimientos, de que el corazón de los
patriotas estaba ocupado: a los vivas y aclamaciones sucedieron las
lágrimas, con que todos desahogaron el peso de su propia ternura; y
colocada la bandera en los balcones del Cabildo, ofreció por todo el día
el grande espectáculo del primer triunfo, que nuestra libertad naciente ha
conseguido sobre las armas y últimos esfuerzos de un despotismo vacilante.
Por la noche, iluminaciones, músicas y canciones patrióticas, llenaron de
alegría y contento a toda la ciudad, guardándose la bandera en la sala
principal del ayuntamiento.
Venía otra bandera en el ejército enemigo, que fue despedazada en los
primeros momentos de nuestra victoria. Su fondo era negro, y estaba toda
salpicada de calaveras; éste era el estandarte de los marinos, con el cual
significaban que no darían cuartel a ningún hijo del país que tomasen
prisionero. Sin embargo, esos marinos invencibles, que anunciaban por
todas partes muertes, desolación y exterminio, no pudieron sufrir el
primer ímpetu de los nuestros, y su vergonzosa fuga introdujo el desorden
en su ejército, y causó su derrota. Es sensible que no nos hubiesen
conservado y remitido la bandera de las calaveras; distinguiríamos en
ellas, seguramente, las de muchos de nuestros rivales; y es regular que
ocupase el centro la de Córdoba, porque entre las muchas calaveras que el
mundo ha tenido, creo que no ha habido calavera igual a la del calavera
Córdoba.