PEDRO BONIFACIO PALACIOS

 ALMAFUERTE

 

 

 

POESÍA

 

 

OLVÍDATE DE MÍ

 

 

                                                              A...                                                             

                                                      

    Siempre en la idea este fatal pasado,

siempre el recuerdo de este amor conmigo,

que debiera olvidar - y no he olvidado,

que quiero maldecir - y no maldigo!...

¿Por qué en el viaje triste y desolado,

que en mi existencia solitario sigo,

siempre ha de ser presente mi pasado

y ha de estar este amor siempre conmigo?

 

   ¿Por qué no he de arrancarme de la mente

la idea de este amor que me devora?

Si fue cándido, tímido, inocente,

A qué gritarme la conciencia ahora?

Si puedo alzar con altivez la frente,

Si Ella fue la perjura y la traidora,

¿por qué siempre el pasado  mi presente

ha de traerle este amor que me devora?

 

   ¿Por qué llorando lágrimas de fuego

que abrasan mi mejilla de vergüenza,

descubriendo este amor, que a todos niego,

he de dejar que su recuerdo venza?

Si ese cobarde llanto en que me anego

pregona sólo mi desgracia inmensa

y estas malditas lágrimas de fuego

escaldan mi mejilla de vergüenza...

 

Si el mundo no comprende mi agonía

¿a qué mostrarle, necio, lo que ignora?

Si con terrible indiferencia impía

insulta el llanto, del que triste llora;

si la mujer que tanto yo quería,

en este mundo indiferente mora,

y Ella, también presente a mi agonía,

dice, también, que mi desgracia ignora?

 

   ¿Por qué llorar y maldecir la vida

y abismarme en mi propio padecer,

si esa profunda y desgarrada herida,

puede cerrar, tal vez, otra mujer?

Si esa inefable dicha es ya perdida,

si es imposible a su ilusión volver,

si es fugaz respiro nuestra vida,

debemos olvidar el padecer!

 

   ¡Siempre llorando he de seguir su huella,

atado a su recuerdo ennegrecido!

¡Siempre tan triste y funeraria estrella

alumbrará mi viaje maldecido!

Ya no he de amar a otra mujer más que a Ella;

ni ha de tener mi corazón latido

sino para llorar sobre su huella

atado a su recuerdo ennegrecido!

 

   No encontraré una flor en mi camino,

que exhale su perfume dulce calma;

siempre será severo mi destino,

siempre el martirio me dará su palma!

Y el tormento futuro que imagino,

será, tal vez, como lo pienso en mi alma:

no encontraré la muerte en mi camino,

no gozaré de su tranquila calma!

 

   Huérfano y solo en mi desgracia intensa

nadie mis quejas de dolor oyendo,

esta terrible desventura inmensa

en mi mismo dolor se irá perdiendo,

y yo mismo, de mí tendré vergüenza,

y de mi propia maldición huyendo,

se hará terrible mi agonía intensa,

tan sólo yo, su convulsión oyendo:

 

   -Nadie, ¡Dios mío!, ni una voz amiga,

que me vuelva al morir la dulce calma,

ni un ser, tal vez, que compasivo diga:

“en tus manos, Señor, recibe su alma”.

 

   Vosotros, los que tanto habéis llorado,

escuchad un momento mi querella,

tened piedad de un triste desgraciado

sin más tesoro que el recuerdo de Ella! 

Mirad, en mi camino desolado

busco  perdido su perdida huella!

¡Oh! sí,  ¡vosotros los que habéis llorado

comprenderéis tan sólo mi querella!

 

   Que era su amor la luz de mi sentido,

la estrella que alumbraba mi esperanza,

el deleite inefable prometido,

la primera emoción de venturanza,

el premio a mis afanes ofrecido,

el goce de mis horas de bonanza,

el néctar que embargaba mi sentido,

la ilusión que alentaba mi esperanza;

 

la pulsación precisa de mi vida,

el colmo del amor y del deseo,

el bálsamo sagrado de mi herida,

la realidad feliz del devaneo,

el alma de mi alma desprendida,

el letargo invencible del mareo,

el sostén misterioso de mi vida,

el frenético aliento del deseo!

 

el destello de luz de mi mirada,

la noche sosegada de mi sueño,

el eco de mi voz enamorada,

la tierna recompensa de mi empeño;

la mitad de mi vida apasionada,

la mágica visión de mi beleño,

el objeto tenaz de mi mirada,

el arrullo celeste de mi sueño,

 

el ídolo de mi íntima creencia,

el árbitro fatal de mi destino,

la fe que conservaba mi existencia,

la antorcha que alumbraba mi camino;

el delirio tenaz de mi demencia,

la fuerza previsora de mi sino;

era mi fe, mi aliento, mi creencia,

el encargo feliz de mi destino!...

 

   ¡Ay del que pierde en cada día un mundo,

y en cada paso que a la tumba avanza,

ve sepultarse, en su ámbito profundo,

quejas, suspiros, dicha y venturanza!

Y que a su llanto abrasador, fecundo,

no le resta, siquiera, una esperanza,

porque ha perdido de esplendor un mundo

y hacia otro mundo de miseria avanza.

 

¡Ay del que pierde como yo el mañana,

y ni le queda como a mí la duda,

porque ha llegado a la vejez temprana,

en que la historia de sus dichas, muda

le acusa, le tortura y le amilana,

y en agonía desolada y ruda

no espera, el infeliz en el mañana,

ni le queda el acaso de la duda!

 

   Y en cada hora que arrastra de existencia,

se hace más apurado su tormento,

y más alto le grita la conciencia

y le arranca más llanto el sentimiento

y aumenta la desgracia su violencia

y afina su tortura el sufrimiento,

y hasta la ley que activa su existencia

se hace la ley de muerte y de tormento!

 

   ¡Ay del que pierde como yo, el mañana,

y el sublime después de la esperanza,

al dar el primer paso en la galana

senda de juventud y venturanza,

y sin tener la cabellera cana,

ni arrugas de vejez en la semblanza,

es un negro presente su mañana

y no hay tal vez que aliente su esperanza!

 

   Y gime de amargura y desencanto,

y maldice cien veces la existencia

que empapa, miserable, con el llanto,

que arranca a su pupila la impotencia!

Y maldice su lloro y su quebranto,

y en el delirio atroz de su demencia

maldice, hasta su propio desencanto,

y maldice al autor de su existencia!

 

   Que perdió para siempre su mañana

y ya en el borde de la tumba está,

sin más recuerdos en su historia enana

que el miserable amor que con él va;

y en olvidar por esperar se afana,

y no olvida, infeliz, ni espera ya...

¡Ay del que pierde, como yo, el mañana

y entre las garras del presente está!

 

   ¡Ay del que llora sin tener consuelo,

y espera sin aliento de alcanzar

el amparo anhelado de ese cielo,

siempre sordo a su llanto y suspirar!...

¡Ay del que fía en su apurado anhelo,

en un quizá que nunca ha de llegar!

¡Ay del que busca en el después consuelo...

por su llanto acrecerá la mar!!!

 

   Y también tú has perdido ese mañana

y lloras, como yo, débil criatura,

al recordar tu juventud galana...

primero, flor de celestial albura,

después, follaje de frondosa liana,

más tarde, aroma matadora, impura,

hoy, triste flor que encuentra la mañana

al borde de ignorada sepultura...

 

   Mucho lloras también – aunque atrevida

al mundo ocultas tu pasado triste.

Y pregonas desdén – arrepentida,

recordarás llorando, el mal que hiciste.

Y que una sola vez se ama en la vida,

que ese primer amor ya lo perdiste:

este recuerdo, para mí homicida,

será una historia para ti muy triste.

 

   Y el llanto que se asoma a tu pupila

y hace insufrible tu amargura intensa,

que amargo, reprimido, se destila,

mostrando a todos tu desgracia inmensa,

como a mí, te consume y aniquila,

como a mí, te despecha y avergüenza,

y tortura y abraza tu pupila

como me abraza a mí su llama intensa.

 

   Y como yo maldigo y desespero,

también maldices tú desesperada,

y como yo reniego y vocifero,

insultarás, también, tu suerte airada!...

Cuando tranquilo y solo considero

en la tétrica estrella deparada

a iluminar tu fúnebre sendero...

te perdono mi suerte desgraciada...

 

   Debo olvidar, y olvidaré sin duda,

el cielo me señala otro sendero.

Es difícil llegar, la senda es ruda:

mas, querer es poder, y así lo quiero,

y escalaré la cumbre, sin que acuda

este recuerdo del amor primero,

sino para alentarme, si la duda

llega a quebrar mi voluntad de acero!

 

   Y tú, que causa de mi pena has sido,

tú, que el filtro de muerte me has brindado,

no recuerdes, jamás, que te he querido,

y olvídate también que me has amado,

que mi amor es ingenuo y desprendido,

y no exige, Señora, ser pagado...

vuelve amor por amor a otro querido,

yo viviré tan sólo del pasado!...

 

 

 

LO QUE YO QUIERO

 

 

1

 

   Quiero ser las dos niñas de tus ojos,

las metálicas cuerdas de tu voz,

el rubor de tu sien cuando meditas

y el origen tenaz de tu rubor.

   Quiero ser esas manos invisibles

que manejan por sí la Creación,

y formar con tus sueños y los míos

otro mundo mejor para los dos.

   Eres tú, Providencia de mi vida,

mi sostén, mi refugio, mi caudal;

cual si fueras mi madre yo te amo...

            ¡y todavía más!

 

2

 

   Tengo celos del sol porque te besa

con sus labios de luz y de calor...

¡del jazmín tropical y del jilguero

que decoran y alegran tu balcón!

   Mando yo que ni el aire te sonría:

ni los astros, ni el ave, ni la flor,

ni la Fe, ni el Amor, ni la Esperanza,

ni ninguno ni nada más que yo.

   Eres tú, Soberana de mis noches,

mi constante, perpetuo cavilar:

ambiciono tu amor como la Gloria...

          ¡y todavía más!

 

3

 

   Yo no quiero que alguno te consuele

si me mata la fuerza de tu amor...

¡si me matan los besos insaciables,

fervorosos, ardientes que te doy!

   Quiero yo que te invadan las tinieblas,

cuando ya para mí no salga el sol.

Quiero yo que defiendas mis despojos

del más breve ritual profanador.

   Quiero yo que me llames y conjures

sobre labios y frente y corazón.

   Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...

¡loca, sí; muerta, sí, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,

mi refugio, mi sueño, mi caudal,

mi laurel, mi ambición, mi santa madre...

          ¡y todavía más!

 

 

 

CRISTIANAS

 

 

1

 

   Aristarco feroz que acaricias

La labor de los otros con garras,

De la propia manera que aquellas

Mujeres sin hijos los hijos amparan:

No te guardo ojeriza ninguna

Por el haz de laurel que me arrancas...

¡De la eterna belleza padeces

La horrible, infecunda preñez sobrehumana!

 

2

 

   Vanidoso doncel que paseas

Con olímpico garbo tus galas,

Como el necio pavón su abanico

De gemas azules con flecos de gualda:

Yo doy paso cortés a tu enorme

Personilla hiperbólica y vana...

¡La soberbia del Hombre, en sí misma,

Buscando motivos, contemplo que pasa!

 

3

 

   Pretendiente sagaz que te doblas

Refugiando en el pecho la cara,

Cuando muestra su faz el Ministro

Detrás de las rojas cortinas, y llama:

Hay un corte sutil en tus labios,

De tu estirpe de dios remembranza,

Que les hace reír, sin que rían,

De aquel que despojas lamiendo sus plantas.

 

4

 

   Clandestino malvado que vistes

Con virtudes sociales, tus lacras,

Como esconde su fondo el abismo,

De luz temeroso, con flores y zarzas:

No pretendo rasgar la careta

Que tus noches infames, disfraza...

¡Yo bendigo el instinto que cubre

Los púdicos senos de púdicas gasas!

 

5

 

   Iracundo varón que no alientas

Nada más que rencor y venganza,

Cuando en pos de la injuria te vuelves

Lo mismo que negra serpiente africana:

Yo descubro, a pesar del acceso

Que satura de hiel tus entrañas,

Vibraciones de luz y justicia

Rasgando los cielos profundos de tu alma.

6

 

   Obcecada matrona que buscas

Del mancebo gentil, las miradas,

O en la frígida noche le sueñas,

Decrépita Venus mesando tus canas:

En el rudo vaivén de las olas

De aquel lúbrico mar de tus ansias,

Flota errante una célula excelsa,

De madre que admira, de madre que aguarda.

 

7

 

   Maldiciente cruel que te places

Refiriendo torpezas extrañas;

Cuya lengua incidiosa circunda

Las vidas ajenas de vil filigrana;

No me aparto de ti, como aquellos

Que no ven la belleza de nada:

Me descubro y admiro al artista

Que pinta con lodo y esculpe con daga.

 

8

 

   Perezoso gentil que reposas

Mientras tejen su tul las arañas,

Como yace un islote flotante

Que impulsan y besan y mecen las aguas!

Por debajo de aquella morbosa

Lasitud estival que te embarga,

El batán de la idea percibo...

¡Cerebro sin brazos, noción sin palabras!

 

9

 

   Protegido del fuerte, del sabio,

De cualquier caridad soberana,

Que repudias y escupes y muerdes

La mano refugio, la mano enseñanza:

Vibra un dejo de honor en la misma

Miserable traición con que pagas:

Toda vida completa es un cóndor

Que rompe su nido cuando abre las alas.

 

 

10

 

   Mesalina glacial que abandonas

Al anónimo estéril tus gracias,

Así como la pública fuente

La sed de las turbas ignotas aplaca:

Tú palpitas, impúdica virgen,

De un esposo ideal, pasionaria:

En la rápida vez que le logras

La madre natura bendice tu falta.

 

11

 

   Furibundo, protervo sectario, -

De cualquier religión entusiasta, -

Que por Dios o la Ley o el Derecho,

Torturas y violas, derribas y talas:

Para ti la Bondad absoluta

Mismamente reside en tu causa:

¡Formidable espolón de abordaje

De cosas tan bellas, tan justas y mansas!

 

12

 

   Inspirado de Dios que desdoblas

De tu mente la púrpura sacra,

Para echarla, ¡genial tapicero!

Por donde los grandes pisándola aplaudan:

Yo he bajado a tu propia conciencia;

Yo la he visto sombría y huraña,

Cada vez que tu frente traspuso

Las horcas caudinas del hambre y la fama.

 

13

 

   Sacerdote de espíritu negro,

Tal cual es, por vacía, la Nada,

Que después de oficiar me bendices

Trazando en los aires la Cruz sacrosanta:

Yo no sé qué poder te visita;

Pero salgo cubierto de gracia...

¡Miserable reptil que gobiernas,

Incrédulo y frío, la Fe y la Esperanza!

 

 

14

 

   Taciturno tirano que niegas

El sentido del Bien en las masas,

Y las atas al carro sin darles

La idea más simple del viaje que tramas:

Resplandece, en mitad de tu pecho,

Circuida de sombras y miasmas,

La cesárea pasión del apóstol

Que impone a los hombres su molde y su pauta.

 

15

 

   Coronado Iscariote que vendes

A la patria enemiga tu patria,

Como quien a su propia consorte

De adúltero lecho, corriese las mantas:

Yo diviso a lo largo del tiempo,

La visión de lo vil que desgarra

La envoltura de un mundo celeste,

Sin odios, ni muros ni lenguas, ni razas.

 

16

 

   ¡No! ¡No existe el vacío absoluto

Donde Dios derramó su palabra!

¡No! ¡No cabe la noche completa,

Allí donde gira la estrella de un alma!

¡Vive un juez alojado en los pechos

Que jamás prevarica ni calla!

¡Y hay un golpe de luz en el fondo

De aquellas más viles vilezas humanas!

 

 

 

A LA LIBERTAD

 

 

   Como del fondo mismo de los cielos

el sol eterno rutilante se alza,

como el seno turgente de una virgen

al fuego de la vida se dilata;

          así radiosa,

         y así gallarda,

se levantó del mar donde yacía

la exuberante tierra americana.

 

   Como prende su túnica de raso

con su joya mejor, la soberana,

como entre todas las estrellas reina

el lucero magnífico del alba;

          así pulida,

         y así gallarda,

sobre todos los pueblos de su estirpe,

resplandor y joyel, surge mi patria!

 

   Como buscan la luz y el aire libre

las macilentas hierbas subterráneas,

como ruedan tenaces y tranquilas

al anchuroso piélago, las aguas;

          así sedienta,

         y así porfiada,

la triste humanidad se precipita

al pie de la bandera azul y blanca.

 

   ¡¡Allí van congregándose a la sombra,

para formar después una montaña!

¡Allí van adhiriéndose en el tiempo

partícula a partícula las razas!

          Allí se funde ,

          y allí se amasa

el hombre, tal como surgió en la mente

del autor de los orbes y las almas.

          Que así pulida,

           y así gallarda,

sobre todos los pueblos de su estirpe,

resplandor y joyel, surgió mi patria!

 

 

LA SOMBRA DE LA PATRIA

 

 

 

1

 

   Sueltos van sus cabellos. En guedejas

Por su busto encorvado se derraman

Como velo de angustias o sombría

Melena de león. Adusta, pálida,

Desencajado el rostro: la vergüenza

No tiene la pupila más opaca

Ni la faz de Jesús, al beso infame,

Se contrajo más rígida. Adelanta

Con medroso ademán... ¡Oh! ¡La ignominia

Con paso triunfador nunca se arrastra!

La voraz invasión de lo pequeño

No hiere como el rayo, pero amansa!

Cuando el alma inmortal cae de rodillas

La materia mortal cae deshojada!

La caída más honda es la caída

Que nos pone a merced de la canalla,

De lo ruin, de lo innoble, de lo fofo

Que flota sobre el mar como resaca,

Como fétido gas en el vacío,

Cual chusma vil, sobre la especie humana.

 

2

 

   Yo la siento gemir, y sus gemidos –

Resonante, recóndita cascada –

En mi cerebro entumecido se hunden,

Y allí en mitad de las tinieblas, cantan,

Con el santo fervor de los que piensan

Ablandar a su dios con sus plegarias,

Con el grave compás de los que lloran

Y al son de los sollozos se acompañan,

Con el hondo plañir de los que yacen

Más allá de la luz y la esperanza...

Yo la siento gemir, y sus gemidos

Saetas del pesar, me despedazan,

Reproches del deber, me paralizan,

Pregones de vergüenza me anonadan!

Yo la siento gemir, y sus gemidos

Sobre mi frágil corazón, estallan

Como todos los vientos de la tierra

Soplando, sin cesar, sobre una rama,

Como toda la fuerza de los orbes

Gravitando, a la vez, sobre una espalda.

Como todo el dolor del universo

Que en una sola vida se agolpara,

Como toda la sombra de los siglos

En una sola mente refugiada.

 

 

3

 

 

   Yo la siento gemir, y me parece

Que la bóveda azul se desencaja,

Cual si fuera una ruina miserable

Que Saturno esparciere con sus alas,

Cual si fuera una cúpula proterva

Que derrumbase Dios,  bajo sus plantas...

Yo la siento gemir, y el océano

Y la selva, y las cumbres y la pampa,

Y la nube, y el viento y las estrellas,

Y todo lo insensible y sin entrañas,

Me parece que sienten, me parece

Que asumen voz y proporción humanas;

Me parece que vienen y se postran

Sobre la regia púrpura de mi alma,

Y la súplica ardiente de las cosas

En miserere trágico levantan.

 

4

 

   Yo la siento cruzar ante mis ojos

Y es una estrella muerta la que pasa,

Dejando, en pos de su fulgor, la sombra,

Porque, en pos de su luz, reina la nada!

Yo la siento cruzar ante mis ojos

Y la pupila tras de sí me arranca.

Cual si su imagen desgreñada y torva,

En vez de su visión, fuese una garra!

Yo la siento cruzar ante mis ojos

En aterrante procesión fantástica

De biblias del deber que ya no enseñan,

De apóstoles del bien que ya no hablan,

De laureles de honor que ya no honran,

De inspirados de Dios que ya no cantan,

De púdicas estolas que envilecen,

De patenas limpísimas que manchan,

De eucarísticos panes que envenenan,

De banderas celestes que se arrastran!

Yo la siento cruzar... ¡Seres felices

Que carecéis de luz en la mirada!

¡Ah! ¡yo no puedo soportar la mía

Bajo el fantasma horrible de mi patria!

 

 

5

 

   ¿Dónde estás,  Jehová? ¿Dónde te ocultas?

¿Qué? ¿No vuelves tus ojos y la salvas?

¿Qué? ¿No giras tu rostro y la contemplas?

¿Qué? ¿No extiendes tu mano y la levantas?

Miras echar sobre su casto seno, -

¡Que fue pulcro, señor, como la nácar,

Antes de que su rastro en él dejase

La vil caricia de la gran canalla! –

Miras echar sobre sus nobles hombros, -

Hombros que fueran los de Juno y Diana,

Si el azote brutal del infortunio

Su pulido marfil no flagelara!

Miras echar sobre su cuerpo sacro, -

¡Tan sacro, sí, como tus hostias santas,

Porque también tus hostias se mansillan,

Porque también tus hostias se profanan! –

Miras echar sobre la patria nuestra, -

Digo por fin, vibrante de arrogancia, -

El hediondo capote del esbirro

Que ha de ser su señor, si no le matas;

¿Y el rayo de tu enojo no descuelgas?

¿Tu flamígero brazo, no descargas?

¿Tu cielo fulgurante, no oscureces?

¿Y tus mundos atónitos no paras?

 

6

 

   ¿Dónde estás, Jehová? ¿Desde qué cumbre

Circundada de monstruos y de llamas;

Desde qué abismo negro, impenetrable;

Desde qué estrella errante y solitaria

Ves su profanación y no fulminas?

¿Oyes la voz de tu poeta y callas?

La voz de tu poeta que te siente,

La voz de tu poeta que te aclama,

La voz de tu poeta que te adora,

En la noche, en el día y en el alba,

En el secreto foro de su pecho

Y en el público altar de su palabra.

¿Dónde estás, Jehová, que así me dejas

Buscarte ansioso por doquier, y callas?

¿Y callas como un ídolo sin lengua,

Como un muñeco rígido sin alma,

A quien supuso vida el fanatismo

Y atribuyó justicia la ignorancia?

 

7

 

   ¡Sí! La virtud, las leyes, el derecho,

La religión, la libertad, la patria,

La tradición gloriosa de los pueblos,

La consigna inviolable de las razas,

Y todo lo que da calor y vida

A ese artefacto rígido que llaman

El Universo tuyo, son apenas

Un sueño, una mentira, una palabra;

Una cosa que suena, como un disco

Chocando sobre el mármol de una escala;

Una cosa que va, como una piedra,

Descendiendo veloz de una montaña:

Una mancha que brilla

Una boca que grita y que no habla!

 

8

 

   Y la doblez, la astucia, la codicia;

La vileza del sable que amenaza;

La insidia vil que a la virtud deshonra

Y a las turbas conturba y maniata;

La evidencia del mal, su negro imperio,

Sojuzgando las cosas y las almas,

Cual si fuera la torpe levadura

Que lleva la creación en sus entrañas,

La genésica fuerza incontrastable,

El fiat inicial del protoplasma, -

Esos son la verdad, Dios de los pueblos,

A cuyos pies la humanidad se arrastra

Como van los rebaños trashumantes

Hacia donde los vientos arrebatan,

Los pluviales arroyos a los ríos,

Y a las aguas del mar todas las aguas!

 

9

 

   Esos son la verdad, Dios providente,

Que todo lo precaves y lo mandas,

Arquitecto invisible, que dispones

La orientación del pórtico y su fábrica,

Poderoso caudillo que presides

La instrucción del soldado y la batalla,

Tragediante inmortal que verificas

La negra intriga de tus propios dramas!

Esos son la verdad, Dios de justicia,

A cuyo tribunal siempre se llama,

Que has hecho del placer el ancho cauce

Que conduce a la muerte o la nostalgia,

Que has dejado indefensa a la gacela

Armando al lobo de potentes garras,

Que has dividido el mundo de los hombres,

En los más, que padecen y trabajan,

Y en los menos, que gozan y que cumplen

La misión de guiar la recua humana,

Y que más grandes son cuanto más mienten,

Y que más nobles son  cuando más matan!...

¿Dónde estás Jehová? ¿Dónde te ocultas,

Que así me dejas blasfemar y callas,

Mi rebelión airada no sofrenas,

Mi pequeñez pomposa no anonadas,

Mi razón deleznable no enloqueces,

Y esta lengua de arpía no me arrancas?

 

10

 

   Los que sabéis de amor – de amor excelso,

Que recorre la arteria y la dilata,

Que reside en el pecho y lo ennoblece,

Que palpita en el ser y lo agiganta - ;

Los que sabéis de amor, nobles mancebos,

Fuertes, briosos, púdicos, sin mancha,

Que recién penetráis en el santuario

De la fecunda pubertad sagrada;

Vosotros, -sí, vosotros ¡oh! mancebos

De talante gentil y alma entusiasta,

Que todavía honráis a vuestras madres,

Circuyendo de besos y de lágrimas

El augusto recinto de sus frentes,

¡La espléndida corona de sus canas!

Volved los rostros a la reina ilustre

Que prostituída por los viejos, pasa,

Y si al poner los ojos en los suyos,

Ojos de diosa que del polvo no alza,

No sentís el dolor que a los varones

Ante el dolor de la mujer ataca;

Si al contemplar su seno desceñido,

Seno de virgen que el rubor abrasa,

No sentís el torrente de la sangre

Que ilustra el rostro en borbollón de grana;

Si al escuchar sus ayes angustiosos,

-Ayes de leona que en su jaula brama-

No sentís una fuerza prodigiosa

Que os empuja a la lucha y la venganza;

¡Arrancaos a puñados, de los rostros,

Las mal nacidas juveniles barbas,

Y dejad escoltar a vuestras novias

La sombra de la Patria!

 

 

INCONTRASTABLE

 

 

1

 

   El arduo monte cuyo ardiente seno

Germen fatal de cataclismo guarda;

El huracán que gemebundo emigra

Quién sabe a qué rincón y a qué distancia;

Los mundos del sistema, viejos mundos

Que el padre Sol desde ab eterno amansa;

Y el mar, el ancho mar de los contrastes,

De la onda azul y la feroz borrasca,

Que los astros del cielo solicitan,

Que la ley del nivel doma y aplasta

Lo mismo que los sueños ambiciosos

Encrespan la marea de las almas,

Lo mismo que los sueños ambiciosos

Del espíritu audaz forman las alas;

No valen más que yo... porque yo siento

Paroxismos horribles y nostalgias,

Rebeliones salvajes y tristezas

Allá en mi carne vil ¡y no me matan!

Allá en mi corazón ¡y no me postran!

Allá en mi pensamiento ¡y no me amansan!

Allá en mi pequeñez ¡y no me anulan!

Allá en mi pobre ser ¡y no me apagan!

 

2

 

   ¡No! No tiene ese mar más amarguras,

A pesar de la sal que hay en sus aguas;

No albergan esos mundos más despecho,

A pesar de la ley que les amarra;

No brama ese huracán más hondamente,

A pesar de su eterna resonancia;

No encierran más dolor aquellos montes,

A pesar de sus cálidas entrañas...

Que torturan diabólicas mi pecho.

Mi pecho vil que de dolor no estalla;

Que el profundo gemir de mis nocturnos

Gemidos ¡ay! Que el huracán espantan;

Que la protesta heroica de mi vida,

Protesta que los mundos no levantan;

Que la hiel de mis lágrimas feroces,

De una sola siquiera de mis lágrimas!

 

3

 

   ¡No! ¡no son más que yo, ni nunca fueron,

Si se mide la mía y su desgracia,

Si se pesa mi ser y su grandeza,

Vientos, mares, planetas y montañas!

 

                                                    La Plata, 1891.

 

 

JESUS

 

                                                                                  Para Eduardo Sáenz

 

1.

 

   Como brota del charco sombrío

Y a conjuros de luz meridiana,

Yo no sé por qué afán de lo triste,

Gracioso nenúfar de flores de nácar;

La presión secular exprimiendo

De la fétida chusma, la entraña,

Conjuró de aquel barro de sangre,

La noble azucena doliente de su alma.

 

2

 

   Gota pura del bien absoluto,

De la estirpe mortal, destilada;

Prodigioso perfil de la errante

Visión de justicia que sueña la raza:

Profundísimo beso errabundo

Que al rozar tus dolores, estalla:

Perdurable tristeza divina

Cubriendo las viles tristezas humanas.

 

3

 

   Celestial mensajero que siente,

Mientras cruza los orbes y baja,

La precisa intuición espantable

Del hondo vacío voraz que lo traga;

Femenina zozobra que al mundo,

Como palio de lágrimas, guarda:

Gemebunda torcaz valerosa

Que al prófugo crimen le tiende sus alas.

 

4

 

   Corazón matinal, todo blanco,

Cuyo fuego de hoguera ofrendaria,

Con efluvios de mirra, perfuma,

De Job, la rabiosa, la trágica sarna;

Corazón cuyo amor intangible,

Sin buscar otro amor, se dilata,

Como estuvo en el Caos el Eterno,

Sin peso ni forma, ni rumbos ni vallas.

 

5

 

   Cual se tuercen y escurren flexibles,

Sin lograr abatir la muralla,

Ya tenaces, ya febles, ya locos,

Bramando y silbando, los vientos que pasan,

La invasora legión de cariños

Que a la vida real nos amarra,

¡No logró reducirle, siquiera,

Ni al sacro, materno dogal de la patria!

 

6

 

   Nebulosa de amor: de amor mismo;

Sin la paz del hogar, que coarta,

Ni la fiel amistad, que suprime,

¡Ni aquel inefable deleite, que sacia!

-No asirás, hombre, fórmula y ergo,

Su inasible figura esfumada:

¡Como polvo de aurora, difuso,

Difuso en la vida su espíritu vaga!

 

7

 

   Proyectó sugestiones de nimbo,

Su perpetua niñez inspirada;

Rechazó lo carnal de sus carnes,

Cual cisne jocundo que hiende las aguas;

No sufrió lobregueces de ocaso,

Su fulgor de lucero del alma:

¡Blanco César triunfal de lo puro!

¡Querube incorpóreo que preña las almas!

 

8

 

   Como diestros, por si se detienen

Los caudales del mar, en la playa;

Cual germina y retoña y produce,

Silvestre, salvaje, libérrima planta:

Ni el saber, ni el sofisma turbaron

Su sagaz, pensativa ignorancia:

Floración cerebral; tierra virgen:

Flamígero foco del Verbo que irradia.

 

9

 

   Como Aquel predilecto que siente,

Por geniales virtudes innatas,

La explosión de las notas que surgen,

Y ondean, y ríen, cual ninfas hermanas:

Pudo Aquel predilecto admirable,

Como disco luciente de plata,

Reflejar, en la noche futura,

¡La eterna, la sola Verdad soberana!

 

 

10

 

   Formidable saber que redujo,

Como a loca jauría, en su alma,

Cual recojes el cielo en tus ojos,

Y el mar, y la selva, y el río, y la pampa;

Formidable saber que sanciona,

Que tu bien y tu mal son palabras:

Resonantes palabras vacías:

¡Cilicio de púas internas que arrastras!

 

11

 

   Porque luz, y color, y sonido

Sólo son cerebrales fantasmas,

Mientras vibran espacios y soles

Sumidos en mudas tinieblas heladas:

Y así toda tu ciencia y la mía...

Nada más que impresión comparada,

Nada más que ilusiones eternas

Que aloja en nosotros el Caos que no acaba.

 

12

 

   Pues si aquel escozor de la herida

Que produjo en tu carne, la daga,

Ni la sufre tu músculo roto,

Ni aquel cincelado prodigio que mata:

La estupenda, la simple, la hermosa,

La cabal creación que proclamas,

Con la misma inconsciencia que vives,

Debajo del cráneo, vil necio, la fraguas.

 

13

 

   ¡Allí está el Universo!¡Allí mismo

Puso Dios tu taller y su patria!

¡Desde aquella ruin madriguera,

Colora el vacío y esculpe la nada!

¡Y esos lampos de luz que fulguras,

Su divino cincel los arranca;

Y esos torpes impulsos que sigues,

No son más que alientos de Dios que trabaja!

 

14

 

   Puesto que, si el bacterio más breve,

Breves horas, apenas, pensara,

Llenaría, cual tú, su conciencia

De leyes, y dudas, y luces, y manchas.

¡Porque cada cerebro es el nudo

De la misma labor que le arrancan,

Como el triste gusano cautivo

Del frágil capullo de seda que labra!

 

15

 

   Puesto que, de infinito a infinito,

Lo que es, -no su aspecto: su masa,-

Te conquista, te absorbe, te agota,

Cual Eva incansable que nunca se sacia

¡Mientras tú, viejo Adán de la vida,

Poseído en la sombra le amas,

Con la inerte caricia profunda

Del joven dormido que violan las hadas!

 

16

 

   Y esto dijo Jesús, en tu abono,

Cuando puso, en la jerga que hablas,

Su perdón ilegal, que ha vencido,

¡Y es esa, que gozas, legal tolerancia!

¡Tolerancia que va, paulatina,

Como crece la fruta en la rama,

Laborando, en tu ley, el derecho

De abrir su repliegue más hondo las almas!

 

17

 

   Y esto quiso Jesús, en tu abono,

Cuando echó, por tu bien, a su espalda,

No la cruz de tus culpas, que dicen:

¡La cruz de la imbécil sapiencia pasada!

¡Y esto quiso Jesús, en tu abono,

Fugitiva miseria de paja,

Diminuto vibrión que conduces,

Del plan del Eterno los hilos de llamas!

 

18

 

   Ni redujo su amor a linderos,

Pues no fue su egoísmo el que amaba;

Ni alcanzó la virtud, con ser ella,

De aquel soberano, la mínima gracia;

Ni logró la mujer ablandarle,

Nada más que cubierta de faltas;

¡Y a sus pies, en la cruz,  retorcióse,

De celos del crimen, su madre sagrada!

 

19

 

   Convirtió su fracaso en victoria;

Y en reflejos de solio, su infamia;

Y la cruz de su muerte, en el signo

Que besan y besan las hordas que pasan;

Se abrazó de lo vil, con sus brazos;

Se sentó junto a Dios, que callaba;

Y abrazados así, te sonríen,

Cual dos refulgentes deidades hermanas.

 

20

 

   Circuló su criterio de madre,

Por el haz de la recua postrada,

Como ruedan, filtrando la nube,

Jirones de luna por sobre la piara;

Y un gemir de titanes vencidos,

Y un hervor de sudores y llagas,

Y un bramar de reptiles rebeldes,

Subieron cual roja, fugaz llamarada.

 

21

 

   Y lo mismo que al paso de Febo,

Por el aire sutil, se dilatan

Resplandores difusos, que corren

Por valles, y cumbres, y fuentes, y charcas;

La primera, la sola caricia,

De su pecho fluyó sobrehumana,

Como el mar, como el sol, como el éter,

Cual todos los besos de amor que sonaran.

 

22

 

   ¡Sí! ¡La fiera de ayer languidece!

¡Sólo es puro el amor que nos ama!

No son más que resortes que crujen,

Los padres, los hijos, la aldea y la raza.

Como ya construídos los arcos,

Las inútiles cimbras arrancas,

¡Sobrará mucho barro de bestia

La vez que despliegues del todo tu talla!

 

23

 

   Se vislumbra, en la historia, su mole,

Como azul eminencia lejana,

Cuyos flancos enormes conquistan

Los pueblos que crecen, a luengas jornadas;

Migración a la cumbre del Cosmos,

Cuyas níveas regiones más altas,

Cruzarás, si no abdicas, tan puro,

Cual cándida tropa de lirios con alas.

 

24

 

   Con el tierno capullo de loto,

Con su lívida frente de nácar,

Sobre charcos malditos, preside

La prófuga serie de soles que bajan;

Su perfil soñador de azucena,

Rematando la cúpula humana,

Como luz hecha flor, simboliza

¡La fúlgida serie de soles que avanzan!

 

 

HIJOS Y PADRES

 

 

                                                                        A mi hermana Carmen

 

1

 

   Como lluvia copiosa sobre el suelo

Como rayo de sol sobre la planta,

Como cota de acero sobre el pecho,

Como noble palabra sobre el alma,

         Para los hijos

         De tus entrañas

Debe ser tu cariño, hermana mía,

Riego, calor, consolación y gracia.

 

2

 

   Como tierra sedienta de rocío,

Como planta en la sombra sepultada,

Como pecho desnudo en el peligro,

Como guerrero inerme en la batalla,

         Así, en la ardiente

         Contienda humana.

¡Ay! Los hijos que pierden a sus padres,

Pierden riego, calor, escudo y lanza.

 

3

 

   Como nube de arena que no riega,

Como sol que no alumbra en la borrasca,

Como roto espaldar que no defiende,

Como consejo que pervierte y mancha,

          Así, malditos,

          Padres sin alma,

Son aquellos que niegan a sus hijos,

Consejo, amor, ejemplo y esperanza.

 

4

 

   Como fecunda tierra agradecida,

Como planta que al sol sus flores alza,

Como pecho confiado tras la cota,

Como hasta Dios se magnifica el alma,

          Así los hijos,

          Cuando les aman,

Dan plantas de virtud como esa tierra,

Frutos de bendición como esas plantas,

Arranques de valor como esos pechos,

Rayos de inmensa luz como esas almas.

 

                Buenos Aires, 27 de enero de 1891

 

 

SIN TREGUA

 

                               

                                                       ¡Ea, muchachos: es la aurora!

                                                                     GUIDO Y SPANO  

 

 

1

 

   Al clásico compás establecido

Para cantar las cosas soberanas;

Invocando al Amor y al Buen sentido,

Musas que deben ser buenas hermanas;

Sin temer ni a la crítica del ruido

Ni a la Pereza y Cobardía humanas;

Voy a cantar mis versos al Trabajo...

Al sin tregua, al feroz, al a destajo;

 

   Pero pido, por Dios, se me permita

No lanzarme de golpe a la faena;

Porque mi viejo Numen necesita

Saber si su cordaje siempre suena,

Como el jayán sus miembros ejercita

Para bajar sin dudas a la arena:

Las aves de gran vuelo alzan su vuelo

Después de breves pasos por el suelo.

 

   Preludio que, tal vez, me salga largo,

Y como largo, fatigoso enredo;

Pues, al coger la pluma me hago cargo

De que me impongo más de lo que puedo,

Y de mi propia fama sin embargo

No fío de mi fama y tengo miedo:

¡Para la eternidad fiarme un pase

Quisiera lograr yo, con una frase!

 

   Podrá ser que me valgan: ansia firme

De producir el bien de cualquier modo;

Más que afán ateniense de lucirme,

Furor de semidios de hacerlo todo;

Más que la pretensión de redimirme,

La de bruñir y honrar mi propio lodo;

¡Y el fervor masculino, temerario

De hurgar mi corazón, no el Diccionario!...

 

   ¡Y me valieron ya!... Gran llamarada

Me llenó de saber sin más estudio:

Templó mis fibras, afiló mi espada,

Con sólo cuatro notas de preludio.

¡Para dar sus mazazos más certeros,

Sólo escupen sus palmas los herreros!

 

2

 

   ¡Levántate holgazán!... ¿Ves el conjunto

La gloriosa verdad de las estrellas?

Pues sabe que sin ti, sombra trasunto,

Dejarían de andar y de ser bellas;

¡Porque basta que ceda un solo punto

Para verlas caer a todas ellas!...

¡Levántate holgazán; vibre tu pulpa;

Peligra el universo por tu culpa!

 

   Nadie te dice, nadie, que no sueñes

Y la luz de otros tiempos no vislumbres;

Que sin haber subido te despeñes,

Y a vivir despeñado te acostumbres;

Que la visión angélica desdeñes

De la paz que sospechas en las cumbres;

¡Mas, de tus sueños de holgazán no hables;

Porque tienen que ser muy miserables!

 

   Aquel que se desploma en su miseria,

Padece la miseria de sí mismo...

En su nervio, su músculo y su arteria

Desteje, desordena el Raquitismo:

¡Fiebre de destrucción, furor de histeria,

Dinámica de sombra y cataclismo!...

¡Levántate, chacal; deja tu acecho,

Huye para in eternum de tu pecho!

 

    ¡Huye para in eternum, en el carro

De los suspiros que al gemir exhalas!...

¡Fuga, como una esencia de su tarro:

Sueña, como una larva, con tus alas;

Brota, como una flor brota del barro;

Surge de tu dolor lleno de galas:

Ten una vez, hermano, la inmodestia

De pensarte más hombre que una bestia!

 

   Llénate de ambición. Ten el empeño;

Ten la más loca, la más alta mira;

No temas ser espíritu, ser sueño,

Ser ilusión, ser ángel, ser mentira.

La verdad es un molde, es un diseño

Que rellena mejor quien más delira...

¿Qué la ciencia es brutal y que no sueña?

¡Eso lo afirma el asno que la enseña!

 

   Naciste en el peldaño de una escala,

No en el seno confuso de una nube;

Con el Cetro en las manos, o la Pala

Pero raudo y audaz como un querube;

Si no son los peldaños es el ala

Que te despierta y que te grita: ¡Sube!...

¡Sube sin timidez, no te abandones;

Si te asusta volar, hay escalones!

 

   Escalones vibrantes que repelen

Con poderosa percusión elástica,

Que a salvar las alturas nos impelen

En una sin cesar marcha gimnástica;

Anhelación de ser, marchas que suelen

Rematar en la púrpura dinástica!...

No te duermas, por Dios; no hagas tu nido

En el vil escalón donde has nacido!

 

   Yantar bien, dormir bien, es lo de menos;

Pero soñar lo menos es afrenta;

No es digno del Dolor romper los frenos

Tan sólo por la vianda suculenta;

Delante de un redil de vientres llenos.

¡Prefiero yo la Humanidad hambrienta!...

Sueñan los grandes monstruos directrices

En un mundo bestial... ¡sin infelices!

 

   Genios de la igualdad, por cobardía,

O piratas protervos de alto bordo,

Que quisieran un mundo sin porfía,

Sin el pater familia, como el tordo;

Mundo como el Edén, pura ambrosía,

Hombre cual un rufián, feliz y gordo...

¡No desarrollan genio las mujeres,

Porque, sin gran dolor, tienen placeres!

 

   ¡Dolor, santo Dolor: sol iracundo

Que a las almas estólidas caldea;

Que tortura las fibras de lo inmundo

Hasta que se hacen leña y se hacen tea!

¡Padre de lo mejor, Amo del Mundo;

Generador supremo de la Idea;

Draga de remoción; llama expiatoria

Que convierte las pústulas en gloria!

 

   Odio por lo tranquilo y uniforme,

Y ansia de otro nivel y de otro aspecto;

Fiebre de perfección en lo deforme,

Y hambre de superluz en lo perfecto;

Soberbias de Luzbel; vacío enorme

En el alma sombría del insecto...

Eso requiere Dios, para sus planes:

Angustias de Satán... ¡Somos Satanes!

 

 

FÚNEBRE

 

 

   La montaña que tiembla, porque siente

germen de cataclismo en sus entrañas;

el huracán que gemebundo emigra

quién sabe a qué región y a qué distancia;

el mar que ruge protestando airado

de la ley del nivel que lo avasalla;

los mundos del sistema, ¡tristes mundos!

que al sol de Dios obedeciendo pasan

como en la arena de la pista el potro,

a latigazos, ¡noble potro!, salta:

no tiene sobre sí más amargura

que la que hospeda en su desierto mi alma,

porque yo arrastro sobre mí ¡y no puedo!

como un cuerpo podrido, la esperanza!

 

 Tú que vives la vida de los justos

allá junto a tu Dios arrodillada,

yo no creo, ni aguardo, pero pienso

que haya hecho Dios un cielo para tu alma;

dame un rayo de luz, ¡uno tan sólo!,

que restaure mi fuerza que desmaya,

que ilumine mi mente que se anubla,

que reanime mi fe que ya se apaga...

dame un beso de amor, ¡uno siquiera!

aquí sobre esta frente que besabas,

aquí, sobre estos labios que otros labios

han besado con ósculos de infamia;

aquí, sobre estos ojos que no tienen

nada más, ¡oh mi madre!, que tus lágrimas.

 

 

ÍNTIMA

 

 

   Ayer te ví... No estabas bajo el techo

           de tu tranquilo hogar

ni doblando la frente arrodillada

           delante del altar,

ni reclinando la gentil cabeza

sobre el augusto pecho maternal.

Te ví... Si ayer no te siguió mi sombra

            en el aire, en el sol,

es que la maldición de los amantes

             no la recibe Dios,

o acaso el que me roba tus caricias

tiene en el cielo más poder que yo!          

 

Otros te digan palma del desierto,

otros te llamen flor de la montaña,

otros quemen incienso a tu hermosura,

           yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,

ellos compran tu amor con sus palabras.

ellos son elocuentes porque esperan

            ¡y yo no espero nada! 

 

Yo sé que la mujer es vanidosa,

yo sé que la lisonja la desarma,

y sé que un hombre esclavo de rodillas

           más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,

otros compren tu amor son sus palabras,

yo seré más audaz pero más noble:

            ¡yo te diré mi amada!

 

 

CANTAR DE LOS CANTARES

 

 

1

 

   Níveo cáliz de magnolia

Decorando los retoños de la rama

Cual un ánfora de sueños, -es tu frente.

 

   Sí, tu frente,

Hija mía, madre mía, novia mía,

Es el gótico remate de la rama

 

   Su divino corolario;

Es el grave, pausadísimo incensario

Cuya mirra de sapiencia por mi templo se derrama

2

 

   Radiaciones de las mieses, -

Rubias ondas encrespadas y brillantes

Y crujientes de los trigos, -tus cabellos!...

 

   Tus cabellos,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son las hebras rubicundas y brillantes

 

   De la testa de las diosas imperiosas y graciosas

Con el casco de sus crines enrizados y flotantes!

 

3

 

   Como sellos de turquesas, -

De turquesas bien profundas, bien extrañas,

Bien azules como el aire, -son tus ojos!...

 

 

   Sí, tus ojos,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son dos piedras bien azules, bien extrañas,

 

   Que clavaron los querubes

Que sumergen a los astros en las nubes,

Bajo el arco y en el fleco de tus cejas y pestañas!

 

4

 

   Florecitas de durazno

Que la veste de las auras amontona

Bajo el cielo de la tarde, -tus carrillos!...

 

   Tus carrillos,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son las flores que un arcángel amontona

 

 

   Bajo el cielo de tus ojos,

Por los valles de rubores y sonrojos

Que divide tu severa naricita de matrona!

 

 

 

5

 

   Cicatrices de caricias, -

Cicatrices de dos besos fraternales

De las almas de dos lirios, -tus hoyuelos!...

 

   Tus hoyuelos,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son las huellas de dos besos fraternales

 

   Que te dieron al venirte,

Que te dieron al salir a despedirte

Los dos ángeles más puros de los coros celestiales.

 

6

 

   Como pétalos de rosa,

Como pétalos de rosa purpurada, -

Purpurada como sangre, -son tus labios!

 

   Sí, tus labios,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son dos pétalos de rosa purpurada

 

   Que cayeron en la nieve;

Son el borde que resuena, que se mueve,

De aquel vaso de Sajonia de tu barba nacarada!

 

7

 

   Blanco polvo sacarino

Que decora rojos néctares de fresas,

Tamarindos y granadas, -son tus dientes,

 

 

   Sí, tus dientes,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son azúcar en la crátera de fresas

 

   De tu boca cuando ríes;

Son diamantes de Golconda que deslíes

En el bálsamo bendito de tus besos cuando besas.

 

 

 

8

 

   Caracoles nacarados, -

Nacarados caracoles pequeñitos

De la playa de los mares, -tus orejas!...

 

   Tus orejas,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son dos bellos caracoles pequeñitos

 

   Que te llevan el augurio,

Que le llevan a tu espíritu el murmurio

De las cosas venideras, de los tiempos infinitos!

 

9

 

   Minarete de alabastro, -

Torrecilla de alabastro cimbradora

Cual pedúnculo vibrátil, -es tu cuello!...

 

   Sí, tu cuello,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Es la blanca columnita cimbradora

 

   Que se yergue y balancea

Que se yergue columpiando la presea

De tus rizos, de tus ojos, de tu faz encantadora!

 

10

 

   Como bloques de azucenas, -

Como bloques de azucenas de la aurora,

Tras la gasa de la niebla, -son tus pechos!...

 

   Sí, tus pechos

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son dos ramos de azucenas de la aurora

 

   Que pusieron las vestales,

Que pusieron, bajo tules virginales,

En el trono de Carrara de la Virgen mi Señora!

 

11

 

   Ramilletes maternales

De claveles y mosquetas y alelíes

Rodeado de cedrones, -son tus manos!...

 

   Sí, tus manos,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son tisanas maternales de alelíes

 

   Para todos los dolores;

Napoleones del azúcar y las flores,

De vendajes y brocatos, de utensilios y rubíes!

 

12

 

   Mecanismo de diamantes –

De diamantes en espumas incrustados

Por milagro de Natura, -son tus pies!...

 

   Sí, tus pies,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son diamantes en aljófar incrustados

 

   Son motores cadenciosos

Que golpean cadenciosos y orgullosos

De sentirse con la gloria de tu cuerpo coronados!

 

13

 

   Arreboles matinales,

Matinales arreboles como velos

Reclamados de oro puro, -son tus ropas!...

 

   Sí, tus ropas,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son celajes recamados como velos

 

   Con la luz de la mañana

Con la luz que va filtrando soberana

Por el tul abullonado del ropaje de los cielos.

 

14

 

   Bella página de un libro, -

Bella página de un libro de oraciones,

Con estampas bizantinas, -tus afectos!...

 

   Tus afectos,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son la página del libro de oraciones

 

   Donde rezan los nenitos,

Donde buscan los nenitos, ¡pobrecitos!

Las madonas y los Cristos de radiantes corazones!

 

15

 

   Como cítaras angélicas, -

Como notas inefables de ocarines

Que bajaran de lo alto, -tus acentos!...

 

   Tus acentos,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Son acentos inefables de ocarines,

 

   Ora tiples, ora graves;

Son escalas fugitivas de los claves,

Y vibrantes pizzicatos de los tiernos mandolines!

 

16

 

   Como lámpara votiva

Que llenase de fulgores el santuario

De algún pálido Eccehomo, -tu gran alma!...

 

   Sí, tu alma,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Es la lámpara votiva del santuario

 

   Que fulgura dulcemente,

Que derrama dulcemente, tiernamente

Sus caricias luminosas en la cruz de mi Calvario!

 

17

 

   Como el bíblico poeta, -

Como el rey de los proverbios seculares,

Que no pasan, que no mueren, -yo te canto!

 

   Sí, te canto,

Hija mía, madre mía, novia mía:

Con palabras que retumben seculares,

 

   Que no pasen, que no mueran,

Que los hombres para siempre las profieran

Como el cántico sublime del cantar de los cantares!

 

 

APÓSTROFES

 

 

1

 

    Yo sé bien que dos razones

     Dos tendencias, dos pasiones,

     Se conflictan y se besan

En el campo de tu pecho sin cesar:

     El furor de lo apremiante,

     Del minuto, del instante,

     Y el fervor de lo intangible,

Lo mediato, lo después, lo más allá!

     Como el tallo de la hiedra,

     Que no sube por la piedra

     Solamente con los garfios

De su breve, de su múltiple raíz:

     Porque salva las distancias

     Con las guías de sus ansias,

     Con los brotes de sus sueños,

Con las alas de su instinto de subir.

 

2

 

     Yo sé bien que muchas veces,

     Tú vacilas, tú decreces,

     Por exceso de cualquiera

De las dos aspiraciones de tu ser

     Pues el hombre verdadero

     Ni es deleite, todo entero,

     Ni es, tampoco, todo fiebre,

Todo anhelos inauditos de ascender...

     Como el tallo de la hiedra,

     Que se dobla y se desmedra,

     Si le faltan en el muro

Circunstancias aparentes de arraigar:

     Y el placer y las pasiones

     Serán siempre los harpones

     Con que vayas escalando

¡La divina, la suprema claridad!

3

 

     Yo sé bien que muchas veces,

     Ni aprovechas, ni mereces,

     Los provechos de que gozas,

Magnos, buenos y seguros desde Adán;

     Pues te invade la locura

     De ostentar tu investidura

     Cual un sol que no supiese

Nada más que relucir y deslumbrar!

     Pues te colmas del ardiente

     Fanatismo del presente,

     Sin pensar que te ha tocado,

De las épocas humanas, la peor, -

     En que todos van vacíos,

     Van inertes y van fríos

     Como témpanos del polo,

¡Cual burbujas irisadas por el sol!

 

4

 

     Sin mirar, sin haber visto,

     Que ser hombre, ya es ser Cristo;

     Que ser Cristo, ya es ser sabio;

Que ser sabio, ya es ser luz de Jehová;

     Que ser Él, o su destello,

     Ya es ser justo, manso y bello;

     Que ser bello, manso y justo,

Ya es ser viva negación y de vanidad;

     Que los sanos son vacíos,

     Displicentes y sin bríos,

     Como barcos errabundos

Sin el lastre, sin la carga de la fe;

     Que sin fe, todo se cierra,

     Por el aire y por la tierra,

     Cual pupila temerosa

¡Tras el párpado brutal de lo soez!

 

5

 

     Sin mirar, sin haber visto,

     Que ya todo estaba listo

     Sendos miles de centurias

Más atrás de tu presencia baladí;

     Que tus raras invenciones,

     No son más que proyecciones,

     Los capullos que se abren

Y los frutos que se cuajan para ti!

     Peregrino que reposas,

     Por la fuerza de las cosas,

     Donde mismo se desatan

Las guedejas cristalinas del raudal...

     Del raudal apetitoso

     Que ha venido silencioso

     Por los senos de la tierra,

¡Con las ansias inefables de brotar!

 

6

 

     Que tu alma, que tu día,

     Van preñados, todavía,

     Del primer fecundo beso

Del primer fecundo labio creador;

     Y aquel beso fue tan hondo,

     Que ha lanzado al mismo fondo

     De los siglos de los siglos

Su profunda, generosa radiación:

     Pues habrá perdido el nombre.

     Serás ángel, más que hombre,

     Correrás, en un segundo,

De una estrella en otra estrella, sin caer,

     Y aquel fúlgido progreso

     Será el hijo de aquel beso,

     Será un punto de las ondas

Que aquel ósculo vibró, la primer vez!

 

7

 

     Yo sé bien que vas lanzando,

     Cual un bruto desbocado

     Que las bridas no sujetan,

Y a quien deja el conductor de gobernar,

     Aguardando vigilante,

     Que vencido, jadeante,

     Se desplome, de rodillas,

Faz a faz del infinito el animal!

     Porque Dios, como el auriga

     Cuenta más con tu fatiga

     Que con ese frágil freno,

Que con esa turbia luz de tu razón;

     Y ha sacado del hastío,

     Como al mundo del vacío,

     Los estados más hermosos,

¡Los destellos más sublimes de tu yo!

 

8

 

     De tu yo, que rompe y deja,

     Cual un sol que se despeja,

     La prisión de unos sentidos

Que no saben ciertamente lo que ven,

     Y fulgura justiciero,

     Cual un rey sin consejero,

     Cual un soplo todo libre

Que no tiene resistencias que vencer!

     Tan lucífero, tan claro

     Como él mismo, cual un faro

     Cuya bomba de colores

Destrozó con su violencia, el huracán;

     Tan profundo, tan vidente,

     Que partiendo del presente,

     Desde un polo al otro polo,

¡Surcaría, de una vez, la eternidad!

 

9

 

     Juicio libre, juicio puro,

     Matemático, seguro,

     Como rectas ideales

Que cruzaran los abismos del zafir,

     Como van por el vacío

     Sin retardo ni desvío,

     Los pedruscos y los bronces

Y el vellón y la pelusa más sutil!

     Misma luz, misma potencia,

     Misma vida, misma ciencia,

     Misma ley del Universo,

Mismo bien, misma razón, misma verdad

     Que cayeron fulminados

     Luminosos, imantados,

     Cual recónditos conjuros,

¡Por los tiempos de los tiempos, en Adán!

 

10

 

     Yo sé bien, que Dios ha puesto,

     Cual un doble muro enhiesto,

     Los zarzales dolorosos

Que flanquean, palmo a palmo, tu carril;

     Que debajo de tu planta,

     Cada día se levanta,

     Yo no sé qué fuerte púa,

Que te impone, que te manda proseguir;

     Que no besa, que no toca,

     Ni tu mano, ni tu boca,

     Donde no hallen escondidos

Escorpiones trepidantes, de furor;

     Pues la vida del más justo

     Cual un lecho de Procusto,

     No le deja ni un repliegue,

¡Ni un minuto bien gozado de pasión!

 

11

 

     Que te sigue la jauría

     Más hambrienta, más bravía,

     Galopándote a los flancos

Por el arduo cuestarriba del deber;

     Que circulas como fiera,

     Perseguido por doquiera,

     Como el toro que conducen,

Con las picas del dolor, al redondel;

     Que te arrastra de las crines

     Un tropel de querubines

     Afanosos cual hormigas

Que rasuran de sus rosas al rosal,

     Y callados y severos,

     Como van los carceleros,

     Siempre mudos como mudos

¡Vigilando su cuadrilla criminal!

 

12

 

     Que cual dos enamorados

     Que platican reclinados

     En los cómodos cojines

De las cómodas butacas del vagón -,

     Van solando dulcemente,

     Mientras marchan rectamente

     Por los rieles invisibles,

Para ellos, como el alma y como Dios:

     Así corre a su destino,

     Proyectando en el camino

     Mil graciosas necedades,

Que jamás entre sus palmas palpará,

     Desde el joven al anciano,

     Desde el rey al artesano,

     Toda entera y verdadera,

¡La inconsciente, soñadora humanidad!

 

13

 

     Que es verdad abrumadora

     Que la gran locomotora

     Que conduce todo esto

De la estepa de los siglos, a través-,

      En las mismas estaciones,

      A los mismos corazones

      Fracasados o triunfantes

Los arroja sin mirar en el andén:

      Pues el mismo pensamiento,

      Y hasta el mismo sentimiento,

      Pueden ser los de un lacayo

Despreciable favorito del señor...

      O el espíritu sublime

      Que somete, que redime

      La soberbia de las almas,

¡Con su noble, su cristiana negación!

 

14

 

      Que hay un tic en cada vida

      Que la entrega sometida

      Como es indiscutible

Del misterio, del destino, del azar;

      Y fracasan, o prosperan,

      Quieran ellas o no quieran,

      A los golpes o los besos

De la misma incognoscible voluntad!

      Que abordamos afanosos

      Arabescos prodigiosos

      En la púrpura sagrada

Del ingenio, del deseo y la ilusión-,

      Mientras van insospechables

      Cien demonios formidables

      Trabajando en el secreto

¡De aquel mismo generoso corazón!

 

 

 

15

 

      Que ninguno hasta el presente,

      Se ha escrutado con la lente

      De la sola razón pura,

Bien adentro, bien al fondo de su ser;

      Que no hay sol y no hay bacterio

      Que no vayan al misterio,

      Cual un medium insensible

Que no tiene la conciencia de quién es;

      No hay discurso, ni hay idea-,

      Por olímpica que sea

      La molécula purpúrea

De la sangre de genial que los creó-,

      Que repitan dos segundos

      Los acentos tremebundos

      De la misma verdad misma

¡Que resuena en lo recóndito del yo!

 

16

 

      Yo sé bien que vas seguro

      Dentro mismo del oscuro,

      Viejo cauce, lecho enorme,

Sendo abismo, largo túnel en que vas,

      Como río entre ribazos,

      Como niño entre los brazos

      Que lo mecen, que lo llevan

Donde ansía la ternura maternal;

      Que, tal vez, sonríe tierno,

      Sin sonrojos, el Eterno,

      Cuando ruges y protestas

Como el torpe razonar de Lucifer,

      Que no siente la armonía

      Del dolor y la alegría,

      Del deber y del derecho.

De la santa libertad y de la ley!

 

17

 

      Pues sabrás que Dios es bueno

      Como el mismo pan moreno

      Que los pobres de la tierra

Santifican con su llanto y su sudor;

      Y más manso, todavía,

      Que la propia luz del día

      Que se vuelva y distribuye,

Sin negar al más infame, su fulgor;

      Y es en vano que te  mofes

      De sus leyes y apostrofes

      Con apóstrofes geniales,

Su existencia, su poder y su bondad;

      Porque nada le conmueve,

      Y en su blanca faz de nieve

      No sublevan tus injurias,

Ni una ráfaga de cólera, jamás!

 

18

 

      Que más lejos de los astros,

      Donde ya no quedan rastros

      De la lógica del Cosmos,

Misma lógica misérrima del ser;

      Más allá de donde ahito

      De rodar, el infinito

      Se prosterna y enrarece-,

Todavía poderoso, manda Él!

      Y por más que vas huyendo

       De su código estupendo

      Por miriadas de centurias,

Cual un hijo que se fuga del hogar...

      Como el pez en el acuario,

      Y en su celda, el visionario,

      Y en sus órbitas los orbes,

Del alcance de sus manos, no saldrás!

 

19

 

      Y yo sé, perfectamente,

      Que mi verba, que mi mente,

      Que mi trágica persona,

Que mi débil, hiperbólico clamor-

      Para ti será tan vano

      Como el rasgo de un insano

      Que al salir acometiese

Con sus gritos enigmáticos al sol;

      Para ti será lo mismo,

      Que oponer al cataclismo

      Catapultas de sarcasmos,

Y sollozos y protestas de mujer,

      Y a los ecos clamorosos

      De los mares tumultuosos,

      Con rescriptos y con varas,

¡El silencio de las tumbas imponer!

 

20

 

      Que del modo que las gotas

      Van cayendo como notas,

      De repliegues en repliegues,

Por los pétalos rizados de la flor-

      Sin sentir, las infelices,

      Que reflejan los matices

      De las hojas que recorren

Como perlas temblorosas de sudor,

      Sin noción, las pobrecitas,

      De las fuerzas infinitas

      Que su ser originaron

En los senos del jazmín o del clavel,

      Sin saber, las desgraciadas,

      Al rodar, electrizadas

      Como lágrimas furtivas

¡Dónde mismo su cristal han de romper!

 

21

 

      Así pongo vacilante,

      Sobre cada consonante,

      Las ideas que me brotan,

Ni lo sé, ni lo sabré, para qué fin;

      Así va, fugaz y terso,

      Reflejando cada verso

      Las bellezas o las sombras

De los días que lo vieron, al surgir;

      Así marcha mi discurso

      Sin pensar en el concurso

      De las hondas energías

Que lo exprimen en mi seno, sin dolor;

      Así vibra mi elocuencia,

      Sin la mínima conciencia,

      De los cículos postreros

¡Donde tenga que cesar su vibración!

 

22

 

      Pues cual busca el arroyuelo,

      Sollozante, sin consuelo,

      Sucesivos desniveles,

Sometido por la ley de su nivel,

      Así voy, como el arroyo,

      Un apoyo en otro apoyo,

      De declives en declives,

Sin poder y sin querer y sin saber!

      Y lo mismo que las olas

      No se yerguen por sí solas

      Ni disponen sus orientes

Con su ronco, su perpetuo resonar-,

      Mis arranques inauditos,

      Y mis quejas, y mis gritos,

      Nada explican, nada pueden,

Como el eco más insólito del mar!

 

23

 

      Mas tal vez, por eso mismo,

      Se desborda mi heroísmo,

      De las ánforas secretas

Donde yace prisionero su licor;

      Cual un vino delicado,

      Neciamente abandonado

      Por la incuria de los hombres,

En el fondo de mi triste corazón;

      Como aquellos manantiales,

      Que detrás de los zarzales,

      En el seno de las rocas,

Purifican y retienen su cristal;

      Como todos los nacidos

      Para ser escarnecidos,

      Cuando suenan los clarines

¡De cualquier evolución providencial!

 

24

 

      Y tal vez por eso mismo,

      Restallante de lirismo,

      Lo fatal y lo imposible

Me deleita contrariar y resolver;

      Cual un ángel del Averno,

      Partidario del Eterno,

      Que a los réprobos absortos

Predicase las bellezas del Edén;

      Cual un punto de la esfera,

      Que ser punto no quisiera,

      Y en la cumbre de los soles

Resolviese proclamar su rebelión;

      Cual un ente miserable

      Que soñando lo inefable,

      Desde el fondo de la sombra,

¡Suspirase por su cruz de Redentor

 

25

 

      Y delante de la furia

      Con que rueda tu centuria

      Como tropa de bisontes

Poseída del delirio de migrar,

      Cual innúmera majada

      Perseguida y azotada

      Por las lluvias invernales,

Que le llevan sin saber a dónde va,

      Como férvido torrente

      Que a la faz de la pendiente

      Se desploma fragoroso

Sin más ley que la maldita de caer:

      Yo, la brizna sin historia,

      Vil sobrante, vil escoria,

      Me levanto formidable,

¡Me propongo fulminar tu estolidez!

 

26

 

      Si, vacía; sí, pomposa,

      Sí, ruin; sí, delictuosa,

      Sí, maligna; sí, cobarde;

Sí, proterva; sí, bestial humanidad.

      Pon la faz arrebolada

      Más abajo de la nada.

      Más abajo, todavía,

Pues te voy a maldecir y apostrofar;

      Soy tu padre, tu poeta,

      Tu maestro, tu profeta,

      Tu señor indiscutible,

Tu verdugo sin entrañas y tu juez!

      No me asustas; te domino,

      Te someto, te fascino

      Con la luz esplendorosa,

¡Con el hierro incandescente de la fe!

 

 

DIOS TE SALVE

 

 

1

 

      Cuando se haga en ti la sombra;

      cuando apagues tus estrellas;

cuando abismes en el fango más hediondo, más imperfecto,

más maligno, más innoble, más macabro, más de muerte,

      más de bestia, más de cárcel,-

      tu divina majestad:

      no has caído todavía,

      no has rodado a lo más hondo...

Si en la cueva de tu pecho más ignara, más remota,

más secreta, más arcana, más obscura, más vacía,

      más ruin, más secundaria,

      canta salmos la Tristeza,

      muerde angustias el Despecho,

vibra un punto, gime un ángel, pía un nido de sonrojos,

      se hace un nudo de ansiedad.

 

2

 

      Los que nacen tenebrosos;

      Los que son y serán larvas;

los estorbos, los peligros, los contagios, los Satanes,

los malditos, los que nunca, -nunca en seco, nunca siempre,

      nunca mismo, nunca nunca, -

      se podrán regenerar,

      no se lloran a sí propios...

se producen imperantes, satisfechos, -como normas,

como moldes, como perros, como pesas controlarias,

      como básicos puntales,

      y no sienten el deseo

      de lo Sano y de lo Puro

ni siquiera un vil momento, ni siquiera un vil instante

      de su arcano cerebral.

 

3

 

      Al que tasca sus tinieblas;

      Al que ambula taciturno;

al que aguanta en sus dos lomos, -como el peso indeclinable,

como el peso punitorio de cien urbes, de cien siglos;

      de cien razas delincuentes,-

      su tenaz obcecación;

      al que sufre noche y día,-

      y en la noche hasta durmiendo,-

como el roce de un cilicio, como un hueso en la garganta,

como un clavo en el cerebro, como un ruido en los oídos,

      como un callo aposternado

      la noción de sus miserias,

      la gran cruz de su pasión:

yo le agacho mi cabeza; yo le doble mis rodillas;

yo le beso las dos plantas; yo le digo: Dios te salve...

¡Cristo negro, santo hediondo, Job por dentro,

      vaso infame del dolor!

 

 

VADE RETRO

 

 

1

 

Tú eres joven como un lirio de los valles

Que recién abre su cáliz,

      Que recién

Los cendales candorosos de sus pétalos de seda

Suelta al viento de la aurora...

      ¡Yo soy trágico laurel!

¡Yo soy viejo, carcomido, lamentable,

Como un roble centenario,

      Que cayó!

Que cayó para in eternum, para nunca más alzarse

Por los siglos de los siglos,

      Bajo el látigo de Dios!

 

2

 

Son tus carnes azucenas y jazmines

Sonrojados a los besos

      De la luz;

De la luz de cien incendios pavorosos,

De cien soles fulgurantes...

      ¡Mas tu carne no eres tú!

¡Tú eres sombra, sombra enorme, sombra misma

Sombra llena de ansias

      De gozar!

Tus deseos se retuercen como sierpes iracundas,

Insaciadas, insaciables...

      ¡Pubertades de Satán!

 

 

EL MISIONERO

 

 

Para Bartolito Mitre, en la gloria

 

 

1

 

   De compasivos canes escoltado,

Sobre un bloque de piedra de la vía,

Zozobrante, vencido, en agonía,

Un siervo del Señor cayó postrado.

 

   Cual desgranada, mísera mazorca

Que saltó del maizal en el camino,

Parecía, más bien, el Peregrino,

Desecho deleznable de la horca.

 

   Y era desecho mismo. La tonsura

No inmuniza del dolo y los pesares:

Del sagrado mantel de los altares

Se desprende, también, polvo y basura.

 

   Como Pablo, el Apóstol de las Gentes,

Aquel vil protegido de sus perros,

Por mares, por estepas y por cerros

Corrió tras ilusiones eminentes...

 

   Y allí, con su sayal hecho jirones

Y apoyando en un can la flaca diestra,

Aquel fraile de Dios era la muestra

De cómo trata Dios los corazones.

 

2

 

   Tal vez, una visión de faz macabra

Le sacó de su grande abatimiento,

Y al despertar aquel, su pensamiento

Se deshizo en el mar de la palabra.

 

   Mudo debiera estar pero, recuerda,

Y hablaría, quizás, amordazado...

Porque impera una ley que al derrotado

Le impone repicar la misma cuerda.

 

   Y es propio del Dolor, joven o viejo,

Despedir melancólico relente

Y derramar, lo mismo que una fuente,

La cáustica lejía del consejo.

 

   ¡Virtud de la Tristeza, que percibe

Con profética luz, remotas huellas,

Como se ven más claras las estrellas

Desde la sombra fría de un aljibe!

 

3

 

   Cual pudiera un bohemio, el Franciscano,

Se puso a platicar con su jauría...

¡No caemos del todo, sino el día

Que cuando pasa un can, pasa un hermano!

 

   ¡El ser hombre es gemir, magüer los nombres

Con que su pobre condición revistes;

Y por eso las bestias, que son tristes,

Cuando sospechan un dolor, son hombres!

 

   Y yendo, sin querer, al punto fijo,

Como quien sus heridas palpa y frota,

Destilando su hiel, gota por gota

A sus perros y a Dios el fraile dijo...

 

4

 

   “En este bajo, relativo suelo,

También para ser santo hay que ser listo;

No basta ir a una cruz para ir a Cristo,

Ni basta la bondad para ir al cielo.

 

   “La misma compasión requiere astucia

Para sellar con gloria su cruzada,

Si no quiere, después, ser arrojada

Sucia y hedionda, como venda sucia.

 

   “Los sicarios del Bien han de ser yermos,

Duros como filósofos estoicos:

Los médicos más nobles, más heroicos,

No lamen el sudor de sus enfermos.

 

   “La luz no triunfa, el Ideal no medra,

Sin un cierto brutal extorsionismo:

Cual un César sin ley, el pastor mismo

Gobierna con su palo y con su piedra.

 

   “Reservan las Deidades sus primeros,

Sus más graves designios, en sus palmas;

Y reclutan su ejército en las almas

Que aceptan no valer, como los ceros: 

 

   “Espíritus soberbios de modestia,

Gemas incorruptibles de diamante,

Dentro de la caterva delirante,

Que por lo mismo que delira, es bestia;

 

   “Seres pura razón, seres jocundos,

Sin rebeldías necias de lacayo

Que van sin pensamiento, como el rayo,

Que giran sin dolor, como los mundos;

 

   “Corazones de ley que se consuelan

Con saber que después tendrán ventura,

Que no dieron jamás en la locura

De pretender dolores que no duelan;

 

   “Focos de claridad de luz terrible

Dentro su estolidez de sulpicianos,

Que saben que los ímpetus son vanos,

Que todo se ha concluído en lo posible.

 

   “Almas sin ansiedad, almas estrella,

Que siguen mansamente su trayecto,

Sin comprender la fiebre del insecto

Que busca luz, para morir en ella...

 

   “La azucena, la nieve y el armiño

Pierden su nitidez al microscopio:

El afán del análisis es propio

Del imbécil, del pérfido y del niño.

 

   “Como chispa fugaz y estrofa trunca

Palpita lo absoluto entre los pechos:

La verdad miserable de los hechos

No es la misma verdad ni será nunca.

 

   “Inhumano, inconcreto, el sacerdote

Ame a Dios, sólo en Dios, y no en ninguno;

Y si el triunfo de Dios es oportuno...

¡Bese con la traición del Iscariote!”

 

   Clamó con el valor de los insanos,

El viejo Apóstol, sin temer su mengua,

Mientras los canes, con cristiana lengua,

Le ungían caridad sobre las manos.

 

5

 

   Y siguió, con apóstrofes más duros,

Y hablando a todos, pues hablaba solo:

“Más fría que los témpanos del polo

Tiene que ser el alma de los puros.

 

   “Virtud es solidez, feroz arraigo

Que ninguna potencia desarraiga

Y el puro ha de decir: caiga quien caiga,

Yo me quedo en mi torre... ¡y no me caigo!

 

   “Con amor, nada más, nadie resiste

La sugestión de una conciencia en ruina:

Vale más inyectarse de morfina

Que de una sola lágrima del triste.

 

   “Con atrayente, gemidor murmurio,

Rueda la vida trágica del foso,

Y un perfume sutil y capitoso

Brota de los andrajos del tugurio.

 

   “Unas mórbidas vírgenes aciagas

Riman en el dolor como nefando.

Hay un Luzbel sagaz que va volcando

Polvo de compasión sobre las llagas.

 

   “La misma reacción sobre la injuria,

La propia indignación por el despojo,

En las fibras enfermas, siempre al rojo

Se condensan y estallan en lujuria.

 

   “Yo no sé de las raudas espirales

Por donde gira Dios sus voliciones...

¡Pero yo sé de azules contriciones

Que acabaron en sucias bacanales!

 

   “Pero yo sé que a las virtudes áridas

Circundan magdalenas infinitas,

Que vierten, las traidoras, las malditas,

Lágrimas de ansiedad como cantáridas.

 

   “El débil no es inocuo, no es inerme

Como una frágil, vagabunda pompa:

No hay báculo de apoyo que no rompa,

Ni pecho compasivo que no enferme.

 

   “Baja la Compasión y la Miseria,

Blanca la Compasión y perfumada,

Y resurge a la luz toda manchada,

Toda llena de taras y de histeria.

 

   “Nadie podrá decir: yo soy el Pleno,

Yo soy el Intachado de seguro;

Pues el que quiera conservarse puro,

Muchas veces tendrá que no ser bueno.

 

   “Hay entre la Equidad y la Justicia,

Nada más que una feble sutileza...

¡Y entre la Caridad y la pureza,

Un abismo, sin fondo, de inmundicia!”

 

   Calló el Apóstol, y en su adusto ceño,

Como en un tronco escuálido de otoño,

Se sospechaba el cárdeno retoño

De un deleitable, de un nefando sueño.

 

6

 

   Mas, levantando el sórdido capucho,

Toca de su radiante, calva testa,

Dijo, con voz de llanto y de protesta:

“Yo soy el miserable que amó mucho.

  

   “Soy el que puso paz en la discordia,

Pan en el hambre, alivio en las prisiones,

Y en la obsesión tenaz, más que razones,

Puso sin razonar, misericordia.

 

Yo derramé, con delicadas artes,

Sobre cada reptil una caricia:

No creí necesaria la Justicia

Cuando reina el Dolor por todas partes.

 

   “Con sublime, suprema Democracia,

Cualquier hombre fue hombre en mi presencia;

No dividí jamás en mi conciencia

Cual un escriba infame, la Desgracia.

 

   “Yo miré con espanto al miserable,

Con el espanto del Caín primero,

Cual si yo -¡pobre sombra, todo entero!-

Fuese de su miseria responsable.

 

   “Yo entendí que los éxitos ultrajan

La equidad del Señor y de sus dones;

Pues por un triunfador hay mil millones

Que más debajo de sí mismo, bajan.

 

   “Yo repudié al feliz, al potentado,

Al honesto, al armónico y al fuerte...

¡Porque pensé que les tocó la suerte,

Como a cualquier tahur afortunado!

 

   “Yo tuve la tendencia, la costumbre,

De poner mi saliva en las montañas;

Pero, las di sin pena mis entrañas,

Cada vez que dejaron de ser cumbre.

 

   “Yo veneré, genial de servilismo,

En aquel que por fin cayó del todo,

La cruz irredimible de su lodo,

La noche inalumbrable de su abismo.

 

   “Yo devolví su cetro a la Locura,

Fomentando en las almas anormales,

El gesto imperatriz de los fatales,

La rigidez papal de la tonsura.

 

   “Yo hice del corazón y la cabeza

Para la turpitud, sagrados muros;

Porque juzgué que los que nacen puros

Tienen su protección en su pureza.

 

   “Yo quebré la violencia de los rayos

Que lanzan a lo mísero las leyes,

Postrándome a los pies de tales reyes...

¡Que no podrían ser ni mis lacayos!

 

   “Yo me puse a la zaga de la Ciencia,

Manteniendo los fueros de lo Impío;

Cuando la ví negar el Albedrío,

Vi que no puede haber sino Inocencia.

 

   “Yo tendí sobre todos, como un manto,

Mi noción supersabia del Derecho;

Dije, que a cada mácula de un pecho

Corresponde una lágrima de llanto.

 

   “Yo renuncié las glorias mundanales

Por el arduo desierto solitario,

Para sembrar, también, abecedario,

Donde mismo se siembran los trigales.

 

   “Yo tuve mi covacha siempre abierta

Para cualquier afán, falaz o cierto,

Y tan franco, tan libre, tan abierto,

Mi hermoso corazón como mi puerta.

 

   “yo deliré de hambre sendos días,

Y no dormí de frío sendas noches,

Para salvar a Dios de los reproches

De su hambre humana y de sus noches frías.

 

   “Yo recibí el sarcasmo pestilente

que de los senos presidiarios corre,

Como el santo de piedra de una torre

Las caricias del sol sobre su frente.

 

   “Y a pesar de ser bálsamo y ser puerto,

De ser lumbre, ser manta y ser comida...

¡A mí nadie me amó sobre la vida,

Ni nadie me honrará después de muerto!”

 

   Como rueda, filtrando los breñales,

El manantial nervioso y cristalino,

Comenzó, por la faz del Peregrino,

A desatar el llanto sus raudales.

 

   Y a la intensa emoción que trascendía

De aquel solemne rostro taciturno.

Un aullido de pánico nocturno

Lanzó, como un lamento, la jauría.

 

   ¡No hay gemido, no hay sombra, no hay entierro

No hay soledad, no hay llama que se apague,

Que no reciban, sin que nadie pague,

Los misereres clásicos del perro!

 

7

 

   Y el apóstol siguió con voz airada

Por poner a sus lágrimas un punto:

“¡Soy lo que ya no es!... ¡Soy el trasunto

De la soberbia de Satán, domada!

 

   “La caridad es Dios, y es la más bella,

La más profunda nota del Calvario;

Pero, piense, también, el temerario

Que Jesús no es camino sino estrella.

 

   “La caridad es Dios, como el capullo

Tiene que ser perfume y hermosura,

Pero, la caridad de la criatura,

Surge del Egoísmo, y es Orgullo.

 

   “La caridad es Dios; sin el efecto,

Sin la nefanda sensación del lodo...

¡Sí, Dios es Caridad; mas, sobre todo,

Es Suma Voluntad de lo Perfecto!

 

   “Sepa la Humanidad, la loba hirsuta,

Víctima del delirio de sus tenias:

Su morbosa explosión de neurastenias

No puede ser jamás Vida Absoluta.

 

   “Sepa la Humanidad que yo me temo,

Que cuando el día sin dolor encuentre,

Se ponga a contemplar su propio vientre,

Presentando la espalda al Bien Supremo.

 

   “Sepa que su labor, que sus heridas,

Que la trama sutil de sus pasiones,

Vibran con prodigiosas radiaciones,

Al provenir más hondo referidas.

 

   “Sepa que lo doliente, que lo triste,

Retoma fuerzas nuevas en la tumba...

¡Que caiga, que retorne, que sucumba,

Si el ambiente de fragua no resiste!

   “Y sepa que cualquier razonamiento

Consigue la verdad y tanto brilla,

Como una luz fugaz de una cerilla,

Sobre la luz astral del firmamento!...”

 

8

 

   Y transportado al fondo del Nirvana

O, como buen genial, contradictorio,

Prosiguió razonando perentorio,

Sin ver en su razón, Razón humana:

 

   “Los hijos de la Sombra y el Prostíbulo,

Miente la Compasión, no se redimen:

Nacieron con el síntoma del Crimen

Y el fervor inefable del Patíbulo.

 

   “Como la herida que se cierra en falso,

Cualquier choque fortuito los encona;

Anhelan, como el genio una corona,

Su Hospital, su Presidio y su Cadalso.

 

   “Y el Mal es mal: lo mísero, lo inmundo,

Lo formado de pústulas y lamas,

Debe rodar al centro de las llamas

Para salvar de su contagio al mundo.

 

   “Hay un fin, hay un plan, hay un camino,

Hay un punto de cita, hay un miraje,

Hay un afán de búfalo salvaje...

¡El afán migratorio del Destino!

 

   “Y hay que llegar al fin, reacio potro,

Saltar hacia lo azul, sin miedo alguno;

El bien de las crisálidas es uno,

Y el bien de los arcángeles es otro.”

 

9

 

   “Caridad, Compasión: palabras huecas,

Llanto de cocodrilo plañidero...

¡Si una santa mujer, si un jardinero,

Abonan su jardín con hojas secas!

 

   “Felicidad total: maldito nombre,

Consigna del cobarde y del tirano...

¡La perfección en sí del cuadrumano,

Tal vez hubiese suprimido al Hombre!

 

   “Ser algo es ser esclavo; no hay libertos...

¡Todo marcha en la lógica Suprema:

Desde el collar de soles de un sistema

Hasta cualquier montón de insectos muertos!

 

   “En vano, Chusma sacra, en vano jipas...

¡Tienes que trasponer los Infinitos,

Como avanza el rocín bajo tus gritos,

Arrastrando al andar sus propias tripas!

 

    “En las olas que te alzan y voltean,

Ruedas al más allá, roja burbuja,

Sin saber la razón que a ti te empuja,

Como no sabe un buey por qué le arrean.

 

   “En vano, Viejo Adán, en vano exhalas

Blasfemias de Titán, al monte asido:

El que vendrá después, el Prometido,

Sólo será un cerebro con dos alas.

 

   “El mejor no eres tú, pálido rostro,

Tímida tentativa en la redoma,

Como cualquier semilla no es la poma,

Ni cualquier fuego cósmico es un astro.

 

   “Vas a tu Superior, a tu Distinto;

Y ese no te tendrá ni amor ni envidias,

Como los blancos mármoles de Fidias

Nunca se doblan a palpar su plinto.

 

   “Tú caerás en la sombra, y el Ser Nuevo

No ha de pensar que fue tu desarrollo,

Con la suma sapiencia con que un pollo

Rompe y olvida la prisión del huevo.

 

   “Tú caerás en la sombra, como el cable

Que fue para escalar muro enemigo,

Como caen las películas del trigo

En la racha de viento inescrutable.

 

   “Tú caerás en la sombra impenetrada

Donde yace la cáscara ya rota...

¡Donde van las palabras del idiota,

A la nada sin nada de la Nada!”

   Cual un Moisés altísimo y tonante

Destacado en la luz del horizonte,

Parecía que hablase desde un monte,

Trágico de razón, el Mendicante.

 

10

 

   Y cual un César loco, cuyo manto

Desgarra él mismo y en el lodo arroja,

Se puso a deshojar, hoja por hoja,

Su propio enorme corazón de santo:

 

   “Como madre sensual dejé mi beso

Sobre cada bubón de los leprosos:

Y aquellos besos... ¡ah! Son espantosos

¡Pudren hasta la médula del hueso!

 

   Iracundo de Amor, rompiendo trabas,

No puse a mi bondad ninguna linde:

Y la fría razón que no se rinde,

Deshonró mi tonsura con sus babas.

 

   Como el ángel de Asís, el gran cristiano,

Quise decir, también, “hermano Vicio”;

Y produje la sombra y el desquicio

Dentro de mi cerebro soberano.

 

   “Cargué la Cruz sobre mi espalda recia,

Con la fe de un jayán de ardientes nervios:

Y aquella Cruz no es carga de soberbios...

¡No es un deporte olímpico de Grecia!

 

   “La pensé un talismán, que, no sé cómo

Consagra privilegios nunca vistos:

Y Ella, sobre los falsos Jesucristos,

Pesa como cien lápidas de plomo.

 

   Quise imperar sobre la res vencida

Poniéndole mi gloria por escudo,

Y aquí yazgo, famélico, desnudo,

Promiscuando su cueva y su comida.

 

   “Pretendí ser el Único, el más solo,

El que no se apoyase en vida alguna;

Y estoy, como un expósito sin cuna

Bajo la noche frígida del Polo.

   “Soñé forjar, por fin, no sé qué obra,

Con mi sola gentil conducta extraña;

Y este mundo burgués, que no se engaña,

Me pisa, sin mirar, como a su sombra.

 

   Por eso masco la áspera corteza

De mi propio desprecio indefinible,

Con la vil sensación de lo imposible

Clavada, como un clavo, en mi cabeza!...”

 

   No pudo proseguir... Seco, rabioso,

Con el gemir de formidable llanta,

Restalló, de repente, en su garganta,

Suma de sus angustias, un sollozo.

 

   Aquel hondo mugido vibró tanto,

Que traspasó recónditos confines,

Y sus propios hermanos, los mastines,

Se volvieron al Fraile con espanto.

 

11

 

   Se repuso por fin, y resumiendo

En epílogo intenso su discurso,

Comenzó a despedirse del concurso

Que a su largo gemido fue surgiendo:

 

   “Todo es contradictorio, todo vago.

Todo se ve al través de una penumbra:

La misma antorcha que en la noche alumbra,

Sirve para el incendio y el estrago.

 

   “Siembran dos jardineros su simiente,

Idénticas las dos, una mañana:

Y el primero cosecha una manzana,

Y el otro, miserando... ¡una serpiente!

 

   “Yo no sé  qué pragmáticas malditas

Fulminan a mis obras más amables,

Cual migración de bestias formidables

Sobre una floración de margaritas;

 

   “Mas, yo sé que mi cruz, justa o injusta,

Me postra de rodillas en el barro,

Como sabe la res que tira un carro,

Que le rasgan las carnes con la fusta;

   “Mas yo sé que mi verbo, que mi lema,

No tienen alma ya donde prosperen,

Como saben los Césares que mueren

Que no se pondrán más una diadema;

 

   Y yo sé que mi propio epitalamio

Canto aquí, de mis bodas con la tumba...

¡Como el pobre albañil que se derrumba

Sabe que va cayendo del andamio!

 

12

 

   “De la más ruin pasión a la más alta

Pasan frente de mí sin que yo sepa.

Llegué por fin. Ya estoy sobre la estepa

Donde la sombra de sí mismo falta.

 

   “Fui grande en el soñar y fui pequeño

El día de la acción y eso me pierde...

¡Pero, no quiero ya que se recuerde

Que ya es una virtud tener un sueño!

 

   “Que sobre mí su maldición irradie

La conciencia vulgar, la ley del hombre:

Perdí persona, posición y nombre

Y para bien del Bien ya no soy nadie.

 

   “Nadie soy, en verdad, pues no me queda

Ni un ápice de luz, ni un leve perno,

La musa de lo cósmico y eterno

Cerró sus alas... ¡encallé mi rueda!

 

   “Se desató el ciclón. Dios me desgaja,

Y el Criterio de Dios no se interrumpe...

¡Si el volcán de sus cóleras irrumpe...

Arde su Creación como una paja!

 

   “Yo mismo, sin piedad, no me perdono

Ese luchar frenético de Olimpia;

Criminal es un bien que nada limpia,

Castigo es una cruz que no es un trono.

 

   “Sin ley, ni hogar, ni patria, ni destino,

Como las hojarascas de la selva,

Dejaré de sufrir cuando me vuelva,

Polvo bien pisoteado del camino!...

13

 

   “Pero, no quiero yo, de ningún modo,

Que me perdonen teólogos ateos...

A quien se absuelve, al absolver los reos,

Es al sublime Artífice de Todo!

 

   “Prefiero que los sabios, casi estetas,

Que llaman al dolor “idiosincracias”,

Pongan motes en griego a mis desgracias...

Para cobrar más caro sus recetas.

 

   “El perdón es la mácula de cieno

Puesta sobre la clámide de un nombre,

¡Porque tengo amarguras, ya soy hombre,

Y porque soy un hombre, ya soy bueno!

 

   “¡Hablen los impecados, a porfía:

Desescamen la red de sus escamas...

¡Digan si saben al dejar sus camas,

Cuál será su belleza de aquel día!

 

   “Cuando el hijo de Dios, el Inefable,

Perdonó desde el Gólgota al perverso...

¡Puso, sobre la faz del Universo

La más horrible injuria imaginable!

 

   “Sepa por primer vez el presidiario,

Y alce su frente mustia y lapidada:

El más vil... es un alma destinada

Como el propio Jesús, a su Calvario!

 

   “Somos los anunciados, los previstos,

Si hay un Dios, si hay un Punto Omnisapiente;

Y antes de ser, ya son, en esa Mente,

Los Judas, los Pilatos y Los Cristos!”

 

14

 

   Dijo, y al ver que con cobarde espanto

Murmuraba la turba, gritó fiero:

“¿Dónde está el miserable que primero

Vino a regar mi pecho con su llanto?

 

   “¿Dónde está, dónde rasca los residuos

De su mordiente lepra inveterada?...

¡Para lanzar a él toda esta nada,

Y untarle mis consuelos más asiduos!

 

   “¿Dónde está, dónde gime sin la sombra

De mi pecho de madre sin rencores?

¡Para tejerle un camarín de flores,

Y tenderme a sus pies como su alfombra!

 

   “¿Dónde oculta sus pálpitos de lobo?

¿Dónde esgrime su trágica energía?

¡Para ponerme yo como vigía,

Mientras urde su crimen y su robo!

 

   “¿En qué frío pretorio, en qué portales

Tiembla bajo la toga de sus jueces?...

Para decir, para gritar mil veces:

El juez y el Criminal son anormales!

 

   “¿Qué rincón de hospital le da su asilo?...

¿Quién estudia su mal como en un perro?...

¡Para ponerme yo bajo del hierro,

Que desgarra esas carnes con su filo!

 

   “¿Dónde está su cadáver sin mortaja,

Caliente todavía y ya deshecho?...

¡Para rajar el roble de mi pecho

Y labrarle los muros de su caja!

 

   “¿Dónde están sus despojos sin hermanos,

Sin nadie que a gemir se les arrime?...

¡Para poner mi corazón sublime,

Como una flor de púrpura en sus manos!

 

15

 

   “¿Quién proclama el imperio de lo Injusto?

¿Quién afirma que a Dios todo le cuadre?...

¡Si Dios no puede herir sin ser mal padre,

Ni siquiera la rama de un arbusto!

 

   “¿Por qué concebirán todas las mentes

Apóstrofes al Crimen, fulminarios? 

¡Si los propios chacales sanguinarios,

Como un blanco vellón son inocentes!

 

   “¿Qué moral puede ser esa siniestra

Que mata todo impulso en la criatura?

¡Si la sola razón que no es locura,

Es hacer Razón misma, de la nuestra!

 

   “¿Quién habla de Deberes, de Derechos,

De arrojar a los malos a una pira?...

¡Si ellos viven sus vidas sin mentira;

Si no pueden dejar sus propios pechos!

 

   “¿Qué sable justiciero es esa daga

Que sólo hiere frentes sin diadema?...

¿Por qué no abisma el sol, cuando nos quema?

¿Por qué no seca el mar, cuando nos traga?

 

   “¿Por qué ha de dejar el Universo

Vasto campo a la luz para que vibre,

Y el corazón de Adán no ha de ser libre,

Y el alma ha de rimarse como un verso?

 

   “¿Qué ciencia miserable es esa ciencia

Que nada sabe más que el primer día?...

¿Qué remedia con ver una insanía

Donde antes vio pasión y no demencia?

 

   “¿Por qué no es el amparo y el abrigo

Del insólito y túrpido y oscuro?

¿Por qué no se levanta como un muro,

Entre cada infeliz y su castigo?

 

   “¿Por qué no dice cuando el viento brama,

Que hay una aberración en el ambiente,

Y dice que hay un loco delincuente

Cuando la sangre ajena se derrama?

 

   “¿Qué hace de su saber que yo no envidio,

De sus ansias de honor que no son pocas,

Que no empieza a curar las almas locas

Y hunde para in eternum el Presidio?...”

 

16

 

   Todos le contemplaban descubiertos,

Cual si les atrajese algún abismo,

Y él, entonces, se alzó sobre sí mismo,

Y exclamó con los brazos bien abiertos:

 

   “Ven a mí, recua inmensa, hija del llanto,

Escala del feliz, Luzbel hediondo...

¡Tengo todo el secreto de tu fondo,

Por la misma razón de que soy santo!

 

   “Ven a mí, rey enfermo, vil canalla,

Quiero que con tus lágrimas me mandes:

Yo soy como aquel grande entre los grandes

Que no dobló su frente en la batalla.

  

   “Sombra y luz, piedra y alma, seso insano

Y ángel lleno de dudas y malicia:

Yo no sé de Razón ni de Justicia...

¡Sólo quiero saber que soy tu hermano!

 

   “Chusma ruin, que tus dedos como sondas

Hurguen en las heridas de mi brega,

Y palparás al menos, si eres ciega,

Que las hechas por ti, son las más hondas.

 

   “En tu árido desierto, soy la palma

Que fue sombra, fue templo y fue cenáculo;

Ven a mí, que devore tu tentáculo

Los ubérrimos dátiles de mi alma.

 

   “Ven a mí, monstruo amigo, no estoy muerto,

Como no muere nunca una gran lira:

Que otros vivan la ley, que es la mentira.

Yo vivo los impulsos, que es lo cierto.

 

   “Aquí estoy, si me manchan tus minucias,

Tus terribles minucias, más me place:

El obrero mejor, el que más hace,

Tiene las manos más que todos, sucias.

 

   “Y odie al feliz, que es bestia, ésta mi fiebre;

Y me ultraje y repudie, y me dé coces...

¡Yo amo la libertad como los dioses,

Y el feliz, como el asno, su pesebre!

 

   “No me causa pavor, ni me difama,

Envolver con mi llanto tu persona:

No soy el Cristo-dios que te perdona...

¡Soy un Cristo mejor, soy el que te ama!

 

   “Quiero que el salivazo inexorable

Que cae sobre tu testa, desde arriba,

Mi soberana testa lo reciba,

Primero que la tuya irresponsable.

 

   “Pise sobre mi cuerpo, no perdone,

Toda la Sociedad, pise y apriete:

No habrá de conseguir que la respete,

Ni logrará jamás que te abandone.

 

   “Aquí estoy, que tu enorme espumarajo,

Cual una enorme injuria, se derrame...

¡Enorme cruz, enormemente infame,

¡Quiero llorar en ti, como un andrajo!

 

   “Bajé al abismo, con el alma llena

De una perpetua luz que no se agota:

¡Soy miseria, soy ruina, soy derrota...!

¡Pero, por ley fatal, soy azucena!

 

   “Me quebré, me rompí, como una clara,

Bruñida copa de cristal sonante;

Pero me queda inspiración bastante,

Para incendiar el Sol, si se apagara.

 

   “No hay Jordán que me lave de los rastros

De tu cáustico roce de vestiglo;

Pero, yo rodaré, de siglo en siglo,

Proyectándote luz como los astros.

 

   “¡Pulpa sin gratitud, no sabrás nunca

Que yo luché con Dios, que te moldea!...”

Y se quedó de pie, con una idea

Que se va del cerebro y queda trunca.

 

 

SIETE SONETOS MEDICINALES

 

 

¡AVANTI!

 

   

                                                        Para Don Félix J. Tettamanti

 

   Si te postran diez veces te levantas

Otras diez, otras cien, otras quinientas...

No han de ser tus caídas tan violentas

Ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

 

   Con el hambre genial con que las plantas

Asimilan el humus avarientas,

Deglutiendo el rencor de las afrentas

Se formaron los santos y las santas.

 

   Obsesión casi asnal, para ser fuerte,

Nada más necesita la criatura,

Y en cualquier infeliz se me figura

Que se rompen las garras de la suerte...

 

   Todos los incurables tienen cura

Cinco segundos antes de la muerte!

 

 

¡PIU AVANTI!

 

 

   No te des por vencido, ni aún vencido,

No te sientas esclavo, ni aún esclavo;

Trémulo de pavor, piénsate bravo,

Y arremete feroz, ya mal herido.

 

   Ten el tesón del clavo enmohecido,

Que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;

No la cobarde intrepidez del pavo

Que amaina su plumaje al primer ruido.

 

   Procede como Dios que nunca llora,

O como Lucifer, que nunca reza,

O como el robledal, cuya grandeza

Necesita del agua y no la implora...

 

   ¡Que muerda y vocifere vengadora,

Ya rodando en el polvo tu cabeza!

 

 

¡MOLTO PIU AVANTI!

 

 

   Los que vierten sus lágrimas amantes

Sobre las penas que no son sus penas;

Los que olvidan el son de sus cadenas,

Para limar las de los otros antes;

 

   Los que van por el mundo delirantes,

Repatiendo su amor a manos llenas,

Caen, bajo el peso de sus obras buenas

Sucios, enfermos, trágicos... ¡sobrantes!

 

   ¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!

Nunca sigas impulsos compasivos!

¡Ten los garfios del odio siempre activos,

Y los ojos del Juez siempre despiertos!...

 

   ¡Y al echarte en la caja de los muertos,

Menosprecia los llantos de los vivos!

 

 

¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA!

 

 

   El mundo miserable es un estrado

Donde todo es estólido y fingido,

Donde cada anfitrión guarda escondido

Su verdadero ser, tras el tocado.

 

   No digas tu verdad ni al más amado;

No demuestres temor ni al más temido;

No creas que jamás te hayan querido

Por más besos de amor que te hayan dado.

 

   Mira cómo la nieve se deslíe

Sin que apostrofe al sol su labio yerto,

Cómo ansía las nubes el desierto

Sin que a ninguno su ansiedad confíe...

 

   ¡Trema como el infierno; pero ríe!

¡Vive la vida plena, pero muerto!

 

 

¡MOLTÍSSIMO PIU AVANTI ANCORA!

 

 

   Si en vez de las estúpidas panteras

Y los férreos estúpidos leones,

Encerrasen dos flacos mocetones

En esa frágil cárcel de las fieras,

 

   No habrían de yacer noches enteras

En el blando pajar de sus colchones,

Sin esperanzas ya, sin reacciones

Lo mismo que dos plácidos horteras;

 

   ¡Sea el que tú seas, ya lo sabes:

A escrutar las rendijas de tu jaula!

 

 

VERA VIOLETTA

 

 

   En pos de su nivel se lanza el río

Por el gran desnivel de los breñales;

El aire es vendaval, y hay vendavales

Por la ley del no-fin, del no-vacío;

 

   La más hermosa espiga del estío

No sueña con el pan en los trigales;

El más noble panal de los panales

No declaró jamás: Yo no soy mío.

 

   Y el sol, el padre sol, el raudo foco

Que lo fomenta todo en la Natura,

Por fecundar los polos no se apura,

Ni se desvía un ápice tampoco...

 

   ¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,

siempre que lo permita tu estatura!

 

 

APOSTROFE

 

 

                                                                  Para mis amigos los Doctores

                                                              Carlos C. Madariaga y D. Fran-

                                                              Cisco A Barroetaveña.

 

1

 

Mentecato razonante, - amoral y razonante,

           Amoral y atrabiliario, -

Como aquellos Federicos, tus abuelos,

Como aquel tu regio primo que arrojaron a las ondas:

           Tragicómico.

Personaje de Moliére incorporado a la técnica de Hugo.

            Un mediocre, un secundario,

Con desplantes de Nerón, declamatorio y homicida:

             Medio histrión, medio chacal.

Dulcamara de las artes y las letras

Que profanas los prodigios del ingenio

              Grave y hondo,

              Noble y fuerte,

De los jóvenes artistas de Alemania,

Con los necios cascabeles petulantes

Y los místicos remedios incongruentes

              De tu inflada medianía,

              De tu enorme fatuidad.

 

2

 

              Dictador de un pueblo manso,

Que a virtud de un cientifismo más brutal que los azotes,

              Le has hundido en el abyecto

Gran trajín de los insectos laboriosos:

              En su helado mecanismo;

En aquella disciplina de colmena

Que persigue un fin extraño a las abejas.

              Democracia encasillada,

Donde todos son felices, - donde todos

Dan la misma sensación de los felices, -

              Porque nadie es personal.

              Democracia de inconscientes,

              De resortes aceitados,

Incapaz de las preñeces inefables

              De las madres de los Cristos.

Democracia subalterna, sin historia,

              Que es idéntica por siempre

De una punta a la otra punta de los tiempos...

¡Que es la misma democracia miseranda

Que conduces al asalto en batallones,

              Y la misma que desdoras,

Sometida a las liturgias de la higiene

              Como un torpe lupanar!

 

 

 

3

 

              Mientras tú, - zángano y pulpo,

              Hiperbólico parásito

              Tenebroso, -

Te reservas el derecho de ser libre,

               De ser hombre, de ser loco,

               De ser genio extravagante,

               De dar rienda a tus impulsos

Porque Dios así lo quiso, porque Dios así lo manda,

               Porque Dios te necesita

Para el logro de sus planes y designios...

               Charlatán.

 

4

 

               Asesino coronado,

Con las manos empapadas en la sangre de millones de inocentes;

               De mujeres y de niños y de ancianos, -

               Base y cumbre de la vida, -

De ignorantes campesinos y de bestias de labranza,-

               Compañeras de los tristes y los pobres

               Y factores de riqueza y alegría

               Como el pobre y como el triste.

Impostor, grotesco Atila, descendiente putativo

Del monarca de los Hunos,

               Tragediante,

Cuyas manos sumergidas en la sangre de cien pueblos,

               Ya no manchan lo que tocan

               Con la sangre que destilan;

               Porque todo está sangriento,

Porque todo está purpúreo como un coágulo fantástico:

               Tierra y mar.

               Mitológico demonio,

               Cuyas fauces, cuyos cuernos,

Cuyas garras y pezuñas chorreantes

En la sangre generosa de la flor de los varones

Dejarán por luengos años apagadas

               Las antorchas de Himeneo;

Las tribunas populares sin apóstrofes,

Como bocas desdentadas y sin lengua;

Polvorosos y vacíos y yacentes

               Alambiques y retortas;

El taller de los artistas, infecundo,

               Pues las musas, -

Que se entregan por sí mismas al ingenio

               De mancebos y de ancianos, -

No darán a otra mujer todas sus gracias;

               Mudo y frío

               Mudo y trágico,

Como un alma bajo el peso de su crimen,

               El taller de los obreros, -

Maculado con la sangre de los parias de la tierra

Y acusado, por la suma de los tiempos y los hombres,

               De traición y fratricidio; -

Los terrenos de labor, -ayer gloriosos

Como el vientre de las madres campesinas, -

               Hoy siniestros y baldíos, -

               Deshonrados y horadados

               Por las furias de la guerra,

Cual pudiera deshonrarlos y horadarlos

Un ejército de búfalos en marcha,

               Una piara fabulosa; -

               Las ciudades enlutadas;

               Los caminos solitarios;

Los portentos seculares de alarifes ignorados, -

Cuyas torres, como súplicas de piedra,

               Se perdían en las nubes, -

Convertidos en refugios de alimañas;

Las aldeas, -visitadas por los lobos,-

Reducidas a unos viejos y unos niños

Haraposos, macilentos, lamentables;

               ¡Sin honor la humanidad!

 

5

 

Invasor indiferente como un bruto,

               Cual un asno enfurecido,

Cual un férvido bisonte trashumante

Que no ve lo que destruye con sus patas,

               En su fiebre ambulatoria,

               En sus ansias de migrar;

               Invasor indiferente

A lo bello, a lo sagrado y lo indefenso, -

               Que están siempre por arriba

               De la cólera del hombre,

               Como un niño en sus pañales,

               Como el sol en su dominio sideral; -

Destructor de catedrales portentosas,

Y colegios, y hospitales, y ambulancias,

               Y barcazas pescadoras,

Y ciudades tan abiertas como el cielo,

Y poblachos tan risueños e inocentes

               Como el patio de una escuela:

               Por jactancia,

               Por barbarie enardecida,

               Por llenar de espanto al mundo,

Porque así lo hicieron antes los Atilas y Alaricos:

               Por maldad.

Incendiarios de las granjas admirables

               De los belgas y franceses;

De jardines y de huertos deliciosos;

               De viñedos seculares;

De jocundas, lujuriantes sementeras, -

               Sudor mismo de los mansos

Y alimento de los pobres y los ricos; -

Sementeras melodiosas como arpas

Y doradas y flotantes como túnicas de oro,

Que sembraron manos próvidas y fuertes...

¡Más augustas y más fuertes que las tuyas,

               Ruin taroso,

               Asimétrico inservible,

Mutilado por herencia desde el seno de tu madre,

               Sanguijuela de los otros,

Incapaz de arar un palmo de terreno,

De sembrar cuatro puñados de simiente,

               De moler un haz de trigo,

               De amasar un solo pan!

 

6

 

               Asesino de Miss Cavell;

               Victimario de mujeres;

Victimario de mujeres más heroicas

               Que tus rudos almirantes, -

               Que los rudos almirantes

De los barcos de tu escuadra embotellada;

Más heroicas que tu ejército de topos, -

Inventor de laberitos y de túneles,

               Y trincheras subterráneas, -

Que rehuye los encuentros singulares

               Las batallas frente a frente,

               Brazo a brazo,

               Pecho a pecho,

               Bajo el sol y a sol medido:

               A lo César y Alejandro,

               San Martín y Bonaparte,

Suerte a suerte, genio a genio, faz a faz.

 

7

 

               Asesino de Miss Cavell;

Asesino sin entrañas de mujeres estupendas,

               Imponentes, sobrehumanas;

               Superiores al estrago,

Superiores a su carne femenina,

               Superiores a la muerte

               Como santas, como diosas;

Que cruzan impasibles bajo el fuego formidable

                De sus hórridos cañones,

Por la zona pestilente de tus gases asfixiantes, -

                Tan hediondos como tu alma, -

                 Sin más yelmo que sus tocas,

Sin más armas de defensa que una cruz atada al brazo;

Como madres que buscaran a sus hijos

A través de los tizones de un incendio, -

Conducidas al infierno colosal de los combates, -

                 ¡Oh, sonámbulas sublimes!

                 Por el ¡ay! de los heridos,

Por la sangre borbotante de los pechos,

                 Por los hipos de agonía,

Por la súplica sin ayes de unos ojos nunca vistos,

Por el gesto indefinible de los héroes moribundos, -

De los pálidos obreros y aldeanos moribundos, -

                 Que al mirar a la enfermera,

Como síntesis suprema de visiones anteriores,

Ven en ella a sus hijitos, a sus padres,

                  A su esposa, a sus hermanos;

Ven en ella a sus amigos y a la torre de su pueblo,

                  Que ya nunca, -

                   Nunca, nunca, -

                   Ni despiertos ni dormidos

                   Verán más,

                   Soñarán más.

8

 

Mientras tú, bajo tus cotas, tus corazas y tus cascos, -

               Fiera indigna de sus garras, -

Sumergido en lo más hondo de tus autos imperiales,

Artillados y blindados como andantes fortalezas;

Custodiado por tu guardia y tus aviones,

               En la tierra y en los aires, -

Como un mísero Heliogábalo lloroso,

Como un viejo Ganimedes angustiado,

               Inferior a las mujeres

               Del harén y el gineceo, -

Estallabas en histéricos chillidos

               Azuzando a tus mesnadas,

               Más atrás de tus cañones,

Más atrás de tus fortines y tus fosos,

               Más atrás de tus reservas,

Más atrás de los fogones donde hierven las marmitas,

Más atrás del más cobarde de los tuyos...

               Más atrás.

 

9

 

Imperial infanticida; rey Herodes,

Ogro enorme de los párvulos de Bélgica

A los cuales perseguiste por las calles,

               Por las playas, por los campos,

               Por las cuevas y los montes, -

              Tigre suelto, -

               Hasta el pie de los santuarios

               Y el regazo de sus madres;

               Angelitos intangibles,

               Querubines inviolables

En su vida, su candor y su belleza,

               Para Dios y para el hombre;

A los cuales arrancaste las pupilas,

               Mutilaste las dos manos,

               Profanaste y degollaste, -

               Gran maldito,

Por envidia, por venganza, por bestial represalía;

               Padre triste,

               Padre lleno de vergüenza

Del borracho incorregible, del imbécil incurable

               Que ha de ser, si Dios no media,

Como el propio Carlos Quinto de Alemania

               Majestad.

 

10

 

Corruptor de la conciencia de los hombres:

Musa roja de filósofos y sabios,

               De políticos y estetas:

               Mefistófeles.

               Seductor de la gran Virgen, -

De la hija cerebral del padre Zeus,

               De la hermética Minerva; -

Cuyo pecho saturaste de pasiones inferiores,

               De satánicos instintos;

               Cuyos sesos inefables,

Armoniosos, fulgurantes como astros,

Sometiste a pensamientos tenebrosos,

               Disolventes, agresivos:

Al pensar de las raposas, si pensasen,

               Y al ardor del alacrán.

Animal apocalíptico; precursor de las tinieblas;

                Enemigo de los hombres:

                Anticristo.

 

11

 

En un mundo tan estrecho y futigitivo

               Cual un campo de gitanos,

               Que hoy es vida clamorosa

               Y mañana soledad;

En un mundo tan endeble y reducido,

               Tan astroso y vacilante

Como el triste carromato gemebundo,

Donde ultrajan a Talía por las plazas y las ferias,

                Los histriones derrotados,

Los tediosos comediantes derrotados

Que darían los imperios de la tierra

                Por un pan;

En un mundo tan pequeño como éste en que nacimos,

                Así frágil y menguado,

                Así vil y transitorio,

Que hoy es nota bien precisa en el espacio

                Y mañana no será:

No hay siquiera la esperanza

De una vida y una forma permanente;

No hay el ámbito geográfico bastante, -

                Ni alargándole su diámetro

Hasta dar con el volumen de cien soles;

                No habrá nunca

Ni metales, ni carbones, ni bastantes calorías,

               Ni energías suficientes,

               Ni apropiadas resistencias,

               Para el horno,

               Para el cráter,

               Para el círculo dantesco,

Para el báratro sin fondo y sin orillas,

Para todos los abismos inflamados

               Que te deben supliciar.

No; la tierra es tan fugaz, tan reducida

               Como un campo de gitanos:

               Para ti, la Eternidad.

 

12

 

Y la historia es un momento,

               Una mísera palabra, -

Una mísera palabra que resuena altisonante, -

Un clamor en el desierto, nada más.

               Son los siglos como un sueño:

               Eran nada y se hacen nada, -

Nada mismo, olvido mismo: noche y paz.

               Los archivos van al polvo

               Y a la sombra impenetrable

               De un lenguaje incomprensible

               Como cuentos de otros mundos,

Como el verbo de unos seres que no fuesen

               Ni siquiera el antropoide,

Ni siquiera una vislumbre de razón,

               De humanidad.

Los azotes de la Historia no castigan:

               Crean dioses;

Crean tipos fabulosos, mitológicos,

Arrastrados al dolor por el destino,

Condenados al delito por las horas,

Sometidos al horror de la tragedia, -

               Del incesto al parricidio; -

               Por la fuerza del ambiente;

Porque así lo dispusieron las costumbres,

               Las pasiones imperantes,

               Los impulsos del momento,

Las herencias y atavismos: lo fatal.

No; la Historia es un momento, una mísera palabra, -

Una mísera palabra que resuena altisonante...

               Para ti, para la serie

Larga y negra de tus crímenes horrendos,

Cien millones, mil millones de centurias

               Son un soplo.

Te reclaman los archivos de lo eterno:

Vida eterna, fuego eterno, llanto eterno,

               Sin Plutarcos,

Sin siquiera la sonrisa de Caín el fratricida:

Dolor pleno, dolor sumo, dolor puro

                Por los siglos de los siglos;

                Y en aquella angustia eterna,

                Tú y Satán.

 

                                  La Plata, 29 de diciembre de 1915.

 

 

OLIMPICAS

 

 

1

 

   Vislumbrar a una luz a lo lejos

Cuya luz en el sol se retrata,

Cual se observa, a la vez una estrella

Rodando en el éter, rielando en las aguas:

Es tener vocación y sentirla;

Guerrear con divisa y con armas:

Armas propias, divisa de fuego

Que el arduo pasaje del héroe señalan.

 

2

 

   Avanzar con la carne en el polvo,

Carne vil que del polvo no se alza,

Mientras forja la mente indomable

La escena y el cuadro, la estrofa y la estatua:

Es haber aflojado las cuerdas

Que a la torpe materia nos atan:

Ostentar como el clásico Alcides,

La leche de Juno vibrando en la casta.

 

3

 

   Recibir el dolor y sufrirlo

Con no sé qué mental arrogancia,

Cual pudieran sentir –si sintiesen-

Los nobles metales la acción de la fragua:

Es tenerse por hombre y gozarse

En su propia virtud y sustancia:

Merecer la corona de espinas

Que es nimbo y diadema, que es yelmo y es tiara.

 

4

 

   Aceptar el placer y vivirlo

Con un dejo de hastío y nostalgia,

Cual pudiera entregarse a los faunos,

Forzada por Jove, la púdica Diana:

Es probar un espíritu fuerte

Refractario a las artes de Onfalia:

Sacudir, todavía, en los hombros,

Del ángel caído las místicas alas.

 

5

 

   Sospechar una mano en la sombra

Que combina fantásticos dramas,

Que describe una red de caminos

Por donde las fuerzas del orbe se lanzan:

Es tener la intuición de la ciencia,

De una ciencia profunda y exacta,

Que a esta suma de causas y efectos

Supone un efecto, supone una causa.

 

6

 

   Esperar esa vida futura,

Vida plena, sin nubes ni pausas,

Donde todo es amable, y a donde

No cabe, siquiera, la cólera santa:

Es sentir la pasión de lo hermoso

Al supremo nivel exaltada;

Presumir la estrategia sublime

De aquel que en el seno del tiempo trabaja.

 

7

 

   Percibir en la propia conciencia

La noción de lo bueno que canta,

Como el eco de un mundo invisible

Que es centro, que es fuerza y es vida, y es gracia:

Es tener un blasón sobre el pecho;

Es llevar las insignias humanas;

Es reinar sobre el lodo y las bestias

Y ser hijo de Dios y ser alma!

 

 

 

 

PASIÓN

 

 

   Tú tienes, para mí, todo lo bello

Que cielo y tierra y corazón abarcan;

La atracción estelar - ¡de esas estrellas

        Que atraen como tus lágrimas!;

 

   La sinfonía sacra de los seres,

Los vientos y los bosques y las aguas,

En el lenguaje mudo de tus ojos

         Que, mirándome, hablan;

 

   Los atrevidos rasgos de las cumbres

Que la celeste inmensidad asaltan,

En las gentiles curvas de tu seno...

          ¡Oh, colina sagrada!

 

   Y el desdeñoso arrastre de las olas

Sobre los verdes juncos y las algas,

En el raudo vagar de tu memoria

         Por mi vida de paria.

 

   Yo tengo para ti, todo lo noble

Que cielo y tierra y corazón abarcan;

El calor de los soles - ¡de los soles

         Que, como yo, te aman!

 

   El gemido profundo de las ondas

Que mueren a tus pies sobre la playa,

En el tapiz purpúreo de mi espíritu

          Abatido a tus plantas;

 

   La castidad celeste de los besos

De tu madre bendita, en la mañana,

En la caricia augusta con que tierna

          Te circunda mi alma.

 

   ¡Tú tienes, para mí, todo lo bello;

Yo tengo, para ti, todo lo que ama;

Tú, para mí, la luz que resplandece,

          Yo, para ti, sus llamas!

 

 

 

CASTIGO

 

 

1

 

Yo te juré mi amor sobre una tumba,

         sobre su mármol santo!...

¿Sabes tú las cenizas de qué muerta

         conjuré temerario?

¿Sabes tú que los hijos de mi temple

         saludan ese mármol,

con la faz en el polvo y sollozantes

         en el polvo besando?

¿Sabes tú las cenizas de qué muerta,

         mintiendo has profanado?...

¡No lo quieras oír, que tus oídos

         ya no son un santuario!

¡No lo quieras oír... Como hay rituales

         secretos y sagrados,

hay tan agudos nombres que no todos

         son dignos de escucharlos!

 

2

 

Yo te dí un corazón joven y justo...

         ¡por qué te lo habré dado!...

¡Lo colmaste de besos, y una noche

         te dio por devorarlo!

Y con ojos serenos... El verdugo,

         que cumple su mandato,

solicita perdón de las criaturas

         que inmolará en el tajo!...

Tú le viste, serena, indiferente,

         gemir agonizando,

mientras su roja sangre enrojecía

         tus mejillas de nardo!

Y tus ojos... ¡Mis ojos de otro tiempo

         que me temían tanto!...

Ni una perla tuvieron, ni una sola:

         eres de nieve y mármol!

 

3

 

¿Acaso el que me roba tus caricias

         te habrá petrificado?

¿Acaso la ponzoña del Leteo

         te inyectó a su contacto?

¿O pretendes probarme en los crisoles

         de los celos amargos,

y me vas a mostrar cuánto me quieres,

         después, entre tus brazos?...

¡No se prueban así, con ignominias,

         corazones hidalgos!

¡No se templa el acero damasquino

         metiéndolo en el fango!

Yo te alcé en mis estrofas, sobre todas,

         hasta rozar los astros:

tócale a mi venganza de poeta,

         dejarte abandonada en el espacio!

 

 

¡NATURALMENTE!

 

 

   Cuando miro la sorna con que miras

La estulticia pasada, que nos dices,

Los empaques de rey con que deliras,

Repudiando el blasón de tus raíces;

 

Y el pendón caviloso de mentiras,

De arrogantes urdimbres y matices,

Que desdoblas negando tus hegiras

Cual un fruto casual de meretrices:

 

Digo yo, ¿de qué cúmulo de gracia

Tanta luz ha llovido en un momento?

¿De qué noble, vivaz aristocracia

Será vástago y flor este portento?

 

¡Y me pongo a pensar en los de Tracia,

Potros sin gallación; hijos del viento!

 

 

 

 

 

 

?

 

 

1

 

Densa nube de incienso que borra

Del altar las imágenes santas,

En volutas fugaces asciende,

Se esparce en los aires y se hunde en la nada:

¿Dónde vas, blanca nube de incienso?

¿Qué regiones del cielo traspasas?

Conduciendo en tu ser vaporoso

Temblor de suspiros, fervor de plegarias?

 

2

 

Casto velo de novia que rueda

En raudales copiosos de gasa,

Sobre curvas de carne marmórea-,

¡Capaz del martirio, capaz de la falta!-

Blanca gruta de tules ¿qué enigma

De ventura o desdichas encarna

Esa estatua de mámol viviente

Que tiembla, que gime, que sueña, que abraza?

 

3

 

Tierno beso de niña engendrado

Sobre dedos de puntas rosadas

Que se lanzan al aire - ¡paloma

Que busca en la selva su nido de ramas! –

¿Dónde vas, dónde vas, peregrino

De no sé qué amorosa cruzada?

¿Qué pretendes, pasión sin objeto,

Flechazo sin rumbo, caricia con alas?

 

4

 

Sacudida nerviosa que anuncia

Con profético acierto que espanta –

Del dolor pitonisa invisible-,

Peligro que viene, traición que amenaza,

Conmoción instantánea que avisas

Del espacio a través la desgracia:

¿Qué potencia inicial te produce,

Qué mano sin brazo, qué voz sin palabra?

 

5

 

Torva idea que surge de pronto

Del cerebro en las frágiles mallas,

Y lo colma, y lo absorbe y lo atrofia,

Cual huésped perverso que incendia la casa.

Centinela perenne, ¿qué quieres?

La razón de tu ser ¿de quién sacas?

¡Si tú misma cegaste la fuente

Que torvas ideas o límpidas mana!

 

6

 

¡Inocente recuerdo de  niño

Que tenaz en la mente se clava,

Resistiendo las iras del tiempo

Cuando otras memorias tan trágicas pasan!

Remembranza pueril ¿cómo vives

Entre aquellas que alegran o espantan?

Pincelazo de luz del pasado,

¿Qué mano divina te impuso en las almas?

 

7

 

¡Atavismo de raza que llegas

En las horas de honor de la raza,

A poner la vergüenza en las frentes!...

¡Hedor del establo que invade la sala!

¿Por qué surges, crueldad del pasado,

Cuando todo es estética y gracia?

¡Viejo rostro de mono, riendo

Detrás de la noble cabeza de Palas!

 

8

 

Vocación repentina que tuerce

De una vida completa la marcha,

Que retoca las almas, a guisa

De autor indeciso que borra sus dramas.

¡Florescencia invernal de la mente!

¡Ansiedades seniles de fama!

¿Quién os puso en mi pecho, lo mismo

Que en páramo yerto semilla de palmas?

 

9

 

¡Intuición del progreso que yace

Cual simiente de fuego en las almas!

¡Atracción misteriosa, querube

Que muestra en la sombra laureles de plata!

¡Acicate de acero que azuza

La carrera de luz de la fauna,

Y coloca los seres de modo

Que el sol de la vida les tiñe las caras!

 

10

 

¡Comezón de vivir, de ser siempre,

De escalar de una vez la montaña!

¿Quién os puso en la sangre? ¿Qué objeto

Tendrán los deseos, tendrá la esperanza?

Cuando vivan la vida sin muerte

Perfectas, y eternas, y libres las razas:

¿Volverán, otra vez, a la sombra

Como antes malditas, como antes esclavas?

 

 

COMO LOS BUEYES

 

 

   Ser bueno, en mi sentir, es lo más llano

Y concilia deber, altruismo y gusto:

Con el que pasa lejos, casi adusto,

Con el que viene a mí, tierno y humano.

 

   Hallo razón al triste y al insano,

Mal que reviente mi pesar robusto;

Y en vez de andar buscando lo más justo

Hago yunta con otro y soy su hermano.

 

   Sin meterme a Moisés de nuevas leyes,

Doy al que pide pan, pan y puchero;

Y el honor de salvar al mundo entero

Se lo dejo a los genios y a los reyes:

 

   Hago, vuelvo a decir, como los bueyes,

Mutualidad de yunta y compañero.

 

 

MILONGAS CLÁSICAS

 

 

1

 

    Aquí me pongo a cantar

Con cualquiera que se ponga,

La mejor, la gran milonga

Que se habrá de perpetuar.

 

   Y voy a cantarte a ti,

¡Oh, mi chusmaje querido!,

Porque lo vil y caído

Me llena de amor a mí.

 

   Por ti voy a descender

A detalles y simplezas;

La basura de tus piezas

Con mi espíritu a barrer.

 

   A expurgar tu habitación

De sus hálitos perversos;

Y en el humo de mis versos

A curar tu corazón.

 

   A rasgar esa barrera

Que juzgarte nos impide:

¡Necio muro que divide

La sonrisa más ligera!

 

   Secular conglomerado

De no sé qué fruslería,

Que lo estrella, cualquier día,

Cualquier pecho apasionado,

 

   A enlazarte como a potro,

Dentro mismo de tu medio,

Para darte el gran remedio,

De un dolor besando al otro;

 

   La más necia de tus prosas

A llenar de ricas galas

Y a cubrir bajo mis alas

La más triste de tus cosas.

 

   ¡Con mis alas giganteas,

Que a la vez que se agitaron

Con su viento alborotaron

Como a polvo, a las ideas!

 

   ¡Negras alas musicales:

Que tendían su plumaje

Y extendían su cordaje

Violoncelos orquestales!

 

   ¡Que se abrían prodigiosas,

Y las plumas que perdían,

De ambiciones que gemían

Fueron alas poderosas!

 

   Que subían ondeantes:

Y a su tardo movimiento

Se irisaba el pensamiento

Con chispazos fulgurantes;

 

   Que bajaban a los limbos

De las vidas esbozadas,

Y volvían tripuladas

Por laureles y por nimbos;

 

   Que ya cerca del ocaso

Le nacieron a mi vida...

¡Vieja tabla escarnecida

Con velámenes de raso;

 

   Que a los pies de la Argentina

Volcarán tantos laureles,

Como hay bosques y vergeles

En América Latina!

 

   ¡Que a la faz de los escombros

Del futuro más lejano,

Podrán verse desde el llano

Tremolar sobre mis hombros!

 

   Que si Dios las maldijese

Y una sola me dejara,

Para echarme hasta su cara

De ella sólo me valiese;

   Que alzarían sin trabajo

Todo el orbe, todo entero:

¡Y se cierran porque quiero,

Para escoba y estropajo!

 

2

 

   Y lo quiero porque tejen

Manos próvidas mi tela:

A ti nunca te desvela

Que te salven o te dejen;

 

   Ni te ablanda ni te asombra

Que se oficie en tus altares...

¡Te anestesian los pilares

Que sostienes en la sombra!

 

   O tal vez en las aceras,

Donde hierven tus pasiones,

No penetran más razones

Que las grandes y primeras.

 

   Y la nuestra, ocasional,

Pasará por tu destino,

Como rueda en el camino

La hojarasca florestal.

 

   O los reyes de tu asfalto

Serán chispas estelares

Que perforan tus ijares

Porque bajan de tan alto;

 

   Y tus carnes, cuando brillas

Con siniestras llamaradas

Estarán acribilladas

De celestes banderillas.

 

   O quizás no vendrán ellos

De otros mundos superiores

Y te nacen redentores

Cual te brotan los cabellos;

 

   Y entre sueños y entre llantos,

Masa enorme, plebe impura,

Guardarás la levadura

De los héroes y santos.

   O tu informe corazón,

Sufrirá, como la cera,

Los dedazos de cualquiera

Que domine tu emoción;

 

   Y no pasa de la mano

Que te aprieta, tu reforma;

Y reviste nueva forma

Cada nuevo soberano:

 

   Potestad, cuyo reflejo

Sobre tu ánima perdura,

La que vive la figura

Reflejada en el espejo.

 

   O eres número, miriada,

Muchedumbre nada más,

Y allá corres y allá vas

Con balidos de majada;

 

   Con la fiebre del rincón,

Del mendrugo de la prosa...

Chusma vil, recua sarnosa

Que arrempuja el aquilón;

 

   Indecisa voluntad

Que no quieres, que no pides:

¡Dios imbécil que divides

Con tu faz la eternidad!

 

3

 

   O serán aquellos pechos

Que te aplauden o condenan,

Huecos parches que resuenan

Con el ruido de tus hechos;

 

   Y es el hombre pensador

Concha estólida del mar,

Donde vibra, sin cesar,

Un insólito fragor.

 

   Y esa gran filosofía

Que te llena de zozobra,

Será espuma, será sobra

De lo que haces cada día;

   Y te harán la curación

Por placer de recetar,

Simulando remediar

Males mil que no lo son.

 

   ¡Dulcamaras y bufones

Que con frases resonantes

Pontifican de almirantes,

En un barco de Colones!

 

   ¡Microscópicos gusanos

Que una brizna no alzarían,

Y al sol mismo le dirían

Que lo incendian con sus manos!

 

4

 

   O acercándome de a poco

Al país de las quimeras

He pisado las riberas

De los grandes y los locos.

 

   He alcanzado las regiones

Vagorosas, etereas,

Donde asumen las ideas

Intangibles ilaciones;

 

   Donde faltan materiales

Puntos lógicos de mira,

Y se corre y se delira

Por llanuras ideales;

 

   ¡Y mi seso baladí,

Tan fecundo y arrogante,

Desleído, agonizante,

Se derrama sobre ti!

 

5

 

   O se apoyan en los dos,

Bien correctos y distintos,

Las pasiones, los instintos,

Las pragmáticas de Dios.

 

   Y un olfato cerebral

Me conduce a tu morada,

Como aquel de la vacada

Que la lleva el manantial.

 

   Y ese impulso arrollador

Es mi afán de la belleza,

Y me apoyo en tu tristeza

Cual un vil declamador;

 

   O tu hedionda carnadura,

Me deleita y alucina,

Y me arroja en tu sentina

Mi pasión de la basura;

 

   O tendré la vocación

De los hondos vasallajes,

Y renuevo tus vendajes

Por hacer consternación;

 

   O cansado de la cruz

Del dolor y la conciencia,

Me refugio en tu inocencia,

Fugitivo de la luz;

 

   O del hombre artificial

Me repugnan falsedades,

Y desamo habilidades

Por amor del animal:

 

   O asustándome los recios

Pugilatos de la vida,

Busco el alma de la vida,

De los tristes y los necios;

 

   O en el duro pedernal

De mi pecho masculino,

Vibra un átomo divino

De ternura maternal;

 

   O fingí por diplomacia,

Tu reforma y tu cuidado,

Y me tiene aprisionado,

Cual un pulpo, tu desgracia;

 

   O de tanto cerebrar

Me circundo de visiones,

Que me muestran direcciones

Salvadoras al azar;

   Y esos rumbos entrevistos

Creo yo que te convienen;

¡Noble afán que sólo tienen

Los tiranos y los Cristos!

 

   O padezco el hambre sacra,

Y me abismo en tus misterios,

Donde brillan los bacterios

De la luz, sobre tu lacra;

 

   Y del vivo lodazal

Surjo luego refulgente,

¡Chorreando la caliente

Sangre azul del ideal!

 

   O tendré tal cantidad

De virtudes y de llagas,

Que me vences, que me tragas

Por mi propia humanidad;

 

   Y a las cosas que hay en mí,

Delicadas o  terribles,

Vienen garfios invisibles

De las cosas que hay en ti...

 

   Pues de tu alma secular

Seré un hálito que sube;

¡Niebla triste, roja nube,

Grito trágico del mar!

 

6

 

    No lo sé. Ni debo nunca

Descubrirlo; y no te asombres:

La novela de los hombres

Vale más que quede trunca.

 

   Y es difícil y es ingrato

Demostrar lo razonable,

Y no siempre es confesable

Cualquier móvil inmediato.

 

   No hay hallazgo más traidor

Que acertar consigo mismo;

Ni más loco excursionismo

Que explorarse el interior.

   Ni trabajo ni jornada

Donde un óbice no quepa;

Vale más que no se sepa

Los orígenes de nada.

 

   Vale más que no analices

Los misterios de las cosas:

Se modelan a las diosas

Sobre torpes meretrices;

 

   Se fabrican sacros panes

Profiriendo sacrilegios;

Y hospitales y colegios

Con limosnas de rufianes...

 

   Porque siempre ha sido escoria

La razón de lo que brilla;

Y pelusa y arenilla

Los secretos de la gloria.

 

   Horrorícense de veras

Las acciones más gentiles:

¡Son muy necias o muy viles

Las verdades verdaderas!

 

   Pero no te desesperes

Ni te abata el desconsuelo;

Cuando corta el escalpelo

Sólo gimen las mujeres.

 

   Pero aguarda que mi mente

Busque luz y tome bríos;

Bajo túneles sombríos

No se viaja eternamente.

 

8

 

   Al trabajo, pues, me apronto

Sin ninguna indecisión;

Porque sí – por la razón

De lo heroico y de lo tonto.

 

   Pues me llama tu basura

Yo no sé de qué manera:

Porque sí – por la primera

Gran razón de la natura.

   Y sin quejas, con la calma

Del sonámbulo que pasa,

Bruñiré toda tu casa

Con la sede de mi alma,

 

   Cual un príncipe adornado

Con armiños y toisones,

Que escudriña los rincones

Más hediondos del mercado;

 

   Buzo heroico que al bajar

Al abismo no escuchara

Más que risas y algazara

De la turba popular;

 

   Miserable corazón

Cuyos huérfanos latidos

Ni tendrán agradecidos,

Ni hallarán admiración. 

 

9

 

   ¡Sí! Que borren con furor

Mis esbozos más amados:

Salitrales derramados

En terrenos de labor.

 

   ¡Sí! Que llenen de perfidias

Mis estrofas más preciadas:

Vil diluvio de pedradas

En los mármoles de Fidias.

 

 

   ¡Que arremetan Aristarcos

Con Jesús y con Cristianas.

Coaliciones de las ranas

Condenadas a los charcos!

 

   ¡Que me niegue y me rechace

La opinión de los estetas:

Cachorritos de mis tetas,

Sanguijuelas de mi frase!

 

   ¡Que motejen de insanía

Mis fulgores cerebrales:

Viejos buhos sepulcrales

Deslumbrados por el día!

 

   Que carcoman los jirones

De mi vida torturada,

Plaga hambrienta apoderada

Del trigal de mis acciones!

 

   Que no salven ni las buenas,

Ni las óptimas, aún;

Negro chorro de betún

Sobre un campo de azucenas!

 

   Que me quiten posición

Personal y literaria:

Charretera legendaria

Desprendida de un tirón!

 

   Que chorreen por mi frente

Los dicterios que me arrojan;

Pan del pobre que remojan

En un caldo pestilente!

 

   Que me dejen solo, solo,

Sin apoyo, sin escudo,

Cual un párvulo desnudo

Sobre un témpano del polo!

 

   ¡Pero pueda yo bajar, -

Carne sana y alma fuerte -,

Y en el antro de tu suerte

Revolver y escudriñar!

 

   ¡Azotarme a las bravías

Marejadas de tu llanto:

De tus penas saber tanto

Como entiendo de las mías!

 

   ¡Arrojar a los pantanos

De tu ser mi corazón:

Y saciarme en la pasión

De los pálpitos humanos!

 

   ¡Y colgarme de la cruz

Del contiguo sacrificio...

Y besar en ese vicio

Que produce tanta luz!

 

   ¡Pero pueda mi ambición,

A tus propios pensamientos

Arrancar los elementos

De tu libre evolución!

 

   ¡Pero pueda conseguir

Enfocar tus facultades,

Y en tus propias claridades

Envolver tu porvenir!

 

   ¡Pero alcance que a mi ruego

Mi propósito perdure,

Y mi espíritu fulgure

Como látigo de fuego!

 

   ¡Que las rústicas cuartetas

De mi pobre sacrificio,

Hallen ánimo propicio,

En el Dios de los profetas!

 

   ¡¡Y al echarse sobre mí

Lo peor, lo más infame,

El Eterno te derrame

Su semblanza sobre ti!

 

   ¡El Eterno te reparta

Por la frente y por las venas,

El espíritu de Atenas

Y la médula de Esparta!

 

   ¡Para que hagas más virtudes,

Y más luces y más glorias

Y más vida y más historias

Con tus bellas multitudes!

 

   ¡Y tu joven corazón

Se dilate y equilibre,

Y entre libre y salga libre

Del taller de la pasión!

 

   ¡Y te informen sentimientos

Armoniosos similares,

Cual se traban los sillares

De los grandes monumentos!

 

   ¡Y a Dios ames y le adores!

Al progreso, y lo comprendas;

A tu patria, y la defiendas;

A tu hogar, y lo mejores!

 

   ¡Y algún nuevo fruto des

Discurriendo con tu juicio;

Y al Tabor y al precipicio

Te conduzcas por tus pies!

 

   ¡Y en la civilización

La sazonen tus dolores,

Y trasuden tus errores

Manantial de perfección!

 

   ¡Y ya nunca te amontones

En postemas de ciudades;

Hormigueros de nabades,

De cobardes y bribones!

 

   ¡Y recubras la extensión

De tu tierra exuberante,

Virgen núbil, delirante,

Que no encuentra su varón!

 

   ¡Y la beses, la poseas,

La contentes, la fecundes,

La desgarres y la inundes

De trigales y de aldeas!

 

   ¡Y no dejes decir más

Que no tienes energía:

Yo tampoco debería

Recordártelo jamás!

 

   ¡Porque debes saber ya,

Antes que hablen otros hechos,

Que la tierra y sus derechos,

El trabajo nos lo da!

 

   ¡Que una tribu pasajera,

De la tierra apoderada

Puede ser desalojada

Cualquier vez y por cualquiera!

 

   ¡Que la tierra no es colchón

Para enfermos o haraganes:

Es bigornia de titanes,

Pedestal de la ambición!

   ¡Pero debe, todavía,

Saber más del patriotismo:

Tu trabajo por sí mismo,

No te da soberanía!

 

   ¡El trabajo y la pasión, -

Herramientas de progreso, -

Si no sirven para eso

No consagran posesión!

 

   Inarmónica, excesiva

Vibración de un solo punto,

Que saliendo del conjunto

Rompe toda perspectiva;

 

   Que se acoge con mohines

Naturales de protesta:

Tal sucede, si en la orquesta

Desafinan los violines.

 

   Porque no es acción humana

Por más lógica que sea,

Si en el mundo no flamea

Como nota de campana.

 

   Ni es un hombre, quien al dar

Sólo un paso, sólo un grito,

No creyó que lo infinito

Debe asirlo y resonar.

 

   Ni has de hacerte, sino absorbes

Y asimilas, y amas todo,

Y soportas de algún modo

Los andamios de los orbes.

 

   ¡Si no sientes en la sombra

Más estólida y vacía,

Algún dedo que te guía

Y algún labio que te nombra!

 

   Porque al hombre y las naciones

Lo real les bestializa,

Si a su ser no diviniza

Blando riego de ilusiones.

 

   Realidad: ¡una ilusión

De los órganos, grosera!

Ilusión: ¡la verdadera

Material penetración!

 

   Realidad: ¡Lo que no va

Más allá de lo que ves!

Ilusión: ¡lo que no es:

Es decir, lo que será!

 

   Realidad: ¡inapreciables,

Fugitivos, negros puntos,

Que jamás divisan juntos,

Tus mil ojos miserables!

 

   Gas de bestia que derrama

De sí misma la natura,

Para medir la estatura

De la perfección humana.

 

   Estatura, proporciones,

Que seguimos asumiendo,

Según vamos dividiendo

Con la faz, las ilusiones.

 

   Las ilusiones que son

Como flotantes hilitos,

Por do van los angelitos

De visita al corazón.

 

   Cinta azul con que te atas

A la cúpula del cielo,

Por no hacer, en este suelo,

Tu excursión a cuatro patas.

 

   Palomar en libertad,

Que a traer su rama vuelve.

Ideación que se resuelve

En belleza de verdad.

 

   Vegetación invisible,

Fleco mágico de antenas,

Con que a tientas encadenas

Lo posible a lo imposible.

 

   Alma máter que perdura

En la muerte y en la ruina:

Más excelsa, más divina,

Sin humana carnadura.

   Como Grecia, soñadora,

De cuyos mármoles fríos

Brotan chorros, manan ríos,

Vibran torrentes de aurora.

 

   Como Roma la pagana,

Que a la luz del sol moría,

Y a la faz de Dios se hacía

Civilización cristiana.

 

   Como el histórico Godo,

Rey genial del mundo entero;

Que se queda caballero

Después de perderlo todo.

 

   Como aquella noble Francia,

Que a través del infortunio,

Cual un triste plenilunio

Nos alumbra a la distancia.

 

   Pero arriba del estrago,

Aquella alma no palpita.

¡Cuando es ella la maldita

De Fenicia y de Cartago!

 

   ¡No! ¡Nadie es fuerte ni sube

A pesar de los fracasos,

Si jamás tendió sus brazos

Para asirse de una nube.

 

   Si alguna vez no agarró,

Lleno de confianza y brío,

Las aldabas del vacío,

Para subir... ¡y subió!

 

   ¡Sí; que caiga todo el mal

Sobre mi cerebro insano,

Como el mazo de Vulcano

Sobre un globo de cristal!

 

   ¡Pero aspira, pero bebe,

Pero absorbe las virtudes,

Por tus nobles altitudes,

Tus mujeres y tu plebe,

 

   Para que claves los hitos

Del mayor esfuerzo humano

Y llegues íntegro y sano

Al fin de los infinitos!

 

   Y al acostarte de bruces,

En el límite postrero,

¡Se ilumine el orbe entero

Con tu corona de luces!

 

   ¡Y Dios al verte dormido

Sobre todo su progreso,

Te de la paz con un beso

Como a su pueblo elegido!

 

   ¡Y en los ámbitos profundos

De toda la creación

Resuene la aclamación

De las almas y los mundos!

 

   ¡Y volando en tu redor

Muchedumbre de naciones

Formen lemas y blasones

Y arcos de triunfo en tu honor!

 

   ¡Y en silencioso tropel,

Las tristes y las vencidas,

Te ofrenden, agradecidas,

Mustios gajos de laurel!

 

   ¡Y postrados, entre tanto,

Arcángeles y querubines,

Ángeles y serafines,

Digan: santo, santo, santo!

 

   ¡Y en medio de aquel diverso

Clamoreo interminable,

Una mano formidable

Te presente al Universo!

 

   ¡Y que cese todo afán

Y calle todo clamor

Y que diga el Creador:

¡Está terminado, Adán!

 

 

 

 

EL DRAMA DEL CALVARIO

 

 

Giró el genio en derredor

después de pisar la cumbre;

y una fantástica lumbre

llenó a la sombra de horror:

y un gemebundo clamor

taladró la inmensidad,

y se hundió la humanidad

sobre su propio esqueleto;

y reveló su secreto

más hondo la eternidad.

 

Siniestra, cárdena lumbre

bañó la faz del calvario,

cual un ardiente sudario

flotando desde la cumbre:

bajo la negra techumbre

del éter vago y profundo,

aquel surgir iracundo,

brutal de la claridad...

era quizás, la Verdad

mirando una vez al mundo!

 

Palmario, el Gólgota, frío,

quedó en los aires desiertos,

con sus dos brazos abiertos,

predicando en el vacío...

Y entonces, como en estío

los insectos en los faros-

innominables, ignaros,

surgiendo del horizonte,

rodeaban la Cruz y el Monte

todos los muertos preclaros.

 

De la honda, azul entraña

llovían monstruos y santos:

y eran tales, y eran tantos,

que gemía la montaña!...

Desde la torpe alimaña

del alma vil de Nerón,

al concepto, a la noción

más alta del supergenio,

en aquel breve proscenio

tomaron colocación!

 

De aquella invasión mortuoria

quedó repleto el Calvario;

resonante, tumultuario

cual una copa de gloria!

Bajo el tropel de la Historia

trepidaban sus cimientos,

y se hundían por momentos,

cual una nave inundada...

cual una frente cargada

de sombríos pensamientos!

 

Tremenda, enorme, sin par,

genial, feroz batahola,

lo mismo que cada ola

lanzando un grito en el mar!

Formidable resollar

de las almas con bandera,

que imaginar no pudiera

aquel que no imaginase,

que al mismo tiempo bramase

cada punto de la esfera!

 

Toda pasión, toda vida,

toda excelsitud pasada,

desde la cumbre sagrada

quería ser comprendida...

Y como la palma erguida

sobre la mutable arena,

presidiendo aquella escena

con dulce, con noble ceño,

yacía Cristo en su leño

cual una blanca azucena!

 

Los humanos, los vivientes,

los que todavía somos,

con toda el alma en los lomos

estaban allí presentes:

pensándose delincuentes,

del genio ante los secretos,

mustios, miserables, quietos,

inanimados, pasivos

se reducían los vivos

en sus propios esqueletos!

 

Y en el valle acurrucada,

yacía la humanidad,

Tal vez sin otra ansiedad

Que la ansiedad de la nada!

Ni un gesto, ni una mirada,

ni un suspiro producía,

en tanto que recibía,

genial, vibrante, notoria,

la confesión de la gloria

sobre su testa vacía!...

 

Poco a poco, lentamente,

todo el mundo quedó calmo,

lo mismo que palmo a palmo,

va cediendo la creciente;

de aquel clamor prepotente

ni leve rumor se oía,

de aquella loca porfía

ya no sonó ni un reproche,

y en el silencio y la noche

quedó la extensión vacía!

 

Perfecto, conciso, frío

quedó el Calvario a la luz,

con sus dos brazos en cruz

acariciando el vacío,

Y en el silencio sombrío

del aire y de las esferas

aquella lumbre de hogueras

demostraba sin rumor

la impotencia del Amor

en una raza de fieras!

 

 

DÉCIMAS

 

 

1

 

Yo soy flor que se marchita

Al sol de la adversidad

El arbolito en mitad

De la llanura infinita

La paloma pobrecita

Que arrastran los aquilones

Entre oscuros nubarrones

De tempestades airadas

Soy la barca abandonada

En el mar de las pasiones.

 

2

 

Soy el ave que al bajar

De los aires fatigada

No tiene ni una enramada

Ni un árbol en qué anidar

Y si vuelve a levantar

Las tristes alas del suelo

Encuentra nublado el cielo

Y deshecha la tormenta

Y el pájaro se lamenta

Y vuelve a tender su vuelo.

 

3

 

Yo soy el gaucho cantor

De renombradas virtudes

Que tan sólo ingratitudes

Ha recibido en su amor

Soy el pobre payador

Velay, si sabré penar

Con mis negras amarguras

La pampa con sus llanuras

Con sus abismos la mar!

 

4

 

Yo no canto por llamar

La atención que no merezco

Yo canto porque padezco

Penas que quiero olvidar

Que tan solo con cantar

Se va al viento nuestra pena

Y yo tengo el alma llena

De pesares y amarguras

Más que en la pampa hay anchura

Más que en el mar hay arena!...

 

5

 

Por eso, ¡oh linda mujer!

Maldigo mi negra estrella

Al contemplarte tan bella

Sin que te pueda querer

Porque todo hombre ha de ser

Generoso hasta morir

Y no debe permitir

A una mujer que lo quiera

Para que después se muera

Al verlo tanto sufrir.

 

6

 

¡Adios, primorosa flor!

Adios, lucero invariable

Solamente comparable

A la estrella de mi amor

Cuando sientas un dolor

Parecido al que yo siento

Dios quiera que tu lamento

No sucumba en la ignorancia

Y atraviese la distancia

Sobre las olas del viento!...

 

 

LETANÍAS A JESÚS

 

 

Jesús de Galilea

         para mí no eres Dios;

eres sólo una idea

         de la que marcho en pos.

 

No me humillo ni ruego

         a tus plantas, Jesús;

llego a ti como un ciego

         que va en busca de luz.

 

Jesucristo eres nuestro

         más grande innovador.

Profeta, no: Maestro

         de piedad y de amor.

 

No le niegues al mundo

         la gloria de tu ser,

que en su vientre fecundo

         te engendró una mujer.

 

Buen pastor de la gleba,

         sabio teorizador

de la turba que lleva

         el signo del dolor.

 

¡Oh, si fuera divino

         el destello de luz

que alumbró tu camino!

         ¿Qué valdría tu cruz?

 

Tu doctrina redime,

         de ella vamos en pos.

Como hombre, eres sublime,

         ¡Pequeño, como Dios!

 

 

ADIOS A LA MAESTRA

 

 

Obrera sublime

Bendita señora:

La tarde ha llegado

También para vos.

¡La tarde, que dice:

Descanso!... La hora

De dar a los niños

El último adios.

 

   Mas no desespere

La santa maestra:

No todo en el mundo

Del todo se va;

Usted será siempre

La brújula nuestra,

¡La sola querida

Segunda mamá!

 

   Pasando los meses,

Pasando los años,

Seremos adultos,

Geniales, tal vez...

¡Mas nunca los hechos

Más grandes o extraños

Desfloran del todo

La eterna niñez!

 

   En medio a los rostros

Que amante conserva

La noble, la pura

Memoria filial, -

Cual una solemne

Visión de Minerva,

Su imagen, señora,

Tendrá su sitial.

 

   Y allí donde quiera

La ley del ambiente

Nimbar nuestras vidas,

Clavar nuestra cruz,

La escuela ha de alzarse

Fantásticamente,

Cual una suntuosa

Gran torre de luz.

 

   ¡No gima, no llore

La santa maestra:

No todo en el mundo

Del todo se va!

¡Usted será siempre

La brújula nuestra,

La sola querida

Segunda mamá!

 

La Plata, agosto de 1911.

 

 

DE RODILLAS

 

 

   Discurren los que me ven

Mirarte con tanto afán

Que mis labios no podrán

Expresar mis ansias bien.

Yo no siento que se den

Semejante explicación;

Pues de su equivocación

A mansalva considero

Descubrir el paradero

De mi pobre corazón.

 

   No sé si me lo han robado

Pero sé que lo he perdido,

Y que ha de estar escondido

En algún sitio sagrado;

Pues, si mi pecho ha dejado,

Digo que no pudo ser

Tanto sólo por el placer

De olvidarme y libertarse,

Sino para refugiarse

En un pecho de mujer!

 

   El no tuvo otra pasión

Que la pasión de lo bueno,

Porque nació sin veneno

Mi profundo corazón;

Y si dejó la mansión

De mis entrañas, arguyo

Que ha sido el ánimo suyo

Ampararse en un altar,

Y juro que no ha de estar

En más pecho que en el tuyo.

 

   Yo no lo quiero sacar

De un asilo semejante

Porque sé que en el instante

Cesará de palpitar;

Allí lo debo dejar

Para que esté satisfecho

Y puesto que tú te has hecho

La santa de su elección,

Que siga en adoración.

 

 

 

ESTA OBRA HA SIDO DIGITALIZADA POR LA VOLUNTARIA NELVA FONTAN