BELISARIO ROLDÁN


EL ROSAL DE LAS RUINAS




REPARTO

CARLOS DE ALVAREZ        32 años
LEONOR, su mujer                 24 años
ERNESTO, hermano de ésta   27 años
MARTIN, vasco, capataz        35 años
DON EMILIO, viejo peón       65 años
MARIANA, mucama               30 años
DON VALERIO, andaluz        80 años
MARILUISA, su nieta             20 años
MANUEL                               28 años
LA MADRE SUPERIORA     52 años
JUANIN, mozo de la pulpería 18 años
EL BAQUEANO                    35 años
EL CAPITAN CARDENAS   40 años
“ EL MORIBUNDO ”
SOLDADOS, MONJAS, NOVICIAS, PAISANOS

En el año 1870, durante el primer levantamiento de López Jordán. La acción, en
Entre Ríos.

OBSERVACIONES

1- Don Martín, el capataz, es un vasco “cerrado”, en quien se advierte el
esfuerzo que hace por incorporar a sus maneras verbales los giros pintorescos y
el tono zumbón de nuestros paisanos.
2- Don Valerio, el andaluz que aparece en el segundo acto, conserva
íntegramente, por haber llegado viejo al país, su manera de expresarse sin que
haga esfuerzo alguno por modificarla.
3- Derecha e izquierda, las del espectador.




ACTO PRIMERO


EL CRIMEN DE LEONOR

La estancia de Don Carlos de Alvarez en Entre Ríos. A la derecha, un edificio
señorial, pero chato y viejo, a pesar de tener altos o “altillos”. A la
izquierda, una especie de pabellón con alero y varias puertas, destinado a los
huéspedes. Al medio, árboles grandes ; al fondo, el campo. Alguna hamaca, sillas
de hierro, bancos de la época, etc. Al levantarse el telón, Don Emilio, el peón,
está ocupado en “sobar” un lazo.

ESCENA I

DON EMILIO, MARTIN


DON EMILIO

(Después de apercibir a don Martín, el capataz, que viene del fondo.)

Buenos días, capataz...

MARTIN

Buenos días, don Emilio.
¿Acabaste con el lazo?

DON EMILIO

Ya “mesmito vi’acabar...”
¿Hay noticias de la guerra ?

MARTIN

Patrón esperando un chasque
Que de fijo pronto llega.
¡Vamos, apura que es tarde!

DON EMILIO

( Sin interrumpir su trabajo.)

¿Será cierto, capataz,
Que en el último entrevero
Han vencido los de adentro?
Ayer dijo don Froilán...

MARTIN

Estoy por creer que es así...
¡Donde las toman las dan
Y van a jugar poquito
Con ese López Jordán,
Sí, sí!

DON EMILIO

Es una lanza terrible...
¡Qué guerra, válgame Dios!
Y no se le ve el final...

(confidencial.)
¿Usté no cree que el patrón
Anda con ganas también ?

MARTIN

¡Ya lo creo que ha de andar!
Pero no se ha de meter
Porque está “casao” ... ¿ sabés ?
Y cuando se está “casao”
Ya no se agarra la lanza...
¡Si hubiese sido esta guerra
Cuando él estaba soltero !
...Viéndolo estoy campo afuera
Y conmigo de ayudante...
Bueno, dame, que quedó
Esperando por su lazo...
DON EMILIO

( Entregándole el “lazo sobado”.)

Aquí tiene, capataz...

MARTIN

( Tomando el lazo y alejándose por el fondo, se vuelve después de vacilar.)

Che, viejito...¿ “Vos” no has visto
A la mucama por “ai” ?

DON EMILIO

¿A cual de ellas, don Martín?

MARTIN

¡ No te “hagás” el zonzo “vos”!
¡ Cuál ha de ser! ¡ La Mariana!

DON EMILIO

Creo qua anda por allá...

( Señalando la casa de los patrones. Martín se aproxima a ella y mira hacia
adentro, buscando. Socarronamente lo interrumpe don Emilio, tras unos instantes)

¡ Capataz, acuérdese
Que el patrón espera el lazo!

MARTIN

Tenés razón, che, viejito...
Hasta luego...

( Vase.)

DON EMILIO

Con Dios vaya.



ESCENA II

DON EMILIO; luego, ERNESTO

Mientras don Emilio levanta del suelo, muy perezosamente, la grasa de que se
valía para engrasar, canta entre dientes, pero de manera que se le oiga, en un
estilo criollo de la época.

DON EMILIO

No hay bagual que se haga el bravo
Si liga un “pial” de “volcao”,
Ni varón que no sea pavo
Cuando el amor lo ha “picao...”

( En momentos en que se aleja hacia el fondo, sale Ernesto del pabellón de la
izquierda.)

ERNESTO

(A don Emilio.)

¿ Mi hermana sigue durmiendo ?

DON EMILIO

Hace un momento, señor,
Que se asomó a la ventana...

(Vase.)




ESCENA III

ERNESTO, LEONOR

ERNESTO

(Alzando la voz hacia la ventana, un poco alta, que señaló don Emilio.)

¡Hola! Buen día, Leonor...

LEONOR

( Que asoma peinándose.)

Buenos días...¿Qué tal, che?

ERNESTO

Necesito hablar contigo...

LEONOR

Un momentito; ya voy
¿Se puede saber de qué?

ERNESTO

Ven abajo y lo sabrás.

LEONOR

Voy bajando...

(Aparece.)

ERNESTO

¿Tu marido?


LEONOR

Hace rato que salió.
¡A la orden!

(Observándolo.)

¡Qué grave estás!
¿Es que alguno de la casa
Ha amanecido indispuesto?
Vamos a ver...¿qué es lo que hay?
¡Pero qué cara, qué gesto!

ERNESTO

Siéntate y oye, Leonor:
Tenemos que hablar en serio.

LEONOR

( Entre alarmada y burlona.)

Ya me llena de pavor
Ese tono de misterio...

ERNESTO

Lo que tengo que decirte
Es para mí muy penoso,
Es amargo, es enojoso;
Pero quiero prevenirte
Que sólo tu bien me mueve...

LEONOR

No te comprendo...




ERNESTO

¡Paciencia!
Tengo hace tiempo la creencia
De que algo oscuro conmueve
Tu alma de mujer, Leonor...
Te noto distinta, extraña,
Y o mi cálculo me engaña,
O ya no es tanto el amor
Que sientes por tu marido...

LEONOR

¿El te ha hecho su confidente?

ERNESTO

No me interrumpas. Prudente
Juzgo recordar que he sido,
Hasta que a Carlos te uniste,
Para ti más que un hermano...
Huérfanos desde temprano,
En mi cariño tuviste
Siempre un padre, ¿no es verdad?
Fuiste de ese hombre la esposa
Y era para mí una cosa
Propia tu felicidad...
Tres años han transcurrido;
Y aquí, en la Estancia de Carlos,
Donde esperaba encontrarlos
Llenos de paz en su nido,
Si bien hallo a él cuadrado
Como siempre, y generoso,
Leal, sin vueltas, laborioso,
Adivino por tu lado...
¡Me da el decirlo rubor!...




LEONOR

(Interrumpiendo.)

¿Qué adivinas?¿Qué torpeza
Se te ha puesto en la cabeza?

ERNESTO

¡Que Manuel te hace el amor!

LEONOR

¡Estás delirando, Ernesto!

ERNESTO

¡En la verdad estoy puesto!
Te corteja ese señor...
¡Aprovecha el hospedaje
Que se le brinda sin tasa,
Para intentar un ultraje
Al amo y señor de casa!
Lo sé, lo veo, lo siento...

(Pausa.)

...Yo soy de la escuela antigua
Y no es confusa ni ambigua
La doctrina que sustento:
Cuando a una mujer casada
Requiere un galán de amores,

(Leonor llora.)






-Has de escucharme aunque llores –
Es porque ella no hizo nada
Para desviar el agravio;
Y cuando el galán ha sido
Un amigo del marido,
Entonces...¡se quema el labio
Al proferir la sentencia:
Son dos crímenes unidos,
Dos escarnios maldecidos,
Dos ladrones sin conciencia!

LEONOR

¡Ernesto!

ERNESTO

¡Te habla el honor
De la estirpe por mi boca;
Y si perturbada o loca
Das motivo a mi clamor,
Oyelo bien: yo tu hermano,
Yo el soltero, yo el trivial,
El calavera, el jovial,
El tolerante, el humano,
Y cuádrete o no te cuadre,
-Puedes creerlo como hay sol –
Asumiré el triple rol
De hermano, marido y padre!
...Me vincula a tu señor
Un cariño fraternal
Porque es hidalgo y es leal
Y es valiente y soñador...
Siento por ti un paternal
Impulso lleno de amor;
¡Pero más quiero el honor,
Que es mi código ancestral!

(Bajando la voz.)

Dirás a Manuel hoy mismo
Que abandone estos lugares;
Pretextos tendrá a millares
Su inventiva y su cinismo...
Quiero creer que pronta estás
Para estas órdenes mías,
Y que tus coqueterías
Han sido eso y nada más;
Pero de todas maneras,
Que ese hombre salga de aquí,
Pues si no ocurriera así,
Si a que salga te opusieras...

LEONOR

(Viendo que Carlos llega por el fondo.)

¡Calla, calla: mi marido!

ERNESTO

(Recobra la actitud habitual.)

Nada temas...Buen día, Carlos.
















ESCENA IV

Dichos. CARLOS


CARLOS

(Tirando sobre una mesa el chambergo, el rebenque y el poncho de vicuña.)

¡Salud! Creía encontrarlos
Durmiendo...¿Pero qué tiene
Hoy de raro mi señora?

( A ella.)

Me parece preocupada...

( Se le aproxima cariñosamente.)

LEONOR

(Turbada.)

No, Carlos...no tengo nada...
Me contaba Ernesto ahora...

ERNESTO

(Interrumpiendo.)

...Que según oigo decir
Manuel está por partir...

CARLOS

¡Qué me dices!...¿Y por qué?
¿No se halla en la estancia bien?



ERNESTO

Lo han llamado, ignoro quién,
Y con urgencia, se ve...

CARLOS

Es extraño. Anoche hablamos
Y nada me dijo de irse...

(Leonor, muy nerviosa, hace mutis hacia la derecha. Durante el diálogo que
sigue, se le verá asomar repetidas veces, esperando ansiosamente que su marido y
Ernesto abandonen el jardín.)



ESCENA V

CARLOS, ERNESTO


ERNESTO

Ha debido decidirse
Hace un rato...

CARLOS

(Después de haber mirado atentamente a Leonor mientras se alejaba.)

Convengamos
En que Leonor está rara
Más que nunca en estos días...

ERNESTO

Los nervios de las mujeres
Y el girar de las veletas...


CARLOS

Ha llegado a preocuparme...
Tal vez yo tenga la culpa
Por esta clase de vida
Que a mi pesar voy llevando...
Apenas alumbra el día
Monto a caballo y me alejo
Campo afuera, a trabajar;
A la hora de almuerzo vuelvo,
Hago mi siesta después,
Salgo de nuevo a la tarde
Y en seguida de comer
Caigo en cama como un fardo...
Quizá resulto un marido
Poco interesante así;
Pero estoy, como tú sabes,
Empeñado en la tarea
De dar formas a esta Estancia,
Y sólo espero lograrlo
Para empezar otra vida,
Trasladarme a Buenos Aires
Y ser para mi mujer
Un marido más...marido.
No hay mal que dure cien años
Y pronto hemos de concluir
Con el empeño de ahora...

ERNESTO

Como todas las mujeres,
Leonor, que es muy mimosa,
Ha de querer que el marido
La acompañe un poco más...
Debe comprender, no obstante,
Que la vida de estas horas
No es la que tú le reservas
Para los días futuros
Y que estás elaborando
Con tu porvenir, el de ella...
Además, es conveniente
Que mi hermana esté en el campo.
Su salud, que es harto pobre,
Mejora sin duda alguna
En este clima tan sano...

CARLOS

No es que yo note protestas
En la actitud de Leonor;
Menos mía, más esquiva
Y menos lo que antes era:
Eso creo descubrir,
Y ha llegado a preocuparme
De tal modo su actitud...

ERNESTO

No debes dar importancia
A cosas que no la tienen...

(Pausa.)

¿Hay noticias de la guerra?

CARLOS

Un chasque estoy esperando
Que viene del campamento...

ERNESTO

¿Ese combate sangriento
De que hablaste?...






CARLOS

Están peleando.

(Pausa larga.)

¡Cuánta sangre, toda nuestra,
Se derrocha en la jornada!
¡Cuánta vida malograda
En esta guerra siniestra!
¡Cuánto heroísmo sepulto
Para siempre en las cuchillas,
Y cuánto dolor oculto
En estas almas sencillas,
Al mirar cada mañana,
Sobre las lomas calientes,
Olas de sangre entrerriana
Rodando como torrentes!

(Pausa.)

Alguna vez he pensado
Que tanto y tanto dolor,
Tanto desgaste de honor,
Tanto brío derramado,
Tanta sangre que enrojece
Las lomas del campo verde,
No es tesoro que se pierde;
Y aun a ratos me parece
Que para sembrar la gloria,
Ceres dispuso en su trono
Hacer con sangre el abono
De las tierras de la Historia...
Y me consuelo pensando
Que en este momento oscuro
Estamos ¡ay! semillando
La grandeza del futuro
En esos campos cercanos...


ESCENA VI

Dichos. MARTIN

MARTIN

(Interrumpiendo apresuradamente.)

El chasque del campamento
Viene llegando, patrón...

CARLOS

¿Vamos yendo?

ERNESTO

Vamos, vamos.

CARLOS

(Mientras se van por el fondo, poniendo el brazo en el hombro de Ernesto.)

Hemos de hablar mucho de esto...
¡No hay que maldecir la guerra!

ERNESTO

(Jovial.)

¡Ni la temo ni la busco!
Soy como aquel caballero...



ESCENA VII

(El diálogo deja de oírse mientras hacen mutis ambos. Leonor, apenas los ve
alejarse, atraviesa rápidamente la escena y se dirige al cuarto de Manuel, en el
pabellón de la izquierda.)


LEONOR, MANUEL

LEONOR

(Llamando a la
puerta.)

¡Manuel! ¡Manuel!

MANUEL

(Apareciendo muy emocionado.)

¡Todo lo he oído, Leonor!

LEONOR

¿Y qué debemos hacer?

MANUEL

Lo que aconseja el deber
Es salvaguardar tu honor...
Es necesario fingir
Un llamado. Me debo ir,
Porque parece que Ernesto
En verdad está dispuesto...

LEONOR

(Interrumpiendo.)

¡Y eso que ignora, Manuel,
La verdad aterradora:
Que he sido culpable, infiel!

MANUEL

(Asustado y temiendo que los oigan.)

¡Pscht! ¿A qué dices eso ahora?

LEONOR

¡Que he pecado, que he mentido,
Que he ultrajado a mi marido!

MANUEL

¡Marido que no te quiere
Y a tus encantos prefiere
Las distracciones rurales...!

LEONOR

...¡Pero que es un hombre honrado
A quien agravié en mala hora!

MANUEL

Un agravio que se ignora
No es agravio...

LEONOR

(Sin hacer caso.)

¡Qué vergüenza!

MANUEL

¡Leonor, no es éste el momento!

LEONOR

Es que siento
El peso de mi delito...





MANUEL

(Interrumpiendo.)

Si en tanto estimas tu honor,
No seas tú quien pregone...

LEONOR

¿Soy yo lo que te preocupa
O es que temes?...

MANUEL

Temer...¿qué?

LEONOR

Por ti mismo...

MANUEL

¡Hombre soy yo de afrontar
Mis responsabilidades!
Pero no he de hacer locuras
Ni comprometerte en vano...

LEONOR

(Llorando.)

¡Qué vergüenza, qué vergüenza!

MANUEL

¡Por Dios! ¡Que pueden oírte!
¿Es que pierdes la cabeza?
Martín viene...¡Disimula!

(Aparece Martín por el fondo, con ánimo de dirigirse hacia las habitaciones del
dueño de casa. Leonor procura serenarse.)


ESCENA VIII

Dichos. MARTIN; luego, MARIANA

MARTIN

Muy buenos días, señor...

MANUEL

(Adoptando un tono indiferente.)

Buenos días, don Martín.
Dígame...¿La “galera” pasa hoy?

MARTIN

Hoy es viernes...Como siempre,
Entre dos y dos y media
Va a pasar...

MANUEL

Es necesario
Que se ocupe de arreglar
Lo concerniente a mi viaje...

MARTIN

¿Te vas, señor?

MANUEL

Sí; me voy.
Habrá pasaje, ¿no es cierto?

MARTIN

Con seguridad que sí;
En estos tiempos de guerra
Son escasos los que viajan,
Y no hace mucho pasaron
Un mal rato los viajeros...
Diga usted que el mayoral
Es hombre de hacha y tiza,
¡Sí, sí!

MANUEL

Mi equipaje está aquí dentro.

(Señala el cuarto, cuya puerta quedó abierta.)

Sólo me falta arreglar
Pocas cosas...¿Quiere usted
Encargarse de todo esto?
Lo que está sobre la cama
Debe ir en aquel baúl...

MARTIN

No te preocupes de nada,
Que Martín lo arregla todo...

(A Leonor, que sigue muy nerviosa y sin prestar atención.)

¿No me podría prestar
A la Mariana, patrona?
Yo de ropas poco entiendo...

LEONOR

(Mientras hace mutis hacia la derecha)

¡Mariana!



MARIANA

(Apareciendo del mismo lado.)

¡Señora!

LEONOR

Don Martín la necesita.

(Vase. Manuel, muy preocupado, avanza lentamente hacia el fondo y se va, como
sin rumbo.)



ESCENA IX

MARIANA

(A Martín.)

¿Qué manda el capataz?

MARTIN

¿Mandar? ¡Quita esa palabra!
A “vos” no manda Martín:
A “vos” Martín te suplica...
Pues que se va don Manuel
Y hay que arreglarle la ropa.

MARIANA

¡No me diga! ¿Se va? ¿Y cuándo?

MARTIN

En la galera hoy mismo...


MARIANA

¡Qué lástima!; tan alegre
Como es el niño Manuel
...¿Vamos a arreglarle la ropa?

MARTIN

Antes escucha, Mariana:
Quiero decirte una cosa...

MARIANA

¿Vamos a empezar de nuevo?

MARTIN

Es que ahora va endeveras...
Has de saber que estoy
Queriendo de un modo bárbaro...

MARIANA

Ya sabe usted, don Martín,
Que yo le agradezco mucho
Ese cariño tan grande;
Pero no pienso casarme,
Y si me caso ha de ser...
Se lo he dicho...con un criollo.

MARTIN

¡Pero si soy más criollo,
Mariana, que el caracú!
Mira, muchacha, es inútil...
Donde tú vayas, voy yo,
Pues el destino ha querido
Que juntos hemos de andar
Como una cosa y su sombra,
Y en criollo te diré
Para que veas que el vasco
También sabe compadrear...:
Yo soy el mango,
Tú, la cuchilla;
Yo soy la risa,
Tú, la cosquilla...

(Mariana ríe.)

Yo soy la y griega,
Tú “sos” la zeta;
Yo soy la harina,
Tú, la galleta...
Soy la cadena,
Tú, el relicario;
Yo soy el cepo,
Tú, el comisario...
Yo soy el vasco,
Tú “sos” la vasca;
Yo, el vigilante,
Tú, la “charrasca...”(1)
Yo soy el palo,
Tú “sos” la escoba;
Soy el “talero”,
Tú “sos” la soba...
Yo soy el remo,
Tú “sos” el bote...
Yo soy el río,
Tú, el camalote...
...Y te diré la última,

(sin acento en la voz.)

Porque ya no puedo más:
Soy el abuso,
Tú,...¡el juez de paz!

(Ella ríe.)
¿Por qué no casarte “vos”
Con un hombre como yo,
Fuerte, sano, bien “plantao”,
Generoso y más “honrao”
Que todos los otros juntos?
Escúchame bien, Mariana:
Si no lo entiendes así
Y sigues tan casquivana
Como has estado hasta aquí,
Vas a hacer una macana,
¡Sí, sí!
Y por último te digo:
¿Qué más quisieras “vos”, che,
Que matrimoniar conmigo?


(Se lleva súbitamente la mano a la boca, arrepentido y como para evitar que
salga otra grosería.)

MARIANA

¡Vaya una galantería!

MARTIN

(Atribulado.)

Me tenés que perdonar...
Es que tengo una manía...
Se me escapan las macanas...
Cuando las quiero atajar
Ya están echadas al viento...
Desde chico soy así
Y no me puedo curar...
¡Cabeza dura la mía!
¿Me “perdonás, Marianita”?

MARIANA

(Después de haber reído mucho.)

...Bueno, mire, don Martín:
Vamos a arreglar la ropa
Y mañana le daré
La respuesta que me pide...

MARTIN

¿Y esa respuesta ha de ser?...

MARIANA

(Ruborosa.)

Me parece que a su gusto...
A pesar de los “escapes”...

MARTIN

¡Dios te bendiga, sabrosa!
Ya el corazón me decía
Que me estabas por querer...
¡Verás que marido lindo
Que voy a ser para “vos”!
Aquí viene mi patrón...
¿Me permites que le diga?...

MARIANA

¡No, don Martín, por favor!
¡Vamos a arreglar la ropa!

MARTIN

Bueno: vamos, morochita...

(Aparte, entrando en el cuarto tras ella.)




¡Siento el corazón aquí
Bota que bota
Lo mismo que una pelota,
Sí, si!
(Simultáneamente reaparecen por el fondo, conversando entre sí y marchando con
lentitud,Carlos, Manuel y Ernesto.)


ESCENA X

CARLOS, MANUEL, ERNESTO


CARLOS

(A Manuel, como continuando una conversación.)

Sí, comprendo; pero siento
Que se tenga que marchar...

MANUEL

Yo también deploro mucho
Dejar compañía tan grata...

CARLOS

Y tiene que perdonarme
Si el dueño de casa ha sido
Poco atento con su huésped...

MANUEL

Todo lo contrario, Carlos...

CARLOS

...Pues mi vida de trabajo,
Vida bien dura en verdad,
Me sustrae a otros deberes
Que con placer atendiera...

MANUEL

No tengo sino motivos
De gratitud para usted...

ERNESTO

(A Manuel, como queriendo cortar el diálogo.)

¿Arreglaste tu equipaje?

MANUEL

Martín se ha encargado de eso.

ERNESTO

A las dos debes marchar...
Convendría que almorzáramos...

CARLOS

Ya deben estar sirviendo...

(Entran los tres por la derecha. Martín y Mariana salen del cuarto de Manuel,
trayendo entre los dos un baúl grande que depositan en el suelo.)


ESCENA XI

MARIANA, MARTIN


MARIANA

Lo más propio me parece
Que se llamara Mariana
Si es mujer; y si es varón,
¡Martincito!

MARTIN

Si es mujer, estoy conforme
En que se llame Mariana;
Pero si es varón, prefiero...

MARIANA

¿Qué prefieres?

MARTIN

¡Marianito!

(Ella ríe.)

Ya ves como soy galante...
Vamos poniendo el baúl
Allá afuera...

(Ella lo levanta por una punta, de la misma manera que al salir del cuarto.)

¿Pesa mucho?
¡Quita allá! ¡Es lo único que faltaba!

(Echándose el gran baúl al hombro.)

¡Tener un vasco por novio
Y estar cargando baúles!

(Salen por el fondo, mientras reaparece Manuel en la especie de pequeña terraza
que debe tener el edificio de la derecha; y después de mirarlos alejarse, cruza
la escena, volviendo la cabeza como si aguardara a Leonor, y entra en su cuarto.
Un momento después aparece esta última en la terraza.)




ESCENA XII

MANUEL, LEONOR


LEONOR

(En voz alta.)

Dice Carlos que el almuerzo
Está servido, Manuel.

MANUEL

(Saliendo del cuarto.)

En seguida.

(Bajo.)

¡Ven!
Un minuto, nada más...

(Ella se aproxima.)

No volveremos a vernos
A solas por mucho tiempo...

LEONOR

¡Imprudente!

MANUEL

(Tendiéndole la mano.)

¡Adiós!

LEONOR

¡Adiós!

MANUEL

(Sin soltarle la mano, que ella pugna ligeramente por desasir.)

¿Me quieres?

LEONOR

¡No!

MANUEL

¿No me quieres? ¿Y por qué?
Me quieres a tu pesar,
Y me seguirás queriendo
Por sobre todas las leyes,
Y sobre todos los miedos...
Y he de verte en Buenos Aires.

(La atrae hacia sí, un poco bruscamente, y la besa, mientras Carlos aparece en
la terraza. La actitud que asumirá este último queda librada al talento
interpretativo. Su primer impulso es arrojarse sobre los culpables; pero se
contiene, haciendo un visible esfuerzo sobre sí mismo. Manuel, por su parte, ha
hecho ademán de sacar su revólver.)


ESCENA XIII

MANUEL, LEONOR, CARLOS


CARLOS

No te asustes, vil ladrón,
Que otro castigo depara
A tu crimen mi razón:
¡Frente a frente y cara a cara!
¡Y ahora mismo! ¡Sal de aquí!
¡Sal y espérame allí fuera,
Junto a esa primer tranquera!

( Sale Manuel en silencio, bajo la mirada fulminante de Carlos. Este último
entra en su cuarto, en busca de armas, se supone. Reaparece. Su mujer ha quedado
inmovilizada por el terror. Se dirige a ella.)

¡Tú no te muevas de ahí!

(Sale por el fondo. Transcurre un momento de silencio angustioso.)


ESCENA XIV

LEONOR, ERNESTO


ERNESTO

(Apareciendo en la terraza.)

¿Qué ocurre?

LEONOR

(Yendo hacia él, desolada)

¡Oh, Ernesto, ven!

ERNESTO

¿Pero qué demonios pasa?

LEONOR

Carlos y Manuel...



ERNESTO

No entiendo...

LEONOR

¡Carlos me encontró en los brazos
De Manuel hace un instante!

ERNESTO

¡Desdichada! ¡Con razón
El instinto me anunciaba
Un crimen cerca de mí!
¡Y pensar que he sido yo
Quien trajo ese hombre a esta casa!
¡Era tu amante Manuel!

LEONOR

Sí, Ernesto...¡Perdón, perdón!

ERNESTO

¡De mí nunca lo tendrás,
Desdichada, vil, perjura!

LEONOR

Mi marido va a matarme
Apenas vuelva de afuera...
¡Sálvame, por Dios, Ernesto!
¡No quiero morir así!
¿Olvidas que es tu hermana
Quien te suplica de hinojos,
Tu Leonor, la de otro tiempo,
La de la infancia cercana,
La que alguna vez quisiste
Como se quiere a una hija?...

ERNESTO

Pudo matarte hace un rato
Al verte en brazos de otro
Que la ley cubre y ampara
Tal impulso en el marido;
...Pero ahora, así, en frío
Y en mi presencia...¡Eso no!


ESCENA XV

Dichos. MARTIN


MARTIN

(Apareciendo de pronto, por el fondo, profundamente emocionado.)

¡No teman tal cosa ustedes!
Es muy capaz mi patrón
De matar a un miserable
Frente a frente y hombre a hombre:
¡Pero no mata a mujeres
Quien tiene tal corazón!

ERNESTO

¿Por qué no va usted, Martín,
a ver lo que ha sucedido?

MARTIN

El me lo prohibió al pasar.
“Que nadie vaya hacia allá,
Suceda lo que suceda”, me dijo;
Yo obedezco. Y adivino
Lo que va a hacer mi patrón
Cuando acabe con el otro...
(Aparece Mariana.)

ERNESTO

¿Qué imaginas que va a hacer?

MARTIN

No seré yo quien lo diga;
¡Pero si se va de aquí,
Si enloquecido de pena
Abandona estos lugares,
Con él me voy yo también!


ESCENA XVI

Dichos. MARIANA

MARIANA

(Aproximándosele y con mucha timidez.)

¿Y yo?

MARTIN

Si han engañado en tal forma
A un hombre como el patrón,

(Mariana llora.)

¿Qué no harán con el vasco?
¡Nada con las hijas de Eva!
¡Para mí todas murieron,
Que si una ofendió a Don Carlos,
Todas, todas han perdido
La estimación de Martín!


ESCENA XVII

Dichos. CARLOS


CARLOS

(Reaparece taciturno. Viene sin apurar y se dirige a Martín.)

Junto a la primer tranquera
Hay un hombre malherido.

(Vase Martín.)

ERNESTO

(Poniéndose delante de Leonor.)

¿Qué piensas hacer ahora,
Carlos, pobre hermano mío?

CARL0S

Un momento y lo sabrán.
Nadie se mueva de aquí.

(Entra en su cuarto. Reina en escena un silencio terrible de algunos segundos.
Al cabo de ellos reaparece Carlos. Trae puesta una amplia capa, calado el
chambergo y en la diestra una lanza. Ocupa el centro del escenario y se dirige a
Leonor. Habla con voz entrecortada por la angustia y la cólera.)

Te amaba con un amor
Cándido de adolescente;
Te amaba tímidamente
Como nadie amó jamás...
Estaba forjando el nido
Del porvenir visionado,
Y era feliz a tu lado
Trabajando para ti;
Que empeñado en la tarea
De ganar tiempo a las horas,
Me vieron muchas auroras,
Sonámbulo cuyo marcha
Iba rompiendo la escarcha
De las mañanas heladas...
La herida que me has abierto
Es tan cruel, es tan brutal,
Tan honda, tan inmortal,
Que al ir a jugar mi vida
Iba deseando perderla,
Incapaz ya de tenerla,
Con tanta sombra en el alma:
Iba deseando matar
Pero morir a mi vez...
Cuando lo tendí a mis pies
Hube de caer a su lado
Muerto por mi propia mano,
Y un esfuerzo sobrehumano
Debí hacer para vivir,
Que un hombre de mis blasones
No puede morir así...
Harás, no obstante, de cuenta
Que hace un momento perdí
La vida en el duelo a solas;
He muerto, pues. Sobre ti
Otra sentencia caerá:
Yo te condeno a vivir...
¡La vida me vengará!
¡Y pues va
Por estos campos una racha romancesca,
Voy a hundir en esa racha mi existencia maldecida,
A poner fin a mi pena, a mi rabia y a mi vida
Entre el delirio sangriento de la pléyade gauchesca,
Y a la luz del huracán
Que desató en estas tierras el férreo López Jordán:
A morir en las cuchillas cara a Dios, gloriosamente,
Sol de angustia que enrojece de pudor en su poniente!
¡Pero sépalo la vil, la traidora, la ramera,
La perjura sin perdón:
Por perjura, por traidora, por mala hembra, por ramera,
Será mi voz postrimera
Una eterna maldición!

(Mientras se da vuelta para salir, seguido de Martín que un momento antes
apareció armado también de lanza, telón.)



ACTO SEGUNDO

LA CANCION DE “EL MORIBUNDO”

Interior de una pulpería, inmediata al campamento de López Jordán. Su dueño, el
viejo andaluz don Valerio, le ha impreso el aspecto característico de un mesón
de España. Del techo, bajo, penden embutidos diversos, para solaz de las moscas.
A la izquierda está el “mostrador”, tras el cual hay una puerta que comunica con
las habitaciones interiores; al fondo y hacia el medio, otra, que sirve de
entrada; a la derecha, una más grande, corrediza, que permite pasar al corral
donde se guardan las aves. Mesas chicas, bancos, etc. Al levantarse el telón,
están sentados, en torno de una de aquéllas, dos soldados y un civil. Este
último viste bombacha y está armado de “facón”. Tras el mostrador está Juanín,
el muchacho que atiende a los parroquianos.


ESCENA I

SOLDADOS, CIVIL, JUANIN; luego, MARTIN

EL CIVIL

¡Che, Juanín! Dame otra caña...

(Entra Martín y ocupa una mesa, solo, enfrente.)

MARTIN

¡Buenos días!



LOS TRES

¡Buenos días!

MARTIN

(A Juanín.)

Un jarrito de café.

EL CIVIL

(A los soldados.)

Hagámoslo hablar al vasco...

SOLDADO PRIMERO

¿ “Cansadazo”, don Martín”?

MARTIN

¡Sí, sí que me estoy cansando!
Hace cerca de diez meses
Que llegamos a la guerra
Con mi patrón...¡y no veo
El momento de volvernos!

SOLDADO SEGUNDO

Es muy dura, ya lo creo,
La vida del campamento...

(Pausa.)

Y cuéntenos, don Martín...
¿No se le ha “escapao” ningún
“Macanazo” en estos días

MARTIN

¡Ayer mismo! Uno y bien gordo...
¿No le dije al general:
“Tenés cara de bandido”?

(Todos ríen.)

¡Qué “querés”! ¡Se me escapó!
¡Cabeza dura la mía!
¡Suerte que lo echó a la risa;
Que si no, no cuento el cuento!

(Ríen de nuevo.)

SOLDADO SEGUNDO

Diga, don Martín...¿Se acuerda
De la rodada famosa
De su patrón?

EL CIVIL

Fue al principio
De la guerra...¿no es así?

MARTIN

Fue como al mes de llegar,
Y fue entonces que lo hicieron
Por su hazaña capitán...

SOLDADO PRIMERO

¿Y cómo fue la rodada?

MARTIN

¡A vos ya te la he “contao”!

SOLDADO PRIMERO

Es “verdá”; pero me gusta
Escuchar la relación...

JUANIN

Sí, don Martín...¡Cuéntela!

MARTIN

Iba en marcha el escuadrón
Cargando a la media rienda,
Lanza en mano. Mi patrón,
Que era teniente, iba al frente,
Al frente del pelotón...
¡Cuadro lindo! Allá detrás
Quedaban nubes de tierra
Más espesas cuanto más
Avanzábamos gritando,
Y fue que de pronto...¡zas!
Rodó el zaino del patrón
Y se clavó de cabeza...
Entonces el escuadrón
Se abrió en dos “pa” no pisarlo
¡Y como una visión
Aquello de Satanás!
Cuando se volvió a juntar
Creyendo dejarlo atrás,
El teniente estaba al frente
Otra vez...¿ “vos” lo creerás?
¡Al frente del escuadrón
Con su zaino reluciendo
Bajo el sol, que iba poniendo
Polvos de oro en el montón!
Al frente del escuadrón
Gritando ¡viva Entre Ríos!
¡Y estaba en punta, el primero,
Cuando se hizo el entrevero
Y lanzas, bolas, facones,
Fusiles y redomones
Se mezclaron entre el polvo!

SOLDADO PRIMERO

¡Ah, machazo!

SOLDADO SEGUNDO

¡Tigre lindo!

MARTIN

Un balazo aquí, en el hombro,
Y una lanzada en la pierna;
Lo bajaron del caballo
Y lo salvamos raspando...
¡Nunca había “llorao” el vasco,
Pero lloró, te lo juro,
Cuando el general después
Lo abrazó, visto por todos,
Y me lo hizo capitán
En el campo de batalla!
Dos meses tuvo de cama
Y de orden del General
Los pasó aquí, en esta casa,
Entre esta gente tan buena...

EL CIVIL

Y empezó a arrastrarle el ala
A la nieta del patrón,
A Mariluisa, la rubia...

MARTIN

Yo de esas cosas no entiendo...


EL CIVIL

Y se comenzó a cuidar
En los otros entreveros;
Y ya no quiere morir...
¡ “Aura” le gusta la vida
Y se relame pensando
Que la rubia va a ser suya!

MARTIN

¡ “Sabés” demasiado “vos”!

EL CIVIL

¡Y esa rubia tiene dueño,
Porque antes que el capitán
Llegara a este campamento,
Era yo que la quería!...

SOLDADO PRIMERO

Pero no te daba juego...

EL CIVIL

¡Puede ser que así sería!

MARTIN

Bueno, “mirá”, che, Pedrito
Vamos a hablar de otra cosa...

EL CIVIL

¡Qué otra cosa ni otra cosa!
¡Dame otra caña, Juanín!
Vamos a hablar de la rubia
Porque aquí se anda diciendo
Que ella cree en un casamiento.
¡Y ese hombre no es soltero!

MARTIN

(Poniéndose rápidamente de pie y alzando por una pata el banquito en que estaba
sentado.)

¡Vas a callarte la boca
O te rompo la cabeza!

EL CIVIL

(Que casi simultáneamente ha desnudado el facón y se ha puesto en guardia.)

¡Así me gusta; vení
Que “vi a ver” de qué color,
Es el chancho por adentro!

(En ese momento aparece en la puerta el capitán Carlos de Alvarez. Viste de
civil, con su capa habitual, y luce tres galones sobre el gran chambergo. Su
presencia paraliza a todos. Los soldados se cuadran haciendo la venia; Martín
abandona el banquillo. Sólo el civil mantiene su actitud.)


ESCENA II

Dichos. CAPITAN

CAPITAN

(Que se ha colocado entre los que iban a pelear.)

¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí?

MARTIN

Este hombre me provocaba...

CAPITAN

(Después de haber contestado el saludo de los soldados, al civil.)

¿Y usted por qué no saluda?

EL CIVIL

Porque yo no soy “soldao”...

CAPITAN

¿Y qué es?

EL CIVIL

Soy el baqueano.

CAPITAN

¡Bueno, sáquese el sombrero!

EL CIVIL

(Tras un momento de vacilación y después de envainar el cuchillo, se descubre
lentamente.)

Me lo saco...porque el mío
No tiene esos tres galones...

(Súbitamente, el Capitán le arrebata el chambergo y le pone el suyo en la
cabeza.)

CAPITAN

¡Ahora te vas a sacar
El chambergo con galones!
¡Vamos, pronto: “saludá”!

EL CIVIL

(Saludando.)

Está bien...

CAPITAN

(Después de haber recobrado violentamente su chambergo y ponerle el suyo en la
cabeza.)

¡Ahora mismo
Te “mandás” mudar de aquí!

(Mientras sale el Baqueano.)

¡La primera vez que te vea
Merodear por esta casa
O me avisan que has venido,
Te voy a curtir a azotes!

(Vase el civil, lenta y taimadamente.)

EL CIVIL

(Desde la puerta.)

Está bien...

(Hay un breve silencio.)

LOS SOLDADOS

(Haciendo la venia.)

Con permiso, capitán...

(Vanse.)


ESCENA III

CAPITAN, MARTIN, JUANIN


CAPITAN

Oye, Martin...Es preciso
Que te acerques de un galope
Hasta mi carpa y preguntes
Si no me ha buscado allí
El capitán Lucio Cárdenas...

MARTIN

¿Volvió ya de Buenos Aires?

CAPITAN

Esta mañana llegó.
Si das con él, le dirás
Que dentro de media hora
Me podrá encontrar aquí.
Se que anda en procura mía.

MARTIN

Está muy bien, capitán

(Vase.)


ESCENA IV

CAPITAN, DON VALERIO, JUANIN




CAPITAN

(Golpeando las manos hacia el interior.)

¡Don Valerio!

DON VALERIO

(Desde adentro.)

¿Capitán?

(Apareciendo.)

A sus órdenes, “zeñó”.

CAPITAN

¿Mariluisa?

DON VALERIO

Está “mu” bien...
¿ “Usté” quiere que la llame?

CAPITAN

No; al contrario. Escúcheme
Tengo que ir urgentemente
Adonde está el general;
Poco durará mi ausencia,
Nada más que unos minutos;
Pero si llega entretanto
El capitán Lucio Cárdenas,
Le dirá usted que me espere,
Que en seguida volveré,
Que ya sé que anda en mi busca...

DON VALERIO

Está “mu” bien, capitán.

CAPITAN

Hasta luego.

DON VALERIO

Dios le guíe...

(Vase el capitán.)


ESCENA V

DON VALERIO, JUANIN, MARILUISA


DON VALERIO

(A Juanín, viendo unas botellas sobre el mostrador, olvidadas.)

¿Esas botellas?

JUANIN

Ya mismito
Iba a guardarlas, patrón...

DON VALERIO

Deja, que yo las pondré,
Cabecita de alcachofa.

(Mientras don Valerio coloca las botellas en su sitio, aparece Mariluisa, que no
ve al abuelo. Trae dentro del delantal, cuya punta levanta con una mano, maíz
para las gallinas. Juanín, apenas la ve aparecer, abre la puerta corrediza que
comunica con el corral.)
MARILUISA

(Haciendo sonar el maíz con la otra mano.)

¡Có, có, có

(Mientras arroja maíz.)

Có, có, có!
¡Vengan acá las gallinas, el gran gallo,
Los pollitos!...
¡Có, có, có!
¡Có, có, có!
¡Vengan acá que estoy yo!
Venga acá la cochinchina
Parlanchina,
¡Có, có, có!
La que va siempre detrás,
Por ladina,
¡Có, có, có!
Del pollito batarás...

(Siempre arrojando maíz.)

Venga acá la catalana,
Media hermana
¡Có, có, có!
De aquella pobre andaluza
Tan discreta,
Que la acusa
¡Có, có, có!
Que la acusa
De coqueta...
Y la azul, y la armiñada
Cortejada
¡Có, có, có!
Por el pollo pluma oscura,
El de cresta
Prematura
¡Có, có, có!
Y usted, la humilde, la criolla
Que no empolla
¡Có, có, có!
Ni morronguea ni espera
Ni hace nada,

(Siempre arrojando maíz)

Porque la tiene asustada
¡Có, có, có!
Tanta rival extranjera...
Y usted, señor gallo grave,
El que sabe
¡Có, có, có!
Poner a raya el corral,
Porque tiene,
Según veo,
¡Có, có, có!
Señorial
El cacareo...;
El de la figura apuesta
Y la cresta
Colorada
¡Có, có, có!
Orgulloso porque van
Detrás de él como si fuera
Un Don Juan
Cualquiera...
Y los pobres, los chiquitos,
Los pollitos,
Que quieren mucho a la madre,
Pero al padre
No...
¡Có, có, có!
¡Có, có, có!
A comer, que allá va toda
La maizada
Codiciada,
Que se acaba,

(Tirando los últimos maíces y soltando el delantal.)

Que se acaba,
Que se acaba,
¡...Y se acabó!

(Juanín, a quien Mariluisa no toma en cuenta, cierra otra vez la puerta
corrediza. Durante la escena anterior, don Valerio ha oído embelesado a su
nieta, celebrando con risas contenidas y gestos aprobatorios las cosas que
decía. Cuando Mariluisa se vuelve, el abuelo da rienda suelta a su entusiasmo.)

DON VALERIO

¡Eres la gracia en “prezona”!

MARILUISA

(Muy jovial.)

¿Estaba usted ahí, abuelo?

DON VALERIO

¡Es que a nadie más que a ti
Te se podía “ocurrí”
Dar bromas a las gallinas!
¡Eres la gracia en “prezona”!

MARILUISA

¡Mire que lo voy a creer!
Diga, abuelo...El capitán
¿No ha venido?

DON VALERIO

“Zí ” que vino.


MARILUISA

¿Cómo es eso? ¿Ha venido
A verme mi capitán
Y el señor abuelo mío
No me había avisado nada?

DON VALERIO

Vino de paso, apurado...
No va a tardar en “vorvé ”...
El general lo llamó...

MARILUISA

(Preocupada.)

¡El general! ¡Qué lucha esta
Que amenaza no acabar!
¡Cuando pienso que es posible
Que lo hieran otra vez!...

DON VALERIO

¡No lo pienses! El ha dicho
Que ahora se va a cuidar
Y no va a hacer más locuras...

JUANIN

(Que está parado en la puerta.)

Allá vuelven, galopando,
El capitán y Martín...

(Don Valerio y Mariluisa van a la puerta y observan a los jinetes, todavía
lejanos.)




MARILUISA

(Depués de mirar atentamente.)

No, no es él...Es Martín
Con otro...

DON VALERIO

¿Un capitán?

MARILUISA

Con un capitán, eso es,
Que monta un tordillo grande...

DON VALERIO

¡El es entonces!

MARILUISA

¿Quién es?

DON VALERIO

El capitán Lucio Cárdenas
A quien don Carlos espera...
Tengo para él un “recao”;
Vete adentro, hijita mía,
Yo lo voy a “recebí”...

MARILUISA

Y cuando Carlos regrese,
Me avisa...



DON VALERIO

¡Pierde “cuidao”!
El mismo dará los “pazos”,
Que está el galán más “chalao”
Y loco por tus pedazos...
¡Y cómo no lo ha de “está”,
Si es capaz mi nietecilla
De hacer perder la cabeza
Al obispo de Sevilla!

(Mariluisa va a entrar y él la detiene.)

Oye, hija mía...¿Tu ves,

(Señalando hacia fuera, lejos.)

Perdido allá a la distancia,
Ese edificio?

MARILUISA

¿El convento?

DON VALERIO

¡Eso mismo! El convento
De las Hermanas Terciarias...
¿ “Tacuerdas” cuando querías
Irte p´allá, Mariluisa?
“Toos” los días me lo decías:
“¡Que quiero ser monja, abuelo!
¡Que sin mi “pare” y mi “mare”
Estoy de más en el mundo!”
Y yo: “¡No me da la gana!”
Además, “ma contao” un pajarito
Que un galán apuesto y bravo
Va a llegar “mu” pronto aquí
“Pa” quitarte esas ideas...”
Y tú: “Que quiero ser monja,
Que es mi destino, abuelito”
... “Güeno”; pues allá lo tienes
Al convento de tus sueños...
¿ “Quiés” ser monja, Mariluisa?

MARILUISA

(Muy picarescamente y poniéndole la boca en el oído.)

¡Por ahora más bien no,
Y doblemos la hoja, abuelo!

(Vase corriendo para adentro, mientras aparecen en la puerta el capitán Cárdenas
y Martín.)


ESCENA VI

DON VALERIO, CARDENAS y MARTIN


CAPITAN CARDENAS Y MARTIN

Buenas tardes...

DON VALERIO

Buenas tardes. ¿Usted es?...

CAPITAN CARDENAS

El capitán Lucio Cárdenas.






MARTIN

(Aludiendo a Don Valerio.)

El señor es don Valerio
El dueño de este negocio...

CAPITAN CARDENAS

(Dándole la mano.)

Tanto gusto.

DON VALERIO

Muchas gracias...
El capitán Carlos de Alvarez
Que estuvo esperando a usted
Va a “vorvé d´aquí” a un momento...

CAPITAN CARDENAS

Está bien. Lo esperaré.

DON VALERIO

Tome asiento...

CAPITAN CARDENAS

Muchas gracias.

(A Martín.)

De manera, don Martín,
Que usted no se anima entonces
A dar la noticia a Carlos...



MARTIN

Sólo que “vos” lo mandases
De una manera formal;
Pero yo preferiría
Que lo sepa de otro “lao”...
¡Qué noticia, señor mío!

CAPITAN CARDENAS

Bueno; puede retirarse.
Yo voy a aguardarlo aquí
Y veré lo que hay que hacer.

MARTIN

Está muy bien, capitán...
Con permiso...

(Aparte.)

¡Qué noticia!

(Mientras se va, señalando al capitán, con visible inconsciencia.)

¡También, la ocurrencia tuya
De meterte a redentor!...

(Lleva la mano a la boca, arrepentido, para tapársela.)

¡Perdoname, capitán!
Es una manía que tengo...
¡Se me escapan sin querer!

CAPITAN CARDENAS

(Incomodado.)

Bueno, ¡váyase cuanto antes!

(Aparte.)

Está medio loco el vasco...

MARTIN

(Saliendo.)

¡Cabeza dura la mía!


ESCENA VII

CAPITAN CARDENAS, DON VALERIO


CAPITAN CARDENAS

(A don Valerio, que durante el diálogo anterior se había alejado discretamente.)

¡Malos tiempos, don Valerio!

DON VALERIO

¡Terribles, mi capitán!

CAPITAN CARDENAS

¡Y ya es fortuna la suya...;
Poder tener un negocio
En plena revolución!

DON VALERIO

¡Calle usted! Si al “empezá”
Ya había yo “cerrao” la puerta;
Pero el general me dijo
Que siguiera trabajando
Y que él me protegería...
CAPITAN CARDENAS

¿Y vive usted solo aquí?

DON VALERIO

Solo con mi nietecita
Y ese muchacho, Juanín...

CAPITAN CARDENAS

Pero pronto, según dicen,
La familia va a aumentar...

DON VALERIO

¡Quiera Dios, mi capitán!
Mariluisa ha de casar
Con el “zeñó” Carlos de Alvarez...
Y “ansí s´abrá realizao”
Mi último sueño en la tierra...
Cuando murió m´hija Marta,
(La “mare” de Mariluisa),
Y al poco tiempo se fue
Mi yerno, el pobre Javier,
Yo pedí al cielo mil veces
Que no me hiciera ir del mundo
Dejando sola a mi nieta...
El cielo escuchó mi ruego
Y he de morirme tranquilo
Si la dejo en esas manos,
Que es el capitán Don Carlos
Un hidalgo como hay pocos...

CAPITAN CARDENAS

¿Y está fijada la fecha
Para el casamiento ya?


DON VALERIO

Que yo sepa, no “zeñó”...
Me figuro que ha de ser
Cuando la guerra concluya...
¡Quiera Dios que sea cuanto antes!

(En ese momento, Carlos aparece en la puerta y se precipita, muy cariñosamente,
a abrazar a su amigo. Don Valerio entra en el interior.)


ESCENA VIII

CAPITAN CARDENAS, CARLOS, JUANIN


CARLOS

¡Por fin me encuentras!

CAPITAN CARDENAS

¡Por fin!

CARLOS

¿Llegaste esta madrugada?

CAPITAN CARDENAS

A las cuatro, más o menos...

(Se sientan.)

CARLOS

Un viaje largo y riesgoso...



CAPITAN CARDENAS

Lleno de complicaciones...
Cuando el general dispuso
Que fuera hasta Buenos Aires
Con una misión secreta,
Calculé que duraría
El viaje unos quince días...
¡Y he empleado noventa y tres!
No había sido cosa fácil
Pasar la línea enemiga
Eludiendo las patrullas
Que se mueven sin cesar,
Y a la ida como a la vuelta
He debido hacer milagros
Para que no me prendieran...

CARLOS

Te ha ido bien. Es lo esencial...
¿Y la causa de tu apuro
Por hablarme?...

CAPITAN CARDENAS

(Un poco turbado.)

El buen deseo
De saludarte...y decirte...
Que he visto a tu gente allá...

CARLOS

(Que ha bajado la cabeza.)

Toda “mi gente” es mi hermana,
Mi hermana Elisa...¿la viste?

CAPITAN CARDENAS

No... no he hablado con ella...

(Pausa turbándose.)

Dime ahora algo de ti...
Recojo ciertos rumores...

CARLOS

(Tras otra pausa.)

Te lo diré todo, todo.
...Pues sabrás, querido amigo,
Que por voluntad suprema
De no sé qué ley benigna
Se ha borrado en mí el recuerdo
De mi tragedia pasada...
Soy feliz y amo la vida.
Buscando muerte gloriosa
Llegué a este lugar de sangre
Hace ya cerca de un año;
Y el destino me hizo hallar,
En vez de la muerte ansiada,
Una mujer peregrina
Que al hacerme amar sus gracias
Hizo que amara la vida...

CAPITAN CARDENAS

¿Mariluisa?

CARLOS

Mariluisa.
Cuando herido gravemente
Vine a morir a esta casa,
Ella curó mis heridas,
Ella restañó mi sangre,
Ella veló mis delirios;
Y puso tanta ternura
En su misión de hada buena,
Que allá en el fondo de mi alma
Se consumó ese milagro...
¡Con qué piedad infinita
Vi flotar sobre mi angustia
La inquietud tímida y mustia
De su mirada bendita!
¡Con qué ritmos celestiales
Sus dedos blancos y tersos,
Como aleteos de versos
Pasaban sobre mis males!
¡Con qué emoción alta y pura
Comprobé convaleciendo
Que el amor iba naciendo
Del fondo de mi alma oscura,
Y pensé que aun podía
Florecer mi vida yerta,
Y haber rosas en la huerta
Donde la nieve caía!
¡Ah!, cuando vi que se encendían por la gracia del amor
Sus pupilas,
Sus pupilas tan profundas, tan humanas, tan tranquilas
Y la vi alzarse vibrante de casto fuego interior,
Bendije la suerte mía
Porque había
Permitido
Que sobre el jardín derruído
De esta alma que sucumbía,
Pasara blanca y divina,
Lírica, solemne y pura,
La gracia de una ternura
Femenina...
Y comprendí perturbado
Que sobre mi vida trunca
El amor no había brillado
Hasta entonces, nunca...

CAPITAN CARDENAS

¿Pero qué es, en resumen,
Esa mujer para ti?
Porque no alcanzo a entender...

CARLOS

Lo es todo, no siendo nada...
Es mi sueño omnipotente,
El la ilusión visionada
Castamente;
Es algo que a ser alcanza
Lo más íntimo y potente:
¡La Esperanza!

CAPITAN CARDENAS

¿Y ella conoce o ignora
Tu situación verdadera?

CARLOS

Has puesto el dedo en la llaga...
¡Ignora mi situación!
Sabe que hay en mi pasado
Un gran dolor sepultado;
Pero la verdad no sabe...
He ido insensiblemente
Rodando por la pendiente,
Y me ha faltado valor
Para decírselo todo...
¿Crimen mío? No lo sé;
Mas piensa, si has de juzgarme,
Que esta pasión, engendrada
Entre fiebres y dolores
Como a veces brotan flores
En la trágica hondonada,
A medida que crecía
Iba emancipando un alma,
Iba poblando una nada,
Iba salvando la vida
Claudicante de un suicida...

CAPITAN CARDENAS

No he de ser yo quien censure...

CARLOS

Imagínate un hombre, casi muerto,
Perdido en el desierto
A donde fuera para huir del mundo,
Que sintiera en sus senos el profundo
Martirio de la sed...¿Le negarías
El derecho a beber de aquel raudal
Tentador y cristalino
Que un destino
Fiel
Hizo brotar junto a él
De escondido manantial?

CAPITAN CARDENAS

¿Y cuál es la solución?
¿En qué fías? ¿En qué esperas?

CARLOS

¡En qué podría esperar!
Yo soy un sueño en acción:
Aguardaré el despertar...

CAPITAN CARDENAS

(Aparte.)

¡Pues yo tampoco me animo
A darle la gran noticia!

JUANIN

(Que durante el diálogo anterior ha permanecido en la puerta.)

¡ “El moribundo”!...¡Allá viene!

CAPITAN CARDENAS

¿El moribundo? ¿Qué es eso?

CARLOS

Un moribundo simbólico...
Es un curioso espectáculo
Que presenciamos aquí
Al caer de los crepúsculos...
Un viejo gaucho maltrecho
Jinete en un pobre overo
Que a duras penas tranquea,
Pasa cantando un cantar
Cuando está muriendo el día.
Es un cantar melancólico
Y varonil a la vez...
Lo he oído tantas veces
Que de memoria lo sé...
¿Es que no canta, Juanín?

JUANIN

Parece que no, señor...

CARLOS

(A Cárdenas.)

En un compás muy profundo
Y con un eco tan triste
Como de algo que no existe,
Va cantando “el moribundo”:
“Soy la postrer armonía
De una raza que se va;
Pero otra mejor irá
Brotando de mi agonía”

(La voz de “el moribundo” interrumpe la décima y la concluye. Carlos permanece
de pie, invitando a Cárdenas, con el ademán suspenso, a escuchar la canción
errante.)

“EL MORIBUNDO”

(Cantando su “triste”)

“...Tal como a la luz del día
Abren sus gracias divinas
Las rosas en las taperas
Al venir las primaveras,
Que son rosas peregrinas
Las del rosal de las ruinas...”

CAPITAN CARDENAS

Compleja filosofía
Que entristece y reconforta
La de ese cantar errante...
Es original y hermoso...

CARLOS

(Mirando hacia afuera.)

¡Y allá se va “el moribundo”
Envolviéndose en la noche,
Como si realmente fuese
La postrera melodía
De una raza que agoniza!...

CAPITAN CARDENAS

Es interesante y triste...
Cuando me fui, no existía...
CARLOS

Hace dos meses apenas
Que apareció por aquí...

CAPITAN CARDENAS

(Repitiendo de memoria.)

“Que son rosas peregrinas”

CARLOS

(Haciendo lo propìo.)

“Las del rosal de las ruinas...”

CAPITAN CARDENAS

Tu vida está comprobando
La verdad de ese cantar...

CARLOS

Rosas han brotado, es cierto,
Capitán, sobre mis ruinas
Pero...¿las podré tomar?

CAPITAN CARDENAS

Ha de querer Dios que sí...

(Pausa breve.)

...Y te dejo...El general
Me invitó a comer con él.

CARLOS

A mí también. Nos veremos
Entonces dentro de un rato...

(Dándole la mano.)

Hasta luego.

CAPITAN CARDENAS

Hasta luego.

(Sale el capitán Cárdenas. Carlos le acompaña hasta la puerta, que Juanín cierra
por dentro. Al volverse, queda un momento preocupado, la mano en la barba, de
pie.)


ESCENA IX

CARLOS; luego, MARILUISA


CARLOS

(En soliloquio.)

Es extraño... Me ha buscado
Desde la hora en que llegó
Para decirme algo urgente
Y nada me ha dicho al fin...

(Permanece unos segundos más, pensativo, y hace luego un gesto como alejando la
preocupación. Se dirige a la puerta de la izquierda que comunica con el
interior.)

MARILUISA

(Desde adentro.)

¿Capitán?

(Apareciendo y después de hacer un saludo jovial, tomándose con ambas manos la
pollera.)

Hace rato que esperaba...

CARLOS

(Conduciéndola a un pequeño banco rústico que habrá del mismo lado.)

¡Venga acá mi flor temprana,
Traslúcida rubia amiga,

(Se sientan.)

Dorada como una espiga
Al beso de la mañana...!
Venga acá la dulce y sana,
La sonriente, la armoniosa,
Hecha de miel y de rosa
O de armiños y de grana,
Y en cuyos labios están
Partiéndose dos rubíes...
...La que la risa deslíes
Como una música extraña
Que llega al alma y la baña
En manantiales de amor...

MARILUISA

(Como en éxtasis.)

Siga mi dueño y señor...

CARLOS

Sí, seguiré... porque siento
Cuando percibo tu aliento,
Que brotan de mi jardín,
Encendidas y sin fin,
Bandadas, rubia, de rosas
Que en vuelo de mariposas
Hacia tus gracias se van...

MARILUISA

¡Capitán! ¡Capitán!

CARLOS

(Apasionadamente.)

Sí, seguiré... porque advierto
Que esta pasión salvadora
Trocó en un ideal a un muerto
Y a un ocaso en una aurora;
Y porque apercibo aquí
Donde el mundo se resume,
Como un divino perfume
Que tu alma ha caído en mí
Ignorado y redentor...
Tú me hiciste amar la vida
Y apasionado ahora de ella,
Veo tu imagen diluída
En cada luz que destella
Sobre mi alma emancipada;
Y te columbro, armoniosa,
En cada lenta alborada
Que difunde como un hada
Sobre el campo hojas de rosa;
Y te veo rebrillar,
Incorpórea y fugitiva,
En la luz crepuscular
Que desciende desde arriba,
Y en cada flor que se aviva
Palpitando en su corola
Bajo un rocío que aureola
Su languidez pensativa;
Y en el fulgor inminente
Con que en los cielos se aduna
A la sombra el sol naciente;
Y en ese rayo de luna
Que baja a besar tu frente
Desde el altar transparente
Adonde los sueños van...

MARILUISA

¡Capitán! ¡Capitán!

CARLOS

Sí, mi reina de zagalas
Que de este mundo no sabes
Sino lo que flores y aves,
Y por eso sólo exhalas
En tus espasmos divinos
Sus perfumes y sus trinos
Y el trepidar de sus alas;
Manda, pues eres mi dueña,
Manda al hombre humilde y bravo
Que te ansía y que te sueña
Y que por ser todo, es,
En la fiebre de su afán,
¡Tu capitán y tu esclavo,
Tu esclavo y tu capitán,
De rodillas y a tus pies!

(Cae prosternado, mientras ella llora de emoción. Hay una pausa. Suenan en la
puerta dos golpes secos. Simultáneamente, el capitán se pone de pie y Juanín
aparece por la puerta de comunicación al interior.)

UNA VOZ

(Desde afuera.)

¿El Capitán Carlos de Alvarez?




CARLOS

(Mientras abre la puerta, tras de la cual aparece un soldado.)

Servidor...


ESCENA X

Dichos. SOLDADO


SOLDADO

Traigo una carta.

(Se la entrega y Carlos la abre, disimulando, al leer sus líneas, una honda
emoción.)

CARLOS

(Al soldado.)

Un momento...

(A ella.)

Mariluisa:
Hazme el bien de entrar... Me llaman

MARILUISA

¿Y volverás?

CARLOS

Volveré.
A darte las buenas noches.
Hasta luego.

(Se estrechan las manos.)

MARILUISA

Hasta luego.

CARLOS

¿Me perdonas?

MARILUISA

Te perdono...
Sé bien que no es culpa tuya...
No te olvides de volver...

(Ella entra. El espera que la puerta sea bien cerrada por dentro y se dirige
luego al soldado.)


ESCENA XI

CARLOS, SOLDADO, LEONOR


CARLOS

Dirá usted a la persona
Que le ha entregado esta carta...

LEONOR

(Apareciendo repentinamente y levantándose el velo negro que cubre su cara.)

Es inútil. Aquí estoy.

SOLDADO

Con permiso.

CARLOS

Vaya usted.

(Vase el soldado. Juanín cierra y entra en el interior, después de llamar para
que le abran, mientras reina un breve silencio entre Carlos y Leonor.)


ESCENA XII

LEONOR, CARLOS


LEONOR

He corrido los peligros
De este viaje accidentado
Y otros mil más afrontara
Sólo para hablarte, Carlos...
Cediendo a los ruegos míos,
Que en Buenos Aires le hiciera,
El capitán Lucio Cárdenas
Me ha conducido hasta aquí...
Es preciso que me escuches...
Yo necesito decirte
- Sin intentar mi defensa,
Pues mi conducta pasada
No tiene juez más severo
Que el de mi propia conciencia –
Que cuando fuí criminal
Juzgábame vista en menos
Y desdeñada por ti...
Te encontraba helado, extraño;
Y el día de la tragedia,
Al comprenderte encendido
Por la cólera y los celos,
Al verte, Carlos, radiante
De dolor y de pasión,
No sólo medí mi crimen
En su terrible verdad,
Sino que por vez primera
Vi al hombre que había soñado...
Y te amé desde ese instante
Con un amor tan profundo,
Tan intenso, tan divino,
Tan infinito, tan nuevo,
Que quiero morir mil veces
Antes de ir por el calvario
De esta angustia sin consuelo...
Yo vengo a que me perdones,
A que me dejes vivir
Al menos cerca de ti...

(Llorando.)

¿Acogerás este ruego
Con tu grandeza de siempre?...
Un año llevo llorando
Hora por hora, en silencio,
Y si algo valen las lágrimas
Con que selló su expiación
Una pobre pecadora,
Yo las depongo a tus plantas
Al implorar tu perdón...

CARLOS

(Que ha permanecido de pie, sin mirarla, los brazos cruzados.)

“Haz de cuenta que perdí
(Te dije la tarde aquella)
Mi vida en el duelo a solas”
Esa sentencia mantengo
En toda su integridad;
Para usted, señora, he muerto.
Tal es mi última palabra;
Y así el mundo todo entero
Se postrara ante mis plantas,
Al mundo todo le diera
Por respuesta esa respuesta
Hemos terminado, pues.

(Hace ademán de retirarse, pero ella lo detiene arrodillándose.)

LEONOR

¡Escúchame, te lo pido!
Si hay en el mundo perdón
Hasta para el vil bandido
Que ha clavado un corazón
En la hoja de su puñal;
Si se indulta al criminal,
Al parricida, al ladrón,
¿No habrá en el mundo perdón
Para una débil mujer
Que pecó y arrepentida
Viene trémula y vencida
A implorar al que ofendió?

CARLOS

¡Si la sociedad, piadosa,
Indulta a los criminales,
Nadie exige cosas tales
A los que fueron sus víctimas!

LEONOR

¿Nada valen mis angustias,
Mi suplicio, mi dolor
Y este martirio interior
Que me incendia la conciencia?
¿Nada vale la expiación
Que sufro día por día?
¿Nada vale la agonía
De este hondo arrepentimiento
Que me ha robado la calma
Y me está quemando el alma
Como un cauterio sangriento?

CARLOS

¡Hemos concluído, señora!
¡Esa justicia infinita
Que sobre el mundo se expande,
A cada cual dió su lote
Helada y serenamente:
A mí, el olvido porque fui inocente
A ti, el amor para expiación más grande!
Pudiendo tomar tu vida,
Que perdoné por piedad,
Recobré la libertad
Bajo el dolor de mi herida...
¡Sólo un ciego desvarío
Que sus palabras no mide,
Pedir puede a mi albedrío
Que renuncie a lo que es mío
Porque el crimen me lo pide!
¡Que se cumpla tu destino,
Mientras yo sigo el camino
Que me trazó tu desvío!
¡Y no intentes nunca más
Repetir la rogativa,
Pues ni a verme alcanzarás
Ni habrá de cambiar jamás
Mi voluntad mientras viva!

(Vase, dejándola arrodillada. Leonor permanece llorando unos segundos. Al cabo
de ellos, perdida la vista en el vacío, repite, como exhumándolas del recuerdo,
las palabras con que él se despidió el día de la tragedia.)

LEONOR

“Te amaba con un amor
Cándido de adolescente;
Te amaba tímidamente
Como nadie amó jamás...”



(De pronto su fisonomía se contrae, como si una verdad nueva hubiese penetrado
súbitamente en su espíritu; se pone de pie, mira a todos lados, vacilando, y
llama con las manos. Aparece del interior don Valerio. A él se dirige,
disimulando el estado de sus nervios y fingiendo una sonrisa.)


ESCENA XIII

LEONOR, DON VALERIO


LEONOR

¡Hola, buen hombre!

DON VALERIO

¿Señora?

LEONOR

¿Usted no sabe quién soy?
Pues soy...la hermana de Carlos,
Del capitán Carlos de Alvarez.

DON VALERIO

¡La hermana del “zeñó” Carlos!
¡Pues tanto gusto, señora!
¿En qué la puedo “zerví”?
¡Qué placer de conocerla!

LEONOR

Una pregunta he de hacerle
Que usted sabrá contestar
Porque he sabido que Carlos
Frecuenta mucho esta casa...

DON VALERIO

¡Ya lo creo que la frecuenta!

LEONOR

Como todos los muchachos,
Carlos tiene, estoy segura,
Sus amores por aquí...
¿No me quiere usted decir
Quién es ella?

DON VALERIO

¡Santo Dios!
¿Qué no le ha dicho su hermano
Que mi nieta Mariluisa
Es su novia?

LEONOR

¿Qué es su novia?
¿La novia de Carlos de Alvarez?

DON VALERIO

¡Naturalmente que “zí”!
¡Y poquito que se quieren!

LEONOR

¿Pero es “novia” o algo más
Y algo “menos”, a la vez?

DON VALERIO

(Después de meditar bien su respuesta.)

Sabía que el “zeño” Carlos
Es de la gran sociedad
Y he de creer que usted también...
Sé que somos gente humilde
Yo, como mi nietecita;
Pero ni aquellos blasones
Ni esta humildad bien “honrá”
La autorizan a ofendernos...
Son novios, señora mía,
Y se deben de “casá”
Cuando la guerra termine...

LEONOR

(Disimulando.)

No se ofenda usted, señor...
No me ha comprendido bien...
¿Puedo hablar con Mariluisa?
Desearía conocerla...

DON VALERIO

(Después de vacilar un momento, y un tanto alarmado.)

Voy a llamarla, señora...
¡Mariluisa! ¡Mariluisa!


ESCENA XIV

Dichos. MARILUISA


MARILUISA

(Apareciendo.)

¿Qué, abuelito?

DON VALERIO

Esta señora...

(Mariluisa se sorprende al verla y saluda con la cabeza.)

...Es la hermana de don Carlos...

MARILUISA

(Muy cariñosa.)

¡Señora! ¿Es usted Elisa,
la buena hermana de Carlos?
¡Cuántas veces la recuerda
Cuando me habla del pasado!
¿No se sienta usted señora?
¡Con qué gusto la conozco!
¿Y no se ha visto con él?
Volverá dentro de un rato...

LEONOR

¿Se acuerda, entonces, de mí?

MARILUISA

“Nunca debes olvidar
-Me repite muchas veces –
Que tú y Elisa, mi hermana,
Son los únicos cariños
Que me quedan en la tierra...”
Y por eso, noche a noche,
La pongo en mis oraciones
Y pido a Dios por usted...





LEONOR

(Tras una pausa.)

¿Y te quiere mucho?

MARILUISA

¡Mucho!

LEONOR

(Penosamente.)

¿Te ha besado?

MARILUISA

(Con rubor.)

Me ha besado...

LEONOR

¿En la boca?

MARILUISA

¡No, por Dios!
En la punta de los dedos...
...A más, me besa en el alma
Con sus palabras de amor,
Que son besos infinitos...
Hace un momento aquí mismo...

(Viendo el llanto de Leonor.)

¿Pero qué le pasa, Elisa?
¿Qué significa ese llanto?

LEONOR

(Llorando.)

Yo no soy su hermana, no...
¡Yo soy su mujer legítima
Ante Dios y ante los hombres!
Y me voy... ¡qué se yo adónde!

(El abuelo se sienta, desolado. Leonor hace ademán de marcharse y Mariluisa la
contiene.)

MARILUISA

Pero...

LEONOR

No más me preguntes...
En el altar nos unimos
Hace cerca de cuatro años,
Y va para doce meses
Que se alejó de mi lado
Buscando morir aquí...

(Aparte.)

¡Cómo me castiga el cielo!

(Vase, llorando.)

MARILUISA

¡Casado, abuelo, casado!
¡Ese era el secreto, entonces,
De que me habló tantas veces!

(Cae de rodillas, junto al abuelo, y hundida la cabeza en sus piernas, llora
profundamente, mientras baja, despacio, el telón.)

ACTO TERCERO

LAS ROSAS DE LA MUERTE

La escena representa el locutorio del Convento a que se aludió en el acto
anterior y que se divisaba desde el mesón del viejo andaluz. Es una amplia sala
poligonal. Al fondo y en la ochava de la izquierda, la puerta de entrada. A uno
y otro lado, dos puertas más; y en el izquierdo, amén de la puerta que viene a
quedar en segundo término, una gran ventana se abre sobre el campo. El estilo es
gótico. Viejos bancos de madera labrada, butacas de alto respaldo, un
reclinatorio, una lámpara, una mesa. La imagen de Cristo en la Cruz preside el
conjunto desde el testero central. De la ochava de la derecha parte, hacia
adentro, un claustro que deberá verse en toda su extensión, iluminado débilmente
hasta el fondo. Al alzarse el telón, la Madre Superiora, sentada, lee. Son las
cinco de la tarde.


ESCENA I

LA SUPERIORA, HERMANAS


LA SUPERIORA

(Sintiendo a sus espaldas los pasos de una hermana que sale de la izquierda y va
hacia el claustro.)

Hermana Dalmira...

LA HERMANA

¿Madre?

LA SUPERIORA

Nada me ha dicho usted hoy
Sobre la nueva novicia...



LA HERMANA

Parece más resignada;
Pero la hermana Matilde
La sintió llorar anoche
Otra vez amargamente...
Dice que en llantos y rezos
Ha pasado horas enteras...
¡Pobrecita! ¡Y es tan buena!

LA SUPERIORA

Hágame el bien de llamarla...

LA HERMANA

¿A la novicia?

LA SUPERIORA

Eso es.

LA HERMANA

Allá voy, Madre Abadesa.

(Vase por el claustro.)

LA SUPERIORA

(En alta voz, hacia la izquierda.)

¡Hermana María!

LA HERMANA MARIA

(Acudiendo por ese lado.)

¿Madre?

LA SUPERIORA

Desearía que esta tarde
Rezáramos todas juntas
La plegaria por la paz
Antes de ir al refectorio...

LA HERMANA MARIA

Voy a prevenirlas, Madre.
Con permiso.

LA SUPERIORA

Vaya usted.


ESCENA II

LA SUPERIORA, MARILUISA


(Vase por el claustro, donde se cruza con la hermana Dalmira que regresa
acompañando a la novicia Mariluisa. Cuando esta última se aproxima a la
Superiora, la hermana Dalmira se va por la izquierda. La hermana María pasa
también, de regreso, hacia el mismo lado.)


MARILUISA

¿Usted me llamaba, Madre?

LA SUPERIORA

Sí, hija mía; siéntese.

(Mariluisa se sienta.)

¿Cómo ha pasado su noche?

MARILUISA

Bien, Madre; sin novedad...

LA SUPERIORA

Me aseguran, sin embargo,
Que la han oído llorar...

(Mariluisa se turba y casi llora.)

MARILUISA

(Tras una pausa.)

Es cierto... He llorado mucho;
Y si he cometido, Madre,
El pecado de traer
Cosas del mundo a esta casa
¡Arrójeme usted de aquí!

LA SUPERIORA

Cálmese usted, hija mía...
No ya para reprenderla
Sino para consolarla
He hecho que la llamasen...
Tiene la paz de esta casa
Para todo mal, remedio;
Y de inferior me acusara
Al sitio que en ella ocupo
Si no hurgase un poco el alma
De monjas y de novicias,
Y no procurase darles
El santo rumbo que lleva
A la plena paz del alma...
¿Qué dolores la doblegan?
¿Qué pesares la perturban?
¿Vacila su voluntad
Entre esta mansión de Dios
Y las cosas terrenales?

MARILUISA

¡No, Madre! Mi voluntad
Es profesar lo más pronto...
¡Pero no puedo olvidar!
Quisiera romper del todo
Las ligaduras que al mundo
Me aproximan todavía,
Pero no logro cortarlas
Por más vocación que siento,
Y así padezco el martirio
De quien está sin estarlo
Lejos del mundo traidor
Y ha dado el alma sin darla
Al Divino Redentor...
Y así padezco el dolor
De unir en un solo acento
Mis plegarias de cristiana
Y el invencible lamento
De mis llantos de profana...

LA SUPERIORA

Plegarias que al cielo van
Empapadas en lamento,
Son ecos que transpondrán
Con alas el firmamento...
Deje usted que su alma vierta
En las lágrimas benditas
Lo que de la vida incierta
Conserva aún; y sus cuitas
Irán por ellas cayendo
Como adherencias impuras
Que al contacto van saliendo
De las santas brisas puras...
Y no es para mí un misterio
La causa de su pesar:
Su abuelito, don Valerio,
Nada me quiso ocultar...
Fíe, pues, en los consejos
De la Madre Superiora...
Tienda el alma hacia allá lejos
Donde fulgura otra aurora;
Piense en Dios, amiga mía,
Ofréndele el pecho herido
Y verá llegar un día
El bálsamo del olvido
Que bajará desde el cielo
Sobre su dolor mundano
Como el divino consuelo
Con que premia el Soberano
A sus fieles en la tierra...
No dé cabida a la alarma;
Ponga a los recuerdoa guerra
Con la plegaria por arma
Y la fe por estandarte
Y dará fin a su pena,
Que toda ola se parte
En esta playa serena...

(Saca un libro del cajón de la mesa y se lo da.)

He aquí un libro, todo luz,
Que la ayudará en su empresa:
Se llama “Santa Teresa
De Jesús”.
Cuando de la noche en medio
Y entre las sombras calladas
Sienta que avanza el asedio
De las memorias pasadas
Con su carga de congojas,
Como quien toma un remedio
Recorra usted esas hojas...

(Mariluisa llora.)

Y permítame que ahora,
Serena y humildemente,
La Madre y la Superiora
Le den un beso en la frente...

(La besa y la conduce hacia el claustro. Antes de alejarse, Mariluisa se
arrodilla y le besa la mano.)

MARILUISA

(Al hacer esto último.)

¡Gracias, Madre! ¡Gracias, gracias!

(Vase Mariluisa por el claustro, mientras la hermana tornera avanza por la
puerta de entrada y aguarda a que la Superiora se dé vuelta.)


ESCENA III

LA SUPERIORA, TORNERA


LA SUPERIORA

¿Qué hay, hermana tornera?

LA HERMANA TORNERA

Don Valerio y otro más
Esperan desde hace un rato...
Quieren hablar con usted.

LA SUPERIORA

Hágalos entrar aquí...

(Se sienta. Instantes después entran don Valerio y Martín.)




ESCENA IV

LA SUPERIORA, DON VALERIO, MARTIN


DON VALERIO

Buenas tardes.

LA SUPERIORA

Buenas tardes.
Tomen ustedes asiento...

(Ambos se sientan.)

DON VALERIO

(En voz baja, a la Superiora.)

Este señor es Martín,
Asistente de don Carlos...

MARTIN

(Que lo ha oído.)

¡Y a mucha honra que lo tengo!
Asistente soy, es cierto,
Del señor capitán Alvarez,
Y ahora vengo acompañando
A este pobre don Valerio
Que vive llora que llora
Desde que su nieta dió
En la idea de encerrarse
Como un prisionero aquí,
En esta casa que es triste,
¡Sí, sí!


LA SUPERIORA

¿Y qué lo trae por acá,
En día que no es de visita,
Mi buen señor don Valerio?

DON VALERIO

Pues... a ver si usted me deja
Que hable otra vez con mi nieta...
¡A ver si logro sacarle
Su idea de la cabeza!

LA SUPERIORA

No he de ser yo quien se oponga
A que usted hable con ella;
Pero permítame hacerle
Una observación juiciosa...
No tiene su nietecita
Más consuelo que el olvido,
¿Y dónde podría hallarlo,
Mejor que aquí, don Valerio?
Casa es de salud del alma
La casa que yo dirijo;
Y la pobre Mariluisa,
Cuyos pesares conozco,
Ha de encontrar en su seno
Por la voluntad de Dios
Esa calma y esa paz
Que el mundo le arrebató...
Supongamos que aceptara,
Cediendo a los ruegos suyos,
Abandonar el convento...
¿Dónde iría? ¿A qué peligros
No estaría expuesta esa alma
Infantil y perturbada?
Para profesar hay tiempo...
Será monja o no será,
Según lo quiera el Señor;
Mas lo que urge por ahora
Es iluminar su espíritu
Y consolar su dolor...
En la paz de nuestra casa
Hallan quienes lo precisan
El bálsamo del olvido...

MARTIN

(Aparte y golpeándose la palma de la mano izquierda con el dorso de la derecha.)

¡Está claro como el sol!
¡Tiene que encontrarse aquí!
¡Pobre Mariana!... ¡Encerrada!

(A la Superiora.)

“Decime vos”...; una negra,
Ñata ella y morochita,
Mariana Suárez se llama,
¿No está también “embretada”
En esta casa tan grande?

(La Superiora ha hecho signos negativos con la cabeza; mientras, Valerio se
asombra.)

¡Está claro! ¡Qué ha de estar!
¡Andará en cosas con otro!
¡Mujer, al fin, como todas!
¡Como todas las mujeres!...

(La Superiora baja la cabeza. Don Valerio se pone de pie. Martín mira a una y
otro.)

¡Otra vez metí la pata!
Y cuando el vasco la mete,
¡Metida queda, sí, sí!


LA SUPERIORA

(Tras una pausa.)

¿Qué dice usted, don Valerio?

DON VALERIO

(Resignadamente y levantándose, después de pensar.)

¡Hágase la voluntad
De la Madre Superiora!

LA SUPERIORA

Mi voluntad, no señor.
Sólo he dado mi opinión...

DON VALERIO

...Que yo respeto y acato
Como palabras sagradas...
Me voy. ¡No la quiero ver!
Usted es buena y comprende
El dolor del pobre viejo...

LA SUPERIORA

Dios, en su inmensa bondad,
Ha de aplacar las angustias
De los unos y los otros...
Adiós, señor don Valerio.
Señor don Martín, adiós.

MARTIN

¡Con El se queden ustedes!

(Vanse ambos.)

ESCENA V

LA SUPERIORA, SOR MARIA


LA SUPERIORA

(Dirigiéndose a la puerta de la izquierda.)

¡Sor María!

SOR MARIA

(Apareciendo por ese lado.)

Mande, Madre...

LA SUPERIORA

Vamos a rezar ahora
La plegaria por la paz...

SOR MARIA

Voy a avisar en seguida.

(Entra por el claustro. Ante la imagen de Cristo, la Superiora ora una breve
plegaria que termina santiguándose, en momentos en que vuelve a aparecer la
hermana tornera seguida de Martín y un poco malhumorada.)


ESCENA VI

SUPERIORA, HERMANA TORNERA, MARTIN






LA HERMANA TORNERA

(A la Superiora.)

¡Este señor que se vuelve!

LA SUPERIORA

¿Qué deseaba usted, señor?

MARTIN

¡Pues me ha “retao” don Valerio!
Y yo no me quiero ir
Sin que “vos” me “perdonés”...

LA SUPERIORA

¿Perdonarlo yo? ¿Y por qué?

MARTIN

Por eso de las mujeres
Que sin querer dije aquí
Y que es un atrevimiento,
¡Sí, sí!

LA SUPERIORA

No había reparado yo...;
Pero de todas maneras,
Si algo vale mi perdón,
Se lo doy con mucho gusto...

(Martín no sabe qué contestar y la situación se le hace un poco embarazosa.)

MARTIN

(Después de mirar a todos lados.)

“Vos sos” la patrona aquí...
¡Cómo “debés” de aburrirte!

(Se lleva súbitamente la mano a la boca, tapándosela.)

¡Otra metida! ¿ “Vos” ves
Que me salen sin querer?
Es mejor que me retire...
¡Cabeza dura la mía!
¿Me “perdonás” también ésta?

LA SUPERIORA

(Sonriendo.)

Sí, don Martín... Vaya en paz.

MARTIN

(Saliendo, aparte.)

¡Se me escapan, no hay que hacer!

(Monjas y novicias aparecen por el claustro, al mismo tiempo. Marchan lenta y
silenciosamente. La Superiora se arrodilla en el reclinatorio que está hacia la
izquierda, mientras hacen lo propio, dándole el frente, las recién llegadas.)


ESCENA VII

LA SUPERIORA, HERMANAS


LA SUPERIORA

(Antes de arrodillarse.)

Vamos a rezar, hermanas,
Nuestra oración por la paz...

(Oran, las manos juntas.)

¡Señor que desde la altura
De tu trono celestial
Presides esta hora oscura
Del reinado terrenal...
Ve, Padre, lo que en la tierra
Hace enloquecido el Hombre;

LAS HERMANAS

(En coro, voz baja y honda.)

¡Alabado sea tu nombre
Por los siglos de los siglos!

LA SUPERIORA

En un caos que aterra,
La hoz de la guerra
Sin ley ni cuartel
Segando las vidas agosta el vergel
En todo el confín
¡Oh, Caín y Abel!
¡Oh, Abel y Caín!
La granja parlera
Donde antes se oyera
El canto sereno del buen labrador,
Cayó ante el horror,
Y es polvo y es ruina
Lo que ayer no más
Era la divina
Lumbre de la paz...
Todo muere al golpe del plomo homicida
Y ruedan sin vida,
Bajo las locuras,
Los lirios más blancos, las rosas más puras



LAS HERMANAS

¡Alabado sea Dios en las alturas!

LA SUPERIORA

¡Perdónalos, Señor,
Pero haz que tanto
Terror acabe en la cansada tierra,
Que huya la guerra
Y que resuene el canto!
¡Perdónalos, Señor,
Mas ve que el suelo
Está ahito de muertos y de espanto!
¡Haz que llegue hasta el mundo enrojecido
Un poco de tu cielo!

..............................................................................................................................

En nombre del sepulto y en nombre del herido,
En nombre del que triunfa y en nombre del vencido;
De los hogares mustios y los suelos repletos
Que gimen de pavor porque en su seno están
Blanqueando amontonados los torvos esqueletos
Como urbes subterráneas que forja el huracán,
Como urbes de silencio que ahondan los secretos
De un mundo que no tiene ni brújula ni luz,
De un mundo enloquecido que ha olvidado a Jesús;
En nombre del martirio,
Del amor, de la Cruz,
De la rosa, del lirio,
De la sangre caliente que la locura estanca,
De la niñez tranquila
De la paloma blanca...;
En nombre de las madres que tienen la pupila
Exhausta de llorar;
De las hermanas pálidas que un día vieron marchar
Uncido a su mochila
Al buen hermano joven dorado de ilusión;
En nombre de los viejos abuelos que callaron
Temblando de emoción,
Y siempre esperarán
La vuelta de los nietos que nunca volverán;
En nombre del espanto,
En nombre del horror...
¡Señor! ¡Señor! ¡Señor!
Haz que reine el amor en la tierra,
Que huya la guerra,
Que resuene el canto
Y orlen nuestra sien
Las olivas sagradas...Amén

LAS HERMANAS

Y será para gloria, y será para bien.
Amén, amén.

(Las hermanas y la Superiora se ponen de pie. Se oye el tañido de una campana
interior.)

LA SUPERIORA

A las seis, todos los días,
Se rezará esta oración...
Idos, pues, adentro, Hermanas.

LAS HERMANAS

Con permiso, Superiora.

LA SUPERIORA

Vele el señor por vosotras...

(Las hermanas entran por el claustro, marchando en formación, lentamente. La
Superiora hace mutis por la izquierda y sólo queda en escena la hermana Dalmira,
ocupada en arreglar las cosas -libros, etc.,- que están sobre la mesa.
Transcurre así un momento, al cabo del cual aparece Mariluisa por el claustro.
Trae el libro que le regalara la Superiora.)

ESCENA VIII

MARILUISA, HERMANA DALMIRA


LA HERMANA DALMIRA

¿Cómo es eso? ¿Usted no cena?

MARILUISA

No tengo ganas, Hermana;
Y Sor Luisa, que es tan buena,
Me ha permitido que esté
Mientras comen, por aquí...

LA HERMANA DALMIRA

(Aparte.)

¡Pobrecita! ¡Me da pena!

(A Mariluisa)

Puede usted quedarse acá,
Que a nadie va a incomodar...
Hasta de aquí a un momentito...

MARILUISA

Hasta luego, Sor Dalmira

(Vase ésta por el claustro. Mariluisa se sienta y queda un largo momento
abismada, en la mano el libro abierto.)






ESCENA IX

MARILUISA

...Ayer no más, la alegría,
La sonrisa, la ilusión...;
Hoy, una celda sombría
Y oprimido el corazón...
Ayer, esperanzas, flores,
Sueños de amor y de ideal
Envueltos en los fulgores
De un panorama nupcial;
Hoy, la noche del convento,
La media luz, las Hermanas
Y el eco, mitad lamento,
Con que llaman las campanas
Al silencio o la oración...
Ayer, la dulce quimera
Que encendía una visión
Florida de primavera...;
Hoy, el alma hecha pedazos,
Refugiando su dolor
En el seno de esos brazos
Que abre al mundo el Salvador,
Y clamando desolada
Por que al pobre pecho herido,
La Providencia apiadada
Haga llegar el olvido...
¡Y qué pronto, cielo santo,
Pasé de la paz al llanto!
¡Qué cerca están en el mundo
La alegría y el pesar!
¡Cómo un abismo profundo
Puede el destino cavar
A orillas de la ventura!
...Así lo enseñan las horas,
Mitad luz y noche oscura,
Con sus reflejos de auroras
Y sus lutos vesperales,
Que sucediéndose van
Por que vean los mortales
Cuán inmediatos están
La sombra y el esplendor...(1)

(De pie y volviéndose hacia el Cristo, presa de súbita exaltación.)

¡Oyeme tú, que en la cruz
Sonreías al martirio
Y en cuya frente de lirio
Palpita siempre una luz
Misteriosa que la besa...!
Oyeme, Santa Teresa
De Jesús...;
¿Qué hace un alma atormentada
Cuando entre penas mortales
No puede alejar, menguada,
Los recuerdos terrenales
Del arca de su memoria?

(Aparece la Superiora, a espaldas de Mariluisa.)


ESCENA X

MARILUISA, SUPERIORA


MARILUISA

¿Cómo se arranca el ayer
Para entregarse a la gloria
Del divino amanecer?

(Arrodillada.)

¿Qué hacer, santo Dios, qué hacer
Cuando en un ansia suprema,
Mientras tu seno me llama
Aquel otro amor me quema?
Esta criatura que ama
Y que a ti quiere entregar
Su alma libre de pecado,
Quiso su amor sepultar
En este silencio helado
Como quien hechara al río
Un hierro rojo y candente...
¿Es culpable el pecho mío,
Es culpable o inocente
Porque el río no ha podido
Contra el hierro enrojecido?

LA SUPERIORA

Es inocente, novicia,
Mas de serlo dejaría
Si por error o impericia
No fiara siempre en la pía
Bondad de nuestro Señor...

MARILUISA

¡Perdón, perdón, Superiora!
¡Mas si Dios oye a esta sierva
Desgraciada que conserva
Lo que de amor El le diera,
Que su bondad justiciera
Apague tanta pasión
O me arranque el corazón
A pedazos!

LA SUPERIORA

(Severa.)

¡Mariluisa!
Hace vuestra exaltación
Que mezcléis a la plegaria
Acentos de rebelión
Y alcéis la voz ofrendaria
Sin aquella humilde unción
Con que debe hablarse al Padre...


ESCENA XI

Dichos. HERMANA TORNERA, HERMANAS


LA HERMANA TORNERA

(Apareciendo despavorida por la puerta de entrada.)

¡Santo cielo! ¡Madre, Madre!
¡Sor Dalmira! ¡Sor María!

LA SUPERIORA

(Mientras aparecen Sor Dalmira, Sor María y algunas monjas y novicias.)

¡Qué pasa, Hermana, por Dios!

LA HERMANA TORNERA

¡Una mujer moribunda
En el umbral de la puerta!
“¡Para bien morir –me dijo-
Pido asilo en esta casa”

(Corren hacia fuera la Superiora, Sor Dalmira, Sor María y la tornera. Al cabo
de unos segundos reaparecen. La Superiora y Sor Dalmira conducen, cada una de un
brazo, a Leonor, que llega moribunda. Algunas monjas se precipitan a preparar el
sillón, donde la sientan. A un gesto de la Superiora, una monja vieja se
aproxima a la enferma y le ausculta el corazón. Luego, al levantarse, hace un
gesto como indicando que se muere. Otra monja entrega a la Superiora un vaso de
agua, que ésta ofrece a Leonor. Mariluisa deja ver su honda emoción y se refugia
en la imagen de Cristo.)

ESCENA XII

Dichos. LEONOR


LEONOR

(Rechazando el vaso.)

No, es inútil...Muero ya...
Soy Leonor Mansilla de Alvarez.

LA SUPERIORA

(Aparte.)

¡La esposa del capitán!

(Monjas y novicas se alejan unos pasos y se arrodillan.)

LEONOR

Tres días hace que vago
Sin rumbo por esos campos...
Mis carnes destilan sangre,
Punzadas por las espinas
Del sendero de expiación...
¡Qué larga, Señor, ha sido
Mi calle de la Amargura!

(Pausa.)

Fui culpable, muy culpable...
Llorando un año viví
Arrepentida y contrita;
Y la plegaria profunda
Durante un año exhalé
Mojada en el propio llanto...
Y peregriné hasta aquí
Para implorar el perdón
Del hombre a quien ofendí
...Y el perdón me fue negado...
¡Estoy maldita de Dios,
De mi Dios y de los hombres!

LA SUPERIORA

No diga usted esas cosas...
Dios no maldice: perdona
A los que han expiado así
Sus culpas sobre la tierra...
Van a borrarse esas sombras
Que su espíritu ennegrecen...

(Abre de par en par la ventana que da sobre el campo y junto a la cual se
encuentran.)

Este cuadro de la noche
Es el símbolo supremo
Del fondo de su conciencia...
Anochece lentamente...
El crepúsculo desciende
Y todo se borra: flores,
Plantas, arboleda...
Se borra todo y no queda
Sino el cielo allá en la altura
Y aquí la solemne y pura
Serenidad vesperal...
Lo pasado
Se ha esfumado
Dulcemente,
Y lo que fue
No se ve
Ni se siente...
Y bien, Leonor; así llega
El perdón hasta las almas...
Es un manto que despliega
El hacedor apiadado
Sobre todo lo pasado...
Y sobre su alma, señora,
Está cayendo ese manto...
¿No lo siente usted ahora?

LEONOR

¡Qué balsamo redentor
Vierten en mí sus palabras!
¡Qué dulce y consolador
Es oír hablar así!
.............................................
Quiero pedirle un favor...

LA SUPERIORA

Pídame usted lo que quiera...

LEONOR

Una niña que vivía
En estos alrededores...
...Mariluisa...¿se halla aquí?

LA SUPERIORA

Aquí se halla.

LEONOR

¿Profesó?

LA SUPERIORA

No todavía, señora...

LEONOR

¿Podría hablarla?



LA SUPERIORA

Al momento.

(A la novicia, sin alzar la voz.)

Mariluisa...

(Señalando a la moribunda.)

Quiere hablarla...

(Mariluisa se aproxima al sillón y se arrodilla. La Superiora se retira algunos
pasos y permanece de pie.)

LEONOR

(Acariciando los cabellos de Mariluisa penosamente.)

Perdóname, pobre niña...
Hazlo...feliz...te suplico...
Por cuanto lo hice...sufrir...
Pidamos...juntas...a Dios...
Que de estas...ruinas...que caen...
Puedan...brotar...todavía...
Los rosales...del amor...

(Pausa larga. Ruidosamente y haciendo sonar sus espuelas, aparece el capitán por
la puerta de entrada.)

ESCENA XIII

Dichos. CARLOS


CARLOS

¿Era verdad? ¿Está aquí
Y en los brazos de la muerte?

(La Superiora invita al capitán, con su gesto, a no hacer ruido.)

¡Es que no quiero que muera
Sin recibir mi perdón!

MARILUISA

(Viendo que muere Leonor.)

¡Madre, Madre!

LA SUPERIORA

(Conteniéndolo mientras Leonor muere.)

Ya no es de usted, capitán...
Es de Dios, y El perdonó...

(Monjas y novicias, arrodilladas, oran el “De profundis”, mientras se oye la voz
de “el moribundo” que pasa cantando su canción errante.)

“EL MORIBUNDO”

...Que son rosas peregrinas
Las del rosal de las ruinas...

(Sobre la penúltima nota, cae el telón, despacio.)


FIN

(1) Sable
(1) Todo lo que antecede, de esta escena, no debe ser pronunciado en la
representación de la obra

El presente libro ha sido digitalizado por el voluntario: Gonzalo Pedro Pagani