CUMPLEAÑOS

GUILLERMO DALL'OCCHIO

 

 

Era mi cumpleaños. Sin duda el tiempo se va pasando y con él debería también irse mi desesperación.

Otra de esas reuniones con la casa de papá repleta de grupos que, incapaces de abrir sus cerebros, se juntan en las esquinas del gran patio para hablar otra vez de los mismos temas. Tías con tías, amigos con amigos y yo. Más de los mismo, otra torta, esta vez con una velita más. Cuantas sonrisas hay en todos los invitados, cuanta mi desesperación... más tiempo y hace ya muchos meses.

¿Y ellos como lo van a saber? Ellos se preocupan por las velitas.

Cada cuál en la suya, es insoportable como es insoportable mi cobardía.

Solo por eso estoy acá, viendo a la gente devorar, hablar y guiñarme un ojo sonriendo, viendo como me transformo en un adulto y hablando de mi futuro que no debería ser.

Porque soy cobarde. Porque sigo tratando de sonreír a la gente y por el horror que me causa el solo mirar la puerta blanca que da a la terraza.

Hace mucho que no subo los escalones. Esta noche... no sé, quizá, a mirar las estrellas.

Y ahí voy. No. Una mano me toma del hombro y me lleva hasta el rincón donde están sus amigos, los que nunca vi antes.

- Que tal un gusto.

-...

Me libero y doy unas vueltas, más vueltas. Y las voces de todos que se juntan en el zumbido que me empuja. Risas, bebidas, comida entre familiares, amigos y recuerdos anudados a las ganas de subir.

Una vuelta más entre ellos, miro la puerta y ahora ninguna mano me detiene. Ni siquiera la mía que en cambio abre la puerta.

Un escalón, más. Les dejo la torta y los regalos.

El cielo está más lindo que nunca. Cómplice de una decisión que debería haber tomado aquel día. Lo acepta aunque, como yo, hubiera querido que las cosas se den de otra manera.

La terraza que de chico me parecía tan grande quedó atrás demasiado rápido y la baranda me alzó y me sostuvo largo rato.

Miré al cielo y los tres pisos que me separaban del suelo. No hubiera saltado mirando hacia abajo. No quería acercarme a nada sino alejarme de todo. Miré otra vez hacia arriba, sentí mi eterno miedo y el viento, fuerte y más decidido que afortunadamente me empujó por detrás.

 

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