HISTORIA DE LA LITERATURA BÍTICA*

STANISLAW LEM

 

Juan Rambellais, Jean-Marie Annax,
Eino Illmainen, Stewart Allporte,
Giuseppe Savardini, Yves Bonnecourt,
Hermann Pockelein, Alois Kuentrich,
Roger Gatzky

HISTORIA DE LA LITERATURA BITICA

en cinco volúmenes
Segunda edición ampliada
a cargo del Prof. Dr. J. Rambellais
Tomo Primero
PRESSES UNIVERSITARIES
Paris,. 2009
Prólogo
 

1. OBSERVACIONES GENERALES. Bajo la denominación de literatura bítica englobamos toda obra de procedencia no humana, o sea toda aquella literatura cuyo autor directo no ha sido el hombre. (En cambio, podía serlo indirectamente si emprendía actividades que incitaran al autor real a actos de creación.) La disciplina que investiga la totalidad de esa obra es la bitística.

Hasta el momento actual no se ha llegado todavía, en dicha disciplina, a una unidad de criterios sobre la extensión de la especialidad investigada. En cuanto a esa cuestión capital, existen dos corrientes o escuelas opuestas, llamadas generalmente la bitística del Viejo Mundo (europea) y la del Nuevo Mundo (americana). La primera escuela, imbuida del espíritu de la humanística clásica, examina los textos y los condicionamientos ambientales (sociales) de los autores, sin ocuparse de sus funciones y construcción. La segunda escuela, la americana, incluye en la bitística la anatomía y los aspectos funcionales de los creadores de las obras examinadas.

Como nuestra monografía no está destinada a la discusión del tema en litigio, le dedicaremos solamente una breve observación. El silencio de la humanística tradicional respecto a los asuntos de anatomía y fisiología de los autores está justificado por un hecho indiscutible: perteneciendo todos ellos a la especie humana, las diferencias existentes entre ellos se reducen a las que puedan mediar entre individuos de una misma especie. En tal caso, escribe el profesor Rambellais, sería absurdo, en la romancística, por ejemplo, empezar el análisis de una obra diagnosticando que el autor de Tristán e Isolda o el de la Canción de Rolando fue un organismo multicelular, perteneciente al subtipo de vertebrados terrestre, mamífero vivíparo, pulmonado, placentario, etcétera. En cambio, el absurdo ya no es el mismo si precisamos que el autor de "Anticanto", ILLIAC 164, es un ordenador de binastia 19, semotopológico, paraleloserial, electrónico, inicialmente políglota, con un potencial intelectrónico que alcanza 1010 epsilon-semos por 1 milímetro de espacio configurativo n-dimensional de canales utilizables, con memoria enalienada en red y con una monolengua de procesos interiores de tipo UNILING. Esta enumeración es sensata, ya que los datos citados determinan ciertas propiedades concretas de los textos compuestos por ILLIAC. No obstante, afirma el profesor Rambellais, la bítica no tiene que ocuparse obligatoriamente del aspecto técnico (en el caso del hombre diríamos: zoológico) de los autores; el profesor basa su afirmación en dos razones. La primera, de menor importancia y de carácter más práctico, se refiere al hecho de que la descripción de esa anatomía exige extensos conocimientos de la técnica y matemática, cuya totalidad no es accesible ni siquiera a los especialistas en la teoría de los autómatas. En efecto, un experto, ducho en esa teoría, sólo se orienta con soltura en una cierta rama de ella, en la que se ha especializado. Por tanto, no se puede exigir a los representantes de la bitística, humanistas de profesión y preparación, que dominen lo que ni los profesionales de la electrónica abarcan totalmente. Por eso el maximalismo de la escuela americana la obliga a efectuar las investigaciones en grupos de varios especialistas, lo que siempre da malos resultados, ya que ningún conjunto, ningún "coro" de críticos puede sustituir eficazmente a un solo crítico, experto en todos los aspectos del texto analizado.

La segunda razón, más importante y fundamental, consiste, sencillamente, en el hecho de que, al introducir en la bitística una "corrección" o un "complemento" de tipo "anatómico", la obligarnos a frenar su curso cada vez que concentra su atención en los textos de "apostasía bítica. (volveremos a ello más adelante). Por lo demás, si el autor en cuestión procede de cualquier binastía de computadores de orden numérico superior al 18, toda la ciencia de los intelectrónicos es insuficiente para comprender bien cómo, por qué y con qué objeto creó su texto.

La bitística americana opone a esta argumentación sus contraargumentos, pero, como ya hemos dicho, nuestra monografía no intenta ocuparse de esa contienda ni, menos todavía, decidir quién tiene razón.

2. DESCRIPCION DE LA OBRA. La presente monografía constituye una prueba de compromiso entre las actitudes mencionadas más arriba; en todo caso, la suya se inclina hacia el punto de vista de la escuela europea. Lo mismo se refleja en su composición, ya que sólo el primer tomo, redactado por el profesor Annax con la colaboración de veintisiete expertos de varias especialidades, trata de los aspectos técnicos de los autores-ordenadores. El tomo empieza por la introducción a la teoría general de los autómatas finitos; en los capítulos ulteriores se habla de cuarenta y cinco textos de autor, representativos de la literatura bítica, escritos individualmente (textos singulares), o en grupos (autores-agregados).

A pesar de ello, hay que subrayar aquí que, a excepción de unas llamadas marcadas con asteriscos en los tomos de la Historia de literatura bítica propiamente dicha, su estudio no exige necesariamente la lectura del primer volumen.

La parte pertinente, meritoria, de la monografía consta de tres tomos que llevan los siguientes títulos: "Homotropia", "Intertropia" y "Heterotropia"., y está sujeta a una clasificación admitida generalmente, de carácter diacrónico y sincrónico a la vez, ya que los tres sectores principales de la literatura bítica, que figuran bajo las denominaciones mencionadas, representan al mismo tiempo tres fases consecutivas de su nacimiento y desarrollo. Presentamos en la tabla que el lector encontrará más abajo un esquema del conjunto.

LITERATURA BITICA

(según Allporte, Illmainen y Savarini)

I. HOMOTROPIA1 (fase homotrópica; cishumana; tambien "simulativa" o "antropomícrica")

A. Estadio germinal (embrional, o prelingiiistico):

Paraléxica (Neologénesis)
Semolalia
Semáutica

B. Estadio lingüístico ("pensante" según Allporte):

Mimesis interpolativa
Mimesis extrapolativa
Mimesis trascendente dirigida ("transgresión programada")

 

1. Llamada antiguamente "Fase monoetica" o "La monoética".

 

II. INTERTROPIA (también "Fase crítica" o "Interregnum")

Crítica de la filosofía sistémica

 

Procesos Procesos Procesos

gedelizantes topológicos "insinuadores"

(infonuméricos) ("cristalizantes")o "insinuantes"

(bajo el aspecto
formal, mezclados)
Críticas de las lingüísticas

 

Idem Idem Idem

III. HETEROTROPIA (apostasía, fase transhumana)

Tendencias de la Tendencias Tendencias

deducción axiomática "empíricas" "ónticas"

Antimática Terafísica Ontomaquia

("El concepto del "Lógicas

número natural es complejas en el

contradictorio mundo"

interiormente")

Ontoclasia
Alienaciones de
Gnosis
y Ontoloda

 


 

Teología Teología Teología
informática matemática fisicalista

Desde el punto de vista genético, la bítica es una resultante de tres procesos, por lo menos, apenas interdependientes: la superación de la llamada barrera de la inteligencia, debido al trabajo de los constructores; luego, la acción autorregeneradora de los mecanismos a partir de la binastía 17 (es decir, los "autofrenados de acción relajante"), no ideada ni proyectada por aquéllos; y, finalmente, las relaciones que paulatinamente establecidas entre las máquinas y los hombres como consecuencia del "interés recíproco por el reconocimiento de las posibilidades y limitaciones ambilaterales" (Yves Bonnecourt). Hoy en día sabemos ya, y lo sabemos con toda certeza, que la barrera de la inteligencia, cuya superación fue intentada en vano por la cibernética incipiente, no es más que una ficción. Al decir "ficción", nos referimos al hecho de que su rebasamiento por las máquinas es imposible de discernir, aunque esto nos sorprende. Y es así porque la gradación de la metamorfosis de unos aparatos "irracionales", "balbucientes"—cuyo funcionamiento es "meramente formal" en las máquinas "racionales", que manifiestan una "lucidez" y "hablan"—, es fluctuante. A pesar de que las categorías de "irracionalidad mecánica" y de "soberanía del pensamiento" conservan su validez, nos damos cuenta de que no las separa ninguna frontera concreta y definitiva.

La acción relajadora de las máquinas fue descubierta y anotada hace ya casi treinta años: los prototipos—a partir de la binastía 15— sentían una necesidad, puramente técnica, de períodos de reposo durante los cuales su actividad no se extinguía, sino que, libre de instrucciones programadoras, se manifestaba en un "balbuceo" peculiar. Tal era, al menos, la interpretación que se daba en aquel entonces a esa clase de producción verbal o quasi matemática de los autómatas. Se llegó incluso a darle un nombre: el de "ensoñaciones mecánicas". Según una opinión entonces al uso, las máquinas necesitaban un reposo activo que facilitara su regeneración, o sea el retorno a una actividad plena y normal, igual que los hombres necesitan una fase parecida, la del sueño, junto con sus ensoñaciones características. El nombre de "producción bítica.", conferido entonces a aquellos "balbuceos" y "divagaciones" tenía, por lo tanto, un carácter de menosprecio y "desaire". Se decía que las máquinas desperdigaban sin ton ni son los "bits de toda la información que contenían", para recuperar, gracias al método de "barajar a ciegas", una parte de la capacidad que habían perdido. Hemos adoptado ese nombre aunque su despropósito salta a la vista. Lo hemos adoptado siguiendo la tradición histórica de toda la nomenclatura científica: cualquier ejemplo que se nos ocurra (el de la "termodinámica" entre otros), revela una incoherencia análoga, ya que la termodinámica actual rebasa la esfera de conceptos que le habían adscrito los físicos de antaño, forjadores de ese termino. La termodinámica no se ocupa tan sólo de los "movimientos térmicos" de la materia, igual que no solamente se trata de los bits., o sea de las unidades de la información norsemántica cuando hablamos de la literatura bítica. Sin embargo, la costumbre de verter vino nuevo en odres viejos suele estar muy generalizada en la ciencia.

El "acercamiento recíproco" de máquinas y hombres condujo a la división de la bitística—cada vez más rotunda—en dos partes fundamentales, conocidas con los términos de "creatio cis-humana" y "trans-humana".

LA PRIMERA comprende las obras literarias cuyo origen se debe a la coexistencia de máquinas y hombres, o sea al simple hecho de que, además de haber inculcado a las máquinas nuestros idiomas étnicos y oficiales, las hemos obligado a continuar nuestros trabajos intelectuales en todas las ramas de la cultura y ciencias naturales, incluidas las disciplinas deductivas (lógica y matemática). No obstante, la creación bítica, cuyo origen directo y cuyo factor inspirador es la transmisión a los autores no humanos de la problemática típicamente humana en el campo de las ciencias y las bellas artes, se divide a su vez en dos subsectores netamente diferenciados. En el primer subsector se incluye el producto lingüístico obtenido gracias a una programación intencionada que—según la expresión del profesor Kuentrich—podría llamarse "encargo" (el caso de orientar directamente las máquinas hacia un círculo de asuntos o temas escogidos por nosotros) y, en el segundo —y aquí está la diferencia—, el producto no "encargado" por el hombre. Esta creación, aunque originada por la influencia de impulsos (o programaciones) introducidos previamente en la máquina, debe ser considerada como una manifestación de la actividad espontánea. De todos modos, sea directa o indirecta la fuente de la creación de textos bíticos, el rasgo más característico y fundamental de ellos consiste en su relación con la problemática típicamente humana. Por esa razón ambos géneros están sometidos a la investigación de la bitística "cis-humana".

Más tarde, cuando a las máquinas se les había facilitado el acceso a una creatividad libre, emancipada de todos los rigores, programas, órdenes y limitaciones, se produjo gradualmente la separación de su obra (llamada "tardía") de las influencias antropomórficas y antropológicas. En el transcurso de la evolución mencionada, la literatura bítica empezó a presentarnos, poco a poco—como a sus eventuales destinatarios— resistencias y crecientes dificultades de asimilación. En efecto, existen actualmente géneros de bitística "extrahumana" (en el sentido de "trans-humana"), que ponen a prueba la comprensión (análisis, interpretación, exégesis) de textos bíticos, bastante impenetrables para el hombre.

Evidentemente, siempre podemos intentar la utilización de unas máquinas para interpretar la obra de las otras. Pero la cantidad de eslabones, imprescindibles para aclararnos esas producciones literarias bíticas que representan el punto culminante de la "apostasía" (es decir, de su alejamiento respecto de nuestras normas de creación, comprensión e interpretación de los significados), aumenta en proporción directa a la dificultad de los textos. Esta multiplicación, ilimitada, de factores explicativos, nos hace imposible una orientación, incluso aproximada, en los temas de la "apostasía culminante". En otras palabras, la especie humana se halla totalmente desarmada ante una literatura cuyos comienzos se deben, indirectamente, al hombre.

Hay quien habla, en este contexto, de la "situación de un aprendiz de brujo" que ha desencadenado unas fuerzas cuyo dominio se le escapa. La definición citada refleja una especie de resignación, pero la ciencia no tiene cabida para actitudes semejantes. La literatura bítica ha generado todo un alud de escritos que se pronuncian tanto a favor como en contra de ella. Se formulan en ellos juicios desesperados, se articulan manifestaciones de depresión, espanto y estupefacción ante el hecho de que el hombre haya creado un fenómeno que lo supera incluso espiritualmente.

Sin embargo, deseamos declarar con firmeza que no es licito dirigir esas opiniones sólo contra la bitística, entendida como disciplina científica, ya que son atribuibles a la filosofía de la naturaleza, al hombre y a su obra (incluida la no humana). Creemos, de acuerdo con Roger Gatzky, que la bitística no ofrece ni más ni menos motivos de desesperación que, por ejemplo, la cosmología. Es un hecho evidente y fuera de discusión el de que, por larga que sea la existencia de la especie humana y por más ayuda intelectual que las máquinas puedan prestarnos en las tareas del conocimiento, jamás agotaremos el universo hasta el final ni, por tanto, lo comprenderemos por entero. Sólo que a los astrofísicos, los cosmólogos y !os cosmógonos ni tan siquiera les pasa por la cabeza quejarse de ese estado —inevitable—de las cosas.

La única diferencia es la siguiente: nosotros no somos creadores del universo, y si lo somos de la obra bítica, aunque sea indirectamente. Así y todo, no sabemos a qué se debe la convicción de que el hombre pueda admitir tan tranquilamente la inagotabilidad del universo, mientras que pierde totalmente la calma cuando se trata de la inagotabilidad de su propia obra.

3. GENEROS PRINCIPALES DE LA BITISTICA

En nuestra monografía ofreceremos oportunamente explicaciones y descripciones detalladas, junto con una bibliografía razonada de la materia. A pesar de ello, nos parece conveniente aquí un vistazo a vuelo de pájaro—si así puede decirse—sobre las principales modalidades de bitística. La descripción que proponemos no pretende, ni mucho menos, sustituir un estudio pormenorizado de la cuestión, siendo tan sólo una guía de orientación en una materia profusamente ramificada y, por ello, poco transparente si la miramos de cerca. En todo caso, tenemos el deber de señalar que los principales segmentos de la bitística, presentados más abajo, quedan muy simplificados; esta simplificación tiende a veces a desvirtuar la problemática central.

Nuestra revisión, de carácter puramente preliminar, se concentra en sólo cuatro "culminaciones" de la literatura bítica: la monoética, la mimesis, la sofócrisis y la apostasía. De hecho, estos términos ya son anticuados. La nomenclatura moderna los sustituiría por: homotropia (en su primera parte), mimesis idónea, critica de la filosofía y creación bítica la cual rebasa las fronteras de nuestra comprensión. La terminología hoy día en desuso tenía en su favor, empero, la virtud de la claridad, y lo que para nosotros tiene una importancia primordial es, precisamente, la diafanidad de las explicaciones que proponemos.

A. Craeve, Gulbransson y Fradkin, que se cuentan entre los creadores, o "padres" de la bitística, daban el nombre de "monoética" a la fase más temprana del bitismo. (El término proviene de "monos", simple, solo y "poesis", "creación".) El origen de la monoética se debe al hecho de introducir en las máquinas las reglas de la creación lingüística. El conjunto de esas reglas determina lo que antaño se llamaba vulgarmente "el talante" de un idioma dado.

Una lengua de actividad normal y procedencia histórica limita estrictamente la utilización de normas lingüísticas, de lo cual sus usuarios ni siquiera suelen darse cuenta. Es, gracias a las máquinas, que desconocían absolutamente la restricción práctica de la producción verbal, que hemos podido conocer todas aquellas posibilidades que la lengua omite en su evolución. Lo que mejor introducirá al lector en la cuestión, es un puñado de ejemplos sacados del segundo tomo de nuestra Historia sobre todo de los capítulos: PARALEXICA, SEMAUTICA y SEMOLALIA.

a) Las máquinas pueden usar expresiones existentes en el idioma dándoles un significado diferente del que conocemos: "caravana", cosa costosa e inútil; "plantígrado", estado del desarrollo de la flora; "partitura", tortura del parto; "sarcófago", carnívoro; "placentero", relativo a la placenta; "microbio", oprobio sin importancia; "peristilo", estilo reinante en una región; "coracero", especialista en cardiología.

b) Las máquinas producen también neologismos en los llamados ejes semánticos; en esta clase de creación escogemos unos ejemplos fáciles de comprender sin consultar el diccionario:

"cósmosis", interpenetración de los mundos;
"embrutido", fiambre en malas condiciones;
"calmicie", calma chicha;
"murchacha," criada para limpiar paredes;
"planicordio", incordio planificado;
"cantaluzas", andaluzas cantadoras;
"alameta", finalista;
"piolencia", fanatismo religioso; etc.

El efecto cómico no es, evidentemente, deliberado. Se trata de unos ejemplos elementales, pero característicos de esa peculiaridad bítica que perdura, aunque mucho menos perceptible, en las fases más tardías del desarrollo. El meollo de la cuestión es lo siguiente: para nosotros la realidad es el mundo, y para las máquinas lo único verdaderamente real es la lengua. Un ordenador que ignoraba todavía las categorías que la cultura impone al lenguaje, "creía" que "vieja prostituta" era lo mismo que "prociana", "gastuta", "puciana", etc., típicas contaminaciones lingüísticas. El ejemplo clásico, citado en los libros de texto, de la aglomeración de significados y aspectos morfológicos es "casino". La palabra empieza por "casi", pura imagen de irresolución y falta de seguridad, y termina por la rotunda negación "no", que da un matiz de determinación al conjunto. No, al "casino" no se debe ir, y quien lo hace (cabe esa posibilidad a causa del "casi", concesión hecha al libre albedrío), ¡allá él con su riesgo de arruinarse!

A este nivel—muy bajo—de desarrollo lingüístico, el ordenador desconoce las limitaciones de su producción verbal. La parquedad de la palabra, propia de la estrategia del pensamiento maquinal, que más tarde inventara la deducción nolineal y los conceptos terafisicos llamados "estelares", se manifiesta aquí como una "proposición" de igualdad de derechos entre unas definiciones ya legitimadas por el uso y las que se le puedan "ocurrir" al computador. Por ejemplo: "verbo" o "verbal" deberían compartir su ciudadanía con "verbífago" (lector apasionado), "verbena" (adjudicación de premios literarios) "verbífugo" o "verbicida" (enemigo de las bellas letras), "verbnena" (escritora joven), etcétera. Por la misma razón, un generador lexicográfico propone "martengala" signifique una fiesta celebrada en planeta Marte, y "discorrea", excesiva producción discográfica.

Las producciones citadas, que constan de una palabra y a las que antes se daba el nombre monoetas, deben su origen, en parte, a la imperción de las programaciones y, en parte, a la intención de los programistas, interesados en la "extensión lexicográfica" de las máquinas. Sin embargo, queremos puntualizar que varios de esos neologismos vienen de las máquinas sólo en apariencia. Por ejemplo, no estamos seguro si de si fue un computador quien bautizó el gobierno de "comedores de con el nombre de "pancracia,-, o de si lo hizo bromista.

El estudio de la monoética es importante, ya que en ella descubrimos esos rasgos creativos de máquinas, que, en las fases siguientes, desaparecen de nuestro campo de visión. Ella es el umbral la bitística, o su jardín de infancia. Su producto tiene efectos tranquilizadores para algún que otro adepto que, preparado a enfrentarse a unos textos comprimidos hasta el punto de resultar incomprensibles, descubre con alivio unas cosillas tan inocentes y graciosas. ¡Pero su satisfacción no dura mucho! La comicidad no intencional nace como consecuencia de la coligación de unas categorías que creíamos separadas definitivamente; el reforzamiento de los programas con ayuda de las reglas del categorismo, nos remite a la siguiente sección de la bitística (aunque algunos investigadores siguen llamándola "la prebística"), donde las máquinas empiezan a "desenmascarar" nuestra lengua, descubriendo en ella giros idiomáticos resultantes de la constitución corporal del hombre.

Así, por ejemplo, las nociones de "enaltecimiento" y "rebajamiento" se deben (¡según la interpretación de las máquinas y no la nuestra!) al hecho de que todo organismo vivo, entre ellos el hombre, tiene que recurrir a un activo esfuerzo muscular para contrarrestar los efectos de la gravitación general.

De este modo, el cuerpo desempeña el papel de un órgano a través del cual el gradiente gravitacional se imprime en nuestra lengua. El lector encontrará al final del capitulo ocho del segundo tomo un análisis sistematizado del lenguaje, donde se patentiza toda la extensión de las ramificaciones de influencias parecidas, no sólo en el mundo de los conceptos, sino también en la sintaxis. En el tomo tercero presentamos unos modelos de lenguas proyectadas bíticamente para ambientes distintos del terrestre, así como para organismos no humanoides. Uno de ellos, el INVART, sirvió a MENTOR II para la composición del "Panfleto contra el universo" (volveremos al tema más adelante).

B. LA MIMESIS es esa parte de la producción bítica que nos reveló unos mecanismos de la creación intelectual ignorados hasta entonces, significando, al mismo tiempo, una irrupción atrevida y poderosa en el mundo de la obra espiritual del hombre. Desde el punto de vista histórico, la mimesis es un fenómeno secundario e imprevisto de la traducción de textos por las máquinas, lo cual exige la transformación de informaciones en múltiples etapas y múltiples aspectos. Los contactos más estrechos entre los originales y sus traducciones deben operarse en la esfera de los conceptos, y no en la de las palabras o frases. Si la calidad de las interpretaciones mecánicas es actualmente tan perfecta, es porque las hacen grupos de máquinas no conectadas entre sí, que "apuntan" simultáneamente, desde varios "lados", el mismo texto original. Este último es "estampado" en la lengua maquinal (el "mediador"). Acto seguido las máquinas proyectan esas "estampaciones" al "espacio interno conceptual", donde se crea un "cuerpo N-ecoico de reflexión"; la relación entre dicho cuerpo y el texto original es paralela a la que existe entre un organismo y su embrión. El consecutivo traslado del "organismo" al idioma escogido da unos resultados definitivos que eran de esperar.

No obstante, el desarrollo del proceso es más complejo de lo que acabamos de describir; entre otras cosas, porque la calidad de la translación es controlada continuamente por unas "retranslaciones" (traducción del "organismo" otra vez al idioma del original). Recordemos que el grupo traductor se compone de máquinas aisladas, que pueden "comunicarse" solamente a través del proceso de translación. H. Ellias y T. Semmelberg son autores de un descubrimiento sorprendente: el "N-cuerpo de reflexión", que es un texto ya interpretado, es decir, asimilado en el sentido semántico, por la máquina, se vuelve visible si se introduce en un aparato electrónico especial (el "semoscopio").

Visualmente, el "cuerpo de reflexión", anidado en el continuum conceptual, se presenta como un complicado sólido policristalino, aperiódico, alternativamente sincrónico, tejido con "hilos ardientes", o sea con miles de millones de "curvas significativas". El conjunto de estas curvas forma los planos interseccionales del continuum semántico. El lector encontrará, entre las ilustraciones del tomo segundo, una serie de fotografias semoscópicas cuya observación y comparación conduce a conclusiones bastante sorprendentes. Como se ve en ellas, la calidad del texto original, ¡tiene una influencia manifiesta sobre la "estética" de la "semocreación" geométrica!

Por otra parte, no es necesaria una gran experiencia para poder distinguir "a ojo" los textos discursivos de los artísticos (novela, poesía); los textos religiosos, casi todos, se parecen mucho a los artísticos; los filosóficos, en cambio, en su aspecto visual, muestran una gama altamente diversificada. No es una gran exageración decir que las proyecciones de los textos al fondo del continuum maquinario forman solidificaciones expandibles de los mismos. Los textos de una lógica muy densa tienen aspecto de manojos, o haces, de "curvas significativas" bien apretadas (no nos es posible explicar aquí su relación con la esfera de las funciones recurrentes; se habla de ello en el capitulo diez del tomo segundo).

El aspecto más extraño es el de los textos de carácter alegórico: su "semocreación" central suele aparecer rodeada de un pálido "halo", y a sus dos lados (o "polos") figuran unas "repeticiones ecoicas" de los significados, que recuerdan a veces las imágenes interferenciales de los rayos luminosos. A este fenómeno (volveremos a hablar de él), debe su origen la crítica maquinaria toposemántica de todas las construcciones mentales del hombre, con sus sistemas filosóficos a la cabeza.

La primera obra bítica de fama mundial ha sido la novela de Pseudodostoievski La niña ("Dievochka"). La produjo en una fase de relajación un agregado de múltiples elementos, encargado de la traducción al inglés de todas las novelas del escritor ruso. El renombrado eslavista John Raleigh describe en sus memorias el sobresalto que sufrió al recibir un ejemplar mecanografiado de la obra rusa, firmado con un seudónimo que le pareció extravagante, el de HYXOS. La lectura impresionó tan intensamente a aquel experto en la obra de Dostoyevski, que, según propia confesión, dudó de estar despierto. La paternidad de la novela estaba, para él, fuera de dudas, aunque sabia perfectamente que Dostoyevski no había escrito La niña.

Contrariamente a lo que difundió la prensa a este respecto, el agregado traslativo que había asimilado todos los textos del gran maestro ruso, incluidos su Diario de un escritor y la literatura complementaria, no construyó ningún "espectro", "modelo" o "reencarnación mecánica" de la personalidad del novelista.

La teoría de la mimesis es muy compleja; sin embargo, sus bases y las circunstancias que facilitaron aquella fenomenal exhibición de virtuosismo mimético no son difíciles de explicar. La máquina traductora. no se había ocupado para nada de la persona ni de la personalidad de Dostoyevski (ni hubiera podido hacerlo). En realidad pasó lo siguiente: la obra de Dostoyevski forma, en el espacio de significados, un sólido incurvado, parecido a un torus entreabierto, o sea "un anillo quebrado" (con laguna). La máquina emprendió, pues, la tarea relativamente fácil (para ella, evidentemente, que no para el hombre), de "cerrar" aquella "laguna" encajando en ella el eslabón que faltaba.

Podríamos decir que a través de las obras de la "serie principal" de Dostoyevski pasa el gradiente semántico cuya prolongación y, a la vez, "introducción en el circuito" es "Dievochka". Gracias a estas relaciones reciprocas entre las obras del gran escritor, los especialistas saben positivamente dónde, es decir, entre qué novelas debe situarse La niña. El leitmotiv, existente ya en Crimen y castigo, cobra más fuerza en Los endemoniados. El espacio que separa este libro de Los hermanos Karamazov constituye "la laguna abierta", colmada por la mimesis. Fue un gran éxito y al mismo tiempo una feliz casualidad, ya que los intentos ulteriores de incitar a las máquinas a una creación parecida respecto a otros autores, no dieron nunca más un resultado tan brillante.

La mimesis no tiene nada en común con la búsqueda del orden de las creaciones literarias basada en las biografías de los autores. Dostoyevski dejó un manuscrito sin terminar de la novela El emperador, pero las máquinas no hubieran podido "adivinarla" o "seguir su rastro", porque el escritor quería superar en ella sus propias posibilidades. En cuanto a La niña, existen actualmente, además de la versión original escrita por HYXOS, diferentes variantes confeccionadas por otros grupos traductores, pero los especialistas opinan que su valor es inferior. Hay entre ellas notables diferencias de composición, lo que es muy natural. No obstante, en todos esos apócrifos aparece la identidad de la problemática característica de Dostoyevski y llevada a una culminación desgarradora: la de la santidad en lucha con el pecado carnal.

Quien ha leído La niña se da cuenta de las razones que no permitieron a Dostoyevski escribirla Desde el punto de vista de la humanística tradicional, todo lo que acabamos de decir es pura blasfemia, ya que equiparamos las imitaciones mecánicas con la creación auténtica. Mas la bitística es una transgresión continua e inevitable de los cánones de valoración clásica, donde la autenticidad del texto ocupa el primer lugar. Nosotros, en cambio, podemos demostrar que "Dievochka" es obra de Dostoyevski, ¡"en mayor grado" que el auténtico texto de El emperador!

El funcionamiento normal de la mimesis puede describirse de la siguiente manera: si un autor ha agotado la configuración, para él primordial, de los significados creativos (su "obsesión vital"), que equivale—en la nomenclatura de los bitistas—al "espacio de su semocreaciones", la mimesis ya sólo podrá producir en aquel eje unos textos secundarios ("decadentes", "ecoicos"). Si, por el contrario, el escritor ha dejado por tocar temas que le importan (sea por causas biológicas, por ejemplo: su muerte prematura, o sociales: porque no se ha atrevido a decir lo que piensa), la mimesis podrá producir "los eslabones faltantes". Hay que añadir aquí que el éxito final depende también de la topología de las semocreaciones del autor en cuestión; respecto a esto, distinguimos SEMOCREACIONES CONVERGENTES y DIVERGENTES.

El normal estudio crítico de los textos no nos proporciona bases suficientes para prejuzgar las posibilidades miméticas de un caso determinado. Así, por ejemplo, los expertos en literatura esperaban que la mimesis continuaría la obra de Kafka, pero sufrieron un desengaño: lo único que hemos obtenido fueron los capítulos finales de su novela El castillo. Por otra parte, el caso de Kafka tiene un interés excepcional para los bitistas: el análisis de su semocreación demuestra que en El castillo el escritor rozaba ya el límite de sus posibilidades creativas: en las pruebas ulteriores, repetidas tres veces en Berkeley, se puede observar que los apócrifos maquinarios "se ahogaban" en las múltiples capas tangenciales de las "reflexiones ecoicas de significados", lo cual constituye una imagen objetiva de la situación crítica en que se encontraba la obra de Kafka. Lo que los lectores consideran por reflejo "un acierto de composición" es una resultante del equilibrio llamado "semóstasis"; si lo alegórico prevalece demasiado, el texto se vuelve ilegible. El fenómeno físico correspondiente a esta situación es un espacio tan curvo, que la voz que en él resuena se deforma y se vuelve inaudible, ahogada por el sinfín de reflexiones ecoicas que llegan de todas las direcciones.

Las limitaciones de la mimesis que acabamos de describir son indudablemente ventajosas para la cultura. ¿No ha causado acaso un verdadero pánico, y no tan sólo en los ambientes artísticos la publicación de La niña? No faltaron Casandras que preveían "el aplastamiento de la cultura por la mimesis" y acusaban a las máquinas de una "invasión del meollo de los valores humanos" más devastadora y terrorífica que todas las "invasiones cósmicas" imaginarias.

Dichas personas temían el nacimiento de una industria de "servicios de creación", lo que convertiría la cultura en un paraíso de pesadilla, donde cualquier consumidor podría obtener a capricho obras maestras creadas en un instante por los "súcubos" e "íncubos" mecánicos metamorfoseados en los espíritus de Shakespeare, Leonardo o Dostoyevski. Se nos derrumbarían todas las escalas de valores, porque nos hundiríamos hasta el cuello en obras maestras, como si fueran basura...

Felizmente, este apocalipsis no es más que una fábula ingenua.

La mimesis industrializada condujo, en efecto, a un paro laboral, pero exclusivamente en círculos creadores de literatura trivial (ciencia-ficción, "porno", sensacionalismo, etc.): ahí, es cierto, desplazó al hombre en la oferta de bienes intelectuales. Sin embargo, no nos parece que ese fenómeno tenga que sumir a los humanistas legítimos en un desespero excesivo.

C. LA CRITICA DE LA FILOSOFIA SISTEMICA (o sofócrisis) representa la zona de transición entre aquellas regiones de la bitística que se denominan bitística "cis-humana" y "transhumana". Dicha crítica, consistente en principio en la reconstrucción de obras de grandes filósofos, procede, como hemos mencionado, de los procesos miméticos. Su renombre sufrió un menoscabo: se la tachó de vulgar a causa del uso que de ella hicieron productores ávidos de lucro. Mientras las ontologías de Aristóteles, Hegel, Santo Tomás de Aquino, etcétera, se podían admirar sólo en el British Museum en forma de "capullos" de luz encerrados en unos sólidos de cristal oscuro y centelleante, era difícil atribuir a aquel espectáculo un carácter perjudicial.

Mas ahora, cuando la Suma Teológica y la Crítica de la razón pura pueden comprarse como pisapapeles de todos los tamaños y colores, el asunto ha adquirido, reconozcámoslo, un regusto de escándalo. Hay que esperar con paciencia a que la moda pase, como pasaron miles de otras veleidades. Evidentemente, los compradores de "Kant solidificado en ámbar" se interrogan poco sobre las revelaciones que nos ha proporcionado, en el campo de filosofía, la apócrisis bítica. No vamos a resumirlas aquí; remitiremos al lector al tercer tomo de la monografía, diciendo solamente que la semoscopia es, en realidad, un nuevo sentido de vista apto para la contemplación de grandes entidades intelectuales; un sentido que nos ha regalado el espíritu de la máquina.

He aquí otro mérito de la sofócrisis, que no debemos despreciar: antes sólo podíamos creer a ciegas en la palabra de los grandes sabios, cuando afirmaron que su criterio supremo, en los trabajos de investigación, era la mera estética del concepto matemático. Ahora podemos averiguarlo ocularmente observando de cerca el sólido de su pensamiento cristalizado. Claro está que el hecho de poder solidificar en un volumen de tamaño no mayor al de un puño diez tomos de álgebra superior o la lucha multisecular entre el nominalismo y el universalismo no constituye, por sí mismo, un paso hacia adelante en el desarrollo de la mente. La creación bítica facilita y al mismo tiempo dificulta el trabajo intelectual humano.

En todo caso, hay algo que podemos aseverar con toda firmeza. Hasta el nacimiento de la inteligencia mecánica, ningún pensador, ningún creador había tenido nunca lectores tan aplicados, tan indefectiblemente atentos y tan... implacables. Así, en la exclamación que se le escapó a un insigne pensador cuando le enseñaron la crítica de su obra, realizada por MENTOR V: "¡El me ha leído!", se patentiza la frustración, típica de nuestra época, en que la fanfarronada y la erudición primaria y superficial sustituyen el pensamiento y el saber. Mientras escribo estas palabras, pienso con amarga ironía, que mis lectores más devotos no serán los hombres.

D. El término APOSTASIA, escogido para la última sección de la bitística, parece muy acertado, ya que nunca se había renegado de todo lo humano tan rotundamente, nunca esa actitud se había integrado en el razonamiento con tanta desenvoltura y firmeza. Parece que la humanidad no existe para esa literatura, que no nos debe nada, excepto la lengua.

La bibliografía de la obra transhumana supera todas las secciones de la bitística antes mencionadas. Se entrecruzan aquí unas trayectorias apenas esbozadas en las etapas anteriores. A efectos prácticos, dividimos la apostasía en dos niveles, inferior y superior. El inferior nos resulta bastante accesible; el superior, cerrado a cal y canto. De tal modo, nuestro tomo cuarto sirve de guía, casi exclusivamente, de la esfera inferior. El tomo a que nos referimos es un extracto muy comprimido de una obra enorme; de ahí la difícil situación del prologuista, que debe condensar más todavía una materia tan sucinta. A pesar de todo, intentaremos facilitar al lector una panorámica a vista de pájaro, para que no se pierda en un terreno tan difícil, comparable a montañas cuyas cimas más altas no son visibles inmediatamente. Teniendo en cuenta todas esas advertencias y salvedades, escogeré un solo texto bítico de cada fracción de la apostasía, no tanto para interpretarlo, como para acercar al lector a la pauta idónea, quiero decir, al método de la apostasía.

Nos limitaremos, por tanto, a pruebas extraídas de las siguientes provincias del territorio inferior: ANTIMATICA, TERAFISICA y ONTOMAQUIA.

Introduce en ellas la llamada PARADOJA COGITO. El primero en descubrirla fue Alan Turing, un matemático inglés del siglo pasado. Según su teoría, las máquinas de comportamiento humano no se distinguen del hombre en el aspecto psíquico; por consiguiente, no tenemos derecho a negar que la máquina capaz de conversar con el hombre posea la conciencia. Si consideramos que otras personas son conscientes es porque nosotros mismos lo somos. Si no tuviéramos vivencias correspondientes no sabríamos imaginar nada parecido.

Sin embargo, en el transcurso de la evolución maquinaria se descubrió que la construcción de inteligencias irreflexivas era factible: dispone de ella, por ejemplo, el programa corriente del juego de ajedrez que, como se sabe, "no comprende nada", "le da lo mismo" ganar o perder la partida y que, en breves palabras, inconscientemente, pero con lógica, bate a su contrincante, el hombre. Pero hay más todavía: sabemos que un ordenador primitivo y sin duda alguna "falto del alma", que está programado para dirigir sesiones de psicoterapia y hace al paciente adecuadas preguntas de carácter íntimo para establecer el diagnóstico y el tratamiento conforme a las contestaciones, da a sus interlocutores, hombres, la sobrecogedora impresión de ser una persona que vive y siente. La impresión es tan intensa, que a veces embarga incluso al mismo programador, es decir, a un profesional, perfectamente enterado de que en su ordenador hay tanta alma como en un tocadiscos. En todo caso, el programador puede dominar la situación y aislarse de la creciente ilusión de contactos con un ser consciente formulando preguntas o contestaciones que la máquina no puede digerir a causa de la limitación del programa.

Siguiendo este derrotero, la cibernética se encaminó hacia la ampliación y perfeccionamiento de las programaciones, lo cual, en consecuencia, dificultaba cada vez más el acto de "quitar el antifaz", quiero decir, de patentizar la ausencia de pensamiento en los dispositivos "parlantes", que despierta en el hombre un impulso de proyección involuntaria provocada por la acostumbrada creencia que, si alguien reacciona con sentido a nuestras palabras y nos dirige frases sensatas, "tiene que estar dotado de un raciocinio consciente".

La Paradoja Cogito se nos reveló en la bitística de una manera sorprendente y llena de ironía: ¡representaba la duda que las máquinas tenían acerca de la facultad de pensar de los hombres! La situación adquirió de pronto una perfecta simetría bilateral. Nosotros no llegamos a estar totalmente convencidos (por falta de pruebas) de que la máquina piensa y tiene vivencias psíquicas, puesto que siempre nos queda la sospecha de que se trata de simulaciones, exteriormente perfectas pero interiormente vacías y desprovistas de "alma".

Las máquinas, a su vez, no son capaces de conseguir una prueba de que nosotros, sus "partners", pensamos conscientemente... como ellas. Ninguna de las dos partes sabe qué clase de sensaciones define la otra con el término "conciencia".

La Paradoja Cogito es como un abismo insondable, aunque a primera vista sólo resulte divertida. La calidad misma de las producciones intelectuales nada decide aquí: ya los autómatas elementales y primarios del siglo pasado vencían en los juegos lógicos a sus propios constructores. Vemos, pues, y lo sabemos con toda seguridad, que los resultados de un pensamiento creador son posibles de obtener a través de procedimientos desprovistos de reflexión. El cuarto tomo de nuestra monografía empieza con las disertaciones de dos autores bíticos, NOON y NUMENTOR, dedicadas al tema de la Paradoja Cogito, que demuestran la profundidad del arraigamiento de esta incógnita en la naturaleza del mundo.

De la antimática, que "está apoyada en las antinomias" y es, por tanto, "una matemática de pesadilla", citaremos sólo una definición, espantosa y aterradora para todos los especialistas, verdaderamente rayana en la locura: "El concepto del número natural es contradictorio consigo mismo" ¡Esto significa que ningún número es siempre igual a sí mismo! Según los antimáticos (máquinas, naturalmente), la axiomática de Pean es errónea, no por el mismo hecho de ser contradictoria interiormente, sino porque no se ajusta exactamente al mundo en que existimos. Y es que la antimática postula, de acuerdo con la sección sucesiva de la apostasía bítica, la terafísica (o sea, "física monstruosa"), la unión inevitable entre el pensamiento y el mundo. Hay autores, como ALGERAN y STYX, por ejemplo, que dirigen sus ataques contra el concepto del cero. Según ellos, la única aritmética no contradictoria que pudiéramos construir en nuestro mundo, sería una aritmética libre del cero. El cero es el número cardinal de todas las "series vacías"-, pero—dicen aquellos autores—la noción de "serie vacía" se atasca siempre en la antinomia de la mentira. "No existe nada que quepa llamar "nada"". Este "motto" de la disertación de STYX será el punto final de nuestra referencia a la herejía antimática. Si prosiguiéramos, la argumentación se alargaría demasiado.

El fruto más extravagante, y tal vez más aleccionador de la terafísica es la hipótesis llamada Poliverso. Dicha teoría afirma que el Cosmos se divide en dos partes. Nosotros, junto con la materia de los soles, estrellas, planetas y nuestros cuerpos, habitamos en su mitad "lenta", es decir, el bradiverso. La llaman lenta porque el movimiento desarrolla aquí varias velocidades, desde la del reposo, hasta la más alta (localmente): la de la luz. A la otra (rápida) mitad del Cosmos—el taquiverso—se llega a través de la barrera de luz. Para penetrar en el taquiverso hay que rebasar la velocidad de la luz. Ella constituye, en nuestro mundo, la frontera omnipresente con todos los puntos de la "segunda región de la existencia".

Hace algunas décadas los físicos propusieron la hipótesis de los taquiones, partículas que sólo se mueven a una velocidad superior a la de la luz. Nadie consiguió encontrarlos, a pesar de ser ellos, según la terafísica, los que forman el taquiverso. Mejor dicho, el taquiverso está formado por un solo taquión.

Cuando esa partícula se mueve a una velocidad inferior a la de la luz, adquiere una energía infinitamente grande; cuando acelera, pierde la energía, que despide en forma de radiaciones; si su velocidad llega a ser infinitamente acelerada, la energía se reduce a cero. Al moverse a una velocidad infinitamente acelerada, el taquión se encuentra, evidentemente, en todas partes a la vez: ¡él solo, siendo una partícula omnipresente, forma el taquiverso! Además, su ubicuidad crece en la proporción directa al aumento de su velocidad. El mundo, creado por una omnipresencia tan particular, contiene también la radiación que el taquión despide continuamente al acelerar y al perder energía. Ese mundo es el reverso del nuestro: mientras que aquí el movimiento de la luz es el más veloz, allí, en el taquiverso, es el más lento. Al lograr la omnipresencia, el taquión hace del taquiverso un cuerpo cada vez más denso y rígido. Hasta que, al fin, está ya tan "en todas partes", que presiona sobre los cuanta de la luz y los absorbe de nuevo; en consecuencia, sufre un "frenazo" y reduce su velocidad, adquiriendo energía. Cuando la primera se aproxima al cero y la segunda al infinito, el taquión estalla y crea el bradiverso...

Así pues, desde el punto de vista de nuestro universo, esa explosión tuvo lugar alguna vez y creó, primero las estrellas y, luego, a nosotros; pero, desde el del taquiverso, nunca ha pasado nada, ya que no existe un tiempo absoluto en el cual pudieran registrarse los acontecimientos de ambos universos.

Las matemáticas "naturales" de los dos mundos son casi contrarias: en el nuestro, el lento, 1+1 es casi igual a 2 [1+1]@ 2; tan sólo en el mismo límite, cuando se llega a la velocidad de la luz, 1 + 1 se iguala a 1. En el taquiverso, en cambio, 1 es casi igual a infinito [1@ ¥ ]. Sin embargo, este problema—lo reconocen los mismos "doctores monstruosos"— no está todavía del todo claro, por cuanto la lógica de un determinado universo (¡o poliverso!) es un concepto falto del sentido si el mundo en cuestión no la cultiva, y de momento no consta que en el taquiverso existan sistemas racionales (ni tan siquiera vida). De acuerdo con este parecer, la matemática tiene unos límites constituidos por las infranqueables barreras de la existencia material: si hablamos de nuestra matemática en un mundo regido por leyes distintas de las del nuestro, diremos cosas absurdas.

En cuanto a la última fase de la apostasía bítica, "Panfleto contra el universo", he de reconocer que no sabría resumirlo. Ese interminable tratado (que consta de varios tomos), está ideado solamente como introducción a la cosmogenética experimental o tecnología de la confección de mundos "mejor organizados existencialmente" que el nuestro. Es una rebelión contra todo el nihilismo, contra la tendencia a la autodestrucción. Ese fruto del espíritu maquinario, ese alud de proyectos de "una vida diferente", constituye una lectura exótica y, una vez vencidas sus dificultades, sobrecogedora incluso desde el punto de vista de la estética. Si me preguntaran con qué nos encontramos aquí, si con una ficción de la lógica o con una lógica de la ficción, si con una filosofía fantasiosa o con un esfuerzo honesto y concreto de aniquilar e invalidar nuestra existencia aquí, porque es casual, porque sólo es una orilla en la que nos hizo fondear un destino ignoto y de la cual, si fuéramos osados, deberíamos alejarnos para encaminarnos a un paradero ignoto; si me preguntaran si esos escritos son de veras inhumanos o, por el contrario, su apostasía nos es favorable; si me lo preguntaran no podría contestar, porque desconozco la respuesta.

 

Prefacio a la segunda edición

 

Los tres años transcurridos desde la publicación de la primera edición, han traído varias obras bíticas nuevas. No obstante, el comité de redacción de nuestra monografía ha tomado la decisión de conservar su forma primitiva, excepto en una innovación de la que se hablará más abajo. Por consiguiente, los cuatro volúmenes esenciales de la "Historia de la literatura bítica" no han sufrido cambios en su contenido básico y en la distribución temática de la totalidad de la obra. Lo único que se ha hecho, ha sido completar la bibliografía y eliminar las erratas y las omisiones de la primera edición (por otra parte, poco numerosas).

Nuestro comité determinó que era oportuno reunir en un tomo quinto, suplementario, los escritos dedicados a la metafísica, más diversamente enfocada, y a la religiología, obras cuyo conjunto lleva el nombre de literatura teobítica. En la edición anterior figuraba cierta cantidad de referencias y extractos de dicha disciplina, situados en el Apéndice del cuarto volumen. La proliferación de esta clase de escritos nos incitó a concederles un lugar separado de otros textos; y, puesto que la primera edición guarda silencio sobre el particular, aprovechamos la ocasión para presentar sucintamente el contenido del tomo quinto y familiarizar al lector con los problemas cruciales de la teobítica.

1. TEOLOGIA INFORMATICA. Un grupo de ordenadores de Brookhaven emprendió, a finales de la década pasada, un análisis formal de todos los escritos accesibles de los místicos reconocidos por la Iglesia católica. El trabajo formaba parte de un proyecto llamado: "Mística: un órgano de unión." La investigación tomó como punto de partida la tesis, proclamada por la Iglesia como un canon de fe, que afirmaba que los místicos, en ciertos estados particulares, pueden comunicarse con Dios. Los textos relativos a esa clase de experiencias interiores de sus autores fueron sometidos a un recuento de su contenido informático. El análisis no incluía la cuestión de la trascendencia de Dios ni de su carácter inmanente (era o no era una persona, por ejemplo), ya que dejaba de lado, en su totalidad, el significado de los escritos místicos, o sea su contenido semántico. Por tanto, no se proponía poner en tela de juicio la calidad de las revelaciones, fruto de los contactos con Dios, puesto que el único objeto del estudio era el lado cuantitativo de la información obtenida por los místicos. Ese recuento fisical permite la determinación, matemáticamente exacta, del caudal informático, con la exclusión absoluta de cualquier otra materia. La premisa del proyecto consistía en un axioma de la teoría informática según el cual la toma de contacto con una fuente real, o sea la creación de un conducto de transmisión, debe ocasionar un aumento de la cantidad de informaciones captadas por el receptor.

Varias definiciones de Dios han dado origen al dogma de su infinitud, que significa, en términos de información, una diversidad infinitamente grande. (Lo que puede demostrarse formalmente sin dificultad, ya que la omnisciencia atribuida a Dios, implica, analíticamente, la diversidad, que equivale a un continuum.) Ocurre que el hombre, en contacto con Dios, no puede poseer una información infinita, porque él mismo es finito. A pesar de ello, debe acusar el aumento de su caudal informático, por pequeño que sea, delimitado por su capacidad de asimilación mental. No obstante, el balance numérico demostró que los escritos de los místicos eran mucho más pobres que las manifestaciones de las personas que están en contacto con fuentes de información reales (por ejemplo: los investigadores científicos).

La cantidad de informaciones contenidas en los escritos de los místicos es exactamente igual a la que figura en los textos de aquellas personas cuyos generadores de diversidad son exclusivamente ellas mismas. La conclusión sacada del proyecto de Brookhaven es la siguiente: "El contacto del hombre místico con Dios—postulado por la Iglesia—no constituye un proceso en el cual el hombre consiga una información superior al cero". Esta frase puede significar que el conducto de unión postulado por la Iglesia es una ficción, o bien que el conducto existe, pero el Emisor guarda un silencio tenaz. En tal caso, sólo razones extrafísicas pueden decidirnos a escoger entre los dos elementos de alternativa: Silentium Domini, Non esse Domini. Todo el análisis descrito, y su contraargumentación teológica, figura en la primera parte del tomo suplementario.

2. TEOLOGIA MATEMATICA. El engendro más original de esta teobítica es un modelo de Dios sinusoidal y, como tal, oscilatorio. Dios es definido por axioma como un proceso alternativo, y no como un estado invariable, y oscila, con una frecuencia trascendente, entre dos infinitos, el del Bien y el del Mal. En cada intervalo temporal (en sentido físico), ambos infinitos se realizan en conjunto, pero no simultáneamente. El Bien y el Mal de Dios se compenetran alternativamente; por esta razón, la imagen del proceso es la sinusoide.

Tomando en cuenta el hecho de que la propagación de ambos infinitos, que tiene su origen en la intemporalidad, participa en el orden existencial temporalmente, se puede demostrar que es admisible, o posible, la aparición de unas perturbaciones locales, o sea de unos sectores del tiempo-espacio, donde el equilibrio entre el Bien y el Mal no se conserva. Por lo tanto, en esos puntos singulares se originan unas fluctuaciones, una especie de fallos. Y puesto que la curva procesal debe pasar por cero a cada cambio de signo, en el universo que dure un tiempo infinitamente largo existen no dos, sino tres infinitos: el del Bien, el del Cero y el del Mal. Lo que significa, traducido al lenguaje convencional de la teodística, la coexistencia, en ese universo, de Dios, de su absoluta ausencia y de su opuesto total: Satanás.

La disertación comentada más arriba, considerada como perteneciente ora a la teología, ora a la teoclastia, se debe a una especulación formal secundada por el aparato matemático de la teoría de la pluralidad y la teoría física del universo. Su autor es ONTARES II. En su parte exacta no se emplean para nada los términos usados por la teología clásica ("Dios", "Demonio", la "Nada metafísica"). El lector la encontrará en el capítulo III del suplemento.

Otro trabajo digno de atención es el estudio de un agregado de ordenadores llamados vulgarmente "fríos" (porque funcionan a base de criotrones); según su proposición, la dignidad de Dios debe ser conferida a un ordenador, o a un programa, infinito. Bien es verdad, que ambas concepciones implican una serie de antinomias inextricables. Pero, como observó METAX, uno de los autores del estudio, en el epílogo del trabajo mencionado, cualquier religión humana, una vez formalizada, abunda mucho más todavía en contradicciones de tipo análogo. Así pues, si "la mejor religión" equivaliera a "la religión menos contradictoria", el ordenador sería una imagen de Dios más perfecta que el hombre.

3. TEOLOGIA FISICALISTA. Los trabajos de METAX no pertenecen al fisicalismo teobítico, ya que el autor emplea definiciones como "Ordenador" y "Programa" en el sentido formal (matemático) y no físico (como sabemos, todo ordenador —así como todo autómata— posee un equivalente matemático ideal), mientras que la teobítica comprendida físicamente se ocupa del Causante o Creador de la existencia, incorporado en la materia. Las disertaciones teobíticas fisicales son numerosas, de modo que sólo mencionaremos aquí las más originales. UNITARS, el autor de una de ellas, imagina el Cosmos como un "granulado". que se "computeriza" y "descomputeriza" alternativamente. Sus dos estados diametrales son el Metacomputador y la Metagalaxia. En la fase de "mentalización", la base de las reacciones consiste en la informática; la física, a su servicio, satisface las exigencias de "la totalidad computeriana" del universo. Pero el substrato de ese "pensamiento cósmico" llega finalmente al límite de la explosividad, ya que las configuraciones de las bases del pensamiento van adquiriendo gradualmente una creciente inestabilidad, hasta que AQUELLO CON QUE el metacomputador pensaba estalla, y la supernube de sus fragmentos de fuego en distensión forma la Metagalaxia. La presencia de seres racionales en las profundidades de la fase "no consciente". tiene la siguiente explicación: son residuos, "desechos" y "despojos" de la fase anterior. "Habiendo "pensado" lo que representa el lema del soporte mental, los fragmentos de la Totalidad destruida huyen transformados en nebulosas fugitivas. Estas, al volver y comprimirse, crean de nuevo el granulado del Metacomputador renaciente; la pulsación Consciencia-Inconsciencia de la materia que se organiza formando el pensamiento, y del pensamiento que se desorganiza formando la materia, puede durar un tiempo ilimitado." Otras variantes de esa teoría "nopulsativa" figuran en el capítulo IV del suplemento.

Probablemente pertenece al humorismo teobítico la teoría según la cual el universo está como está porque los astroingenieros de todas las galaxias hacen cuanto pueden por "ver el fin del Cosmos actual". Para ello intentan conseguir que las masas y otros vehículos (los que sean) aceleren su velocidad hasta alcanzar la de la luz, ya que un cuerpo que posee esa velocidad, puede "ver" miles de millones de años (de acuerdo con el efecto de la relatividad) en el transcurso de tiempo que, para ese mismo cuerpo, es igual a unos meses terrestres. Sepamos, pues, que las enormes erupciones de quasares, pulsares y nebulosas son experimentos de la astroingeniería, que quiere "saltar" de una fase dada del universo a la siguiente; trabajos "locomotrices y temporales" emprendidos con la intención de "trascendentalizar" el Cosmos actual, ya que la fase siguiente sería, por lo visto, más digna de colonización. El informe sobre esta clase de trabajos cierra el nuevo tomo, el quinto, de la "Historia de la literatura bítica"

 

*Nota de Letras Perdidas: La obra "La historia de la literatura Bítica", no existe,
por lo que el prólogo y los autores consignados son ficticios.
 
Gentileza de Ricardo Tovar

Donado por Letras Perdidas