WILLIAM WORDSWORTH
LOS NARCISOS
Seleccionado
por
María Esther Mezzini de Irigoyen
Erraba
solitario como una nube airosa
que flota sobre valles y apacibles collados,
cuando de pronto vi, en hueste numerosa,
un trémulo tropel de narcisos dorados,
en la orilla del lago, tras la fronda indecisa,
ondulando y danzando al soplo de la brisa
Continuos como estrellas que lucen en la noche
y que en plena Vía Láctea chispean a porfía,
en línea interminable y en profuso derroche
se extendían al borde de una clara bahía,
los veía a millares perderse en la lontananza,
moviendo sus cabezas en vivísima danza.
Las olas junto a ellos danzaban sin reposo,
pero ellos les ganaban en sutil alegría.
¡no podía un poeta sino alentar dichoso
en una tan jocunda y jovial compañía!
Yo gustaba – y gustaba – en abstraída calma,
que tesoro esa vista le dispensaba al alma.
por eso con frecuencia, cuando estoy acostado,
con ánimo vacante o hilando un pensamiento,
en mi visión interna el cuadro renovado
trueca mi soledad en puro encantamiento;
y el corazón conoce los goces más remisos
y danza alegremente unido a los narcisos.