GERTRUDIS
GÓMEZ DE AVELLANEDA
ANTOLOGÍA POÉTICA
Índice
* Antología
poética
o Al partir
Soneto
o La vuelta
a la patria
Saludo
o A un
cocuyo
o A él
o A él
o Soneto
Imitando una
oda de safo
o
Significado de la palabra yo amé
Imitación de
Parny
o Al Excmo.
Sr. Don Pedro Sabater
o Elegía I
Después de
la muerte de mi marido
o Elegía II
o Mi mal
Soneto
o Epitafio
Para
grabarse en la tumba de un escéptico
Imitación de
Parny
o A la luna
o La noche
de insomnio y el alba
Fantasía
o Los duendes
Imitación de
Víctor Hugo
o El
recuerdo importuno
Soneto
o A la luna
Imitación de
Byron
o Al destino
o Las
contradicciones
Imitación de
Petrarca
Soneto
o A una
joven madre
En la
pérdida de su hijo
o Romance
Contestando
a otro de una señorita
o La
clemencia
o El canto
de Altabiscar
o Al árbol
de Guernica
o Al pendón
castellano
o Polonia
Traducción
libre de Víctor Hugo
o A Francia
Al tratarse
de la traslación de los restos de Napoleón a París
o El porqué
de la inconstancia
A mi amigo...
o En la
muerte del laureado poeta señor don Manuel José Quintana
o A un amigo
Encargado
por la dirección de un periódico de la crítica de una comedia sátira
o Las siete
palabras
Y María al
pie de la cruz
o Al nombre
de Jesús
Soneto
o A Dios
Soneto
o La pesca
en el mar
o Cuartetos
escritos en un cementerio
o A las
estrellas
Soneto
o A él
o A****
o A la
poesía
Índice
alfabético
* Al cielo
ofreciendo del mundo el rescate
* Bástete
¡oh Francia! la atronante gloria
* Cánticos
de tus vírgenes sagradas
* Cantos de
regocijo y de victoria
* ¡Cómo!
¿Tan gran perturbación te asedia
* Contra mi
sexo te ensañas
* Con yo amé
dice cualquiera
* Dime, luz
misteriosa
* En la
aurora lisonjera
* En vano
ansiosa tu amistad procura
* Era la edad
lisonjera
* Escrito
estaba, sí: se rompe en vano
* Es grata
al caminante en noche fría
* ¡Feliz
quien junto a ti por ti suspira!
* He aquí el
asilo de la eterna calma
* Iba
tendiendo su luctuoso manto
* La pintura
que hacéis prueba evidente
* ¡Mirad! ya
la tarde fenece...
* Noche
* No
encuentro paz, ni me permiten guerra
* ¿No es
delirio, Señor? Tú, el absoluto
* No existe
lazo ya: todo está roto
* No existe
lazo ya: todo está roto
* No soy
maga ni sirena
* ¡Oh tú,
del alto cielo
* Otra vez
llanto, soledad, tinieblas...
* Palacios y
chozas
* ¡Perla del
mar! ¡Cuba hermosa!
* ¡Perla del
mar! ¡Estrella de Occidente!
* ¿Por qué
lloras ¡oh Emilia! con dolor tanto?
* Reina el
silencio; fúlgidas en tanto
* ¡Salve, oh
pendón ilustre de Castilla
* ¿Serás del
alma eterna compañera
* Sola al
pie de la torre, donde la voz tonante
* ¡Sol del
que triste vela!
* Súbito se
alza un grito en las montañas
* Tú, que
rigiendo de la noche el carro
* Tus
cuerdas de oro en vibración sonora
* Tuvo el
que yace aquí cordura extrema
Antología
poética
Gertrudis
Gómez de Avellaneda
Al partir
Soneto
¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa
Cuba! Tu brillante cielo
La noche
cubre con su opaco velo,
Como cubre
el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir! La chusma diligente,
5
Para
arrancarme del nativo suelo
Las velas
iza, y pronta a su desvelo
La brisa
acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que
el hado en su furor me impela,
10
Tu dulce
nombre halagará mi oído!
¡Adiós!...
Ya cruje la turgente vela...
El ancla se
alza... el buque, estremecido,
Las olas
corta y silencioso vuela!
La vuelta a
la patria
Saludo
¡Perla del mar! ¡Cuba hermosa!
Después de
ausencia tan larga
Que por más
de cuatro lustros
Conté sus
horas infaustas,
Torno al fin, torno a pisar
5
Tus siempre
queridas playas,
De júbilo
henchido el pecho,
De
entusiasmo ardiendo el alma.
¡Salud, oh tierra bendita,
Tranquilo
edén de mi infancia,
10
Que
encierras tantos recuerdos
De mis
sueños de esperanza!
¡Salud, salud, nobles hijos
De aquesta
mi dulce patria!
¡Hermanos,
que hacéis su gloria!
15
¡Hermanas,
que sois su gala!
¡Salud!... Si afectos profundos
Traducir
pueden palabras,
Por los
ámbitos queridos
Llevad,
-¡brisas perfumadas,
20
Que habéis mecido mi cuna
Entre
plátanos y palmas!-
Llevad los
tiernos saludos
Que a Cuba
mi amor consagra.
Llevadlos por esos campos
25
Que vuestro
soplo embalsama,
Y en cuyo
ambiente de vida
Mi corazón
se restaura:
Por esos campos felices,
Que nunca el
cierzo maltrata,
30
Y cuya pompa
perenne
Melifluos
sinsontes cantan.
Esos campos do la ceiba
Hasta las
nubes levanta
De su copa
el verde toldo,
35
Que grato
frescor derrama:
Donde el cedro y la caoba
Confunden
sus grandes ramas,
Y el yarey y
el cocotero
Sus lindas
pencas enlazan
40
Donde el naranjo y la piña
Vierten al
par su fragancia;
Donde
responde sonora
A vuestros
besos la caña;
Donde ostentan los cafetos
45
Sus flores
de filigrana,
Y sus granos
de rubíes
Y sus hojas
de esmeraldas.
Llevadlos por esos bosques
Que jamás el
sol traspasa,
50
Y a cuya
sombra poética,
Do
refrescáis vuestras alas,
Se escucha en la siesta ardiente
-Cual vago
concento de hadas
La
misteriosa armonía
55
De árboles,
pájaros, aguas,
Que en soledades secretas,
Con ignotas
concordancias,
Susurran,
trinan, murmuran,
Entre el
silencio y la calma.
60
Llevadlos por esos montes,
De cuyas
vírgenes faldas
Se
desprenden mil arroyos
En limpias
ondas de plata.
Llevadlos por los vergeles,
65
Llevadlos
por las sabanas
En cuyo
inmenso horizonte
Quiero
perder mis miradas.
¡Llevadlos férvidos, puros,
Cual de mi
seno se exhalan
70
-Aunque del
labio el acento
A
formularlos no alcanza,
Desde la punta Maisí
Hasta la orilla
del Mantua;
Desde el
pico de Tarquino
75
A las costas
de Guanaja!
Doquier los oiga ese cielo,
Al que otro
ninguno iguala,
Y a cuya
luz, de mi mente
Revivir
siento la llama:
80
Doquier los oiga esta tierra
De juventud
coronada,
Y a la que
el sol de los trópicos
Con rayos de
amor abrasa:
Doquier los hijos de Cuba
85
La voz oigan
de esta hermana,
Que vuelve
al seno materno
-Después de
ausencia tan larga
Con el semblante marchito
Por el
tiempo y la desgracia,
90
Mas de gozo
henchido el pecho,
De
entusiasmo ardiendo el alma.
Pero ¡ah! decidles que en vano
Sus ecos le
pido a mi arpa;
Pues sólo
del corazón
95
Los gritos
de amor se arrancan.
A un cocuyo
Dime, luz misteriosa,
Que ante mis
ojos vagas,
Y mi interés
despiertas,
Y mi vigilia
encantas,
¿Eres quizás del cielo
5
Lumbrera
destronada,
Que por la
tierra mísera
Peregrinando
pasas?
¿Eres un genio o silfo
De nuestra
virgen patria,
10
Que de su
joven vida
Contienes la
ígnea savia?
¿Eres de un ser querido
Quizás
errante ánima,
Que a
demandarme vienes
15
Recuerdos y
plegarias;
O bien fulgente chispa
De las
brillantes alas
Con que
sostiene al triste
La célica
esperanza?
20
No sé; mas cuando luces
Hermosa a
mis miradas,
De
tropicales noches
En la
solemne calma,
-Ya exhalación perdida
25
Cruces la
esfera diáfana,
Ya cual la
brisa juegues
Meciéndote
en las cañas;
Ya cual diamante puro
Te engastes
en las palmas,
30
Cuyo susurro
imitas,
Cuyo verdor
esmaltas;-
Paréceme que siento
Revelación
extraña
De místicos
amores
35
Entre tu
brillo y mi alma.
Paréceme que existen
Secretas
concordancias
Entre el
afán que oculto
Y entre el
fulgor que exhalas.
40
¡Oh, pues, lucero o silfo,
Ánima o
genio, lanza
Más vívidos
destellos
Mientras mi
voz te canta!
Los sones de mi ¡ira,
45
Las chispas
de tu llama,
Confúndanse
y circulen
Por montes y
sabanas,
Y suban hasta el cielo
Del campo en
la fragancia,
50
Allá do las
estrellas
Simpáticas
los llaman
¡Allá do el trono asienta
El que
comprende y tasa
De toda luz
la esencia,
55
De todo afán
la causa!
A él
No existe lazo ya: todo está roto:
Plúgole al
cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz
con placer agoto:
Mi alma
reposa al fin: nada desea.
Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos:
5
¡Nunca, si
fuere error, la verdad mire!
Que tantos
años de amarguras llenos
Trague el
olvido; el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
Una vez y
otra vez pisaste insano...
10
Mas nunca el
labio exhalará un murmullo
Para acusar
tu proceder tirano.
De graves faltas vengador terrible,
Dócil
llenaste tu misión: ¿lo ignoras?
No era tuyo
el poder que irresistible
15
Postró ante
ti mis fuerzas vencedoras.
¡Quísolo Dios y fue: gloria a su nombre!
Todo se
terminó: recobro aliento:
¡Ángel de
las venganzas! ya eres hombre
Ni amor ni
miedo al contemplarte siento.
20
Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
Mas ¡ay!
¡cuán triste libertad respiro!
Hice un
mundo de ti, que hoy se anonada,
Y en honda y
vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
25
Ves este
adiós que te dirijo eterno,
Sabe que aún
tienes en el alma mía
Generoso
perdón, cariño tierno.
A él
En la aurora lisonjera
De mi
juventud florida,
En aquella
edad primera
-Breve y
dulce primavera,
De tantas
flores vestida-
5
Recuerdo que cierto día
Vagaba con
lento paso
Por una
floresta umbría,
Mientras que
el sol descendía
Melancólico
a su ocaso.
10
Mi alma -que el campo enajena-
Se agitaba
en vago anhelo,
Y en aquella
hora serena
-De místico
encanto llena
Bajo del
tórrido cielo-
15
Me pareció que el sinsonte
Que sobre el
nido piaba;
Y la luz que
acariciaba
La parda
cresta del monte,
Cuando
apacible espiraba;
20
Y el céfiro, que al capullo
Suspiros
daba fugaz;
Y del arroyo
el murmullo,
Que
acompañaba el arrullo
De la paloma
torcaz;
25
Y de la oveja el balido,
Y el cántico
del pastor,
Y el
soñoliento rumor
Del ramaje
estremecido
¡Todo me
hablaba de amor!
30
Yo -temblando de emoción-
Escuché
concento tal,
Y en cada
palpitación
Comprendí
que el corazón
Llamaba a un
ser ideal.
35
Entonces ¡ah! de repente,
-No como
sombra de un sueño,
Sino vivo,
amante, ardiente
Se presentó
ante mi mente
El que era
su ignoto dueño.
40
Reflejaba su mirada
El azul del
cielo hermoso;
No cual
brilla en la alborada,
Sino en la
tarde, esmaltada
Por tornasol
misterioso.
45
Ni hercúlea talla tenía,
Mas esbelto
-cual la palma-
Su altiva
cabeza erguía,
Que
alumbrada parecía
Por
resplandores del alma.
50
Yo, en profundo arrobamiento,
De su hálito
los olores
Cogí en las
alas del viento,
Mezclado con
el aliento
De las
balsámicas flores;
55
Y hasta su voz percibía
-Llena de
extraña dulzura-
En toda
aquella armonía
Con que el
campo despedía
Del astro
rey la luz pura.
60
¡Oh alma! di: ¿quién era aquel
Fantasma
amado y sin nombre?
¿Un genio?
¿un ángel? ¿un hombre?
¡Ah! lo
sabes! era él;
Que su poder
no te asombre.
65
Volaban los años, y yo vanamente
Buscando
seguía mi hermosa visión...
Mas dio al
fin la hora; brillar vi tu frente,
Y "es
él", dijo al punto mi fiel corazón.
Porque era, no hay duda, tu imagen querida,
70
-Que el alma
inspirada logró adivinar-
Aquella que
en alba feliz de mi vida
Miré para
nunca poderla olvidar.
Por ti fue mi dulce suspiro primero;
Por ti mi
constante, secreto anhelar
75
Y en balde
el destino -mostrándose fiero-
Tendió entre
nosotros las olas del mar.
Buscando aquel mundo que en sueños veía,
Surcolas un
tiempo valiente Colón
Por ti
-sueño y mundo del ánima mía-
80
También yo
he surcado su inmensa extensión.
Que no tan exacta la aguja al marino
Señala el
lucero que lo ha de guiar,
Cual fija mi
mente marcaba el camino
De hallar de
mi vida la estrella polar.
85
Mas ¡ay! yo en mi patria conozco serpiente
Que ejerce
en las aves terrible poder...
Las mira,
les lanza su soplo atrayente,
Y al punto
en sus fauces las hace caer.
¿Y quién no ha mirado gentil mariposa
90
Siguiendo la
llama que la ha de abrasar?
¿ quién a la
fuente no vio presurosa
Correr a
perderse sin nombre en el mar?
¡Poder que me arrastras! ¿Serás tú mi
llama?
¿Serás mi
océano? ¿mi sierpe serás?
95
¿Qué
importa? Mi pecho te acepta y te ama,
Ya vida, ya
muerte le aguarde detrás.
A la hoja que el viento potente arrebata,
¿De qué le
sirviera su rumbo inquirir?
Ya la alce a
las nubes, ya al cieno la abata,
100
Volando,
volando le habrá de seguir.
Soneto
Imitando una
oda de safo
¡Feliz quien junto a ti por ti suspira!
¡Quien oye
el eco de tu voz sonora!
¡Quien el
halago de tu risa adora
Y el blando
aroma de tu aliento aspira!
Ventura tanta -que envidioso admira
5
El querubín
que en el empíreo mora-
El alma
turba, al corazón devora,
Y el torpe
acento, al expresarla, espira.
Ante mis ojos desparece el mundo,
Y por mis
venas circular ligero
10
El fuego
siento del amor profundo.
Trémula, en vano resistirte quiero...
De ardiente
llanto mi mejilla inundo,
¡Deliro,
gozo, te bendigo y muero!
Significado
de la palabra yo amé
Imitación de
Parny
Con yo amé dice cualquiera
Esta verdad
desolante:
-Todo en el
mundo es quimera,
No hay
ventura verdadera
Ni
sentimiento constante.-
5
Yo amé significa: -"Nada
Le basta al
hombre jamás:
La pasión
más delicada,
La promesa
más sagrada,
Son humo y
viento ¡y no más!"
10
Al Excmo.
Sr. Don Pedro Sabater
(Poco
después marido de la autora)
Con motivo
de haberle enviado a ésta
unos versos
en que pretendía hacer su retrato
La pintura que hacéis prueba evidente
Es del hábil
pincel que la ha trazado:
En ella
advierto creadora mente
Y de
entusiasta amor fuego sagrado.
Toques valientes, vivo colorido,
5
Dignidad de
expresión, conjunto grato
Todo es
bello, ¡oh amigo! El parecido
Sólo le
falta a tan feliz retrato.
En vuestro genio, sí, no en el modelo,
Esos rasgos
halláis tan ideales,
10
Que sólo al
pensamiento otorga el cielo
Engendrar en
su luz bellezas tales.
Si como me pintáis, así os parece
Verme, creed
que a confusión me muevo;
Pues tanto
vuestra mente me engrandece,
15
Que ni a
mirarme como soy me atrevo.
Regio ropaje a su placer me viste
Vuestra
exaltada y rica fantasía,
Y entre
tanto fulgor no sé si existe
Algo real de
la sustancia mía.
20
¡Desdichada de mí si el tiempo alado
Se lleva en
pos el fúlgido atavío,
Y halláis un
día, atónito, turbado,
El esqueleto
descarnado y frío!...
En esta tierra de miseria y lloro
25
Dispensad
compasión, cariño tierno;
Mas no
gastéis tan pródigo el tesoro
De admiración
y amor que os dio el Eterno.
Lo que se cambia y envejece y pasa,
Lo que se
estrecha en límites mezquinos,
30
No es nada
para el alma -que se abrasa
Anhelando de
amor goces divinos.-
¿Ventura reclamáis de mí, que en vano
Tras de su
sombra consumí mi brío?...
¡A mí, del
polvo mísero gusano,
35
Que de mi
propia mezquindad me río!
Queréis volar, y os arrastráis despacio,
Y en pobre
cieno vuestro afán se abisma
¡Salid,
salid del tiempo y del espacio
Y traspasad
vuestra esperanza misma!
40
Yo, como vos, para admirar nacida;
Yo, como
vos, para el amor creada;
Por admirar
y amar diera mi vida...
Para admirar
y amar no encuentro nada.
Siempre el límite hallé: siempre, doquiera,
45
La
imperfección en cuanto toco y veo
No juzgo al
universo una quimera,
porque en él
busco a Dios, porque en Dios creo.
Tú eres, ¡Señor!, belleza y poesía;
Tú solo,
amor, verdad, ventura y gloria;
50
Todo es,
mirado en Ti, luz y armonía;
Todo es,
fuera de Ti, sombra y escoria.
¡Oh, desdichado quien -de juicio escaso-
Hallar la
dicha en lo finito intente
Quien en
turbio licor y estrecho vaso
55
Quiera
apagar la sed que interna siente!
No así jamás os profanéis, ¡oh amigo!
No en esas
aras de vuestra alma bella
ídolo vano
alcéis, que yo os predigo
Que con
desdén y horror lo hundirá ella.
60
Queredme bien, compadecedme y hasta:
No apreciéis
cual diamante humilde arcilla:
Dadle el
tesoro que jamás se gasta
A Aquel que
siempre permanece y brilla.
Yo no puedo sembrar de eternas flores
65
La senda que
corréis de frágil vida;
Pero si en
ella recogéis dolores,
Un alma
encontraréis que los divida.
Yo pasaré
con vos por entre abrojos;
El uno al
otro apoyo nos daremos;
70
Y ambos,
alzando al cielo nuestros ojos,
Allá la
dicha y el amor busquemos.
¿Qué más podéis pedir? ¿Qué más pudiera
Ofrecer con
verdad mi pobre pecho?
Ternura os
doy con efusión sincera
75
¡De mi ídolo
el altar ya está deshecho!
No igual suerte me deis, ¡oh, vos, que en
esta
Tierra de
maldición sois mi consuelo!
¡No me
queráis alzar ara funesta!
¡No me
pidáis en el destierro el cielo!
80
Vedme cual soy en mí, no en vuestra mente,
Bien que el
retrato destrocéis con ira;
Que, aunque
cual creación brille eminente,
Vale más la
verdad que la mentira.
Elegía I
Después de
la muerte de mi marido
Otra vez llanto, soledad, tinieblas...
¡Huyó cual
humo la ilusión querida!
¡La luz
amada que alumbró mi vida
Un relámpago fue!
Brilló para probar sombra pasada;
5
Brilló para
anunciar sombra futura;
Brilló para
morir... y en noche oscura
Para siempre quedé.
Tras luengos años de tormenta ruda
Comenzaba a
gozar benigna calma;
10
Mas ¡ay! que
sólo por burlar el alma
La abandonó el dolor.
Así la pérfida alimaña finge
Que a su
presa infeliz escapar deja,
Y con las
garras extendidas, ceja
15
Para asirla mejor.
El que ayer era mi sostén y amparo,
Hoy de la
muerte es mísero trofeo
¡Por corona
nupcial me dio Himeneo
Mustio y triste ciprés!
20
De juventud, de amor, de fuerza henchido,
Su porvenir
¡cuán vasto parecía...
Mas la
mañana terminó su día:
¡Ya del tiempo no es!
Nada me resta, ¡oh Dios! Sus rotas alas
25
Pliega
gimiendo mi esperanza bella
Hoy sus decretos
el destino sella;
Ya irrevocables son.
Al golpe atroz que me desgarra el pecho
Quizás mi
pobre vida no sucumba;
30
Mas con los
restos que tragó esa tumba
Se hunde mi corazón.
¡Alma noble y amante! tú, ante el trono
De la
infinita paternal clemencia,
Por la que
fue mitad de tu existencia
35
¡Pide, pide piedad!
Baje un rayo de luz que alumbre mi alma
En este
abismo de pavor profundo,
Hasta que
pueda abandonar del mundo
La inmensa soledad!
40
Elegía II
Cánticos de tus vírgenes sagradas,
Que de tu
amor proclaman las dulzuras,
Son esas
voces que de unción colmadas,
Llegan al
corazón graves y puras.
Tu soberana mano ¡Ser eterno!
5
Me ha
conducido a tan amable asilo:
Yo reconozco
tu favor paterno
Y empieza el
pecho a respirar tranquilo.
Permite, pues, que al religioso coro
Hoy se
asocie, aunque indigna, la voz mía:
10
Cubierta de
ciprés mi lira de oro,
Para
alabarte aún hallará armonía.
De tu justicia el formidable azote
En mí se
ensangrentó por tiempo largo;
Mas si lo
quieres tú, que el labio agote
15
Del cáliz de
la vida el dejo amargo.
Prolongue a su placer mi senda triste
Tu
providencia inescrutable y alta;
Que si la fe
de tu bondad me asiste,
Vigor para
sufrir nunca me falta
20
Rompes mis lazos cual estambres leves;
Cuanto
encumbra mi amor tu mano aterra;
Tú haces,
Señor, exhalaciones breves
Las
esperanzas que fundé en la tierra.
Así, lo sé, tu voluntad me intima
25
Que sólo
busque en Ti sostén y asiento;
Que cuanto
el hombre en su locura estima
Es humo y
polvo que dispersa el viento.
Mas no condenes, ¡ah! que acerbo llanto
Riegue ese
polvo que me fue querido
30
Bendiciendo
mi voz tu fallo santo,
Deja gemir
al corazón herido.
El alma que a tu seno encumbró el vuelo,
Obedeciendo
a tu querer, Dios mío,
Por toda
herencia me dejó en el suelo
35
Ese sepulcro
silencioso y frío.
Y ni ese triste bien permite el hado
Pueda yo
siempre custodiar amante
Bajo
extranjero cielo abandonado
Lo he de
dejar, para gemir distante.
40
¡Oh esposas de Jesús! Cuando aquel llegue
Forzoso
instante de la ausencia impía,
Permitid
¡ay! que ese sepulcro os legue,
Y en él al
corazón que os lo confía.
Ya lo purificó la desventura,
45
Y vuestro
puro afecto lo embalsama:
No olvidéis,
pues, que en esa sepultura
Velando
queda un corazón que os ama.
Y tú, ¡Señor! que entre tus hijas santas
Hoy me
toleras con piedad benigna,
50
Acepta con
sus himnos a tus plantas
Las
bendiciones de tu sierva indigna.
Mi mal
Soneto
A...
En vano ansiosa tu amistad procura
Adivinar el
mal que me atormenta;
En vano,
amigo, conmovida intenta
Revelarlo mi
voz a tu ternura.
Puede explicarse el ansia, la locura
5
Con que el
amor sus fuegos alimenta...
Puede el
dolor, la saña más violenta,
Exhalar por
el labio su amargura...
Mas de decir mi malestar profundo,
No halla mi
voz, mi pensamiento medio,
10
Y al indagar
su origen me confundo:
Pero es un mal terrible, sin remedio,
Que hace
odiosa la vida, odioso el mundo,
Que seca el
corazón... ¡En fin, es tedio!
Epitafio
Para
grabarse en la tumba de un escéptico
Imitación de
Parny
Tuvo el que yace aquí cordura extrema:
Para evitar
error dudó de todo:
La
existencia de Dios puso en problema,
Y -dudando
vivir- vivió a su modo.
Cansado al fin de caos tan profundo,
5
Huyó por
esta puerta diligente,
Para ir a
preguntar al otro mundo
Lo que en
éste creer cuadra al prudente.
A la luna
Tú, que rigiendo de la noche el carro,
Sus sombras
vistes de cambiantes bellos,
Dando entre
nubes -que en silencio arrollas-
Puros destellos,
Para que mi alma te bendiga y ame,
5
Cubre veloz
tu lámpara importuna...
Cuando
eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
Tú, que mis horas de placer miraste,
Huye y no
alumbres mi profunda pena
10
No sobre
restos de esperanzas muertas
Brilles serena.
Pero ¡no escuchas! Del dolor al grito
Sigues tu
marcha majestuosa y lenta,
Nunca
temiendo la que a mí me postra,
15
Ruda tormenta.
Siempre de infausto sentimiento libre,
Nada
perturba tu sublime calma
Mientras que
uncida de pasión al yugo,
Rómpese mi alma.
20
Si parda nube de tu luz celosa
Breve
momento sus destellos vela,
Para
lanzarla de tu excelso trono
Céfiro vuela.
Vuela, y de nuevo tu apacible frente
25
Luce, y
argenta la extensión del cielo
¡Nadie ¡ay!
disipa de mi pobre vida
Sombras de duelo!
Bástete, pues, tan superior destino;
Con tu
belleza al trovador inflama;
30
Sobre los
campos y las gayas flores
Perlas derrama;
Pero no ofendas insensible a un pecho
Para quien
no hay consolación ninguna
Cuando
eclipsada mi ventura lloro,
35
¡Vélate, luna!
La noche de
insomnio y el alba
Fantasía
Noche
Triste
Viste
Ya,
Aire,
5
Cielo,
Suelo,
Mar.
Brindándole
Al mundo
10
Profundo
Solaz,
Derraman
Los sueños
Beleños
15
De paz;
Y se gozan
En letargo,
Tras el largo
Padecer,
20
Los heridos
Corazones,
Con visiones
De placer.
Mas siempre velan
25
Mis tristes ojos;
Ciñen abrojos
Mi mustia sien;
Sin que las treguas
Del pensamiento
30
A este tormento
Descanso den.
El mudo reposo
Fatiga mi mente;
La atmósfera ardiente
35
Me abrasa doquier;
Y en torno circulan
Con rápido giro
Fantasmas que miro
Brotar y crecer.
40
¡Dadme aire! Necesito
De espacio inmensurable,
Do del insomnio al grito
Se alce el silencio y hable!
Lanzadme presto fuera
45
De angostos aposentos...
¡Quiero medir la esfera!
¡Quiero aspirar los vientos!
Por fin dejé el tenebroso
Recinto de mis paredes
50
Por fin, ¡oh espíritu!, puedes
Por el espacio volar
Mas, ¡ay!, que la noche oscura,
Cual un sarcófago inmenso,
Envuelve con manto denso
55
Calles, campos, cielo, mar.
Ni un eco se escucha, ni un ave
Respira,
turbando la calma;
Silencio tan
hondo, tan grave,
Suspende el
aliento del alma.
60
El mundo de nuevo sumido
Parece en la
nada medrosa;
Parece que
el tiempo rendido
Plegando sus
alas reposa.
Mas ¡qué siento! ¡Balsámico ambiente
65
Se derrama
de pronto!... El capuz
De la noche
rasgando, en Oriente
Se abre paso
triunfante la luz.
¡Es el alba! Se alejan las sombras,
Y con nubes
de azul y arrebol
70
Se matizan
etéreas alfombras,
Donde el
trono se asiente del sol.
Ya rompe los vapores matutinos
La parda
cresta del vecino monte;
Ya ensaya el
ave sus melifluos trinos;
75
Ya se
despeja inmenso el horizonte.
Tras luenga noche de vigilia ardiente
Es más bella
la luz, más pura el aura
¡Cómo este
libre y perfumado ambiente
Ensancha el
pecho, el corazón restaura!
80
Cual virgen que el beso de amor lisonjero
Recibe
agitada con dulce rubor,
Del rey de
los astros al rayo primero
Natura
palpita bañada de albor.
Y así, cual guerrero que oyó enardecido
85
De bélica
trompa la mágica voz,
Él lanza
impetuoso, de fuego vestido,
Al campo del
éter su carro veloz.
¡Yo palpito, tu gloria mirando sublime,
Noble autor
de los vivos y varios colores!
90
¡Te saludo
si puro matizas las flores!
¡Te saludo
si esmaltas fulgente la mar!
En incendio la esfera zafírea que surcas,
Ya convierte
tu lumbre radiante y fecunda,
Y aún la
pena que el alma destroza profunda,
95
Se suspende
mirando tu marcha triunfal.
¡Ay! de la ardiente zona do tienes almo
asiento,
Tus rayos a
mi cuna lanzaste abrasador
¡Por eso en
ígneas alas remonto el pensamiento,
Y arde mi
pecho en llamas de inextinguible amor!
100
Mas quiero que tu lumbre mis ansias
ilumine,
Mis lágrimas
reflejen destellos de tu luz,
y sólo
cuando yerta la muerte se avecine
La noche
tienda triste su fúnebre capuz.
¡Qué horrible me fuera, brillando tu fuego
fecundo,
105
Cerrar estos
ojos, que nunca se cansan de verte;
En tanto que
ardiente brotase la vida en el mundo,
Cuajada
sintiendo la sangre por hielo de muerte!
¡Horrible me fuera que al dulce murmurio
del aura,
Unido mi
ronco gemido postrero sonase;
110
Que el
plácido soplo que al suelo cansado restaura,
El último
aliento del pecho doliente apagase!
¡Guarde, guarde la noche callada sus
sombras de duelo,
hasta el
triste momento del sueño que nunca termina;
Y aunque
hiera mis ojos, cansados por largo desvelo,
115
Dale, ¡oh
sol! a mi frente, ya mustia, tu llama divina!
Y encendida mi mente inspirada, con férvido
acento
-Al compás
de la lira sonora- tus dignos loores
Lanzará,
fatigando las alas del rápido viento,
A do quiera
que lleguen triunfantes tus sacros fulgores!
120
Los duendes
Imitación de
Víctor Hugo
E como i gru
van cantando lor lai
Facendo in
aer di se lunga riga;
Cosi vid'io
venir traendo guai
Ombra
portate d'aIla de-tta briga.
DANTE
Palacios y chozas,
Campos y
ciudad,
Brutos,
aves, hombres,
Todo duerme
ya;
Que cubren las sombras
5
Del cielo la
faz,
Y guardan
silencio
Los vientos
y el mar.
Sólo un rumor se percibe,
Vago, débil
y fugaz
10
El aliento
de la noche,
Que llena la
inmensidad;
Y cual un alma se queja
Perseguida
sin cesar
Por una
llama invisible
15
De la región
infernal.
Mas crece el rumor... sí, ¡crece,
Y ninguno
fue jamás
Tan
importuno y extraño,
Tan pavoroso
y tenaz!
20
Ya parece de los búhos
La horrible
voz sepulcral;
Ya de un
inmenso gentío
El confuso
respirar;
Ya fatídica campana
25
vibrando en
la oscuridad,
Cuyos
sonidos mil ecos
Repitiendo
en torno van.
Pero no; cual cascabeles
Que mueve
mano vivaz,
30
Que
inarmónicos sones
Oigo en los
aires vagar.
Ora se cambian... podría
Presumirse,
que a compás
Bailan niños
juguetones
35
Sobre rollos
de cristal,
Que se chocan, que se quiebran,
Que saltan
acá y allá,
Revolviéndose
en fragmentos
Con un ruido
sin igual.
40
Son, ¡oh cielo! son los duendes,
Que enemigos
de mi paz
Cada noche,
en turba inmensa,
Visitan mi
soledad.
Son los duendes, que mi insomnio
45
Parece
siempre evocar,
Para
burlarme, aturdirme,
Volverme
loca quizás.
¡Ay! mi lámpara se extingue,
Y oigo al
enjambre fatal
50
Que en
confuso tropel cruza,
Surcando la
inmensidad!
¡El techo retiembla
Sobre mí agitado!
¡Cual pino quemado
55
Lo escucho crujir!
¡La viga se dobla
Como junco blando!
¡La puerta, girando,
Se comienza a abrir!
60
¡Los goznes mohosos
Rechinan con ruido!
¡Con bronco estallido
Se parte el dintel!
¡Y veo entre nubes
65
De impuros vapores,
De extraños colores
Confuso tropel!
La horrible falange
Forma batallones.
70
Vampiros, dragones
Vuelan en montón,
Y pasan lanzando
Gemidos dolientes
¡Sus alas rugientes
75
Les presta Aquilón!
Acaso ¡ay! se posen
Sobre mi morada,
Ceda desquiciada
La antigua pared,
80
Y al impulso ruede
De la horda maldita,
Cual hoja marchita
Del viento a merced.
¡Oh Musa! si tu mano
85
Me ofrece libertad,
Prosternaré mi frente
Delante de tu altar.
De estos hijos impuros
De la noche fatal,
90
Sálvame compasiva,
Sálvame por piedad!
Haz que en vano sus alas,
Con capricho tenaz,
De mis viejos balcones
95
Azoten el cristal,
Y cerradas mis puertas
No dejen penetrar
El aliento maldito
De su boca infernal.
100
¡Ah! pasaron! las cohortes
Huyen ya, de furor llenas
Mas en los aires cadenas
Aún me parecen crujir.
Allá al remoto horizonte
105
La horrible cuadrilla avanza,
Y se escucha en lontananza
De sus alas el batir.
Bajo su vuelo impetuoso
Tiemblan las selvas vecinas,
110
Doblándose las encinas,
Removida su raíz.
¡Cómo en torno de la luna
Dibujan faja sangrienta,
Y en las nubes, que ella argenta,
115
Forman extraño matiz!
Mas ya las rasgan -huyendo-
Mis enemigos veloces...
Ya sus discordantes voces
Apenas puedo escuchar;
120
Siendo el ruido tan confuso,
A proporción que se aleja,
Que imita de la corneja
El fatídico graznar,
Y del granizo el sonido
125
Cayendo en un viejo techo,
O bien rodando deshecho
Desde elevada canal.
Pero más dulce se torna
Ya es de una fuente el murmullo
130
Ya el melancólico arrullo
De la tórtola leal
Ya de piadosa plegaria
Es la sílaba postrera...
Ya de la ola, en la ribera,
135
El espirante rumor
O es el aura -que en las ramas
Juega con vuelo liviano-
O acaso el eco lejano
Del insomne ruiseñor.
140
Todo cesa...
Ningún ruido
A mi oído
Llega ya;
Todo calla,
145
Y el reposo
Silencioso
Tornará.
Ya benigno
Vierte el sueño
150
Su beleño
Por mi sien,
Y en sosiego
Tan profundo
Duerme el mundo...
155
¡Y yo también!
El recuerdo
importuno
Soneto
¿Serás del alma eterna compañera,
Tenaz
memoria de veloz ventura?
¿Por qué el
recuerdo interminable dura,
Si el bien
pasó cual ráfaga ligera?
¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera
5
Abres ¡ay!
sin cesar tu boca oscura,
De glorias
mil inmensa sepultura
Y del dolor
consolación postrera!
Si a tu vasto poder ninguno asombra,
Y al orbe
riges con tu cetro frío,
10
¡Ven! que su
dios mi corazón te nombra.
¡Ven y devora este fantasma impío,
De pasado
placer pálida sombra,
De placer
por venir nublo sombrío!
A la luna
Imitación de
Byron
¡Sol del que triste vela!
¡Astro de lumbre fría,
Cuyos
trémulos rayos, de la noche
Para mostrar
las sombras sólo brillan!
¡Oh, cuánto te semejas
5
De la pasada dicha
Al pálido
recuerdo, que del alma
Sólo hace
ver la soledad sombría!
Reflejo de una llama
Ya oculta o extinguida,
10
Llena la
mente, pero no la enciende;
Vive en el
alma, pero no la anima.
Descubre, cual tú, sombras
Que esmalta y acaricia;
Y como a ti,
tan sólo la contempla
15
El dolor
mudo en férvida vigilia.
Al destino
Escrito estaba, sí: se rompe en vano
Una vez y
otra la fatal cadena,
Y mi vigor
por recobrar me afano.
Escrito
estaba: el cielo me condena
A tornar
siempre al cautiverio rudo,
5
Y yo obediente acudo,
Restaurando eslabones
Que cada vez
más rígidos me oprimen;
Pues del
yugo fatal no me redimen
De mi
altivez postreras convulsiones.
10
¡Heme aquí! ¡Tuya soy! ¡Dispón, destino,
De tu
víctima dócil! Yo me entrego
Cual hoja
seca al raudo torbellino
Que la arrebata ciego.
¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes!
15
Tu capricho
es mi ley: sacia tu saña...
Pero sabe,
¡oh cruel!, que no me engaña
La sonrisa
falaz que hoy me concedes.
Las
contradicciones
Imitación de
Petrarca
Soneto
No encuentro paz, ni me permiten guerra;
De fuego
devorado, sufro el frío;
Abrazo un
mundo, y quédome vacío;
Me lanzo al
cielo, y préndeme la tierra.
Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
5
Veo sin luz,
sin voz hablar ansío;
Temo sin
esperar, sin placer río;
Nada me da
valor, nada me aterra.
Busco el peligro cuando auxilio imploro;
Al sentirme
morir me encuentro fuerte;
10
Valiente
pienso ser, y débil lloro.
Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
Siempre a
los pies de la beldad que adoro,
Y no quiere
mi vida ni mi muerte.
A una joven
madre
En la
pérdida de su hijo
¿Por qué
lloras ¡oh Emilia! con dolor tanto?
-¡Ay! he
perdido al ángel que era mi encanto...
Ni aun leves huellas
Dejaron en
el mundo sus plantas bellas.
-Te engañas,
joven madre; templa tu duelo;
5
Que ese
ángel -aunque libre remonta el vuelo-
Te sigue amante
Doquiera que
dirijas tu paso errante.
¿No admiras,
cuando baña la tibia esfera
Del alba
sonrosada la luz primera,
10
Con qué armonía
Cielo y
tierra saludan al nuevo día?
Pues sabe,
joven madre, que cada aurora
Por las
manos de un ángel su faz colora,
Y aquel concento
15
Se lo enseña
a natura su dulce acento.
Cuando del
sol el rayo postrero expira,
¿No escuchas
un suspiro que en torno gira,
Y un soplo leve
No acaricia
tu rostro, tus rizos mueve?
20
Pues dicen, joven madre, que en cada tarde
Hay un ángel
que el rayo postrero guarde;
Y es su sonrisa
La que te
llega en alas de fresca brisa.
En el
silencio grave de la alta noche,
25
Cuando la
luna oculta su lento coche,
¿Ves blanca estrella
Que trémula
en tu frente su luz destella?
Pues oye,
joven madre: las almas puras
Viajan por
esos astros de las alturas;
30
Y es su mirada
La que a
halagarte llega dulce y callada.
Aun ora, que
me escuchas, ¿pierde tu oído
Cierto eco
misterioso, que al mío unido,
Vierte en tu alma
35
Bálsamo
delicioso, que su afán calma?...
Pues mira,
joven madre, dolor tan rudo
Sólo un
ángel celeste consolar pudo,
Y oigo al que dice:
"No
llores más, no llores yo soy felice!"
40
Romance
Contestando
a otro de una señorita
No soy maga ni sirena,
Ni querub ni
pitonisa,
Como en tus
versos galanos
Me llamas
hoy, bella niña.
Gertrudis tengo por nombre,
5
Cual
recibido en la pila;
Me dice Tula
mi madre,
Y mis amigos
la imitan.
Prescinde, pues, te lo ruego,
De las Safos
y Corinas,
10
Y
simplemente me nombra
Gertrudis,
Tula o amiga.
Amiga, sí; que aunque tanto
Contra tu
sexo te indignas,
Y de maligno
lo acusas
15
Y de
envidioso lo tildas,
En mí pretendo probarte
Que hay en
almas femeninas,
Para lo
hermoso entusiasmo,
Para lo
bueno justicia.
20
Naturaleza madrastra
No fue (lo
ves en ti misma)
Con la mitad
de la especie
Que la razón
ilumina.
No son las fuerzas corpóreas
25
De las del
alma medida,
No se
encumbra el pensamiento
Por el vigor
de las fibras.
Perdona, pues, si no acato
Aquel fallo
que me intimas;
30
Como no
acepto el elogio
En que lo
envuelves benigna.
No, no aliento ambición noble,
Como
engañada imaginas,
De que en
páginas de gloria
35
Mi humilde
nombre se escriba.
Canto como canta el ave,
Como las
ramas se agitan,
Como las
fuentes murmuran,
Como las
auras suspiran.
40
Canto porque al cielo plugo
Darme el
estro que me anima;
Como dio
brillo a los astros,
Como dio al
orbe armonías.
Canto porque hay en mi pecho
45
Secretas
cuerdas que vibran
A cada
afecto del alma,
A cada azar
de la vida.
Canto porque hay luz y sombras,
Porque hay
pesar y alegría,
50
Porque hay
temor y esperanza,
Porque hay
amor y hay perfidia.
Canto porque existo y siento,
Porque lo
bello me admira,
Porque lo
bello me encanta,
55
Porque lo
malo me irrita.
Canto porque ve mi mente
Concordancias
infinitas,
Y placeres
misteriosos,
Y verdades
escondidas.
60
Canto porque hay en los seres
Sus
condiciones precisas:
Corre el
agua, vuela el ave,
Silba el
viento, y el sol brilla.
Canto sin saber yo propia
65
Lo que el
canto significa,
Y si al
mundo, que lo escucha,
Asombro o
lástima inspira.
El ruiseñor no ambiciona
Que lo
aplaudan cuando trina
70
Latidos son
de su seno
Sus
nocturnas melodías.
Modera, pues, tu alabanza,
Y de mi
frente retira
La
inmarchitable corona
75
Que tu amor
me pronostica.
Premiando nobles esfuerzos,
Sienes más
heroicas ciña;
Que yo al
cantar solo cumplo
La condición
de mi vida.
80
La clemencia
Heureux le Prince empli de pieuses pensés.
VICTOR HUGO
Iba
tendiendo su luctuoso manto
La noche oscura y fría,
Sin que templase un tanto
La opacidad
de la región vacía,
El rayo de
la luna macilento
5
Ni el
trémulo fulgor de las estrellas;
Pues, cual rastro sangriento,
De un sol de
invierno las rojizas huellas
Surcaban
sólo el negro firmamento.
Tristes también las calles parecían
10
De la
opulenta villa coronada,
Do
circulando multitud callada,
Sólo
semblantes serios se veían,
Que presentir hacían
Algún grave suceso,
15
Pronto
explicado por las roncas voces
Que esparcieron veloces
Por el gentío espeso
Los
vendedores de volantes hojas,
Gritando por
doquier: "Causa y sentencia
20
"Del
coronel Rengifo y compañeros,
"Que a los rayos primeros
"Del
nuevo sol terminan su existencia."
Pasan de mano en mano
Los públicos papeles,
25
Y -aunque no
haya quizá pechos crueles
Que al contemplar
destino tan tirano
Puedan negar
a los dolientes reos,
Víctimas de
políticos errores,
Un suspiro,
una lágrima piadosa-
30
Siguen los
transeúntes sus paseos,
Su fúnebre
pregón los vendedores,
Y la noche
su marcha silenciosa.
Las horas
vuelan entre tanto; cesa
La agitación del mundo,
35
Y entre la sombra espesa
Do el
silencio por fin reina profundo,
Derramando
narcótico beleño
-Que a descansar convida
De los rudos
afanes de la vida-
40
Desciende en
alas de la noche el sueño.
Mas, ¡ah!, tan honda calma
No aduerme,
no, pesares sin consuelo
-Que apenas
puede resistir el alma,
Y en su prisión austera
45
Gimen los
tristes que el postrer desvelo
Sufriendo
están en el infausto suelo
Donde el
sepulcro abierto les espera.
Vida y vigor
devolverá a natura
La claridad febea,
50
Y ellos en la luz pura
Sólo verán
su funeraria tea
¡Oh! ¿Qué
pincel tan fúnebres colores
Puede tener, que alcance
A bosquejar
siquiera los dolores
55
Que así
cercanos al tremendo trance
De cada cual
el corazón devora?
No sólo ve
la muerte, la vigilia
-De espectros crëadora-
Presenta
allí la mísera familia...
60
La esposa,
el padre, el hijo a quien adora!
¡Oh, pobre
infante, cuya blanda cuna,
De la esperanza nido,
La pérfida fortuna
-Que oyó
propicia su primer vagido-
65
Deja con
luto de orfandad cubierta!...
¡Oh, pobre
infante, que en el pecho tierno
Verá la herida abierta,
Que de su
vida con brotar eterno
La senda
regará triste y desierta!...
70
Mas ¿qué
puedes hacer, padre infelice?
¡Fuerza es
morir!... Con pavorosos ecos
Tu corazón lo dice...
Y esa luz
bella -que a tus ojos, secos
Por insomnio
crüel la aurora envía-
75
Te lo dice
también. Morir es fuerza;
No esperes,
no, que su guadaña tuerza,
Piadosa a tu
dolor, la parca impía.
Fuerza es
dejar el hijo abandonado,
La esposa desvalida,
80
El padre desolado,
¡Ay! y a la
madre tierna, encanecida
Por años de
virtud. -De esa existencia,
Que ella ha
cuidado con afán prolijo,
Infatigable
amor, santa paciencia,
85
¿Qué cuenta
le darás, ¡funesto hijo!?
¿Qué cuenta
le darás en tu conciencia?...
...................................
Repentino rumor se eleva y crece
En la mansión sombría:
Crujiendo se estremece
90
La férrea
puerta, que ostentar debía
-Cual la del
reino del eterno llanto
Del rudo
Dante la inscripción tremenda;
Y trémulos -en tanto
Que abre a
sus pasos la temida senda-
95
Los
sentenciados, que entre mil dolores
Por
conservarse sin flaqueza luchan,
Ya los
redobles fúnebres escuchan
Con que a
morir los llaman los tambores.
Llegó el
instante, ¡oh Dios! -Pero ¿qué anuncia
100
La voz que
el nombre de Isabel pronuncia,
Mientras cual bella aurora
-Que las
tristes tinieblas desvanece
Y a los campos colora
En la
lóbrega estancia que ilumina,
105
Tierna
beldad de súbito aparece,
Vertiendo
luz de compasión divina,
Que en sus
azules ojos resplandece?...
¡Es ella!
¡Sí! ¡Miradla!... Pura y bella,
De sus plantas reales
110
Sienta la leve huella
De la
horrible capilla en los umbrales.
El ángel
santo de piedad la guía,
La majestad
del solio la acompaña,
La siguen a porfía
115
Las
esperanzas y el amor de España,
Y huye a su
aspecto la discordia impía.
¡Llega,
virgen real! Tu planta imprime
En la mansión del duelo
Ejerce la sublime
120
Prerrogativa
que te otorga el cielo
Perdona como
él, y que la historia
De los
monarcas, con tu ejemplo egregio,
Legue a tus
sucesores la memoria
De que -al
usar tan noble privilegio-
125
La diestra
augusta que perdón concede
Recoge en cambio gloria,
Que a otra
ninguna compararse puede.
La tuya, ¡oh Isabel!, la tuya hermosa
En esos rostros mira,
130
Do tu mano piadosa
Secó el
llanto cruel: ella respira
En esas
vidas que arrancó a la tumba
Tu corazón
magnánimo; se extiende
En ese que retumba,
135
Víctor
inmenso, que el espacio hiende,
Y aún brilla
en el cadalso que derrumba.
La tuya el laurel santo
No hace nacer con riego
De hirviente
sangre y congojoso llanto,
140
Sino de amor
al fecundante fuego;
Y el que la
ensalza, sublimado canto,
No es el que
ensayo con humilde tono
De mi lira en los sones;
Sino el que
se alza en tiernas bendiciones
145
Hasta tu excelso trono.
Feliz en él
por dilatados días
Goza, joven augusta,
Las santas alegrías
Del poder
bienhechor. La frente adusta
150
De la
justicia tu piedad suavice;
Que el rigor
nunca la nefanda tea
De la venganza atice;
Y justa
siempre y perdurable sea
La voz
universal que hoy te bendice.
155
El canto de
Altabiscar
Súbito se alza un grito en las montañas
De los
valientes euskaldunes. Presta
Todo su oído
el bravo echeco-jauna,
Que de su
noble hogar guarda la puerta.
-¡Qué es
eso!, exclama- y se levanta al punto
5
Su perro
fiel, irguiendo las orejas.
¡Escuchad!
¡Escuchad cual sus ladridos
De
Altabiscar en derredor resuenan!
Pero un
ruido mayor, más espantoso,
Parte veloz
de lo alto de Ibañeta,
10
Y va, de
monte en monte retumbando,
A ensordecer
las solitarias crestas.
¡Es la voz
de un ejército que avanza!
Otras mil,
otras mil responden fieras,
Del ronco
cuerno al áspero sonido,
15
Entre
montes, peñascos y malezas.
¡Los
nuestros son! -El bravo echeco-jauna
Salta
blandiendo la acerada flecha.
-¡Con él
todos!... ¡Mirad! Sobre esas cimas
Móvil bosque
de lanzas centellea,
20
Y en medio,
sus colores ostentando,
Majestuosas
ondulan las banderas.
¡Oh!... ¡Qué
bajan!... ¡Qué vienen!... ¡Qué desfilan,
Cual lobos a
caer sobre su presa!...
¡Qué
guerrero tropel!¡Cuéntalos, mozo!
25
-Diez...
quince... veinte... veinticinco... treinta...
¡Y otros
tantos!... ¡Y cien!... Se pierde el número,
Porque son
más, señor, que las arenas.
-¿Qué
importa? Venid todos, ¡euskaldunes!
De cuajo
arrancaremos estas peñas,
30
Y sobre el
vil enjambre de enemigos
Las lanzarán
nuestras nervudas diestras.
¿Qué vienen
a buscar a nuestros montes
Esos hijos
del Norte en son de guerra?
¿Entre ellos
y nosotros puso en balde
35
El mismo
Dios una muralla eterna?
¡Caiga sobre
ellos, caiga desplomado
Todo este
monte, piedra sobre piedra!
¡A una
todos!... ¡Así! -Se anubla el aire;
La tierra
cruje; los peñascos ruedan;
40
Jinetes y
caballos confundidos
Con sus
despojos los breñales siembran;
Y palpitan
las carnes aplastadas,
Chorros
brotando, que en el suelo humean.
¡Cuántos
huesos molidos!¡Cuánta sangre,
45
En la que el
sol medroso reverbera!...
-¡Huid si
aún podéis, reliquias miserables!
El que aún
tiene bridón métale espuelas,
Y corra como
ciervo perseguido
El que aún
conserve para hacerlo fuerzas.
50
¡Huye con tu
pendón, rey Carlo-Magno,
Que el rico
manto entre las zarzas dejas,
Mientras el
viento en remolinos barre
De tu casco
rëal las plumas negras!
¿Qué
aguardas? ¿A quién buscas? Tu sobrino,
55
El que rival
no tuvo en la pelea,
Tu famoso
Roldán, bravo entre bravos,
¡Allí
tendido entre los muertos queda!
Ya huyen
veloces, ¡euskaldunes!... ¡Huyen!...
¿Do sus
lanzas están? ¿Do sus enseñas?
60
¡Cuál
huyen!... ¡Oh! ¡Cuál huyen!... ¡Cuenta, mozo!
¿Cuántos los
vivos son que aún aquí restan?
¿Veinte?...
¿quince?... ¿diez?... ¿ocho?... ¿siete?... ¿cinco?...
-No, señor.
-¿Cuatro?... ¿dos?...- ¡Ni uno siquiera!
Todo acabó.
-Valiente echeco-jauna,
65
Llama a tu
perro; vuelve do te esperan
Los tiernos
hijos, la querida esposa,
Y en tu
cuerno de buey guarda las flechas;
Que ya en el
campo, herencia de tus padres,
Puedes
dormir tranquilo sobre de ellas.
70
¡Pronto la
noche tenderá su manto,
Y acudiendo
de buitres nube espesa,
Se cebarán
en carnes machacadas,
Esparciendo
las blancas osamentas,
Que en polvo
convertidas por los siglos
75
Darán abono
a nuestra agreste tierra!
Al árbol de
Guernica
Tus cuerdas
de oro en vibración sonora
Vuelve a agitar, ¡oh lira!,
Que en este
ambiente, que aromado gira,
Su inercia
sacudiendo abrumadora
La mente creadora,
5
De nuevo el
fuego de entusiasmo aspira.
¡Me hallo en
Guernica! Ese árbol que contemplo,
Padrón es de alta gloria
De un pueblo
ilustre interesante historia
De augusta
libertad sencillo templo,
10
Que -al mundo dando ejemplo-
Del patrio
amor consagra la memoria.
Piérdese en
noche de los tiempos densa
Su origen venerable;
Mas ¿qué
siglo evocar que no nos hable
15
De hechos
ligados a su vida inmensa,
Que en sí sola condensa
La de una
raza antigua e indomable?
Se
transforman doquier las sociedades;
Pasan generaciones;
20
Caducan
leyes; húndense naciones
Y el árbol
de las vascas libertades
A futuras edades
Trasmite
fiel sus santas tradiciones.
Siempre
inmutables son, bajo este cielo,
25
Costumbres, ley, idioma...
¡Las
invencibles águilas de Roma
Aquí
abatieron su atrevido vuelo,
Y aquí luctuoso velo
Cubrió la
media luna de Mahoma!
30
Nunca
abrigaron mercenarias greyes
Las ramas seculares,
Que a
Vizcaya cobijan tutelares;
Y a cuya
sombra poderosos reyes
Democráticas leyes
35
Juraban ante
jueces populares.
¡Salve,
roble inmortal! Cuando te nombra
Respetuoso mi acento,
Y en ti se
fija ufano el pensamiento,
Me parece crecer
bajo tu sombra,
40
Y en tu florida alfombra
Con lícita
altivez la planta asiento.
¡Salve! ¡La
humana dignidad se encumbra
En esta tierra noble
Que tú
proteges, perdurable roble,
45
Que el sol
sereno de Vizcaya alumbra,
Y do el Cosnoaga inmoble
Llega a tus
pies en colosal penumbra!
¿En dónde
hallar un corazón tan frío
Que a tu aspecto no lata,
50
Sintiendo
que se enciende y se dilata?
¿Quién de tu
nombre ignora el poderío
O en su desdén impío
Tu vejez
santa con amor no acata?
Allá desde
el retiro silencioso
55
Donde del hombre huía
-Al par que
sus derechos defendía-
Del de
Ginebra pensador fogoso,
Con vuelo poderoso
Llegaba a ti
la inquieta fantasía;
60
Y arrebatado en entusiasmo ardiente
-Pues nunca helarlo pudo
De injusta
suerte el ímpetu sañudo-
Postró a tu
austera majestad la frente
Y en página elocuente
65
Supo dejarte
un inmortal saludo.
La
Convención francesa, de su seno,
Ve a un tribuno afamado
Levantarse
de súbito, inspirado,
A
bendecirte, de emociones lleno
70
Y del aplauso al trueno
Retiembla al
punto el artesón dorado.
Lo antigua
que es la libertad proclamas...
-¡Tú eres su monumento!-
Por eso
cuando agita raudo viento
75
La secular
belleza de tus ramas
Pienso que en mí derramas
De aquel
genio divino el ígneo aliento.
Cual signo
suyo mi alma te venera,
80
Y cuando aquí me humillo
De tu vejez
ante el eterno brillo,
Recuerdo,
roble augusto, que, doquiera
Que el numen sacro impera,
Un árbol es
su símbolo sencillo.
85
Mas, ¡ah!
¡Silencio! El sol desaparece
Tras la cumbre vecina,
Que va
envolviendo pálida neblina...
Se enluta el
cielo... El aire se adormece...
Tu sombra crece y crece
90
¡y sola aquí
tu majestad domina!
Al pendón
castellano
¡Salve, oh pendón ilustre de Castilla,
Que hoy en
los muros de Tetuán tremolas,
Y haces
llegar a la cubana Antilla
Reflejos de
las glorias españolas!
La media luna -que ante ti se humilla,-
5
Recuerda ya
que entre revueltas olas,
De la raza
de Agar con hondo espanto,
Se hundió al
lucir el astro de Lepanto.
Y esa morisma -de la Europa afrenta-
Que el
rugido olvidó de tus leones,
10
Hoy al golpe
cruel -que la escarmienta,-
Forjando en
su pavor fieras visiones,
De siete siglos a la luz sangrienta
Juzga que
mira alzarse entre blasones,
-Sus
turbantes teniendo por alfombras,-
15
Del Cid, de
Alfonso y de Guzmán las sombras.
¡Oh! ¡sí! contigo van, por ti pelean
Esos nombres
augustos; de su gloria
Los rayos en
tus pliegues centellean,
Como
fulguran en la hispana historia.
20
¡Que así triunfantes para siempre sean
Símbolos del
honor y la victoria,
La
civilización mirando ufana,
Que hoy te
hospeda Tetuán, Tánger mañana!
Polonia
Traducción
libre de Víctor Hugo
Sola al pie de la torre, donde la voz
tonante
Resuena
pavorosa de tu señor fatal,
Cuya
siniestra sombra parece por instante
Designarse
en la piedra del silencioso umbral;
Pronta a ver al esposo trocarse en asesino,
5
Pálida, y
hasta el suelo doblada la cerviz
Vencida,
encadenada, te ofreces al destino,
Bella y
triste Polonia, por víctima infeliz.
A falta de tus hijos, miro tus manos puras
El crucifijo
santo con fervor estrechar...
10
¡Mancharon
los Basquiros tus regias vestiduras,
Y en ellas
sus sandalias grabaron al pasar!
A intervalos te llegan palabras de amenaza,
Y de pisadas
duras escuchase rumor,
Y un sable
allá reluce, y un hierro que te enlaza
15
Al muro, por
do corre tu llanto de dolor.
¡Polonia sin ventura! los brazos
descarnados
Y la abatida
frente te miro levantar,
Y los
llorosos ojos, hundidos y empañados,
Hacia la
Francia vuelves con tímido mirar.
20
Un grito de tu pecho tristísimo desprendes:
-¡Oh
Francia, hermana mía! -te escucho repetir:
Ansiosa tus
miradas por el camino tiendes,
Y esperas ¡
ay! y esperas... ¡y a nadie ves venir!
A Francia
Al tratarse
de la traslación de los restos de Napoleón a París
Bástete ¡oh Francia! la atronante gloria
Con que
llenó tus ámbitos el hombre;
Bástete ver
en inmortal historia
Unido al
tuyo su preclaro nombre.
Bástete la
memoria
5
De aquellos
grandes días
En que a su
voz la Europa estremecías,
Y deja al
mundo ese sepulcro austero
Donde el
hado severo
Guarda al
gigante de ambición y orgullo,
10
Entre esas
peñas áridas y solas;
Mientras el
mar -con turbulento arrullo-
Quiebra a
sus pies las espumantes olas.
¡Déjale allí! Sin comitiva, aislado
Duerma en su
roca solitaria y fría
15
El rey sin
dinastía...
No en
panteón estrecho sepultado,
De París
oiga el bacanal rüido,
Entre
vulgares reyes confundido.
¡Déjale, que supuesto es Santa Elena!
20
Los nombres
poderosos
De Wagram,
de Austerliz, Marengo y Jena
No volverán
los ecos silenciosos,
La paz
turbando de la tosca tumba,
A que no
presta con sus alas sombra
25
El águila
imperial, ni el hueco bronce
Por
saludarla omnívomo retumba
Pero allí el
mundo mírala, y se asombra
Del misterio
que muda le revela;
Pues el
fantasma inmenso,
30
Que entre
cielo y abismo allí suspenso
Cumple
quizás designios soberanos,
Es de la
humana historia un monumento,
Que a pueblos
y a tiranos
Dé alta
lección, terrífico escarmiento!
35
El porqué de
la inconstancia
A mi
amigo...
Contra mi sexo te ensañas
Y de
inconstante lo acusas;
Quizá porque
así te excusas
De recibir
cargo igual.
Mejor obrarás si emprendes
5
Analizar en
ti mismo
Del alma
humana el abismo,
Buscando el
foco del mal.
Proclamas que las mujeres
(Cual dijo
no sé quién antes),
10
Piensan amar
sus amantes
Cuando aman
sólo al amor;
Que el vago ardor del deseo
Se agita
constante en ellas;
Mas pasa sin
dejar huellas
15
Su
preferencia mayor.
¡Ay, amigo! no te niego
Verdad que
tan sólo prueba
Que son las
hijas de Eva
Como los
hijos de Adán.
20
A entrambos el daño vino
De la
funesta manzana,
Y a toda la
raza humana
Sus tristes
efectos van.
¡Mísera raza!... su mengua
25
Sufre, pero
no la entiende;
Y aún sueña
y hallar pretende
Bienes que
torpe perdió.
Tras ellos ciega se lanza,
Girando en vértigo
insano...
30
Mas nunca su
empeño vano
Ni aun en
sombra los gozó.
Amor pide, dicha busca,
Y a esperar
loca se atreve
Que en vaso
corrupto y breve
35
Apague el
alma su sed;
Pero ella su afán inmenso
Siente
perenne, profundo,
Y rompe
lazos del mundo
Como el
águila la red.
40
En balde en la extraña lucha
De su
cansancio y su anhelo
Le agrada
tomar el velo
Que la
presenta el error,
Y en los pálidos fantasmas,
45
-Que agranda
ilusa ella sola
Se finge ver
la aurëola
De la dicha
y del amor.
¡Resbala pronto la venda!
¡Resbala y
ve -con despecho-
50
Que vuela,
en humo deshecho,
El fulgor de
su ilusión!
Pues no cabe en ser que piensa
Que eterno
el engaño sea
Aunque
inmortal es la idea
55
Que seduce
al corazón.
No es, no, flaqueza en nosotros,
Sí indicio
de altos destinos,
Que aquellos
bienes divinos
Nos sirvan
de eterno imán,
60
Y que el alma no los halle,
-Por más que
activa se mueva
Ni tú en las
hijas de Eva,
Ni yo en los
hijos de Adán.
Unas y otros nos quedamos
65
De lo ideal
a distancia,
Y en todos
es la inconstancia
Constante
anhelo del bien.
¡De amor y dicha tenemos
Sólo un
recuerdo nublado;
70
Pues su goce
fue enterrado
Bajo el
árbol del edén!
Jamás ¡oh amigo! ventura
Ni amor
eterno hallaremos...
Pero ¿qué
importa? ¡esperemos!
75
Porque es
vivir esperar;
Y aquí -do todo nos habla
De pequeñez
y mudanza
Sólo es
grande la esperanza
Y perenne el
desear.
80
En la muerte
del laureado poeta señor don Manuel José Quintana
Cantos de regocijo y de victoria
Nuestras
voces alzaron aquel día
Que regia
mortal mano te ceñía
Mezquino
lauro de terrestre gloria:
Y hoy que a la voz de tu Hacedor acudes,
5
A recibir la
fúlgida diadema
Que la
inmutable Majestad Suprema
Guarda en la
eterna patria a las virtudes
Hoy nuestra flaca condición humana
Su aliento
en vano a remontar aspira
10
¡No le es
dado arrancar, noble Quintana,
Ni un tierno
adiós de la enlutada ¡ira!
Que aunque la Fe con resplandor divino
La densa
noche del sepulcro alumbre,
Y la
Esperanza hasta la excelsa cumbre
15
Vuele, mostrando
tu triunfal camino;
Aquí -al mirar tus fúnebres despojos
A la tierra
volver- sólo nos queda,
Con tu
corona, que la España hereda,
¡Duelo en el
corazón llanto en los ojos!
20
A un amigo
Encargado
por la dirección de un periódico de la crítica de una comedia sátira
¡Cómo! ¿Tan gran perturbación te asedia
Porque te
ordenan -con rigor y prisa
Juicio
crítico hacer de una comedia?
¡Por Dios, que al ver a tu ánima indecisa
En trance
tal (perdona si te enfado),
5
Cualquiera
puede reventar de risa.
¿Imaginas tal vez, pecho cuitado,
Que para
censurar una obra de arte
Has menester
de un gusto delicado?
¿Qué talento tampoco ha de faltarte,
10
Ni juicio,
ni instrucción, ni orden que guíe
A ver y a
examinar parte por parte?
Juro, si piensas tal, que me desvíe
para siempre
de ti, como de un zote,
Por más que
tierna tu amistad porfíe.
15
¿Hay, por ventura, estulto monigote,
Ignorante
rapaz, coplero oscuro,
Que por cosa
tan nimia se alborote?
¿Hay quien no sepa dar un golpe duro
Aún a la
misma virginal Talía,
20
Con fuerte
brazo y corazón seguro?
Si no lo emprendes tú, por vida mía
Que no sin
cascabel quedará el gato,
Y su pena
tendrá tu cobardía;
Pues no has de ver expuesto tu retrato
25
En
baratillos mil, ni en gacetillas
Te han de
llamar ilustre literato.
Para crear de ingenio maravillas,
Desvélense
Gallegos y Quintanas,
Y
Hartzenhusches, y Vegas, y Zorrillas.
30
Tú -sin recurso de las nueve hermanas-
Si esa tu
indigna timidez sacudes,
Nombre a la
par de sus ingenios ganas.
Y trabaje Bretón, que -sin que sudes
Para
agradar, con su feliz constancia-
35
Que te has
de ver más popular no dudes.
¡Eh! ¡Dispón el papel! Poco en sustancia
Te conviene
decir: moja la pluma,
Y comienza a
escribir con arrogancia.
"Juicio crítico." ¡Bien! ¡Como la
espuma
40
Tu gloria va
a crecer! -Mas ¿qué diremos?
-Para
empezar y terminar, en suma,
Basta elegir entre los dos extremos
Y exclamar:
-"La comedia es un dislate."
O
-"¡hay en ella doquier rasgos supremos!"
45
Lo primero es mejor: loar a un vate
Que adquiere
gloria o acumula plata,
Es, yo lo
afirmo, insigne disparate.
Otra cosa ha de ser cuando se trata
De
inofensivo autor o gente nuestra
50
¿Quién a los
suyos con rigor maltrata?
Mas para caso tal, nula es tu diestra,
La juzga
bien el que escribió la obra,
Y sus mismos
elogios das por muestra.
Mas miro que renace tu zozobra:
55
¿Qué mosca
te picó? Dilo y escribe,
Que para
meditar tiempo te sobra.
-Quiero saber si el juicio se suscribe.
-¿El juicio suscribir?... Loco te creo:
¿Quién duda
igual sin delirar concibe?
60
Muy ignorante estás, por lo que veo,
De la
crítica que hay en nuestra España,
O es que
naciste para ser pigmeo.
No se firma jamás cuando con saña
Se le zurra
a un autor, que capaz fuera
65
De contestar
con fabuleja extraña
¿Zapatero?... -¡Cabal! Mas la parlera
Fama,
divulga el recatado nombre,
Por la voz
de una turba vocinglera.
Esa turba es de amigos; no te asombre;
70
Ellos dirán:
-"La crítica es sublime:
La hizo
Fulano." Y cátate grande hombre.
¿Qué te habrá de importar que desestime
Tu censura
el autor, que docta gente
Exclame con
dolor -y esto se imprime?
75
Tú no por eso abatirás la frente,
Y el vulgo,
que verá tu aire triunfante,
Acatará tu
fallo reverente.
-Mas lo habré de fundar. -¡Calla,
ignorante!
¿A qué viene
pensar en fundamento,
80
Si tu
edificio debe ser flotante?
¡Es mala comedia! Aquí está el cuento.
Es mala, y
basta... porque yo lo digo;
¡Estilo
pobre... pésimo argumento!
-Mas como del aplauso fui testigo,
85
¿He de
afirmar que el público se engaña?
¿Del voto
general me haré enemigo?
-No; pero puedes deslizar con maña
Que llenaba
el local una pandilla
De amigos
del autor; o que en España
90
El mostrarse cortés no es maravilla,
Y que a esta
condición -tan oportuna-
Alto triunfo
debió mísera obrilla.
Puedes decir también que allá en su cuna
Tuvo el
autor benéfica influencia
95
De alguna
estrella o de la misma luna;
Mas que, en medio de todo, es por esencia
Un zopenco,
un estúpido, un ilota,
Que sólo
alcanza de agradar la ciencia.
-¡No es poco, por mi vida! Pero nota
100
Que sólo
comenzado el juicio tengo.
-Pues no
habrás de añadir ni aun una jota.
Bueno está como está; yo lo sostengo;
No hay para
qué meternos en hondura:
Lo esencial
dicho está, y a ello me atengo.
105
Eso de analizar empresa es dura,
Y nadie tan
sin miedo criticara
Si exigiese
razones la censura.
Si saber demandase, cosa es clara
Que tanto parlanchín
folletinista
110
Temblar al
comenzar, de pies a cara.
Mas por milagro un diario se conquista
La pluma de
algún crítico discreto,
Y siempre
encuentra a la ignorancia lista.
Ella le saca del perenne aprieto,
115
Y, ora mime
al autor ora le zurre,
Nunca el
arte infeliz halla respeto.
Si sesudo lector rabia o se aburre
Del necio
elogio o torpe vituperio,
Otro, por
diversión, a ellos recurre.
120
Y ni estólidos faltan, que al criterio
Del intruso
censor la frente inclinen,
Por ejercer
de su eco el ministerio.
Corre, pues, ¡vive Dios!, no te acoquinen
Los
descontentos que doquier pululan;
125
Mas los
necios serán que te apadrinen.
Adula o pega a tu placer: circulan,
Buenos o
malos, los escritos todos
Que en las
activas prensas se acumulan.
Nuestra patria feliz por varios modos
130
Protege a
los audaces, y aún levanta
A muchos,
¡ay!, que estaban entre lodos.
Así nuestra cultura se adelanta,
Y a fe que
los quejosos escritores
Se divierten
también en gresca tanta;
135
Pues ya entusiasmo encuentren, ya rigores,
Del oso
bailarín hacen recuerdo,
Y al
escuchar dicterios o loores
Saben si es
mono el que los dice, o cerdo.
Las siete
palabras
Y María al
pie de la cruz
Al cielo ofreciendo del mundo el rescate,
Con clavos
sujetas las manos divinas,
Ciñendo sus
sienes corona de espinas,
Se ostenta
en los brazos del leño Jesús.
A diestra y siniestra dos viles ladrones
5
Reciben la
pena que al crimen se debe;
Mas ¡sólo en
el Justo se ensaña la plebe,
Y está allí
la Madre al pie de la Cruz!
La túnica sacra con grita sortean
En frente al
suplicio los fieros sayones,
10
Y el pueblo
inconstante con torpes baldones
Denuesta al
que ha sido su gloria y salud.
Ya nadie recuerda sus hechos pasmosos,
Del bien
-que hizo a todos- cada uno se olvida,
Celebran su
muerte, calumnian su vida...
15
¡Y está allí
la Madre al pie de la Cruz!
"Si Dios es tu Padre"-por mofa le
dicen-
"Desciende,
y entonces tendremos creencia.
Los oye el
Cordero con santa paciencia,
Y ya de sus
ojos nublada la luz,
20
Los alza clamando: -¡Perdónalos, Padre!
Lo que hacen
ignoran, perdónalos pío.-
Con roncas
blasfemias responde el gentío,
¡Y está allí
la Madre al pie de la Cruz!
Sed tengo -murmura la Víctima augusta;
25
Vinagre
mezclado con hiel le presentan...
Sus labios
divinos la esponja ensangrientan,
Y ríe y se
goza la vil multitud.
En tanto del Mártir se hiela la sangre
Cubriendo su
frente con nublos espesos
30
Le tiemblan
las carnes, le crujen los huesos
¡Y está allí
la Madre al pie de la Cruz!
-¡Mujer, ve tu hijo! la dice, y señala
En Juan a la
prole de Adán delincuente.
-¡Ahí
tienes, oh hombre, tu Madre clemente!-
35
Mirando al
Apóstol añade Jesús.
Tal es el legado que alcanzan los mismos
Que son de
su muerte causantes insanos:
Les da para
el cielo derechos de hermanos...
¡Y está allí
la Madre al pie de la Cruz!
40
Mirando del Cristo la suma clemencia,
De aquel que
a su diestra comparte el suplicio
Conmuévese
el alma, que el gran sacrificio
Ya en él
ejercita su inmensa virtud:
-"De mí note olvides -le dice- en tu
reino."
45
Jesús premia
al punto su fe meritoria;
-Conmigo-
responde -serás en la gloria...-
Y está allí
la Madre al pie de la Cruz!
Mas ¡ay! ya el instante se acerca supremo:
Ya el pecho
amoroso con pena respira:
50
Inclinase el
rostro que el ángel admira,
Y eleva la
muerte su fiera segur.
-¡Oh Padre divino! ¿por qué me abandonas?
La voz
espirante pronuncia despacio:
Su queja
doliente devora el espacio...
55
¡Y está allí
la Madre al pie de la Cruz!
-¡Todo es consumado! -Mi espíritu ¡oh
Padre!
Recibe en
tus manos -clamó el moribundo.
Retiemblan
de pronto los ejes del mundo,
Los cielos
se cubren de oscuro capuz,
60
Se parten las piedras, las tumbas se abren,
Sangriento
un cadáver se ve suspendido...
¡De Adán el
linaje ya está redimido!
¡Y aún queda
la Madre al pie de la Cruz!
Al nombre de
Jesús
Soneto
Es grata al caminante en noche fría
La alegre
llama del hogar caliente:
Grata al que
corre bajo sol ardiente
La fresca
sombra de arboleda umbría:
Grato, como dulcísima armonía,
5
Para el
sediento el ruido de la fuente,
Y grato
respirar en libre ambiente
Para quien
sale de mazmorra impía.
Es grata, en fin, la lluvia al campesino;
Grata al
guerrero belicosa fama;
10
Y grato el
natal suelo al peregrino:
Pero más que aire, sombra, fuente, llama,
Lluvia,
patria, laurel, ¡Jesús divino!
Tu nombre es
grato al corazón que te ama.
A Dios
Soneto
¿No es delirio, Señor? Tú, el absoluto
En belleza,
poder, inteligencia;
Tú, de quien
es la perfección esencia
Y la
felicidad santo atributo;
Tú, a mí -que nazco y muero como el bruto-
5
Tú, a mí
-que el mal recibo por herencia-
Tú, a mí
-precario ser, cuya impotencia-
Sólo estéril
dolor tiene por fruto...
¿Tú me buscas ¡oh Dios! Tú el amor mío
Te dignas
aceptar como victoria
10
Ganada por
tu amor a mi albedrío?
¡Sí! no es delirio; que a la humilde
escoria,
Digno es de
tu supremo poderío
Hacer capaz
de acrecentar tu gloria!
La pesca en
el mar
¡Mirad! ya la tarde fenece...
La noche en el cielo
despliega su velo,
propicio al amor.
La playa
desierta parece:
5
Las olas serenas
salpican apenas
su dique de arenas,
con blando rumor.
Del líquido
seno la luna
10
su pálida frente
allá en occidente
comienza a elevar.
No hay nube
que vele importuna
sus tibios reflejos,
15
que miro de lejos
mecerse en espejos
del trémulo mar.
¡Corramos!...
¡quién llega primero!
Ya miro la lancha...
20
Mi pecho se ensancha,
se alegra mi faz.
¡Ya escucho
la voz del nauclero!
que el lino despliega
Y al soplo le entrega
25
del aura que juega,
girando fugaz!
¡Partamos!
la plácida hora
llegó de la pesca,
y al alma refresca
30
la bruma del mar.
¡Partamos,
que arrecia sonora
la voz indecisa
del agua, y la brisa
comienza de prisa
35
la flámula a hinchar!
¡Pronto, remero!
¡Bate la espuma!
¡Rompe la bruma!
¡Parte veloz!
40
¡Vuele la barca!
¡Dobla la fuerza!
¡Canta y esfuerza
brazos y voz!
Un himno alcemos
45
jamás oído,
del remo al ruido
del viento al son,
y vuelve en alas
del libre ambiente
50
la voz ardiente
del corazón.
Yo a un
marino le debo la vida,
y por patria
le debo al azar
una perla
-en un golfo nacida-
55
al bramar
sin cesar
de la mar.
Me enajena
al lucir de la luna
con mi bien
estas olas surcar,
60
y no
encuentro delicia ninguna
como amar
y cantar
en el mar.
Los suspiros
de amor anhelantes
65
¿quién ¡oh
amigos! querrá sofocar,
si es tan
grato a los pechos amantes
a la par
suspirar
en el mar?
70
¿No sentís
que se encumbra la mente
esa bóveda
inmensa al mirar?
Hay un goce
profundo y ardiente
en pensar
y admirar
75
en el mar.
Ni un
recuerdo del mundo aquí llegue
nuestra paz
deliciosa a turbar:
libre el
alma al deleite se entregue
de olvidar
80
y gozar
en el mar.
¡Presto
todos!... ¡Las redes se tienden!
¡Muy pesadas
las hemos de alzar!
¡Presto
todos, los cantos suspendan,
85
y callar
y pescar
en el mar!
Cuartetos
escritos en un cementerio
He aquí el asilo de la eterna calma,
do sólo el
sauce desmayado crece...
¡Dejadme
aquí: que fatigada el alma,
el aura de
las tumbas apetece!
Los que
aspiráis las flores de la vida,
5
llenas de
aroma de placer y gloria,
no piséis el
lugar do convertida
veréis su
pompa en miserable escoria:
mas venid
todos los que el ceño airado
del destino
mirasteis en la cuna;
10
los que
sentís el corazón llagado
y no
esperáis consolación alguna.
¡Venid
también, espíritus ardientes,
que en ese
mundo os agitáis sin tino,
y cuya
inmensa sed sus turbias fuentes
15
calmar no
pueden con raudal mezquino!
Los que el
cansancio conocisteis, antes
que paz os
diesen y quietud los años
¡Venid con
nuestros sueños devorantes!
¡Venid con
vuestros tristes desengaños!
20
No aquí las
horas, rápidas o lentas,
cuenta el
placer ni mide la esperanza:
¡quiébranse
aquí las olas turbulentas
que el
huracán de las pasiones lanza!
Aquí, si os
turban sombras de la duda,
25
la severa
verdad inmóvil vela:
aquí reina
la paz eterna y muda,
si paz el
alma fatigada anhela.
Los que aquí
duermen en profundo sueño,
insomnes
cual nosotros se agitaron...
30
Ya de la
muerte en el letal beleño
sus
abrasadas sienes refrescaron.
Amemos,
pues, nuestra mansión futura,
única que
tenemos duradera
¡Que ilusión
de la vida es la ventura,
35
mas la paz
de la muerte es verdadera!
A las
estrellas
Soneto
Reina el silencio; fúlgidas en tanto,
luces de
paz, purísimas estrellas,
de la noche
feliz lámparas bellas,
bordáis con
oro su luctuoso manto.
Duerme el placer, mas vela mi quebranto,
5
y rompen el
silencio mis querellas,
volviendo el
eco unísono con ellas,
de aves
nocturnas el siniestro canto.
¡Estrellas, cuya luz modesta y pura
del mar
duplica el azulado espejo!
10
si a
compasión os mueve la amargura
del intenso penar porque me quejo,
¿cómo, para
aclarar mi noche oscura,
no tenéis
¡ay! ni un pálido reflejo?
A él
Era la edad lisonjera
en que es un
sueño la vida,
era la
aurora hechicera
de mi
juventud florida,
en su
sonrisa primera:
5
cuando contenta vagaba
por el campo,
silenciosa,
y en
escuchar me gozaba
la tórtola
que entonaba
su querella
lastimosa.
10
Melancólico fulgor
blanca luna
repartía,
y el aura
leve mecía
con soplo
murmurador
la tierna
flor que se abría.
15
¡Y yo gozaba! El rocío,
nocturno
llanto del cielo,
el bosque
espeso y umbrío,
la dulce
quietud del suelo,
el manso
correr del río.
20
Y de la luna el albor,
y el aura
que murmuraba,
acariciando
a la flor,
y el pájaro
que cantaba,
todo me hablaba
de amor.
25
Y trémula, palpitante,
en mi
delirio extasiada,
miré una
visión brillante,
como el aire
perfumada,
como las
nubes flotante.
30
Ante mí resplandecía
como un
astro brillador,
y mi loca
fantasía
al fantasma
seductor
tributaba
idolatría.
35
Escuchar pensé su acento
en el canto
de las aves:
eran las
auras su aliento
cargadas de
aromas suaves,
y su
estancia el firmamento.
40
¿Qué ser divino era aquél?
¿Era un
Ángel o era un hombre?
¿Era un Dios
o era Luzbel...?
¿Mi visión
no tiene nombre?
¡Ah! nombre
tiene... ¡Era él!
45
El alma guardaba tu imagen divina
y en ella
reinabas ignoto señor,
que instinto
secreto tal vez ilumina
la vida
futura que espera el amor.
Al sol que en el cielo de Cuba destella,
50
del trópico
ardiente brillante fanal
tus ojos
eclipsan, tu frente descuella
cual se alza
en la selva la palma real.
Del genio la aureola, radiante, sublime,
ciñendo
contemplo tu pálida sien,
55
y al verte,
mi pecho palpita, y se oprime,
dudando si
formas mi mal o mi bien.
Que tú eres no hay duda mi sueño adorado,
el ser que
vagando mi mente buscó,
mas ¡ay! que
mil veces el hombre, arrastrado
60
por fuerza
enemiga, su mal anheló.
Así vi a la mariposa
inocente,
fascinada
en torno a
la luz amada
revolotear
con placer.
65
Insensata se aproxima
y le
acaricia insensata,
hasta que la
luz ingrata
devora su
frágil ser.
Y es fama que allá en los bosques
70
que adornan
mi patria ardiente,
nace y crece
una serpiente
de
prodigioso poder,
que exhala en torno su aliento
y la ardilla
palpitante,
75
fascinada,
delirante,
corre... ¡y
corre a perecer!
¿Hay una mano de bronce,
fuerza,
poder, o destino,
que nos
impele al camino
80
que a
nuestra tumba trazó?
¿Dónde van, dónde, esas nubes
por el
viento compelidas?...
¿Dónde esas
hojas perdidas
que del
árbol arrancó?
85
Vuelan, vuelan resignadas,
y no saben
donde van,
pero siguen
el camino
que les
traza el huracán.
Vuelan, vuelan en sus alas
90
nubes y
hojas a la par,
ya los
cielos las levante
ya las
sumerja en el mar.
¡Pobres nubes! ¡pobres hojas
que no saben
dónde van!...
95
pero siguen
el camino
que les
traza el huracán.
A****
No existe lazo ya: todo está roto:
plúgole al
cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz
con placer agoto:
mi alma
reposa al fin: nada desea.
Te amé, no te amo ya; piénsolo al menos.
5
¡Nunca, si
fuere error, la verdad mire!
Que tantos
años de amarguras llenos
trague el
olvido; el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
una vez y
otra vez pisaste insano...
10
mas nunca el
labio exhalará un murmullo
para acusar
tu proceder tirano.
De graves faltas vengador terrible,
dócil
llenaste tu misión: ¿lo ignoras?
No era tuyo
el poder que irresistible
15
postró ante
ti mis fuerzas vencedoras.
¡Quísolo Dios y fue: gloria a su nombre!
Todo se
terminó: recobro aliento.
¡Ángel de
las venganzas! ya eres hombre...
ni amor ni
miedo al contemplarte siento.
20
Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
Mas ¡ay!
¡Cuán triste libertad respiro!
Hice un
mundo de ti, que hoy se anonada,
y en honda y
vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
25
ves este
adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún
tienes en el alma mía
generoso
perdón, cariño tierno.
A la poesía
¡Oh tú, del alto cielo,
precioso don
al hombre concedido!
¡Tú, de mis
penas íntimo consuelo,
de mis
placeres manantial querido!
¡Alma del
orbe, ardiente Poesía,
5
dicta el
acento de la lira mía!
Díctalo, sí; que enciende
tu amor mi
seno, y sin cesar ansío
la poderosa
voz -que espacio hiende-
para aclamar
tu excelso poderío;
10
y en la
naturaleza augusta y bella
buscar,
seguir y señalar tu huella.
¡Mil veces desgraciado
quien -al
fulgor de tu hermosura ciego-
en su alma
inerte y corazón helado
15
no abriga un
rayo de tu dulce fuego!
Que es el
mundo sin ti templo vacío,
cielos sin
claridad, cadáver frío.
Mas yo doquier te miro;
doquier el
alma estremecida siente
20
tu influjo
inspirador. El grave giro
de la pálida
luna, el refulgente
trono del
sol, la tarde, la alborada...,
todo me
habla de ti con voz callada.
En cuanto ama y admira
25
te halla mi
mente. Si huracán violento
zumba y
levanta el mar, bramando ira;
si con rumor
responde soñoliento
plácido
arroyo al aura que suspira...,
tú alargas
para mí cada sonido
30
y me
explicas su místico sentido.
Al férvido verano,
a la
apacible y dulce primavera,
al grave
otoño y al invierno cano
embellece tu
mano lisonjera;
35
que alcanza,
si los pintan tus colores,
calor el
hielo, eternidad las flores.
¿Qué a tu dominio inmenso
no sujetó el
Señor? En cuanto existe
hallar tu
ley y tus misterios pienso;
40
el universo
tu ropaje viste,
y en su
conjunto armónico demuestra
que tú
guiaste la hacedora diestra.
¡Hablas! Todo renace;
tu creadora
voz los yermos puebla:
45
espacios no
hay que tu poder no enlace
y, rasgando
del tiempo la tiniebla,
de lo pasado
al descubrir ruinas,
con tu
mágica voz las iluminas.
Por tu acento apremiados,
50
levántanse
del fondo del olvido,
ante tu
tribunal, siglos pasados;
y el fallo,
que pronuncias transmitido
por una y
otra edad en rasgos de oro,
eterniza su
gloria o su desdoro.
55
Tu genio independiente
rompe las
sombras del error grosero;
la verdad
preconiza; de su frente
vela con
flores el rigor severo,
dando al
pueblo en bellas creaciones,
60
de saber y
virtud santas lecciones.
Tu espíritu sublime
ennoblece la
lid; tu épica trompa
brillo
eternal en el laurel imprime;
al triunfo
presta inusitada pompa;
65
y los
ilustres hechos que proclama
fatiga son
del eco de la fama.
Mas si entre gayas flores
a la beldad
consagras tus acentos;
si retratas
los tímidos amores;
70
si enalteces
sus rápidos contentos,
a despecho
del tiempo, en tus anales
beldad,
placer y amor son inmortales.
Así en el mundo suenan
del amante
Petrarca los gemidos,
75
los siglos
con su canto se enajenan;
y unos tras
otros -de su amor movidos-
van de
Valclusa a demandar al aura
el dulce
nombre del cantor de Laura.
¡Oh! No orgullosa aspiro
80
a conquistar
el lauro refulgente,
que humilde
acato y entusiasta admiro
de tan gran
vate la inspirada frente;
ni
ambicionan mis labios juveniles
el clarín
sacro del cantor de Aquiles.
85
No tan ilustres huellas
seguir es
dado a mi insegura planta...
mas
-abrasada al fuego que destellas-,
¡oh, ingenio
bienhechor!, a tu ara santa
mi pobre
ofrenda estremecida elevo,
90
y una
sonrisa a demandar me atrevo.
Cuando las frescas galas
de mi lozana
juventud se lleve
el veloz
tiempo en sus potentes alas,
y huyan mis
dichas como el humo leve,
95
serás aún mi
sueño lisonjero,
y veré
hermoso tu favor primero.
Dame que pueda entonces,
¡Virgen de
paz, sublime poesía!,
no
transmitir ni en mármoles ni en bronces
100
con rasgos
tuyos la memoria mía;
sólo arrullar,
cantando mis pesares
a la sombra
feliz de tus altares.