NICOLÁS GRANADA

 

 

CARTAS GAUCHAS

DESCRIPCIÓN DE LAS FIESTAS DEL CENTENARIO HECHA POR EL GAUCHO ARGENTINO MARTÍN ORO EN SEIS CARTAS, EN VERSOS GAUCHOS DEDICADOS A SU MUJER BENITA CHAPARRO

 

 

ÍNDICE

 

 

 Carta primera

En la que el paisano Martín Oro da cuenta a su mujer Benita Chaparro de su viaje en ferrocarril hasta la Capital Federal, su llegada a la estación Constitución, su encuentro con el pueblero D. Nicanor, el cual lo conduce hasta el Almacén-posada de Rebollo, en donde lo instala, saliendo de allí para el centro con el objeto de admirar la Iluminación de la Plaza del Congreso, Avenida de Mayo, etc., que él describe. -Observaciones sobre las mujeres, sus trajes y maneras, así como las de los jóvenes hig-liffe. -Asistencia a un teatro popular.

Carta segunda

El gaucho Martín Oro, elogia las prendas morales de su amigo Nicanor. -Describe los tranvías, los automóviles y los coches particulares y placeros. -Asiste a una función teatral. -A la salida, Nicanor lo invita para ir a una casa de juego. El gaucho se excusa. -Nicanor anda escaso de dinero, y, con rubor, se lo confiesa a Martín Oro. -Éste en un rasgo de caballeresca generosidad, se desprende el tirador y se lo ofrece al pueblero. -Nicanor, meticulosamente, acepta una pequeña cantidad, restituyendo el resto, entre el que hay un gran envoltorio, a los bolsillos del tirador. -Martín se retira cansado, y al dormirse, tiene recuerdos tiernos para su rancho.

Carta tercera

Nicanor ha desaparecido. -El paisano está intranquilo, pues piensa que puede haberle sucedido algo grave a su amigo. -Lee en un diario el anuncio de la revista naval, y se decide a asistir. -Se embarca en el Golondrina. -Incidentes cómicos a bordo. -Principio de mareo. -Hace amistad con un italiano que lo tonifica con su vino. -Empieza la revista. -La describe con entusiasmo aunque trabucando muchas cosas. -Los torpederos. -Las gaviotas. -Las señales. -Bautismo naval del gaucho. -Gran cansancio.

Carta cuarta

¡25 de Mayo! -La noche. -La madrugada. -Saludo al sol de Mayo. -El himno cantado por los niños. -Enternecimiento. -El hogar y la patria. -Fe en el porvenir. -El desfile de las tropas. -La llegada de la comitiva oficial. -Admiración por el "piqeur" del tren presidencial. -La Infanta. -Embajadores y delegados. -Entrada al Tedeum.

Carta quinta

La Exposición Rural. -Ante el ganado. -Máquinas Agrícolas. -Recuerdos de los antiguos tiempos y de la labranza primitiva. -En un concurso de aviación. -Sorpresa inaudita. - El concurso hípico. -Las carreras. -Ganancioso por casualidad. -Las Exposiciones en construcción. -El Congreso Panamericano. -Otras conferencias. -Profusión de oradores. -Se decide a comprar el potrillo pangaré.

Carta sexta

¡Robado! -Es Nicanor el ladrón. -Como descubrió el robo al ir a pagar el potrillo, que describe con sentimiento. -Quejas por la decepción amistosa, más que por el dinero hurtado. -Trata de volverse a su pago. -¡Sorpresa! -Recibe una carta que toma al principio por una broma. -¡Era verdad! -El rico estanciero dueño del potrillo se lo regala, herido de que en el primer centenario de la patria, un representante de los valientes gauchos de 1810, sea burlado en la ciudad, cuando ardiendo de patriotismo, ha venido desde la pampa, a festejar las viejas glorias. -Vuelta jubilosa a su hogar campero.

La visión de la Pampa

El Recao

En la guitarra

 

 

 

 

 

Carta primera

 

 

En la que el paisano Martín Oro da cuenta a su mujer Benita Chaparro de su viaje en ferrocarril hasta la Capital Federal, su llegada a la estación Constitución, su encuentro con el pueblero D. Nicanor, el cual lo conduce hasta el Almacén-posada de Rebollo, en donde lo instala, saliendo de allí para el centro con el objeto de admirar la Iluminación de la Plaza del Congreso, Avenida de Mayo, etc., que él describe. -Observaciones sobre las mujeres, sus trajes y maneras, así como las de los jóvenes hig-liffe. -Asistencia a un teatro popular.

                                

   Mi muy querida Benita

 

          

 

aunque bichoco y despiao,

 

 

 

de tanto haber caminao

 

 

 

en esta ciudá bendita,

 

 

 

le pego una cuerpiadita

5

 

 

al cansancio que me aplasta,

 

 

 

y haciendo honor a la casta

 

 

 

de criollo guapo y curtido,

 

 

 

a escrebirte me decido

 

 

 

Tuito el día, si me basta.

10

 

 

   ¡Que ha de bastar! Ni en un año

 

 

 

creo podría escrebirte,

 

 

 

cuanto tengo que decirte,

 

 

 

de embarrullao y de extraño,

 

 

 

como entre un susto tamaño,

15

 

 

he visto en esta ciudá,

 

 

 

que como borracha está,

 

 

 

gritona y embanderada,

 

 

 

florida e iluminada,

 

 

 

¡ques una barbaridá!

20

 

 

   Después de andar en prisión

 

 

 

un día en fierro carril,

 

 

 

llegué como un perejil

 

 

 

a la mentada estación

 

 

 

que llaman Custitución,

25

 

 

y ques un galpón grandote,

 

 

 

ande dentramos al trote,

 

 

 

echando un humo jediondo,

 

 

 

y metiendo un batifondo

 

 

 

que daba al diablo un cerote.

30

 

 

   Yo bajé medio entumido,

 

 

 

y ansina como almariao;

 

 

 

de la vista encandilao,

 

 

 

y del mate dolorido,

 

 

 

cuando un mozo que me vido,

35

 

 

y se hizo cuenta, dejuro,

 

 

 

de que estaba en un apuro

 

 

 

en aquel corral ajeno,

 

 

 

vino a refalarme el freno,

 

 

 

y a ayudarme comedido.

40

 

 

   -Veo que usté es pajuerano

 

 

 

-me dijo con güenos modos.

 

 

 

Mirá Benita: no a todos

 

 

 

les cai del cielo un hermano,

 

 

 

que venga a darle la mano

45

 

 

en un trance como el mío,

 

 

 

pues me encontraba en un lío

 

 

 

¡mesmamente soberano!

 

 

 

   -¡Ha adivinao, amigazo!

 

 

 

-le dije al mozo pueblero;

50

 

 

¡Estoy como un hormiguero

 

 

 

a que le han dao un humazo!

 

 

 

Había sido fierazo

 

 

 

hallarse de sopetón,

 

 

 

en medio a una población

55

 

 

ansina, deste tamaño...

 

 

 

Mesmo que en un pago extraño,

 

 

 

suele hallarse un mancarrón.

 

 

 

 

   -¿Y trai quipaje?

 

 

 

                                 -Ese lío

 

 

 

que son mis pilchas camperas;

60

 

 

unas maletas fuleras,

 

 

 

y pa fumar el avío...

 

 

 

¿De qué se rai?

 

 

 

                           -Pues me río

 

 

 

de verlo a usté tan confiao,

 

 

 

largarse así, sin cuidao,

65

 

 

con su talero en la mano...

 

 

 

-¿Y no sabe quel paisano

 

 

 

nació para ser soldao?

 

 

 

¿No sabe que esta nación,

 

 

 

hoy tan grande y tan ufana,

70

 

 

nació de un toque de diana,

 

 

 

y un disparo de cañón?

 

 

 

¿Que un valiente pelotón

 

 

 

de paisanos argentinos,

 

 

 

más valientes que ladinos,

75

 

 

más patriotas que valientes,

 

 

 

levantaron imponentes,

 

 

 

esos colores divinos?

 

 

 

   ¿Ya no se acuerda, paisano,

 

 

 

   de los Patricios mentaos,

80

 

 

de los bravos Coloraos,

 

 

 

de los Blandengues, del llano

 

 

 

en que con el sable en mano

 

 

 

y garabina terciada,

 

 

 

bajaba a la disparada

85

 

 

con su guachaje atrevido,

 

 

 

aquel Güemes tan temido,

 

 

 

el de la fama mentada?

 

 

 

 

   ¿Y no saben los puebleros,

 

 

 

que fueron gauchos al fin,

90

 

 

los bravos de San Martín,

 

 

 

los heroicos Granaderos,

 

 

 

los audaces, los primeros

 

 

 

que al cóndor de la montaña,

 

 

 

asustaron con la hazaña

95

 

 

de llegar hasta sus nidos,

 

 

 

y allí lanzar atrevidos,

 

 

 

su protesta contra España?

 

 

 

 

   ¿No saben que si hoy tenemos

 

 

 

patria, riqueza, fortuna,

100

 

 

se la debemos ¡Ahijuna!

 

 

 

al gaucho... ni más ni menos...

 

 

 

que ellos valientes y güenos

 

 

 

pa trabajar ande quiera,

 

 

 

custodiando la frontera,

105

 

 

en el rodeo o sembrado,

 

 

 

siempre se les vio formando,

 

 

 

al pie de nuestra bandera?

 

 

 

   Como en misa se quedó

 

 

 

aquel pueblero, Benita,

110

 

 

al oír esta licioncita

 

 

 

que ni en sueños esperó,

 

 

 

de que un gaucho como yo

 

 

 

se la diera de memoria,

 

 

 

pues ellos saben de historia,

115

 

 

como yo de hablar en gringo,

 

 

 

o como puede a mi pingo

 

 

 

montar cualquier sanagoria.

 

 

 

   -¡Había sido dotor!

 

 

 

-me dijo riyendo el mozo

120

 

 

-antes de salirme el bozo,

 

 

 

ya era en mi pago cantor,

 

 

 

y ya echaba un "¡De mi flor!"

 

 

 

a cualesquier atrevido,

 

 

 

aunque me dijera: "¡Envido!"

125

 

 

Con un bramido de toro,

 

 

 

porque el gaucho Martín Oro,

 

 

 

jamás se dio por vencido.

 

 

 

   -¡Ansina me gusta un criollo!

 

 

 

-me retrucó aquel mocito

130

 

 

-mire, vamos ligerito

 

 

 

al almacén de Rebollo...

 

 

 

-¿Y eso es lejos?

 

 

 

                              -¡Qué! Ni un rollo

 

 

 

de lazo habrá dende aquí...

 

 

 

¿Ve ese tranguay? pues allí

135

 

 

está ese almacén mentao,

 

 

 

ande venden un guindao

 

 

 

que está pidiendo maní.

 

 

 

 

   ¡Qué almacén! ¡Qué cosa rica

 

 

 

de almacén! ¡Virgen María!

140

 

 

¡Si aquello más parecía

 

 

 

que almacén, una botica!

 

 

 

Gente grande, gente chica,

 

 

 

mujeres... ¡Cuánto Dios crio!...

 

 

 

A mí, Benita, me dio

145

 

 

al entrar un almareo,

 

 

 

con tanta luz y voceo,

 

 

 

y aquel tufo... a ¡qué sé yo!...

 

 

 

 

   Tomamos nuestro guindao,

 

 

 

de un trago, a todo galope.

150

 

 

-¡Mozo! -grité.

 

 

 

                           -No me cope

 

 

 

la banca ansina, cuñao.

 

 

 

Yo he sido quien lo ha envitao,

 

 

 

y es justo que pague yo

 

 

 

dijo el mocito, y peló

155

 

 

un rollo e plata grandote,

 

 

 

llamó al patrón, y en un trote

 

 

 

mi alojamiento ajustó.

 

 

 

 

   -Deje las pilchas no más,

 

 

 

que se las lleven pa dentro,

160

 

 

y aura vámonos pal centro

 

 

 

(siguió el mozo lenguaraz)

 

 

 

En el asiento de atrás

 

 

 

de un coche con campanillas,

 

 

 

que un tostao, puro costillas,

165

 

 

tiraba a rigor de azote,

 

 

 

nos juimos a ver, al trote,

 

 

 

las mentadas maravillas.

 

 

 

 

     Mentadas, y con razón,

 

 

 

Benita, porque a mi ver,

170

 

 

son cosas para no creer

 

 

 

ni mesmo por soñación,

 

 

 

las que para esta ocasión,

 

 

 

ha inventao, con gran pacencia,

 

 

 

con habilidá, con cencia,

175

 

 

este pueblo extrordinario,

 

 

 

en honor del centenario

 

 

 

de la patria indipendencia.

 

 

 

 

   Después de andar a porfía,

 

 

 

por mil calles bullangueras,

180

 

 

tuitas llenas de banderas,

 

 

 

y alumbradas como el día,

 

 

 

en que una loca alegría,

 

 

 

en mil modos diferentes,

 

 

 

entusiasmaba a las gentes,

185

 

 

que raiban, y que cantaban,

 

 

 

daban vivas, palmotiaban,

 

 

 

como si juesen dementes.

 

 

 

 

   Juimos a desembocar

 

 

 

en un tremendo plazón...

190

 

 

Benita... ¡Mi corazón

 

 

 

se me agachó a corcobiar!...

 

 

 

Vos nunca has visto brillar,

 

 

 

en el cielo a los rastrojos,

 

 

 

tantas luces, a manojos,

195

 

 

como lucían allí,

 

 

 

que apenas medio las vi,

 

 

 

me hicieron cerrar los ojos.

 

 

 

 

   ¿Has visto el Altar Mayor

 

 

 

de nuestra iglesia campera,

200

 

 

cuando en ella se venera

 

 

 

nuestro santo protetor?

 

 

 

De velas ques un primor,

 

 

 

hay un por demás que asombra,

 

 

 

pues del techo hasta la alfombra,

205

 

 

tuito está bien alumbrao.

 

 

 

Pues ese altar adorao,

 

 

 

aquí sería una sombra.

 

 

 

 

   No te podés dar razón,

 

 

 

de si es verdá u mentira

210

 

 

lo que ves, pues si se mira,

 

 

 

ansina, de refilón,

 

 

 

ves como una quemazón,

 

 

 

como si ardieran las casas,

 

 

 

como si en calles y plazas

215

 

 

volaran en un momento,

 

 

 

a los soplidos del viento,

 

 

 

llamaradas, chispas, brazas.

 

 

 

 

   Hay un palacio grandote

 

 

 

que le llaman el colgreso,

220

 

 

que está entodavía preso

 

 

 

por un tablero almastrote.

 

 

 

Diai, un camino largote

 

 

 

te lleva hasta la otra plaza,

 

 

 

que cierra al fondo la casa

225

 

 

ande escribe el Presidente,

 

 

 

y ande va tuita la gente

 

 

 

que en el gobierno hace baza.

 

 

 

 

   Todo eso está luminao

 

 

 

como con rayos de sol,

230

 

 

y entre uno y otro farol,

 

 

 

ves un precioso tablao,

 

 

 

en los que han acomodao

 

 

 

mil bandas de musiqueros,

 

 

 

que hacen unos entreveros,

235

 

 

tocando milongas viejas,

 

 

 

que te aturden las orejas

 

 

 

como pelea de teros.

 

 

 

 

   El gentío anda en montones,

 

 

 

igual que langosta hambrienta,

240

 

 

y se estruja y se revienta,

 

 

 

a juerza de arrempujones,

 

 

 

codazos, y pisotones.

 

 

 

Naides por esto se enoja.

 

 

 

Las botas que truje en hoja,

245

 

 

me las han dejao peladas,

 

 

 

y ansina, medio ladiadas,

 

 

 

y con una suela floja.

 

 

 

 

   Las mozas... ¡Virgen bendita!

 

 

 

todas a cual más devina...

250

 

 

No te amostacés mi china

 

 

 

por esta resfaladita;

 

 

 

porque bien sabés, Benita,

 

 

 

lo mucho que te apreceo,

 

 

 

y queste es un escareo

255

 

 

al ñudo, de patrio viejo,

 

 

 

pues por ninguna te dejo

 

 

 

y hasta durmiendo te veo.

 

 

 

 

   Aura llevan unas gorras,

 

 

 

llenas de plumas y flecos,

260

 

 

como las de esos muñecos

 

 

 

para espantar las cotorras,

 

 

 

que las chacareras zorras

 

 

 

colocan en los sembraos.

 

 

 

Los vestidos ajustaos,

265

 

 

pa que uno la vista fije

 

 

 

en aquello que te dije,

 

 

 

que va todo señalao.

 

 

 

 

   Con agua blanca y de rosas

 

 

 

llevan el cutis pintao;

270

 

 

los labios, por de contao,

 

 

 

y los ojos, y otras cosas.

 

 

 

Hay morochas muy hermosas,

 

 

 

que usan trenza y peluquete

 

 

 

rubio, pa afrentarse al cuete,

275

 

 

y por seguir la modita,

 

 

 

hay quien se pone, Benita,

 

 

 

una pluma en el copete.

 

 

 

 

   Con una cincha ajustada

 

 

 

van toditas, por demás,

280

 

 

empujándose pa atrás

 

 

 

las tripas y riñonada.

 

 

 

Como una cabra asustada

 

 

 

caminan dando saltitos,

 

 

 

pues llevan los zapatitos

285

 

 

estrechos y puntiagudos,

 

 

 

los pieses medio desnudos,

 

 

 

y una cuarta de taquitos.

 

 

 

 

   De los mozos ¡no hay que hablar!

 

 

 

son unos desajeraos;

290

 

 

van toditos afaitaos

 

 

 

como bolas de billar.

 

 

 

Uno no sabe acertar

 

 

 

el ques hombre u es mujer,

 

 

 

pues vos no llegás a ver

295

 

 

un centenar con bigote,

 

 

 

y tomas por monigote,

 

 

 

al hombre de más valer.

 

 

 

 

   Cansao de tanto mirar

 

 

 

aquel mar de lucerío.

300

 

 

De sentir el griterío

 

 

 

y oír las bamdas rebuznar,

 

 

 

dije: -Vamos a cenar.

 

 

 

-¿Ande? -dijo él.

 

 

 

                               -A un fondín.

 

 

 

-Mire, amigo don Martín,

305

 

 

lo mejor y más barato,

 

 

 

es dirnos aura pa un treato,

 

 

 

y cenar después del fin.

 

 

 

 

   -Como guste -dije yo-,

 

 

 

anque me silban las tripas...

310

 

 

-Tomemos dos sonceritas

 

 

 

ahí enfrente -y me llevó

 

 

 

a un café, donde pidió

 

 

 

unos sangüiches de queso,

 

 

 

dos chopes, y ya con eso

315

 

 

medio medio nos aviamos,

 

 

 

y ansina que despachamos

 

 

 

laimos un papel impreso,

 

 

 

 

   en que todas las funciones

 

 

 

estaban de aquella noche...

320

 

 

¡Virgen Santa! ¡Qué derroche

 

 

 

de farras y diversiones!

 

 

 

Todas eran tentaciones

 

 

 

para mi amigo el pueblero,

 

 

 

pues yo, como hombre campero,

325

 

 

estaba, sin colegir

 

 

 

ande debíamos dir,

 

 

 

ni lo quera lindo o fiero.

 

 

 

 

   Al fin el hombre me dijo:

 

 

 

-Ésta es medio rigular.

330

 

 

Creo que le ha de gustar

 

 

 

más rair que llorar, de fijo.

 

 

 

-Ansina es...

 

 

 

                       -Pues ésta elijo.

 

 

 

Llamó al mozo, le pagó,

 

 

 

y al salir me preguntó:

335

 

 

¿Conoce a Parra?

 

 

 

                               -¡Qué cosa!

 

 

 

¡Si soy del lao de Mendoza!

 

 

 

¡Si habré visto parras yo!

 

 

 

 

   Perdoname, mi viejita

 

 

 

si aquí esta carta termino;

340

 

 

siento como un remolino

 

 

 

en mi cabeza, Benita.

 

 

 

Es una cosa infinita

 

 

 

   contar esta fiesta loca,

 

 

 

y la razón se me apoca,

345

 

 

almariao por esta trilla,

 

 

 

que esto es como pesadilla

 

 

 

de los que duermen de boca.

 

 

 

 

 

 

 

Carta segunda

 

 

El gaucho Martín Oro, elogia las prendas morales de su amigo Nicanor. -Describe los tranvías, los automóviles y los coches particulares y placeros. -Asiste a una función teatral. -A la salida, Nicanor lo invita para ir a una casa de juego. El gaucho se excusa. -Nicanor anda escaso de dinero, y, con rubor, se lo confiesa a Martín Oro. -Éste en un rasgo de caballeresca generosidad, se desprende el tirador y se lo ofrece al pueblero. -Nicanor, meticulosamente, acepta una pequeña cantidad, restituyendo el resto, entre el que hay un gran envoltorio, a los bolsillos del tirador. -Martín se retira cansado, y al dormirse, tiene recuerdos tiernos para su rancho.

                                

   ¡Qué noche! ¡Si no he podido

 

            

 

dormir un solo momento!

 

 

 

¡Si no sé lo que te escribo

 

 

 

ni tampoco lo que pienso!

 

 

 

Ese pueblero ladino

5

 

 

me ha hecho daño a sigún creo.

 

 

 

El hombre se ha aquerenciao

 

 

 

con mi persona, lo mesmo

 

 

 

quesos perros extraviaos,

 

 

 

con el primer pasajero;

10

 

 

pero yo también, Benita,

 

 

 

siento por él un afeto,

 

 

 

como si lo conociera

 

 

 

quién sabe dende qué tiempo.

 

 

 

Anoche, como te dije,

15

 

 

juimos al triato... ¡Yo creo

 

 

 

que si no reventé anoche,

 

 

 

ya ni de chocho reviento!

 

 

 

 

   Pero esperá que te diga

 

 

 

aquí una cosa primero,

20

 

 

que no sé cómo olvidada

 

 

 

se quedó en mi pensamiento.

 

 

 

Pa andar en esta ciudá,

 

 

 

ques mil veces nuestro pueblo,

 

 

 

hay pa todas diresiones

25

 

 

unos cochazos inmensos,

 

 

 

que aquí los llaman tranguáys

 

 

 

en un idioma extranjero.

 

 

 

Esos cochazos que llevan

 

 

 

en su respetivo asiento,

30

 

 

o parao en poteformas,

 

 

 

un mundo de pasajeros,

 

 

 

no los tira ningún bicho

 

 

 

como guay, caballo, u perro;

 

 

 

van solitos, disparando

35

 

 

sobre unas barras de acero,

 

 

 

igual quel fierro-carril

 

 

 

que vos y yo conocemos,

 

 

 

pero sin locometiva,

 

 

 

ni agua caliente, ni fuego.

40

 

 

Aquí pa los dos... (mirá:

 

 

 

antes rezá un pagre nuestro)

 

 

 

Aquí pa los dos, Benita,

 

 

 

que anda ahí el diablo, sospecho,

 

 

 

porque ansina que se ponen,

45

 

 

en rigular movimiento,

 

 

 

echan pua arriba y abajo

 

 

 

un chisperío de fuego,

 

 

 

y hacen un quejido largo

 

 

 

y triste como un lamento,

50

 

 

mientras suena una campana

 

 

 

cual si tocaran a muerto.

 

 

 

Van a la juria, eso sí,

 

 

 

y si algún cristiano lerdo

 

 

 

se atraviesa por delante,

55

 

 

mientras viene como el viento,

 

 

 

no le queda para muestra

 

 

 

de la osamenta ni un güeso.

 

 

 

Otra cosa muy extraña...

 

 

 

(¡Invención de los porteños!)

60

 

 

Es el tomóvil, un coche

 

 

 

pa la familia, por cierto,

 

 

 

que corre como una gama

 

 

 

perseguida por los perros,

 

 

 

sin que naides lo arrempuje

65

 

 

ni lo tire, por supuesto.

 

 

 

Lo que sí, que es jediondazo

 

 

 

a más no poder, lo mesmo

 

 

 

que un zorrino enamorao,

 

 

 

cuando en las noches de invierno,

70

 

 

en los campos escarchaos

 

 

 

lo acosan los ovejeros.

 

 

 

   Hay otros coches también,

 

 

 

unos viejos, otros nuevos,

 

 

 

cerraos como cajoncitos

75

 

 

con vigrios, otros abiertos,

 

 

 

con mozos que los manejan

 

 

 

con unos futraques nuevos,

 

 

 

todos llenos de botones

 

 

 

relumbrosos, y sombreros

80

 

 

como faroles, grandotes,

 

 

 

y aforraos en cierto-pelo

 

 

 

lustroso y más renegrido,

 

 

 

que lomo de gato negro.

 

 

 

Los que les llaman de plaza,

85

 

 

son fierazos por extremo,

 

 

 

y van manejaos por tanos

 

 

 

que da risa al solo verlos,

 

 

 

pues tanto como son limpios

 

 

 

los de la gente de pesos,

90

 

 

son estos de desasiaos,

 

 

 

lo mesmo que pordioseros.

 

 

 

Ésos sí, llevan caballos,

 

 

 

y ansina el caso es lo mesmo:

 

 

 

Los de los ricos... ¡qué pingos!

95

 

 

Los de plaza... ¡puros güesos!

 

 

 

 

   Aura te hablaré del triato

 

 

 

que dejé por un momento:

 

 

 

¡Qué función tan cosa papa!

 

 

 

Pa la risa, por supuesto.

100

 

 

Figúrate un tano sonso,

 

 

 

que se ha casao medio viejo

 

 

 

con una china bonita,

 

 

 

y sin canas en el pelo,

 

 

 

a la que le arrastra el ala

105

 

 

un compadrito orillero,

 

 

 

desos que viven de arriba,

 

 

 

haraganes y sin medio,

 

 

 

confiao en otros como él,

 

 

 

u en la pobre "pior es menos,

110

 

 

a la que le hace el amor,

 

 

 

para vivir de sus pesos.

 

 

 

La casa es un hospital

 

 

 

de esos que llaman "loqueros",

 

 

 

pues allí vive un mamao,

115

 

 

que dice que fue gobierno,

 

 

 

una vieja y su hija loca,

 

 

 

de las que es guay pertiguero,

 

 

 

otro viejo más borracho

 

 

 

que un barril con caña adentro.

120

 

 

Pero lo mejor de todo,

 

 

 

es otro tano muy fiero,

 

 

 

aficionao a las farras,

 

 

 

que ha formao como un rodeo

 

 

 

de locos de todas layas,

125

 

 

tocadores de estrumentos,

 

 

 

ansina como la banda

 

 

 

ésa que toca en el pueblo,

 

 

 

que ni Dios mesmo la entiende,

 

 

 

puro bombo y puro viento.

130

 

 

   Aura verás lo mejor:

 

 

 

es carnaval. Un estruendo

 

 

 

se siente por tuitas partes

 

 

 

de cantos y de titeos.

 

 

 

La china del tano sonso

135

 

 

se escapa con su muñeco,

 

 

 

dejando al marido bruto

 

 

 

que de todo tiene miedo,

 

 

 

mirando el humo de un pito

 

 

 

cargao con tabaco fiero.

140

 

 

   El mamao, medio dotor,

 

 

 

anda armao con un espejo

 

 

 

pa que toditos se miren,

 

 

 

a ver si son ellos mesmos.

 

 

 

Las otras mozas del patio,

145

 

 

se han disfrazao, y lo mesmo

 

 

 

hace el tano de la banda,

 

 

 

que se presienta muy fresco,

 

 

 

vestido de ray de bastos

 

 

 

con un garrote u talero,

150

 

 

haciendo tocar un tango

 

 

 

a su comparsa de perros.

 

 

 

Dentra la china traidora,

 

 

 

trenzada a su compañero;

 

 

 

el marido la repriende,

155

 

 

ella lo manda a paseo,

 

 

 

el carcamán ruempe el pito

 

 

 

la mujer larga un ¡Me muero!

 

 

 

El compadre le hace frente,

 

 

 

pela el gringo un facón viejo;

160

 

 

la hacienda se hace un ovillo,

 

 

 

y pone el grito en el cielo;

 

 

 

todos corren asustaos,

 

 

 

y en medio del entrevero,

 

 

 

el tano caza al compadre,

165

 

 

y de un puntazo tremendo,

 

 

 

lo despacha al otro mundo,

 

 

 

despanzurrao como un perro.

 

 

 

   Cai una cortina grande,

 

 

 

tapando todito aquello,

170

 

 

tal vez por la autoridá

 

 

 

que ya la cosa anda oliendo,

 

 

 

pero la gente gritona,

 

 

 

sin ver quel asunto es serio,

 

 

 

palmotea, patalea,

175

 

 

y grita ques un contento.

 

 

 

   Se levanta la cortina.

 

 

 

¿Y qué te pensas que veo?

 

 

 

¡Pues riyendo y saludando,

 

 

 

Benita, al compadre muerto!

180

 

 

¡Me da una rabia!... Te juro

 

 

 

que si más cerca lo tengo,

 

 

 

le hago bajar los calzones,

 

 

 

y le doy un vapuleo,

 

 

 

pa que tenga más vergüenza,

185

 

 

y no se haga el zorro viejo,

 

 

 

y no nos robe la plata,

 

 

 

con farsas y fingimientos.

 

 

 

 

   Mi amigo don Nicanor,

 

 

 

(que así se llama el pueblero)

190

 

 

quería correr la farra

 

 

 

por el barrio de Palermo,

 

 

 

llevándome a visitar

 

 

 

a un dotor, que en el gobierno

 

 

 

tiene yo no sé que mando,

195

 

 

u negocio, ansina desos

 

 

 

que plumean todo el día,

 

 

 

y por la noche lo mesmo.

 

 

 

Dice que en aquella casa,

 

 

 

naides jamás tiene sueño,

200

 

 

y hay bailoteo y jarana,

 

 

 

música, chupis, y juego.

 

 

 

Que hay mozas rigularotas,

 

 

 

(mejorando tu recuerdo)

 

 

 

muy ladinas y educadas,

205

 

 

y mansitas para el freno.

 

 

 

Yo que soy tu amante fiel,

 

 

 

incapaz de hacerte un feo...

 

 

 

porque el que nació güen mozo,

 

 

 

no puede hacer nada de eso,

210

 

 

a don Nicanor le digo:

 

 

 

-En ese trato no dentro.

 

 

 

Yo tengo mi mujercita,

 

 

 

a la que adoro y respeto.

 

 

 

-Pero ésa no está presiente.

215

 

 

-¿Qué me importa que esté lejos,

 

 

 

si con los ojos del alma

 

 

 

a todas horas la veo?

 

 

 

Vaya amigazo usté solo,

 

 

 

y si precisa dinero...

220

 

 

   El hombre andaba cortao

 

 

 

con el gasto que había hecho,

 

 

 

y colorao como un pavo,

 

 

 

me dijo, medio riyendo:

 

 

 

-¡Había sido adivino

225

 

 

este don Martín, lo mesmo

 

 

 

que el médico Penadés,

 

 

 

que cura a cualquier enfermo,

 

 

 

con nada más que mirar

 

 

 

el retrato de su agüelo!

230

 

 

-¿Por qué lo dice, cuñao?...

 

 

 

-Porque me ha dao en el mesmo

 

 

 

centro de la matadura...

 

 

 

¡Si deso estoy padeciendo!...

 

 

 

Vea mi porta-moneda...

235

 

 

Con esto tan solo cuento:

 

 

 

dos nales y algunos niques...

 

 

 

Calculé mal, aparcero,

 

 

 

y no saqué de mi bolsa,

 

 

 

ni pa hacer cantar un ciego.

240

 

 

Mañana...

 

 

 

                   -¡Cierre la boca

 

 

 

y no me siga ofendiendo!

 

 

 

¡Que mañana, ni mañana!

 

 

 

¿Cree que soy un pordiosero?

 

 

 

¿O piensa que Martín Oro,

245

 

 

se largó del campo al pueblo,

 

 

 

pa que lo mantenga naides,

 

 

 

y andar la leche escondiendo?

 

 

 

Y ya el tirador di güelta,

 

 

 

y ya lo abrí todo entero,

250

 

 

y ya eché sobre la mesa

 

 

 

todito el rollo de pesos.

 

 

 

-¡Tome, amigazo! -le dije,

 

 

 

arrenpujando el dinero-

 

 

 

¡Tome lo que le haga falta,

255

 

 

igual que si de usté mesmo

 

 

 

fueran estos pesos sucios

 

 

 

y todo cuanto yo tengo!

 

 

 

¡Tome, y vaya a divertirse,

 

 

 

si tienes ganas de hacerlo,

260

 

 

y dele al alma lo suyo,

 

 

 

y al cuerpo, lo ques del cuerpo!

 

 

 

 

   Se le saltaron las lágrimas

 

 

 

al pobre mozo, y un beso

 

 

 

me quizo dar en la mano,

265

 

 

que yo retiré corriendo.

 

 

 

Después, con mucha vergüenza

 

 

 

y como agarrando fuego,

 

 

 

colorao como un tomate,

 

 

 

y mil disculpas pidiendo,

270

 

 

agarró... quién sabe cuanto,

 

 

 

que yo para no ofenderlo,

 

 

 

me hice ansina el que miraba

 

 

 

por las vigrieras, el tiempo,

 

 

 

mientras él, todo cortao

275

 

 

al tirador me echó el resto,

 

 

 

Diciéndome: -Güeno, amigo,

 

 

 

por obedecerle aceto;

 

 

 

pero mañana...

 

 

 

                          -¡Otra vez!

 

 

 

¡Punto en boca, o lo peleo!

280

 

 

Aura lo que sí le pido,

 

 

 

es que me llame un cochero

 

 

 

y me mande pa la casa

 

 

 

de don Rebollo. Estoy muerto

 

 

 

de cansao, tengo los pieses

285

 

 

hinchaos como dos escuerzos,

 

 

 

y la cabeza aturdida,

 

 

 

y como mamao de sueño.

 

 

 

 

Ya por supuesto a estas horas,

 

 

 

estarás prendiendo fuego,

290

 

 

y el gallo giró, en el tala,

 

 

 

su diana habrá echao al viento.

 

 

 

Ya ves que te recordé

 

 

 

en medio de aquel infierno

 

 

 

de bullas y tentaciones,

295

 

 

que con mi amor no pudieron;

 

 

 

y te tengo tan presiente,

 

 

 

Benita, en este momento,

 

 

 

que apenas me he levantao,

 

 

 

mando esta carta al correo.

300

 

 

 

 

 

 

Carta tercera

 

 

Nicanor ha desaparecido. -El paisano está intranquilo, pues piensa que puede haberle sucedido algo grave a su amigo. -Lee en un diario el anuncio de la revista naval, y se decide a asistir. -Se embarca en el Golondrina. -Incidentes cómicos a bordo. -Principio de mareo. -Hace amistad con un italiano que lo tonifica con su vino. -Empieza la revista. -La describe con entusiasmo aunque trabucando muchas cosas. -Los torpederos. -Las gaviotas. -Las señales. -Bautismo naval del gaucho. -Gran cansancio.

                                 

   Cuanto más cavilo yo

 

           

 

en las cosas que han pasao,

 

 

 

más el mate, embarullao,

 

 

 

se me güelve un pororó.

 

 

 

No sé ni puande empezar,

5

 

 

pa seguir mi referencia

 

 

 

que ni de un dotor la sencia

 

 

 

alcanzaría a explicar.

 

 

 

   ¡Y aura que a Don Nicanor

 

 

 

no veo, vivo ni muerto,

10

 

 

que con su ayuda, de cierto,

 

 

 

podría hacerlo mejor!...

 

 

 

Yo no sé lo que será

 

 

 

de ese mozo tan cumplido,

 

 

 

que se ha desaparecido

15

 

 

sin que se sepa ande está.

 

 

 

Al patrón del almacén,

 

 

 

le pregunté, y se riyó.

 

 

 

-No se aflija -contestó-

 

 

 

que lo ha de pasar muy bien.

20

 

 

-¿Y ande vive?

 

 

 

                          -No lo sé,

 

 

 

y aquí ninguno lo sabe.

 

 

 

Ése vive como esa ave,

 

 

 

que canta y naides la ve.

 

 

 

-A la cuenta será brujo.

25

 

 

-¡Y no más puede que fuera!

 

 

 

-¡Dejarme de esta manera

 

 

 

después que él fue quien me trujo!

 

 

 

-¡No se queje, don Martín,

 

 

 

de su amigo el resertor.

30

 

 

Tal vez que sea mejor

 

 

 

que lo haiga dejao al fin!

 

 

 

 

   Mucho me ha hecho cavilar

 

 

 

esta razón del pulpero,

 

 

 

porque mi amigo el pueblero,

35

 

 

a mí no me ha dao que hablar,

 

 

 

él me sacó de un tirón,

 

 

 

cuando yo andaba perdido,

 

 

 

entre el bullicio y el ruido

 

 

 

dese infierno de Estación.

40

 

 

Él me trujo a este almacén,

 

 

 

él me llevó pal poblao,

 

 

 

pal treato... pa todo lao,

 

 

 

siempre portándose bien.

 

 

 

¿Quién sabe, si allá, en Palermo,

45

 

 

pande llevarme quería,

 

 

 

en alguna tropelía

 

 

 

se metió u estará enfermo...?

 

 

 

En fin, yo tengo pa mí,

 

 

 

quel hombre debe volver;

50

 

 

él no se puede perder,

 

 

 

siendo tan vaquiano aquí.

 

 

 

 

   Vos pensarás, mi Benita,

 

 

 

que yo ando aquí voraciando,

 

 

 

como Anchorena gastando...

55

 

 

pues no he tocao la platita

 

 

 

que truje de capital

 

 

 

en el prencipal bolsillo

 

 

 

del tirador, pa un padrillo

 

 

 

ver si compro en la Rural.

60

 

 

   La noche quel tirador

 

 

 

puse a la desposición,

 

 

 

(con todo mi corazón)

 

 

 

del amigo Nicanor,

 

 

 

este mozo fue tan fino,

65

 

 

que apenas un papel chico,

 

 

 

acetó de mi bolsico

 

 

 

ande guardo el macuquino;

 

 

 

pues, lo ques el rollo aquel,

 

 

 

está como lo pusiste

70

 

 

vos, cuando lo envolviste

 

 

 

con cuidao en un papel.

 

 

 

   Aura, pues, con atención,

 

 

 

lee, china, lo que te digo,

 

 

 

porque a mi modo, prosigo

75

 

 

esta larga relaición.

 

 

 

En un dario que aquí leo,

 

 

 

de los muchos que han largao,

 

 

 

vi, lindamente pintao,

 

 

 

de barquerío un rodeo.

80

 

 

Cada buque parecía,

 

 

 

por sus señores cañones,

 

 

 

(que han de ser como frisones)

 

 

 

en custión de artillería)

 

 

 

un fortín en flotación,

85

 

 

como pa hacer le patancha,

 

 

 

a quien dentrara en la cancha

 

 

 

con soberbias de matón.

 

 

 

 

   En el ato colegí,

 

 

 

que esos barcasos, por cierto,

90

 

 

eran los mesmos que al puerto

 

 

 

atracaos más antes vi.

 

 

 

Y ya, como es natural,

 

 

 

fui a preguntarle al pulpero

 

 

 

-¿Qué es esto?

 

 

 

                         -¿No ve el letrero?

95

 

 

"La gran revista naval"

 

 

 

-¿Y eso, ande fue?

 

 

 

                                -No, no ha sido;

 

 

 

hoy mesmo debe de ser.

 

 

 

-¿Y cómo han podido ver?...

 

 

 

-Lo soñó alguno dormido.

100

 

 

   -Por dir a verla, cuñao,

 

 

 

yo no sé lo que daría.

 

 

 

¡Yo creo que empeñaría

 

 

 

hasta mi mesmo chapiao!

 

 

 

Yo nunca vide estos barcos

105

 

 

tan raros y tan grandotes;

 

 

 

solo he visto camalotes,

 

 

 

que boyaban en los charcos.

 

 

 

-¿Y por qué no se arremanga,

 

 

 

y se larga pa aquel lado?

110

 

 

-¿Y cómo me voy? ¿A nado?

 

 

 

-Si hay de lanchas una manga,

 

 

 

que por unos pocos pesos,

 

 

 

lo llevan en un bolido,

 

 

 

bien cuidao y mantenido,

115

 

 

ande están los buques esos.

 

 

 

-Su noticia no me alegra;

 

 

 

   me asusta el agua...

 

 

 

                                    -¡Pavada!

 

 

 

Si usté cai al agua, nada.

 

 

 

-¿Yo nadar? ¡Cimo una piegra!

120

 

 

Mire amigazo: contento

 

 

 

debe estar uno en lo suyo,

 

 

 

pues dende Dios, hasta el yuyo,

 

 

 

todo tiene su elemento.

 

 

 

Para vestirse, los trapos,

125

 

 

para el gallo las gallinas,

 

 

 

el hombre para las chinas,

 

 

 

y para el agua, los zapos.

 

 

 

¡No importa! En esta ocasión

 

 

 

voy a ver si me resfalo,

130

 

 

y ansina, agarrao de un palo,

 

 

 

puedo ver esa función.

 

 

 

 

   Mesmamente me largué

 

 

 

pal puerto, sin pensar más,

 

 

 

y aura Benita, verás

135

 

 

las cosas que allí pasé.

 

 

 

En un buque larguirucho

 

 

 

que le llaman "Golondrina",

 

 

 

y que no es de largo, ansina,

 

 

 

como el galpón, ni con mucho,

140

 

 

dentro al igual de carneros

 

 

 

amontonáos en el brete,

 

 

 

un gentío... ¡La gran siete!...

 

 

 

De purititos puebleros.

 

 

 

Yo era el solo pajuerano

145

 

 

que me hallaba en la runión,

 

 

 

y ya la mulmuración

 

 

 

empezó sobre el paisano.

 

 

 

   -¡Che! -decía un cajetilla,

 

 

 

a otro bisojo y flacucho-

150

 

 

¡Te vas a divertir mucho

 

 

 

en cuanto empiece la trilla!

 

 

 

Mirálo a aquel que te dije,

 

 

 

como al palo se ha agarrao...

 

 

 

Creo que ya está almariao...

155

 

 

¿No lo ves como se aflige?

 

 

 

Decile que los botines

 

 

 

se saque, y el tirador:

 

 

 

ansina estará mejor

 

 

 

pa largar los chinchulines.

160

 

 

   -¿A qué vendrá entre la gente

 

 

 

-decía otro- este pollino?

 

 

 

Y otro decía: -Éste vino

 

 

 

como vendría Vicente,

 

 

 

¿qué experencia, o que leición

165

 

 

de este ato para él saldrá?

 

 

 

-Ninguna, pues sacará,

 

 

 

lo que el negro del sermón.

 

 

 

 

   Que todito aquel responso

 

 

 

era pa mí, lo sabía,

170

 

 

pero yo, china, me hacía

 

 

 

a sus malicias el sonso.

 

 

 

Era inútil retrucar,

 

 

 

ni andar allí con custiones,

 

 

 

y más, cuando a trompezones,

175

 

 

comenzó el buque a bailar.

 

 

 

¡Dios mío! ¡Qué desconsuelo!

 

 

 

¡Qué ascos y descomposturas,

 

 

 

te dentran en las achuras,

 

 

 

cuando se te mueve el suelo!

180

 

 

Los pieses los sentís flojos,

 

 

 

las manos, por decontao,

 

 

 

el cuerpo como apaliao,

 

 

 

y medio bizcos los ojos;

 

 

 

frío, sentís, y calor,

185

 

 

sin razón ni fundamento,

 

 

 

y en ese mesmo momento

 

 

 

sos yelo y chorriás sudor.

 

 

 

En la forma más extraña,

 

 

 

un trompo se te hace todo,

190

 

 

y te echás, del mesmo modo

 

 

 

que perdiz cazada a caña.

 

 

 

Yo miré a mi alrededor,

 

 

 

coñaque u caña buscando,

 

 

 

cuando media res colgando

195

 

 

en el cerco del vapor,

 

 

 

a los mozos infelices

 

 

 

que endenantes me chuliaban,

 

 

 

vi, que las tripas echaban

 

 

 

por la boca y las narices.

200

 

 

¡Velay! Lo que me pasó

 

 

 

paradentro, yo no sé

 

 

 

pero me parece que

 

 

 

verlos así, me curó.

 

 

 

Y a un tano que allí pasaba,

205

 

 

muy alegre y muy ladino,

 

 

 

y que a un botellón de vino

 

 

 

de cuando en cuando besaba,

 

 

 

le dije: -Vea amigazo,

 

 

 

que todos semos hermanos,

210

 

 

igual cuando la empinamos,

 

 

 

u revoliamos el lazo.

 

 

 

Aura está usté en su elemento,

 

 

 

metiendo el cuerpo en calor,

 

 

 

y pasa, muy sí señor,

215

 

 

feliz, alegre y contento,

 

 

 

mientras yo, desesperao,

 

 

 

forcejeo una cinchada,

 

 

 

pa no largar la mascada

 

 

 

conque me he desayunao.

220

 

 

El gringo aquel, bonachón,

 

 

 

me alargó su vino seco,

 

 

 

y en su edioma me dijo: -¡Ecco!

 

 

 

E pegalé in chopetón.

 

 

 

Dejuro que no le hice asco,

225

 

 

y a la viuda me prendí,

 

 

 

de modo que me bebí

 

 

 

de in chopetón, medio frasco.

 

 

 

-¡Dispense si me he pasao

 

 

 

-dije, al volverle su prenda

230

 

 

al nápoles -¡No se ofienda,

 

 

 

pero estaba trasijao!

 

 

 

Miró el hombre despacito

 

 

 

el frasco, y tirando un pucho,

 

 

 

dijo: -Ma... sá dun gabacho,

235

 

 

¿Qui había sido in mosquito?

 

 

 

Después, alegres los dos,

 

 

 

nos raimos de buena gana,

 

 

 

y seguimos la jarana

 

 

 

como dos almas de Dios.

240

 

 

 

   En la fregata "Sarmiento",

 

 

 

que ha dao güelta al mundo entero,

 

 

 

llevando de pasajero

 

 

 

al muchachaje contento,

 

 

 

que a manejar el timón,

245

 

 

ques en los barcos la rienda,

 

 

 

ha puesto allí, pa que aprienda

 

 

 

el jefe de la nación,

 

 

 

entre una porción de gente,

 

 

 

rica, copetuda, ¡amacho!...

250

 

 

Puro bordao y plumacho,

 

 

 

estaba allí el Presidente.

 

 

 

Y ansina, como una santa,

 

 

 

por los manates rodiada,

 

 

 

atendida y festejada,

255

 

 

se vía también la Infanta.

 

 

 

Con una cara de bueno,

 

 

 

anque tristón y callao,

 

 

 

estaba dellos al lao,

 

 

 

el Presidente Chileno.

260

 

 

   Nos puso en nuestro lugar

 

 

 

una lanchita a vapor,

 

 

 

y ya comenzó el furor

 

 

 

del cañoneo a tronar.

 

 

 

Por delante de la lista

265

 

 

del buquerío presente,

 

 

 

el buque del Presidente,

 

 

 

comenzó a pasar revista.

 

 

 

Las orejas me tapé,

 

 

 

porque era aquello tremendo;

270

 

 

¡Qué cañoneo! ¡Qué estruendo!

 

 

 

¡Mesmo sordo, me quedé!

 

 

 

Las bandas, por decontao,

 

 

 

ya extrañas u nacionales.

 

 

 

Dele, dele, al ¡Oi mortales!

275

 

 

¡Nuestro ino, tan adorao!

 

 

 

Igual que monos, arriba

 

 

 

trepaos, los marinos todos,

 

 

 

gritaban de varios modos

 

 

 

unos ¡burra! y otros ¡viva!

280

 

 

Tal vez algo se te ocurra

 

 

 

de ese modo de gritar,

 

 

 

pues yo he entrao a cavilar

 

 

 

¿por qué gritarían ¡burra!?

 

 

 

   Una vez en posesión

285

 

 

los buques de su lugar,

 

 

 

dieron orden de largar,

 

 

 

y empezó la procesión.

 

 

 

Lo mesmo que parejeros,

 

 

 

a rigor de rebencazos,

290

 

 

echando fuego y humazos,

 

 

 

pasaron los torpederos.

 

 

 

No encuentro palabra alguna

 

 

 

pa decir lo que sentí,

 

 

 

cuando a aquellos buques vi,

295

 

 

pasar cubiertos de espuma,

 

 

 

y haciéndose chiquititos,

 

 

 

entre el agua que cortaban,

 

 

 

mientras las olas que alzaban

 

 

 

nos hacían dar brinquitos.

300

 

 

El fin de aquel entrevero

 

 

 

mesmamente no lo vi;

 

 

 

porque hambriento me prendí

 

 

 

a una juente de puchero,

 

 

 

quel tano, mi compañero,

305

 

 

pal uñate como luz,

 

 

 

le había hecho repeluz

 

 

 

a su amigo el cocinero.

 

 

 

Ya con el noque relleno

 

 

 

y con un taco de vino,

310

 

 

subimos... Un remolino

 

 

 

de barcos, dentro de un trueno

 

 

 

de músicas, cañonazos,

 

 

 

¡Vivas! ¡Burras! ¡Griterío!

 

 

 

Palmoteos del gentío,

315

 

 

y hasta besos, y hasta abrazos.

 

 

 

Muy patente me hizo ver,

 

 

 

aunque no soy adivino,

 

 

 

quel patriotismo y el vino

 

 

 

se daban a conocer.

320

 

 

Vi en ese mesmo momento...

 

 

 

(Lo que parece una broma)

 

 

 

¡Aquí nada la paloma

 

 

 

como en su propio elemento!

 

 

 

Estaba llena la mar,

325

 

 

mesmo como una nevada,

 

 

 

de una nube, una bandada,

 

 

 

que no hay ningún palomar

 

 

 

que pueda tenerla así.

 

 

 

Todas blancas, de un color,

330

 

 

con el piquito rosao

 

 

 

y todas, por decontao,

 

 

 

como charlando entre sí.

 

 

 

   ¡Ma mirra cuanto gaviano!

 

 

 

Dijo el tano alegremente,

335

 

 

gaviano, seguramente,

 

 

 

es paloma, en italiano.

 

 

 

Dentro el buque a caminar

 

 

 

como con rumbo pal puerto,

 

 

 

y yo de cansancio muerto,

340

 

 

recién dentré a respirar.

 

 

 

Allá en los barcos grandotes,

 

 

 

la gente se amontonaba,

 

 

 

y por escalas bajaba

 

 

 

y se metía en los botes,

345

 

 

mientras que en un redondel,

 

 

 

u mangrullo de soguitas,

 

 

 

un mozo con banderitas,

 

 

 

señas hacía en tropel:

 

 

 

y dentro del entrevero

350

 

 

salía un canto finito,

 

 

 

ansí como el golgorito

 

 

 

que hace en un tala un silguero.

 

 

 

El tano, ques un pillastre,

 

 

 

y da bromas a su agüelo,

355

 

 

me dijo: Mirra, esso uchello,

 

 

 

Si le yama contramastre.

 

 

 

En eso... El diablo Benita

 

 

 

no duerme... Un mozo al pasar,

 

 

 

quizo tirar agua al mar

360

 

 

y me la zampó todita...

 

 

 

Iba a darle... pero al fin

 

 

 

dijo el tano... ¡Per sa mama!...

 

 

 

Ésa e la sorte, e se yama,

 

 

 

Battesimo, don Martín.

365

 

 

   Al oscurecer llegamos

 

 

 

al puerto: estaba molido

 

 

 

estropiao y dolorido,

 

 

 

y ahí mesmo desembarcamos.

 

 

 

Ansina, a lo de Rebollo

370

 

 

caí esa noche cansao,

 

 

 

tuavía medio almariao,

 

 

 

y hecho sopa como un pollo.

 

 

 

 

 

Carta cuarta

 

 

¡25 de Mayo! -La noche. -La madrugada. -Saludo al sol de Mayo. -El himno cantado por los niños. -Enternecimiento. -El hogar y la patria. -Fe en el porvenir. -El desfile de las tropas. -La llegada de la comitiva oficial. -Admiración por el "piqeur" del tren presidencial. -La Infanta. -Embajadores y delegados. -Entrada al Tedeum.

                                

   Hoy "¡25 de Mayo

 

          

 

de mil novecientos diez!"

 

 

 

me he levantao a las tres,

 

 

 

para ver el primer rayo

 

 

 

de nuestro sol venerao,

5

 

 

el que en los cielos impera,

 

 

 

el que en la patria bandera

 

 

 

¡con gloria el mundo ha pasiao!

 

 

 

Estaba escuro: el pampero

 

 

 

volando alegre pasaba,

10

 

 

y allá a lo lejos brillaba

 

 

 

pal lao del río el lucero.

 

 

 

Arriba de la ciudá,

 

 

 

se vía un gran resplandor,

 

 

 

y se sentía un rumor

15

 

 

como de una tempestá,

 

 

 

desas que vienen rodando

 

 

 

con los negros nubarrones,

 

 

 

que parecen train cañones

 

 

 

que vinieran fogoniando.

20

 

 

A veces, gritos sin fin

 

 

 

hacían temblar la tierra,

 

 

 

como en un campo de guerra

 

 

 

 

el alariar de un clarín.

 

 

 

Otras, una palmotiada

25

 

 

cruzaba muy alto el cielo,

 

 

 

igual que si fuera el vuelo

 

 

 

aletiao de una bandada.

 

 

 

Yo creiba ser el primero

 

 

 

que me hubiera levantao,

30

 

 

pero me había engañao

 

 

 

en este orgullo altanero.

 

 

 

Nadie en el pueblo dormía,

 

 

 

todos con ansia esperaban,

 

 

 

a que el naciente alumbraran

35

 

 

las luces del nuevo día.

 

 

 

Sin esperar la llegada

 

 

 

del amigo Nicanor,

 

 

 

ya me dentró un escozor

 

 

 

de largar la disparada.

40

 

 

Y a la juría, como un rayo,

 

 

 

ya le empecé a menudiar

 

 

 

un trote muy rigular,

 

 

 

pa la Avenida de Mayo.

 

 

 

   Cuando llegué a aquel plazón,

45

 

 

que más antes te nombré,

 

 

 

ya llenito lo encontré

 

 

 

de cristianos en montón.

 

 

 

Ya empezaron a llegar

 

 

 

muchachos como hormiguero,

50

 

 

y ya dentró el entrevero

 

 

 

de ¡vivas! y el palmotiar.

 

 

 

Los chiquilines ufanos,

 

 

 

traían cintas de colores

 

 

 

patrios, y ramos de flores,

55

 

 

en el pecho y en las manos.

 

 

 

Y en cada escuadrón, ansina,

 

 

 

como de madre sirviendo,

 

 

 

iba el vientito batiendo,

 

 

 

una bandera Argentina.

60

 

 

   En el corazón sentí,

 

 

 

como un ñudo de pesar,

 

 

 

al no poder ver formar

 

 

 

a nuestros hijos allí,

 

 

 

y más, cuando un redepente,

65

 

 

de golpe, de zopetón,

 

 

 

cruzó un trueno de cañón

 

 

 

y un repicar imponente,

 

 

 

y todo el pueblo, enterito,

 

 

 

entusiasmao, soberano,

70

 

 

como de un solo cristiano

 

 

 

largó a las nubes un grito.

 

 

 

Grito que nunca se oyó

 

 

 

igual en el mundo entero,

 

 

 

y que en mi vida no espero

75

 

 

volver a escucharlo yo.

 

 

 

Con ese clamor mezclao,

 

 

 

El ¡Oid mortales! se alzó

 

 

 

porque el grito que estalló

 

 

 

mesmo; era ¡el grito sagrao!

80

 

 

Pensé en vos, en tus cariños,

 

 

 

de mi rancho en el rincón...

 

 

 

¡Porque la patria canción,

 

 

 

era cantada por niños!

 

 

 

Porque en ella iba una queja

85

 

 

a una esperanza mezclada...

 

 

 

¡La patria de aura, almirada,

 

 

 

unida a la patria vieja!

 

 

 

Mis ojos, dos manantiales

 

 

 

eran, y en llanto deshecho,

90

 

 

comenzó a gritar mi pecho:

 

 

 

"¡Oid mortales! ¡Oid mortales!"

 

 

 

   Y solo, escuro, perdido,

 

 

 

pobre gaucho del disierto,

 

 

 

vi, que lo que creiba muerto,

95

 

 

había otra vez nacido;

 

 

 

que aquello un nuevo bautismo

 

 

 

era del viejo pasao;

 

 

 

que el argentino, olvidao

 

 

 

no había su patriotismo.

100

 

 

¡Que a pesar de los extraños

 

 

 

que en nuestra tierra hospedamos,

 

 

 

la patria siempre adoramos

 

 

 

lo mesmo que hace cien años!...

 

 

 

¡Con mil cruces en montones,

105

 

 

juro, por nuestros hijitos,

 

 

 

que estos momentos benditos,

 

 

 

no los cambio por millones!

 

 

 

 

   El día empezó a clariar,

 

 

 

y pa la parte del río,

110

 

 

en un tropel el gentío

 

 

 

ya comenzó a disparar.

 

 

 

   Yo cabrestié voluntario,

 

 

 

siguiendo la correntada,

 

 

 

pues no hubiera lograo nada

115

 

 

con forcejiar al contrario.

 

 

 

Cuando llegamos al fin

 

 

 

que aquí le llaman el puerto,

 

 

 

creí que no estaba dispierto,

 

 

 

al columbrar el sinfín

120

 

 

de barcos, de mil naciones,

 

 

 

y hechuras lindas o fieras,

 

 

 

tuitos llenos de banderas

 

 

 

y con morrudos cañones,

 

 

 

que llenaban un zanjón

125

 

 

por la drásena nombrao,

 

 

 

al uno y otro costao

 

 

 

aliñaos en formación.

 

 

 

Las banda de cada buque

 

 

 

tocaba alegres dianas,

130

 

 

y a lo lejos las campanas,

 

 

 

levantaban un batuque,

 

 

 

mientras que de humo en un vuelo,

 

 

 

y haciendo mil firuletes,

 

 

 

iban las bombas y cuetes

135

 

 

a reventar en el cielo.

 

 

 

El sol, ese sol que adoro,

 

 

 

sobre el agua aparecía,

 

 

 

y en ella un manto tendía

 

 

 

de piedras finas y de oro,

140

 

 

y a su resplandor primero,

 

 

 

se vio en todas direcciones,

 

 

 

brillar de los batallones

 

 

 

las bayonetas de acero,

 

 

 

que al repiquetiar marcial,

145

 

 

de los tambores de guerra,

 

 

 

serpentiaban por la tierra

 

 

 

cual víboras de metal.

 

 

 

   Redepente, entre los sones

 

 

 

de aquel barullo contino,

150

 

 

se oyó un silbidito fino

 

 

 

como el de los charabones.

 

 

 

   -¡Ahí vienen! -gritaron, llenos

 

 

 

de entusiasmo los presentes

 

 

 

-¡Ahí vienen los cotigentes

155

 

 

de los cadetes chilenos!

 

 

 

Yo no sé lo que pasó

 

 

 

en aquella disparada,

 

 

 

en que como hacienda alzada

 

 

 

la gente arremolinió.

160

 

 

No sé si al paso u al trote,

 

 

 

por el aire u por el suelo,

 

 

 

nadando, andando, u al vuelo,

 

 

 

anduve un trecho largote,

 

 

 

porque me vine a encontrar

165

 

 

cerquita a la Catredal,

 

 

 

sin un botón, ni un ojal

 

 

 

en mi ropa de pasiar;

 

 

 

con el ponchillo rompido,

 

 

 

la golilla desatada,

170

 

 

la bombacha algo estropiada,

 

 

 

y un dolor en el vacido.

 

 

 

Por fortuna, el tirador

 

 

 

lo tenía en su lugar,

 

 

 

y a lo que pude tantiar,

175

 

 

en el estado mejor.

 

 

 

   En el mesmo redepente

 

 

 

dentraron los chilenitos

 

 

 

todos muchachos, bonitos,

 

 

 

y marchando lindamente.

180

 

 

Delante del batallón

 

 

 

venía un mocito altote,

 

 

 

que traiba como un garrote

 

 

 

con mucha borla y galón.

 

 

 

¡Bien haiga el mocito alhaja

185

 

 

a quien todos almiraban!

 

 

 

"Tambor Mayor" le llamaban,

 

 

 

pero era un tambor sin caja.

 

 

 

Del bastón a un revolido,

 

 

 

la banda lisa tocaba,

190

 

 

y en cuanto ansina lo alzaba,

 

 

 

ya comenzaba el chiflido

 

 

 

de unos pitos chiquititos

 

 

 

cual cigarro de la paja,

 

 

 

que acompañaos con la caja

195

 

 

hacían sus golgoritos.

 

 

 

Con una facha muy bella,

 

 

 

otro de planta altanera,

 

 

 

traiba en alto la bandera

 

 

 

tricolor con una estrella.

200

 

 

¡Qué palmoteos devinos

 

 

 

se oyeron allí estallar!

 

 

 

¡Y qué tremendo vivar

 

 

 

a chilenos y argentinos!

 

 

 

   Yo pensé -¿Pero endeveras

205

 

 

estuvimos por peliar

 

 

 

un día? Hay que confesar

 

 

 

que también las borracheras

 

 

 

suelen los países sufrir,

 

 

 

como suelen los cristianos,

210

 

 

y ansí, se van a las manos

 

 

 

sin pensar y sin sentir.

 

 

 

Marchando a la retaguardia,

 

 

 

güenos mozos y paquetes,

 

 

 

venían nuestros cadetes,

215

 

 

como de escolta u de guardia

 

 

 

de sus hermanos chilenos,

 

 

 

y pa decir la verdá,

 

 

 

no había desigualdá

 

 

 

entre ellos: ni más ni menos.

220

 

 

Solamente reparando

 

 

 

en la marcha, fue notada,

 

 

 

que con la pierna estirada

 

 

 

y la tierra pisotiando,

 

 

 

los chilenitos marchaban

225

 

 

muy tiezos y agarrotaos,

 

 

 

mientras que nuestros soldaos

 

 

 

más natural caminaban.

 

 

 

Siempre el chileno, pintor

 

 

 

fue en estas cosas de andar,

230

 

 

y no hay más que recordar

 

 

 

su caballo braciador.

 

 

 

Pero en la paz, u en la guerra,

 

 

 

una son las dos naciones,

 

 

 

ya marchemos remolones,

235

 

 

u ya patiemos la tierra.

 

 

 

De aplauso una tremolina,

 

 

 

entre viejos y muchachos.

 

 

 

Se sintió al ver los penachos,

 

 

 

con la bandera argentina,

240

 

 

y entre el contino vivar,

 

 

 

que entusiasmaba a cualquiera,

 

 

 

se vio pasar la bandera

 

 

 

de la Escuela Militar.

 

 

 

 

A este y aquel batallón,

245

 

 

de un lao y otro de los Andes,

 

 

 

soldaos de naciones grandes

 

 

 

les siguieron en montón.

 

 

 

Los italianos pasaron

 

 

 

entre un purito clamor,

250

 

 

de almiración y de amor,

 

 

 

que a una voz todos alzaron.

 

 

 

Después vinieron franceses

 

 

 

al son de una marcha hermosa,

 

 

 

y en coluna muy rumbosa,

255

 

 

los alemanes e ingleses.

 

 

 

Del Portugal la legión

 

 

 

se presentó en gran parada,

 

 

 

y en seguida... ¡una monada!

 

 

 

¡Los chinitos del Japón!

260

 

 

 

   ¡Habías de ver, Benita!

 

 

 

Toditos eran iguales,

 

 

 

y como primos carnales

 

 

 

de nuestra gente criollita.

 

 

 

Todos tenían la marca

265

 

 

morochita, pajuerana...

 

 

 

¡Si llevarlos daba gana

 

 

 

pa Salta o pa Catamarca!

 

 

 

A uno que yo me acerqué

 

 

 

le dije: -¿Vos sos de acá?

270

 

 

Y él contestó: -tjit-ni-tjá

 

 

 

ques: -"¡Para servir a usté!"

 

 

 

Tras de esos, lindos, iguales,

 

 

 

y marchando muy ufanos,

 

 

 

vinieron nuestros hermanos,

275

 

 

los valientes Orientales.

 

 

 

En su bandera devina,

 

 

 

sobre la que caían flores,

 

 

 

vi la historia y los colores,

 

 

 

de la bandera Argentina.

280

 

 

Igual la sangre y el brío,

 

 

 

en el corazón llevamos...

 

 

 

Por eso nos abrazamos,

 

 

 

a través de nuestro río,

 

 

 

de nuestro río de Plata,

285

 

 

que ha sabido un nombre darnos,

 

 

 

y que en vez de separarnos

 

 

 

más estrechito nos ata.

 

 

 

 

Para este sitio he dejao,

 

 

 

con malicia e intención,

290

 

 

hacerte la relaición

 

 

 

de lo más lindo y mentao...

 

 

 

 

   Han de pasar tantos soles

 

 

 

cuantos sobre mí pasaron,

 

 

 

pa olvidar lo que dejaron

295

 

 

en mi alma los españoles,

 

 

 

cuando los vi defilar

 

 

 

por frente a la iglesia santa,

 

 

 

en que hoy mesmo se levanta

 

 

 

aquel memorable altar,

300

 

 

en el que entre oro se ve

 

 

 

la gloriosa Trinidá,

 

 

 

que puso allí su piedá,

 

 

 

su decisión, y su fe.

 

 

 

La que dio el nombre primero

305

 

 

a esta ciudá poderosa,

 

 

 

que hoy recibe cariñosa,

 

 

 

y con amor verdadero,

 

 

 

a la madre, a la nación,

 

 

 

que esta tierra descubrió,

310

 

 

y generosa nos dio

 

 

 

alma, sangre y corazón.

 

 

 

A la que si en el pasao

 

 

 

su poder desconocimos,

 

 

 

no por hacerlo rompimos

315

 

 

el lazo eterno y sagrao,

 

 

 

que siempre estuvo y está

 

 

 

más rebusto cada vez,

 

 

 

porque es nuestra historia, y es

 

 

 

nuestro orgullo y vanidá.

320

 

 

 

   Después de haber defilao

 

 

 

entre aplausos estas tropas,

 

 

 

les tocó el turno a las nuestras,

 

 

 

que no se quedaron cortas,

 

 

 

en el garbo melitar,

325

 

 

con que se portaron todas.

 

 

 

El regimiento primero,

 

 

 

que al mesmo tiempo es escolta,

 

 

 

y se llama "Granaderos

 

 

 

a caballo", como una honra,

330

 

 

pues recuerda a aquellos bravos

 

 

 

tan mentaos en nuestra historia,

 

 

 

se presentó como un chiche,

 

 

 

llenando la calle toda

 

 

 

con sus bravos escuadrones,

335

 

 

de gente linda, güen moza,

 

 

 

montada en pingos amacho,

 

 

 

y vestida en una forma,

 

 

 

que los viejos "granaderos"

 

 

 

nos traían a la memoria.

340

 

 

   Tras de esos, los coraceros

 

 

 

venían que era una gloria,

 

 

 

con sus sombreros de fierro,

 

 

 

de los que caiba una cola

 

 

 

bien painada y sin abrojos,

345

 

 

que les agarraba toda

 

 

 

la espalda, también de fierro,

 

 

 

como de la mesma forma

 

 

 

era el pecho relumbrante

 

 

 

como espejo, ¡linda moda,

350

 

 

pa defender al cristiano

 

 

 

de una lanzada traidora!

 

 

 

Después, venía detrás,

 

 

 

otro cuerpo, con más colas,

 

 

 

siendo estas blancas, y caindo,

355

 

 

ansina dende la copa,

 

 

 

igual que un sauce llorón

 

 

 

que en mil hilos se desfloca.

 

 

 

Un mozo que estaba allí,

 

 

 

y parecía persona

360

 

 

laída, dijo que fulanos

 

 

 

los llamaban en Uropa

 

 

 

a aquellos soldaos, armaos

 

 

 

de lanzas con banderolas,

 

 

 

con los pechos coloraos,

365

 

 

llenos de bandas y borlas.

 

 

 

   Después deso, vino un mundo

 

 

 

de gente de todas formas:

 

 

 

artilleros con cañones,

 

 

 

mulas cargadas de cosas

370

 

 

que parecían carretas,

 

 

 

medias deshechas u rotas;

 

 

 

mocitos montaos en ruedas,

 

 

 

y con fachas de langostas;

 

 

 

y después, la infantería,

375

 

 

que me parece que a esta hora

 

 

 

entuavía está pasando,

 

 

 

¡así era de tamañota!

 

 

 

Lo que me almiró deveras,

 

 

 

fue ver en medio de todas

380

 

 

estas gentes, batallones

 

 

 

con unas palas largotas

 

 

 

de puntiar, picos, azadas,

 

 

 

y unas hachas muy filosas.

 

 

 

Yo creo que eran colonos

385

 

 

alquilaos pa la patota

 

 

 

de la formación aquella,

 

 

 

a la que no vi la cola,

 

 

 

porque ya me arrempujó

 

 

 

el gentío echo pelota

390

 

 

a los gritos de "¡Ya viene!"

 

 

 

que rugió un millón de bocas.

 

 

 

Mientras "la seguridá",

 

 

 

voráz y atropelladora,

 

 

 

nos metía los caballos,

395

 

 

gritando: -¡Paso, que estorban!

 

 

 

¡Recúlense para atrás!

 

 

 

¡Dejen que pase la tropa!

 

 

 

Porque ahí viene suselencia,

 

 

 

con su cometiva, toda,

400

 

 

y también viene la Infanta

 

 

 

de la nación española,

 

 

 

y el Presidente de Chile,

 

 

 

con menistros y señoras,

 

 

 

y manates, arzobispos,

405

 

 

sipotenciarios de Uropa,

 

 

 

jefes de toditas partes,

 

 

 

dotores, y otras personas

 

 

 

grandes, laídas y escrebidas,

 

 

 

que ni en un año se nombran.

410

 

 

 

   Lo mesmito que un mataco

 

 

 

que al correrlo se hace bola,

 

 

 

me retobé lo posible

 

 

 

detrás de una planta altota

 

 

 

que estaba allí, mesmamente,

415

 

 

como pa que una persona

 

 

 

se pudiera resguardar

 

 

 

de aquella gente cargosa,

 

 

 

que, menudiándole encuentro,

 

 

 

quería que a toda costa

420

 

 

uno le abriera camino,

 

 

 

pa que ella estuviera cómoda.

 

 

 

En eso... (yo no sé como

 

 

 

poder contarte la cosa,

 

 

 

Benita, pues aura mesmo,

425

 

 

en la cabeza una polca

 

 

 

me baila cuanto allí vide,

 

 

 

lo mesmo que si una mona

 

 

 

Morruda, hubiera tomao,

 

 

 

y sucedidos e historias,

430

 

 

barajara pal revéz

 

 

 

en una gran mazamorra),

 

 

 

primero, vide venir,

 

 

 

en una carrera loca,

 

 

 

un montón de Granaderos,

435

 

 

de los que forman la Escolta,

 

 

 

como alma que lleva el diablo,

 

 

 

galopiando presurosa,

 

 

 

y con un ruido tremendo,

 

 

 

pasó en sus fletes la tropa,

440

 

 

que sofrenó de un tirón,

 

 

 

frente a la puerta grandota

 

 

 

de la Catredal. Hay mesmo,

 

 

 

en un pingo, rica cosa,

 

 

 

montao al uso de extranjis,

445

 

 

con más flecos y chirolas,

 

 

 

galones, chafalonia,

 

 

 

y pilchas nuevas en hoja,

 

 

 

se presentó... yo no sé...

 

 

 

güeno... un manate de nota,

450

 

 

con un guante en cada mano,

 

 

 

y los dos pieses con botas

 

 

 

recién hechas, de charol,

 

 

 

espuelitas a la moda,

 

 

 

ansina, de cajetilla,

455

 

 

desas torcidas en forma

 

 

 

de las espuelas del gallo,

 

 

 

con una galera altota

 

 

 

que rejucilaba al sol,

 

 

 

como de vigrio u de loza;

460

 

 

bien parecido, afaitao,

 

 

 

con una cara seriota,

 

 

 

sin mirar pa ningún lao,

 

 

 

y tieso como una escoba.

 

 

 

Yo me refalé el sombrero,

465

 

 

creyendo que esa persona

 

 

 

fuera el mesmo presidente,

 

 

 

mucho más, al ver que toda

 

 

 

la gente lo mesmo hacía,

 

 

 

y que con mil palabrotas

470

 

 

a unos carcamanes rubios,

 

 

 

que serían de la Uropa,

 

 

 

ansina, de Ingalaterra,

 

 

 

ques diande vienen las bolsas

 

 

 

desas monedas chiquitas

475

 

 

que llenitos de bamboya

 

 

 

llaman los puebleros "libras"

 

 

 

no pesando ni media onza,

 

 

 

hicieron unos mocitos

 

 

 

que se quitaran las gorras

480

 

 

-¡Viva Suselencia! -dije,

 

 

 

por decir alguna cosa.

 

 

 

Todos se echaron a rair,

 

 

 

y le jugaron chacota.

 

 

 

Yo medio me retobé

485

 

 

porque no recibo bromas,

 

 

 

y menos de compadritos,

 

 

 

y haciendo la pata anchota

 

 

 

les dije -¿De qué se rain?

 

 

 

¿Tienen achuras de sobra,

490

 

 

y andan buscando un dotor

 

 

 

que en su lugar se las ponga?

 

 

 

Yo aquí estoy para servirles,

 

 

 

y no hallarán ninguna otra

 

 

 

mano mejor que la mía

495

 

 

pa dar un tajo a una bolsa.

 

 

 

Diciendo esto, eché la mano

 

 

 

a la cintura... ¡ni jota!

 

 

 

Mi cuchillo vaina e plata,

 

 

 

en un cajón de la cómoda

500

 

 

lo había dejao guardao,

 

 

 

en mi cuarto de la fonda.

 

 

 

¡Bonito papel hacía

 

 

 

si los cumpas de la broma

 

 

 

se dan cuenta de que yo

505

 

 

me hallaba en aquella forma!

 

 

 

¡Que me componía el pecho

 

 

 

pero quera pura boca!

 

 

 

Por suerte se acoquinaron,

 

 

 

y en una sentada sola

510

 

 

se echaron patrás de un golpe

 

 

 

aplastando a una señora,

 

 

 

que chilló como un chanchito

 

 

 

cuando le aprietan la cola,

 

 

 

-Ud. perdone, señor

515

 

 

-dijo uno con voz temblona-

 

 

 

no ha sido por ofenderlo

 

 

 

¡cualesquiera se equivoca!

 

 

 

Ese hombre que Ud. tomó

 

 

 

por el dotor Figueroa,

520

 

 

es el picador.

 

 

 

                      -¿El qué?

 

 

 

Dije yo: -¡Basta de bromas!

 

 

 

¡Más le picaba a su agüela

 

 

 

la tuerta, bisca, u bisoja!

 

 

 

¡Picador! ¡Está bonito!

525

 

 

¿No se l'ocurrió otra cosa?

 

 

 

¿Piensa usté que voy a creerme

 

 

 

que la autoridá se forma

 

 

 

de un modo, ansina, ordinario,

 

 

 

como una carreta criolla,

530

 

 

que precisa picador

 

 

 

pa que ande? -¡Gente curiosa!

 

 

 

Tuitos allí me miraban

 

 

 

abriendo tamaña boca,

 

 

 

como si yo juera un bicho

535

 

 

de alguna tierra lejota,

 

 

 

diande es el urugután,

 

 

 

el lefante u la hipopota,

 

 

 

bichos todos a que he visto,

 

 

 

y esta carta no menciona,

540

 

 

por hallarte en el estao

 

 

 

en que estás, y que no es cosa

 

 

 

que vaya a nacer el chico

 

 

 

con una cara fierota.

 

 

 

Paeso, mientras alegábamos,

545

 

 

ya una volanta lujosa

 

 

 

tirada a cuatro caballos

 

 

 

ensillaos a la dumona

 

 

 

(asigun dijo un letrao

 

 

 

que estaba tomando notas)

550

 

 

y que parecían, mesmo,

 

 

 

de los del circo de lona:

 

 

 

de aquellos volatineros

 

 

 

que trabajaban en Córdoba

 

 

 

¿te acordás?... güeno, lo mesmo...

555

 

 

Y dentro de la caroza

 

 

 

venía (esta vez deveras)

 

 

 

el presidente en persona,

 

 

 

con una viejita gruesa,

 

 

 

con vestimenta lujosa,

560

 

 

que se raiba y saludaba

 

 

 

para una parte y para otra,

 

 

 

mientras todos palmotiaban,

 

 

 

gritando, no sé qué cosas...

 

 

 

Yo, por no quedarme atrás,

565

 

 

aunque con la voz muy ronca,

 

 

 

le largué un ¡viva! redondo,

 

 

 

y le hice una ceremonia

 

 

 

ansina, con el sombrero...

 

 

 

Y no fue al ñudo la cosa,

570

 

 

porque ella me columbró,

 

 

 

y muy güena y muy llanota,

 

 

 

el saludo me volvió,

 

 

 

siempre con risa en la boca...

 

 

 

Ese saludo, Benita,

575

 

 

cayó en mi alma media loca

 

 

 

de entusiasmo, como caí

 

 

 

en el disierto una gota

 

 

 

de agua fresca, o en la piegra

 

 

 

que cubre a un muerto, una rosa.

580

 

 

   No tengas celos, mi china,

 

 

 

porque en aquella señora

 

 

 

vide algo como mi madre,

 

 

 

¡Quel Señor tenga en su gloria!

 

 

 

Y, mesmamente, una madre

585

 

 

pa todos esa matrona

 

 

 

representaba, porque era...

 

 

 

(¡Ya lo sabrás de memoria!)

 

 

 

La Infanta doña Isabel,

 

 

 

la más alta embajadora,

590

 

 

que a nuestra tierra Argentina

 

 

 

(la hija mimada y hermosa)

 

 

 

pudiera mandar España

 

 

 

trayéndole su alma toda.

 

 

 

 

   No te haré la relaición,

595

 

 

que ya sería largota,

 

 

 

de lo que vino detrás

 

 

 

en aquella ceremonia;

 

 

 

pues era un montón de coches

 

 

 

con mucha gente lujosa,

600

 

 

toda llenita e bordaos

 

 

 

de oro fino, plumas, borlas,

 

 

 

medallas, cintas, cadenas,

 

 

 

cordones, fajas y piochas,

 

 

 

lo mesmito que un altar

605

 

 

de una santa milagrosa...

 

 

 

Salió de la Catredal,

 

 

 

con una cruz muy altota,

 

 

 

otro pelotón de curas,

 

 

 

vestidos con camisolas,

610

 

 

como las que te compré

 

 

 

pa cristianar a Petrona,

 

 

 

y en medio del Hino Patrio,

 

 

 

tocao por las bandas todas,

 

 

 

el repique de campanas,

615

 

 

el estruendo de las bombas,

 

 

 

y el vocerío tremendo

 

 

 

de cientos miles de bocas;

 

 

 

bajo los rayos del sol

 

 

 

que parecía una gloria,

620

 

 

pa oír cantar a un tal Tadeo,

 

 

 

ques un cantar a la moda

 

 

 

de décimas pa los santos,

 

 

 

dentro a la iglesia, con pompa,

 

 

 

el Presidente, la Infanta,

625

 

 

y la cometiva toda.

 

 

 

 

 

 

 

Carta quinta

 

 

La Exposición Rural. -Ante el ganado. -Máquinas Agrícolas. -Recuerdos de los antiguos tiempos y de la labranza primitiva. -En un concurso de aviación. -Sorpresa inaudita. - El concurso hípico. -Las carreras. -Ganancioso por casualidad. -Las Exposiciones en construcción. -El Congreso Panamericano. -Otras conferencias. -Profusión de oradores. -Se decide a comprar el potrillo pangaré.

                                

   He estao en la Exposición

 

          

 

que ha preparao la Rural,

 

 

 

pa comprar el animal

 

 

 

que sea de mi eleición.

 

 

 

Todo cuanto diga, es poco

5

 

 

y referirlo no sé,

 

 

 

porque cuanto allí se ve,

 

 

 

es para volverse loco.

 

 

 

¡Qué vacas! ¡Qué parejeros!

 

 

 

¡Qué toros! ¡Qué caballada!

10

 

 

¡Qué crías! ¡Qué mestizada!

 

 

 

¡Qué ovejas y qué carneros!

 

 

 

¡Qué fletes de andar! ¡Qué yuntas!

 

 

 

¡Qué petizos! ¡Qué frisones!

 

 

 

¡Si están en esos galpones,

15

 

 

todas las estancias juntas!

 

 

 

¡Si de ver uno no acaba

 

 

 

la riqueza que hay allí!

 

 

 

¡Solo de escrebirlo aquí,

 

 

 

se me está caindo la baba!

20

 

 

Al ver hermosuras tales

 

 

 

siento un orgullo profundo:

 

 

 

¡Podemos correr al mundo

 

 

 

tan solo con animales!

 

 

 

¡Siento que estés en el rancho,

25

 

 

y no conmigo, mi china,

 

 

 

al mirar tanta gallina

 

 

 

ponedora, y tanto chancho,

 

 

 

tanta paloma casera,

 

 

 

tanto pato y gallineta,

30

 

 

de que atascada, repleta,

 

 

 

se almira la pajarera.

 

 

 

Quisiera tener la plata

 

 

 

de Peraira u Anchorena,

 

 

 

pa tanta cosa tan güena

35

 

 

poder llevarte, mi ñata;

 

 

 

pero qué hacerle al dolor,

 

 

 

si el perro mundo es ansina:

 

 

 

¡Si uno nació para espina,

 

 

 

y otro nació para flor!

40

 

 

Poco te diré, Benita,

 

 

 

en custión de maquinaria,

 

 

 

como de veteninaria,

 

 

 

ques una sencia infinita,

 

 

 

pues pa curar animales,

45

 

 

hay más dotores aquí,

 

 

 

que hay cardales por allí,

 

 

 

¡Y fíjate si hay cardales!

 

 

 

Hay de máquinas, sin fines,

 

 

 

pa dar agua, pa hacer luz.

50

 

 

Yo creo, ¡por esta cruz!

 

 

 

¡Que hasta pa hacer chiquilines!

 

 

 

Vos ves unos cajoncitos,

 

 

 

bien hechos, asiaos y nuevos...

 

 

 

los tapas, llenos de güevos,

55

 

 

los abrís... ¡puros pollitos!

 

 

 

Hay un cuarto, como almario,

 

 

 

de yelo, donde una res

 

 

 

encerrás, y la comés

 

 

 

para el otro centenario.

60

 

 

De fierro, dentro de un buje,

 

 

 

cual mangangá rezongando,

 

 

 

hay unas ruedas, rodando

 

 

 

sin que naides las empuje.

 

 

 

Dicen que en ellas está,

65

 

 

aprisionada en su afán,

 

 

 

esa juerza del imán

 

 

 

que llaman letricidá.

 

 

 

Deai pal movimiento entero

 

 

 

sale un bárbaro poder,

70

 

 

que hace todito mover

 

 

 

con unas cinchas de cuero.

 

 

 

Y mirás todo ese infierno

 

 

 

de fierros, grandes y chicos,

 

 

 

que hacen, dende el pan de picos,

75

 

 

hasta los paines de cuerno.

 

 

 

Con las vacas, no hay porfía,

 

 

 

ni cinchón para maniarlas,

 

 

 

hay máquinas pa ordeñarlas,

 

 

 

sin apoyarlas la cría.

80

 

 

Dirás ques un disparate,

 

 

 

y es lo cierto, te repito

 

 

 

un balde te dan llenito,

 

 

 

mientras vos chupas un mate.

 

 

 

¿Y de araos? ¡No digo nada!

85

 

 

Igual que de sembradoras,

 

 

 

de rastras, de segadoras,

 

 

 

pa alfalfa, trigo, u cebada.

 

 

 

¡Qué lejos, Benita, estamos

 

 

 

de aquel arao con mancera,

90

 

 

de una reja, chica y fiera,

 

 

 

con que nuestra tierra aramos!

 

 

 

Cuando detrás caminando,

 

 

 

del guai osco y del chorriao

 

 

 

iba yo, medio despiao,

95

 

 

la tierra virgen melguiando;

 

 

 

de aquellos guaices, uñidos

 

 

 

al yugo de palo tosco,

 

 

 

que al grito de ¡Chorriao! ¡Osco!

 

 

 

Daban humildes mugidos,

100

 

 

y con la cabeza baja

 

 

 

a mi grito obedeciendo,

 

 

 

iban en la pampa abriendo

 

 

 

de tierra negra una faja.

 

 

 

¡Ya todo eso se acabó!

105

 

 

¡Tantas cosas se acabaron!

 

 

 

Pero si aquellas pasaron,

 

 

 

siempre las recuerdo yo;

 

 

 

porque anque en buena salú

 

 

 

hoy disfrutamos la vida,

110

 

 

nunca el corazón olvida,

 

 

 

sus años de joventú.

 

 

 

Pobres éramos; pasamos

 

 

 

una punta de estrecheces.

 

 

 

Pero hoy, mirá como a veces

115

 

 

al mirarnos suspiramos,

 

 

 

y no es falta de pasión

 

 

 

lo que nos aflige ansina.

 

 

 

¡Es que no es lo mesmo, china,

 

 

 

el rescoldo quel tizón!

120

 

 

Como no es igual charlar

 

 

 

garifo y sin una lata,

 

 

 

que cuando uno tiene plata

 

 

 

de sobra pa voraciar.

 

 

 

Güeno, bajemos la prima

125

 

 

y dejemos las tristuras...

 

 

 

¡Que siempre hay nubes escuras

 

 

 

en la tarde más devina!

 

 

 

Muy pronto abrazarte espero,

 

 

 

que en volver al rancho tardo,

130

 

 

como peluza de cardo

 

 

 

que hace volar el pampero.

 

 

 

   Y ya que hablo de volar,

 

 

 

dejame decirte aquí,

 

 

 

lo que, yo no sé si vi,

135

 

 

o tal vez llegué a soñar.

 

 

 

En un potrero vecino,

 

 

 

que le llaman el podromo,

 

 

 

y hay una ramada, como

 

 

 

un gallinero de pino,

140

 

 

en que de todos colores,

 

 

 

con plumas y bien pilchadas,

 

 

 

se miran allí, estibadas,

 

 

 

mil familias de dotores:

 

 

 

dos gringos, a cual más fiero,

145

 

 

con gorros hasta las cejas,

 

 

 

y tapadas las orejas

 

 

 

con unas cosas de cuero,

 

 

 

se presentaron llevando

 

 

 

un rarísimo almastrote,

150

 

 

que arrempujaron al trote,

 

 

 

a toda juria arrastrando.

 

 

 

Yo me hice aquello explicar,

 

 

 

preguntándole a un vecino,

 

 

 

que me respondió ladino:

155

 

 

-Son máquinas pa volar.

 

 

 

Fue tanta la rabia mía

 

 

 

al creerme tomao por lelo,

 

 

 

que le dije: -¡De su agüelo

 

 

 

vaya a rairse, u de su tía!

160

 

 

-Yo no me burlo, paisano

 

 

 

-me contestó con güen tono-

 

 

 

ésa máquina es un mono..

 

 

 

-¿Qué dice?

 

 

 

                       -Es un monoplano.

 

 

 

De nuevo me retobé,

 

 

 

y mirándolo a la cara,

165

 

 

le retruqué con voz clara:

 

 

 

-¡Mucho más mono es esté!

 

 

 

El hombre no se enojó,

 

 

 

y me explicó con pasencia,

 

 

 

unas cosas de la sencia

170

 

 

de viación... u ¡qué sé yo!

 

 

 

-Aura verá en el cajón,

 

 

 

maniobrar el hombre aquel,

 

 

 

y como sale, en tropel,

 

 

 

bien prendido del timón;

175

 

 

Y en menos que un gallo canta,

 

 

 

con aquella maquinita,

 

 

 

hace andar esa ruedita,

 

 

 

y en el aire se levanta.

 

 

 

Y, mesmamente, así jue,

180

 

 

como me dijo aquel hombre...

 

 

 

¡Ya no hay nada que me asombre

 

 

 

más que lo que presencié!

 

 

 

No te diré más razones

 

 

 

sobre este particular,

185

 

 

pero ¡yo he visto volar

 

 

 

¡A un hombre con dos cajones!

 

 

 

Todo el mundo palmotiaba

 

 

 

y gritaba ¡Viva! ¡Viva!

 

 

 

Y cada vez más arriba,

190

 

 

el pájaro aquél volaba.

 

 

 

Porque era ansina, patente,

 

 

 

un pájaro, aquel malvao,

 

 

 

y vos hubieras dudao,

 

 

 

de que aquél bicho era gente.

195

 

 

¿Has visto encima del rancho,

 

 

 

cuando hemos carniao en casa,

 

 

 

como con porfía pasa

 

 

 

por los aires un carancho,

 

 

 

y se oyen mil gangolinas,

200

 

 

de gritos y confusiones,

 

 

 

conque salen, a montones,

 

 

 

del cicutal las gallinas?

 

 

 

Pues nada puedo encontrar

 

 

 

a aquello más igualito

205

 

 

abajo, grito y más grito,

 

 

 

¡y él volar, y más volar!...

 

 

 

Al fin el hombre bajó,

 

 

 

con toda felicidá.

 

 

 

¡Vieras qué barbaridá

210

 

 

China, lo que allí pasó!

 

 

 

Todos querían tocarlo,

 

 

 

o ponerselé cerquita,

 

 

 

y hasta una moza bonita,

 

 

 

vino corriendo a abrazarlo.

215

 

 

Yo con mil cavilaciones,

 

 

 

me alejé de aquel lugar,

 

 

 

pensando: "¡Hasta pa volar

 

 

 

hoy son güenos los cajones!"

 

 

 

 

Salí de ahí como un borrico

220

 

 

asustao, cuando pasó

 

 

 

un mozo, y me preguntó

 

 

 

   -¿Se acabó el "concurso y pico"?

 

 

 

   -¿Qué dice, amigo? -medio opa

 

 

 

contesté -¿Riña de gallos?...

225

 

 

   -¡No! ¡Los saltos de caballos!

 

 

 

¡El premio de la gran copa!

 

 

 

-¡A éste le falta un tornillo!

 

 

 

Pa mi poncho dije yo,

 

 

 

pues vide que se riyó,

230

 

 

como un loco, o como un pillo.

 

 

 

   -Ya veo que no es pueblero

 

 

 

-siguió aquel hombre riyendo-

 

 

 

le aconsejo vaya yendo

 

 

 

pa ese con curso, aparcero,

235

 

 

allí se divertirá

 

 

 

viendo los pingos volar.

 

 

 

¡Casi me pongo a temblar

 

 

 

al oír tal barbaridá!

 

 

 

   -¡Cómo! ¿Los fletes también

240

 

 

se hacen pájaros hoy día?

 

 

 

¡Por Dios que no lo creería,

 

 

 

si un hombre, ansina, de bien,

 

 

 

como por su ropa nueva

 

 

 

usté a la cuenta ha de ser,

245

 

 

no me viniera a vender

 

 

 

de zopetón, esa breva!

 

 

 

¿Y ande es eso?

 

 

 

                            -En el portón

 

 

 

grandote que allí se ve...

 

 

 

¿Quiere venir?

 

 

 

                          -Güeno, iré,

250

 

 

aunque no lo craiga, don.

 

 

 

 

   ¡Había sido verdá!...

 

 

 

Güeno... Volar... tanto, no;

 

 

 

pero te asiguro yo,

 

 

 

ques una temeridá,

255

 

 

lo que sin más aparatos

 

 

 

que unos palenques altotes,

 

 

 

hacen esos barbarotes

 

 

 

que más que pingos, son gatos.

 

 

 

Por oficiales montaos,

260

 

 

vienen a toda carrera,

 

 

 

Y ¡zas! saltan la tranquera,

 

 

 

y siguen muy desahogaos.

 

 

 

La custión es, la parte alta

 

 

 

del palenque no tocar,

265

 

 

pues si la llega a voltiar,

 

 

 

ya le atracan una falta.

 

 

 

Algunos, un molinete

 

 

 

hacen de golpe, al llegar,

 

 

 

lo cual obliga a cerdiar

270

 

 

en el cogote al jinete.

 

 

 

Pero hay otros... ¡Virgen mía!

 

 

 

que son lo mesmo que cabras,

 

 

 

y yo no tengo palabras

 

 

 

pa contarte su osadía.

275

 

 

También saltan un jagüel

 

 

 

como un arroyo de anchote,

 

 

 

si lo yerran, de cogote

 

 

 

va el pichón de coronel.

 

 

 

Y la opinión que siempre anda

280

 

 

con la suerte acollarada,

 

 

 

le da al caído una silbada,

 

 

 

y al feliz ¡vivas! y banda.

 

 

 

 

   También vide las carreras

 

 

 

que llaman del yoque-clu.

285

 

 

Mucho lujo, joventú

 

 

 

y plata por donde quieras.

 

 

 

Yo, pa decir la verdá,

 

 

 

aquello no comprendí,

 

 

 

vi caballos, eso sí,

290

 

 

de mucha velocidá,

 

 

 

pero corriendo en montón

 

 

 

y montaos por volantines,

 

 

 

en silla, con espuelines,

 

 

 

y estribando muy cortón.

295

 

 

Después, purita campana,

 

 

 

y relojes y tableros,

 

 

 

y números, y entreveros,

 

 

 

y griterío y jarana.

 

 

 

Yo, por no andar aburrido

300

 

 

y pa la suerte probar,

 

 

 

me jui para un palomar,

 

 

 

con un mozo en cada nido,

 

 

 

que le llaman el es pior...

 

 

 

güeno... algo ansina en inglés,

305

 

 

y allí, pedí dos u tres

 

 

 

boletos de lo mejor.

 

 

 

Me los dieron, los guardé,

 

 

 

y llevándome una lista,

 

 

 

pa un cerco que llaman pista,

310

 

 

despacito me largué.

 

 

 

A un mozo que estaba liendo

 

 

 

le pregunté: -La tercera,

 

 

 

¿cuándo es?

 

 

 

                   -Es esta carrera

 

 

 

que aurita vienen corriendo.

315

 

 

¿Tiene boletos?

 

 

 

                            -Dejuro.

 

 

 

-¿Me los muestra?

 

 

 

                                ¿Y por qué no?

 

 

 

-Usté también, como yo

 

 

 

Boletos compró a Pan duro.

 

 

 

   -¡Cómo! ¡Yo compré a un caballo!

320

 

 

¡Yo no he comprao pan ninguno!

 

 

 

   -Sí así se llama el lobuno

 

 

 

que viene en punta, tocayo.

 

 

 

Mireló... ¡Viene solito!...

 

 

 

...¿Pero ese otro que lo alcanza?

325

 

 

¡Ahijuna! Si es ¡Sancho Panza!

 

 

 

¡Un mancarrón de carrito

 

 

 

de panadero!... ¿No ve?

 

 

 

¡Para esto la plata expongo!

 

 

 

Aquí hay ¡tongo!, amigo ¡tongo!

330

 

 

¿No se lo decía a usté?...

 

 

 

   -A mí no me ha dicho nada,

 

 

 

y menos eso tan fiero...

 

 

 

-¡Pues sí venía primero

 

 

 

ganando a la disparada!

335

 

 

Y aura... mírelo... se ha echao,

 

 

 

¡ése canalla de yoque!...

 

 

 

¡Vea amigo!

 

 

 

                     -No me toque,

 

 

 

que ya veo.

 

 

 

                     -¡Está comprao!

 

 

 

¡Por un cuerpo y medio o más,

340

 

 

la ha perdido el miserable!

 

 

 

¡Y usté no quiere que yo hable!...

 

 

 

   ¿Que no quiero? ¡Hable no más!

 

 

 

   Si ya en la mesma balanza

 

 

 

en un rinconcito escuro,

345

 

 

hablaba el yoque "Pan Duro"

 

 

 

con el yoque "Sancho Panza".

 

 

 

¡Y era la matufia viva

 

 

 

que acaban de hacer aquí,

 

 

 

lo que trataban allí,

350

 

 

pa echarnos patas arriba!

 

 

 

 

Mis tres boletos saqué,

 

 

 

pa romperlos, y el paisano

 

 

 

aquel me agarró la mano

 

 

 

diciendo: -¡Si son placé!...

355

 

 

¡No los ruempa! ¡En este mundo,

 

 

 

la suerte es ciega aparcero!

 

 

 

¿No ve que en vez de primero

 

 

 

Pan duro llegó segundo?

 

 

 

   -¿Y? Perdió. Que duda cabe...

360

 

 

   -¡Pero si es placé, le digo!

 

 

 

Vaya a cobrar.

 

 

 

                         -Mire amigo,

 

 

 

no soy ningún loco... ¿Sabe?

 

 

 

Si me ha tomao pa la risa

 

 

 

medio a medio se ha engañao,

365

 

 

yo a más de un guapo, he dejao

 

 

 

por faltarme, como en misa.

 

 

 

   -Güeno; démelos a mí,

 

 

 

si no los quiere cobrar...

 

 

 

 

   Yo medio entré a desconfiar

370

 

 

al ver que me hablaba así.

 

 

 

   -¿Y ande pagan? -dije yo,

 

 

 

más calmao.

 

 

 

                      -Ahí, aparcero

 

 

 

en el mesmisimo aujero

 

 

 

ande usté los alquirió.

375

 

 

   ¡Ya no tengo más que ver,

 

 

 

ni hay naides que vea más!...

 

 

 

Aquí al que viene detrás,

 

 

 

a ese le llaman placer.

 

 

 

Medio medio desconfiao,

380

 

 

los boletos presenté,

 

 

 

al mozo a quién los compré,

 

 

 

y habiéndolos revisao,

 

 

 

de una cajita de lata

 

 

 

un rollo grande sacó,

385

 

 

y contao, me presentó,

 

 

 

¡un montonazo de plata!

 

 

 

 

Mucho más te contaría,

 

 

 

si el tiempo no me faltara,

 

 

 

porque aquí hay asunto, para

390

 

 

otro tanto todavía.

 

 

 

Pero es juerza contentarse,

 

 

 

con lo que ya te he escrebido,

 

 

 

que me parece que ha sido

 

 

 

como hasta pa publicarse.

395

 

 

Depués, hay mucho que está,

 

 

 

como quien dice, en "veremos"

 

 

 

y explicar lo que no vemos

 

 

 

es una dificultá.

 

 

 

Hay sus morrudas hetarias

400

 

 

de casas en costrución,

 

 

 

que son para exposesión

 

 

 

de estuatas y maquinarias.

 

 

 

De cosas para curar,

 

 

 

a los hombres que padecen,

405

 

 

y otras, que un surtido ofrecen,

 

 

 

de cosas para matar.

 

 

 

Después, hay de mueblería,

 

 

 

de calzao, de comestibles,

 

 

 

de alumbrao, de bebestibles,

410

 

 

de ropa, y ferretería.

 

 

 

El trigo, por de contao,

 

 

 

como el lino y la cebada,

 

 

 

tienen casa preparada,

 

 

 

con todo bien arreglao.

415

 

 

En fin, Benita, aquí está,

 

 

 

en apiñado montón,

 

 

 

todita la creación

 

 

 

la campaña y la ciudá.

 

 

 

A más dicen que vendrán

420

 

 

de todas partes, dotores,

 

 

 

y hasta unos amasadores

 

 

 

muy mentaos, de cierto pan

 

 

 

que le han puesto "americano",

 

 

 

que todo el mundo pondera,

425

 

 

y que ha de ser de primera,

 

 

 

porque es amasao a mano.

 

 

 

Si el pensamiento se aceta,

 

 

 

y yo por aquí estuviera,

 

 

 

te llevaría, anque fuera

430

 

 

una bolsa de galleta.

 

 

 

Dicen que van a juntarse

 

 

 

los médicos y abogaos,

 

 

 

pa arreglar unos trataos

 

 

 

que están por embarullarse.

435

 

 

Yo, mi china, tengo miedo,

 

 

 

questos con tanto alegar,

 

 

 

en vez de desenredar,

 

 

 

no embrollen más el enrielo.

 

 

 

Para celebrar la cosa,

440

 

 

mi güena vida se dan;

 

 

 

comen bien, beben champán,

 

 

 

(ques limonada graciosa)

 

 

 

y en el pueblo, esta chuscada

 

 

 

se canta en diversos modos:

445

 

 

"Limonada, beben todos

 

 

 

y el pobre naranjo, nada."

 

 

 

Aunque más que bebedores,

 

 

 

se oserva en estos momentos,

 

 

 

como han salido por cientos,

450

 

 

los mozos discursiadores,

 

 

 

pues no hay clu, plaza u café,

 

 

 

que en una silla, o un tronco,

 

 

 

no esté un mozo, medio ronco,

 

 

 

gritando, y o no se qué.

455

 

 

Yo no he sentido, endeveras,

 

 

 

en medio a la confusión,

 

 

 

más palabras que: ¡Nación!

 

 

 

¡Libertá! ¡Patria! Banderas!...

 

 

 

Y basta y sobra, con eso,

460

 

 

pa volver la gente loca,

 

 

 

que grita abriendo la boca,

 

 

 

a reventarse el pescuezo.

 

 

 

 

   Ya se me acerca el momento

 

 

 

de volverme por allá,

465

 

 

en donde mi amor está

 

 

 

y vive mi pensamiento.

 

 

 

Lo único que me detiene,

 

 

 

es la custión del padrillo,

 

 

 

porque entre tanto potrillo,

470

 

 

no acierto cual me conviene.

 

 

 

Creo que me he decidido

 

 

 

por un pingo pangaré;

 

 

 

esta noche pensaré,

 

 

 

y si me resuelvo ¡envido!

475

 

 

 

 

Carta sexta

 

 

¡Robado! -Es Nicanor el ladrón. -Como descubrió el robo al ir a pagar el potrillo, que describe con sentimiento. -Quejas por la decepción amistosa, más que por el dinero hurtado. -Trata de volverse a su pago. -¡Sorpresa! -Recibe una carta que toma al principio por una broma. -¡Era verdad! -El rico estanciero dueño del potrillo se lo regala, herido de que en el primer centenario de la patria, un representante de los valientes gauchos de 1810, sea burlado en la ciudad, cuando ardiendo de patriotismo, ha venido desde la pampa, a festejar las viejas glorias. -Vuelta jubilosa a su hogar campero.

                                

   ¡Benita! ¡No te asustés,

 

          

 

pero rejuntá valor,

 

 

 

que te va a causar horror,

 

 

 

lo que te escribo esta vez!

 

 

 

Yo mesmo, haciéndome bola,

5

 

 

me he refugiao en mi encierro,

 

 

 

que estoy lo mesmo que un perro

 

 

 

al que le han cortao la cola.

 

 

 

Yo no sé como decirte

 

 

 

lo que me pasa... Lo pienso,

10

 

 

y al pensarlo me avergüenzo,

 

 

 

y no me atrevo a escrebirte.

 

 

 

¡Este mundo está perdido!

 

 

 

¡No hay un hombre en quien confiar,

 

 

 

y el ques medio rigular,

15

 

 

de golpe se hace un bandido!

 

 

 

Dirás que lo que me pasa,

 

 

 

lo tengo bien merecido,

 

 

 

porque sigún vos, he sido

 

 

 

siempre el sonso de la casa.

20

 

 

Pero eso es puro un decir,

 

 

 

porque pal pillo u ladrón,

 

 

 

no hay viveza, en la ocasión,

 

 

 

que al hombre pueda servir.

 

 

 

   Ayer voy a la Rural,

25

 

 

por el asunto del flete;

 

 

 

saco el caballo del brete,

 

 

 

y no me parece mal.

 

 

 

Del lomo está parejito,

 

 

 

lo mesmo que del encuentro,

30

 

 

le miro la boca adentro.

 

 

 

Es un potrillo nuevito.

 

 

 

El pescuezo es bien cortao,

 

 

 

y no tiene el anca chata,

 

 

 

le sobo bien cada pata...

35

 

 

tampoco está avejigao,

 

 

 

tiene linda la cabeza

 

 

 

alzada de buena pinta,

 

 

 

y en los ojos como tinta,

 

 

 

le hace llamas la viveza.

40

 

 

El propietario es un criollo,

 

 

 

que me lo arregla barato;

 

 

 

ahí no más cerramos trato,

 

 

 

y yo hecho mano a mi rollo.

 

 

 

Saco un papel, y me río

45

 

 

viendo otro, y digo: -Mi china,

 

 

 

me ha envuelto el dinero ansina,

 

 

 

pa defenderlo del frío.

 

 

 

Pero de cuatro en seguida,

 

 

 

con otro papel me encuentro,

50

 

 

y ya a incomodarme dentro,

 

 

 

con la barbara envolvida.

 

 

 

   -No se apure; es necesario

 

 

 

tener calma -dice el criollo.

 

 

 

   -Pero no ve que este rollo

55

 

 

es puro papel de dario!

 

 

 

Metiendo l'uña por medio,

 

 

 

ruempo a la juria el paquete:

 

 

 

¡No había allí...! ¡La gran siete!

 

 

 

¡Ni un nacional pa remedio!

60

 

 

Lo pior es que me miraba

 

 

 

el hombre, y reía a llorar,

 

 

 

y pal clavo remachar,

 

 

 

el potrillo relinchaba.

 

 

 

Yo, furioso como tuto,

65

 

 

el pelo me entré a arrancar,

 

 

 

y mil cosas a gritar,

 

 

 

pataliando como un bruto.

 

 

 

El hombre me dijo: -Vea

 

 

 

amigo: eso ha de ser

70

 

 

un chasco de su mujer.

 

 

 

   -¡Un chasco!... ¡Puede que sea!

 

 

 

Contesté con güenos modos,

 

 

 

pues ya se juntaba gente,

 

 

 

y el cristiano ques prudente,

75

 

 

es respetado por todos.

 

 

 

-Voy a escrebirle a Benita,

 

 

 

por si me ha hecho esta jugada...

 

 

 

¡Vea que china malvada!

 

 

 

¡Darme, ansina, esta bromita!

80

 

 

Lleve el caballo pa dentro,

 

 

 

y échele pasto, aparcero...

 

 

 

Mañana trairé el dinero

 

 

 

pa comprarlo, si lo encuentro.

 

 

 

   -¿Y vive lejos, paisano?

85

 

 

   -Cerquita de la estación

 

 

 

que llaman Custitución,

 

 

 

en la esquina de esta mano.

 

 

 

   -Ya sé; en lo de Rebollo,

 

 

 

   -Mesmamente, lo acertó;

90

 

 

Ahí jue donde me llevó

 

 

 

el que me alivió del rollo.

 

 

 

   -Pues se lo voy a guardar

 

 

 

-contestó el hombre riyendo,

 

 

 

y ansina que se iban yendo,

95

 

 

volvió el pingo a relinchar,

 

 

 

como diciéndome: -"¡Pavo!

 

 

 

"por ser un gaucho inorante,

 

 

 

"te quedás en este istante

 

 

 

"sin flete, y sin un centavo!"

100

 

 

   A trompezones salí

 

 

 

como un mancarrón bichoco,

 

 

 

y lo mesmito que un loco,

 

 

 

en un tranguay me subí,

 

 

 

qu'iba pa Custitución...

105

 

 

Mirá china: ¡qué herejía!

 

 

 

¡Custitución!... ¡Virgen mía!

 

 

 

¡Cuatrerismo y perdición!

 

 

 

¡Fuera su nombre apropiao,

 

 

 

porque allí mesmito jue

110

 

 

ande al canalla encontré

 

 

 

que la plata me ha robao!

 

 

 

Sí china: aquel Nicanor,

 

 

 

tan güenazo y tan ladino,

 

 

 

que me sirvió de pagrino,

115

 

 

de maistro y de protetor;

 

 

 

que me llevó al almacén,

 

 

 

que me amostró la ciudá,

 

 

 

que ganó mi voluntá

 

 

 

engañándome tan bien;

120

 

 

que al prencipio me pagó

 

 

 

todo cuanto gastó hacía,

 

 

 

porque por nada quería

 

 

 

que me incomodase yo;

 

 

 

quera como esclavo mío,

125

 

 

pa servirme voluntario.

 

 

 

¡Era un ratero ordinario!

 

 

 

¡Era un cuentero del tío!

 

 

 

¡Como quien a un chancho ceba,

 

 

 

ansí ese mozo ladino,

130

 

 

para sacarme el tocino,

 

 

 

me dio pelada la breva!

 

 

 

La noche quel desalmao

 

 

 

bolsiquió mi tirador,

 

 

 

acetando con rubor,

135

 

 

tartamudo y colorao,

 

 

 

un pucho de mi dinero,

 

 

 

una miseria, una nada,

 

 

 

porque dijo que olvidada

 

 

 

una cartera de cuero,

140

 

 

había dejao... no sé...

 

 

 

¡De pesos un montonazo!...

 

 

 

Ahí mesmo me hizo el cambiazo,

 

 

 

y con mi plata se jue.

 

 

 

Yo el tirador me prendí,

145

 

 

y como tenía suelto,

 

 

 

dende esa fecha, no he vuelto

 

 

 

a ver lo que hoy día vi.

 

 

 

En el fondín, mi desgracia

 

 

 

relaté con güenos modos,

150

 

 

¡Y al oírme riyeron todos...

 

 

 

a todos les hizo gracia!...

 

 

 

Fue entonces que recordé,

 

 

 

lo que el dotor me decía,

 

 

 

cuando el corazón sentía

155

 

 

envarao, y lo llamé:

 

 

 

   -Mire, no tenga aprensión

 

 

 

usté está jüerte, está sano...

 

 

 

¡Qué corazón! ¡El cristiano

 

 

 

hoy nace sin corazón!

160

 

 

 

Si endeveras me querés,

 

 

 

no me reprendás, Benita,

 

 

 

puede que lo que hoy nos quita

 

 

 

Dios, nos devuelva después.

 

 

 

Lo que yo siento, endeveras,

165

 

 

es volverme para el pago,

 

 

 

sin nada para tu halago,

 

 

 

de tantas cosas puebleras

 

 

 

como he visto y cudiciao,

 

 

 

pa regalarte, mi china...

170

 

 

Ya ves ¡esta suerte endina,

 

 

 

a los dos ha maltratao!

 

 

 

Y también siento... (¿Por qué

 

 

 

no he de decirlo?) tan fiero,

 

 

 

quedar con el estanciero,

175

 

 

y dejar al pangaré.

 

 

 

Mesmo, estaba enamorao

 

 

 

dese flete ¡Virgen mía!

 

 

 

que retozando lo vía

 

 

 

ya en el potrero alambrao.

180

 

 

Al ñudo me aflijo... al fin,

 

 

 

debo a Dios las gracias dar,

 

 

 

que me ha dejao pa pagar

 

 

 

los gastos deste fondín,

 

 

 

y pa volverme a mi casa.

185

 

 

A naides quiero, eso sí,

 

 

 

que si pregunta por mí,

 

 

 

le digás lo que me pasa.

 

 

 

Vos sabés que en la ocasión,

 

 

 

naides nos ha de ayudar,

190

 

 

y pal prójimo achurar

 

 

 

siempre hay gentes en montón.

 

 

 

No importa, ha sido fierazo

 

 

 

el manotón, es verdá;

 

 

 

pero todo pasará

195

 

 

¡en cuanto te dé un abrazo!

 

 

 

 

   ¡Abro esta carta a la juria,

 

 

 

pa darte el gusto mayor!

 

 

 

¡Hay en el cielo un Señor

 

 

 

y es ingrato el que lo injuria!

200

 

 

No hay que desconfiar, ni menos

 

 

 

andar con la suerte a palos,

 

 

 

porque si hay hombres muy malos,

 

 

 

hay otros que son muy güenos.

 

 

 

Ve lo que me ha sucedido,

205

 

 

y me darás la razón

 

 

 

andaba medio tristón,

 

 

 

y como perro perdido,

 

 

 

liando mis pilchas y apero,

 

 

 

pa dirme pa la estación,

210

 

 

y tomar sin dilaición

 

 

 

esta tarde el tren nochero,

 

 

 

cuando ligero, risueño,

 

 

 

y resollando apurao,

 

 

 

como un bagual asustao,

215

 

 

llega, de la casa el dueño.

 

 

 

Se me hizo, al verlo dentrar,

 

 

 

una bola el corazón,

 

 

 

porque dije: -Este ladrón

 

 

 

cree que me voy sin pagar;

220

 

 

y más, cuando muy ufano,

 

 

 

y con aire de insolencia,

 

 

 

vi, que como una sentencia,

 

 

 

traiba un papel en la mano,

 

 

 

-¡Don Martín!... dijo temblando

225

 

 

y casi haciendo un puchero,

 

 

 

como al cantar pal carnero,

 

 

 

habla un cristiano, boquiando.

 

 

 

   -No se apure, don Rebollo

 

 

 

-le dije de mal humor-

230

 

 

pa hacer a mi cuenta honor

 

 

 

no ha de faltar otro rollo.

 

 

 

   -¡Pero si no es eso, amigo!

 

 

 

¡Había sido desconfiao!

 

 

 

¡Vea; no tome, cuñao,

235

 

 

la paja brava por trigo!

 

 

 

   -¿Y entonces?...

 

 

 

                              -Escuchemé:

 

 

 

ahí está de la Rural,

 

 

 

un pión, con un animal,

 

 

 

que pregunta por usté.

240

 

 

   -¿Un animal?... ¿Cómo ha dicho?

 

 

 

   -¡No es pa tanto! ¡No se asombre!

 

 

 

   -¿No dijo que por mi nombre

 

 

 

preguntó? ¡Qué raro bicho!

 

 

 

Solamente por acá

245

 

 

se pueden ver cosas tales...

 

 

 

¡Oír hablar los animales!

 

 

 

¡Solamente en la ciudá!

 

 

 

¿Y qué dijo?

 

 

 

                     -El hombre aquel...

 

 

 

(que fue el hombre quien habló)

250

 

 

por usté me preguntó,

 

 

 

y le manda este papel.

 

 

 

   - A ver?... Alguna macana,

 

 

 

como dicen por acá

 

 

 

              

 

 

 

¿Qué dice?... ¿Será verdá?

255

 

 

¿No será alguna jarana?...

 

 

 

Mire amigo don Rebollo,

 

 

 

no hay que jugar con la gente;

 

 

 

¡este horno está muy caliente

 

 

 

y ya no almite ni un bollo!

260

 

 

Tengo la sangre quemada,

 

 

 

por lo que aquí me sucede.

 

 

 

¡Y hasta un matao viejo, puede,

 

 

 

dar de rabia una patada!

 

 

 

Si es por tomarme por sonso

265

 

 

esta carta, al que la ha escrito,

 

 

 

le juro que entre un ratito

 

 

 

le están rezando el responso.

 

 

 

¿Qué se han craido estos puebleros,

 

 

 

que uno viene a la ciudá,

270

 

 

pa andar como un aperia,

 

 

 

a quien corren los matreros?

 

 

 

¡Vamos! Muestremé por fin,

 

 

 

a ese mentao lenguaraz...

 

 

 

   -¡Había sido voraz

275

 

 

de carater, don Martín!

 

 

 

Venga a convencerse, amigo,

 

 

 

que yo con naides me juego.

 

 

 

Venga, que verá muy luego,

 

 

 

cómo es verdá lo que digo.

280

 

 

Ante tamaña razón,

 

 

 

voluntario cabrestié,

 

 

 

y así que al patio llegué,

 

 

 

me dio un brinco el corazón

 

 

 

allí estaba, pintorcito,

285

 

 

con el cabresto jugando,

 

 

 

llovedizo, y escarciando,

 

 

 

aquel pangaré bonito,

 

 

 

que me había enloquecido

 

 

 

dende el día en que lo vi,

290

 

 

y al que, pa dentro de mí,

 

 

 

ya lo daba por perdido.

 

 

 

¿Pa que entrar a relatarte

 

 

 

lo que habrás adivinao,

 

 

 

y queste papel amao

295

 

 

lías mejor podrá contarte?

 

 

 

   Copio lo que me escribió

 

 

 

aquel criollazo argentino,

 

 

 

conque, güenazo el destino,

 

 

 

en mis penas me brindó:

300

 

 

 

   "Amigo don Martín Oro:

 

 

 

   Permítale a su paisano,

 

 

 

   al estrecharle la mano,

 

 

 

   que es de un hombre con decoro,

 

 

 

   hacerle el ofrecimiento

305

 

 

   del potrillo pangaré,

 

 

 

   por el cual demostró usté

 

 

 

   tanto interés. Solo siento

 

 

 

   que esto que hago en este instante,

 

 

 

   no se me hubiera ocurrido,

310

 

 

   en el día en que afligido

 

 

 

   fue usté, por aquel tunante.

 

 

 

   Lo vi, mi amigo y señor,

 

 

 

   por la traición ofendido,

 

 

 

   Y que no era lo perdido

315

 

 

   la causa de su dolor.

 

 

 

   La tradicional y sana

 

 

 

   honradez, del gaucho viejo,

 

 

 

   vi en luminoso reflejo,

 

 

 

   surgir de su alma paisana.

320

 

 

   Y al recordar las proezas

 

 

 

   de mil gauchos argentinos,

 

 

 

   que fundaron los destinos

 

 

 

   de esta patria y sus grandezas,

 

 

 

   dije: -Por esta memoria,

325

 

 

   el gaucho, que es el pasado,

 

 

 

   bien merece ser honrado

 

 

 

   ¡tras de cien años de gloria!

 

 

 

   Pongo el caballo en sus manos

 

 

 

   pues sé que lo ha de apreciar...

330

 

 

   Hoy es uso regalar

 

 

 

   caballos, a soberanos...

 

 

 

   Y yo no sé si lo acierto,

 

 

 

   pero esta mi fantasía,

 

 

 

   ve una vieja monarquía

335

 

 

   en los gauchos del desierto.

 

 

 

   Ojalá que el pangaré,

 

 

 

   salga como yo deseo,

 

 

 

   y que mejore el procreo

 

 

 

   porque se desvela usté.

340

 

 

   Siga usté así, ejecutando

 

 

 

   su patriótica misión;

 

 

 

   si el gaucho nos dio nación,

 

 

 

   que hoy la agrande, trabajando.

 

 

 

 

   ¡Con lágrimas, entrevero

345

 

 

este relato adorao!

 

 

 

¡Si hasta doy por bien robao

 

 

 

lo que me robó el ratero!

 

 

 

Este caballo, de fijo,

 

 

 

es una suerte bendita...

350

 

 

¡En nuestra casa, Benita,

 

 

 

dende hoy tenemos otro hijo!

 

 

 

Me voy para la estación

 

 

 

pa acomodar a mi pingo.

 

 

 

Pasao mañana, domingo,

355

 

 

te daré un güen madrugón.

 

 

 

¡Qué abrazo largo y estrecho

 

 

 

te voy a dar!... Acordate

 

 

 

de prepararme un güen mate,

 

 

 

y para él, maíz con afrecho.

360

 

 

Salgo alegre y voluntario

 

 

 

desta ciudad de placer...

 

 

 

Pero ¡juro no volver...

 

 

 

ni pal otro centenario!

 

 

 

 

 

 

 

La visión de la Pampa

 

                                

              Harmónicas

 

          

 

 

   Visión sagrada y hermosa

 

 

 

que brilla en la mente mía,

 

 

 

como en la noche sombría,

 

 

 

una estrella luminosa.

 

 

 

Evocación misteriosa

5

 

 

que surge en mi fantasía,

 

 

 

como, vertiendo alegría,

 

 

 

la cristalina corriente

 

 

 

de agua pura y transparente,

 

 

 

brota en la sierra bravía.

10

 

 

 

   Extensión de tierra y cielo

 

 

 

que el horizonte limita,

 

 

 

y cuya vida palpita

 

 

 

y alienta en gigante anhelo

 

 

 

en la luz pura, en el vuelo

15

 

 

del pampero, esa infinita

 

 

 

ala de viento, que agita,

 

 

 

el espacio y lo estremece,

 

 

 

y al turbión que lo oscurece,

 

 

 

en la nada precipita.

20

 

 

 

   Yo tengo de ti, desierto,

 

 

 

el recuerdo triste y santo,

 

 

 

de aquel ser, que entre mi llanto,

 

 

 

¡besé para siempre muerto!

 

 

 

En ti sueño, y si despierto

25

 

 

oigo un eco de tu canto;

 

 

 

y así como arde el amianto

 

 

 

sin consumirse, te veo

 

 

 

siempre ardiente en mi deseo,

 

 

 

que es esclavo de tu encanto.

30

 

 

 

   ¡Ay! ¡Quién me diera vivir

 

 

 

tu soledad bendecida,

 

 

 

que da a nuestra fe vencida

 

 

 

alientos para existir!

 

 

 

¡Quién pudiera resurgir

35

 

 

en tu entraña estremecida,

 

 

 

de esta ominosa caída,

 

 

 

mil veces peor que la muerte,

 

 

 

con que nos hunde la suerte

 

 

 

sin arrancarnos la vida!

40

 

 

 

   ¡Oh, Pampa! ¡de tu misterio

 

 

 

yo sé como nadie sabe!

 

 

 

De tu música la clave

 

 

 

que en el sacrosanto imperio

 

 

 

del silencio, en tu salterio

45

 

 

canta el insecto y el ave,

 

 

 

guardo el acorde suave,

 

 

 

la celestial harmonía,

 

 

 

que vibrar Platón sentía

 

 

 

en los astros, dulce y grave.

50

 

 

 

   Yo conozco los cardales

 

 

 

que salpican tus laderas,

 

 

 

tus treboladas praderas,

 

 

 

tus leonados pajonales;

 

 

 

los blandos tembladerales

55

 

 

que disfrazan traicioneras

 

 

 

algas y plantas rastreras,

 

 

 

que dan marco a tus lagunas;

 

 

 

el médano de tus dunas,

 

 

 

el tala de tus taperas.

60

 

 

 

   Yo evoco en el pensamiento

 

 

 

tus senderos sin destino,

 

 

 

donde alza en su torbellino,

 

 

 

fantasmas de polvo el viento;

 

 

 

por donde pasa, sediento,

65

 

 

el venado peregrino,

 

 

 

que algún rumor repentino

 

 

 

sorprende, y el aire husmea,

 

 

 

mientras el tero alertea

 

 

 

en el bañado vecino.

70

 

 

 

   Veo en tu tarde abrasada,

 

 

 

bajo el sol, tu dios ardiente,

 

 

 

ese vaho transparente

 

 

 

que tremola en la quebrada,

 

 

 

y de cuya onda azulada

75

 

 

se ve surgir de repente,

 

 

 

una ciudad imponente,

 

 

 

que un soplo fugaz destroza

 

 

 

de la brisa, que retoza

 

 

 

en el campo alegremente.

80

 

 

 

   Junto al chircal espinoso

 

 

 

veo tu playa campera,

 

 

 

en que alza la vizcachera

 

 

 

su montículo gredoso,

 

 

 

y siento el grito angustioso

85

 

 

de alguna lechuza autera,

 

 

 

que sorprende en la ladera

 

 

 

a la perdiz escondida,

 

 

 

que vuela, y lanza en la huida

 

 

 

su cromática ligera.

90

 

 

 

   Veo tu arroyo, que lento

 

 

 

mueve su linfa estancada,

 

 

 

a que riza de pasada

 

 

 

con moaré de plata, el viento.

 

 

 

Tras de las totoras siento

95

 

 

el rumor de una bandada,

 

 

 

y de una garza nevada

 

 

 

veo el bolido indolente,

 

 

 

que va a ras de la corriente,

 

 

 

por su espejo retratada.

100

 

 

 

   Y el manto de tus gramillas

 

 

 

veo, tendido a la espalda

 

 

 

de tus lomas, que de gualda

 

 

 

salpican mil florecillas,

 

 

 

hermanas de las sencillas

105

 

 

flores de aquella guirnalda

 

 

 

que por prados de esmeralda

 

 

 

pasara Ofelia juntando,

 

 

 

para ir luego derramando

 

 

 

de los pliegues de su falda.

110

 

 

 

   Por el pajonal vecino,

 

 

 

veo pasar, cautelosa,

 

 

 

con su planta sigilosa

 

 

 

una gama. Atento y fino

 

 

 

su oído inquiere. El camino

115

 

 

que llevara, recelosa

 

 

 

tuerce, e inquieta y airosa,

 

 

 

huyendo al puma en acecho,

 

 

 

corre, salvando un repecho,

 

 

 

en fuga vertiginosa.

120

 

 

 

   En invertida cascada

 

 

 

veo la nube plomiza

 

 

 

que ondulante se desliza

 

 

 

de la quemazón airada.

 

 

 

Soplando en su llamarada

125

 

 

cálido el viento la atiza,

 

 

 

y el matorral carboniza

 

 

 

con fragoroso chasquido,

 

 

 

dejando a su andar tendido,

 

 

 

el manto de su ceniza.

130

 

 

 

   Ante sus ascuas voraces

 

 

 

huye la bestia asustada,

 

 

 

y levantan su bandada

 

 

 

las palomas montaraces;

 

 

 

tiñen las nubes sus faces

135

 

 

con su vislumbre encarnada,

 

 

 

y como una llama alada

 

 

 

que fuera a incendiar el cielo,

 

 

 

va de flamencos un vuelo

 

 

 

huyendo a la desbandada.

140

 

 

 

   Veo el ñandú majestuoso

 

 

 

que esponja al sol sus alones,

 

 

 

y oigo de los charabones

 

 

 

el silbido quejumbroso,

 

 

 

mientras golpea afanoso

145

 

 

con profundas vibraciones

 

 

 

su mina el tuco, y los sones

 

 

 

de aquel rítmico sonido,

 

 

 

parece un compás batido

 

 

 

del desierto a las canciones.

150

 

 

 

   Y tus valles desolados

 

 

 

que cruzan inmensos ríos,

 

 

 

veo, tristes y sombríos,

 

 

 

por la vida abandonados,

 

 

 

paisajes imaginados

155

 

 

por los reprobos impíos,

 

 

 

en medio a los desvaríos

 

 

 

de sus febriles delirios:

 

 

 

de los dantescos martirios

 

 

 

páramos tristes y fríos.

160

 

 

 

   Contraste de los ardores

 

 

 

con que tu sol te regala;

 

 

 

sombra que negra resbala,

 

 

 

huyendo a los esplendores

 

 

 

de la luz, que en mil fulgores

165

 

 

tu inmensa extensión exhala,

 

 

 

y que una zona señala

 

 

 

con proyecciones medrosas,

 

 

 

como en las horas dichosas

 

 

 

se desliza una hora mala.

170

 

 

 

   ¡Oh, Pampa! mi alma hace alarde

 

 

 

de recordar soñadora,

 

 

 

el rosicler de tu aurora,

 

 

 

la púrpura de tu tarde;

 

 

 

tu sol brillante en que arde

175

 

 

la potencia creadora

 

 

 

que en ti vierte, y atesora

 

 

 

tu tierra, virgen fecunda,

 

 

 

a que su calor inunda

 

 

 

y su luz ardiente dora.

180

 

 

 

   Yo he soñado entre los velos

 

 

 

de tus noches azuladas,

 

 

 

muchas páginas pasadas

 

 

 

de mis pasados anhelos.

 

 

 

En el fondo de tus cielos,

185

 

 

en tus estrellas plateadas,

 

 

 

he mirado descifradas,

 

 

 

mil incógnitas historias,

 

 

 

fantasmas de antiguas glorias,

 

 

 

en mi pecho sepultadas.

190

 

 

 

   Y ha cruzado por mi mente

 

 

 

tu poema largo y vario;

 

 

 

tu pasado legendario,

 

 

 

tu porvenir esplendente;

 

 

 

ese dualismo imponente

195

 

 

que une la gloria al calvario,

 

 

 

y que arranca del sudario

 

 

 

una vida luminosa,

 

 

 

cual sale la mariposa

 

 

 

de su encierro funerario.

200

 

 

 

   ¡Yo he visto al indio salvaje

 

 

 

en su potro enardecido,

 

 

 

invadirte al alarido

 

 

 

de incendio, muerte y pillaje!

 

 

 

Luego, he visto a tu gauchaje,

205

 

 

acosado, perseguido,

 

 

 

bajo el yugo envilecido

 

 

 

del más rudo despotismo,

 

 

 

que hacía de ti un abismo

 

 

 

amenazante y temido.

210

 

 

 

   Y he visto la ciudad muda,

 

 

 

como el alma ante la muerte,

 

 

 

con ese estupor inerte

 

 

 

que inflige una pena ruda,

 

 

 

contemplándote desnuda,

215

 

 

como esclava a que convierte

 

 

 

el mercader, de un ser fuerte,

 

 

 

en un vil montón de lodo,

 

 

 

que así, de ese mismo modo,

 

 

 

llegaron a envilecerte.

220

 

 

 

   Y luego, he visto en tus llanos,

 

 

 

el escenario luctuoso,

 

 

 

donde se libró, rabioso,

 

 

 

un largo duelo entre hermanos.

 

 

 

Los fastos americanos,

225

 

 

señalan como el medroso

 

 

 

sitio, en que el alevoso

 

 

 

puñal derribó una vida,

 

 

 

la página aborrecida

 

 

 

de tu pasado ominoso.

230

 

 

 

   Pero invencible y constante,

 

 

 

vagaba con raudo vuelo,

 

 

 

detrás del fúnebre velo

 

 

 

de aquel tenebroso instante,

 

 

 

el espíritu arrogante,

235

 

 

el indomeñable anhelo

 

 

 

que dio libertad al suelo

 

 

 

de esta región argentina:

 

 

 

chispa genial y divina

 

 

 

de los fulgores del cielo.

240

 

 

 

   Como el soplo soberano

 

 

 

de tu gigantesco aliento;

 

 

 

como el Pampero, ese viento

 

 

 

nativo, que corre ufano

 

 

 

sobre el dorso de tu llano

245

 

 

a que acaricia violento,

 

 

 

juntando en un sólo aliento

 

 

 

a las grandezas más grandes:

 

 

 

tu inmensa extensión, los Andes,

 

 

 

el espacio, el océano,

250

 

 

 

   viene, pasa, y ya perdida

 

 

 

su sombra, se desvanece,

 

 

 

y la tierra se estremece

 

 

 

callada y desfallecida,

 

 

 

pero siente que su vida

255

 

 

reanima y rejuvenece

 

 

 

nuevo vigor; que florece

 

 

 

su campiña más lozana,

 

 

 

y que al nacer la mañana

 

 

 

más puro el sol resplandece.

260

 

 

 

   Así, de tu campo abierto

 

 

 

vino ese soplo imponente,

 

 

 

de que era el alma inmanente

 

 

 

la libertad. Rumbo cierto

 

 

 

tuvo el porvenir, que un puerto

265

 

 

marcó la estrella luciente

 

 

 

en la bóveda esplendente

 

 

 

de tu cielo ¡oh Pampa hermosa!

 

 

 

Y a la bandera gloriosa

 

 

 

besó el aura del desierto.

270

 

 

 

   El litoral limitado,

 

 

 

buscó nuevas expansiones,

 

 

 

y las guerreras legiones

 

 

 

precursoras del arado,

 

 

 

ese tu suelo ignorado,

275

 

 

que asolaron los malones,

 

 

 

conquistaron. Sus jalones

 

 

 

plantó el progreso en seguida,

 

 

 

y un grito de nueva vida

 

 

 

estremeció a las naciones.

280

 

 

 

   Era ese el advenimiento

 

 

 

de un gran pueblo a su destino,

 

 

 

pues se llenaba el divino

 

 

 

augurio, que en el momento

 

 

 

de emanciparse, un acento

285

 

 

profetizó repentino

 

 

 

"en un trono diamantino,

 

 

 

de laureles coronada,

 

 

 

alzando a la patria amada

 

 

 

de todo pecho argentino."

290

 

 

 

   Era la idea primera

 

 

 

de la gran nación unida,

 

 

 

que de la estatua derruida,

 

 

 

alzaba la estatua entera;

 

 

 

era la nota guerrera,

295

 

 

en ¡hossana! convertida;

 

 

 

era el agua, que, nacida

 

 

 

del manantial del desierto,

 

 

 

transformaba un pueblo muerto,

 

 

 

en un emporio de vida.

300

 

 

 

   La fama de tu grandeza,

 

 

 

llena del mundo el ambiente,

 

 

 

y ya no hay ignota gente

 

 

 

que no sueñe en tu riqueza;

 

 

 

no hay pensadora cabeza

305

 

 

que en ti no fije la mente,

 

 

 

como en la clave evidente

 

 

 

del misterio del futuro,

 

 

 

como porvenir seguro

 

 

 

del viejo mundo indigente.

310

 

 

 

   ¡Oh Pampa! En los pastizales

 

 

 

de tus agrestes vergeles,

 

 

 

ya van tendiendo los rieles

 

 

 

sus paralelas triunfales.

 

 

 

Ya los cristianos trigales

315

 

 

matan tus yerbas infieles.

 

 

 

Ya los sajones corceles,

 

 

 

los exóticos ganados,

 

 

 

son los reyes de tus prados

 

 

 

los dueños de tus jagüeles.

320

 

 

 

   Tu potro, tu gaucho errante,

 

 

 

tu oveja de larga lana,

 

 

 

tu toro... tal vez mañana

 

 

 

en esa escena cambiante,

 

 

 

no quede un rasgo, que amante

325

 

 

pueda la memoria humana

 

 

 

recoger. La soberana

 

 

 

ley del progreso, lo mismo

 

 

 

que el brazo del despotismo,

 

 

 

cuanto se le opone allana.

330

 

 

 

   Yo que admiro tu destino,

 

 

 

que tu grandeza completa,

 

 

 

no puedo en el alma inquieta

 

 

 

sofocar un repentino

 

 

 

suspiro, que hacía el divino

335

 

 

recuerdo de tu silueta

 

 

 

salvaje, vuela: saeta

 

 

 

que ya no dará en el blanco,

 

 

 

que a mi corazón arranco

 

 

 

de su carcaj de poeta.

340

 

 

 

   ¡Noches de la Pampa mía!

 

 

 

¡Perfumes de la alborada!

 

 

 

¡Siesta ardiente y abrasada

 

 

 

por el sol del mediodía!

 

 

 

¡Alto silencio, poesía

345

 

 

de la soledad amada!

 

 

 

¡Frescores de la enramada!

 

 

 

¡Fuertes soplidos del viento!

 

 

 

¡Murmullo místico, aliento

 

 

 

de lo inmenso o de la nada!

350

 

 

 

   De vuestra evocada gloria

 

 

 

derramad aquí el encanto.

 

 

 

¡Soplad el hálito santo

 

 

 

de esa pasada memoria,

 

 

 

que, desterrada a la historia,

355

 

 

se aleja bañada en llanto,

 

 

 

del suelo que amaba tanto,

 

 

 

y que yo también, gimiendo,

 

 

 

salvar la visión pretendo

 

 

 

en los ecos de éste canto!

360

 

 

 

 

 

 

El Recao

 

                                

   Con el cinchón bien sobao,

 

          

 

haciendo del todo un lío

 

 

 

bastos, chapiao, prenderío,

 

 

 

está en el suelo el recao.

 

 

 

Al mirarlo he recordao

5

 

 

aquel tiempo sin dolor,

 

 

 

cuando de mi vida en flor,

 

 

 

que era un purito domingo,

 

 

 

cruzaba el campo en mi pingo

 

 

 

llevando en ancas mi amor.

10

 

 

 

   Al desatar la envoltura

 

 

 

de las prendas, he sentido

 

 

 

como si de un ser querido

 

 

 

abriera la sepultura.

 

 

 

Todo un mundo de ventura

15

 

 

se me ha presentao allí

 

 

 

el ranchito ande nací,

 

 

 

el ombú que le da sombra,

 

 

 

el pastito como alfombra

 

 

 

en que mil noches dormí.

20

 

 

 

   Las estrellas como flores

 

 

 

de luz, en lo hondo del cielo;

 

 

 

el griterío de un vuelo

 

 

 

perdido de silbadores,

 

 

 

las bocanadas de olores

25

 

 

que vienen del campo abierto,

 

 

 

el vientito del disierto

 

 

 

al ir aclarando el día,

 

 

 

la mañana... la alegría

 

 

 

del silguerío dispierto;

30

 

 

 

   el rayo de sol primero

 

 

 

que va a besar a la loma,

 

 

 

el gemir de una paloma,

 

 

 

el gritoniar de un hornero;

 

 

 

la diana alegre de un tero

35

 

 

que hace guardia en el bañao;

 

 

 

de un toro viejo, encelao,

 

 

 

el bramido de sus quejas;

 

 

 

el balar de las ovejas,

 

 

 

los mugidos del ganao...

40

 

 

 

   A mi escuro renegrido

 

 

 

he sentido relinchar,

 

 

 

lo mesmo que el corretiar

 

 

 

de los perros y el ladrido.

 

 

 

Del gallo giro, el bolido

45

 

 

he visto dende la higuera,

 

 

 

y después, la ronda autera,

 

 

 

que le hacía a las gallinas,

 

 

 

que presumían de finas,

 

 

 

siendo al fin como cualquiera.

50

 

 

 

   Las prendas de mi recao

 

 

 

voy a mostrar despacito,

 

 

 

que pa mí, mucho bendito

 

 

 

hay en ellas encerrao.

 

 

 

Al lindo freno platiao

55

 

 

le ha tocao ser el primero,

 

 

 

pues tratándose de apero,

 

 

 

por el freno hay que empezar

 

 

 

cuando se ha de arrocinar

 

 

 

a un hombre o a un parejero.

60

 

 

 

   ¡Aquí está!... Nuevito en hoja

 

 

 

parece. ¡Tal lo he cuidao!

 

 

 

Sus copas son un dechao,

 

 

 

y un contento su coscoja.

 

 

 

Cuando en la rienda floja

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jugaba con él mi escuro,

 

 

 

ni un cristiano, de seguro,

 

 

 

quedaba sin almirar

 

 

 

de mi criollito el trotiar,

 

 

 

que envidiaba más de un puro.

70

 

 

 

   Aquí están las cabezadas

 

 

 

con su testera y fiador;

 

 

 

la manea, el maniador

 

 

 

y las dos riendas platiadas;

 

 

 

el pretal, con sus caladas

75

 

 

estrellas, que con primor,

 

 

 

van de mayor a menor

 

 

 

del encuentro hasta el lomillo,

 

 

 

y que, en mi escuro, su brillo

 

 

 

era un puro resplandor.

80

 

 

 

   ¡Velay los dos sahumadores

 

 

 

de mis estribos, grabaos

 

 

 

por plateros afamaos,

 

 

 

igual que los pasadores!

 

 

 

Allá en mis tiempos mejores,

85

 

 

cuando cruzaba el pueblito

 

 

 

zapatiando un trotecito

 

 

 

atravesao en mi flete,

 

 

 

los llevaba de juguete

 

 

 

pisandolós despacito.

90

 

 

 

   Estas espuelas coquetas,

 

 

 

de ruidosas alabadas,

 

 

 

colgaban destalonadas

 

 

 

de la alzaprima sujetas.

 

 

 

Al oírlas rodar inquietas

95

 

 

con su cócora sonido,

 

 

 

el gauchaje, conmovido,

 

 

 

decía, la voz alzando:

 

 

 

-¡Ahí va un gaucho galopiando,

 

 

 

honrao, valiente y temido!

100

 

 

 

   Este rebenque, trenzao

 

 

 

con un tientito tan fino,

 

 

 

lo heredé de mi pagrino

 

 

 

que lo había trabajao.

 

 

 

De virolas adornao,

105

 

 

con su argolla y su lonjita,

 

 

 

parece una monadita

 

 

 

lo mesmo que un abanico,

 

 

 

pero si tuviera pico...

 

 

 

¡Qué historias!... ¡Virgen bendita!

110

 

 

 

   Aquí está el lazo, largote,

 

 

 

pa trabajar ande quiera,

 

 

 

prendido de la asidera,

 

 

 

ques de cuero de cogote;

 

 

 

cuatro armadas en un bote,

115

 

 

sobre la res que se elija,

 

 

 

puede tirarse a la fija,

 

 

 

y enlazarla del tirón...

 

 

 

Pero ¡guay del revolcón

 

 

 

si el julepe lo encanija!

120

 

 

 

   Aquí están también las bolas

 

 

 

u pa avestruz, u pa potro,

 

 

 

y que, como dijo el otro,

 

 

 

"de güenas bolean solas".

 

 

 

De torzal fino las piolas,

125

 

 

y las piegras del Tandil,

 

 

 

apuesto aquí que entre mil

 

 

 

no hay otras como las mías,

 

 

 

pues las mesmas tres Marías

 

 

 

son como al sol un candil.

130

 

 

 

   ¡La cincha!... Sería al ñudo

 

 

 

querer cosa más pulida,

 

 

 

con la encimera curtida

 

 

 

y abajo de cuero crudo.

 

 

 

De un chúcaro, alzao, clinudo,

135

 

 

y a rajar con luña l'anca

 

 

 

que detrás de una potranca

 

 

 

se andaba haciendo el bonito,

 

 

 

sacó esta lonja un gauchito,

 

 

 

tan parejita y tan blanca.

140

 

 

 

   Aura los bastos levanto

 

 

 

pa que los contemplen bien,

 

 

 

aquí está el centro y sostén

 

 

 

deste recao a quién canto.

 

 

 

No sé de mi vida cuánto

145

 

 

a ellos me une, lo mesmito

 

 

 

que los dos por un tientito

 

 

 

van juntos como gemelos...

 

 

 

¡Que eso, tan sólo en los cielos,

 

 

 

o en la Pampa, estará escrito!

150

 

 

 

   Voy a desdoblar, señores,

 

 

 

lo más blando del recao:

 

 

 

las matras, por decontao,

 

 

 

y las jergas de colores.

 

 

 

La carona, en que mil flores

155

 

 

bordó un paisano ladino;

 

 

 

el cojinillo, más fino

 

 

 

que de una mujer el pelo,

 

 

 

y el sobrepuesto ¡ese cielo

 

 

 

que a ortas décimas destino!

160

 

 

 

   Dejenmé que arrodillao

 

 

 

junto a esta prenda sagrada,

 

 

 

de arriba abajo bordada

 

 

 

por el ser más adorao,

 

 

 

saque del pecho angustiao

165

 

 

palabras de un sentimiento,

 

 

 

que ni el mesmísimo viento

 

 

 

debía escuchar aquí,

 

 

 

porque ninguno ¡Ay de mi!

 

 

 

¡Sentirá lo que yo siento!

170

 

 

 

   Junquillos, claveles, rosas,

 

 

 

derramó tu linda mano

 

 

 

sobre este paño paisano,

 

 

 

en horas pa mí dichosas;

 

 

 

cual enseñas vitoriosas,

175

 

 

flamiando de Norte a Su,

 

 

 

mi orgullosa joventú

 

 

 

las llevó por esos pagos,

 

 

 

¡buscando tal vez halagos

 

 

 

que estaban en tu virtú!

180

 

 

 

   Sobre este paño bordao,

 

 

 

fui soldao y fui matrero,

 

 

 

fui jugador, pendenciero,

 

 

 

malevo y desordenao;

 

 

 

corriendo desatinao

185

 

 

en busca de otros amores,

 

 

 

manché mil veces las flores

 

 

 

que me osequió tu cariño...

 

 

 

¡Y aura lloro como un niño

 

 

 

el dolor de tus dolores!...

190

 

 

 

   Tendido sobre este lecho,

 

 

 

tu sombra abrazo soñando,

 

 

 

y te cuento suspirando

 

 

 

las tristuras de mi pecho.

 

 

 

Junto a mi cuerpo te estrecho,

195

 

 

y como a un panal de mieles,

 

 

 

tus labios puros y fieles,

 

 

 

beso en ansias amorosas,

 

 

 

a que perfuman tus rosas,

 

 

 

tus juncos, y tus claveles!

200

 

 

 

   Aura, dejenmé, señores,

 

 

 

que otra vez líe el recao...

 

 

 

Yo... ¡ya me creiba curao

 

 

 

de mis antiguos dolores!

 

 

 

¡Pero hay rescoldos traidores

205

 

 

que cualquier vientito atiza,

 

 

 

y hoy, en la olvidada triza

 

 

 

de mi viejo pensamiento,

 

 

 

he encontrao este lamento,

 

 

 

escarbando en su ceniza!

210

 

 

 

 

 

 

En la guitarra

 

 

                                

   Cuando las sombras calladas,

 

          

 

cubren el campo dormido,

 

 

 

como un manto renegrido

 

 

 

con mil estrellas plateadas,

 

 

 

las memorias en bandadas,

5

 

 

sobre el árbol del olvido,

 

 

 

cantan, del placer perdido,

 

 

 

el recuerdo que desgarra;

 

 

 

y yo al son de mi guitarra,

 

 

 

les contesto en un gemido.

10

 

 

 

   Cantan mi vida primera:

 

 

 

cuando las alas tendía

 

 

 

en el aire el alma mía,

 

 

 

como una águila altanera.

 

 

 

Cuando ninguna barrera

15

 

 

a mi ambición se oponía,

 

 

 

cuando ante mí se ofrecía,

 

 

 

el campo verde y en flor,

 

 

 

la juventud, el amor,

 

 

 

el placer y la alegría.

20

 

 

 

   Recuerdo de edad lejana,

 

 

 

que expira en el pensamiento,

 

 

 

como se pierde en el viento

 

 

 

el clamor de una campana;

 

 

 

perfume de la mañana,

25

 

 

que pasa y muere al momento;

 

 

 

luz, que cruza el firmamento,

 

 

 

y en las tinieblas se apaga,

 

 

 

como esta canción que vaga

 

 

 

en las alas de un lamento.

30

 

 

 

   Hoy, que miro a mi alredor,

 

 

 

marchito, sin luz, inerte,

 

 

 

cuanto era viril y fuerte

 

 

 

de mi vida en el albor,

 

 

 

en este eterno dolor,

35

 

 

que es destino de mi suerte,

 

 

 

tan solo un consuelo vierte

 

 

 

cuando me sofoca el llanto,

 

 

 

dar a los aires mi canto,

 

 

 

¡Qué es el canto de la muerte!

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