NICOLÁS GRANADA
CARTAS GAUCHAS
DESCRIPCIÓN DE LAS FIESTAS DEL CENTENARIO
HECHA POR EL GAUCHO ARGENTINO MARTÍN ORO EN SEIS CARTAS, EN VERSOS GAUCHOS
DEDICADOS A SU MUJER BENITA CHAPARRO
ÍNDICE
Carta primera
En la que el
paisano Martín Oro da cuenta a su mujer Benita Chaparro de su viaje en
ferrocarril hasta la Capital Federal, su llegada a la estación Constitución, su
encuentro con el pueblero D. Nicanor, el cual lo conduce hasta el
Almacén-posada de Rebollo, en donde lo instala, saliendo de allí para el centro
con el objeto de admirar la Iluminación de la Plaza del Congreso, Avenida de
Mayo, etc., que él describe. -Observaciones sobre las mujeres, sus trajes y
maneras, así como las de los jóvenes hig-liffe. -Asistencia a un teatro
popular.
Carta segunda
El gaucho
Martín Oro, elogia las prendas morales de su amigo Nicanor. -Describe los
tranvías, los automóviles y los coches particulares y placeros. -Asiste a una
función teatral. -A la salida, Nicanor lo invita para ir a una casa de juego.
El gaucho se excusa. -Nicanor anda escaso de dinero, y, con rubor, se lo
confiesa a Martín Oro. -Éste en un rasgo de caballeresca generosidad, se
desprende el tirador y se lo ofrece al pueblero. -Nicanor, meticulosamente,
acepta una pequeña cantidad, restituyendo el resto, entre el que hay un gran
envoltorio, a los bolsillos del tirador. -Martín se retira cansado, y al
dormirse, tiene recuerdos tiernos para su rancho.
Carta
tercera
Nicanor ha
desaparecido. -El paisano está intranquilo, pues piensa que puede haberle
sucedido algo grave a su amigo. -Lee en un diario el anuncio de la revista
naval, y se decide a asistir. -Se embarca en el Golondrina. -Incidentes cómicos
a bordo. -Principio de mareo. -Hace amistad con un italiano que lo tonifica con
su vino. -Empieza la revista. -La describe con entusiasmo aunque trabucando
muchas cosas. -Los torpederos. -Las gaviotas. -Las señales. -Bautismo naval del
gaucho. -Gran cansancio.
Carta cuarta
¡25 de Mayo!
-La noche. -La madrugada. -Saludo al sol de Mayo. -El himno cantado por los
niños. -Enternecimiento. -El hogar y la patria. -Fe en el porvenir. -El desfile
de las tropas. -La llegada de la comitiva oficial. -Admiración por el
"piqeur" del tren presidencial. -La Infanta. -Embajadores y
delegados. -Entrada al Tedeum.
Carta quinta
La
Exposición Rural. -Ante el ganado. -Máquinas Agrícolas. -Recuerdos de los
antiguos tiempos y de la labranza primitiva. -En un concurso de aviación.
-Sorpresa inaudita. - El concurso hípico. -Las carreras. -Ganancioso por
casualidad. -Las Exposiciones en construcción. -El Congreso Panamericano.
-Otras conferencias. -Profusión de oradores. -Se decide a comprar el potrillo
pangaré.
Carta sexta
¡Robado! -Es
Nicanor el ladrón. -Como descubrió el robo al ir a pagar el potrillo, que
describe con sentimiento. -Quejas por la decepción amistosa, más que por el
dinero hurtado. -Trata de volverse a su pago. -¡Sorpresa! -Recibe una carta que
toma al principio por una broma. -¡Era verdad! -El rico estanciero dueño del
potrillo se lo regala, herido de que en el primer centenario de la patria, un
representante de los valientes gauchos de 1810, sea burlado en la ciudad,
cuando ardiendo de patriotismo, ha venido desde la pampa, a festejar las viejas
glorias. -Vuelta jubilosa a su hogar campero.
La visión de
la Pampa
El Recao
En la
guitarra
Carta primera
En la que el
paisano Martín Oro da cuenta a su mujer Benita Chaparro de su viaje en
ferrocarril hasta la Capital Federal, su llegada a la estación Constitución, su
encuentro con el pueblero D. Nicanor, el cual lo conduce hasta el
Almacén-posada de Rebollo, en donde lo instala, saliendo de allí para el centro
con el objeto de admirar la Iluminación de la Plaza del Congreso, Avenida de
Mayo, etc., que él describe. -Observaciones sobre las mujeres, sus trajes y
maneras, así como las de los jóvenes hig-liffe. -Asistencia a un teatro
popular.
Mi muy querida Benita
aunque
bichoco y despiao,
de tanto
haber caminao
en esta
ciudá bendita,
le pego una
cuerpiadita
5
al cansancio
que me aplasta,
y haciendo
honor a la casta
de criollo
guapo y curtido,
a escrebirte
me decido
Tuito el
día, si me basta.
10
¡Que ha de bastar! Ni en un año
creo podría
escrebirte,
cuanto tengo
que decirte,
de
embarrullao y de extraño,
como entre
un susto tamaño,
15
he visto en
esta ciudá,
que como
borracha está,
gritona y
embanderada,
florida e
iluminada,
¡ques una
barbaridá!
20
Después de andar en prisión
un día en
fierro carril,
llegué como
un perejil
a la mentada
estación
que llaman
Custitución,
25
y ques un
galpón grandote,
ande
dentramos al trote,
echando un
humo jediondo,
y metiendo
un batifondo
que daba al
diablo un cerote.
30
Yo bajé medio entumido,
y ansina
como almariao;
de la vista
encandilao,
y del mate
dolorido,
cuando un
mozo que me vido,
35
y se hizo
cuenta, dejuro,
de que
estaba en un apuro
en aquel
corral ajeno,
vino a refalarme
el freno,
y a ayudarme
comedido.
40
-Veo que usté es pajuerano
-me dijo con
güenos modos.
Mirá Benita:
no a todos
les cai del
cielo un hermano,
que venga a
darle la mano
45
en un trance
como el mío,
pues me
encontraba en un lío
¡mesmamente
soberano!
-¡Ha adivinao, amigazo!
-le dije al
mozo pueblero;
50
¡Estoy como
un hormiguero
a que le han
dao un humazo!
Había sido
fierazo
hallarse de
sopetón,
en medio a
una población
55
ansina,
deste tamaño...
Mesmo que en
un pago extraño,
suele
hallarse un mancarrón.
-¿Y trai quipaje?
-Ese lío
que son mis
pilchas camperas;
60
unas maletas
fuleras,
y pa fumar
el avío...
¿De qué se
rai?
-Pues me río
de verlo a
usté tan confiao,
largarse
así, sin cuidao,
65
con su
talero en la mano...
-¿Y no sabe
quel paisano
nació para
ser soldao?
¿No sabe que
esta nación,
hoy tan grande
y tan ufana,
70
nació de un
toque de diana,
y un disparo
de cañón?
¿Que un
valiente pelotón
de paisanos
argentinos,
más
valientes que ladinos,
75
más
patriotas que valientes,
levantaron
imponentes,
esos colores
divinos?
¿Ya no se acuerda, paisano,
de los Patricios mentaos,
80
de los
bravos Coloraos,
de los
Blandengues, del llano
en que con
el sable en mano
y garabina
terciada,
bajaba a la
disparada
85
con su
guachaje atrevido,
aquel Güemes
tan temido,
el de la
fama mentada?
¿Y no saben los puebleros,
que fueron
gauchos al fin,
90
los bravos
de San Martín,
los heroicos
Granaderos,
los audaces,
los primeros
que al
cóndor de la montaña,
asustaron
con la hazaña
95
de llegar
hasta sus nidos,
y allí
lanzar atrevidos,
su protesta
contra España?
¿No saben que si hoy tenemos
patria,
riqueza, fortuna,
100
se la
debemos ¡Ahijuna!
al gaucho...
ni más ni menos...
que ellos
valientes y güenos
pa trabajar
ande quiera,
custodiando
la frontera,
105
en el rodeo
o sembrado,
siempre se
les vio formando,
al pie de
nuestra bandera?
Como en misa se quedó
aquel
pueblero, Benita,
110
al oír esta
licioncita
que ni en
sueños esperó,
de que un
gaucho como yo
se la diera
de memoria,
pues ellos
saben de historia,
115
como yo de
hablar en gringo,
o como puede
a mi pingo
montar
cualquier sanagoria.
-¡Había sido dotor!
-me dijo
riyendo el mozo
120
-antes de
salirme el bozo,
ya era en mi
pago cantor,
y ya echaba
un "¡De mi flor!"
a
cualesquier atrevido,
aunque me
dijera: "¡Envido!"
125
Con un
bramido de toro,
porque el
gaucho Martín Oro,
jamás se dio
por vencido.
-¡Ansina me gusta un criollo!
-me retrucó
aquel mocito
130
-mire, vamos
ligerito
al almacén
de Rebollo...
-¿Y eso es
lejos?
-¡Qué! Ni un
rollo
de lazo
habrá dende aquí...
¿Ve ese
tranguay? pues allí
135
está ese
almacén mentao,
ande venden
un guindao
que está
pidiendo maní.
¡Qué almacén! ¡Qué cosa rica
de almacén!
¡Virgen María!
140
¡Si aquello
más parecía
que almacén,
una botica!
Gente
grande, gente chica,
mujeres...
¡Cuánto Dios crio!...
A mí,
Benita, me dio
145
al entrar un
almareo,
con tanta
luz y voceo,
y aquel
tufo... a ¡qué sé yo!...
Tomamos nuestro guindao,
de un trago,
a todo galope.
150
-¡Mozo!
-grité.
-No me cope
la banca
ansina, cuñao.
Yo he sido
quien lo ha envitao,
y es justo
que pague yo
dijo el
mocito, y peló
155
un rollo e
plata grandote,
llamó al
patrón, y en un trote
mi
alojamiento ajustó.
-Deje las pilchas no más,
que se las
lleven pa dentro,
160
y aura
vámonos pal centro
(siguió el
mozo lenguaraz)
En el
asiento de atrás
de un coche
con campanillas,
que un
tostao, puro costillas,
165
tiraba a
rigor de azote,
nos juimos a
ver, al trote,
las mentadas
maravillas.
Mentadas, y con razón,
Benita,
porque a mi ver,
170
son cosas
para no creer
ni mesmo por
soñación,
las que para
esta ocasión,
ha inventao,
con gran pacencia,
con
habilidá, con cencia,
175
este pueblo
extrordinario,
en honor del
centenario
de la patria
indipendencia.
Después de andar a porfía,
por mil
calles bullangueras,
180
tuitas
llenas de banderas,
y alumbradas
como el día,
en que una
loca alegría,
en mil modos
diferentes,
entusiasmaba
a las gentes,
185
que raiban,
y que cantaban,
daban vivas,
palmotiaban,
como si
juesen dementes.
Juimos a desembocar
en un tremendo
plazón...
190
Benita...
¡Mi corazón
se me agachó
a corcobiar!...
Vos nunca
has visto brillar,
en el cielo
a los rastrojos,
tantas
luces, a manojos,
195
como lucían
allí,
que apenas
medio las vi,
me hicieron
cerrar los ojos.
¿Has visto el Altar Mayor
de nuestra
iglesia campera,
200
cuando en
ella se venera
nuestro
santo protetor?
De velas
ques un primor,
hay un por
demás que asombra,
pues del
techo hasta la alfombra,
205
tuito está
bien alumbrao.
Pues ese
altar adorao,
aquí sería
una sombra.
No te podés dar razón,
de si es
verdá u mentira
210
lo que ves,
pues si se mira,
ansina, de
refilón,
ves como una
quemazón,
como si
ardieran las casas,
como si en
calles y plazas
215
volaran en
un momento,
a los
soplidos del viento,
llamaradas,
chispas, brazas.
Hay un palacio grandote
que le
llaman el colgreso,
220
que está
entodavía preso
por un
tablero almastrote.
Diai, un
camino largote
te lleva
hasta la otra plaza,
que cierra
al fondo la casa
225
ande escribe
el Presidente,
y ande va
tuita la gente
que en el
gobierno hace baza.
Todo eso está luminao
como con
rayos de sol,
230
y entre uno
y otro farol,
ves un
precioso tablao,
en los que
han acomodao
mil bandas
de musiqueros,
que hacen
unos entreveros,
235
tocando
milongas viejas,
que te
aturden las orejas
como pelea
de teros.
El gentío anda en montones,
igual que
langosta hambrienta,
240
y se estruja
y se revienta,
a juerza de
arrempujones,
codazos, y
pisotones.
Naides por
esto se enoja.
Las botas
que truje en hoja,
245
me las han
dejao peladas,
y ansina,
medio ladiadas,
y con una
suela floja.
Las mozas... ¡Virgen bendita!
todas a cual
más devina...
250
No te
amostacés mi china
por esta
resfaladita;
porque bien
sabés, Benita,
lo mucho que
te apreceo,
y queste es
un escareo
255
al ñudo, de
patrio viejo,
pues por
ninguna te dejo
y hasta
durmiendo te veo.
Aura llevan unas gorras,
llenas de
plumas y flecos,
260
como las de
esos muñecos
para
espantar las cotorras,
que las
chacareras zorras
colocan en
los sembraos.
Los vestidos
ajustaos,
265
pa que uno
la vista fije
en aquello
que te dije,
que va todo
señalao.
Con agua blanca y de rosas
llevan el
cutis pintao;
270
los labios,
por de contao,
y los ojos,
y otras cosas.
Hay morochas
muy hermosas,
que usan
trenza y peluquete
rubio, pa
afrentarse al cuete,
275
y por seguir
la modita,
hay quien se
pone, Benita,
una pluma en
el copete.
Con una cincha ajustada
van toditas,
por demás,
280
empujándose
pa atrás
las tripas y
riñonada.
Como una
cabra asustada
caminan
dando saltitos,
pues llevan
los zapatitos
285
estrechos y
puntiagudos,
los pieses
medio desnudos,
y una cuarta
de taquitos.
De los mozos ¡no hay que hablar!
son unos
desajeraos;
290
van toditos
afaitaos
como bolas
de billar.
Uno no sabe
acertar
el ques
hombre u es mujer,
pues vos no
llegás a ver
295
un centenar
con bigote,
y tomas por
monigote,
al hombre de
más valer.
Cansao de tanto mirar
aquel mar de
lucerío.
300
De sentir el
griterío
y oír las
bamdas rebuznar,
dije: -Vamos
a cenar.
-¿Ande?
-dijo él.
-A un fondín.
-Mire, amigo
don Martín,
305
lo mejor y
más barato,
es dirnos
aura pa un treato,
y cenar
después del fin.
-Como guste -dije yo-,
anque me
silban las tripas...
310
-Tomemos dos
sonceritas
ahí enfrente
-y me llevó
a un café,
donde pidió
unos
sangüiches de queso,
dos chopes,
y ya con eso
315
medio medio
nos aviamos,
y ansina que
despachamos
laimos un
papel impreso,
en que todas las funciones
estaban de
aquella noche...
320
¡Virgen
Santa! ¡Qué derroche
de farras y
diversiones!
Todas eran
tentaciones
para mi
amigo el pueblero,
pues yo,
como hombre campero,
325
estaba, sin
colegir
ande
debíamos dir,
ni lo quera
lindo o fiero.
Al fin el hombre me dijo:
-Ésta es medio
rigular.
330
Creo que le
ha de gustar
más rair que
llorar, de fijo.
-Ansina
es...
-Pues ésta elijo.
Llamó al
mozo, le pagó,
y al salir
me preguntó:
335
¿Conoce a
Parra?
-¡Qué cosa!
¡Si soy del
lao de Mendoza!
¡Si habré
visto parras yo!
Perdoname, mi viejita
si aquí esta
carta termino;
340
siento como
un remolino
en mi
cabeza, Benita.
Es una cosa
infinita
contar esta fiesta loca,
y la razón
se me apoca,
345
almariao por
esta trilla,
que esto es
como pesadilla
de los que
duermen de boca.
Carta segunda
El gaucho
Martín Oro, elogia las prendas morales de su amigo Nicanor. -Describe los
tranvías, los automóviles y los coches particulares y placeros. -Asiste a una
función teatral. -A la salida, Nicanor lo invita para ir a una casa de juego.
El gaucho se excusa. -Nicanor anda escaso de dinero, y, con rubor, se lo
confiesa a Martín Oro. -Éste en un rasgo de caballeresca generosidad, se
desprende el tirador y se lo ofrece al pueblero. -Nicanor, meticulosamente,
acepta una pequeña cantidad, restituyendo el resto, entre el que hay un gran
envoltorio, a los bolsillos del tirador. -Martín se retira cansado, y al dormirse,
tiene recuerdos tiernos para su rancho.
¡Qué noche! ¡Si no he podido
dormir un
solo momento!
¡Si no sé lo
que te escribo
ni tampoco
lo que pienso!
Ese pueblero
ladino
5
me ha hecho daño
a sigún creo.
El hombre se
ha aquerenciao
con mi
persona, lo mesmo
quesos
perros extraviaos,
con el
primer pasajero;
10
pero yo
también, Benita,
siento por
él un afeto,
como si lo
conociera
quién sabe
dende qué tiempo.
Anoche, como
te dije,
15
juimos al
triato... ¡Yo creo
que si no
reventé anoche,
ya ni de
chocho reviento!
Pero esperá que te diga
aquí una
cosa primero,
20
que no sé
cómo olvidada
se quedó en
mi pensamiento.
Pa andar en
esta ciudá,
ques mil
veces nuestro pueblo,
hay pa todas
diresiones
25
unos
cochazos inmensos,
que aquí los
llaman tranguáys
en un idioma
extranjero.
Esos
cochazos que llevan
en su
respetivo asiento,
30
o parao en
poteformas,
un mundo de
pasajeros,
no los tira
ningún bicho
como guay,
caballo, u perro;
van solitos,
disparando
35
sobre unas
barras de acero,
igual quel
fierro-carril
que vos y yo
conocemos,
pero sin
locometiva,
ni agua caliente,
ni fuego.
40
Aquí pa los
dos... (mirá:
antes rezá
un pagre nuestro)
Aquí pa los
dos, Benita,
que anda ahí
el diablo, sospecho,
porque
ansina que se ponen,
45
en rigular
movimiento,
echan pua
arriba y abajo
un chisperío
de fuego,
y hacen un
quejido largo
y triste
como un lamento,
50
mientras
suena una campana
cual si
tocaran a muerto.
Van a la
juria, eso sí,
y si algún
cristiano lerdo
se atraviesa
por delante,
55
mientras
viene como el viento,
no le queda
para muestra
de la
osamenta ni un güeso.
Otra cosa
muy extraña...
(¡Invención
de los porteños!)
60
Es el
tomóvil, un coche
pa la
familia, por cierto,
que corre
como una gama
perseguida
por los perros,
sin que
naides lo arrempuje
65
ni lo tire,
por supuesto.
Lo que sí,
que es jediondazo
a más no
poder, lo mesmo
que un
zorrino enamorao,
cuando en
las noches de invierno,
70
en los
campos escarchaos
lo acosan
los ovejeros.
Hay otros coches también,
unos viejos,
otros nuevos,
cerraos como
cajoncitos
75
con vigrios,
otros abiertos,
con mozos
que los manejan
con unos
futraques nuevos,
todos llenos
de botones
relumbrosos,
y sombreros
80
como faroles,
grandotes,
y aforraos
en cierto-pelo
lustroso y
más renegrido,
que lomo de
gato negro.
Los que les
llaman de plaza,
85
son fierazos
por extremo,
y van
manejaos por tanos
que da risa
al solo verlos,
pues tanto
como son limpios
los de la
gente de pesos,
90
son estos de
desasiaos,
lo mesmo que
pordioseros.
Ésos sí,
llevan caballos,
y ansina el
caso es lo mesmo:
Los de los
ricos... ¡qué pingos!
95
Los de
plaza... ¡puros güesos!
Aura te hablaré del triato
que dejé por
un momento:
¡Qué función
tan cosa papa!
Pa la risa,
por supuesto.
100
Figúrate un
tano sonso,
que se ha
casao medio viejo
con una
china bonita,
y sin canas
en el pelo,
a la que le
arrastra el ala
105
un
compadrito orillero,
desos que
viven de arriba,
haraganes y
sin medio,
confiao en
otros como él,
u en la
pobre "pior es menos,
110
a la que le
hace el amor,
para vivir
de sus pesos.
La casa es
un hospital
de esos que
llaman "loqueros",
pues allí
vive un mamao,
115
que dice que
fue gobierno,
una vieja y
su hija loca,
de las que
es guay pertiguero,
otro viejo
más borracho
que un
barril con caña adentro.
120
Pero lo
mejor de todo,
es otro tano
muy fiero,
aficionao a
las farras,
que ha
formao como un rodeo
de locos de
todas layas,
125
tocadores de
estrumentos,
ansina como
la banda
ésa que toca
en el pueblo,
que ni Dios
mesmo la entiende,
puro bombo y
puro viento.
130
Aura verás lo mejor:
es carnaval.
Un estruendo
se siente
por tuitas partes
de cantos y
de titeos.
La china del
tano sonso
135
se escapa
con su muñeco,
dejando al
marido bruto
que de todo
tiene miedo,
mirando el
humo de un pito
cargao con
tabaco fiero.
140
El mamao, medio dotor,
anda armao
con un espejo
pa que
toditos se miren,
a ver si son
ellos mesmos.
Las otras
mozas del patio,
145
se han
disfrazao, y lo mesmo
hace el tano
de la banda,
que se
presienta muy fresco,
vestido de
ray de bastos
con un
garrote u talero,
150
haciendo
tocar un tango
a su
comparsa de perros.
Dentra la
china traidora,
trenzada a
su compañero;
el marido la
repriende,
155
ella lo
manda a paseo,
el carcamán
ruempe el pito
la mujer
larga un ¡Me muero!
El compadre
le hace frente,
pela el
gringo un facón viejo;
160
la hacienda
se hace un ovillo,
y pone el
grito en el cielo;
todos corren
asustaos,
y en medio
del entrevero,
el tano caza
al compadre,
165
y de un
puntazo tremendo,
lo despacha
al otro mundo,
despanzurrao
como un perro.
Cai una cortina grande,
tapando
todito aquello,
170
tal vez por
la autoridá
que ya la
cosa anda oliendo,
pero la
gente gritona,
sin ver quel
asunto es serio,
palmotea,
patalea,
175
y grita ques
un contento.
Se levanta la cortina.
¿Y qué te
pensas que veo?
¡Pues
riyendo y saludando,
Benita, al
compadre muerto!
180
¡Me da una
rabia!... Te juro
que si más
cerca lo tengo,
le hago
bajar los calzones,
y le doy un
vapuleo,
pa que tenga
más vergüenza,
185
y no se haga
el zorro viejo,
y no nos
robe la plata,
con farsas y
fingimientos.
Mi amigo don Nicanor,
(que así se
llama el pueblero)
190
quería
correr la farra
por el
barrio de Palermo,
llevándome a
visitar
a un dotor,
que en el gobierno
tiene yo no
sé que mando,
195
u negocio,
ansina desos
que plumean
todo el día,
y por la
noche lo mesmo.
Dice que en
aquella casa,
naides jamás
tiene sueño,
200
y hay
bailoteo y jarana,
música,
chupis, y juego.
Que hay
mozas rigularotas,
(mejorando
tu recuerdo)
muy ladinas
y educadas,
205
y mansitas
para el freno.
Yo que soy
tu amante fiel,
incapaz de
hacerte un feo...
porque el
que nació güen mozo,
no puede
hacer nada de eso,
210
a don
Nicanor le digo:
-En ese
trato no dentro.
Yo tengo mi
mujercita,
a la que
adoro y respeto.
-Pero ésa no
está presiente.
215
-¿Qué me
importa que esté lejos,
si con los
ojos del alma
a todas
horas la veo?
Vaya amigazo
usté solo,
y si precisa
dinero...
220
El hombre andaba cortao
con el gasto
que había hecho,
y colorao
como un pavo,
me dijo,
medio riyendo:
-¡Había sido
adivino
225
este don
Martín, lo mesmo
que el
médico Penadés,
que cura a
cualquier enfermo,
con nada más
que mirar
el retrato
de su agüelo!
230
-¿Por qué lo
dice, cuñao?...
-Porque me
ha dao en el mesmo
centro de la
matadura...
¡Si deso
estoy padeciendo!...
Vea mi
porta-moneda...
235
Con esto tan
solo cuento:
dos nales y
algunos niques...
Calculé mal,
aparcero,
y no saqué
de mi bolsa,
ni pa hacer
cantar un ciego.
240
Mañana...
-¡Cierre la boca
y no me siga
ofendiendo!
¡Que mañana,
ni mañana!
¿Cree que
soy un pordiosero?
¿O piensa
que Martín Oro,
245
se largó del
campo al pueblo,
pa que lo
mantenga naides,
y andar la
leche escondiendo?
Y ya el
tirador di güelta,
y ya lo abrí
todo entero,
250
y ya eché
sobre la mesa
todito el
rollo de pesos.
-¡Tome,
amigazo! -le dije,
arrenpujando
el dinero-
¡Tome lo que
le haga falta,
255
igual que si
de usté mesmo
fueran estos
pesos sucios
y todo
cuanto yo tengo!
¡Tome, y
vaya a divertirse,
si tienes
ganas de hacerlo,
260
y dele al
alma lo suyo,
y al cuerpo,
lo ques del cuerpo!
Se le saltaron las lágrimas
al pobre
mozo, y un beso
me quizo dar
en la mano,
265
que yo
retiré corriendo.
Después, con
mucha vergüenza
y como
agarrando fuego,
colorao como
un tomate,
y mil
disculpas pidiendo,
270
agarró...
quién sabe cuanto,
que yo para
no ofenderlo,
me hice
ansina el que miraba
por las
vigrieras, el tiempo,
mientras él,
todo cortao
275
al tirador
me echó el resto,
Diciéndome:
-Güeno, amigo,
por
obedecerle aceto;
pero
mañana...
-¡Otra vez!
¡Punto en
boca, o lo peleo!
280
Aura lo que
sí le pido,
es que me
llame un cochero
y me mande
pa la casa
de don
Rebollo. Estoy muerto
de cansao,
tengo los pieses
285
hinchaos
como dos escuerzos,
y la cabeza
aturdida,
y como mamao
de sueño.
Ya por
supuesto a estas horas,
estarás
prendiendo fuego,
290
y el gallo
giró, en el tala,
su diana
habrá echao al viento.
Ya ves que
te recordé
en medio de
aquel infierno
de bullas y
tentaciones,
295
que con mi
amor no pudieron;
y te tengo
tan presiente,
Benita, en
este momento,
que apenas
me he levantao,
mando esta
carta al correo.
300
Carta tercera
Nicanor ha
desaparecido. -El paisano está intranquilo, pues piensa que puede haberle
sucedido algo grave a su amigo. -Lee en un diario el anuncio de la revista
naval, y se decide a asistir. -Se embarca en el Golondrina. -Incidentes cómicos
a bordo. -Principio de mareo. -Hace amistad con un italiano que lo tonifica con
su vino. -Empieza la revista. -La describe con entusiasmo aunque trabucando
muchas cosas. -Los torpederos. -Las gaviotas. -Las señales. -Bautismo naval del
gaucho. -Gran cansancio.
Cuanto más cavilo yo
en las cosas
que han pasao,
más el mate,
embarullao,
se me güelve
un pororó.
No sé ni
puande empezar,
5
pa seguir mi
referencia
que ni de un
dotor la sencia
alcanzaría a
explicar.
¡Y aura que a Don Nicanor
no veo, vivo
ni muerto,
10
que con su
ayuda, de cierto,
podría
hacerlo mejor!...
Yo no sé lo
que será
de ese mozo
tan cumplido,
que se ha
desaparecido
15
sin que se
sepa ande está.
Al patrón
del almacén,
le pregunté,
y se riyó.
-No se
aflija -contestó-
que lo ha de
pasar muy bien.
20
-¿Y ande
vive?
-No lo sé,
y aquí
ninguno lo sabe.
Ése vive
como esa ave,
que canta y
naides la ve.
-A la cuenta
será brujo.
25
-¡Y no más
puede que fuera!
-¡Dejarme de
esta manera
después que
él fue quien me trujo!
-¡No se
queje, don Martín,
de su amigo
el resertor.
30
Tal vez que
sea mejor
que lo haiga
dejao al fin!
Mucho me ha hecho cavilar
esta razón
del pulpero,
porque mi
amigo el pueblero,
35
a mí no me
ha dao que hablar,
él me sacó
de un tirón,
cuando yo
andaba perdido,
entre el
bullicio y el ruido
dese
infierno de Estación.
40
Él me trujo
a este almacén,
él me llevó
pal poblao,
pal
treato... pa todo lao,
siempre
portándose bien.
¿Quién sabe,
si allá, en Palermo,
45
pande
llevarme quería,
en alguna
tropelía
se metió u
estará enfermo...?
En fin, yo
tengo pa mí,
quel hombre
debe volver;
50
él no se
puede perder,
siendo tan
vaquiano aquí.
Vos pensarás, mi Benita,
que yo ando
aquí voraciando,
como
Anchorena gastando...
55
pues no he
tocao la platita
que truje de
capital
en el
prencipal bolsillo
del tirador,
pa un padrillo
ver si
compro en la Rural.
60
La noche quel tirador
puse a la
desposición,
(con todo mi
corazón)
del amigo
Nicanor,
este mozo
fue tan fino,
65
que apenas
un papel chico,
acetó de mi
bolsico
ande guardo
el macuquino;
pues, lo
ques el rollo aquel,
está como lo
pusiste
70
vos, cuando
lo envolviste
con cuidao
en un papel.
Aura, pues, con atención,
lee, china,
lo que te digo,
porque a mi
modo, prosigo
75
esta larga
relaición.
En un dario
que aquí leo,
de los
muchos que han largao,
vi,
lindamente pintao,
de barquerío
un rodeo.
80
Cada buque
parecía,
por sus
señores cañones,
(que han de
ser como frisones)
en custión
de artillería)
un fortín en
flotación,
85
como pa
hacer le patancha,
a quien
dentrara en la cancha
con
soberbias de matón.
En el ato colegí,
que esos
barcasos, por cierto,
90
eran los mesmos
que al puerto
atracaos más
antes vi.
Y ya, como
es natural,
fui a
preguntarle al pulpero
-¿Qué es
esto?
-¿No ve el letrero?
95
"La
gran revista naval"
-¿Y eso,
ande fue?
-No, no ha sido;
hoy mesmo
debe de ser.
-¿Y cómo han
podido ver?...
-Lo soñó
alguno dormido.
100
-Por dir a verla, cuñao,
yo no sé lo
que daría.
¡Yo creo que
empeñaría
hasta mi
mesmo chapiao!
Yo nunca
vide estos barcos
105
tan raros y
tan grandotes;
solo he
visto camalotes,
que boyaban
en los charcos.
-¿Y por qué
no se arremanga,
y se larga
pa aquel lado?
110
-¿Y cómo me
voy? ¿A nado?
-Si hay de
lanchas una manga,
que por unos
pocos pesos,
lo llevan en
un bolido,
bien cuidao
y mantenido,
115
ande están
los buques esos.
-Su noticia
no me alegra;
me asusta el agua...
-¡Pavada!
Si usté cai
al agua, nada.
-¿Yo nadar? ¡Cimo
una piegra!
120
Mire
amigazo: contento
debe estar
uno en lo suyo,
pues dende
Dios, hasta el yuyo,
todo tiene
su elemento.
Para
vestirse, los trapos,
125
para el
gallo las gallinas,
el hombre
para las chinas,
y para el agua,
los zapos.
¡No importa!
En esta ocasión
voy a ver si
me resfalo,
130
y ansina,
agarrao de un palo,
puedo ver
esa función.
Mesmamente me largué
pal puerto,
sin pensar más,
y aura
Benita, verás
135
las cosas
que allí pasé.
En un buque
larguirucho
que le
llaman "Golondrina",
y que no es
de largo, ansina,
como el
galpón, ni con mucho,
140
dentro al
igual de carneros
amontonáos
en el brete,
un gentío...
¡La gran siete!...
De purititos
puebleros.
Yo era el
solo pajuerano
145
que me
hallaba en la runión,
y ya la
mulmuración
empezó sobre
el paisano.
-¡Che! -decía un cajetilla,
a otro
bisojo y flacucho-
150
¡Te vas a
divertir mucho
en cuanto
empiece la trilla!
Mirálo a
aquel que te dije,
como al palo
se ha agarrao...
Creo que ya
está almariao...
155
¿No lo ves
como se aflige?
Decile que
los botines
se saque, y
el tirador:
ansina
estará mejor
pa largar
los chinchulines.
160
-¿A qué vendrá entre la gente
-decía otro-
este pollino?
Y otro
decía: -Éste vino
como vendría
Vicente,
¿qué
experencia, o que leición
165
de este ato
para él saldrá?
-Ninguna,
pues sacará,
lo que el
negro del sermón.
Que todito aquel responso
era pa mí,
lo sabía,
170
pero yo,
china, me hacía
a sus
malicias el sonso.
Era inútil
retrucar,
ni andar
allí con custiones,
y más,
cuando a trompezones,
175
comenzó el
buque a bailar.
¡Dios mío!
¡Qué desconsuelo!
¡Qué ascos y
descomposturas,
te dentran
en las achuras,
cuando se te
mueve el suelo!
180
Los pieses
los sentís flojos,
las manos,
por decontao,
el cuerpo
como apaliao,
y medio
bizcos los ojos;
frío, sentís,
y calor,
185
sin razón ni
fundamento,
y en ese
mesmo momento
sos yelo y
chorriás sudor.
En la forma
más extraña,
un trompo se
te hace todo,
190
y te echás,
del mesmo modo
que perdiz
cazada a caña.
Yo miré a mi
alrededor,
coñaque u
caña buscando,
cuando media
res colgando
195
en el cerco
del vapor,
a los mozos
infelices
que
endenantes me chuliaban,
vi, que las
tripas echaban
por la boca
y las narices.
200
¡Velay! Lo
que me pasó
paradentro,
yo no sé
pero me
parece que
verlos así,
me curó.
Y a un tano
que allí pasaba,
205
muy alegre y
muy ladino,
y que a un
botellón de vino
de cuando en
cuando besaba,
le dije:
-Vea amigazo,
que todos
semos hermanos,
210
igual cuando
la empinamos,
u revoliamos
el lazo.
Aura está
usté en su elemento,
metiendo el
cuerpo en calor,
y pasa, muy
sí señor,
215
feliz,
alegre y contento,
mientras yo,
desesperao,
forcejeo una
cinchada,
pa no largar
la mascada
conque me he
desayunao.
220
El gringo
aquel, bonachón,
me alargó su
vino seco,
y en su
edioma me dijo: -¡Ecco!
E pegalé in
chopetón.
Dejuro que
no le hice asco,
225
y a la viuda
me prendí,
de modo que
me bebí
de in
chopetón, medio frasco.
-¡Dispense
si me he pasao
-dije, al
volverle su prenda
230
al nápoles
-¡No se ofienda,
pero estaba
trasijao!
Miró el
hombre despacito
el frasco, y
tirando un pucho,
dijo: -Ma...
sá dun gabacho,
235
¿Qui había
sido in mosquito?
Después,
alegres los dos,
nos raimos
de buena gana,
y seguimos
la jarana
como dos
almas de Dios.
240
En la fregata "Sarmiento",
que ha dao
güelta al mundo entero,
llevando de
pasajero
al muchachaje
contento,
que a
manejar el timón,
245
ques en los
barcos la rienda,
ha puesto
allí, pa que aprienda
el jefe de
la nación,
entre una
porción de gente,
rica,
copetuda, ¡amacho!...
250
Puro bordao
y plumacho,
estaba allí
el Presidente.
Y ansina,
como una santa,
por los
manates rodiada,
atendida y
festejada,
255
se vía
también la Infanta.
Con una cara
de bueno,
anque
tristón y callao,
estaba
dellos al lao,
el
Presidente Chileno.
260
Nos puso en nuestro lugar
una lanchita
a vapor,
y ya comenzó
el furor
del cañoneo
a tronar.
Por delante
de la lista
265
del buquerío
presente,
el buque del
Presidente,
comenzó a
pasar revista.
Las orejas
me tapé,
porque era
aquello tremendo;
270
¡Qué
cañoneo! ¡Qué estruendo!
¡Mesmo
sordo, me quedé!
Las bandas,
por decontao,
ya extrañas
u nacionales.
Dele, dele,
al ¡Oi mortales!
275
¡Nuestro
ino, tan adorao!
Igual que
monos, arriba
trepaos, los
marinos todos,
gritaban de
varios modos
unos ¡burra!
y otros ¡viva!
280
Tal vez algo
se te ocurra
de ese modo
de gritar,
pues yo he
entrao a cavilar
¿por qué
gritarían ¡burra!?
Una vez en posesión
285
los buques
de su lugar,
dieron orden
de largar,
y empezó la
procesión.
Lo mesmo que
parejeros,
a rigor de
rebencazos,
290
echando
fuego y humazos,
pasaron los
torpederos.
No encuentro
palabra alguna
pa decir lo
que sentí,
cuando a
aquellos buques vi,
295
pasar
cubiertos de espuma,
y haciéndose
chiquititos,
entre el
agua que cortaban,
mientras las
olas que alzaban
nos hacían
dar brinquitos.
300
El fin de
aquel entrevero
mesmamente
no lo vi;
porque
hambriento me prendí
a una juente
de puchero,
quel tano,
mi compañero,
305
pal uñate
como luz,
le había
hecho repeluz
a su amigo
el cocinero.
Ya con el
noque relleno
y con un
taco de vino,
310
subimos...
Un remolino
de barcos,
dentro de un trueno
de músicas,
cañonazos,
¡Vivas!
¡Burras! ¡Griterío!
Palmoteos
del gentío,
315
y hasta
besos, y hasta abrazos.
Muy patente
me hizo ver,
aunque no
soy adivino,
quel
patriotismo y el vino
se daban a
conocer.
320
Vi en ese
mesmo momento...
(Lo que
parece una broma)
¡Aquí nada
la paloma
como en su
propio elemento!
Estaba llena
la mar,
325
mesmo como
una nevada,
de una nube,
una bandada,
que no hay
ningún palomar
que pueda
tenerla así.
Todas
blancas, de un color,
330
con el
piquito rosao
y todas, por
decontao,
como
charlando entre sí.
¡Ma mirra cuanto gaviano!
Dijo el tano
alegremente,
335
gaviano,
seguramente,
es paloma,
en italiano.
Dentro el
buque a caminar
como con
rumbo pal puerto,
y yo de
cansancio muerto,
340
recién
dentré a respirar.
Allá en los
barcos grandotes,
la gente se
amontonaba,
y por
escalas bajaba
y se metía
en los botes,
345
mientras que
en un redondel,
u mangrullo
de soguitas,
un mozo con
banderitas,
señas hacía
en tropel:
y dentro del
entrevero
350
salía un
canto finito,
ansí como el
golgorito
que hace en
un tala un silguero.
El tano,
ques un pillastre,
y da bromas
a su agüelo,
355
me dijo:
Mirra, esso uchello,
Si le yama
contramastre.
En eso... El
diablo Benita
no duerme...
Un mozo al pasar,
quizo tirar
agua al mar
360
y me la
zampó todita...
Iba a
darle... pero al fin
dijo el
tano... ¡Per sa mama!...
Ésa e la
sorte, e se yama,
Battesimo,
don Martín.
365
Al oscurecer llegamos
al puerto:
estaba molido
estropiao y
dolorido,
y ahí mesmo
desembarcamos.
Ansina, a lo
de Rebollo
370
caí esa
noche cansao,
tuavía medio
almariao,
y hecho sopa
como un pollo.
Carta cuarta
¡25 de Mayo!
-La noche. -La madrugada. -Saludo al sol de Mayo. -El himno cantado por los
niños. -Enternecimiento. -El hogar y la patria. -Fe en el porvenir. -El desfile
de las tropas. -La llegada de la comitiva oficial. -Admiración por el
"piqeur" del tren presidencial. -La Infanta. -Embajadores y
delegados. -Entrada al Tedeum.
Hoy "¡25 de Mayo
de mil
novecientos diez!"
me he
levantao a las tres,
para ver el
primer rayo
de nuestro
sol venerao,
5
el que en
los cielos impera,
el que en la
patria bandera
¡con gloria
el mundo ha pasiao!
Estaba
escuro: el pampero
volando
alegre pasaba,
10
y allá a lo
lejos brillaba
pal lao del
río el lucero.
Arriba de la
ciudá,
se vía un
gran resplandor,
y se sentía
un rumor
15
como de una
tempestá,
desas que
vienen rodando
con los
negros nubarrones,
que parecen
train cañones
que vinieran
fogoniando.
20
A veces,
gritos sin fin
hacían
temblar la tierra,
como en un
campo de guerra
el alariar
de un clarín.
Otras, una
palmotiada
25
cruzaba muy
alto el cielo,
igual que si
fuera el vuelo
aletiao de
una bandada.
Yo creiba
ser el primero
que me
hubiera levantao,
30
pero me
había engañao
en este
orgullo altanero.
Nadie en el
pueblo dormía,
todos con
ansia esperaban,
a que el
naciente alumbraran
35
las luces
del nuevo día.
Sin esperar
la llegada
del amigo
Nicanor,
ya me dentró
un escozor
de largar la
disparada.
40
Y a la
juría, como un rayo,
ya le empecé
a menudiar
un trote muy
rigular,
pa la
Avenida de Mayo.
Cuando llegué a aquel plazón,
45
que más
antes te nombré,
ya llenito
lo encontré
de
cristianos en montón.
Ya empezaron
a llegar
muchachos
como hormiguero,
50
y ya dentró
el entrevero
de ¡vivas! y
el palmotiar.
Los
chiquilines ufanos,
traían cintas
de colores
patrios, y
ramos de flores,
55
en el pecho
y en las manos.
Y en cada
escuadrón, ansina,
como de
madre sirviendo,
iba el
vientito batiendo,
una bandera
Argentina.
60
En el corazón sentí,
como un ñudo
de pesar,
al no poder
ver formar
a nuestros
hijos allí,
y más,
cuando un redepente,
65
de golpe, de
zopetón,
cruzó un
trueno de cañón
y un repicar
imponente,
y todo el
pueblo, enterito,
entusiasmao,
soberano,
70
como de un
solo cristiano
largó a las
nubes un grito.
Grito que
nunca se oyó
igual en el
mundo entero,
y que en mi
vida no espero
75
volver a
escucharlo yo.
Con ese
clamor mezclao,
El ¡Oid
mortales! se alzó
porque el
grito que estalló
mesmo; era
¡el grito sagrao!
80
Pensé en
vos, en tus cariños,
de mi rancho
en el rincón...
¡Porque la
patria canción,
era cantada
por niños!
Porque en
ella iba una queja
85
a una
esperanza mezclada...
¡La patria
de aura, almirada,
unida a la
patria vieja!
Mis ojos,
dos manantiales
eran, y en
llanto deshecho,
90
comenzó a
gritar mi pecho:
"¡Oid
mortales! ¡Oid mortales!"
Y solo, escuro, perdido,
pobre gaucho
del disierto,
vi, que lo
que creiba muerto,
95
había otra
vez nacido;
que aquello
un nuevo bautismo
era del
viejo pasao;
que el
argentino, olvidao
no había su
patriotismo.
100
¡Que a pesar
de los extraños
que en
nuestra tierra hospedamos,
la patria
siempre adoramos
lo mesmo que
hace cien años!...
¡Con mil
cruces en montones,
105
juro, por
nuestros hijitos,
que estos
momentos benditos,
no los
cambio por millones!
El día empezó a clariar,
y pa la
parte del río,
110
en un tropel
el gentío
ya comenzó a
disparar.
Yo cabrestié voluntario,
siguiendo la
correntada,
pues no
hubiera lograo nada
115
con
forcejiar al contrario.
Cuando
llegamos al fin
que aquí le
llaman el puerto,
creí que no
estaba dispierto,
al columbrar
el sinfín
120
de barcos,
de mil naciones,
y hechuras
lindas o fieras,
tuitos
llenos de banderas
y con
morrudos cañones,
que llenaban
un zanjón
125
por la
drásena nombrao,
al uno y
otro costao
aliñaos en
formación.
Las banda de
cada buque
tocaba
alegres dianas,
130
y a lo lejos
las campanas,
levantaban
un batuque,
mientras que
de humo en un vuelo,
y haciendo
mil firuletes,
iban las
bombas y cuetes
135
a reventar
en el cielo.
El sol, ese
sol que adoro,
sobre el
agua aparecía,
y en ella un
manto tendía
de piedras
finas y de oro,
140
y a su
resplandor primero,
se vio en
todas direcciones,
brillar de
los batallones
las
bayonetas de acero,
que al
repiquetiar marcial,
145
de los
tambores de guerra,
serpentiaban
por la tierra
cual víboras
de metal.
Redepente, entre los sones
de aquel
barullo contino,
150
se oyó un
silbidito fino
como el de
los charabones.
-¡Ahí vienen! -gritaron, llenos
de
entusiasmo los presentes
-¡Ahí vienen
los cotigentes
155
de los
cadetes chilenos!
Yo no sé lo
que pasó
en aquella
disparada,
en que como
hacienda alzada
la gente
arremolinió.
160
No sé si al
paso u al trote,
por el aire
u por el suelo,
nadando,
andando, u al vuelo,
anduve un
trecho largote,
porque me
vine a encontrar
165
cerquita a
la Catredal,
sin un
botón, ni un ojal
en mi ropa
de pasiar;
con el
ponchillo rompido,
la golilla
desatada,
170
la bombacha
algo estropiada,
y un dolor
en el vacido.
Por fortuna,
el tirador
lo tenía en
su lugar,
y a lo que
pude tantiar,
175
en el estado
mejor.
En el mesmo redepente
dentraron
los chilenitos
todos
muchachos, bonitos,
y marchando
lindamente.
180
Delante del
batallón
venía un
mocito altote,
que traiba
como un garrote
con mucha
borla y galón.
¡Bien haiga
el mocito alhaja
185
a quien
todos almiraban!
"Tambor
Mayor" le llamaban,
pero era un
tambor sin caja.
Del bastón a
un revolido,
la banda
lisa tocaba,
190
y en cuanto
ansina lo alzaba,
ya comenzaba
el chiflido
de unos
pitos chiquititos
cual cigarro
de la paja,
que acompañaos
con la caja
195
hacían sus
golgoritos.
Con una
facha muy bella,
otro de
planta altanera,
traiba en
alto la bandera
tricolor con
una estrella.
200
¡Qué
palmoteos devinos
se oyeron
allí estallar!
¡Y qué
tremendo vivar
a chilenos y
argentinos!
Yo pensé -¿Pero endeveras
205
estuvimos
por peliar
un día? Hay
que confesar
que también
las borracheras
suelen los
países sufrir,
como suelen
los cristianos,
210
y ansí, se
van a las manos
sin pensar y
sin sentir.
Marchando a
la retaguardia,
güenos mozos
y paquetes,
venían
nuestros cadetes,
215
como de
escolta u de guardia
de sus
hermanos chilenos,
y pa decir
la verdá,
no había
desigualdá
entre ellos:
ni más ni menos.
220
Solamente
reparando
en la
marcha, fue notada,
que con la
pierna estirada
y la tierra
pisotiando,
los
chilenitos marchaban
225
muy tiezos y
agarrotaos,
mientras que
nuestros soldaos
más natural
caminaban.
Siempre el chileno,
pintor
fue en estas
cosas de andar,
230
y no hay más
que recordar
su caballo
braciador.
Pero en la
paz, u en la guerra,
una son las
dos naciones,
ya marchemos
remolones,
235
u ya
patiemos la tierra.
De aplauso
una tremolina,
entre viejos
y muchachos.
Se sintió al
ver los penachos,
con la
bandera argentina,
240
y entre el
contino vivar,
que
entusiasmaba a cualquiera,
se vio pasar
la bandera
de la
Escuela Militar.
A este y
aquel batallón,
245
de un lao y
otro de los Andes,
soldaos de
naciones grandes
les
siguieron en montón.
Los
italianos pasaron
entre un
purito clamor,
250
de
almiración y de amor,
que a una
voz todos alzaron.
Después
vinieron franceses
al son de
una marcha hermosa,
y en coluna
muy rumbosa,
255
los alemanes
e ingleses.
Del Portugal
la legión
se presentó
en gran parada,
y en
seguida... ¡una monada!
¡Los
chinitos del Japón!
260
¡Habías de ver, Benita!
Toditos eran
iguales,
y como
primos carnales
de nuestra
gente criollita.
Todos tenían
la marca
265
morochita,
pajuerana...
¡Si
llevarlos daba gana
pa Salta o
pa Catamarca!
A uno que yo
me acerqué
le dije:
-¿Vos sos de acá?
270
Y él
contestó: -tjit-ni-tjá
ques:
-"¡Para servir a usté!"
Tras de
esos, lindos, iguales,
y marchando
muy ufanos,
vinieron
nuestros hermanos,
275
los
valientes Orientales.
En su
bandera devina,
sobre la que
caían flores,
vi la
historia y los colores,
de la
bandera Argentina.
280
Igual la
sangre y el brío,
en el
corazón llevamos...
Por eso nos
abrazamos,
a través de
nuestro río,
de nuestro
río de Plata,
285
que ha
sabido un nombre darnos,
y que en vez
de separarnos
más
estrechito nos ata.
Para este
sitio he dejao,
con malicia
e intención,
290
hacerte la
relaición
de lo más
lindo y mentao...
Han de pasar tantos soles
cuantos
sobre mí pasaron,
pa olvidar
lo que dejaron
295
en mi alma
los españoles,
cuando los
vi defilar
por frente a
la iglesia santa,
en que hoy
mesmo se levanta
aquel
memorable altar,
300
en el que
entre oro se ve
la gloriosa
Trinidá,
que puso
allí su piedá,
su decisión,
y su fe.
La que dio
el nombre primero
305
a esta ciudá
poderosa,
que hoy
recibe cariñosa,
y con amor
verdadero,
a la madre,
a la nación,
que esta
tierra descubrió,
310
y generosa
nos dio
alma, sangre
y corazón.
A la que si
en el pasao
su poder
desconocimos,
no por
hacerlo rompimos
315
el lazo
eterno y sagrao,
que siempre
estuvo y está
más rebusto
cada vez,
porque es
nuestra historia, y es
nuestro
orgullo y vanidá.
320
Después de haber defilao
entre
aplausos estas tropas,
les tocó el
turno a las nuestras,
que no se
quedaron cortas,
en el garbo
melitar,
325
con que se
portaron todas.
El
regimiento primero,
que al mesmo
tiempo es escolta,
y se llama
"Granaderos
a
caballo", como una honra,
330
pues
recuerda a aquellos bravos
tan mentaos
en nuestra historia,
se presentó
como un chiche,
llenando la
calle toda
con sus
bravos escuadrones,
335
de gente
linda, güen moza,
montada en
pingos amacho,
y vestida en
una forma,
que los
viejos "granaderos"
nos traían a
la memoria.
340
Tras de esos, los coraceros
venían que
era una gloria,
con sus
sombreros de fierro,
de los que
caiba una cola
bien painada
y sin abrojos,
345
que les
agarraba toda
la espalda,
también de fierro,
como de la
mesma forma
era el pecho
relumbrante
como espejo,
¡linda moda,
350
pa defender
al cristiano
de una
lanzada traidora!
Después,
venía detrás,
otro cuerpo,
con más colas,
siendo estas
blancas, y caindo,
355
ansina dende
la copa,
igual que un
sauce llorón
que en mil
hilos se desfloca.
Un mozo que
estaba allí,
y parecía
persona
360
laída, dijo
que fulanos
los llamaban
en Uropa
a aquellos
soldaos, armaos
de lanzas
con banderolas,
con los
pechos coloraos,
365
llenos de
bandas y borlas.
Después deso, vino un mundo
de gente de
todas formas:
artilleros
con cañones,
mulas
cargadas de cosas
370
que parecían
carretas,
medias
deshechas u rotas;
mocitos
montaos en ruedas,
y con fachas
de langostas;
y después,
la infantería,
375
que me
parece que a esta hora
entuavía
está pasando,
¡así era de
tamañota!
Lo que me
almiró deveras,
fue ver en
medio de todas
380
estas
gentes, batallones
con unas
palas largotas
de puntiar,
picos, azadas,
y unas
hachas muy filosas.
Yo creo que
eran colonos
385
alquilaos pa
la patota
de la
formación aquella,
a la que no
vi la cola,
porque ya me
arrempujó
el gentío
echo pelota
390
a los gritos
de "¡Ya viene!"
que rugió un
millón de bocas.
Mientras
"la seguridá",
voráz y
atropelladora,
nos metía
los caballos,
395
gritando:
-¡Paso, que estorban!
¡Recúlense
para atrás!
¡Dejen que
pase la tropa!
Porque ahí
viene suselencia,
con su
cometiva, toda,
400
y también
viene la Infanta
de la nación
española,
y el
Presidente de Chile,
con
menistros y señoras,
y manates,
arzobispos,
405
sipotenciarios
de Uropa,
jefes de
toditas partes,
dotores, y
otras personas
grandes,
laídas y escrebidas,
que ni en un
año se nombran.
410
Lo mesmito que un mataco
que al
correrlo se hace bola,
me retobé lo
posible
detrás de
una planta altota
que estaba
allí, mesmamente,
415
como pa que
una persona
se pudiera
resguardar
de aquella
gente cargosa,
que,
menudiándole encuentro,
quería que a
toda costa
420
uno le
abriera camino,
pa que ella
estuviera cómoda.
En eso...
(yo no sé como
poder
contarte la cosa,
Benita, pues
aura mesmo,
425
en la cabeza
una polca
me baila
cuanto allí vide,
lo mesmo que
si una mona
Morruda,
hubiera tomao,
y sucedidos
e historias,
430
barajara pal
revéz
en una gran
mazamorra),
primero,
vide venir,
en una
carrera loca,
un montón de
Granaderos,
435
de los que
forman la Escolta,
como alma
que lleva el diablo,
galopiando
presurosa,
y con un
ruido tremendo,
pasó en sus
fletes la tropa,
440
que sofrenó
de un tirón,
frente a la
puerta grandota
de la
Catredal. Hay mesmo,
en un pingo,
rica cosa,
montao al
uso de extranjis,
445
con más
flecos y chirolas,
galones,
chafalonia,
y pilchas
nuevas en hoja,
se
presentó... yo no sé...
güeno... un
manate de nota,
450
con un
guante en cada mano,
y los dos
pieses con botas
recién
hechas, de charol,
espuelitas a
la moda,
ansina, de
cajetilla,
455
desas
torcidas en forma
de las
espuelas del gallo,
con una
galera altota
que
rejucilaba al sol,
como de
vigrio u de loza;
460
bien
parecido, afaitao,
con una cara
seriota,
sin mirar pa
ningún lao,
y tieso como
una escoba.
Yo me refalé
el sombrero,
465
creyendo que
esa persona
fuera el
mesmo presidente,
mucho más,
al ver que toda
la gente lo
mesmo hacía,
y que con
mil palabrotas
470
a unos
carcamanes rubios,
que serían
de la Uropa,
ansina, de
Ingalaterra,
ques diande
vienen las bolsas
desas
monedas chiquitas
475
que llenitos
de bamboya
llaman los
puebleros "libras"
no pesando
ni media onza,
hicieron
unos mocitos
que se
quitaran las gorras
480
-¡Viva
Suselencia! -dije,
por decir
alguna cosa.
Todos se
echaron a rair,
y le jugaron
chacota.
Yo medio me
retobé
485
porque no
recibo bromas,
y menos de
compadritos,
y haciendo
la pata anchota
les dije
-¿De qué se rain?
¿Tienen
achuras de sobra,
490
y andan
buscando un dotor
que en su
lugar se las ponga?
Yo aquí
estoy para servirles,
y no
hallarán ninguna otra
mano mejor
que la mía
495
pa dar un
tajo a una bolsa.
Diciendo
esto, eché la mano
a la
cintura... ¡ni jota!
Mi cuchillo
vaina e plata,
en un cajón
de la cómoda
500
lo había
dejao guardao,
en mi cuarto
de la fonda.
¡Bonito
papel hacía
si los
cumpas de la broma
se dan
cuenta de que yo
505
me hallaba
en aquella forma!
¡Que me
componía el pecho
pero quera
pura boca!
Por suerte
se acoquinaron,
y en una
sentada sola
510
se echaron
patrás de un golpe
aplastando a
una señora,
que chilló
como un chanchito
cuando le
aprietan la cola,
-Ud.
perdone, señor
515
-dijo uno
con voz temblona-
no ha sido
por ofenderlo
¡cualesquiera
se equivoca!
Ese hombre
que Ud. tomó
por el dotor
Figueroa,
520
es el
picador.
-¿El qué?
Dije yo:
-¡Basta de bromas!
¡Más le
picaba a su agüela
la tuerta,
bisca, u bisoja!
¡Picador!
¡Está bonito!
525
¿No se
l'ocurrió otra cosa?
¿Piensa usté
que voy a creerme
que la
autoridá se forma
de un modo,
ansina, ordinario,
como una
carreta criolla,
530
que precisa
picador
pa que ande?
-¡Gente curiosa!
Tuitos allí
me miraban
abriendo
tamaña boca,
como si yo
juera un bicho
535
de alguna
tierra lejota,
diande es el
urugután,
el lefante u
la hipopota,
bichos todos
a que he visto,
y esta carta
no menciona,
540
por hallarte
en el estao
en que
estás, y que no es cosa
que vaya a
nacer el chico
con una cara
fierota.
Paeso,
mientras alegábamos,
545
ya una
volanta lujosa
tirada a
cuatro caballos
ensillaos a
la dumona
(asigun dijo
un letrao
que estaba
tomando notas)
550
y que
parecían, mesmo,
de los del
circo de lona:
de aquellos
volatineros
que
trabajaban en Córdoba
¿te
acordás?... güeno, lo mesmo...
555
Y dentro de
la caroza
venía (esta
vez deveras)
el
presidente en persona,
con una
viejita gruesa,
con
vestimenta lujosa,
560
que se raiba
y saludaba
para una
parte y para otra,
mientras todos
palmotiaban,
gritando, no
sé qué cosas...
Yo, por no
quedarme atrás,
565
aunque con
la voz muy ronca,
le largué un
¡viva! redondo,
y le hice
una ceremonia
ansina, con
el sombrero...
Y no fue al
ñudo la cosa,
570
porque ella
me columbró,
y muy güena
y muy llanota,
el saludo me
volvió,
siempre con
risa en la boca...
Ese saludo,
Benita,
575
cayó en mi
alma media loca
de
entusiasmo, como caí
en el
disierto una gota
de agua
fresca, o en la piegra
que cubre a
un muerto, una rosa.
580
No tengas celos, mi china,
porque en
aquella señora
vide algo
como mi madre,
¡Quel Señor
tenga en su gloria!
Y,
mesmamente, una madre
585
pa todos esa
matrona
representaba,
porque era...
(¡Ya lo
sabrás de memoria!)
La Infanta
doña Isabel,
la más alta
embajadora,
590
que a
nuestra tierra Argentina
(la hija
mimada y hermosa)
pudiera
mandar España
trayéndole
su alma toda.
No te haré la relaición,
595
que ya sería
largota,
de lo que
vino detrás
en aquella
ceremonia;
pues era un
montón de coches
con mucha
gente lujosa,
600
toda llenita
e bordaos
de oro fino,
plumas, borlas,
medallas,
cintas, cadenas,
cordones,
fajas y piochas,
lo mesmito
que un altar
605
de una santa
milagrosa...
Salió de la
Catredal,
con una cruz
muy altota,
otro pelotón
de curas,
vestidos con
camisolas,
610
como las que
te compré
pa
cristianar a Petrona,
y en medio del
Hino Patrio,
tocao por
las bandas todas,
el repique
de campanas,
615
el estruendo
de las bombas,
y el vocerío
tremendo
de cientos
miles de bocas;
bajo los
rayos del sol
que parecía
una gloria,
620
pa oír
cantar a un tal Tadeo,
ques un
cantar a la moda
de décimas
pa los santos,
dentro a la
iglesia, con pompa,
el
Presidente, la Infanta,
625
y la
cometiva toda.
Carta quinta
La
Exposición Rural. -Ante el ganado. -Máquinas Agrícolas. -Recuerdos de los
antiguos tiempos y de la labranza primitiva. -En un concurso de aviación.
-Sorpresa inaudita. - El concurso hípico. -Las carreras. -Ganancioso por
casualidad. -Las Exposiciones en construcción. -El Congreso Panamericano.
-Otras conferencias. -Profusión de oradores. -Se decide a comprar el potrillo
pangaré.
He estao en la Exposición
que ha
preparao la Rural,
pa comprar
el animal
que sea de
mi eleición.
Todo cuanto
diga, es poco
5
y referirlo
no sé,
porque
cuanto allí se ve,
es para
volverse loco.
¡Qué vacas!
¡Qué parejeros!
¡Qué toros!
¡Qué caballada!
10
¡Qué crías!
¡Qué mestizada!
¡Qué ovejas
y qué carneros!
¡Qué fletes
de andar! ¡Qué yuntas!
¡Qué petizos!
¡Qué frisones!
¡Si están en
esos galpones,
15
todas las
estancias juntas!
¡Si de ver
uno no acaba
la riqueza
que hay allí!
¡Solo de
escrebirlo aquí,
se me está
caindo la baba!
20
Al ver
hermosuras tales
siento un
orgullo profundo:
¡Podemos
correr al mundo
tan solo con
animales!
¡Siento que
estés en el rancho,
25
y no
conmigo, mi china,
al mirar
tanta gallina
ponedora, y
tanto chancho,
tanta paloma
casera,
tanto pato y
gallineta,
30
de que
atascada, repleta,
se almira la
pajarera.
Quisiera
tener la plata
de Peraira u
Anchorena,
pa tanta
cosa tan güena
35
poder
llevarte, mi ñata;
pero qué
hacerle al dolor,
si el perro
mundo es ansina:
¡Si uno
nació para espina,
y otro nació
para flor!
40
Poco te
diré, Benita,
en custión
de maquinaria,
como de
veteninaria,
ques una
sencia infinita,
pues pa
curar animales,
45
hay más
dotores aquí,
que hay
cardales por allí,
¡Y fíjate si
hay cardales!
Hay de
máquinas, sin fines,
pa dar agua,
pa hacer luz.
50
Yo creo,
¡por esta cruz!
¡Que hasta
pa hacer chiquilines!
Vos ves unos
cajoncitos,
bien hechos,
asiaos y nuevos...
los tapas,
llenos de güevos,
55
los abrís...
¡puros pollitos!
Hay un
cuarto, como almario,
de yelo,
donde una res
encerrás, y
la comés
para el otro
centenario.
60
De fierro,
dentro de un buje,
cual
mangangá rezongando,
hay unas
ruedas, rodando
sin que
naides las empuje.
Dicen que en
ellas está,
65
aprisionada
en su afán,
esa juerza
del imán
que llaman
letricidá.
Deai pal
movimiento entero
sale un
bárbaro poder,
70
que hace
todito mover
con unas
cinchas de cuero.
Y mirás todo
ese infierno
de fierros,
grandes y chicos,
que hacen,
dende el pan de picos,
75
hasta los
paines de cuerno.
Con las
vacas, no hay porfía,
ni cinchón
para maniarlas,
hay máquinas
pa ordeñarlas,
sin
apoyarlas la cría.
80
Dirás ques un
disparate,
y es lo
cierto, te repito
un balde te
dan llenito,
mientras vos
chupas un mate.
¿Y de araos?
¡No digo nada!
85
Igual que de
sembradoras,
de rastras,
de segadoras,
pa alfalfa,
trigo, u cebada.
¡Qué lejos,
Benita, estamos
de aquel
arao con mancera,
90
de una reja,
chica y fiera,
con que
nuestra tierra aramos!
Cuando
detrás caminando,
del guai
osco y del chorriao
iba yo,
medio despiao,
95
la tierra
virgen melguiando;
de aquellos
guaices, uñidos
al yugo de
palo tosco,
que al grito
de ¡Chorriao! ¡Osco!
Daban
humildes mugidos,
100
y con la
cabeza baja
a mi grito
obedeciendo,
iban en la
pampa abriendo
de tierra
negra una faja.
¡Ya todo eso
se acabó!
105
¡Tantas
cosas se acabaron!
Pero si
aquellas pasaron,
siempre las
recuerdo yo;
porque anque
en buena salú
hoy
disfrutamos la vida,
110
nunca el
corazón olvida,
sus años de
joventú.
Pobres
éramos; pasamos
una punta de
estrecheces.
Pero hoy,
mirá como a veces
115
al mirarnos
suspiramos,
y no es
falta de pasión
lo que nos
aflige ansina.
¡Es que no
es lo mesmo, china,
el rescoldo
quel tizón!
120
Como no es
igual charlar
garifo y sin
una lata,
que cuando
uno tiene plata
de sobra pa
voraciar.
Güeno,
bajemos la prima
125
y dejemos
las tristuras...
¡Que siempre
hay nubes escuras
en la tarde
más devina!
Muy pronto
abrazarte espero,
que en
volver al rancho tardo,
130
como peluza
de cardo
que hace
volar el pampero.
Y ya que hablo de volar,
dejame
decirte aquí,
lo que, yo
no sé si vi,
135
o tal vez
llegué a soñar.
En un
potrero vecino,
que le
llaman el podromo,
y hay una
ramada, como
un gallinero
de pino,
140
en que de
todos colores,
con plumas y
bien pilchadas,
se miran
allí, estibadas,
mil familias
de dotores:
dos gringos,
a cual más fiero,
145
con gorros
hasta las cejas,
y tapadas
las orejas
con unas cosas
de cuero,
se
presentaron llevando
un rarísimo
almastrote,
150
que
arrempujaron al trote,
a toda juria
arrastrando.
Yo me hice
aquello explicar,
preguntándole
a un vecino,
que me
respondió ladino:
155
-Son
máquinas pa volar.
Fue tanta la
rabia mía
al creerme
tomao por lelo,
que le dije:
-¡De su agüelo
vaya a
rairse, u de su tía!
160
-Yo no me
burlo, paisano
-me contestó
con güen tono-
ésa máquina
es un mono..
-¿Qué dice?
-Es un monoplano.
De nuevo me
retobé,
y mirándolo
a la cara,
165
le retruqué
con voz clara:
-¡Mucho más
mono es esté!
El hombre no
se enojó,
y me explicó
con pasencia,
unas cosas
de la sencia
170
de
viación... u ¡qué sé yo!
-Aura verá
en el cajón,
maniobrar el
hombre aquel,
y como sale,
en tropel,
bien
prendido del timón;
175
Y en menos
que un gallo canta,
con aquella
maquinita,
hace andar
esa ruedita,
y en el aire
se levanta.
Y, mesmamente,
así jue,
180
como me dijo
aquel hombre...
¡Ya no hay
nada que me asombre
más que lo
que presencié!
No te diré
más razones
sobre este
particular,
185
pero ¡yo he
visto volar
¡A un hombre
con dos cajones!
Todo el mundo
palmotiaba
y gritaba
¡Viva! ¡Viva!
Y cada vez
más arriba,
190
el pájaro
aquél volaba.
Porque era
ansina, patente,
un pájaro,
aquel malvao,
y vos
hubieras dudao,
de que aquél
bicho era gente.
195
¿Has visto
encima del rancho,
cuando hemos
carniao en casa,
como con
porfía pasa
por los
aires un carancho,
y se oyen
mil gangolinas,
200
de gritos y
confusiones,
conque
salen, a montones,
del cicutal
las gallinas?
Pues nada
puedo encontrar
a aquello
más igualito
205
abajo, grito
y más grito,
¡y él volar,
y más volar!...
Al fin el
hombre bajó,
con toda
felicidá.
¡Vieras qué
barbaridá
210
China, lo
que allí pasó!
Todos
querían tocarlo,
o ponerselé
cerquita,
y hasta una
moza bonita,
vino
corriendo a abrazarlo.
215
Yo con mil
cavilaciones,
me alejé de
aquel lugar,
pensando:
"¡Hasta pa volar
hoy son
güenos los cajones!"
Salí de ahí
como un borrico
220
asustao,
cuando pasó
un mozo, y
me preguntó
-¿Se acabó el "concurso y pico"?
-¿Qué dice, amigo? -medio opa
contesté
-¿Riña de gallos?...
225
-¡No! ¡Los saltos de caballos!
¡El premio
de la gran copa!
-¡A éste le
falta un tornillo!
Pa mi poncho
dije yo,
pues vide
que se riyó,
230
como un
loco, o como un pillo.
-Ya veo que no es pueblero
-siguió
aquel hombre riyendo-
le aconsejo
vaya yendo
pa ese con
curso, aparcero,
235
allí se
divertirá
viendo los
pingos volar.
¡Casi me
pongo a temblar
al oír tal
barbaridá!
-¡Cómo! ¿Los fletes también
240
se hacen
pájaros hoy día?
¡Por Dios
que no lo creería,
si un
hombre, ansina, de bien,
como por su
ropa nueva
usté a la
cuenta ha de ser,
245
no me
viniera a vender
de zopetón,
esa breva!
¿Y ande es
eso?
-En el portón
grandote que
allí se ve...
¿Quiere
venir?
-Güeno, iré,
250
aunque no lo
craiga, don.
¡Había sido verdá!...
Güeno...
Volar... tanto, no;
pero te
asiguro yo,
ques una
temeridá,
255
lo que sin
más aparatos
que unos
palenques altotes,
hacen esos
barbarotes
que más que
pingos, son gatos.
Por
oficiales montaos,
260
vienen a
toda carrera,
Y ¡zas!
saltan la tranquera,
y siguen muy
desahogaos.
La custión
es, la parte alta
del palenque
no tocar,
265
pues si la
llega a voltiar,
ya le
atracan una falta.
Algunos, un
molinete
hacen de
golpe, al llegar,
lo cual
obliga a cerdiar
270
en el cogote
al jinete.
Pero hay
otros... ¡Virgen mía!
que son lo
mesmo que cabras,
y yo no
tengo palabras
pa contarte
su osadía.
275
También
saltan un jagüel
como un
arroyo de anchote,
si lo
yerran, de cogote
va el pichón
de coronel.
Y la opinión
que siempre anda
280
con la
suerte acollarada,
le da al
caído una silbada,
y al feliz
¡vivas! y banda.
También vide las carreras
que llaman
del yoque-clu.
285
Mucho lujo,
joventú
y plata por
donde quieras.
Yo, pa decir
la verdá,
aquello no
comprendí,
vi caballos,
eso sí,
290
de mucha
velocidá,
pero
corriendo en montón
y montaos
por volantines,
en silla,
con espuelines,
y estribando
muy cortón.
295
Después,
purita campana,
y relojes y
tableros,
y números, y
entreveros,
y griterío y
jarana.
Yo, por no
andar aburrido
300
y pa la
suerte probar,
me jui para
un palomar,
con un mozo
en cada nido,
que le
llaman el es pior...
güeno...
algo ansina en inglés,
305
y allí, pedí
dos u tres
boletos de
lo mejor.
Me los
dieron, los guardé,
y llevándome
una lista,
pa un cerco
que llaman pista,
310
despacito me
largué.
A un mozo
que estaba liendo
le pregunté:
-La tercera,
¿cuándo es?
-Es esta carrera
que aurita
vienen corriendo.
315
¿Tiene
boletos?
-Dejuro.
-¿Me los
muestra?
¿Y por qué no?
-Usté
también, como yo
Boletos
compró a Pan duro.
-¡Cómo! ¡Yo compré a un caballo!
320
¡Yo no he
comprao pan ninguno!
-Sí así se llama el lobuno
que viene en
punta, tocayo.
Mireló...
¡Viene solito!...
...¿Pero ese
otro que lo alcanza?
325
¡Ahijuna! Si
es ¡Sancho Panza!
¡Un
mancarrón de carrito
de
panadero!... ¿No ve?
¡Para esto
la plata expongo!
Aquí hay
¡tongo!, amigo ¡tongo!
330
¿No se lo
decía a usté?...
-A mí no me ha dicho nada,
y menos eso
tan fiero...
-¡Pues sí
venía primero
ganando a la
disparada!
335
Y aura...
mírelo... se ha echao,
¡ése canalla
de yoque!...
¡Vea amigo!
-No me toque,
que ya veo.
-¡Está comprao!
¡Por un
cuerpo y medio o más,
340
la ha
perdido el miserable!
¡Y usté no
quiere que yo hable!...
¿Que no quiero? ¡Hable no más!
Si ya en la mesma balanza
en un
rinconcito escuro,
345
hablaba el
yoque "Pan Duro"
con el yoque
"Sancho Panza".
¡Y era la
matufia viva
que acaban
de hacer aquí,
lo que
trataban allí,
350
pa echarnos
patas arriba!
Mis tres
boletos saqué,
pa
romperlos, y el paisano
aquel me
agarró la mano
diciendo:
-¡Si son placé!...
355
¡No los
ruempa! ¡En este mundo,
la suerte es
ciega aparcero!
¿No ve que
en vez de primero
Pan duro
llegó segundo?
-¿Y? Perdió. Que duda cabe...
360
-¡Pero si es placé, le digo!
Vaya a
cobrar.
-Mire amigo,
no soy
ningún loco... ¿Sabe?
Si me ha
tomao pa la risa
medio a
medio se ha engañao,
365
yo a más de
un guapo, he dejao
por
faltarme, como en misa.
-Güeno; démelos a mí,
si no los
quiere cobrar...
Yo medio entré a desconfiar
370
al ver que
me hablaba así.
-¿Y ande pagan? -dije yo,
más calmao.
-Ahí, aparcero
en el
mesmisimo aujero
ande usté
los alquirió.
375
¡Ya no tengo más que ver,
ni hay
naides que vea más!...
Aquí al que
viene detrás,
a ese le
llaman placer.
Medio medio
desconfiao,
380
los boletos
presenté,
al mozo a
quién los compré,
y
habiéndolos revisao,
de una
cajita de lata
un rollo
grande sacó,
385
y contao, me
presentó,
¡un
montonazo de plata!
Mucho más te
contaría,
si el tiempo
no me faltara,
porque aquí
hay asunto, para
390
otro tanto
todavía.
Pero es
juerza contentarse,
con lo que
ya te he escrebido,
que me
parece que ha sido
como hasta
pa publicarse.
395
Depués, hay
mucho que está,
como quien
dice, en "veremos"
y explicar
lo que no vemos
es una
dificultá.
Hay sus
morrudas hetarias
400
de casas en
costrución,
que son para
exposesión
de estuatas
y maquinarias.
De cosas
para curar,
a los
hombres que padecen,
405
y otras, que
un surtido ofrecen,
de cosas
para matar.
Después, hay
de mueblería,
de calzao,
de comestibles,
de alumbrao,
de bebestibles,
410
de ropa, y
ferretería.
El trigo,
por de contao,
como el lino
y la cebada,
tienen casa
preparada,
con todo
bien arreglao.
415
En fin,
Benita, aquí está,
en apiñado
montón,
todita la
creación
la campaña y
la ciudá.
A más dicen
que vendrán
420
de todas
partes, dotores,
y hasta unos
amasadores
muy mentaos,
de cierto pan
que le han
puesto "americano",
que todo el
mundo pondera,
425
y que ha de
ser de primera,
porque es
amasao a mano.
Si el
pensamiento se aceta,
y yo por
aquí estuviera,
te llevaría,
anque fuera
430
una bolsa de
galleta.
Dicen que
van a juntarse
los médicos
y abogaos,
pa arreglar
unos trataos
que están
por embarullarse.
435
Yo, mi
china, tengo miedo,
questos con
tanto alegar,
en vez de
desenredar,
no embrollen
más el enrielo.
Para
celebrar la cosa,
440
mi güena
vida se dan;
comen bien,
beben champán,
(ques
limonada graciosa)
y en el
pueblo, esta chuscada
se canta en
diversos modos:
445
"Limonada,
beben todos
y el pobre
naranjo, nada."
Aunque más
que bebedores,
se oserva en
estos momentos,
como han
salido por cientos,
450
los mozos
discursiadores,
pues no hay
clu, plaza u café,
que en una
silla, o un tronco,
no esté un
mozo, medio ronco,
gritando, y
o no se qué.
455
Yo no he
sentido, endeveras,
en medio a
la confusión,
más palabras
que: ¡Nación!
¡Libertá!
¡Patria! Banderas!...
Y basta y
sobra, con eso,
460
pa volver la
gente loca,
que grita
abriendo la boca,
a reventarse
el pescuezo.
Ya se me acerca el momento
de volverme
por allá,
465
en donde mi
amor está
y vive mi
pensamiento.
Lo único que
me detiene,
es la
custión del padrillo,
porque entre
tanto potrillo,
470
no acierto
cual me conviene.
Creo que me
he decidido
por un pingo
pangaré;
esta noche
pensaré,
y si me
resuelvo ¡envido!
475
Carta sexta
¡Robado! -Es
Nicanor el ladrón. -Como descubrió el robo al ir a pagar el potrillo, que
describe con sentimiento. -Quejas por la decepción amistosa, más que por el
dinero hurtado. -Trata de volverse a su pago. -¡Sorpresa! -Recibe una carta que
toma al principio por una broma. -¡Era verdad! -El rico estanciero dueño del
potrillo se lo regala, herido de que en el primer centenario de la patria, un
representante de los valientes gauchos de 1810, sea burlado en la ciudad,
cuando ardiendo de patriotismo, ha venido desde la pampa, a festejar las viejas
glorias. -Vuelta jubilosa a su hogar campero.
¡Benita! ¡No te asustés,
pero rejuntá
valor,
que te va a
causar horror,
lo que te
escribo esta vez!
Yo mesmo,
haciéndome bola,
5
me he
refugiao en mi encierro,
que estoy lo
mesmo que un perro
al que le
han cortao la cola.
Yo no sé
como decirte
lo que me
pasa... Lo pienso,
10
y al
pensarlo me avergüenzo,
y no me
atrevo a escrebirte.
¡Este mundo
está perdido!
¡No hay un
hombre en quien confiar,
y el ques
medio rigular,
15
de golpe se
hace un bandido!
Dirás que lo
que me pasa,
lo tengo
bien merecido,
porque sigún
vos, he sido
siempre el
sonso de la casa.
20
Pero eso es
puro un decir,
porque pal
pillo u ladrón,
no hay
viveza, en la ocasión,
que al
hombre pueda servir.
Ayer voy a la Rural,
25
por el
asunto del flete;
saco el
caballo del brete,
y no me
parece mal.
Del lomo
está parejito,
lo mesmo que
del encuentro,
30
le miro la
boca adentro.
Es un
potrillo nuevito.
El pescuezo
es bien cortao,
y no tiene
el anca chata,
le sobo bien
cada pata...
35
tampoco está
avejigao,
tiene linda
la cabeza
alzada de
buena pinta,
y en los
ojos como tinta,
le hace
llamas la viveza.
40
El
propietario es un criollo,
que me lo
arregla barato;
ahí no más
cerramos trato,
y yo hecho
mano a mi rollo.
Saco un
papel, y me río
45
viendo otro,
y digo: -Mi china,
me ha
envuelto el dinero ansina,
pa
defenderlo del frío.
Pero de
cuatro en seguida,
con otro
papel me encuentro,
50
y ya a
incomodarme dentro,
con la
barbara envolvida.
-No se apure; es necesario
tener calma
-dice el criollo.
-Pero no ve que este rollo
55
es puro
papel de dario!
Metiendo
l'uña por medio,
ruempo a la
juria el paquete:
¡No había
allí...! ¡La gran siete!
¡Ni un
nacional pa remedio!
60
Lo pior es
que me miraba
el hombre, y
reía a llorar,
y pal clavo
remachar,
el potrillo
relinchaba.
Yo, furioso
como tuto,
65
el pelo me
entré a arrancar,
y mil cosas
a gritar,
pataliando
como un bruto.
El hombre me
dijo: -Vea
amigo: eso
ha de ser
70
un chasco de
su mujer.
-¡Un chasco!... ¡Puede que sea!
Contesté con
güenos modos,
pues ya se
juntaba gente,
y el
cristiano ques prudente,
75
es respetado
por todos.
-Voy a
escrebirle a Benita,
por si me ha
hecho esta jugada...
¡Vea que
china malvada!
¡Darme,
ansina, esta bromita!
80
Lleve el
caballo pa dentro,
y échele
pasto, aparcero...
Mañana
trairé el dinero
pa
comprarlo, si lo encuentro.
-¿Y vive lejos, paisano?
85
-Cerquita de la estación
que llaman
Custitución,
en la
esquina de esta mano.
-Ya sé; en lo de Rebollo,
-Mesmamente, lo acertó;
90
Ahí jue
donde me llevó
el que me
alivió del rollo.
-Pues se lo voy a guardar
-contestó el
hombre riyendo,
y ansina que
se iban yendo,
95
volvió el
pingo a relinchar,
como
diciéndome: -"¡Pavo!
"por
ser un gaucho inorante,
"te
quedás en este istante
"sin
flete, y sin un centavo!"
100
A trompezones salí
como un
mancarrón bichoco,
y lo mesmito
que un loco,
en un
tranguay me subí,
qu'iba pa
Custitución...
105
Mirá china:
¡qué herejía!
¡Custitución!...
¡Virgen mía!
¡Cuatrerismo
y perdición!
¡Fuera su
nombre apropiao,
porque allí mesmito
jue
110
ande al
canalla encontré
que la plata
me ha robao!
Sí china:
aquel Nicanor,
tan güenazo
y tan ladino,
que me
sirvió de pagrino,
115
de maistro y
de protetor;
que me llevó
al almacén,
que me
amostró la ciudá,
que ganó mi
voluntá
engañándome
tan bien;
120
que al
prencipio me pagó
todo cuanto
gastó hacía,
porque por
nada quería
que me
incomodase yo;
quera como
esclavo mío,
125
pa servirme
voluntario.
¡Era un
ratero ordinario!
¡Era un
cuentero del tío!
¡Como quien
a un chancho ceba,
ansí ese
mozo ladino,
130
para sacarme
el tocino,
me dio
pelada la breva!
La noche
quel desalmao
bolsiquió mi
tirador,
acetando con
rubor,
135
tartamudo y
colorao,
un pucho de
mi dinero,
una miseria,
una nada,
porque dijo
que olvidada
una cartera
de cuero,
140
había
dejao... no sé...
¡De pesos un
montonazo!...
Ahí mesmo me
hizo el cambiazo,
y con mi
plata se jue.
Yo el
tirador me prendí,
145
y como tenía
suelto,
dende esa
fecha, no he vuelto
a ver lo que
hoy día vi.
En el
fondín, mi desgracia
relaté con
güenos modos,
150
¡Y al oírme
riyeron todos...
a todos les
hizo gracia!...
Fue entonces
que recordé,
lo que el
dotor me decía,
cuando el
corazón sentía
155
envarao, y
lo llamé:
-Mire, no tenga aprensión
usté está
jüerte, está sano...
¡Qué
corazón! ¡El cristiano
hoy nace sin
corazón!
160
Si endeveras
me querés,
no me
reprendás, Benita,
puede que lo
que hoy nos quita
Dios, nos
devuelva después.
Lo que yo
siento, endeveras,
165
es volverme
para el pago,
sin nada
para tu halago,
de tantas
cosas puebleras
como he
visto y cudiciao,
pa regalarte,
mi china...
170
Ya ves ¡esta
suerte endina,
a los dos ha
maltratao!
Y también
siento... (¿Por qué
no he de
decirlo?) tan fiero,
quedar con
el estanciero,
175
y dejar al
pangaré.
Mesmo,
estaba enamorao
dese flete
¡Virgen mía!
que
retozando lo vía
ya en el
potrero alambrao.
180
Al ñudo me
aflijo... al fin,
debo a Dios
las gracias dar,
que me ha
dejao pa pagar
los gastos
deste fondín,
y pa
volverme a mi casa.
185
A naides
quiero, eso sí,
que si
pregunta por mí,
le digás lo
que me pasa.
Vos sabés
que en la ocasión,
naides nos
ha de ayudar,
190
y pal
prójimo achurar
siempre hay
gentes en montón.
No importa,
ha sido fierazo
el manotón,
es verdá;
pero todo pasará
195
¡en cuanto
te dé un abrazo!
¡Abro esta carta a la juria,
pa darte el
gusto mayor!
¡Hay en el
cielo un Señor
y es ingrato
el que lo injuria!
200
No hay que
desconfiar, ni menos
andar con la
suerte a palos,
porque si
hay hombres muy malos,
hay otros
que son muy güenos.
Ve lo que me
ha sucedido,
205
y me darás
la razón
andaba medio
tristón,
y como perro
perdido,
liando mis
pilchas y apero,
pa dirme pa
la estación,
210
y tomar sin
dilaición
esta tarde
el tren nochero,
cuando
ligero, risueño,
y resollando
apurao,
como un
bagual asustao,
215
llega, de la
casa el dueño.
Se me hizo,
al verlo dentrar,
una bola el
corazón,
porque dije:
-Este ladrón
cree que me
voy sin pagar;
220
y más,
cuando muy ufano,
y con aire
de insolencia,
vi, que como
una sentencia,
traiba un
papel en la mano,
-¡Don
Martín!... dijo temblando
225
y casi
haciendo un puchero,
como al
cantar pal carnero,
habla un
cristiano, boquiando.
-No se apure, don Rebollo
-le dije de
mal humor-
230
pa hacer a
mi cuenta honor
no ha de
faltar otro rollo.
-¡Pero si no es eso, amigo!
¡Había sido
desconfiao!
¡Vea; no
tome, cuñao,
235
la paja
brava por trigo!
-¿Y entonces?...
-Escuchemé:
ahí está de
la Rural,
un pión, con
un animal,
que pregunta
por usté.
240
-¿Un animal?... ¿Cómo ha dicho?
-¡No es pa tanto! ¡No se asombre!
-¿No dijo que por mi nombre
preguntó?
¡Qué raro bicho!
Solamente
por acá
245
se pueden
ver cosas tales...
¡Oír hablar
los animales!
¡Solamente
en la ciudá!
¿Y qué dijo?
-El hombre aquel...
(que fue el
hombre quien habló)
250
por usté me
preguntó,
y le manda
este papel.
- A ver?... Alguna macana,
como dicen
por acá
¿Qué
dice?... ¿Será verdá?
255
¿No será
alguna jarana?...
Mire amigo
don Rebollo,
no hay que
jugar con la gente;
¡este horno
está muy caliente
y ya no
almite ni un bollo!
260
Tengo la
sangre quemada,
por lo que
aquí me sucede.
¡Y hasta un
matao viejo, puede,
dar de rabia
una patada!
Si es por
tomarme por sonso
265
esta carta,
al que la ha escrito,
le juro que
entre un ratito
le están
rezando el responso.
¿Qué se han
craido estos puebleros,
que uno
viene a la ciudá,
270
pa andar
como un aperia,
a quien
corren los matreros?
¡Vamos!
Muestremé por fin,
a ese mentao
lenguaraz...
-¡Había sido voraz
275
de carater,
don Martín!
Venga a
convencerse, amigo,
que yo con
naides me juego.
Venga, que
verá muy luego,
cómo es
verdá lo que digo.
280
Ante tamaña
razón,
voluntario
cabrestié,
y así que al
patio llegué,
me dio un
brinco el corazón
allí estaba,
pintorcito,
285
con el
cabresto jugando,
llovedizo, y
escarciando,
aquel
pangaré bonito,
que me había
enloquecido
dende el día
en que lo vi,
290
y al que, pa
dentro de mí,
ya lo daba
por perdido.
¿Pa que
entrar a relatarte
lo que
habrás adivinao,
y queste
papel amao
295
lías mejor
podrá contarte?
Copio lo que me escribió
aquel
criollazo argentino,
conque,
güenazo el destino,
en mis penas
me brindó:
300
"Amigo don Martín Oro:
Permítale a su paisano,
al estrecharle la mano,
que es de un hombre con decoro,
hacerle el ofrecimiento
305
del potrillo pangaré,
por el cual demostró usté
tanto interés. Solo siento
que esto que hago en este instante,
no se me hubiera ocurrido,
310
en el día en que afligido
fue usté, por aquel tunante.
Lo vi, mi amigo y señor,
por la traición ofendido,
Y que no era lo perdido
315
la causa de su dolor.
La tradicional y sana
honradez, del gaucho viejo,
vi en luminoso reflejo,
surgir de su alma paisana.
320
Y al recordar las proezas
de mil gauchos argentinos,
que fundaron los destinos
de esta patria y sus grandezas,
dije: -Por esta memoria,
325
el gaucho, que es el pasado,
bien merece ser honrado
¡tras de cien años de gloria!
Pongo el caballo en sus manos
pues sé que lo ha de apreciar...
330
Hoy es uso regalar
caballos, a soberanos...
Y yo no sé si lo acierto,
pero esta mi fantasía,
ve una vieja monarquía
335
en los gauchos del desierto.
Ojalá que el pangaré,
salga como yo deseo,
y que mejore el procreo
porque se desvela usté.
340
Siga usté así, ejecutando
su patriótica misión;
si el gaucho nos dio nación,
que hoy la agrande, trabajando.
¡Con lágrimas, entrevero
345
este relato
adorao!
¡Si hasta
doy por bien robao
lo que me
robó el ratero!
Este
caballo, de fijo,
es una
suerte bendita...
350
¡En nuestra
casa, Benita,
dende hoy tenemos
otro hijo!
Me voy para
la estación
pa acomodar
a mi pingo.
Pasao
mañana, domingo,
355
te daré un
güen madrugón.
¡Qué abrazo
largo y estrecho
te voy a
dar!... Acordate
de
prepararme un güen mate,
y para él,
maíz con afrecho.
360
Salgo alegre
y voluntario
desta ciudad
de placer...
Pero ¡juro
no volver...
ni pal otro
centenario!
La visión de la Pampa
Harmónicas
Visión sagrada y hermosa
que brilla
en la mente mía,
como en la
noche sombría,
una estrella
luminosa.
Evocación
misteriosa
5
que surge en
mi fantasía,
como,
vertiendo alegría,
la
cristalina corriente
de agua pura
y transparente,
brota en la
sierra bravía.
10
Extensión de tierra y cielo
que el
horizonte limita,
y cuya vida
palpita
y alienta en
gigante anhelo
en la luz
pura, en el vuelo
15
del pampero,
esa infinita
ala de
viento, que agita,
el espacio y
lo estremece,
y al turbión
que lo oscurece,
en la nada
precipita.
20
Yo tengo de ti, desierto,
el recuerdo
triste y santo,
de aquel
ser, que entre mi llanto,
¡besé para
siempre muerto!
En ti sueño,
y si despierto
25
oigo un eco
de tu canto;
y así como
arde el amianto
sin
consumirse, te veo
siempre
ardiente en mi deseo,
que es
esclavo de tu encanto.
30
¡Ay! ¡Quién me diera vivir
tu soledad
bendecida,
que da a
nuestra fe vencida
alientos
para existir!
¡Quién
pudiera resurgir
35
en tu
entraña estremecida,
de esta
ominosa caída,
mil veces
peor que la muerte,
con que nos
hunde la suerte
sin
arrancarnos la vida!
40
¡Oh, Pampa! ¡de tu misterio
yo sé como
nadie sabe!
De tu música
la clave
que en el
sacrosanto imperio
del
silencio, en tu salterio
45
canta el
insecto y el ave,
guardo el
acorde suave,
la celestial
harmonía,
que vibrar
Platón sentía
en los
astros, dulce y grave.
50
Yo conozco los cardales
que salpican
tus laderas,
tus
treboladas praderas,
tus leonados
pajonales;
los blandos
tembladerales
55
que
disfrazan traicioneras
algas y
plantas rastreras,
que dan
marco a tus lagunas;
el médano de
tus dunas,
el tala de
tus taperas.
60
Yo evoco en el pensamiento
tus senderos
sin destino,
donde alza
en su torbellino,
fantasmas de
polvo el viento;
por donde
pasa, sediento,
65
el venado
peregrino,
que algún
rumor repentino
sorprende, y
el aire husmea,
mientras el
tero alertea
en el bañado
vecino.
70
Veo en tu tarde abrasada,
bajo el sol,
tu dios ardiente,
ese vaho
transparente
que tremola
en la quebrada,
y de cuya onda
azulada
75
se ve surgir
de repente,
una ciudad
imponente,
que un soplo
fugaz destroza
de la brisa,
que retoza
en el campo
alegremente.
80
Junto al chircal espinoso
veo tu playa
campera,
en que alza
la vizcachera
su montículo
gredoso,
y siento el
grito angustioso
85
de alguna
lechuza autera,
que
sorprende en la ladera
a la perdiz
escondida,
que vuela, y
lanza en la huida
su cromática
ligera.
90
Veo tu arroyo, que lento
mueve su
linfa estancada,
a que riza
de pasada
con moaré de
plata, el viento.
Tras de las
totoras siento
95
el rumor de
una bandada,
y de una
garza nevada
veo el
bolido indolente,
que va a ras
de la corriente,
por su
espejo retratada.
100
Y el manto de tus gramillas
veo, tendido
a la espalda
de tus
lomas, que de gualda
salpican mil
florecillas,
hermanas de
las sencillas
105
flores de
aquella guirnalda
que por
prados de esmeralda
pasara
Ofelia juntando,
para ir
luego derramando
de los
pliegues de su falda.
110
Por el pajonal vecino,
veo pasar,
cautelosa,
con su
planta sigilosa
una gama.
Atento y fino
su oído
inquiere. El camino
115
que llevara,
recelosa
tuerce, e
inquieta y airosa,
huyendo al
puma en acecho,
corre,
salvando un repecho,
en fuga
vertiginosa.
120
En invertida cascada
veo la nube
plomiza
que
ondulante se desliza
de la
quemazón airada.
Soplando en
su llamarada
125
cálido el
viento la atiza,
y el
matorral carboniza
con
fragoroso chasquido,
dejando a su
andar tendido,
el manto de
su ceniza.
130
Ante sus ascuas voraces
huye la
bestia asustada,
y levantan
su bandada
las palomas
montaraces;
tiñen las
nubes sus faces
135
con su
vislumbre encarnada,
y como una
llama alada
que fuera a
incendiar el cielo,
va de
flamencos un vuelo
huyendo a la
desbandada.
140
Veo el ñandú majestuoso
que esponja
al sol sus alones,
y oigo de
los charabones
el silbido
quejumbroso,
mientras
golpea afanoso
145
con
profundas vibraciones
su mina el
tuco, y los sones
de aquel
rítmico sonido,
parece un
compás batido
del desierto
a las canciones.
150
Y tus valles desolados
que cruzan
inmensos ríos,
veo, tristes
y sombríos,
por la vida
abandonados,
paisajes
imaginados
155
por los
reprobos impíos,
en medio a
los desvaríos
de sus
febriles delirios:
de los
dantescos martirios
páramos
tristes y fríos.
160
Contraste de los ardores
con que tu
sol te regala;
sombra que
negra resbala,
huyendo a
los esplendores
de la luz,
que en mil fulgores
165
tu inmensa
extensión exhala,
y que una
zona señala
con
proyecciones medrosas,
como en las
horas dichosas
se desliza
una hora mala.
170
¡Oh, Pampa! mi alma hace alarde
de recordar
soñadora,
el rosicler
de tu aurora,
la púrpura
de tu tarde;
tu sol brillante en que arde
175
la potencia
creadora
que en ti
vierte, y atesora
tu tierra,
virgen fecunda,
a que su
calor inunda
y su luz
ardiente dora.
180
Yo he soñado entre los velos
de tus
noches azuladas,
muchas páginas
pasadas
de mis
pasados anhelos.
En el fondo
de tus cielos,
185
en tus
estrellas plateadas,
he mirado
descifradas,
mil
incógnitas historias,
fantasmas de
antiguas glorias,
en mi pecho
sepultadas.
190
Y ha cruzado por mi mente
tu poema
largo y vario;
tu pasado
legendario,
tu porvenir
esplendente;
ese dualismo
imponente
195
que une la
gloria al calvario,
y que
arranca del sudario
una vida
luminosa,
cual sale la
mariposa
de su encierro
funerario.
200
¡Yo he visto al indio salvaje
en su potro
enardecido,
invadirte al
alarido
de incendio,
muerte y pillaje!
Luego, he
visto a tu gauchaje,
205
acosado,
perseguido,
bajo el yugo
envilecido
del más rudo
despotismo,
que hacía de
ti un abismo
amenazante y
temido.
210
Y he visto la ciudad muda,
como el alma
ante la muerte,
con ese
estupor inerte
que inflige
una pena ruda,
contemplándote
desnuda,
215
como esclava
a que convierte
el mercader,
de un ser fuerte,
en un vil
montón de lodo,
que así, de
ese mismo modo,
llegaron a
envilecerte.
220
Y luego, he visto en tus llanos,
el escenario
luctuoso,
donde se
libró, rabioso,
un largo
duelo entre hermanos.
Los fastos
americanos,
225
señalan como
el medroso
sitio, en
que el alevoso
puñal
derribó una vida,
la página
aborrecida
de tu pasado
ominoso.
230
Pero invencible y constante,
vagaba con
raudo vuelo,
detrás del
fúnebre velo
de aquel
tenebroso instante,
el espíritu
arrogante,
235
el
indomeñable anhelo
que dio
libertad al suelo
de esta
región argentina:
chispa
genial y divina
de los
fulgores del cielo.
240
Como el soplo soberano
de tu
gigantesco aliento;
como el
Pampero, ese viento
nativo, que
corre ufano
sobre el
dorso de tu llano
245
a que
acaricia violento,
juntando en
un sólo aliento
a las
grandezas más grandes:
tu inmensa
extensión, los Andes,
el espacio,
el océano,
250
viene, pasa, y ya perdida
su sombra,
se desvanece,
y la tierra
se estremece
callada y
desfallecida,
pero siente
que su vida
255
reanima y
rejuvenece
nuevo vigor;
que florece
su campiña
más lozana,
y que al
nacer la mañana
más puro el
sol resplandece.
260
Así, de tu campo abierto
vino ese
soplo imponente,
de que era
el alma inmanente
la libertad.
Rumbo cierto
tuvo el
porvenir, que un puerto
265
marcó la
estrella luciente
en la bóveda
esplendente
de tu cielo
¡oh Pampa hermosa!
Y a la
bandera gloriosa
besó el aura
del desierto.
270
El litoral limitado,
buscó nuevas
expansiones,
y las
guerreras legiones
precursoras
del arado,
ese tu suelo
ignorado,
275
que asolaron
los malones,
conquistaron.
Sus jalones
plantó el
progreso en seguida,
y un grito
de nueva vida
estremeció a
las naciones.
280
Era ese el advenimiento
de un gran
pueblo a su destino,
pues se
llenaba el divino
augurio, que
en el momento
de
emanciparse, un acento
285
profetizó
repentino
"en un
trono diamantino,
de laureles
coronada,
alzando a la
patria amada
de todo
pecho argentino."
290
Era la idea primera
de la gran
nación unida,
que de la
estatua derruida,
alzaba la
estatua entera;
era la nota
guerrera,
295
en ¡hossana!
convertida;
era el agua,
que, nacida
del
manantial del desierto,
transformaba
un pueblo muerto,
en un
emporio de vida.
300
La fama de tu grandeza,
llena del
mundo el ambiente,
y ya no hay
ignota gente
que no sueñe
en tu riqueza;
no hay
pensadora cabeza
305
que en ti no
fije la mente,
como en la
clave evidente
del misterio
del futuro,
como
porvenir seguro
del viejo
mundo indigente.
310
¡Oh Pampa! En los pastizales
de tus
agrestes vergeles,
ya van
tendiendo los rieles
sus
paralelas triunfales.
Ya los cristianos
trigales
315
matan tus
yerbas infieles.
Ya los
sajones corceles,
los exóticos
ganados,
son los
reyes de tus prados
los dueños
de tus jagüeles.
320
Tu potro, tu gaucho errante,
tu oveja de
larga lana,
tu toro...
tal vez mañana
en esa
escena cambiante,
no quede un
rasgo, que amante
325
pueda la
memoria humana
recoger. La
soberana
ley del
progreso, lo mismo
que el brazo
del despotismo,
cuanto se le
opone allana.
330
Yo que admiro tu destino,
que tu
grandeza completa,
no puedo en
el alma inquieta
sofocar un
repentino
suspiro, que
hacía el divino
335
recuerdo de
tu silueta
salvaje,
vuela: saeta
que ya no
dará en el blanco,
que a mi
corazón arranco
de su carcaj
de poeta.
340
¡Noches de la Pampa mía!
¡Perfumes de
la alborada!
¡Siesta
ardiente y abrasada
por el sol
del mediodía!
¡Alto
silencio, poesía
345
de la
soledad amada!
¡Frescores
de la enramada!
¡Fuertes
soplidos del viento!
¡Murmullo
místico, aliento
de lo
inmenso o de la nada!
350
De vuestra evocada gloria
derramad
aquí el encanto.
¡Soplad el
hálito santo
de esa
pasada memoria,
que,
desterrada a la historia,
355
se aleja
bañada en llanto,
del suelo
que amaba tanto,
y que yo
también, gimiendo,
salvar la
visión pretendo
en los ecos
de éste canto!
360
El Recao
Con el cinchón bien sobao,
haciendo del
todo un lío
bastos,
chapiao, prenderío,
está en el
suelo el recao.
Al mirarlo
he recordao
5
aquel tiempo
sin dolor,
cuando de mi
vida en flor,
que era un
purito domingo,
cruzaba el
campo en mi pingo
llevando en
ancas mi amor.
10
Al desatar la envoltura
de las
prendas, he sentido
como si de
un ser querido
abriera la
sepultura.
Todo un
mundo de ventura
15
se me ha
presentao allí
el ranchito
ande nací,
el ombú que
le da sombra,
el pastito
como alfombra
en que mil
noches dormí.
20
Las estrellas como flores
de luz, en
lo hondo del cielo;
el griterío
de un vuelo
perdido de
silbadores,
las
bocanadas de olores
25
que vienen
del campo abierto,
el vientito
del disierto
al ir
aclarando el día,
la mañana...
la alegría
del
silguerío dispierto;
30
el rayo de sol primero
que va a
besar a la loma,
el gemir de
una paloma,
el gritoniar
de un hornero;
la diana
alegre de un tero
35
que hace
guardia en el bañao;
de un toro
viejo, encelao,
el bramido
de sus quejas;
el balar de
las ovejas,
los mugidos
del ganao...
40
A mi escuro renegrido
he sentido
relinchar,
lo mesmo que
el corretiar
de los
perros y el ladrido.
Del gallo
giro, el bolido
45
he visto
dende la higuera,
y después,
la ronda autera,
que le hacía
a las gallinas,
que
presumían de finas,
siendo al
fin como cualquiera.
50
Las prendas de mi recao
voy a
mostrar despacito,
que pa mí,
mucho bendito
hay en ellas
encerrao.
Al lindo
freno platiao
55
le ha tocao
ser el primero,
pues
tratándose de apero,
por el freno
hay que empezar
cuando se ha
de arrocinar
a un hombre
o a un parejero.
60
¡Aquí está!... Nuevito en hoja
parece. ¡Tal
lo he cuidao!
Sus copas
son un dechao,
y un
contento su coscoja.
Cuando en la
rienda floja
65
jugaba con
él mi escuro,
ni un
cristiano, de seguro,
quedaba sin
almirar
de mi
criollito el trotiar,
que
envidiaba más de un puro.
70
Aquí están las cabezadas
con su
testera y fiador;
la manea, el
maniador
y las dos
riendas platiadas;
el pretal,
con sus caladas
75
estrellas, que
con primor,
van de mayor
a menor
del
encuentro hasta el lomillo,
y que, en mi
escuro, su brillo
era un puro
resplandor.
80
¡Velay los dos sahumadores
de mis
estribos, grabaos
por plateros
afamaos,
igual que
los pasadores!
Allá en mis
tiempos mejores,
85
cuando
cruzaba el pueblito
zapatiando
un trotecito
atravesao en
mi flete,
los llevaba
de juguete
pisandolós
despacito.
90
Estas espuelas coquetas,
de ruidosas
alabadas,
colgaban
destalonadas
de la
alzaprima sujetas.
Al oírlas
rodar inquietas
95
con su
cócora sonido,
el gauchaje,
conmovido,
decía, la
voz alzando:
-¡Ahí va un
gaucho galopiando,
honrao,
valiente y temido!
100
Este rebenque, trenzao
con un
tientito tan fino,
lo heredé de
mi pagrino
que lo había
trabajao.
De virolas
adornao,
105
con su
argolla y su lonjita,
parece una
monadita
lo mesmo que
un abanico,
pero si
tuviera pico...
¡Qué
historias!... ¡Virgen bendita!
110
Aquí está el lazo, largote,
pa trabajar
ande quiera,
prendido de
la asidera,
ques de
cuero de cogote;
cuatro
armadas en un bote,
115
sobre la res
que se elija,
puede
tirarse a la fija,
y enlazarla del
tirón...
Pero ¡guay
del revolcón
si el julepe
lo encanija!
120
Aquí están también las bolas
u pa
avestruz, u pa potro,
y que, como
dijo el otro,
"de
güenas bolean solas".
De torzal
fino las piolas,
125
y las piegras
del Tandil,
apuesto aquí
que entre mil
no hay otras
como las mías,
pues las
mesmas tres Marías
son como al
sol un candil.
130
¡La cincha!... Sería al ñudo
querer cosa
más pulida,
con la
encimera curtida
y abajo de
cuero crudo.
De un
chúcaro, alzao, clinudo,
135
y a rajar
con luña l'anca
que detrás
de una potranca
se andaba
haciendo el bonito,
sacó esta
lonja un gauchito,
tan parejita
y tan blanca.
140
Aura los bastos levanto
pa que los
contemplen bien,
aquí está el
centro y sostén
deste recao
a quién canto.
No sé de mi
vida cuánto
145
a ellos me
une, lo mesmito
que los dos
por un tientito
van juntos
como gemelos...
¡Que eso,
tan sólo en los cielos,
o en la
Pampa, estará escrito!
150
Voy a desdoblar, señores,
lo más
blando del recao:
las matras,
por decontao,
y las jergas
de colores.
La carona,
en que mil flores
155
bordó un
paisano ladino;
el
cojinillo, más fino
que de una
mujer el pelo,
y el
sobrepuesto ¡ese cielo
que a ortas
décimas destino!
160
Dejenmé que arrodillao
junto a esta
prenda sagrada,
de arriba
abajo bordada
por el ser
más adorao,
saque del
pecho angustiao
165
palabras de
un sentimiento,
que ni el
mesmísimo viento
debía
escuchar aquí,
porque
ninguno ¡Ay de mi!
¡Sentirá lo
que yo siento!
170
Junquillos, claveles, rosas,
derramó tu
linda mano
sobre este
paño paisano,
en horas pa mí
dichosas;
cual enseñas
vitoriosas,
175
flamiando de
Norte a Su,
mi orgullosa
joventú
las llevó
por esos pagos,
¡buscando
tal vez halagos
que estaban
en tu virtú!
180
Sobre este paño bordao,
fui soldao y
fui matrero,
fui jugador,
pendenciero,
malevo y
desordenao;
corriendo
desatinao
185
en busca de
otros amores,
manché mil
veces las flores
que me
osequió tu cariño...
¡Y aura
lloro como un niño
el dolor de
tus dolores!...
190
Tendido sobre este lecho,
tu sombra
abrazo soñando,
y te cuento
suspirando
las
tristuras de mi pecho.
Junto a mi
cuerpo te estrecho,
195
y como a un
panal de mieles,
tus labios
puros y fieles,
beso en
ansias amorosas,
a que perfuman
tus rosas,
tus juncos,
y tus claveles!
200
Aura, dejenmé, señores,
que otra vez
líe el recao...
Yo... ¡ya me
creiba curao
de mis
antiguos dolores!
¡Pero hay
rescoldos traidores
205
que
cualquier vientito atiza,
y hoy, en la
olvidada triza
de mi viejo
pensamiento,
he encontrao
este lamento,
escarbando
en su ceniza!
210
En la guitarra
Cuando las sombras calladas,
cubren el
campo dormido,
como un
manto renegrido
con mil
estrellas plateadas,
las memorias
en bandadas,
5
sobre el
árbol del olvido,
cantan, del
placer perdido,
el recuerdo
que desgarra;
y yo al son
de mi guitarra,
les contesto
en un gemido.
10
Cantan mi vida primera:
cuando las
alas tendía
en el aire
el alma mía,
como una
águila altanera.
Cuando
ninguna barrera
15
a mi
ambición se oponía,
cuando ante
mí se ofrecía,
el campo
verde y en flor,
la juventud,
el amor,
el placer y
la alegría.
20
Recuerdo de edad lejana,
que expira
en el pensamiento,
como se
pierde en el viento
el clamor de
una campana;
perfume de
la mañana,
25
que pasa y
muere al momento;
luz, que
cruza el firmamento,
y en las
tinieblas se apaga,
como esta
canción que vaga
en las alas
de un lamento.
30
Hoy, que miro a mi alredor,
marchito,
sin luz, inerte,
cuanto era
viril y fuerte
de mi vida
en el albor,
en este
eterno dolor,
35
que es
destino de mi suerte,
tan solo un
consuelo vierte
cuando me
sofoca el llanto,
dar a los
aires mi canto,
¡Qué es el
canto de la muerte!
40