ESTANISLAO DEL CAMPO
FAUSTO
IMPRESIONES DEL GAUCHO ANASTASIO EL POLLO
EN LA REPRESENTACIÓN DE ESTA ÓPERA
Del Campo:
Las buenas obras son siempre hijas de los
bellos sentimientos, porque las mejores y más grandes ideas nacen en el
corazón, llevando consigo la emoción de que nacieron.
Su pobreza de poeta, empeñada en aliviar
dolorosos infortunios, ha apelado a esa infatigable alquimista de la
imaginación, que elabora los sueños de oro y fabrica los palacios en el aire, y
ella, evocándole al Demonio, ha tenido el poder de ponerlo al servicio de la
santa acción con algo digno de la elevación del propósito.
No es otra la idea generatriz del poema
monumental de los alemanes.
Fausto trae el mal por la acción poderosa
del genio, a concurrir a la obra de la humanidad, y el mal no consigue triunfar
de la altura de su alma, porque no alcanza a encontrarla satisfecha sino en las
grandes y nobles aspiraciones.
Su campestre guitarra bien podía sin
ruborizarse pedir un óbolo al arpa homérica de Gœthe, y preciso es convenir en
que la puerta del poderoso no se ha cerrado esta vez, como de costumbre, al
llamado del mendigo.
El genio del norte ha permitido al
payador argentino pasear a la rubia Margarita por la pampa inconmensurable, en
donde no había estampado jamás su divina sandalia la musa de la epopeya, y
ella, soñando con sus amores y encaminándose a su desastre, se ha detenido un
instante en las orillas del Gran Río,
"a ver
las olas quebrarse
"como
al fin viene a estrellarse
"el
hombre con su destino."
En esta importación de la leyenda de la
edad media, en esta nacionalización del poema metafísico, dadas las respectivas
distancias, su trova americana ha conservado los rasgos característicos de las
fisonomías, los suaves matices del sentimiento, las caprichosas sombras de la
fantasía, como los acordes de Mozart y las melodías de Bellini guardan su
armonía o su cadencia al resonar en una vihuela.
El mérito de su trabajo consiste para mí
en haber comprendido y trasmitido en su relato los eternos tipos del Fausto: un
artista vulgar no copiaría jamás los cuadros de Rubens o las telas de Murillo.
Desnuda su bella composición del lenguaje
gaucho, veo diseñarse en sus estrofas a la niña que vivía entre las flores como
ella, demandando a las margaritas los secretos del corazón, y se me representa
la virgen de cera vestida de celeste, aérea visión de la Inmaculada, como la
concibió su creador, imagen seductora de esa mujer querida del poeta, perdida en
el mundo antes de ser hallada, que hay siempre la esperanza de encontrar algún
día, bello ideal que un ángel proscripto traería de su Edén a la tierra.
El Satanás de sus versos huele a azufre,
hace santiguarse, y su inacabable sarcasmo
"suelta
una risa tan fiera
"que
toda la noche entera
"en mis
orejas sonó."
Algo de siniestro sobrecoge a la
naturaleza al aparecer con su infernal guitarra:-
"Haciendo
un extraño ruido
"en las
hojas tropezaban
"los
pájaros que volaban
"a
guarecerse en su nido.
El dolor suena en sus rimas con sus
acentos verdaderos, con esos acentos que sólo saben oír los inspirados
artistas, y que el copista nunca trasmite:-
"Ya de
sus ojos hundidos
"las
lágrimas se secaban,
"y
entre temblando rezaban
"sus
labios descoloridos
. . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
"Cuando
el cuerpo de su hermano
"bañado
en sangre miró,"
. . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
"Apenas
medio alcanzaron
"a
darse una despedida,
"porque
en el cielo, sin vida
"sus
dos ojos se clavaron.
Las delicadas reminiscencias del amor,
traen sus plateados celajes a la noche sombría del remordimiento:-
"Ella
creía que como antes,
"al ir
a regar su huerta,
"se
encontraría en la puerta
"una
caja con diamantes.
Darnos a saborear así, en humilde décima,
la obra jefe que ha desesperado a los traductores de todos los pueblos, es algo
que debe engreír sus ambiciones de literato.
Debe Vd. estar satisfecho de sí mismo,
pues que ha llegado Vd. a dar carta de ciudadanía a una creación prodigiosa, en
que el cielo y la tierra, las fuerzas vivas de la naturaleza y las
sobrenaturales del espíritu, toman una figura humana para hacerse palpables a
la sensibilidad del vulgo.
Pero, permítame Vd., que temiendo ver
esterilizarse en una mala vía las dotes preciosas de su imaginación, por el
éxito de su Fausto, le someta una opinión que me ha inducido a escribirle estos
renglones, robando un instante a un fárrago de papel sellado.
Amo la poesía popular, cuanto detesto la
poesía académica, ficticia, de frase perfumada con aguas de Lubin.
La poesía popular es Homero, es Osian, la
del ciego que va cantando por las faldas del Himeto los recuerdos aún vivos de
la hermosa Elena y del temible Aquiles, la del bardo que, entre las brumas de
la Caledonia, da cuerpo a las tradiciones en las figuras del heroico Fingal y
la pálida Malvina.
La poesía popular no es la frase chillona
y agria del rancho. La india de los toldos es tan hija de la naturaleza como la
Eva de la Biblia, recién formada de la costilla del hombre, o como la Venus
mitológica, saliendo núbil de las espumas del mar, pero no serviría jamás de
modelo a los pintores y a los estatuarios.
El gaucho se va. Es una raza de centauros
que desaparece. Hay en ellos grandes cualidades, grandes pasiones, originalidades
características, costumbres pintorescas, materiales abundantes para la poesía.
De ellos se puede decir también -"no dejan tras sí grandes ciudades ni
monumentos que desafíen al tiempo, pero han vivido," han padecido, se han
inmolado, dejan un tierno recuerdo, y los que recojan piadosamente sus últimos
suspiros tienen derecho a la simpatía y al renombre.
Arroje Vd., pues, lejos de sí la guitarra
del gaucho, que si a veces nos toca el corazón, en la puerta del rancho, a la
luz de las estrellas, es porque en ciertos estados del alma basta una nota
melodiosamente acentuada para conmovernos profundamente y acosarnos por mucho
tiempo con su vago recuerdo. Tome la lira popular, la lira de los edas, de los
trovadores, de los bardos, y cuéntenos como ese gaucho caballeresco y
aventurero abrevaba su caballo en los torrentes de la Cordillera, y arrollaba
en los desfiladeros los tercios de Bailén y de Talavera, como salvaba la
democracia con Artigas, se encaramaba en la tiranía con Rosas, y ha ido rodando
en una ola de sangre hacia el mar de la nada.
Una sociabilidad original y una
revolución fundamental, encierran todas las pasiones, todos los dolores, todos
los infortunios, todos los dramas del corazón humano. La mina es vasta. Falta
el minero capaz de explotarla.
Descubra Vd. la veta, puesto que tiene
Vd. el don de sentir al gaucho dentro de sí mismo. Piense, sienta como él, y
háblenos como Vd.
Su leyenda del Fausto vale, por el tipo
virginal de Margarita, por la figura diabólica de Mefistófeles, que Vd. nos ha
reproducido, por el perfume de pasión inocente, de extravío inculpable, de
remordimiento sincero, y de religiosidad ingenua, que serán siempre fuentes
inagotables de poesía.
La forma no ha matado al fondo. Por el
contrario, el fondo ha dado vida a la forma.
Puesto que Vd. puede concebir y dibujar a
Margarita, comprender y exhibir a Mefistófeles, es Vd. artista, tome la paleta
inmensa de la pampa, y en la rica tela de su imaginación ensaye un cuadro de
verdadera literatura americana.
Tentanda
vía.
Juan Carlos
Gómez.
___
Querido Juan Carlos.
Gracias mil por su bonita, indulgente y
animadora carta.
Quiero agregarla, con la de otros amigos,
al pequeño libro que imprimo, y se la remito impresa para que la depure de los
errores de caja.
A propósito de gauchos y de guitarras,
voy a decirle una broma.
Su carta, me hace acordar al gaucho que
ocultando el facón bajo el poncho, se acerca paso a paso al pobre cantor,
diciendo: -¡Qué lindo canta este mozo! y al llegar a él, le corta las cuerdas
de su pobre guitarra.
Vd. ha dado en la mía un cintarazo más
recio, que aquel con que el Capitán Valentín azotó la de Mefistófeles.
Pero vamos al fondo de la cosa.
Dice Vd. que el gaucho se va, (Les Rois
s'en vont!) pero no creo que eso sea una razón para que con él dejemos ir
también hasta la memoria de su forma de expresión y de lenguaje.
Los museos guardan objetos que
recordarán, por siempre, la rusticidad de nuestros gauchos. En el nuestro, Vd.
ve cornetas de cuerno y cuero, armas de madera, vestidos de jerga y yesqueros
de iguana.
Esos atavíos, armas y utensilios se van
también, y muy deprisa, al soplo de la civilización que llena hoy nuestra
campana con los pulidos artefactos de las fábricas europeas.
Burmeinster, el director de nuestro
Museo. ¿arrojará, por tal razón, a la calle esos objetos?
No: allí quedarán, y mayor será su valor
y su importancia cuanto más largo sea el tiempo que duerman en aquellos
empolvados estantes.
Deje, pues, que también los giros
especiales y la peculiar fraseología del lenguaje de nuestros pobres gauchos,
picaresco unas veces, sentido otras, y pintoresco siempre, queden en alguna
parte, para que cuando en otros tiempos se hable de ese tipo original, pueda
decirse: -"Aquí está la manera como expresaba sus sentimientos."
Sin embargo: si Vd. cree que esta humilde
réplica no es otra cosa que la mala defensa de una guitarra, estoy dispuesto a
hacer la más reverente genuflexión, diciendo: -Magister dixit.
Su
affmo.
Estanislao
del Campo.
Sr. D. Estanislao del Campo.
Recuerdo que una noche alegre en que yo
apreciaba infinidad de ocurrencias criollas que decía Vd. al vuelo, a propósito
de las escenas del Fausto, lo tenté a escribir en estilo gaucho, sus
impresiones de ese espectáculo; seguro de que un cuadro compendiado bajo el
punto de mira de tan original criterio, ofrecería un interés particular.
Para un carácter como el de su índole
literaria, era este tema completamente seductor, y yo veía que la oportunidad y
el motivo podrían pocas veces tentar con mejor éxito la Musa de Hidalgo, para
levantar sobre el torbellino de nuestra sociedad desprovista de perfil
transmisible y determinado, -la extraordinaria, especialísima, profunda y
poética índole americana primitiva, refugiada hoy naturalmente en el corazón
del paisano.
Veía también en este tema, como Vd.
mismo, una ocasión feliz para reflejar nuestro tipo primitivo con caracteres
tanto más saltantes, cuanto que iban a resultar de la apreciación hecha por él
mismo de una sociedad diversa.
Cierto es que era esta una empresa
difícil. Fuera de Hidalgo, no tenemos en esta rama de nuestra literatura, sino
manifestaciones más o menos felices de los giros de lenguaje y comparaciones
del gaucho, -accesorios que nunca reflejan la índole de las razas, porque no
emanan del modo de sentir de ellas, que es también el único modo de animar la
interpretación en el difícil rol de poeta característico.
El tecnicismo es una simpleza, y el
pensamiento que no retrata más que la construcción del idioma, no tiene un día
de vida. Para pintar e interpretar al gaucho es preciso trasladarse no a su
lenguaje sino a su corazón, y arreglarlo todo, no al paisaje, sino a su
preocupación, a su filosofía, a su sentimiento.
Así se comprende que dos solos versos
puedan reflejar el carácter del paisano, con sus preocupaciones y su religión
enteras, cuando Hidalgo pone en boca del gaucho que va a afrontar un peligro,
este compendio de su alma:-
"puse
el corazón en Dios
y en la
viuda, y embestí."
Usted verá todos los días pretendidas
descripciones de la índole y costumbres del gaucho, donde todo se reduce a
hacinar significados campesinos que no tienen más particularidad que estar
subrayados hasta el fastidio.
Es que no todos tienen bastante luz
interna para penetrar el corazón ajeno en la vorágine de sus instintos, y creen
que, dibujando la vestimenta, puede reflejarse el tipo moral deduciéndolo por
la vulgaridad de lo común.
Esos que así son retratados, no son
gauchos de este mundo ni del otro; son simples camiluchos que no constituyen
género de raza.
El Dr. Cané, que era un talento literario
muy notable, dice en una de sus novelas que el tipo del gaucho es digno del
estro de Byron, y yo pienso humildemente, que en el corazón de Quiroga había
tela para el mismo Shakespeare.
El que se acerque entonces más a aquellos
corazones extraordinarios, por la mayor fuerza de su genio, estará más próximo
a la interpretación de su mundo y al foco de nuestra poesía popular y
tradicional, inagotable en encantos.
Vd. ha venido al terreno más difícil,
pero al más grandioso: la majestad está siempre en esa especie de topografía
humana que nunca se halla a la superficie. Es por eso que su leyenda está
colorida con las dos tintas más sublimes de la poesía, -la filosofía y el
sentimiento,- que son los arquéos de la expresión: el que sube sobre esta
trípode, está en el camino de la belleza, de donde se domina todo accesorio: el
que entra al espíritu domina el material: así Hidalgo no ha copiado al gaucho;
ha mirado por los ojos del gaucho; no se ha amanerado a su sentimiento, ha
sentido por su corazón.
Todas estas dificultades redundan en
provecho de Vd., una vez que se ha levantado a la atmósfera de la
interpretación verdadera: Anastasio el Pollo es aquí de la raza de Santos Vega.
Ha tocado Vd. el tema espléndidamente,
haciendo gala de recursos desconocidos que todavía no había manifestado en
poesía, -y me permito decirle que esto es culpa suya, porque antes, en todo lo
que ha escrito, sólo ha querido ver las cosas como un paisano, y hoy las ha
sentido como él.
Su Fausto, Anastasio, es lo más notable
que he visto a propósito del poema de Gœthe, y no encuentro nombre de poeta
americano que no se hallara favorecido al pie de muchas de sus estrofas.
La introducción es un hermoso trozo de
descripción local, un bello cuadro de costumbres, de mano maestra. Hay en todo
ese prólogo una infinidad de imágenes comparativas, de peculiaridades de frase
y de toques generales que ocuparían mucho espacio para transcribirse.
El cuadro donde comienza la narración,
tiene un raro interés descriptivo que hace apresurar la lectura en busca de los
incidentes graciosísimos que se suceden sin descanso: cada estrofa, cada verso,
y a veces cada palabra, rebosa de pensamiento y de interpretación.
La tercera parte tiene una novedad
especialísima, comprendida en los recursos que hasta hoy no había desplegado
Vd., -tiene un caudal de encantadora y sentimental poesía, revestida bajo una
sencillez tan admirable que no la hace extraña en boca de un paisano.
Aparte, pues, del mérito genérico de su
Fausto, reconozco con particular sorpresa (no sabía que Vd. era un poeta tan
serio) la hermosura del trozo descriptivo del mar, rival de aquel con que trae
la aurora sobre el jardín de Margarita, de aquel otro con que pinta la noche de
la serenata, de aquél de la comparación de la flor, y de aquella magnífica
digresión del capítulo V que acaba con esta sentida y hermosísima estrofa:-
"Soltar
al aire su queja
"será
su solo consuelo,
"y
empapar con llanto el pelo
"del
hijo que usté le deja."
Ésta es la poesía: aquí empieza el canino
de Hidalgo y el estro de Santos Vega. Después de ellos, nada se ha hecho en
nuestra poesía popular que pueda igualar el encanto de esas reflexiones.
No me es ya extraño entonces que haga Vd.
copia tan abundante de las semejanzas y giros que chispean por todas las
estrofas de su Fausto: el que entra a la seriedad, ha pasado por la malicia.
Siento que la especialidad de su trabajo,
que es uno de sus méritos particulares, no esté al alcance de todos sus
lectores: para valorarla completamente, es preciso conocer el primer poema del
Parnaso alemán y la más sublime partitura del genio francés.
Su Fausto, Anastasio, es pues una obra de
poesía envidiable. Me felicito sinceramente de haber prestado motivo a ella y
le agradezco de corazón el buen momento que me ha dado con su lectura.
Aplaudo verla en público, celebrada
justamente en todas las clases de la sociedad.
Por más a lo serio que tome el hombre las
situaciones sociales, en ninguna de ellas se desfavorece con sus pruebas de
arte y de talento, porque ellas siempre lo enaltecen, llevándolo a las
verdaderas jerarquías, que son las que ocupa por su organización cerebral en la
estiba de la gente, como dice Vd.
Si tuviera que fortalecer esto con
ejemplos, le citaría nombres célebres en la humanidad que han jugado con los
pueblos más grandes de la tierra, sin desdeñar el cultivo de las letras, y
empezando por David y Salomón.
Un buen libro o una hermosa poesía, hacen
honor, de Dios para abajo, a todos los hombres del mundo, en cualquier terreno
que pisen, desde el trono hasta el cadalso. -Vd. ha merecido ese honor.
Ricardo
Gutiérrez.
Señor D. Estanislao del Campo.
Setiembre
10.
Amigo:
He leído en su manuscrito, que devuelvo,
el sabroso diálogo de Anastasio y D. Laguna, sobre el Fausto: -óptimo. Vd.
quizá no ha meditado el serio peligro a que se expone dando a luz su obra,
habiendo entre nosotros tantos alemanes, de esos que nadando en el infinito se
embaucan en la contemplación de las nubes, tras de las cuales a menudo sólo se
oculta el vacío, o bien a veces como sucede con el Fausto, sirven de velo a la
divinidad que se columbra en su seno. Ha profanado Vd. el santuario del sublime
poema, del cual nadie puede hablar con propiedad sino en tudesco, porque en
romance no hay quien explique sus delirantes bellezas. Treinta años gastó Gœthe
en meditarle y componerle -Gœthe, el Júpiter Olímpico de la literatura
germánica. Y parece indudable, según la opinión de la rubia y soñadora
Alemania, que sólo le compuso para ella; pues si Vd. dice a algún alemán:
"he leído el Fausto" -su fisonomía toma al momento una expresión
entre desdeñosa y sarcástica, que traducida al español quiere decir: -"le
ha leído Vd., pero no le ha entendido."
Quizá tienen razón; gentes de letras
conozco yo que lo confiesan sotto voce. ¿Qué mucho si la misma madama de Staël,
ferviente admiradora del gran oráculo de Weimar, le llamó la pesadilla del
espíritu, agregando, según recuerdo, que si la imaginación pudiese concebir un
caos intelectual, el Fausto debería haber sido compuesto durante ese periodo de
ebullición y de tinieblas? Mas por lo visto Anastasio no ha sufrido el mareo
que causa en el ánimo esa composición vertiginosa. En un santiamén se ha dado
cuenta del enmarañadísimo drama, tal como nos le presenta en la ópera la mano
impía del compositor. En su lenguaje rústico lo narra, lo comenta, lo critica,
mezclando con naturalidad inimitable lo peregrino a lo grotesco. Preciso es,
amigo, que su numen sea el mismo Mefistófeles para haberle inspirado a Vd. la
más estrafalaria de cuantas ideas puedan venir a la mente, y sobre todo, para
haberle sacado airoso del berenjenal en que se había metido. Su parodia está
llena de gracia, de novedad y de frescura. Los dos paisanos que Vd. nos hace
conocer, atraviesan por entre la nebulosa metafísica del altísimo poeta, como
suelen hacerlo gallardamente a través de las brumas de la pampa nuestros
gauchos, interrumpiendo los cantos con que entretienen el camino, para fijarse
aquí y allí en las perspectivas fantásticas que produce el miraje. Singular es
que sostengan su larga plática con tanta amenidad y donaire. ¡Cuánto ingenio no
es necesario para que no decaiga el interés! A este milagro concurren una versificación
fácil y espontánea, un pincel galanamente colorido, un epigrama chispeante del
cual se escapan algunos versos de una melancolía expresiva: engarzados en una
composición tan lozana y burlesca, parecen lágrimas en el rostro de un niño que
ríe y llora al mismo tiempo.
Plácemes, trovador paisajista, por
habernos puesto en íntima relación con esos dos aparceros. Parias de nuestra
sociedad, llena de galas postizas y descolorida por la adopción de costumbres
exóticas, se van a conversar al río, que con la pampa de donde vienen, son las
únicas cosas grandes que nos van quedando. Parientes de Santos Vega, aquél de
la larga fama, se perderán como él en el desierto, perseguidos y errantes,
después de haber exhalado sus trovas al pasar por la ciudad, que envuelta en
una atmósfera pesada y deletérea, aspira con deleite el perfume de las flores
campesinas arrancadas por la mano de sus románticos pastores.
Buenos Aires, olvidada de sí misma,
envanecida con su lujo europeo, escuchando con avidez los cantares que la
recuerdan su juventud y su inocencia perdida, se me figura a Linda de
Chamounix, estremecida y ruborizada en medio de la pompa que la cerca y que
deslumbrara su virtud, al escuchar las armonías agrestes de sus nativas
montañas.
Vd. que no haría un gran papel tocando la
zampoña de Pierrotto, puntea admirablemente la guitarra, que vale tanto como
cualquier otro instrumento desde que entre sonrisas haga sentir y recordar.
Carlos Guido
y Spano.
Al poeta
Ricardo Gutiérrez
- I -
En un overo rosao,
flete nuevo
y parejito,
caía al
bajo, al trotecito.
Y lindamente
sentao,
un paisano
del Bragao,
5
de apelativo
Laguna:
mozo
jinetaso ¡ahijuna!
Como creo
que no hay otro.
Capaz de
llevar un potro
a sofrenarlo
en la luna.
10
¡Ah criollo! si parecía
pegao en el
animal,
que aunque
era medio bagual.
A la rienda
obedecía,
de suerte,
que se creería
15
ser no sólo
arrocinao,
Sino tamién del recao
de alguna
moza pueblera
¡Ah Cristo!
¡quién lo tuviera!...
¡Lindo el
overo rosao!
20
Como que era escarciador,
vivaracho y
coscojero,
le iba
sonando al overo
la plata que
era un primor:
pues eran
plata el fiador,
25
pretal,
espuelas, virolas,
y en las
cabezadas solas
traía el
hombre un Potosí:
¡Qué!... Si
traía, para mí,
hasta de
plata las bolas!
30
En fin: -como iba a contar,
laguna al
río llegó,
contra una
tosca se apió
y empezó a
desensillar.
En esto,
dentró a orejiar
35
y a resollar
el overo,
y jue que
vido un sombrero
que del
viento se volaba
de entre una
ropa, que estaba
más allá,
contra un apero.
40
Dio güelta y dijo el paisano
-¡Vaya
Zafiro! ¿qué es eso?
Y le
acarició el pescueso
con la palma
de la mano.
Un relincho
soberano
45
pegó el
overo que vía,
a un paisano
que salia
de la agua,
en un colorao,
que al mesmo
overo rosao
nada le
desmerecía.
50
Cuando el flete relinchó,
media güelta
dio Laguna,
y ya pegó el
grito: -¡Ahijuna!
¿No es el
Pollo?
-Pollo, no,
ese tiempo
se pasó,
55
(Contestó el
otro paisano),
ya soy jaca
vieja, hermano,
con las púas
como anzuelo,
y a quien ya
le niega el suelo
basta el más
remoto grano.
60
Se apió el Pollo y se pegaron
tal abrazo
con Laguna,
que sus dos
almas en una
acaso se
misturaron.
Cuando se
desenredaron,
65
después de
haber lagrimiao,
el overito
rosao
una oreja se
rascaba,
visto que la
refregaba
en la clin
del colorao.
70
-Velay, tienda el cojinillo
Don Laguna,
sientesé,
y un ratito
aguardemé
mientras
maneo el potrillo
vaya armando
un cigarrillo,
75
si es que el
vicio no ha olvidao;
ahí tiene
contra el recao
cuchillo,
papel y un naco:
yo siempre
pico el tabaco
por no
pitarlo aventao.
80
-Vaya amigo, le haré gasto...
-¿No quiere
maniar su overo?
-Dejeló a mi
parejero
que es como
mata de pasto.
Ya una vez,
cuando el abasto,
85
mi cuñao se
desmayó;
a los tres
días volvió
del insulto,
y crea amigo,
peligra lo
que le digo
el flete ni
se movió.
90
-¡Bien aiga gaucho embustero!
¿Sabe que no
me esperaba
que soltase
una guayaba
de ese
tamaño, aparcero?
Ya colijo
que su overo
95
está tan
bien enseñao,
que si en
vez de desmayao
el otro
hubiera estao muerto,
el fin del
mundo, por cierto,
me lo
encuentra allí parao.
100
-Vean cómo le buscó.
La güelta...
¡bien aiga el Pollo
siempre
larga todo el rollo
de su
lazo...
-¡Y cómo no!
¿O se ha
figurao que yo
105
asina no más
las trago?
¡Hágase
cargo!...
-Ya me hago...
-Prieste el
juego...
-Tomeló.
-Y aura, le
pregunto yo
¿qué anda
haciendo en este pago?
110
-Hace como una semana
que he bajao
a la ciudá,
pues tengo
necesidá
de ver si
cobro una lana;
pero me
andan con mañana,
115
y no hay
plata, y venga luego.
Hoy no más
cuasi le pego
en las aspas
con la argolla
a un gringo,
que aunque es de embrolla,
ya le he
maliciao el juego.
120
-Con el cuento de la guerra
andan
matreros los cobres,
-Vamos a
morir de pobres
los paisanos
de esta tierra.
Yo cuasi he
ganao la sierra
125
de puro
desesperao...
-Yo me encuentro
tan cortao.
Que a veces,
se me hace cierto,
que hasta
ando jediendo a muerto...
-Pues yo me
hallo hasta empeñao.
130
-¡Vaya un lamentarse! ¡ahijuna!...
y eso es de
vicio aparcero
a usté lo ha
hecho su ternero
la vaca de
la fortuna.
Y no llore,
Don Laguna,
135
no me lo
castigue Dios:
sino
comparemolós
mis tientos
con su chapiao,
y así en
limpio habrá quedao.
El más pobre
de los dos.
140
-¡Vean si es escarbador
este Pollo!
¡Virgen mía!
Si es pura
chafalonía...
-¡Eso sí,
siempre pintor!
-Se la gané
a un jugador
145
que vino a
echarla de güeno.
Primero le
gané el freno
con riendas
y cabezadas,
y en otras
cuantas jugadas
perdió el
hombre hasta lo ajeno.
150
¿Y sabe lo que decía
cuando se
vía en la mala?
El que me ha
pelan la chala
debe tener
brujería.
A la cuenta
se creería
155
que el
Diablo y yo...
-¡Callesé
amigo! ¿no
sabe usté
que la otra
noche lo he visto
al demonio?
-¡Jesucristo!...
-Hace bien,
santigüesé.
160
-¡Pues no me he de santiguar!
Con esas
cosas no juego;
pero no
importa, le ruego
que me
dentre a relatar,
él cómo llegó
a topar
165
con el malo,
¡Virgen Santa!
Solo el
pensarlo me espanta...
-Güeno, le
voy a contar
pero antes
voy a buscar
con qué
mojar la garganta.
170
El Pollo se levantó
y se jue en
su colorao,
y en el
overo rosao
Laguna a la
agua dentró.
Todo el baño
que le dio,
175
jue dentrada
por salida,
y a la tosca
consabida
Don Laguna
se volvió,
ande a Don
Pollo lo halló
con un
frasco de bebida.
180
-Larguesé al suelo cuñao
y vaya
haciéndose cargo,
que puede
ser más que largo
el cuento
que le he ofertao:
desmanee el
colorao,
185
desate su
maniador,
y en ancas,
haga el favor
de
acollararlos...
-Al grito
¿Es manso el
coloradito?
-¡Ese es un
trebo de olor!
190
-Ya están acollaraditos...
-Dele un
beso a esa giñebra:
yo le hice
sonar de una hebra
lo menos
diez golgoritos.
-Pero esos
son muy poquitos
195
para un
criollo como usté,
capaz de
prenderselé
a una pipa
de lejía...
-Hubo un
tiempo en que solía...
-Vaya amigo,
larguesé.
200
- II -
-Como a eso de la oración,
aura cuatro
o cinco noches,
vide una
fila de coches
contra el
tiatro de Colón.
La gente en el corredor,
5
como
hacienda amontonada,
pujaba
desesperada
por llegar
al mostrador.
Allí a juerza de sudar,
y a punta de
hombro y de codo,
10
hice,
amigaso, de modo
que al fin
me pude arrimar.
Cuando compré mi dentrada
y di
güelta,... ¡Cristo mío!
Estaba pior
el gentío
15
que una mar
alborotada.
Era a causa de una vieja
que le había
dao el mal...
-Y si es
chico ese corral
¿A que
encierran tanta oveja?
20
-Ahí verá: -por fin, cuñao,
a juerza de
arrempujón,
salí como
mancarrón
que lo
sueltan trasijao.
Mis botas nuevas quedaron
25
lo propio
que picadillo,
y el fleco
del calsoncillo
hilo a hilo
me sacaron.
Y para colmo, cuñao,
de toda esta
desventura,
30
el puñal, de
la cintura,
me lo habían
refalao.
-Algún gringo como luz
para la uña,
ha de haber sido.
-¡Y no
haberlo yo sentido!
35
En fin, ya
le hice la cruz.
Medio cansao y tristón
por la
pérdida, dentré
y una
escalera trepé
con cieno y
un escalón.
40
Llegué a un alto, finalmente,
anda va la
paisanada,
que era la
última camada
en la estiba
de la gente.
Ni bien me había sentao,
45
rompió de
golpe la banda,
que detrás
de una baranda
la habían
acomodao.
Y ya tamién se corrió
un lienzo
grande, de modo,
50
que a
dentrar con flete y todo
me aventa,
creameló.
Atrás de aquel cortinao,
un Dotor
apareció,
que asigún
oí decir yo,
55
era un tal
Fausto, mentao.
-¿Dotor dice? Coronel
de la otra
banda, amigaso;
lo conozco a
ese criollaso
porque he
servido con él.
60
-Yo tamién lo conocí
pero el
pobre ya murió:
¡Bastantes
veces montó
un saino que
yo le di!
Dejeló al que está en el cielo,
65
que es otro
Fausto el que digo,
pues bien
puede haber, amigo,
dos burros
del mesmo pelo.
-No he visto gaucho más quiebra
para
retrucar ¡ahijuna!...
70
-Dejemé
hacer, Don Laguna,
dos gárgaras
de giñebra.
Pues como le iba diciendo,
el Dotor
apareció,
y, en
público, se quejó
75
de que
andaba padeciendo.
Dijo que nada podía
con la
cencia que estudió
que él a una
rubia quería,
pero que a
él la rubia no.
80
Que al ñudo la pastoriaba
dende el
nacer de la aurora,
pues de
noche y a toda hora
siempre tras
de ella lloraba.
Que de mañana a ordeñar
85
salía muy
currutaca,
que él le
maniaba la vaca,
pero pare de
contar.
Que cansado de sufrir,
y cansado de
llorar,
90
al fin se
iba a envenenar
porque eso
no era vivir.
El hombre allí renegó,
tiró contra
el suelo el gorro,
y por fin,
en su socorro,
95
al mesmo
Diablo llamó.
¡Nunca lo hubiera llamao!
¡Viera
sustaso por Cristo!
¡Ahí mesmo,
jediendo a misto,
se apareció
el condenao!
100
Hace bien: persinesé
que lo
mesmito hice yo,
-¿Y como no
disparó?
-Yo mesmo no
sé porqué.
¡Viera al Diablo! Uñas de gato,
105
flacón, un
sable largote,
gorro con
pluma, capote,
y una barba
de chivato.
Medias hasta la berija,
con cada ojo
como un charco,
110
y cada ceja
era un arco
para correr
la sortija.
"Aquí estoy a su mandao
cuente con
un servidor."
Le dijo el
Diablo al Dotor,
115
que estaba
medio asonsao.
"Mi Dotor no se me asuste
que yo lo
vengo a servir
pida lo que
ha de pedir
y ordenemé
lo que guste."
120
El Dotor medio asustao
le contestó
qué se juese...
-Hizo bien:
¿no le parece?
-Dejuramente,
cuñao.
Pero el Diablo comenzó
125
a alegar
gastos de viaje,
y a medio
darle coraje
hasta que lo
engatuzó.
-¿No era un Dotor muy projundo?
¿Cómo se
dejó engañar?
130
-Mandinga es
capaz de dar
diez güeltas
a medio mundo.
El
Diablo volvió a decir:-
"Mi
Dotor no se me asuste,
ordenemé en
lo que guste,
135
pida lo que
ha de pedir."
"Si quiere plata tendrá
mi bolsa
siempre está llena,
y más rico
que Anchorena
con decir
quiero, será.
140
No es por la plata que lloro,
Don Fausto
le contestó
otra cosa
quiero yo
mil veces
mejor que el oro.
"Yo todo le puedo dar,
145
retrucó el
Ray del Infierno,
diga:
-¿Quiere ser Gobierno?
Pues no
tiene más que hablar."
-No quiero plata ni mando,
dijo Don
Fausto, yo quiero
150
el corazón
todo entero
de quien me
tiene penando.
No bien esto el Diablo oyó,
soltó una
risa tan fiera,
que toda la
noche entera
155
en mis orejas
sonó.
Dio en el suelo una patada,
una paré se
partió,
y el Dotor,
fulo, miró
a su prenda
idolatrada.
160
-¡Canejo!... ¿Será verdá?
¿Sabe que se
me hace cuento?
-No crea que
yo le miento:
lo ha visto
media ciudá.
¡Ah Don Laguna! ¡si viera
165
que
rubia!... Creameló:
creí que
estaba viendo yo
alguna
virgen de cera.
Vestido azul, medio alzao,
se apareció
la muchacha:
170
pelo de oro,
como hilacha
de choclo
recién cortao.
Blanca como una cuajada,
y celeste la
pollera,
Don Laguna,
si aquello era
175
mirar a la
Inmaculada.
Era cada ojo un lucero,
sus dientes,
perlas del mar,
y un clavel
al reventar
era su boca,
aparcero.
180
Ya enderezó como loco
el Dotor
cuanto la vio,
pero el
Diablo lo atajó
diciendolé:
-"Poco a poco:
Si quiere, hagamos un pato:
185
usté su alma
me ha de dar,
y en todo lo
he de ayudar
le parece
bien el trato?"
Como el Dotor consintió.
El Diablo
sacó un papel
190
y lo hizo
firmar en él
cuanto la
gana le dio.
-¡Dotor, y hacer ese trato!
-¿Qué quiere
hacerle, cuñao,
si se topó
ese abogao
195
con la horma
de su zapato?
Ha de saber que el Dotor
era dentrao
en edá,
asina es que
estaba ya
bichoco para
el amor.
200
Por eso al dir a entregar
la contrata
consabida,
dijo:
-"Habrá alguna bebida
que me pueda
remozar?"
Yo no se que brujería,
205
misto,
mágica o polvito
le echó el
Diablo y... ¡Dios bendito!
¡Quién
demonios lo creería!
¿Nunca ha visto usté a un gusano
volverse una
mariposa?
210
Pues allí la
mesma cosa
le pasó al
Dotor, paisano.
Canas, gorro y casacón
de pronto se
vaporaron,
y en el
Dotor ver dejaron
215
a un donoso
mocetón.
-¿Que dice?...¡barbaridá!...
¡Cristo
padre!... ¿Será cierto?
-Mire: -Que
me caiga muerto
si no es la
pura verdá.
220
El Diablo entonces mandó
a la rubia
que se juese,
y que le
paré se uniese,
y la cortina
cayó.
A juerza de tanto hablar
225
se me ha
secao el gargüero:
pase el
frasco compañero...
-¡Pues no se
lo he de pasar!
- III -
-Vea los pingos...
-¡Ah
hijitos!
Son dos
fletes soberanos.
-¡Como si
jueran hermanos
bebiendo la
agua juntitos!
-¿Sabe que es linda la mar?
5
-¡La viera
de mañanita
cuando
agatas la puntita
del sol
comienza a asomar!
Usté ve venir a esa hora
roncando la
marejada,
10
y ve en la
espuma encrespada
las colores
de la aurora.
A veces, con viento en la anca
y con la
vela al solsito,
se ve cruzar
un barquito
15
como una
paloma blanca.
Otras, usté ve, patente,
venir
boyando un islote,
y es que
trai a un camalote
cabrestiando
la corriente.
20
Y con un campo quebrao
bien se
puede comparar,
cuando el
lomo empieza a hinchar
el río medio
alterao.
Las olas chicas, cansadas,
25
a la playa
agatas vienen,
y allí en
lamber se entretienen
las arenitas
labradas.
Es lindo ver en los ratos
en que la
mar ha bajao,
30
cair volando
al desplayao
gaviotas,
garzas y patos.
Y en las toscas, es divino,
mirar las
olas quebrarse,
como al fin
viene a estrellarse
35
el hombre
con su destino.
Y no
sé que da el mirar
cuando
barrosa y bramando,
sierras de
agua viene alzando
embravecida
la mar.
40
Parece que el Dios del cielo
se amostrase
retobao,
al mirar
tanto pecao
como se ve
en este suelo.
Y es cosa de bendecir
45
cuando el
Señor la serena,
sobre ancha
cama de arena
obligándola
a dormir.
Y es muy lindo ver nadando
a flor de
agua algún pescao:
50
van, como
plata, cuñao,
las escamas
relumbrando.
-¡Ah Pollo! Ya comenzó
a meniar
taba: ¿y el caso?
-Dice muy
bien, amigaso:
55
seguiré
contandoló.
El lienzo otra vez alzaron
y apareció
un bodegón,
ande se armó
una runión
en que
algunos se mamaron.
60
Un Don Valentín, velay,
se hallaba
allí en la ocasión,
capitán, muy
guapetón,
que iba a
dir al Paraguay.
Era hermano, el ya nombrao,
65
de la rubia
y conversaba
con otro
mozo que andaba
viendo de
hacerlo cuñao.
Don Silverio, o cosa así,
se llamaba
este individo,
70
que me
pareció medio ido
o sonso
cuanto lo vi.
Don Valentín le pedía
que a la
rubia la sirviera
en su
ausiencia...
-¡Pues sonsera!
75
¡El otro que
más quería!
-El Capitán, con su vaso,
alos
presentes brindó,
yen esto se
apareció
de nuevo el
Diablo, amigaso.
80
Dijo que si lo almitían
tamién
echaría un trago,
que era por
no ser del pago
que allí no
lo conocían.
Dentrando en conversación,
85
dijo el
Diablo que era brujo
pidió un
ajenco y lo trujo
el mozo del
bodegón.
"No tomo bebida sola,"
Dijo el
Diablo: se subió
90
a un banco,
y vi que le echó
agua de una
cuarterola.
Como un tiro de jusil
entre la
copa sonó
y a echar
llamas comenzó
95
como si
juera un candil.
Todo el mundo reculó;
pero el
Diablo sin turbarse
les dijo:
-" no hay que asustarse,".
Y la copa se
empinó.
100
-¡Que buche! ¡Dios soberano!
-Por no
parecer morao
el Capitán
jue, cuñao,
y le dio al
Diablo la mano.
Satanás le registró
105
los dedos
con grande afán,
y le dijo:
-"Capitán,
pronto
muere, crealó."
El capitán, retobao,
peló la lata
y Luzbel
110
no quiso ser
menos que él
y peló un
amojosao.
Antes de cruzar su acero,
el Diablo el
suelo rayó:
¡Viera el
juego que salió!...
115
-¡Qué sable
para yesquero!
-¿Qué dice? ¡Había de oler
el jedor que
iba largando
mientras
estaba chispiando
el sable de
Lucifer!
120
No bien a tocarse van
las hojas,
creameló,
la mitá al
suelo cayó
del sable
del Capitán.
"¡Éste es el Diablo en figura
125
de hombre!
el Capitán gritó,"
y al grito
le presentó
la cruz de
la empuñadura.
¡Viera al Diablo retorcerse
como
culebra, aparcero!
130
-¡Oiganlé!...
-¡Mordió el acero
y comenzó a
estremecerse.
Los otros se aprovecharon
y se
apretaron el gorro
sin duda a
pedir socorro
135
o a dar
parte dispararon.
En esto Don Fausto entró
y conforme
al Diablo vido,
le dijo:
-"¿Qué ha sucedido?"
Pero él se
desentendió.
140
El Dotor volvió a clamar
por su
rubia, y Lucifer,
valido de su
poder,
se la volvió
a presentar.
Pues que golpiando en el suelo
145
en un beile
apareció,
y don Fausto
le pidió
que lo acompañase
a un cielo.
No hubo forma que bailara:
la rubia se
encaprichó;
150
de balde el
Dotor clamó
por que no
lo desairara.
Cansao ya de redetirse
le contó al
Demonio el caso;
pero él le
dijo: -"amigaso
155
no tiene
porqué afligirse:
Si en el beile no ha alcanzao
el poderla
arrocinar,
deje: le
leemos de buscar
la güelta
por otro lao.
160
Y mañana, a más tardar,
gozará de
sus amores,
que a otras,
mil veces mejores,
las he visto
cabrestiar."
¡Balsa general! gritó
165
el bastonero
mamao;
pero en esto
el cortinao
por segunda
vez cayó.
Armemos un cigarrillo
si le
parece...
-¡Pues no!
170
-Tome el
naco, piqueló,
usté tiene
mi cuchillo.
- IV -
Ya se me quiere cansar
el flete de
mi relato...
-Priendalé
güasca otro rato:
recién
comienza a sudar.
-No se apure: aguardesé:
5
¿Como anda
el frasco?
-Tuavía
hay con que
hacer medio día:
ahí lo
tiene, priendalé.
-¿Sabe que este giñebrón
no es para
beberlo solo?
10
Si alvierto
traigo un chicholo
o un cacho
de salchichón.
-Vaya, no le ande aflojando
dele trago y
domeló,
que a reíz
de las carnes yo
15
me lo estoy
acomodando.
-¿Que tuavía no ha almorzao?
-Ando en
ayunas Don Pollo;
porque ¿a
qué contar un bollo
y un
cimarrón aguachao?
20
Tenía hecha la intención
de ir a la
fonda de un gringo
después de
bañar el pingo...
-Pues
vámonos del tirón.
-Aunque ando medio delgao
25
Don Pollo,
no le permito
que me merme
ni un chiquito
del cuento
que ha comenzao.
-Pues, entonces, allá va:
otra vez el
lienzo alzaron
30
y hasta mis
ojos dudaron,
lo que vi...
¡barbaridá!
¡Qué quinta! ¡Virgen bendita!
¡Viera
amigaso el jardín!
Allí se vía
el jazmín,
35
el clavel,
la margarita.
El toronjil, la retama,
y hasta
estuatas, compañero,
al lao de
esa, era un chiquero
la quinta de
Don Lezama.
40
Entre tanta maravilla
que allí
había, y medio a un lao,
habían
edificao
una preciosa
casilla.
Allí la rubia vivía
45
entre las
flores como ella,
allí
brillaba esa estrella
que el pobre
Dolor seguía.
Y digo pobre Dotor,
porque
pienso, Don Laguna,
50
que no hay
desgracia ninguna
como un
desdichao amor.
-Puede ser; pero, amigaso,
yo en las
cuartas no me enriedo
y en un
lance, en que no puedo,
55
hago de mi
alma un cedaso.
Por hembras yo no me pierdo:
la que me
empaca su amor,
pasa por el
cernidor
y... si te
vi, no me acuerdo.
60
Lo demás, es calentarse
el mate al
divino ñudo...
-¡Feliz
quien tenga ese escudo
con que
poder reguardarse!
Pero usté habla, Don Laguna,
65
como un
hombre que ha vivido
sin haber
nunca querido
con alma y
vida a ninguna.
Cuando un verdadero amor
se estrella
en una alma ingrata,
70
más vale el
fierro que mata
que el fuego
devorador.
Siempre ese amor lo persigue
a donde
quiera que va:
es una
fatalidá
75
que a todas
partes lo sigue.
Si usté en su rancho se queda,
o si sale
para un viaje,
es de balde:
no hay paraje
ande
olvidarla usté pueda.
80
Cuando duerme todo el mundo,
usté, sobre
su recao,
se da
güeltas, desvelao,
pensando en
su amor projundo.
Y si el viento hace sonar
85
su pobre
techo de paja,
cree usté
que es ella que baja
sus lágrimas
a secar.
Y si en alguna lomada
tiene que
dormir, al raso,
90
pensando en
ella, amigaso,
lo hallará
la madrugada.
Allí acostao sobre abrojos,
o entre
cardos, Don Laguna,
verá su cara
en la luna,
95
y en las
estrellas, sus ojos.
¿Que habrá que no le recuerde
al bien de
su alma querido,
si hasta
cree ver su vestido
en la nube
que se pierde?
100
Asina sufre en la ausiensia
quien sin
ser querido quiere:
aura verá
como muere
de su prenda
en la presencia.
Si enfrente de esa deidá
105
en alguna
parte se halla,
es otra
nueva batalla
que el pobre
corazón da.
Si con la luz de sus ojos
le alumbra
la triste frente,
110
usté, Don
Laguna, siente
el corazón
entre abrojos.
Su sangre comienza a alzarse
a la cabeza
en tropel,
y cree que
quiere esa cruel
115
en su
amargura gozarse
Y si la ingrata le niega
esa ligera
mirada,
queda su
alma abandonada
entre el
dolor que la aniega.
120
Y usté firme en su pasión...
Y van los
tiempos pasando,
un hondo
surco dejando
en su
infeliz corazón.
-Güeno amigo: así será,
125
pero me ha
sentao el cuento...
-¡Que
quiere! Es un sentimiento...
tiene razón:
allá va:-
Pues, señor, con gran misterio,
traindo en
la mano una cinta,
130
se apareció
entre la quinta
el sonso de
Don Silverio.
Sin duda alguna saltó
las dos
zanjas de la güerta,
pues esa
noche su puerta
135
la mesma
rubia cerró.
Rastriándolo se vinieron
el Demonio y
el Dotor,
y tras del
árbol mayor
a aguaitarlo
se escondieron.
140
Con las flores de la güerta
y la cinta,
un ramo armó
Don
Silverio, y lo dejó
sobre el
umbral de la puerta.
-¡Que no cairle una centella!
145
-¿A quién?
¿Al sonso?
-¡Pues digo!...
¡Venir a
osequiarla, amigo,
con las
mesmas flores de ella!
-Ni bien acomodó el guacho,
ya rumbió...
-¡Miren que hazaña!
150
¡Eso es ser
más que lagaña
y hasta da
rabia, caracho!
-El Diablo entonces salió
con el
Dotor, y le dijo:
"Esta
vez priende de fijo
155
la vacuna,
crealó."
Y el capote haciendo a un lao,
desenvainó
allí un baulito,
y jue y lo
puso juntito
al ramo del
abombao.
160
-No me hable de ese mulita:
¡Qué apunte
para una banca!
¿A que era
mágica blanca
lo que trajo
en la cajita?
-Era algo más eficás
165
para las
hembras, cuñao,
¡verá si las
ha calao
de lo lindo
Satanás!
Tras del árbol se escondieron
ni bien
cargaron la mina,
170
y más que
nunca, divina,
venir a la
rubia vieron.
La pobre, sin alvertir,
en un banco
se sentó,
y un par de
medias sacó
175
y las
comenzó a surcir.
Cinco minutos, por junto,
en las
medias trabajó,
por lo que
carculo yo
que tendrían
sólo un punto.
180
Dentró a espulgar a un rosal,
por la hormiga
consumido,
y entonces
jue cuando vido
caja y ramo
en el umbral.
Al ramo no le hizo caso,
185
enderezó a
la cajita,
y sacó...
¡Virgen bendita!...
¡Viera que
cosa, amigaso!
¡Qué anillo! ¡Qué prendedor!
¡Qué rosetas
soberanas!
190
¡Qué collar!
¡Qué caravanas!
-¡Vea al
Diablo tentador!
-¿No le dije Don Laguna?
La rubia
allí se colgó
las prendas,
y apareció
195
más platiada
que la luna.
En la caja Lucifer
había puesto
un espejo...
-¿Sabe que
el Diablo, canejo,
la conoce a
la mujer?
200
-Cuando la rubia gastaba
tanto
mirarse, la luna,
se apareció
Don Laguna,
la vieja que
la cuidaba.
¡Viera la cara, cuñao,
205
de la vieja,
al ver brillar
como
reliquias de altar
las prendas
del condenao!
"¿Diaonde este lujo sacás?"
La vieja,
fula, decía,
210
cuando
gritó: -"¡Avemaría!"
en la
puerta, Satanás.
-"¡Sin pecao! ¡Dentre señor!"
-"¿No
hay perros?" "-¡Ya los ataron!"
Y ya tamién
se colaron
215
el Demonio y
el Dotor.
El Diablo allí comenzó
a enamorar a
la vieja,
y el
Dotorcito a la oreja
de la rubia
se pegó.
220
-¡Vea al Diablo haciendo gancho!
-El caso jue
que logró
reducirla, y
la llevó
a que le
amostrase un chancho.
-¿Por supuesto, el Dotorcito
225
se quedó
allí mano a mano?
-Dejuro, y
ya verá hermano
la liendre
que era el mocito.
Corcobió la rubiecita
pero al fin
se sosegó,
230
cuando el
Dotor le contó
que él era
el de la cajita.
Asigún lo que presumo,
la rubia
aflojaba laso,
porque el
Dotor, amigaso,
235
se le quería
ir al humo.
La rubia lo malició
y por entre
las macetas,
le hizo unas
cuantas gambetas
y la casilla
ganó.
240
El Diablo tras de un rosal,
sin la vieja
apareció...
-¡A la
cuenta la largó
jediendo
entre algún maizal!
-La rubia, en vez de acostarse,
245
se lo pasó
en la ventana,
y allí
aguardó la mariana
sin pensar
en desnudarse.
Ya la luna se escondía,
y el lucero
se apagaba,
250
y ya tamién
comenzaba
a venir
clariando el día.
¿No ha visto usté de un yesquero
loca una
chispa salir,
como dos
varas seguir
255
y de ahí
perderse, aparcero?
Pues de ese modo, cuñao,
caminaban
las estrellas
a morir, sin
quedar de ellas
ni un triste
rastro borrao.
260
De los campos el aliento
como
sahumerio venía,
y alegre ya
se ponía
el ganao en
movimiento.
En los verdes arbolitos
265
gotas de
cristal brillaban,
y al suelo
se descolgaban
cantando los
pajaritos.
Y era, amigaso, un contento
ver los
junquillos doblarse,
270
y los
claveles cimbrarse
al soplo del
manso viento.
Y al tiempo de reventar
el botón de
alguna rosa,
venir una
mariposa,
275
y comenzarlo
a chupar.
Y si se pudiera al cielo
con un pingo
comparar,
tamién
podría afirmar
que estaba
mudando pelo.
280
-¡No sea bárbaro, canejo!
¡Que
comparancia tan fiera!
-No hay tal:
pues de saino que era
se iba
poniendo azulejo.
¿Cuando ha dao un madrugón
285
no ha visto
usté, embelesao,
ponerse
blanco-azulao
el más negro
ñubarrón?
-Dice bien, pero su caso
se ha hecho
medio empacador...
290
-Aura viene
lo mejor
pare la
oreja, amigaso.
El Diablo dentró a retar
al Dotor, y
entre el responso
le dijo:
-"¿Sabe que es sonso?
295
¿Pa qué la
dejó escapar?"
"Ahí la tiene en la ventana:
"por
suerte no tiene reja,
"y
antes que venga la vieja
"aproveche
la mañana."
300
Don Fausto ya atropelló
diciendo:
-"¡basta de ardiles!"
La cazó de
los cuadriles
y ella...
¡tamién lo abrazó!
-¡Oiganlé a la dura!
-En esto...
305
Bajaron el
cortinao
alcance el
frasco, cuñao,
-Agatas le
queda un resto.
- V -
-Al rato el lienzo subió
y deshecha y
lagrimiando,
contra una
máquina hilando
la rubia se
apareció.
La pobre dentró a quejarse
5
tan
amargamente allí,
que yo a mis
ojos sentí
dos lágrimas
asomarse.
-¡Qué vergüenza!
-Puede ser:
pero,
amigaso, confiese
10
que a usté
tamién lo enternece
el llanto de
una mujer.
Cuando a usté un hombre lo ofiende,
ya sin mirar
para atrás,
pela el
flamenco y ¡sas! ¡tras!
15
dos
puñaladas le priende.
Y cuando la autoridá
la partida
le ha soltao,
usté en su
overo rosao
bebiendo los
vientos va.
20
Naides de usté se despega
porque se
haiga desgraciao,
y es muy
bien agasajao
en cualquier
rancho a que llega.
Si es hombre trabajador,
25
ande quiera
gana el pan:
para eso con
usté van
bolas, lazo
y maniador.
Pasa el tiempo, vuelve al pago,
y cuanto más
larga ha sido
30
su
ausiencia, esté es recebido
con más
gusto y más halago.
Engaña usté a una infeliz,
y para mayor
vergüenza,
va y le
cerdea la trenza
35
antes de
hacerse perdiz.
La ata, si le da la gana,
en la cola
de su overo,
y le
amuestra al mundo entero
la trenza de
ña Julana.
40
Si ella tuviese un hermano,
y en su
rancho miserable
hubiera
colgao un sable,
juera otra
cosa, paisano.
Pero sola y despreciada
45
en el mundo
¿qué ha de hacer?
¿A quién la
cara volver?
¿Ande llevar
la pisada?
Soltar al aire su queja
será su solo
consuelo,
50
y empapar
con llanto el pelo
del hijo que
usté le deja.
Pues ese dolor projundo
a la rubia
la secaba,
y por eso se
quejaba
55
delante de
todo el mundo.
Aura, confiese, cuñao,
que el
corazon más calludo,
y el gaucho
más entrañudo,
allí habría
lagrimiao.
60
-¿Sabe que me ha sacudido
de lo lindo
el corazón?
Vea sinó el
lagrimón
que al oírlo
se me ha salido...
--¡Oiganlé!...
-Me ha redotao:
65
no guarde
rencor amigo...
-Si es en
broma que le digo...
-Siga su
cuento, cuñao.
-La rubia se arrebozó
con un
pañuelo cenisa,
70
diciendo que
se iba a misa
y puerta
ajuera salió.
Y crea usté lo que guste
porque es
cosa de dudar...
¡Quién había
de esperar
75
tan grande
desbarajuste!
Todo el mundo estaba ajeno
de lo que
allí iba a pasar,
cuando el
Diablo hizo sonar
como un pito
de sereno.
80
Una iglesia apareció
en menos que
canta un gallo...
-¡Vea si
dentra a caballo!
-Me larga,
creameló.
Creo que estaban alzando
85
en una misa
cantada,
cuando
aquella desgraciada
llegó a la
puerta llorando.
Allí la pobre cayó
de rodillas
sobre el suelo,
90
alzó los
ojos al cielo,
y cuatro
credos rezó.
Nunca he sentido más pena
que al mirar
a esa mujer:
amigo:
aquello era ver
95
a la mesma
Magdalena.
De aquella rubia rosada,
ni rastro
había quedao
era un
clavel marchitao,
una rosa
deshojada.
100
Su frente, que antes brilló
tranquila,
como la luna,
era un
cristal, Don Laguna,
qué la
desgracia enturbió.
Ya de sus ojos hundidos
105
las lágrimas
se secaban,
y
entre-temblando rezaban
sus labios
descoloridos.
Pero el Diablo la uña afila,
cuando está
desocupao,
110
y allí
estaba el condenao
a una vara
de la pila.
La rubia quiso dentrar
pero el
Diablo la atajó,
y tales
cosas le habló
115
que la
obligó a disparar.
Cuasi le da el acidente
cuando a su
casa llegaba
la suerte
que le quedaba
en la vedera
de enfrente.
120
Al rato el Diablo dentró
con Don
Fausto, muy del brazo,
y una
guitarra, amigazo,
ahí mesmo
desenvainó.
-¿Qué me dice amigo Pollo?
125
-Como lo
oye, compañero
el Diablo es
tan guitarrero
como el
paisano más criollo.
El sol ya se iba poniendo,
la claridá se
ahuyentaba,
130
y la noche
se acercaba
su negro
poncho tendiendo.
Ya las estrellas brillantes
una por una
salían,
y los montes
parecían
135
batallones
de gigantes.
Ya las ovejas balaban
en el corral
prisioneras,
y ya las
aves caseras
sobre el
alero ganaban.
140
El toque de la oración
triste los
aires rompía,
y entre
sombras se movía
el crespo
sauce llorón.
Va sobre la agua estancada
145
de
silenciosa laguna,
al asomarse,
la luna,
se miraba
retratada.
Y haciendo un extraño ruido
en las hojas
trompezaban
150
los pájaros
que volaban
a guarecerse
en su nido.
Ya del sereno brillando
la hoja de
la higuera estaba,
y la lechuza
pasaba
155
de trecho en
trecho chillando.
La pobre rubia, sin duda,
en llanto se
deshacía,
y rezando a
Dios pedía
que le
emprestase su ayuda.
160
Yo presumo que el Dotor,
hostigao por
Satanás,
quería otras
hojas más
de la
desdichada flor.
A la ventana se arrima
165
y le dice al
condenao:-
"Dele
no más sin cuidao
aunque
reviente la prima."
El Diablo agatas tocó
las
clavijas, y al momento
170
como una arpa
el istrumento
de tan bien
templao sonó.
-Tal vez lo traiba templao
por echarla
de baquiano...
-Todo puede
ser hermano,
175
pero ¡óyese
al condenao!
Al principio se florió
con un lindo
bordoneo,
y en ancas de
aquel floreo
una décima
cantó.
180
No bien llegaba al final
de su canto,
el condenao,
cuando el
Capitán, armao,
se apareció
en el umbral.
-Pues yo en campana lo hacía...
185
-Daba la
casualidá
que llegaba
a la ciudá
en comisión,
ese día.
-Por supuesto hubo fandango...
-La lata ahí
no más peló,
190
y al
infierno le aventó
de un
cintarazo el changango.
-¡Lindo el mozo!
-¡Pobrecito!...
-¿Lo
mataron?
-Ya verá
peló un
corbo el Dotorcito,
195
y el
Diablo... ¡barbaridá!
Desenvainó una espadita
como un
viento, lo embasó,
y allí no
más ya cayó
el pobre...
-¡Ánima bendita!
200
-A la trifulca y al ruido
en montón la
gente vino...
-¿Y el Dotor
y el asesino?
-Se habían
escabullido.
La rubia tamién bajó
205
y viera
aflición, paisano,
cuando el
cuerpo de su hermano
bañao en
sangre miró.
Agatas medio alcanzaron
a darse una
despedida,
210
porque en el
cielo, sin vida,
sus dos ojos
se clavaron.
Bajaron el cortinao,
de lo que yo
me alegré...
-Tome el
frasco, priendalé.
215
-Sirvasé no
más cuñao.
- VI -
-¡Pobre rubia! Vea usté
cuanto ha
venido a sufrir
se le podía
decir
¡Quién te
vido y quien te ve!
-Ansí es el mundo, amigaso:
5
nada dura,
Don Laguna,
hoy nos ríe
la fortuna,
mañana nos
da un guascaso.
Las hembras, en mi opinión,
train un
destino más fiero,
10
y si quiere,
compañero,
le haré una
comparación.
Nace una flor en el suelo,
una delicia
es cada hoja,
y hasta el
rocio la moja
15
como un
bautismo del cielo.
Allí está ufana la flor
linda,
fresca y olorosa
a ella vá la
mariposa,
a ella vuela
el picaflor.
20
Hasta el viento pasajero
se prenda al
verla tan bella,
y no pasa
por sobre ella
sin darle un
beso primero.
¡Lástima causa esa flor
25
al verla tan
consentida!
Cree que es
tan larga su vida
como
fragante su olor.
Nunca vio el rayo que raja
a la
renegrida nube,
30
ni ve al
gusano que sube,
ni al fuego
del sol que baja.
Ningún temor en el seno
de la
pobrecita cabe,
pues que se
amaca, no sabe,
35
entre el
fuego y el veneno.
Sus tiernas hojas despliega
sin la menor
desconfianza,
y el gusano
ya la alcanza...
y el sol de
las doce llega...
40
Se va el sol abrasador,
pasa a otra
planta el gusano,
y la
tarde... encuentra, hermano,
el cadáver
de la flor.
Piense en la rubia cuñao,
45
cuando entre
flores vivía,
y diga si
presumía
destino tan
desgraciao.
Usté que es alcanzador
afijesé en
su memoria,
50
y diga: ¿es
igual la historia
de la rubia
y de la flor?
-Se me hace tan parecida
que ya más
no puede ser.
-Y hay más:
le falta que ver
55
a la rubia
en la crujida.
-¿Qué me cuenta? ¡Desdichada
-Por última
vez se alzó
el lienzo, y
apareció
en la cárcel
encerrada.
60
-¿Sabe que yo no colijo
el porqué de
la prisión?
-Tanto penar,
la razón
se le jue, y
lo mató al hijo.
Ya la habían sentenciao
65
a muerte, a
la pobrecita,
y en una
negra camita
dormía un
sueño alterao.
Ya redoblaba el tambor,
y el cuadro
ajuera formaban,
70
cuando al
calabozo entraban
el Demonio y
el Dotor.
-¡Veanló al Diablo si larga
sus presas
así no más!
¿A que
anduvo Satanás
75
hasta oír
sonar la descarga?
-Esta vez se le chingó
el cuete, y
ya lo verá...
-Priendalé
al cuento que ya
no lo vuelvo
a atajar yo.
80
-Al dentrar hicieron ruido,
creo que con
los cerrojos;
abrió la
rubia los ojos
y allí
contra ella los vido.
La infeliz ya trastornada,
85
a causa de
tanta herida,
se
encontraba en la crujida
sin darse
cuenta de nada.
Al ver venir al Dotor,
ya comenzó a
disvariar,
90
y hasta le
quiso cantar
unas décimas
de amor.
La pobrecita soñaba
con sus
antiguos amores,
y creía mirar
sus flores
95
en los
fierros que miraba.
Ella creía que como antes,
al dir a
regar su güerta,
se
encontraría en la puerta
una caja con
diamantes.
100
Sin ver que en su situación
la caja que
la esperaba,
era la que
redoblaba
antes de la
ejecución.
Redepente se afijó
105
en la cara
de Luzbel:
sin duda al
malo vio en él,
porque allí
muerta cayó.
Don Fausto al ver tal desgracia,
de rodillas
cayó al suelo,
110
y dentró a
pedir al cielo
la recibiese
en su gracia.
Allí el hombre arrepentido
de tanto mal
que había hecho,
se daba
golpes de pecho
115
y lagrimiaba
aflijido.
En dos pedazos se abrió
la paré de la crujida,
y no es cosa
de esta vida
lo que allí
se apareció.
120
Y no crea que es historia:
yo vi entre
una nubecita,
la alma de
la rubiecita
que se subía
a la gloria.
San Miguel, en la ocasión,
125
vino entre
nubes bajando
con su
escudo, y revoliando
un sable
tirabuzón.
Pero el Diablo, que miró
el sable
aquel y el escudo,
130
lo mesmito
que un peludo
bajo la
tierra ganó.
Cayó el lienzo finalmente
y ahí tiene
el cuento contao...
-Prieste el
pañuelo cuñao:
135
me está
sudando la frente.
Lo que almiro es su firmeza
al ver esas
brujerías.
-He andao
cuatro o cinco días
atacao de la
cabeza.
140
-Ya es güeno dir ensillando...
-Tome ese
último traguito
y eche el
frasco a ese pocito
para que
quede boyando.
Cuando los dos acabaron
145
de ensillar
sus parejeros,
como güenos
compañeros,
juntos al
trote agarraron.
En una fonda
se apiaron
y pidieron
de cenar:
150
cuando ya
iban a acabar,
Don Laguna
sacó un rollo
diciendo:
-"El gasto del Pollo
de aquí se
lo han de cobrar."