Autor/es

Grupo de Trabajo

Fecha

Francescangeli, N.

Horticultura

Set-2000

 

Tomate bajo cubierta
Sin luz, no se ve lo que se pierde

 

La luz es un parámetro climático fundamental que influye en el crecimiento del tomate. Aunque no puede aislarse de otros parámetros, en este artículo se profundiza sobre su incidencia en el cultivo.

Los factores ambientales influyen en el crecimiento, desarrollo y rendimiento de las plantas por afectar su fisiología. En el marco de un sistema productivo, el ambiente que interesa al productor incluye principalmente al clima, al suelo y a las condiciones sanitarias.
Dentro de los parámetros climáticos a su vez, los más destacados son: temperatura (de aire, de suelo, de hoja, etc), luz, CO2 y humedad relativa.
Ningún parámetro climático puede tratarse aisladamente, ya que todos interactúan de manera compleja sobre las plantas, pero vamos a referirnos en este artículo al caso particular de la luz.
La luz se mide con diversos instrumentos y de múltiples maneras, y se expresa en watt, nanómetro, lux, mol, etc.
La radiación solar cuando llega a los cultivos ya ha sufrido una serie de reducciones por diversos factores atmosféricos y por la nubosidad. Si este cultivo crece dentro de un invernadero el aporte de la radiación será aún menor pues la cubierta impone otra barrera.
El tomate es una hortaliza exigente en luz. Lo es durante todo su desarrollo, pero muy especialmente en las etapas vegetativa y de floración.
La luz interactúa fuertemente con la temperatura, y es así que para niveles bajos de luz las temperaturas óptimas que favorecen al cultivo son distintas a las necesarias para niveles altos de luz. A su vez, cada combinación luz-temperatura necesita un rango determinado de CO2 para llevar adelante la fotosíntesis de la manera más eficiente; y cada combinación luz-temperatura- CO2 requiere de un rango apropiado de agua, y así sucesivamente se asocian todos los factores involucrados en la producción.
Diversos estudios han demostrado que cuando falta luz en las primeras semanas de desarrollo del tomate se resienten los rendimientos de forma irreversible, ya sea por menor producción de hojas (que son la fuente de asimilados para los frutos), por menor número de flores diferenciadas por racimo, por menor peso y tamaño de frutos formados o por mayor tiempo requerido para la maduración (lo que significa mayor tiempo de exposición del fruto a plagas, enfermedades, fisiopatías, etc.).
Estos parámetros no se ven. Al recorrer un cultivo notamos enseguida el ataque de plagas y enfermedades o los síntomas de deficiencia de distintos elementos, pero no percibimos cuántas hojas, flores o frutos faltan por no haberse formado.
En el Gráfico 1 se muestra la relación entre la luz recibida durante el estado vegetativo de un cultivo de tomate en invernadero y el tiempo necesario para lograr el primer fruto maduro. Como vemos, cuanto menor es la cantidad de luz recibida, mayor es el tiempo requerido.
En el Gráfico 2 se puede observar la relación entre la luz recibida por un racimo (desde su formación hasta la cosecha) y el rendimiento. En este caso, cuanto menor sea la cantidad de luz recibida, menor es el rendimiento esperable.
Para ubicar una situación particular en estos gráficos y tener una idea aproximada de cuánto se está perdiendo, hay que conocer los valores de luz que recibe el cultivo.
En experiencias desarrolladas en la EEA INTA San Pedro a través de varios años y ensayando distintas fechas de transplante de tomate en invernadero, se ha registrado la radiación incidente en la zona. A modo de ejemplo podemos mencionar que, para un transplante "temprano" de principios de julio, la cantidad de luz recibida por el cultivo durante el estado vegetativo es de aproximadamente 720 moles/m² valor que, en el Gráfico 1 nos ubica en un tiempo de 95 días de espera hasta maduración del primer fruto. Considerando que para ese cultivo, la aparición del primer racimo puede preverse para principios de setiembre (si todas las otras condiciones no son críticas), la cantidad de luz recibida por el mismo, durante la floración y maduración del fruto, puede rondar los 900 moles/m², valor que, en el Gráfico 2 nos indica que el rendimiento esperable para ese racimo se encontraría en el 70% de su potencial.
Si el transplante es más tardío, los valores de luz recibidos por el cultivo son mayores y por los tanto esperaremos menos tiempo para la cosecha y mayores rendimientos (siempre SI los otros parámetros climáticos, sanitarios, de suelo, etc. se encuentran en rangos apropiados).
Estas consideraciones tienen que llamarnos a la reflexión. Por una parte debemos pensar que el invernadero es un sistema de producción que favorece la calidad y modifica el microclima que rodea a los cultivos, pero no podemos aspirar a producir en cualquier época del año una especie que tiene determinadas y precisas exigencias, si no le brindamos TODAS las condiciones que necesita. Por otra parte, podemos asegurar que no basta con calefaccionar un invernadero para cosechar tomate en invierno, ni alcanza con adelantar las fechas de transplante para entrar primero en producción. Tampoco, en épocas de calor, el sombreado de un cultivo exigente en luz va a brindarnos la clave del éxito, ya que, aplicado en un periodo crítico (como es la diferenciación floral) puede hacer disminuir el rendimiento potencial de una manera difícil de ponderar pues no vemos lo que perdemos.
Considerando la gran importancia que tiene la luz sobre el desarrollo de los cultivos, podemos actuar sobre el invernadero para mejorar su entrada y distribución. Algunas de las formas posibles son: orientación y diseño adecuados, elección del material de cubierta con mayor transmisividad y difusión de la luz, aplicación de mallas de sombreo de densidad apropiada y en el momento preciso, etc. Estas intervenciones del hombre sobre el invernadero sólo se mencionan, ya que su discusión merece otra nota.

 

I.N.T.A. – San Pedro - Argentina