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MONITOREO
DE PLAGAS EN INVERNÁCULOS
Una
herramienta para el cambio de tecnología
La
estrategia para el control de plagas adoptada por la mayoría de los productores
hortícolas, en especial en los sistemas intensivos bajo invernáculo, se
caracteriza por una fuerte apuesta a los plaguicidas sin realizar diagnóstico
sobre el nivel de ataque que está soportando el cultivo.
Las aplicaciones se
realizan con excesiva frecuencia,
en muchos casos con productos de dudosa
eficacia
sobre las plagas que realmente es necesario
controlar.
El
control químico sobreutilizado aumenta el riesgo de intoxicaciones y
contaminación, compromete la inocuidad del producto cosechado y puede provocar
en el corto y mediano plazo un aumento de la incidencia de plagas por la ruptura
de los mecanismos naturales de control (v.g. destrucción de los enemigos
naturales) y la generación de resistencia a los plaguicidas.
Por otra parte,
la eficiencia de los insumos utilizados es muy baja si tenemos en cuenta las
aplicaciones innecesarias y los productos inadecuados. Si se tiene en cuenta el
precio de las hortalizas bajo invernáculo en las últimas temporadas y su igual
tendencia en el futuro, el uso eficiente de insumos, en donde los plaguicidas
son uno de los ítems más importantes, puede hacer la diferencia entre cambiar el
dinero y un cultivo rentable.
En este contexto la estrategia a seguir en el
manejo de plagas está basada en dos tipos de acciones. El primer tipo involucra
a todas las medidas tendientes a prevenir el ataque de plagas. Esto incluye la
eliminación de rastrojos, la sanidad de los almácigos, la buena nutrición e
irrigación al cultivo entre otras. El segundo tipo de acciones involucra a todas
las medidas que lleven al uso racional de plaguicidas. Dentro de este universo
de acciones, el monitoreo de plagas es una de las herramientas
fundamentales.
El monitoreo tiene como finalidad (1) conocer el estado
sanitario del cultivo, (2) la evolución de la población de las plagas y, en el
caso de efectuarse después de, por ejemplo la aplicación de un insecticida, (3)
controlar la efectividad de las medidas adoptadas. Es entonces el medio por el
cual decidir el momento oportuno para realizar una aplicación y elegir el
principio activo a utilizar. Por otra parte permite detectar problemas como la
mala calidad de una aplicación o la baja efectividad de un principio activo, y
corregirlos a tiempo.
Para realizar el seguimiento de las plagas es
necesario arribar a una solución de compromiso entre la precisión en el muestreo
y la eficiencia en cuanto a rapidez y simpleza del mismo. Los métodos más
simples y eficientes en el uso del tiempo y mano de obra requieren un gran
número de pruebas para confirmar su confiabilidad. Implican en general el uso de
algún tipo de trampa atractiva en las que debe estudiarse la relación entre la
caída de individuos en trampa y la población plaga en el cultivo. La inspección
directa del cultivo es siempre una tarea más engorrosa pero más confiable con
menos experimentación.
Tres aspectos definen el monitoreo de una determinada
plaga: (1) criterio de muestreo ¿cuántas plantas mirar?, ¿de qué parte del
cultivo?, (2) el parámetro a determinar, daño o el número de individuos de un
cierto estadío o grupo de estadíos de la plaga, y (3) localización de la plaga
¿qué órgano mirar? y ¿en qué parte de la planta?.
Para el monitoreo no existen
recetas sino pautas en función de experiencias previas. El número de plantas no
debería ser inferior a 20 en 1000 m2 y no menor a 10 en superficies inferiores a
los 500 m2. Se deben intensificar las observaciones en las áreas del invernáculo
más críticas como las cercanías a las aberturas y a cultivos de la misma especie
más avanzados. En el caso de plagas que suelen aparecer en focos aislados como
los pulgones es conveniente poder detectar y marcar estos focos. Esta tarea
puede asignársele a los operarios que recorren frecuentemente el cultivo en las
tareas de tutorado, desbrote o cosecha.
Para elegir el parámetro a utilizar
se debe tener en cuenta la facilidad de conteo, en este sentido son preferibles
el daño, siempre y cuando pueda distinguirse el nuevo del viejo, y los estados
de desarrollo inmóviles o poco móviles y visibles sin lupa. La parte de la
planta a observar (basal, media o inferior) y el órgano o conjuntos de órganos a
observar está definido por la preferencia de la plaga. En el caso de trips en
tomate por ejemplo se observa el daño de adultos y la presencia de los mismos en
el haz de los foliolos de las hojas de la mitad superior y ninfas, en el envés
de foliolos con daño de adultos. En pimiento el órgano para observar adultos y
ninfas de trips son las flores con plenitud de polen. Otro ejemplo es la polilla
del tomate en la que puede contarse el número de foliolos con daño fresco de
polilla en toda la planta al principio, luego en la mitad superior y finalmente,
cuando la planta supera la altura de la vista, en el tercio medio (ver Boletín
Hortícola Nº 14).
Para determinar el momento en que se deben iniciar las
acciones de control, en teoría el umbral de daño es el valor ideal. Sin embargo
en la práctica, determinar para una situación particular el valor umbral con el
cual manejarse resulta inviable porque dicho valor varía de acuerdo a factores
tales como las condiciones ambientales, el estado fenológico y fisiológico del
cultivo, nivel poblacional de enemigos naturales, carga viral de insectos
vectores, etc.. Estos factores no pueden ser cuantificados con la precisión
requerida en las condiciones de campo. Por otra parte, aún resolviendo este
primer problema serían necesarias reiteradas experiencias en el diferente
abanico de condiciones para alcanzar un valor umbral confiable. Por este motivo,
es más adecuado hablar en la práctica de un nivel máximo de tolerancia. Este
valor será más cercano al umbral teórico cuanto (1) mayor sea el grado de
precisión con el que se estime el nivel poblacional de la plaga y (2) mayor sea
el conocimiento sobre el daño económico al cultivo de acuerdo a la densidad de
la plaga y los otros factores involucrados. En general puede decirse que
factores que aumenten el riesgo de incidencia tales como épocas del año propicia
para una plaga y antecedentes de ataques cercanos al cultivo harán disminuir el
nivel de tolerancia y a la inversa, factores que disminuyan el riesgo de
incidencia como la presencia de enemigos naturales harán que aumente el nivel de
tolerancia.
Queda mucho por hacer para seguir avanzando en el camino del
manejo integrado de plagas, pero sin dudas en las condiciones actuales es
posible reducir sensiblemente el uso de plaguicidas implementando técnicas
sencillas de diagnóstico a través del monitoreo de plagas. El bolsillo del
productor, el medio ambiente y la salud del consumidor desde ya
agradecidos.
FUENTE
INSTITUTO NACIONAL DE
TECNOLOGÍA AGROPECUARIA
ARGENTINA