Antonio Mira de Amescua

EXAMINARSE DE REY

 

Personas que hablan en ella:

  • Carlos, INFANTE
  • Carlos, PRÍNCIPE
  • ALBANO, viejo
  • Federico, REY de Nápoles
  • DOMINGO, lacayo
  • MARQUÉS
  • CONDE
  • MARGARITA, infanta
  • PORCIA, dama
  • ISABEL, criada

ACTO PRIMERO


Salen el PRÍNCIPE y el INFANTE, de labradores, riñendo 
con dos bastones, y DOMINGO tras ellos




INFANTE:          ¿Contra mi valor porfías?
               ¿Contra mí te pones?
PRÍNCIPE:                           Sí.
               ¿Qué méritos hay en ti
               para tener mayorías?
INFANTE:          ¿No bastan mis pensamientos?       
PRÍNCIPE:      ¿De eso quieres que me espante?
               ¿Hay loco que no levante
               alcázares en los vientos?
DOMINGO:          Y, ¿hay pendencias que se traben
               tan sin ocasión?  ¡Por Dios!       
               Que os descalabréis los dos
               de una vez; porque se caben.
                  ¡Contiendas de cada día,
               caiga quien cayere aquí!
               Que para reñir a sí              
               se lo reñirá mi tía.
                  El uno "os haré cetrina,"
               el otro "os haré pedazos,"
               y no llegáis a los brazos
               ni oléis a la trementina.   

              

Sale ALBANO




ALBANO:           ¿Fin vuestra guerra no tiene
               porque castigo no os doy?
               Tened paz y amistad hoy
               que el rey de Nápoles viene 
                  a estos hermosos jardines    
               de Caserta.
PRÍNCIPE:                 ¿Qué me importa?
               Ni me admira ni reporta
               su venida.
INFANTE:                   No imagines,
                  padre, que aunque soy villano
               de los campos de esa aldea      
               que yo le admita ni vea.
ALBANO:        Besarle tenéis la mano.



Salen el REY, el MARQUÉS y acompañamiento




REY:              Ésta es, Marqués, el aldea
               que tanto ver deseaba
               cuando en Alemania estaba.      
ALBANO:        Su majestad, señor, sea
                  bienvenido.
REY:                         Amigo, Albano,
               huelgo de veros.
ALBANO:                         Llegad,
               hijos, los dos y besad
               a Federico la mano.             
INFANTE:          Suplícote que nos des
               la mano, invicto señor,
               pues lo merece el honor
               de haber estado a tus pies.
PRÍNCIPE:         Aunque no son labradores     
               dignos de tales trofeos,
               merezcan nuestros deseos
               gozar de vuestros favores.
REY:              (Uno de éstos que a mis pies      Aparte 
               están, es Carlos, mi hijo.    
               Venzo de espacio el regocijo.
               No quiero saber cuál es.
                  Venga este gusto penado).
               Levantad y guárdeos Dios.
               (¿Cuál será de aquestos dos?          Aparte
               Mi pecho está alborozado).


                  Marqués, escúchame aparte.
MARQUÉS:       Ala seré del silencio.
REY:           Oye un caso que he tenido
               veinte y dos años secreto.    
               Dejóme Carlos, mi padre,
               por legítimo heredero
               de este reino, que en el mundo
               es el más hermoso reino.
               Un hijo dejó bastardo,        
               ya sabes que fue Manfredo,
               tan osado y arrogante,
               tan altivo y tan soberbio,
               que intentó tiranizarme     
               a Nápoles, y su intento            
               se lograra si piadosos
               no me miraran los cielos.
               Un ejército ha formado
               contra mí, y en grave aprieto
               se vio la bella ciudad          
               a quien llamaron los griegos
               Parténope.  Muchos días
               duró el enemigo cerco
               sin razón y sin justicia,
               porque ni acción ni derecho   
               pudo tener un bastardo
               tan mi contrario y opuesto
               a mis costumbres que aun  hoy
               su mismo nombre aborrezco
               con ser ya muerto.  Y en fin,   
               sucedió que en este tiempo
               del cerco, un hijo he tenido
               tras de infinitos deseos
               que el cielo entonces cumplió.
               Pero con algún recelo         
               de que si acaso perdía
               la ciudad, estaba cierto
               que peligraba su vida
               porque el ánimo violento
               de un crüel no perdonara        
               su inocente y tierno pecho;
               y previniendo este daño,
               hice que el duque Fisberto
               a esta aldea le trujese
               a crïar.  Y aunque el suceso   
               de la guerra fue felice,
               llamó apriesa el imperio
               para coronar mi frente.
               Pasé a Alemania, y por esto
               Albano, ese labrador,          
               ha crïado con secreto
               al príncipe cuyo nombre
               es Carlos como su abuelo.
               Las guerras que en Alemania
               he tenido, me impidieron       
               la vuelta a Nápoles.  Y hoy
               que tengo en paz y en sosiego
               el imperio, y mi enemigo
               es ya difunto, pretendo
               casar a Carlos mi hijo         
               con Margarita, que el reino
               de Sicilia ha de heredar,
               y en mi palacio la tengo
               como sobrina que es mía.
               Unos de esos dos que vemos,    
               gallardos jóvenes, es
               Carlos el príncipe.  Hoy puedo
               decir que nace a mis ojos  
               pues es hoy cuando le veo
               la vez segunda después       
               que ha dado el paso primero
               a la vida.  Ésta es la causa
               porque a estos valles amenos
               de Caserta vengo alegre
               y a conocerle deseo,           
               y ya muere por salir
               el reprimido contento.
               ¡No más, no más suspensión!
               Dime, Albano, ¿cuál de aquéllos
               es Carlos?
ALBANO:                     Ambos lo son.     
REY:           ¿Qué es lo que decís?  No entiendo.
               ¿Cuál es mi hijo?
ALBANO:                           No sé.
REY:           ¿Estás loco?  ¿Estás sin seso?
               ¿Cuál es el príncipe Carlos
               que te dio el duque Fisberto   
               para crïar disfrazado,
               encargándoos el silencio?
ALBANO:        Señor, no lo sé, ¡por Dios!
REY:           ¿Qué dices, villano?
ALBANO:                             Quiero
               ser leal y no mentir           
               para disculpar mis yerros.
               Cuando a Carlos me entregaron
               para que le diese el pecho
               mi mujer recién parida,
               quiso el hado que a Manfredo   
               también le naciese un hijo
               que el mismo nombre le ha puesto
               de Carlos por ser de Carlos
               el rey de Nápoles nieto.
               Manfredo tuvo también,       
               señor, tu mismo recelo
               y por si acaso perdía
               la batalla, al conde Arnesto,
               entregó el infante, y él
               sin darme noticia de ello,     
               porque en los campos estaba,
               lo dio a mi mujer diciendo
               que el crïarlo convenía;
               y con ánimo dispuesto
               a crïar dos hijos ella         
               se redució previniendo
               en los dos, señor, distintos,
               aunque era de un nombre mesmo.
               Crïáronse los infantes
               tan enemigos y opuestos        
               entre sí que parecían
               legítimos herederos
               de la enemistad paterna.
               Siempre los dos compitieron,
               siempre han estado discordes;  
               que la crïanza y el deudo
               amor jamás les ha dado.     
               Pero estando ya mancebos,
               mi mujer, que conocía
               con cuidado verdadero          
               cuál es el uno y el otro,
               murió de repente a tiempo
               que yo como confïado,
               como sin memoria y viejo,
               la seña olvidé que de ambos     
               nos daba conocimiento,
               de modo que como tienen
               un nombre, una edad, un tiempo,
               rústica y bárbaramente
               para mí los diferencio,           
               pero llegando a afirmar
               cuál es el príncipe de ellos
               no me atrevo aunque pudiera
               mentir y decir fingiendo
               el que a mí se me antojara;  
               pero más quiero en efecto
               decir verdad confesando
               que soy un bárbaro y necio
               que no poner a peligro
               que un felicísimo reino           
               se quite por mi ignorancia
               a su legítimo dueño.
               Manda, señor, que me maten.
               Mi error y culpa confieso.
               Uno de ésos es tu hijo       
               y no sé cuál.  Esto es cierto.
REY:           ¡Cielos!  ¿Qué es esto que escucho?
               Fábula parece y sueño;
               no se ha visto verosímil
               tan raro y extraño cuento.   
               Ven acá, villano, dime,
               ¿cómo puedes conocerlos?
               ¿En qué los diferencias?
ALBANO:        Señor, el uno es moreno,
               el otro blanco, y así        
               Carlos Blanco y Carlos Negro
               los llamamos.
REY:                         Cosa al fin
               de tu bruto entendimiento.
               ¡Bárbaro yo que fïé
               cosas de tan grande aprecio    
               de este villano!  Marqués,
               ¿cómo es posible que vemos
               en aquellos dos mi hijo,
               y conocerle no puedo?
               ¿No es desdicha?
MARQUÉS:                         Señor mío,    
               si te agrada mi consejo,
               podrá ser que el desengaño
               nos dé como siempre el tiempo.
               Llévalos a tu palacio
               y vivan allí.  Diremos       
               que son tus sobrinos ambos
               y callando y encubriendo
               que el uno es tu hijo, es fuerza
               que haga el tiempo manifiesto
               lo que agora la ignorancia     
               de este villano ha encubierto.
REY:           No es muy poco lo que importa.
               El daño de este suceso
               es mayor de lo que suena,
               pues no va menos en ello       
               que aventurar que de esta tierra
               se le quite a su heredero
               y que le dé --¡Dios lo niegue!--
               al hijo del que aborrezco
               como a enemigo y crüel.        
               Pero inténtase el remedio.
               Vayan a palacio.  ¡Carlos!
AMBOS:         ¿Señor?
MARQUÉS:                 Ambos respondieron.
REY:           Mis sobrinos sois los dos.
               Huélgome de conoceros.       
               Abrazadme y a mi corte
               os podéis venir.
PRÍNCIPE:                       Yo beso
               la mano más poderosa
               que ha gobernado un imperio.
INFANTE:       Conocer puedes tu sangre       
               en mis altos pensamientos.



Vase el REY




DOMINGO:       Y yo, señor, ¿soy sobrino?
MARQUÉS:       Quita, villano grosero.
DOMINGO:       En mi vida me hallé un tío
               de importancia.  Todos fueron  
               González, Pérez, Carrasco,
               Guijarro, Peral, Ciruelo,
               y un rey de Nápoles menos...
PRÍNCIPE:      Vente con nosotros.
DOMINGO:                           Pienso
               que ser mozo de dos amos       
               no es cómodo o de provecho.
               A mandar sirven los dos,
               y después, a darme el premio,
               lo achacará uno a otro
               y ninguno será el dueño.        
PRÍNCIPE:      No haremos.  Sírveme a mí.
INFANTE:       No, sino a mí.
DOMINGO:                      Si primero
               no se pegan lindamente
               de ninguno soy mostrenco.
               Ha de ser allá en palacio   
               hasta que quieran los cielos
               que me tope un rey mi tío
               como los dos habéis hecho.



Vanse.  Sale la Infanta MARGARITA sola




MARGARITA:        En esta galería
               se contempla la tierra, el mar y el viento    
               y en cualquiera elemento,
               según filosofía,
               aprender puede amor el alma mía.
               Allí en el aire miro
               que andan las aves en hermoso giro  
               su libertad amando;
               allí el águila sube
               a coronar de plumas parda nube
               y los rayos más puros va adorando.
               Sube la exhalación, ama su centro      
               el cálido vapor, y estando dentro
               de la nube ligera
               revienta por salir y ama su esfera;
               allí la limpia nube
               en la región segunda congelada    
               en blancas mariposas desatada
               ama la tierra que otra vez la bebe
               enseñando ésta amor al aire frío.
               ¡Y no quiere aprenderlo el pecho mío!
               Si al mar llevo los ojos,      
               con paz o con enojos,
               hallo que enseña amor si airado brama;
               abrazar quiere el viento
               y la exención de sus prisiones ama
               si puede la soberbia y el aliento.  
               Retrata el firmamento
               y su imagen adora.
               En sus cárceles mora
               amor; pues que sus ninfas y sirenas
               se nos muestran a veces        
               con guirnaldas de nácar y azucenas.
               Festejada de ejércitos de peces
               la concha ama el rocío.
               Sólo no sabe amar el pecho mío;
               pues si la tierra veo,         
               toda es mostrar amor.  Hiedras y parras
               en olmos y picarras
               son doctrina y trofeo
               de amor que en verdes lazos
               nos enseñan a amar dándose abrazos. 
               Pajarillo y flores
               se visten con amor vanos colores,
               que las flores son aves
               inmóviles y graves,
               y los pájaros son los ramilletes  
               que en rústicas canciones y motetes
               suelen decir volantes,
               aunque átomos de pluma,
               "También somos amantes."
               En tierra, en viento, en mar, aman en suma    
               aves, peces y fieras,
               y en todas tres esferas
               se dice, "Aquí hay amor."  Amor se escribe;
               sólo mi pecho sin amores vive.



Salen PORCIA y el PRÍNCIPE, de cortesano




PRÍNCIPE:         Esta visita te envía           
               el rey.  No sé si ha de ser
               de pesar o de placer.
MARGARITA:     Dime quién es, Porcia mía.
PORCIA:           Carlos dice que se llama.
MARGARITA:     (Será el príncipe que ha estado      Aparte
               en Caserta disfrazado).
PRÍNCIPE:      (Quien llega a ver una dama          Aparte
                  y no tiembla, no es discreto.
               ¿Dónde hay peligro mayor
               que en los trances del amor?   
               Vida feliz me prometo
                  ya que he visto esa beldad).
MARGARITA:     Vengáis, Carlos, en buena hora.



Salen ISABEL y el INFANTE, de cortesano




ISABEL:        Esta visita, señora,
               te envía su majestad.        
MARGARITA:        ¿Tantas visitas?  ¿Quién es?
ISABEL:        Carlos se dice.
INFANTE:                       Yo vengo
               con la licencia que tengo
               a dedicar a esos pies
                  postrada a un alma, de suerte    
               que a tal lugar reducida
               tendrá inmunidad la vida
               de la prisión de la muerte.
PRÍNCIPE:         Si por estar a sus pies,
               ni has de morir ni yo muero.   
               Quien en el tiempo es primero
               en el derecho lo es.
                  De esa inmunidad gocé,
               y si en bien están supremos,
               juntos los dos no cabemos;     
               sólo el inmortal seré.
MARGARITA:        ¿Qué es esto, Porcia?  ¿Quién son
               éstos que a mi cuarto vienen?
               ¿Estos dos que un nombre tienen
               y una misma presunción?           
                  Un Carlos sólo he esperado,
               no dos ni que en competencia
               se tomen esta licencia.
PORCIA:        Sobrinos los ha llamado
                  su majestad.
PRÍNCIPE:                      Mi señora,   
               no os dé cuidado, por Dios,
               el saber quién son los dos
               que tan dichosos agora
                  llegaron desalumbrados
               a vuestros ojos divinos.       
               Del rey somos dos sobrinos
               en esos campos crïados;
                  primos debemos de ser,
               y aunque igualdades no alcanza
               nuestra sangre, la crïanza     
               descuidos ha de tener
                  si en vez de la policía
               rusticidades aprende.
INFANTE:       Eso, Carlos, no se entiende
               con la sangre real.  La mía  
                  por sí misma tiene aliento.
               Sin arte puede aprender;
               que en los campos suele ser
               cortés el entendimiento.
                  Y ya que en palacio estoy   
               con dueño tan soberano,
               dadme, señora, la mano.
               Un esclavo vuestro soy.
PRÍNCIPE:         Y cuando haya recibido
               mi primo tantos favores,       
               sé que no serán menores
               por haberlos dividido,
                  y así espero el mismo bien
               de esa grandeza que alabo;
               que pues también soy esclavo      
               la mano espero también.
MARGARITA:        Acción fuera concertada
               que el rey con los dos viniera     
               para que yo no estuviera
               dudosa y desalumbrada;         
                  pero darme quiso un susto
               con los dos nombres de Carlos
               para que llegando a hablaros
               tuviese doblado el gusto.



Hablan aparte PORCIA e ISABEL




PORCIA:           Amiga, eres, verdadera.     
               Nada encubrirte imagino.
               Al uno de éstos me inclino;
               holgárame que sirviera
                  y galanteara.
ISABEL:                        ¿Cuál
               es el que te agrada a ti?      
PORCIA:        El moreno.
ISABEL:                     Esotro a mí.
PORCIA:        Digámosle mucho mal
                  a la Infanta de los dos
               porque no se incline a alguno.
ISABEL:        Has dicho bien.
PORCIA:                        Pues ninguno   
               goce del vendado dios
                  flechas de oro.  En Margarita,
               como dicen los poetas
               sean plomo las saetas.
ISABEL:        Todo amor lo facilita.         
PRÍNCIPE:         Podré decir que hasta agora
               no es vida la que he tenido
               no habiéndote conocido.
INFANTE:       Yo podré decir, señora,
                  que ni a un alma con razón     
               este pecho conducía
               cuando no te conocía.
MARGARITA:     Corteses lisonjas son.



Cáesele un guante y los dos a un tiempo le
levantan




PRÍNCIPE:         En un cielo solamente
               cinco planetas cayeron.        
INFANTE:       Cinco líneas de luz fueron;
               cinco zonas del oriente.
PRÍNCIPE:         Deja volver a su alteza
               prenda que fue de su mano.
INFANTE:       Tal vez el ser cortesano       
               no es discreción, es vileza.
                  No me dejaré vencer.
PRÍNCIPE:      La competencia es forzosa.
INFANTE:       Pues, hagamos una cosa.
PRÍNCIPE:      ¿Qué?
INFANTE:               Dejémosle caer       
                  y levántele una dama.
PRÍNCIPE:      Bien previenes y es razón
               que parezca obligación
               lo que respeto se llama.
                  Llega, Porcia, y vuelve al día      
               nube que sus rayos cela.
INFANTE:       Llegue a dársele, Isabela.
MARGARITA:     ¡Oh, qué imprudente porfía!
                  ¡Qué obstinada oposición,
               qué descortés competencia!      
               ¿Que no os cause mi presencia
               respeto ni estimación?
                  Presumir tan porfïado
               y soberbia tan extraña
               fueran valor en campaña           
               y son locura en mi estrado. 
                  Traed mejor aprendido
               el estilo si volvéis
               a mi cuarto.
PRÍNCIPE:                   Me tenéis,
               señora, tan convencido       
                  que no sabré disculpar
               nuestro loco atrevimiento.
               Cuando súbito un contento
               y repentino un pesar
                  arrebatan igualmente        
               el jüicio al hombre, así
               yo quedé fuera de mí,
               ciego al sol resplandeciente;
                  que en vos me ha deslumbrado,
               y es placer porque llegar      
               pude a mirarle y pesar
               porque antes no le he mirado.
                  Y si el ver tanta hermosura
               de juicio aquí me privó,
               ¿qué maravilla que yo        
               obré mal con mi locura?
INFANTE:          Pasar de extremo en extremo
               suele ofender los sentidos,
               aun estando prevenidos;
               en los dos lo mismo temo.      
                  No es mucho el no respetarte
               si pasamos de esta suerte
               del extremo del no verte
               al extremo de adorarte.



Sale DOMINGO




DOMINGO:          Aunque no soy tan fïel      
               enano, ni guardadamas,
               ni repostero de camas,
               paje, ni guardamangel,
                  su majestad me ha envïado
               a llamároslos.  Espera.           
INFANTE:       Su centro deja y esfera
               con violencia mi cuidado;
                  que es forzoso obedecer.



Vase el INFANTE




PRÍNCIPE:      Y yo, hasta saber si estoy
               perdonado, no me voy.          
MARGARITA:     Sí, lo estáis.
PRÍNCIPE:                     Sumo placer.



Vase el PRÍNCIPE




MARGARITA:        Espera tú.
DOMINGO:                     No me digo
               "tú;" mas si fuese mi tía...
MARGARITA:     ¿Qué os parece la porfía
               de los dos?
PORCIA:                   (La empresa sigo).        Aparte
                  Hombres no vi tan groseros.
               ¡Qué necio y qué villanos!
ISABEL:        Mal pueden ser cortesanos
               ilustres, ni caballeros,
                  hombres de tan malos talles.     
PORCIA:        ¡Oh, qué mal gusto tuviera
               la mujer que los quisiera!
               Cuando vayan por las calles
                  ambos serán, imagino,
               fábula de la ciudad.         
               Perdone tu majestad.
DOMINGO:       Esperando está el sobrino.
MARGARITA:        En ellos no reparé.
               ¿Tan malos son?
ISABEL:                        Dos pastores
               sin políticos primores.           
PORCIA:        A fe que ninguno dé
                  cuidado a las damas cuando
               en los festines los vean.
ISABEL:        Los villanos no tornean
               ni danzan.
DOMINGO:                  "Tú" está esperando.     

PORCIA:           Uno y otro desatino
               llena su conversación.
               ¡Dos brutos con alma son!
DOMINGO:       Esperando está el sobrino.
ISABEL:           ¿Cómo te llamas?
DOMINGO:                           Hermana,   
               mi persona un nombre tiene
               que tras el sábado viene
               y es fiesta de la semana.
MARGARITA:        Luego es Domingo.
DOMINGO:                            (¡Por Dios,      Aparte
               que ya mi nombre sabía!           
               Ella, sin duda, es mi tía).
MARGARITA:     ¿A cuál sirves de los dos?
DOMINGO:          A los dos y el interés
               apenas llega a ser uno.
MARGARITA:     ¿Cuál es más sabio?       
DOMINGO:                           Ninguno.   
               Si preguntaras cuál es
                  más enfadoso, dijera
               que el primero que encontramos.



Vase MARGARITA




PORCIA:        Tú sirves buenos dos amos.
DOMINGO:       Por uno bueno los diera.       



Vase PORCIA




                  Cuál de las tres es mi tía?
ISABEL:        Calla, bruto.



Vase ISABEL




DOMINGO:                      ¡Quién me trae
               a mí a palacio donde hay
               tanto señor de Turquía!
                  ¡En las damas una fea       
               más que otra!  Voyme luego
               de la corte, y aquí que llego
               a los campos de mi aldea,
                  unzo apañando mi arado
               un par de bueyes sin par.       
               Y así empiezo a barbechar;
               deja limón abragado.



Caja y canta




                  "Toca Francia a Montesinos,
               pero, ¿qué se me da a mí?
               De Montesinos aquí                
               no van los surcos muy finos.
                  Cata París la ciudad,
               cate muy en hora buena.
               Sembremos, pues no hay arena."



Sale el PRÍNCIPE a la puerta




PRÍNCIPE:      (¡Qué extraña simplicidad!)      Aparte
DOMINGO:          "Este puñado es del cura;
               este mayor para mí.
               Agua Dios y llueva aquí
               porque tengamos ventura."
                  ¡Oj!  Mil gorriones están      
               piando el grano que arrojo.
               ¡A fe que si piedras cojo,
               que bien dice aquel refrán:



Canta




                  "Gorriones y tordos y abades,
               ¡qué malas aves!"            
                  Ya van haciendo mi trigo.
               ¡Ea, mozas del lugar,
               vamos todos a escardar!
               Aldonza, Inés, id conmigo.
                  Ésta sí es vida que quiero   
               y no en palacio embobado
               viendo salir un barbado
               con su capa y sin sombrero
                  llamando tapicería
               escudero de a pie cava.        



Sale el PRÍNCIPE




PRÍNCIPE:      Calla, necio.  ¿Aun no se acaba
               tu loco humor?
DOMINGO:                       Sal sería.
PRÍNCIPE:         ¡Que hablando este loco esté
               a voces de esta manera!
               Vete de aquí.
DOMINGO:                      Voyme fuera     
               a segar lo que sembré.



Vase DOMINGO

 


PRÍNCIPE:         Amor, tu César no he sido,
               pues que no dirán por mí  
               que vine, que vi y vencí
               sino que quedé vencido.           
               Fama de hermosa ha tenido;
               mas la fama es breve estrella
               porque en Margarita bella
               tanta luz hallé después;
               que haber de ser reina es      
               lo menos que he visto en ella.
                  Un alma en cada facción
               siempre asiste a Margarita.
               A naturaleza imita
               porque es cifra y es unión   
               de todo su perfección.
               Y si en el amor presente,
               por algún raro accidente
               átomos mi alma se hiciera,
               para cada cual tuviera         
               hermosura diferente.
                  Un reino y tanta hermosura
               es dote tan singular
               que atreverse y arrojar
               la vida será ventura.        
               La libertad no es segura.
               ¡No amar!  ¡Son locos extremos!
               ¡El amor bien es!  ¡Supremos!
               Galantear es prudencia;
               pues si hay tanta conveniencia,     
               ¡amemos, Amor, amemos!



Sale el INFANTE




INFANTE:          ¡O es oposición de estrella
               o es adversión natural,
               o es influjo celestial!
               No me ha parecido bella        
               Margarita, ni hay en ella
               para amarla el alma mía
               la que llaman simpatía.
               Y en efecto viene a ser
               el querer o no querer          
               secreta filosofía.
                  Un reino hereda famoso.
               Fuerza ha de ser pretendella.
               Es imposible querella
               y el fingir dificultoso.       
               Pero el arte es poderoso;
               que los sutiles reclamos
               entre las flores y ramos
               suelen al ave engañar.
               Razón de estado es amar.              
               ¡Finjamos, alma, finjamos!
PRÍNCIPE:         ¡Carlos!
INFANTE:                  ¿Qué quieres?
PRÍNCIPE:                               Saber
               si a Margarita te inclinas.
INFANTE:       Sí, y a sus plantas divinas
               postrar quisiera y poner       
                  dos mundos, cuatro elementos
               y un alma que vale más.
PRÍNCIPE:      Muy enamorado estás.
INFANTE:       Ya serán mis pensamientos
                  y los del águila parda,   
               cuando el sol los examina,
               mirando la luz divina
               con resistencia gallarda.
                  Si con algún desvarío,
               pensamiento alguno hubiere     
               que a su hermosa luz no fuere,
               podré decir que no es mío.
PRÍNCIPE:         Bien me causa admiración
               que sigas el bien que sigo,
               teniendo siempre conmigo       
               natural oposición.
                  Si no me he inclinado a cosa
               que te inclinases a ella,
               ¿cómo te parece bella
               la que me parece hermosa?      
                  Entre tu alma y la mía,
               sea malicia o sea ignorancia,
               habiendo tanta distancia
               que se convierte en porfía,
                  siempre nuestro sentimiento      
               lo que aborrezco te agrada;
               amas lo que a mí me enfada;
               mi placer es tu tormento.     
                  ¿Cómo agora amando yo
               más que amó ningún mortal,   
               no te parece a ti mal    
               lo que bien me pareció?
                  Pregunto como prudente.
               Sólo te quiero rogar
               que amemos sin porfïar.        
               Sirve cortesanamente
                  y si en noble competencia  
               de estos hidalgos amores
               uno merezca favores,
               el otro tenga paciencia.       
INFANTE:          Bien avenido quedemos.
PRÍNCIPE:      En este acuerdo quedamos.
INFANTE:       (¡Finjamos, alma finjamos!)          Aparte
PRÍNCIPE:      (¡Amemos, Amor, amemos!)             Aparte



Salen el REY, MARGARITA y las damas




REY:              Al fin, no puedo saber      
               cuál es mi Carlos sobrina.
               Sus talentos examina,
               y modo de proceder,
                  pues ya que en dudas me aflijo,
               sin ver remedio jamás,       
               el que mereciere más,
               ése habrá de ser mi hijo.
                  Permite su galanteo;
               que el alma se entiende amando.
               Ve notando y observando        
               los avisos que deseo.
MARGARITA:        Mi gusto es sólo agradarte.



A los dos




REY:           Porque confusos no estemos,
               es bien que un Carlos borremos.
               Federico has de llamarte       
                  como yo.  Las confusiones
               que los dos nombres nos dan,
               de este modo cesarán.
PRÍNCIPE:      Cuando tu nombre me impones,
                  pienso, señor, que me das      
               la grandeza de tu pecho.
               Un hombre de nuevo has hecho.
INFANTE:       Mi nombre merece más;
                  pues Carlos el padre fue   
               que tuvo el rey mi señor,    
               y siempre el padre es mejor.
REY:           Eso no lo negaré;
                  mas esa razón que dais
               es buena para que yo
               la dijera, pero no             
               para que vos la digáis.



Vase el REY




MARGARITA:        (Mándame el rey que examine       Aparte
               el de más merecimiento,
               y antes que mi pensamiento
               al uno de ellos se incline,    
                  sólo pretendo saber
               cuál me tiene más amor;
               que esto es la virtud mayor
               que un esposo ha de tener.
                  El amor, cuando es perfeto,      
               discreción y galas da.
               ¿Quién más amante será,
               más galán y más discreto? 
                  Ser mujer agradecida
               es en mí lo más hermoso.        
               Aquél ha de ser mi esposo
               de quien fuere más querida.
                  ¿A cuál llamaré primero?
               Dudar puedo y con razón
               porque aun no tengo elección      
               que a ninguno de ellos quiero.
                  Decir suelen que si a un ave
               distante con igualdad
               ponen igual cantidad
               de alimento, que no sabe       
                  a cuál de ellos tiene de ir,
               y que así inmóvil se está
               y a ninguna parte va
               porque no sabe elegir.
                  Bruto soy si amor no tengo.      
               A ninguno el alma aplico
               de Carlos a Federico,
               con los ojos voy y vengo.
                  Alma, muy dudosa estás
               cuando estos dos examino;      
               a Federico me inclino
               para llamarle no más).
                  ¡Ah, Federico!
PRÍNCIPE:                        ¿Señora?
INFANTE:       (La suspensión ha parado             Aparte
               en ser yo más desdichado.    
               Mas Federico la adora,
                  a mí me enfada.  ¿Qué mucho?) 
PRÍNCIPE:      Llego con ojos dichosos
               cuando en labios tan hermosos
               mi nombre, señora escucho.   
PORCIA:           (Ella se le va inclinando.        Aparte
               Quiero estorbar).  Vuestra alteza,
               considere su grandeza
               y no se vaya empeñando
                  con este rústico así.        
MARGARITA:     Porcia, Porcia, la verdad,
               ¿Es fineza de lealtad
               o de amor?
PORCIA:                    Miro por ti.
MARGARITA:        Guárdente, Porcia, los cielos
               por el aviso y favor,          
               pero me parece amor
               con su puntica de celos.
PORCIA:           (¡Entendióme!)                    Aparte
PRÍNCIPE:               El que es llamado
               de un jüez superïor
               siempre vive con temor         
               hasta salir de cuidado.
                  Y cuando llega a sus ojos
               de la ocasión ignorante,
               mirando está en su semblante
               si son favores o enojos.       
                  Fui llamado y ya me veo
               entre tu inmenso poder
               temeroso hasta saber
               si soy actor o soy reo.
                  Aquí estoy a obedecerte,  
               y no te espantes si temo;
               pues eres el jüez supremo
               que me ha de dar vida o muerte.
MARGARITA:        ¿Qué delito has cometido?
PRÍNCIPE:      Si es delito amar, yo soy      
               un delincuente; que estoy
               en prisión y convencido.
MARGARITA:        ¿De manera que amas?
PRÍNCIPE:                              Sí;
               cuanto amaron los mortales
               fueron sombras y señales          
               del amor que vive en mí.
MARGARITA:        ¿Cómo confiesas tu error?
PRÍNCIPE:      Soy delincuente obstinado.
               Préciome de haber errado
               si es errar tener amor;        
                  pero si es valor amar
               cuando el amor es perfeto,
               en amar alto sujeto
               solamente está el errar.
MARGARITA:        (No quiero que se declare         Aparte
               éste; mas poco amor tiene,
               pues tan atrevido viene.
               Mi inclinación se repare
                  que ya Federico viera
               el que empezaba a querer       
               mucho.  Amor no es bachiller;
               voluntad no es lisonjera.
                  Tener tanto atrevimiento,
               tan halladas osadías
               y tantas bachillerías        
               no es amor, es fingimiento).
                  Federico, esos delitos
               no son de este tribunal.
               Retiraos.
PRÍNCIPE:                 Si tras un mal          
               suelen venir infinitos,        
                  tras el temor que tenía
               vienen rigores supremos.
               Alma, callemos y amemos.
               Paciencia, desdicha mía.
MARGARITA:        ¡Carlos! 
INFANTE:                   Señora, ya estaba     
               reventando de envidioso.
ISABEL:        (Contradecir es forzoso).            Aparte
               Vuestra prudencia se alaba
                  en Nápoles.  No arriesguéis,
               señora, tan grandes famas    
               amando a Carlos.
MARGARITA:                      ¿Tú amas?
               Una enfermedad tenéis
                  vos y Porcia.
INFANTE:                       (Yo me quiero        Aparte
               fingir turbado, y así
               me excuso de ser aquí        
               bachillero y lisonjero).
MARGARITA:        Vos, Carlos, debéis de ser
               melancólico, que os veo
               muy retirado.
INFANTE:                      Deseo
               pero no sin mi querer.         
                  Amo en efecto, y así...
               Dije mal.  Turbación fue.
               Con más ánimo os hablé
               la primera vez que os vi,
                  y agora con el temor        
               en vano mi estrella sigo.
               Amo y no sé lo que digo.
               Perdona.
MARGARITA:               (Éste sí que es amor.      Aparte
                  Ya empieza a ser desdichada.
               El que pretendí querer       
               ama poco a mi entender,
               y el que adora no me agrada.
                  Pero muy sin fundamento
               hago estos discursos yo;
               que amor muchas veces dio      
               discreción y atrevimiento;
                  pero lo más cierto es
               que amor causa turbación.
               ¡Vuelve atrás, inclinación,
               ya que tu peligro ves!)        
                  ¿Cómo os turbáis cuando os llamo
               y el gusto os inquiero?
INFANTE:                               Quiero.
MARGARITA:     ¿Cómo apartado y severo
               estáis cuando os llamo?
INFANTE:                               Amo.
MARGARITA:        (Hame dicho lo que siente         Aparte
               atajando de camino.
               Mucho amor es vizcaíno,
               no cortesano elocuente.
                  Pero, ¿qué me importará
               que tenga menos amor           
               Federico si es mayor
               el cuidado que me da?
                  ¿Qué me importará la vida?
               Pensamiento ha sido loco
               querer a quien quiere poco     
               y no seré agradecida.
                  ¡Ea, inclinación, paciencia!
               Pero el tiempo es el que trae
               los desengaños.  No hay     
               en sólo un acto experiencia).     
                  Otra vez, Carlos, vendréis
               más cobrado y más en vos.
               Adiós, Federico, adiós.
INFANTE:       Como esperanzas me deis,
                  ánimo tendré.
PRÍNCIPE:                       Mi amor  
               tantas finezas alcanza
               que aun no quiere esa esperanza.
MARGARITA:     Será porque es el menor.
INFANTE:          (Pienso que a tiempo fingí).      Aparte
PRÍNCIPE:      (Pienso que premio no espero).       Aparte
MARGARITA:     (Pienso que quiero y no quiero).     Aparte
PORCIA:        (Pienso que el lance perdí).         Aparte
PRINCIPE:         (Amo por sólo adorar).            Aparte
INFANTE:       (Amor por razón de estado).          Aparte
PRÍNCIPE:      (A los dos nos ha mirado).           Aparte
INFANTE:       (Alma, fingid).                      Aparte
PRÍNCIPE:                     (Alma, amar).         Aparte
MARGARITA:        (Si yo trocarlos pudiera          Aparte
               porque el alma salud halle,
               a éste le diera aquel talle
               y a aquél este amor le diera).    



Vanse





FIN DEL PRIMERO ACTO

 

ACTO SEGUNDO


Salen PORCIA e ISABELA




PORCIA:           Margarita ha presumido
               que las dos nos inclinamos
               a los sobrinos del rey,
               yo a Federico y tú a Carlos.
ISABELA:       ¿Qué remedio, Porcia?
PORCIA:                              ¿Qué?       
               No habemos de amar en vano,
               Isabela.  Industrias hay.
               Un papel escrito traigo
               para Federico aquí.
               En él mi amor declaro.       
               Si una vez con él me veo,
               tú verás que los aparto
               de amar a la Infanta.
ISABELA:                            Aquí
               viene el rústico villano
               que los sirve.  Con él puedes          
               a Federico envïarlo.



Sale DOMINGO




DOMINGO:       (Yo estoy fuera de mi centro.        Aparte
               Yo estoy vendido en palacio.
               Las dueñas con alfileres,
               los meninos con sus mazos           
               y con gargajos los pajes
               me tienen muy acosado.)
PORCIA:        ¡Domingo!
DOMINGO:                  ¿Señora mía?
PORCIA:        ¿Sabrás llevar un recado?
DOMINGO:       ¿Qué es el recado?
PORCIA:                          Un papel.         
DOMINGO:       Sí, señora, y de mi amo
               llevo yo un papel a Laura
               y vengo y tomo y ... ¿qué hago?
PORCIA:        ¿Cómo le diste?
DOMINGO:                       Muy bien.
               Carlos me llamó y llamado,        
               "Lleva un papel" dijo, y dicho
               yo le respondí, "Veamos,"
               y respondido, escribiólo,
               y escribido lo ha cerrado,
               y cerrado me lo dio,           
               y dado yo lo he tomado,
               y tomado fui con él,
               e ido quiso el dïablo
               que me topase en la calle
               a su marido, y topado          
               dile yo mi cuento, y hecho
               quise echar por el hatajo
               para no buscar a Laura.
               Su marido es hombre honrado,
               y sabrá de ella mejor.       
               Dile el papel.  Tomó un palo
               y tomado sacudióme,
               y sacudido, en el sayo
               no me dejó ningún polvo.
               Con él, me dio treinta y cuatro   
               cabales como los dedos
               que tenemos en las manos.
               Recibílo y recibido,
               enojéme, y enojado
               cogí piedras, y cogidas           
               fuime a mi casa volando.
ISABEL:        Con agudeza le diste.
PORCIA:        Ahora viene.  Este topacio
               te daré si traes respuesta.
DOMINGO:       Pues, ¿a quién tengo de darlo?    
PORCIA:        A Federico.
DOMINGO:                    Al momento 
               se le pongo así en la mano.
               ¿Quién diré que me envía?
PORCIA:        Doña Porcia.
DOMINGO:                   ¡Nombre extraño!
ISABEL:        El rey viene.
PORCIA:                       Pues, Domingo,       
               quédate a Dios, y cuidado.



Vanse las dos




DOMINGO:       Cuidado y quedo a Dios.
               Si ninguno de mis amos
               se ha llamado "Fe-borrico",
               porque "Carlos" son entrambos,      
               ¿a quién he da dar aquéste?
               No lo entiendo; soy un asno.
               Así el rey diz que se llama,
               "Fe-borrico".  Se lo canto.
               ¡Pardiobre!  Agora que sale         
               y me darán el trapazo.



Salen el REY y el MARQUÉS




REY:              Un sabio de Atenas dijo,
               no sé si bien o si mal
               que hay secreto natural
               para conocer a un hijo.        
                  [............... -ido
               ....................
               .....................]
MARQUÉS:       ¿Y tú el secreto has sabido,
                  señor?
REY:                      No, y encomendado   
               a muchos doctos lo tengo.
               Todo remedio prevengo
               y no estoy desconfïado.
DOMINGO:          Aunque soy un necio yo,
               deje que bese sus pies,       
               y tome éste.
REY:                        ¿Cuyo es?
DOMINGO:       Doña Porcia me le dio.
REY:              ¿A quién le llevas?
DOMINGO:                                (Yo pierdo  Aparte
               la memoria, de temor.)
               A Fe-borrico, señor.        
               Bien del nombre no me acuerdo.
                  Fe-borrico o Lodovico,
               o Enrico, o Tambico fue.
               El nombre puntual no sé;
               sólo sé que acaba en "-ico".        
                  Tómele su señoría.
               Lléguese acá, largue el brazo
               porque me mandó un trapazo
               que en un anillo traía.
REY:              ¿Tú, ¡quién eres?
DOMINGO:                            Un crïado     
               de los dos sobrinos fui.
REY:           ¿Los conoces mucho?
DOMINGO:                           Sí.
REY:           ¿Cuál es hombre más honrado?
DOMINGO:          Yo, señor, por vida mía....
REY:           ¿Y cuál de los dos merece        
               más que el otro, y te parece
               que mejor padre tendría,
                  si es que en costumbres y tratos
               los dos diferentes fueron?
DOMINGO:       Pienso que los dos tuvieron        
               por padres dos mentecatos
                  porque dan a unos villanos
               a crïar dos niños bellos,
               y no saber conocellos
               no es hecho de cortesanos.         
REY:              (En esto dice verdad,             Aparte
               y grande mi afecto ha sido;
               pues informarme he querido
               de tanta simplicidad.)
                  ¿Cuál con obras más honradas       
               tiene más prendas?
DOMINGO:                           Señor,
               más prendas tiene el mayor
               pero las tiene empeñadas.
REY:              ¿Cuál te agrada más?
DOMINGO:                              Confieso
               que ambos son quitapraceres.       
REY:           ¿Cómo los murmuras, si eres
               tú su crïado?
DOMINGO:                      Por eso.
REY:              Vete.
DOMINGO:                ¿Responda?
REY:                               ¿Te dio
               éste, Porcia?
DOMINGO:                      Señor, sí.           
                
REY:           Y bien Porcia ha sido así;       
               pues de un bruto se fïó.
                  Anda.
MARQUÉS:                  Su alteza ha pasado
               a tu cuarto.
REY:                         Margarita
               muchos pesares me quita.
DOMINGO:       Yo voy muy bien despachado.        



Vase.  Sale MARGARITA




REY:              Sobrina, aqueste papel
               de una dama vuestra ha sido.
               Ni le he abierto ni leído
               que no quiero ser con él
                  poco galán y grosero.         
               Verle podéis y mirar
               si hay algo que remediar.
               En vuestras damas no quiero
                  usurpar jurisdicción
               que es vuestra, no parecer         
               que he dejado ya de ser
               servidor de damas.



Vanse el REY y el MARQUÉS




MARGARITA:                         Son
                  ejemplo vuestras acciones
               de la juventud dichosa.
               El papel abro curiosa.        
               Aun no tiene dos renglones.



Lee




                  "Amo y hablaros deseo,
               Porcia".  ¡Qué resuelto y breve
               es el papel!  Ya se atreve
               mucha envidia a mi deseo.          
                  "Para Federico" dice
               el sobreescrito.  Quien ama 
               sin servir celos, se llama
               poco amante o muy felice.
                  De los celosos desvelos         
               hasta aquí fue padre Amor;
               y agora quiere el rigor
               que nazca amor de los celos.
                  Yo no amé.  Celos tiranos,
               anticipados venís;           
               pero si envidia os decís,
               justamente sois villanos.
                  ¿Si es Porcia correspondida?
               ¿Si este papel es respuesta?
               Pues, que su amor manifiesta       
               quizá por agora decidida.
                  Ahora bien, sea o no sea
               correspondida afición
               yo he de mostrar ocasión
               para que mi industria vea          
                  cuál de los dos quiere más;
               que en el dar satisfacción
               se conoce la pasión
               del ánimo.



Sale el PRÍNCIPE




PRÍNCIPE:                   Sola estás,
                  y mejor acompañada       
               contigo misma; y así
               ya que con salud te vi,
               volveréme si te agrada.
MARGARITA:        (Aquí he de mostrar enojos        Aparte
               para ver en su semblante      
               si éste es verdadero amante
               Atended y notad, ojos.
                  Rigores y enojos vea
               si a Porcia empieza a querer
               para que deje de ser,         
               y si no, porque no sea).
                  Federico, atrevimiento
               que para en descortesía
               y una villana osadía
               piden un grande escarmiento,.      
                  Dos culpas grandes tenéis,
               mis damas galanteáis,
               ocasión fácil les dais,
               ser su amante prometéis;
                  y después en mi presencia          
               casi, casi me decís
               que me amas o me servís
               sin mi gusto y mi licencia.
                  Rigor merece infinito 
               si es verdad esto primero,         
               y no siendo verdadero    
               aun es segundo delito.
                  Escaparos no podéis;
               del rigor culpado estás;
               que sirváis o no sirváis,      
               que améis a Porcia o no améis.
PRÍNCIPE:         Muy en mí, muy con paciencia
               responder a eso conviene;
               porque en el ánimo tiene
               esta quietud la inocencia;         
                  que ni amé ni pretendí
               ni puede ser que quisiese
               otra luz que ésa no fuese,
               consta claro pues que os vi.
                  ¿Cuál hombre en jardín ha entrado        
               con discurso natural
               que viendo en tosco metal
               el lirio azul y morado
                  junto al clavel carmesí
               entre su verde camisa         
               brotando púrpura y risa,
               aromático rubí,
                  dejara el rojo clavel
               que las abejas desean
               por el lirio aunque se vean        
               doradas listas en él?
                  ¿Quién en las ondas inquietas
               de un avariento arroyuelo
               verá sin mirar el cielo
               melancólicas violetas       
                  si ver respira colores
               cuando el céfiro las mueve,
               la rosa de sangre y nieve
               que es monarca de las flores,
                  dejara por la violeta      
               la rosa que en el jardín
               es estrella de carmín
               fija ya que no planeta.
                  De ningún amante oí
               que, aunque es luz brillante y bella,   
               se enamorase de estrella
               pero de la luna sí.
                  ¿Como dio a vuestra alteza
               amar a dama ninguna,
               siendo clavel, rosa y luna         
               esa celestial belleza
                  y la que fuere más bella
               comparada al rosicler
               de ese cielo, habrá de ser
               violeta, lirio y estrella?         
MARGARITA:        ¡Ay, que estas bachillerías
               son de un hombre que está en sí
               libremente!  Nunca vi
               amor con filosofías.
                  (Quiero hacer una experiencia;    Aparte
               que dicen que despedido
               un galán cuando ha querido
               es amor la inobediencia).
PRÍNCIPE:         ¿Y cómo pudiera ser
               que si tú, señora, estás...? 
               
MARGARITA:     Vete de aquí y no hables más.
PRÍNCIPE:      (Amo y he de obedecer).              Aparte



Vase el PRÍNCIPE




MARGARITA:        Mudo se va y obediente.
               Ni apeló ni ha replicado.
               Amó por razón de estado        
               y así mi ausencia no siente.
                  Mas si bárbaros se fueron
               con amor domesticando,
               y ha habido brutos que amando
               racionales parecieron,        
                  ¿qué mucho que hombre discreto
               use bien de la razón
               con amorosa pasión?
               Pero en vano me prometo
                  disculpas; que la violencia     
               de amor extremos parece;
               al retórico enmudece
               y al bárbaro da elocuencia.
                  Otra vez quiero leer
               el papel y colegir            
               si se puede presumir
               que es amar y responder.



Sale el INFANTE con un lienzo en la mano




INFANTE:          (Amo a Porcia y no me agrado      Aparte
               de la Infanta, pero es ley
               que quien pretende ser rey         
               sepa razones de estado.
                  Cuantas finezas oí
               de amantes pretendo usar.
               La fineza del llorar
               tengo prevenido aquí.       
                  Las lágrimas solicita
               Amor que amante no llora.
               A Porcia mi gusto adora,
               mi ambición a Margarita).
MARGARITA:        (Aquí está Carlos.  Enojos         Aparte
               y coléricos agravios
               he de fingir en los labios
               habiendo paz en los ojos.
                  Examinemos su amor.
               Cuidado, no os descuidéis).      
               ¿Cómo, Carlos, os ponéis,
               sin prevenir mi rigor,
                  a mis ojos?  Si galán
               sois de las damas, ¿qué os mueve
               a que siendo el pecho nieve        
               deis a entender que es volcán?
                  ¿No es especie de traición
               decir que es un Mongibelo
               alma cubierta de hielo
               cuando carámbanos son       
                  vuestros mismos pensamientos?   
               Mostráis amor, mostráis fe
               pero yo castigaré
               bárbaros atrevimientos.
                  No digo yo que es sentido       
               que améis vos en otra parte;
               mas fingir amor con arte,...
INFANTE:       (¡Esta mujer me ha entendido!)       Aparte
MARGARITA:        ...es traición y es villanía.
INFANTE:       (Ella me ha entendido el juego.      Aparte
               Con las lágrimas le pego.
               No desmayéis, ficción mía).
                  Mi señora, el mismo Amor
               estará de mí envidioso
               porque me ve tan dichoso      
               que sin esperar favor
                  de esas manos celestiales,
               de esos labios de rubí,
               está epilogado en mí
               cuanto amor en los mortales.       
                  El alma está vivificando
               vuestro objeto solamente
               como sol, que en el oriente...
MARGARITA:     (¡Vive Amor!  ¡Que está llorando!)    Aparte
INFANTE:          ...cuantas cosas hay crïadas,   
               vivifica con luz pura,
               tomando de él hermosura
               las cosas imaginadas.
                  ¿Yo amar, yo ver, yo mirar
               en otra parte, señora?      
               Todo es sombra de esa aurora.
               ¿Yo mirar, yo ver, yo amar?
MARGARITA:        (Lágrimas en hombre son           Aparte
               gran amor o gran flaqueza.
               Ya conozco la entereza        
               de su esquiva condición.
                  Ya supe su valentía
               luego no es flaqueza el llanto,
               luego amor ha sido, y tanto
               que pretende el alma mía.        
                  Agradecer lo que llora
               casi a su afición me aplico.
               Elección de Federico,
               en peligro estáis agora).
                  Salid, Carlos al momento        
               de mi cuarto.
INFANTE:                     Razón es.
               Asidos siento los pies
               al suelo de este aposento,
                  y si quiero obedecerte,
               entre rémoras estoy              
               y cada paso que doy
               es un correr a la muerte.
                  Todo es desdicha y violencia,
               todo es ansias y temores,
               si me quedo oigo rigores,          
               si me voy siente tu ausencia.
                  Muero si estoy quedo y firme,
               si me voy muero y me aflijo.
               Pienso que por mí se dijo:
               "Ir y quedar y con quedar partirme"



Vase el INFANTE




MARGARITA:        Ni acierta a salir, ni acierta
               a quedarse, y así arguyo
               que es inmenso amor el suyo.
               Ya ha encontrado con la puerta.
                  Afición, agora, agora         
               quedad.  Quedad suspendida.
               Si he de ser agradecida,
               Carlos es quien me adora.



Vase MARGARITA.  Salen DOMINGO y PORCIA




PORCIA:           Eres tercero valiente.
               ¿Diste, en efecto el papel?        
               Cuéntame el suceso de él.
DOMINGO:       Escúchame atentamente.
                  Si soy prolijo, perdona.
               Llegué y díselo, y no hay más.
PORCIA:        Algo despejado estás.       
DOMINGO:       Desásnase la persona.
PORCIA:           ¿Mostró placer al tomarlo?
DOMINGO:       ¡Y cómo!  Pracer mostró,
               porque unos ojos me echó
               que daban miedo al mirarlo.        
PORCIA:           ¿Dijo que responderá?
DOMINGO:       Y la respuesta sería
               de un tiro de artillería.
               Yo no sé qué tal será.
PORCIA:           ¿Leyólo, luego?
DOMINGO:                          En sabiendo     
               quién es la que le envïó,
               muy cerrado lo guardó.
PORCIA:        Mentecato, no te entiendo.
DOMINGO:          La mentecata ha de ser
               quien es dama y es señora        
               y de un viejo se enamora.
               Mentecata es la mujer
                  que de mentecatos fía
               y la que no me entendía
               hablando tan claro yo.        
               Mentecata quien me envía
                  al rey con ese recado
               y eso vendré yo a ganar
               si me manda encorozar.
PORCIA:        ¿A quién el papel has dado?      
DOMINGO:          A su majestad, así.
               Pues, ¿a quién, mentecatona?
               A Federico en persona.
               ¿Soy yo bobo?  Al rey lo di.
PORCIA:           ¿A tu señor no le has dado         
               que es Federico?
DOMINGO:                        ¡Señora,
               no sabía yo que agora
               otra vez le han bautizado!
PORCIA:           Vete, villano, de aquí.
DOMINGO:       Bien dicen que es menester         
               ser discreto para ser
               alcahuete.  Yo le di,
                  por mi cholla y mi capricho.
PORCIA:        El que es necio, ¿qué no hará?
DOMINGO:       Si me conoce y me da          
               el papel, lo dicho dicho.



Vase DOMINGO




PORCIA:           Malos principios, Amor,
               ¿en qué tienes de parar?
               ¿Al primero punto hay azar?
               ¿Hay más pena, has más rigor?  



Sale el PRÍNCIPE




PRÍNCIPE:         ¿Vos, señora, con enojos?
               ¿De qué causa ha procedido?
PORCIA:        Ya no los hay, si habéis sido
               serenidad de mis ojos.
                  Una dama os escribía          
               un papel y ese crïado
               neciamente al rey le ha dado.
PRÍNCIPE:      El nombre le engañaría.
                  Si también yerran los sabios,
               disculpado estará él.          
               La pluma habló en el papel,
               escríbanme ya lo labios.
                  Lea yo, estando presente
               en su mismo original,
               papel logrado tan mal.        
PORCIA:        Era un renglón solamente.
PRÍNCIPE:         Si lo comprendioso debe
               ser discreto, yo lo creo.
PORCIA:        Amo y amaros deseo.
PRÍNCIPE:      También la respuesta es breve:   
                  Amo y hablaros no puedo.
PORCIA:        Duda la respuesta tiene.
PRÍNCIPE:      ¿Duda en qué?
PORCIA:                      (La infanta viene.     Aparte
               Cuando despreciada quedo,
                  yo quiero desalumbralla,        
               vengarme y favorecerme.
               Fiero basilisco, duerme;
               sirena engañosa, calla).
                  ¿De qué nace tanto osar?
               ¿A mí me habéis de decir       
               que me pretendéis servir
               ni que me tenéis de amar?
                  Vos con tan poco decoro,
               viendo que Porcia me llamo,
               osasteis decir "Yo os amo,         
               Porcia hermosa, yo os adoro?"
                  Si otra vez esos agravios
               repetís, y esos antojos,
               será el rigor de mis ojos
               el sello de vuestros labios.       
                  Idos, porque tengo miedo
               que otra palabra me habléis,
               sin que cólera me deis.
PRÍNCIPE:      Amo y hablaros no puedo.



Vase el PRÍNCIPE.  Ha de haber salido
MARGARITA un poco antes a escuchar



   
MARGARITA:        ¿Qué es eso, Porcia?
PORCIA:                               No es nada, 
                  castigar un atrevido.
MARGARITA:     ¿Cómo se ha compadecido
               estar agora enojada
                  y escribirle este papel
               todos deseos y amores?        
PORCIA:        Antes es todo rigores
               si tú reparas en él.
                  Que amo en otra parte digo
               a que le deseo hablar
               para poderle mostrar          
               mi enojo en este castigo.
MARGARITA:        Bien lo interpretas.  ¿Y a quién
               amas?
PORCIA:               Amor, que es discreto,
               es hermano del secreto.
MARGARITA:     Si es honesto Amor, también      
                  virtud es.  Decir se debe
               que antes le hace sospechoso
               el silencio.
PORCIA:                      Amor dichoso
               a decir su mal se atreve.
                  Pero un amor desdichado         
               bien es que en silencio esté.
MARGARITA:     Desdichado amor, ¿por qué?
PORCIA:        Ni es creído ni es pagado.
MARGARITA:        Sepamos quién es indigno 
               de amar y de agradecer.       
PORCIA:        (¡Qué impertinente mujer!)          Aparte
               Carlos es a quien me inclino.
MARGARITA:        Yo gustaré de escucharos
               materias de amor, y así
               hablad delante de mí.       
PORCIA:        Tus caprichos son ya raros.
MARGARITA:        Ignoro amantes desvelos
               y quiero aprender primores.
PORCIA:        Antes parecen amores
               con una punta de celos.       
MARGARITA:        Venganza, Porcia.  Ya viene
               Carlos.  Voyme retirando.
PORCIA:        Isabela está cantando
               y a escucharla se detiene.
MARGARITA:        Tras de ese cancel estoy.       
               Háblale, por vida mía.



Escóndese MARGARITA




PORCIA:        (A tan curiosa porfía                Aparte
               buen nombre en celos la doy.)                     

               

Sale el INFANTE y canta dentro ISABELA




ISABELA:          "Filis, huye del amor
               porque es ya cosa muy cierta       
               que no hay firmeza en los hombres
               sino engañosas promesas."
INFANTE:       (Aquí será bueno hacer               Aparte
               una locura que tenga
               nombre de firmeza rara        
               porque la Infanta lo sepa).
ISABELA:       "Todo amor es invención;
               engaños son las finezas.
               No hay hombre firme en el mundo;
               no hay hombre que ame de veras."   
INFANTE:       Voz, quienquiera que seáis,
               sois mentirosa y sois necia.
               Vos cantáis y vos mentís
               que hay hombre que ame de veras.
PORCIA:        Carlos, ¿qué es eso?        
INFANTE:                            Señora,          
               confieso que fue imprudencia
               pero llevóme el afecto
               como soy ejemplo y regla
               de verdaderos amantes,
               de voluntades eternas.        
               Aunque es ángel la que canta,
               es mentirosa la letra.
               Grosero anduve, fue impulso
               de amor y fe verdadera. 
PORCIA:        ¿Tanto amáis?
INFANTE:                     (Ocasión tengo         Aparte
               para decirle que es ella
               la que adoro y la que estimo.
               ¡Ésta sí el alma me lleva!)
               Porcia, hermosa, quiero tanto
               que un idólatra pudiera          
               aprender de mí a adorar
               deidades de bronce y piedra.
               Tal es el hermoso objeto.
               Deidad es y deidad bella,
               pero temo que es de bronce.        
               (Pienso que amor me despeña.         Aparte
               Quien miente tenga memoria;
               quien finge tenga prudencia.
               Porque estos canceles oyen
               y las mujeres se precian      
               de que les digan amores,
               no quiero que esto se sepa.
               Si rey de Sicilia soy,
               siempre habrá ocasión que crea
               mi amor Porcia, afición mía.        
               Cuidado, no nos entienda).
PORCIA:        ¿Qué estará hablando entre sí?
INFANTE:       Dudo y no sé si me atreva
               a suplicarte una cosa
               pero de rodillas sea.         
               Intercede, Porcia mía,
               Porcia varonil y cuerda,
               más que la Porcia romana,
               intercede por mí, ruega
               a la luz de las mujeres,      
               a la deidad de las reinas,
               al fénix de la hermosura,
               al cielo de la belleza
               que permita que la adore,
               que me dé sólo licencia        
               para amar, que no pretende
               ser mi alma tan soberbia
               que quiera favores suyos
               ni espero correspondencias.
               Amar, solamente amar,         
               es mi intención y revienta
               este amor por boca y ojos
               porque es tanta su grandeza
               que en mi corazón no cabe;
               aunque el filósofo enseña      
               que el humano corazón,
               con ser parte tan pequeña, 
               es mayor que cielo y mundo.
               Antes que me des respuesta
               me voy; porque si dijeron          
               los ojos que no quisiera,
               no quiero escucharte, Porcia,
               esperanza mi alma lleva
               de que lo has de hacer.
PORCIA:                                ¿Quién es
               la que quieres?
INFANTE:                       Hartas señas          
               te he dado quién puede ser.
               (Con esto queda suspensa).           Aparte



Vase el INFANTE



                 
PORCIA:        Dime quién es la que adoras.



Sale MARGARITA




MARGARITA:     Yo soy.  ¿Quién quieres que sea?
PORCIA:        Si tú eres y lo oíste,         
               respóndale vuestra alteza.



Vase PORCIA




MARGARITA:     Este hombre es el amante
               más singular.  Los poetas
               que pintan amores raros
               sólo de Carlos aprendan.         
               Callen Píramo y Leandro,
               silencio la fama tenga
               de Apolo y Endimïón.
               Yo, aunque mejor me parezca
               Federico, he de hacer rey          
               a este abismo de finezas,
               a este prodigio de amor.
               Federico, adiós.  ¡Paciencia!



Salen el REY con un diamante, el MARQUÉS y
DOMINGO con un retrato de un hombre feroz




REY:           Sobrina, cuidado tengo.
               ¿Has hecho ya la experiencia       
               para conocer cuál es
               el príncipe que me hereda?
MARGARITA:     Señor, yo pienso que es Carlos.
REY:           De que lo pienses me pesa;
               que a Federico me inclino          
               pero hagamos una prueba
               que refieren las historias
               que sucedió a un rey de Persia.
               Poned allí ese retrato.
               Éste es de Manfredo, el que era  
               mi capital enemigo
               que aun pintado me desea
               quitar el reino y la vida.
DOMINGO:       ¡Qué catadura tan fiera!
               O éste es el gran Tamorlán          
               o la gran Pantasilea.
REY:           Cuélgalo sobre este poste.
DOMINGO:       Mejor es sobre la puerta
               ya que parece salvaje.
MARGARITA:     ¡Vuelve arriba la cabeza!          
               ¿Cómo le pones, villano?
DOMINGO:       Bien está de esta manera
               porque ponerlo hacia arriba
               es cosa cansada y vieja.
               Y también lo puse así          
               porque no se la cayeran
               las bragas.
MARGARITA:                 Como ordenaste
               vienen ya.
REY:                      Los cielos quieran
               darme indicio y esperanzas
               que parezcan evidencias.      



Salen el PRÍNCIPE y el INFANTE con dos
arcabuces




PRÍNCIPE:         Aquí nos tienes, señor.
               Bien nos puedes ya mandar
               si quieres examinar
               la agilidad o el valor.
                  De este bélico instrumento         
               gobernado por mi diestra,
               en esa vega palestra,
               es esa región del viento,
                  ave no habrá que no tema
               verter púrpura a tus pies        
               y la garza veloz que es
               mariposa que se quema
                  en el mismo sol las alas
               para renovarse luego,
               tiembla de este halcón de fuego  
               cuyas garras son las balas.
                  Aun el pájaro celeste,
               favor con alma veloz,
               que ni tiene pies ni voz
               seguro no vive de éste.          
INFANTE:          Este rayo, al pensamiento
               en lo veloz semejante,
               ave no deja rapante
               ser bandolera del viento.
                  Aun los átomos que soles      
               parecen despedazados,
               granos de oro derramados
               entre luz y tornasoles,
                  el verde campo derriba
               todo a mis plantas se pone         
               sin que en el aire perdone
               cosa que parezca viva.
DOMINGO:          Si quieres examinar
               cuál es mejor tirador,
               Carlos sin duda es mejor.          
               Una vez salió a matar
                  palomas por su solaz
               y habiendo en un verde prado
               mil palomas y ganado,
               mató una oveja torcaz,      
                  y después al vuelo ha muerto
               un buey bragado.
REY:                            Sobrinos,
               tiradores peregrinos
               dicen que sois.  Si esto es cierto,
                  tirando hoy en desafío        
               quiero que os ejercitéis.
               Aquel retrato que veis
               es de un enemigo mío.
                  Era su nombre Manfredo.
               El que mejor le acertare      
               y este diamante ganare
               llamarle mi amigo puedo.
                  Yo delante no he de estar.
               Tiradle, por vida mía.
               (Tras de aquella celosía             Aparte
               los habemos de escuchar).




Retíranse el REY y la infanta MARGARITA




DOMINGO:          Aquí me libro, por Dios,
               porque mi vida procuro
               y estoy aquí más seguro
               que ya os conozco a los dos.       



Pónese DOMINGO encima del retrato




MARGARITA:        Quita, necio.
DOMINGO:                        No me quito
               que aquí seguro me asiento.
               Tiren, amigos.
PRÍNCIPE:                     El cuento
               de Dïógenes repito.


INFANTE:          Mirando con atención,         
               Federico, este retrato,
               me parece desacato
               tirarle.  Veneración
               me causa y estimación.
               ¿En qué ofende una pintura,      
               remedo de la hermosura
               que pinta naturaleza?
               Acertarle no es destreza;
               tirarle será locura.
PRÍNCIPE:         Si tú estimas y veneras       
               ese retrato, con él
               es mi pecho más crüel.
               Entrañas tengo más fieras.
               Ni mi cólera moderas
               ni has de refrenar mi brío.      
               Hágase este desafío.
               Quién es Manfredo no sé;
               basta que enemigo fue
               del rey para serlo mío.
INFANTE:          Si matar al descuidado          
               nombre de traición nos da,
               ¿qué ha de ser si este hombre está
               dormido, muerto o pintado?
               Por todo le he respetado
               con secreta simpatía.       
               El tirarle es cobardía.
               ¿Qué gigante o tigre mato?
               Tirar a un mudo retrato
               no es valor ni bizarría.
PRÍNCIPE:         Yo, Carlos, le quiero mal        
               si tu pecho le venera.
               Si el original viviera
               matara al original.
               Por secreto natural
               le aborrece el alma mía          
               y parece hazañería
               decir que le has estimado.
               Tirar a un lienzo pintado
               ni es valor ni es cobardía.
INFANTE:          Ni yo le pienso tirar      
               ni consentir que le tires.
PRÍNCIPE:      ¿Qué no adviertas?  ¿Qué no mires?
               ¡Que el rey lo pudo mandar!
INFANTE:       Pongan otro blanco, altar
               es para mí esa pintura.          
PRÍNCIPE:      ¿Es más que un lienzo?  Locura
               no piedad es la que miro.
               Apártate, que le tiro.



Dispara




INFANTE:       ¡Dura ley, condición dura!
PRÍNCIPE:         Retrato, no me culpéis        
               si os he tratado tan mal.
               Por secreto natural
               mi enemigo parecéis.
               Feroz aspecto tenéis;
               algún daño me habéis hecho.  
               Mi corazón con despecho
               contra vos salta con ira,
               y cuando pintado os mira,
               se vuelve a entrar en el pecho.
                  Horror me dais sin espanto.     
               Ni yo os precio ni os estimo.
               Sangre tenéis de mi primo
               pues él os venera tanto.
               Ni sois imagen de santo
               ni retrato de señor              
               célebre por su valor.
               Un lienzo sois solamente.
               Ni en dejaros soy valiente,
               ni en romperos soy traidor.
INFANTE:          Retrato bueno y perfeto,        
               yo no sé quién vos seáis,
               sólo sé que me causáis
               estimación y respeto.
               Hablad, romped el secreto.
               ¿Quién sois que tenéis en mí         
               que estimo después que os vi
               más ese grave semblante
               que los visos del diamante
               que por amaros perdí?
                  Perdone el rey, que ésa es         
               piedad en mí generosa.
               Este rayo, arma furiosa
               postrar quiero a vuestros pies.
               Diga o no diga el marqués
               que no le quise tirar;        
               pues, si siempre el perdonar
               valor de hombre se ha llamado,
               cuando un muerto he perdonado
               hombre me debo llamar.



 Echa el INFANTE el arcabuz a los pies del retrato. 
Salen el REY y la INFANTA




REY:              Salir podemos de aquí         
               y que es, afirmarte puedo,
               Carlos, hijo de Manfredo.
MARGARITA:     No me lo parece a mí;
                  que si tú eres generoso
               y tan magnánimo has sido,        
               sólo a ti te ha parecido
               en ser agora piadoso.
                  Ésta es frívola experiencia.
               Ni la niega, ni asegura.
REY:           Es valiente conjetura         
               ya que no ha sido evidencia.
                  Por secreto natural
               Carlos le ha sido fïel.
MARGARITA:     Federico fue crüel.
REY:           ¿No ves que en quererle mal        
                  me parece?
MARGARITA:                    Si elección
               fuera y no acaso, pensara
               que es así.
REY:                       También declara
               la secreta inclinación
                  su sangre.
MARGARITA:                    Engaño verás         
               en la inclinación contino.
REY:           A Federico me inclino.
MARGARITA:     Yo también le quiero más.
                  (Carlos, soy agradecida,          Aparte
               y así me esfuerzo y peleo        
               contra mi mismo deseo,
               aunque me cueste la vida).
REY:              Federico, este diamante
               al que acertase ofrecí.



Dásele




PRÍNCIPE:      Aunque no le merecí,        
               por tener nombre de amante
                  y ser prenda de tal dueño
               lo estimaré de manera
               que todo el orbe y la esfera
               de este mundo es don pequeño.         
                  En éste sirve lo breve,
               con este hemisferio en quien
               los rayos del sol se ven
               haciendo visos de nieve.
REY:              Esa piedra hermosa os di        
               porque al retrato acertasteis.
MARGARITA:     Y a vos, porque no tirasteis,
               os doy aqueste rubí.
INFANTE:          Símbolo fue de alegría
               y amatista lo quisiera        
               porque del amor lo fuera.
MARGARITA:     (Sospecho que es tiranía             Aparte
                  que con Federico uso
               dar a su competidor
               en su presencia favor.        
               ¡Qué dudoso y confuso
                  el favor!  Duden también 
               los dos de quién soy amante).
               Federico, ese diamante
               me ha parecido muy bien.      
PRÍNCIPE:         Más visos del tornasol
               tendrá, señora, en tu mano,
               y el diamante soberano
               de los cielos que es.  El sol
                  tan brillante no será.        
INFANTE:       (¡Válgate Dios la mujer!             Aparte
               Cuál es al favorecer.
               A uno quita y a otro da).
MARGARITA:        Adivinad, primos, hoy
               cuál es el favorecido.      
               El diamante al uno pido
               y mi rubí al otro doy.
PRÍNCIPE:         No tengo que adivinar.
               Pedir sujección parece.
INFANTE:       Quien nos da nos favorece.         
               (Más vale fingir que amar).          Aparte



Vanse todos por diferentes puertas





FIN DEL ACTO SEGUNDO




ACTO TERCERO


Salen MARGARITA, PORCIA e ISABELA




MARGARITA:        Isabela y Porcia, quiero
               proponer una cuestión.
PORCIA:        Yo te diré mi pensión
               sin respeto lisonjero.        
MARGARITA:        Si tuviese una mujer
               dos amantes, y uno fuese
               quien más amor la tuviese,
               sin llegarle ella a querer,
                  y otro que menos la amara  
               por fuerza de alguna estrella,
               y le quisiese bien ella, 
               ¿a cuál de ellos coronara
                  si un reino pudiera dar?
               ¿Al que ella estima o a aquél    
               más su amante y más fïel?
ISABELA:       (Por mí pienso sentenciar.           Aparte
                  Carlos ser suyo no espere).
               Digo que haga rey la dama
               al galán que menos ama,          
               pues dice que ella le quiere.
PORCIA:           (A Federico defiendo;             Aparte
               pues si es rey, yo le perdí).
               Yo no le he entendido así,
               sólo agradecer pretendo.         
                  Quien quiere más a la dama
               reinar sólo ha merecido.
ISABELA:       ¿Cómo dirá que ha querido
               si no hace rey a quien ama?
PORCIA:           Vicio o virtud puede ser   
               muchas veces el amor,
               y así viene a ser mayor
               la virtud de agradecer.
ISABELA:          Crueldad es decir aquí;
               que es el dueño de su vida. 
               Deje el ser agradecida;
               que peor es ser crüel.
PORCIA:           Hacer por quien quiero yo
               amor de mí misma es,
               y más parece interés.          
               Pagar a quien adoró
                  generosidad se llama.
ISABELA:       ¿Y será bueno que elija
               quien la adore y quien la aflija
               si está sin amor la dama?   
PORCIA:           Con trato y conversación
               ella le vendrá a querer.
ISABELA:       En mi mismo parecer
               militará esa razón.
                  Tú convencido te has          
               que el galán que no ha querido,
               tratado y aborrecido,
               querrá con el tiempo más.
PORCIA:           Yo al que me estima eligiera.
ISABELA:       Y yo eligiera al que estimo.  
MARGARITA:     Y yo al parecer me arrimo
               de Porcia.  El reino le diera
                  a quien más me amara.
ISABELA:                              ¿Y cómo
               se conocerá ese amor
               si también da resplandor,   
               cuando es adorado, el plomo?
MARGARITA:        Isabela dice bien.
               Examinemos mejor
               los quilates de su amor;
               que hay oro falso también.  



Salen el REY, el MARQUÉS y el INFANTE




REY:              Aquí entre estos jardines
               quiero que esos negocios determines.
               Siéntate entre esas flores
               y administra piedad; esos rigores
               gobierna a tu albedrío.          
               Hoy eres otro yo, sobrino mío,
               la infanta y yo tenemos
               un negocio.  Los dos no estorbemos,
               allí nos apartamos
               entre la amenidad de aquellos ramos.    
               Margarita, yo quiero
               dejar por heredero
               aquél que descubriere
               mayor talento, sea el que fuere.
               Apártate.  Escuchemos       
               y su capacidad consideremos.
MARQUÉS:       El consejo de guerra ha consultado;
               que al mar ha desatado
               armada poderosa
               el de Aragón contra Sicilia hermosa   
               de quien ambición tiene.
               Si aquesta acción no viene...
INFANTE:       Prevéngase otra armada.
MARQUÉS:       Nuestra costa se ve tan descuidada
               que no hay bajel ninguno      
               en los azules campos de Neptuno.
INFANTE:       Buen remedio busquemos,
               ya que bajeles prontos no tenemos.
               Un valiente soldado 
               que parta disfrazado          
               y dé la muerte al rey nuestro enemigo.
MARQUÉS:       ¿Traición, señor?
INFANTE:                          Yo digo              
               que no es traición la guerra.
               Siempre ardides encierra.
REY:           ¿Escuchas, Margarita?         
               Defensa de traidores solicita.
MARGARITA:     Antes, señor, pretende
               vencer con menos sangre.  ¿Quién no entiende
               que el que aventura menos gente, sabe
               vencer, y por camino más süave?  
REY:           Ignorancia es extrema.
               Diferente es traición que estratagema.
               Juzgar sin duda puedo
               que éste es el hijo del traidor Manfredo.
MARQUÉS:       ¿Qué premio suficiente        
               habrá para soldado tan valiente,
               como escapar de los contrarios pueda? 
INFANTE:       ¿Qué premio?  ¿Ha de faltar falsa moneda
               con que darle la paga prometida
               o quitarle la vida?           
REY:           ¿Escuchaste?
MARGARITA:                  Bien hace,
               si la traición así se satisface.
REY:           No intentéis su disculpa.
               Su misma inclinación es mayor culpa.
MARQUÉS:       Consulta aquí el Consejo de Justicia    
               que con grande malicia
               uno de dos hermanos
               mató un vecino con sus propias manos
               y no consta cuál de ellos
               porque infinito se parecen ellos   
               y los testigos juran
               que el uno le mató; mas no aseguran
               cuál fue.
INFANTE:                   Mueran los dos.  Yo lo permito.
               No quede sin castigo ese delito.
MARGARITA:     ¿Es mala esta sentencia?      
REY:           Inicua y pronunciada sin prudencia.
MARGARITA:     ¿No es uno el delincuente?
               ¡Sin duda!
REY:                       ¿Y es razón que el inocente
               de ese modo padezca
               aunque el uno merezca         
               la muerte?  Es más justicia, así lo digo,
               que quede el delincuente sin castigo
               que no que el inocente
               padezca injustamente.
MARQUÉS:       Una mujer casada           
               dio muerte a su marido y fue pensada
               de manera que irrita.
INFANTE:       ¿Cómo se llama?
MARQUÉS:                             Juana Margarita.
INFANTE:       Vaya libre al momento.  No te asombre.
               Goce la inmunidad que le da el nombre.  
               Si su alteza se llama Margarita,
               el mismo nombre de morir la quita.
REY:           ¿Y aquélla no es locura conocida?



Vase el REY




MARGARITA:     Es fineza de amor jamás oída.
               Yo estimo su fineza           
               y coronar pretendo su cabeza.



Vase MARGARITA




INFANTE:       ¿Quedan consultas?
MARQUÉS:                               No, señor.
INFANTE:                                     Agora,
               déjame solo una hora.



Vase el MARQUÉS




               Buena va mi invención.  La infanta crea
               que Carlos ama.  Como rey me vea,  
               será Porcia mi dueño.
               Si Margarita del jardín no sale...
               y quizá volverá...  el ardid me vale
               aunque no tengo amor.  ¡Que es dulce cosa
               reinar!  ¡Oh, qué fatiga tan sabrosa! 
               La infanta hacia la fuente se ha venido.
               Que yo la adoro fingiré dormido.



Sale DOMINGO




DOMINGO:          Si el rey su cetro te dio,
               tendré muy grande placer
               porque deseaba ver            
               un rey tonto como yo.
                  De allá vengo de Caserta
               de ver a señor Albano.
               Dice que besa tu mano,
               y Pascuala Ruiz la tuerta     
                  mil encomiendas me ha dado.
               Oyes:  la burra mohina
               de Gila, nuestra vecina,
               aun vive y anda en el prado
                  a la era.  Y al sacristán     
               encontré sola una vez.
               Ya no juega al ajedrez
               el boticario.  Y galán
                  anda el barbero contino.
               Cegajoso está el alcalde         
               que como tiene de balde 
               salchichas, tabaco y vino,
                  se empieza a beber los ojos,
               y al doctor le respondió,
               "Mas vale beberlos yo         
               que cegar llorando enojos."
                  Estando en el lavadero
               Aldonza me dijo un día,
               "Di, Domingo, ¿es todavía
               Carlos tan grande embustero?" 
                  El día santo en el ejido
               bailaban muchas doncellas.
               Así lo publican ellas
               pero yo no le he sabido.
                  ¿Duermes?  Mal podrás oír.  
               Eres hombre, no me espanta.
               Por allí viene la infanta.
               Voyme y déjote dormir.



Vase DOMINGO.  Sale MARGARITA




MARGARITA:        Carlos se quedó vencido
               del sueño, enemigo suave         
               que robar y vencer sabe
               las fatigas del sentido.
               Si el rey le viera dormido,
               dijera "¿cómo han de estar
               juntos dormir y reinar?"      
               Y a mí sólo se me ofrece
               que cómo se compadece
               el dormir con el amar.
                  Triste está cualquier amante
               y nace el dormir de día          
               siempre de melancolía.
               Disculpa tiene bastante.
               Pasar no quiero adelante
               por no despertarle agora.



Dice el INFANTE Carlos entre sueños




INFANTE:       ¿Que te casaste, señora?         
               ¿Cómo no sientes mis quejas?
               ¿Cómo olvidas, cómo dejas
               al hombre que más te adora?
                  Vivir no puedo sin ti.
               Mataréme.   Margarita       
               es quien la vida me quita.
               ¿Qué te has casado?  ¡Ay de mí!



Finge que despierta y se da con la daga




MARGARITA:     ¿Qué es eso, Carlos?  ¿Así
               en sueños estáis hablando?
INFANTE:       Aun despierto estoy temblando.     
               Como el alma no está ociosa,
               en el sueño mal reposa
               alma que vive adorando.
                  El sobresalto de un sueño
               me tiene, señora, tal       
               que era letargo mortal;
               que eres la vida y el dueño.
               Del susto no desempeño
               el corazón afligido.
               Aun viéndote no he vivido.  
               Agora sí que estoy muerto;
               pues que no lloro despierto
               el bien que perdí dormido.
                  A sentir pena tan fiera
               me parto desesperado          
               si mal que ha sido soñado
               me tiene de esta manera.
               Siendo verdad como fuera,
               pena hay, sin duda, más fuerte
               que el morir; pues de esta suerte  
               el sueño trata a su dueño.
               Si a la muerte llaman dueño,
               ¿más mal habrá que la muerte?



Vase el INFANTE Carlos




MARGARITA:        Alguna dama diría   
               con mucha incredulidad        
               que este amor no era verdad
               sino gran hazañería.
               Pero si Carlos dormía,
               claro está que es verdadero
               su amor y no lisonjero.       
               Él soñó que me casaba
               y dormido se mataba.
               Vida y reino darle quiero.
                  Perdone mi inclinación;  
               perdone mi gusto, pues        
               amor magnánimo es
               dar premio a tanta afición.
               Si alguno dice que son
               extremos necios, yo digo
               que con finezas me obligo.    
               La razón dicta lo justo
               y pocas veces el gusto
               salió verdadero amigo.


Sale DOMINGO




DOMINGO:          ¿Despertaste rey tronero,
               rey de farsa, rey de chiste?  
               Yo pienso que te dormiste
               porque nada te pidiera.
                  ¡Ay!  Su alteza no me vea.
               Huyo de aquí.  Dios me anime
               porque no me riña.
MARGARITA:                         Dime.     
               ¿Carlos amaba en su aldea?
DOMINGO:          Yo te diré la verdad.
               Carlos es un hazañero.
               No hay hombre más embustero
               en toda aquesta ciudad.       
                  Una moza paseaba
               y ésta falso pretendía,
               y tanto amor le fingía
               que muchas veces lloraba.
                  Como eran sus lienzos pocos,    
               por pobreza o desaliño
               henchía un pañal de un niño
               de lágrimas y de mocos.
                  A veces se amortecía,
               mostrando que era fineza,     
               y en volviendo la cabeza,     
               un gesto al Amor hacía.
                  Escucha qué disparate
               porque ella no le ha querido;
               que se mataba ha fingido,     
               y ella dijo "Date, date."
                  Mas, quien es muy buen pobrete
               es Federico, señora.
               Si dices que quién adora,
               él hizo este sonsonete.     

            
                  Un mar y una garita me hacen roncha;
               un mar y una garita son mi mancha.
               De amor tengo en el alma una gran plancha,
               tanto que el alma con amor se troncha.
                  A no ser viejo aquello de la concha, 
               viniera a pelo aquí con una ensancha.
               Mi afición se destroncha con ser ancha,
               no des troncha, si des troncha, no destroncha.
                  Parta mi amor que ya ufano relincha,
               porque la fuerza de su amor es muncha.  
               Dispara su arcabuz.  Pega la mencha.
                  Revienta el fuego; que sus manos hincha,
               y ya con su salta, amor no puncha,
               ancha, uncha, hincha, honcha y hencha.


MARGARITA:        Vete con Dios.
DOMINGO:                         Ya su alteza     
               también se quede con Dios,
               el cual la libre de tos
               y de dolor de cabeza.
                  Y se libre de sus memorias
               de aquestos dos infanzones;   
               que dos hidalgos pelones
               cenan siempre ejecutorias.
                  Y déla Dios el descanso
               que desea para sí,
               y líbrela Dios de mí      
               que pienso que ya la canso.



Vase DOMINGO




MARGARITA:        El villano es malicioso.
               Informó como ofendido; 
               pero ha dejado advertido
               al amor y escrupuloso.        
                  No he de creer lo aparente;
               que tal vez un monte ameno,   
               de arroyos y árboles lleno,
               verde pira solamente
                  es habitación de fieras; 
               y tal vez un monte rudo
               de hierba y flores desnudo,
               ignorando primaveras,
                  produce el bello metal,
               hijo pálido del sol              
               por quien corre el español
               los piélagos de cristal.
                  Con la sonda iré en la mano
               buscando el fondo a este amor
               sin que me engañe el color, 
               verde pompa del verano.



Sale PORCIA




PORCIA:           ¿Todavía en los jardines?
MARGARITA:     Seas, Porcia, bien venida.
               A mí me importa la vida
               que aclares y determines      
                  el nombre de aquella dama  
               que Carlos dice que adora.
PORCIA:        De buena gana, señora.
               Tu propósito le llama...
                  Él viene.  Vete.
MARGARITA:                          Mil daños   
               nacen del primer error.
               Amor, sólo quiero amor.
               Dame finezas, no engaños.



Vase la Infanta MARGARITA.  Sale el INFANTE
Carlos




INFANTE:          Hermosa y sabia también,
               ¿intercediste por mí?       
PORCIA:        Pudiera decir que sí,
               si hubieras dicho con quién.
INFANTE:          ¿No te di bastantes señas?
PORCIA:        Una dama me propones
               con equívocas razones       
               y palabras halagüeñas.
                  El nombre quiero saber.
INFANTE:       ¿Es cosa dificultosa     
               de saber la más hermosa
               del mundo?
PORCIA:                   El nombre ha de ser     
                  el que tienes de decir.
INFANTE:       ¿La que méritos mayores,
               la de partes superiores?
PORCIA:        ¿El nombre?
INFANTE:                    (No hay que fingir.     Aparte
                  Si digo que es Margarita,  
               pierdo a Porcia, si la digo
               que es ella, tengo un testigo
               contra mi intento, y me quita
                  quizá un reino; pero así
               sin decirlo lo diré).       
               En este jardín se ve
               el nombre en el alhelí,
                  en el clavel, en la rosa,
               en la jazmín, el narciso,
               en la flor del paraíso      
               y en esa hierba olorosa.
PORCIA:           No quiero bachillerías,
               Carlos.  El nombre ha de ser.
INFANTE:       Pues yo te quiero coger,
               --oh, Porcia-- como porfías 
                  las flores que hablar sabrán
               por enigma y por aviso:
               el primero es paraíso
               ramo de espinas galán.
                  Esta hierba que olorosa    
               tiene por nombre y renombre
               dará otra letra del nombre.
               Y otra letra da la rosa.
                  Y el clavel que su carmín
               púrpura fina promete,       
               y cierren el ramillete
               el alhelí y el jazmín.
                  Porcia, agora hablo de veras.
               En flores de sangre y oro     
               podrás leer la que adoro.   
PORCIA:        ¿En qué letras?
INFANTE:                        Las primeras.



Vase el INFANTE




PORCIA:           Buenas enigmas me deja.
               Gentil manera de hablar.
               ¿Que tengo yo de sacar
               de las flores?  ¿Soy abeja?    



Sale MARGARITA




MARGARITA:        Todo lo he estado escuchando,
               y aunque el nombre no entendí,
               podemos saberlo así.
               Aquí hay pluma.  Ve notando.
                  ¿Qué flores de grana y nieve  
               te ha dejado?
PORCIA:                        Seis dejó.
MARGARITA:     Pues, no soy su dama yo;
               que son necesarias nueve.
PORCIA:           Fue el primero que cortó
               paraíso.
MARGARITA:               Pongo "P".          
PORCIA:        Pienso que olorosa fue
               la segunda.
MARGARITA:                 Es así "O".
PORCIA:           También aquí dejó rosa.
MARGARITA:     "R" es su letra primera.
               Y hay vislumbres de quién era    
               la más sabia y más hermosa.
PORCIA:           Clavel hay.
MARGARITA:                   Pues pongo "C".
PORCIA:        Jazmín también.
MARGARITA:                    Pongo "I".
PORCIA:        Sólo queda un alhelí.
MARGARITA:     En "A" comienza.  "A" pondré.    
                  Tú eres su dama sin duda.
               Porcia dice que no pueda
               ser otro nombre.
PORCIA:                         No queda
               con una enigma tan muda.
                  ¡Mi nombre bien declarado! 
MARGARITA:     Si Porcia seis letras son,
               no forma otra razón
               aunque se hubiesen trocado
                  las flores.
PORCIA:                       Por pasatiempo
               esta enigma propondría.          
MARGARITA:     ¡Grande inocencia es la mía!
               ¡Qué discreto que es el tiempo!
                  ¡Qué segura que esa ciencia,
               como el curso de los años, 
               es luz de los desengaños         
               y es padre de la experiencia. 
                  Su lengua me dijo amores
               y falso saliendo van.
               Mira tú como serán
               los que dicen unas flores.    
                  Mi mismo engaño te avise,
               amiga mía, por ti.




Vase MARGARITA




PORCIA:        ¡Ay, señora, yo mentí!
               Ni le quiero ni le quise.



Vase PORCIA.  Sale el PRÍNCIPE




PRÍNCIPE:         Enfermo que vio perdida    
               la vida en paso tan fuerte
               que el un pie tiene en la muerte
               y otro pie tiene en la vida;
               casi el alma desunida,
               entre sus ansias alcanza      
               una incierta confïanza
               y vence pena tan fiera,
               porque al fin vivir espera,
               ¿y amo yo sin esperanza?
                 El miserable cautivo        
               que arrastrando sus cadenas
               con mil géneros de penas
               más esqueleto que vivo;
               y entre su dolor esquivo,
               que tiene más semejanza          
               de muerte, espera mudanza
               en su grave adversidad
               amando la libertad,
               ¿y amo yo sin esperanza?
                  El mar vientos atropella   
               a apagar el fuego sube,
               la nave parece nube,
               el farol parece estrella;
               y el peregrino que en ella
               vive en las olas del mar      
               mil muertes sabe esperar
               y olvida pena tan fiera
               en llegando a la ribera,
               ¿y yo no puedo olvidar?
                  Ama el joven más prudente,    
               sirve, adora y galantea,
               festeja, anhela y desea,
               llora el desdén, celos siente;
               pasa el tiempo, vése ausente,
               da treguas a su pesar,        
               empiézase a consolar
               la quietud de dulce vida,
               diviértese, juega, olvida,
               ¿y yo no puedo olvidar?



Salen el REY, el MARQUÉS, y el CONDE




REY:              A servirme no acertáis,  
               y de vos estoy cansado.
               Marqués, salid desterrado
               de mi corte y no volvéis
                  hasta que ordene otra cosa.
               Dejad luego esos papeles.     
               Ministros pocos fïeles
               sentencia tan rigurosa
                  han merecido.
MARQUÉS:                        ¡Señor...!
REY:           No repliques.  Tome el Conde,
               que a mi gusto corresponde,   
               las consultas.
PRÍNCIPE:                     Su rigor
                  nacido de enojo es.
               Suplico a tu majestad...
REY:           ¿Qué es lo que pedís?
PRÍNCIPE:                            Piedad.
REY:           ¿Para quién?
PRÍNCIPE:                   Para el marqués.    
REY:              No ha lugar, ni es bien, ni es ley.  
MARQUÉS:       Ya, señor, de los papeles...
               (Aun fingidos son crüeles            Aparte
               iras y enojos de un rey.
                  Conocida es mi lealtad     
               Ningún temor me desvela;
               que esto en el rey es cautela
               para saber la verdad).



Vase el MARQUÉS




REY:              En tanto que escribo yo,
               Federico, despachad           
               esa consulta y mostrad
               hoy que sois rey.
PRÍNCIPE:                        Eso no.
                  No he de ser tan arrogante,
               loco ni desvanecido
               que pienso haber merecido     
               ese nombre en un instante.
                  Hechura vuestra y crïado
               que alivia vuestra fatiga          
               basta, señor, que me diga.
               Nombre de rey es sobrado.     
                  Quien nace rey lo merece,
               o quien supo conquistallo;
               pero quien nació vasallo
               cuando calla obedece.
                  Apenas es rey de sí.          
REY:           (Fingiendo escribir, veré            Aparte
               quién es más capaz, porque
               ése ha de reinar por mí).



Éntrese el REY a escribir




CONDE:            Aquí el consejo de guerra
               consulta qué general        
               dará a la armada real
               que es custodia de la tierra.
                  Dos propone:  el uno es hijo
               de su general pasado.
PRÍNCIPE:      ¿Es soldado?
CONDE:                        No es soldado; 
               mas según el Marqués dijo,
                  viejos los soldados son,
               valiente y ejercitados.
PRÍNCIPE:      Mejor es que los soldados
               sean corderos si es león    
                  el capitán que no ser
               los capitanes corderos
               y los soldados muy fieros
               porque para obedecer
                  basta cualquiera, y no basta    
               cualquiera para mandar.
REY:           (Vos sois varón singular.             Aparte
               No sois vos de mala casta).
CONDE:            ¿Qué ordenas?
PRÍNCIPE:                        Que en ese oficio
               militar es imprudencia        
               hacer vínculo y exencia.
               La experiencia y ejercicio
                  han de hacer el capitán.
               Los hijos de los soldados
               no han de tener vinculados    
               los oficios que se dan
                  a quien ha servido así.
               Sea general aquél
               que haya servido, si en él
               concurren partes.   
CONDE:                            Aquí          
                  un gobierno se consulta
               en un noble que es Pompeyo
               y en Lisardo que es plebeyo.
PRÍNCIPE:      Pues, ¿en qué se dificulta?
                  [................... -ado      
               .........................
               ........................]
               ¿Es oficio de letrado?
CONDE:            Sí, señor.
PRÍNCIPE:                     ¿Y el noble sabe?
CONDE;         No es letrado, el otro sí.  
PRÍNCIPE:      No hay dificultad ahí.
               La nobleza es honor grave;
                  pero la ciencia ha de ser
               preferida mayormente
               si al oficio es conveniente.  
               Si letrado es menester...
CONDE:            Para el que es noble pide
               su alteza.
PRÍNCIPE:                 No importa.
               La mano del rey es corta
               para dar lo que no mide       
                  la justicia.  Servidor
               soy yo de la infanta, pero
               lo justo ha de ser primero.
               Después el rey mi señor,
                  y en el tercero lugar      
               entra la dama, y después
               la vida que propia es
               por ella se ha de arriesgar.
REY:              (Federico es sangre mía.          Aparte
               Ya no se puede encubrir.)

               

Sale DOMINGO con memoriales




DOMINGO:       Señor, yo vengo a pedir
               me deis una compañía,
                  ya que te sirvo dos años.
               Toma aqueste memorial.        
PRÍNCIPE:      ¿Tú, capitán?  ¡Animal!   
               Los crïados sois extraños.
                  Por servir al poderoso
               queréis oficios que son
               de desigual proporción.
DOMINGO:       ¡Qué rey tan escrupuloso!   
                  Si eso no me viene bien,
               un gobierno pido aquí.



Dale otro memorial




PRÍNCIPE:      Despacharélo yo así.
DOMINGO:       ¡También lo rompe!
PRÍNCIPE:                         También.
DOMINGO:          Pues no quedara por eso.   
               Aquí pido, mi señor,
               oficio de regidor.
PRÍNCIPE:      ¡Qué gentil talento y seso!
                  ¿Qué has de regir, mentecato?
DOMINGO:       ¿Y cuántos habrá mayores? 
               Miren, ¿qué es ser regidores?
               ¿Es más de comer barato?
                  Si eso no le contentó,
               una vara de alguacil
               pido en ése.
PRÍNCIPE:                    ¡Qué gentil   
               ministro! 
DOMINGO:                 Ya la rasgó.
                  Pues, en ése renta pido.
PRÍNCIPE:      La renta yo la he de dar;
               que el fisco no ha de pagar
               lo que vos me habéis servido.    
DOMINGO:          ¿Ninguna demanda es buena?
               No eres rey, mona de reyes.
PRÍNCIPE:      Para que compres dos bueyes
               yo te doy esa cadena.
                  Las mercedes han de ser    
               sólo conforme al talento
               de quien pide.
DOMINGO:                      Dame ciento.
               Cien bueyes puedo tener
                  y los sabré gobernar
               pues mi talento es tasado.    
PRÍNCIPE:      Yo los mando.
DOMINGO:                     ¿Y de contado
               no sabes dar?
PRÍNCIPE:                    Sí, sé dar.
                  Toma.



Dale una sortija




                         ¿Queda algún negocio?
CONDE:         No señor.
PRÍNCIPE:               Mucho quisiera
               que el rey mi señor tuviera 
               con mi fatiga algún ocio.
REY:              Sí, daréis.  Venid conmigo.



Vanse.  Sale el INFANTE




INFANTE:       El rey se va, y pienso yo
               que se va porque me vio       
               [....................]
                  Con desapacibles ojos
               me mira.  No sé sin son
               efectos del corazón
               o señal de sus enojos.      



Sale el MARQUÉS



            
MARQUÉS:         Tus méritos reverencio.     
               ¿Estás solo?  Mira bien
               si nos escuchan o ven.
INFANTE:       Marqués, todo está en silencio.
MARQUÉS:          No pretendo referirte
               mi obligación y mi amor          
               que es fuerza superïor
               que tengo para servirte.
                  Carlos, en breves razones,
               ¿tendrás ánimo de ser
               rey de Nápoles y ver        
               coronados tus blasones
                  con la sagrada diadema?
INFANTE:       Voluntad y ánimo tengo.
MARQUÉS:       Pues el reino te prevengo.
INFANTE:       No hay dificultad que tema.   
                  Sólo habrá de inconveniente
               el rey.
MARQUÉS:                Sí.
INFANTE:                     Procura el modo
               y atropellemos con todo.
MARQUÉS:       Pues, vete, que viene gente
                  y nadie juntos nos halle.  
INFANTE:       Marqués, con esto concluyo,
               todo el reino será tuyo.
MARQUÉS:       Pues, silencio.  Esto se calle.



Vase el INFANTE.  Sale el REY de donde estaba




REY:              Escondido estoy aquí
               entre susto y entre miedo.    
MARQUÉS:       Es el hijo de Manfredo.
               Luego me dijo que sí,
                  tan ciegamente arrojado
               que ni dudó ni temió;
               y esto fue como creyó       
               que estaba yo desterrado.
REY:              Federico pienso que es
               el que viene.  Yo me escondo.
               Quiera Dios que tope el fondo
               de este peligro, Marqués.   






Vase el REY.  Sale el PRINCIPE




MARQUÉS:          Federico, mi señor,
               esperando estoy al paso.
PRÍNCIPE:      ¿Y para qué?
MARQUÉS:                    Para un caso
               en que importa tu valor.
PRÍNCIPE:         ¿Qué empresa dificultosa 
               habrá para mis acciones?
               Y más si tú la propones.
               Tengo un alma generosa
                  y tan llena de piedad
               que siente como la muerte     
               verte deterrado, y verte
               en tan triste adversidad.
                  Mira, ¿qué quieres, Marqués,
               que haga por ti?  Porque es justo
               que yo interceda con gusto    
               arrojándome a los pies
                  de su majestad.
MARQUÉS:                           Señor,
               mejor es, si tú quisieras,
               que estos reinos poseyeras.
               Yo te ofrezco mi valor.       
PRÍNCIPE:         ¿Qué es lo que has dicho, Marqués?
               ¿Que tal escuché de ti?
               ¿Eso se me dice a mí?
               Si su dueño y su rey es
                  Federico, ¿esas ofensas    
               vi en tus labios infelices?
               ¡La lengua con que lo dices
               y el alma con que lo piensas
                  te he de sacar, por Dios!
               Y yo, por haberlo oído      
               pienso que traidor he sido.
               Moriremos hoy los dos.
                  Tú por traidor y enemigo,
               yo también morir prometo
               pues hallaste en mí sujeto  
               para atreverte conmigo.            
                  ¡Muere, villano!
MARQUÉS:                            ¡Señor!
               ¡Repórtate, escucha, atiende!
PRÍNCIPE:      Así ya su rey ofende
               el que perdona a un traidor.  



Vanse los dos.  Sale el REY




REY:              ¿Qué más examen y prueba?
               Siempre el alma me lo dijo.
               Federico, sí es mi hijo.
               El alma tras sí me lleva.   
                  El peligro está el marqués.
               Siguiéndole aprisa va.
               Furioso tigre será.



Vuelven a salir




               Un rayo del viento es.
MARQUÉS:          Válgame la inmunidad          
               de tu presencia sagrada.
REY:           Sobrino, ¿qué es esto?
PRÍNCIPE:                              Nada.
               Perdone tu majestad.
                  Sombra del rey mi señor,
               y aun su retrato, bastara     
               para quien de ti se ampara;
               ¡pero no, siendo traidor!
                  Justamente le permito
               este privilegio y ley;
               que aunque es sagrado el rey, 
               has cometido el delito
                  en ese mismo sagrado.
REY:           Lo que dices no he entendido.
PRÍNCIPE:      Nada, gran señor, ha sido;
               y a mí sólo me ha pasado. 
                  Sólo te suplico yo
               que le prendas al instante.
               No tope su semejante.
               [.......................-ó].



Sale ISABELA




ISABELA:          Señor, con gran regocijo 
               Albano a hablarte llegó.
REY:           Señas de Carlos halló.
               Ven, Marqués.  Quédate, hijo...
                  digo, sobrino....[..-ombre  
               .........................-ezco] 



Vanse.  Sale el INFANTE




INFANTE:       Dudas y engaños padezco.
               ¿Qué es esto?  El marqués, ¿no es hombre
                  que está en desgracia del rey?
               ¿Cómo agora van hablando?
               Mas, ¿para qué estoy dudando?    
               Mentir es humana ley.



Sale MARGARITA




MARGARITA:        Escuchad, primos, un gusto
               que hoy es para mí fatiga.
               Escuchad un caso alegre
               que hoy es para mí desdicha.     
               Ya sabéis, sí, ya sabéis
               como soy de Carlos hija,
               rey de ese imperio del mar
               y monarca de las islas
               de ese granero del mundo      
               de quien parecen hormigas
               todas las otras naciones
               de esa abundante Sicilia,
               de esas montañas que siempre     
               fuego exhalan, luz vomitan,   
               donde también Aretusa       
               lágrimas da cristalinas.
               Pasó mi hermano Edüardo
               a la célebre conquista
               de Jerusalén sagrada,       
               feliz murió en Palestina.   
               Con esto, y siendo heredera
               de esa tierra que fue pira
               de los bárbaros gigantes
               que a Júpiter se atrevían,     
               muchos príncipes y reyes         
               mi voluntad solicitan.
               Con gran afecto la claman,
               con veneración la miran.
               Entre éstos fue don Enrique 
               el infante de Castilla,       
               joven gallardo y brïoso.
               Basta que español le diga.
               El rey, mi señor y tío,
               de cuya tutela fían              
               mis cuidados sus aciertos
               tuvo gusto a que le elija.
               Capitulóse la entrega
               y estuvo así algunos días
               oculta; mas ya llegó        
               el término a mi partida.         
               Ya vienen por ese mar,
               abismo de espumas rizas,
               navegando selvas secas
               y ciudades fugitivas.         
               Bajeles vienen de España
               que por serlo merecían,
               como hicieron los de Eneas,
               volverse en hermosas ninfas
               en llegando a esta riberas.   
               Ya es fuerza que me despida
               de esta ciudad tan hermosa
               como noble y como antigua.
               Ya, primos, estoy casada.
INFANTE:       Pues, señora, no prosigas   
               hasta escucharme.  Mi bien
               ni lo niegues ni resistas,
               pues te prevengo temiendo
               que Federico la pida,
               dame a Porcia antes que a España 
               te partas.  Atiende, prima,
               a que mucho amor me debes.
MARGARITA:     Como no la quiero, y sirva,
               Federico, será suya.
PRÍNCIPE:      No ha nacido, prima mía,         
               mujer humana si tú
               has coronado de dichas
               a España.  Sola la muerte
               y la soledad son vida
               de mis altos pensamientos.    
               Prosigue o ya no prosigas.
MARGARITA:     Tuya es Porcia.
INFANTE:                      Pues, prosigue.
MARGARITA:     (¡Ah, villano!)                      Aparte
                               Al fin el día
               de mi partida llegaba
               y en las naves peregrinas     
               que del poniente al levante
               el mar terreno corrían
               esperaba yo embarcarme
               cuando los hados, de envidia
               de mi gusto, y de la fama     
               que mi español merecía,
               como siempre mezclar suelen
               entre las rosas espinas,
               en las aromas veneno,
               turbación en la alegría,       
               cortaron el dulce cuello,
               cortaron la dulce vida   
               de mi dulce esposo, y llegó nueva
               de su muerte y mi desdicha.
               Viuda he quedado, parientes.  
PRÍNCIPE:      Alma, ¿cómo no respiras?
INFANTE:       ¡Qué no esperara hasta el fin!
               ¡Necia cólera es la mía!
MARGARITA:     Esos leños coronados
               de flámulas amarillas       
               y encarnadas volverán
               sin dos dueños que tenían.
               ¡Si dirán que no se siente
               la gloria no conocida!
               Yo no conocí a mi esposo         
               y su muerte me lastima.
               Volverán túmulos negros
               esas selvas que floridas
               para tálamo vinieron.
               Y ya cuando esta fatiga       
               se pudiera consolar
               con ser reina, con ser rica,
               con ser buscada de muchos,
               de penas más exquisitas
               me hallé cercada.  Mi hermano,   
               cuya muerte fue mentira,
               ya por el mar del oriente
               de aquella tierra en que pisan,
               con recatos, serafines
               nuevo fénix resucita,       
               águila nueva en las alas
               de un leño armenio se empina,
               sobre los moriscos trinacrios
               que abortan humo y ceniza.
               En Sicilia está Edüardo.         
               Sin Enrique y sin Sicilia
               agora, primos, veamos.
INFANTE:       (No fue imprudencia la mía.          Aparte
               Si no es reina, a Porcia quiero).
PRÍNCIPE:      Oye, espera, no prosigas.     
               De esa que desdicha llamas,
               mi esperanza se acredita,
               cuando eras reina no osaba
               mi lealtad, señora mía,
               decirte cómo te adoro.      
               Ya quiere amor que lo diga.
               Prosigue, prosigue pues.
MARGARITA:     Al fin está Margarita
               ya con su hermano en su reino.
               Sola no es mucha que gima;    
               pobre no es mucho que llore.
               Ya aquel reino que solía
               dar leyes a cuanto nada
               en las ondas cristalinas
               por su dueño me ha negado.  
               Ya ha profanado la envidia
               cuantos amantes deseos
               hasta aquí me solicitan.
               Ya retirada a un convento
               pasaré los breves días         
               que constituyen y forman
               el número de mi vida.
               En ésta estaba temblando
               una vez y otra.  Porfía
               mi triste imaginación,      
               ya dudosa y ya afligida;
               cuando desperté del sueño
               y hallé que todo es mentira;
               que ni yo de Enrique he sido
               ni Edüardo está en Sicilia. 
               Como ayer estaba, estoy,
               siendo dueño de mí misma
               y de ese reino heredado
               sin que nadie me lo impida.
               Pero fue el susto del sueño 
               tan mortal que no se alivia
               si no es agora que el alma
               desengañada respira.
INFANTE:       ¿Luego, sueño ha sido todo?
MARGARITA:     Sí, que cosas hay fingidas, 
               unas de los sueños y otras
               del engaño y la malicia.
INFANTE:       ¡Mal haya el hombre imprudente
               que se arroja y precipita
               a declarar sus designios!     
PRÍNCIPE:      Pluguiera a los cielos, prima,
               que los sueños de Edüardo
               fueran verdades divinas.
               Pluguiera a Dios que, sin reino,
               con humildad fueras hija      
               de un caballero mediano,
               señor de alguna alquería.
               Quizá, quizá de esta suerte
               mereciera verte mía,
               pero así mis esperanzas          
               se desvanecen y eclipsan.
MARGARITA:     Por esos buenos deseos,
               Federico, esta amatista
               te ha de decir lo que quiero.
PRÍNCIPE:      Tus bellos labios lo digan.   
MARGARITA:     De esa piedra la mitad
               todo lo que quiero explica;
               porque he aprendido de Carlos
               a hacer que las florecillas
               canten el nombre de Porcia    
               que es la dama peregrina.
PRÍNCIPE:      (La amatista dice que ama.           Aparte
               Amor es mi esencia misma.
               Amatista que ame manda;
               que ame dice mi amor viva).   
INFANTE:       Más vale fingir que amar
               si quien finge no se olvida.
PRÍNCIPE:      Más vale amar que fingir
               si quien ama tiene dicha.



Salen el REY y todos




REY:              Dame albricias, Margarita. 
MARGARITA;     ¿De qué, señor?
REY:                         De que hallé
               prenda que mi sangre fue.
               Ya en el alma solicita
                  la salida el regocijo.
               Ciertos mis discursos fueron. 
               Ya las señas aparecieron;
               ya he conocido a mi hijo.
PRÍNCIPE:         Señor, decidme quién es
               para que bese su mano
               y por dueño soberano        
               le reconozca a sus pies.
REY:              ¿Qué?  ¿No echáis de ver los dos
               en mi amor y en mis enojos
               cuál es la luz de mis ojos?
PRÍNCIPE:      No, señor.
REY:                       Pues, lo sois vos.     
                  Venid a mis brazos.
PRÍNCIPE:                             Quiero,
               --¡oh príncipe soberano!--
               darte mi vida.
REY:                           Y la mano
               a Margarita, primero.
                  [...................-ezco]
               ...........................   
               ...........................]
INFANTE:       ¿Y yo, señor, no merezco
                  a Porcia?
REY:                        ¿Queréis reinar?
INFANTE:       (En envidia cruel me abraso.         Aparte
               Van a descubrirle el caso).   
               Todo fue disimular.
REY:              Yo os perdono.
INFANTE:                         Eres deidad;
               eres mi rey soberano.
REY:           Duque serás de Casano
               y con Porcia os consolad.     
INFANTE:          (Tan dulce fin no tenía           Aparte
               pero obediente he de ser.
               Yo le supiera querer,
               pero no fue dicha mía).
DOMINGO:          ¿Y mis cien bueyes?
PRÍNCIPE:                              Es ley.    
               Ya una vez los prometí.
DOMINGO:       Dámelos y acabe aquí
               examinarse de rey.



FIN DE LA COMEDIA