Enrique
Iáñez Pareja
¿ES
POSIBLE UNA BIOTECNOLOGIA AGRÍCOLA
AL
SERVICIO DEL TERCER MUNDO?
[ 28-nov-01] - Según
expertos, muchos países del Tercer Mundo no
necesitan tanto las
biotecnologías de última generación basadas en el
ADN recombinante, cuanto
apoyo a técnicas intermedias, como la
clonación y
micropropagación a partir de cultivos de tejidos, fusión de
protoplastos,
fermentación, etc., que pueden acomodarse más
fácilmente a su capacidad de I+D e integrarse en programas
tradicionales de mejora
vegetal y elaboración de alimentos.
Como dijimos, una de las
biotécnicas más accesibles para el Tercer
Mundo, y que ya está
teniendo un efecto positivo, es la de cultivo de
tejidos y
micropropagación clonal, que está introduciendo variedades de
elite de alto valor
añadido y libres de patógenos en muchos mercados
de Asia, Latinoamérica e incluso de África.
Uno de los factores que
más inciden de modo negativo sobre la
productividad en los
países pobres, especialmente en el África
subsahariana, es la
pérdida de cosechas por plantas parásitas muy
invasoras. Algunos han
propuesto que este problema se podría paliar
notablemente mediante dos
tipos de medidas: introducción de genes de
resistencia a herbicidas en las variedades locales de plantas de
cultivo
(de modo que permitiría
sustituir la eliminación manual de malas
hierbas) junto con una
política de precios más altos para favorecer el
empleo de técnicas "occidentales" que
mejoren los rendimientos. La
medida tecnológica tiene
dos inconvenientes de partida: las grandes
multinacionales
agroquímicas no parecen estar muy interesadas en
estos mercados tan
pobres, y por otro lado haría que estos países
tuvieran que invertir en
técnicas de rociado de las plantas con
herbicidas, algo que no suele
estar a su alcance. Sin embargo, se está
investigando un enfoque
más sencillo y barato, consistente en repartir a
los agricultores semillas
previamente impregnadas en el herbicida;
cuando las semillas
germinan se aplica una sola dosis de dicho
herbicida, que elimina a
las plantas parásitas.
Este tipo de estrategia
se encuentra, sin embargo con una serie de
paradojas: la gran industria
occidental no vería con buenos ojos una
técnica que permite
disminuir la aplicación de sustancias químicas a
niveles 20 veces
inferiores a los de la técnica del rociado repetido, pero
no hay que olvidar que
aun ganando menos porcentajes que en los
países ricos, esto les
podría abrir nuevos mercados (y además, sería el
primer paso para que los
campesinos de los países pobres pudieran ir
desplazándose hacia el uso semillas híbridas y de
fertilizantes). En el
otro frente estarían los
"verdes extremistas", que han llegado a pedir la
prohibición de
suministrar estas nuevas biotecnologías al mundo en
desarrollo porque para
ellos la Ingeniería Genética aliada con la
aplicación de herbicidas
es sinónimo del mal absoluto, pasando por alto
que se podrían aliviar
graves problemas de hambre, al menos durante
una fase transitoria que
permitiera el "despegue" hacia otras estrategias.
La verdad es que en
muchas áreas la única alternativa es dejar las
cosas como están, es
decir, que las mujeres realicen la ímproba e
ineficaz tarea de
eliminar manualmente las malas hierbas, para
comprobar que en la
siguiente estación de cosecha el problema sigue
intacto. Las secuelas están
a la vista: se abandona el campo invadido
por malas hierbas y se
roturan territorios vírgenes (a menudo en valiosos
Parques Nacionales), las
mujeres siguen sin salir de su deplorable
situación, y muchos
hombres emigran a las ciudades, con todo lo que
conlleva de problemas
familiares, sociales y sanitarios.
La Red Africana de
Biociencias, reunida en Costa de Marfil en 1992
examinó el papel de la
biotecnología en la resolución de la crisis
alimentaria africana. He
aquí algunas de sus conclusiones:
- Una de las prioridades
es la de obtener variedades de maíz aptas para
las necesidades y habilidades de los campesinos pobres.
- Igualmente es deseable
la obtención de cowpea que crezca erecto,
que evitaría la
contaminación por patógenos del suelo.
- Apoyo a los intentos
del IITA (Instituto Internacional de Agricultura
Tropical) y de
investigadores de Nigeria de desarrollar variedades de
arroz tolerantes a la
salinidad.
- Encarar el problema de
las pérdidas posteriores a la recolección, que
suponen un 40%. Habría
que crear líneas de cultivos capaces de
soportar la gran humedad
y elevada temperatura del trópico.
Ejemplos recientes de
proyectos biotecnológicos avanzados
relacionados con el
Tercer Mundo:
- Arroces transgénicos
resistentes al virus del moteado amarillo
(RYMV). Este virus,
endémico de África, provoca grandes pérdidas de
hasta casi el 100% en los
arrozales sometidos a irrigación. La mejora
tradicional por
hibridación fue incapaz de generar líneas resistentes,
pero recientemente, por
ingeniería genética se han logrado variedades
(de distintas
procedencias geográficas) resistentes a este patógeno.
- Maíces resistentes al
virus del estriado (MSV): en este proyecto actúa
como intermediario el
Servicio Internacional para la Adquisición de
Aplicaciones
Agro-biotecnológicas (ISAAA), e implica la colaboración
entre varios equipos
africanos (de Kenia y Sudáfrica) y el Centro John
Innes (Reino Unido), con financiación de la
Fundación Rockefeller, y
transferencia de
tecnología por parte de la multinacional Novartis.
- Se está intentando
crear variedades de plantas resistentes a sequía,
para impulsar la
productividad de las amplias zonas semiáridas del
continente.
- Otro ejemplo de
colaboración es el desarrollo de patatas dulces
resistentes a cierto
virus, proyecto en el que participa el Instituto de
Investigación Agrícola de
Kenia (KARI), con financiación de la Agencia
Estadounidense para el
Desarrollo Internacional (USAID) y la empresa
Monsanto. Proyectos semejantes, siempre con variedades locales,
se
están poniendo en marcha
con bananas, caña de azúcar y frutos
tropicales.
- Variedades de maíz y
trigo resistentes al aluminio, aptas para crecer
en suelos tropicales con
altos contenidos de este metal.
- Variedades de mandioca
(género Manihot) con bajo contenido en
cianuro. La mandioca de
la que se deriva la tapioca, es el alimento
básico de cientos de
millones de africanos, consumiéndose sus hojas y
raíces. El procesamiento
de la mandioca (frita, hervida, en polvo o
fermentada) lo realizan
mayoritariamente las mujeres, y tradicionalmente
comenzaba con la
maceración en agua del tubérculo pelado o
machacado, durante 6 o 7
días, con lo que se diluye el cianuro que
contiene de forma natural.
Recientes prácticas de acortar ese período
han conducido a numerosos
casos de intoxicación, de ahí el interés de
las cepas bajas en
cianuro.
- En breve puede que se
comercialice una variedad de batata (patata
dulce) diseñada por
ingeniería genética para mejorar su calidad proteica.
Según Wambugu, el gran
potencial de la Biotecnología para incrementar
la productividad en África
estriba en su "tecnología empaquetada en la
semilla", porque
asegura beneficios sin que se tengan que cambiar las
prácticas locales de
cultivo. Sin embargo, ello no se logrará mientras no
haya más implicación
nacional e internacional en mejorar plantas que a
menudo no interesan a las
empresas del primer mundo, mientras no se
aclaren los derechos de
patentes y se evite la competencia desleal y la
explotación de los consumidores locales por las
multinacionales. Si
queremos que la
biotecnología tenga futuro en las zonas más pobres,
habrá que tener mucho
cuidado con los equilibrios entre las tendencias
proteccionistas,
necesarias para cierta fase de despegue, y las
liberalizadoras que
permitan la plena entrada en los mercados
mundiales. La
biotecnología en el Tercer Mundo no tendrá ninguna
repercusión positiva sin
la puesta en marcha de políticas adecuadas, sin
el fortalecimiento de la
educación y las infraestructuras, sin el apoyo a
las comunidades locales,
y sin la adecuada y decidida colaboración
entre entidades públicas
y privadas del mundo desarrollado y en vías de
desarrollo.
Un ejemplo de las
posibilidades de la biotecnología en el Tercer Mundo,
y simultáneamente, de la necesidad de más
colaboración con los
países desarrollados, lo
tenemos en la mandioca. A pesar de la
importancia como alimento
básico para tantos millones de personas, no
hay más de 50 científicos en todo el mundo
involucrados en su
investigación. Pero se
pueden entrever algunas promesas con una
iniciativa reciente: Hace
10 años se aliaron el norteamericano ILTAB
(Laboratorio Internacional para la Agricultura
y Biotecnología Tropical), el
colombiano CIAT (Centro
Internacional para la Agricultura Tropical) y la
Red de Biotecnología de
la Mandioca (una federación de científicos,
pequeñas empresas y
criadores) para emprender la cartografía de esta
planta (ya se cuenta con
300 marcadores moleculares). Se desarrollaron
sistemas de
transformación genética, y como primer fruto (aunque aún
en fase de pruebas) se
lograron líneas resistentes al virus del mosaico
de la mandioca. Si todo
va bien, se esperan incrementos de 10 veces en
la productividad.
No se puede descuidar en
ningún momento el mantenimiento de la
biodiversidad cultivada
de los países en desarrollo, para lo que es
preciso en primer lugar
comprender las razones históricas, culturales y
económicas que han
permitido las extraordinarias mezclas de
variedades. Y en todo
caso, habrá que contar con las comunidades
locales e indígenas para
la adopción de nuevas variedades que no
pongan en peligro estilos
de vida valorados por ellos. Iniciativas como
redes informales de
intercambio de semillas, ferias agrarias, proyectos
de demostración,
etc.
Otro enfoque complementario es incentivar la
dedicación de los
mejoradores tradicionales
a las necesidades locales, mediante métodos
participativos en los que
los técnicos atiendan a los objetivos de las
propias comunidades, en
estrecho contacto con ellas durante el
desarrollo del proyecto
(Tuxill, 1999). Por ejemplo, los técnicos
seleccionaban nuevas variedades
a partir de razas locales, con los
rasgos deseados por los
campesinos; los agricultores visitaban la
estación agronómica para
seleccionar material de los ensayos, y ellos
mismos realizaban los
experimentos duplicados de rendimientos con
sus propios métodos.
Incluso los métodos de evaluación son
participativos, dejando
que sean los agricultores los que determinen las
variedades que finalmente
mejor cumplían sus intereses. Es interesante
repasar algunas de las
conclusiones de estas experiencias (Sasson
1998, p. 304-308):
- Los campesinos atendían
sobre todo a múltiples rasgos, y no
concedían una importancia
excesiva al rendimiento en grano.
- Los campesinos,
especialmente las mujeres, podían dar información
detallada de rasgos
post-cosecha, tales como capacidad de molturación
del grano, gusto,
capacidad de evitar la sensación de hambre del grano
cocido tras ser ingerido,
etc. Está muy claro que los agricultores hacían
evaluaciones muy precisas
de lo que apreciaban en las variedades, de
un modo que sería difícil
de hacer en un programa tradicional.
- Se podía promover la
difusión de nuevas variedades por los métodos
que tradicionalmente han
asegurado la dispersión de diversidad genética
cultivada, si bien hay
que completarla con métodos comerciales más
formales.
Los métodos
participativos que parecen funcionar bien en áreas rurales
marginales pueden
igualmente adaptarse al contexto socioeconómico
de sistemas de producción
más favorables de los países en desarrollo,
acelerando igualmente la diseminación
y sustitución de variedades. Ello
se puede lograr adaptando
los sistemas de extensión agraria ya
disponibles.
Desgraciadamente, no se está sacando partido de este
enfoque tan prometedor,
en parte por la poca ayuda institucional, que
sigue yendo a parar a los
programas clásicos, si bien algunos centros
del sistema CGIAR están
emprendiendo formas de mejora participativa.
Extraído del trabajo
"Biotecnología agrícola y Tercer Mundo"
Autor
Enrique Iáñez Pareja
Universidad de Granada
- Facultad de Ciencias - Departamento de
Microbiología.
Instituto de
Biotecnología, Universidad de Granada, España
EL PRESENTE ARTICULO HA SIDO FACILITADO POR: E-CAMPO.COM