Agrónomo Oscar Guillermo Nava

 

 

 

 

LA CADENA VICIOSA DEL RIESGO

 

 

 

 

                     [ 13-dic-01] - Es generalizada la idea de que la actividad agropecuaria es

                     de alto riesgo, y ésta no es una percepción subjetiva.

                     A diferencia de otras actividades, en el agro hay cuatro componentes del

                     riesgo en vez de dos. Al riesgo financiero y al comercial, que también

                     poseen la industria y los servicios, deben agregarse el climático y el

                     biológico que son inherentes al sector agropecuario y frecuentemente de

                     naturaleza menos controlable. Esto genera precauciones, a veces

                     excesivas y otras justificadas, por parte de empresas y bancos

                     proveedores de insumos físicos y financieros que atienden al sector, y

                     tiene una consecuencia última muy clara: la restricción al desarrollo

                     productivo.

                     Por su parte, la banca comercial exige mayores requisitos de

                     rentabilidad y garantías para disminuir la incertidumbre en el recupero de

                     los créditos que otorga y se ha vuelto muy cautelosa ante las

                     refinanciaciones que solicitan los clientes morosos. Otro tanto ocurre

                     con los proveedores de insumos que operan con su cartera de clientes

                     de acuerdo a los antecedentes de los mismos referidos al cumplimiento

                     de los compromisos de pagos.

 

                     En este sentido, esos proveedores administran sus riesgos

                     seleccionando a los productores que por su tamaño, productividad y

                     tecnología tienen producción y costos acordes con un perfil menos

                     incierto de los ingresos que obtienen. Por lo tanto hay un buen número

                     de productores que no ingresan en el circuito financiero y comercial o

                     que lo hacen en condiciones inadecuadas. Todo estaría indicando que

                     los productores argentinos que tienen niveles de eficiencia productiva

                     muy competitivos diluyen parte de esta competitividad en levantar las

                     restricciones mencionadas y esto no es otra cosa más que asumir

                     mayores costos.

 

                     Esta secuencia en cascada que genera el riesgo climático y biológico

                     es la que justifica la gran preocupación de los gobiernos de todo el

                     mundo por buscar mecanismos para que los productores compartan sus

                     riesgos con terceros. Aquí es donde entran a jugar las leyes de

                     emergencia, las empresas de seguros y los reaseguros.

 

                     En este camino, uno de los emprendimientos más importantes es tener

                     una correcta valorización del riesgo. Sólo con esta información cada

                     actor puede definir cómo y en cuánto quiere participar. Cuando esta

                     información falta o es deficitaria, además de una tendencia natural a

                     sobredimensionar el riesgo, no quedan claros los roles, las funciones y

                     las responsabilidades de cada interesado. Esto es: de qué se debe

                     hacer cargo el productor, de qué el asegurador y qué porción le compete

                     a los gobiernos provinciales y al gobierno nacional. Así que el primer

                     desafío importante en el caso de la Argentina es valorizar el riesgo,

                     dimensionarlo para cada cultivo, para cada región y para cada fenómeno

                     climático.

 

                     El segundo paso es definir quién compra cada porción de ese riesgo y a

                     qué costo. El tercer paso consiste en establecer reglas claras para

                     compartir el riesgo, que deben ser elaboradas con la responsabilidad de

                     generar alternativas viables que no quiebren el delicado equilibrio de la

                     responsabilidad privada y pública. Actualmente está vigente la Ley

                     22.913 de Emergencia Agropecuaria sancionada en septiembre de 1983,

                     que reconoce en emergencia al productor cuando su producción o

                     capacidad productiva está afectada en un 50% y en desastre cuando el

                     grado de afectación es del 80%. El objetivo de esta ley es concurrir a la

                     ayuda de los productores afectados por contingencias naturales para

                     normalizar la producción y posibilitar la recuperación económica de las

                     explotaciones. Con este fin contempla la adopción de una serie de

                     medidas que, sintéticamente expuestas, son las siguientes:

 

                     - área crediticia: refinanciación de las obligaciones pendientes,

                     otorgamiento de créditos a tasa de interés bonificadas al 25% para

                     emergencia y 50% para desastre a través de bancos oficiales y

                     suspensión de juicios. La Ley aclara que esas líneas se implementan a

                     través de redescuentos especiales del Banco Central;

 

                     - área impositiva: faculta al Poder Ejecutivo Nacional a eximir de

                     impuesto a las ganancias y a los activos, y a prorrogar impuestos

                     nacionales;

 

                     - área transporte: establece un descuento de un 25% en los fletes que

                     se realizan en transportes de empresas estatales.

 

                     También prevé la asistencia para reparación y construcción de obras

                     públicas afectadas por fenómenos naturales. Obviamente en los

                     aspectos reglamentarios, a todas luces la letra quedó desactualizada: el

                     Banco Central ya no tiene la facultad de habilitar líneas de redescuento

                     y la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación asume

                     con su presupuesto el costo de la bonificación de las tasas tanto de la

                     refinanciación como de préstamos frescos. Este aspecto por sí solo

                     amerita una modificación de la reglamentación.

 

                     Pero lo más importante es que también quedó desactualizada la filosofía

                     que anima la ley de emergencia. Si bien el objetivo que se explicita es

                     lograr un productor recuperado después de una adversidad, el beneficio

                     que otorga la ley es meramente una postergación financiera con

                     disminución de costo, pero no resarce la pérdida. En este sentido, es

                     aconsejable contemplar las restricciones que tiene el presupuesto

                     nacional y los provinciales para sincerar qué se puede cubrir y cuál es la

                     mejor asignación para ello o por el contrario ajustar los objetivos para no

                     prometer lo imposible. Esta situación visualizada a nivel nacional

                     también se registra en algunas provincias como Buenos Aires y Santa Fe.

 

                     En la mayoría de los países que tienen un sector agropecuario relevante,

                     las emergencias ocasionadas por fenómenos impredecibles y

                     sistémicos tienen respuestas por parte de los gobiernos que garantizan

                     en principio una indemnización básica en función de las pérdidas reales,

                     y como complemento prevén otros beneficios que pueden ser

                     refinanciaciones, subsidio de tasas de créditos, o prórrogas de

                     impuestos, pero sólo como complemento.

 

                     La Organización Mundial del Comercio admite una protección a las

                     rentas de los productores en emergencia; el Acuerdo de la Ronda

                     Uruguay pone especial énfasis en garantizarla y se inclina en que debe

                     existir una asistencia en el caso de catástrofes. A tono con este

                     pronunciamiento la Unión Europea actúa en ese sentido a través de

                     diferentes mecanismos de seguros de catástrofes. Lo mismo hacen

                     EE.UU., Canadá y algunos países latinoamericanos.

 

                     En la Argentina la recaudación de primas agropecuarias es del orden de

                     $ 54 millones, correspondientes a aproximadamente 675 millones de

                     pesos de monto asegurado, el cual no llega a alcanzar el 6% del valor

                     de producción agrícola y representa cerca del 3% del valor de

                     producción agropecuario total.

 

                     En cambio, en EE.UU. la suma asegurada representa el 19% del

                     producto bruto agropecuario, en Canadá el 21% y en España el 27%,

                     cubriendo riesgos y montos más amplios que los seguros en la

                     Argentina. Los países desarrollados con una agricultura importante

                     utilizan mecanismos estabilizadores que conllevan una elevada

                     intervención de los gobiernos, los que actúan estrechamente

                     relacionados con el sector asegurador privado, subsidiando fuertemente

                     el sistema. El espectro de cobertura es amplio, apuntando a los

                     ingresos afectados por variaciones de precios de los productos, al

                     recupero de las pérdidas de producción ocasionadas por fenómenos

                     naturales y a la reconstitución de la capacidad productiva. En síntesis,

                     estos países llevan adelante políticas para cubrir márgenes brutos o

                     costos de inversión y garantizar el recupero de los préstamos al sector.

 

                     En cambio en la Argentina el sistema de emergencia agropecuaria y los

                     seguros privados no forman parte de un sistema integrado. Los seguros

                     privados agropecuarios garantizan al productor, en general, los costos

                     de inversión. En tanto la Ley de emergencia no está garantizando ni

                     márgenes brutos, ni costos de inversión, ni es garantía de préstamos,

                     entraría en el rango de aquellas leyes cuyos beneficios no son

                     indemnizatorios. Esto constituye una de las principales diferencias con

                     los países que tienen una producción agropecuaria tan desarrollada

                     como la nuestra. Obviamente existen explicaciones para el bajo nivel de

                     coberturas verificado en la Argentina:

 

                     - la larga historia de inestabilidad económica donde los efectos de los

                     seguros -que básicamente son una herramienta financiera- se anulan

                     ante desmesuradas fluctuaciones de las variables monetarias;

                     - el fluctuante peso de los costos de los seguros y su impacto en los

                     resultados ante las fuertes variaciones de los precios agropecuarios;

                     - el autoaseguramiento del productor a través de la diversificación de su

                     producción o de aplicación de diferentes tecnologías;

                     - la evaluación subjetiva del propio riesgo que realiza intuitivamente el

                     productor y cómo evalúa, en términos de beneficios, las coberturas que

                     le ofrecen.

 

                     Los sistemas integrales en distintos países nacieron, en algunos casos,

                     basados en registros confiables y, en otros, en base a simulaciones que

                     cubrían baches de información. En todos los casos transitaron y

                     transitan caminos de prueba y error, por lo tanto ninguno ha eludido los

                     ajustes que significan cambios de leyes. Pero el rasgo común es que

                     para promoverlos se necesita una buena cuota de seriedad, audacia y

                     mucho trabajo y consenso.

 

                     Autor

                     Ing. Agrónomo Oscar Guillermo Nava

                     IICA (instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura)

 

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