LA ARQUITECTURA ANTE LA CONSERVACIÓN DEL ESPACIO NATURAL

ESCAR HERNANDEZ


1. Introducción

 

Cuando se habla de medio ambiente estamos hablando del hábitat de una especie muy concreta, la del hombre. El medio ambiente viene pues definido en función de las características y requerimientos de la especie humana, la cual tiene ciertas peculiaridades añadidas en relación a las demás especies animales o vegetales que pueblan la Tierra. El hombre es una especie cultural y tecnológica: adapta su propio hábitat y emplea para ello elementos que él mismo genera. Por ello, el medio ambiente como concepto autoecológico (antropocéntrico) va a incluir tanto el hábitat natural, el seminatural y el rural como el urbano: todo el hábitat del hombre.

 

El paisaje es la forma más directa en que el hombre percibe la naturaleza o lo que ha resultado de ella tras su asentamiento. La demanda social por paisajes naturales es creciente y casi angustiosa cuanto más desarrollado está un país. De ahí que la protección de paisajes naturales o rurales armoniosos se haya convertido en una justificación ambiental para la protección de amplias áreas en las que participan no sólo los valores naturalísticos, sino también los culturales (usos y arquitecturas tradicionales, etc.).

 

Se está dando en los últimos años en Europa una convergencia progresiva de las políticas de Medio Ambiente y Patrimonio Cultural, que se proyecta de manera especial en la evolución experimentada por el concepto mismo de paisaje. Lo que eran políticas de gestión y de salvaguarda de la Naturaleza y del Medio Ambiente se inscriben ahora en la misma dinámica que las políticas de salvaguarda de los valores culturales, históricos y arquitectónicos, especialmente visibles -pero no de manera exclusiva- en los sitios, en los conjuntos y en las ciudades históricas. Ello comporta una visión integrada del Medio Ambiente natural y construído; exige una toma de conciencia por parte de la sociedad sobre la trascendencia cultural de esos valores, sobre su proyección económica y social, sobre su significado testimonial y su valor de referencia colectiva. Sobre la necesidad de protegerlo y de utilizarlo a través de una gestión también integrada. Lo cual, en las prácticas europeas actuales, significa estrategias globales, aproximación multidisciplinar, instrumentos adecuados de planificación urbana y de ordenación del territorio. Organización del espacio, en definitiva: disciplina de la que todavía se habla mucho y se practica poco en los países del área mediterránea.

 

Es un planteamiento que se inspira en una cultura cada vez más extendida del Medio Ambiente, natural o construido por el hombre, que sintoniza de manera particular con la sensibilidad de la sociedad actual y, en especial, de las nuevas generaciones. Una cultura que insiste de manera particular en la trascendencia de los valores paisajísticos, hasta ahora postergados -cuando no ignorados- en las políticas y en las prácticas citadas. El interés y la preocupación por el paisaje no son privativos de nuestra época, sino que se inscriben en la mejor tradición de la cultura europea. Baste recordar, por ejemplo, la valoración que del paisaje se realizó en momentos tan decisivos para nuestra civilización como el Renacimiento o la Ilustración. Los ilustrados consideraban el paisaje "como un proyecto espacial y cultural, que se inspira tanto en una nueva concepción de la Naturalez como en el anhelo de un equilibrio social más justo".

 

La consideración de espacio natural, de paisaje, no puede limitarse a su mera condición física, sino que es necesario tener en cuenta sus connotaciones culturales y artísticas. Se trata de reivindicar la dimensión cultural del paisaje, su integración en las políticas de medio ambiente, de planificación urbana y de ordenación del territorio.

 

Podemos distinguir dos grandes tipos de áreas protegidas: aquellas donde la protección se consigue básicamente a través de normas (urbanísticas, forestales, etc.) y cierta vigilancia (protección "pasiva") y aquellas otras donde se aplican medidas directas de conservación (rehabilitación) y se habla de protección "activa".

 

Lo esencial al establecer un área protegida es que la finalidad prioritaria de dicha área sea la conservación de los valores que justificaron su protección. Esto no elude, por ejemplo, que otras actividades que resulten compatibles con la conservación, puedan seguir teniendo lugar en su recinto, pero que siempre serán secundarias y quedarán sometidas a los fines de conservación en caso de conflicto.

 

Vamos a tratar sobre paisajes rurales inscritos en espacios naturales, del paisaje urbano rural como medio ambiente construido por el hombre, como conjunto urbano constituido por la suma de edificios arquitectónicos de muy variada tipología, pero dotados de una unidad que confiere un perfil, una panorámica integrada en el espacio natural en el que se ubica.

 

Tendremos en cuenta por una parte la conservación y mantenimiento de los conjuntos urbanos rurales tradicionales y por otra, principalmente en las zonas afectadas por el turismo, las nuevas construcciones y su necesaria adaptación al medio (planeamiento urbano, ordenación del territorio, en suma). Dentro de los primeros, diferenciaremos los conjuntos urbanos con valor histórico-artístico, protegidos por la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. de la arquitectura doméstica de cierto valor histórico, la más deteriorada y amenazada. En cuanto a las nuevas construcciones, distinguir entre las que se realizan dentro de estos conjuntos urbanos de las afectadas por la legislación urbanística, el planeamiento urbano y la ordenación del territorio.

 

2. Patrimonio arquitéctonico rural

 

2.1. Estado de los estudios sobre arquitectura y urbanismo rural. La metodología de trabajo.

 

Cualquier actuación en materia de arquitectura y de urbanismo rural debería ir precedida de un conocimiento profundo del tema y este conocimiento sólo es posible desde la multidisciplinariedad. Aunque la cultura popular sigue estando marginada en los programas oficiales de nuestras Universidades, sí que abundan los estudios sobre arquitectura popular, especialmente sobre la vivienda, aunque prácticamente todos desde un punto de vista histórico-artístico.

 

Después de los trabajos con un planteamiento de tipo general, que abarca todo el país, han sido redactados otros más localizados en nacionalidades o regiones autónomas y éstos comienzan a estructurarse no sólo por grandes áreas geográficas naturales, sino también por comarcas del mismo género; asimismo se están realizando estudios específicamente comarcales e incluso monografías sobre localidades concretas. Los estudios existentes rara vez han traspasado el aspecto teórico, erudito, y no se ha valorado lo necesario por parte de las instancias políticas (sí en Francia, donde se ha editado un corpus arquitectónico, se aprecia e incluso existe una legislación que obliga a proteger el entorno y los caracteres peculiares de cada comarca, a la que deben adaptarse todas las construcciones).

 

La metodología a seguir en cualquier estudio sobre la arquitectura popular y el urbanismo rural habrá de partir del análisis directo de la realidad, del contacto con el medio rural y del recorrido del mismo, de modo que se puedan aprehender no sólo sus tipologías arquitectónicas sino los modos de vida que las han generado y sin cuya comprensión es imposible calibrar las primeras. El viaje se convierte en fórmula de conocimiento imprescindible, sin olvidar que también debe contarse con el apoyo de textos que aborden los distintos aspectos interdisciplinares que conforman la materia a estudiar (Geografía, Historia, Sociología, Historia Económica, Antropología, Etnología, Lingüística, Urbanística e Historia de la Arquitectura) de acuerdo con una metodología de carácter integral y una visión de la realidad que conforma el medio rural.

 

En general, tanto el arte de carácter popular como el culto, comprende áreas tan diversas que son difícilmente abarcables por un sólo estudioso, pero si se cuenta con un equipo interdisciplinar y con una sólida metodología y una buena coordinación, el resultado puede ser fructífero. Cuanto más amplios sean esto equipos interdisciplinares mayor profundidad y riqueza lograrán los trabajos.

 

La metodología a seguir comenzaría por abordar las diferentes áreas geográficas naturales, subdividiendo luego el trabajo por comarcas y subcomarcas o valles, y por último, trabajos más marcadamente monográficos por núcleos de población.

 

La idiosincrasia de estas áreas se refleja en sus tipología arquitectónicas, una vez recogidas éstas habrá que analizar los estilos arraigados, los aspectos constructivos (para lo que conviene consultar a albañiles ancianos) y, en cuanto a los materiales, convendrá inquirir sobre sus lugares de procedencia y averiguar cuándo se han producido cambios en los hábitos constructivos o en el utillaje empleado.

 

Tras observar las tipologías formales se analizarán los aspectos antropológicos y etnológicos, para lo que habrá que contactar con ancianos de la localidad con interés hacia sus propios hábitos culturales, de modo que puedan aportar detalles sobre las formas de utilización de las diferentes tipologías constructivas o sobre cuestiones que hayan incidido en sus aspectos estructurales, decorativos y ornamentales.

 

Para completar esta recogida de datos "in situ" y utilizando el viaje como fuente principal de trabajo, conviene consultar datos archivísticos que se conservan en casas particulares o en archivos de protocolos.

 

Estas mismas premisas se cumplen en todo lo referente al arte popular (salvo quizá el área de la cerámica) y, en general, en los estudios antropológicos y etnológicos; ambos han estado tradicionalmente marginados por la cultura oficial y sólo han resurgido en fechas recientes. Tanto es así que en España, por el momento, sólo se pueden cursar estudios de Antropología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona y en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Deusto.

 

La falta de especialistas ha generado que los estudios antropológicos se realicen desde otras áreas que utilizan métodos interidisciplinares, como la Arqueología y la Historia del Arte, pero al ser aquéllos considerados al margen del oficialismo, son pocos los que les prestan atención y los trabajos escasean, con lo que pervive el desconocimiento.

 

2.2. Arquitectura popular. Definición, características y tipología.

 

Cuando hablamos de arquitectura popular, arquitectura rural, arquitectura doméstica, nos estamos refiriendo a la arquitectura realizada en el medio rural de modo espontaneísta, sin contar con arquitectos y por procedimiento de autoconstrucción, adaptándose al medio climatologógico y paisajístico y utilizando materiales naturales extraídos del propio entorno; por eso suele contar con unas características comunes propias de la zona geográfica en la que se ubica, sin apenas variaciones pese al paso del tiempo porque en este tipo de arquitectura lo que más pesa son el uso y la costumbre, los modos de vida, así como las tradiciones locales y la acumulación de experiencia en materia de construcción.

 

Los rasgos que definen un conjunto urbano pueden codificarse en una serie de parámetros. En primer lugar, el de una escala única de aplicación a todo el conjunto. Esta escala tiene por módulo aquel que favorece la satisfacción de las necesidades del ser humano, su libertad de movimiento y que, en definitiva, le proporciona la sensación de dominio de su entorno y de subordinación de este medio ambiente construido. Esta escala en nuestros pueblos, en su mayor parte, está conseguida por una volumetría que, siendo aparentemente espontánea en sus dimensiones, disposición y relación mutua, queda conjuntada generalmente de forma armónica. Esta volumetría armónica y equilibrada de nuestros conjuntos urbanos no es más que la plasmación de esa experiencia secular de sus constructores, obtenida de la familiarización con los materiales y la respuesta a unas necesidades muy concretas.

 

El paisaje urbano rural no queda solamente conseguido con estos rasgos, pues de su apariencia forma parte la peculiar textura que produce la vinculación a un medio geográfico y la utilización de unos recursos materiales que, al extraerlos de este medio geográfico, mantienen su integración con él. La invasión de unas formas y costumbres, unas soluciones y exigencias propias de la cultura urbana, han modificado estas armonías y alterado estos ritmos vitales, emanadas de la compenetración con el medio ambiente natural.

 

La arquitectura popular se distingue de la culta por varias características que la definen y que son las siguientes:

 

enraizamiento en la tierra y en el pueblo

predominio del sentido utilitario

ligazón a la tradición de la zona

sentido comun

solidez constructiva

sencillez

empleo de materiales naturales

simplicidad de recursos constructivos y economía de medios

espontaneidad

intemporalidad

búsqueda de perennidad

importancia de las construcciones accesorias

vitalismo

carencia de intenciones especulativas

nula voluntad de representatividad y de monumentalidad

ausencia de confort (busca cubrir las necesidades básicas)

adaptación al medio

carácter rural

más interés volumétrico que espacial

 

Muy a menudo estas constantes han sido reivindicadas, sin embargo, por los arquitectos de las nuevas vanguardias contemporáneas para aplicarlas a su práctica arquitectónica y además muchos de éstos la han estudiado y divulgado a base de reivindicar el equilibrio forma-función y la racionalidad de las arquitecturas vernáculas.

 

Así pues, a la arquitectura popular, al urbanismo rural, hay que considerarlos fruto de las condiciones climatológicas, del entorno geográfico, del devenir histórico, así como de motivaciones económicas y sociales. Su ubicación depende de las necesidades puntuales de ordenación del territorio.

 

En España se observan varias áreas geográficas naturales que producen determinados prototipos arquitectónicos: así habría que distinguier el área de predominio del roble, que corresponde a todo el norte de la península, del área de encinares correspondiente al resto; áreas secas, como la mediterránea, con un predominio de sistemas de cubrición a base de aterrazamientos, y áreas húmedas, en las que predominan las cubiertas inclinadas a dos o más vertientes, como en el norte; áreas montañosas, áreas de somontano y las correspondientes a las depresiones de los ríos sin olvidar las áreas semidesérticas.

 

Rica es también la diversidad en cuanto a los materiales constructivos de la arquitectura popular, existiendo unos rasgos generales tipificadores a tener en cuenta: así, en el norte de España y en zonas montañosas o lluviosas se tiende a construir muros de piedra que resisten mejor la humedad y el frío, mientras que en el centro y sur, en zonas secas y en las depresiones de los ríos (donde abundan las tierras margosas) se utiliza el ladrillo, el adobe o el tapial y es frecuente el revoque de los muros y su posterior pintado a la cal. En relación a esas mismas condiciones climatológicas se observa similar diversidad en cuanto a las techumbres, abundando en el norte las cubiertas a dos o varias vertientes revestidas a base de losas de piedra o de laja de pizarra; a partir de los somontanos pirenaicos comienza a aparecer la teja árabe, originaria de ésta cultura.

 

Los vanos amplían o reducen sus dimensiones según la benignidad del clima. La abundancia de rejas de forja es frecuente en toda España como medida de seguridad, para hacer frente a los delitos de hurto, y son fruto cultural de épocas pretéritas. También las labores de carpintería son destacables en antepechos de balcones y galerías y en los aleros.

 

Un elemento arquitectónico de gran interés en el medio rural son las cocinas coronadas por grandes chimeneas de todo el norte de España (su antecendente hay que buscarlo en las chozas de los pastores). Destacan especialmente las chimeneas pirenaicas, aunque existen ejemplares similares hasta la Depresión del Ebro.

 

El clima, el entorno geográfico, la tradición, hacen de la arquitectura popular una arquitectura adaptada al medio y con una tipología constructiva muy característica, tanto estructuralmente como en cuanto a los materiales utilizados.

 

La casa, con sus estructuras auxiliares más inmediatas, es la protagonista induscutible de la arquitectura de nuestros pueblos. Pero llama poderosamente la atención la amplia gama de edificios rústicos que conforman los conjuntos urbanos rurales. Entre las diferentes tipologías arquitectónicas destaca numéricamente la vivienda, la casa de pueblo, la casa de campo o la vivienda temporal, o viviendas como cabañas, chozas o cuevas-habitación, pero existen también otras construcciones como albergues para ganado, refugios, casetas, corrales, parideras, graneros, cuadras, aventadores, presas para riegos, molinos de agua, pozos, o edificios utilizados por diferentes artesanos locales como carpinterías, molinos harineros o aceiteros, almazaras, bodegas, tejerías y alfarerías; por último, construcciones de tipo religioso, como ermitas, humilladeros, capillas, peirones y viacrucis.

 

La casa y sus anejos sigue siendo el patrimonio arquitectónico del medio rural más y mejor conservado aunque transformado por la necesaria adaptación a las necesidades actuales. Arquitectónicamente la casa suele estar compuesta, además de por la zona destinada a vivienda, por numerosas construcciones accesorias (hornos de pan, corrales, cuadras, graneros, bodegas, talleres, etc.) que generalmente se conservan mejor que la propia vivienda, ya que ésta se halla sometida a transformaciones en su adpatación a los camibos de la sociedad. En el Pirineo la borda de pastor con la adición de la chimenea, supone el prototipo menos evolucionado, aunque todavía existe (más meridionalmente la borda se identifica con edificios auxiliares de la trilla). La casa-bloque supondría una derivación de dicho prototipo. La llamada casa doblada, que existe también en la vertiente francesa del Pirineo, supone el añadido, en eje quebrado, de la cuadra a la casa más simple derivada de la borda. La casa-patio surgiría a su vez de la evolución de la villa de campo romana, con sus numerosos anejos. Casas-cueva existen todavía en uso en la ribera del Ebro y en algunos casos se utilizan como residencia temporal de vacaciones.

 

La pardina se encuentra aislada en el monte destinada esencialmente a la explotación forestal. La borda, pajar y cabaña de pastor al mismo tiempo suele hallarse en las afueras de las poblaciones, aunque puede haberlas con esta denominación dentro de los cascos: se suelen utilizar como residencia temporal en épocas de laboreo agrícola o pastoril y cuentan habitualmente con dos pisos, el superior destinado al almacenaje de paja.

 

En los somontanos pervive una tipología doméstica de volumetría cúbica, con escalera centralizada coronada por torre-palomar, que puede considerarse una derivación de los modelos palladianos que arraigan desde el siglo XVI. Tanto en los somontanos como en la ribera del Ebro pervive otro prototipo renacentista de origen italiano, el modelo de palacio florentino adaptado a las constantes locales aragonesas del uso del ladrillo: son edificios en forma de prisma rectangular coronados por galerías de arquillos, que perviven desde el siglo XVI al XVIII.

 

En el Somontano ibérico se da una tipología doméstica provista de un recinto destinado a corral que se sitúa ante la casa, tras un cercado protegido del exterior por un gran portalón de acceso cubierto con un tejadillo, el cual, por otra parte, recuerda el de las casas-patio del Pirineo.

 

El albergue del ganado en el campo suele realizarse todavía actualmente en las parideras. Con ligeras variantes según las comarcas, suelen poseer trazados de planta rectangular y cuentan con un recinto cerrado y cubierto, compartimentado especialmente por la mitad, y un patio descubierto cercado dispuesto ante el recinto y al que se accede a través de una puerta centrada en el muro largo del cercado.

 

También siguen manteniéndose en uso las casetas de campo, que en muchas ocasiones se han reconvertido en una modesta segunda residencia; en general se adaptan a los modos arquitectónicos locales, salvo en el Maestrazgo turolense donde son muy peculiares: una planta circular cubierta por falsa bóveda por aproximación de hiladas. Esta tipología recuerda por su volumetría exterior a las neveras de la comarca de Belchite, utilizadas para el almacenaje de hielo.

 

Abundantes en el Pirineo son los refugios de montaña con aspecto de borda. Ahora, con buen criterio, empiezan a reutilizarse para aprovechamiento turístico.

 

En algún caso en el Pirineo siguen en uso aventadores, construcciones orientadas en la dirección de los vientos dominantes que se emplean para separar el grano de la paja a base de orearlo al viento. Con cubierta a doble vertiente y semiabiertas al exterior mediante grandes arcos que dejan penetrar la corriente de aire. De las escasas conservadas la más espectacular es la de Abizanda.

 

 

Pozos sigue habiendo en todo Aragón y muy a menudo en uso. Adosados a las viviendas o aislados y en este caso de forma circular y cupulados o cubiertos por tejadillos, se adaptan a las constantes constructivas de cada comarca.

 

Los molinos, ya sean de agua, de viento, de sangre, traperos (batanes), harineros, aceiteros, de yeso, de papel, etc. . Para llevar agua a los molinos se construían azudes, término que se aplica a edificios o a presas.

 

 

Muros de delimitación y protección se construyen en todo Aragón, los más interesantes arquitectónicamente quizá sean los llamados "muros civiles" del Pirineo, de mampostería, coronados por piedras de sección triangular dispuestas en vértice hacia arriba.

 

En cuanto a la arquitectura religiosa, más estudiada, se observa algo que es constante en todo Aragón y es la reiteración de prototipos a lo largo de los siglos: las ermitas con arcos diafragma surgen en el siglo XIII y se siguen construyendo con el mismo procedimiento hasta el siglo XVIII, de una manera invariable que solo puede explicarse debido a las tradiciones oral y constructiva frecuentes en el medio rural.

 

 

Capillas, generalmente de planta cuadrada y con cubierta a cuatro vertientes, piramidal, abundan en la provincia de Teruel y en el Pirineo.

 

Los humilladeros, dispuestos en los cruces de los caminos, tenían la intencionalidad religiosa de humillar a los caminantes ante las imágenes sagradas, a menudo cuentan con un tejadillo soportado por pilares que protege la imagen: ésta queda elevada y rodeada por unas escalinatas.

 

Muy abundantes y en general bien conservados son los peirones, también dispuestos en los cruces de los caminos y en este caso muy próximos a los núcleos de población para indicar al caminante que va a adentrarse en éstos. Se dan en las provincias de Zaragoza y Teruel, en la primera con imágenes religiosas de carácter escultórico y en la última, predominantemente con labores de azulejería.

 

 

Fuentes y abrevaderos, separadamente o formando conjunto, hay en numerosos pueblos, pero con muy diversas peculiaridades.

 

 

Abejares pocos se conservan en uso. Suelen constar de un vallado y un edificio rectangular, con un muro horadado de huecos para las colmenas. Palomares hay en todo Aragón, muy frecuentemente bajo las cubiertas de las casas, en el piñón de cuyas cubiertas se disponen orificios para la entrada de las palomas. En Teruel abundan en forma de torres, de planta circular, situadas en las afueras de las poblaciones.

 

Mucha peor suerte han corrido los talleres artesanales, pues con la desaparición de los antiguos oficios los edificios o se han remodelado para otros usos, generalmente domésticos, o se han venido abajo. Quizá los hornos de pan son los que más se conservan, la mayoría de las veces no conservan sus espacios abovedados pra cocer el pan ni el empleo tradicional de la leña y se han adaptado a las nuevas tecnologías renovando paralelamente sus espacios. Lo mismo ocurre con las alfarerías, puede ocurrir que conserven los hornos, pero los tornos son casi siempre eléctricos. En las herrerías difícilmente se conservan ni la fragua ni los gigantescos fuelles.

 

 

Lagares había en las casas-patio pirenaicas, pero no suelen utilizarse más que como almacén, esto mismo ocurre con las bodegas en los somontanos, en los que cada casa poseía la suya dispuesta en los sótanos o en las afueras, sustituidas por las actuales cooperativas vitivinícolas

 

 

Si las distintas tipologías arquitectónicas existentes en el medio rural apenas varían con el transcurso de los siglos es porque los gremios de maestros canteros, maestros de casas, albañiles, etc., transmiten sus conocimientos constructivos por tradición oral, de generación en generación, de padres a hijos, y esos hábitos constructivos, junto con los hábitos sociales en el uso del espacio, configuran una determinada espacialidad arquitectónica invariante pese al transcurso de los siglos.

 

En cuanto a los materiales utilizados en la construcción doméstica, variarán según las zonas: piedra, tanto para sillares como para losa de tejado, tapial, manpuesto, mallacán, cantos rodados, adobe, ladrillo, madera, cal, tasca (trozo de hierba con raíces y tierra sobre el que se asienta la losa, cañan para los techos, etc. eran los habitualmente usados en la construcción.

 

 

3. Situación del patrimonio arquitectónico rural aragonés

 

No se descubre nada nuevo al afirmar que nuestro patrimonio arquitectónico doméstico se encuentra en trance de desparición, encontrándose desde hace ya tiempo en una situación de irreversibilidad en cuanto a su mantenimiento y conservación: ante el tremendo abandono de los núcleos desde la década de los años 60, el envejecimiento demográfico, la desparición de formas artesanales antiguas y el consiguiente estado ruinoso de gran parte de los pueblos, la triste realidad es la pérdida de buena parte de la arquitectura popular de nuestra región.

 

La suma de actuaciones individualizadas en cada uno de los pueblos, fruto en la mayor parte de los casos de la ausencia de legislación, ha alterado la panorámica y los perfiles que éstos presentaban y su secular inserción en el paisaje geográfico.

 

Este proceso de alteración de perfiles y panorámicas no se limita a la apariencia de las fachadas, por ejemplo. Muchos son los pueblos en cuya panorámica destacan elementos como el depósito del agua. Su diseño está totalmente desconectado del entorno y en ocasiones compite junto a la torre de la iglesia o se levanta en la plaza mayor. La misma ciudad de Huesca fue pionera con una desafortunada actuación urbana: su depósito de agua forma parte del perfil de la ciudad.

 

No son estos los únicos rasgos que caracterizan las panorámicas de nuestros pueblos. En el entorno de buena parte de ellos se han levantado grandes naves de materiales prefabricados, a veces descomunales, que nada coordinan con sus entornos.

 

Hablando de las panorámicas y perfiles de nuestros pueblos hay que hablar de los edificios de nueva construcción. En el afan de recuperar la vida del campo como lugar de descanso, en los alrededores de muchos pueblos se han levantado chalets y pequeñas casas construidas con afan de modernidad por parte de sus propietarios y diseñadas con objeto de emular lejanos diseños que ponen de manifiesto la nula valoración del paisaje rural que dicen quieren disfrutar. Desafortunadas intervenciones son tambien esas numerosas construcciones, pequeñas casetas a veces, que son construidos fuera de la zona urbanizable, contraviniendo la legislación vigente.

 

Unos y otros han destruido los perfiles definidos y bien delimitados de nuestros pueblos, creando en su entorno una faja de desorden y mal gusto que invade el paisaje natural del entorno.

 

No puede comprenderse el actual estado de conservación de la arquitectura y el urbanismo rural si antes no se repara en las causas que han motivado esa situación

 

 

 

3.1.Causas que han motivado la desaparición y el deterioro del patrimonio arquitectónico rural

 

El grado de conservación de las arquitectura popular aragonesa puede considerarse bastante irregular según las comarcas y valles de que se trate. Generalmente puede afirmarse que los pueblos que mejor conservan su arquitectura popular son los peor comunicados, con la contrapartida en muchos casos de su progresivo abandono. El progresivo deterioro a causa del abandono y el desconocimiento del valor de la cultura material popular son las causas principales que han incidido en la destrucción de la arquitectura rural.

 

El abandono de la casa rural fue consecuencia de la emigración de familias enteras o de sus miembros más jóvenes provocada por el desarrollo industrial, que ha despoblado el campo en beneficio (o mejor en perjuicio) de las ciudades.

 

A menudo la disminución del censo poblacional, debida al generalizado descenso del índice de natalidad, provoca también la necesidad de utilizar espacios más reducidos que los que aporta la casa tradicional; lo mismo sucede al desparecer en ésta la explotación ganadera familiar ya que muchos de los espacios antes destinados al ganado no reportan ahora más que gastos innecesarios y es más rentable económicamente trasladarse a un edificio de viviendas que mantener la vieja casa. Esta se degrada con gran rapidez en el momento en que deja de habitarse y la degradación aumenta si falla la techumbre. A estos factores familiares se suma la codicia humana y las casas han sido sometidas al expolio de anticuarios y coleccionistas.

 

En algún caso pueblos enteros se han abandonado por cambios en las condiciones socioeconómicas en que se desenvolvían.

 

Las sucesivas divisiones producidas por los legados testamentarios suelen constituir también en Aragón una de las causas del deterioro de la vivienda popular. En este sentido la provincia de Huesca cuenta con una situación excepcional en el Pirineo, donde la herencia pasa íntegramente al hijo mayor de la familia, una tradición que, aunque injusta, ha venido beneficiando a la conservación de la casa, generalmente en mejor estado que en otras áreas geográficas.

 

Las destrucciones producidas durante la guerra civil fueron la causa de la transformación de otros núcleos (Benasque, en el valle de su mismo nombre) en cuyas reconstrucciones se introdujeron elementos o bien "populistas" o "exógenos", a base de materiales nuevos de origen industrial.

 

Muchas casas, sin llegar a derrumbarse por completo, se deterioran o se van arruinando progresivamente por la desidia o por falta de medios económicos de sus propietarios. En esto ha influido la tradicional falta de ayuda por parte de la Administración, pero quizá el principal problema en este aspecto sea la falta de valoración de los habitantes de los núcleos rurales de su propia cultura autóctona y de su cultura material. En muchas ocasiones la población rural considera la remodelación de sus casas según el modelo urbano un síntoma de prestigio social. Así las casas que conservan su estructura primitiva lo hacen gracias a la falta de medios económicos de sus propietarios, que en absoluto aprecian su antiguedad y estética por las incomodidades que aquellas les reportan. Esta falta de aprecio por lo autóctono en los medios rurales no puede achacarse a las gentes del pueblo sino a las del medio urbano, donde se ha venido menospreciando lo popular en aras del modelo culto y ciudadano; es este modelo, o el aspecto superficial del mismo el que se intenta imitar en los medios rurales como símbolo para muchos de Guna mejora del "status" económico.

 

Otra de las causas de la degradación o desaparición de la casa rural es la afluencia turística, que al menospreciar la cultura material autóctona ha destrozado la arquitectura de los núcleos rurales para imponer los modos constructivos urbanos, si bien en algún caso el turismo ha permitido la conservación, al menos, del entorno urbanístico (Bajo Ara y valle de Bielsa) y en casos más excepcionales todo el conjunto constructivo (Echo), cuando la ocupación temporal de las viviendas se realiza por conocedores dela cultura popular. Es indudable que para que una cultura se valore es fundamental que sea conocida y por eso son necesarios minuciosos estudios de investigación que tengan paralelamente una divulgación masiva y no se reduzcan a su disfrute por los círculos cerrados de los especialistas.

 

El desconocimiento de la cultura material popular, antes mencionado, es también causa de la falta de aprecio por la cultura popular y de su degradación. En el terreno de la arquitectura a ese desdén se suma el afán por imitar los modelos urbanos como exponentes de la cultura oficial además de como sinónimo de un mayor "status" social, así como por las aparentes mayores comodidades que éstos poseen (en realidad sólo en aspectos muy determinados y fácilmente asumibles por la casa popular sin que ésta pierda su identidad).

 

Por paradójico que pueda parecer, una de las causas de aceleración en la destrucción de este patrimonio ha sido las actuaciones de mejora del espacio comunitario de los pueblos llevadas a cabo por los Ayuntamientos, mediante el pavimentado, alcantarillado y conducción del agua, por ejemplo. Es obvio que tales mejoras eran un derecho y muchas veces una necesidad, pero faltó y falta la información y asesoramiento adecuados, tanto a los particulares como a los Ayuntamientos. Estos, en la mayor parte de los casos, se han limitado a cubrir con hormigón los suelos comunitarios. Es frecuente ver las ordenaciones arbitrarias que algunas calles y plazas han experimentado al ser modificados sus pisos y la arbitrariedad con la que se elige y ubica el mobiliario urbano (bancos, cabinas telefónicas, cajas de correo, parques infantiles, etc.).

 

Todos los factores sumados provocan la desaparición de las viviendas rurales y su sustitución por edificios verticalistas de aspecto urbano que modifican y rompen el entorno de los núcleos rurales y su armónica escala humana. En otras ocasiones las viviendas se remodelan parcialmente para introducir mejoras higiénicas acorden con el aumento del nivel y la calidad de vida; de este modo tienden a desaparecer detalles peculiares de nuestra vivienda rural, como las grades chimeneas de campana troncocónica o troncopiramidal, que hasta hace poco abundaban en la práctica totalidad de la provincia de Huesca. Estas chimeneas se derriban para evitar corrientes de aire, frío, humedad y suciedad; la fuerza expresiva de los volúmenes y los acogedores espacios que generan no parecen argumentos sólidos en favor de su conservación frente a estos comprensibles motivos de índole práctica que afectan a los moradores de la casa los trescientos sesenta y cinco días del año. Generalmente las chimeneas que se mantienen lo hacen gracias, bien a una valoración vivencial de las tradiciones autóctonas por parte de los moradores habituales, bien por la nostalgia del medio rural cuando se trata de moradores temporales de esta segunda residencia procedentes del medio urbano.

 

 

4. Posibles soluciones para evitar la desaparición y el deterioro del patrimonio arquitectónico

Para detener este proceso y conseguir su reutilización existen diferentes caminos y alternativas, muchos de éstos basados en ejemplos concretos de realización práctica.

 

–en algún caso las viviendas se han conservado y se las ha adecuado a las necesidades actuales sin deteriorar su aspecto primitivo, bien por su propietario habitual (raras veces), bien por uno nuevo procedente del medio urbano (más frecuentemente), quien a menudo las utiliza como segunda residencia de utilización temporal.

 

–un buen ejemplo de restauración y mantenimiento de la casa popular, con fines populares tras su revonversión, es el de Sabiñánigo, en el término de El Puente, donde un edificio completo se ha reutilizado como Museo de Artes Populares del Serrablo y Museo Angel Orensanz (donante del edificio a la Asociación Amigos del Serrablo, artífice dela transformación).

 

-otra posible y ya real forma de reutilización es la llevada a cabo con un frecuencia ejemplar en Cataluña, donde casas y masías prestan servicios al turismo convergidas en paradores, hostales, bares o casas de comidas; en el caso de éstas últimas se sirven además platos de auténtica cocina popular conservada sin mistificaciones

 

–pueblos completos pueden habilitarse como ciudades de vacaciones en las que el descanso alterne con el ocio recreativo y la creación y recepción de cultura. Un magnífico ejemplo lo tenemos en Ligüerre de Cinca y Morillo de Tou, restaurados para ese fin por los sindicatos UGT y CCOO, respectivamente.

 

-iniciativas como la llevada a cabo por UAGA a través de la Fundación Pirineos para el Progreso Rural, que desde el año 1994 asume la planificación y la gestión del Programa para la Recuperación de Clamosa, Lapenilla y Aldea de Puy de Cinca, pueblos afectados por la construcción del pantano de El Grado y que fueron cedidos en 1993 a la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón por parte de la Confederación Hidrográfica del Ebro.

 

-muchos pueblos abandonados, si el grado de deterioro al que se hallan sometidos no llega a hacerse irreversible, podrían utilizarse con esta última finalidad: la cercanía de pantanos para la práctica de deportes naúticos en verano y la proximidad de las estaciones de esquí, deberían servir de estímulo para su rehabilitación.

 

–algunos pueblos, cuyas tierras de cultivo, de pasto o forestales fueron expropiadas en su día por el Estado con distintas finalidades, se van repoblando cuando los vecinos consiguen la reconversión de dichas tierras. Muchos vuelven de la ciudad con una nostalgia que les obliga a respetar al menos las formas y volúmenes exteriores de las viviendas que en otro tiempo abandonaron.

 

–otra opción sería la de emplear pueblos completos infrautilizados o deshabitados como residencias para la tercera edad, facilitando a los ancianos un mayor contacto con la naturaleza y una terapia ocupacional: el cuidado de la tierra. Ya existen casos similares de rehabilitación de edificios antiguos, en los que se practica este tipo de terapia ocupacional, en distintos puntos del país para curación de dogradictos.

 

–por último, la solución óptima para la recuperación de núcleos rurales completos, la denominada "rehabilitación integrada", que consiste en ofrecer a éstos varias alternativas simultáneas, de forma que si fallara alguna quedara la apoyatura de las demás. Estos planes deben ser estudiados por equipos multidisciplinares que tengan en cuenta todos los factores que han empujado al deterioro del núcleo para así ofrecer soluciones más ricas y variadas.

 

 

 

4.1. Criterios de actuación

 

La investigación sobre urbanismo y arquitectura debería revertir en la creación de propuestas políticas para preservar nuestro patrimonio; de entrada porque incide en una mayor apreciación y en una mayor valoración de lo que poseemos y en una nueva actitud positiva que implica un cambio de mentalidad, y luego porque el investigador debe plantearse su trabajo con un enfoque socio-político, es decir, con sensibilidad social y con conciencia política, pues de sus conocimientos y tras su divulgación deben extraerse propuestas alternativas para incidir en la creación de esa nueva mentalidad. Resulta interesante reflexionar sobre qué puede hacerse con un patrimonio arquitectónico en trance de desaparición por desidio, abandono, desconocimiento en suma, pero también muchas veces porque prima el afán crematístico sobre otros valores de carácter cultural o social.

 

El primer criterio a seguir es que es siempre preferible conservar lo existente a edificar de nueva planta. Es de desear y esperar que la mayor parte de las intervenciones sean trabajos de mantenimiento o, en su caso, de restauración de las viejas y deterioradas edificaciones. En arquitectura está dicho ya casi todo, conservar resulta económicamente más rentable, es más respetuoso con el pasado y menos hiriente para la estética urbanística, puesto que no introduce elmentos distorsionadores al no construir con criterios actuales. Esto no quiere decir que la arquitectura de nueva creación deba realizarse con criterios arqueologizantes, pues toda obra arquitectónica debe servir de testimonio de su épóca histórica, aunque también debe ser respetuosa con el entorno donde se ubica. Tampoco debe utilizarse el criterio arqueológico a la hora de restaurar, pero sí pueden utilizarse materiales que actualicen la construcción procedentes de las nuevas tecnologías, aunque con apariencia y texturas acordes con lo preexistente y adaptada al medio circundante (por ejemplo, el bloque de hormigón utilizado con un tratamiento adecuado puede dejarse a la vista junto a paramentos de piedra del mismo color sin que resulta antiestético, al igual que la utilización del ladrillo o la teja de aspecto envejecido).

 

Por otra parte, las ruinas deben recibir un tratamiento adecuado: resulta antieconómico y pastichista recurrir a las reconstrucciones historicistas reinventándose elementos inexistentes aunque sea inspirándose en proyectos o diseños auténticos realizados por cada una de las diferentes etapas históricas del edificio. Lo más acertado con las edificaciones en estado ruinoso es recurrir únicamente a la realización de obras de consolidación que eviten su deterioro progresivo, el refuerzo de muros y sobre todo, el mantenimiento de las cubiertas en buenas condiciones, ya que si falla la cubrición se va deteriorando todo el conjunto del edificio.

 

Consolidar es siempre mucho más coherente que reconstruir: hay que buscar soluciones para las obras arquitectónicas con esperanza de vida, porque la arquitectura es un contenedor de vida y en ese sentido es necesario crear una conciencia política progresista en el sentido de que la rehabilitación integral de los cascos histórico-artísticos es, no sólo beneficiosa para la mejor conservación del patrimonio cultural y monumental de un país, sino también para la sociedad, ya que sirve como elemento dinamizador y estabilizador de la misma y como factor revitalizador básicamente. En este sentido, aunque válido, se queda corto en cuanto a intenciones el planteamiento de rehabilitación aislada de edificaciones. También resulta insuficiente la restauración con criterios arqueologizantes de determinados núcleos rurales que puedan servir como "muestrario museístico" de los prototipos arquitectónicos de cada comarca. Estos criterios formalistas resultan además poco prácticos para la población que los sufre: el esteticismo debe ir unido a la funcionalidad y las formas deben adaptarse a los modos de vida actuales en el medio rural.

 

Reconstruir podría ser un último recurso cuando las edificaciones se hallan en estado ruinoso, algo frecuente en la ribera del Ebro, por la utilización de materiales de aluvión (ladrillo, adobe, tapial), que resisten peor que la piedra el paso del tiempo.

 

Una política de rehabilitaciones debe establecerse con equipos interdisciplinares que aborden no sólo los aspectos histórico-artísticos, sino también los sociopolíticos y culturales (como ha ocurrido en la rehabilitación integral de Sos del Rey Católico), pues hay que actuar sobre el urbanismo y la arquitectura y paralelamente sobre las formas de vida que éstos albergan, mejorando las condiciones de vida de los habitantes de estos núcleos. No se trata solo de restaurar, sino de ofrecer soluciones y opciones vitales a los habitantes de los núcleos rurales. Es necesario proporcionar a la población rural medios de vida que enlacen con las tradiciones industrias agropecuarias o sus derivados: industrias lácticas, de envasado de productos agrícolas, de artesanía, etc.

 

 

4.2. La restauración de la arquitectura tradicional

 

Cualquier actuación restauradora debe ser respetuosa con el edificio y con el medio urbano y natural en el que este se inscribe. Con ello se pretene mantener la riqueza plástica de las panorámicas de nuestros pueblos y de la arquitectura que las configura, sin desatender su necesaria adaptación a las exigencias de funcionalidad de la vida moderna. Las normas generales de actuación a seguir en cualquier proyecto de restauración serían las siguientes: mantener todo cuanto sea posible, completar lo deteriorado y sustituir lo perdido de acuerdo con los criterios de escala, composición formal, textura y color. Para la restauración de estas construcciones hay que contar ya, en muchas ocasiones, con la mayor cantidad de imaginación posible, tanto por entidades oficiales como por iniciativa privada, y el método aceptado como más eficaz es el de la rehabilitación integrada, que proporciona a los núcleos rurales varias alternativas simultáneas para su recuperación.

 

El primer problema que presenta un edificio al restaurarlo es que no se sirven materiales como los que fueron empleados en su construcción ni tan apenas quedan personas cualificadas para fabricarlos y aplicarlos. Los materiales que componen una casa antigua son distintos de los empleados en la construcción actual, al igual que las técnicas generalizadas. Los materiales disponibles en el mercado o son sustancialmente distintos, por ser desconocidos en otros tiempos, o varían en sus formas, dimensiones, color, composición, etc., de manera que su mezcla con los tradicionales resulta difícil. A pesar de todo ello, sería un error menospreciar la construcción tradicional, generalmente de sillar y tapial, y con mucha madera, y pensar que ni es práctica su conservación ni viable su mantenimiento.

 

Sólo equipos especializados, formados por profesionales con el tacto de artesanos, pueden solucionar los problemas que acarrea la restauración del tapial, la adaptación de los suelos de ariza a las exigencias de la higiene moderan o la conservación de la madera, por ejemplo. Sin embargo, existen técnicas apropiadas para el mantenimiento de todos los elementos que caracterizan la construcción rural.

 

Al margen de la aplicación de técnicas específicas y del problema de la fabricación de materiales apropiados que sustituyan o completen los desaparecidos, está al alcance de casi todos la recolección de material de derribo de otras casas del mismo pueblo o de pueblos vecinos. Sillares, viejas tejas y ladrillos de dimensiones semejantes por ser antiguos, forjados de madera y rejerías aún abundan, desgraciadamente, dada la cantidad de casas que están abandonadas y en ruinas. La recogida y almacenamiento de este material con vistas a la restauración de la arquitectura doméstica rural es uno de los cometidos que debería asumir o, al menos, prever, la Administración en sus distintos niveles local, provincial o regional, de acuerdo con sus competencias.

 

No se trata de boicotear los materiales de construcción que ahora se encuentran en el mercado y son fruto del avance de la técnica, se trata de que su uso e incorporación no desplacen los materiales disponibles tradicionales y que cuando se incorporen, se haga con respeto a los soportes en que se van a sustentar. Una vez más se ve la necesidad de asesoramiento de especialistas, que establezcan unas prioridades y sepan conjugar el respeto a lo distintivo con la búsqueda de lo cómodo, que sepan conservar todo lo que de útil y válido mantiene la arquitectura tradicional y conjugarlo con las aportaciones constructivas actuales.

 

En las restauraciones, el primer elemento a tener en cuenta es la fachada, es el elemento que primero la define. Su forma y distribución desvela la compartimentación interior y, consecuentemente, la forma de vivir de los que habitan en ella, de los que también habla su estado de mantenimiento. El tratamiento adecuado de las fachadas es un objetivo prioritario en la conservación de nuestra arquitectura, y deber ser exigido por la misma comunidad. Estas fachadas encuentran gran parte de su peculiar carácter en los materiales que las componen: sillar y tapial. Su sustitución no ofrece hoy grandes dificultades dada la abundancia de los que suelen acumularse en las casas que irremediablemente están en ruinas. Más problemático resulta el tratamiento del tapial, material muy utilizado en los somontanos y tierra baja, dada la falta de personas que sepan hacerlo y repararlo. Hasta ahora la solución suele ser recurrir a los revestimientos de cemento que a la larga suele ser un recurso inadecuado puesto que, dado el diferente coeficiente de dilatación de ambos materiales, se genera un constante movimiento no sincronizado que acaba por agrietar el cemento, facilitando su desprendimiento al haber quedado aislado de su soporte. El revestimiento de cemento, por otra parte, ofrece una textura completamente diferente a la del tapial, modificando sustancialmente el aspecto del paisaje urbano.

 

Una desafortunada costumbre generalizada por nuestros pueblos es la de blanquear las fachadas, con la consiguiente alteración del paisaje urbano de los mismos. Aunque es cierto que se blanqueaban casas en épocas pasadas, al actuar la cal sobre el tapial con el transcurso del tiempo, y sobre todo con la actuación del agua de lluvia, las fachadas adquirían unas tonalidades terrosas que conjuntaban con el paisaje urbano.

 

El elemento más distinguido y característico de la fachada es la puerta, generalmente de gran arco de medio punto de sillares de piedra o de ladrillo. Estas portadas deben conservarse tal como están, siendo preferible que permanezcan erosionadas antes que recubiertas por cualquier material o pintura. Las portadas se cerraban con grandes portones de madera que se completaban con curiosos herrajes. Si los viejos portones de madera son irrecuperables, únicamente un trabajo de madera similar puede sustituirlo, debiéndose desechar las soluciones generalizadas de trabajos de perfil metálico y chapa. Particular problema ofrece la carpintería de cerramiento. Vieja y mal ajustada resulta incómoda y causa despilfarro de energía. Cada caso puede merecer un estudio particular, pero dada la habitual anchura de los muros exteriores, la solución de una doble carpintería puede permitir la conservación de la original. Resulta estridente la carpintería metálica vista al exterior, así como la incorporación en el la tierra baja de contraventanas semejantes a las de las casas pirenaicas.

 

Reducir toda la conservación de la arquitectura rural al mantenimiento del aspecto de las fachadas supondría el no haber entendido el tema y no haber asimilado el carácter que distingue a la arquitectura rural y a sus gentes.

 

No todas las casas mantienen una distribución y programa espacial de acuerdo con una tipología neta y característica, pero en toda actuación debe pretenderse como objetivo el evitar destrozos, el infrautilizar espacios que son afortunadamente disponibles, el alterar distribuciones de acuerdo con prototipos que son extraños a la casa rural y que, por tanto, difícilmente pueden ser acertados. El criterio debe ser el de aprovecharse y sacar rendimiento de la distribución existente y mantener las peculiaridades de sus espacios. La arquitectura doméstica rural fue construida generalmente con espacios amplios, aunque los huecos no sean necesariamente numerosos. El programa espacial de estas casas incluía estancias complementarias para la actividad agropecuaria que, en muchas ocasiones, también pueden ser recuperados e integrados como lugares de habitación.

 

El programa arquitectónico es un componente bien definido en la arquitectura doméstica y responde a esquemas constantes y concepciones de vida generalizadas. Evidentemente, estas concepciones han variado substancialmente y, en consecuencia, se han alterado los esquemas. Hoy los zagüanes ya no tienen la función de acceso a las cuadras, porque en las cuadras ya no hay caballerías, y quizá tampoco animales en los corrales, los hogares resultan incómodos si se mantiene su función tradicional y las salas poco funcionales para la economía moderna. Sería un error destruir estos y otros espacios que son distintivos de la casa doméstica en base a este pretexto, puesto que con imaginación estos espacios son recuperables. Existen soluciones para hacer del hábitar un lugar confortable sin menospreciar los valores consolidados durante muchas generaciones

 

Por otra parte, es evidente que a veces hay que incorporar nuevos espacios y, en muchos casos, habilitar nuevos servicios. Lo incomprensible es que cuando en las viejas casas de los pueblos se dispone de espacios amplios, muchas veces se fragmentan innecesariamente con el deseo de imitar las soluciones de la ciudad hasta en la angostura a que se ven sometidos muchos pisos urbanos.

 

4.3. La arquitectura de nueva creación en el medio rural

 

Las reflexiones y sugerencias hasta aquí expuestas han tratado en torno al mantenimiento y restauración de aquellas muestras de arquitectura local y aquellos conjuntos urbanos que por su carácter y calidad plástica deben protegerse y mantenerse. Pero no podemos quedarnos aquí si queremos que nuestros pueblos sigan vivos: hay que dar entrada a las nuevas construcciones, a una producción arquitectónica y artística de calidad que respete el medio partiendo de premisas humanísticas, siendo humilde y modesta, sin agredir, introducien mejoras sociales, contribuyendo a crear ambientes donde se respire calidad de vida.

 

Tampoco las consideraciones anteriores deben llevarnos al error de proscribir el nuevo diseño en la arquitectura y el urbanismo rural: simplemente debería quedar limitada la libre intervención. El diseñador de nuevas construcciones tiene que asumir como una limitación más el condicionante que impone el entorno de la misma forma que no puede ignorar la forma y situación del solar o la calidad o composición de los suelos. La calidad de un diseño no se mide sólo por su originalidad, sino por su integración respetuosa.

 

Los anteriores criterios constituyen pautas de actuación generalizadas en los programas respetuosos con la arquitectura doméstica de valor histórico y sirven para condenar algunas de las intervenciones desgraciadas que forman ya parte de las panorámicas urbanas de nuestros pueblos: no son pocos los que han visto alteradas sus escalas con la inclusión de bloques de edificios hechos a imitación de lo que se hace en la ciudad.

 

No menos daños están causando las formas con que se diseñan los nuevos edificios, rompiendo el paisaje urbano al ignorarlo. Incomprensiblemente, en muchas ocasiones encuentran modelos en la arquitectura de otras tierras, a veces lejanas regiones, ignorando el entorno donde se encuentran. La falta de armonía queda acentuada por el uso de unos materiales que nada tienen que ver con los tradicionales del entorno, con el que resultan discordantes al alterar la textura y el color. Todavía es más desconcertante el constatar que alguna de las edificaciones han sido hechas buscando la originalidad y el distinguirse, para lo cual, intencionadamente, se han seleccionado materiales y formas que motivan contrastes estridentes que destrozan los entornos urbanos: el ladrillo blanco, los revestimientos cerámicos y la carpintería metálica, entre otros materiales, son difícilmente armonizables en los paisajes urbanos de nuestros pueblos.

 

 

5. La "urbanización" del medio rural

 

El medio rural entendido como el espacio donde se dan las formas de vida y producción básicamente agrarias viene siendo foco permanente de debate dentro del urbanismo. El criterio dominante es que debe ser preservado del proceso de urbanización, impedir que se convierta en residencia humana o soporte de actividad industrial desligadas del proceso productivo típicamente agropecuario. Sin embargo hay autores que piensan que un cierto fenómeno de "urbanización" del campo es inevitable y que debería reconsiderarse a fondo el concepto de "suelo no urbanizable".

 

El término "suelo no urbanizable" ha sido generalmente cuestionado, entendiéndose que la denominación "suelo rústico" con la que se conoció en la Ley del Suelo de 1956 resulta mucho más gráfica y exacta. La categoría de "suelo no urbanizable" se introduce en la reforma de 1975-76 como heredera del "suelo rústico" de la Ley de 1956 y con una modificación capital: el suelo así configurado sería no sólo urbanizable como dice su propio nombre, sino también no edificable al suprimirse la referencia general al volumen de 1 metro por cada 5 metros que contenía el suelo rústico. La reforma de la Ley del Suelo realizada en 1990 es taxativa cuando perceptúa que los terrenos clasificados como no urbanizables o denominación equivalente, no podrán ser destinados a fines distintos del agrícola, forestal, ganadero, cinegético y, en general, de los vinculados a la utilización racional de recursos naturales, aunque prevé la existencia de circunstancias específicas que constituyan excepción del principio general de inedificabilidad. De esta forma, se autorizan las siguientes:

 

edificaciones destinadas a explotaciones agrícolas que guarden relación con la naturaleza, extensión y utilización de la finca y se ajusten en su caso a los planes o normas de los órganos competentes en materia de agricultura

construcciones e instalaciones vinculadas a la ejecución, entretenimiento y servicio de las obras públicas

edificaciones e instalaciones de utilidad pública o interés social que hayan de emplazarse en el medio rural

edificios aislados destinados a vivienda familiar, en lugares en los que no exista riesgo de formación de núcleos de población.

Quedan terminantemente prohibidas las parcelaciones urbanísticas y la legislación aplicable en cada Municipio deberá establecer el régimen de los asentamientos rurales. Partiendo de este precepto, se hace necesario analizar cada una de las edificaciones e instalaciones que se autorizan en la Ley y el régimen que la normativa de desarrollo impone. No debemos olvidar que el Planeamiento urbanístico tiene su más concreta expresión en los Planes y Normas con que se dota cada municipio, ya que el Ayuntamiento es el órgano competente para elegir el sistema urbanístico que considere más apropiado para la satisfacción de sus necesidades.

 

Son las Comunidades Autónomas, todas con competencia en la materia, las que deberán reconsiderar a fondo el concepto de "suelo no urbanizable".

 

 

6. Conclusiones

 

Sería necesario mejorar el nivel de conservación de nuestra arquitectura popular desde instancias estatales, recurriendo a intervenciones masivas en los cascos antiguos y a rehabilitaciones integradas mediante el contrato de equipos interdisciplinares de especialistas en materia urbanística.

 

Ante el grave problema de la despoblación, es preferible tener pueblos habitados con tejados de uralita, paredes revocadas y pintadas, antenas en los tejados,etc. o pueblos agonizantes o despoblados, con una arquitectura virgen y de idílica estampa, pero sin habitantes. Esto es algo incuestionable, salvo que se arbitren medidas que apoyen a las gentes del mundo rural a mantener intactas sus viviendas, y eso parece difícil de conseguir.

 

 

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