LA NOVELA DE LA COSTA

Por Susana Ribera de Antaño (Fernando Kretsmeyer)

Esta novela desnuda, en tono satírico, el drama de la Ribera Metropolitana del río más ancho del mundo, el Rio de la Plata, en la ciudad de Buenos Aires, Capital de la República Argentina, postulando el objetivo de tamaño abandono y destrucción.
Además, haciendo gala de "fabulosa" imaginación, la autora de este drama satírico hace serias predicciones sobre lo que nos depara el destino. En síntesis: el inminente saqueo de la costa pública.
Hagamos votos entre todos para que esta novela alcance el objetivo buscado: HACER FRACASAR SUS PROPIAS PREDICCIONES.


200 o 300 metros hacia el continente, 3 o 4 metros por debajo de estos escombros, chatarras y basuras, existía antaño un conocido balneario llamado "El Ancla"
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INDICE (Pinche el capítulo para ir allí - Para volver, "Back" o "Atrás" de su programa navegador)

Prólogo - Por el Ing. R. Kretschmayer
Capítulo 1 - Introducción
Capítulo 2 - El Plan
Capítulo 3 - La Contaminación
Capítulo 4 - El Abandono
Capítulo 5 - El Confinamiento, la Usurpación y los Rellenos
Capítulo 6 - La Adecuación de los Códigos de Ordenamiento Urbano y Edificación
Capítulo 7 - La Urbanización
Capítulo 8 - El Saneamiento
EPILOGO

Apéndices

Leyes Violadas por las propias autoridades en materia costera


Prólogo

Estimado lector:

Los hechos descriptos en esta novela parecen ridículos.
Pero ocurrieron.
Casi todos.
Si Usted no lo cree intente transitar libremente por la costa del Río de la Plata, desde Tigre hasta La Plata.
Verá que las empalizadas y alambrados, ya están.
Verá que los rellenos y usurpaciones, ya están.
También verá que sus derechos reales de acceso, tránsito, uso y goce, garantizados por nuestras leyes, no están más.
Lo relatado en los Cap. 6, 7 y 8 todavía no ocurrió.
Pero ocurrirá.
Y pronto, salvo que los "pequeños grupos de primitivos vecinos" se multiplicaran. Y mucho.
Salvo que quienes rehúsan legalizar y dar premios inmobiliarios a los autores del saqueo se pongan de pie.
Salvo que quienes no quieren nunca más tierras de nadie sino parques y playas de todos, hagan oír su voz.

De no ser así, "la mancha del Quijote" salpicará a toda la sociedad.
Y a la seguridad jurídica.
Y será imborrable.


Capítulo 1 - INTRODUCCION

Erase una vez un país privilegiado, lleno de riquezas naturales, sol, aire, tierras, montañas, alimentos y hermosas playas.
Durante años, destinó ingentes recursos a embellecer sus costas y a construir ramblas, costaneras y balnearios públicos a la vera de su principal río, el río más ancho del mundo.
Estas obras transformaron la costa en hermosos centros de tertulias y espectáculos teatrales, que se podían disfrutar a lo largo de docenas de kilómetros.
La ribera metropolitana del río más ancho del mundo perteneció plenamente a la población durante varias décadas, convirtiéndose en un envidiable patrimonio urbano, cultural y social.
Ningún agraciado e inocente contertulio ribereño de aquellos viejos tiempos hubiera imaginado que algún aventurero trataría de apoderarse de esa franja costera pública y gratuita.
Menos aún, esos alegres bañistas de antaño podían sospechar que un intento semejante de enajenación pública llegaría a ser coronado por el éxito.


Capítulo 2 - EL PLAN

Un buen día alguien comenzó a apreciar el potencial económico que podrían tener esas privilegiadas tierras ribereñas, si tan sólo se pudiese edificar sobre ellas.
Imaginó la demanda que tendría cualquier propiedad ubicada sobre semejante maravilla natural, y evaluó el sobreprecio correspondiente a su privilegiada ubicación.
Prontamente descubrió que había un pequeño problema. Más allá de que esas tierras públicas estuvieran protegidas por alguna que otra legislación Nacional, Provincial y Municipal, la población se había acostumbrado a disfrutar de ella.
Como nuestro protagonista era incapaz de dejarse abatir por pequeños obstáculos siguió maquinando su proyecto.
Tras largos devaneos, se convenció de que razones como la modernización, el progreso, la iniciativa privada, la rentabilidad, la creación de fuentes de trabajo, etc., debían estar por encima de la legislación vigente, la seguridad jurídica, e incluso de los usos, costumbres, y derechos de la población.
El sabía que para violar impunemente las leyes alcanzaba con defenestrar rivales invocando la oposición al progreso, o con adjudicar intereses políticos a quienes pretendían frustrarle ese privilegio. Eso era fácil.
Lo realmente meritorio fue que nuestro emprendedor héroe logró hallar la forma adecuada (quizás la única), de arrebatarle a todos, a plena luz del día, un espacio verde de uso público y gratuito, ubicado a la vera de un río envidiado por el mundo entero.
Concluyó que no había más remedio que estropear y degradar todo, hasta que la gente le diera la espalda a su río y se olvidara de él.
Y como no era fácil arruinar una maravilla natural tan extensa, nuestro planificador protagonista se vio obligado a aplicar una paciente estrategia de largo plazo.


Capítulo 3 - LA CONTAMINACION

La primera etapa del plan de nuestro quijotesco protagonista fue resuelta en forma económica, con genialidad, audacia, eficacia y eficiencia.
Inició una cruzada progresista e innovadora, con vistas al futuro, durante la cual convenció a las autoridades de turno a fomentar el crecimiento de sus respectivas comunas, poniendo cloacas en todos lados, pero sin construir plantas depuradoras de líquidos cloacales, como las que se usan en el resto del mundo.
El postulado central de nuestro cruzado establecía que teniendo a mano semejante río era innecesario y superfluo construir, operar y mantener tan onerosas instalaciones.
Atraídos y entusiasmados por tan brillante idea, los municipios costeros se tentaron y comenzaron a brindar modernos servicios cloacales por doquier, mediante la construcción de simples cañerías que llevaban directamente las aguas servidas... al río.
A partir de allí, nuestro genial ideólogo comenzó a gozar de la ayuda involuntaria e inconsciente de la población en su conjunto, la cual día tras día, año tras año, hizo incontables contribuciones fisiológicas a sus planes.
También disfrutó del aporte adicional de muchos empresarios, transportistas fluviales, etc., que, contagiados de la moderna metodología, se apresuraron a arrojar directamente al río toda suerte de residuos, efluentes y contaminantes.
Toda la tarea de nuestro hidalgo caballero, durante el resto de ese período, se limitó a observar cómo crecía la polución en la cloaca a cielo abierto más ancha del mundo.


Capítulo 4 - EL ABANDONO

Después de algunos años de terrible espera, llegó el momento anhelado, y nuestro emprendedor personaje dió la voz de alarma:

¡¡¡LA COSTA ESTABA HECHA MIERDA!!!

Funcionarios y tecnócratas se hicieron eco de inmediato, pero en vez de empezar a construir urgentemente plantas depuradoras, decidieron preservar la salud pública declarando oficialmente contaminadas a las aguas de nuestro más importante río.
Cual si hiciéramos frente a una maldición bíblica irremediable, ordenaron la prohibición absoluta de seguir usando tan asquerosas aguas como balneario público.
El resultado no se hizo esperar, y lentamente la resignada población comenzó a abandonar su bien público más preciado.
La primera parte del plan se había cumplido a la perfección.
La gente le había dado la espalda a su río y a sus playas; y las tierras de todos se habían convertido en tierras de nadie.


Capítulo 5 - EL CONFINAMIENTO, LA USURPACION Y LOS RELLENOS

Conseguido el éxodo masivo, había que comenzar la conquista de las tierras abandonadas.
Por doquier proliferaron empalizadas y alambrados que confinaban la contaminada costa, la ocultaban e impedían el libre tránsito y acceso a las infecciosas playas.
Para evitarle riesgos innecesarios a la población se cerraron y usurparon hasta las viejas calles de acceso, que por supuesto ya no eran necesarias.
Llegado a este punto nuestro intrépido adelantado descubrió que las tierras costeras manchadas y abandonadas no le alcanzaban para compensar tantos años de espera, y decidió que había que ampliarlas ganándole nuevas tierras al río.
Para permitir el ingreso de materiales de relleno a la infecciosa costa, sin comprometer la salubridad pública, se instalaron portones, gentilmente custodiados por centinelas armados, que cerraban el paso a todo posible visitante desprevenido.
Durante la titánica tarea de relleno, nuestro futuro terrateniente se vio favorecido por diversos factores, desde la actuación de terroristas internacionales hasta la gentil colaboración de miles de camioneros, transportadores de desechos de todo tipo, felices de poder volcar gratis sus escombros, chatarras y basuras a lo largo y ancho de las cercanas tierras de nadie.
También contó con la invaluable miopía de algunos funcionarios, la ceguera del resto, la sordera de los legisladores, la parálisis de la justicia, y especialmente con la tradicional indiferencia de los ciudadanos argentinos, quienes nada hicieron para ayudar a sus representantes a curarse de esa crónica cadena de dolencias.
Con habilidad sin par, nuestro prudente protagonista conjuró espíritus envidiosos, por medio de una diplomática filantropía. Regaló algunas de las flamantes tierras, donó otras, prestó algunos sectores por aquí y concesionó algunas parcelas por allá.
Hasta permitió, en un gesto que lo enaltece, que algunos pequeños sectores de las nuevas playas, allende las áreas ya usurpadas, fueran librados al uso público y gratuito.
Cuando algún grupo de locos abusaba de su benevolencia y usurpaba sus rellenos con fines ecologistas, nuestro fogoso personaje no vaciló en generar los incendios necesarios para que esos utópicos sueños se hicieran humo.
Lentamente las tierras robadas al río se fueron consolidando, y transformando en hermosos clubes privados, campos deportivos, piletas, restaurantes, estaciones de servicio, playas de estacionamiento, discotecas, barrios cerrados, etc.
Nadie sabe a ciencia cierta quién no ejerció el dominio sobre estas tierras, de quién no era la jurisdicción, qué pasó con el poder de policía, ni en base a qué títulos nuestro habilidoso Quijote de las manchas y los incendios logró legalizar esas tenencias y esas concesiones.


Capítulo 6 - LA ADECUACION DE LOS CODIGOS DE ORDENAMIENTO URBANO Y EDIFICACION

Tras algunos años de relleno, usurpación y consolidación de más y más territorios, nuestro héroe llegó a una instancia crucial.
Debía conseguir alguna legalización formal para sus nuevas extensiones territoriales, antes de comenzar a pensar seriamente en edificar sobre ellas.
El conocimiento detallado de cómo logró escrituras públicas válidas para sus posesiones es todavía un secreto que excede los límites del presente relato, pero ha trascendido de buena fuente que las habría negociado a cambio de la devolución al uso público de parte de las áreas conquistadas.
En cambio aún resuenan en los oídos públicos algunos ecos de las arduas luchas que nuestro hidalgo caballero se vio obligado a librar en los diferentes municipios ribereños para lograr que los respectivos Códigos de Ordenamiento Urbano y Edificación permitieran sobre los terrenos ganados al río la erección de la mayor cantidad posible de rascacielos costeros.
El progreso en general, y en especial el progreso de sus ganancias, estaba íntimamente ligado a la altura y densidad de edificación que lograse imponer, y por ende poco debían importar las meras cuestiones arquitectónicas o urbanísticas.
De las épicas batallas que nuestro moderno adelantado libró contra los que él llamaba "máquinas de impedir (en general, pequeños grupos de primitivos vecinos incapaces de digerir los sublimes propósitos de progreso y crecimiento contenidos en los nuevos Códigos de Reforma Costera)", emergieron victoriosas sus imaginativas estrategias.
Sabedor que quienes sólo veían contaminación, rellenos, usurpaciones, privilegios, impunidades y negociados inmobiliarios por todos lados jamás aceptarían la habilitación de edificios de altura exclusivamente en la zona de sus intereses, nuestro sutil y generoso personaje propuso la democrática habilitación de torres de altura en todos lados, inclusive en amplias zonas fabriles en franca ruina.
Tanta posibilidad de irresistible progreso cautivó a hijos y entenados, y así las torres de sus amores pasaron desapercibidas, mimetizadas, confundidas y disimuladas dentro del indomable caos generado por los complejos problemas urbanísticos que lanzó a la palestra.


Capítulo 7 - LA URBANIZACION

Una vez consolidadas formal y legalmente las nuevas tierras, y establecidos en los nuevos Códigos de Ordenamiento Urbano y Edificación sus elevados usos, todo lo demás fue pura rutina.
Nuestro genial protagonista logró satisfacer el edificante sueño de su vida.
Al igual que en las novelas rosas, construyó y vendió incontables y enormes propiedades horizontales hasta cansarse, dejando finalmente la costa completamente confinada y privatizada.
La mayoría de los restantes barrios que votaron por el progreso, además de añorar las frescas brisas del estuario, ahora bloqueadas por una hermosa mampara edilicia de altura, todavía están esperando que alguien se acuerde del democrático contenido de los nuevos códigos y construya algo en medio de las fábricas abandonadas.


Capítulo 8 - EL SANEAMIENTO

Y, finalmente, alguien tenía que darse cuenta del preocupante y lamentable estado del río y de la ribera, puro cascote, escombro, chatarra, basura y contaminación.
Fue precisamente nuestro quijotesco creador de territorios, ahora devenido en potentado inmobiliario, que así dio comienzo a su campaña final.
Comenzó a quejarse públicamente de la brutal contaminación con que el resto de la población atacaba a la principal fuente metropolitana de agua potable, la cual casualmente bañaba sus urbanizaciones: nuestro viejo y ahora vilipendiado Río de la Plata.
Durante esa cruzada reivindicatoria, nuestro genial adelantado no estuvo solo. Fue secundado ruidosamente por los miles de colonos que lo habían seguido en sus conquistas.
También fue apoyado enérgicamente por algunas pseudo-organizaciones ecologistas que por primera vez parecían desayunarse de que existía una costa a defender.
Como la unión hace la fuerza, poco tardaron en lograr que las autoridades, a cambio de un pequeño aumento generalizado de impuestos, ordenaran la urgente construcción de las otrora superfluas plantas de tratamiento cloacal.
La maravillosa Madre Naturaleza saneó prontamente el desastre y todo volvió a ser como antes...o casi igual.
La costa se había confinado, privatizado, concesionado, y la población había perdido definitivamente sus magníficas playas.
Pero al menos había ganado sus cloacas.


Eso es lo que algunos llaman "PROGRESO"





EPILOGO

Las nuevas urbanizaciones costeras llegaron a recibir algunos reconocimientos internacionales en mérito a los increíbles beneficios que proporcionaron a sus colonizadores, pero sólo pudieron ser disfrutadas en paz durante algunos años.
Parques y playas se perdieron nuevamente, cuando los descendientes de nuestro audaz pionero, dignos herederos de su ilustre antepasado, descubrieron cuánto dinero podrían embolsar si en la costa del río se pudiese rellenar y...


¿Fin?





Novela escrita en Febrero de 1999 - Página creada en Diciembre 7 de 1999

 

 


LA NOVELA DE LA COSTA - LEYES VIOLADAS POR LAS AUTORIDADES

Por Susana Ribera de Antaño (Fernando Kretsmeyer)


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Art. 2340 del Código Civil, Inc. 4
Art. 2341 del Código Civil (Derechos Reales)
Art. 2639 del Código Civil
Art. 2641 del Código Civil
Art. 2642 del Código Civil
Art. 28 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires
Ley 11.964 de la Provincia de Buenos Aires


Art. 2340 del Código Civil, Inc. 4

Quedan comprendidos entre los bienes públicos las playas del mar y las riberas internas de los ríos, entendiéndose por tales la extensión de tierra que las aguas bañan o desocupan durante las altas mareas normales o las crecidas medias ordinarias.


Art. 2341 del Código Civil (Derechos Reales)

Las personas particulares tienen el uso y goce (temporario, no perpetuo) de los bienes públicos del Estado o de los Estados, pero estarán sujetos a las disposiciones de este Código y a las ordenanzas generales o locales.


Art. 2639 del Código Civil

Los propietarios limítrofes con los ríos o con canales que sirven a la comunicación por agua, están obligados a dejar una calle o camino público de 35 metros (camino de sirga) hasta la orilla del río o del canal, sin ninguna indemnización. Los propietarios ribereños no pueden hacer en ese espacio ninguna construcción, ni reparar las antiguas que existiesen, ni deteriorar el terreno en materia alguna.


Art. 2641 del Código Civil

Si los ríos fueren navegables, está prohibido el uso de sus aguas, que de cualquer modo estorbe o perjudique la navegación o el libre paso de cualquier objeto de transporte fluvial.


Art. 2642 del Código Civil

Es prohibido a los ribereños sin concesión especial de la autoridad competente, mudar el curso natural de las aguas, cavar el lecho de ellas, o sacarlas de cualquier modo y en cualquier volumen para sus terrenos.


Art. 28 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires

(Similar, pero más específico que el Art. 41 de la Constitución Nacional)

Los habitantes de la Provincia tienen el derecho a gozar de un ambiente sano y el deber de conservarlo y protegerlo en su provecho y en el de las generaciones futuras.
La Provincia ejerce el dominio eminente sobre el ambiente y los recursos naturales de su territorio incluyendo el subsuelo y el espacio aéreo correspondiente, el mar territorial y su lecho, la plataforma continental y los recursos naturales de la zona económica exclusiva, con el fin de asegurar una gestión ambientalmente adecuada.
En materia ecológica deberá preservar, recuperar y conservar los recursos naturales, renovables y no renovables del territorio de la Provincia, planificar el aprovechamiento racional de los mismos, controlar el impacto ambiental de todas las actividades que perjudiquen al ecosistema, promover acciones que eviten la contaminación del aire, agua y suelo, prohibir el ingreso en el territorio de residuos tóxicos o radiactivos, y garantizar el derecho a solicitar y recibir la adecuada información y a participar en la defensa del ambiente, de los recursos naturales y culturales.
Asimismo, asegurará políticas de conservación y recuperación de la calidad del agua, aire y suelo compatible con la exigencia de mantener su integridad física y su capacidad productiva, y el resguardo de áreas de importancia ecológica, de la flora y la fauna.
Toda persona física o jurídica cuya acción u omisión pueda degradar el ambiente está obligada a tomar todas las precauciones para evitarlo.


Ley 11.694 de la Provincia de Buenos Aires

Esta ley, muy larga para ser transcripta, es muy interesante.
Regula lo relacionado con los recursos hídricos, y la demarcación en el terreno y en la cartografía de las zonas de riesgo.
También regula los actos de reivindicación, estudios de impacto ambiental, órdenes de demolición a costa del propietario de obras construidas o reparadas en infracción a las disposiciones tomadas en virtud de esta ley, cuando la fecha de construcción o reparación sea posterior a la del mapa aludido en el art. 15 inc. a).


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Página escrita en Noviembre 27, 2000