La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

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Despremiados

Toda la idea fue del Lolopepe. Al comienzo yo no quise aceptar porque me dada vergüenza y también se me ocurrió que los caballeros nos podían pillar y después mandarnos presos. Pero el Lolopepe ya le había dado un tajo al colchón y tenía la lana metida ad Además el Lolopepe estaba tan flaco que el caballero de la Hospedería le decía: "quiltro". Los demás amigos, y hasta yo mismo también le llamábamos: "quiltro".
Yo no sé si fue por hacer un chiste o porque estaba muy flaco, que el Lolopepe aprendió a ladrar: y ladraba tan bien, que muchas señoras al oírlo, estiraban el brazo y movían los dedos diciendo: -¡Pichito, Pichito!
Claro está que el Lolopepe me dijo que para ir a la Exposición tenia primero que lavarme para que me creyeran el dueño de él, y que si no me lavaba ni me peinaba, podrían echarnos a los dos a patadas.
El mismo caballero de la Hospedería se rió mucho cuando yo le pedí que me prestara un jabón de olor para lavarme. Eso sí que, después de lavarme, se me pusieron los ojos llorosos y me dio bastante frío; pero ya nos habíamos metido en el asunto y no había Yo le dije al Lolopepe que él también tenía que lavarse, pero él me aseguró que con la lana encima ni se le notaría. Además me dijo que se pegaría lana hasta en las manos y en los pies. El Lolopepe me dijo que si nos resultaba el asunto nos podía ir muy b Esa mañana nos conseguimos un pan de cola y en un tarrito la deshicimos. En seguida el Lolopepe se sacó la ropa y yo le llené el cuerpo de cola; después le fui pegando todas las lanas que él había sacado del colchón y hasta sobró para que, con un trozo de Cuando terminé de pegarle los vellones, el Lolopepe se puso a ladrar, y si yo no hubiera sabido que era el mismo Lolopepe, le habría dado una patada diciéndole: -iCállate perro!
Con la correa con que el Lolopepe se sujetaba los pantalones, le hice un collar y con la cadenita que me robé del excusado de la Hospedería amarré al Lolopepe; salimos a la calle.
Claro está que el Lolopepe se veía un poco raro, con la parte de la cola tan levantada que parecía que se iba cayendo para adelante; con las patas traseras muy largas y las rodillas dobladas para adelante, en lugar de llevarlas dobladas para atrás como lo Como eran ya cerca de las diez de la mañana, las señoras que habían salido a comprar cosas para el almuerzo, se ponían a gritar; otras se arrancaban y se metían en las puertas de las casas creyendo que el Lolopepe las iba a morder.
De repente el Lolopepe me dijo que paráramos en una esquina porque estaba cansado de andar en cuatro patas. Yo me reí y le dije que si lo que quería era otra cosa, levantara una pata arrimado a un poste. Pero el Lolopepe se anduvo enojando y me dijo que s Yo me reí y le dije que era un chiste nomás y que me disculpara.
Cuando seguimos caminando el Lolopepe me dijo que todos los perros que llevan a la Exposición tienen algún nombre y agrego que él quería llamarse "Pirata". Yo le dije que ese nombre no les iba a gustar a los caballeros de la Exposición. Entonces el me dij Yo le dije entonces al Lolopepe que ninguno de ésos era nombre para perros, y que mejor lo llamaría: "Boby" o "Alfonso" que son nombres exclusivamente para perros. El Lolopepe aceptó que lo llamara "Boby".
Seguidos como de quince chiquillos llegamos a la Exposición. En la puerta había dos letreros, uno en inglés, y otro en castellano que decía: "Sociedad de Perros".
Una señora olorosa, de anteojos muy gruesos, me pasó en la puerta una tarjeta y me dijo que le diera los datos del Lolopepe.
-¿Cómo se llama el animalito?
-¡Boby!
-¿Hijo de quién?
-De la señora Luisa.
-¿La madre fue presentada en alguna Exposición anterior?
-¡No, porque murió en Temuco!
-¿EI padre?
-Le llamaban "El Lechuga" y murió atropellado.
-¿Raza?
Como vi que el Lolopepe estaba cubierto de lana de oveja, respondí:
-¡Ovejero!
-¡Está bien! ¡Lléveselo a ese rincón y espere al jurado! En el rincón habían muchas señoras con perros que al vernos se quitaron hacia un lado por temor de que el Lolopepe les mordiera a sus animalitos.
Los pichitos se pusieron a oler al Lolopepe y a gruñir; pero con tantas olidas de los perritos, al Lolopepe le empezó a dar cosquillas y luego, no pudiendo ya aguantar más se puso a revolcarse en el suelo y a morderse una pata para no reírse.
Por temor de que fueran a descubrir al Lolopepe, yo me puse colorado y comencé a sudar. Pero en ese momento se me ocurrió espantar a los otros perros y gritarle al Lolopepe:
- ¡Quieto Boby, que si te portas mal no te voy a dar chocolates ni te voy a comprar la pelota que te prometí!
-¿Su perrito come chocolates?-me preguntó una señora muy viejita que estaba al lado mío.
-¡Si señora-le respondí- pero prefiere el vino!
La señora viejita me miró muy sorprendida y no hizo ningún comentario.
En la Exposición había muchos perros y perras, de todos los tamaños y de todas las razas. La mayoría estaban peinados como monstruos y llevaban cintitas amarradas por todas partes. Muchos tenían chombitas de lana y gorritos de terciopelo. Juntando todas e Algunas señoras y algunos caballeros con zapatos de gamuza les daban galletas a sus perros. Un joven rubio con el pelo muy largo me dio cuatro galletas.
-¡Sírvase, sírvase, son galletines con vitaminas, especiales para perros de raza fina!-Me dijo con una voz que le salía sin mover los labios. Yo le embutí dos galletas al Lolopepe y me guardé las otras dos para comérmelas cuando el joven se hubiera dado v En ese momento, una señora con cara de tristeza y sombrero amarillo tocó una campanilla y dijo que se iban a repartir los premios del concurso y que después invitaba a los dueños de los perros a pasar al casino porque les tenía algo preparado.
Yo me puse muy contento y el Lolopepe se puso a ladrar hecho una fiera mientras levantaba la cabeza y me guiñaba un ojo.
Antes de dar los premios, un caballero pelado, con zapatos de gamuza y voz de patrón se puso a discursearle a los perros y les dijo que si se portaban bien les iba a hacer una bonita fiesta para la Pascua. También dijo que el perro era el animal más parec La señora con cara de tristeza y sombrero amarillo volvió a tocar la campanilla y comunicó que el primer premio le correspondía a la perrita "Cinthya", hija de "Roonie" y de "Alamie". En seguida, entregó al dueño, el joven rubio y de pelo largo que dijo l Luego dio el segundo premio-otro diploma y otro cheque-a una anciana, dueña de "Feroz", hijo de "Agresiva" y "Aullante".
Fue descalificado en ese momento un perro de raza desconocida llamado "Alcalde".
E1 tercer premio se lo llevó un perro chileno: "Copihue" del que era dueña una señora inglesa. Los padres del perro se llamaban: "Bío-Bío" y "Cueca".
Yo estaba tan decepcionado que me daban ganas de darle dos patadas al Lolopepe, pero en ese momento se acercó la señora con cara de tristeza y sombrero amarillo y me dijo que a mi extraño perrito "Boby" le iban a dar el Premio Extravagancia, consistente e Al oír esto yo me puse colorado de emoción y sudando como un bruto me puse a saludar hacia todos lados.
Pero en ese momento sucedió que "Boby", es decir el Lolopepe, se paró en dos patas y estirando una pata delantera, es decir una mano, hacia la señora con cara de tristeza y sombrero amarillo, le dijo profundamente emocionado y agradecido:
-¡Muchas gracias, señora!
Bastó esto para que la señora saliera huyendo a gritos y todas las personas presentes se pusieran a arrancar y a gritar como locas.
Los mismos perros, imitando a sus amos, se pusieron a aullar y a ladrar saltando para todos lados.
El caballero del discurso se paró encima de una mesa gritando: -¡Misericordia !- mientras el joven rubio de pelo largo se arrastraba debajo de la misma mesa diciendo que alguien le había robado el cheque y el diploma.
Al poco rato, la gente, al notar que nosotros con el Lolopepe nos quedábamos tranquilos y no le hacíamos daño a nadie, se fue acercando poco a poco un tanto calmada.
Se aproximó entonces la señora, con cara de susto ahora, y sombrero amarillo y me preguntó a gritos:
-¡Dígame, luego! ¿Qué es? ¿Perro o humano?
El Lolopepe, en cuatro patas, movía la cabeza desconcertado y arrepentido mientras yo no hallaba qué decir.
-¡Hable hombre, si nosotros no mordemos! -volvió a hablar la señora-. ¿Qué es?
-¡Soy un niño! -Contestó el Lolopepe desde el suelo.
-¿Y por qué se viste de perro entonces?
-Bueno, resulta que yo no soy perro-respondió el Lolopepe con humildad.
-Me lo había figurado... ¿Y por qué no va a una Exposición de Niños entonces?
-¡Ud. me ve, soy ya muy crecido! Además siempre premian a los niños más gordos... y yo...
-¡Es un impostor! -gritó un caballero flaco y calvo
-¡Échenlos! ¡Que llamen a los carabineros!
-¡Sí, que llamen a los carabineros! -exclamó otro.
Yo estaba desesperado. ¡En los líos que me metía el Lolopepe!
Pero en ese momento el Lolopepe hizo algo que nos libró de ir presos. Se paró encima de la mesa y dijo:
-¡Señoras, si llaman a los carabineros me saco aquí mismo la lana y...!
-¡No! ¡No! ¡Déjenlos ir! ¡Déjenlos ir! -gritaron a coro todas las señoras bajando la vista.
Entonces tomé al Lolopepe por la cadena y salimos corriendo de la Exposición, sin premio, sin diploma, sin nada.
En una esquina en que nos paramos a tomar aliento, el Lolopepe comentó:
-¡Así que para ganarse dos o tres porquerías uno debe ser un perro legítimo !
-¡Buena cosa!
Yo le dije que era mejor que siguiera siendo un muchacho, porque a los perros, por muy premiados en exposiciones que fueran, jamás se les habría de ocurrir las ideas que a él se le ocurrían.
-¡Sí! -me dijo el Lolopepe- ¡Tienes razón!
Y seguimos corriendo. Yo, con toda la velocidad que me daban mis dos pies y el Lolopepe, jadeante, en cuatro patas y con el rabo entre las piernas.

 

 

 

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