La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

Luis Durand
La Carreta de Juan Mardones

La carreta iba bordeando el flanco rojizo del cerro de "Las Minas" cubierto a retazos de frondosos macales y pequeños grupos de hualles, que llegaban hasta la cerca misma del camino, en cuyo lado opuesto se abría una amplia hondonada montuosa, desde donde Brillaba un sol espléndido, que hacía poco había asomado su disco de fuego, descolorando los macizos de rubíes que en los picos de la cordillera prendían su hoguera inmensa.
Juan iba con la garrocha en la mano, sentado en el borde delantero de la carreta, con las piernas colgantes a ambos lados del pértigo. A su espalda, la Tomasa se acurrucaba junto a las barandillas, envuelta en su manto verdoso, su falda obscura y tocada c Habló el viejo con voz cascada:
-Tan espiaos los bueyes tuavía.
La vieja, a su vez, abrió la boca, y luego replicó:
-Pobres güeicitos, quedaron tan mal aveníos con la "pizota". Si les dio tan bien juerte... El Pájaro jue el más aporriao.
Juan Mardones asiente a lo que su mujer dice, mientras estira el brazo, poniendo el extremo de la picana sobre el yugo y hablando a los bueyes, que han empezado a bajar al trote una de las numerosas cuestas del camino.
-Te, te, tezaaa... ¡Pájaro, Venao, chiiist...!
La carreta ha llegado al plan. Va cruzando ahora el potrero de "Las Minas", nombre que toma del cerro. Es noviembre: a ambos lados del camino, los trigales extienden su manto de esmeralda que riza suavemente el viento del amanecer. Van tomando ya las seme Los viejos van extasiados contemplando el trigal.
-Güena cosecha va a tener el patrón este año. A los ricos mientras más tienen, más les da Dios dice Mardones.
-Así son no más contesta la Tomasa- y al pebre tanto que le cuesta pa ganarse la vía.
Mardones refunfuña algo y apura los bueyes, mientras su mujer exclama:
-Ta güeno que te apurís, antes que queme más juerte el "pañi".
En efecto, el sol ha salido ardiendo. Un espeso y dorado tierral envuelve a la carreta, que sigue rodando lentamente por el camino inundado de su luz y de todos los perfumes del campo que ofrece la mañana.
-¡Güenos días, on Caamaño!
-¡Güenos, on Mardones!
-¡Qué era de su vida, oña Tomasa!
-¡Viviendo pa no morirlos, pue, oña Trini!
Es en la entrada del pueblo, donde Juan Mardones ha detenido su carreta frente a la vinería de Abdón Caamaño, del cual es gran amigo.
Después de las preguntas de rigor, la Tomasa con la mujer de Caamaño se dedican a bajar de la carreta todo lo que traen. Pollos, pavos y patos vienen revueltos aleteando y cloqueando estrepitosamente. Un gallo trintre castellano que ha logrado desasirse d -¡Gallo del diablo -grita Caamaño-, me quebró el "potrillo" más lindo que tenía!
Mardones, en tanto se ocupa de bajar un gran barril que viene en la carreta, tapado con sacos, junto con una damajuana. Ambas vasijas son para llevar los "útiles" que faltan en el negocio. Caamaño pregunta:
-¿Del tinto va a llevar?
-Sí, pero me va a dar del más grueso que tengan, porque ese filtrao que llevé "cuantuá" no aguanta mezcla... Y hay que ponerle un poquito más pa que haga la cuenta. En la mamajuana voy a llevar dos cántaros de aguardiente, d'ese más juertoncito p'al chufl Llenando las vasijas. comiendo causeos, haciendo paquetes con las compras que la Tomasa ha hecho en los negocios del centro del pueblo, ha llegado la hora del almuerzo, que es regado abundantemente. Las dos mujeres no tienen nada que envidiar a sus marido La vidá si yo enviudara
otro sería el gallo,
la vidá, que me cantara...
Y después de alargarla con algunas variantes, a manera de estribillo:
Vieja mañosa,
muérete di una vez
no siay cargosa...
La Tomasa lo mira riendo, con los ojos encandilados y la faz enrojecida por el alcohol. Dirigiéndose a la dueña de casa, le dice:
-¡Aguaite, oña Trini, el viejo fresco! ¡Quién le irá a hacer caso! Será por lo nuevo y boñicho qu'es.
-Viejo, pero apellinao -apunta Caamaño, celebrando con el aludido la frase, mientras ellas casi a una voz exclaman:
-¡Miren qué yunta se juntó! ¡Apenas se pueden la carreta y ya quieren correr con ella!
La tarde se ha deslizado sin sentir. Como son buenos clientes y viejos conocidos, los Caamaño los atienden bien. Han hablado de todo. De la trilla donde el "compaire Fidel"; de la bestia mulata que se le fatalizó a don Inostroza; del tiempo que va tan mal Sin que lo noten, las sombras del crepúsculo han ido invadiendo la estancia donde conversan. Pero de pronto, al darse cuenta que la noche se avecina, se inquietan deseando marcharse.
-El camino es largo -dicen.
-¡Pst! La noche les corre pa andar -contesta la Trini
-Pero no conviene, anda mucha gente mala ahora -replica medrosa la campesina.
Y mientras Juan, a trastabillones, pone los bueyes al pértigo, la Tomasa envuelve su dinero en el pañuelo, y lo guarda, levantándose la pollera, en un bolsillo que tiene en el refajo. Después, acercándose a la Trini, le dice en secreto:
-Présteme, por un servicio, la mamajuanita chica pa llevar un traguito, mire que puel camino da mucha sé.
La obscuridad se ha extendido por completo sobre los campos, dormidos en un sueño de silencio y de paz que sólo turba la carreta de Juan Mardones con su chirrido desapacible que va rasgando el denso velo de la noche. Inerte van los viejos sobre ella, pues Pero no hay cuidado de extraviarse. Los bueyes van con sus trancos lentos rumiando su melancolía a través de la obscuridad, llevando las testas inclinadas como si fueran listos para embestir a un enemigo que se ocultara en las sombras. La noche, aun cuand De algunas viviendas salen los perros jadeando un ladrido silencioso, como el ulular del viento cuando en las tardes de invierno gime desconsolado su canción de tristeza entre las ramas desnudas de los álamos y bajo el enorme desamparo de los cielos grise De cuando en cuando, alguna casita muestra su luz humilde a través del ventanuco abierto sobre la estancia, en cuyo interior la llama humeante del chonchón pinta cendales negros sobre las paredes enlucidas de cal. Otras veces la barba enmarañada de algún De repente un pájaro, que vuela suavemente, ha pasado junto al barandal de la carreta y ha lanzado un grito lúgubre y escalofriante.
-¡Tué, tué, tué!...
Y este grito tiene tanto poder, es tan intensa su metálica y fría vibración, que hace despertar a Juan Mardones de su profunda modorra, exclamando:
-¡Ave María Purísima! ¡Chonchón dañino, pasa tu camino! ¿Oyiste, Tomasa'?
Un ronquido que hace como un recoveco en el pecho, para terminar en un suspiro, es la contestación de la Tomasa, en tanto el hombre hace la señal de la cruz para ahuyentar al Malo, mascullando entre dientes:
-Vieja bruta, no má, le pone too el tiraje y se cura como una burra.
Después siente la lengua seca, pegada al paladar, y en la garganta el cosquilleo de la sed. Busca a tientas la damajuana chica, pero no la encuentra, hasta que, por fin, la halla junto a la Tomasa. que la tiene pescada ferozmente del asa. Trabajo le cuest Van bajando la larguísima cuesta de Chufquén, y los bueyes se afirman acortando los trancos y recogiéndose sobre sus patas traseras. La Tomasa, apoyada en las barandillas, sentada encima del cabezal delantero, sigue durmiendo acurrucada. De pronto, una de La vidá si yo enviudara
otro sería el gallo,
la vidá, que me cantara...
Y la carreta de Juan Mardones sigue rodando a través de la noche, con su chirrido desapacible, mientras los bueyes, como buenos filósofos, siguen rumiando su melancolía a través de los campos dormidos. Arriba las estrellas parpadean indiferentes a todas l

 

 

 

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