CONSEJO NACIONAL DE EDUCACIÓN (ARGENTINA)
RECOPILACIÓN

 

ANÉCDOTAS ARGENTINAS





EL RELOJ DE LAVALLE

El Mayor Juan Lavalle, peleaba en el ejército del alto Perú, a las órdenes del General Arenales.
Lavalle, que carecía de reloj y de recursos para comprarlo, resolvió valerse de una pequeña astucia para que sus compañeros de armas creyeran que poseía uno, y de buena marcha.
Colgó en su chaleco una cadena, en uno de cuyos extremos ató una bala de fusil la cual iba oculta en el bolsillo. Cuando los oficiales advirtieron la picardía, se la contaron alegremente al General, quien pensó hacer a Lavalle una pequeña broma a éste respecto.
Cierto día se acercó a él y, en tono serio, le dijo: _Mayor, ¿qué hora es?
Lavalle fingió no oirle y, Arenales repitió la pregunta. Entonces el bravo oficial, sacando la bala del bolsillo y mostrándosela a su jefe, contestó: - General , mi reloj no tiene hora, porque para pelear por la patria y morir por ella, si fuere necesario, la espada del Mayor Lavalle a cualquier hora está lista.
Cinco días después el General Arenales regaló a su altivo oficial un hermoso reloj de oro y Lavalle lo lucía, orgulloso y feliz, al ver realizado uno de sus deseos más fervientes: poseer un reloj.


OFICIOS CRIOLLOS

El coronel Sandes, que venía en persecución del Chacho, llegó a un pueblo de La Rioja.
Buscaba baquianos y rastreadores para seguirle, pero los riojanos, que eran casi todos chachistas, no querían servirle.
Por esta circunstancia y para aumentar sus fuerzas, tuvo que recurrir, a la leva, exceptuando del servicio solamente a los hombres que tuvieran un oficio.
Cuando estuvieron reunidos los paisanos en la plaza del pueblo, Sandes ordenó:
- Los que tengan un oficio, den dos pasos al frente.
Los reclutas, que habían comprendido el significado de la orden, dieron todos los dos pasos.
Muy admirado quedó Sandes al comprobar la gran cantidad de artesanos que había en su pueblo tan pobre, e intrigado resolvió interrogarles acerca de sus respectivos oficios.
El primero contestó:
- Colmenero, mi coronel.
Sandes, no sabiendo en qué consistía tal oficio, le hizo a un lado.
El segundo declaró ser platero, y el tercero cochero, (en el pueblo no había coches) y así hasta el ultimo fueron denunciando sus oficios, pero ninguno era rastreador.
Después se dirigió Sandes al primero que había interrogado y le preguntó en que consistía su trabajo de colmenero. Contestó el hombre que en extraer miel de los panales.
Luego dijo al platero si era capaz de hacerle unas espuelas de plata, y le respondió que no, porque su oficio consistía en hacer platos de palo.
Al cochero le preguntó dónde tenía el coche; y éste contesto que era cochero porque hacía cocho (harina de maíz mezclada con harina de algarroba).
Los oficios restantes resultaron ser como los anteriores.
Todos fueron incorporados a la tropa de Sandes, a quien hizo mucha gracia la astucia con que los riojanos intentaron burlar su bando.


HISTORICO CONTRAPUNTO

En el combate de Puerto de Márquez se midieron las fuerzas unitarias del general Lavalle con las federales del general Estanislao López, quien salió victorioso.
Después del triunfo. López, conciliador envió a Lavalle un emisario, ofreciéndole deponer las armas, previa la promesa de Lavalle de organizar la República bajo el sistema federal.
Fue elegido para desempeñar esta dificil misión el gobernador de Santa Fe don Domingo de Oro; éste llevaba como edecán al teniente Yuspe.
Yuspe, serio y reposado, era hombre de la confianza de López. Se le consideraba como el más bravo de los jefes federales en el combate, y como el mejor guitarrero en el cuartel.
Cuando llegaron al campamento de Lavalle, Oro se encerró a conferenciar con éste, mientras afuera su edecán hacía rueda con los oficiales unitarios.
Un joven oficial de Lavalle interpretó con ligereza la actitud grave y reposada de Yuspe y, creyéndolo corto de genio, resolvió hacerle una broma.
Tomó la guitarra, como al descuido y cantó:
López, Rosas y Quiroga
y el fraile San Juan Bautista
se están perdiendo de vista
porque ya no están en boga;
y aquel "cierto olo a soga"
les causa serios temores.
"Humilde y glorioso çantonio
rogad por los pecadores".
El cantor, al decir "cierto olor a soga", repetía un desplante de López, quien había pronunciado estas palabras en el momento decisivo de la batalla.
El oficial terminó su canción en medio de las ruidosas carcajadas de los unitarios.
Yuspe, serio y paciente, pidió la guitarra, y después de templar las cuerdas, cantó:
López, Rosas y Quiroga
y el fraile San Juan Bautista
se están poniendo a la vista
porque van entrando en boga;
y "aquel cierto olor a soga"
causa mal a los sicarios.
"Humilde y divino Antonio
rogad por los unitarios".
La oportuna respuesta fue recibida con un estruendoso aplauso de todos los oficiales.
Yuspe dejó la guitarra y volvió a reconcentrarse en sí mismo, esperando que saliese Oro.


EL SARGENTO CATARRO

En la batalla de Pozo de Vargas, se lucieron como bravos dos hermanos catamarqueños, apodados en la compañìa "Los Catarros".
Participaban de la vida del cuartel, juntamente con ellos, una hermanita joven y humilde, que les acompañaba a todas partes.
Durante la pelea en Pozo de Vargas, iba y venía llevando las caramañolas con agua, mientras silbaban las balas sobre su cabeza.
Al terminar la pelea, la jovencita, cuya heroica conducta despertó la admiración de todos, fue llamada por el teniente Rosales, jefe de la compañía, quien le preguntó:
-¿ No has tenido miedo?
- No, teniente, -contestó la niña- mirando pelear a mis hermanos dándoles ánimo, me olvidé del peligro.
El teniente Rosales, conmovido, citó el nombre de la heroica niña en "la orden del día", y solicitó la nombrasen Sargento de la compañía.
Días después, paseaban alegres por las calles de Catamarca dos jóvenes soldados, acompañados por una muchachita que lucía sobre su vestido nuevo, las insignias de Sargento. Eran, la "Sargento Catarro" y sus dos hermanos.


 

 

FIN