Esopo
El León
FABULAS
El león y el boyero
Un boyero que apacentaba un hato de
bueyes perdió un ternero. Lo buscó, recorriendo los alrededores sin
encontrarlo. Entonces prometió a Zeus sacrificarle un cabrito si descubría
quién se lo había robado.
Entró de inmediato al
bosque y vio a un león comiéndose al ternero. Levantó aterrado las manos al
cielo gritando:
-- ¡ Oh grandioso Zeus,
antes te prometí inmolarte un cabrito si encontraba al ladrón; pero ahora
te prometo sacrificar un toro si consigo no caer en las garras del ladrón!
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El león y los tres bueyes
Pastaban juntos siempre tres bueyes.
Un león quería
devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues
el luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.
Entonces con astucia
recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos de
los otros.
Y así, al no estar ya
unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.
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El león y el mosquito luchador
Un mosquito se acercó a un león y le
dijo:
-- No te temo, y
además, no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, demuéstramelo. ¿
Que arañas con tus garras y muerdes con tus dientes? ¡ Eso también lo hace
una mujer defendiéndose de un ladrón! Yo soy más fuerte que tú, y si
quieres, ahora mismo te desafío a combate.
Y haciendo sonar su
zumbido, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidamente
alrededor de la nariz, donde no tiene pelo.
El león empezó a
arañarse con sus propias garras, hasta que renunció al combate. El mosquito
victorioso hizo sonar de nuevo su zumbido; y sin darse cuenta, de tanta
alegría, fue a enredarse en una tela de araña.
Al tiempo que era
devorado por la araña, se lamentaba de que él, que luchaba contra los más
poderosos venciéndolos, fuese a perecer a manos de un insignificante
animal, la araña.
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El buen rey león
Había un león que no era enojoso, ni
cruel, ni violento, sino tratable y justo como una buena criatura, que
llegó a ser el rey.
Bajo su reinado se
celebró una reunión general de los animales para disculparse y recibir
mutua satisfacción: el lobo dio la paz al cordero, la pantera al
camello, el tigre al ciervo, la zorra a la liebre, etc.
La tímida liebre dijo
entonces:
-- He anhelado
ardorosamente ver llegar este día, a fin de que los débiles seamos
respetados con justicia por los más fuertes.
E inmediatamente corrió
lo mejor que pudo.
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El león apresado por el labrador
Entró un león en la cuadra de un
labrador, y éste, queriendo cogerlo, cerró la puerta. El león, al ver que
no podía salir, empezó a devorar primero a los carneros, y luego a los
bueyes.
Entonces el labrador,
temiendo por su propia vida, abrió la puerta.
Se fue el león, y la
esposa del labrador, al oírlo quejarse le dijo:
-- Tienes lo que
buscaste, pues ¿ por qué has tratado de encerrar a una fiera que más bien
debías de mantener alejada?
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El león enamorado de la hija del labrador
Se había enamorado un león de la hija
de un labrador y la pidió en matrimonio.
Y no podía el labrador
decidirse a dar su hija a tan feroz animal, ni negársela por el temor que
le inspiraba. Entonces ideó lo siguiente: como el león no dejaba de
insistirle, le dijo que le parecía digno para ser esposo de su hija, pero
que al menos debería cumplir con la siguiente condición:
que se arrancara los
dientes y se cortara sus uñas, porque eso era lo que atemorizaba a su hija.
El león aceptó los
sacrificios porque en verdad la amaba.
Una vez que el león
cumplió lo solicitado, cuando volvió a presentarse ya sin sus poderes, el
labrador lleno de desprecio por él, lo despidió sin piedad a golpes.
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El león, la zorra y el ciervo
Habiéndose enfermado el león, se tumbó
en una cueva, diciéndole a la zorra, a la que estimaba mucho y con quien
tenía muy buena amistad:
-- Si quieres ayudarme
a curarme y que siga vivo, seduce con tu astucia al ciervo y tráelo acá,
pues estoy antojado de sus carnes.
Salió la zorra a
cumplir el cometido, y encontró al ciervo saltando feliz en la selva. Se le
acercó saludándole amablemente y le dijo:
-- Vengo a darte una
excelente noticia. Como sabes, el león, nuestro rey, es mi vecino; pero
resulta que ha enfermado y está muy grave. Me preguntaba qué animal podría
sustituirlo como rey después de su muerte.
Y me comentaba:
"el jabalí no, pues no es muy inteligente; el oso es muy torpe; la
pantera muy temperamental; el tigre es un fanfarrón; creo que el ciervo es
el más digno de reinar, pues es esbelto, de larga vida, y temido por las
serpientes por sus cuernos." Pero para qué te cuento más, está
decidido que serás el rey.
¿ Y que me darás por habértelo anunciado de primero? Contéstame, que
tengo prisa y temo que me llame, pues yo soy su consejero. Pero si quieres
oír a un experimentado, te aconsejo que me sigas y acompañes fielmente al
león hasta su muerte.
Terminó de hablar la
zorra, y el ciervo, lleno de vanidad con aquellas palabras, caminó decidido
a la cueva sin sospechar lo que ocurriría.
Al verlo, el león se le
abalanzó, pero sólo logró rasparle las orejas. El ciervo, asustado, huyó
velozmente hacia el bosque.
La zorra se golpeaba
sus patas al ver perdida su partida. Y el león lanzaba fuertes gritos,
estimulado por su hambre y la pena. Suplicó a la zorra que lo intentara de
nuevo. Y dijo la zorra:
-- Es algo penoso y
difícil, pero lo intentaré.
Salió de la cueva y
siguió las huellas del ciervo hasta encontrarlo reponiendo sus fuerzas.
Viéndola el
ciervo, encolerizado y listo para atacarla, le dijo:
¡ Zorra miserable, no
vengas a engañarme! ¡ Si das un paso más, cuéntate como muerta ! Busca a
otros que no sepan de ti, háblales bonito y súbeles los humos
prometiéndoles el trono, pero ya no más a mí.
Mas la astuta zorra le
replicó:
-- Pero señor ciervo,
no seas tan flojo y cobarde. No desconfíes de nosotros que somos tus
amigos. El león, al tomar tu oreja, sólo quería decirte en secreto sus
consejos e instrucciones de cómo gobernar, y tú ni siquiera tienes
paciencia para un simple arañazo de un viejo enfermo. Ahora está furioso
contra tí y está pensando en hacer rey al intrépido lobo. ! Pobre !, ¡ todo
lo que sufre por ser el amo ! Ven conmigo, que nada tienes que temer, pero
eso sí, sé humilde como un cordero. Te juro por toda esta selva que no
debes temer nada del león. Y en cuanto a mí, sólo pretendo servirte.
Y engañado de nuevo,
salió el ciervo hacia la cueva. No había más que entrado, cuando ya el león
vio plenamente saciado su antojo, procurando no dejar ni recuerdo del
ciervo. Sin embargo cayó el corazón al suelo, y lo tomó la zorra a
escondidas, como pago a sus gestiones. Y el león buscando el faltante
corazón preguntó a la zorra por él. Le contestó la zorra:
-- Ese ciervo ingenuo
no tenía corazón, ni lo busques. ¿Qué clase de corazón podría tener un
ciervo que vino dos veces a la casa y a las garras del león?
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El león y la liebre
Sorprendió un león a una liebre que
dormía tranquilamente. Pero cuando estaba a punto de devorarla, vio pasar a
un ciervo. Dejó entonces a la liebre por perseguir al ciervo.
Despertó la liebre ante
los ruidos de la persecución, y no esperando más, emprendió su huída.
Mientras tanto el león,
que no pudo dar alcance al ciervo, ya cansado, regresó a tomar la liebre y
se encontró con que también había buscado su camino a salvo.
Entonces se dijo el
león:
-- Bien me lo merezco,
pues teniendo ya una presa en mis manos, la dejé para ir tras la esperanza
de obtener una mayor.
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El león y el jabalí
Durante el verano, cuando con el calor
aumenta la sed, acudieron a beber a una misma fuente un león y un jabalí.
Discutieron sobre quien
debería sería el primero en beber, y de la discusión pasaron a una feroz
lucha a muerte.
Pero, en un momento de
descanso, vieron una nube de aves rapaces en espera de algún vencido para
devorarlo.
Entonces,
recapacitando, se dijeron:
-- ¡ Más vale que
seamos amigos y no pasto de los buitres y cuervos!
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El león y el delfín
Paseaba un león por una playa y vio a
un delfín asomar su cabeza fuera del agua. Le propuso entonces una alianza:
-- Nos conviene unirnos
a ambos, siendo tu el rey de los animales del mar y yo el de los
terrestres-- le dijo.
Aceptó gustoso el
delfín. Y el león, quien desde hacía tiempo se hallaba en guerra contra un
loro salvaje, llamó al delfín a que le ayudara. Intentó el delfín salir del
agua, mas no lo consiguió, por lo que el león lo acusó de traidor.
-- ¡ No soy yo el
culpable ni a quien debes acusar, sino a la Naturaleza -- respondió el delfín
--, porque ella es quien me hizo acuático y no me permite pasar a la tierra!
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El león, la zorra y el lobo
Cansado y viejo el rey león, se quedó
enfermo en su cueva, y los demás animales, excepto la zorra, lo fueron a
visitar.
Aprovechando la ocasión
de la visita, acusó el lobo a la zorra expresando lo siguiente:
-- Ella no tiene por
nuestra alteza ningún respeto, y por eso ni siquiera se ha acercado a
saludar o preguntar por su salud.
En ese preciso instante
llegó la zorra, justo a tiempo para oír lo dicho por el lobo. Entonces el
león, furioso al verla, lanzó un feroz grito contra la zorra; pero ella,
pidió la palabra para justificarse, y dijo:
-- Dime, de entre todas
las visitas que aquí tenéis, ¿ quién te ha dado tan especial servicio
como el que he hecho yo, que busqué por todas partes médicos que con su
sabiduría te recetaran un remedio ideal para curarte, encontrándolo
por fin?
-- ¿ Y cuál es ese
remedio?, dímelo inmediatamente. -- Ordenó el león.
-- Debes sacrificar a
un lobo y ponerte su piel como abrigo -- respondió la zorra.
Inmediatamente el lobo
fue condenado a muerte, y la zorra, riéndose exclamó:
-- Al patrón no hay que
llevarlo hacia el rencor, sino hacia la benevolencia.
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El león y el asno
Se juntaron el león y el asno para
cazar animales salvajes. El león utilizaba su fuerza y el asno las coces de
su pies. Una vez que acumularon cierto número de piezas, el león las
dividió en tres partes y le dijo al asno:
-- La primera me
pertenece por ser el rey; la segunda también es mía por ser tu socio, y
sobre la tercera, mejor te vas largando si no quieres que te vaya como a
las presas.
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El león y el asno presuntuoso
De nuevo se hicieron amigos el ingenuo
asno y el león para salir de caza. Llegaron a una cueva donde se refugiaban
unas cabras monteses, y el león se quedó a guardar la salida, mientras el
asno ingresaba a la cueva coceando y rebuznando, para hacer salir a las
cabras.
Una vez terminada la
acción, salió el asno de la cueva y le preguntó si no le había parecido
excelente su actuación al haber luchado con tanta bravura para expulsar a
las cabras.
-- ¡ Oh sí, soberbia --
repuso el león, que hasta yo mismo me hubiera asustado si no supiera de
quien se trataba!
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El león y el ratón
Dormía tranquilamente un león, cuando
un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y
rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que
le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento
oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.
Pocos días después unos
cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un
frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del
león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.
-- Días atrás -- le
dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en
agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos
agradecidos y cumplidos.
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El león, la zorra y el asno
El león, la zorra y el asno se
asociaron para ir de caza.
Cuando ya tuvieron bastante,
dijo el león al asno que repartiera entre los tres el botín. Hizo el asno
tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la suya. Indignado por
haber hecho las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró.
Entonces pidió a la
zorra que fuera ella quien repartiera.
La zorra hizo un montón
de casi todo, dejando en el otro grupo sólo unas piltrafas. Llamó al león
para que escogiera de nuevo.
Al ver aquello, le
preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.
-- ¡ Pues el asno,
señor!
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El león, Prometeo y el elefante
No dejaba un león de quejarse ante
Prometeo.
-- Tu me hiciste bien
fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas
garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le
tengo un gran temor al gallo.
-- ¿ Por qué me acusas
tan a la ligera? ¿ No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que
te he dado? Lo que flaquea es tu espíritu.
Replicó Prometeo.
Siguió el león
deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner
fin a su vida.
Se encontraba en esta
situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar.
Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que
le preguntó la causa.
-- ¿ Ves ese minúsculo
insecto que zumba a mi alrededor?
--respondió el elefante --, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy
perdido.
Entonces se dijo el
león: ¿ No sería insensato dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte
y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el
gallo con el mosquito?
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El león y el toro
Pensando el león como capturar un toro
muy corpulento, decidió utilizar la astucia. Le dijo al toro que había
sacrificado un carnero y que lo invitaba a compartirlo. Su plan era
atacarlo cuando se hubiera echado junto a la mesa.
Llegó al sitio el toro,
pero viendo sólo grandes fuentes y asadores, y ni asomo de carnero, se
largó sin decir una palabra.
Le reclamó el león que
por qué se marchaba así, pues nada le había hecho.
Sí que hay motivo --
respondió el toro --, pues todos los preparativos que has hecho no son para
el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro.
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El león y el ciervo
Estaba un león muy furioso, rugiendo y
gritando sin ninguna razón.
Lo vio un ciervo a
prudente distancia y exclamó:
-- ¡ Desdichados de
nosotros, los demás animales del bosque, si cuando el león estaba
sosegado nos era tan insoportable,
¿ de que no será capaz estando en la forma que está ahora?
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El león, la zorra y el ratón
Dormía tranquilamente un león, cuando
un ratoncillo se puso a correr sobre su cuerpo.
Se despertó el león, y
se movió en todas direcciones buscando a ver quien era el intruso que le
molestaba.
Lo observaba una zorra,
y le criticó por creer que tenía miedo de un simple ratoncillo, siendo él
todo un señor león.
-- No es miedo del
ratoncillo -- dijo el león--, sino que me sorprendió que hubiera un animal
que tuviera el valor de pisotear el cuerpo de un león dormido.
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LOS TOROS Y EL LEÓN
Había una vez tres
toros que pastaban juntos.
Se conocían desde
hacía tiempo y entre ellos todo era paz y amistad.
No imaginaban que,
desde lejos, los observaba el león esperando la oportunidad de atacarlos.
Como era un experto
cazador, sabía que llevaría las de perder mientras los toros se mantuvieran
juntos. Por lo tanto él tenía que proceder con astucia.
Se acercó al lugar
donde pastaban y simuló ser un león pacífico que sólo quería tomar sol y
dormitar.
Poco a poco, fue ganando la confianza de los tres animales.
Los toros llegaron a
acostumbrarse a su presencia. Todos los días lo saludaban amablemente y le
preguntaban por su salud.
El león, considerando
que su plan estaba dando resultado, se acercó a uno de los toros y le dijo
al oído:
-¿Qué haces en compañía de esos dos? De lejos se nota que tu raza es
superior...
Luego, solapadamente,
convenció al segundo de que sus amigos aprovechaban lo mejor del campo y lo
condenaban a comer un pasto muy pobre.
-¿Qué les decías a
mis amigos? -le preguntó el tercero.
-¿Decirles? ¡Nada! Los escuchaba con disgusto porque no hacen más que
hablar mal de ti.
Así, con engaños,
consiguió sembrar entre ellos la desconfianza y el recelo.
Los toros empezaron a apartarse...
Dejaron de hablarse y
pronto comenzaron a pastar a gran distancia uno de otro.
El león no esperó más: había llegado el momento de atacar.
Separados, sin
compañeros que los protegiesen, los toros fueron fáciles presas para el
león.
Y, uno a uno, terminaron en sus garras.
Porque la desunión y
el enojo, sólo favorecen al enemigo.
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