Después del
rastreador, viene el baqueano, personaje eminente y que tiene en sus manos la
suerte de los particulares y de las provincias. El baqueano es un gaucho grave y
reservado, que conoce a palmos, veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques
y montañas. Es el topógrafo más completo, es el único mapa que lleva un general
para dirigir los movimientos de su campaña. El baqueano va siempre a su lado.
Modesto y reservado como una tapia, está en todos los secretos de la campaña; la
suerte del ejército, el éxito de una batalla, la conquista de una provincia,
todo depende de él.
El baqueano es casi siempre fiel a
su deber; pero no siempre el general tiene en él plena confianza. Imaginaos la
posición de un jefe condenado a llevar un traidor a su lado y a pedirle los
conocimientos indispensables para triunfar. Un baqueano encuentra una sendita
que hace cruz con el camino que lleva: él sabe a qué aguada remota conduce; si
encuentra mil, y esto sucede en un espacio de cien leguas, él las conoce todas,
sabe de dónde vienen y adónde van. Él sabe el vado oculto que tiene un río, más
arriba o más abajo del paso ordinario y esto en cien ríos o arroyos; él conoce
en los ciénagos, extensos, un sendero por donde pueden ser atravesados sin
inconvenientes, y esto en cien ciénagos distintos.
En lo más oscuro de la noche en
medio de los bosques o en las llanuras sin limites, perdidos sus compañeros,
extraviados, da una vuelta en circulo de ellos, observa los árboles; si no los
hay se desmonta se inclina a tierra, examina algunos matorrales y se orienta de
la altura en que se halla, monta en seguida y les dice para asegurarlos*:
"Estamos en dereceras de tal lugar, a tantas leguas de las habitaciones; el
camino ha de ir al Sur" y se dirige hacia el rumbo que señala, tranquilo, sin
prisa de encontrarlo y sin responder a las objeciones que el temor o la
fascinación sugiere a los otros.
Si aun esto no basta, o si se
encuentra en la pampa y la oscuridad es impenetrable, entonces arranca pastos de
varios puntos huele la raíz y la tierra, las masca y, después de repetir este
procedimiento varias veces, se cerciora de la proximidad de algún lago, o arroyo
salado, o de agua dulce, y sale en su busca para orientarse fijamente. El
general Rosas, dicen, conoce, por el gusto, el pasto de cada estancia del sur de
Buenos Aires.
Si el baqueano lo es de la pampa,
donde no hay caminos para atravesarla, y un pasajero le pide que lo lleve
directamente a un paraje distante cincuenta leguas, el baqueano se para un
momento, reconoce el horizonte, examina el suelo, clava la vista en un punto y
se echa a galopar con la rectitud de una flecha, hasta que cambia de rumbo por
motivos que sólo él sabe, y, galopando día y noche, llega al lugar
designado.
El baqueano anuncia también la
proximidad del enemigo, esto es, diez leguas, y el rumbo por donde se acerca,
por medio del movimiento de los avestruces, de los gamos y guanacos que huyen en
cierta dirección. Cuando se aproxima observa los polvos y por su espesor cuenta
la fuerza: "Son dos mil hombres" -dice-, "quinientos", "doscientos", y el jefe
obra bajo este dato, que casi siempre es infalible Si los cóndores y cuervos
revolotean en un círculo del cielo, él sabrá decir si hay gente escondida, o es
un campamento recién abandonado, o un simple animal muerto.
El baqueano conoce la distancia
que hay de un lugar a otro; los días y las horas necesarias para llegar a él, y
a más, una senda extraviada e ignorada, por donde se puede llegar de sorpresa y
en la mitad del tiempo así es que las partidas de montoneras emprenden sorpresas
sobre pueblos que están a cincuenta leguas de distancia que casi siempre las
aciertan. ¿Creeráse exagerado? ¡No! El general Rivera, de la Banda Oriental, es
un simple baqueano que conoce cada árbol que hay en toda la extensión de la
República del Uruguay.
No la hubieran ocupado los brasileros
sin su auxilio; no la hubieran libertado, sin él, los argentinos. Oribe, apoyado
por Rosas, sucumbió después de tres años de lucha con el general baqueano,
y todo el poder de Buenos Aires hoy, con sus numerosos ejércitos que cubren
toda la campaña del Uruguay, puede desaparecer, destruido a pedazos, por una
sorpresa hoy, por una fuerza cortada mañana, por una victoria que él sabrá
convertir en su provecho, por el
conocimiento de algún caminito que
cae a retaguardia del enemigo, o por otro accidente inapercibido o insignificante.
El general Rivera principió sus
estudios del terreno el año de 1804: y haciendo la guerra a las autoridades,
entonces, como contrabandista; a los contrabandistas, después, como empleado; al
rey, en seguida, como patriota; a los patriotas, más tarde, como montonero; a
los argentinos, como jefe brasilero; a éstos, como general argentino; a
Lavalleja, como Presidente; al Presidente Oribe, como jefe proscripto; a Rosas,
en fin, aliado de Oribe, como general oriental, ha tenido sobrado tiempo para
aprender un poco de la ciencia del baqueano.
Domingo Faustino
Sarmiento: nació en San Juan en 1811. Es
uno de los hombres polémicos de la historia argentina. Fue un autodidacta, y
considerado el mayor prosista, ensayista del S. XIX. Es el Maestro por
antonomasia. Fundó periódicos, desde los cuales planteó sus
ideas y usó de tribuna para acusar lo que él consideraba injusto, o para
plantear sus ideas políticas y atacar con la pluma a sus enemigos (especialmente
al Gobierno de Rosas). Fue Presidente de la Nación (1868-1874). Realizó
numerosas obras de adelanto cultural y educacional. Falleció en Paraguay en 1888
(11/09). El día 11 de septiembre, se conmemora en Argentina el "Día del
Maestro", en recuerdo de este gran educador. Entre sus obras, se encuentran
"Facundo o Civilización y Barbarie" (1845), "Recuerdos de Provincia" (1850),
"Viajes por Europa, África y América" (1849-1851), "Argirópolis" (1950), "Diario
de Campaña del Ejército Grande" (1852), "De la educación popular"
(1849).
Se presentan aquí dos textos
pertenecientes al Capítulo II (Originalidad y caracteres de los argentinos) del
libro "Facundo" o "Civilización y barbarie". Allí Sarmiento habla del gaucho y
distingue cuatro categorías: el rastreador, el gaucho cantor, el baqueano
y el gaucho malo.
Material compilado y revisado por
la educadora argentina Nidia Cobiella (NidiaCobiella@RedArgentina.com)
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