La O entre números
Juan Eugenio Hartzembuch

D. Pedro Calderón de la Barca

De una dama era galán
un vidriero que vivía
en Tremecén, y tenía
un grande amigo en Tetuán.
Rogó al vidriero la dama
que al amigo le escribiera
que una mona remitiera;
y como siempre quien ama
quiere con garbo cumplir,
a fin de que a su capricho
la ninfa escogiera el bicho,
tres o cuatro envió a pedir.
El tres o cuatro escribió
en números el vidriero;
y cátate que en un cero
vino a trocarse la O.
Y sin más antecedente
sobre el extraño pedido
el de Tetuán sorprendido
leyó del tenor siguiente:
«Amigo: Para personas
de toda mi estimación,
mándame sin dilación
trescientas y cuatro monas.»
Hallóse apurado el tal;
pero harto más se apuró
el vidriero cuando vio
contra su frágil caudal
dentro de muy pocos días
apearse con estruendo
trescientas monas haciendo
millares de monerías.
Y costó al mal escritor
su ortográfico delito
ver hecho trizas todito
el vidrio de su obrador.

Tales yerros cometer
suele en materia más grave
quien manda mal a quien sabe
malamente obedecer.

 

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