La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

LOS CUENTOS DEL VERANO
EL JARDIN DE SENDEROS QUE SE BIFURCAN
UN CUENTO DE BORGES ELEGIDO POR ISIDORO BLAISTEN

Reconocí el nombre de uno de nuestros cónsules y repetí desconcertado: -¿El jardín?
-El jardín de senderos que se bifurcan.
Algo se agitó en mi recuerdo y pronuncié con incomprensible seguridad: -El jardín de mi antepasado Ts'ui Pên.
-¿Su antepasado? ¿Su ilustre antepasado? Adelante.
El húmedo sendero zigzagueaba como los de mi infancia. Llegamos a una biblioteca de libros orientales y occidentales. Reconocí, encuadernados en seda amarilla, algunos tomos manuscritos de la Enciclopedia Perdida que dirigió el Tercer Emperador de la Dina Stephen Albert me observaba, sonriente. Era (ya lo dije) muy alto, de rasgos afilados, de ojos grises y barba gris. Algo de sacerdote había en él y también de marino; después me refirió que había sido misionero en Tientsin "antes de aspirar a sinólogo". Nos sentamos; yo en un largo y bajo diván; él de espaldas a la ventana y a un alto reloj circular. Computé que antes de una hora no llegaría mi perseguidor, Richard Madden. Mi determinación irrevocable podía esperar.
-Asombroso destino el de Ts'ui Pên -dijo Stephen Albert-. Gobernador de su provincia natal, docto en astronomía, en astrología y en la interpretación infatigable de los libros canónicos, ajedrecista, famoso poeta y calígrafo: todo lo abandonó para compone -Los de la sangre de Ts'ui Pên -repliqué- seguimos execrando a ese monje. Esa publicación fue insensata. El libro es un acervo indeciso de borradores contradictorios. Lo he examinado alguna vez: en el tercer capítulo muere el héroe, en el cuarto está vivo -Aquí está el Laberinto -dijo indicándome un alto escritorio laqueado.
-¡Un laberinto de marfil! -exclamé-. Un laberinto mínimo...
-Un laberinto de símbolos -corrigió-. Un invisible laberinto de tiempo. A mí, bárbaro inglés, me ha sido deparado revelar ese misterio diáfano. Al cabo de más de cien años, los pormenores son irrecuperables, pero no es difícil conjeturar lo que sucedió. T Albert se levantó. Me dio, por unos instantes, la espalda; abrió un cajón del áureo y renegrido escritorio. Volvió con un papel antes carmesí; ahora rosado y tenue y cuadriculado. Era justo el renombre caligráfico de Ts'ui Pên. Leí con incomprensión y fer -Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar Su rostro, en el vívido círculo de la lámpara, era sin duda el de un anciano, pero con algo inquebrantable y aun inmortal. Leyó con lenta precisión dos redacciones de un mismo capítulo épico. En la primera, un ejército marcha hacia una batalla a través de Desde ese instante, sentí a mi alrededor y en mi oscuro cuerpo una invisible, intangible pululación. No la pululación de los divergentes, paralelos y finalmente coalescentes ejércitos, sino una agitación más inaccesible, más íntima y que ellos de algún mo Propuse varias soluciones; todas, insuficientes. Las discutimos; al fin, Stepehn Albert me dijo: -En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida? Reflexioné un momento y repuse: -La palabra ajedrez.
-Precisamente -dijo Albert-. El jardín de senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo; esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre. Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrase -En todos -articulé no sin un temblor- yo agradezco y venero su recreación del jardín de Ts'ui Pên.
-No en todos -murmuró con una sonrisa-. El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros. En uno de ellos soy su enemigo.
Volví a sentir esa pululación de que hablé. Me pareció que el húmedo jardín que rodeaba la casa estaba saturado hasta lo infinito de invisibles personas. Esas personas eran Albert y yo, secretos, atareados y multiformes en otras dimensiones de tiempo. Alc -El porvenir ya existe -respondí-, pero yo soy su amigo. ¿Puedo examinar de nuevo la carta? Albert se levantó. Alto, abrió el cajón del alto escritorio; me dio por un momento la espalda. Yo había preparado el revólver. Disparé con sumo cuidado: Albert se Lo demás es irreal, insignificante. Madden irrumpió, me arrestó. He sido condenado a la horca. Abominablemente he vencido: he comunicado a Berlín el secreto nombre de la ciudad que deben atacar. Ayer la bombardearon; lo leí en los mismos periódicos que pr Pinturas: Pablo Siquier
1 Hipótesis odiosa y estrafalaria. El espía prusiano Hans Rabener alias Viktor Runeberg agredió con una pistola automática al portador de la orden de arresto, capitán Richard Madden. Este, en defensa propia, le causó heridas que determinaron su muerte. (N

Isidoro Blaisten (1933, Entre Ríos)

Redactor publicitario, periodista, fotógrafo y librero. Es autor de La felicidad, Anticonferencias, Dublin al Sur, Cerrado por melancolía y Al acecho, entre otros libros de cuentos. "El jardín de senderos que se bifurcan toca el corazón de la literatura.

Jorge Luis Borges (1899-1986)

Poeta, ensayista, es figura sobresaliente de toda la literatura argentina del siglo XX. En 1914, a comienzos de la Primera Guerra Mundial, Borges fue con su familia a Ginebra donde aprendió francés y alemán. A fines de 1919, cruzó a España donde estableci

Pablo Siquier

Nació en Buenos Aires en 1961. Estudió en los talleres de Araceli Vázquez Málaga y Pablo Bobbio y en la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Siquier trabaja con símbolos a partir de una fría geometría que tanto se diluye en un laberinto

 

 

 

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