La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

FRANCISCA JOSEFA DEL CASTILLO Y GUEVARA
* Afecto 46
* Afecto 195
* Poema (De la salud la fuente...)

FRANCISCO ANTONIO VÉLEZ LADRÓN DE GUEVARA
* A una dama cariñosa y esquiva (Décimas)
* Entrada del Virrey Manuel Antonio Flórez y Maldonado a Santafé de Bogotá (fragmento)
* Llora la Santísima Virgen María al Niño Dios perdido en el templo

AFECTO 46
DELIQUIOS DEL DIVINO AMOR EN EL CORAZÓN DE LA CRIATURA, Y EN LAS AGONÍAS DEL HUERTO
El habla delicada
Del amante que estimo,
Miel y leche destila
Entre rosas y lirios.
Su melíflua palabra
Corta como rocío,
Y con ella florece
El corazón marchito.

Tan suave se introduce
Su delicado silbo,
Que duda el corazón,
Si es el corazón mismo.
Tan eficaz persuade,
Que cual fuego encendido
Derrite como cera
Los montes y los riscos.
Tan fuerte y tan sonoro
Es su aliento divino,
Que resucita muertos,
Y despierta dormidos.

Tan dulce y tan suave
Se percibe al oído,
Que alegra de los huesos
Aun lo más escondido.
Al monte de la mirra
He de hacer mi camino,
Con tan ligeros pasos,
Que iguale al cervatillo.

Mas, ¡ay! Dios, que mi amado
Al huerto ha descendido,
Y como árbol de mirra
Suda el licor más primo.

De bálsamo es mi amado,
Apretado racimo
De las viñas de Engadi,
El amor le ha cogido.

De su cabeza el pelo,
Aunque ella es oro fino,
Difusamente baja
De penas a un abismo.
El rigor de la noche
Le da el color sombrío,
Y gotas de su hielo
Le llenan de rocío.
¿Quién pudo hacer, ¡ay! Cielo,
Temer a mi querido?
Que huye el aliento y queda
En un mortal deliquio.

Rojas las azucenas
De sus labios divinos,
Mirra amarga destilan
En su color marchitos.

Húye, aquilo, ven austro,
Sópla en el huerto mío, las eras de la flores
Den su olor escogido.

Sópla más favorable,
Amado ventecillo,
Den su olor las aromas,
Las rosas y los lirios.

Mas ay! que si sus luces
De fuego y llamas hizo,
Hará dejar su aliento
El corazón herido.

AFECTO 195
VILLANCICO AL NACIMIENTO DEL REDENTOR

Todo el aliño del campo
era un hermoso clavel,
sin que el rigor de la escarcha
pueda quitarle el arder.
¿Quién ha visto hermosa flor
tanto abrazar por querer,
lucir acá entre las sombras
todo el cielo en un clavel?

Cómo hay sol entre las sombras,
venid pastores a ver;
cómo el fuego ya está el yelo,
y el yelo abrasar se ve.
Cómo nace Niño amor,
siendo gigante en poder,
rendir tantos albedríos
al fuego de su querer.

Cómo nace por amar,
cómo muere por querer;
como que tiene en sus manos
como el morir el nacer.

POEMA

De la salud la fuente,
coronada de juncos punzadores,
un corazón ardiente buscaba
triste y lleno de dolores,
y hablando con la cruz,
que atento mira, así gime,
así llora, así suspira:

¡Señor, yo soy el ciervo
que tan sediento buscó esos raudales;
si te ofendí protervo,
ya busco arrepentido de mis males,
y no me he de apartar de tu presencia
sin favor, sin perdón, y sin clemencia!
En esa cruz clavado
arco de paz te hicieron tus finezas,
y pues, enamorado,
así encender pretendes las tibiezas;
que se abrasen las mías,
hoy te ruego, con tu luz,
con tu llama, con tu fuego.

El Dios de las venganzas,
un tiempo los profetas te llamaron;
mas ya mis esperanzas
desde que hombre te hiciste mejoraron,
pues Dios de amor,
te mira en prisiones sin arco,
sin saetas, sin arpones.

Ya se acabó la guerra,
no más pecar,
Señor, no más,
te ofrezco;vea el cielo y la tierra
que aunque el perdón
que pido no merezco,
me lo da tu bondad;
y en tanta gloria la corona,
la palma, la victoria.

A mi Padre he enojado
por las culpas que ingrata he cometido;
la llaga del costado me la puedes mostrar,
amante herido, que con su vista no has de ser,
espero, tremendo, rigoroso, justiciero.

Y de tu Madre Santa mira los limpios pechos,
mi sagrado; ¿qué daré en dicha tanta,
sabiendo ya por quien me ha perdonado?
Pues se acaban (poniendo allí los ojos)
las iras, los rigores, los enojos.

Por sustentarme echaste el sello
de tu amor en una oblea;
tu sangre derramaste, queriendo
que a mi sed bebida sea.
No permitas malogren mis furores
tus finezas, tus ansias, tus amores.

Yo cometí el pecado
cual oveja voraz, la más perdida,
y tuve olvidado
en los pastos del mundo divertida;
pero tú, reducirme a ti procuras,
con ruegos, con piedades, con dulzuras.

Pastor y pasto mío,
que me has buscado,
sin ahorrar rigores
del invierno en el frío,
y del verano ardiente en los ardores;
no salga yo otra vez, para mi daño,
del redil, del aprisco, del rebaño.

FRANCISCO ANTONIO VÉLEZ LADRÓN DE GUEVARA (1721 - ? )
A UNA DAMA CARIÑOSA Y ESQUIVA
DÉCIMAS

Cielo para qué derramas
Sobre mí tus luces bellas
Si solamente son ellas
Incendios con que me inflamas?
Sólo hallo en tus luces llamas
Pues siempre que a verlas llego
Quedo abrasado en su fuego
Quedo a su ardor derretido
Quedo a sus rayos rendido
A sus resplandores ciego.

Y con todo estoy de mí
Tan fuera, bella homicida,
Que quiero encontrar la vida
Del modo que la perdí,
Yo muero porque te vi
Y quiero resucitar
Con mirar y remirar
De ese rostro la luz clara
Sabiendo que esa tu cara
Me ha de volver a matar.

Pero quién, aunque perdiera
La luz por llegarte a ver
Se ha de poder contener
Sin acercarse a tu esfera?
Aunque por verte yo muera
No he de dejar de mirarte
No he de dejar de adorarte
No he de dejar de quererte,
Si he de morir de no verte
Moriré por contemplarte.

Seré Fénix que en la pira
Donde la muerte recibe
Toma alientos con que vive,
Pierde alientos con que expira.
Ya entre las llamas respira
Ya entre ellas pierde el aliento
Y haciendo entre el fuego asiento
Ya muerto en las llamas yace,
Ya entre las llamas renace
Con un continuo portento.

Seré inquieta mariposa
Que por cercar tu luz pura
Halle en ella sepultura
Con una muerte dichosa.
Pues qué muerte más gloriosa
Que morir entre la risa
De ese rostro, bella Elisa,
En cuyo sol abreviado
Y en perfección mejorado
Todo el cielo se divisa?

ENTRADA DEL VIRREY MANUEL ANTONIO FLÓREZ Y MALDONADO A SANTA FE DE BOGOTÁ
(fragmento)

El Cabildo, Concejo y Regimiento
De esta ilustre, muy leal y esclarecida
Ciudad de Santa Fe, que al firmamento
Se eleva cuando al sol mira atrevida.
Aunque adelante marcha, siempre atento
A su Virrey el rostro, con rendida
Demostración ostenta que es la parte
Principal en las glorias de este Marte.

Pues ella le recibe con festivas
Aclamaciones, ella con triunfales
Arcos le espera, y entre alegres vivas
Le eleva hasta los orbes celestiales.
Ella de amor en voces expresivas
Le rinde parabienes inmortales
Y en las doradas llaves que le entrega
La obediencia le da más pronta y ciega.

Ella en sus calles ricas colgaduras
De sedas y damascos y tapices
De oro y de plata, en bellas contexturas
A sus paredes da puros matices.
De acordes instrumentos en dulzuras
Desea a su Virrey siglos felices;
Ella, cual Roma, en no común estilo
En él recibe a César y a Camilo.

Ella con él y su familia viene
Compitiendo grandeza y esplendores
En brutos y jaëces, que previene
Marcha al son de las cajas y tambores.
Ella sola en sus calles hoy contiene
Andantes huertos, caminantes flores,
Que juntando en el mayo mil abriles
Son de flores portátiles pensiles.

Así rúan en brutos que al estruendo
Del acero en brillantes herraduras
Chispas despiden, y al compás hiriendo
Música forman en las piedras duras.
Con igual vanidad se iban moviendo
Bridones y jinetes que pinturas
Al vivo parecían en el tiento
Con que igualaban todo el movimiento.

Así llegaron a la bella esquina
De la plaza mayor: detente pluma,
Igual águila regia, aquí examina
Del sol que miras la grandeza suma.
Desde aquí se divisa la divina
Juana María, cuya luz me bruma,
Y suspenso me quedo a registrarla,
Por ver si puedo desde aquí pintarla.

Sentada estaba con las damas bellas
Que en su balcón le hacían compañía
Y en el color que viste a las estrellas
A jugar cañas llama y desafía.
A las demás matronas y doncellas
Hasta en lo singular ella excedía
Pues si fue singular en esplendores
Fue también especial en los colores.

No carmesí, no verde, no encarnado
Color se viste, porque no se crea
Que a ella el color viveza le ha prestado
Cuando entre rayos su beldad se vea.
El azul de propósito ha dejado,
Aunque campo del sol el azul sea,
Porque teme que se ardan hoy en celos
Al verla, las esferas de esos cielos.

Vistió color de caña, orlado de oro,
O sea por primor de la hermosura,
O sea por mostrar con más decoro
Que ella no debe nada a la pintura.
De los otros colores sin desdoro
Quiso acercarse más a la blancura
En este, que por ser más dejativo
A su beldad dejase lo más vivo.

Al jazmín, a la rosa y al narciso,
A violeta y clavel con cuidadoso
Estudio sus colores dejar quiso,
Quiso guardar en sí todo lo hermoso
Y de ninguna afectación con viso
Uniendo a su viveza su reposo,
Si a los astros provoca a la campaña
Esconde flechas al jugar la caña.

Desde el balcón en que sentada estaba
A los luceros todos desafía
Que por el miedo que su luz les daba
No quisieron salir y creció el día;
Pero qué mucho, si donde se hallaba
Su luz, estar la noche no podía?
Y por eso quizá se miran soles
Cuantas damas la cercan, girasoles.
Los balcones volcanes son de rosas,
Ampos de nieve son, y de azucenas,
Lidia el fuego y la nieve en tan hermosas
Damas de que esas salas están llenas.
Todas de tanto sol son mariposas,
Todas Clicies te cercan en amenas
Competencias bebiendo rayo a rayo
De su virreina cada cual un rayo.

Luz a luz, flor a flor, cada una apura
Llamas del sol, de su beldad abriles
Y entre tanto conjunto de hermosura
Un ramillete forman flores miles,
Pues de aquellos balcones en la altura
Semíramis envidia los pensiles
Viendo juntarse en tan pequeña esfera
La tierra y el cielo en una primavera.

LLORA LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA AL NIÑO DIOS PERDIDO EN EL TEMPLO
ENDECHAS

La lumbre de mis ojos
Blanco de mis cariños
El alma de mi vida
Y la vida de mi alma se ha perdido.
Dadme, ángeles, noticia
Pues que bien conocido
Tenéis al dulce dueño,
Tenéis de mis pesares el alivio.
Decidme si a los cielos
Acaso se ha subido
Que sólo por buscarle
Escalaré las cumbres del Olimpo.

O si acaso en la tierra
Su luz se me ha escondido,
Que por hallarle solo
Iré a los Garamantas y a los Indios.

Mirad que sin mi Amado
Ya yo sin vida vivo
Y cercada de penas
En cada aliento muertes mil respiro.

Mas ya que las celestes
Mentes a mis gemidos
No responden, decidme,
Hombres, si por ventura le habéis visto?

O si no bestias fieras,
Aves, fuentes y riscos,
Agua, tierra, fuego, aire,
Decidme dónde se halla mi querido.

Y si buscáis las señas
Es un pequeño niño
Más rojo que la grana,
Más blanco que la nieve y que los lirios.

Espaciosa la frente,
Cabellos de oro rizo,
En sus cejas se mira
En dos iris un orbe repartido.
Bajo de ellas se engastan
Dos luceros tan lindos,
Que obscurecen las luces
Que los orbes matizan de zafiros.

Ellos son tan brillantes
Que yo misma me admiro
Cómo pueden mis ojos
Mirar sin que tropiecen con sus brillos.

Quizá con sus fulgores
Yo miro lo que miro
Y ciegos con su lumbre
Al mirarle se ven los ojos míos.

Por tanto, dulce Dueño,
Jesús precioso y lindo
Dime si estás presente,
Suene tu dulce voz en mis oídos.

Muéstrame tus mejillas
Más cándidas que armiños
Matizadas de rosas,
Salpicadas de púrpura de Tirio.

Tu risa me demuestre,
Entre el coral partido
De tus labios, los dientes
De alabastro y aljófares bruñidos.

Por qué, Jesús amado,
Tus dedos de jacintos
No darán a mis ojos
Del lugar donde paces, un indicio?
Pues por más que te busco
No te hallo entre los lirios,
Ni pareces, mi Dueño,
en las dulces bodegas de los vinos.

Dónde podré encontrarte,
Mi dulcísimo Niño?
Quién me dará las señas
De joyel tan precioso y peregrino?

Porque si yo no le hallo
Correrán por testigos
De mi indecible pena
Por mis ojos de lágrimas dos ríos.

 

 

 

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