La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

Diamela Eltit

Los Vigilantes: Fragmento

AMANECE

OH, Dios. Tu insistencia se transforma en una feroz arma que usas una y otra vez para atacarme. Parece
que hubieras salido de ninguna parte cuando decides ignorar el modo en el que habita una familia.
Presentas ante mí una incertidumbre que no puede ser legítima y te complaces en preguntar sobre
costumbres que aun las más ínfimas de las especies animales organizan. Si tu hijo no asiste en este
tiempo al colegio, significa que sus horas se dividen en diversas y útiles actividades. Sabrás que también
existen otros conocimientos además de los que imparte la escuela. Tu hijo aprende, por ejemplo, el
impresionante dilema que contienen las habitaciones, el misterio que encubre la distancia que separa a la
oscuridad de la luz, la dimensión y el rigor que ocupa la techumbre, el pasado que ofrecen los rincones.
¿Por qué vuelcas sobre mí todas tus inquietudes? ¿Qué te hace no atender a los problemas reales que
te expreso?
El verdadero conflicto que afrontamos descansa en los vecinos y en el conjunto de sus intolerancias.
Ahora, gracias a ellos, la ciudad que en algunas horas y por obligación recorro, me parece un espacio
irreal, un lugar abierto hacia lo operático y hacia lo teatral. Un resto de tales proporciones que puedo
augurar que pronto quedará librado a la anarquía. Este trastorno es imputable del todo a los vecinos.
Ellos intentan establecer leyes que nadie sabe a ciencia cierta de dónde provienen, aunque es evidente
que urden esta acometida únicamente para incrementar los bienes que acumulan en sus casas. Pero yo
advierto con precisa claridad cómo se debaten en medio de una indescriptible conciliación y aluden a
desmanes que no sé si sólo ocurren en sus mentes. Siento que los vecinos quieren representar una obra
teatral en la cual el rol del enemigo es adjudicado a los habitantes que no se someten a la extrema rigidez
de sus ordenanzas.
Los vecinos sostienen que la ciudad necesita de una ayuda urgente para poner en orden la iniquidad que
la recorre. Afirman que la ciudad ha sido abandonada por la mano de Dios y yo pienso que si eso fuera
así, se debe únicamente a la avaricia de los hombres. Es verídico que las avenidas principales han
perdido todo su prestigio y que los vecinos más poderosos ahora trepan hacia los confines, cerca de las
planicies cordilleranas, para sortear la pesadumbre de la crisis. Sin embargo, lo que ellos en realidad
encubren, es que no quieren pertenecer a un territorio devaluado y que están dispuestos a iniciar
cualquier medida para salvarse de una terrible humillación. Por eso van de casa en casa transmitiendo
leyes que carecen de sentido. Nuevas leyes que buscan provocar la mirada amorosa del otro lado de
Occidente. Pero el otro Occidente es terriblemente indiferente a cualquier seducción y sólo parece ver a
la ciudad como una gastada obra teatral. Sé que ya estás enterado de que lo que pretenden los vecinos
es gobernar sin trabas, oprimir sin límites, dictaminar sin cautela, castigar sin tregua.
¿No piensas acaso que es difícil sobrevivir en una ciudad tan asediada? ¿qué haces tú para aliviar mi
vida y la de tu hijo? El temor que experimentas de que en tu hijo se interrumpa el caudal de sus
conocimientos es completamente absurdo pues, al revés, se incrementa día a día. Eso no debiera ser
una fuente de aprensión. Más bien deberías inquietarte por la vigilancia que sobre nuestra casa ejercen
los vecinos y hacer todo lo que estuviera a tu alcance por protegernos de esa persecución malsana. Es
quizás arriesgado de mi parte aventurar un juicio sobre tu comportamiento, pero en ocasiones pienso que
estás confabulado con las peligrosas normas que intentan imponernos; de otra forma, no volverías
siempre sobre los mismos temas. Tu hijo pasa ahora por lo que considero que es su mejor momento. Lo
único que nos frena es la virulencia de este frío. Ah, el frío. Es tanto el frío que mi mano se desencaja y
me entorpece la letra. Las palabras que te escribo están guiadas por una razón helada. No me obligues
pues a más de lo que ya me obligas. ¿No has aprendido acaso que lo humano se estrella contra sus
propios límites?

MI MANO tiembla mientras te escribo. Tiembla como si la atacara un huracán en medio de un despoblado. Tu
madre ha venido hoy a visitarnos como tu emisaria. Pero, dime, ¿era necesario hacernos pasar por una humillación
de tal naturaleza? Tu madre se atrevió a entrar en nuestra casa buscando no sé qué clase de delito entre las
habitaciones. En esos momentos yo dormía y fue tu hijo el que me advirtió de su llegada. Tu hijo me despertó
impulsado por el pánico pues ya sabes cuánto odia la intrusión de desconocidos. Ah, no te imaginarías, pero
calmarlo constituyó para mí una verdadera hazaña.
Afortunadamente la bruma nos trae una apaciguante media luz diurna que diluye la expresión de las facciones. La
bruma hoy fue favorable para soportar el inquisitivo rostro de tu madre. No encuentro las palabras que expresen la
desazón y la angustia con las que hube de atravesar este día. A lo largo de estas horas me he paseado insomne por las
habitaciones, maldiciéndote. Tu hijo, después de la visita, jugó de una manera tan frenética que se ocasionó el peor
acceso de risa de los últimos meses. ¿Desde qué libertad es que te permites esos gestos? ¿qué mal te hemos
ocasionado para que nos hagas caer en este estado?
Las palabras de tu madre contenían una insolencia poco frecuente, una insolencia envuelta tras una engañosa fachada
de amabilidad. Tu hijo y yo estábamos avergonzados por su conducta, sin saber cómo comportarnos en nuestra
propia casa. Incluso se atrevió a darme sugerencias para aumentar la luz que nunca hemos deseado. Él frío y la
claridad me parecen totalmente incompatibles. Tu hijo —y así te lo he manifestado— siente más placer con la
opacidad. Él tiene un extraordinario sentido para encontrar entre la penumbra todo tipo de objetos. ¿Lo entiendes?,
dime, ¿lo puedes entender?, porque, tú sabes, ésa es una cualidad que le va a permitir en su futuro traspasar los más
duros obstáculos. La penumbra nos trae la escasa felicidad con la que contamos. Pero tu madre, empecinada en
destruirme, buscó asociar nuestro regocijo con la palidez, que a su parecer, tenía el rostro de tu hijo.
En ese momento comprendí que tu madre más que en tu emisaria se había convertido en mi enemiga. Tu madre,
hablando por tu boca, aludió sin cesar a la palidez de tu hijo. Para tranquilizarla, debí pasar por la terrible prueba de
poner el rostro de tu hijo ante la luz para que ella lo examinara. Ah, aún no sé en dónde encontré la fortaleza para
hacerlo. Tu hijo se estremecía, aferrado a mi vestido intentando sortear la luz que lo encandilaba. Tu madre después
se retiró anunciándonos una pronta visita.
Es preciso que le comuniques que no toleraré otra irrupción semejante. Pero, a pesar de mis palabras, debo
reconocer que tu madre estaba extremadamente bella, recorrida por una impresionante perfección occidental como si
el frío a ella tampoco la perjudicara. Entendí que entre tu madre y tu hijo se alternaba una similar jerarquía orgánica.
Quise hablarle de cómo compartían parte del mismo valor genético, pero su adversa actitud pronto me desanimó. Te
has encargado de sembrar en tu madre un gran prejuicio hacia nosotros. Te anuncio que desde este instante le cerraré
todas las puertas de la casa. Como ves, tu agresión puede ser fácilmente diluida.

QUIERO convencerte de que tu saña ha motivado en mí una imagen admirable. Te mataré. Sí. Te mataré algún día
por lo que me obligas a hacer y me impides realizar, tiranizándome en esta ciudad para dotar de sentido a tu vida, a
costa de mi desmoronamiento, de mi silencio y de mi obediencia que a través de amenazas irreproducibles has
obtenido. Es inconcebible la manera en que utilizas a tu madre para que invoque el nombre del amor por tu hijo con
sus ojos clavados en el cielo. Te mataré algún día para arrebatarte este poder que no te mereces y que has ido
incrementando, de manera despiadada, cuando descubriste, allá en los albores de nuestro precario tiempo, que yo iba
a ser tu fiera doméstica en la que cursarías todos tus desmanes.
Te mataré bajo la sombra de un árbol para no fatigarme mientras empuño el arma que dejaré caer sobre tu cuerpo
infinidad de veces hasta que hayas sido asesinado para siempre. Deseo matarte en los momentos más álgidos de una
tormenta, en donde tus estertores se confundan con el exquisito sonido del eco de un trueno y tus convulsiones se
asemejen al dibujo de un rayo con el que me amenazas cuando me condenas a la intemperie, para que me deshaga un
rayo como ha dicho tu madre, a gritos, cuando se desata el pánico de una tempestad.
Porque, dime, ¿no te resulta avergonzante el beneficio que has obtenido manejando a la distancia nuestras vidas al
interior de la casa? Tú expropiaste todas mis decisiones al hacerte el dueño de nuestros pasos y con eso has
garantizado tu propia sobrevivencia. Y yo, te mataré, ya lo verás, por estas y otras razones que iré decantando entre
el frío de estos días, continuaré profundizando de hora en hora, mientras me tiendo sobre los hilos soberbios de los
minutos en los que me arriesgo a la crueldad de la temperatura. Porque habrás de saber que este frío es cruel y me
devasta y me agota aunque yo misma me obligue a soportarlo al interior de mi cuerpo contagiado. Has adoptado
conmigo los antiguos hábitos que ya habían caído en desgracia y que fueran repudiados incluso por la poderosa
historia de la dominación que los hubo de eliminar por inhumanos, relegándolos a la historia de las barbaries. Pero
tú, que tuviste noticias de esas horribles prácticas, las repusiste conmigo a pesar de saber bien que las antiguas
víctimas se rebelaron y aunque muchas de ellas sucumbieran, otras lograron la liberación y la caída de esas salvajes
costumbres.
Adoptaste conmigo los antiguos hábitos porque estás a la espera de mi levantamiento en donde mi insurrección se
enfrente con la tuya y me obligues, de una vez y para siempre, a medir nuestras fuerzas. Pero no te otorgaré ese
placer, porque yo sé que no sabes cuáles son las fuerzas que me mueven, con qué fuerzas, que no sean las tuyas, me
mantengo a pesar de la hostilidad de todos los climas y eso te exaspera, te exaspera en tal forma que tú, que eres en
extremo cuidadoso, permites que en tus cartas aparezca la duda y aflore la perniciosa necesidad de que yo me haga
frontalmente tu enemiga.
Jamás mediré mis fuerzas con las tuyas y continuaré aceptando, con aparente resignación, este sometimiento urbano
al que me has obligado, y las amenazas bárbaras a través de las que demandas mi insurrección. Mi insurrección, por
el momento, son únicamente ciertas caminatas calle abajo y que aún así te dejan estremecido por el pánico.
Pero es allí, en plena calle abajo, donde consigo las imágenes que me acompañan después, entre la soledad de la
noche, y que si lograras adivinarlas quedarías estremecido por el terror.
En unos instantes cerraré los ojos extasiada, bailaré de manera solitaria pensando, extasiada, en el momento en que
deberé matarte de una manera justa y definitiva. Te mataré entre el maravilloso decoro de los bosques y protegida
por tu hijo que se mantendrá a una distancia prudente, conmovido por la precisión de cada una de las estocadas con
las que pondré fin a tu existencia. Sólo pienso ahora, durante todos mis ateridos minutos, en qué muerte será digna
de tu cuerpo y cuál de todas las heridas estará al alcance de mi mano.

BRRRR
AAAAY, la noche y mamá se me confunden. Mamá y yo vagamos esta noche. Esta noche, los días y las noches.
Vagamos siempre juntos, inacabablemente la calle. La calle. La gente de la calle apenas oculta su malestar. El
malestar de la gente está en todas partes. SSSSSSS, se extiende el malestar. SSSSSSS. Alguno quisiera destruir a
mamá. Lo sé. Destruir y acallar a mamá. La gente que vigila las calles abomina de la presencia de mamá. De mamá.
AAAAY, los odios me azotan. Pero mamá ahora no escribe porque busca confundirse con la noche. La noche. El
temor de mamá está escondido en la pierna que me arrastra. Yo subo desde su pierna y me prendo a su cadera porque
la oscuridad y la gente que nos vigilan, me amenazan. Me amenazan. La letra nocturna de mamá parece que no
tuviera un final. Final. Pero mamá asegura que ahora sólo nos protege y nos salva la oscuridad de su letra. De su
letra. Mamá todavía conserva algunos de sus pensamientos. Los pensamientos que conserva son míos. Son míos. Yo
soy idéntico a la uña, el dedo, la mano avasallada de mamá. Estoy curvado de impotencia en el centro de la página
que apenas pudo escribir. Mamá no escribió mis pensamientos. Mamá nunca supo para quién era su palabra. Para
quién era su palabra árida e inútil. Ah, mamá y su acumulación de errores. Errores. Por su culpa vagamos la noche y
el día y su pierna. Ahora alguno golpea la letra de mamá. AAAAY. Mamá se curva y se protege la cabeza. La
cabeza. Cierta gente le pega en los pensamientos a mamá. PAC PAC PAC PAC. Y muy fuerte el golpe. Caemos.
Mamá y yo nos azotamos contra el suelo. Yo busco el rostro caído de mamá que se enferma. Enferma. A mamá la
enferma su letra. La letra que no puede concluir. Y el hambre. Tenemos hambre pero nos persigue y nos castiga la
noche. AAAAY, el hambre. Quiero perderme con mamá en los instantes más extraordinarios de la noche. De la
noche. La pierna, la cadera de mamá están fatigadas. Fatigadas. Mi cabeza de TON TON TON To quiere huir de la
noche y atravesar con la cadera de mamá hasta el amanecer. Pero el fracaso de mamá nos volvió nocturnos
despreciados, encogidos. Ah, sí, prófugos, odiados, nocturnos y despreciados. SHHHIIIT. AAAAY, el odio. Mamá
está a punto de llorar pero yo no se lo permito. SHHHIIIT. Ahora yo estoy cerca de controlar esta historia, de
dominarla con mi cabeza de TON TON TON To. De TON TON TON To. Mamá y yo terminaremos por fundirnos.
Por fundirnos Gracias a mí, la letra oscura de mamá no ha fracasado por completo, sólo permanece enrarecida por la
noche. Yo quiero dirigir la mano desencajada de mamá y llevarla hasta el centro de mis pensamientos. De mis
pensamientos. Tengo que conducir a mamá a través de esta oscuridad que conozco. Llevar, llevar a mamá lejos de la
irritación y de la burla y de la indiferencia que provoca su letra. Su letra. Mamá ahora no habla y se mece en una
esquina. Se está meciendo en una esquina, en la esquina de esta única calle que nos hace existir. Se mece y se arrulla.
Yo me escondo en su pierna. SHHHIIIT. Mamá está cansada y quiere dormir. Dormir. Mamá sólo piensa en dormir
ahora que estoy cerca de arrebatarle la página que la hacía impresionante. Impresionante. Llegaremos esta noche
hasta las hogueras. Las hogueras. CRRRR, crepitan. Llegaremos y los hombres del fuego recibirán a mamá con
desconfianza. La recibirán con indiferencia y desconfianza. Mamá me arrastrará sin preocuparse por el estado de mi
cabeza de TON TON TON To. Pero si yo no sostengo su mano, nos extinguiremos con el fuego. Estamos cansados.
Cansados. El hambre insaciable e incomprensible de mamá me cansa. Deseo que mamá sobrepase el odio y la
indiferencia. El odio y la indiferencia a su letra. Vamos hacia las hogueras, yo tomado a la cadera de mamá que está
acalambrada y desgarrada por mi peso. Mi peso. Ah, esas palabras que no pudo esclarecer. Yo no hablo. No hablo.
Las calles se alargan en la noche, se vuelven fatídicas. Fatídicas. Mamá quiere dejarse caer en las calles y
abandonarme. Pero aún continuamos en este viaje oscuro y secreto para llegar hasta donde CRRRRR, crepitan las
hogueras que iluminan las orillas. AAAAY, mamá ha perdido gran parte de sus pensamientos en esta terrible y
cautelosa caminata. Ha perdido su fortaleza y sus pensamientos. Pensamientos. Yo me agarro a la cadera de mamá
con las pocas fuerzas que tengo y le lamo y le caliento la mano que me sostiene. Me sostiene. Tenemos hambre.
Hambre. El hambre de mamá no se sacia con los alimentos. A mamá sólo la complacía su letra. Esa letra que ya no
puede concluir. Yo me sacio con la mano de mamá. Mi cabeza de TON TON TON To siempre adivinó que mamá
iba a ser derrotada por la aridez de la página. De la página. Quise morder, desgarrar a mamá para alejarla de su inútil
letra. Yo no hablo. No hablo. Estamos perdiendo el ardor La cadera de mamá está fría y asustada. Asustada. Mi boca
que no habla se hiela. Mamá quiere que yo descubra la estrella más segura de la noche. Ah, la estrella. Nos vigilan.
Algunos nos siguen a través de la penumbra con un ojo desmesurado y severo. Nos siguen con una risa desmesurada
y severa. Allá adentro se concentran las miradas. Y más adentro aún nos vigilan las otras palabras y las gentes que
saben en cuánto nos aproximamos a la caída. Caída. Ahora mamá y yo sólo tenemos la carne de nuestros cuerpos y
un resto apesadumbrado de pensamientos. De pensamientos. Mamá mueve lentamente su pierna para que yo PAC
PAC PAC PAC caiga y me golpee y quede acumulado para siempre en la única esquina. Pero si yo caigo, mamá
perderá su último pensamiento. AAAAY, mamá muy oscura se detiene contra la infranqueable pared helada.
BRRRR, tiemblo. BRRR, temblamos. El ojo temible y arrogante y alevoso parpadea de gusto ahora que ve en cuánto
desfallecemos. Desfallecemos. Con los pocos dientes que tengo muerdo la cadera de mamá y RRRRR, rasguño su
pierna. La muerdo y la rasguño pues ahora yo debo conducir a mamá hacia las hogueras para no ser aniquilados por
el frío. El frío. La noche se cierra y esconde la estrella y el cielo de mamá. De mamá. Cierto ojo vigilante nos sigue
con toda clase de miradas. Nos vigilan esas peligrosas miradas desde el centro, y la letra de mamá necesita
oscurecerse más, más para defendernos. Defendernos. Mamá ha concluido. Ahora mismo termina de caer. Debo
tomar la letra de mamá y ponerla en el centro de mi pensamiento. Porque soy yo el que tengo que dirigir la mano de
mamá. Su mano cae contra el piso, se desploma hacia el suelo de esta única esquina en la que terminamos por
encontrarnos. Si mamá no afirma su mano la golpearé con las pocas fuerzas que tengo. Ahora mamá no habla. No
habla. Mamá es la TON TON TON Ta de las calles de la ciudad. De la ciudad. Una burla conocida y despiadada nos
persigue y se satisface a lo largo de las avenidas. AAAY, el hambre. Arrastraré a la TON TON TON Ta hacia las
hogueras y la entregaré a los hombres del fuego. Del fuego. AAAY, la arrastro. La arrastro. Esta noche y las noches
y el día. La cabeza de mamá PAC PAC PAC PAC se golpea contra el suelo. Tiene hambre. Lo sé. Hambre. Debo
buscar un poquito de comida con que alimentarla. Alimentarla. Encuentro en algún suelo un poquito de comida y
esquivo la mirada terrible e insensible que nos empuja a la única caída en el hambre. Hambre. Mamá abre la boca y
yo le meto la comida y se la deposito en la lengua. En la lengua. Mamá, aterrada, me muerde el dedo y desfallece.
Desfallece. Si mamá no se anima la abandonaré en esta esquina, en la única esquina que nos protege y nos hace
existir. Pero mamá se sobrepone y BAAM, BAAAM, se ríe. Su risa me abruma. Abruma. Debo conducir a mamá
hasta las hogueras que nos permitirán atravesar esta noche. Esta noche. Ah, mamá se niega y se empecina en
ovillarse contra la pared helada. Helada. BRRRR. Está oscuro y temo perderla. Por fin me yergo y prendo la mano
de mamá a mi pierna. A mi pierna. Debo arrastrar a mamá hacia las hogueras, pero se ovilla y mete sus dedos en la
tierra. En la tierra. Mamá quiere enterrarse en la tierra. Yo le tomo el dedo y se lo meto en la boca que no habla. No
habla. Mamá, con su dedo, me mancha de baba la pierna y BAAAM, BAAAM, se ríe. Se ríe y se azota la cabeza
PAC PAC PAC PAC contra el suelo. Mi corazón TUM TUM TUM TUM, late de ira y de cansancio. De cansancio.
TUM TUM TUM TUM, atravesar la oscuridad arrastrando a la TON TON TON Ta de las calles de la ciudad y a su
baba interminable. Mamá tiene un intenso inescrupuloso resentimiento porque su antigua letra le extenuó el
pensamiento. Lo sé. Por eso todo el tiempo su baba y BAAAM, BAAAM, la risa . Mamá es ahora la TON TON
TON Ta de las calles de la ciudad. De la ciudad. En su cabeza de TON TON TON Ta se prolonga el hambre que
circunda las calles. Ah, nos vigilan. Nos vigilan ciertos ojos vengativos y no menos severos que adoran la caída. La
caída irreversible de mamá. Estamos más abajo, acá donde la TON TON TON Ta de las calles de la ciudad PAC
PAC PAC PAC se ha destrozado la espalda hasta deshacer su letra. La letra de mamá ahora es tan mía como ajena es
la estrella inalcanzable. La cabeza de la TON TON TON Ta babosa de las calles de la ciudad clama aún por el cielo
donde la espera una estrella. Una estrella. Yo debo llevarla desde mi cadera a mi pierna hasta las hogueras que
CRRRR, crepitan su resplandor. Si llegamos hasta la plenitud de las llamas derrumbaremos a los ojos acechantes que
pretenden que la tierra de esta única esquina sepulte mi letra. Mi letra. Ahora yo escribo. Escribo con mamá agarrada
de mi costado que babea sin tregua y BAMM, BAAAM, se ríe. Se ríe. Mamá no quiere que yo escriba y se prende a
mi pierna para desgarrar mis palabras. Palabras. Mamá le teme a la indiferencia de mi espalda. De mi espalda. Hace
un ruido malsano MMMMHHH con su boca. Ahora vamos hacia las hogueras. Vamos hacia las hogueras
atravesando la rigidez de la noche para concluir esta historia que ya me parece interminable. Estéril e interminable.
Mamá me muerde y me RRRR, rasguña la pierna porque me exige de inmediato la estrella y ese cielo que hace
tantos años espera. Espera. Una estrella que es más azul, más azul que el frío de nuestra piel. Mamá es la TON TON
TON Ta de las calles de la ciudad. Si yo no la sostengo, cierto ojo increíble que nos vigila la derribará para siempre.
Para siempre. Ah, he descifrado un camino para llevar a mamá, cruzar con la TON TON TO Ta de las calles de la
ciudad hasta las llamas que nos harán sobrevivir una noche. Ahora yo domino esta historia. Llevo a mamá por mi
propio camino. AAAAY, pero una palabra terrible y poderosa quiere aniquilar mi pensamiento. Mi pensamiento.
Mamá ya casi no tiene pensamientos. Sólo tiene la baba y su risa. Su baba llega hasta el suelo y se mezcla con la
tierra. BAAAM, BAAAM, se ríe y tirita. Mamá se va poniendo azul y yo aún más azul, más azul me deshago por
sacarla de esta noche. Mamá y yo sólo podemos amarnos en este viaje inacabable recorridos por su baba que mancha
todo el espacio. El espacio. Allá lejos dicen que CRRRR, crepitan las hogueras y dicen también que las siluetas de
las llamas aminoran el hambre. Tenemos hambre y tenemos frío y la letra se evapora y se vuelve todavía más inútil.
Inútil y lejana. Arrastro una letra inútil y lejana por una superficie yerma. La arrastro. Cierto ojo vigilante y seguro se
ríe de mi magra superficie. AAAAY, mi pierna se dobla y se lastima. Mamá se agarra con fuerza a mi pierna como
antes a la pasión por su página. La TON TON TON Ta babosa de las calles de la ciudad arruinó su letra y yo ahora
debo corregirla. La TON TON TON Ta babosa de las calles de la ciudad apenas supo lo que escribía y jamás
entendió a quién le escribía. BAAAM, BAAAM, mamá se ríe y se enrosca sobre mi cadera. Voy llevando a mamá
hacia las hogueras en medio de un frío y de una oscuridad que no sé cómo podríamos soportar. Y en este instante,
mamá se curva. Se curva. Yo le pego a mamá en su cabeza de TON TON TON Ta para que se recomponga. Se
recomponga. Mamá abre la boca para decir AAAAY, pero BAAAAM, BAAAM, se ríe y me muerde la pierna con
los pocos dientes que tiene. Mamá quiere que yo escriba sus pensamientos. Sus pensamientos. Pero mamá ha
destrozado sus pensamientos en este viaje demasiado TON TON TON To como su TON TON TO Ta cabeza.
AAGGG, mamá vomita de frío sobre mi pierna. Sobre mi pierna. El vómito le provoca hambre. Hambre. Extraigo
las últimas, las últimas, las últimas gotas de leche del pecho de mamá y pongo mi boca en su boca. En su boca.
Mamá siente su leche en la boca y quiere escupirla, pero yo le cierro la boca con todas las fuerzas que tengo. Que
tengo. La obligo a tragar su leche. Su leche. Ah, mamá insiste en escupir su última, última, última gota de leche pero
yo no se lo permito y le pego en su cabeza de TON TON TON Ta. Mamá MMMMHHH, masculla con ira y revuelca
su cara en la tierra. Llegaremos, la arrastraré hasta las llamas para olvidar el frío que me traspasa con más saña que
los pocos dientes de mamá en mi pierna. Mamá ahora no habla. No habla. TUM TUM TUM TUM, su corazón late
en mi costado. En mi costado. Mamá quiere que yo escriba los escasos pensamientos que tiene. Debo arrastrar a
mamá hasta donde se refugian los hombres del fuego y dejar de una vez esta única esquina que apenas nos hace
existir. Existir. AAAAY, mis ojos aún no divisan las llamas. Las llamas. Otros ojos expectantes celebran
anticipadamente mi caída. Mamá ya ha caído. No puede separarse de mi pierna. De mi pierna. Mamá se agarra de mi
pierna con las pocas fuerzas que tiene y MMMMHHH masculla el hambre. Mamá ahora siempre tiene hambre y sólo
piensa en comer. No encuentro ni un poquito de comida para mamá. Mamá más babea y BAAAM BAAAM, se ríe.
Se ríe. Le meto un pedazo del género de su falda en la boca para que se calme. Se calme. Mamá AAGGG se ahoga y
escupe el género. Estoy cansado. Tan cansado que me detengo. Dejo apoyada a mamá contra la pared y me siento a
su lado. A su lado. Pero mamá rueda sobre el suelo y saca un pedazo de tierra y se la mete en la boca. En la boca.
Con ira, le saco la tierra de su boca y mamá se enoja. Se enoja. Somos los TON TON TON Tos de la ciudad durante
esta noche que se vuelve infinita. Una noche infinita y sin ninguna estrella. Estrella. Tenemos que encontrar una
estrella y alguna hoguera para salvar el poco ser que nos queda. Nos queda. Busco una estrella y sólo choco contra la
oscuridad. La oscuridad. Mamá y yo babeamos juntos el hambre. Una cierta mirada inconmovible se ríe de la caída.
Caída. Mamá y yo no sabremos cómo levantarnos del suelo. Su pierna y la mía se enredan, BRRRR, tiritamos juntos
de hambre y de frío. TUM TUM TUM TUM, mi corazón, su corazón. Busco el pecho de mamá para calentarme
pero está tan helado
como su pierna. Su pierna. A mamá ya no le queda leche en su pecho, ni una sola gota de leche en su pecho y
MMMMHHH mascullamos un sonido que hace rodar la primera lágrima. Lágrima. La lágrima está rica, salada,
calentita. Pero aún nos arrastramos buscando un poquito de calor. De calor. BAAM, BAAAM, nos reímos juntos.
TUM TUM TUM TUM, el corazón de mamá y mi corazón mantienen ahora los mismos latidos. Latidos. Algún ojo
vigilante y extenso se prepara para un fracaso contundente. AAAAY, el frío punzante, BRRRR, nos traspasa. Mamá
me pega en mi cabeza de TON TON TO To para que le muestre la estrella. La estrella. Y yo le pego en su cabeza de
TON TON TON Ta. Ella me muerde con los pocos dientes que tiene porque desea que la lleve hasta el cielo que
desde hace tanto tiempo espera. Espera. Caemos sobre la tierra babeando, babeando con la poca saliva que se desliza
desde la lengua hasta la boca abierta. Abierta. Nuestra saliva se mezcla y se confunde. Confunde. Pero debemos de
arrastrarnos hasta las hogueras y mamá se agarra de los pocos pelos que tengo para sostenerse. Sostenerse. Quiere
arrancarme los pelos y vaciar completamente mi baba por la urgencia del hambre. Hambre. Estamos a punto de
perder el último, el último, el último pensamiento. Allá, entre la oscuridad de esta orilla, se divisan las hogueras. Las
hogueras. Con gran trabajo mamá y yo nos arrastramos, enredando nuestras piernas y la baba y la BAAAM,
BAAAM, risa que nos queda. Ahí está el cielo que hace tiempo ya esperamos y lo recibimos con una renovada risa
que BAAAM, BAAAM atraviesa la noche. AAAAY, nos acercamos al fulgor constelado para quedarnos en este
último, último, último refugio. Las miradas que nos vigilaban apabullantes y sarcásticas no pueden ya alcanzarnos.
Alcanzarnos. Mamá y yo nos acercamos extasiados mientras yo olvido mi hambre por su cuerpo, mi deseo de fundir
mi carne con la suya. Con la suya. Nos entregamos a esta noche constelada y desde el suelo levantamos nuestros
rostros. Levantamos nuestros rostros hasta el último, último, el último cielo que está en llamas, y nos quedamos fijos,
hipnóticos, inmóviles, como perros AAUUUU AAUUUU AAUUUU aullando hacia la luna.

 

 

 

Retornar a catalogo