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ibliotecas Rurales Argentinas
El ojo
Miguel Arteche
¡Oh, no palpes el muro, no recorras la calle,
no levantes la tierra, no des vuelta la hoja!
Bajo la noche inmensa está temblando el valle,
y la muerte está roja.
Ay del que está limpiando las colinas inmundas.
Ay del que abajo araña royendo el fundamento
de la tierra. En la noche restallan iracundas
las vanguardias del viento.
Guardianes de las aguas: abrid las puertas: canta
la rueda de la tierra. Abrid, guardianes yertos,
las puertas, que ya viene la noche a la garganta
y a la noche los muertos.
Y a la noche los números de la muerte, y al muro
ya vienen los lamentos, y la casa vacila.
El viento se ha quedado detenido en lo oscuro:
el viento y la pupila.
Y el ojo enciende y mueve la noche sola. Gira
la oscuridad en torno de la casa desierta.
Guardián, cuida el cerrojo, porque la faz te mira
desde la oscura puerta.
¡Oh, no busques las manos! ¡Las tierras ya se anegan,
y el ojo rompe todas las esclusas ardientes
de la noche! Navegan tus manos, y navegan
los tenebrosos dientes.
Y el agua viene al agua, y ay del que está a la orilla
y ve el cuerpo que pasa tras el terrible frío
de la luna, y ve el saco de la noche que brilla
sobre el sangriento río.
¡Oh casa: te derrumbas! La alquilada navaja
de Dios siega tu rostro. Ay, no palpes el muro.
Desde el ojo candente viene el viento que saja
la piel del mundo oscuro.