La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

EL DÍA EN QUE DESAPARECIERON LAS CALUGAS "TITÁN"

Jaime Hagel

 

Ejercicios físicos rigurosos. Estudios constantes. Limpieza. Agua, jabón, cepillo. Pelo perfectamente
peinado. Ropa impecable, gris o gris oscuro. Puntualidad. Eficiencia en el trabajo y trato objetivo con el
prójimo aunque con un toque cordial. Nada de alcohol ni mujeres. Esa era mi vida desde que desaparecieron
las calugas "Titán".
El camino que seguía era claro. Una ruta sin bifurcaciones. Ese sendero me lo había marcado Carlos, un
hombre fuerte, puro, de gran inteligencia y sobriedad. Él nunca supo que yo lo había elegido para semejarme
a él. Una sola vez me habló. Fue un encuentro fortuito. No me dijo nada especial. De esto hace sus buenos
veinte años, pero me acuerdo muy bien. Fue en una mañana de otoño, rumbo al colegio de Agua Santa,
pateando las hojas secas de la vereda. Eran tiempos gloriosos.
—Trim—salabam —me gritó una cabeza rubia desde la ventanilla del bus en movimiento.
—Salabam, salabam—respondí gritando a mi vez desde la vereda.
El dinero que me daban para irme en bus lo guardaba para comprar calugas "Titán". Eran sólo veintidós
cuadras las que tenía que caminar.
Yo tenia nueve años y Carlos unos dieciséis. Él era campeón de tenis. Entonces, esa mañana, a una cuadra del
colegio, me alcanzó con sus largas zancadas. Olía a jabón. Me permitió llevarle sus tres raquetas.
—¿Cómo te llamas, chico?—me preguntó. Hasta el día de hoy recuerdo su gesto amable y seductor. En el
patio le entregué las raquetas ante las miradas de mis compañeros. Carlos las tomó y, ya sin mirarme, puso
levemen
te su mano sobre mi cabeza y siguió su camino.—Trim—salabam—dije.
—Salabam, salabam —me respondió dándose vuelta con una sonrisa amistosa.
LA5 NOTICIAS GRAFICAS
GRINGA LOCA HACE DE LAS SUYAS. SE FUE CON DOS MARINEROS peruanos. Una dama con varias
copas y décadas a cuestas que se encontraba bebiendo en el Cap Ducal, puso fuera de combate de un solo
derechazo a un fornido alemán, y adujo que éste, espontáneamente, le había acariciado el trasero, y que a ella le
gustaban los latinos. Al ser requerida para que dejara el lugar, noqueó al maître de dos upppercuts seguidos,
izquierda y derecha, y se fue muy bien acompañada por dos marineros peruanos, un par de petisos que no le
llegaban ni al hombro y cuyos brazos se hacían cortos para entrelazarla por la cintura.
EL ALEMÁN EN LA POSTA. CUENTA DE PROTECCIÓN PARA EL MAÎTRE.
Al año siguiente Carlos desapareció del colegio. Unos decían que estaba en la universidad, otros, que haciendo
exploraciones en Africa, otros que en la China o que recorriendo el mundo en el yate de sus padres. Lo que sí
todos percibimos fue que el colegio perdió luminosidad con su ausencia. Fue frecuente la exclamación de "Ah,
si estuviese Carlos...", seguida por algo respecto a cualquier situación que hubiese sido diferente con la
presencia del compañero ido. Incluso nuestro saludo de "Trim—salabam" fue perdiendo sentido y
paulatinamente reemplazado por el "hola" y el "quiubo" de todo el mundo. El grupo de exploradores se
deshizo. Ese año, el colegio no participó en los campeonatos interescolares. Lo de las calugas "Titán" fue una
coincidencia, pero dejaron de salir, simplemente desaparecieron de los negocios.
Dicen que cuando algo se va, algo viene en su lugar. Pero a mí, las desapariciones comenzaron a dolerme ya a
los nueve años. Nunca me han gustado los cambios. Fue duro cuando mi papá cambió el viejo Chrysler 1930,
después de diez años de uso, por un flamante Ford, el mismo año en que se fue Carlos y desaparecieron las
calugas "Titán ".
LAS NOTICIAS GRAFICAS
GRINGA LOCA SUMA Y SIGUE. La señora ésta casi quebró la banca del casino. Después convidó a una
veintena de señores de ascendencia árabe a una chambre separé donde comenzó a bailar en torno a una botella.
La salita fue allanada por la fuerza pública. CASI ESTRANGULA A UN CARABINERO CON SU BOA
THE QUEEN Of THE BOTTLE (bajo este titular, el periodista reseña en norma culta formal en qué consistía el
baile que terminaba con la cuasi desaparición de la botella entre las piernas de la espectacular danseuse).
No era tan fácil seguir levantándose temprano. Todo iba cambiando tan rápidamente. No era lo mismo ir al
colegio sin una "Titán" en la boca. Claro que comenzaron a aparecer otras cosas. Comencé a jugar tenis,
pensando en Carlos. Éste también había sido el mejor alumno. Poco a poco lo fui logrando yo también. Su
recuerdo me ayudaba, me guiaba. Dos años después comencé a ayudarles a los profesores. Formé un equipo
de fútbol. Reorganicé los exploradores. Reintroduje el "Trim—salabam". En mi último año salí campeón.
Recibí los diplomas al mejor compañero y al mejor alumno. El secreto estaba en que tenía un modelo a seguir
metido en los huesos hasta el tuétano. El ser el mejor se transformó en una conducta casi profesional en mí.
Fui el alumno modelo de la Escuela de Leyes, no sólo en los estudios, también mi conducta y aspecto eran
impecables. Perfectamente vestido y peinado. Trato fino, no sin cordialidad. Vida privada ascética salvo las
poluciones nocturnas de las cuales no soy responsable. Nada de licores o sexo. Estudio, gimnasia, deportes,
ejercicio espartano de mi profesión.
Hasta que un día, una gringa loca fue detenida por varios carabineros que se defendían más mal que bien de
los aletazos de esta loca que chillaba y graznaba como una de esas enormes aves prehistóricas. Mi secretaria
me trajo el diario de la tarde (que yo jamás compraba ni leía) con la noticia profusamente comentada. Me
producía asco esa prensa y sus fotos asco como detestaba todo lo desordenado, lo sucio, lo maloiente, pero, al
parecer, la noticia era tan sensacional que mi secretaria no quiso que su jefe fuese el único ser en Valparaíso
que la ignorase. Sentí una
garra enterrarse en mi plexo solar. Me afirmé en la mesa.
—¿Le pasa algo? Por Dios. Qué cara tiene.
—Tráigame agua, por favor,—le pedí a mi secretaria.
Tragué dos píldoras para los nervios (las tomaba de vez en cuando).
—Ya se me va a pasar.
—No sé. ¿No quiere que le haga de chofer hasta su casa?
—Creo que sería mejor. Si no es mayor molestia.
Le pedí que parara frente a un quiosco. Compré todos los diarios y revistas para tener una visión más global
de la noticia.
Mi secretaria me dejó en casa con una sonrisa preocupada y un consejo descabellado:
—Haga ejercicios respiratorios.
Entré y me desmoroné en mi sillón de lectura. Dios santo. Tenía que serenarme, preparar leche caliente o
algo. No quería ver los diarios aún, pero los vi. Uno después del otro. Los titulares, las fotos, los textos. Con
los ojos y la boca muy abiertos, el papel temblando en las manos. Ese rostro, tras la pintura grotesca, bajo ese
sombrero de plumas, guardaba rasgos de perfección griega. Las piernas delgadas y musculosas, el abdomen
hundido, delataban al atleta. Debajo de la gruesa pintura, los labios estirados en una sonrisa salvaje. De
pronto, la imagen del diario cobró vida. El rostro pintarrajeado de Carlos se movió. Sus ojos me miraron
reconociéndome y sus labios abandonaron la forma de la sonrisa para modular "Trim—salabam" que salió
de su boca con voz cascada. "Salabam—salabam ", le respondí quedo.
Ni la ducha caliente ni la leche tibia me calmaron. Salí a caminar al centro, aparentemente sin rumbo. Pero,
de repente, me encontré en una tienda de lencería comprando medias caladas, portaligas, zapatos de taco alto
y una falda abierta a un lado que me permitiría mostrar la pierna hasta las caderas.

F I N

 

 

 

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