La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

ÚLTIMA CITA

Un metro ochenta centímetros es una buena estatura para cualquiera, pero lo era aún más para él que vestía un impecable traje negro, camisa blanca, almidonada; zapatos de reluciente cabritilla negra, flamante corbata de seda azul con pintas rojas y rasur La calle estaba casi desolada. En la esquina de Merced con Santa Lucía un chofer de taxi roncaba con la cabeza caída sobre la ventanilla izquierda del auto. Quizás si los bastonazos sobre el pavimento lo despertaron, lo cierto es que abrió los ojos y se Más allá, venciendo a la espesura que nacía del cerro, el sol mostraba sus primeros rayos afiligranados por las verdes hojas.
A la izquierda, el eterno cerro Santa Lucía lleno de flores, pájaros, grutas, escalas, leyendas, estatuas, museos, fuentes, juramentos, besos y recuerdos de todo santiaguino y de muchos provincianos. Hacia allá encaminaba sus pasos el gigante anciano, y Aquello era una cita. ¿Una cita? ¿Pero con quién? No, no era posible: demasiados años y la hora no era la conveniente.
Un caballo de carretón panadero cortó el silencio de la recién iniciada mañana con su trotar de tambor antillano. Después vino otra vez el silencio con su andar de goma gastada y en puntillas. El sol seguía encumbrándose y el hilo sin fin de la tierra-ni Ella vino del norte. Apenas era visible su ropaje de tules vaporosos y lilas. Sí, era una ninfa llena de cristales azules y verdes y en los ojos lágrimas. Tomó el camino del viento, el ancho camino del aire. No escuché su voz, pero de algún modo la oí; n Las manos de casi dos siglos de amor se entrelazaron al lado del banco. Ambos era estatuas, símbolos y llamas. Quizás se echaba de menos la música de un órgano y un coro de ángeles. Hubo un estrecharse y un besarse juveniles. El sombrero cayó al suelo ju Un disparo seco dio la partida al vuelo de los pájaros y de las palomas. El sol ya dominaba a la espesura. Las calles estaban llenándose de gentes.
El anciano también rodó, rodó de bruces y dejó tras de sí y en sus ropas una huella de claveles rojos puestos en delgadas y aplastadas filas. Quedó de bruces, cargando con su corazón la pistola Browning 6.35, tan nueva como su traje, su corbata; la mañana Un jardinero se acercó corriendo y movió su cabeza al ritmo de los péndulos. Es que la muerte no es para jardineros, y algunas suelen estar más allá de lo humano. Más tarde llegó la infalible policía. Los fotógrafos hicieron restallar sus "Contax": había Alguien dio la orden de levantar el cadáver y remitirlo a la morgue. En policía siempre hay alguien que ordena... por costumbre, por hábito, porque así se ha hecho siempre.
Todo había pasado. ¿Todo? Sólo que allí, a dos metros del charco de sangre, fuente de claveles, había un fragmento de carta que decía: "mi entierro debe ser sencillo. No deseo flores ni llantos ni plegarias. Tenía una cita con Niní y a eso he venido. Cuan

 

 

 

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