Florencio Sánchez

 

Barranca abajo




PERSONAJES

DOÑA DOLORES, esposa de
DON ZOILO, estanciero criollo
PRUDENCIAsus hijas
ROBUSTIANA
RUDECINDA, hermana de DON ZOILO
MARTINIANA, su vecina
ANICETO, ahijado de DON ZOILO
JUAN LUIS, el propietario
CAPITÁN GUTIÉRREZ
BATARÁ, peón
SARGENTO MARTÍN

La acción en la campaña de Entre Ríos

Acto primero
Representa la escena un patio de estancia; a la derecha
y parte del foro, frente de una casa antigua, pero de
buen aspecto; galería sostenida por medio de columnas.
Gran parral que cubre todo el patio; a la izquierda un
zaguán. Una mesa, cuatro sillas de paja, un brasero con
cuatro planchas, un sillón de hamaca, una vela, una
tabla de planchar, una caja de fósforos, un banquito,
varios papeles de estraza, para hacer parches, una
azucarera y un mate

ESCENA I
Robustiana, doña Dolores, Rudecinda y Prudencia
(Aparecen en escena doña Dolores, sentada en el sillón,
con la cabeza atada con un pañuelo; Prudencia y
Rudecinda, planchando; Robustiana haciendo parchecitos
con una vela.)
DOÑA DOLORES Poneme pronto, m'hija, esos parches.
ROBUSTIANA Peresé. En el aire no puedo hacerlo. (Se
acerca a la mesa, coloca los parches de papel sobre ella
y les pone sebo de la vela.) ¡Aquí verás!
RUDECINDA ¡Eso es! ¡Llename ahora la mesa de sebo, si
te parece! ¿No ves? Ya gotiaste encima'el paño.
ROBUSTIANA ¡Jesús! ¡Por una manchita!
PRUDENCIA Una manchita que después, con la plancha
caliente, ensucia toda la ropa... Ladiá esa vela...
ROBUSTIANA ¡Viva, pues, la patrona!
PRUDENCIA ¡Sacá esa porquería de ahí! (Da un manotón a
la vela, que va a caer sobre la enagua que plancha
Rudecinda.)
RUDECINDA ¡Ay! ¡Bruta! ¡Cómo me has puesto la nagua!
PRUDENCIA (Displicente.)
¡Oh! ¡Fue sin querer!
ROBUSTIANA ¡Jua, jua, jua! (Recoge la vela y trata de
reanudar su tarea.)
RUDECINDA ¡A la miseria! ¡Y tanto trabajo que me había
dao plancharla! (Muy irritada.) ¡Odiosa!... ¡Te la había
de refregar por el hocico!
PRUDENCIA ¡No hay cuidao!
RUDECINDA ¡No me diera Dios más trabajo!
PRUDENCIA (Alejándose.)
Pues hija, estarías todo el día ocupada.
RUDECINDA ¡Ah, sí! ¡Ah, sí! ¡Ya verás! ¡Zafada!
¡Sinvergüenza! (Corro a Prudencia.)
ROBUSTIANA (Al ver que no la alcanza.)
¡Jua, jua, jua!
RUDECINDA (Deteniéndose.)
Y vos... gallina crespa, ¿de qué te reís?
ROBUSTIANA ¿Yo? ¡De las cosquillas!
RUDECINDA Pues tomá para que te riás todo el día. (Le
refriega las enaguas por la cara.) ¡Atrevida!
ROBUSTIANA ¡Ah!... ¡Madre! ¡Bruja del diablo!...
(Corre hacia la mesa y toma una plancha.) ¡Acercate
ahora! ¡Acercate y verás cómo te plancho la trompa!
PRUDENCIA ¡Ya la tienes almidonada, che, Robusta!
RUDECINDA (A Prudencia.)
Y vos relamida, que te pintás con el papel de los
festones para lucirle al rubio...
PRUDENCIA Peor es afeitarse la pera, che, como hacen
algunas...
ROBUSTIANA ¡Jua, jua! (Cantando.)
Mañana por la mañana
se mueren todas las viejas...
y las llevan a enterrar
al...
PRUDENCIA ¡Angelitos pal cielo!
DOÑA DOLORES Por favor, mujeres, por favor. ¡Se me
parte la cabeza! Parece que no tuvieran compasión de
esta pobre madre dolorida. Robustiana, preparame esos
parchecitos... ¡Ay, mi Dios y la Virgen Santísima!
RUDECINDA Si te hicieras respetar un poco por los
potros de tus hijas... no pasaría esto.
ROBUSTIANA Potro, pero no pa tu doma.
DOÑA DOLORES ¡Hija mía, por favor!
ROBUSTIANA ¡Oh! ¡Que se calle ésa primero! ¡Es la que
busca! (Vuelven a planchar. Rudecinda, rezongando,
limpia las manchas de sebo.) Ahí tiene su remedio, mama.
¡Prontito, que se enfría! (Colocándole los parches.)
Aquí... ¿Ta caliente? Ahora otro, ¡ajajá!...
DOÑA DOLORES Gracias. Quiera Dios y María Santísima
que me haga bien esto.
(Rudecinda rezonga más fuerte.)
ROBUSTIANA (Aludiendo a Rudecinda.)
¡Juera, pasá juera, canela!
(Prudencia se pone a arreglar las planchas en el
brasero.)
DOÑA DOLORES (A Robustiana.)
Mirá, hijita mía. Si hay agua caliente, cebame un
mate de hojas de naranjo. ¡Ay, mi Dios!
ROBUSTIANA Bueno. (Antes de hacer mutis.) ¡Rudecinda!
¿Querés vos un matecito de toronjil? ¡Es bueno pa la
ausencia! (Vase.)
RUDECINDA ¡Tomalo vos, bacaray! (A Prudencia.) ¡Ladiá
el cuero!... (Toma otra plancha y la refriega sobre una
chancleta ensebada.) ¡Coloradas las planchas! ¡Uf! ¡Qué
temeridad!... (Pausa. Prudencia plancha tarareando;
Rudecinda trabaja por enfriar la plancha y DOÑA DOLORES
suspira quejumbrosa.)

ESCENA II
Doña Dolores, Rudecinda, Prudencia y don Zoilo
(Don Zoilo aparece por la puerta del foro. Se levanta de
la siesta. Avanza lentamente y se sienta en un banquito.
Pasado un momento, saca el cuchillo de la cintura y se
pone a dibujar marcas en el suelo.)
DOÑA DOLORES (Suspirando.)
¡Ay, Jesús, María y José!
RUDECINDA Mala cara trae el tiempo. Parece que viene
tormenta del lao de la sierra.
PRUDENCIA Che, Rudecinda, ¿se hizo la luna ya?
RUDECINDA El almanaque la anuncia pa hoy. Tal vez se
haga con agua.
PRUDENCIA Con tal de que no llueva mucho.
DOÑA DOLORES ¡Robusta! ¡Robusta! ¡Ay, Dios! Traeme de
una vez ese matecito.
(Don Zoilo se levanta y va a sentarse a otro banquito.)
RUDECINDA (Ahuecando la voz.)
«¡Güenas tardes!»... dijo el muchacho cuando vino...
PRUDENCIA Y lo pior jue que nadie le respondió. ¡Linda
cosa!
RUDECINDA Che Zoilo, ¿me encargaste el generito pal
viso de mi vestido? (Don Zoilo no responde.) ¡Zoilo!...
¡Eh!... ¡Zoilo!... ¿Tas sordo? Decí... ¿Encargaste el
generito rosa?
(Don Zoilo se aleja y hace mutis lentamente por la
derecha.)

ESCENA III
Doña Dolores, Rudecinda y Prudencia
RUDECINDA No te hagás el desentendido, ¿eh? (A
Prudencia.) Capaz de no haberlo pedido. Pero amalaya que
no suceda, porque se las he de cantar bien claro... Si
se ha creído que debo aguantar sus lunas, está muy
equivocao... muy equivocao...
DOÑA DOLORES En el papelito que mandó a la pulpería no
iba apuntao.
PRUDENCIA Yo lo puse...
DOÑA DOLORES Pero él me lo hizo sacar.
RUDECINDA ¿Qué?
DOÑA DOLORES Dice que bonitas estamos para andar con
lujos... ¡Ay, mi Dios!
RUDECINDA ¿Ah, sí? Dejalo que venga y yo le via
preguntar quién paga mis lujos... ¡Caramba! ¡Le han
entrao las economías con lo ajeno!

ESCENA IV
Doña Dolores, Rudecinda, Prudencia y Martiniana
MARTINIANA (Saliendo.)
¡Bien lo decía yo!... De juro que mi comadre
Rudecinda está con la palabra. ¡Güenas tardes les dé
Dios!
RUDECINDA (Con cierto alborozo.)
¿Cómo le va?
PRUDENCIA ¡Hola, ña Martiniana!
MARTINIANA ¿Cómo está, comadre? ¿Cómo te va,
Prudencia? ¡Ay, Virgen Santa! Misia Dolores siempre con
sus achaques. ¡Qué tormento, mujer!... ¿Qué se ha
puesto? ¿Parches de yerba? ¡Pchss!... ¡Cusí, cusí! Usté
no se va a curar hasta que no tome la ñopatía. Lo he
visto a mi compadre Juan Avería hacer milagros... Tiene
tan güena mano pa darla... Y ¿qué tal, muchachas? ¿Qué
se cuenta'e nuevo? Me via sentar por mi cuenta, ya que
no me convidan.
RUDECINDA ¿Y mi ahijada?
MARTINIANA ¡Güena, a Dios gracias! La dejé apaleando
una ropita del capitán Butiérrez, porque me mandó hoy
temprano al sargento a decirme que no me juera a olvidar
de tenerle, cuando menos, una camisa pronta pal sábado,
que está de baile.
RUDECINDA ¿Dónde?
PRUDENCIA Será muy lejos, pues nosotras no sabemos
nada.
MARTINIANA Háganse no más las mosquitas muertas. ¡No
van a saber! El sargento me dijo que la junción sería
acá.
PRUDENCIA Como no bailemos con las sillas...
RUDECINDA ¡Quién sabe! Tal vez piensen darnos alguna
serenata. El comisario es buen cantor.
MARTINIANA ¡Sí, algo de eso he oído!
DOÑA DOLORES ¡Ay, mi Dios! ¡Como pa serenatas estamos!
MARTINIANA Lo que es a don Zoilo no le va a gustar
mucho. Así le decía yo al sargento.
RUDECINDA ¡Oh! Si fuésemos a hacerle caso, viviríamos
peor que en un convento.
MARTINIANA Parece medio maniático; aurita, cuando iba
dentrando, me topé con él y ni las güenas tardes me
quiso dar... No es por conversar, pero dicen por ahí que
está medio ido de la cabeza. También, hijitas, a
cualquiera le doy esa lotería. ¡Miren que quedarse de la
mañana a la noche con una mano atrás y otra adelante,
como quien dice, perder el campo en que ha trabajado
toda la vida y la hacienda y todo! Porque dejuramente
entre jueces y procuradores le han comido vaquitas y
majadas. ¡Y gracias que dio con un hombre tan güeno como
don Juan Luis! Otro ya les hubiera intimidado el
desalojo, como se dice. ¡Qué persona tan cumplida y de
güenos sentimientos! ¡Oh! ¡No te pongas colorada,
Prudencia! No lo hago por alabártelo... Che, decime:
¿tenés noticia de Aniceto? Dicen que está poblando en el
Sarandí pa casarse con vos. ¿Se jugará esa carrera?
¡Hum!... «Lo dudo» dijo un pardo y se quedó serio...
¡Ah! ¡Eso sí! Como honrao y trabajador no tiene reparo.
Mas ¿qué querés? Se me hace que no harían güena yunta.
¿Es cierto que don Zoilo se empeña tanto en casarlos,
che?
PRUDENCIA Diga. ¿Me trajo aquella plantita de resedá?
MARTINIANA ¿Querrás creer que se me iba olvidando? Sí
y no. El resedá se me quedó en casa; pero te traigo unas
semillitas de una planta pueblera muy linda.
PRUDENCIA (Novelera y acercándose.)
¡A verlas, a verlas!
MARTINIANA (Sacando un sobre del seno.)
Están ahí adentro de ese papel.
PRUDENCIA (Ocultando la carta.)
¿Se pueden sembrar ahora?
MARTINIANA Cuando vos querás; en todo tiempo.
PRUDENCIA Pues ya mismo voy a plantarlas. (Va hacia el
jardincito de la derecha y abre la carta.)
MARTINIANA Pues sí, señor, comadre. Dicen que anda la
virgüela. ¿Será cierto?
RUDECINDA (Que ha seguido con interés los movimientos
de Prudencia.) Parece... Se habla mucho. (Deja la
plancha y se aproxima a Prudencia.)
MARTINIANA (Aparte.)
Como calandria al sebo. (Volviéndose a doña Dolores.)
¡Caramba, caramba con doña Dolores! (Aproximándose con
el banco.) Le sigue doliendo nomás...
RUDECINDA (Apartada, con Prudencia.)
¿Qué te dice don Juan Luis, che? Leé pa las dos.
PRUDENCIA Puede venir el viejo.
RUDECINDA A ver. Leé no más.
PRUDENCIA (Leyendo con dificultad.)
«Chinita mía.»
RUDECINDA ¡Si será zafao el rubio!...
PRUDENCIA «Chinita mía. Recibí tu adorable cartita y
con ella una de las más tiernas satisfacciones de
nuestro naciente idilio. Si me convenzo de que me amas
de veras»... ¡Sinvergüenza, no está convencido todavía!
¿Qué más quiere? ¡Goloso!
RUDECINDA No seas pava. No dice semejante cosa. Hay un
punto en la letra sí. «Sí», punto... «me convenzo de que
me amas de veras y...»
PRUDENCIA ¡Ah, bueno! (Lee.) «... que me amas de veras
y espero recibir constantes y mejores pruebas de tu
cariño. Tengo una sola cosa que reprocharte. Lo esquiva
que estuviste conmigo la otra tarde...»
RUDECINDA ¿Ves? ¿Qué te dije?
PRUDENCIA Yo no tuve la culpa. ¡Sentí ruido y creí que
venía mama!
RUDECINDA ¡Zonza! ¡Pa lo que cuesta dar un beso! Seguí
leyendo.
PRUDENCIA ¡Si no fuera más que uno! (Leyendo.) «La
última tarde...» ¡Ay! Creo que llega tata.
RUDECINDA No; viene lejos. Fijate prontito, a ver si
dice algo pa mí.
PRUDENCIA Esperate... «Dile a Rudecinda que esta tarde
o mañana iré con el capitán Butiérrez a reconciliarlo
con don Zoilo.»
MARTINIANA (Como dando una señal.)
Muchachas, ¿sembraron ya las semillas?
PRUDENCIA (Ocultando la carta.)
Acabamos de hacerlo.

ESCENA V
Doña Dolores, Rudecinda, Prudencia, Martiniana y don
Zoilo
DON ZOILO (Con una maleta de lona en la mano, que deja
caer a los pies de doña Dolores.)
Ahí tienen los encargos de la pulpería.
MARTINIANA (Zalamera.)
Güenas tardes, don Zoilo. Hace un rato no me quiso
saludar, ¿eh?
DON ZOILO ¿Qué andás haciendo por acá? ¡Nada güeno, de
juro!
MARTINIANA Ya lo ve, pasiando un poquito.
DON ZOILO Ahí se iba tu yegua campo ajuera, pisando
las riendas.
MARTINIANA (Mirando al campo.)
Y mesmo. Mañerasa la tubiana. (Yéndose, a gritos.)
¡Che, Nicolás!; vos que tenés güenas piernas, atajamelá,
¿querés?

ESCENA VI
Doña Dolores, Rudecinda, Prudencia y don Zoilo
RUDECINDA (Que ha estado revisando la maleta, a don
Zoilo, que se aleja.)
¡Che, Zoilo! ¡Eh! (Deteniéndolo.) ¿Y mis encargos?
DON ZOILO No sé.
RUDECINDA ¿Cómo que no sabés? Yo te he pedido
(Recalcando.) por mi cuenta, pagarlo con mi platita, dos
o tres cosas y un corte de vestido pa Prudencia, la
pobre, que no tiene qué ponerse. ¿Ande está eso?
DON ZOILO Tará ahí...
(Prudencia recoge la maleta y se va por la
izquierda.)

ESCENA VII
Doña Dolores, Rudecinda y don Zoilo
RUDECINDA ¡Por favor, che! Mirá que voy a creer lo que
andan diciendo. Que tenés gente en el altillo.
DON ZOILO Así será.
RUDECINDA Bueno. Dame entonces la plata; yo haré las
compras.
DON ZOILO No tengo plata.
RUDECINDA ¿Y el dinero de los novillos que me vendiste
el otro día?
DON ZOILO Lo gasté.
RUDECINDA Mentira. Lo que hay es que vos pensás
rebuscarte con lo mío, después de haber tirado en
pleitos y enredos la fortuna de tus hijos. Eso es lo que
hay.
DON ZOILO Güeno; ladiate de ái o te sacudo un guantón.
(Mutis.)

ESCENA VIII
Doña Dolores y Rudecinda
RUDECINDA ¡Vas a pegar, desgraciao! (Volviéndose.)
¿Has visto, Dolores? Ese hombre está loco o está
borracho...
DOÑA DOLORES (Suspirando.)
¡Qué cosas, Virgen Santa!
RUDECINDA (Tirando violentamente las ropas de
planchar.)
¡Oh!... Lo que es conmigo, va a embromar poco... O me
entrega a buenas mi parte, o...

ESCENA IX
Doña Dolores, Rudecinda y Robustiana
ROBUSTIANA (Saliendo.)
Ahí tiene su mate, mama... ¡Pucha que hay gente
desalmada en este mundo! Parece mentira. Es no tener ni
pizca...
RUDECINDA ¿Qué estás rezongando vos?
ROBUSTIANA Lo que se me antoja. ¿Por qué le has dicho
esas cosas a tata?
RUDECINDA Porque las merece.
ROBUSTIANA ¿Qué ha de merecerlas el pobre viejo?
¡Desalmadas! ¡Y parece que les estorba y quieren matarlo
a disgustos!
RUDECINDA ¡Callate la boca, hipócrita! Buena jesuita
sos vos... Tisicona del diablo...
ROBUSTIANA Vale más ser eso que unas perversas y
unas... desorejadas como ustedes...
RUDECINDA (Airada, levantando una plancha.)
A ver, repetí lo que has dicho, insolente.
DOÑA DOLORES ¡Hijas, por misericordia, no metan tanto
ruido! ¿No ven cómo estoy?
ROBUSTIANA (Burlona.)
¡Ah, Dios mío! ¡Doña Jeremías! ¡Usted también es otra
como ésas! Con el pretexto de su jaqueca y sus dolamas,
no se ocupa de nada y deja que todo en esta casa ande
como anda. ¡Qué demontres! Vaya a acostarse si no quiere
oír lo que no le conviene.
(Rudecinda y doña Dolores cambian gestos de asombro.)
DOÑA DOLORES (Levantándose.)
¡Mocosa, insolente! ¿Ésa es la manera de tratar a su
madre? Te via a enseñar a respetarme.
ROBUSTIANA Con su ejemplo no voy a aprender mucho, no
hay cuidao...
DOÑA DOLORES ¡Madre Santa! ¿La han oído ustedes?

ESCENA X
Doña Dolores, Rudecinda, Robustiana y Prudencia
PRUDENCIA (Que ha oído el final de la escena.)
¡Déjela, mama! ¡La ha picado el alacrán!
ROBUSTIANA Callate vos, pandereta.
DOÑA DOLORES ¡Qué la via dejar! Vení pa ca... Decí...
¿qué malos ejemplos te ha dao tu madre?
ROBUSTIANA No sé... no sé...
PRUDENCIA Mirenlá. Retratada de cuerpo presente. ¡Tira
la piedra y esconde la mano!
DOÑA DOLORES ¡No la ha de esconder! (Tomándola por un
brazo.) ¡Hablá, pues, largá el veneno! (La zamarrea.
Rudecinda y Prudencia la rodean.)
ROBUSTIANA ¡Déjeme!
RUDECINDA Ahora se te van a descubrir las hipocresías,
tísica.
PRUDENCIA Las vas a pagar todas juntas, lengua larga.
ROBUSTIANA ¡Jesús! ¡Se ha juntao la partida! Pero no
les via tener miedo. ¿Quieren que hable? Bueno... ¿Saben
qué más? Que las tres son unas... (Doña Dolores le tapa
la boca de una bofetada.) ¡Ay... perra vida!...
(Enfurecida alza la mano e intenta arrojarse sobre doña
Dolores.)
RUDECINDA (Horrorizada.)
¡Muchacha! ¡A tu madre!
ROBUSTIANA (Se detiene sorprendida, pero reacciona
rápidamente.)
¡A ella y a todas ustedes! (Se precipita sobre un
banco y lo alza con ademán de arrojarlo. Las tres
mujeres retroceden asustadas.)

ESCENA XI
Doña Dolores, Rudecinda, Robustiana, Prudencia y don
Zoilo
DON ZOILO (Apareciendo.)
¡Hija! ¿Qué es esto?
ROBUSTIANA (Deja caer el banco y se le echa en los
brazos sollozando desesperadamente.)
¡Ay, tata! ¡Mi tatita! ¡Mi tatita!
DON ZOILO ¡Cálmese! ¡Cálmese! ¿Qué le han hecho, hija?
¡Pobrecita! ¡Vamos! Tranquilícese, que le va a venir la
tos. Sí... ya sé que usted tiene razón. Yo, yo la voy a
defender.
DOÑA DOLORES (Dejándose caer en su sillón.)
¡Ay, Virgen Santísima de los Dolores! ¡Se me parte
esta cabeza!
(Rudecinda y Prudencia hacen que continúan planchando.)
DON ZOILO (Entre iracundo y conmovido.)
¡Parece mentira! ¡Tamañas mujeres! Bueno, basta,
hijita. (Robustiana tose.) ¿No ve? ¿Ya le dentra la tos?
¡Cálmese, pues!
ROBUSTIANA (Sollozante.)
Sí, tata; ya me pasa.
DON ZOILO ¿Quiere un poco de agua? A ver ustedes,
cuartudas, si se comiden atraer agua pa esta criaturita.
(Rudecinda va a buscar el agua.)
ROBUSTIANA Me pe... garon... porque... les dije... la
ver... la verdad... ¡Son unas sinvergüenzas! (Tose.)
DON ZOILO Demasiado lo veo. ¡Parece mentira! ¡Canejo!
¡Se han propuesto matarnos a disgustos!
PRUDENCIA ¡Fíjese, mama, en el jueguito de esa
jesuita!
RUDECINDA (Volviendo con un jarro de agua que deja
bruscamente.)
¡Ahí tiene agua! Hasta pa augarse.
DON ZOILO Tome unos traguitos... ¡Así! ¿Se siente
mejor? Trate de sujetar la tos, pues... (Sonriente.)
¡Qué diablos!... Tírele de la riendita. ¿Quiere
recostarse un poquito? Venga a su cama.
ROBUSTIANA (Mimosa.)
¡No!... Muchas gracias. (Lo besa.) Muchas gracias.
Estoy bien; y, además, quiero quedarme aquí porque...
¡quién sabe qué enredos van a meterle ésas!
RUDECINDA Mirenlá a la muy zorra. Tenés miedo de que
sepa la verdad, ¿no?
DON ZOILO ¡Cállese usté la boca!
RUDECINDA ¡Oh!... ¿Y por qué me he de callar? ¿Hemos
de dejar que esa mocosa invente y arregle las cosas a su
modo? ¡No faltaría más! La madre la ha cachetiao, y bien
cachetiada, porque le faltó al respeto...
DOÑA DOLORES ¡Ay, Dios mío!
PRUDENCIA ¡Claro que sí! ¡Cuando menos, ella tendrá
corona!
RUDECINDA ¡Y le levantó la mano a Dolores!
DON ZOILO ¡Güeno, güeno, güeno! ¡Que no empiece el
cotorreo! Ustedes, desde un tiempo a esta parte, me han
agarrao a la gurisa pal piquete, sin respetar que está
enferma y por algo ha de ser... (Enérgico.) ¡Y ese algo
lo vamos a aclarar ahora mesmito! ¿Han oído?, ¡ahora
mesmito!... (A doña Dolores.) A ver vos, doña quejidos;
vos que sos aquí la madre y la dueña e casa, ¿qué
enriedo es éste?
DOÑA DOLORES ¡Virgen de los Desamparados, como pa
historias estoy yo con esta cabeza!
DON ZOILO ¡Canejo! Se la corta si no le sirve pa
cumplir con sus obligaciones... (A Rudecinda.) Y vos,
vamos a ver, aclarame pronto el asunto; no has de tener
jaqueca también. Respondé...
RUDECINDA (Chocante.)
¡Caramba, no sabía yo que te hubiesen nombrao juez!
DON ZOILO No. (Mostrando el talero.) A quien nombraron
jue a ño rebenque. Así es que no seás comadre y respondé
como la gente. Ya se te ha pasao la edá de las
macacadas.
RUDECINDA Te voy a contestar cuando me digás qué has
hecho de mis intereses.
DON ZOILO (Airado.)
¿Eh? (Conteniéndose.) ¡Hum!... Ta güeno. Esperate un
poco, que te voy a dar lindas noticias. (Hosco,
retorciendo el rebenque.) Conque... conque, ¿nadie
quiere hablar? (A Robustiana.) Vamos a ver, hijita.
Usted ha de ser güena. Cuéntele a su tata todas las
cosas que tiene que contarle. Reposadita y sin apurarse
mucho, que se fatiga...
ROBUSTIANA No, tata; no tengo nada que decirle.
DON ZOILO ¿Cómo es eso?
ROBUSTIANA Digo...no. Es que... lo único... es eso...
que... Lo único... es eso... que no me tratan bien.
DON ZOILO Por algo ha de ser entonces. Vamos...
empiece.
ROBUSTIANA Porque no me quieren, será.
DON ZOILO (Grave.)
Bueno, hijita. Hable de una vez; no me vaya a
disgustar usted también.
ROBUSTIANA Es que... si lo digo se disgusta más.
DON ZOILO Ya caíste, rnatrera. Ahora no tendrás más
remedio que largar el lazo... y tire sin miedo que no lo
via mañeriar a la argolla. ¡Está bien sogueao el güey
viejo!
DOÑA DOLORES ¡Ay, hijas! ¡No puedo más! Voy a echarme
en la cama un ratito. (Se alza.)
DON ZOILO ¡No, no, no, no! ¡De aquí no se mueve nadie!
A la primera que quiera dirse, le rompo las canillas de
un mangazo. Empiece el cuento.
ROBUSTIANA No, no... tata... Usté se va a enojar
mucho.
DON ZOILO ¡Más de lo que estoy! Y ya me ves; tan
mansito. Encomience. Vamos. (Recalcando.) Había una vez
unas mujeres...
ROBUSTIANA Bueno; lo que yo tenía que decirle era que,
en esta casa, no lo respetan a usted, y que las cosas no
son lo que parece... (Alzándose.) Y entré por un
caminito y salí por otro...
DON ZOILO ¡No me juyás!... Adelante, adelante...
Sentate. Eso de que no me respetan hace tiempo que lo
sé. Vamos a lo otro.
ROBUSTIANA Yo creo que nosotros debíamos irnos de esta
estancia... Pues... de todos modos ya no es nuestra,
¿verdad?
DON ZOILO ¡Claro que no!
ROBUSTIANA Y como no hemos de vivir toda la vida de
prestao, cuanto más antes mejor!; ¡menos vergüenza!
DON ZOILO Es natural, pero no comprendo a que viene
eso...
ROBUSTIANA ¡Viene a que si usté supiera por qué don
Juan Luis nos ha dejao seguir viviendo en la estancia
después de ganar el pleito, ya se habría mandao mudar!
RUDECINDA ¡Ave María! ¡Qué escándalo de mujer
intrigante!... ¡Zoilo!... ¡Pero Zoilo! ¿Tenés valor de
dejarte enredar por una mocosa?
DON ZOILO Siga, m'hija... siga no más. Esto se va
poniendo bonito.
RUDECINDA ¡Ah, no! ¡Qué esperanza! Si vos estás chocho
con la gurisa, nosotras no, ¿me entendés? ¡Faltaba otra
cosa! ¡Mándese mudar de aquí, tísica, lengua larga!
¡Ya!... (A don Zoilo.) No, no me mirés con esos ojos,
que no te tengo miedo. A ver ustedes, qué hacen; vos,
Dolores... Prudencia. Parece que tuvieran cola e paja...
Muévanse. Vengan a arrancarle el colmillo a esta víbora,
pues. (A Robustiana.) Contestá, ladiada. ¿Qué tenés que
decir de malo de don Juan Luis?
DOÑA DOLORES ¡Ay, mi Dios!
DON ZOILO Siga, m'hija, y no se asuste, porque aquí
está don talero con ganas de comer cola.
ROBUSTIANA Sí, tata. ¡Vergüenza da decirlo!... ¡Cuando
usté se va para el pueblo, la gente se lo pasa aquí de
puro baile corrido!
DON ZOILO Me lo maliciaba.
ROBUSTIANA ¡Con don Juan Luis, el comisario Butiérrez
y una runfla más!
DON ZOILO ¡Ah! ¡Ah! Adelante.
ROBUSTIANA Y lo peor es que... es que... Prudencia...
(Llora.) No, no digo más...
(Prudencia se aleja disimuladamente y desaparece por la
izquierda.)
DON ZOILO ¡Vamos, pues, no llore! Hable. ¿Prudencia,
qué?...
ROBUSTIANA Prudencia... al pobre... al pobre Aniceto,
tan bueno y que tan... to que la quiere... le juega
sucio con don Juan Luis.
DON ZOILO ¡Ah! Eso es lo que quería saber bien. Ahora
sí, ahora sí; no cuente más, m'hija; no se fatigue.
Venga a su cuarto; así descansa... (La conduce hacia el
foro; al pasar junto a doña Dolores levanta el talero,
como para aplastarla.) ¡No te via pegar! ¡No te asustés,
infeliz!

ESCENA XII
Doña Dolores y Rudecinda
RUDECINDA (Permanece un instante cavilosa y con aire
despectivo.)
Bueno, ¿y qué? (Viendo llorar a doña Dolores.) No te
aflijás, hija. Ya lo hemos de enderezar a Zoilo.
¡Mocosa, lengua larga! ¡Quién hubiera creído!

ESCENA XIII
Doña Dolores, Rudecinda, don Zoilo y Batará
DON ZOILO (Saliendo.)
¡Arrastradas! ¡Arrastradas! Merecían que las
deslomara a palos... Arrastradas... (Llamando.) ¡Batará!
¡Batará! (Paseándose.) ¡Ovejas! ¡Peores entoavía! ¡Las
ovejas siquiera no hacen daño a naide!... ¡Batará!
BATARÁ (Saliendo.)
Mande, señor.
DON ZOILO ¿Qué caballo hay en la soga?
BATARÁ ¡El doradillo tuerto, señor!
DON ZOILO ¿Aguantará un buen galope?
BATARÁ ¡Ya lo creo, señor!
DON ZOILO Bien. Vas a ensillarlo en seguida y le bajás
la mano hasta el Sarandí. ¿Sabés ande está poblando
Aniceto?
BATARÁ Sí, señor.
DON ZOILO Llegás y le decís que se venga con vos,
porque tengo que hablarle... ¡Ah!... Al salir te arrimás
a lo de mi compadre Luna a decirle en mi nombre que
necesito la carreta con güeyes pa mañana; que me haga el
favor de mandármela de madrugada.
BATARÁ Ta bien, señor.
DON ZOILO Entonces, volá.
(Mutis Batará.)

ESCENA XIV
Doña Dolores, Rudecinda y don Zoilo
DON ZOILO (Después de pasearse un momento, a doña
Dolores.)
Y usté, señora, tiene que mejorarse en seguidita de
la cabeza; ¿me oye? ¡En seguidital
DOÑA DOLORES ¡Ay, Jesús, María y José! ¡Sí, estoy un
poco más aliviada ya! ¡Me han hecho bien los
parchecitos!
DON ZOILO ¡Pues se alivia del todo y se va rápido a
arreglar con ésas las cacharpas más necesarias pal
viaje; mañana al aclarar nos vamos de aquí!
RUDECINDA ¿Y ande nos vamos?
DON ZOILO ¡Ande a usté no se le importa! ¡Canejo! ¡Ya,
muévanse!... (Continúa paseándose.)
DOÑA DOLORES (Yéndose.)
Virgen de los Desamparados, ¡qué va a ser de
nosotros!

ESCENA XV
Rudecinda y don Zoilo
RUDECINDA Decime, Zoilo. ¿Te has enloquecido
endeveras? ¿Ande nos llevás?
DON ZOILO ¡Al medio del campo! ¡Qué sé yo! ¡No me va a
faltar una tapera vieja ande meterlas!
RUDECINDA ¡Ah! ¡Yo no me voy, ¡Soy libre!
DON ZOILO Quedate si querés.
RUDECINDA Pero primero me vas a entregar lo que me
pertenece; mi parte de la herencia...
DON ZOILO Pediselá a tu amigo el diablo, que se la
llevó con todo lo mío.
RUDECINDA (Espantada.)
¿Cómo?
DON ZOILO Llevándosela!
RUDECINDA ¡Ah! ¡Madre! ¡Ya lo maliciaba! ¿Conque me
has fundido también? ¿Conque me has tirado mis pesitos?
¿Conque me quedo en la calle? ¡Ah!... ¡Canalla!
¡Sinvergüenza! La...
DON ZOILO (Imponente.)
¡Phss! ¡Cuidado con la boca!
RUDECINDA ¡Canalla! ¡Canalla! ¡Ladrón!
DON ZOILO ¡Rudecinda!
RUDECINDA ¡No te tengo miedo! Te lo via decir mil y
cincuenta veces... ¡Canalla! ¡Cuatrero! ¡Cuatrero!
DON ZOILO (Hace un ademán de ira, pero se detiene.)
¡Pero hermana! ¡Hermana!... ¿Es posible?
RUDECINDA (Echándose a llorar.)
Madre de mi alma, que me han dejado en la calle... me
han dejado en la calle... Mi hermano me ha robao... (Se
va por el foro llorando a gritos. Don Zoilo abrumado,
hace mutis lentamente por la primera puerta de la
izquierda.)

ESCENA XVI
Prudencia y Juan Luis
(Después de una breve pausa, aparece Prudencia. Mira
cautelosamente en todas direcciones, y no viendo a nadie
corre hacia la derecha, deteniéndose sorprendida junto
al portón, donde topa con Juan Luis.)
PRUDENCIA (Ademán de huir.)
¡Ah!
JUAN LUIS Buenas tardes. ¡No se vaya! (Tendiéndole la
mano.) ¿Cómo está?
PRUDENCIA (Muy avergonzada.)
¡Ay, Jesús!... ¡Cómo me encuentra!...
JUAN LUIS (Reteniendo la mano, después de cerciorarse
de que están solos.) ¡Encantadora te encuentro,
monísima, mi vidita!
PRUDENCIA (Apartándose.)
¡No... no!... Déjeme... Váyase... ¡Tata está ahí!
JUAN LUIS (Goloso, avanzando.)
¡Y qué tiene! ¡Dormirá! ¡Vení, prenda!
PRUDENCIA (Compungida.)
No... váyase, sabe todo. Está furioso.
JUAN LUIS ¡Oh! Ya lo amansaremos. ¿Recibiste mi carta?
PRUDENCIA Sí. (Después de mirar a todos lados, con
fingido enojo.) Usté es un atrevido y un zafao, ¿sabe?
JUAN LUIS ¿Aceptás? ¿Sí? ¿Irás a casa de Martiniana?
PRUDENCIA Este... Jesús, siento ruido. (Huyendo hacia
el foro.) ¡Tata! ¡Lo buscan! (Mutis por segunda
izquierda.)
JUAN LUIS ¡Arisca la china! (Se pasea.)

ESCENA XVII
Don Zoilo y Juan Luis
DON ZOILO (Saliendo.)
¿Quién me busca? ¡Ah!
JUAN LUIS (Confianzudo.)
¿Qué tal, viejo amigo? ¿Cómo le va? ¿Está bueno? Le
habré interrumpido la siesta, ¿no?
DON ZOILO Bien, gracias; tome asiento. (Pronto
aparecen en cada una de las puertas Prudencia, Rudecinda
y doña Dolores; curiosean inquietas un instante y se
van.)
JUAN LUIS No; traigo un amigo y no sé si usted tendrá
gusto en recibirlo.
DON ZOILO No ha de ser muy chúcaro cuando no le han
ladrao los perros.
JUAN LUIS Es una buena persona.
DON ZOILO Ya caigo. El capitán Butiérrez, ¿no? (Se
rasca la cabeza con rabia.) ¡Ta güeno!...
JUAN LUIS Y me he propuesto que se den un abrazo. Dos
buenos criollos como ustedes no pueden vivir así,
enojados. De parte de Butiérrez, ni qué hablar...
DON ZOILO (Muy irónico.)
¡Claro! ¡Ni qué hablar! Mande no más, amigazo. ¡Usted
es muy dueño! Vaya y digalé a ese buen mozo que se
apee... Yo voy a sujetar los perros.
JUAN LUIS (A voces desde la verja.)
¡Acérquese no más, comisario! Ya está pactado el
armisticio. (Va a su encuentro.)

ESCENA XVIII
Don Zoilo, Juan Luis y Gutiérrez
JUAN LUIS (Aparatoso; empujando a Gutiérrez.)
Ahí lo tiene al amigo don Zoilo, olvidado por
completo de las antiguas diferencias... (Hierático.) Pax
vobis.
GUTIÉRREZ (Extendiendo los brazos.)
¡Cuánto me alegro! ¿Cómo te va, Zoilo?
DON ZOILO (Empacado ofreciéndole la mano.)
Güen día...
GUTIÉRREZ (Cortado.)
¿Tu familia, buena?
(Pausa.)
DON ZOILO Tomen asiento.
JUAN LUIS Eso es... (Ocupando el sillón.) ¡Siéntese
por acá, comisario! (Señala una silla.) Tiempo lindo,
¿verdad? Don Zoilo, ¿usté no se sienta? Arrime un banco,
pues... (Don Zoilo se sienta.) Las muchachas estarán de
tarea seguramente. Hemos venido a interrumpirlas...
Seguro que han ido a arreglarse. Dígales que por
nosotros no se preocupen. ¡Pueden salir así no más, que
siempre están bien!
(Pausa embarazosa.)
GUTIÉRREZ (Por decir algo.)
¡Qué embromar! ¡Qué embromar con las cosas!
JUAN LUIS ¿Con qué cosas?
GUTIÉRREZ Ninguna. Decía por decir, no más. Es
costumbre.

ESCENA XIX
Don Zoilo, Juan Luis, Gutiérrez y Rudecinda
RUDECINDA (Un tanto transformada y hablando con
relativa exageración.) ¡Ay!... ¡Cuánto bueno tenemos
por acá!... ¿Cómo está, Butiérrez? ¿Qué milagro es éste,
don Juan Luis? Vean en qué figura me agarran.
JUAN LUIS Usted siempre está buena moza.
RUDECINDA ¡Ave María! No se burle.
GUTIÉRREZ (Ofreciéndole su silla.)
Tome asiento.
RUDECINDA ¡No faltaba más! Usté está bien; no, no, no.
Ya me van a traer. (A voces.) ¡Robusta, sacá unas
sillas! ¿Y qué tal? ¿Qué buena noticia nos traen? ¿Qué
se cuenta por ahí? Ya me han dicho que usté,
Butiérrez...
DON ZOILO ¡Rudecinda! Vaya a ver qué quiere Dolores.
RUDECINDA No; no ha llamado.
DON ZOILO (Alzándose.)
¡Va... ya a ver... qué... quiere... Dolores!
RUDECINDA (Vacilante.)
Este... (Después de mirar a don Zoilo.) Con permiso.
(Vase.)

ESCENA XX
Don Zoilo, Juan Luis y Gutiérrez
JUAN LUIS ¡Qué muchacha de buen genio esta Rudecinda!
¡Siempre alegre y conversadora... ¿Y no tenemos un
matecito, viejo Zoilo? Lo encuentro medio serio. Seguro
que no ha dormido siesta. Mi padre es así; cuando no
sestea, anda que parece alunao.
GUTIÉRREZ (Cambiando de postura.)
¡Qué embromar con las cosas!

ESCENA XXI
Don Zoilo, Juan Luis, Gutiérrez y Prudencia
PRUDENCIA (Con mucha cortedad.)
¡Buenas tardes!
JUAN LUIS (Yendo a su encuentro.)
¡Viva!... ¡Salió el sol! ¡Señorita!
PRUDENCIA Bien, ¿y usté?
GUTIÉRREZ ¡Señorita Prudencia! ¡Qué moza!
PRUDENCIA Bien, ¿y usté? Tomen asiento. Estén con
comodidad.
JUAN LUIS Gracias; siempre tan interesante,
Prudencita. Linda raza, amigo don Zoilo.
DON ZOILO Che, Prudencia. Andá, que te llama
Rudecinda.
PRUDENCIA ¿A mí? ¡No he oído!
DON ZOILO He dicho que te llama Rudecinda.
PRUDENCIA (Atemorizada, yéndose.)
¡Voy! Con licencia. (Vase.)

ESCENA XXII
Don Zoilo, Juan Luis y Gutiérrez
JUAN LUIS Pues yo no he oído.
DON ZOILO (Alterado.)
¡Pero yo sí, canejo! ¿Me entiende?
JUAN LUIS Bueno, viejo. Tendrá razón; no es para
tanto.
GUTIÉRREZ ¡Hom!... Qué embromar... Qué embromar con
las cosas...
DON ZOILO Ta bien. Dispense. (Aproximando su banco a
Juan Luis.) Diga... ¿Tendría mucho que hacer aura?
JUAN LUIS ¿Yo?
DON ZOILO El mismo.
JUAN LUIS ¡No! Pero no me explico...
DON ZOILO Tenía que decirle dos palabritas.
JUAN LUIS A sus órdenes, viejo. Ya sabe que siempre...
GUTIÉRREZ (Alzándose.)
Andate pa tu casa, Pedro, que paece que t'echan.
DON ZOILO Quedate no más. Siempre es güeno que la
autoridad oiga también algunas cosas... Este, pues, como
le iba diciendo. Usté sabe que esta casa y este campo
fueron míos; que los heredé de mi padre, y que habían
sido de mis agüelos... ¿no? Que todas las vaquitas y
ovejitas existentes en el campo, el pan de mis hijos,
las crié yo a juerza de trabajo y de sudores, ¿no es
eso? Bien saben todos que, con mi familia, jue creciendo
mi haber, a pesar de que la mala suerte, como la sombra
al árbol, siempre me acompañó.
JUAN LUIS No sé a qué viene eso, francamente.
DON ZOILO Un día... déjeme hablar. Un día se les
antojó a ustedes que el campo no era mío, sino de
ustedes; me metieron ese pleito de reivindicación; yo me
defendí; las cosas se enredaron como herencia de
brasilero, y cuando quise acordar amanecí sin campo, ni
vacas, ni ovejas, ni techo para amparar a los míos.
JUAN LUIS Pero usted bien sabe que la razón estaba de
nuestra parte.
DON ZOILO Taría cuando los jueces lo dijeron, pero yo
dispués no supe hacer saber otras razones que yo tenía.
JUAN LUIS Usted se defendió muy bien, sin embargo.
DON ZOILO (Alzándose terrible.)
No, no me defendí bien; no supe cumplir con mi deber.
¿Sabe lo que debí hacer, sabe lo que debí hacer? Buscar
a su padre, a los jueces, a los letrados; juntarlos a
todos ustedes, ladrones, y coserles las tripas a
puñaladas, ¡pa escarmiento de bandoleros y saltiadores!
¡Eso debí hacer! ¡Eso debí hacer! ¡Coserlos a puñaladas!
JUAN LUIS (Confuso.)
¡Caramba, don Zoilo! ¡Por favor!
GUTIÉRREZ (Interviniendo.)
¡Hombre, Zoilo! ¡Calmate! ¡Respetá un poco, que estoy
yo acá!
DON ZOILO (Serenándose.)
¡Toy calmao! ¡Ladiate de ahí!... ¡Eso debí hacer!
¡Eso! (Sentándose.) No lo hice porque soy un hombre muy
manso de sí, y por consideración a los míos. Sin
embargo...
JUAN LUIS Repito, señor, que no acabo de explicarme
los motivos de su actitud. Por otra parte, ¿no nos hemos
portado con bastante generosidad? ¡Lo hemos dejado
seguir viviendo en la estancia! Nos disponemos a
ocuparlo bien para que pueda acabar tranquilamente sus
días.
DON ZOILO (Irguiéndose.)
¡Cállese la boca, mocoso!... ¡Linda generosidad!
¡Bellacos!
JUAN LUIS (Poniéndose de pie.)
¡Señor!...
DON ZOILO ¡Linda generosidad! Pa quitarnos lo único
que nos quedaba, la vergüenza y la honra, es que nos han
dejado aquí... ¡Saltiadores! ¡Parece mentira que haiga
cristianos tan desalmaos!... ¡No les basta dejar en la
mitad del campo al pobre paisano viejo, a que se gane la
vida cuando ya ni fuerzas tiene, sino que todavía
pensaban servirse de él y su familia para desaguachar
cuanta mala costumbre han aprendido! ¡Ya podés ir
tocando de aquí, bandido! Mañana esta casa será tuya...
¡Pero lo que aura hay adentro es bien mío! ¡Y este
pleito yo lo fallo! ¡Juera de aquí!
JUAN LUIS ¡Pero, señor!
DON ZOILO (Agarrando el talero.)
¡Juera he dicho!
JUAN LUIS Está bien... (Se va lentamente.)
DON ZOILO (A Gutiérrez, que intenta seguirlo.)
Y en cuanto a vos, entrá si querés a sacar tu prenda.
¡Pasá no más, no tengás miedo!
GUTIÉRREZ Yo...
DON ZOILO ¡Ah!... ¡No querés! Bueno, tocá también. Y
cuidadito con ponérteme por delante otra vez (Gutiérrez
mutis.) ¡Herejes! ¡Saltiadores! ¡Saltiadores! (Los sigue
un momento con la vista, balbuceando frases
incomprensibles. Después recorre con una mirada las
cosas que le rodean, avanza unos pasos y se deja caer
abrumado en el sillón.) ¡Señor! ¡Señor! ¡Qué le habré
hecho a la suerte pa que me trate así!... ¡Qué, qué le
habré hecho! (Deja caer la cabeza sobre las rodillas.)

Barranca abajo
Florencio Sánchez

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

Barranca abajo
Florencio Sánchez

Acto segundo

Representa la escena, a gran foro, telón de campo; a la
izquierda un rancho con puerta y ventana practicables.
Sobre el mojinete del rancho, un nido de horneros. A la
derecha rompimiento de árboles. Un carrito con un barril
de los que se usan para transporte de agua. Un banco
largo debajo del alero del rancho, un banquito y un
jarro de lata. Es de día

ESCENA I
Robustiana y Prudencia
(Aparecen en escena Robustiana pisando maíz en un
mortero y Prudencia cosiendo un vestido.)
ROBUSTIANA ¡Che, Prudencia! ¿Querés seguir pisando
esta mazamorra? Me canso mucho. Yo haría otra cosa
cualquiera.
PRUDENCIA Pisala vos con toda tu alma. Tengo que
acabar esta pollera.
ROBUSTIANA ¡Que sos mala! Llamala a mama entonces o a
Rudecinda.
PRUDENCIA (Volviéndose, a voces.)
Mama... Rudecinda. Vengan a servir a la señorita de
la casa y tráiganle un trono para que esté a gusto.

ESCENA II
Robustiana, Prudencia, doña Dolores y Rudecinda
DOÑA DOLORES (Saliendo.)
¿Qué hay?
PRUDENCIA Que la princesa de Chimango no puede pisar
maíz.
DOÑA DOLORES ¿Y qué podés hacer entonces? Bien sabés
que no hemos venido acá pa estarnos de brazos cruzados.
ROBUSTIANA Sí, señora, lo sé muy bien; pero tampoco
via permitir que me tengan de piona.
RUDECINDA (Asomándose a una ventana.)
¿Ya está la marquesa buscando cuestiones? Cuando
no...
ROBUSTIANA Callate vos, comadreja.
RUDECINDA Andá, correveidile; buscá camorra no más pa
después dirle a contar a tu tata que te estamos
martirizando.
ROBUSTIANA (Dejando la tarea.)
¡Por Dios!... ¿Quieren hacerme el favor de decirme
cuándo, cuándo me dejarán en paz? ¿Yo qué les hago pa
que me traten así? Bien buena que soy; no me meto con
ustedes y trabajo como una burra, sin quejarme nunca a
pesar de que estoy bien enferma. ¡Y ahora porque les
pido que me ayuden un poco, me echan la perrada como a
novillo chúcaro!
RUDECINDA (Que ha salido un momento antes con el pelo
suelto, peinándose.) ¡Jesús, la víctima! Si no hubiera
sido por tus enredos, no te verías en estos trances.
ROBUSTIANA Por favor.
RUDECINDA (Remedando.)
¡Por favor! ¡Véanle el aire de romántica!... Cómo se
conoce que anda enamorada; no te pongás colorada. ¿Te
creés que no sabemos que andas atrás de Aniceto?
ROBUSTIANA Bueno, por Dios. No hablemos más. Haré lo
que ustedes quieran. Trabajaré hasta que reviente.
(Continúa pisando maíz.) De todos modos no les voy a dar
mucho trabajo, no; pronto no más. (Aparte, casi
llorosa.) ¡Si no fuera por el pobre tata, que me quiere
tanto!
PRUDENCIA (A Rudecinda.)
¿Te parece que será bastante el ancho? Le puse cuatro
paños.
DOÑA DOLORES ¡Ave María! ¡Qué anchura!
RUDECINDA ¡No, señora... con el fruncido! ¡A ver! ¡A
ver! Esperate; tengo las manos sucias de aceite.
PRUDENCIA ¿Y si la midiéramos con la tuya lila? ¿Ande
la tenés?
RUDECINDA A los pies de mi cama. Vení. (Hacen mutis.)
DOÑA DOLORES Ahora van a ver cómo sobra. Ese tartán es
muy ancho. (Mutis.)

ESCENA III
Robustiana y don Zoilo
ROBUSTIANA (Angustiada.)
¡No quieren a nadie! ¡Pobre tatita! (Apoyada en el
mortero llora un instante. Óyense rumores de la
izquierda. Robustiana alza la cabeza, se enjuga
rápidamente las lágrimas y continúa la tarea,
canturreando un aire alegre. Don Zoilo avanza por la
izquierda a caballo, con un balde en la mano,
arrastrando un barril de agua. Desmonta, desata el
caballo y lo lleva fuera, al volver acomoda la rastra.)
DON ZOILO ¡Buen día, m'hija!
ROBUSTIANA Día... ¡bendición, tatita!
DON ZOILO ¡Dios la haga una santa! ¿Pasó mala noche,
eh? ¿Por qué se ha levantao hoy?
ROBUSTIANA No; dormí bien.
DON ZOILO Te sentí toser toda la noche.
ROBUSTIANA Dormida sería.
DON ZOILO Traiga, yo acabo.
ROBUSTIANA ¡No, deje! ¡Si me gusta!
DON ZOILO Pero le hace mal. Salga.
ROBUSTIANA Bueno. Entonces yo voy a ordeñar, ¿eh?
DON ZOILO ¿Cómo? ¿No han sacao la leche entoavía?
ROBUSTIANA No señor, porque...
DON ZOILO ¿Y qué hacen ésas? ¿A qué hora se
levantaron?
ROBUSTIANA Muy temprano...
DON ZOILO (Llamando.)
¡Dolores! ¡Rudecinda!
ROBUSTIANA Deje... Yo fui, que...

ESCENA IV
Robustiana, don Zoilo y Rudecinda
RUDECINDA (Saliendo.)
¡Jesús! ¿Qué te duele?
DON ZOILO ¿No han podido salir entoavía de la
madriguera? ¿Por qué no ordeñan de una vez?
RUDECINDA ¡Qué apuro! Ya fue Dolores. (Intencionada.)
Te vino con el parte alguna tijereta, ¿no? ¿Cuánto le
pagás por viaje? (Hace una mueca de desprecio a
Robustiana, da un coletazo y desaparece. Pausa.)

ESCENA V
Robustiana, don Zoilo y Batará
(Batará aparece silbando, saca un jarro de agua del
barril y bebe.)
BATARÁ ¡Ta fría! (A Robustiana.) ¡Día! ¡Sión!
¡Madrina! Aquí le traigo pa usté. (Le ofrece una yunta
de perdices.)
DON ZOILO ¿Y Aniceto?
BATARÁ Ái viene; se apartó a bombiar el torito hosco
que parece medio tristón.
DON ZOILO ¿Encontraron algo?
BATARÁ Sí, señor. Cueriamos tres con la ternera
rosilla que murió ayer.
ROBUSTIANA ¡Ave María Purísima! ¡Qué temeridad!
BATARÁ Y por el cañadón grande encontramos un güey
echado, y a la lechera chorriada muy seria.
DON ZOILO ¿Les dieron güelta la pisada?
BATARÁ Sí, señor. Pero pa mí que ese remedio no las
cura. ¡Pucha! ¡Pidemia bruta! Se empieza a poner serio
el animal, desganao; camina un poco, s'echa y al rato no
más queda tieso con una guampa clavada en el suelo. Debe
ser algún pasto malo.
ROBUSTIANA ¡Qué tristeza! ¡Era lo único que nos
faltaba! ¡Que tras de que tenemos tan poco, se nos
mueran los animales! ¡Y con el invierno encima!
DON ZOILO ¡No hay que afligirse, m'hija! ¡No hay mal
que dure cien años! ¡Aistá Aniceto!

ESCENA VI
Robustiana, don Zoilo, Batará y Aniceto
ANICETO (Entra en escena.)
Tres... y dos por morir. (A Robustiana.) Buenos
días... (A don Zoilo.) ¡Hay que mandar la rastra pa
juntar los cueros! (Sentándose en cualquier parte.)
Dicen que don Juan Luis tiene un remedio bueno allá en
la estancia.
DON ZOILO Sí, una vacuna... Pero eso debe ser para
animales finos.
BATARÁ ¡Güena vacuna! Cuando vino el engeniero ése
para probar el remedio, se murió medio rodeo de mestizas
en la estancia grande; ¡bah!... Ese franchute no más ha
de haber sido el que trujo la epidemia.
ANICETO Grano malo no es.
DON ZOILO Últimamente, sea lo que sea... que se muera
todo de una vez. Si fuera mío el campo, ya le habría
prendido fuego. ¡Ensillame el overo!
(Batará mutis.)

ESCENA VII
Rudecinda, Robustiana, don Zoilo y Aniceto
RUDECINDA (Saliendo.)
¡Che, princesa! Podés ir a tender la cama, si te
parece. ¿O esperás que las sirvientas lo hagan? Pronto
es mediodía, y todo está sucio.
ROBUSTIANA No rezongués. Ya voy... (Vase.)

ESCENA VIII
Rudecinda, don Zoilo y Aniceto
RUDECINDA ¡Movete, pues! (A Aniceto.) Buen día. ¿No
han carniado?
DON ZOILO No sé qué... ¡Si no te carniamos a vos!
RUDECINDA ¡Tas muy chusco! ¡No hablo con vos!
ANICETO No hay nada, doña. Anduve mirando si
encontraba alguna ternera en buenas carnes y...
RUDECINDA Pues yo he visto muchas...
ANICETO Ajenas serían...
DON ZOILO No perdás tiempo, hijo, en escuchar
zonceras.
RUDECINDA ¡Zonceras! ¿Y qué comemos entonces? ¿Querés
seguir manteniéndonos a pura mazamorra? Charque no hay
más.
DON ZOILO Pero hay mucho rulo, y mucha moña, y mucha
comadrería.
RUDECINDA Mejor.
DON ZOILO (Con rabia.)
¡Entonces no se queje, canejo!
RUDECINDA ¡Avisá si también pensás matarnos de hambre!
DON ZOILO Si tenés tanta, pegá un volido pal campo.
¡Carnizas no te han de faltar!... Podrás hartarte con
tus amigos los caranchos. Che, Aniceto. Via dir hasta el
boliche a buscar un emplasto poroso pa Robusta, que la
pobre está muy mal de la tos... Reparame un poco esto, y
si se alborotan mucho las cotorras, meniales chumbo no
más. (Vase lentamente por izquierda.)
RUDECINDA Eso es; para esa guacha tísica todos los
cuidaos; los demás, que revienten. Andá no más... Andá
no mas, que poco te va a durar el contento. (A Aniceto.)
¿Y a usté lo han dejao de cuidador? Bonito papel, ¿no?
¡Jua!... ¡Jua!... El maizal con espantajo. (Mutis.)

ESCENA IX
Aniceto y luego Robustiana
ANICETO ¡Pcha que son piores! (Se pone a lavarse las
manos junto al barril, echándose agua con el jarro.)
ROBUSTIANA (Saliendo.)
¡Esperesé! ¡Yo le ayudo!
ANICETO No, dejá. Ya va a estar, hija.
ROBUSTIANA (Tomando el jarro y volcándole agua en las
manos.)
¡Hija! ¡La facha para padre de familia! ¿Quiere
jabón?
ANICETO ¡Gracias, ya está! (Intenta secarse con el
poncho.)
ROBUSTIANA ¡Ave María! No haga eso, no sea... (Va
corriendo adentro y vuelve con una toalla.) Ahí tiene.
(Fatigada.) ¡Jesús! No puedo correr... Parece que me
ahogo.
ANICETO ¡Vea! Por meterte acomedida.
ROBUSTIANA Ya pasó. (Burlona.) ¡Retemé no más, tatita!
¡No digo! Si tiene andar de padre de familia.
ANICETO ¡Oh!... Te ha dado fuerte con eso.
ROBUSTIANA ¡Claro! ¡Si me trata con una seriedad...!
ANICETO ¿Yo?
ROBUSTIANA ¡Siempre que me habla pone una cara!
(Remedando.) Así fea. (Ahuecando la voz.) «¡Gracias,
m'hija! ¡Hacé esto, m'hija! ¡Buen día, m'hija! «O si no,
se pone bueno y mansito como tata y me trata de usted. «
¡Hijita, el rocío puede hacerle mal! Hija, alcánceme
eso, ¿quiere?» ¡Ja, ja, ja! Cualquier día, equivocada,
le pido la bendición.
ANICETO ¡Vean las cosas que se le ocurren! Es mi
manera así.
ROBUSTIANA ¿Y cómo con otras no lo hace?
ANICETO ¡Ah! Porque, porque...
ROBUSTIANA ¡Dígalo, pues! ¿A que no se anima?
ANICETO Porque, bueno... y si vamos a ver: ¿por qué
vos me tratás de usted y con tanto respeto?
ROBUSTIANA (Confundida.)
¿Yo? ¿Yo? Este... ¡miren qué gracia! Porque...
¿Quiere que le cebe mate?
ANICETO ¡No, señor! ¡Respondé primero!
ROBUSTIANA Pues porque... antes, como yo era chica y
uste... tamaño hombre, me parecía feo tratarlo de vos.
ANICETO ¿Y ahora?
ROBUSTIANA (Ruborizada.)
Ahora... Ahora porque... porque me da vergüenza.
ANICETO (Extrañado.)
¡Vergüenza de mí! ¡De un hermano casi!
ROBUSTIANA ¡No... vergüenza no! Este. ¡Sí! ¡No sé qué!
Pero... (Como inquietándose por sus propios
pensamientos.) ¡Ay! ¡Si nos vieran juntos! ¡Conversando
así de estas cosas!...
ANICETO ¿De cuáles?
ROBUSTIANA ¡Nada, nada! Este. ¡Caramba! Venga a
sentarse y hablaremos como dos buenos amiguitos...
ANICETO (Con mayor extrañeza y curiosidad.)
¿Y antes cómo hablábamos?
ROBUSTIANA (Impaciente.)
¡Jesús... si parezco loca! ¡No sé ni lo que digo!
Quería decir... No me haga caso, ¿eh? Bueno. ¡Siéntese!
¡A ver! ¿Qué iba a preguntarle? ¡Ah!... ¡Ya me acuerdo!
Diga... ¿Por qué venía tan triste esta mañana del campo?
ANICETO (Ingenuo.)
¡Pensando en todas las desgracias de padrino Zoilo!
ROBUSTIANA ¡Cierto! ¡Pobre tatita! ¡Me da una lástima!
¡A veces tengo miedo de que vaya a hacer alguna
barbaridad! (Pausa.) Pues... ¿Y en qué otra cosa
pensaba?
ANICETO ¡En nada!
ROBUSTIANA ¿En nada, en nada, en nada más? Vamos... ¿A
que no me dice la verdad?
ANICETO Por Dios, que no...
ROBUSTIANA ¿Se curó tan pronto?...
ANICETO ¡Ay, hija! ¡No había caído!
ROBUSTIANA ¿Otra vez? ¡Bendición tatita!
ANICETO Bueno. No te trataré más así si no te
agrada...
ROBUSTIANA Me agrada. Es que usted piensa siempre que
soy una chiquilina. Pero dejemos eso. ¿No venía pensando
en... alguna persona?
ANICETO No hablemos de difuntos. Aquello tiene una
cruz encima.
ROBUSTIANA Yo siempre pensé que Prudencia le iba a
jugar feo...
ANICETO No me quería y se acabó.
ROBUSTIANA Hizo mal, ¿verdad?
ANICETO Pa mí que hizo bien. Peor es casarse sin
cariño.
ROBUSTIANA Usted sí que la quería de veras. ¡Qué
lástima! (Pausa.) Yo... todavía no he tenido novio...
ninguno... ninguno...
ANICETO ¿Te gustaría?
ROBUSTIANA ¡Miren qué gracia! ¡Ya lo creo! Un novio de
adeveras pa que se casara conmigo y lo llevásemos a tata
a vivir con nosotros. Siempre pienso en eso.
ANICETO ¿Al viejo solo? ¿Y las otras?
ROBUSTIANA ¡Ni me acordaba! Bueno; la verdad es que
para lo que sirven... Bien se las podía llevar un
ventarrón.
ANICETO (Pensativo.) Conque... pensando en novios...
¡Está bien! ¡Ta bueno!
ROBUSTIANA (Después de un momento.)
Diga... ¿Verdad que estoy mucho más gruesa?
ANICETO (Sorprendido en su distracción.)
¿Qué?
ROBUSTIANA ¡Ave María, qué distraído... ¿No me halla
más repuesta?
ANICETO ¡Mucho!
ROBUSTIANA Si no fuera por la tos, estaría ya tan alta
y tan carnuda como Prudencia, ¿verdad? Sin embargo, Dios
da pan al que no tiene dientes.
ANICETO ¡Así es!
ROBUSTIANA Yo en lugar de ella...
ANICETO (Alzándose.)
En lugar de ella... ¿qué?
ROBUSTIANA ¡Ay, qué curioso!
ANICETO Diga, pues.
ROBUSTIANA (De pie, azorada ante el gesto insistente
de Aniceto.)
Pero... ¿Yo qué he dicho? No, no me haga caso.
¡Estaba distraída! ¡Ay, me voy! Soy una aturdida. Adiós,
¿eh? (Volviéndose.) ¿No se va a enojar conmigo?
ANICETO (Tierno.)
¡Venga, hija, escúcheme!
ROBUSTIANA (Vivamente.)
¡Bendición, tata! (Mutis.)
ANICETO ¡Santita! (Vase lentamente por detrás del
rancho mientras sale Rudecinda.)

ESCENA X
Martiniana, Rudecinda, doña Dolores y Prudencia
MARTINIANA (Desde adentro izquierda.)
¡Ave María Purísima! (Con otro tono.) ¡Sin pecado
concebida! ¡Apiate no más, Martiniana, y pasá adelante!
(Apareciendo.) ¡Jesús, qué recibimiento! ¡Ni que juera
el rey de Francia!... ¡Ay, cómo vienen todos!
(Saludando.) ¡Reverencias! ¡Reverencias! ¡Quédense
sentaos no más! ¡Los perdono!
RUDECINDA ¡Ay, comadre! ¿Cómo le va? ¡La conocí en la
voz!
MARTINIANA Dejuramente, porque ni me había visto...
Creí mesmamente que el rancho se hubiese vuelto
tapera... (Aparecen sucesivamente doña Dolores y
Prudencia.) ¡Doña Dolores! ¡Prudencita! Estaban
atariadas, ¿verdad?
PRUDENCIA No... Conversando no más.
RUDECINDA (Acercándole un banco.)
Tome asiento, comadre.
MARTINIANA ¡Siempre cumplida! Tanto honor de una
comadre.
PRUDENCIA ¿Y qué buenos vientos la traen?
MARTINIANA ¡Miren, la pizcueta! Ya sabe que son güenos
vientos.
PRUDENCIA De aquel rumbo...
MARTINIANA No pueden ser malos, ¿eh? Sin embargo, ande
ustedes me ven, casi se me forma remolino en el viaje.
RUDECINDA ¡Cuente!
PRUDENCIA ¿Qué le ocurrió?
MARTINIANA Nada. Que venía pa ca, y al llegar al
portoncito e la cuchilla, ¿con quién creerán que me
topo? ¡Nada menos que con el viejo Zoilo!
PRUDENCIA ¡Con tata!
MARTINIANA «¿Ande vas, vieja... arcabucera?», me
gritó. «Ande me da la rial gana...», le contesté. Y ái
no más me quiso atravesar el caballo por delante. Pero
yo, que no quería tener cuestiones con él por ustedes,
¿saben?, nada más, talonié la tubiana vieja y enderecé
pa ca al galope.
PRUDENCIA ¡Menos mal!
MARTINIANA ¡Verás, hijita! ¡La cuestión no acabó ái!
En cuanto me vido galopiando, adivinen lo que hizo ese
viejo hereje. «¿Ande te has de dir, avestruz loco?», me
gritó, y empezó a revoliar las boliadoras. Sea cosa,
dije yo, que lo haga, y sujeté no más. «¿Vas pa casa?»
«¿Qué le importa?» Y se armó la tinguitanga. «Sí, señor;
via visitar a mi comadre y a las muchachas, que las
pobres son tan güenas y usté las tiene viviendo en la
inopia, soterradas en una madriguera», y que tal y que
cual. ¡Pcha!... Ahí no más se me durmió a insultos. Pero
yo no me quedé tras y le dije, defendiéndolas a ustedes,
como era mi obligación, tantas verdades, que el hombre
se atoró. Aurita no más me pega un chirlo, pensé. ¡Pero
nada!... Se quedó un rato serio rascándose la piojera, y
dispués, dentrando en razón dejuramente, me dijo: «Hacé
lo que te acomode... ¡Al fin y al cabo!...» ¿Qué les
parece? ¡Dispués habrá quien diga que ña Martiniana
Rebenque no sabe hacer las cosas! ¡Ah! ¿Y sabés lo que
me dijo también al principio?... Que sabía muy bien que
don Juan Luis había estao en casa aquel día que yos
fuiste, Prudencia, a pasar conmigo. Qué temeridad,
¿no?...

ESCENA XI
Martiniana Rudecinda, doña Dolores, Prudencia y
Robustiana
ROBUSTIANA (Aparece demudada, sosteniéndose en el
marco de la puerta, con voz muy débil.)
¿Me quieren dar un poco de agua?
RUDECINDA Ahí está el barril.
ROBUSTIANA (Tose, tapándose la boca con un pañuelo que
debe estar ligeramente manchado de sangre.)
¡No... puedo!
MARTINIANA ¿Cómo te va, hija?... ¡Che!... ¿Qué tenés?
(Acude en su ayuda.) Vengan, que a esta muchacha le da
un mal...
DOÑA DOLORES (Alarmada.)
Hija... ¿Qué te pasa?
MARTINIANA (Avanza sosteniéndola.)
¡Coraje, mujer! No es nada, no se aflija... Con un
poco de agua...
PRUDENCIA (Que se ha acercado llevando el agua.)
Tomá el agua. ¡Parece que echa sangre!
RUDECINDA ¡De las muelas será!... ¡Más mañera esa
zorra!
ROBUSTIANA (Bebe un sorbo de agua, sofocada siempre
por la tos, y a poco reacciona un tanto.)
No fue nada... Llévenme adentro.
DOÑA DOLORES ¡Virgen Santa! ¡Qué susto!
MARTINIANA (Conduciéndola con Prudencia.)
Hay que cuidar, hija, esa tos. Así... empiezan todos
los tísicos... Yo siempre le decía a la finadita hija de
don Basilio Fuentes... Cuidate, muchacha... Cuidate
muchacha, y ella... (Mutis.)

ESCENA XII
Doña Dolores, Rudecinda, luego Martiniana y Prudencia
DOÑA DOLORES Esta hija todavía nos va a dar un
disgusto; verás lo que te digo.
RUDECINDA No te preocupés. De mimosa lo hace. Pa hacer
méritos con el bobeta del padre.
DOÑA DOLORES ¡No exagerés! ¡Enferma está!
RUDECINDA Bueno... pero la cosa no es pa tantos
aspavientos.
MARTINIANA (Reapareciendo con Prudencia.)
¡Ya está aliviada!
DOÑA DOLORES ¿Se acostó?
MARTINIANA Sí... Vestida no más... Sería bueno que
usted fuera a verla, doña Dolores... ¡y le diera un
tecito de cualquier cosa!
DOÑA DOLORES (Disponiéndose a ir.)
Eso es... Un té de sauco, ¿será bueno?
MARTINIANA Sí, o si no mejor una cucharada de aceite
de comer... Suaviza el caño de la respiración.
(Doña Dolores mutis.)

ESCENA XIII
Rudecinda, Martiniana y Prudencia
RUDECINDA Y después, comadre, ¿qué pasó?
PRUDENCIA Tata se fue y...
MARTINIANA Y nada más.
PRUDENCIA ¿Qué noticias nos trae?
RUDECINDA No tenga miedo...
MARTINIANA Bueno; dice don Juan Luis que no halla otro
remedio, que ustedes deben apurarse y convencer a doña
Dolores y mandarse mudar con ella pa la estancia
vieja... El día que ustedes quieran él les manda el
breque al camino y... ¡a las de juir!...
PRUDENCIA ¿Y Robusta? ¿Y tata?
RUDECINDA ¿Y Aniceto?
MARTINIANA Ése es zonzo de un lao... A Robusta la
llevan no más, y en cuanto al viejo, ya verán cómo
poniéndole el nido en la jaula, cae como misto. Ta
aquerenciadazo con ustedes. Y más si le llevan a la
gurisa.
RUDECINDA ¿Y cómo?
PRUDENCIA Yo tengo miedo por tata. ¡Es capaz de matar
a Juan Luis!
MARTINIANA ¡Qué va a matar ése! Y además, no tiene
razón, porque don Juan Luis no se mete en nada. Son
ustedes mesmas las que resuelven. ¿Por qué le van a
consentir a ese hombre, después que las ha derrochado el
güen pasar que tenían, que las tenga aquí encerradas y
muriéndose de hambre? ¡No faltaría más! ¡Si juese pa
algo malo, yo sería la primera en decirles: no lo hagan!
Pero es pal bien de todos, hijas. Ustedes se van allá:
primero lo convencen al viejo y después a vivir la güena
vida. Vos con tu Juan Luis, que tal vez se case pronto,
como me lo ha asigurao; usted, comadre, con su
comisario... que me han dicho que anda en tratos de
arriendo pa poblar y ayuntarse... ¿eh? Se pone contenta
y todo como antes.
PRUDENCIA Sí, la cosa es muy linda. Pero tata, tata...
MARTINIANA ¡Qué tanto preocuparte del viejo! Peor
sería que juyeras vos sola con tu rubio, como sucede
tantas veces; demasiado honrada que sos entuavía,
hijita. A otros más copetudos que el viejo Zoilo les han
hecho doblar el cogote las hijas, por meterse a
contrariarles los amores. Ustedes no van acometer ningún
pecao, y además, si el viejo tiene tanta vergüenza de
vivir como él dice de prestao, miás vergüenza debería de
darle mantenerse a costillas de un pobre como el tape
Aniceto, que es el dueño de todo esto.
RUDECINDA Claro está. Y últimamente, si él no quiere
venirse con nosotras, que se quede; pa eso estaremos
Dolores y yo, pal respeto de la casa... ¡qué diablos!
(Resuelta.) ¡Se acabó! Voy a conversar con Dolores y
verás cómo la convenzo. (Vase.)
MARTINIANA ¡Así me gusta, comadre! Las mujeres han de
ser de resolución.

ESCENA XIV
Prudencia y Martiniana
PRUDENCIA Rudecinda no sabe nada de aquello, ¿verdad?
MARTINIANA ¡Qué esperanza! ¿Te has creído que soy
alguna...? ¡No faltaba más!
PRUDENCIA No sé por qué me parece que anda
desconfiada.
MARTINIANA No hagas caso. Hacé de cuenta que todo ha
pasao entre vos y él. Además, pa decir la verdá, yo no
vide nada... Taba en la cachimba lavando.
PRUDENCIA ¡Pschss!

ESCENA XV
Prudencia, Martiniana y don Zoilo
DON ZOILO (Saliendo.)
¿Ande está Robustiana?
PRUDENCIA Acostada.
(Don Zoilo vase.)
MARTINIANA Mire, don Zoilo. Tiene que cuidar mucho a
esa gurisa; no la hallo bien. No me gusta ningún poquito
esa tos.

ESCENA XVI
Prudencia, Martiniana y Rudecinda
RUDECINDA (Aparece.)
No pude hablar con Dolores; pero es lo mismo. ¿Pa
cuándo podrá ser, comadre?
MARTINIANA Cualquier día. No tiene más que avisarme.
Ya saben que pa obra güena siempre estoy lista.
RUDECINDA Bueno; pasao mañana. ¿Te parece, Prudencia?
¡O mejor, mañana no más!

ESCENA XVII
Prudencia, Martiniana, Rudecinda, Aniceto y el Sargento
Martin
ANICETO (Saliendo con el Sargento.)
¡Pase adelante!
EL SARGENTO Güen día. (A Rudecinda.) ¿Cómo le va,
doña? (A Prudencia.) ¿Qué tal moza? ¿Qué hace, ña
Martiniana?
PRUDENCIA ¿Cómo está, sargento? ¿Y el comisario?
EL SARGENTO Güeno. Les manda muchos recuerdos y esta
cartita pa usté.
RUDECINDA Está bien, gracias.
MARTINIANA ¿Anda de recorrida o viene derecho?
EL SARGENTO Derecho... Vengo en comisión. (Volviéndose
a Aniceto.) ¡Ah!... Y con usted tampoco anda muy bien el
comisario. Dice que a ver por qué no jue a la reunión de
los otros días; que si ya se ha olvidao que hay
elecciones, y superior gobierno, y partidos.
ANICETO Digalé que no voy ande no me convidan.
EL SARGENTO ¡No se retobe, amigazo! ¡La política anda
alborotada y no es güeno estar mal con el superior! ¿Y
don Zoilo? (A Rudecinda.) Me dijo el capitán que no se
juesen a asustar las mozas, que no es pa nada malo.
Estará un rato en la oficina. Cuando hablen con él, lo
largan.

ESCENA XVIII
Prudencia, Martiniana, Rudecinda, Aniceto, el Sargento y
don Zoilo
DON ZOILO (Saliendo.)
¿Qué andás queriendo vos por acá?
EL SARGENTO Güen día, viejo. Aquí andamos. Este...
vengo a citarlo.
DON ZOILO ¿A mí?
EL SARGENTO Es verdá.
DON ZOILO ¿Pa qué?
EL SARGENTO Vaya a saber uno... Lo mandan y va.
DON ZOILO ¿Y no tienen otra cosa que hacer que
molestar vecinos?
EL SARGENTO Así será.
(Batará se asoma, escucha un momento la conversación y
se va.)
DON ZOILO Ta güeno. Pues... Decile a Butiérrez que si
por casualidad tiene algo que decirme, mande o venga.
¿Me has oído?
EL SARGENTO Es que vengo en comisión.
DON ZOILO ¡A mí qué me importa!
EL SARGENTO Con orden de llevarlo.
DON ZOILO ¿A mí? ¿A mí?
EL SARGENTO Eso es.
DON ZOILO ¿Pero han oído ustedes?
EL SARGENTO (Paternal.)
No ha de ser por nada. Cuestión de un rato. Venga no
más. Si se resiste, va a ser pior.
MARTINIANA Claro que sí; deve ir no más a las güenas.
¿Qué saca con resistir a la autoridá?
DON ZOILO ¡Callá esa lengua vos! Vamos a ver un poco;
¿no estás equivocado? ¿Vos sabés quién soy yo? ¡Don
Zoilo Carabajal, el vecino don Zoilo Carabajal!
EL SARGENTO Sí, señor. Pero eso era antes, y perdone.
Aura es el viejo Zoilo, como dicen todos.
DON ZOILO ¡El viejo Zoilo!
EL SARGENTO Sí, amigo; cuando uno se güelve pobre,
hasta el apelativo le borran.
DON ZOILO ¡El viejo Zoilo! Con razón esa mulita de
Butiérrez se permite nada menos que mandarme a buscar
preso. En cambio, él tiene aura hasta apellido... Cuando
yo le conocí no era más que Anastasio, el hijo de la
parda Benita. ¡Trompetas! (A voces.) ¡Trompetas!
¡Trompetas, canejo!
ANICETO No se altere, padrino. A cada chancho le llega
su turno.
DON ZOILO ¡No m'he de alterar, hijo! ¡Tiene razón el
sargento! ¡El viejo Zoilo y gracias! ¡Pa todo el mundo!
Y los mejores a gatas si me tienen lástima. ¡Trompetas!
Y si yo tuviera la culpa, menos mal. Si hubiese
derrochao; si hubiese jugao; si hubiese sido un mal
hombre en la vida; si le hubiese hecho daño a algún
cristiano, pase; lo tendría merecido. Pero jui bueno y
servicial; nunca cometí una mala acción, nunca...
¡canejo!, y aura, porque me veo en la mala, la gente me
agarra pal manoseo, como si el respeto fuese cosa de
poca o mucha plata.
EL SARGENTO Eso es. Eso es.
RUDECINDA ¡Ave María! ¡No exagerés!
DON ZOILO ¡Que no exagere! ¡Si al menos ustedes me
respetaran! Pero ni eso, canejo. Ni los míos me guardan
consideración. Soy más viejo Zoilo pa ustedes, que pal
más ingrato de los ajenos... ¡Vida miserable! Y yo tengo
la culpa. ¡Yo!... ¡Yo! ¡Yo! Por ser demasiado pacífico.
Por no haber dejao un tendal de bellacos. ¡Yo... tuve la
culpa! (Después de una pausa.) ¡Y dicen que hay Dios!...
(Pausa prolongada; las mujeres, silenciosas, vanse por
foro. Don Zoilo se pasea.)

ESCENA XIX
Don Zoilo, Aniceto, el Sargento y luego Batará
DON ZOILO Está bien, sargento. Lléveme no más. ¿Tiene
orden de atarme? Proceda no más.
EL SARGENTO ¡Qué esperanza! Y aunque tuviese. Yo no
ato cristiano manso.
DON ZOILO ¿No sabe qué hay contra mí?
EL SARGENTO Decían que una denuncia de un vecino.
DON ZOILO ¡También eso! ¡Quién sabe si no me acusan de
carniar ajeno! Lo único que me faltaba...
BATARÁ (Que se ha aproximado por detrás del rancho a
Aniceto.)
Si quieren resistir, le escondo la carabina al
milico.
ANICETO ¡Salí de acá!
DON ZOILO (Al Sargento.)
Cuando guste... Tengo el caballo ensillao. (A
Aniceto.) Hasta la güelta, hijo. Si tardo, cuidame mucho
a la gurisa... que la pobrecita no está nada bien.
ANICETO Vaya tranquilo.
DON ZOILO Güeno. Marcharé adelante como preso
acostumbrao.
EL SARGENTO (A Aniceto.)
¡Salú, mozo! (Mutis. Batará le sigue azorado.)

ESCENA XX
Robustiana y Aniceto
ROBUSTIANA (Saliendo.)
Aniceto... ¿Y tata?
ANICETO Ahí lo llevan.
ROBUSTIANA Preso, ¿verdad?
ANICETO Preso.
ROBUSTIANA (Echándose a correr.)
¡Ay, tatita!
ANICETO (Deteniéndola.)
¡No, no vaya! Se afligiría mucho...
ROBUSTIANA ¡Tata no ha dao motivo! ¡Lo llevan pa
hacerle alguna maldad! Déjeme ir. ¡Yo quiero verlo! ¡Yo
quiero verlo! Capaces de matarlo. ¡Largueme!
ANICETO Venga acá. No se aflija. Es pa una
declaración.
ROBUSTIANA ¡No, no, no, no! ¡Usted me engaña! ¡Ay,
tatita querido! (Llora desconsolada.)
ANICETO Calmesé... no sea mala.
ROBUSTIANA ¡Aniceto! ¡Aniceto! El corazón me anuncia
desgracia; ¡dejemé ir!
ANICETO ¿Qué sacaría con afligir más a su tata? Es una
injusticia que lo prendan sin motivo. ¡Pero qué le hemos
de hacer! Calmesé y esperemos. Antes de la noche lo
tendremos de vuelta.
ROBUSTIANA ¿Pero y mama? ¿Y Prudencia? ¿Y la otra?
¿Qué han hecho por tata?
ANICETO ¡Nada, hija! Ahí andan con el rabo caído, con
vergüenza dejuramente.
ROBUSTIANA ¡Qué idea! ¡Tal vez ellas no más!... Serían
capaces las infames. (Enérgica.) ¡Oh!... Yo lo he de
saber.
ANICETO ¡Quedesé quieta; no se meta con esas brujas
que es pa pior!
ROBUSTIANA Sí; son ellas, son ellas pa quedar más
libres. ¡Ay, Dios Santo! ¡Qué infames!
ANICETO No sería difícil. Pero calmesé. Tal vez todo
eso sea pa mejor. No hay mal que dure cien años...
Estese tranquilita y tenga paciencia.
ROBUSTIANA ¡Ah! Usted es muy bueno. El único que lo
quiere.
ANICETO ¡Bien que se lo merece! Amalaya me saliera
bien una idea y verán cómo pronto cambiaban las cosas.
ROBUSTIANA ¿Qué idea? Cuéntemela.
ANICETO Después; más tarde.
ROBUSTIANA ¡No! ¡Ahora! Dígamela pa consolarme.
ANICETO Bueno; si me promete ser juiciosa... ¿Se
acuerda lo que hace un rato me decía hablando de novios?
ROBUSTIANA Sí.
ANICETO Pues ya le tengo uno.
ROBUSTIANA (Sorprendida.)
¿Cómo yo quería?
ANICETO Igualito... De modo que si a usted le gusta...
un día nos casamos.
ROBUSTIANA ¡Ay, Jesús!
ANICETO ¿Qué es eso, hija? ¿Le hice mal? Si hubiera
sabido...
ROBUSTIANA No... un mareo. ¿Pero lo dice de veras?
(Asentimiento.) ¿De veras? ¿De veras? (Id.) ¡Ay!...
Aniceto... Me dan ganas de llorar... de llorar mucho. Mi
Dios, ¡qué alegría! (Llora estrechándose a Aniceto que
la acaricia enternecido.)
ANICETO ¡Pobrecita!
ROBUSTIANA ¡Qué dicha! ¡Qué dicha! ¿Ve? Ahora me
río... De modo... que usté me quiere... ¿Y... usté cree
que yo me voy a curar y a poner buena moza... y nos
casamos? ¿Y viviremos con tata los tres, los tres
solitos? ¿Sí? Entonces no lloro más.
ANICETO ¿Aceta?
ROBUSTIANA ¡Dios! ¡Si me parece un sueño! Vivir
tranquilos sin nadie que moleste, queriéndose mucho; el
pobre tata, feliz, allá lejos... en una casita blanca...
Yo sana... sana... ¡En una casita blanca! (Radiante, va
dejando resbalar la cabeza sobre el pecho de Aniceto.)

Barranca abajo
Florencio Sánchez

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

Barranca abajo
Florencio Sánchez

Acto tercero

En el rancho. Igual decoración que el acto segundo, más
una cama de fierro bajo el alero, junto a la puerta. Es
de día

ESCENA I
Don Zoilo, Rudecinda y doña Dolores
(Aparece en escena don Zoilo encerando un lazo y
silbando despacito. Al concluir, lo cuelga del alero.
Luego de un pequeño momento, hace mutis por el foro, a
tiempo que salen del rancho Rudecinda y doña Dolores.)
RUDECINDA ¡Ahí se va solo! ¡Andá a hablarle! Le decís
las cosas claramente y con firmeza. Verás cómo dice que
sí; está muy quebrao ya... ¡Peor sería que nos fuésemos,
dejándolo solo en el estao en que se halla!
DOÑA DOLORES Es que no me animo; me da no sé qué. ¿Por
qué no le hablás vos?
RUDECINDA Bien sabés que conmigo, ni palabra.
DOÑA DOLORES ¿Y Prudencia?
RUDECINDA ¡Peor todavía! Animate, mujer. Después de
todo no te va a castigar. Y como mujer dél que sos,
tenés derecho a darle un consejo sobre cosas que son pal
bien de todos.
DOÑA DOLORES No. De veras. No puedo. Siento vergüenza,
miedo, qué sé yo.
RUDECINDA ¡Jesús!... ¿Te dentra el arrepentimiento y
la vergüenza después que todo está hecho? Además, no se
trata de un delito.
DOÑA DOLORES No me convencés... Prefiero que nos
vayamos callaas no más... Como pensamos irnos la otra
vez.
RUDECINDA Se ofenderá más y no quedrá saber después de
nada...
DOÑA DOLORES ¿Y don Juan Luis no le iba a escribir?...
RUDECINDA Le escribió, pero el viejo rompió la carta
sin leerla. Resolvete, pues.
DOÑA DOLORES No... no... y no.
RUDECINDA ¡Bueno! Se hará como vos decís. Pero después
no me echés la culpa si el viejo se empaca. ¡Mirá! Ahí
llega Martiniana con el breque. Si te hubieses decidido,
ya estaríamos prontas. ¡Pase, pase, comadre!

ESCENA II
Rudecinda, doña Dolores y Martiniana
MARTINIANA (Saliendo.)
¡Buen día les dé Dios!
RUDECINDA ¿Qué es ese lujo, comadre? ¡En coche!
MARTINIANA Ya me ve. ¡Qué corte! Pasaba el breque
vacío cerca de casa, domando esa yunta, y le pedí al
pión que me trujiese. (Bajo.) Allá lo vide al viejo a
pie, por entre los yuyos. ¿Le hablaron?
RUDECINDA ¡Qué! ¡Esa pavota no se anima! Nos vamos
calladas.
MARTINIANA Como ustedes quieran. Pero yo, en el caso
de ustedes, le hubiese dicho claro las cosas. El viejo,
que ya está bastante desconfiao, puede creer que se
trata de cosas malas. Cuando íbamos a juir la otra vez,
era distinto. Entonces vivía entuavía la finadita
Robustiana, Dios la perdone, y era más fácil de
convencer.
RUDECINDA Ya lo estás oyendo, Dolores.
DOÑA DOLORES Tendrán ustedes razón... Pero yo no me
atrevo a decirle nada...
RUDECINDA Entonces nos quedamos... a seguir viviendo
una vida arrastrada, como los sapos, en la humedad de
este rancho, ¡sin tener qué comer casi, ni qué ponernos,
ni relaciones, ni nada!
DOÑA DOLORES No sé por qué... pero me parece que me
anuncia el corazón que eso sería lo mejor. Al fin y al
cabo no lo pasamos tan mal... Y tenga los defectos que
tenga, mi marido no es un mal hombre.
RUDECINDA Pero bien sabés que es un maniático. Por
necesidad, sería la primera en acetar la miseria... Pero
lo hace de gusto, de caprichoso... Don Juan Luis le
ofrece trabajo; nos deja seguir viviendo en la estancia
como si fuera nuestra. ¿Por qué no quiere? Si no le
gustaba que Juan Luis tuviese amores con Prudencia y que
Butiérrez me visitase, y que nos divirtiésemos de cuando
en cuando... con decirlo, santas pascuas...
MARTINIANA Claro está... Yo, comadre...
RUDECINDA Todo fue por hacerle gusto a ese ladiao de
Aniceto, que andaba celoso de Prudencia, y por los
chismes de la gurisa... Por eso no más. Ahora que se
acabó el asunto, no veo por qué ha de seguir porfiando.
DOÑA DOLORES Bien; no hablemos más, ¡por favor!...
¡Hagan de mí lo que quieran! Pero no me animo, no me
animo a hablarle. (Se va.)

ESCENA III
Rudecinda y Martiniana
MARTINIANA Últimamente, ni le hablen... Yo decía por
decir... Mire, comadre... Vámonos no más. La cosa sería
hacerlo retirar hoy de las casas. Vamos a pensar. Si me
hubieran avisao temprano, yo le hablo a Butiérrez pa que
lo cite como la vez pasada. ¡Estuvo güeno aquello!
¡Lástima que la enfermedá de la gurisa no nos dejó juir!
¡Qué cosa! Si no fuese que se murió la pobrecita,
pensaría que lo hizo de gusto. Dios me perdone.
RUDECINDA Bueno; ¿y cómo haríamos, comadre?
MARTINIANA No se aflija. Ta tratando con una mujer de
recursos... ¡Peresé! ¡Peresé!... ¡Vea, ya sé!... Pucha,
si lo que invento yo, ni al diablo se le ocurre. Vaya no
más tranquila, comadre, a arreglar sus cositas...
RUDECINDA ¿Contamos con usted, entonces?
MARTINIANA ¡Phss! Ni qué hablar.
(Rudecinda mutis.)

ESCENA IV
Martiniana y Prudencia
MARTINIANA Güeno. Pitaremos, como dijo un gringo...
(Lía un cigarrillo y lo enciende.)
PRUDENCIA (Saliendo.)
¿Qué tal, Martiniana?
MARTINIANA Aquí andamos, hija... Ya te habrás
despedido de toda esta miseria. Mire que se precisa
ancheta pa tenerlas tanto tiempo soterradas en semejante
madriguera. Fijate, che... ¡La mansión con que te
pensaba osequiar ese abombao de Aniceto!... ¿Pensaría
que una muchacha decente y educada y acostumbrada a la
comodidad, iba a ser feliz entre esos cuatro terrones?
¡Qué abombao! Mejor han hecho su casa aquellos
horneritos, en el mojinete... ¡Qué embromar! ¡Che...
che!... ¡La cama de la finadita!... ¿Sabés que me dan
ganas de pedirla pa mi Nicasia? La mesma que lo hago...
Dicen que ese mal se pega... pero con echarle agua
hirviendo y dejarla al sol... Ta en muy güen uso y es de
las juertes. ¡Ya te armaste, Martiniana!... ¡Pobre
gurisa!... ¡Quién iba a creer! Y ya hace... ¿cuánto,
che? ¡Como veinte días! ¡Dios la tenga en güen sitio a
la infeliz! ¡Cómo pasa el tiempo! Che, ¿y era cierto que
se casaba pronto con Aniceto?
PRUDENCIA Ya lo creo. Aniceto no la quería; ¡qué iba a
querer! ¡Pero por adular a tata!...
MARTINIANA Enfermedad bruta, ¿eh? ¿Qué duró? Ocho días
o nueve y se fue en sangre por la boca. (Suspirando.)
¡Ay, pobrecita! ¿Y el viejo sigue callao no más?
PRUDENCIA Ni una palabra. Desde que Robustiana se puso
mal, hasta ahora no le hemos oído decir esta boca es
mía... Conversa con Aniceto, y eso lejos de la casa... y
después se pasa el día dando vueltas y silbando
despacito.
MARTINIANA Ha quedao maniático con el golpe. La quería
con locura.

ESCENA V
Martiniana, Prudencia, Aniceto y don Zoilo
(Aniceto cruza la escena con algunas herramientas en la
mano y va a depositarlas bajo el alero.)
DON ZOILO (Que entra un instante después, silbando en
la forma indicada, a Aniceto.)
¿Acabó?
ANICETO Sí, señor...
DON ZOILO ¿Quedó juerte la cruz?
ANICETO Sí, señor... Y alrededor de la verja le planté
unas enredaderitas. Va a quedar muy lindo.
DON ZOILO Gracias, hijo. (Recomenzando el motivo,
tantea el lazo que dejó antes y regresa hacia el barril
de agua bebiendo algunos sorbos.)
MARTINIANA Güen día, don Zoilo... Yo venía en el
breque a pedirle que las dejara a Dolores y a las
muchachas ir a pasar la tarde a casa.
DON ZOILO ¿Qué?
MARTINIANA Ir a casa. Las pobres están tan tristes y
solas, que me dio pena...
DON ZOILO ¿Cómo no? (Para sí.) Es mucho mejor.
(Mutis.)
MARTINIANA Muchas gracias, don Zoilo. Ya sabía...
(Volviéndose.) Che, Pruda, corré y avisales que está
arreglao; que vengan no más cuando quieran.
(Prudencia vase.)

ESCENA VI
Aniceto y Martiniana
ANICETO ¡Ep! ¡Vieja! En seguidita, pero en seguidita,
¿me oye?, sube en ese breque y se me manda mudar.
MARTINIANA Pero...
ANICETO No alcés la voz... (Enseñándole el talero.)
¿Ves esto? ¡Güeno!... ¡Sin chistar!
MARTINIANAYo...
ANICETO ¡Volando he dicho! ¡Ya!... (Martiniana se va
encogida, bajo la amenaza del talerazo con que la amaga
durante un trecho Aniceto.)

ESCENA VII
Aniceto y Rudecinda
ANICETO (Volviéndose.)
¡Son lo último de lo pior! ¡Ovejas locas!
RUDECINDA (Saliendo.)
¿Y mi comadre?
ANICETO Se jue.
RUDECINDA ¿Cómo? ¡No puede ser!
ANICETO Yo la espanté.
RUDECINDA (Queriendo llamarla.)
Marti...
ANICETO (Violento, a la vez.)
¡Cállese! ¡Llame a doña Dolores!
RUDECINDA (Sorprendida.)
¿Pero qué hay?
ANICETO Llamelá y sabrá.
(Rudecinda, asomándose a la puerta del rancho, hace
señas.)

ESCENA VIII
Aniceto, Rudecinda y doña Dolores
DOÑA DOLORES (Apareciendo.)
¿Qué pasa?
RUDECINDA No sé... Aniceto...
DOÑA DOLORES ¿Qué querés, hijo?
ANICETO Digan... ¿No tienen alma ustedes? ¿Qué herejía
andan por hacer?
DOÑA DOLORES (Confundida.)
¿Nosotras?
ANICETO Las mismas... ¿No les da ni un poco de lástima
ese pobre hombre viejo? ¿Quieren acabar de matarlo?
RUDECINDA Che... ¿con qué derecho te metés en nuestras
cosas? ¿Te dejó enseñada la lección Robustiana?
ANICETO Con el derecho que tiene todo hombre bueno de
evitar una mala acción... Ustedes se quieren dir pa la
estancia vieja... escaparse y abandonarlo cuando más
carece de consuelos y de cuidados el infeliz. ¡Qué les
precisa darle ese disgusto que lo mataría! Vea, doña
Dolores. Usted es una mujer de respeto y no del todo
mala. Por favor. Impóngase de una vez... Mande en su
casa, resignesé a todo y trate de que padrino Zoilo
vuelva a encontrar en la familia el amor y el respeto
que le han quitao...
DOÑA DOLORES Yo... yo... yo no sé nada, hijo.
RUDECINDA Dolores hará lo que mejor le cuadre, ¿has
oído? Y no precisa consejos de entrometidos.
ANICETO Callesé. ¡Usted es la pior! La que les tiene
regüeltos los sesos a esas dos desgraciadas. Ya tiene
edá bastante pa aprender un poco e juicio...
RUDECINDA ¡Jesús María! ¡Y después quedrán que una no
se queje! ¡Si hasta este mulato guacho se permite
manosiarla! ¿Qué te has creído, trompeta?
ANICETO Haga el favor. ¡No grite! ¡Podría oír!
RUDECINDA Bueno. ¡Que oiga! Si lo tiene que saber
después, que lo sepa ahora... Sí, señor... Nos vamos pa
la estancia, a lo nuestro... Queremos vivir con la
comodidad que Zoilo nos quitó por un puro capricho... ¡A
eso!... Y si a él no le gusta, que se muerda. ¡No vamos
a estar aquí tres mujeres (Don Zoilo aparece por detrás
del rancho.) dispuestas a sacrificarnos toda la vida por
el antojo de un viejo maniático!
ANICETO (A doña Dolores.)
¿Usté qué dice, señora?
DOÑA DOLORES ¡Ay! ¡No sé! ¡Estoy tan afligida!
ANICETO Bueno. Si usté no dice nada, yo... yo no voy a
permitir que cometan esa picardía.
RUDECINDA ¿Vas a orejearle... como es tu costumbre?
¡Si no les tenemos miedo... a ninguno de los dos! Andá,
contale, decile que...
ANICETO ¡Ah! Conque ni esa vergüenza les queda...
¡Arrastradas!... Conque se empeñan en matarlo de pena.
Pues güeno, lo mataremos entre todos; pero les via sobar
el lomo de una paliza primero, y todavía será poco.
¡Desorejadas! ¡Pa lo que merecen! ¡Desvergonzadas! ¿Qué
se han pensao?... ¿Se creen que soy ciego?... ¿Se creen
que no sé que la mataron a disgustos a la pobre
chiquilina? ¿Se pensaron que no sé que entre la vieja
Martiniana y usté (a Rudecinda) que es otra... bandida,
como ella, han hecho que a esa infeliz de Prudencia la
perdiera don Juan Luis.
RUDECINDA ¡Miente!
DOÑA DOLORES Virgen de los Desamparados, ¿qué estoy
oyendo?
ANICETO La verdá. Usté es una pobre diablo y no ha
visto nada. Por eso el empeño de irse. Pa hacer las
cosas más a gusto... ¡Ésta con su Butiérrez y la otra
con su estanciero!... y como si juese todavía poca
infamia, pa tener un hombre honrao y güeno de pantalla
de tanta inmundicia. (Pausa. Doña Dolores llora.) Y
ahora, si quieren ustedes, pueden dirse, pueden dirse...
pueden dirse... pero se van a tener que dir pasando bajo
el mango de este rebenque.
RUDECINDA (Reaccionando enérgica.)
¡Eh! ¿Quién sos vos? ¡Guacho!
ANICETO ¿Yo?... (Levanta el talero.)

ESCENA IX
Aniceto, doña Dolores, Rudecinda y don Zoilo
DON ZOILO (Saliendo, imponente.)
¡Aniceto! (Estupefacción.) Usté no tiene ningún
derecho.
ANICETO Perdone, señor.
RUDECINDA Es mentira, Zoilo.
DON ZOILO (A Aniceto.)
Vaya, hijo... Haga dar güelta ese breque que se va...
ANICETO Ta bien... (Mutis.)

ESCENA X
Doña Dolores, Rudecinda y don Zoilo
(Don Zoilo se aproxima silbando al barril, bebe unos
sorbos de agua, que paladea con fruición nerviosa, y se
vuelve silbando.)
RUDECINDA ¿Has visto a ese atrevido insolente? ¡Pura
mentira!
DON ZOILO (Se sienta.)
Sí, eso.
RUDECINDA (Recobrando confianza.)
Debe estar aburrido de tenernos ya.
DOÑA DOLORES ¡Zoilo! Zoilo! ¡Perdoname!
DON ZOILO (Como dejando caer lentamente las palabras.)
¿Yo? Ustedes son las que deben perdonarme. La culpa
es mía. No he sabido tratarlas como se merecían. Con vos
fui malo siempre... No te quise. No pude portarme bien
en tantos años de vida juntos. No te enseñé tampoco a
ser güena, honrada y hacendosa. ¡Y güena madre, sobre
todo!
DOÑA DOLORES ¡Zoilo! ¡Por favor!
DON ZOILO Con vos también, hermana, me porté mal.
Nunca te di un güen consejo, empeñao en hacerte
desgraciada. Después te derroché tu parte de la
herencia, como un perdulario cualquiera. (Pausa.) Mis
pobres hijas también fueron víctimas de mis malos
ejemplos. Siempre me opuse a la felicidad de Prudencia.
Y en cuanto (Con voz apagada por la emoción), y en
cuanto a la otra... a la otra... a aquel angelito del
cielo, la maté yo, la maté yo a disgustos. (Oculta la
cabeza en la falda del poncho con un hondo sollozo.
Rudecinda se deja caer en un banco, abrumada. Pausa
prolongada. Don Zoilo, rehaciéndose, de pie.) Güeno,
vayan aprontando no más las cosas pa dirse. Va a llegar
el breque.
DOÑA DOLORES (Echándose al cuello.)
¡No... no, Zoilo! ¡No nos vamos! ¡Perdón! ¡Perdón!
¡Ahora lo comprendo! Hemos sido unas perversas... unas
malas mujeres... Pero perdonanos...
DON ZOILO (Apartándola con firmeza.)
¡ Salga!... ¡Dejemé!... Vaya a hacer lo que le he
dicho...
DOÑA DOLORES ¡Por María Santísima! Te lo pido de
rodillas... ¡Perdón... perdoncito!... Te prometemos
cambiar pa siempre.
DON ZOILO ¡No!... ¡No!... ¡Levántese!
DOÑA DOLORES Te juro que via ser una buena esposa...
Una buena madre. Una santa. Que volveremos a la buena
vida de antes, que todo el tiempo va a ser poco pa
quererte y pa cuidarte. ¡Decí que nos perdonas, decí que
sí! (Abrazada a sus piernas.)
DON ZOILO Salí. ¡Dejame! (La aparta con violencia.
Doña Dolores queda de rodillas, llorando, sobre los
brazos que apoya en el suelo.) Y usté, hermana. Vamos,
arriba... ¡Arriba, pues! (Rudecinda hace un gesto
negativo.) ¡Oh!... ¿Aura no les gusta? Vamos a ver...
(Se dirige a la puerta del rancho y al llegar se
encuentra con Prudencia.) ¡Hija! ¡Usté faltaba! Venga...
¡Abrace a su padre! ¡Así!

ESCENA XI
Doña Dolores, Rudecinda, don Zoilo y Prudencia
PRUDENCIA ¿Pero, pero qué pasa?
DON ZOILO Nada, no se asuste. Quiero hacerla feliz. La
mando con su hombre, con su... (Entra en el rancho.)

ESCENA XII
Doña Dolores, Rudecinda y Prudencia
PRUDENCIA ¡Virgen Santa! ¿Qué ocurre? (Afligida.)
¡Mama! Mamita querida... Levántese. Venga. (Se levanta.)
¿Le pegó? ¡Fue capaz de pegarle!
DOÑA DOLORES Hija desgraciada. (La abraza.)
PRUDENCIA (Conduciéndola a un banco.)
¿Pero qué será esto, Dios mío? (A Rudecinda.) ¡Vos,
contame! ¿Tata fue? (Rudecinda no responde.) ¡Ay, qué
desgracia! (Viendo a don Zoilo.) ¡Tata, tata! ¿Qué es
esto?

ESCENA XIII
Doña Dolores, Rudecinda, Prudencia y don Zoilo
DON ZOILO (Sale del rancho tirando algunos atados de
ropa.)
Que se van... a la estancia vieja... ¡que fue del
viejo Zoilo!... ¿No tenían todo pronto pa juir?¡Pues
aura yo les doy permiso pa ser dichosas! (A las tres.)
Güeno. Ahí tienen sus ropas... ¡Adiosito! Que sean muy
felices.
DOÑA DOLORES ¡Zoilo, no!
DON ZOILO ¡Está el breque! Que cuando vuelva no las
encuentre aquí. (Se va detrás del rancho lentamente.)

ESCENA XIV
Doña Dolores, Prudencia, Rudecinda, Martiniana y luego
Aniceto
MARTINIANA (Saliendo.)
¡Bien decía yo que no eran más que cosas de ese
ladiao de Aniceto! ¿Qué? ¿Y esto qué es? ¡Una por un
lao... otra por otro... el tendal!... ¡Hum! Me paece que
ño rebenque ha dao junción... ¡Eh! ¡Hablen, mujeres!
¿Jue muy juerte la tunda? ¡No hagan caso! Los chirlos
suelen hacer bien pa la sangre... Y después, ¡qué
dimontes! ¡No se puede dir a pescar sin tener un
contratiempo! ¡Quién hubiera creído que ese viejo
sotreta le iba a dar a la vejez por castigar mujeres!...
Pero digan algo, cristianas. ¿Se han tragao la lengua?
RUDECINDA (Levantándose.)
Callesé, comadre.
(Sale Aniceto, y durante toda la escena se mantiene a
distancia cruzado de brazos.)
MARTINIANA ¡Vaya, gracias a Dios que golvió una en sí!
A mí me jue a llamar Aniceto... ¿Qué hay? ¿Nos vamos o
nos quedamos?
RUDECINDA Sí. Nos vamos... ¡Echadas! ¡Ese guacho de
Aniceto la echó a perder! ¡Dolores! ¡Eh! ¡Dolores! ¡Ya
basta, mujer!... Tenemos que pensar en irnos... Ya oíste
lo que dijo Zoilo.
DOÑA DOLORES No. Yo me quedo. Vayan ustedes no más.
RUDECINDA ¡Qué has de quedar! ¿Sos sorda entonces?
Vos, Prudencia... ¿estás vestida? Bueno andando. (A doña
Dolores.) ¡Vamos, levantate, que las cosas no están pa
desmayos! ¡Vaya cargando esos bultos, comadre!
MARTINIANA Al fin hacen las cosas como Dios manda...
(Recoge los atados.)
RUDECINDA ¡Movete, pues, Dolores!
DOÑA DOLORES ¡No? Quiero verlo, hablar con él primero;
esto no puede ser.
RUDECINDA Como pa historias está el otro.
MARTINIANA Obedezca, doña... con la conciencia a estas
horas no se hace nada. Dicen, aunque sea mala
comparación, que cuando una vieja se arrepiente, tata
Dios se pone triste. Aura que me acuerdo. ¿No me querría
dar o vender esta cama de la finadita? Le vendría bien a
Nicasia, que tiene que dormir en un catre de
guasquillas. Si cabiera en el pescante, la mesma que la
cargaba. ¡Linda! Es de las que duran...
RUDECINDA ¡Sí, mujer! Mañana mismo la mandamos buscar.
Verás cómo se le pasa. ¡Qué va a'ser sin nosotras!
MARTINIANA (A Prudencia.)
Comedite, pues, y ayudame a cargar el equipaje. Es
mucho peso pa una mujer vieja. Andá con eso no más. En
marcha, como dijo el finao Artigas... (Antes de hacer
mutis.) ¡Hasta verte, rancho pobre!
(Aniceto las sigue un trecho y se detiene pensativo
observándolas.)

ESCENA XV
Aniceto y don Zoilo
(Don Zoilo aparece por detrás del rancho, observa la
escena y avanza despacio hasta arrimarse a Aniceto.)
DON ZOILO ¡Hijo!
ANICETO (Sorprendido.)
¡Eh!
DON ZOILO Vaya, acompáñelas un poco... y después
repunte las ovejitas pa carniar... ¿eh? ¡Vaya!
ANICETO (Observándolo fijamente.)
¿Pa carniar?... Bueno... Este... ¿Me empriesta el
cuchillo? El mío he perdido...
DON ZOILO ¿Y cómo? ¿No lo tenés ahí?
ANICETO Es que... vea... le diré la verdad. Tengo
miedo de que haga una locura...
DON ZOILO ¡Y de ahí!... Si la hiciera... ¿no tendría
razón acaso?... ¿Quién me lo iba a impedir?
ANICETO ¡Todos! ¡Yo!... ¿Cree acaso que esa chamuchina
de gente merece que un hombre güeno se mate por ella?
DON ZOILO Yo no me mato por ellos, me mato por mí
mesmo.
ANICETO ¡No, padrino! ¡Calmesé! ¿Qué consigue con
desesperarse?
DON ZOILO (Alzándose.)
Eso es lo mesmo que decirle a un deudo en el velorio:
«No llore, amigo; la cosa no tiene remedio.» ¡No hay que
llorar, canejo!... ¡Si quiere tanto a ese hijo, o ese
pariente! Todos somos güenos pa consolar y pa dar
consejos. Ninguno pa hacer lo que Dios manda. Y no hablo
por vos, hijo. Agarran a un hombre sano, güeno, honrao,
trabajador, servicial, lo despojan de todo lo que tiene,
de sus bienes amontonaos a juerza de sudor, del cariño
de su familia, que es su mejor consuelo, de su honra...
¡canejo!... que es su reliquia; lo agarran, le retiran
la consideración, le pierden el respeto, lo manosean, lo
pisotean, lo soban, le quitan hasta el apellido... y
cuando ese desgraciao, cuando ese viejo Zoilo, cansao,
deshecho, inútil pa todo, sin una esperanza, loco de
vergüenza y de sufrimientos resuelve acabar de una vez
con tanta inmundicia de vida, todos corren a atajarlo. «
¡No se mate, que la vida es güena!» ¿Güena pa qué?
ANICETO Yo, padrino...
DON ZOILO No lo digo por vos, hijo... Y bien, ya
está... No me maté... ¡Toy vivo! Y aura, ¿qué me dan?
¿Me degüelven lo perdido? ¿Mi fortuna, mis hijos, mi
honra, mi tranquilidad? (Exclamación.) ¡Ah, no!
¡Demasiado hemos hecho con no dejarte morir! ¡Aura
arreglate como podás, viejo Zoilo!...
ANICETO ¡Así es no más!
DON ZOILO (Palmeándole afectuoso.)
Entonces, hijo... vaya a repuntar la majadita... como
le había encargao. ¡Vaya!... ¡Déjeme tranquilo! No lo
hago. Camine a repuntar la majadita.
ANICETO Así me gusta. ¡Viva... viva!
DON ZOILO ¡Amalaya fuese tan fácil vivir como
morir!... Por lo demás, ¡algún día tiene que ser!
ANICETO ¡Oh!... ¡Qué injusticia!
DON ZOILO ¿Injusticia? ¡Si lo sabrá el viejo Zoilo!
¡Vaya! No va a pasar nada... le prometo... Tome el
cuchillo... vaya a repuntar la majadita...
(Aniceto mutis.)

ESCENA XVI
Don Zoilo
DON ZOILO (Lo sigue con la mirada un instante, y
volviéndose al barril extrae un jarro de agua y lo bebe
con avidez; luego va en dirección al alero y toma el
lazo que había colgado y lo estira; prueba si está bien
flexible y lo arma, silbando siempre el aire indicado.
Colocándose después debajo del palo del mojinete trata
de asegurar el lazo, pero al arrojarlo se le enreda en
el nido de hornero. Forcejea un momento con fastidio por
voltear el nido.)
Las cosas de Dios... ¡Se deshace más fácilmente el
nido de un hombre que el nido de un pájaro! (Reanuda su
tarea de amarrar el lazo, hasta que consigue su
propósito. Se dispone a ahorcarse. Cuando está seguro de
la resistencia de la soga, se vuelve al centro de la
escena, bebe más agua, toma un banco y va a colocarlo
debajo de la horca.)