José Zorrilla

 

El caballo del rey Don Sancho



PERSONAJES
Don Sancho el Mayor, rey de Navarra.
La Reina, su mujer.
El Infante don García.
Don Ramiro.
Gisberga.
Don Pedro Sesé, caballerizo mayor del rey.
Arjona.
Juan.
Melendo.
Soldados, caballeros, pajes, reyes de armas, jueces del
campo, pueblo.

Año 1030 de N. S. J. C.

Jornada primera
Interior de un aposento de casa rústica, que ocupa la mitad del
escenario, cuyos adornos consisten en utensilios de caza. Este
aposento tiene una puerta á la derecha y dos en el fondo; de estas
dos la una es una alcoba, la otra es la salida y entrada. Á la
izquierda una ventana con reja de madera. La parte exterior del
teatro figura la ladera de un montecillo, cuyo horizonte se cierra
con montañas en que se abren varios senderos.
Escena I
GISBERGA en el aposento. JUAN bajando por la montaña.
GISBERGAYa va avanzando la noche,
y fría y lóbrega cierra,
¡y aun no vuelven!...; pero siento
pasos. ¿Quién es?
(Asomando á la ventana.)
JUAN(Desde fuera.)
Yo.
GISBERGA Ya llegan.
(Abre Gisberga, y entra Juan con caza y perros.)
¿Y tu amo?
JUAN Pues ¿no ha venido?
GISBERGA.No.
JUAN Habrá alzado alguna pieza.
GISBERGAMas ¿dónde está?
JUAN Tras mí viene.
Le dejó junto á la peña
del puente, donde los perros
se nos plantaron de muestra.
GISBERGA.¿Tan de noche y sigue rastro?
JUAN¡Qué queréis! Si no le deja
la afición. Díjome al irse
que á espacio á casa volviera,
que de cerca me seguía;
mas al pie de aquella cuesta
le he esperado largo rato,
y ya creí que me hubiera
adelantado, tomando
por el atajo.
GISBERGA Pues, ea,
que te ayude el africano
á descargar, y Teresa
que apronte una buena lumbre.
JUANSí, ¡por Dios! que ahora comienza
una lluvia tan menuda,
que cala.
GISBERGA Pues date priesa.
JUANAllá voy. ¡Bien lo hemos hecho!
Molidas traigo las piernas.
Escena II
GISBERGA
(Don García baja por las montañas, acercándose á la casa
y dando instrucciones á los que lo acompañan para lo que
pasa en las escenas posteriores. Don García se adelanta
solo.)
GISBERGA¿Tan tarde y solo en el monte,
y ahora que anda tan revuelta
Navarra, y el Rey ausente
haciendo á los moros guerra?
Mas... sí..., estoy sintiendo pasos;
él es..., sin duda
(Mira por la ventana.)
se acerca:
¿eres tú?
GARCÍA Yo soy.
GISBERGA Aguarda,
que voy á abrirte la puerta.
(Lo hace)
Entra, amor mío... Mas ¡cielos,
no es él!
GARCÍANo, no es el que esperas
tan afanosa y amante,
pero es otro cuyas huellas
sólo traen rastro seguro
cuando hacia ti se enderezan.
GISBERGASeñor caballero, basta,
basta de vanas protestas
de un amor que simpatía
en mi corazón no encuentra.
Dos veces me habéis buscado,
y dos veces por sorpresa
habéis llegado hasta mí
aprovechando la ausencia
de las gentes de mi casa.
GARCÍAAparta, serrana bella,
el ceño adusto, que entolda
tus miradas hechiceras.
¿Qué haces entre los peñascos
de estas montañas desiertas,
donde el sol de tu hermosura
tan breve horizonte encuentra?
Ven, abandona conmigo
estas paredes de tierra,
para habitar un palacio
y ver á tus plantas puesta
toda una corte ostentosa,
toda la Navarra entera.
GISBERGASi no me enojaran tanto
vuestras lisonjas molestas,
á fe que reir me harían
tan colosales promesas,
porque tan grandes no fuesen
si fuesen más verdaderas.
Toda Navarra: ¡ahí va poco!
¿Y á quién? ¡A una lugareña!
GARCÍA¡Ay, serrana, que es tan falso
tu pecho como tu lengua,
y para enviar en palabras
tus pensamientos á ella,
lo que crees y lo que dices
tu astuto corazón trueca!
¿Serrana tú? ¿Tú villana?
Aunque ese sayal que llevas
y esa toca te disfraza,
en vano engañarme intentas;
que no hay serrana que arome
con tal cuidado las trenzas
que en agujas de oro prendes,
y acaso con nácar peinas.
Villana que en los arroyos
se lava y al sol expuesta
y al aire libre ha pasado
diez y nueve primaveras,
no tiene tan transparentes
las manos á torno hechas.
GISBERGATened las torpes palabras
que me indignan y avergüenzan,
ó alguno tal vez que puede,
á la garganta os las vuelva.
GARCÍA¿Quién, el jayán que allá dentro
enciende la chimenea?
¿Con qué? ¿Tal vez con el látigo
con que á los galgos encierra?
GISBÉRGACaballero!
GARCÍA ¿Ó es el otro
que de misterios se cerca,
y aquí entre misterios pasa
su misteriosa existencia,
dando al necio vulgo pábulo
para harto absurdas consejas?
GISBERGA¿Qué decís?
GARCÍA Lo cierto digo.
Toda la comarca entera
ya de vosotros murmura
y de vosotros se aleja.
La misma corte, Pamplona,
ya en vosotros tiene puesta
su atención, y aseguraros
á mí me encarga la Reina.
GISBERGA¡Cielos!
GARCÍA Ahora bien, hermosa,
mi valor y mi nobleza
me han colocado en Navarra
de la Real familia cerca.
Yo te amo, y yo solo puedo,
si no esquivas tal oferta,
librarte de los peligros
que sobre ti se aglomeran.
GISBERGAIdos, señor caballero,
y no os fatiguéis la lengua
en promesas ni amenazas
que quien las oye desprecia.
Decís que los que habitamos
esta marañada selva
damos al vulgo que hablar
y que temer á la Reina;
pues bien, la Reina y el vulgo
cuando les plazca que vengan,
y verán desvanecidas
tan injuriosas sospechas.
GARCÍAMucho de tu causa fías;
mas ¿sabes que malas lenguas
por espías os delatan
de los moros?
GISBERGA ¡Tal afrenta!
¡Espías!
GARCÍA Tal lo murmuran;
y las nocturnas escenas
que dicen que en este valle
pasan (que serán quimeras),
mas que ante el vulgo ignorante,
que todo mal lo interpreta...
GISBERGA¿Qué?
GARCÍA De magos os acusan,
de quirománticas ciencias
profesores ó secuaces...
¡Qué sé yo!
GISBERGA Dios nos proteja.
¡Espías y nigromantes!
GARCÍAQue son crímenes que llevan
á los unos á la horca,
á los otros á la hoguera.
GISBERGA¡Por Dios, señor caballero,
que patrañas tan groseras
los nobles y cortesanos
es imposible que crean!
GARCÍAQue aquí un espíritu habite
que impalpable se aparezca
bajo mil formas distintas,
ya en el llano, ya en la vega;
que aquí, con otros espíritus,
nocturnas rondas emprendan,
y otras semejantes fábulas
que cuenta la chusma crédula,
no puede creerlo nadie
que cinco sentidos tenga;
mas ¿quién en vuestros encantos
no creerá si á ver llega
los poderosos hechizos
que atesora tu belleza?
¿Qué mas filtro que tus ojos,
que filtran y que penetran
los corazones más duros,
que entre sus rayos se queman?
GISBERGAIdos, caballero, idos;
vuestro amor, vuestras ofertas,
ni puedo admitirlas yo,
ni á poder, las admitiera.
Idos, por Dios, caballero,
que estoy temiendo que vuelva
quien puede de estas palabras
pedirnos á entrambos cuentas.
Salid de aquí.
GARCÍA En vano trazas
una inútil resistencia;
un solo criado en casa
tienes, y la casa cercan
quienes de ese otro que dices
sabrán defender las puertas.
Mira.
(La hace mirar por la ventana y ver los monteros que
rodean la casa.)
GISBERGA ¡Gran Dios!
GARCÍA Y si viene
le prenderán...; conque piensa
que tengo mucho poder,
que traigo gente resuelta,
que te amo, y que has de ser mía
por voluntad ó por fuerza.
GISBERGA¡Cielos! ¿Quién es este monstruo
que así ultraja la inocencia,
y los respetos más santos
tan sin pudor atropella?
¿No hay quien contra ti me ampare?
GARCÍANo; no hay nadie; en vano esperas
que en el que fías te escuche
ni á darte socorro venga,
no; que aunque ese hombre no diese
cual da á la corte sospechas
con su misteriosa vida,
por quererte la perdiera.
GISBERGAPrimero habrás de matarme
que yo en seguirte consienta.
GARCÍAPues bien, si no vas amante,
te arrastraré prisionera
(Va á volverse para salir, y por una de las puertas del
fondo aparece D. Ramiro.)
Escena III
DON GARCÍA, D. RAMIRO y GISBERGA
GISBERGA¡Ah!
GARCÍA ¡Santo Dios!
RAMIRO Buenas noches.
¡Hola! Bien venido sea
el príncipe don García
á mi mísera chozuela.
GISBERGA(¡El Príncipe!)
GARCÍA (Me conoce.)
RAMIROPero parece que os deja
mi llegada algo turbados.
Qué, ¿os enoja mi presencia?
¡Vaya, perdonad por hoy,
no es justo que al raso duerma
teniendo casa..., ¡mal rayo!
y ahora que zaracea!
Mas ¿qué mil diablos tenéis?
¿Os habéis vuelto de piedra?
Ea, señor, animaos,
que aunque no son mis riquezas
más que de vasallo, aun puedo
ofreceros cama y mesa!
(Á Gisberga.)
Di á Juan que abrevie, que el Príncipe
pasó la jornada entera
cazando, y tendrá apetito:
(y á presentarte no vuelvas).
Escena IV
DON GARCÍA y D. RAMIRO
RAMIROY ¿en qué pensáis?
GARCÍA. ¿Por dó entrasteis?
RAMIRO¿No lo visteis? Por la puerta.
¿Ó juzgáis que sea brujo
que entro por las chimeneas?
Ya sé que el vulgo lo dice,
pero ¿yo?... ¡Vaya una idea!
(Riéndose.)
GARCÍAAcabemos de una vez,
¡voto á Dios!..., quienquier que seas...
RAMIRO¡Ésta es mejor! ¿Estáis loco?
Pues me gusta la manera
de pagarme el hospedaje!
¡Bah! Dejad la espada quieta
y cenemos en sosiego,
que es lo que nos interesa.
GARCÍA(No sé qué es lo que me pasa:
jamás vi tanta impudencia.)
RAMIROConque ¿qué hay nuevo en la corte?
¿Qué es lo que se sabe en ella
de don Sancho vuestro padre?
¿Avanza mucho en la guerra
con los moros?
GARCÍA Los navarros
siempre en las campañas llevan
lo mejor, y hombre es mi padre
ante quien calla la tierra.
RAMIRO¡Bien dicho, viven los cielos!
(Sacan en un canastillo platos, manteles; etc.)
Pero aquí está ya la cena,
y pues que viene a propósito,
vaciemos una botella
con un brindis á don Sancho
y á su pronta y feliz vuelta.
(Llena las copas y le ofrece una.)
Tomad.
GARCÍA Yo no bebo.
RAMIRO Cómo!
Mirad que así las sospechas
corroboráis de quien dice
que esperáis con impaciencia
la muerte de vuestro padre
para heredarle la hacienda.
GARCÍA¡Villano!
RAMIRO Bebed entonces,
y brindemos porque vuelva.
GARCÍANo bebo nunca.
RAMIRO ¡Ésta es otra!
Pues ¿qué hacéis en esas fiestas
y en esas orgias en que
pasáis las noches enteras?
¡Bah, bah! Tomad esa copa
y sin recelo bebedla,
que no es mano de traidor,
señor, quien os la presenta.
GARCÍAHablemos de una vez claro,
que siento que mi paciencia
se va menguando, y escúchame.
RAMIROHablad.
GARCÍA Quienquiera que seas,
ya hombre vulgar como todos,
ya ministro de esa ciencia
diabólica y misteriosa
que lo escondido penetra;
siquiera fueres el mismo
espíritu de tinieblas,
hombre soy en cuyo pecho
ningún vil temor se alberga,
que he nacido en regia cuna
y sangre de rey me alienta.
Cómo he venido á esta casa,
y á qué, no creo que deba
á tus ojos esconderse,
y esas ambiguas maneras
que usas conmigo, intenciones
recónditas manifiestan.
Pues bien; de una vez declárate,
que á mí nada me amedrenta
cuando en la ocasión me encuentro.
RAMIRO¡Bah! Todo eso es bagatela;
aquí estáis en vuestra casa,
aunque os roa la conciencia
al acordaros del modo
con que habéis entrado en ella.
Pero eso no es dé cuidado.
Si os pareció hermosa Elena,
si á galantearla vinisteis,
si os rechazó esquiva ella,
todo eso es muy natural
y no sale de las reglas:
vos ignorabais que es de otro,
y ella ignoraba quién erais.
Y en cuanto á esos temores,
que parece que os inquietan,
sobre quién soy ó quién no,
sólo son vanas quimeras.
Confieso que hago una vida
montaraz en estas peñas,
y que á veces tengo antojos
tan raros y tan diversas
costumbres de las que suelen
los hijos de Adán y Eva,
que tiene razón el vulgo
cuando me hace en mil consejas
el héroe misterioso
y el poder que las maneja.
Mas veo que estáis inquieto
y que volvéis con frecuencia
los ojos á esa ventana.
¡Ah! Ya caigo: bajo de ella
habéis la gente apostado
para que os guarde la puerta.
Bien hecho; pero si os place
mandaré que en mis paneras
los alojen, que hace frío
y ningún peligro altera
la comarca. Juan...
JUAN(Saliendo.)
Señor...
RAMIROA ésos que allá bajo esperan
hospedaje da y regálalos
con todo cuanto apetezcan.
GARCÍA(¡Cielo santo! ¿Qué hombre es éste?
Mas disimular es fuerza,
pues tanto en sí no podría
fiar si solo estuviera.)
Gracias, huésped; mas son muchos
y os van á causar molestia...
RAMIRONada de eso.
GARCÍA A más, ya es tarde,
y en esa vecina aldea
nos esperan los caballos
y monteros.
RAMIRO ¡Qué simpleza!
¿Ir á atravesar el valle
con una noche como ésta?
No, no; aquí la pasaréis,
y mañana, cuando vuelva
el claro sol, todos juntos
á la corte iremos. Ea,
remitid, pues, los cumplidos
y sentaos. Nada alegra
ni entona mejor á un hombre,
que un par de viandas recias
y un par de sabrosos tragos
de pura sangre de cepa.
GARCÍASea: ¿por qué como huésped
despreciar tales ofertas
con mala cara? Escanciad,
y brindo á vuestra franqueza,
y á los ojos de esa hermosa,
sea de vos lo que sea...
RAMIROSí, sí, bebamos en tanto
que se pasa la tormenta,
y con la copa en la mano
la mañana nos sorprenda.
Bebed, y el ceño severo
desembozad.
GARCÍA Sí, ¡por Dios!
que veo, huésped, en vos
un bizarro compañero.
RAMIRODispuesto á cuanto gustéis,
sea de paz ó de guerra.
GARCÍAFama por toda esta tierra
de gran corazón tenéis.
Dicen que en estas montañas
no hay quien os resista un bote,
ni fiera á quien no acogote
vuestro puño.
RAMIRO ¡Bah! Patrañas:
no niego que soy osado;
y cual veis recio y fornido,
jamás me he visto vencido
cuando á reñir me han sacado.
Pero no habléis de ello vos.
Con justador tan famoso,
el jayán más vigoroso,
¿qué tiene que ver?
GARCÍA ¡Por Dios,
que á ser como bravo noble,
y príncipe cual vasallo,
jinete en un buen caballo
y con buen lanzón de roble,
en cierta fiesta que espero
dar muy pronto, me holgaría
teneros de parte mía
como al mejor caballero!
RAMIROLo siento de corazón,
mas no es posible.
GARCÍA Me pesa.
RAMIROMe he metido en otra empresa
de más especulación.
GARCÍA¿De más? Ignoráis la mía.
RAMIROYo nada ignoro, señor.
GARCÍAEsto salvo.
RAMIRO Es un error
que padecéis, don García.
GARCÍAYo no creo á ningún hombre
con sobrehumano poder,
y mal podéis vos saber
lo aquí aún...
RAMIRO No os asombre;
bien sé que con tanta maña
conducís vuestros secretos,
que aun los que están más sujetos
en la red de su maraña
su parte saben no más
y aunque á soltarse llegara
cualquier nudo, no soltara
el nudo de los demás.
Y está bien; pues de ese modo
contáis seguro vivir.
Mas ¿no hais oído decir
que el diablo lo sabe todo?
GARCÍAVoto á...
RAMIRO ¡Bah! No os enojéis
si en vuestro secreto os hablo;
es porque al cabo, del diablo
ocultarlo no podéis.
Parece que esto que os digo,
algo en vuestro ánimo influye;
mas el vulgo me atribuye
cierto prestigio... ¡Ay, amigo!
¡El diablo es gran personaje!
Y en todas artes maestro,
no hay humano que en lo diestro
ni en lo sabio le aventaje.
Mas ya es hora de dormir;
en lo dicho meditad,
y consecuencia sacad
de aquí para el porvenir.
En esta alcoba tenéis
blanda cama; si queréis,
dadme hora en que se os despierte
para partir á Pamplona.
GARCÍAEnviadme á Lucas de Arjona,
y yo haré con él de suerte
que sin que se os incomodo
yo esté servido, y mi gente
esté á hora competente
pronta á lo que me acomode.
RAMIROVoy á enviárosle, señor.
Dios os guarde.
GARCÍA El os asista.
RAMIRO(No te perderé de vista.)
GARCÍA(No te escaparás, traidor.)
Escena V
DON GARCÍA
GARCÍA¿Quién es este hombre, gran Dios?
¿Será cierto que penetre
mis ocultos pensamientos?
¡Imposible! ¡Finge, miente!
Mis secretos han vivido
dentro de mi pecho siempre,
y nadie hay que por mi boca
sepa más de lo que debe.
Mas ¡por Dios, que sus misterios
ciego y confuso me tienen,
y sus palabras me abisman
en mil varios pareceres!
Que me conoce está claro.
que me respeta parece;
mas tanto en sí mismo fía,
que no sé de él lo que piense.
¡No! ¡Imposible! ¡Nada sabe!
Sospechas tal vez tan débiles
serán, que de conjeturas
no han de pasar...Y me advierte
que sabe mucho...Me cita
la destreza con que siempre
me conduzco... ¡Eh! ¡Frase ambigua
con que sondarme pretende!
¡Bah! Cree, sin duda, que yo
al vulgo crédito preste
y por el diablo lo tome.
Mas ¡juro á Dios que le pese!
¡Ay de él como entre mis manos
á dar por fortuna llegue!
Todo su infierno y sus magias
contra mí no han de valerle.
Sí: fuerza es, de todos modos,
de tal hombre deshacerse;
si ignora, por lo que intenta;
si sabe, por lo que puede.
Mas ¡tarda Arjona!... Si acaso
no me lo envía... ¡Ah! Ya viene.
Escena VI
DON GARCÍA y LUCAS DE ARJONA
GARCÍA¿Qué es esto, Arjona?
ARJONA ¿Qué es esto,
señor?
GARCÍA Lo ignoro á estas horas.
ARJONAY yo también.
GARCÍA. Ese huésped
con tanta doblez se porta,
que aun me mantiene indeciso
entre el temor y la cólera.
¿Y mis monteros?
ARJONA Lo mismo
que vos. Han pasado cosas
allá abajo, que del vulgo
las hablillas corroboran.
GARCÍA¿Cómo?... ¡Qué dices!
ARJONA Que el diablo
parece que cartas toma
en el juego de esta noche.
GARCÍAPues ¿qué pasa?
ARJONA Es una historia.
GARCÍAHabla; sepámosla pronto
y evitemos...
ARJONA Ante todas
cosas, señor, es preciso
que sepáis que, con faz torva,
cuando hacia aquí me condujo
el huésped, me dijo: «Arjona,
si en algo estimas tu vida,
dile á tu amo que en todas
las paredes de esta casa,
ojos, oídos y bocas
hay, que ven, oyen y cuentan
lo que entre ellas pasa».
GARCÍA ¡Hola!
Pues en cuenta lo tendremos.
Lucas, por si acaso, ronda
por esos cuartos vecinos;
en todas las puertas dobla
los pasadores; en esa
antesala las dos hojas
cierra de la puerta, mientras
yo voy á ver si en esta otra
hay salida ó escondite,
y luego se hará en la alcoba
igual registro, veamos.
(Don García y Arjona entran y salen; D. García por la
derecha y Arjona por el fondo.)
ARJONAAquí hay una puerta sola,
sin más ventana ni armario
ni trasto que se interponga;
la pared lisa y no más.
GARCÍALo mismo pasa en esta otra
cámara; ni en esta alcoba
(La del fondo derecha.)
tampoco hay nada: habla, pues;
ya estamos, Lucas, á solas.
Y cercado este aposento
de cámaras espaciosas
y solitarias, no hay miedo;
conque siéntate, y di, Arjona.
ARJONAPues atendedme, señor:
tenía yo con mi tropa
toda esta casa maldita
circundada á la redonda,
cuando salió de ella un hombre
y enderezó á mi persona;
díjome que vos pasabais
la noche aquí: en una copa
como un pilón de una fuente,
nos hizo echar una ronda.
Después nos condujo él mismo
á una casucha á ésta próxima,
diciendo que allí tendríamos
que cenar con vuestras sobras,
pues tal era vuestra orden.
GARCÍA¡Cuerpo de tal! De mi propia
boca debiste venir
á tomarla.
ARJONA Esa fué cosa
que me ocurrió, mas no pude
ponerla, señor, por obra.
Me sentaron á la mesa,
trajeron con qué hacer boca,
y el que hacía de Anfitrión
no me dejó á sol ni á sombra.
Yo ya intenté á la deshecha
colarme por una y otra
cámara, mas él siguióme
como sirviéndome. Sorda
desde entonces la sospecha
me royó el alma. Así toda
la casa anduvimos ambos,
y á nadie topé. Una olla
de agua al fuego vi no más
en la cocina, y seis lonjas
de jabalí en las parrillas:
¡para cuarenta, gran cosa!
Mas ¡juzgad de mi sorpresa
cuando vi que una tras otra
sirvieron ricas viandas
y buen vino en tazas hondas!
GARCÍAEs que tendrán las cocinas
en otra parte.
ARJONA Es que ahora
viene lo mejor: la mesa
nos la serviría una moza
como un sol.
GARCÍAPues ¡gran pedrada!
ARJONAMas como las licenciosas
lenguas de vuestros monteros
al momento se desbocan,
empezaron á hacerse agua
con la niña.
GARCÍA Y vergonzosa,
¿se os escabulló?
ARJONA Y aquí entra,
lo más negro de la historia:
en su lugar á servirnos
entró, bajo horrible forma...
GARCÍA¿Alguna vieja?
ARJONA Peor:
el mismo diablo en persona;
un etíope, con la cara
más obscura que la sombra.
Quedámonos como piedras,
pues nos trajo á la memoria
las consejas que se cuentan
de esta casa; mas Luis Torras,
que tiene un vino insolente
y un alma como hay muy pocas,
le preguntó por la chica.
El etíope, á la boca
se llevó la luz, y abriéndola,
nos mostró las fauces rojas,
mas sin lengua. En esto el huésped
entró, y héme aquí.
GARCÍA Me asombra
tu relato, tanto más,
cuanto que aquí he visto cosas
que me dan que sospechar
alguna traición, Arjona.
ARJONA¡Cómo!
GARCÍA Al instante, es preciso
que de esta casa salgamos,
y á sus dueños sorprendamos.
ARJONAMas sin que demos aviso
á la gente...
GARCÍA ¿Es muy distante
donde se aloja?
ARJONA Si fuera
posible que yo saliera
de aquí, todo era un instante.
Están en unas paneras
á este edificio contiguas.
GARCÍABueno: á tus mañas antiguas
vuelve; ¿escalador no eres?
ARJONAMe llevaba en su partida
vuestro padre en los asaltos.
GARCÍAEa, pues, mayores saltos
habrás dado en esta vida.
Salta por esa ventana.
ARJONAPero, señor, ¿y la reja?
GARCÍAEs de palo, y está vieja.
(La rompe.)
Ya está rota; tierra gana
en cuanto afirmes el pie,
y ven con mi gente á mí.
ARJONAPero ¿y vos?
GARCÍA Tranquilo aquí
vuestra vuelta aguardaré;
que es muy astuto el patrón,
y es fuerza que le imitemos
si salir bien pretendemos.
ARJONAPríncipe, tenéis razón.
GARCÍASi vuelves, los más bizarros
mete por aquí conmigo;
queden los demás contigo,
y Cristo con los navarros.
ARJONAVoy, pues.
(Baja por la ventana; D. García le ayuda.)
GARCÍAArjona, con tiento.
(Aparece D. Ramiro por el fondo derecha.)
ARJONASoltadme; ya estoy seguro.
GARCÍAVé, que con el huésped, juro
que he de hacer un escarmiento.
Escena VII
DON GARCÍA y D. RAMIRO
RAMIRODecidlo bajo.
GARCÍA ¡Gran Dios!
¿Vos aquí?
RAMIRO Viéndolo estáis.
GARCÍAMas ¿cómo? ¿Por dónde entráis?
RAMIROPor dónde, no es para vos.
Tratáis de iros, don García;
en buen hora, libre os dejo;
mas escuchadme un consejo
que os interesa, á fe mía.
Hay un hombre que os espía,
que sabe cuanto intentáis,
que os escucha cuando habláis,
que cuanto pensáis sorprende,
que os penetra y os comprende
aun lo que á solas soñáis.
Mirad, pues, lo que emprendéis,
porque si no andáis con tino,
en vuestro mismo camino
es fuerza que os le encontréis.
Y sé que á nadie teméis,
que alienta sangre Real
vuestro valor proverbial;
mas mirad que hay experiencia
de que es la mala conciencia
el contrario más fatal.
GARCÍAPues conoces mi valor
y estás viendo que te escucho,
verás que no temo mucho
tu vaticinio impostor.
No, no me infunden pavor
las extrañas aventuras
de que con artes obscuras
me has hecho el juguete aquí,
pues cuanto sepas de mí
no serán más que imposturas.
RAMIRO¿Queréis que hora á hora os cuente
cuanto hoy por vos ha pasado?
GARCÍA¡Va!
RAMIRO Pues bien: ¿no habéis estado
hoy en la ermita del puente?
GARCÍASí.
RAMIRO ¿No habéis á vuestra gente
puesto y día señalado?
GARCÍASí.
RAMIRO ¿No enviasteis á cada uno
un emisario diverso,
para que en un caso adverso
no lo pierda todo alguno.
GARCÍASí.
RAMIRO ¿No es la última señal
para que rompan la valla,
el caballo de batalla
y el paramento Real
de vuestro padre?
GARCÍA ¡Ah!
RAMIRO Si en él
salís jinete á pasearos,
al volver, ¿no han de aclamaros
rey de Navarra?
GARCÍA Sí.
RAMIRO Y fiel
vuestro bando á estas señales,
¿no estará en tranquilidad
si salís por la ciudad
sin los paramentos Reales?
GARCÍASí.
RAMIRO Y la Reina, vuestra madre,
que es quien os estorba sólo,
¿no acaba de ser con dolo
acusada á vuestro padre...
GARCÍA¡Cielos!
RAMIRO De un crimen horrible
de adulterio?
GARCÍA ¡Santo Dios!
RAMIROY el acusador sois vos...,
que me parece increíble.
GARCÍASí, todo es cierto.
RAMIRO ¡Pardiez!
En ese caso, señor,
estudiad para otra vez
vuestro papel de traidor.
GARCÍAPesadilla, espectro, ú hombre
que mis secretos más graves
cual yo mismo lees y sabes...
¿quién eres? ¿Cuál es tu nombre?
RAMIRO¿Confesáis que cuanto os hablo
es la verdad, don García?
GARCÍASí.
RAMIRO Pues soy desde este día
vuestro ángel ó vuestro diablo.
Doquiera tras vos iré,
uniré á vos mi destino,
vuestro malo ó buen camino,
diablo ó ángel, seguiré.
GARCÍA¡El diablo! Invención grosera
que sólo en el vulgo cabe;
mas oye, quien tanto sabe,
fuerza es que me mate ó muera.
Nadie me amedrenta, no;
puédeme el diablo vender,
y aquí el diablo ha de caer,
ó aquí bajo él caeré yo.
RAMIROTened: caerá uno, sí,
mas advertid, don García,
que ni hoy ha de ser el día,
ni el sitio ha de ser aquí.
Por esa noble matrona
tiempo vendrá en que lidiemos,
y uno de los dos caeremos.
GARCÍA(Con la espada en la mano.)
Cúbrete, pues.
RAMIRO No; en Pamplona.
(Don Ramiro al fin de esta escena se habrá ido retirando
al fondo hacia la puerta por donde salió, la cual cierra
de repente, dejando á D. García solo en la escena. Al
mismo tiempo sale por fuera de la casa Arjona con
monteros y caballerizos, con armas y antorchas. Don
García se abalanza á la puerta por donde entró D.
Ramiro, y Arjona sube al mismo tiempo por la ventana, y
varios tras él.)
Escena VIII
DON GARCÍA, ARJONA y MONTEROS
ARJONA(Entrando por la ventana.)
¡Señor!
GARCÍA ¡A mí, Arjona, á mí!
ARJONA¡Sus, pues! ¡Arriba!
GARCÍA Seguro
le tengo aquí, y yo le juro
que le he de matar aquí.
ARJONADad..., dad...
(Se agolpan á la puerta, golpeándola.)
Cede... Cayó ya.
GARCÍATraedme, pues, á ese traidor.
ARJONA(Entra y sale.)
Aquí no hay nadie, señor.
GARCÍA¡Cómo!
ARJONA Vedlo; aquí no está.
GARCÍA¡Ira de Dios! ¡Con tal juego
pretende causarme asombro!
Toda la casa en escombro
tornaré. ¡Pegadla fuego!
ARJONA¡Señor!
GARCÍA ¡Silencio, menguados:
esas teas arrimadla
sin replicar; incendiadla
por todos cuatro costados!
¡Fuera, pues: pronto! ¡Cercadle
la casa! ¡Si se presenta,
atadle por buena cuenta;
mas si resiste, matadle!
(Pegan fuego á la casa, salen y la cercan en derredor.)
Veremos si trampantojos
le valen: ¡ó ha de salir,
ó aquí dentro va á morir
con las ascuas á los ojos!

El caballo del rey Don Sancho
José Zorrilla

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

El caballo del rey Don Sancho
José Zorrilla

Jornada segunda
Salón del palacio de D. Sancho en Pamplona: puerta en el fondo;
ventana á la derecha; puerta á la izquierda.
Escena I
DON GARCÍA. Después ARJONA
GARCÍAYa va la mañana entrando
y aun no parece ese hombre.
ARJONASeñor...
GARCÍA ¡Ah! ¡Gracias á Dios!
¿Cómo estamos?
ARJONA Como anoche.
Desplomáronse uno á uno
los tostados paredones.
GARCÍA¿Y qué?
ARJONA Nadie ha parecido;
conque quedan los traidores
debajo de los escombros
como bajo siete montes.
GARCÍA¿No hay, pues, temor?
ARJONA No hay ninguno.
GARCÍA¡Ay! Una losa de bronce
me quitas el corazón;
somos salvos.
ARJONA Se supone.
Nadie salió de las llamas,
ya lo visteis; desde entonces
doblé las guardias en torno,
y ahora los muertos tizones
revuelve la gente nuestra,
de Luis Torras á las órdenes.
Todo lo están registrando,
y con todo cuanto logren
les mandé venir al punto.
GARCÍABien, Lucas.
ARJONA ¡Vaya una noche!
Cosa de magia parece.
¡Si vierais cuántos sudores
me costó hacerlos que entraran
á revolver los carbones!
Todavía se temían
que aquel espantoso etíope
de los escombros se alzara,
con su amo dando mandobles.
GARCÍA¡Mas si se salvó!...
ARJONA ¡Imposible!
La casa encima cayóle,
y él, viéndose descubierto,
allí achicharrar dejóse
por no dar en nuestras manos.
GARCÍA¡Ojalá!
ARJONA Dios le perdone.
Mas ¿tanto ese hombre estorbaba?
GARCÍAEra muralla de bronce
puesta á mi paso: mis planes
exactamente conoce.
ARJONA¡Cómo!
GARCÍA Todos me los dijo.
ARJONASi él era solo, temores
vanos desechad del alma,
y no receléis que torne.
Allí yacerá enterrado
entre los negros terrones,
como á un raposo á quien ciegan
su cueva los cazadores.
GARCÍAArjona, todo lo temo
de aquel maldito.
ARJONA Aprensiones,
señor; los muertos no vuelven
al mundo más.
GARCÍA Me corroen
el corazón hasta ahora
desconocidos pavores,
y... Arjona, ya no hay remedio;
fuerza es que hoy mismo se logre
ó se pierda todo. Tú
sé el escondido resorte
que mueva toda la máquina
de mis proyectos. Vé, corre,
busca á los que en ese escrito
llevan marcados los nombres,
que éstos buscarán á otros,
y éstos á otros, y el golpe
será seguro; vé y diles
que treguas ni dilaciones
no hay ya; que hoy es nuestro día,.
y ya la seña conocen.
El caballo de batalla
de mi padre...
ARJONA ¿Y si se opone
don Pedro Sesé?
GARCÍA ¡Oponerse!
ARJONAComo está sólo á sus órdenes
la caballeriza Real,
y al partir recomendóle
mucho el Rey ese caballo,
es muy fácil que os lo estorbe.
Cambiad la seña.
GARCÍA No hay tiempo.
Ya imposible es que trastorne
de la concertada empresa
las señales ni las voces:
fuera arriesgarse por poco,
y pueden algunos torpes...
No, están en lo del caballo,
y temo que se malogre
si los mudo la señal.
ARJONAMas si ese viejo de bronce,
os rehusa...
GARCÍA Está previsto:
de mi padre espero orden
de prenderle con la Reina.
ARJONA¡Cómo!
GARCÍA De un crimen enorme
son reos.
ARJONA Pero ¿eso es cierto?
GARCÍAEso no te corresponde
averiguar: obedéceme
sin meterte en más cuestiones.
ARJONASeñor...
GARCÍA Si Sesé se obstina,
sin aguardar á la orden
de mi padre, los acuso
en público, y acabóse.
Ea, pues, de aquí á una hora
que todo, Arjona, se apronte.
ARJONAAsí se hará.
GARCÍA Corre, pues,
y ¡el diablo con los mejores!
Escena II
DON GARCÍA
GARCÍASí, acabemos de una vez.
Ello es gran temeridad,
mas quedarse en la mitad
es mayor estupidez.
Ser á un tiempo acriminado
de rebelde y de impostor
por haberlo sin valor
decidido y no logrado,
es mengua para quien soy.
Si me es contraria la suerte,
y en vez del trono á la muerte
caminando á obscuras voy,
sea por mala fortuna,
que no por falta de brío.
Mas si al fin el triunfo es mío
y la ocasión oportuna
logro aprovechar, ¡pardiez!
siempre es la causa mejor
la causa del vencedor...
Sí, acabemos de una vez.
Escena III
DON GARCÍA y D. PEDRO SESÉ
PEDRO¡Hola! ¡Vos aquí ya!
GARCÍA Buen caballero,
don Pedro de Sesé, muy bien venido.
PEDROAnoche...
GARCÍA(Interrumpiéndole.)
Sí, cogióme el aguacero
en el monte.
PEDRO Y ¿en dónde habéis dormido?
GARCÍAEn casa de un labriego.
PEDRO ¿Compensado
tal molestia le habréis?
GARCÍA ¡Oh! Se supone.
PEDROVuestro padre es en eso...
GARCÍA(Interrumpiéndole.)
Harto extremado.
PEDROBueno es que á un rey lo liberal le abone:
vale más por afable ser querido,
que por severo y sin piedad temido.
GARCÍAY á propósito de ello, ¿qué noticias
hay de mi padre?
PEDRO Como siempre, buenas:
las estrellas le son siempre propicias,
y se lleva las huestes agarenas
por delante.
GARCÍAY ¿no hay más?
PEDRO ¿Poco os parece?
GARCÍAYo no sé dónde oí...
PEDRO ¿Qué?
GARCÍA Que en
los reales
de día en día el descontento crece
por yo no sé qué nuevas...
PEDRO Muy fatales
no serán, pues vencemos.
GARCÍA De esta
tierra
el Rey las recibió, no de su guerra.
PEDRO¿De esta tierra?... No sé...
GARCÍA Lenguas
villanas
le pusieron acaso descontento
con vuestro gobernar.
PEDRO Calumnias vanas.
La Reina y yo podremos al momento
cuentas sin tacha dar.
GARCÍA¿Cuentas... de todo?
PEDRODe todo, ¡vive Dios! ¿Quién tiene duda?
Soy don Pedro Sesé...
GARCÍA Mas de ese modo
no os irritéis, que esa ira al vulgo ayuda
á creer que, pues tanto os acalora
la duda nada más, poco os escuda
la inocencia.
PEDRO Lo sé.
GARCÍA Y decidme ahora,
¿cómo acudís tan pronto á este palacio
PEDRODespacha aquí la Reina mi señora.
GARCÍA¡Oh! ¡Pues no lo tomáis poco despacio!
PEDROCaballero, ese tono...
GARCÍA Caballero,
el vuestro me incomoda, y de hoy presente
tened que soy el Príncipe.
PEDRO Primero
vos recordad que vuestro padre, ausente,
su Real autoridad dejó en mi mano.
GARCÍAMas no os dejó ¡pardiez! por ayo mío,
ni sufriré jamás que un cortesano
con orgullo me trate ó con desvío.
¿Lo entendéis? Del gobierno los negocios
despachad con la Reina, si esto os toca;
placer buscadla, entretened sus ocios;
mas, Sesé, en cuanto á mí, cosed la boca.
PEDRONo os comprendo muy bien; mas temo acaso
que una sospecha injusta en contra mía
os anima. Si he dado algún mal paso,
que marcarais en qué desearía.
Tal vez remedio tenga.
GARCÍA Basta.
PEDRO Espero
que, pues nunca cual hoy me habéis hablado
sabréis...
GARCÍA Ya basta digo, caballero;
no estoy á daros cuentas obligado.
Escena IV
DICHOS, LA REINA, PAJES y DAMAS
REINA¿Qué ess esto, don García? Ese sonrojo,
Sesé, que el rostro trémulo os colora...
¿Qué es esto? ¿Os ha causado algún enojo
el Príncipe?
PEDRO ¡A mí enojo! No, señora;
antes mi indiscreción se le ha causado,
y de mi error disculpas le pedía.
REINADe ese modo lleváisle perdonado;
yo os le otorgo, Sesé, por don García.
GARCÍA¡Oh! Si vos lo tomáis por vuestra cuenta,
dad por zanjada ya nuestra rencilla.
¿Qué importa si el vasallo se acrecienta
con vuestro Real favor?... Si á mí me humilla,
es disfavor de madre y no me afrenta.
REINAMal lo entiendes, García: si al olvido
la falta quiero dar del caballero,
yo el perdón no lo otorgo, te le pido.
En ausencia del Rey que haya no quiero
bando ni enemistad bajo su trono;
si te faltó, su falta le perdona,
que don Pedro es leal y yo le abono.
GARCÍA¿Lo oís? La Reina contra mí lo abona.
No hablemos de ello más.
REINA ¿Qué
significan,
Príncipe, esas palabras? Me parece
que contra vos tan sólo testifican.
GARCÍAPerdonad; basta ya, que no merece
la cuestión tanto tiempo.
REINA Bien, García,
no se hable en ello más. Ahora sepamos
qué negocio á mi cuarto te traía.
GARCÍAPoca cosa, señora...
PEDRO Si estorbamos...
GARCÍANo, lo podéis oir; es un servicio
que hacer voy á mi padre, pero siendo
en mengua de quien debe tal oficio
desempeñar, que lo sepáis pretendo
antes de hacerle.
REINA Tu respeto aprecio.
Habla.
GARCÍA Cuando mi padre fué á la guerra,
un caballo dejó de tanto precio,
que no se vió mejor en esta tierra.
REINARegalo fué del cordobés aliado.
GARCÍAPues bien; ese caballo tan hermoso,
y de mi padre el Rey tan estimado,
va a perderse tal vez; fiero, brioso,
siempre establado está, y de día en día
va menguando en valor.
PEDRO ¡Oh!
Perdonadme;
ese hermoso caballo, don García...
GARCÍAEstoy hablando, concluid dejadme.
Del Rey caballerizo, más en cuenta
le debisteis tener; mas tal descuido
quiero encubriros yo.
PEDRO(Aparte.)
(¿Qué es lo que
intenta?)
GARCÍASeñora, ese caballo yo os le pido.
PEDROSeñora, ese caballo á don García
es imposible dar. Si el Rey su padre
lo llegara á entender, se enojaría.
Cómo estima sabéis, cuánto cuidado
pone en caballos y armas un guerrero;
y en esto el rey don Sancho es extremado.
GARCÍAPor la misma razón, buen caballero,
cuando sepa que tanto se lo cuido,
las gracias me dará; conque, señora,
que me neguéis no espero lo que os pido.
A nadie en ello expongo,
porque de gran jinete alcanzo nombre;
y aunque mi padre el Rey ha prohibido
que le montara nadie, yo supongo
que hablar con don García no ha querido.
PEDROSeñora, es mi deber, y yo os lo advierto;
vedado es para todos tal antojo,
y el caballo está sano.
GARCÍA Falso.
PEDRO Cierto.
Perdonad que os desmienta.
GARCÍA ¡Tal
arrojo!
¡Me desmentís! ¡Por Dios, Reina y señora,
que para que abonéis tanta insolencia,
no sé qué traza intentaréis ahora!
Porque poneros aun en contra mía,
querrá decir que vale un cortesano
mucho más para vos que don García;
y en tal caso, tal vez me acordaría
que heredero soy de un Soberano.
PEDRO¡Príncipe!
REINA Basta ya; cuestión tan leve
no merece ocuparnos. Del caballo
responderé yo al Rey; peligro no hallo
en que mientras el Príncipe le lleve.
PEDROYo me someto humilde á vuestro fallo.
GARCÍAYo las gracias os doy; y pues ya es mío,
que me le ensillen sin tardanza alguna
voy á hacer en señal de señorío.
(Y ahora cada cual con su fortuna.)
Escena V
LA REINA y D. PEDRO SESÉ
REINADespejad el ceño adusto
buen caballero Sesé.
PEDRONo sé, señora, por qué
siento que le deis tal gusto.
REINAEl Rey á vos le ha pospuesto
para el gobierno en su ausencia,
y temí la violencia
de su natural en esto.
Y ¿qué importa que el corcel
monte, y que cumpla su antojo?
¿Teméis de Sancho el enojo?
Yo os disculparé con él.
PEDRONo es ese temor pequeño
lo que me anubla el semblante;
el servidor más constante
fuí siempre del Rey mi dueño,
y él me sabrá disculpar.
Mas esa doblez y embozo
con que está obrando ese mozo,
me da mucho que pensar.
REINAEs claro que anda ofendido
de que el Rey, en mengua suya
en su puesto os sustituya.
PEDROPues razón habrá tenido;
que es don Sancho harto sagaz,
y en paz lo mismo que en guerra,
para gobernar su tierra
no hay príncipe más capaz.
REINAMas ¿qué hará con el caballo?
Todo lo que puede hacer,
es maltratarle, por ver
si os castiga el Rey. Dejallo,
don Pedro, andar, que por esto,
mientras por medio yo ande,
no ha de ser el mal muy grande
para vos.
PEDRO Mas si es pretexto
para que él...
REINA Quédese aquí,
Sesé.
Escena VI
DICHOS y UN PAJE
PEDRO¿Qué es?
PAJE Señor, afuera
hay un hombre que hora espera
de ver á la Reina.
REINA ¿A mí?
PAJEDiz que para un grave asunto
que vida y honra interesa,
y es negocio de tal priesa,
que pide veros al punto.
PEDROY ¿de qué clase es ese hombre?
PAJEÉl viste de peregrino;
yo le pregunté su nombre,
y él me dió este pergamino.
(Se le entrega á D. Pedro, y éste lee.)
REINAA ver, leed.
PEDRO Dice así:
«Nos el rey D. Sancho de Navarra, rogamos y mandamos á
nuestros amigos, aliados, súbditos y vasallos, que
ayuden, amparen y protejan, y den crédito a la persona
que este escrito de nuestra mano les presentare; con lo
cual, á más del placer que habrán de reportarnos, nos
ayudarán á cumplir una deuda de honor que tenemos
contraída con la persona ó personas poseedoras de las
presentes letras».
Y firma Sancho el mayor.
REINA¿Deuda del Rey y de honor?
Al punto, pues, que entre aquí.
Escena VII
LA REINA, D. PEDRO y D. RAMIRO, de peregrino.
RAMIROA vuestros pies...
REINA Levantaos,
buen Romero, que quien trae
firma del Rey en su abono,
en postura semejante
no ha de estar ante su esposa.
RAMIROEsas palabras Reales,
de su mismo puño escritas,
mi importunidad reparen.
REINAEl habla en vos; alzad, pues.
RAMIROPrimero que me levante,
vuestra Real mano, señora,
para que la bese dadme.
REINATomad, y hablad.
RAMIRO Gracias, Reina;
y esta humildad no os extrañe,
que nací vasallo vuestro,
y aunque jamás el semblante
logré hasta este punto veros,
de él he llevado una imagen
en el corazón grabada,
y ya nunca ha de borrarse.
REINADe ese respeto agradezco
demostraciones tan grandes,
pero...
RAMIRO Escuchadme, señora,
y vos también escuchadme,
caballero, que á la par
os toca á ambos mi mensaje.
PEDRODecidle, pues.
RAMIRO Duro cargo
me impuse en él, y es probable
que el corazón generoso
mis palabras os desgarren;
mas el mal que voy á haceros,
por la intención disculpadme.
Tenéis un hijo, señora,
por cuyas venas, la sangre
de vuestras venas circula.
REINATengo dos.
RAMIRO Uno distante
de Navarra está; no es ése
de quien hablo; no es culpable.
Al príncipe don García
me refiero, cuyos planes,
hondo y fatal precipicio
hoy á vuestras plantas abren.
REINA¿Qué es lo que dices?
RAMIRO Oidme.
REINAExplícate, pero antes
piensa bien que una impostura
la vida puede costarte.
PEDROProseguid, buen peregrino;
dejad, señora, que hable.
RAMIRO¡Oh! Sé muy bien lo que digo.
¡Pluguiera á Dios me engañase!
Yo, que en los vecinos montes
hago una vida salvaje,
entre sus quebradas peñas
y sus fieras montaraces,
por azar, por suerte vuestra,
ó por los impenetrables
juicios de Dios, vine astuto
de sus tramas infernales
a coger todos los hilos,
y vengo todos á dárosles
antes que os teja con ellos
traidora red un infame.
REINA¡Oh! Concluid.
RAM1RO Don García
conspira contra su padre.
REINA¡Cielos!
RAMIRO Y como su intento
ambos á dos le estorbabais,
dió en un delito más pérfido:
os acusó el miserable
de un feo crimen.
REINA y PEDRO¿De cuál?
RAMIROPermitidme que lo calle.
REINANo, hablad.
RAMIRO Del que no perdona
jamás un esposo amante,
del que asesina la honra
de quien con vergüenza nace.
PEDRO¡Dios mío! Ya me esperaba
que algún proyecto execrable
encerraba la sonrisa
y la mirada insultante
de ese mancebo.
REINA Tú mientes.
Tamaño crimen no cabe
en el corazón de un hijo.
Que á ese vasallo acusase
de cualquier crimen, lo entiendo,
porque en su lugar, su padre
por gobernador conmigo
le dejó, y sé que ha de odiarle;
pero ¿a mí? ¡Mientes mil veces!
PEDRO¡Ay, Reina! El estrago que hace
en el corazón del hombre
la ambición, sólo lo sabe
Dios, que nos le hizo de tierra
tan quebradiza y tan frágil.
REINAEs imposible, don Pedro;
es increíble, improbable,
y este impostor dura muerte
merece. ¡Hola, guardias, pajes!
PEDROTened, señora, tened
los ímpetus naturales
del corazón. Vos seguid,
Romero, sin que os agravie
ni atemoricen sus iras.
Es natural, es su madre.
RAMIROA mí sus iras no pueden
amedrentar ni agraviarme,
cuando no hay tales secretos
quién sepa ni quién relate
fuera del Príncipe y yo,
ni hay tal vez tampoco nadie
más pronto á morir por ella
cuando otras pruebas faltaren.
REINAPues bien; pruebas convincentes
presenta pronto, al instante,
ó te hago ahorcar de una almena
como á un impostor infame.
RAMIRONo haréis tal, Reina y señora,
por dos razones.
REINA ¿Por cuáles?
RAMIROLa primera, porque el Rey
tal vez no os lo perdonase
jamás.
PEDRO ¡Vive Dios!
RAMIRO La otra
es, porque cuando yo os falte
faltará quien os defienda,
y os pesaría, aunque tarde.
REINAMas ¡por Dios!, que sin más pruebas
de delitos semejantes,
¿bajo qué crédito quieres
que tu palabra me baste?
RAMIROBasta y sobra el pergamino
que del rey don Sancho traje.
REINATienes razón. ¡Cielo santo!
Él manda aquí, que te ampare,
que te proteja y dé crédito.
RAMIROY su firma, ¿no es bastante?
REINASí, sí; cuando el Rey te abona,
razones tendrá muy graves.
RAMIRODon García, ¿está en palacio?
PEDRO y REINASí.
RAMIROPues ante vos llamadle
y decidle que el caballo
de batalla de su padre
habéis de matar primero,
que que le monte dejarle.
REINARomero, tú estás sin juicio.
PEDRODejadle hablar.
RAMIRO Por mi parte
cumplí mi deber, señora,
obrad como más gustareis;
mas si le dais el caballo,
tal vez esta misma tarde
veréis para vos trocadas
vuestras cámaras en cárceles.
REINA¿Qué dices?
RAMIRO Esa es la seña,
y pues sobran desleales
en todas las tierras, siempre
dispuestos á rebelarse,
el Príncipe se ha sabido
atraer por todas partes
muchos secuaces que esperan
medrar con sus novedades.
Todo está ya prevenido,
y si en el caballo sale,
fuerza es que en él suba Príncipe,
mas Rey de Navarra baje.
REINAImposible me parece.
PEDROSeñora, por Dios, llamadle,
y procurad con palabras
meditadas y sagaces
leer lo cierto en su rostro,
el corazón penetrarle.
Todo es posible, señora,
y en los hombres todo cabe.
REINASí, sí, que venga, que venga;
mas sola con él dejadme:
no quiero que alma viviente
presencie lo que aquí pase.
PEDROPero si es cierto..., si intenta...
REINANo: esperad á que yo os llame.
RAMIROEnhorabuena, señora,
mas no olvidéis, en tan grave
situación, que tengo sólo
de sus secretos la llave,
y que estoy pronto por vos
á verter toda mi sangre.
REINAY no olvides tú tampoco
que como inocente le halle,
en ti caerá la sentencia
del crimen que le imputaste.
RAMIROPonedme de él frente á frente,
que acepto, si él lo negare.
REINALuego ¿os conoce?
RAMIRO Una vez
no más me ha visto el semblante,
y oyó una vez mi palabra,
mas lo olvidará muy tarde.
Escena VIII
DICHOS y EL PAJE. Don Pedro ha salido ya de la escena.
PAJEEl Príncipe.
REINA Ya no es tiempo
que salgáis, va á veros.
RAMIRO Fácil
es esto de remediar:
de sus ojos ocultadme.
REINAEntrad aquí.
(Entra D. Ramiro en la habitación de la Reina.)
RAMIRO Sed prudente.
REINA¡Justicia de Dios, ampárame!
Escena IX
LA REINA y D. GARCÍA.
GARCÍA¿Qué es lo que ocurre, señora,
que con tal prisa y afán
tras mí vuestros pajes van?
¿Qué pasa de nuevo ahora?
Un momento ha me tuvisteis
con vos en este lugar,
¿y ahora me tenéis que hablar?
¿Por qué entonces no lo hicisteis?
REINAPorque entonces no sabía
lo que ha llegado después
á mis oídos.
GARCÍA Y ¿qué es?
REINALo sabrás.
GARCÍA ¡Por vida mía,
será otro cuento del viejo
Sesé! Vasallo más fiel
no tenéis; nada sin él
podéis, ni sin su consejo.
Sois con él harto benigna,
Y le otorgáis tal franqueza,
que á ser su privanza empieza
de una noble dama indigna.
REINA¡García!
GARCÍA No os irritéis,
madre; mas que haya un vasallo
que se meta en si un caballo
darme ó no darme debéis,
y que pueda más con vos
que el hijo de vos nacido,
es cosa que me ha ofendido
y que me extraña, ¡por Dios!
REINAY ese insolente lenguaje
me está ya haciendo, García,
sospechar que no te hacía
quien te acusó grande ultraje.
GARCÍAQuien me acusó...; pienso quién:
Sesé, sin duda...
REINA Él, ú otro.
GARCÍA¿De haberos pedido el potro?
REINAPues.
GARCÍA ¿Lo quería él también?
Yo que vos, se le daría,
que entre él y yo, él es primero.
REINADiérasele al pregonero
antes que á vos, don García.
GARCÍALo que con vos puede veo;
pero ya es mío, señora,
y á demandármele ahora
que no habrá quien ose creo.
REINA(Con ironía.)
¿Le has elegido tal vez
por su nobleza y vigor,
para algún campo de honor
ó alguna lid de gran prez?
GARCÍANo sé qué misterio encierra
vuestro tono, mas me temo
que estamos en el extremo
de la paz ó de la guerra.
REINAEso depende de ti:
las frases que á salir van
de tu boca, esas serán
tu ley.
GARCÍA Pues oidlas.
REINA Di.
GARCÍAHombre soy ya, y soy tan hombre,
que decir bien alto puedo
que en Navarra ha puesto miedo
de mi valor el renombre.
De un reino heredero soy,
prenda de mi Real linaje,
y me cansa tanto ultraje
como recibiendo estoy.
Mi padre el Rey me desprecia,
de su sangre en desacato,
por un viejo mentecato
que de leal se le precia.
Y él, y vos, y todo el mundo
me faltáis al descubierto;
pero de hoy más, os lo advierto,
no quiero ser el segundo.
Me harta ya ver que el cariño
paternal, para mí escaso,
me desaira á cada paso
como mientras era niño.
Y pues el cielo lo ha hecho
y he nacido Real infante,
madre, de aquí en adelante
yo sostendré mi derecho.
Nadie ha de ir sobre mí
siendo yo el hijo del Rey,
así lo dice la ley,
y yo he de exigirlo así.
REINAPues mientras esté en mi mano
del rey don Sancho el poder,
vos tendréis que obedecer
mi capricho soberano.
GARCÍANo os halague esa esperanza,
que no he de ser un pechero
que sirve de aventurero
á quien le compra su lanza.
No, ¡vive Dios! Ya á caballo
y empeñado el trance fiero,
veremos quién es primero,
veremos quién el vasallo.
REINA¡Insensato! No tendrás
ni un corcel mientras yo viva
que en sus lomos te reciba,
y el de don Sancho, jamás.
GARCÍANo tanto, por vuestra vida,
blasonéis de bríos, madre,
que sólo el Rey es mi padre,
y cuando cuentas os pida
del poder con que os dejó,
veremos qué cuentas dais.
REINAMás cumplidas que esperáis
se las daré.
GARCÍA Tal vez no.
REINA¡Basta, traidor, basta ya,
que la verdad sin rebozo
en tus ímpetus de mozo
revelándoseme está!
GARCÍA¡Señora!
REINA ¡Traidor, responde
sin turbarte ni mentir:
¿adónde intentas hoy ir
con ese caballo?
GARCÍA ¿Adónde?
Y ¿qué os importa?
REINA Tu cara
palidece: el corazón,
García, te hace traición,
y por la faz te declara.
Silencio: bien manifiesta
tu infamia veo.
GARCÍA Acabemos
de una vez.
REINA Acabaremos
si tienes una respuesta.
¿Qué viste, villano, en mí,
para osar torpe á mi honor?
GARCÍA¡Cielos!
REINA ¿Qué viste, traidor,
para mancillarme así?
GARCÍA¡Rayos del cielo! No más
añadáis... ¡Oh! Me han vendido.
Mas si creen que he sucumbido,
se engañaron...; no, jamás.
Ya es tarde para ceder;
dijo bien quien tal os dijo,
sí, que á luchar madre é hijo
van, poder contra poder.
REINAMiente quien diga que tú eres
de la sangre de mis venas
nacido, miente; las hienas
no nacen de las mujeres.
Rebelde y calumniador,
yo te ganaré la mano.
GARCÍADébil mujer, será en vano
todo ese inútil furor.
Ya hemos saltado la valla
ambos á dos, ya nos hemos
conocido, y no podemos
rehusarnos la batalla.
Veamos quién vencedor
sale de entrambos ahora.
(La Reina va hacia la puerta para llamar á su gente,
diciendo:)
REINAVeamos. ¡Hola!
(El Príncipe lo ataja el paso, y corre el cerrojo a la
puerta.)
GARCÍA Señora,
teneos.
REINA ¡Cómo, traidor!
GARCÍAYa no hay más voz que la mía:
para vos, de este, momento
es prisión vuestro aposento.
¡El rey aquí es don García!
REINA¡Miserable! ¿Presa yo?
GARCÍAPresa por el rey, por mí.
REINA¿Tú rey de Navarra?
GARCÍASí.
RAMIRO(Presentándose.)
¿Rey? ¡Bah! Todavía no.
Escena X
LA REINA, D. GARCÍA y D. RAMIRO
GARCÍA¡Ira de Dios! ¡Aquí tú!
¡Todo lo comprendo ya!
Mas caro á costarte va
tu farsa de Belcebú.
RAMIRO¿Qué hará en mí vuestro furor?
GARCÍAVélo, pues.
(Bajando hacia D. Ramiro, y abandonando la puerta.)
RAMIRO(Á la Reina.)
Abrid ahí.
REINA(Abriendo.)
¡A mí, navarros, á mí!
Sujetad á ese traidor.
(Los caballeros sujetan a D. García.)
Escena XI
LA REINA, D. GARCÍA, D. PEDRO, D. RAMIRO, CABALLEROS y
PAJES
RAMIROYa veis, la jugada es diestra;
vos á mi casa habéis ido
á quemarme, y yo he venido
á prenderos en la vuestra.
GARCÍAHombre fatal, cuya sombra
va por doquier que voy yo,
¿quién del fuego te libró?
RAMIROConcibo lo que os asombra
mi presencia, don García,
mas ya os dije mi poder.
GARCÍA¡Ay si llegas á caer
en mis manos algún día!
RAMIROVuestro coraje presumo;
mas ¿qué os valdrá ese furor?
De entre las manos, señor,
se va el diablo como el humo.
Humillaos; no hay más medio,
pues mientras yo ande en la danza
no tenéis otra esperanza,
ni hallaréis otro remedio.
GARCÍANo creo en la omnipotencia
de que convencerme quieres;
mas sierpe astuta, ¿quién eres?
RAMIROSoy...
GARCÍA ¿Quién? ¿Quién?
RAMIRO Vuestra
conciencia,
vuestra sombra, vuestro juez,
mientras sigáis vuestro empeño;
pesadilla en vuestro sueño,
y vuestra muerte tal vez.
(Va á salir, y la Reina le detiene)
REINATeneos: vos, por quien fué
hoy Navarra libertada,
decid, ¿á quién obligada
quedó? ¿Quién sois?
RAMIRO No lo sé.
REINAMirad que en palacio entrado
os habéis bajo un disfraz,
y quien oculta la faz
no muestra ser muy honrado.
RAMIROAun cuando fuera un bandido
quien tal beneficio os hace,
bien, señora, os satisface
quien salvaros ha sabido.
Si en vuestro palacio entrara
con el rostro descubierto,
al dintel le hubieran muerto
para que á vos no llegara.
Y en fin, recordaros quiero,
en favor de mi persona,
que pues don Sancho me abona,
soy sin duda un caballero.
REINATenéis razón: é imagino
que en guardaros la tendréis;
mas si algo de mí queréis...
RAMIROSí, volvedme el pergamino.
REINATomadle.
RAMIRO Y si en premio ahora
de mi lealtad le firmáis...
REINASí, por cierto; ahí le lleváis.
RAMIRODios os lo premie, señora.
REINAId en paz.
RAMIRO Y si algún día
os halláis tan apretada
que os haga falta una espada,
acudid, Reina, á la mía.
Paso, caballeros.
REINA Paso
al que en nombre del Rey va.
CORTESANOS¡Le abona el Rey!
PEDRO ¿Quién será?
GARCÍA¡Ay, Dios! Mi desdicha acaso.
Escena XII
DICHOS, menos D. RAMIRO
REINAGarcía, mientras envío
á don Sancho está noticia,
en poder de la justicia
quedaréis.
GARCÍA Fué sino mío
sucumbir, y aunque lo lloro,
puesto que el vencido soy,
en sufrir sereno estoy
mi muerte, y á nadie imploro.
Mas no olvidéis, Reina, vos,
que reos aparecemos
entrambos, y aun no sabemos
quién triunfará de los dos.
REINANada teme la inocencia.
(Ruido y tumulto dentro.)
Mas ¿qué rumor...
GARCÍA (¡Si habrá acaso
mi gente arriesgado el paso
para salvar mi existencia!)
(Se ve venir por el fondo un caballero armado. Melendo,
con gente armada.)
Escena XIII
LA REINA, D. GARCÍA, D. PEDRO, PAJES, GUARDIAS, UN
CABALLERO (Melendo).
REINA¿Quién tan sin miedo á la ley
atropella así el palacio?
CABALLEROSeñores, haced espacio
á la justicia del Rey.
(Á la Reina.)
Por don Sancho de Castilla,
de Navarra y de León,
daos, señora, á prisión.
REINA¡Yo! ¡Por el Rey! ¡Tal mancilla!
CABALLEROReina, esta es mi obligación.
Don Pedro Sesé, sed preso
en nombre del Rey.
PEDRO ¡Yo!
CABALLERO Vos.
Y en tanto que con más seso
se instruye vuestro proceso,
gobernador por los dos
nombra el Rey á don García.
GARCÍA¡Oh! Gracias, fortuna mía.
REINA¡Yo en público mancillada
por el Rey! ¡Yo ante él culpada!...
Santo Dios!
GARCÍA Ya os lo decía.
REINAAparta. Un Dios desde el cielo,
la verdad mirando está,
y á su tribunal apelo.
GARCÍA(Á la Reina.)
Me pesa de vuestro duelo,
mas es harto tarde ya.
Lo que he intentado me aterra;
sé que nadie habrá en mi abono
y que mi suerte se encierra
entre siete pies de tierra
cavados al pie de un trono;
mas ya puesto ante su hondura,
á saltarla probaré,
¡si caigo..., en mi sepultura;
mas si salto con ventura...,
¡oh! sobre el trono caerá.
Melendo, esta misma sala
la señalo por prisión:
don Pedro Sesé á la torre,
(Á otro.)
vos seréis su guardador.
(Á Otro.)
Vos al punto, con la gente
de mayor satisfacción,
buscadme por todas partes
á ese villano impostor
á quien la Reina aquí mismo
un pergamino firmó.
Id, corred por todas partes,
no haya en Pamplona rincón
en donde logre ese infame
salvarse de mi furor.
(Ruido dentro.)
Mas ¿qué ruido es ese?
ARJONA(Dentro.)
Paso.
GARCÍAEsa es de Arjona la voz.
Escena XIV
DICHOS y LUCAS DE ARJONA
ARJONA¡Señor, señor!
GARCÍA ¿Qué sucede?
¿Qué traes, Arjona?
ARJONA Señor,
Luis Torras está ahí diciendo
que con el secreto dió
de vuestro huésped de anoche.
GARCÍACon quien Torras dar debió,
fué con él, ¡viven los cielos!
ARJONAMas trae en cambio, señor...
GARCÍA¿Qué trae?
ARJONA Trae a una mujer.
Hela aquí.
(Traen á Gisberga custodiada.)
Escena XV
DICHOS y GISBERGA
GARCÍA ¡Dios vengador,
es ella! Su mujer.
GISBERGA Sí,
yo soy.
GARCÍA De ese vil traidor
me responde tu cabeza;
tú sabrás dónde está.
GISBERGA No.
GARCÍA¿Quién es ese hombre?
GISBERGA Lo ignoro.
GARCÍA¡Niegas!
GISBERGA Sí.
GARCÍA Pues ¡vive Dios!
pronto hará polvo el tormento
toda esa resolución.
Guardadla bien hasta entonces;
mas pasa el tiempo veloz
y es fuerza acabar cuanto antes.
Arjona: sin dilación,
que me ensillen el caballo
que el Rey mi padre dejó,
que quiero que vea el pueblo
quién es su gobernador,
y los vasallos del Rey
guarden al Rey sumisión.
REINATraidor, ¿qué vas á intentar?
GARCÍAEso no os atañe á vos,
señora. Llevadla.
REINA ¡Infame!
(Voces fuera.)
GARCÍA¡Aun hay más!
Escena XVI
DICHOS y UN CABALLERIZO
CABALLERIZO ¡Señor, perdón!
GARCÍA¿Qué es?
CABALLERIZO El caballo del Rey,
con el Real caparazón,
le ha robado en este instante
un etíope feroz
ayudado de otro hombre.
GARCÍA¿Y mis guardias? ¡Vive Dios!
CABALLERIZOMatáronlos á estocadas.
GARCÍA¡Ya lo entiendo! ¡Maldición!
Ese demonio es también
del caballo el robador.
Seguidle, y donde le halléis;
matadle sin compasión.
(Vanse algunos.)
Mientras él viva, seguro
ni aun en mi sepulcro estoy.
(Aparece en el fondo un Rey de armas, con sus
insignias.)
Mas ¿qué es esto? ¿Aquí un Rey de armas?
Escena XVII
DICHOS y UN REY DE ARMAS. Después, EL REY D. SANCHO y
MELENDO
REY DE ARMASPaso: el Rey me sigue en pos.
TODOS¡Cielos! ¡El Rey!
REY DON SANCHO Sí, señores;
el Rey en persona: yo.
Doña Nuña,
(Á la Reina.)
don García,
(Á éste.)
Sesé,
(Ídem.)
daos á prisión.
En sus cuatro torreones
tiene la torre mayor
de mi alcázar cuatro encierros.
Melendo, su guardia sois;
los tres, y esa otra, mujer,
cada cual á un torreón.
Ferrando, que mi Consejo
se junte al punto.
REINA y GARCÍA ¡Señor!
REY¡Silencio! Llevadlos pronto:
vamos á ver ¡voto á Dios!
qué es; lo que pasa en mis reinos
cuando de ellos falto yo.
(Los lleva. El Rey se pasea con el mayor desasosiego.)

El caballo del rey Don Sancho
José Zorrilla

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

El caballo del rey Don Sancho
José Zorrilla

Jornada tercera
En la torre del alcázar de D. Sancho. Á los cuatro ángulos cuatro
puertecillas que se supone dar á los cuatro torreones. Una ventana
en el fondo. Otra puerta á la derecha que se supone dar al caracol
que da entrada á este salón. Una lámpara que pende del techo alumbra
la escena.
Escena I
MELENDO cerrando la puerta del primer torreón de la derecha, prisión
de la Reina.
MELENDO¡Tamaña tenacidad!
Ó es muy grande su inocencia,
ó con osada impudencia
burlar al Rey quiere audaz.
En fin, cumplamos su ley,
pues ley es su voluntad.
Y ¡Dios mire con piedad
los arrebatos del Rey!
(Abre la puerta de la izquierda, por donde sale D.
García.)
Escena II
DON GARCÍA y MELENDO
MELENDOSalid, señor.
GARCÍA ¿Qué sucede,
Melendo?
MELENDO Que libre estáis.
El Rey sus postreras órdenes
os quiere, Príncipe, dar,
y en su aposento aguardándoos
tras breve espacio estará.
GARCÍA¿Y la Reina?
MELENDO Todavía
en silencio pertinaz
se mantiene, y aun se niega
hasta con el Rey á hablar.
GARCÍAEstá bien.
MELENDO ¿Puedo, señor,
serviros en algo más?
GARCÍA¿Dijo el Rey que con alguno
pudiera comunicar?
MELENDODijo que, hasta hablaros él,
podrían veros no más
los escuderos que os sirven,
si de ellos necesitáis.
GARCÍATraedme á Lucas de Arjona,
que con él me bastará.
MELENDOTodo el día importunándome
anduvo ese hombre tenaz,
por entrar un punto á veros.
GARCÍAEs criado muy leal;
id por él, que al aposento
del Rey me acompañará
dentro de breves momentos.
MELENDOQue Dios os guarde.
GARCÍA Id en paz.
Escena III
DON GARCÍA
GARCÍA¡Oh! ¡La fortuna me ampara!
¡Crédito el mundo me da!
¡Libre estoy!... Mas ¡quién pudiera
¡ay de mí! volverse atrás!
¡Quién me diera, como una hoja
de un árbol seco, arrancar
este día de los tiempos
sin que volviera jamás!
Escena IV
DON GARCÍA y ARJONA
ARJONASeñor...
GARCÍA Arjona, ¿qué traes?
ARJONABuenas nuevas. Todo se ha
cumplido á pedir de boca.
Pero, dejadme admirar,
señor, vuestra perspicacia
y vuestra serenidad.
Yo lo oía y lo dudaba,
y quien os viera explicar
de esta rebelión la historia
delante del tribunal,
¡vive Dios que la tuviera
por relación tan veraz,
tan clara, tan innegable...!
GARCÍABasta, Arjona, por piedad.
¡Ojalá que antes mi lengua
enmudeciera! ¡Ojalá
que un rayo me hiciera polvo
al concebir tal maldad!
ARJONA¡Señor!... ¿Qué decís?
GARCÍA Arjona,
mientras me hizo vacilar
el miedo y la incertidumbre,
y la ambición infernal
me sostuvo, á todo osé;
mas la negra soledad
de esa torre, en que he pasado
todo el día, á despertar
ha vuelto en mí la razón,
y holgárame, Arjona, asaz,
para salir de esta angustia
algún camino encontrar.
ARJONAYa estáis, señor, fuera de ella.
Yo presenté al tribunal
los testigos que citasteis,
y aunque con bastante afán
y harto temor, porque alguno
quisiera volverse atrás,
juramos lo que vos mismo
les quisisteis declarar,
y probamos que aquí obrasteis
en virtud del poder Real
que os dió en secreto la Reina;
mas que su deslealtad
conociendo, al Rey y al reino
quisisteis de ella guardar.
Que sorprendiéndoos también
ella y Sesé vuestro plan,
en su antecámara misma
os iban á asesinar,
habiendo comprado el brazo
de un vigoroso gañán
con quien en secreto hablaron
antes de haceros llamar
á su presencia, en su cámara
para más seguridad
la misma Reina ocultándole;
todo lo que, si es verdad
que es una impostura grande,
nadie lo podrá negar,
porque todo el mundo vió
que estaba aquel Satanás
con el acero en la mano,
y con él pronto á lidiar
vos, señor, al mismo tiempo.
GARCÍAPero ¿y ese hombre?
ARJONA Ya está
también, por mi buena industria,
colocado en buen lugar.
GARCÍA¿Preso también?
ARJONA Nada de eso,
nadie con ese hombre da;
mas como yo le he colgado
con ellos grande amistad,
y han dicho todos que él solo
robó el caballo, además
de matar al que servía
la caballeriza Real,
y con pase de la Reina
se salió de la ciudad,
está condenado, á habérsele,
á la pena capital.
El Rey además, furioso
del silencio que en guardar
se obstinan Sesé y la Reina,
crédito mayor os da.
Y en fin, la Junta y los grandes
tan confundidos están,
y las leyes tan explícitas,
que nada que temer hay.
Ya veis que en todo parece
de parte nuestra el azar.
GARCÍAPero, Arjona...
ARJONA ¡Qué, señor!
GARCÍAAunque todo va derecho
á nuestro bien, de lo hecho
me da espanto, me da horror.
Es mi madre.
ARJONA Pero...
GARCÍA Di,
¿no habría mejor camino
por donde echar su destino?
ARJONAHay uno, mucho que sí.
GARCÍA¿Cuál? ¿Cuál?
ARJONA Que vos ante el Rey
declaréis vuestra impostura,
y cambiéis de sepultura
con la Reina.
GARCÍA ¿Esa es la ley,
Arjona?
ARJONA No hay más remedio.
Si os habéis vos de salvar,
fuerza ha de ser derribar
á todo el que esté por medio.
La pena del acusado
cae en el acusador
si sale aquél vencedor;
conque moriréis quemado.
GARCÍAY tú, tú que tantas trazas
hallas siempre para todo,
¡me abandonas de este modo!
¡Callas!... ¡Oh, me despedazas
el alma, Arjona!
ARJONA Señor,
me estáis confundiendo, y callo,
porque remedio no os hallo
si os falta vuestro valor.
GARCÍANo son de pavor, Arjona,
los pesares que me oprimen,
es que veo que mi crimen
pesa más que la corona;
es que me espanta el castigo
que les impone mi encono,
y que me espanta ese trono
que con su sangre consigo.
Si huyéramos...
ARJONA Imposible.
GARCÍAAusente el acusador...
ARJONAFuera el peligro mayor
para vos.
GARCÍA Y ¿no es posible,
burlando la vigilancia
del Rey don Sancho, fugarnos
ambos á dos, y ampararnos
de Cataluña ó de Francia?
ARJONAImposible: no hay camino
que por el Rey no se guarde,
don García, y ya es muy tarde
para torcer el destino.
GARCÍADe ese modo...
ARJONA Es lo mejor
que en el empeño sigáis,
hasta donde más podáis,
con inflexible valor.
Si vencéis, aun la esperanza
tenéis de calmar la ley,
su vida pidiendo al Rey:
todo quien vence lo alcanza.
GARCÍA¡Ira de Dios! Seguiré.
El infierno es quien lo hace:
seguiré, pues que le place.
Vamos.
ARJONA ¿Dónde?
GARCÍA Yo no sé.
El Rey me aguarda, á él me voy;
lo que exigirá no sé,
mas todo lo emprenderé
según sintiéndome estoy.
De mi maldad me amedrento,
y este afán, esta agonía,
no sé si es, ¡por vida mía!
furor ó arrepentimiento.
La fortuna arrastro en pos
de mí, mas con tal afán,
que presumo que así irán
los réprobos ante Dios.
Sí, soplo infernal me anima
de espíritu tan perverso,
que abriría al universo
a mis plantas ancha sima.
Un vértigo, un torbellino
me arrebata en pos de sí.
Vamos, Arjona, de aquí,
y cúmplase su destino.
Escena V
DICHOS y MELENDO
MELENDOEl Rey aguarda, señor.
GARCÍAVoy.
(Vanse D. García y Arjona.)
MELENDONo sé qué de funesto
revela ese hombre en su gesto,
que el mirarle da pavor.
Algún horrible secreto
le acosa con saña fiera,
porque si él el justo fuera,
no anduviera tan inquieto.
Mas ella..., ¡pobre mujer!
En fin, por si la interesa,
este escrito voy apriesa
en sus manos á poner.
(Abre la torre en que está la Reina.)
Escena VI
LA REINA y MELENDO
REINA¿Quién es?
MELENDO Señora, yo.
REINA Mi carcelero.
MELENDOPésame de ello...
REINA Gracias, caballero;
cumplid vuestro deber. ¿Qué nuevo insulto
venís á hacerme?
MELENDO Duéleme, señora,
que me tratéis así, cuando á ofreceros
venía mi favor desde esta hora...
REINA¿Cómo?
MELENDO Reina, escuchad: yo he presenciado
vuestro juicio, y he visto que os condenan
las pruebas.
REINA Falsas son, falsas, Melendo.
MELENDOSeñora, así lo entiendo,
y á fe que me ha espantado ver á un hijo
acusando á su madre, y no comprendo
que, tan noble cual vos, una matrona
de su esposo manchara la corona.
REINA¿Eso más?
MELENDO Don García así lo dijo.
REINA¡Villano!
MELENDO Que á Sesé con torpe audacia
ofrecisteis el trono, y en secreto
conspirabais los dos con tal objeto;
que él os le sorprendió, y hecho á la parte
no hallando otro remedio,
el Rey tan lejos y él tan vigilado,
alzó otro bando con silencio y arte
para salvar el reino amenazado.
Y en fin, que vuestros muchos desafueros
y escandalosas tramas,
solamente á su Rey descubriría
y con testigos cien los probaría,
dispuesto estando á mantenerse en todo
y á mostrar sus servicios verdaderos
á voluntad del Rey de cualquier modo.
Le oyó en secreto el rey don Sancho; y luego
de larga conferencia,
salió iracundo y respirando fuego
para firmar no más vuestra sentencia.
REINA¡Gran Dios!
MELENDO Interpusieron pronto ruego
los grandes y prelados;
mas por él con dureza rechazados,
confirmaron sentencia tan extraña
midiendo sus razones por su saña.
REINA¿Así la lealtad de tantos años,
el amor y la fe, don Sancho olvida,
crédito dando á pérfidos amaños?
MELENDOMas espera que vos...
REINA Nunca, Melendo;
antes mil veces perderé la vida.
MELENDOMas si inocente sois, una palabra
decid que os justifique.
REINA No la tengo,
Melendo; en vano lidia
la inocente virtud con la perfidia.
En el confuso dédalo enredado
de esas acusaciones impostoras,
mi lengua y mi razón se perdería,
y cayendo en un lazo preparado,
más criminal tal vez. parecería.
MELENDOMas ved que quiere oiros.
REINA Es en vano,
nada tengo que hablar; pues leyes tiene,
que mi causa por ellas mida y vea,
ellas dirán lo que á su honor conviene:
y si él mal las emplea,
á Dios responda cuando tiempo sea.
Así se lo diréis. Soy inocente,
y justificación no necesito,
y si cree el universo en mi delito,
ante su Dios el universo miente.
MELENDOMiente, sí, miente; mas importa mucho
que limpia ante él aparezcáis, señora,
y tal vez haya medio... Un hombre ahora
me lo juró también...
REINA (¡Cielos, qué
escucho!)
MELENDOY no osando en la torre darle entrada,
os escribió estas letras, y me dijo
que podríais por él ser libertada.
REINADadme, dadme.
MELENDO Leed.
REINA(Leyendo.)
«Señora, si es imposible que nos veamos, no olvidéis que
las leyes os permiten apelar al juicio de Dios, y no ha
de faltar una lanza que se rompa en vuestra defensa,
mientras aliente quien está pronto á morir por salvar el
honor de la Reina de Navarra».
(Representando.)
¿Dónde está el hombre
que esta carta escribió?
MELENDO Por un
postigo
que al río da, con misteriosa seña
ha poco me llamó y habló conmigo;
mas si os inspira ese hombre confianza
y os importa el hablarle,
todo por vos lo arriesgo, iré á buscarlo,
y entrará, de las sombrás al abrigo,
hasta vuestra prisión.
REINA ¡Oh! Hacedlo, amigo,
que ese hombre es mi esperanza.
MELENDOPues fiaos de mí: traza oportuna
buscaré de traerle en el momento;
mas que vuelva á salir de este aposento
antes que empiece á despuntar la luna;
tal vez un centinela le vería
y todo de una vez.se perdería.
REINAId, volad, caballero.
MELENDOUn momento aguardad.
Escena VII
LA REINA
REINA Y ¿en quién
espero?
¿Cúya esta letra es? ¿Quién es ese hombre?
¿Es tal vez un amigo verdadero,
ó es algún arrestado aventurero
que se promete así cobrar renombre?
Debajo de estas líneas mal trazadas
no puso firma, ni señal, ni nombre.
En fin, quien quier que sea,
pues me ofrece una lanza
que en la defensa de mi honor emplea,
es en la tierra mi única esperanza.
Y vos, Señor, que en la invisible altura
tras la cortina azul del limpio cielo
medís la intensidad de mi amargura,
no me dejéis morir en tanto duelo.
Solo del justo protección segura
sois; pues veis mi inocencia, a vos apelo;
atajad de los hombres la malicia,
y mostradles, Señor, vuestra justicia.
Escena VIII
LA REINA, D. RAMIRO y MELENDO
RAMIROSí, se la mostrará.
REINA ¡Vos!
(Reconociéndole á la luz de la lámpara.)
RAMIRO Yo, señora;
que infatigable vuestro honor velando,
mostraré la justicia vengadora
del Dios inmenso que os está juzgando.
MELENDO(Á Ramiro.)
Tomad; temo que alguno nos sorprenda;
con ese saco tosco de soldado
mostraos por si acaso disfrazado,
y aquí que hacéis la centinela entienda.
RAMIROGracias.
MELENDOMas breve sed, que el Rey en breve
á la torre venir acaso debe.
RAMIROPocos momentos bastarán.
MELENDO Yo
guardo
el caracol estrecho...;
mas encajaos pronto ese tabardo,
y adiós.
RAMIRO Prémieos él lo que habéis hecho.
Escena IX
LA REINA y D. RAMIRO
REINACaballero...
RAMIRO(Interrumpiendo.)
Escuchadme; lo sé todo:
la diabólica astucia con que supo
don García volver por raro modo
contra vos lo que en él tan solo cupo;
sé de don Sancho y de la Junta el fallo,
y sé que me condena
a morir por ladrón de su caballo,
lo cual me trae á mí con poca pena;
sé que es justificaros imposible
en plazo corto, que harto enmarañado
el nudo veo de su trama horrible;
mas sé también que el término alargado
de la sentencia vuestra, yo en mi brío
y en mis razones vuestra causa fío.
Vos escribid al Rey; vuestra inocencia
protestad; como horrendo sacrificio,
apelad de su bárbara sentencia
al juicio del Señor, que es el buen juicio.
Yo retaré entretanto á don García
de vil calumniador, campo pidiendo
para luchar con él; esto en el día
lo permite la ley, y no pudiendo
negarlo á nadie, la victoria es mía.
REINAMucho fiáis; mas ignoráis, sin duda,
que es preciso probar...
RAMIRO No os dé
cuidado;
secreto talismán tengo en mi ayuda,
con el que todo me será allanado.
REINAVedlo todo despacio, y que no os ciegue
vuestro buen corazón; ese combate
con un Príncipe Real, tal vez se os niegue.
RAMIRO¿Porque infante no soy? ¡Qué disparate!
Con sólo una palabra que á don Sancho
le diga yo al oído,
le tengo de dejar tan convencido,
que ha de abonarme y le vendrá muy ancho.
REINAMas ved que don García
es hoy el justador más afamado.
RAMIROPor lo que hace á su esfuerzo, es cuenta mía.
Con tigreis y leones me he probado,
y no cedo á hombre alguno en osadía.
REINAMas si entretanto vos en red traidora
caéis, y el plazo tiene fin...
RAMIRO Señora,
ya os he dicho que puede mi palabra
hacer temblar al Rey; pero primero
fuerza es que paso á su justicia me abra,
siendo de vuestro honor el caballero.
Si sucumbo, aun me queda la esperanza
de esta palabra oculta; mas si venzo,
con ayuda de Dios y de mi lanza,
de decirla á don Sancho me avergüenzo,
que él se avergonzaría al escucharla.
Si vengo, sin decirla, á la inocencia,
me vuelvo á desterrar de su presencia,
antes que en su presencia pronunciarla.
REINASer tan incomprensible y misterioso
cuanto tenéis de bravo y generoso,
arcángel protector de mi existencia,
que por doquiera á la defensa mía
salís, entre la niebla más sombría
vuestra razón velando y vuestro nombre,
¿quién sois? ¿Qué recompensa
de mí esperáis?
RAMIRO Ninguna; mas no hay hombre
que abrace con más fe vuestra defensa.
Ni leonés habrá ni habrá navarro
que dé por vos más pronto la existencia,
ni que por vos combate más bizarro,
más premio sin buscar que su conciencia.
REINAMas decidme á lo menos vuestro nombre,
vuestro linaje; sepa en quién espero.
RAMIROSólo á vos le callará, y no os asombre;
si sin ira ni horror le pronunciarais,
valiera en vuestro labio el mundo entero.
REINA¿Mánchale el crimen?
RAMIRO No; pero le
odiarais.
REINA¿Con él á vuestro padre avergonzarais?
RAMIRONo.
REINA ¿Sois, pues...
RAMIRO Vuestro solo caballero,
el solo amigo que valeros puedo,
y que todo por vos ha de intentarlo
mientras un soplo de esperanza quede.
Mas oigo hablar ...; aprisa... entrad, señora,
en el cubo otra vez: si me descubren,
que aquí no os hallen. Diligente ahora,
si os permiten con qué, al tremendo juicio
de Dios la apelación tened escrita
y confiad en él, que en este mundo,
sólo de Dios el justo necesita.
Silencio: entrad, entrad.
Escena X
DON RAMIRO. Después D. GARCÍA
(Don Ramiro corre el cerrojo de la puerta por donde
entró la Reina.)
RAMIROCierro por fuera:
suben..., veamos lo que aquí me espera.
(Se cubro bien con el saco de soldado, aparentando estar
de centinela.)
GARCÍA(Dentro.)
Ya basta, ¡vive Dios! Me importa hablarla,
y orden traigo del Rey.
(En la escena.)
¡Tanta osadía,
y en defender la entrada tanto empeño
ese necio Melendo!
RAMIRO (¡Oh! Don García.)
GARCÍA¡Tal vez tiene razón! ¿Á qué su sueño
turbar? Tranquila acaso en su inocencia,
duerme sin miedo á la fatal sentencia,
mientras que yo ¡ay de mí! tiemblo y me agito
en continuo velar, y aquí en mi pecho,
de la conciencia el torcedor maldito
halla en mi corazón ámbito estrecho.
Sí, por doquier me espanta mi delito,
y en torno de mi mesa y de mi lecho
ronda, y ante mis ojos se presenta,
y ante mí marcha y ante mí se sienta.
Mas venzamos las necias aprensiones
del corazón cobarde...; es fuerza hablarla:
apartaos, quiméricas visiones;
este es el torreón...; voy á llamarla.
(Don García va á poner mano al cerrojo que ha corrido D.
Ramiro. Éste, al verlo, avanza dos pasos hacia él. Don
García se detiene.)
GARCÍAMas ¡cielos! ¿Quién está aquí?
RAMIROUn centinela, señor,
que juzga á inmenso favor
de Dios hallaros así.
GARCÍA¿Qué quieres?
RAMIRO Sólo un momento
que me oigáis...
GARCÍA No es ocasión;
déjame.
RAMIRO Noticias son
para vos de gran contento.
El que el caballo os robó...
GARCÍA¿Cómo, qué? ¿Dónde está ese hombre?
¿Tú le conoces? ¿Su nombre
sabes? ¿Le han cogido?
RAMIRO No;
pero de saber acabo
que os ha retado, señor,
como á vil calumniador,
y mirad que es hombre bravo.
GARCÍAYo á nadie temo.
RAMIRO Aun hay más.
Ya sé que nadie os da miedo
en la lid, mas un enredo
pierde al mismo Satanás.
GARCÍAAcaba, no me entretengas
con necias bachillerías.
RAMIRONo son intenciones mías
perder el tiempo en arengas;
pero ya que os hallo aquí,
voy á haceros conocer
lo que os importa saber
para gobernaros.
GARCÍA Di.
RAMIROEl Rey, con una francesa
os trataba un matrimonio.
GARCÍASí.
RAMIROPues llevóle el demonio.
GARCÍA¿Qué?
RAMIRO Os robaron la Condesa.
GARCÍA¿Qué diablos estás diciendo,
mentecato? Tú estás loco.
RAMIROEscuchad, que poco á poco
lo iréis, señor, entendiendo.
GARCÍA¡Voto á...
RAMIRO La Condesa huyó,
con un galán, de su casa;
su buen padre, hecho una brasa,
que les siguieran mandó
por doquiera... ¡Inútilmente!
No parece ni uno ni otro.
Pues bien; ese hombre..., el del potro,
ha escrito á vuestro pariente
el buen Conde de Bigorre,
diciendo que la robasteis
vos, y á todos la ocultasteis
guardándola en esa torre.
GARCÍAMas cuando ese hombre me achaca
el rapto de esa doncella,
¿qué espera de mí? ¿Qué de ella?
O ¿qué consecuencia saca?
RAMIROUna, señor, muy sencilla:
que á acusaros de raptor
envía un embajador,
el de Bigorre á Castilla.
GARCÍA¿Y qué? Tan sandia impostura
desmentiré.
RAMIRO Aunque lo hagáis,
la cosa no es tan segura
como vos lá imagináis.
GARCÍANo te entiendo.
RAMIRO El robador
de la doncella, el amante,
es también ese tunante...,
el del caballo, señor.
GARCÍAMe confundes cada instante
más.
RAMIRO Pues poco hay que entender:
¿no habéis preso á la mujer
que tenía ese bergante
en la quinta que con fuego
destruisteis para así
cogerle rehenes?
GARCÍA Sí.
RAMIROPues bien; él os torció el juego.
Os dejó que la cogierais,
para obligaros después
á que, probando quién es,
de ella á Francia respondierais.
GARCÍAPero en mi poder estando...
RAMIRO¡Quia! A ofenderla, ¡vive Dios!
dará Francia sobre vos,
por la venganza clamando.
De modo que con lo mismo
que os pensabais vos salvar,
os va ese hombre á colocar
á la boca de un abismo.
GARCÍATodo lo comprendo ya.
¿Conque ese hombre, esa quimera,
conmigo por dondequiera
para contrariarme va?
RAMIROYa veis, dondequiera os reta.
Y aquí por calumniador,
y allá en Francia por raptor,
á su capricho os sujeta.
GARCÍAQue venga, pues, ¡vive Dios!
Pues me hace tan cruda guerra,
no cabemos en la tierra
á un mismo tiempo los dos.
RAMIRONo le llaméis, que, á mi ver,
si gritáis con tal vigor,
se os pudiera aparecer,
y estáis sin armas, señor.
GARCÍAQue venga, nada me espanta;
pero el traidor no vendrá.
RAMIRO(Descubriéndose.)
Sí, don García, aquí está;
brotó bajo vuestra planta.
GARCÍA¡Gran Dios!
RAMIRO Oid, don García.
Ya veis que os tengo en un caos;
aun es tiempo, retractaos,
porque la victoria es mía.
GARCÍA¿Tuya? Sueñas; robador
de la hacienda de tu Rey,
te ha condenado la ley
declarándote traidor.
Ni aun siquiera te oirán,
que testigos infinitos
te probaron mil delitos
que á morir te llevarán.
RAMIRONo os ciegue el furor, garcía;
mi causa está ya segura:
meditadlo con cordura,
que aun para ello os doy un día.
GARCÍANo vivirás ni una hora.
¡Nuño, Melendo, traición,
acudid al torreón!
Veremos quién vence ahora.
(Don García, desde la puerta que se supone dar al
caracol, llama bajando un escalón, de modo que oculte
medio cuerpo en el bastidor, volviendo la espalda á la
escena. Don Ramiro le empuja, cierra y corre el
pasador.)
Escena XI
DON RAMIRO
RAMIRO¡Tu furor me hace reír!
¿Piensas, necio, que al entrar
me he descuidado en mirar
por dónde debo salir?
¿Piensas en tu desvarío
que un navarro montañés
no saltará ochenta pies,
teniendo debajo el río?
¿No quieres que entre los dos
haya paz? Bien; haya guerra:
yo he cumplido con la tierra;
ahora que nos juzgue Dios.
(Se lanza por la ventana, y se oye el ruido de un cuerpo
que cae al río, teniendo en cuenta el espacio de ochenta
pies que tiene que recorrer en su caída. Pasado este
efecto, la puerta se abre forzada, entrando por ella don
García, Melendo y soldados.)
Escena XII
DON GARCÍA, MELENDO, ARJONA y SOLDADOS
GARCÍAAquí, aquí está ese traidor;
el que el caballo ha robado,
el que á la Reina ha ayudado.
MELENDO Y ARJONAAquí no hay nadie, señor.
GARCÍA¡Dios! En esos torreones...
MELENDO(Viéndolos todos.)
Y ¿cómo entrarles pudiera,
sí tienen todos por fuera
corridos los aldabones?
GARCÍAEsa ventana...
ARJONA Señor,
imposible por ahí es
un salto de ochenta pies.
GARCÍA¿Qué es esto? ¡Dios vengador!
MELENDO(Asomándose por la ventana.)
(¡Qué arrojo!)
GARCÍA(Espantado.)
Si estaba aquí,
aquí mismo, en mi presencia.
TODOS¿Quién, señor, quién?
GARCÍA Mi conciencia.
Sosténme, Arjona. ¡Ay de mí!
(Don García desfallece como presa de un vértigo en los
brazos de Arjona.)

El caballo del rey Don Sancho
José Zorrilla

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

El caballo del rey Don Sancho
José Zorrilla

Jornada cuarta
Interior del centro de una tienda de campaña que ocupa todo el
escenario á lo ancho, y que llena á lo largo una sola caja. Esta
tienda, que figura ser la del caballero mantenedor de un reto, y
levantada en un costado de un palenque, está cerrada por el fondo
con dos lienzos que tapan completamente todo el fondo del escenario
y colocados de modo que puedan manifestar, descorriéndose á su
tiempo, todo el palenque que tiene detras. Como esta tienda figura
componerse de tres partes ó habitaciones, las personas salen y
entran por derecha é izquierda.
Escena I
EL REY y MELENDO
MELENDOCalmaos, señor.
REY Melendo,
inútilmente procuras
poner á mi enojo diques
y aplacarme con disculpas.
Ya los vistes cuán tenaces
en su silencio, ni excusas
quisieron dar de los crímenes
que á los dos se les imputan;
ni aun responder se dignaron
de su juez á las preguntas:
y, ¡vive Dios, que ésta ha sido
la mayor de sus injurias!
Melendo, trae á don Pedro,
hagamos la prueba última.
(Vase Melendo.)
Escena II
EL REY
REY¡Oh, ésta es de sueño funesto
pesadilla que me abruma,
es un vértigo, un delirio
de abrasada calentura!
Estoy la verdad tocando,
y el alma incrédula lucha
con la realidad, sin fuerzas
para comprenderla nunca.
El tan leal otro tiempo
y ella tan noble y tan pura...;
pero ¿qué dudo? ¡Insensato!
¡El Príncipe les acusa
de adúlteros y rebeldes,
y el Príncipe es sangre suya,
y para atreverse á tanto
grandes razones le escudan!
¡Oh! ¡Juro á Dios que si insisten
en su silencio, mi furia
todo el rigor de las leyes
les hará pronto que sufran!
Escena III
EL REY, D. PEDRO y MELENDO
MELENDOAquí está.
REY Dejadnos solos,
Melendo. ¡El cielo me acuda!
(Vase Melendo.)
Escena IV
EL REY y D. PEDRO SESÉ
REYSesé, lee ese pergamino;
en él están todas juntas
las graves acusaciones
que á ti y á la Reina imputan.
Los testigos que lo afirman
y el Príncipe que os denuncia,
las han sellado y firmado.
Ahora, si disculpa alguna
tienes, dámela; de no,
con madurez y mesura
lo ha pesado de mis nobles
y mis prelados la Junta,
y os sentencia como infames
á sufrir la pena última.
PEDROSeñor, no habrá en vuestros reinos
quien con más valor la sufra;
pero iremos al martirio,
don Sancho, no á pena justa.
REYPues bien, explícate, Pedro,
líbrame ya de esta angustia:
solos estamos aquí,
solos; nadie nos escucha:
por cuanto encierran sagrado
cielos y tierra, si oculta
hay en tu pecho una causa,
una razón, una excusa
que os justifique á mis ojos,
por compasión, Sesé, búscala.
PEDROSeñor, desde que mis hombros
pudieron con la armadura,
hasta que el peso del casco
me encalveció, la vez única
es ésta en que habéis tenido
en mi fe y en mi honra duda.
Amigo me habéis llamado,
señor, desde vuestra cuna;
como amigo os he servido
en vuestras varias fortunas.
He cuidado vuestra casa,
os he velado en la obscura
soledad del campamento,
y en las lides más sañudas
he puesto el pecho mil veces
ante las lanzas morunas
para defender el vuestro:
y ha cincuenta años, en suma,
que las gotas de mi sangre
se derraman una á una
por vuestro honor y grandeza,
por vuestra prez y ventura.
Jamás intenté venderos,
ni os han extraviado nunca
mis consejos del camino
de la virtud; y ahora juntas
¿creéis que al fin de una vida
que tal lealtad ilustra,
pude hacer tantas infamias,
reo ser de tantas culpas?
REY¡Oh, sí, sí! Cuando recuerdo
los fuertes lazos que anudan
nuestra amistad, la limpieza
de tu honor, que no deslustra,
ninguna mancha bastarda;
cuando oigo la voz robusta
con que en tu favor me grita
mi corazón, se me anublan,
Pedro, los ojos en lágrimas,
y mi conciencia se turba
al ver que os condenan pruebas
que tú ni nadie recusa.
Ante vuestro tribunal
tuvisteis las lenguas mudas.
¿Por qué ¡vive Dios! por qué,
si la inocencia os escuda,
no os defendéis de las leyes
que os abren infame tumba?
PEDRODon Sancho, mil y mil veces
os lo dije en oportunas
ocasiones; vuestras leyes
son incompletas y absurdas:
con ellas el inocente
sucumbe, el malvado triunfa,
y los más atroces crímenes
á su sombra se consuman.
Acusa un vil á un sencillo,
y con infernal astucia
destruye todas las pruebas
que han de obrar en contra suya.
Sus delitos le atribuye,
como vuestro hijo, lo jura;
los jueces vense indecisos,
y él, para borrar su duda,
se ve joven y alentado,
ve que aquel á quien acusa
es viejo, ó mujer, ó débil,
y con audacia segura
dice: «Aquí estoy con mi lanza
pronto á sostener mi injuria».
La ley lo consiente, y siempre
vence la fuerza y la astucia.
Y ¡vive Dios, rey don Sancho,
que á ser, cual era, robusta
mi mano, yo con el Príncipe,
empeñaría la lucha!
Mas ¡ay, el cielo á los débiles
contra los fuertes no ayuda!
REYMas esa es la ley que rige,
y ésa es fuerza que se cumpla.
Sincérate, pues, ante ella,
pues ante ella te denuncian.
PEDRORey don Sancho, si en vuestra alma
no está escrita mi disculpa;
si con vos no me defiende
vuestra convicción, que acuda
el verdugo; este es mi cuello;
ni yo sé dar más excusa,
ni á saberla la daría:
sabéis mi honor y mi alcurnia.
REYMas esas pruebas...
PEDRO Son falsas
apariencias.
REY Pero abundan
los testigos.
PEDRO Son comprados.
REYTe han hallado veces muchas
en el cuarto de la Reina
en altas horas nocturnas.
PEDROVelado he por vuestros reinos
con ella, y las damas suyas
no faltaron de su cámara
jamás.
REY Hoy mismo, disputa
escandalosa mantuvo
contra el Príncipe, en su pública
antesala, en favor tuyo.
PEDROEra su causa la injusta,
y yo cumplía las órdenes
de mi Rey.
REY Con maña astuta
te sorprendió tus secretos.
PEDROY yo sus tramas obscuras:
supe que vuestro caballo
era la señal oculta
de una rebelión.
REY Dispuesta
para sofocar la tuya,
para guardar de vosotros
mi corona.
PEDRO ¡Virgen pura!
A partir, para obligaros,
vuestra dignidad augusta,
para obligaros en él
á hacer su total renuncia.
REYDe eso os acusa á vosotros,
que viendo que su bravura
os malograba el proyecto,
hicisteis por mano oculta
robar mi mismo caballo,
que era su señal última.
PEDROVed lo que decís, don Sancho,
que el robo no fué obra suya
ni nuestra, fué de un tercero
enviado vuestro.
REY ¡Impostura
semejante! ¿Enviado mío?
PEDRONo puede en eso haber duda:
trajo vuestra firma y sello.
REY¡Mientes, traidor!
PEDRO Vuestra injusta
intención veo, don Sancho,
manifiesta.
REY Y yo la tuya,
pues de tus mismos delitos
aun a mí propio me culpas.
PEDRO¿Negáis vuestra firma y sello?
Basta, señor, que se ofusca
vuestra razón, y olvidando
vuestro decoro, me insulta
vuestro labio; y si creéislo
como el labio lo pronuncia,
sois fiscal que me acrimina,
no juez que recto me juzga.
Vuestro hijo os codició el reino
con ambiciosa locura,
y yo el reino os defendía
con voluntad absoluta.
Si á mí sus faltas me cargan
y mi lealtad me usurpan,
y escucháis vos las palabras
de los que así me calumnian,
yo os juro, Rey, por el Dios
que se sienta en las alturas,
que me sirven de vergüenza
las heridas que me cruzan
el pecho, que por ti expuse
con lealtad bien estúpida.
REYCon esas mismas palabras
protesta quien os acusa.
PEDROPues miente como un villano.
REYEs mi sangre.
PEDRO La que nunca
mereció ver en pro suyo
mi espada leal desnuda.
REY¡Traidor!
PEDRO El no haberlo sido
es el pesar que me abruma
hoy, que hacia mí, sin razón,
vuestra voluntad se muda.
REY¿Sin razón? ¡Viven los cielos!
Y ¿en cuál tu inocencia fundas,
si á nada me has respondido,
ni hay un testigo que arguya
en tu favor, cuando en contra
testimonios se acumulan?
PEDROEntonces, ¿en qué se para
vuestra majestad sañuda?
Pues que os estorbo en la tierra,
abridme la sepultura.
De mí para deshaceros
no os andéis buscando arbitrios,
decid: Me importa que muera,
y haced que laley se cumpla.
REYBasta, que esa pertinacia
con que mi poder insultas
y mi venganza provocas,
mi clemencia sobrepuja.
Veo la diestra falacia
con que evitas mis preguntas
y las cuestiones complicas
con falsedades absurdas;
veo que me niegas todas
mis reconvenciones justas,
esquivándote de todas
por no resolver ninguna.
Y en ese afán despechado
con que mi coraje azuzas,
veo que, al verte perdido,
la muerte con ansia buscas.
PEDROSí, rey don Sancho, la busco,
que á mi dolor más se ajusta,
que tu ingratitud odiosa,
la más deshonrada tumba.
REYY la tendrás.
PEDRO Pronto sea;
su obscuridad no me asusta,
que es pabellón de reposo
(...) na conciencia pura.
(Sale Melendo.)
¡Hola! Volvedle á su encierro.
(Melendo cierra.)
REYPues defenderse rehusan,
que el cielo se lo demande
y sus destinos se cumplan.
Escena V
EL REY. Luego D. GARCÍA
REYPero ¡qué altivo tesón!
¡Oh, de ese viejo el acento,
para agravar mi tormento
renueva mi confusión!
¡Gran Dios, si fuera posible...
Pero no; ¿cómo podría
caber en mi hijo García
pensamiento tan horrible?
Así mi pena inclemente
á tanto extremo ha llegado,
que temo hallarle culpado
y temo hallarle inocente.
GARCÍA¡Estabais aquí, señor!
REYGarcía, ¿tal vez la hora
llegó ya?
GARCÍA Pronto la aurora
va á alumbrar nuestro dolor.
REYTambién como yo padece.
¡Infeliz!
GARCÍA Sí, padre, mucho;
y esta pena con que lucho,
por horas é instantes crece...
REY¡Hijo!
GARCÍA De mí no soy dueño;
y en mi ardiente frenesí...
ya no encuentro para mí
ni tranquilidad ni sueño.
REYY ¿por qué? ¿Porque leal
á mi defensa acudiste,
y el esplendor defendiste
de mi corona Real?
¿Porque, afrontando el encono
de altivos conspiradores,
entregaste á los traidores
que profanaron mi trono?
GARCÍA¡Oh, callad!
REY Tu corazón
con mis palabras aflijo.
GARCÍASí, sí.
REYEl vasallo y el hijo
cumplieron su obligación.
Ahora ya no hay qué esperar
sino morir.
GARCÍA (Suerte impía.)
REY¡Y era tu madre! García,
ven, ven conmigo á llorar;
llora su infelice suerte,
ya que el destino cruento
te escogió por instrumento
de su castigo y su muerte.
Llora, y luego á sostener
nuestra justicia te apresta,
para cumplir lo que resta
de tu penoso deber.
GARCÍA¡Mi madre!
REY ¡Cuánta ternura!
GARCÍA¿No hallará clemencia en vos?
REY¡Clemencia! Téngala Dios
de mi negra desventura.
Contra su torpe malicia,
como esposo y como rey,
fié al brazo de la ley
su crimen y mi justicia.
Y yo su tremendo fallo
respetaré, porque así
la ley se respete en mí
como en su primer vasallo.
Mas si no puedo estorbar
su riguroso suplicio,
y este horrible sacrificio
es ya fuerza consumar,
no vea yo en ti, hijo mío,
ese afán que no te deja,
ese dolor que te aqueja
desesperado y sombrío.
GARCÍA¡Ah! Consideradlo vos;
y si ver mi alma pudierais,
yo sé que os estremecierais.
REYPon tu confianza en Dios.
Deber fué en ti, no malicia,
y hoy, para mejor probanza,
aquí sostendrá tu lanza
tu inocencia y mi justicia.
GARCÍA(Si eterno este dolor es,
ya no hay para mí existencia.)
REY(Acercándose á la cortina de la tienda.)
¡De día ya!
GARCÍA (Mi conciencia
me va arrastrando á sus pies.)
Señor...
REY Mira, ya veloz
el alba á rayar comienza.
GARCÍA(De temor y der vergüenza,
ni doy aliento á mi voz.)
REYAdiós; voy á disponer
que la ceremonia empiece.
GARCÍAOidme...
REY¿Qué te estremece?
Cumplamos nuestro deber.
(Vase.)
Escena VI
DON GARCÍA
GARCÍA¿Qué iba yo á hacer? A revelar mi infamia;
pero ¿qué revelar pudiera yo
á quien vive en la fe de que aun abriga
un soplo de virtud mi corazón?
¡Hijo me llama el infeliz llorando,
hijo que reino y honra le salvó!...
¿Cómo decirle al miserable viejo:
Padre, yo soy un vil calumniador?
No; me arrastra inflexible mi destino
por la senda del mal, y á rastra voy,
cual zarza estéril que arrebata el viento,
á caer en la eterna perdición.
Pero llegan: ¿quién va?
Escena VII
DON GARCÍA y ARJONA
GARCÍA(Al verle.)
¡Tan presto, Arjona!
ARJONAYa comienza del alba el resplandor,
y ya el pueblo las gradas del palenque
á ocupar turbulento comenzó.
GARCÍA¡Maldito quien me trajo hasta este trance,
maldita, sí, mi estúpida ambición!
ARJONAYa no es hora, señor, de meditarlo,
el día va á rayar.
GARCÍA Déjame, Arjona;
siento que mi osadía me abandona.
ARJONASeñor...
GARCÍA Vacilo, sí; no sé ocultarlo.
Aquel hombre fatal..., ¡él era, él era!
ARJONASombra de la turbada fantasía.
GARCÍANo, Arjona, realidad.
ARJONA ¿Cómo pudiera...
GARCÍATodo ese hombre lo puede en contra mía.
Quien del fuego voraz le puso fuera,
de las aguas también lo sacaría.
ARJONA¡Del fuego os acordáis! Pues ¿no os dije?
De su quinta una cava, hasta la ermita
por senda subterránea dirige:
Torras la halló, y entrándose por ella,
fué como dió con la mujer.
GARCÍA ¡Maldita
mi imprevisión! En una y otra cita,
allí acechóme su infernal destreza.
ARJONAMas le cuesta el acecho la cabeza.
GARCÍADel secreto poder que le acompaña,
todo lo temo, Arjona; en todas partes
mis pasos sigue su presencia extraña
sin que le estorben puertas ni baluartes.
Todo le es familiar, todo lo encuentra
fácil en contra mía; favorece
todo su fuga: en el alcázar entra
tras de mí en las prisiones..., y parece
que, sombra de mí mismo desprendida,
los instantes me cuenta de la vida;
y si un soplo de calma me adormece,
brota, dice aquí estoy, y en la tendida
cavidad del espacio desparece.
ARJONASuperstición del corazón medroso,
don García: aunque impávido y astuto,
es un hombre no más, y de hombre á hombre...
GARCÍANo me vieras ¡por Dios! irresoluto
para emprender la lid, si solamente
de lidiar se tratara frente á frente.
ARJONAMas ¿qué de él teméis ya? Del Rey vasallo,
notorio siendo que robó el caballo,
y estando pregonada su cabeza,
no se presentará.
GARCÍA ¡Ven, insensato!
Si ningún defensor no se presenta,
¿no ves, imbécil, que á mi madre mato?
Y es idea ¡ay de mí! que me amedrenta.
ARJONAAun la podéis salvar: si nadie acude,
sois dueño de su vida: suplicante
á don Sancho acudid, ante ella misma...
GARCÍA(Horrorizado.)
¿Yo? ¿Yo me he de poner de ella delante
otra vez? No, jamás...: piensas en vano:
primero que sufrir tal agonía,
los ojos, Lucas, con mi propia mano,
y el corazón, feroz me arrancaría.
ARJONAPues aun es tiempo..., desistid cobarde,
desmentíos; mas ved que en esa hoguera
que del verdugo ante las plantas arde,
el uno de los dos fuerza es que muera.
GARCÍA¡Sella, asesino vil, sella esa boca,
porque tu pecho miserable abriga
sangre de hiena y corazón de roca!
ARJONASeñor, tan sólo vuestro bien me obliga,
porque con vos me salvo ó con vos muero;
mas perdonad, señor, que tal os diga:
ceder ahora, es decir al mundo entero
que ni valiente sois, ni caballero.
GARCÍA¡Ah!...
ARJONA Se dirá de vos con mengua y saña,
«Nada en tal hombre por entero cupo:
ni crimen ni virtud fué en él hazaña,
ni aun ser infame, sino á medias, supo...»
¡Gran memoria de un Príncipe de España!
GARCÍAPues bien; si no me cumple esa memoria,
si al crimen nada más caminar puedo,
tal borrón dejaré sobre mi historia,
que á la futura edad imponga miedo.
(Tumulto fuera.)
¿Oyes? Ya ruge el pueblo ahí agolpado,
del horrible espectáculo sediento:
voy ¡vive Dios! a dársele colmado;
nunca le vió más bárbaro y sangriento.
(Suenan las trompetas.)
¡Ah, pronto la señal!
ARJONA(Asomándose á la tienda.)
El sol asoma.
GARCÍA(Poseído de un vértigo.)
¡Oh infierno, regocíjate! ¡Como ésta
no han preparado tus furores fiesta
ni en los circos idólatras de Roma!
(Trompetas.)
VOCES FUERA¡Pregón, pregón! ¡Silencio!
ARJONA Los
heraldos
ya el combate pregonan.
GARCÍA ¡Esto es
hecho!
Cada cual ante Dios con su derecho.
HERALDO(Dentro.)
«Oid, oid, oid. Vasallos de D. Sancho, Rey de Navarra,
de Aragón y de Castilla. El buen caballero D. García,
Príncipe de estos reinos, ha aceptado el combate á que,
en uso del derecho que las leyes les conceden, han
apelado la reina D.ª Nuña y D. Pedro de Sesé, acusados
de criminal inteligencia y descubierta rebelión. Y
siendo entrambos crímenes de lesa majestad, las leyes
les condenan á la pena del fuego, si al transponer el
sol la línea del horizonte no se presenta caballero
alguno que quiera mantener su causa. Si esto
aconteciere, y el acusador saliere vencido, sufrirá la
misma pena en lugar de los acusados, como la ley lo
dispone; si saliere vencedor, serán quemados en este
mismo palenque los acusados, con él cuerpo del caballero
su defensor, que dando desde luego condenados á la pena
capital todos los que resultaren cómplices de su
traición. El Rey ofrece asimismo doscientos marcos de
oro á cualquier vasallo suyo que asegure la persona del
traidor que extrajo de las Reales Caballerizas su mejor
caballo de batalla, asesinando para ello á su guardia y
palafreneros. Esta es la justicia del Rey. Vasallos del
Rey, acatad la justicia del Rey. ¡Viva D. Sancho, Rey de
Navarra!»
PUEBLO¡Viva!
GARCÍA¡Qué agonía, gran Dios! Cíñeme, Arjona,
esa fatal espada,
y que quede á favor de esta celada
encubierta á mi pueblo mi persona.
(Se cala la visera.)
¡Oh! Estoy seguro que en mi horrible gesto
se ve mi odioso crimen manifiesto.
VOCES DEL PUEBLO
UNA¡Allí están! ¡Allí están!
OTRA¡Ya traen á los acusados!
OTRA¡Quién tal pensara de tan buen caballero como don
Pedro!
OTRAPor eso mismo es más grande su delito.
OTRABien dicho. El Rey les había colmado de beneficios.
OTRAY lo vendían, mientras él conquistaba á los moros
nuevos señoríos.
OTRASon unos infames; les van á atar á los postes de
hierro como á los villanos.
OTRAS¡Bien, bien!
OTRAS¡Viva la justicia del Rey!
TODOS¡Viva!
(Tumulto.)
VOCES¡Silencio! ¡Silencio!
OTRASYa bajan los jueces del campo.
OTRAS¡Silencio! Escuchad.
UNO DE LOS JUECES
DEL CAMPO«Vasallos del Rey, oid. La hora del juicio ha
llegado ya. La liza queda abierta desde este punto; y si
al pasar el sol la línea del horizonte no anuncian los
clarines un defensor, el verdugo cumplirá con su deber».
MUCHAS VOCES¡Bien, bien!
(Aplausos, ruido, etc.)
GARCÍA¡Ea! Ha llegado la tremenda hora.
Siento que Dios del corazón me arranca
el germen de su fe consoladora,
y en las venas la sangre se me estanca.
¡Sí, sí; de esta diabólica contienda
viene todo el infierno á ser testigo!
Vértigo..., sed de crimen me devora.
¡Ea, corre los lienzos de esa tienda,
y el infierno desde hoy sea conmigo!
(Arjona manda á los pajes con una seña que abran la
tienda. Éstos corren a un tiempo la cortina partida en
dos que cierra su fondo y que cubre el teatro, y aparece
un vasto palenque, cuyos andamios están llenos de gente
del pueblo. En el fondo de este palenque se ve un altar;
delante de, él, el verdugo, que, con una tea encendida
está pronto á encender la leña hacinada alrededor de la
Reina y de D. Pedro, que estarán atados á dos postes de
hierro y uno á cada lado del altar. Por sobre los
andamios se cierra el horizonte con pintorescas
montañas. El sol acaba de salir por encima de unos
cerros desiguales, y derramando sobre la escena la
rosada luz de la mañana.)
PEDROSeñora, ¿no tenéis otra esperanza?
¡Oh! Si mi brazo fuerte todavía
estuviera...
REINA El de Dios á todo alcanza.
PEDROCreo que Dios también nos abandona.
REINASólo él puede apreciar nuestra agonía;
que inútiles con él dolo y falsía,
lo que castiga ve y lo que perdona.
PEDRONo tengo esa virtud; soplo mundano
me anima aún el corazón terreno,
y voy la hiel de que le siento lleno
sobre ellos á verter.
(Al pueblo.)
Pueblo villano,
Rey infame..., escuchad.
VOZ EN EL PUEBLO
¿Qué es lo que dice?
OTRADejadle hablar.
OTRAS ¡Silencio!
(El pueblo calla después de largo chicheo.)
OTRAS Oid.
PEDRO Rey
fiero,
sin fe ni ley: el Dios á que apelamos,
que indefensos morir nos deja infiero;
mas ante él de tus leyes protestamos.
Ella inocente, y yo buen caballero,
al tribunal de Jesucristo vamos,
y al inmolarme con tal vil castigo,
Rey, Príncipe, villanos..., yo os maldigo.
(Don García se tapa la cara con las manos, exhalando un
¡ay! desesperado.)
GARCÍA¡Ay!
VOCES DEL PUEBLO ¡Nos insulta! ¡Muera!
OTRAS ¡Muera!
OTRAS
¡Muera!
(La Reina demuestra voluntad de hablar.)
VOZLa Reina quiere hablar.
VOCES ¡Mueran!
OTRAS
Oidla.
OTRASSilencio. Oid. Callad.
(Otro largo chicheo. El pueblo calla.)
REINA Sin culpa muero;
mas aunque Dios por causa soberana,
que indefensos morir nos deja infiero,
yo como Reina moriré, y cristiana.
Sí; yo inocente, y él buen caballero,
seremos ante Dios esta mañana;
mas aunque me inmoláis, no os guardo encono.
Hijo, esposo, vasallos..., yo os perdono.
PUEBLO¡Bien, bien!
GARCÍA ¡No puedo más!...
(Don García pone mano á la daga. Arjona le detiene.)
ARJONA
Señor, teneos.
¿Qué queréis intentar?
GARCÍA Morir, Arjona.
Déjame.
ARJONA No.
VOCES ¡La hora se pasa!
OTRAS
¡Mueran!
OTRAS¡Mueran, mueran!...
UNA VOZ Ninguno les abona.
Culpables son, pues Dios les abandona.
OTRASYa dan los jueces la señal...
OTRAS La
hoguera
va á prender ya el verdugo.
GARCÍA ¡No, no
quiero;
no puede más mi corazón de fiera.
¡Sálvese, sí!
(Don García va á salir de la tienda, en cuyo momento
suena la seña de un agudo clarín. Don García se
detiene.)
ARJONA ¡El clarín!
PUEBLO ¡Un caballero!
Escena VIII
DICHOS y D. RAMIRO
(Se presenta D. Ramiro armado de pies á cabeza: el
esclavo etíope, de quien se hace mención en los
anteriores actos, vestido á la oriental, con turbante
blanco y con un collar de oro en señal de esclavitud,
conduce de la brida el hermoso caballo de batalla del
rey D. Sancho, magníficamente caparazonado y
empenachado. Un paje con los colores de la Casa Real de
Navarra y Castilla trae el escudo y la lanza de D.
Ramiro. Éste tira un guantelete á los pies de D. García
y dice en alta voz:)
RAMIROAquí estoy, llego á tiempo todavía;
y os declaro á la faz del mundo entero
torpe y vil impostor, mal caballero,
calumniador infame, don García.
VOCES¡El caballo del Rey!
OTRASÉse es el que le ha robado.
OTRAS¡Qué descaro, qué atrevimiento!
OTRASNo puede combatir, no es caballero, está declarado
traidor y condenado á muerte.
OTRAS¡Muera!
OTRAS¡Sí, sí, que muera también con ellos!
OTRAS¡Prendedle, matadle!
UNANingún villano puede ceñirse armadura Real.
OTRAS¡Muera, muera! Allá van los jueces del campo.
TODOS¡Bien, bien!
(Los jueces del campo, con algunos soldados, se dirigen
hostilmente hacia D. Ramiro. Éste toma rápidamente el
escudo de manos del paje, y descolgando el hacha de
armas del caparazón del caballo, los hace retroceder.)
RAMIRO¡Mentís! Derechos tengo á esta armadura,
yo puedo entrar con ella en la batalla.
PUEBLO¡Muera, muera! Cogedle.
RAMIRO ¡Atrás,
canalla!
REY DE ARMAS¡Paso al Rey, paso al Rey!
REY ¿Quién
atrevido
mi ley insulta y su delito ostenta,
y con mis propias armas se presenta?
RAMIROOidme una palabra.
REY Di.
RAMIRO Al oído
(Don Ramiro se acerca al oido del Rey. Éste se
estremece, y volviéndose á los suyos, dice:)
REYAtrás, señores; retiraos.
GARCÍA ¡Cielo!
Con sola una palabra..., aun al Rey mismo...
RAMIRO(Á D. García.)
Ya lo veis..., á no ser por mi buen celo
por vuestra alma, la echáis en el abismo.
REY¡Oh! Concluid ¡por Dios! si este secreto
sabéis. ¿Quién sois?
RAMIRO(Con calma.)
Señor, antes de todo
que inocentes no sean el objeto
de la mofa del vulgo.
REY De ese modo,
¿queréis...
RAMIROQue libres sean, ó en voz alta
al vulgo vil relataré esa historia.
REYNo, no. Libres están.
RAMIRO Al punto vengan,
y en silencio escuchando se mantengan.
(El Rey hace una señal, y van á traer á la Reina y Sesé.
La tienda se cierra como al principio del acto.)
Pues os mostráis, don Sancho, tan celoso
de vuestro Real honor, que una sospecha
mal probada por labio mentiroso,
presa tan noble á los verdugos echa,
quiero, señor, que doña Nuña sepa,
antes que el duelo con mi vida acabe,
lo que en el alma de sus jueces cabe
cuando creen que la infamia en ella quepa.
Escena IX
DICHOS. LA REINA y SESÉ, á una seña de D. Ramiro
RAMIROYa están aquí...; silencio, estadme atentos;
vos también escuchadme, don García,
y si después de oirme unos momentos
la espada alzáis, encontraréis la mía.
(Todos escuchan con asombro y ansiedad. Don Ramiro
domina la escena, y recita con dignidad y calma.)
Conocí una mujer..., su nombre Caya.
REY¡Dios Santo!
RAMIRO Es grande historia. Esta
matrona,
casada con un noble de Vizcaya,
su sien ceñía con feudal corona.
Un mancebo..., su nombra no hace al caso,
se prendó de su garbo y hermosura;
y ella incauta, él audaz, paso tras paso
fuéles prendiendo amor en red segura.
Él amante, altanera la matrona,
«á todo (la dijo él) por ti me atrevo:
¿quieres cambiar por otra esa corona?»
Y ella, que le entendió, picó en el cebo.
Una noche el Barón, su noble esposo,
a manos pereció de unos bandidos;
dolióse ella del caso lastimoso,
mas siguieron de entonces más unidos
los dichosos amantes. ¡Ay! ¿Qué dicha
es segura en la tierra? El mozo osado
heredó á poco un reino, y por desdicha
de Caya, otra mujer con el reinado.
El la aceptó, pues le traía en prenda
otra corona más, y aunque fingía
falaz con Caya, al fiin cayó la venda
que el corazón amante la cubría.
Dejóla el Rey, y en vez del matrimonio
que la ofreció, del reino desterróla
firmándola un inútil testimonio
para un infante que del Rey quedóla.
Y esta mujer, errante y expatriada...
(Se interrumpe.)
REINA, REY Y SESÉ¡Acabad!
RAMIRO Sucumbió tras largo duelo,
a su hijo dando de la edad pasada
noticia, y por el Rey pidiendo al cielo.
REY¡Dios mío! ¿Y aquel hijo?
RAMIRO Asió una
lanza,
y en Palestina y Francia aventurero
vivió, guardando siempre una esperanza
de ser al fin un noble verdadero.
Topó en Francia por fin á una condesa
que á otro príncipe estaba prometida,
la sedujo y huyó con la francesa,
y aquí vinieron á pasar la vida.
REINAProseguid.
RAMIRO Á favor del pergamino
que dió el Rey á su madre, pasó este hombre
vida sin porvenir y sin destino,
sin descubrir su origen ni su nombre.
Dió el caso, que á un traidor, que conspiraba
por impensado azar, halló la huella,
y como en nada este hombre se ocupaba,
dió en seguir holgazán el rastro de ella.
Dios les puso á los dos frente por frente,
y por doquier se hallaban: disponía
el uno en unas ruinas plazo y gente,
y el otro sus secretos sorprendía.
Y...
REY, REINA Y SESÉ ¿Qué?
RAMIRO Ya en concluir veo que tardo;
secreto es que callárosle no debo,
(Á la Reina.)
Vos la ofendida sois.
(Al Rey.)
Vos el mancebo;
don García el traidor, y yo el bastardo.
(Don Ramiro presenta al Rey el pergamino en cuestión,
hincando la rodilla en tierra.)
REYSí, es mi firma. ¡Hijo mío!
(Abrazo rápido.)
RAMIRO Ahora,
García,
ciertos de la verdad ambos estamos;
si me tiendes tu mano, ésta es la mía;
si en tu demanda estás, al campo vamos.
REINATened, tened; el dedo del destino
manifiesto está aquí, y á la inocencia
el justiciero Dios abre camino.
REYSí, perdona un error...
REINA(Interrumpiendo.)
Que no acrimino.
REYYo revoco mi bárbara sentencia.
RAMIROY yo abrazo la causa de mi hermano:
deróguese la ley, y en su delito
sea el único juez... Dios Soberano.
(De rodillas.)
Su perdón os propongo.
REINA Yo le admito.
(Á D. García.)
Pastor tiene la Iglesia, cuya mano
tiene poder y crédito infinito
de atar y desatar... Tu culpa llora,
y de Roma no más perdón implora.
GARCÍA(De rodillas.)
¡Madre!
REINA Mas oye: don Ramiro debe
dar la mano á tu esposa prometida,
y en tu lugar también mando que lleve
tu parte de heredad por mí traída.
Sí: pues solo él á defender se atreve
mi calumniado honor con su honra y vida,
ved en qué precio su virtud estimo:
mi primogénito es; le legitimo.
REYAcepto. Abrid, heraldos, esa tienda.
(Lo Hacen y vuelve á quedar á la vista del público el
palenque, cuya arena han ocupado ya los villanos, que,
contenidos por los soldados, forman un numeroso grupo
alrededor de la tienda.)
Pues mis armas vistió, ya es caballero:
pregonadlo á mi pueblo, y que esto entienda.
Yo le doy mi caballo: que altanero
sobre él las calles cruce; de la rienda
le lleven Reyes de armas, y que atienda
Navarra á que es su Príncipe heredero.
(Clarines y atabales en señal de pregón, y algo lejos
tumulto, vivas. Traen más al centro de la escena. el
caballo de D. Sancho. El pueblo se agolpa en derredor.)
(Á D. Ramiro.)
Ea, á caballo tú.
REINA(Á D. García.)
Tú, escolta toma,
y á implorar parte tu perdón de Roma.
GARCÍA(Con afán, y pronto á partir.)
Sí, partiré; mas á la vuelta mía,
si traigo, madre, un corazón sincero,
¿puedo esperar de vos...
RAMIRO(Interrumpiéndolo y atajando á la Reina, que va á
responder.)
Sí, don García;
yo tras ti quedo; vé, y en mi fe fía:
buen hermano seré; buen caballero.
(Don Ramiro y D. García se dan la mano, y éste parte por
la izquierda seguido de Arjona, que se habrá confundido
con la multitud durante la anterior escena. Don Ramiro
monta á caballo, alejandose todos en tumulto
aclamándole. Los Reyes de armas, de pie sobre los
andamios del palenque y tremolando los pendones de
Castilla, Navarra y Aragón, gritan cada cual á su
correspondiente turno.)
(El que tiene el pendón de Castilla, dice:)
¡Viva la Reina de Castilla!
PUEBLO¡Viva!
(El que tiene el de Navarra, dice:)
¡Viva el rey don Sancho de Navarra!
PUEBLO¡Viva!
(El que tiene el de Aragón, dice:)
¡Viva el príncipe don Ramiro, Rey de Aragón!
PUEBLO¡Viva!
(Los villanos aplauden, tiran por alto los birretes,
etc. Tumulto.)