ANDRÓMEDA y PERSEO

Pedro Calderón de la Barca

Personas que hablan en él:


Salen en tropa, cantando y bailando, la GRACIA [y
el AGUA] con un espejo; la CIENCIA [y el AIRE] con un
airón de plumas; la IGNOCIENCIA [y el FUEGO] con un manto
imperial; y la VOLUNTAD [y la TIERRA] con un azafate de frutas y
flores; y, detrás, ANDRÓMEDA, como
vistiéndose, y el ALBEDRÍO


MÚSICA:           "Los años floridos    
               de Andrómeda hermosa,
               beldad destos montes,
               deidad destas selvas,
               ufano los cuente    
               el mayo con flores,
               feliz los señale
               el sol con estrellas."
 
ANDRÓMEDA:         ¡El espejo!


Mírase en él, tomándole la
GRACIA del elemento del AGUA


                                Peregrina
               es en todo mi belleza.   
               ¿Qué, Humana Naturaleza, 
               te falta para divina?
                  Los cielos no hicieron, no,
               cosa, en todos sus modelos, 
               más hermosa. Ni aun los cielos   
               son tan bellos como yo;
                  pues sus orbes de cristal 
               obra inanimada han sido
               y yo, con alma y sentido,
               soy fábrica racional.  
                  El Centro, mi padre fue,
               de la Tierra; ella es mi madre;
               y, aunque por madre y por padre, 
               humilde nací, no sé
                  que aje, por más que revuelva      
               el sol su edad presurosa. 

ELLA y MÚSICA:    "Los años floridos
               de Andrómeda hermosa, 
               deidad de este monte,
               beldad de esta selva."    

ALBEDRÍO:         Infanta, idos poco a poco;    
               que, si altiva a veros llego,
               vos tendréis la culpa, y luego
               dirán que yo soy el loco; 
                  pues, siendo vuestro Albedrío,     
               según dicen por ahí,
               vos usaréis mal de mí
               y vendrá el daño a ser mío.
GRACIA:           Bien en mi puro cristal,
               por ser obsequio que haces    
               a tu Hacedor, te complaces;
               pues siendo la original
                  Gracia yo, en que te has crïado,
               cuando en mí viéndote estás,
               ningún defecto hallarás.  
ALBEDRÍO:      Sí; mas temed que, manchado,
                  llegue a eclipsarse su pura
               luna y, algún día, veáis
               un cadáver cuando vais
               a mirar una hermosura.   
                  Temed del tiempo las huellas,
               para que vuestros verdores...

ÉL y MÚSICA:     "...ufano los cuente
               el mayo con flores;
               feliz los señale  
               el sol con estrellas."

ANDRÓMEDA:       ¡El manto!


Tómale la IGNOCIENCIA del elemento del
FUEGO


IGNOCIENCIA:                   Ya su imprudencia
               no anunciará tu desgracia,
               viendo que al don de la Gracia
               se sigue el de la Ignociencia.     
                  Real púrpura, su color,  
               en jeroglífico, dice 
               que eres la reina felice
               del universo.


Llega [la VOLUNTAD] con las flores del elemento de
la TIERRA


VOLUNTAD:                      Mejor 
                  lo dirá la voluntad 
               con que yo, en flores y en frutos, 
               reconozco los tributos
               que debo a la majestad.


Llega [la CIENCIA] con las plumas del elemento del
AIRE


ANDRÓMEDA:        ¡Las plumas! ¿Tú las traes?
CIENCIA:                                     Sí. 
               La Natural Ciencia soy   
               y, así, las plumas te doy,  
               para volar desde aquí,
                  con las alas de mis plumas,
               a la superior esfera. 
ALBEDRÍO:      Volad, pero de manera 
               que no deis en las espumas.   
ANDRÓMEDA:         En cuatro dotes noté,
               si consulto mis alientos, 
               que están los cuatro elementos
               simbolizados. Si fue     
                  el del Agua el cristalino  
               espejo en que me copió
               hoy la Gracia, ya se vio;
               y ya se vio, si previno 
                  la Ignociencia la imperial 
               púrpura, color de Fuego,    
               que ella es su elemento; luego,
               si la Ciencia Natural
                  plumas me da con que vuele
               mi fama, que el Aire es; 
               y si la Tierra, después,    
               no hay fruta y flor que no anhele
                  la Voluntad cultivar
               para que me sirva hoy, 
               ¿quién puede dudar que soy  
               el más perfecto ejemplar    
                  que vio el sol, pues a ver llego
               que la Gracia, la Ignociencia,
               la Voluntad y la Ciencia
               en Agua, Aire, Tierra y Fuego 
                  me asisten, dando al ser mío  
               cristales, pompas, honores,   
               ciencias y frutos y flores
               a vista de mi Albedrío?
AGUA:             A tu obediencia, señora,      
               dones que engendran virtudes  
               harán que solicitudes
               nuestras digan desde ahora
                  que ellas son, en cuyo celo
               Dios sus tesoros encierra,    
               y por quien son, en la tierra,     
               los frutos dones del cielo.
ALBEDRÍO:         Sí, mas duráraos poco, 
               si las llegáis a enojar. 
ANDRÓMEDA:     Basta; volved a cantar,    
               que está muy cuerdo este loco.   

MÚSICA:           "Los años floridos
               de Andrómeda hermosa,
               beldad de estos montes,
               deidad de estas selvas,
               ufano los cuente
               el mayo con flores,
               feliz los señale
               el sol con estrellas."


Dos cruzados 


ANDRÓMEDA:         ¿Cúya aquesa letra es?
CIENCIA:       Letra y tono es mío.
ANDRÓMEDA:                         No dudo
               que uno y otro sólo pudo    
               ser desvelo tuyo; pues   
                  siendo, en el felice estado
               de tanto aplauso inmortal,
               tú la Ciencia Natural,
               de que el cielo me ha ilustrado,   
                  sólo tuya ser podía    
               letra y voz que tanto eleva,
               porque a la Ciencia se deba
               la música y la poesía. 
                  Y, aunque es verdad que jamás 
               nada tanto me ha agradado,    
               solamente he reparado
               en el nombre que me das.
                  ¿Por qué Andrómeda; y por qué,
               ya que la licencia usaste     
               poética, y le disfrazaste,  
               en el de Andrómeda fue?
CIENCIA:          La Natural Ciencia soy,
               de que, como has dicho aquí,
               el cielo te ilustró.
ANDRÓMEDA:                         Sí. 
CIENCIA:       Como investigando voy    
                  altas cosas cada día,
               entre imágenes no vanas,
               letras divinas y humanas
               revolví en la fantasía.   
                  En las humanas hallé,    
               por la docta astrología, 
               que una Andrómeda sería
               de la Tierra hija; con que, 
                  a las divinas pasando,     
               aunque ser fábula vi,  
               por si contuviese en sí
               alguna alusión, dudando  
                  dónde o cómo se eslabona,
               anteví en San Isidoro  
               que el bello esplendor del oro,    
               que en tus rizos se corona,
                  andrómadas, en el griego
               idioma, quiere decir. 
               Y, volviendo a proseguir,     
               Enrico Estephano luego   
                  dice, andrómada, en el sacro 
               frase, es la florida edad;
               y androdeas, la deidad,
               la estatua y el simulacro.    
                  Yo --viendo que señas tantas  
               tu rara hermosura encierra,
               pues, siendo hija de la Tierra,
               tu perfección adelantas, 
                  de que una y otra virtud   
               expliquen en ti el poder 
               de su Autor al florecer
               la edad de tu juventud,
                  y que ser tu ser alcanza
               simulacro soberano,      
               que hizo de tierra su mano    
               labrado a su semejanza--
                  de todos estos sentidos
               que en sí el griego frase trae,
               androdeas, androae    
               y andromacas reducidos,
                  un nombre proprio saqué,
               viendo convenir en ti
               todas sus señas, y así
               Andrómeda te llamé.  
ALBEDRÍO:         Yo creí ser droga, pues 
               récipe esperé, por Dios,
               de andrómaca, dragmas dos
               y androdeas uncías tres.
ANDRÓMEDA:         La etimología he notado     
               y, por lograrte el concepto   
               en lo alegórico, acepto
               ese nombre que me has dado;
                  y por que la sutileza
               esté atenta a este auto, viendo  
               que soy Andrómeda siendo    
               la Humana Naturaleza,
                  ninguna me llame ya
               de otra suerte; y pues el prado,
               de matices esmaltado,    
               su hermoso albergue nos da
                  --siendo, a honra de su pincel, 
               cada emparrado una sombra,
               cada matiz una alfombra,
               y cada copa un dosel,    
                  donde en tonos diferentes
               diviertan nuestras congojas
               los compases de las hojas,
               las cláusulas de las fuentes, 
                  cuyos concentos suaves,    
               por toda la azul campaña,
               sonoramente acompaña
               la música de las aves--,
                  venid conmigo cantando
               por esa orilla del mar,  
               que pretendo desvelar
               mis altiveces notando
                  esa playa, que con suma 
               soberbia al cielo retrata
               y apenas monte es de plata    
               cuando aún no es selva de espuma.     
GRACIA:           Razón tiene tu atención
               de mirar su maravilla.
ALBEDRÍO:      Sí; y en ser desde la orilla
               tiene mucha más razón.    

VOLUNTAD:         ¿Por qué?
ALBEDRÍO:                   Por aquel vulgar
               refrán de hablar de la caza 
               y comprarla en la plaza;
               hablar de la guerra 
               y ni oílla ni vella;   
               hablar de las Indias     
               y ni vellas ni oíllas;
               y hablar de la mar
               y en ella no entrar.

ANDRÓMEDA:         Dejadle; y la letra vuelva    
               que fue de mi nombre glosa.   

ELLA y MÚSICA:     "Los años floridos
               de Andrómeda hermosa,
               beldad de este monte,
               deidad de esta selva." 


Terremoto y dice el DEMONIO dentro


DEMONIO:          "Ni ufano los cuente 
               el mayo con flores,
               ni el sol los señale   
               feliz con estrellas."
               
ANDRÓMEDA:        ¡Esperad! ¿Qué confusión
               tan nueva y tan singular 
               se escucha dentro del mar?
GRACIA:        Prodigios no vistos son  
                  los que en sus senos encierra.  
CIENCIA:       Es verdad, pues en sus senos,
               con relámpagos y truenos,   
               amenaza cielo y tierra.


Terremoto



VOLUNTAD:         Colérico, altivo y ciego,     
               rayos a forjar se atreve.     
IGNOCIENCIA:   ¿Quién vio volcanes de nieve
               inundar campos de fuego?      
GRACIA:           No hay orbe a quien no se atreva
               su verdinegro arrebol.   
CIENCIA:       A ser cíclope del sol  
               sobre sí mismo se eleva. 


Terremoto


ANDRÓMEDA:        Ya, en partidos horizontes,   
               apagar sus luces fragua,
               poniendo montes de agua  
               sobre piélagos de montes.
ALBEDRÍO:         Aun no es eso lo peor,
               sino que, arrojando llamas,   
               de ovas, de conchas y escamas, 
               un monstruo aborta. 
TODOS:                            ¡Qué horror!  
ANDRÓMEDA:         Cortando la espuma helada,
               por salir a tierra anhela.
TODOS:         Ya no nada, sino vuela.
ALBEDRÍO:      ¿Vuela?
TODAS:                 Sí.
ALBEDRÍO:                 ¿Y eso es nonada? 
                   Es muchísimo.
IGNOCIENCIA:                    ¡Qué espanto!   
CIENCIA:       ¡Qué temor!
VOLUNTAD:                   ¡Qué admiración!  
GRACIA:        ¡Qué asombro!
ANDRÓMEDA:               ¡Qué confusión!
               ¿Dónde podré, cielo santo,     
                  guarecerme si, tal vez 
               que empaña el sol con su aliento,     
               dejando de ser del viento     
               pájaro, del agua pez,
                  fiera de las fieras, viene 
               amenazando la tierra?
GRACIA:        Contra su sañuda guerra,    
               huir, Andrómeda, conviene;  
                  que sólo se vence, huyendo,
               enemigo tan crüel.  
ANDRÓMEDA:     ¿Cómo es posible hüir de él,
               absorta y ciega?
LAS TRES:                        Siguiendo   
                  nuestros pasos.
GRACIA:                            Ven, que como  
               no nos pierdan tus extremos 
               de vista, salvar podremos     
               alma y vida.
ANDRÓMEDA:                    Al oíros, tomo
                  nuevo aliento; mas, ¡ay triste!,     
               que con la senda no encuentro.     
               ¿Dónde voy a dar?


Tropieza y va a dar en brazos del CENTRO de la
TIERRA


CENTRO:                           Al centro
               de la Tierra en que naciste;  
                  que, como en él consideres
               --asistida de Ignociencia,    
               Gracia, Voluntad y Ciencia--
               lo que fuiste, lo que eres
                  y lo que serás, confío 
               venzas ese monstruo fiero;
               y más cuando considero 
               que vienes con tu Albedrío.      
ANDRÓMEDA:        ¡Ay, que es loco!
TODOS:                              Sé tú cuerda.
               Ven; no temas.


Llévanla entre todos [y dice el DEMONIO
dentro]
 

DEMONIO:                      ¿Cómo no     
               ha de temer, si voy yo
               para que todo lo pierda? 


Sale al tablado


                  El profeta Isaías,  
               viendo apagar en las tinieblas frías
               de mi esplendor la llama,     
               lucero de sus piélagos me llama; 
               el águila divina,      
               que del sol a los rayos se examina,     
               dragón de las espumas; 
               y en otras mil definiciones sumas, 
               viendo a tormentas mi ira reducida,
               bestia del mar Basilio me apellida.     
               Con estas opiniones,     
               y con que siempre son tribulaciones 
               las aguas en la pura,    
               misteriosa lección de la Escriptura,
               ¿quién dudará que puedo   
               --torpe embrión de esa marina foca    
               que, víbora, me aborta por la boca--
               salir a dar --ya que informado quedo    
               de otro disfraz--, en este horror y miedo,
               al universo Centro de la Tierra,   
               robándole la joya, a quien encierra,  
               temeroso de mí, verde alquería, 
               con quien es noche el rosicler del día?    
               Alta empresa me mueve, 
               tanto que, para que con ella salga,     
               es fuerza que me valga   
               de aquélla que sin ser a ser se atreve. 
               Conficionado horror de fuego y nieve,   
               añadido veneno a mi veneno,
               ¡oh tú, que el pavoroso obscuro seno  
               de esa bruta coluna 
               del venenoso monte de la luna 
               habitas, ponzoñosa  y escondida, 
               mágico parasismo de la vida,
               madre horrible del sueño,   
               alimentada furia del beleño,     
               susto de los mortales,
               línea a los bienes, término a los males,         
               mesonera del llanto,
               huéspeda de los reinos del espanto,   
               reloj de los momentos,   
               precisa acotación de los alientos,
               separación penosa 
               de la más dulce unión. ¡Oh tú, horrorosa
               imagen de la culpa y de la muerte, 
               que en piedra o bruto al racional convierte,      
               a pesar pareciendo, de lo bello, 
               un áspid cada crin de tu cabello;     
               cada semblante, un ceño de tu ira; 
               y, en fin, oh tú, que darte no se escusa   
               el equívoco nombre de que hoy usa     
               retórico el concepto de la fama,
               pues siendo culpa y muerte!
               

Sale MEDUSA
 

[MEDUSA]:                                    ¿Quién me llama?
               Mas no lo digas, que ya veo quién eres.
DEMONIO:       ¿En qué?
MEDUSA:                  En que al ir a pronunciar Medusa,  
               te respondo, me ves y no te mueres. 
               ¿Qué es, pues, lo que me quieres,
               que en derrotado traje de tormenta      
               me buscas?
DEMONIO:                   Sólo que me estés atenta:
               De rebeldes espíritus caudillo...
MEDUSA:        La Apocalipsis sé, no hay que decillo.
DEMONIO:       ...al mismo Dios le presenté batalla.
MEDUSA:        Ezequiel lo dirá; no hay que contalla.     
DEMONIO:       Diome el ver un bosquejo, una belleza...
MEDUSA:        Ya sé que fue la gran Naturaleza.
DEMONIO:       ...ocasión al despecho, que hasta hoy lloro.
MEDUSA:	       Lo rencorioso de tu amor no ignoro.	      
DEMONIO:       Y lleno de temores y recelos...
MEDUSA:        También sé lo rabioso de tus celos.
DEMONIO:       ...sentí al instante el fuego que en mí lidia.  
MEDUSA:        Ya conozco el veneno de tu envidia.
DEMONIO:       Y en fin, perdí la acción en lid tan dura,...
MEDUSA:        El bien, la luz, la gracia y la hermosura... 
DEMONIO:       ...quedando de mi patria desterrado...
MEDUSA:        ...a perpetuas tinieblas condenado.     
               Hasta aquí sé de tus desdichas graves.
DEMONIO:       Pues oye desde aquí lo que no sabes.

                  Ese bellísimo encanto,   
               ese bellísimo asombro
               de la hermosura --a quien yo, 
               por no adorarla, la adoro,
               usando en mí de los dos
               afectos más poderosos, 
               más encontrados y opuestos,
               pues son el amor y el odio--, 
               tan postrado, tan rendido,
               tan sujeto, tan penoso
               me tiene que, hasta que pueda 
               llamarla mía, dispongo
               no perdonar al deseo     
               medio ninguno de todos
               cuantos discurre un amante
               y cuantos piensa un celoso.   
               Andrómeda la ha llamado
               la voz de no sé qué tono  
               que hoy, en la tranquilidad
               de su paz, compuso el ocio.
               Con esta causa, porque,  
               viéndome marino monstruo,
               su disfraz y mi disfraz  
               convengan el uno al otro,
               embrión de las espumas
               y de las ondas aborto,   
               salí a aqueste sitio, envuelto
               en ovas, fuego, humo y polvo,      
               donde, siguiendo la línea
               que tan a dos luces corro, 
               por empresa he de llevar 
               en el escudo del rostro 
               esculpido "Finis-Ero,"   
               pues de sus dichas y gozos
               he de ser fin; cuya letra
               nombre me ha de dar famoso    
               de Fineo, pues Fineo
               o "Finis-Ero" es lo proprio.  
               Ésta, pues, deidad humana,
               hija de amasado lodo
               en el Centro de la Tierra     
               --padre suyo-- en un hermoso
               jardín asistida vive   
               del siempre sagrado coro
               de Ninfas Virtudes, que, 
               jurada reina de todo,    
               hacen que los elementos
               la tributen, por despojos,    
               el Agua, claros cristales;
               el Fuego, reflejos rojos;
               la Tierra, sabrosos frutos;   
               y el Aire, blandos favonios. 
               Y, aún no contenta con esto,     
               sobre estado tan dichoso
               de gracia y naturaleza,
               aspira a ocupar el solio 
               que perdí. No sé, no sé, 
               cuando estas razones formo,   
               para qué salí del agua,
               si con el aire me ahogo.
               Mas sí sé; pues fue a valerme  
               de ti; que, si al numeroso
               ejército de mis ansias 
               le entra el auxiliar socorro
               de tus encantos, no dudo
               que he de salir victorioso.   
               Compónme un hechizo; pues,
               si como a culpa te invoco,    
               de ser la culpa hechicera
               David me dará el apoyo, 
               diciendo que por la culpa     
               es bruto el hombre; si, como
               muerte, mágica te llamo,    
               Samuel hablará en mi abono, 
               dándole voz al cadáver;
               y si, en retóricos tropos   
               de alegórico concepto,
               como a Medusa te nombro  
               es por convenir en ti
               alusiones de uno y otro,
               pues, muerte o culpa, hacer sabes  
               bruto al hombre, piedra o tronco.
               Y así, compónme un hechizo,    
               otra vez a decir torno,
               en su tósigo tan fuerte
               o en su conjuro tan prompto,  
               que a mi amor la incline o que
               quede incapaz para otro. 
               Tenga logro el rencor, ya
               que no tenga el amor logro;
               que si tú de aqueste monte  
               sales, y yo de este escollo,
               tú a atraerla con tu hechizo,    
               y yo a llevarla en mi robo,
               no dudes que el Centro quede
               de la Tierra tan dudoso, 
               que caduque, titubeando, 
               al desquiciar de sus polos,   
               si se cai o no se cai,
               todo ese pendiente globo 
               que borra la luna a giros     
               y el sol ilumina a tornos.
MEDUSA:        No sé de qué especie o qué   
               género son tus ahogos, 
               que los oigo como ajenos
               y los siento como proprios.   
               Júpiter, dios de los dioses,
               si a la metáfora torno      
               --pues ya de otros empezada
               fuerza es seguirla nosotros--;
               Júpiter, dios de los dioses,     
               desde su supremo trono,
               anteviendo que yo había,    
               si me introducía en los cotos
               de sus vedados jardines,
               de ser en ellos destrozo      
               de sus frutas, siendo en ellos
               el ábrego, el cierzo, el noto    
               que los encendiese a rayos 
               o los apagase a soplos,
               allá en su divina idea,     
               por que de mí huyesen todos
               --al ver mi semblante, ciegos;     
               al oír mis voces, sordos--,
               previno desfigurar
               las facciones de mi rostro    
               tanto que nadie me viese
               que no figurase absorto  
               el ser áspides la crencha
               que cai de la frente al hombro,
               con tal horror de mí misma, 
               que, por no verme, no oso
               --con miedos de basilisco,    
               que al verse se mata él proprio--
               en un arroyo aun a verme, 
               sin enturbiar el arroyo. 
               Conque, huyendo de mí, habito,
               sin más ser, este horroroso      
               monte, entre el mar y la tierra,
               medio risco y medio escollo,
               hasta tener ocasión    
               en que vengar mis oprobios.
               Y así, valiente Fineo  
               --que ya como a tal te nombro--,
               puesto que a buscarme vienes
               y que, a tu sombra, el arrojo 
               de manifestarme al mundo,
               cómplice de tus enojos,     
               en tu valor me asegura, 
               a seguirte me dispongo,
               que también me importa a mí    
               ir a ser; y más si noto
               que aquesa Naturaleza,   
               que hoy goza tantos adornos,
               es quien ha de introducir
               la culpa por el demonio, 
               y por la culpa la muerte;
               y así, atropellando estorbos,    
               lleguemos a su jardín, 
               asaltemos su frondoso
               sitio y de nuestra secreta    
               mina, sus baluartes rotos,
               desmantelados sus muros, 
               desembocados sus fosos, 
               entremos a sangre y fuego;
               que si una vez en él pongo  
               la planta y de mi tocado
               desprendo un cabello solo,    
               él derramará el veneno
               que dentro del pecho escondo
               en las causas naturales,      
               que mejor que ella conozco.
               Ven, que si a ella el nombre dio   
               de Andrómeda un blando tono,
               por ser juventud florida,
               simulacro o mauseolo,    
               por agricultura, a mí, 
               menos blando y más ruidoso, 
               otro me dio el de Medusa,
               que significa lo proprio. 
DEMONIO:       Pues ya que, de nuestra sorda 
               pólvora, el callado plomo 
               brecha nos ha abierto al bello     
               recinto de sus contornos,
               ¿qué esperas? Ese cristal
               enturbie tu venenoso     
               tósigo, pues es ponerte 
               tú misma a ti misma en cobro.    
MEDUSA:        Dices bien; en esta fuente
               el primer hechizo pongo;
               mas, ¡ay de mí!
DEMONIO:                       ¿Tiemblas?    
MEDUSA:                                    Sí.
DEMONIO:       ¿De qué?
MEDUSA:                 De que reconozco 
               que antes ha de ser el Agua   
               el antídoto piadoso
               que, de la Gracia auxiliado,
               lave la mancha del lodo  
               con que enturbiarla pretendo;
               y más cuando en ella formo  
               un espejo no manchado 
               en que me quiebre los ojos.
DEMONIO:       Pues ponle en aquestas flores.     
MEDUSA:        Sí haré; mas, ¡ay!, que tampoco
               en ellas puedo.
DEMONIO:                       ¿Por qué?   
MEDUSA:        Porque el cándido pimpollo
               de una azucena, que aún no
               el virgen botón ha roto     
               --símbolo de la ignociencia
               en lo puro y en lo hermoso--,      
               en granos de oro contiene
               un escondido tesoro;
               que no hay ponzoña que pueda     
               inficionar granos de oro.
DEMONIO:       Pues inficiona a estas vides.      
MEDUSA:        El mismo daño conozco.
DEMONIO:       Tala estas mieses.
MEDUSA:                           No puedo.
DEMONIO:       ¿Cómo de ellas huyes?
MEDUSA:                              Como    
               la Ciencia, que está de guarda, 
               me amenaza, si las toco, 
               no sé en qué forma, a quien yo, 
               aun vista en sombras, me postro. 
DEMONIO:       Pues ya que en vides, en mieses,   
               en flores y en fuentes topo
               defendidos los objectos  
               que en singular te propongo,
               apesta el aire, que es
               común aliento de todo:      
               perezca todo.
MEDUSA:                      Sí haré,
               ya al aire el veneno arrojo;  
               mas no, que a un ave, que llena 
               de gracia sulca sus golfos,
               tan alta la Voluntad     
               la lleva, que de los rojos
               rayos del sol coronada,  
               me ha deslumbrado.
DEMONIO:                          ¿De modo
               que, en agua, tierra, aire y fuego, 
               si tus temores recorro,  
               cristal, flor, ambiente y luz,
               diciendo está lo imperioso  
               de ignociencia, gracia, y ciencia
               y voluntad...
MEDUSA:                      ¿Qué?
DEMONIO:                           ...que todos
               los frutos que al hombre da   
               el cielo tienen su logro
               en que las Virtudes sean 
               quien solicite[n] sus colmos?  
MEDUSA:        ¿Eso dudas?
DEMONIO:                    No lo dudo,
               que a mi pesar lo conozco,    
               pues no nos queda resquicio
               por donde entremos nosotros.  
MEDUSA:        Sí queda.
DEMONIO:                ¿Cuál?
MEDUSA:                        Este árbol,
               en cuyo vedado tronco,
               supuesto que no es ni ave,    
               ni flor, ni aliento, ni arroyo,
               atrevidamente osada 
               mi mortal hechizo pongo.
DEMONIO:       Y yo el Árbol de la Muerte 
               desde este instante le nombro.     
MEDUSA:        ¿Qué haremos para atraer
               por aqueste sitio umbroso     
               a Andrómeda?
DEMONIO:                    Su Albedrío,
               poco de mí temeroso,
               hacia aquí viene; y si yo   
               entre mis brazos le cojo,
               ella se vendrá tras él;   
               y podrá ser que su hermoso
               fruto... 
MEDUSA:                 Ya llega a ocultarte
               tú, mientras yo en él me escondo,   
               a engañarla con la voz,
               sin ver su muerte en mi rostro,    
               hasta que pierda la Gracia.


Sale el  ALBEDRÍO


ALBEDRÍO:      Nunca yo fuera curioso,
               pues no me atreviera --antes  
               de saber si el señor monstruo
               se habrá vuelto a la marina 
               calesa en que cabe él solo--
               a volver aquí, traído
               del apetecido antojo     
               de las manzanas de un árbol,
               que por aquí...
DEMONIO:                      ¡Date, loco,   
               a prisión!
ALBEDRÍO:                ¿Cómo he de darme,
               si soy libre? ¿No es un tonto
               quien tal piensa?
DEMONIO:                        ¡No des voces!    
ALBEDRÍO       A darlas mil veces torno. 
               ¡Cielos! ¿No hay quien me socorra? 


[Dice PERSEO dentro]


PERSEO:        Sí, que por ellas respondo 
               yo, pues para sólo dar
               al afligido socorro,     
               en alada exhalación
               la esfera del aire rompo.     


Sale ahora


               ¡Suelta la presa, tirano!
DEMONIO:       ¿Quién eres, que tan brïoso
               osas competir conmigo?   
PERSEO:        Soy quien soy. 
DEMONIO:                      No te conozco;
               quita la banda, que es   
               tupida nube, del rostro.
               Sepa con quién lidio.
PERSEO:                              No ha
               llegado el tiempo forzoso     
               en que has de saberlo. Baste
               que ahora sepas que es mi heroico  
               valor el que está diciendo,
               librándoles de ti a todos, 
               que sobre el albedrío no    
               tiene dominio el demonio.
DEMONIO:       Ni en el acero que esgrimes,       
               que es rayo tan poderoso
               que dando horror al horror,
               que dando asombro al asombro, 
               ha de obligarme a que, huyendo
               sus abrasados enojos          
               segunda vez, en aquel
               escamado Bucentoro, 
               de cuyo buque la ira     
               me hizo náutico piloto,
               perturbe en bandido rumbo,         
               infeste en pirata corso, 
               los mares con mis tormentas,
               los montes con mis abordos,   
               hasta inundar todo el orbe
               en venganza de este oprobio;       
               si ya no es que antes le vengue
               algún áspid ponzoñoso 
               de los muchos que enroscados  
               quedan al pie de esos troncos.         


Vase


PERSEO:        Ahora y entonces tú y él  
               seréis mi triunfal despojo.
ALBEDRÍO:      Sepa usted, seor rebozado, 
               que yo soy un loquitonto,     
               que es peor que loco a secas,
               y que, aunque el favor conozco,    
               no sé agradecer, y así
               quiero le agradezcan otros.
               ¡Bella Andrómeda, Virtudes  
               y Elementos! ¡Venid todos,
               venid; veréis a quién debo     
               la libertad, y vosotros
               la libertad y la vida!



Salen todos


Las VIRTUDES:  Albedrío, ¿qué alboroto 
               es éste?     
Los ELEMENTOS:          ¿De qué das voces?
ANDRÓMEDA:     ¿Cómo aquí, sin temor, solo 
               te quedaste?
ALBEDRÍO:                    No quedé, 
               que después vine curioso,
               motivado de una fruta    
               de quien aún dura el antojo. 
               Con el señor monstruo di,   
               y con el señor no monstruo; 
               y, librándome, le hizo
               volverse al mar, temeroso.    
ANDRÓMEDA:     El favor que a mi Albedrío
               habéis dado, reconozco;     
               y así, para agradecerle
               sabiendo a quién, el embozo
               os suplico que corráis.     
PERSEO:        Perdonad, prodigio hermoso,
               que hasta el prefinido tiempo           
               que una belleza, a quien rondo
               en los disfraces de amante
               para las dichas de esposo,    
               merezca llamarla mía,
               nadie me ha de ver el rostro;      
               en cuyo intermedio, a causa
               de que nunca pude ocioso
               estar, quise que mis hechos   
               --para llegar más airoso,
               cuando a declararme llegue--,      
               mi fama hiciese notorios
               a todo el orbe. Y así,
               con los azules rebozos,  
               que a imitación son de nubes
               cortinas de sacro solio,           
               mi valor, siempre invencible,
               mi espíritu, siempre heroico,
               de otra patria en que nací  
               me sacó, con tan piadoso, 
               noble y desinteresado         
               fin, que su pretexto es sólo
               buscar aventuras que
               sean venturas para otros;     
               con que viendo ser mi empeño
               sabio a un viso, altivo a otro,         
               Minerva, que de las Ciencias 
               deidad apellida el ocio,
               me dio el cristalino escudo;  
               Mercurio, en los artes docto, 
               el templado acero; bien       
               pudiera decir que a logro, 
               que, más que dados, parece
               que a victorias se los compro.     
               Dígalo vuestro Albedrío,
               pues apenas su voz oigo,      
               cuando de la sugestión 
               acudí a darle socorro.
               Y así, pues la gratitud     
               que me ofrece el generoso
               afecto vuestro os estimo           
               --porque para mí no hay gozo
               más que ver agradecidos--,
               no atribuyáis a desdoro     
               no verme ahora; y ya que
               con mis señas os informo         
               en humanas letras, haga
               en las divinas lo proprio.
               Las humanas dicen --bien 
               que en sentido fabuloso,
               como sin luz de la fe
               que Júpiter, poderoso
               dios de dioses, me engendró
               concebido en lluvia de oro;   
               las divinas, que en rocío, 
               que cándido, puro, hermoso       
               vellón sin mancha cuajó,
               hilada la nieve a copos.
               Y así, mi nombre es en ambas,    
               con seguro de que, como
               conmigo mismo y en mí       
               mismo por mí mismo obro,
               y per se, en latino frase,
               es el que obra por sí solo, 
               bien puedo asentar que, en fe
               del per se, Perseo me nombro.      
               Y pues es el alto asumpto
               de mis alientos brïosos
               hacer bien --a cuyo efecto,   
               a oposición de aquel monstruo
               que undosos campos navega,         
               yo, en el blanco, generoso
               caballo que vio Ezequiel, 
               azules campañas corro--,    
               no será el menor deciros, 
               ¡oh bello prodigio hermoso!,       
               que si, de todos los frutos
               de este jardín, monte y soto, 
               de alguno, que de mortal 
               cicuta, beleño y opio 
               inficionado está, no        
               os guardáis, será forzoso
               morir muriendo; con que, 
               si agradecida al socorro 
               de ver libre al Albedrío
               estáis, pagádmele en sólo    
               no comer de aquella fruta;
               advirtiéndoos que son todos
               vuestros riesgos esos mares,  
               ese árbol y ese escollo.                   


Vase

ANDRÓMEDA: ¡Oye, aguarda! ¿Dónde vas?

               Mira que no puedo, no,
               al viento quitarle yo 
               las alas que tú le das.     
               Mucho que dudar me das,
               viéndote, en acción tan rara,  
               la cara encubrir. Repara
               en que el que hace el mal es quien
               la esconde; que el que hace el bien,    
               ¿por qué ha de esconder la cara?
                  No con tanta ligereza 
               huyas, que nunca fue indicio
               la fuga del beneficio,
               ni el susto de la fineza.     
               Vuelve, pues; no a mi tristeza
               ocasiones a dudar;  
               no me des qué imaginar,
               pues me das qué agradecer;
               que no es hacerme un placer   
               dejarme con un pesar.
                  Más veloz que el mismo viento 
               vuela. En vano voces doy.
ALBEDRÍO:      Con todo esto, aún yo me estoy
               a las manzanas atento.   
ANDRÓMEDA:     Ciencia, tú, a mi sentimiento,
               qué es morir me has de decir.    
CIENCIA:       Dejar de ser.
ANDRÓMEDA:                ¿Y añadir
               al morir "morir muriendo?" 
               ¿Cómo he de morir no siendo,     
               si es dejar de ser morir?
CIENCIA:          Como en tu humana fortuna  
               hay, si del bien usas mal,
               dos muertes: la natural
               del cuerpo será la una;     
               la otra, del alma.
ANDRÓMEDA:                   ¿Y ninguna
               podré excusar?
CIENCIA:                      Sí; y las dos.    
ANDRÓMEDA:     ¿Cómo?


[Salen] IGNOCIENCIA y VOLUNTAD

 
                      Resignando en Dios, 
               advertida de la Ciencia.
VOLUNTAD:      Mi voluntad.
IGNOCIENCIA:                Mi ignociencia.  
ALBEDRÍO:      ¿Cómo calláis, Gracia, vos?
GRACIA:           Como, por mí, hablando vi     
               que están las Virtudes bellas;
               y mientras la asistan ellas, 
               no llega su error a mí.     
ANDRÓMEDA:     Decidme, pues, ¿cómo aquí,
               ya que en vosotras me fío,  
               podré, entre logro y desvío, 
               distinguir el mal del bien?
CIENCIA:       Esa distinción a quien      
               le toca es al saber mío,
                  pues me toca el proponer   
               y al Albedrío elegir.
ANDRÓMEDA:     ¿Qué haré para no morir?
ALBEDRÍO:      No llamar médicos; ser   
               alegre, comer, beber;
               y para hacer ahora gana, 
               dígalo aquella manzana.
ANDRÓMEDA:     ¡Qué esmaltado rosicler! 
               ....................[-er]
               .....................[-ana].
                  ¿No es bella, Elementos?
TIERRA:                                    ¿No    
               ha de serlo, si yo he sido
               el que, en la tierra prendido,     
               su tronco fertilizó?
AGUA:          ¿No ha de serlo, cuando yo
               bañé en cristal sus raíces?  
FUEGO:         ¿Y yo, cuando a sus matices
               le dio el sol el lucimiento?  
AIRE:          ¿Yo, cuando el aire el aliento? 
ANDRÓMEDA:     Ya sé que todos felices
                  la formasteis, para que,   
               cuando mi Albedrío la viera,
               a gustarla me moviera;   
               y así...
CIENCIA:               ¡No hagas tal!
ANDRÓMEDA:                        ¿Por qué?
CIENCIA:       Porque aquesa fruta fue
               la que vi que señaló 
               el que el riesgo te avisó
               que entre las demás había.     
ANDRÓMEDA:     La Tierra, madre fue mía
               --en su Centro me engendró--
                  y nacida de su Centro,     
               ¿por qué tengo de pensar
               que contra mí ha de encerrar,    
               cuando tan bella la encuentro,
               noscivo tósigo dentro?
               Y para explicarme más, 
               que no me ofenda jamás, 
               tronco, volved vos por vos.   


[Habla MEDUSA dentro]


MEDUSA:        Come y serás como Dios; 
               come y inmortal serás.
ANDRÓMEDA:        ¿Inmortal y Dios?
UNOS:                              ¡Advierte!     
OTROS:         ¡Mira!
ANDRÓMEDA:             Aquí no hay que mirar
               ni advertir; yo he de llegar  
               a lograr tan alta suerte.
CIENCIA:       ¿Y si es la voz de la muerte?
ALBEDRÍO:      ¿Qué muerte?
CIENCIA:                    La que anunció 
               el que el precepto la dio. 
ANDRÓMEDA:     Albedrío, tú me guía.     
ALBEDRÍO:      Ciencia Natural, desvía;
               déjala pasar, que no
                  la Ciencia debe impedir    
               al Albedrío.
CIENCIA:                    Sí debe,
               cuando el Albedrío se mueve 
               sin Ciencia para advertir
               el bien o el mal.
ANDRÓMEDA:                   Yo he de ir.
CIENCIA:       Será sin mí.
AIRE:                       ¡Ay de mí y de ella 
               si el Albedrío atropella
               la Ciencia y mis plumas son   
               las que la dan la ambición!
CIENCIA:       Pues no basto a detenella,
                  si errare, sea en mi ausencia;  
               no vea yo su desvarío.                   


Vase


AIRE:          Ya siguiendo al Albedrío,   
               no la aprovecha la Ciencia.
ALBEDRÍO:      ¿Qué pretendes, Ignociencia? 
IGNOCIENCIA:   No ver tu despeño yo.  
ANDRÓMEDA:     ¡Quita!                          


[Vase IGNOCIENCIA]


FUEGO:                  ¡Ay del fuego que dio 
               a su espíritu tal brío;   
               que, siguiendo al Albedrío,
               tras la Ciencia, atropelló
                  a la Ignociencia!
VOLUNTAD:                           Pasar 
               no intentes.
ALBEDRÍO:                  Advierte que
               de lidiar los dos no sé,    
               Voluntad, haya ejemplar. 
VOLUNTAD:      Tú se la has querido dar, 
               apeteciendo su ruina,    
               cuando a su daño la inclina 
               tu error, vuelto en su delito 
               de Albedrío en Apetito,
               contra voluntad divina.
ANDRÓMEDA:        Divina es también aquélla    
               que, haciendo inmortal mi fama,
               a ser como Dios me llama.     
TIERRA:        ¡Ay de Elemento que a ella
               dio el ser y la fruta bella!
               ¡Que de que es tierra la acuerde!  
ALBEDRÍO:      Desnuda su pompa verde. 
VOLUNTAD:      A no verlo me desvío.                


Vase


TIERRA:        Ya, siguiendo su Albedrío,
               la buena Voluntad pierde.
GRACIA:           Yo es bien que tu paso impida,  
               porque tu última desgracia
               está en que pierdas la Gracia.   
ANDRÓMEDA:     ¿Por qué he de verla perdida,
               si a ganarla voy? 
ALBEDRÍO:                    Olvida
               sus amenazas.
ANDRÓMEDA:               Sí haré. 
AGUA:          ¡Ay de mi cristal, que fue 
               el que la desvaneció!  
GRACIA:        Mira no me ausente yo.
ANDRÓMEDA:     Auséntate, que ya sé
                  que hay otra gracia sin ti;     
               pues al verme en tu cristal,
               ni como Dios ni inmortal 
               me aplaudiste, y ésta sí. 
GRACIA:        ¡Teme, que quedas sin mí!
ANDRÓMEDA:     Sí, pero sin otra no.    
GRACIA:        ¡Ay, que otra no hay como yo!       


Vase


ANDRÓMEDA:     No por eso desconfío.    
AGUA:          Ya, siguiendo su Albedrío,
               belleza y Gracia perdió.
ANDRÓMEDA:        Árbol que frutificó  
               mi mismo Centro, de ti 
               gustaré.
ALBEDRÍO:              ¡Toma!
ANDRÓMEDA:                         ¡Ay de mí!     
               ¿Quién vista y luz me quitó,
               vida, alma y sentidos?


Sale MEDUSA


MEDUSA:                               Yo.
ANDRÓMEDA:     ¡Qué horrible aspecto!
Los ELEMENTOS:                        ¡Qué fuerte    
               pasmo!
ANDRÓMEDA:             ¿Dónde, por no verte,
               iré?
Los ELEMENTOS:        Nada te disculpa, 
               que viene tras ti la culpa,
               y tras la culpa la muerte.


ANDRÓMEDA:         ¿La muerte y la culpa?
MEDUSA:                                   Sí.   
ALBEDRÍO:      ¡Buena hacienda habemos hecho! 
MEDUSA:        Sí, que enroscada a este tronco, 
               a fuer de serpiente, siendo
               de mi crinada melena
               un áspid cada cabello, 
               víbora con rostro humano,
               de espera he estado, en acecho,    
               por si en el lazo caías
               que estaba en sus redes puesto. 
               Lográronse mis astucias,    
               lográndose de Fineo
               las ansias que le dictaron    
               amor y aborrecimiento.
               Su delito y tu delito,
               de un mismo parto nacieron;   
               y así, su pena y tu pena
               tendrán un castigo mesmo.   
               Y pues el marino monstruo
               los mares eriza --al tiempo
               que yo, arrastrada culebra,   
               auxiliar suyo, estremezco
               los montes, troncos y mares,  
               su pompa desvaneciendo--,
               terremotos y tormentas
               perturben el universo.   
               Infeliz vida te espera 
               al aire, al calor y al hielo, 
               bebiendo el agua del llanto 
               y el pan de dolor comiendo.
               Conque, hasta aquella segunda 
               muerte del morir muriendo,
               vivirás como yo vivo,  
               morirás como yo muero.             


Vase


ANDRÓMEDA:     ¡Ay, infelice de mí!
AGUA:          ¡Quebró el cristal sus espejos!  
FUEGO:         ¡Apagó el fuego sus luces!


Terremoto


AIRE:          ¡Perdió el aire sus alientos!    
TIERRA:        ¡Gimió el centro de la tierra!


Sale el CENTRO


[CENTRO]:      ¿Qué es esto, cielos, qué es esto,
               que todo el mundo ha temblado,     
               como que a todo le han muerto?
ANDRÓMEDA:     ¿Qué han de ser? Desdichas mías.   
CENTRO:        ¿Qué sientes? 
ANDRÓMEDA:                No sé qué siento;
               pero sé que siento un mal 
               que, sin matarme, me ha muerto.    
               ¡No me mires, no me mires,
               oh padre, que me avergüenzo   
               de verte y de que me veas! 
CENTRO:        En tan mortales extremos,
               llegad todos, llegad todos    
               a consolarla.
FUEGO:                        Lleguemos,
               que al que peca y vive faltan 
               Virtudes, mas no Elementos. 
               No desconfíes, humana
               beldad.
ANDRÓMEDA:         No te acerques, Fuego,  
               que con dos contradiciones
               en un instante me has muerto.      
FUEGO:         ¿Dos contradiciones?
ANDRÓMEDA:                      Sí;
               pues, ciega, sin tu luz quedo, 
               y, de tu luz, abrasada.  
               ¿Cómo, cielos, cómo, cielos,
               si me ha faltado la luz, 
               no me ha faltado el incendio?
               No abrases, pues que no alumbras.
               ¡Que me quemo! ¡Que me quemo  
               a la inclemencia del sol,
               obscuro y ardiente a un tiempo!    
AIRE:          ¿Qué te aflige cuando...?
ANDRÓMEDA:                           Tú
               me afliges de extremo a extremo,
               de un dolor a otro dolor.     
               ¡Detén, Aire, lisonjero
               hasta aquí, furioso ya,     
               las ráfagas de tus vientos;
               que, aterida de los fríos
               notos, ábregos y cierzos    
               que respiras, me traspasas!
               ¡Que me hielo! ¡Que me hielo  
               a la inclemencia del Aire,
               frío y destemplado a un tiempo!
AGUA:          Espera en Dios.
ANDRÓMEDA:                 Guarda tú,    
               encarcelado elemento, 
               el coto al margen y no   
               rompas el sagrado freno
               que a raya te tiene; mira
               que vas a inundar, soberbio,  
               toda la Naturaleza.
               ¡No tan presto, no tan presto 
               en húmedos obeliscos 
               sepultes al universo!
               ¡Que me ahogo! ¡Que me ahogo, 
               ya desde aquí padeciendo
               las avenidas del mar,    
               preso y desatado a un tiempo!
TIERRA:        ¡Ampárate de mí!
ANDRÓMEDA:                            ¿Cómo 
               amparo he de hallar si, siendo     
               tu esfera el tálamo en que
               de su limo y de su centro     
               nací al mundo, veo que ahora
               de los materiales mesmos
               que me labraste la cuna  
               me labras el monumento? 
               ¡Oh, mal hubiesen tus flores  
               y tus frutas, pues el suelo 
               en que hallé frutas y flores,
               abrojos y espinas siento,     
               ensangrentada la planta!
               ¡Que me muero! ¡Que me muero  
               a inclemencias de la tierra,
               ingrata y fértil a un tiempo!
               Todo, todo es contra mí;    
               y es verdad, pues aun los tiernos
               cantos de las aves no    
               son ya anuncios, sino agüeros;
               gorjeos, sino gemidos;
               cláusulas, sino lamentos.   
               Los halagos de los brutos,
               a mi obediencia sujetos,      
               ya son amenazas, todos
               aguzando y previniendo
               contra mí presas y garras.  
               ¡Oh, quién no llegara a verlos
               por no verlos tan airados!    
               Pero, ¡ay infeliz!, primero
               que ellos en mí las empleen,
               yo misma, más fiera que ellos,   
               las emplearé en mí, arrancando
               con piadosa ira del pecho     
               pedazos del corazón.
               Mas, ¡ay!, que aquéste no es medio
               y mejor será acudir    
               a la piedad que al despecho.
               ¡Fuego, a tu luz!
FUEGO:                           ¿A qué luz,    
               si tú, ¡ay infeliz!, me has muerto?
ANDRÓMEDA:     ¡Aire, a tu aliento!
AIRE:                                Si tú
               me le has quitado, ¿a qué aliento?    
ANDRÓMEDA:     ¡A tu cristal!
AGUA:                          ¿Qué cristal,
               si tú has quebrado su espejo?    
ANDRÓMEDA:     ¡Tierra!
TIERRA:                 A mí nada me digas.
ANDRÓMEDA:            ¿Centro suyo?
CENTRO:                       Y a mí menos, 
               que todo el centro infestado  
               de tu culpa está.
ANDRÓMEDA:                   ¿Qué es esto?
               Si os acercáis es a herirme,     
               y a huir de mí si me acerco. 
TODOS:         Sí, que no somos vasallos
               ya.
ANDRÓMEDA:         Pues ¿qué sois?
TODOS:                              Tus opuestos. 
ANDRÓMEDA:     ¿Tú no me debes las luces?
FUEGO:         Ni aun las sombras no te debo.     
ANDRÓMEDA:     ¿Tú, el aliento?
AIRE:                            Si suspiras,
               podrá ser que te dé aliento.
ANDRÓMEDA:     ¿El agua, tú?
AGUA:                         Si la lloras.  
ANDRÓMEDA:     ¿Tú, el sustento?
TIERRA:                          Si primero
               le labras y le cultivas.      
ANDRÓMEDA:     ¿Para qué, para qué, cielos,
               si me faltan las Virtudes,
               me sobran los Elementos? 
               Pero, ya que aborrecida
               de todos me miro, huyendo     
               de todos, a los jardines
               de donde salí, siguiendo
               los pasos de mi Albedrío,   
               me retiraré y... 


Sale MERCURIO con sus insignias


MERCURIO:                      Ni en ellos
               has de entrar ni has de quedar,    
               que soy yo quien los defiendo.
ANDRÓMEDA:     ¿Quién eres, alado joven,
               que con espada de fuego, 
               blandido azote de Dios,
               me amenazas?
MERCURIO:                    De los ecos     
               de mi voz lo sabrás; pues
               por que la oiga el orbe entero


Canta


                  "La intimo a su Centro,      
               haciendo testigos
               al Fuego, a la Tierra,     
               al Agua y al Viento."
 

Recitativo


                  "Andrómeda desdichada,
               y en triste punto nacida 
               debajo de las estrellas
               que influyen mayor desdicha,  
               el gran Júpiter, de dioses
               dios --cuya sabiduría,
               árbitro de tierra y cielo,  
               no hay átomo en que no asista,
               desde el más luciente rayo  
               que las sombras ilumina
               hasta el que, menos luciente,
               trémulas cóleras vibra--, 
               habiendo de su poder
               reducido en ti la cifra, 
               sacándote de la tierra,
               a que, reina suya, vivan 
               tributarias de tu imperio     
               las flores que la matizan,
               árboles que la guarnecen,   
               fuentes que la fertilizan,
               frutos que la lisonjean,
               animales que la habitan, 
               peces que sus golfos sulcan,
               aves que sus aires giran;     
               y habiendo tú abandonado
               el riesgo de que te avisa
               quien, para usar bien o mal,
               el Albedrío te libra 
               --pues la Ciencia perturbada, 
               la Voluntad prevertida, 
               maliciada la Ignociencia
               y, en fin, la Gracia perdida,
               queriendo ser como Dios,
               quedaste como tú misma--,   
               ha pronunciado sentencia, 
               a tanta culpa benigna;
               que las piedades de Dios
               tan benévolas castigan
               que se quedan en piedades     
               sin que pasen a ser iras.
               Mercurio soy, de las ciencias 
               dueño; ser querub lo diga, 
               si del talar y del ala 
               no lo han dicho las insignias,     
               con las de este caduceo, 
               cuyos áspides publican
               el delicto. Y la sentencia,
               vuelto espada de justicia, 
               ésta es: que, pues tierra y mar  
               ser cómplices participan,
               a ese escollo, que de tierra 
               y mar punto es de ambas líneas,
               atada con las cadenas
               que de tu yerro fabricas,     
               seas al furor expuesta
               de esas dos fieras noscivas, 
               que del mar y de la tierra,
               monte y golfo atemorizan;
               la una, cuando le estremece,  
               y la otra, cuando le riza;
               para cuya ejecución, 
               que a ti y a todos se intima, 
               sal de estos jardines, deja 
               los palacios en que habitas.  
               Y pues aquesta sentencia,
               según presente justicia,
               a todos toca guardarla,
               a todos toque el cumplirla,
               siendo ya ley precisa    
               el que ella muera antes que todos vivan.
 
ANDRÓMEDA:     ¡Yo, sí! Como hablar no puedo, 
               pues del aliento me privan
               mis ansias, el corazón,
               ya que no pronuncie, gima.    
CENTRO:        Andrómeda, yo no puedo
               oponerme a las divinas
               sentencias; el Centro soy
               y temo que llegue el día
               o que un diluvio me anegue    
               o que una llama me rinda;
               y así, Andrómeda, el ministro 
               he de ser de tus desdichas.   
ANDRÓMEDA:     ¡Padre, señor!
Los ELEMENTOS:                Esto es fuerza.
CENTRO:        Y en vano el que te resistas. 
               Ven donde la ruina nuestra
               nos asegure tu ruina.
ANDRÓMEDA:     Dejadme llorar siquiera
               aquellos legales días
               que, para último consuelo,  
               se han de otorgar a la hija
               de Jepté; y con más razón, 
               pues a ella la dedica
               su padre al cielo y el mío
               a un monstruo me sacrifica.   
TODOS:         A nosotros no nos toca
               más que obedecer.
ANDRÓMEDA:                    Si os insta
               la prisa de esa obediencia,
               yo adelantaré la prisa, 
               por que no tenga la vuestra   
               más mérito que la mía;
               y así, antes que a ser llegue
               despojo de esa marina    
               bestia del mar, sabré ser
               despojo yo de mí misma;     
               pues antes que a ocupar vaya
               de aquel escollo la cima, 
               desde la de aqueste monte     
               veréis que me precipita
               mi despecho; y no a su golfo, 
               por que aun caducas reliquias
               mías no halle en sus espumas,
               siendo en la tierra cenizas,  
               de quien los peñascos sean
               urna, monumento y pira.               


Vase


CENTRO:        Por que no se desespere,
               ¡seguidla todos, seguidla!
TODOS:         Vamos, pues sacrificada
               al monstruo, ley es precisa
               el que ella muera antes que todo viva. 


Vanse y salen MEDUSA y PERSEO


PERSEO y MEDUSA:  "Ley es precisa
               el que ella muera antes que todo viva."

MEDUSA:        Pues si ya alado ministro 
               la sentencia la publica...
PERSEO:        Si ya la ley está dada
               y que es forzoso cumplirla...
MEDUSA:        ...¿qué aguardo que a ejecutarla
               no voy, pues, cosa es sabida,
               si la seguí como culpa,
               que como muerte la siga?
PERSEO:        ...¿qué espero que a dilatarla
               no voy, ya que no a impedirla,
               por que pueda a sus Virtudes
               volverse restitüida?
MEDUSA:        Y así, iré en su seguimento.
PERSEO:        No harás sin que yo lo impida,
               dándola tiempo en que muera
               de su culpa arrepentida.
MEDUSA:        ¿Quién eres, pues que impedir
               muerte y culpa solicitas?
PERSEO:        Disfrazado amante soy,
               que, sabiendo su desdicha,
               repararla intenta.
MEDUSA:                              No
               te conozco.
PERSEO:                    No me admira
               que no me conozcas, que
               soy de patria tan distinta
               que no ha entrado en ella culpa
               ni muerte.
MEDUSA:                  Aquése es enigma
               que no entiendo; un hombre veo, 
               por más que el velo te finja
               peregrino en esta patria; 
               y lo que me maravilla
               es que tú me veas a mí    
               sin que te mate mi vista;
               que si la Naturaleza
               y Elementos, algún día, 
               con las vidas se quedaron
               cuando me vieron, sería
               porque allí muerte del alma 
               fui y aquí soy de la vida. 
PERSEO:        No podrás hasta que yo 
               la licencia te permita,
               y aun entonces morirás
               tú también.
MEDUSA:                   ¿La muerte misma
               podrá morir? ¿De qué suerte?
PERSEO:        Este escudo te lo diga.
               Mírate en él y verás
               que mueres si en él te miras.
MEDUSA:        ¿Qué horrible, qué temerosa,
               qué abominable, qué impía
               imagen es la que en ese
               mágico cristal me pintas?
PERSEO:        ¡Oh, qué proprio es de la Culpa
               no conocerse a sí misma!
               Mírate bien, que tú eres
               la que en él te significas.
MEDUSA:        ¿Esta soy yo? ¡No me vea! 
               ¡Quita de delante, quita,
               que ésa más parece que es
               la hidra, que yo! 
PERSEO:                           ¿Qué más hidra
               que la que tantas cabezas
               encrinada crencha riza? 
               ¡Vuelve a verte y lo verás!
MEDUSA:        ¡No me mates, no me aflijas,
               que pensaré que ser puede
               mi veneno mi homicida!
PERSEO:        Si eres víbora, ¿qué mucho?;
               pues, cuando se ve afligida
               la víbora, de su mismo
               veneno el tósigo alivia,
               arrojándole en las flores;
               y si, arrastrada, las pisa, 
               viene a morir de su propria
               emponzoñada saliva. 
MEDUSA:        Pues ya que he de morir de ella,
               no el templado acero esgrimas;
               pero..., esgrímele, que más
               quiero morir de tu herida
               que de mi vista; porque,
               cuando con mi sangre tiña
               las flores, de cada flor
               nazca un áspid, que, ojeriza
               de todo el orbe, no deje
               estancia que no sea Libia. 
PERSEO:        Áspid habrá que, exaltado 
               en el aire, con su vista,
               a oposición de la tuya,
               la vida dé a quien le mira.
MEDUSA:        Antes que él a esa piedad
               llegue, llegará mi envidia
               a la gran Naturaleza,
               de quien Andrómeda es cifra,
               pues ya, alcanzada de todos,
               hacia el escollo caminan 
               con ella a sacrificarla.
               Funestos ecos lo digan
               de destemplados acentos.


[Suenan] las cajas y trompetas roncas


PERSEO:        Por eso, también seguida,
               bien que a lo lejos, de todas
               las Virtudes va, movidas
               del afecto de que haya
               valor que a restitüirla
               vuelva a su Gracia.
MEDUSA:                             Primero
               que la alcance esa noticia,
               Fineo y yo habremos logrado,
               él su saña y yo mis iras.            
    

Vase


PERSEO:        No habréis, que, primero, al filo
               de esta acerada cuchilla
               morirás tú, por más que
               acelerada la prisa
               de Virtudes y Elementos
               en distintos coros digan.


Vase. Cajas y trompetas destempladas, y salen por
una parte CENTRO y ELEMENTOS, y por otra las VIRTUDES, y
ANDRÓMEDA en medio, cubierto el rostro con un velo negro,
y los MÚSICOS con instrumentos


CORO 1º:           "La que nace para ser
               escándalo de sí misma,
               sienta y sufra, llore y gima;
               y conformada con que
               donde hay culpa no hay desdicha,
               sienta, sufra, llore y gima. 
CORO 2º:       La que nace para verse
               de su culpa arrepentida,
               fíe, espere, venza y viva;
               y consolada con que,
               si ella llora, Dios olvida,
               fíe, espere, venza y viva."


Canta


ANDRÓMEDA:         "Hijas de Sión, 
               llorad mis fatigas,
               que al alba fallece
               la flor de mis días.
               Sol que apenas nace
               fue la suerte mía,
               cuando pardas nubes
               su esplendor eclipsan;
               aurora que apenas 
               riendo ilumina,
               cuando el alba trueca
               en llanto su risa;
               flor que apenas rompe
               el botón a listas, 
               cuando airado cierzo
               su pompa marchita;
               fuente que, del mar
               naciendo a la orilla,    
               apenas da paso,
               cuando da en su ruina;
               y pues fuente y flor,
               alba y sol me imitan,
               hijas de Sión,
               llorad mis desdichas...
CORO 1º:       La que nace para ser
               escándalo de sí misma...
ANDRÓMEDA:     ...que al alba fallece
               la flor de mis días.
CORO 2º:       La que nace para verse
               de su culpa arrepentida...
ANDRÓMEDA:     ...que al alba fallece
               la flor de mis días. 
CORO 1º:       ...y conformada con que
               donde hay culpa no hay desdicha...
ANDRÓMEDA:     ...que al alba fallece
               la flor de mis días. 
CORO 2º:       ...y consolada con que,
               si ella llora, Dios olvida...
ANDRÓMEDA:     ...que al alba fallece
               la flor de mis días. 
CORO 1º:       ...sienta, sufra, llore y gima. 
ANDRÓMEDA:     ...que al alba fallece
               la flor de mis días. 
CORO 2º:       ...fíe, espere, venza y viva."

CENTRO:           Aquí es donde has de quedar,
               atada con las impías
               cadenas que de tu yerro
               tu albedrío te fabrica.
ELEMENTOS:     Llega, ya que ser nos toca
               ministros de la divina
               justicia que te condena.
ANDRÓMEDA:     Siendo divina justicia,
               quitad, que yo, voluntaria,
               la sacaré de precisa. 
CIENCIA:       ¡Qué dolor!
VOLUNTAD:                   ¡Qué sentimiento!
IGNOCIENCIA:   ¡Qué lástima!
GRACIA:                      ¡Qué desdicha!
ANDRÓMEDA:     En lágrimas, los cristales,
               Agua, le vuelve a tus ninfas;
               Aire, tus plumas le vuelve
               al viento, que las inspira;
               tú, Fuego, da a tus hogueras
               la roja púrpura rica;
               y tú, vuélvele a la tierra 
               la infausta fruta nosciva;
               que yo, desnuda de afectos
               que mi ser desvanecían,
               quedaré a morir, subiendo
               hasta la eminente cima, 
               por si, descubriendo el mar,
               ver la fiera me anticipa
               la muerte, muriendo antes
               que a su furor a su vista.
CENTRO:        Retirémonos nosotros,
               que no hay valor que reprima
               el dolor.
TIERRA:                  Pues por que no
               quede tan sin compañía,
               a lo lejos nuestras voces
               en lo que puedan la asistan.
CIENCIA:       Ya que acercarnos nosotros
               no podemos, sin que pida
               ella a los cielos piedad,
               estemos siempre a la mira,
               hasta ver si nuestras voces
               con sus auxilios la animan.
ANDRÓMEDA:     Ya que, tan desamparada,
               todos de mí se retiran,
               dejándome sin el leve
               consuelo de las desdichas, 
               viendo que en alguno sea
               lástima la que fue envidia;
               y ya que desde esta cumbre
               solamente se divisan
               cielos y mares, a mares
               y cielos mis penas diga,
               aunque por doblar mis ansias
               los ecos me las repitan:


Cantan


               "¿Quién, cielos, me ha condenado? 
CORO 1º:       Tu pecado.
ANDRÓMEDA:     ¿Quién, a tan mísera suerte? 
CORO 1º:       La muerte.
ANDRÓMEDA:     ¿Quién, pues, a tanto rigor?
CORO 1º:       Tu error.
ANDRÓMEDA:     Luego, aunque fuera mayor
               el castigo que me ordenan,
               justamente me condenan...
ELLA y CORO 1º: ...Pecado, muerte y error.
ANDRÓMEDA:        ¿Quién más mi delito indicia?
CORO 2º:       Tu malicia.
ANDRÓMEDA:     ¿Y a que fuese en esta estancia?
CORO 2º:       Tu ignorancia.
ANDRÓMEDA:     Y, en fin, ¿quién es quien me culpa?
CORO 2º:       Tu culpa.
ANDRÓMEDA:     Luego nada me disculpa,
               puesto que hizo mi desgracia
               de ignociencia, ciencia y gracia...
ELLA y CORO 2º: ...Malicia, ignorancia y culpa.
ANDRÓMEDA:        ¿Nada en efecto me abona?
CORO 1º:       Dios perdona.
ANDRÓMEDA:     ¡Ay, que fue mi mancha brava! 
CORO 1º:       El llanto lava.
ANDRÓMEDA:     Fue muy desigual mi culpa.
CORO 2º:       Amor disculpa.
ANDRÓMEDA:     Luego, aunque todo me culpa,
               podréis, Andrómeda, vos 
               ser rescatada, pues Dios...
ELLA y CORO 1º: ...perdona, lava y disculpa.
ANDRÓMEDA:        Mas, ¿cómo a Dios hallaré?
CORO 2º:       Con la fe.
ANDRÓMEDA:     ¿Quién merecerá bien tanto?
CORO 2º:       El llanto.
ANDRÓMEDA:     ¿Y quién será en mi favor?
CORO 2º:       Amor.
ANDRÓMEDA:     ¡Misericordia, Señor!
               Muera en tu gracia, pues muero,
               y que me valgan espero...
TODOS:         ...la fe, el llanto y el amor.
ANDRÓMEDA:        Y pues contrarias aquí 
               las músicas escuché
               del cielo y tierra, ¿qué fue
               todo lo que siento hoy?
TODOS:         Pecado, muerte y error,
               malicia, ignorancia y culpa,
               perdona, lava y disculpa
               la fe, el llanto y el amor.


Tempestad


ANDRÓMEDA:             Y así, en esta confïanza,
               he de vivir y morir
               este instante que me queda
               de vida, pues ya --¡ay de mí!--
               miro irritarse las ondas
               de esa azul selva turquí,
               que, siendo jardín de espumas,
               es ya de llamas jardín.
               Iras otra vez arroja,
               reventando por parir
               aquel vestiglo, que ya
               huella campos de zafir.
               ¡Oh tú, embozado Perseo,
               pues tu asumpto es discurrir
               el orbe por hacer bien,
               duélete, señor, de mí!


El DEMONIO en el dragón


DEMONIO:       Vivo bajel de las ondas  
               que yo abrasé y encendí,
               pues de las tribulaciones 
               sulcas el mar --siendo en ti, 
               velas las alas, los pies
               remos, proa la cerviz,   
               timón la cola y el pecho
               buque--, quebrando el viril  
               en que, pirata del mar,  
               ya la presa descubrí
               --pues eres bajel de fuego,   
               y tan de fuego que vi
               que, para abrasar a otros, 
               primero empiezas por ti--,    
               aborda, aborda, y tus llamas
               batan el rudo confín   
               de aquel escollo, llevando
               al puerto de quien salí,
               por despojos de la empresa    
               que pretendo conseguir,
               robado al monte su mayo, 
               hurtado al valle su abril.
ANDRÓMEDA:     ¡Ya se acerca! ¡Piedad, cielos!
DEMONIO:       No, no tienes que acudir 
               al llanto; ¿puede haber ya
               quien te dé socorro?


PERSEO sale en lo alto en un caballo


PERSEO:                              Sí,   
               que hay quien, por que viva ella,
               sabrá exponerse a morir.
DEMONIO:       ¿Quién eres, que ya otra vez     
               en otra ocasión te vi?
PERSEO:        También dije en otra yo     
               que soy quien obra por sí.
               El divino Perseo soy,
               que hasta agora discurrí,   
               embozado, cuantos rumbos
               mira el sol --desde el cenit,      
               en cuya abrasada cuna
               nace encendido rubí,
               hasta donde, en urna helada   
               del contrapuesto nadir,
               muere, pálido topacio--,    
               sólo al generoso fin
               de satisfacer agravios
               de quien se vale de mí.     
               Vagando, pues, de una en otra
               esfera, la voz oí      
               de Andrómeda bella, a cuyo
               llanto me compadecí;
               porque su hermosura amé     
               desde el punto que la vi
               con tanto afecto, que yo 
               puedo con verdad decir
               lo de vida y alma, pues 
               la alma y la vida la di. 
               A ponerla en libertad
               vengo, y lo he de conseguir,  
               pues ya vencida la culpa
               de esa Medusa, a quien di
               la muerte...
DEMONIO:                   ¿Muerta en Medusa 
               la culpa has dejado?
PERSEO:                              Sí,
               que, en llegándola a llorar,     
               llega la culpa a morir.
DEMONIO:       Poco importa que a ella venzas
               si no me has vencido a mí,  
               que soy la segunda muerte,
               a quien el último fin  
               le dio el nombre de Fineo.
               Embiste, pues, que si a ti
               triunfante te vio Ezequiel    
               en ese caballo, a mí
               triunfante también me vio,  
               no menos fuerte adalid,
               Juan en este dragón. 
PERSEO:                              Pues,
               ¿qué aguardas para embestir?     
ANDRÓMEDA:     ¡Cielos, virtud y pecado
               batalla se dan por mí! 
DEMONIO:       ¡Vuelve, vuelve a la batalla,
               que en esta mística lid
               o he de morir o vencer!  
PERSEO:        Yo he de vencer y morir;
               pues aun herido de muerte     
               te he de postrar.
DEMONIO:                         ¿Cómo?
PERSEO:                                  Así:
               enarbolando esta lanza 
               contra tu vida.
DEMONIO:                       ¡Ay de mí,  
               que a visos de ciento en ciento, 
               que a rayos de mil en mil,    
               deslumbrado a tanta luz, 
               me fuerza el temor a huir!
               ¡Viento, dadme vuestras alas! 
               ¡Mares, vuestro abismo abrid!         


Vase


PERSEO:        Ya, Andrómeda, libre estás;    
               que al que te venció, vencí.
ANDRÓMEDA:     A la lima de tu voz 
               y de tu acento al buril,      
               de mi prisión las cadenas,
               rotas, me permiten ir    
               para arrojarme a tus plantas.
PERSEO:        Si el socorro que te di
               quieres pagarme, de esposa
               palabra me da.
ANDRÓMEDA:                     Una y mil,
               no de esposa, mas de esclava  
               te doy; mas si en esta lid
               herido de muerte estás,
               ¿cómo la podré cumplir?   
PERSEO:        Como yo solo, a la misma
               muerte, muriendo vencí.     
               Y así, pues muriendo puedo
               vencer, triunfar y vivir,
               prevente para las bodas, 
               que yo bajaré por ti
               en otra forma a la tierra.          


Vase


ANDRÓMEDA:     ¡Mortales, venid, venid 
               a ver la mayor victoria
               que ha podido repetir,   
               ni de los tiempos la voz
               ni de la fama el clarín!    
               Centro, Elementos, Virtudes,
               acudid, pues, acudid,
               ya que a mi primero estado    
               me vuelve a restituir 
               quien pecado, culpa y muerte, 
               muriendo, venció por mí.


Salen TODOS 


VIRTUDES:      A todas nos da los brazos.
ANDRÓMEDA:     Una y mil veces feliz,     
               quien vuelve a cobraros.
ELEMENTOS:                              Todos
               te volvemos a servir     
               y a obedecer.
ANDRÓMEDA:                   Pues los cielos
               hacen fiesta al convertir
               de un pecador, celebrad  
               su victoria; prevenid
               bailes, músicas y fiestas,  
               y vamos a recibir
               al esposo que me ha dado
               vida y libertad; cubrid  
               de flores el suelo; haced 
               guirnaldas para ceñir  
               sus sienes, tejiendo en ellas
               lirio, azucena y jazmín.
CENTRO:        ¿No nos dirás quién ha sido    
               este vencedor feliz
               del monstruo del mar?
ANDRÓMEDA:                           Perseo.    
ALBEDRÍO:      ¿Perseo no es el que a mí
               me dio libertad? Pues tengo
               hoy de pagárselo aquí     
               con cantar y con bailar.
               Todos conmigo decid...


Cantan


               "¡Viva el divino Perseo,
               viva el segundo David!
TODOS:         ¡Viva sin fin! 
ALBEDRÍO:      Pues mató en tierra y en mar
               la fiera y el filistín.     
TODOS:         ¡Viva sin fin!
ALBEDRÍO:      Y ciñan su frente
               los rayos de Ofir,  
               las flores de mayo
               y las rosas de abril.    
TODOS:         ¡Viva sin fin!"

CENTRO:        ¿Adónde, que no le vemos,
               tu esposo está?
ANDRÓMEDA:                     Proseguid   
               la música, que él vendrá,
               pues que quedó de venir.    


Cantan


ALBEDRÍO:         "¡Viva el segundo Sansón,
               que en la más sangrienta lid
               venció al ciego gentilismo  
               y al idólatra gentil!
TODOS:         ¡Viva sin fin!"

CENTRO:        Aún no se ve.
ANDRÓMEDA:                   Su palabra
               fuerza es que se ha de cumplir.
               Yo con esta fe le llamo: 
               ¿dónde estás, esposo?


Ábrese un carro en que se verá un
altar, y en él una custodia, con ángeles que la
tengan; y PERSEO, y al pie del altar MEDUSA y el DEMONIO a sus
pies


PERSEO:                                Aquí, 
               que a las voces de la fe 
               me verás siempre acudir.
               Aquestas especies, frutos
               de la espiga y de la vid,     
               siendo mi carne y mi sangre,
               son en los que he de vivir    
               contigo: antídoto de otro
               que hizo tu estado infeliz.
               Los despojos de la guerra     
               traigo conmigo; y ansí,
               ante aqueste sacramento, 
               miráis postrar y rendir
               pecado y muerte, ligados 
               con las cadenas que a ti 
               te quité.
DEMONIO:                 ¿Qué mucho es
               que yo esté rendido aquí, 
               si ante aquese sacramento
               el más puro serafín
               se postra también?
MEDUSA:                            ¿Qué mucho   
               que esté triunfando de mí,
               si soy la muerte, ese árbol      
               que es de la vida?
PERSEO:                            ¡Venid!
ANDRÓMEDA:     Venid todos, prosiguiendo
               el religioso festín.   


Dos COROS.  Cantan


MÚSICA y TODOS:   "Viva sin fin
               y coronen su frente      
               los rayos de Ofir
               las flores de mayo
               y las rosas de abril."
               
CENTRO:        Miel en boca del león. 
CIENCIA:       Jeroglífico feliz      
               de dulzura y fortaleza.
GRACIA:        Cristal puro en Rafidín. 
VOLUNTAD:      Rocío en cándida piel.    
IGNOCIENCIA:   Socorro de Abigaíl. 
AGUA:          Agua endulzada en Amara.      
FUEGO:         Rayo encendido en Setín. 
AIRE:          Llovido maná en Horeb. 
TIERRA:        Fértil palma en Efraín.   
ALEBEDRÍO:     Pan que nunca se encarece,
               aunque no llueva en abril.    
ANDRÓMEDA:     Todos ante ti se postran;
               todos se rinden a ti.


Cantan


TODOS:            "Viva sin fin 
               y coronen tus sienes
               los rayos de Ofir."  

MEDUSA:        ¿Esto consentís, rencores?
DEMONIO:       Infiernos, ¿esto sufrís?
PERSEO:        Éste es el manjar que yo    
               he de dar y prevenir
               al banquete de mis bodas.     
ALBEDRÍO:      Pues demos al auto fin,
               pidiendo perdón,
               volviendo a decir...


Cantan


TODOS:            "Que viva sin fin
               y coronen su frente 
               los rayos de Ofir." 


FIN DEL AUTO