PEDRO N. ARATA

 

 

 

LAS VARIACIONES DE NIVEL DE LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS EN SUS RELACIONES CON LA PRESIÓN ATMOSFÉRICA, LLUVIAS Y ENFERMEDADES INFECCIOSAS

 

 

 

En esta cuarta Contribución al conocimiento higiénico de la Ciudad de Buenos Aires, vamos á tratar el mismo tema de la segunda publicación de la serie, ocupándonos de las oscilaciones de las aguas subterráneas y comparándolas con las lluvias, presión atmosférica y mortalidad por enfermedades infecciosas.

En este trabajo reproducimos las observaciones que habíamos hecho anteriormente, extendiéndolas, complementándolas, de modo que el primero solo servirá en la serie de nuestras publicaciones sobre este tema, para hallar los datos numéricos que registra el diagrama.

El año que acaba de transcurrir debe llamar especialmente la atención, pues durante su curso, la ciudad ha sufrido una epidemia colérica, seguida, de otra más mortífera en que varias enfermedades infecciosas han predominado y que parece haber entrado ahora en un período de descenso. Debido á estas circunstancias nos ha sido posible establecer relaciones entre el fenómeno que observábamos y las epidemias que nos azotaban.

Durante este año hemos sido ayudados en nuestro trabajo por el P. Pommés, del Colegio de San José, quien nos ha proporcionado las observaciones de las variaciones de nivel de la segunda capa de agua durante cuatro meses.

El Farmacéutico mayor del ejército D. Francisco Lavalle, nos trae un contingente importantísimo con las observaciones de las oscilaciones del agua de un pozo situado en la Barranca de Santa Lucía, en la proximidad de la cuenca del Riachuelo, en el local del Hospital Militar, que publicamos también y que discutiremos más adelante.

El llamado que hacíamos en nuestra publicación del año anterior no ha sido estéril y esperamos que los resultados que se publican ahora estimularán á otros á seguir las mismas observaciones en otros puntos de la ciudad, especialmente en las proximidades del río al Norte, y en la Boca y Barracas, puntos que se imponen por circunstancias que haremos resaltar más adelante; pues por lo que hace al centro de la ciudad, no creemos que las diferencias que se observan sean tales, que exijan estaciones nuevas de observación.

Desearíamos encontrar observadores para los parajes indicados y estamos dispuestos á entregarles los instrumentos y á proceder á su instalación; para conseguir una red completa de puntos de observación, que nos revelarán la ley de las variaciones del agua subterránea en Buenos Aires.

 

I- Métodos de Observación

Pettenkofer ha usado para la determinación de las variaciones del nivel del agua, un aparato que consta de una cinta metálica dividida en centímetros, á cuyo extremo inferior se halla unida una barra metálica provista de una serie de platitos circulares colocados á distancias iguales de un centímetro.

Introducido el aparato en el pozo, una vez que la barra metálica ha tocado el agua, se anota la altura de la cinta con relación á un punto fijo de la superficie del suelo. Se extrae del pozo la cinta y se ve hasta qué número, los platitos vienen llenos de agua; y para la deducción final de la altura observada, es menester tomar como cero el primer platito seco.

Posteriormente, al aparato de Pettenkofer se ha sustituido en algunas partes el método propuesto por Morache. Consta el aparato de este higienista, de un flotador metálico que nada libremente sobre la superficie del agua del pozo. El flotador se halla unido á un hilo también metálico que se envuelve sobre el borde de una polea, que se mueve fácilmente sobre un aparato de suspensión. El otro extremo del hilo lleva un contrapeso que mantiene el equilibrio del sistema.

Una aguja marca sobre una escala graduada en centímetros y milímetros, las variaciones del nivel del agua del pozo por los movimientos que el flotador trasmite al conjunto del aparato.

En el número de La Nature de Tissandier, correspondiente al 9 de Enero del 86, vemos que en Boston (U.S.A.) los ingenieros encargados de determinar el nivel de las aguas subterráneas se valieron de una sonda que puede llamarse química, pues se funda sobre la propiedad que tiene el potasio de inflamarse en presencia del agua. Procedían de la manera siguiente: adaptaban á la extremidad inferior de una cinta metálica graduada un pedazo de plomo y fijaban en éste un tubito de vidrio con un fragmento de potasio fundido en su extremidad inferior, de manera que constituía el cero de la sonda.

Introducida ésta en el pozo, tenían la noción exacta de la altura de la superficie del agua por la pequeña explosión y por el fenómeno luminoso que se produce en el momento del contacto del potasio con la capa líquida.  

El aparato empleado por nosotros consta de una cinta metálica de agrimensor, dividida en centímetros y medios centímetros, que se halla sujeta á un tirante de madera fuertemente adherido á los pilares del pozo, y que constituye un punto de partida fijo para cualquier observación. La cinta metálica está en comunicación por el mango, con un galvanómetro muy sensible, y el otro polo de éste con el positivo de una batería de dos pilas Leclanché, hallándose el negativo de ésta, puesto en comunicación con el agua por medio de un alambre metálico introducido en el interior del pozo.

La cinta metálica lleva en su extremo libre una plomada terminada en punta y destinada á bajar al pozo obedeciendo á los movimientos de manivela que se imprimen á la sonda.

Se comprende fácilmente que, una vez que la punta de esta plomada toca la superficie del agua, se cierra el circuito de la corriente eléctrica de la pila y se produce una fuerte desviación de la aguja del galvanómetro.

En caso de haber introducido demasiado la cinta en el agua del pozo, se vuelve á subir, se deja pasar un rato, para que la aguja del galvanómetro vuelva á su inmovilidad, y se vuelve á dejar caer con lentitud hasta que se perciba un movimiento ligero de la aguja, que nos indica que la punta de la plomada unida á la cinta, toca en ese instante la superficie del agua. Se hace en ese momento la lectura de la altura, tomando como punto de partida la laminilla sobre la que se desliza la cinta.

Las observaciones pueden hacerse ó volverse á verificar en pocos instantes con la precisión necesaria y permiten avaluar los metros, centímetros y aun hasta los milímetros que existen entre la superficie del agua y el cero de la escala.

En un principio el aparato fue construido interponiendo una Campanilla eléctrica; pero la gran Resistencia que opone el agua al paso de la corriente, nos obligó á recurrir al galvanómetro como indicador, que hemos hallado superior a cualquier otro medio y que nos proponemos seguir usando en adelante.

Esto decíamos el año pasado; hoy después de un año más de experiencia podemos agregar que el aparato funciona admirablemente y que ninguno le iguala en precisión y regularidad de funcionamiento. Solo hemos debido renovar el líquido de las pilas una vez en dos años y limpiar la sonda unas pocas veces á causa de la oxidación que experimenta.

En el Colegio San José ha sido usado el aparato Morache con flotador, pero á causa de la baja del agua en el tubo de canalización de este pozo surgente, llegó un momento en que el flotador rozó con sus paredes, haciendo irregulares los movimientos de ascenso y descenso y llegó por último á suspenderse la observación á causa de esto mismo. En el Hospital Militar el Sr. Lavalle instaló también un aparato Morache, que funcionó con más regularidad, pero nunca obteniendo la sensibilidad que se consigue por el método eléctrico que hemos descrito nosotros y que tenemos adaptado á nuestro pozo de observación.

Creemos en definitiva que la precisión de los resultados compensan los mayores gastos de instalación que deben hacerse para nuestro aparato; y por eso no trepidamos en aconsejarlo de preferencia á cualquier otro para este género de observaciones, sobre todo cuando los pozos tienen grandes profundidades como el nuestro.

 

II- Aguas Subterráneas

Las ideas vagas de los antiguos sobre la formación de los depósitos de aguas corrientes subterráneas que alimentan los pozos y las fuentes tienen una forma concreta en los escritos de Bernardo de Palissy (Euvres, édition Charavay, 1880, pag. 208) quien les asigna por origen las infiltraciones de las aguas de las lluvias que tienden á descender en el serio de la tierra hasta encontrar una capa constituida por una roca ó por arcilla impermeable que las detiene, obligándolas á abrirse paso por las porciones permeables más declives del terreno que han atravesado.

Sin embargo Perrault admitía que la lluvia no penetra en el suelo.

La verdad, como siempre, ha tardado en abrirse camino, y un siglo después el célebre físico Mariotte tenía que hacer esfuerzos de argumentación para hacer aceptar la primitiva idea en su obra sobre el Movimiento de las Aguas. Los estudios hechos posteriormente en las minas en explotación y la observación atenta de los hechos vinieron á poner fuera de duda estas afirmaciones de épocas anteriores.

Hoy ya no se discuten y á todas las aguas subterráneas se les reconoce el origen común del agua atmosférica bajo forma de lluvias, nieves o hielos.

Daubrée (Les eaux souterraines aux époques anciennes. París, 1887, 1 vol.- Les eaux souterraines á l'époque actuelle. París, 1887, 2 vol. in 8°) ha hecho un estudio completo de la cuestión bajo el punto de vista geológico.

Las aguas subterráneas tienen una sinonimia muy extensa. Los Alemanes las llaman Grundwasser; los holandeses Welwater; los ingleses water level, ground spring, waterplain; los italianos specchio d'acqua, acqua di livello, acqua di centro; los franceses couche acquifère libre, nappe liquide, nappe d'eaux de puits, nappe d'infiltration; á cuyos nombres habría que agregar aún uno nuevo propuesto por Daubree quien las llama aguas freáticas del griego

jreaz  atoz que significa pozos y cuya palabra indicaría al mismo

tiempo el origen y el empleo que es forzosamente el de alimentar estos receptáculos ordinarios de agua de las poblaciones. Las aguas freáticas se hallan en los terrenos permeables á profundidades que varían entre pocos decímetros y cifras superiores á 100 metros. Se puede conocer el volumen de agua contenido en un terreno y avaluar por consiguiente la riqueza de la capa, midiendo los intersticios que dejan las partículas arenosas ó térreas entre sí. Esta operación puede hacerse en una vasija impermeable con esa tierra, de manera que ocupe el menor volumen posible: se determina p' al estado seco y p” del mismo lleno de agua.

 

La formula p” – p´ t expresa la dimensión de los intersticios.

                   

 

Estas cifras referidas á la extensión y profundidad de la capa nos pueden dar una idea aproximada del volumen de agua contenida en una región.

Daubrée estudiando la influencia del Rhin sobre las aguas freáticas deduce que el crecimiento ó descenso de las aguas de un río incluyen sobre su altura pero agrega que la correspondencia no es instantánea y que teniendo en cuenta también la de las lluvias que es directa, la altura de la capa de agua freática experimenta retardos de muchas horas y aún de varios días en razón de la resistencia que le oponen los terrenos más ó menos permeables que debe atravesar.

El Profesor José Fodor de Buda-Pest en su importantísima obra Boden-und Wasser, Braunschweig, 1882, pag. 82, y siguientes, ha estudiado la influencia de las crecientes y de las bajantes del Danubio, y la curva de nivel del río concuerda más ó menos como la de once pozos de observación, como lo demuestra la lámina III de la obra citada; siendo notable la coincidencia en aquellos muy próximos al río. A lo largo de los grandes ríos sujetos á variaciones frecuentes y rápidas, el agua de los pozos se halla ordinariamente más alta que la ribera, lo contrario se observa rara vez. Siempre las oscilaciones del agua subterránea son muy inferiores en intensidad á las del río mismo. Esto ha sido demostrado para muchos ríos europeos y llamamos la atención sobre las figuras 24 y 25 de la obra del Profesor Soyka de Praga (Der Boden, pag. 264 y 265), en que están representadas las curvas correspondientes al Aller, lo mismo que la lámina anteriormente citada de Fodor para el Danubio, por las que queda demostrada la afirmación antes enunciada.

Es opinión corriente entre nosotros que el nivel de las aguas de los pozos sigue los movimientos de flujo y reflujo del río y que este los surte de agua, influenciándolos continuamente.

Nuestras observaciones en el pozo de la calle Rivadavia y las del señor Lavalle en el del Hospital Militar nos conducen á combatir esta afirmación como inexacta para los pozos que se encuentran á cierta distancia del río.

Es posible que en las proximidades del río mismo ó del Riachuelo de Barracas se verifique el fenómeno de la influencia directa de la marea sobre el nivel del agua freática, pero á distancias mayores de 800 metros la acción de la marea es nula ó se manifiesta muy tardíamente. La causa de este estado de cosas podemos hallarla en la poca permeabilidad de nuestro suelo para las aguas muchas veces hemos observado que las altas mareas coinciden con grandes bajas del nivel de las aguas subterráneas y viceversa.

Por otra parte, el nivel del agua del pozo principal en que hemos experimentado se halla á una altura mayor que el de las aguas medias de nuestro río, según lo hemos podido averiguar por los siguientes datos que nos han sido suministrados por la Oficina de Obras Públicas de la Municipalidad.

El pozo de observación se encuentra en mi casa particular, casi en el verdadero centro de la ciudad actual: en la calle de Rivadavia en la manzana formada por esta y las calles de Piedad, Andes y Ombú, uno de los parajes mas altos del Municipio y á unas veinte cuadras del río. El nivel de la calle sobre el de las aguas medias del río resulta á una altura de 22m 890.

A esta cifra hay que agregar la altura sobre el nivel de la calle á que se halla el tirante en donde se ha fijado la sonda. Esta altura ha sido calculada en 2m 200, de manera que el cero de la sonda se encuentra á 25m 090 sobre el nivel de las aguas medias del río.

La primera vez que se echó la sonda al pozo se halló una altura de 18m 620 entre el cero de nuestra escala y la superficie del agua, lo que demuestra que el nivel de las aguas subterráneas en este paraje es de 6m 470 mas alto que el de las aguas medias del Río de la Plata frente á Buenos Aires. Posteriormente ha llegado á subir mas, como lo demuestran las observaciones y puede comprobarse en los diagramas que publicamos.

El segundo pozo de observación está cavado hasta la segunda capa de aguas, llamadas semi-surgentes y que está separada de la primera por un manto de suelo impermeable: su profundidad llega hasta 50 metros, pero una vez canalizado, el agua surgente subió en el caño á una altura que sobrepasa de 80 centímetros proximamente la de la capa de agua que forma los pozos ordinarios de la ciudad.

El tercer pozo del Hospital Militar se halla sobre la Barranca Santa Lucía, á una altura de 16m 430 sobre el nivel del río, la profundidad de sus aguas es de 8m 900 sobre el nivel del suelo; de manera que también este pozo se encuentra á una altura mayor que la de las aguas medias del río de la Plata y que asciende á 5m 430 con las variaciones consiguientes.

 

III- Variaciones de nivel en los pozos número I, II y III.

Designamos por I el pozo de la calle de Rivadavia 1077, por II el del Colegio San José y por III el del Hospital Militar.

Durante el año los pozos I y II han seguido una marcha paralela como puede verse en la lámina 1 que presenta el diagrama de su nivel en los diferentes días y meses del año. La misma lámina trae las lluvias expresadas en milímetros y la curva de la variación de altura del barómetro.

La curva del pozo número I ha seguido durante este segundo año de observaciones una marcha inversa; mientras en el año anterior se notó una suba lenta y casi continuada, en el presente hemos tenido una baja gradual, que solo ha empezado á detenerse con las lluvias del mes de Julio, y desde ese mes, á pesar de las fluctuaciones y tendencias á la suba producidas por los fenómenos atmosféricos, se mantiene mas ó menos constante.

La lámina número II representa las variaciones del nivel del agua del pozo del Hospital Militar desde Noviembre del 86 á Julio de 1887.

La curva del agua en el pozo del Hospital Militar (n° III), estudiada en sus variaciones de nivel presenta diferencias con las de nuestro pozo n° I. Coincide en la línea fundamental de la baja que se produjo en los primeros meses del año como puede comprobarse por la comparación de las curvas de los pozos nº I y II pero el ascenso que se nota desde la segunda quincena de Mayo hasta Julio no guarda ya la misma relación. Bueno es recordar que este pozo se halla á una distancia de cuatro kilómetros del primero y que el suelo mismo en que tiene su asiento es mucho más arenoso y permeable que el que forma el pozo n° 1.

Entre las peculiaridades de la curva, llaman sobre todo la atención las variaciones de la última decena del mes de Noviembre, las del 22 de Enero, y del 13 de Abril, que son verdaderamente extraordinarias y fuera de los límites previstos por el estudio y observación regular del fenómeno. Esas subas violentas y repentinas solo se han producido con tanta intensidad en el pozo del Hospital Militar. Hemos tratado de indagar su causa, creímos hallarla en un principio en las mareas. Tomamos por medio de un empleado de esta oficina copia de las observaciones que diariamente se llevan en la Boca del Riachuelo con el mareógrafo; pero las cifras obtenidas no concuerdan en manera alguna con estas oscilaciones del agua. Verdad es que algunos de esos días señalados se han distinguido por una gran elevación del agua en la escala del mareógrafo: pero el mismo fenómeno se ha producido en los meses subsiguientes, sin que se haya notado el mismo fenómeno en la curva del agua de este pozo. Recordamos lo que hemos dicho ya -el agua de este pozo, como los de la ciudad todos, se halla á un nivel muy superior al de las aguas medias del Riachuelo- no es pues, presumible que el alza, y baja del río influya á esa distancia que es mayor de 700 metros, y sobre todo se afirma más el pensamiento en esta idea, teniendo en cuenta la lentitud de la marcha del agua por las capas del subsuelo dada su poca permeabilidad. Hasta ahora no hallamos una explicación satisfactoria del fenómeno; sin embargo en la serie de razonamientos que hemos hecho nos inclinaríamos á pensar que además de las bajas de presión atmosférica que como hemos demostrado determinan un ascenso del agua (fenómeno siempre constante y que se produce en este como en los demás pozos), la anormalidad por la intensidad de la suba, podía ser tal vez explicadas por la acción de los vientos, que han soplado en los días indicados.

No damos esta explicación, sino como probable y en manera alguna como definitiva, pues no tenemos suficiente estudio del fenómeno. Trataremos en adelante de observarlo con mayor detenimiento.

 

IV- Influencia de las lluvias.

El diagrama del nivel del agua de los pozos n° I y II trae señalada también la indicación de las lluvias en milímetros, caída en la ciudad según los observaciones del Colegio Nacional de esta capital. Nos valemos de estas indicaciones, pues son las que han servido para los cálculos de la Meteorología Argentina del Dr. Gould, pero desde ahora debemos declarar que reputamos sus datos inferiores á la verdad, dadas las condiciones en que se halla situado el pluviómetro que sirve para las observaciones. Se halla en un jardín pequeño, rodeado de edificios altísimos que influyen naturalmente sobre la cantidad de agua recogida, sobre todo en las lluvias con viento. Para confirmarnos en ésta idea no tenemos mas que comparar las observaciones del Colegio Nacional con las de la Escuela Naval situada en un paraje aislado y libre de la influencia de los edificios altos y en la que se anotan siempre cantidades mayores de agua, que la distancia entre una y otra estación no explica suficientemente.

La lluvia influye sobre el nivel del agua pero no de una manera inmediata y constante. Mientras llueve y la lluvia es acompañada de un descenso barométrico[1], el agua del pozo sube, pero la baja se pronuncia inmediatamente después de haber cesado la tormenta. Solo después de algunos días se nota la suba del nivel del agua subterránea producida por el aumento del caudal de agua de los pozos, proveniente de las infiltraciones en el subsuelo.

Presentamos en la lámina III un diagrama de la curva del agua subterránea (reducida á la mitad de su verdadero valor) durante los dos años, con otra curva que representa la altura en milímetros del agua llovida en el mismo tiempo. Entre ambas curvas se notan relaciones que explican las subas y bajas del agua freática; pero reputamos por ahora insuficientes los datos observados para deducir la ley de estar variaciones con relación á las lluvias.

 

 

V- Relación del nivel del agua subterránea con la presión atmosférica.

En nuestra primer memoria sobre las aguas subterráneas decíamos el año próximo pasado:

“La presión atmosférica ejerce una acción tan manifiesta que es el primer fenómeno que se apunta al comienzo de este género de observaciones.”

“CUANDO EL AGUA SUBE EN UN POZO, EL BARÓMETRO BAJA; CUANDO EL BARÓMETRO, SUBE EL AGUA BAJA.”

Esto que parece una vulgaridad, después de haber visto, el diagrama y haberlo comparado con otro de observaciones barométricas hechas en la misma época y paraje de observación, es sin embargo algo que se encuentra en oposición con la opinión corriente entre los hombres reputados de ciencia y vemos que hasta en un libro de higiene nacional que corre en manos de los alumnos de nuestra Facultad, se pretende dar una explicación científica á este fenómeno enunciado de una manera inversa á la realidad de los hechos. Mas aún: las bajas y subas del agua son proporcionales á las subas y bajas de la columna mercurial.

Estos trechos no los hemos visto apuntados en ningún libro científico y nos atribuiríamos su descubrimiento, si no hubiésemos llegado á saber que nuestros paisanos dicen: “que va á llover porque los ojos de agua de los jagüeles se hallan tapados”. ¡Cuánta observación y cuanta experiencia en hombres ignorantes y simples!

La relación entre la presión atmosférica y la marcha del agua en los pozos es tan constante, que basta observar ésta para poder conocer la marcha del barómetro y predecir el buen o mal tiempo, lo mismo que con este instrumento.

Las subas rápidas del nivel del agua de la capa subterránea, anuncia las grandes tempestades, como puede verse por el diagrama.

En confirmación de esto, debemos llamar la atención sobre la suba rapidísima entre el 19 y 20 de Setiembre de 1886, que precedió á la tempestad de la noche del 20 y que no se habrá olvidado por su fecha reciente.

Hemos observado que después de una tormenta acompañada de lluvia fuerte, aún antes de que el barómetro anuncie un buen tiempo por una elevación de la columna mercurial, el agua lo hace, bajando con mucha rapidez[2].

¿Qué explicación racional se puede dar del fenómeno de la suba del agua por un descenso de la presión atmosférica?

Se nos ocurre lo siguiente: la primera napa de agua subterránea es una capa de una gran extensión que ocupa parte de la provincia de Buenos Aires y es formada por la infiltración de las aguas de lluvia en los terrenos permeables superficiales. Tiene su asiento en un terreno arenoso de un poder de atracción capilar considerable, como lo hemos demostrado en nuestro trabajo anterior sobre el suelo de Buenos Aires.

Forma por consiguiente un sistema de vasos capilares comunicantes, que sufren la influencia de la presión del aire en los diferentes puntos de la provincia. No es extraño pues, que se manifieste una suba del agua en una parte limitada de este sistema, cuando la altura de la columna de aire que oprime el suelo en ese paraje disminuya relativamente á otros puntos en que se mantenga más elevada. Y es oportuno recordar aquí lo que pasa en la segunda capa de agua, llamando la atención sobre la segunda curva de la figura.

Esta segunda capa se halla situada á unos veinte metros de la primera, en un terreno igualmente arenoso y separada de ella por otra capa de terreno impermeable. Se verá que las oscilaciones de la altura del agua de esta capa se hacen en el mismo sentido que la primera, pero son mas pronunciadas, como si una fuerza mayor la impeliera y determinara sus movimientos. ¿No podría ser acaso debido el fenómeno á mayor presión atmosférica en los puntos en que ella se extiende?

Recordamos como dato pertinente para resolver este punto, que la teoría más probable sobre el origen del agua subterránea que constituye la segunda capa, atribuye su formación á las lluvias que se recogen y coleccionan más allá del sistema de dunas ó médanos que costean los terrenos mas alejados del Salado y van á terminar por Junín y al Norte de la Provincia.

Todos estos hechos confirman y dan mayor evidencia a la explicación que proponemos del fenómeno y creemos que podría ser tal vez admitida como racional.

Esto decíamos al publicar las observaciones del año pasado. En esta publicación insistimos sobre el hecho y para mayor confirmación publicamos conjuntamente con las oscilaciones del agua de los pozos I y II, la curva de la marcha del barómetro en los mismos días y horas en que hacíamos la observación.

En la lámina V para los meses de Noviembre 1886 á Marzo 1887 reproducimos la misma curva barométrica aumentada al doble de su tamaño para hacer más notable la oposición entre la marcha del barómetro y la del agua. Podrá observarse que día á día, una suba del agua corresponde á una baja del barómetro y viceversa. Creemos que la demostración del hecho no se presta á dudas.

El Profesor Hofmann, Director del Instituto Higiénico de la Universidad de Leipzig, al observar nuestro diagrama del año anterior quedó sorprendido de las variaciones diarias del nivel de nuestras aguas y así nos lo hacía saber en carta de 10 de Junio del corriente año. Nos agregaba, que el hecho no había sido observado en Leipzig, en donde las subas y bajas del agua se hacen con tal lentitud que basta medir los pozos cada ocho días, para estudiar el nivel de las aguas subterráneas en la ciudad.

No conocemos las condiciones el suelo de Leipzig, ni podemos agregar otra cosa, sino que: el hecho observado en nuestro pozo no I se repite en el nº II del Colegio San José y en el nº III del Hospital Militar, aunque con intensidad diferente, pero siempre en el sentido indicado. La influencia por otra parte bien demostrada de la presión atmosférica lo explica con tal exactitud que no puede ser puesto en duda. Es posible que la constitución geológica de una región, la naturaleza del suelo, su mayor o menor permeabilidad influyan en el fenómeno y en la manera de manifestarse, y sobre este punto llamaremos la atención de los observadores europeos, pues no dudamos que en condiciones idénticas á las nuestras obtendrán la comprobación del fenómeno por nosotros estudiado y enunciado por primera vez.

 

VI- Relación del nivel del agua subterránea con la mortalidad por enfermedades infecciosas.

La lámina IV presenta tres curvas: la del nivel del agua subterránea en un período de dos años representada por las medias mensuales, en una escala reducida á la mitad de la verdadera; la mortalidad por las enfermedades infecciosas en los mismos meses y años, representando cada milímetro de altura dos defunciones, la tercera curva punteada representa la mortalidad por la fiebre tifoidea, en la que cada defuncion está apreciada por un milímetro de altura en la curva. Debemos hacer notar que en la curva de la mortalidad por enfermedades infecciosas no está computado el cólera, que excluimos completamente del cálculo por las razones que aducimos en este mismo trabajo en el párrafo correspondiente. Si estudiamos estas curvas veremos que salta á la vista el hecho material: que cuando el agua sube, disminuye la mortalidad por enfermedades zimóticsa, mientras que cuando el agua baja aumenta proporcionalmente la misma enfermedad.

Para la fiebre tifoidea en particular podrá observarse el mismo hecho, aunque menos marcado, que para el conjunto de todas las enfermedades infecciosas. A pesar de ligeras variantes en los meses de Mayo y Junio del 87 puede decirse que ambas curvas son paralelas, mientras que las mismas líneas son opuestas con relación á las del agua subterránea.

Estas consecuencias resultan de los números de las estadísticas municipales puestas en relación con las observaciones nuestras y llenan el fin primordial de nuestro trabajo. Como lo decíamos en nuestra primer publicación nos habíamos propuesto averiguar la exactitud de la teoría o hipótesis de Pettenkofer, acerca de la relación del agua subterránea con las enfermedades infecciosas entre nosotros, y los fenómenos observados durante dos años autorizan á afirmar que los hechos enunciados por el ilustre higienista de Munich se verifican en Buenos Aires con pasmosa regularidad en el sentido de sus afirmaciones.

Esta enunciación de un hecho real, no obliga á admitir la explicación ni nos liga á la teoría del ilustre Pettenkofer, solo nos conduce á afirmarlo como comprobado entre nosotros.

Creemos que la propagación de las enfermedades infecciosas obedece á muchas causas y que una de ellas es sin duda la humedad del suelo, pero no la única y exclusiva, y tenemos la idea de que la explicación acerca de la manera de desarrollarse esos males con todos sus accidentes, está aún lejos de sernos conocida.

No admitimos ni rechazarnos la Grundwassertheorie; el mismo respeto tenemos para la Trinckwassertheorie y pensamos sin restriccion que la teoría verdadera y definitiva está por hallarse aún.

Murchison en su tratado clásico de la fiebre tifoidea dice (edit. franc. Pág.42): “El Profesor Pettenkofer y Buhl de Munich han ensayado demostrar que el desarrollo de la fiebre tifoidea depende solo de la presencia de cierta cantidad de agua en el suelo. El veneno al que atribuyen la enfermedad se multiplica de preferencia en el suelo, y el cuerpo de los enfermos: las condiciones necesarias son un terreno poroso saturado de agua en sus partes bajas y en el que el nivel del agua baja rápidamente después de haber alcanzado una altura inusitada. La relación entre estas condiciones y la presencia de la fiebre tifoidea en Munich durante muchos años, parece claramente establecida en sus investigaciones. Pero esta relación no parece, como Buchanan dice, deber ser siempre aplicada por una infiltración mayor, que en las circunstancias mencionadas habría introducido detritus orgánicos en los pozos cuya agua está destinada á ser bebida. Las opiniones del Prof. Pettenkofer sobre el origen de la fiebre tifoidea son á mi juicio demasiado exclusivas y no explican las frecuentes relaciones que han sido observadas en este país, entre los sistemas defectuosos de cloacas ó la impureza de las aguas potables y la fiebre tifoidea, condiciones que son del todo independientes de las variaciones del nivel del agua subterránea; además en Terling el Dr. Thorne ha comprobado que una importante epidemia de fiebre tifoidea observada en 1867 ha coincidido con una elevacion del agua subterránea después de una seca.”

La misma oposición del clínico inglés manifiestan otros insignes higienistas de diversos países. Los estudios y las ideas modernas acerca de los micro-organismos patógenos que nos ponen de manifiesto las condiciones de su desarrollo y propagación de los mismos y su acción sobre el organismo nos alejan de las ideas esclusivistas de la Gandwassertheorie y nos hacen vislumbrar horizontes más vastos, que representan la región inexplorada de la etiología de las enfermedades que ellos determinan.

Hay que tener en cuenta siempre, la predisposición individual y las de tiempo y lugar que son factores obligados en los desarrollos de epidemias como lo demuestra la observación continua que se ha hecho en muchos países y por hombres cuya penetración y habilidad en el arte de observar y experimentar no puede ser puesta en duda.

La afirmación de Pettenkofer que la baja en el nivel de las aguas subterráneas es un factor que contribuye al aumento de las enfermedades infecciosas, es para nosotros un hecho demostrado y que no podemos ni discutir; por más que pueda ser discutida y rechazada la explicación que él mismo da del fenómeno.

Consecuente con el método experimental, debemos limitarnos á dejar bien establecido y comprobado el hecho, dejando que su explicación se produzca más tarde con mayores elementos y mejor ilustrado por el estudio de los demás fenómenos concomitantes, en los que tal vez se tenga la explicación definitiva.

 

VII- Epidemia de cólera de 1886-87.

Los primeros casos de cólera se produjeron en la Boca á fines de Octubre de 1886. El primer caso bien comprobado se presentó en la ciudad el 1° de Noviembre.

La lámina V demuestra la relación que ha existido entre el nivel del agua subterránea, las lluvias, la presión atmosférica, y la mortalidad por el cólera morbus asiático. Si fuéramos á establecer una relación entre la mortalidad por el cólera y el movimiento del agua observando ambos factores en ése conjunto, diríamos que la mortalidad ha disminuido á medida que ha bajado el agua del subsuelo: esto es lo que se deduce de la observación de las curvas y no se halla de ninguna manera conforme con la teoría telúrica de Pettenkofer. Pero si observamos el fenómeno en sus detalles, veremos que la epidemia hizo explosión en una época en que precisamente las aguas subterráneas se hallaban en su más alto nivel; hecho que ha sido por otra parte notado por otros observadores y que también resulta de la inspeccion de la curva del agua subterránea y mortalidad por el cólera en Munich en el año 1873-74, recientemente publicada en el escrito de polémica que desde algún tiempo á esta parte viene escribiendo el mismo Pettenkofer en sus Archiv für Higiene, tomo VI. La comparación de este cuadro con el nuestro, aparte de peculiaridades que parecen ser especiales, demuestra una entera semejanza en la marcha de una y otra curva (agua y mortalidad) durante la primera faz de la epidemia, que llegó á desaparecer, como para nosotros, con una baja considerable de las aguas subterráneas, y solo se distinguen por una reaparición de la enfermedad en Munich, cuando estas aguas se hallaban muy bajas, hecho que no se ha observado en Buenos Aires: notándose aquí en cambio una recrudescencia de la morbilidad y mortalidad por otras enfermedades infecciosas como lo hemos hecho notar más arriba.

El cuadro de Munich[3] se ajusta á la hipótesis de Pettenkofer pero no concuerda en todo á los hechos observados por nosotros en Buenos Aires.

Las opiniones de Pettenkofer sobre la propagación del cólera pueden reducirse á lo siguiente: admite la existencia de un virus ó gérmen exótico, pero sostiene que son necesarias circunstancias de tiempo y de lugar para que este se desarrolle.

Llamando al primero x é y á las segundas; el cólera no se propaga sino cuando x é y se combinan: x solo puede producir algunos casos aislados pero nunca epidemia; más aún, cree Pettenkofer que faltando y, cualquiera, sin peligro, podrá absorber deyecciones coléricas, mientras que no lo haría impunemente con la coexistencia de y.

Pettenkofer cree que el factor y está representado por un estado especial del suelo. Un terreno predispuesto debe ser poroso, permeable al aire y al agua y además contaminado por materias orgánicas; conteniendo además humedad que le proporciona la capa de agua subterránea.

Una gran humedad ó una gran sequedad del suelo son ambas desfavorables para el desarrollo del mal. El grado de humedad se conoce por las variaciones del nivel del agua subterránea ó por las lluvias. Los parajes rocallosos o arcillosos son en consecuencia dotados de cierta inmunidad; en las mismas condiciones se hallan los suelos vírgenes de contaminación o habitualmente áridos ó constantemente húmedos. Una inmunidad pasajera puede resultar de una sequedad pasajera del suelo ó de una humedad momentánea.

Los estudios de Koch y de su escuela contradicen en sus detalles las afirmaciones de Pettenkofer y de la escuela de Munich. Las afirmaciones de esta última son insostenibles en la época actual; y aún admitiendo la influencia que necesariamente debe tener el suelo en el desarrollo de los espír¡los del cólera asiático, pueden oponerse hechos numerosos que están en completa contradicción con sus ideas. Concluiremos repitiendo lo que dice el Profesor Flügge, de Breslau: “las vistas de Pettenkofer no pueden ser consideradas sino como una hipótesis. No debemos atribuirle el valor de una teoría sólidamente probada, y que pueda tomarse corno piedra de toque para averiguar la verdad de los resultados presentes ó futuros. Debemos admitir más bien que causas diferentes cooperan á la diseminación de las epidemias y nos pondremos en el buen camino dando puerta franca á otra clase de explicaciones posibles. Si nos guiamos por las propiedades del baccilus coma, pisaremos un terreno más sólido y podremos abrigar la esperanza de llegar á la verdad, en vez de obstinarnos en buscar un x desconocido ó una y también ignorada”.

Quedan expuestas de esta manera las observaciones hechas en los dos años transcurridos acerca de las variaciones de nivel del agua subterránea en Buenos Aires y señaladas las relaciones que estas tienen con las lluvias, presión atmosférica, y enfermedades infecciosas.

La importancia de los resultados obtenidos hasta ahora, creemos que deben estimular á muchos á colaborar en esta obra, y tenemos fe en los resultados finales, que serán de gran provecho para la higiene de la ciudad.

Al terminar volveremos á insistir en una idea que emitíamos el año pasado, nos referimos á la determinación del nivel del agua subterránea en los diferentes puntos de la ciudad, con relación al río, trabajo que debería ser llevado á cabo por la Oficina de Obras Públicas Municipales, que posee la nivelación de la ciudad. Se conseguiría de esta manera conocer la inclinación de la capa de agua, su movimiento, y también podría llegarse á determinar la intensidad de la corriente de agua en el subsuelo: datos de importancia y necesarios para establecer las leyes de los movimientos de estas aguas que nos conducirían á valiosas deducciones higiénicas, necesarias para resolver cuestiones prácticas de salubridad, que ocurren á cada momento.

Solo nos resta expresar nuestro agradecimiento hacia las personas que nos han ayudado en el trabajo, y á manifestar públicamente nuestros deseos de que nos sigan prestando su valioso concurso en esta obra de estudio y de observación, que estamos empeñados en llevar á cabo.

 

Oficina Química Municipal de Buenos Aires, Setiembre 1º de 1887.

 

Pedro N. Arata.

 

 

 

 

 

 

Nota: Se respeto la escritura original por razones de índole documental.

 

Tomado de: Anales de la Sociedad Científica Argentina, Tomo XXIV, segundo semestre de 1887.

 

 

 

DONADO POR PROYECTO AMEGHINO



[1] Hemos observado varias veces que las fuertes lluvias y con viento del Sudeste, no producen bajas del barómetro, ni subas del agua.

[2] Este hecho se comprueba siempre.

[3] El cuadro de Pettenkofer señala un caso de cólera en Junio 73 con agua alta. Hay una baja del agua y se presentan varios casos en Julio y estalla la epidemia con intensidad en Agosto con el agua subterránea á su mayor altura. En Setiembre y Octubre empieza á bajar el agua y á disminuir la mortalidad hasta extinguirse casi por completo. La epidemia vuelve á secundar en Noviembre y alcanza su mayor intensidad en Diciembre; decrece en Enero del 74 y prosigue el decrecimiento hasta Abril siempre con el agua subterránea muy baja. Esta vuelve á subir á consecuencia de las lluvias de Abril, coincidiendo su elevación al primitivo nivel con la desaparición de la epidemia.