LUIS
CERNUDA
ANTOLOGÍA
QUISIERA
ESTAR SOLO EN EL SUR
Quizá
mis lentos ojos no verán más el sur
de
ligeros paisajes dormidos en el aire,
Con
cuerpos a la sombra de ramas como flores
o
huyendo en un galope de caballos furiosos.
El
sur es un desierto que llora mientras canta,
Y
esa voz no se extingue como pájaro muerto;
Hacia
el mar encamina sus deseos amargos
Abriendo
un eco débil que vive lentamente.
En
el sur tan distante quiero estar confundido.
La
lluvia allí no es más que una rosa entreabierta,
Su
niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su
oscuridad, su luz son bellezas iguales.
DIRÉ
COMO NACISTEIS
Diré
como nacisteis, placeres prohibidos,
Como
nace un deseo sobre barrotes de espanto,
Amenazadores
barrotes, hiel descolorida,
Noche
petrificada a fuerza de puños,
Ante
todos, incluso el más rebelde,
Apto
solamente en la vida si muros.
Corazas
infranqueables, lanzas o puñales,
Todo
es bueno si deforma un cuerpo;
Tu
deseo es beber esas hojas lascivas
O
dormir en ese agua acariciadora.
No
importa;
Ya
declaran tu espíritu impuro.
No
importa la pureza, los dones que un destino
Levantó
hacias las aves con manos imperecederas;
No
importa la juventud, sueño más que hombre,
La
sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
De
un régimen caído.
Placeres
prohibidos, planetas terrenales,
Miembros
de mármol con sabor a estío,
Jugo
de esponjas abandonadas por el mar,
Flores
de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.
Soledades
altivas, coronas derribadas,
Libertades
memorables,
manto
de juventudes;
Quien
insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
Es
vil como un rey, como sombra de rey
Arrastrándose
a los pies de la tierra
Para
conseguir un trozo de vida.
No
sabía los límites impuestos,
Límites
de metal o papel,
Ya
que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta.
Adonde
no llegan realidades vacías,
Leyes
hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.
Extender
entonces la mano
Es
hallar una montaña que prohibe,
Un
bosque impenetrable que niega,
Un
mar que traga adolescentes rebeldes.
Pero
si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
Ávidos
dientes sin carne todavía,
Amenazan
abriendo sus torrentes,
De
otro lado vosotros, placeres prohibidos,
Bronce
de orgullo, blasfemia que nada precipita,
Tendéis
una mano al misterio.
Sabor
que ninguna amargura corrompe,
Cielos,
cielos relampagueantes que aniquilan.
Abajo,
estatuas anónimas,
Sombras
de sombras, miseria, preceptos de niebla;
Una
chispa de aquellos placeres
Brilla
en la hora vengativa.
Su
fulgor puede destruir vuestro mundo.
NO
DECÍA PALABRAS
No
decía palabras,
Acercaba
tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque
ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya
respuesta no existe,
Una
hoja cuya rama no existe,
Un
mundo cuyo cielo no existe.
La
angustia se abre paso entre los huesos,
Remonta
por las venas
Hasta
abrirse en la piel,
Surtidores
de sueño
Hechos
carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un
roce al paso,
Una
mirada fugaz entre las sombras,
Bastan
para que el cuerpo se abra en dos,
Ávido
de recibir en sí mismo
Otro
cuerpo que sueñe;
Mitad
y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
Iguales
en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque
sólo sea una esperanza.
Porque
el deseo es una pregunta cuya respuesta
nadie
sabe.
SI
EL HOMBRE PUDIERA DECIR
Si
el hombre pudiera decir lo que ama,
Si
el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como
una nube en la luz;
Si
como muros que se derrumban,
Para
saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera
derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
La
verdad de sí mismo,
Que
no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino
amor o deseo,
Yo
sería aquel que imaginaba;
Aquel
que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama
ante los hombres la verdad ignorada,
La
verdad de su amor verdadero.
Libertad
no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo
nombre no puedo oír sin escalofríos;
Alguien
por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por
quién el día y la noche son son para mí lo que quieroa.
Y
mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como
leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente,
con la libertad del amor,
La
única libertad que me exalta,
La
única libertad porque muero.
Tú
justificas mi existencia:
Si
no te conozco, he vivido;
Si
muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
QUÉ
MÁS DA
Qué
más da el sol que se pone o el sol que se levanta,
la
luna que nace o la luna que muere.
Mucho
tiempo, toda mi vida, esperé verte surgir
entre
las nieblas monótonas.
Luz
inextinguible, prodigio rubio como la llama;
Ahora
que te visto sufro, porque igual que aquéllos
No
has sido para mí menos brillante,
Menos
efímero o menos inaccesible que el sol y la luna
alternados.
Mas
yo sé lo que digo si a ellos te comparo,
Porque
aún siendo brillante, efímero, inaccesible,
Tu
recuerdo, como el de ambos astros,
Basta
para iluminar, tú ausente, toda esta niebla que me
envuelve.
A
UN MUCHACHO ANDALUZ
Te
hubiera dado el mundo,
Muchacho
que surgiste
Al
caer de la luz por tu Conquero,
Tras
la colina ocre,
Entre
pinos antiguos de perenne alegría.
¿
Eras emanación del mar cercano ?
Eras
el mar aún más
Que
las aguas henchidas con su aliento,
Encauzadas
en río sobre tu tierra abierta,
Bajo
el inmenso cielo con nubes que se orlaban de rotos
resplandores.
Eras
el mar aún más
Tras
de las pobres telas que ocultaban tu cuerpo;
Eres
forma primera,
Eras
fuerza inconsciente de su propia hermosura.
Y
tus labios, de bisel tan terso,
Eran
la vida misma,
Como
una ardiente flor
Nutrida
con la savia
De
aquella piel oscura
Que
infiltraba nocturno escalofrío.
Si
el amor fuera un ala.
La
incierta hora con nubes desgarradas,
El
río oscuro y ciego bajo la extraña brisa,
La
rojiza colina con sus pinos cargados de secretos,
Te
enviaban a mí, a mi afán ya caído,
Como
verdad tangible.
Expresión
armoniosa de aquel mismo paraje,
Entre
los ateridos fantasmas que habitan nuestro mundo,
Eras
tú una verdad,
Sola
verdad que busco,
Más
que verdad de amor, verdad de vida;
Y
olvidando que sombra y pena acechan de continuo
Esa
cúspide virgen de la luz y la dicha,
Quise
por un momento fijar tu curso ineluctable.
Creí
en ti, muchachillo.
Cuando
el mar evidente,
Con
el irrefutable sol de mediodía,
Suspendía
mi cuerpo
En
esa abdicación del hombre ante su dios,
Un
resto de memoria
Levantaba
tu imagen como recuerdo único.
Y
entonces,
Con
sus luces el violento Atlántico,
Tantas
dunas profusas, tu Conquero nativo,
Estaban
en mí mismo dichos en tu figura,
Divina
ya para mi afán con ellos,
Porque
nunca he querido dioses crucificados,
Tristes
dioses que insultan
Esa
tierra ardorosa que te hizo y deshace.
EL
ANDALUZ
Sombra
hecha de luz,
Que
templando repele,
Es
fuego con nieve
El
andaluz.
Enigma
al trasluz,
Pues
va entre gente solo,
Es
amor con odio
El
andaluz.
Oh
hermano mío, tú,
Dios,
que te crea,
Será
quien comprenda
Al
andaluz.
DONADO
POR LOGOS