Juan Carlos de la Parra

 

 

 

 

Amnesia

 

 

 

 

Desde el momento en que la vaga posibilidad de que no pudiera recordarlo me vino a la mente, tuve un bloqueo. Fue así de sencillo: era miércoles, y recordé que tenía algo importante que hacer por la noche, sólo que no recordaba qué era exactamente, y entre más esfuerzos hacía por acordarme, más se alejaba de mi memoria aquel compromiso, diligencia o lo que fuera; se me había escapado definitivamente. Sin embargo, me atormenté toda la tarde con la idea de que era algo muy importante; y de esta idea obstinada no pude olvidarme.

El sueño aquella noche fue bastante molesto; fue lo que yo llamo un rondó; esto es, situaciones que se repiten con sus variaciones durante una buena parte de la noche y que sólo encuentran un punto de fuga al despertar. No había podido aclarar mi mente y, lo que es más, me encontraba aturdido y me dolía un poco la cabeza. Esperaba que en cualquier momento sonara el teléfono o alguien tocara a la puerta reclamándome por algo que había dejado de hacer o diciendo que me habían estado esperando la noche completa.

Me di rápidamente un regaderazo. Ya no pretendía acordarme del asunto que me tenía con la voluntad y los instintos acalambrados esa mañana... ¡Ya estaba!

Sonó el teléfono; recuerdo que lo contesté fingiendo un poco la voz, como si quisiera aparentar estar enfermo. Dudaron unos segundos del otro lado de la línea y terminaron disculpándose por haber errado el número. Más tarde, en la calle ---había salido pues ya no tenía café y tampoco quería estar en casa----

me topé de frente con un compañero del trabajo; me miró inciertamente por unos momentos; era bastante molesto. Finalmente me saludó bromeando y se apresuró a despedirse, pues tenía qué hacer y no era cosa de entretenerme.

Fui al café. Me ocupé en pensar en otras cosas. Pensé que me gustaba mucho estar solo y que me gustaba el café en ese lugar. En eso vi a Susana que venía caminando distraída por la acera de enfrente. Hice un movimiento con el brazo para atraer su atención pero no lo conseguí. Quería verla de cualquier manera por lo que puse unas monedas sobre la mesa y fui tras ella. Me puse a caminar a su lado y cuando volteó, le sonreí. Quedé sorprendido cuando ella bajó violentamente la mirada y siguió, así nomás, ignorándome por completo: estaba ofendida. ¿Sería eso, entonces? ¿Habría sido una cita con ella o un servicio que me pidió que hiciera? No, no era muy probable; hacía tiempo que no la veía... No recordaba nada aún y sin embargo seguía caminando a su lado, a su mismo paso que se aceleraba. La jalé un poco del brazo, pero ella se desprendió y siguió andando. Se notaba que estaba molesta. Yo no supe qué hacer; la tomé bruscamente del brazo y le dije:

-- Ayúdame, no puedo recordar.

Ella se desasió con suavidad de mis dedos y dijo secamente: -- Lo siento. Y se fue.

Yo me quedé parado a media acera; la gente me esquivaba al pasar; sentía los roces de los cuerpos contra el mío y escuchaba palabras casi susurradas de la gente que se disculpaba. Creo que empecé a caminar hacia donde todos lo hacían por inercia; todos íbamos por las calles como un torrente circulando sin voluntad ni aparente motivo.

La tarde se extinguía. En el cielo, el viento barría las nubes...

No tardé en olvidarme por completo del asunto.

 

 

 

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