Desde el
momento en que la vaga posibilidad de que no pudiera recordarlo me vino a la
mente, tuve un bloqueo. Fue así de sencillo: era miércoles, y recordé que tenía
algo importante que hacer por la noche, sólo que no recordaba qué era
exactamente, y entre más esfuerzos hacía por acordarme, más se alejaba de mi
memoria aquel compromiso, diligencia o lo que fuera; se me había escapado
definitivamente. Sin embargo, me atormenté toda la tarde con la idea de que era
algo muy importante; y de esta idea obstinada no pude
olvidarme.
El sueño
aquella noche fue bastante molesto; fue lo que yo llamo un rondó; esto es,
situaciones que se repiten con sus variaciones durante una buena parte de la
noche y que sólo encuentran un punto de fuga al despertar. No había podido
aclarar mi mente y, lo que es más, me encontraba aturdido y me dolía un poco la
cabeza. Esperaba que en cualquier momento sonara el teléfono o alguien tocara a
la puerta reclamándome por algo que había dejado de hacer o diciendo que me
habían estado esperando la noche completa.
Me di
rápidamente un regaderazo. Ya no pretendía acordarme del asunto que me tenía con
la voluntad y los instintos acalambrados esa mañana... ¡Ya estaba!
Sonó el
teléfono; recuerdo que lo contesté fingiendo un poco la voz, como si quisiera
aparentar estar enfermo. Dudaron unos segundos del otro lado de la línea y
terminaron disculpándose por haber errado el número. Más tarde, en la calle
---había salido pues ya no tenía café y tampoco quería estar en casa----
me topé
de frente con un compañero del trabajo; me miró inciertamente por unos momentos;
era bastante molesto. Finalmente me saludó bromeando y se apresuró a despedirse,
pues tenía qué hacer y no era cosa de entretenerme.
Fui al café. Me ocupé en pensar en otras cosas. Pensé que me gustaba mucho estar solo y que me gustaba el café en ese lugar. En eso vi a Susana que venía caminando distraída por la acera de enfrente. Hice un movimiento con el brazo para atraer su atención pero no lo conseguí. Quería verla de cualquier manera por lo que puse unas monedas sobre la mesa y fui tras ella. Me puse a caminar a su lado y cuando volteó, le sonreí. Quedé sorprendido cuando ella bajó violentamente la mirada y siguió, así nomás, ignorándome por completo: estaba ofendida. ¿Sería eso, entonces? ¿Habría sido una cita con ella o un servicio que me pidió que hiciera? No, no era muy probable; hacía tiempo que no la veía... No recordaba nada aún y sin embargo seguía caminando a su lado, a su mismo paso que se aceleraba. La jalé un poco del brazo, pero ella se desprendió y siguió andando. Se notaba que estaba molesta. Yo no supe qué hacer; la tomé bruscamente del brazo y le dije:
--
Ayúdame, no puedo recordar.
Ella se
desasió con suavidad de mis dedos y dijo secamente: -- Lo siento. Y se
fue.
Yo me
quedé parado a media acera; la gente me esquivaba al pasar; sentía los roces de
los cuerpos contra el mío y escuchaba palabras casi susurradas de la gente que
se disculpaba. Creo que empecé a caminar hacia donde todos lo hacían por
inercia; todos íbamos por las calles como un torrente circulando sin voluntad ni
aparente motivo.
La tarde
se extinguía. En el cielo, el viento barría las nubes...
No tardé
en olvidarme por completo del asunto.
Donado
por Logos