FLORENTINO
AMEGHINO
ORIGEN
Y EMIGRACIONES DE LA ESPECIE HUMANA
Indice
Capítulo
I
El
origen sudamericano del Hombre
I.
La Filogenia y la Paleontología sudamericanas. II. Cuna
y
emigraciones de los Mamíferos. III. La ascendencia del Hombre. IV. Emigraciones
de la especie humana
Capítulo
II
Los
restos fósiles del Hombre y de sus predecesores en el continente
sudamericano
I.
La genealogía sudamericana del Hombre. II. Los Monos
fósiles sudamericanos. III.
Los Hominidios fósiles sudamericanos. IV. El Hombre fósil sudamericano. V. Su
posición geológica respectiva.
Capítulo
I
I
La
Filogenia y la Paleontología sudamericanas
La
historia de la corteza terrestre, desde los tiempos arcaicos hasta nuestros
días, comprende el estudio de la materia inorgánica que la constituye y el de
los seres vivos que sobre ella han evolucionado.
El
estudio de la orogenia suele inclinar hacia el catastrofismo; el de la
estratigrafía inclina hacia el evolucionismo. La Paleontología, esencialmente
estratigráfica, ha dado a los estudios geológicos una entonación principalmente
evolucionista, en el sentido de Lyell, sin excluir para las grandes variaciones
paleogeográficas las mutaciones cataclísmicas.
En
sus líneas generales, suele seguirse la clasificación geológica corriente en
cinco eras, dividida cada una en varios sistemas, constituidas a su vez por
numerosos pisos.
La
cantidad y calidad de los hechos conocidos acerca de cada una, determina un
interés creciente desde las más primitivas hacia las más
recientes.
Los
primeros estudios paleontológicos de Cuvier señalaron un amplio sendero a la
Geología estratigráfica, recorrido poco después por Bronn y D'Orbigny, en una
época en que ya se perfilaba netamente el auge del transformismo. Indeciso en
Lamarck e incompleto en Saint-Hilaire, adquirió con Darwin un valor más
demostrativo, al ser fundado sobre hechos que la experiencia ulterior ha
corroborado en diversos dominios de las ciencias
biológicas.
El
adelanto de la Paleontología contribuyó poderosamente a consolidar la doctrina
de la descendencia, aportando valiosos documentos a la reconstrucción de las
líneas filogenéticas. Muchos paleontólogos convergieron a la tarea de rectificar
ciertas ramas (phila) del intrincado
árbol genealógico, atreviéndose algunos a rehacerlo por entero sobre datos
incompletos.
Mi
primera obra sistemática fue un ensayo de reconstrucción fílogenética, estudios
posteriores la han corregido en ciertos puntos.
Como
la intentada por Haeckel sobre datos de la embriología, se titula Filogenia; en ambas se persigue la
restauración de las líneas filogenéticas y arriban las dos a resultados
semejantes en lo general, aunque desiguales en los detalles. Esta convergencia
de los embriólogos y los paleontólogos, sobre el más importante problema de la
filosofía naturalista, tiene mayor valor si se considera la absoluta diversidad
de los caminos que han seguido para llegar a la confirmación de las doctrinas
transformistas.
La
reconstrucción filogenética fundada en la paleontología, tiene mayor importancia
acerca de las especies que han dejado restos fósiles (esqueletos internos o
externos, etc.), y por su comparación con las actuales. La reconstrucción
embriológica es más amplia, pues abarca todas las especies. Es evidente que en
su campo restringido, las primeras tienen un valor demostrativo más
considerable; ellas han permitido corregir muchos detalles importantes en las
ramas de los vertebrados, especialmente entre los
mamíferos.
Aun
conociendo los escritos de Haeckel, no necesité consultar sus datos sino por
accidente, dada la diferencia radical entre los estudios paleontológicos y los
embriológicos. Por eso se dice en el prólogo de la Filogenia: "Aunque el punto de partida
es completamente distinto, los resultados que ambos hemos obtenido concuerdan
perfectamente en sus puntos principales, lo que no hace más que aumentar el
crédito de la obra del sabio alemán que, guiado casi exclusivamente sobre el
estudio del desarrollo embriológico, supo obtener tan grandes
resultados".
Después
del libro sobre la Formación Pampeana y del ensayo sobre los Mamíferos fósiles
de la América del Sur (en colaboración con el doctor Enrique Gervais), abordé
directamente ese problema general. Con motivo de la muerte de Darwin, en una
conferencia pronunciada en el Instituto Geográfico Argentino, afirmé que mi
ideal, como transformista, era incluir el transformismo entre las ciencias
exactas; la conferencia, puesta como introducción a Filogenia, implicaba un compromiso
moral; no omití, desde entonces, esfuerzo por cumplirlo, aunque forzado a
restringir las demostraciones al terreno de las especies extinguidas que han
podido legarnos un esqueleto fósil. Definí la obra como “principios de la
clasificación transformista basados sobre leyes naturales y proporciones
matemáticas", notándose en ella un esfuerzo por acercarse a esta fórmula: "Sólo
hay ciencia de lo que puede medirse".
Desde
esa fecha se ha descrito una cantidad verdaderamente enorme de especies fósiles
extinguidas, pues ciertas capas geológicas del territorio argentino son
verdaderos cementerios fósiles.
Ello
ha contribuido al estudio de las faunas fósiles comparadas permitiendo
establecer algunas leyes y formular varias hipótesis sobre la emigración de las
especies extinguidas a través de los diversos continentes. En este sentido,
nadie podrá ocuparse con acierto de Paleontología comparada sin conocer y
discutir las doctrinas y los descubrimientos argentinos.
Por
fin, se ha podido correlacionar los datos de la fauna fósil con los de la fauna
actual, lo que ha permitido corregir y rectificar numerosas relaciones entre
unas y otras especies, con beneficio evidente para la reconstrucción del árbol
filogenético de los Vertebrados y especialmente de los
Mamíferos.
Esta
es, sin duda, la parte más considerable de la Paleontología argentina con
relación a las ciencias naturales y a la filosofía evolucionista. "Ya conocemos
un número verdaderamente sorprendente de distintos animales fósiles, algunos
parecidos a los actuales, otros sumamente diferentes, que parecen reunir grupos
en la actualidad aislados por completo y compuestos ellos mismos de numerosas
especies afines, en muchos casos difíciles de separar unas de otras por buenos
caracteres.
"Esas
especies pertenecientes a grupos extinguidos, íntimamente ligadas entre sí o que
entran en los grupos actualmente existentes, son las últimas ramitas de las grandes ramificaciones del árbol; pero
esos grupos extinguidos que ya no tienen análogos en el mundo actual o que
sirven de transición a grupos antiguos cuya existencia más o menos modificada se
ha prolongado hasta nuestros días, son grandes ramas o grandes trozos de las
principales ramificaciones.
"Los
Primatos, los Carnívoros, los Desdentados, los Didélfidos, y tantos otros grupos
actuales, son grandes ramas cuya parte inferior se hunde hasta los terrenos
terciarios inferiores y aun en algunos casos hasta los terrenos
secundarios.
"Los
grandes grupos extinguidos, como los Anoplotéridos, que reúne los Suidios a los
Rumiantes, los Pentadáctilos que ligan a los Roedores con los Perisodáctilos,
los Hipariones que parecen ligar a esos mismos Perisodáctilos son los Solípedos,
y tantos otros grupos que se encuentran en el mismo caso, representan trozos de
las mismas ramas, más tarde bifurcadas, y esos trozos actualmente perdidos, por
la reunión de caracteres actualmente propios de grupos distintos, representan
justamente el punto de la rama que constituía la horquilla, cuyas ramas
secundarias prolongadas dieron origen a los grupos
actuales.
"Poseyendo
por completo la copa del árbol, pudiendo seguir las ramas hasta una distancia
considerable, y poseyendo igualmente grandes trozos de las ramas principales
del árbol, muchos de ellos con las bifurcaciones de donde salieron las ramas
secundarias, ¿cómo no se ha de poder colocar esas grandes ramas en la posición
relativa que debieron ocupar en el árbol destrozado?".
II
Cuna
y emigración de los Mamíferos
Son
los datos de la Paleontología el fundamento principal de mis dos hipótesis
fundamentales acerca de la Antropogenia.
1.°
La mayor antigüedad de la fauna de Mamíferos fósiles en Sud América, incluyendo
los más antiguos Monos fósiles conocidos, prueba que los remotos antepasados del
Hombre evolucionaron en este continente: la existencia de antiquísimos restos
fósiles humanos y de industrias primitivas corrobora esa
hipótesis.
2.°
Las emigraciones de los Mamíferos sudamericanos para poblar los otros
continentes, siguiendo las vías admitidas por la Paleogeografía, se han
acompañado de las emigraciones del Hombre o de sus precursores
inmediatos.
Se
comprende, entonces, que para comprender las hipótesis antropogénicas deben
tenerse presentes las conclusiones más generales de la Paleontología argentina,
en cuanto se refiere a la antigüedad de los Mamíferos sudamericanos y a sus
diversas emigraciones.
Los
Mamíferos placentarios derivan de los aplacentarios; se ha procurado restablecer
en relación filogenética. En los marsupiales se encuentra el origen de muchos
placentarios; la distinción entre ellos sólo implica un grado distinto de
evolución. En el gran grupo de los Sarcobora se reúnen todos los
carnívoros, formando siete subórdenes o grupos, de los cuales dos están
extinguidos (Creodonta y Sparassodonta), y los demás están
representados por los carnívoros marsupiales vivientes. Los tipos primitivos de
esos marsupiales serían los que dieron origen a los Mamíferos placentarios,
algunas de cuyas formas primordiales emigraron, yendo a constituir las faunas de
Mamíferos de los otros continentes.
En
suma: de los antiguos Mamíferos de la Patagonia se originaron los Mamíferos que
han habitado o habitan toda la superficie de la Tierra, a partir del Cretáceo
superior (fines de la era Secundaría o Mesozoica). Después de descubierta la
fauna del Pyrotherium y la del Astraponotus, la más antigua del Notostylops y la más antigua todavía
del Proteodidelphys, es imposible
sostener que los Mamíferos de Patagonia desciendan de los de Norte
América.
Quedarían
dos explicaciones:
1°:
Los Mamíferos antiguos de Patagonia son de origen independiente; sus semejanzas
con las faunas de otros continentes son un resultado del azar o de adaptaciones
a condiciones semejantes. Esta explicación es demasiado simple e implica un
retroceso a la antigua teoría de las creaciones sucesivas e
independientes.
2°:
Los diversos grupos de los antiguos Mamíferos de Patagonia tienen un origen
común con los grupos similares del resto de la Tierra; sus semejanzas son el
resultado del parentesco o de la unidad de origen. Esta explicación es
esencialmente evolutiva y transformista, obligando a reconstruir su filogenia
sobre los datos de la Paleontología comparada.
Optamos,
naturalmente, por la segunda, más complicada y que nos obliga a estudiar,
es decir: a aprender.
Conviene
hacer presente que el paleontólogo norteamericano Scott ha planteado una tercera
explicación. Cree que los tipos de ambas Américas podrían haberse originado de
antepasados comunes, mucho más antiguos y de ubicación desconocida. Esta
hipótesis no se funda en ningún hecho; Scott supone que la formación
Santacruceña corresponde al Eoceno e infiere de ello la menor antigüedad de su
fauna, aparte de que parece no tomar en cuenta los Mamíferos del Cretáceo
patagónico y su coexistencia con la fauna de Dinosaurios, perfectamente
demostrado.
Puede
llegarse, por lo tanto, a esta conclusión fundamental: la región del
desaparecido continente subtropical austral (Arquelenis) correspondiente a la
parte Sudeste de la actual América del Sur, fue el centro de desarrollo de todos
los Mamíferos; de allí se irradiaron por sobre toda la superficie de la tierra,
mediante emigraciones efectuadas en distintas épocas y en diferentes
direcciones.
En
nuestra última exposición sintética de la cuestión (1907) dijimos que las
emigraciones principales son cuatro. Por su orden de antigüedad, y empezando
por la más remota, tenemos: 1°, emigración cretácea hacia Australia; 2°, emigración
cretáceo-eocena hacia África; 3°, emigración oligomiocena hacia África; 4°,
emigración mioceno-plioceno-cuaternaria hacia América del Norte.
La
primera emigración empezó
hacia la mitad de la época cretácea, antes de constituirse el grupo de los
Ungulados; por ella recibió Australia los Sarcoboros primitivos, que se
transformaron en los Diprotodontes o canguros, y demás familias afines. Fueron
por sobre un puente que unía a Patagonia con Australia, a través de las regiones
polares, esa conexión no fue continua sino formada por tierras que se iban
sumergiendo del lado patagónico a medida que emergían avanzando hacía Australia.
No hubo emigración en sentido contrario, es decir: de Australia a
Patagonia.
La
segunda emigración, hacia
África, se efectuó pasando por sobre el Arquelenis, en el período
cretáceo-eocénico. Pasaron a África representantes de los principales órdenes de
Mamíferos (Prosimios, Protungulados, Condilartros, Hipoidios y Perisodáctilos
primitivos, Hiracoidios y Amblipodos, Proboscidios primitivos, Ancilópodos,
Sarcoboros primitivos que se transforman en Creodontes y Carniceros,
Piagiaulacoidios, algunos Roedores y algunos Desdentados primitivos que se
transformaron en los Mánidos y Oricteropódidos existentes). En África esa fauna
evolucionó desde entonces por separado de la que quedó aislada en Sud América;
de África invadió gradualmente Europa y Asia, y de allí pasó a América del
Norte. Todas las faunas de Mamíferos del Terciario antiguo de África, Europa y
Norte América son formas evolucionadas de ascendientes sudamericanos que
salieron en esta emigración. Por ese camino no hubo emigración en sentido
inverso, porque aún no había Mamíferos en Euroasia. Durante toda esa época, las
dos Américas estaban separadas por un ancho mar.
La
tercera emigración, hacia África, por
sobre los últimos restos del Arquelenis, empezó probablemente a principios del
Oligoceno y continuó hasta el Mioceno inferior. Pasaron hacia África grupos que
faltan en el Cretáceo superior de Sud América, apareciendo solamente en el
Eoceno medio y superior; en cambio en el antiguo mundo se encuentran en el
Oligoceno inferior y hasta el Mioceno superior (pasaron los Didélfidos, los
Monos, los Subúrsidos y los Roedores del suborden de los Histricomorfos).
Existió una corriente emigratoria, en la misma época, de África a América;
algunos grupos que en el Viejo Mundo se constituyeron en el Eoceno superior y el
Oligoceno (por evolución de la fauna recibida en la anterior emigración)
aparecen en Sud América en época un poco más reciente (algunos Creodontes,
varios Carniceros de las familias de los Cánidos y de los Ursidos, los
Listriodontes y algunos otros Artiodáctilos primitivos). Durante este período
Sud América continuaba aislada de Norte América, y desde entonces está aislado
de África.
Esta
interrupción del Arquelenis produjo la fusión del Atlántico Norte y el Atlántico
Sur, lo que concuerda con la mayor semejanza de las faunas marinas después del
Mioceno, habiendo sido muy distintas en el Eoceno y el
Oligoceno.
La
cuarta emigración de
Mamíferos sudamericanos se dirige hacia Norte América, por sobre la gran
conexión de ambas Américas producida en la segunda mitad del Mioceno. Las
faunas, hasta entonces detenidas por el mar Interamericano, se entrecruzaron; se
produjo un intercambio zoológico que dio por resultado la formación de faunas
mixtas, cuyo origen fue hasta hace poco inexplicable. Fueron de Sur a Norte
América formas que aquí se encuentran ya en pisos más antiguos (los Desdentados
gravigrados y los Gliptodontes, el corpulento Toxodonte, los Roedores
histricomorfos, los Didélfidos y por último los Monos, aunque estos últimos sólo
llegaron a Méjico); vinieron de Norte a Sud América las especies que allí son
evidentemente más antiguas los Mastodontes, los Tapires, los Llamas y los
Ciervos, los Equidios y la mayoría de los Carniceros
placentarios).
La
Paleontología comparada confirma estas ideas. Solamente en Patagonia se
encuentran Ungulados primitivos en las mismas formaciones cretáceas que
contienen numerosos Peces y Reptiles; allí se originaron y desde allí se han
dispersado por sobre los otros continentes. Los Mamíferos han pasado de Sud
América a África, de aquí a Europa y de aquí a Norte América, modificándose
durante el camino bajo la influencia de las nuevas condiciones de adaptación.
Antes de conocerse la fauna de Mamíferos fósiles del continente africano, pudimos hacer
una predicción legítima: "Fundándonos en lo que sabemos de Sud América y
Euroasia podemos restaurar todo el pasado del continente negro: todo grupo fósil
del Terciario euroasiático, y que se encuentra también en el Cretáceo de la
Argentina, debe haber existido en África durante el Eoceno". Descubrimientos
posteriores, hechos en el Terciario de Egipto, confirmaron esta
previsión.
La
fauna de Mamíferos, después de atravesar África y Europa, emigró a Estados
Unidos, a través de comunicaciones terrestres que ya no existen; por eso la
fauna fósil de Mamíferos es más reciente en Norte América que en Europa. Aquí
los Mamíferos permanecieron acantonados mucho tiempo, especializándose, variando
para adaptarse al medio y revistiendo formas nuevas y tipos originales, durarte
mucho tiempo no pudieron emigrar a Sud América, estando separados ambos
continentes por la zona oceánica que unía el Atlántico con el
Pacífico.
A
fines de la época Miocena se estableció la comunicación de ambas Américas, por
el istmo de Panamá, efectuándose entonces una reemigración de los Mamíferos que
mucho antes habían salido de Sud América para África y Europa; se los encuentra
en capas geológicas mucho más recientes que el Cretáceo, aunque ya profundamente
diferenciados por las variaciones miliseculares sufridas en Africa, Europa y
Norte América; algunas especies serían irreconocibles si no se hubieran
estudiado los tipos intermedios en los continentes por donde
pasaron.
Puesto
que hasta fines del Mioceno no había comunicación, la antigua fauna de Mamíferos
del continente sudamericano no puede haber venido de Norte América. En África y
Europa es posterior que en Patagonia. Tampoco pudo venir de Australia, que nunca
tuvo Ungulados; es probable que esa gran isla estuviera ya aislada a comienzos
de la época Cretácea, antes de que aparecieran los primeros
Ungulados.
De
esos dos elementos -mayor antigüedad en Patagonia y reconstitución natural de
las vías migratorias- se infiere que la fauna de Mamíferos ha tenido su origen
en la América del Sur. Esta idea es
el eje de toda la Paleontología argentina.
III
La
ascendencia del Hombre
La
especie humana, reintegrada a su rango biológico dentro de los fenómenos de la
Naturaleza, quedó incluida en la concepción transformista, a medida que los
estudios científicos disiparon las preocupaciones teológicas, los zoólogos y los
antropólogos fueron señalando los procesos evolutivos que pueden haber derivado
al Hombre de los Mamíferos más afines. Darwin, con gran acopio de observaciones,
trató el tema en sus Orígenes;
después de nuevos complementos y demostraciones, las ciencias genéticas
(Embriología), morfológicas, (Anatomía e Histología comparadas), y fisiológicas
(Bioquímica y Biodinámica comparadas) concuerdan -con ejemplar unanimidad- en
referir el Hombre al grupo de los Mamíferos placentarios, incluyéndole en el
orden de los Primatos.
El
parentesco de las ramas filogenéticas prehumanas (los Hominidios) presentó, sin
embargo, lagunas de consideración mientras sólo se tomaron en cuenta las
especies vivientes; el phylum simio humano presentaba
soluciones de continuidad y faltaban ciertos eslabones para rehacer el árbol
genealógico del Hombre. Los modernos estudios de Paleontología han contribuido a
reconstruirlo, completando el conocimiento de las especies vivas con el de las
extinguidas.
En
el camino de su perfeccionamiento, el transformismo acoge y renueva problemas
antropogénicos otrora mal planteados. El antiguo poligenismo de las razas
humanas reaparece ahora como poligenismo en la evolución general de las especies
vivas, planteando la posibilidad de que la evolución de los Monos, los
Hominidios intermedios y los Hombres se haya efectuado en dos o más phylae independientes, contra la general
opinión monogenética y monofilética.
La
originalidad esencial de nuestros estudios antropogenéticos consiste en una
rectificación filogenética del phylum
de los Hominidios que establece el parentesco entre el Hombre y los Monos
extinguidos, al mismo tiempo que excluye la descendencia directa del Hombre de
los Monos vivientes. Una terminología propia y expresiva, nos sirvió desde 1884
para ir ampliando, corrigiendo y confirmando las primitivas hipótesis, mediante
las rectificaciones que fueron siendo necesarias.
Hay
tres términos esenciales en nuestro phylum
antropogénico:
1.°
Los Monos fósiles americanos.
2.°
Los Homínidos fósiles americanos.
3.°
El Hombre fósil americano.
En
1884, en Filogenia publiqué un cuadro
antropogenético, del Hombre y de los Antropomorfos, estirando teóricamente las
formas de sus precursores extinguidos; el cuadro sólo tenía el valor de una
hipótesis, no conociéndose por ese entonces los precursores establecidos por
simple inducción.
En
1889 he reconstruido ese Phylum de
los antecesores del Hombre, dándole la expresión siguiente. De un grupo de
antiquísimos "precursores comunes" se desprenden tres órdenes. El de los Anthropoidea (comprendiendo los
precursores directos del Hombre y de los Monos antropomorfos); el de los Simioidea, que comprendía a los demás
monos, con excepción de los Lemúridos; formaban éstos el tercer orden, de los Prosimiae. Al primero de esos órdenes lo
subdividía, a su vez, en dos familias: Hominidae (rama originaria del Hombre,
con posición vertical, miembros anteriores cortos y cerebro sumamente grande), y
los Anthropomorphidae (rama
originaria de los Antropomorfos, con posición oblicua, miembros anteriores
largos y cerebro por lo menos una mitad menor).
En
1906, estudiando las faunas de Mamíferos del Cretáceo superior y del Terciario
patagónico, en comparación con las faunas de los otros continentes, establecí
las relaciones filogenéticas generales del Hombre con los Antropomorfos y los
demás Primatos, y de éstos con los Sarcoboros y los
Ungulados.
En
la misma obra modifiqué ligeramente el phylum general de los Primatos. En el phylum particular de los Anthropoidea (considerado como suborden) aparecen intercalados dos
tipos nuevos, anteriores a la separación de los Hominidios y los Antropomorfos:
los Homunculidae y los Hominidae primitivos. Estas
modificaciones puramente teóricas, nos permiten reconstruir un phylum de acuerdo
con los datos recientes. El Hombre desciende de los Clenialitidios a través de
los Prosimios, los Simios primitivos los Antropoidios, los Homunculidios y los
Hominidios primitivos exactamente como los Antropomorfos. Los antecesores
comunes de los Hominidios y los Antropomorfos, previstos por Darwin y los
darwinistas, son los Hominidios primitivos.
Conviene
hacer algunas advertencias para salvar los peligros de error a que se presta la
nomenclatura.
1°.
Los Antropoidios, los Homunculidios y
los Hominidios primitivos (derivados los
tres de los Simioidios primitivos), son Monos y están considerados como
antecesores comunes de los Monos antropomorfos y de los Hominidios
verdaderos.
2°.
Los Hominidios verdaderos (Tetraprothomo,
Triprothomo, Diprothomo y Prothomo), son tipos intermedios entre los Monos
precedentes y el Hombre. Corresponderían a este grupo los restos fósiles del
Tetraprothomo argentino, el Diprothomo platense y el Homo
pampeano.
3°.
El Pitecantropo de Java y el Pseudhomo de Heidelberg no son considerados como
Hominidios precursores de la especie humana, sino como formas
extinguidas.
Nos
parece indispensable retener esa distinción entre Monos, Hominidios y Hombres,
para no incurrir en confusión.
ANTROPOGENIA
(Sinopsis definitiva)
Esta
reconstrucción antropogénica es más rica en detalles que la corriente en otros
antropólogos transformistas. El valor de la doctrina general depende de los
datos paleontológicos sobre la fauna de mamíferos y su confirmación podrán darla
los hechos paleoantropológicos.
IV
Emigraciones
de la especie humana
El
Hombre partió de Sud América para poblar los otros continentes. Que los hombres
que habitan las otras regiones de la Tierra tienen un origen común con los de
Sud América, es un hecho indiscutible; pero mientras acá los Hominidios aparecen
como de una época geológica remotísima, en los otros continentes son de edad
muchísimo más reciente. Del Viejo Mundo no se conocen hasta ahora sino del
cuaternario, y los más antiguos, como Pseudhomo heibelbergensis y Pithecanthropus
erectus, no parecen remontar más allá del cuaternario inferior. Esto nos
conduce a considerar Sud América como la cuna del género humano, concordando con
lo que nos enseñan la paleontología y la filogenia, que nos demuestran con
razones perentorias que tanto el Viejo Mundo como Australia y Norte América
deben ser eliminados de las regiones en las cuales los Hominidios pueden haber
tomado su primer origen.
1°
De la línea de los Hominidios
(continuación de la de los monos Homunculidios)
se desprendió la "rama que originó los monos antropomorfos", antes de que
apareciera el Tetraprothomo. Esa rama
de los Hominidios pasó al Viejo Mundo a fines del eoceno por sobre los últimos
restos del Arquelenis. Allí los Hominidios degeneraron (se bestializaron), adaptándose a la vida
arborícola, y originaron los monos antropoideos fósiles y actuales de Europa,
Asia y África. Entre los descendientes menos degenerados de esa rama, tenemos a
los tipos de Heidelberg y Java, encontrados ambos en el cuaternario
inferior.
2°
De la línea de los Hominidios se desprendió la "rama que originó el Homo Afer"
(razas afro asiáticas de la zona tropical, negros, negroides y australoides,
etc.), pasando por sobre los últimos vestigios del antiguo puente
guayano-senegalense, probablemente a principios de la época pliocena. Ese
conjunto de razas y variedades ha alcanzado un grado de evolución mayor que las
precedentes, pero menor que el siguiente.
3°
De la línea de los Hominidios se desprendió la "rama que originó el Homo
sapiens" (razas cáucaso-mongólicas), como resultado de la evolución del Homo pampaeus en Sud América,
pasando a Norte América por sobre el puente de Panamá que acababa de surgir en
la época pliocena. Esta rama siguió emigrando, dividiéndose en dos grupos que
tomaron caminos opuestos. Una siguió hacia el Norte y Oeste, invadiendo el Asia
(raza mongólica) La otra hacia el Norte y el Este, pasando sobre el puente que
al fin del plioceno y principios de la era cuaternaria unía el Canadá con la
Europa, entrando a este continente (ya transformada en la raza de Galley Hill).
Un grupo se aisló, degenerando (Homo primigenius, hombre de Neanderthal, de Spy
y de la Chapelle-aux-Saints, especie extinguida, cuyos últimos representantes
sucumbieron en los abrigos de Krapina); los demás grupos se difundieron
gradualmente por toda Europa, transformándose gradualmente en el hombre
caucásico, la raza blanca, la más perfecta y a la que está reservado el dominio
de nuestro globo.
Conviene
señalar la concordancia cronológica de estas emigraciones humanas con las
emigraciones de mamíferos de Patagonia, así como las vías paleogeográficas
seguidas por unas y otras, que son las mismas.
Estas
doctrinas, fundadas en los datos
paleontológicos son independientes de los descubrimientos paleoantropológicos, es
decir, del hallazgo de restos fósiles pertenecientes al hombre y a sus
precursores. Por eso los trataremos aparte, en otro artículo, en que reuniremos
lo que se refiere a los monos fósiles
americanos, a los hominidios
fósiles americanos y al hombre fósil
americano, procurando dar una impresión clara de
conjunto.
Un
sabio, en presencia de los cambios continuos que observaba en mi obra, tuvo la
idea de preguntarse: "¿Qué debemos pensar de eso?"
Para
terminar esta reseña, creo bueno recordar las palabras que le respondí, y
de las que no me he apartado nunca: "Simplemente, que nuevos descubrimientos
han modificado o amplificado mis conocimientos precedentes. He advertido que
ciertas especies, que yo consideraba apropiadas para caracterizar ciertos
pisos, no lo son suficientemente y las he suprimido y reemplazado por otras
que me parecen más características. He aumentado su número con especies características
recientemente encontradas en las capas de unos u otros pisos. Esos cambios
no serán los últimos. En el cuadro que irá al fin de esta Memoria suprimiré,
probablemente, algunas de las especies que he conservado en mi cuadro anterior,
reemplazándolas por otras ya conocidas o recientemente descubiertas, procurando
acercarme cada vez más a la verdad. Para eso trabajo y estudio. Cambiaré de
opinión tantas veces y tan a menudo como adquiera conocimientos nuevos; el
día que me aperciba de que mi cerebro ha dejado de ser apto para esos caminos,
dejaré de trabajar. Compadezco de todo corazón a todos los que después de
haber adquirido y expresado una opinión, no pueden abandonarla nunca más".
Capítulo
II
Los
restos fósiles del Hombre y de sus predecesores en el continente
sudamericano
Al
exponer mis doctrinas sobre la ascendencia del Hombre y su sitio de origen en la
Tierra, he dicho que me parece indispensable distinguir, en lo posible, los tres
términos del problema:
1°
Los Monos fósiles sudamericanos.
2°
Los Hominidios fósiles sudamericanos.
3°
El Hombre fósil sudamericano.
Se
comprende que no pretendo dar a mis opiniones un carácter infalible, pues el
error es siempre posible en la apreciación de hechos y épocas tan remotas. Pero
me parece que nadie tiene el derecho de emitir opiniones sin conocer los hechos
como yo los conozco, y mucho menos de juzgar por detalles aislados, olvidando
que fundo sobre los resultados paleontológicos la antigüedad que atribuyo a los
pisos geológicos.
I
La
genealogía sudamericana del Hombre
Al
construir hipotéticamente la filogenia del Hombre (a través de los Simios
primitivos, los Antropoidios, los Homunculidios, los Hominidios primitivos
y los Hominidios), no quise ser afirmativo sobre su sitio de origen en la
superficie de la Tierra. Pero, desde 1880, y aun antes mi convicción sobre
ese punto estaba hecha.
Por
ese entonces llegué a plantear esta conclusión: "La ciencia no puede determinar
hasta ahora qué punto de la superficie del Globo ha sido la cuna primitiva del
género humano; por consiguiente, no hay razón ninguna para hacer emigrar al
Hombre del antiguo al Nuevo Mundo, puesto que la emigración bien puede haberse
verificado en sentido contrarío" (p. 211, t. I). No hay duda alguna que los
estudios de Paleontología comparada imponen este razonamiento legítimo: si la
América del Sur es la cuna y centro de irradiación de los mamíferos, puede
haberlo sido de los precursores del hombre; si en Sud América vivió la rama
filogenética que conduce al Hombre, los Monos Homunculidios de Patagonia, esa
evolución puede haberse operado allí mismo; si esos Monos no están en ninguna
otra parte de la Tierra, es probable que su evolución hacia el Hombre actual, su
humanización, se haya producido en
Sud América.
Esos
tres razonamientos son lógicos si se aceptan las premisas; por eso,
teóricamente, pude afirmar que la humanidad había nacido en esa parte del mundo,
mucho antes de que se produjeran los descubrimientos de fósiles humanos
terciarios y cuaternarios que han confirmado esa profecía
En
1891, ante los restos de los primeros Monos fósiles descubiertos en Patagonia,
afirmé ya que "el punto de origen de los verdaderos Monos y del precursor del
Hombre, que hasta ahora se creía debía encontrarse en algunas regiones del Viejo
Mundo, se encuentra así trasladado a Sud América".
Más
tarde insistí sobre la posibilidad de que, no ya el precursor, sino el Hombre
mismo, sea de origen sudamericano. En 1906 procuré establecerlo así sobre
bases inconmovibles. Partía de este hecho sencillo: la característica principal
del Hombre es el gran desarrollo del cerebro, y, por consiguiente, del cráneo,
que toma una forma cada vez más abovedada. Ninguna especie viviente, próxima
al Hombre, ha tenido un cráneo con crestas salientes. Los Microbiotéridos,
desde donde se ramifican todos, tenían un cráneo liso y sin crestas. A partir
de esa raíz común, pasando por los Prosimios del Cretáceo superior y de la
base del terciario, y después por los Homunculidios hasta el Hombre, el cráneo
ha aumentado progresivamente su volumen y su abovedamiento. Es el proceso
evolutivo que yo llamo hacia la humanización.
De
ese tronco que va directamente de los Clenialitidios al Hombre, pasando por los
Homunculidios, se han separado sucesivamente ramas laterales en varias épocas.
En esas líneas divergentes hay un proceso continuo hacia una mayor osificación
del cráneo en correlación con un mayor desarrollo de los caninos y los molares,
lo que ha dado origen al alargamiento del rostro y a la formación de fuertes
crestas temporales, de las crestas occipital y sagital, de los grandes rodetes
superorbitarios, etc. A ese proceso evolutivo en los Primatos, lo llamaré hacía la
bestialización.
De
las ramas bestializadas nacieron los
Monos actualmente vivientes en ambos mundos, mientras que en la rama humanizada se encuentran los
Homunculidios y el Hombre.
Los
Monos primitivos (anteriores a la bestialización) se parecían un poco más
al Hombre actual que los Monos actuales (ya bestializados); en ese sentido, y
poniendo en paralelo el Hombre con los Monos actuales del antiguo continente,
puede decirse que no es el Hombre el que se presenta como un Mono perfeccionado,
sino, al contrario, son esos Monos los que aparecen como Hombres bestializados.
Esa evolución es, sobre todo, evidente para los Monos
antropomorfos.
Tal
es, en general, la opinión de los antropogenistas sobre el origen del Hombre;
hemos perfeccionado el parentesco entre el Hombre y los Monos antropomorfos,
haciendo derivar a éstos de nuestros inmediatos ascendientes filogenéticos, los
Hominidios primitivos, y no de los Monos primitivos. Si para Darwin eran
nuestros primos hermanos, para nosotros son simplemente nuestros hermanos
degenerados o bestializados.
Este
modo de ver introduce, en cambio, una variante en la evolución de los Antropomorfos:
después de separarlos de un tronco común al del Hombre, considero que han
sufrido una regresión involutiva, como ocurre con otras muchísimas especies
que no pueden adaptarse a las variaciones del medio en que viven. Son, pues
como he dicho, "los parientes más próximos del Hombre, pero sólo en línea
descendente y divergente, de ningún modo en la línea ascendente directa".
Considero
imposible que ninguno de los Monos actualmente vivientes pueda devenir un
Hombre, pues su evolución ha tomado un camino divergente que los aleja cada vez
más del Hombre. Todos los Monos fósiles conocidos del Viejo Mundo pertenecen
también a esas ramas divergentes y bestializadas; se encuentran en el mismo
caso, no solamente el famoso Pitecantropo de Java, sino también el Hombre de
Neanderthal, pues ambos representarían líneas divergentes extinguidas, que se
han separado del tronco central en una época relativamente muy
reciente.
II
Los
Monos fósiles sudamericanos
Mucho
antes de los descubrimientos de fósiles prehumanos, había previsto que éstos
debían lógicamente hallarse en América por la correlación genética entre los
antiguos Monos americanos y los Hominidios verdaderos, que pueden considerarse
como simples Monos al compararlos con el Hombre actual, así, por ejemplo, el
cráneo restaurado del Diprothomo, en
parangón con el del Homo y de los
Antropomorfos, no se parece a ninguno de los dos, sino al de su antecesor, como
es natural; ese cráneo no es evidentemente el de un Hombre, sino el de un
precursor. Ese grupo de precursores es sudamericano. Por la conformación del
cráneo, los más próximos parientes del Hombre deben buscarse entre los Monos
americanos. Sus parientes más inmediatos son los Homunculidios terciarios, pero
entre los Monos vivos, los hay que no se alejan mucho de los fósiles; tal es el
género Cebus, pero sobre todo Saimiris, cuyo cráneo es más humano que
el del Pitecantropo y de cualquier otro Mono antropomorfo conocido. Es el único
de todos los Monos vivos que tiene el agujero occipital colocado tan adelante
como el Hombre y que mira hacia abajo como en este último. La forma humana del
cráneo de esos Monos americanos (Homunculidios y Saimiris) representa el tipo primitivo
por el cual han pasado los Monos del Viejo Mundo, inclusive los Antropomorfos y
el Hombre, lo que se prueba por el desarrollo ontogenético de estos últimos. El
proceso de evolución regresiva se ha producido, sin embargo, en la mayor parte
de los Monos americanos; los menos alejados del tipo primitivo son los Saimiris,
y entre ellos el Saimiris boliviensis,
cuya curva frontal es más alta
que la de algunos cráneos humanos. En conclusión, los Antropomorfos son los
parientes más cercanos del Hombre en la línea descendente divergente, los
Saimiris en la línea ascendente divergente, y los Homunculidios en la línea
ascendente directa.
Conviene
recordar el fragmento del phylum
simio-humano que puede, relacionarse con los Monos fósiles; debe tenerse en
cuenta que -con excepción de los Hominidios y el Hombre- todos los grupos que
figuran en el cuadro se refieren a la evolución de los
Monos.
En
Europa y Norte América, los Prosimios, o por lo menos animales que parecen más o
menos relacionados con los Lemúridos actuales, aparecen en el Eoceno y se
extinguen en el Oligoceno; en cambio, en Patagonia, los Prosimios o Lemúridos
"aparecen en las capas superiores del Cretáceo" y se extinguen en el Eoceno. Los
verdaderos Monos no han dejado rastros fósiles en las capas terciarias de Norte
América, y en Europa sólo aparecen el Terciario medio; en Patagonia "aparecen ya
en la base del Eoceno", donde coexistieron con los Lemúridos, han continuado
viviendo en Sud América sin interrupción hasta la época actual, pero se
irradiaron desde Patagonia, probablemente desde mediados de la época Terciaria.
De Sud América fueron al Viejo Mundo, probablemente a principios del Mioceno, o
a fines del Oligoceno.
Este
dato paleontológico (mayor antigüedad de los Prosimios y los Simios en Sud
América) es el punto de partida de las inducciones
antropogenéticas.
Los
Prosimios fósiles, tan abundantes en el Cretáceo superior de Patagonia llegan
hasta el Terciario pero en él son ya muy raros. Adviértase que es muy difícil
establecer las relaciones exactas entre los Prosimios del Cretáceo y los Prosimios del
Eoceno, pues son casi desconocidos los restos fósiles de los que vivieron en las
épocas intermedias (piso Piroteriense).
En
el Eoceno inferior de Patagonia los Prosimios están representados por el género
Clenialites, notable por su pequeña
talla, sus ramas mandibulares fuertemente arqueadas, sus molares persistentes
inferiores muy complicados, y, sobre todo, por el molar 4, que está constituido
a semejanza del molar 5. Por ese último carácter se aproxima al Microsyops elegans de Marsh, del Eoceno
superior norteamericano, y al Plesiadapis
del Eoceno superior de Cernay
(Francia); pero el estudio morfológico comparativo de los molares permite
afirmar que el género Clenialites es
el más antiguo de todos los similares.
Los
caracteres primitivos de Clenialites
autorizan a considerarlo como el tipo de una familia distinta; por una parte
habría dado origen a los Microsiopidios, Plesiapidios, Anaptomorfidios y todos
los otros Prosimios conocidos, mientras por otra habría dado los verdaderos
Monos (a través de Pitheculites),
hasta los Hominidios primitivos, de donde se ramifican los Antropomorfos y el
Hombre.
En
la formación Santacrucense se encuentran restos de los géneros Homocentrus y Eudiaseatus, que también
han sido referidos al mismo grupo. Los Prosimios del Eoceno de Patagonia no
proporcionan ningún dato sobre las emigraciones del Terciario medio, pues sus
representantes en el viejo continente y en Norte América descienden de la
emigración más antigua, que se había efectuado ya al fin del Cretáceo. En cambio
tienen mucha importancia filogenética, pues prueban no solamente el origen
sudamericano de los Prosimios, sino también que esos Prosimios de Patagonia son
los antecesores de los Monos.
Desde
el punto de vista de las relaciones entre América del Sur y el Antiguo
continente, durante el Terciario medio, los verdaderos Monos tienen mucha más
importancia que los Prosimios, pues su distribución geográfica y geológica
permite establecer su punto de origen y su emigración, así como su filogenia,
aunque esta última sólo en sus líneas generales, dado el estado actual de
nuestros conocimientos.
Los Monos verdaderos no tienen
representantes fósiles en ninguna de las formaciones terciarias de Norte
América, los pocos Monos que habitan actualmente en América Central y Méjico,
pertenecen a géneros sudamericanos emigrados allí en una época muy reciente.
América del Norte queda, pues, excluida como posible centro de aparición de los
Monos.
En
cambio, en el Terciario del Antiguo continente, a partir del Eoceno, se
encuentran numerosos y variados Monos fósiles. A mediados de esa época aparecen
Monos Antropomorfos (Simiidae) ya
netamente constituidas, y un poco más tarde Cercopitecos y formas intermedias
mal definidas que no podrían clasificarse en ninguna de las dos familias
precedentes. No se conocen precursores autóctonos de esos Monos del Mioceno en
las formaciones terciarias del Antiguo continente (Eoceno y Oligoceno); parece, luego,
evidente que esos Monos perfectos de Europa y Asia, aparecidos allí sin
antecesores inmediatos, son inmigrantes. ¿De dónde pueden haber emigrado? De Sud
América, pues aquí se los encuentra desde la base del Eoceno (Homunculites y Pitheculites) y con
mucha variedad y mayor evolución en el Eoceno superior (Anthropops, Homunculus y Pitheculus). Los Monos
deben, pues, incluirse entre los Mamíferos que a fines del Oligoceno o
principios del Mioceno emigraron de Sud América a África, y de aquí a Europa y
Asia.
Aparte
de su importancia para la Paleogeografía y para el origen de los Primatos, este
problema se vincula estrechamente con el sitio de origen del Hombre, a punto de
constituir su principal fundamento paleontológico.
De
los Clenialitidios (Prosimios) se originan dos ramas: Pitheculites y Homunculites
(Monos), cuyos restos se han encontrado en el Terciario antiguo de
Patagonia, piso Colpodonense; la escasez de excavaciones induce a creer que en
esa época las especies de Monos debieron ser abundantes. La rama del Pitheculites se continúa con los
Hominidios y remata en el Hombre y los Antropomorfos; la rama del Homunculites da origen a los
Cercopitecos.
El
Pitheculites es un
Mono muy primitivo y debe descender de algún Clenialitidio del Cretáceo
superior; es más evolucionado que el Clenialites. Es el más pequeño de los Monos
conocidos y sus caracteres permiten colocarlo en la línea directa del phylum simio-humano, como antecesor de
los Homunculidios, los Hominidios y el Hombre.
El
Homunculites es
un mono muy pequeño, aunque de talla mayor que el Pitheculites, con quien está
emparentado por el abolengo común de los Clenalitidios. No se encuentra en la
línea directa que conduce a los Hominidios y al Hombre; es una rama colateral de
la cual parte el tronco de los Cercopitecos. Su nombre podría hacer creer que es
pariente de Homunculus, como yo mismo
lo creía cuando lo describí por vez primera, pero después de haber completado el
estudio de la pieza reconocí que está muy lejos de él. ("Formaciones", pág.
426). El Homunculites pristinus, del
Eoceno inferior de Patagonia, por la conformación de la mandíbula y de los
molares, es idéntico al género Macacus,
aunque difiere de él por la fórmula dentaria. Nada tiene que ver con los
Monos sudamericanos propios del Terciario superior, del Cuaternario o de los
vivientes; pertenece al grupo de los Monos del Antiguo continente, que
constituyen la familia de los Cercopithecida, y debe considerarse como
el antecesor inmediato de ese grupo, cuya fórmula dentaria es de tipo más
evolucionado.
Llegando
a la formación Santacrucense, nos encontramos de nuevo con verdaderos Monos, de
aspecto más evolucionado que los precedentes. Son los Homunculidios, derivados
de Pitheculites, cuyo tipo es el
género Homunculus, del que se conocen restos fósiles menos
incompletos.
El
Homunculus patagonicus presenta
caracteres que inducen a colocarle en la línea directa que conduce a los
Hominidios primitivos. Su cráneo presenta un aspecto bastante evolucionado; el
estudio de su fémur nos sugirió la idea de que le era posible la posición
erecta. Su estatura, de pie (?), se ha calculado entre 45 y 50
centímetros.
El
Anthropops presenta
caracteres aún más evolucionados; lo mismo que el precedente, vivió en Patagonia
durante el Eoceno superior; su talla era algo más grande y su posición ha podido
ser erecta.
Consideramos
a los Homunculidios como los antepasados de todos los Monos del Nuevo y del
Viejo Mundo, exceptuados los Lemúridos. La división en Catarrinos (los del Viejo
Continente) y Platirrinos (los del Nuevo) nos parece de poca importancia, por no
ser de rigurosa exactitud. Los Homunculidios eran Catarrinos por todos sus
caracteres, menos por el número de dientes; pero estimo que la fórmula dentaria
es de valor relativo, pues puede variar de familia a familia, entre los géneros
de una misma familia y entre las especies de un mismo género. Por ciertos
caracteres, el Homunculus se parece
más al Hombre que a los Antropomorfos, de donde se infiere que en estos últimos
degeneraron algunos caracteres evolutivos: se bestializaron en vez de
humanizarse.
Los
Homunculidios no eran arborícolas o trepadores; caminaban en la posición bípeda,
erecta o semierecta. Fundamos esta conclusión en el gran parecido de los fémures
del Homunculus y del Hombre, y
también en la morfología de los cóndilos articulares de ese hueso: su extensión
hacia abajo y atrás, prueba que la articulación con la tibia se efectuaba en una
línea vertical o poco menos. Los brazos de Homunculus eran proporcionalmente mucho
más cortos que los de los Antropomorfos, aunque más largos que los del Hombre;
el acortamiento de los brazos en ese último es un carácter evolutivo
recientemente adquirido. El húmero del Homunculus sólo difiere del humano por
la presencia de una perforación en el cóndilo interno, carácter primitivo y
ancestral en el phylum del Hombre, en
quien suele reaparecer con carácter atávico.
De
los Homunculidios derivan los Hominidios primitivos, grupo establecido
teóricamente, pues no se han encontrado sus restos fósiles. Debieran
corresponder a horizontes diversos de la época Oligocena, cuyas faunas son
todavía poco conocidas. Esta laguna del phylum podrá, acaso, llenarse con nuevos
descubrimientos que no es infundado considerar probables.
De
esos Hominidios primitivos se desprenden dos ramas destinadas a evolucionar de
muy distinta manera: los Hominidios
verdaderos que se transforman en Hombres y los Antropomorfidios (o Simidios)
que engendran a los actuales Monos Antropomorfos. Estos últimos, en vez de
seguir la vía de la humanización,
como ocurrió con la rama que llegó al tipo humano actual, siguieron la de la
bestialización, profundamente
acentuada en el actual Gorila.
Para
que pueda estimarse en conjunto el sitio de origen, la edad geológica y la
distribución geográfica de los Monos (Simioidea) y de los Antropoidios (Anthropoidea) basta observar mi cuadro
de sus representantes distribuidas por continentes y por épocas geológicas.
III
Los
Hominidios Fósiles Sudamericanos
La
familia de los Hominidios, o antecesores inmediatos del Hombre, se caracteriza
por los siguientes caracteres: ocho molares de reemplazamiento, posición erecta,
miembros anteriores cortos con relación a la talla, cerebro relativamente
voluminoso, cráneo relativamente abovedado donde no existieron crestas
salientes, rostro corto, caninos muy poco desarrollados, dedo interno del pie no
oponible, hábitos terrestres.
El
conocimiento de los Hominidios fósiles ha presentado en el llamado Viejo
continente muchas dificultades, y cada hallazgo motiva disputas inacabables. El
Pithecantropus erectus fue su primer representante de valor
genérico; es probable que el Homocentrus
argentinus, y otros imperfectamente conocidos, puedan referirse a este mismo
grupo.
a
El
28 de septiembre de 1907 publique la más discutida de mis memorias -"Notas
preliminares sobre el Tetraprothomo
argentinus, un precursor del Hombre del Mioceno superior de Monte Hermoso".
El yacimiento fosilífero de Monte Hermoso me era ya bien conocido. En una
visita de exploración efectuada en 1887 había encontrado algunos vestigios
(fragmentos de tierra cocida, fogones, algunos de éstos vitrificados y con
la apariencia de escoria, huesos partidos y quemados, pedernales tallados,
etc.), que me parecieron reveladores de la existencia de un ser inteligente,
"un ser más o menos parecido al Hombre actual, pero
antecesor directo de la humanidad existente". En 1906, en "Las formaciones
sedimentarias" hice referencia a ellos, en términos parecidos, y a una vértebra
cervical de dimensiones reducidas, que ya presumí de igual origen. En 1907
Carlos Ameghino descubrió en Monte Hermoso un fémur izquierdo, incompleto
en su extremidad superior (que comprende el gran trocánter, el cuello y la
cabeza femoral). El resto del hueso está intacto; la parte existente tiene
16 centímetros y la pieza restaurada alcanzaría a tener 19 centímetros. Por
la textura del hueso y la desaparición de todo vestigio que permita reconocer
el límite de la diáfisis y de la parte epifisaria, se trata de un individuo,
no sólo adulto, sino ya muy viejo. La concordancia de conformación entre ese
hueso y el correspondiente del Hombre es casi perfecta, aunque ese parecido
no salta inmediatamente a la vista a causa de la diferencia de tamaño.
He
descripto este fémur minuciosamente, sin olvidar ningún detalle de Anatomía y de
Paleontología comparadas. Describí en la misma monografía la vértebra cervical
conservada hasta entonces en el Museo de La Plata (un atlas), con tanta
escrupulosidad como el fémur y mi opinión fue explícita: "De esos restos se
deduce claramente que no se trata del género Homo, sino de un género extinguido,
de un precursor que forma parte de la línea directa que de los Homunculidae conduce al Hombre actual, y
que ese precursor se acerca al género Horno mucho más que cualquiera de los
Monos Antropomorfos conocidos. Doy a este género extinguido el nombre de Tetraprothomo Argentinus, n. g., n. sp.
El nombre genérico de Tetraprothomo
ya lo he empleado desde el año 1884 para designar un antecesor del hombre
teóricamente reconstruido. En el trabajo más completo que publicaré más tarde
expondré las razones que me inducen a emplear este mismo nombre para el
precursor del Hombre del Mioceno de Monte Hermoso" (págs. 107 y
108).
Varios
caracteres indicarían que en el
Tetraprothomo (nombre genérico del cuarto antecesor del Hombre) la posición
erecta era de adquisición reciente, de modo que aún no había podido modificar
las proporciones del cuerpo sino en un grado muy reducido: por eso el largo del
fémur debe representar un sexto del largo del cuerpo (en los Monos la talla es
cuatro veces y media el largo del fémur; en el Hombre no alcanza a cuatro); en
los Mamíferos cuadrúpedos no arborícolas, representa la sexta o séptima parte, y
aun menos. Los precursores del Hombre fueron adquiriendo la posición erecta, sin
pasar por el período de adaptación arborícola, que es común a los Monos
actuales. Por todo eso fijo la talla probable del Tetraprothomo entre 1,05 y 1,10 metros.
El cráneo era, proporcionalmente a la talla, de tamaño considerable, de acuerdo
y en relación al grueso del cuerpo, pero de volumen y peso proporcionalmente
mayores que en el hombre, a juzgar por la conformación del
atlas.
El
Tetraprothomo, fundado
primero teóricamente sin indicación del punto de origen, determinada luego la
región de origen también teóricamente, ha salido a la luz del día más pronto de
lo que era dado suponer, más o menos con los mismos caracteres que le había
asignado y en la misma región que suponía debía ser su centro de origen (página
211). Con estas palabras podemos cerrar este, resumen del descubrimiento de
restos prehumanos en el período Mioceno, según la antigüedad que atribuyo al
yacimiento de Monte Hermoso, fundándome en datos geológicos y
paleontológicos.
b
Acerca
del hipotético Triprothomo no existe ningún documento fósil que atestigüe su
probable existencia. Suponemos que vivió en las formaciones más superiores del
Mioceno y consideramos que ha dejado vestigios industriales comprobatorios de su
existencia: esos rastros se encontrarían en los horizontes Puelchense y
Chapalmalense de la formación Araucana, cuya fauna comenzamos recién a
descubrir.
c
Dos
años más tarde, el 17 de julio de 1909, publiqué la Memoria descriptiva del Diprothomo platensis, un precursor del
hombre del Plioceno inferior de Buenos Aires. Durante los últimos trabajos de
excavación del puerto de Buenos Aires, en el sitio de mayor profundidad, fue
descubierta una calota craneana, desgraciadamente muy incompleta; junto a ella
existían otros restos óseos que se perdieron, siendo entregada la calota al
Museo Nacional por Guillermo D. Junor. Proviene del nivel más inferior de la
formación Pampeana; difiere tanto de la parte correspondiente del cráneo humano,
que ella no puede ser atribuido al género Homo, sino a un género distinto, hoy
desaparecido, con caracteres simiescos muy acentuados, y reuniendo todas las
condiciones indispensables para que pueda considerársele como un precursor
directo del Hombre. Sin embargo, la diferencia entre él y el Hombre parece tan
grande que no puede considerarse el primer antecesor inmediato (Prothomo), sino el segundo: por cuyo
motivo lo clasifico, genéricamente, como Diprothomo. Fundo su diferencia con el Tetraprothomo, anteriormente
descripto, en deducciones morfológicas, pero sobre todo en la diferencia de edad
geológica de los pisos en que ambos fueron encontrados: Hermosense y
Preensenadense. Esos pisos están separados por cinco horizontes geológicos (dos
pisos conocidos y tres hiatos intermedios), lo que importa un tiempo más que
suficiente para que un género pueda transformarse en otro: la Paleontología
concuerda con esas inducciones, pues del Hermosense al Preensenadense la fauna
de Mamíferos se ha renovado de una manera completa dos veces, por lo
menos.
La
parte conservada de la calota del Diprothomo está representada por el
frontal casi completo y por una parte de los parietales de los que sólo queda la
región media anterior. Al frontal solamente le falta la parte lateral más
descendente de cada lado, lindera con el ala ascendente del estenoides, la parte
anterior, con las arcadas orbitarias, glabela, etcétera, está perfectamente
conservada. La pieza no presenta ninguna deformación póstuma; pertenece a un
individuo adulto y de edad avanzada.
El
examen minucioso de su morfología lleva a pensar que esos caracteres alejan a Diprothomo, no sólo del Homo, sino también de todos los Monos
Antropomorfos, de todos los Monos del Antiguo continente y de la mayor parte de
los del Nuevo Mundo. Para encontrar una conformación parecida a la suya, es
necesario buscar, una vez más, entre los Monos Arctopitecos de América del Sur
(Midas y Callitrix).
Las
fotografías y dibujos anexados a mi publicación me eximen de insistir en
detalles descriptivos que sólo pueden servir a los especialistas y que nunca
podrían reemplazar a la observación directa de la pieza o de sus
calcos.
d
En
esa misma monografía avanzo algunas opiniones sobre el Prothomo o primer antecesor genérico del
Hombre. Es todavía desconocido; pero el Homo pampaeus, que proviene de un piso
muy superior al del Diprothomo, no
debe diferir mucho de él, pues conserva todavía algunos caracteres morfológicos
de tres cráneos encontrados en el Pampeano antiguo de Necochea (que considera
contemporáneos del cráneo de Miramar, es decir: del Homo pampaeus), llego a la siguiente
conclusión: juzgando desde el punto de vista paleontológico, el Homo pampaeus es una especie muy diferente
del Homo sapiens, difiriendo de él
mucho más que el Homo primigenius (de Neanderthal, al cual lo
considero como una especie divergente del género Homo desaparecida sin descendencia). Es
aún posible que, mejor conocido el Homo
pampaeus resulte ser un verdadero Prothomo.
El
primer cráneo de Prothomo u Homo
pampaeus fue encontrado en capas más superiores a la que correspondía al Diprothomo platensis en la formación
Pampeana, horizonte Ensenadense cuspidal, que puede equipararse al Plioceno
medio de Europa (cráneo de Necochea). Se caracteriza por una dolicocefalia muy
marcada y persistencia del prognatismo facial. El cráneo facial predomina sobre
el cerebral, y la capacidad craneana oscila entre 1.100 y 1.200 centímetros
cúbicos. Las órbitas son grandes, aunque menores que las del Diprothomo. En la actualidad se poseen
cuatro cráneos procedentes del mismo horizonte y lugar, siendo semejantes sus
caracteres morfológicos.
IV
El
hombre fósil sudamericano
Mis
primitivas opiniones sobre la antigüedad del Hombre en el Plata, hipotéticas
y simplemente verosímiles, fueron reforzadas por varios descubrimientos de
fósiles humanos: en la Argentina es donde se conocen los restos humanos más
antiguos y de caracteres más primitivos. El hombre cuaternario del piso Lujanense
(cráneo de Arrecifes), no parece diferir mucho del actual, pero sus restos
son muy interesantes, pues indican que es el resultado de una evolución efectuada
en el mismo continente. Los restos terciarios del Plioceno superior (cráneo
de Fontezuelas) indican una raza pequeña, de 1,50 de talla, la curva frontal
medianamente elevada, sin rebordes superorbitarios o muy pequeños, con una
cavidad esternal y 18 vértebras dorsolumbares. Esos últimos caracteres son
muy primitivos y Kobelt ha intentado hacer de esa raza una especie distinta,
el Homo pliocenicus. El cráneo de Miramar,
del Plioceno inferior, es geológicamente el más antiguo cráneo humano que
se conoce, siendo también el que presenta caracteres ancestrales más acentuados;
ese hombre no puede pertenecer a la misma especie que el actual, sino a otra
distinta: el Homo pampaeus, que acaso pueda corresponder
al Prothomo o cuarto Hominidio
precursor del hombre.
Si
se toma en cuenta el desarrollo de la curva frontal, la diferencia entre el
cráneo del Plioceno inferior (Miramar) y el cráneo del Plioceno superior
(Fontezuelas) es enorme. En cambio, la que se observa entre el Hombre del
Plioceno superior (Fontezuelas) y el Hombre de la época Cuaternaria (Arrecifes)
es pequeña. Un hecho esencial en la evolución de los Hominidios americanos hacia
el Hombre actual, es el abombamiento progresivo de la curva frontal a partir del
Plioceno interior.
El
Homo pampaeus es,
en suma, el más antiguo antecesor conocido del Hombre. Aparte de los restos
groseros de una industria muy rudimentaria, pero que atestigua la presencia
de un ser inteligente, el Hombre (o su antecesor) del Mioceno de Monte Hermoso
debe diferir del Hombre actual más aún que el del Plioceno. Esa diferencia
debe ser tan considerable que él no sería todavía un Hombre en el sentido
genérico de la palabra, sino un precursor: el anunciado desde 1888. En 1906,
en suma, pude escribir: "Como todo concurre a demostrar que las relaciones
entre África y América del Sur son anteriores al Mioceno superior, llegados
la conclusión de que es el precursor del Hombre, es decir: el Homosimius que, durante el Mioceno inferior o
el Oligoceno superior, pasó de América del Sur al Antiguo continente, en compañía de los Cercopitecos. Los Antropomorfos
no aparecieron hasta más tarde; se separaron de los Hominidios tomando el
camino de la bestialización esta separación ha tenido lugar en el antiguo
continente habiendo vivido precursores del Hombre en los dos continentes,
desde el principio del Mioceno es igualmente posible que el Hombre haya tomado
un origen independiente en ambas partes, por la evolución o transformación
de dos o muchos precursores.
Entre
el Prothomo, o último de los
Hominidios precursores (representado por los cráneos de Necochea y Miramar) y el
Hombre actual, pueden considerarse como tipos humanos primitivos el cráneo de
Fontezuelas, el cráneo de Arrecifes, etc.
El
de Fontezuelas procede del Pampeano superior (piso Bonaerense), que refiero a
las más recientes capas del Plioceno terciario; fue descubierto en 1881 por Roth
y se le conoce, erróneamente, por cráneo de Pontimelo.
El
de Arrecifes, encontrado en 1888, pertenece al Pampeano lacustre (piso
Lujanense), que considero correspondiente al Cuaternario inferior de
Europa.
De
la misma época que el Homo pampaeus,
o quizá algo más reciente, es el
Homo sinemento, el cual, aun
conservando algunos caracteres muy primitivos, por otros había sobrepasado en su
evolución al Homo sapiens. Sus
representantes eran pigmeos (1,40 metros), de rostro muy prognato, con mandíbula
sin mentón, como el Homo primigenius,
pero con dentadura ortognata muy regular y sin la última muela. Es una especie
que ha desaparecido sin dejar descendientes.
En
el Pampeano superior, en las capas más recientes del horizonte Bonaerense
encontramos el Homo caputinclinatus,
de talla igualmente pequeña (1,40 a 1,50 metros) y dieciocho vértebras
dorsolumbares, de frente apenas un poco menos deprimida que en Homo pampaeus, pero sin visera, cráneo
sumamente largo y angosto (índice cefálico alrededor de 66), región parietal muy
alta, glabela fuertemente invertido hacia abajo pero no hacia atrás, nasales muy
anchos y sin depresión transversal en la raíz, órbitas extraordinariamente
superficiales y, por consiguiente, rostro muy prolongado hacia adelante; por
último, el agujero occipital está colocado en la parte posterior del cráneo más
atrás que en muchos Monos, lo que le daba a la cabeza una posición fuertemente
inclinada hacia abajo.
En
las capas más recientes de la formación Pampeana (piso Lujanense) y las
Postpampeanas más antiguas (piso Platense y piso Querandino) correspondientes a
la época Cuaternaria, los descendientes de dos de las especies anteriores
aparecen ya muy diversificados, peto con todos los caracteres del género Homo.
El cráneo es más voluminoso, más corto y más ancho; la frente es más o menos
abovedada; la glabela vuelta hacia abajo aparece invertida hacia atrás en su
parte inferior; las órbitas son normales, es decir: profundas y más anchas que
altas, y el rostro es más corto y más humano.
Una
rama tomó el camino de la bestialización, aumentando la talla y desarrollando
inserciones musculares que denotan una fuerza brutal. El cráneo, conservando en
parte su forma alargada, se hace sumamente espeso y macizo, con fuertes crestas
que anticipan la sinostosis de las suturas, se desarrollan gruesos arcos
supercillares, las órbitas, mucho más anchas que altas toman una forma
rectangular y el rostro se vuelve más prognato, con mandíbulas macizas de una
fuerza enorme. Los últimos representantes de esta raza fueron a extinguirse en
época reciente en los arenales del valle del bajo río Negro y de la región
litoral del territorio del Chubut.
En
el Cuaternario de Santiago del Estero aparecen los restos de una raza (raza de
Ovejero) que se aisló quizá en una época anterior, pues es muy pequeña, de sólo
1,30 metros de alto, con mandíbula de mentón fuerte y cráneo corto, ancho y
liso, presentando un lejano parecido con el tipo negrito de Asia y
África.
Otros
restos de las capas de conchas marinas del Aimarense de la costa del río de la
Plata se caracterizan por una mandíbula de mentón fuyente y dentadura anterior
oblicua, con la parte interna superior de la región sinfisaria detrás de los
incisivos, excavada y dirigida oblicuamente hacia adelante y hacia arriba como
en el tipo de Homo
primigenius.
La
mayor parte de los vestigios humanos del Cuaternario superior (piso Lujanense)
pertenecen a la raza designada con el nombre de Lagoa Santa, de talla más bien baja
que alta, cráneo voluminoso todavía un poco alargado y frente elevada y
regularmente arqueada. Parece ser la que ha dado origen a la mayor parte de la
población indígena de América en las épocas más recientes.
V
Su
posición geológica respectiva
Las
relaciones de los estratos geológicos en que han sido encontrados esos restos
fósiles humanos y prehumanos son, en suma, las siguientes:
1º.
Hombre fósil del
Pampeano superior (piso Lujanense del Cuaternario superior: Arrecifes y Ovejero;
y piso Bonaerense: Fontezuelas);
2º. Prothomo (?) (Homo pampaeus
de
Miramar y Necochea: Ensenadense cuspidal del Plioceno
medio);
3º.
Diprothomo (Preensenadense
del Pampeano inferior: Plioceno);
4º.
Tetraprothomo (Mioceno
superior de Monte Hermoso).
He
adaptado esos descubrimientos a mi cuadro de los pisos geológicos en la cuenca
del Plata y de la costa del Atlántico.
La
simple inspección de ese cuadro permite advertir la antigüedad que atribuyo a
cada uno de esos eslabones de la ascendencia del Hombre en Sud
América.