FLORENTINO AMEGHINO

 

 

 

ORIGEN Y EMIGRACIONES DE LA ESPECIE HUMANA

 

 

 

Indice

 

Capítulo I

 

El origen sudamericano del Hombre

 

I. La Filogenia y la Paleontología sudamericanas. II. Cuna

y emigraciones de los Mamíferos. III. La ascendencia del Hombre. IV. Emigraciones de la especie humana

 

Capítulo II

 

Los restos fósiles del Hombre y de sus predecesores en el continente sudamericano

 

I. La genealogía sudamericana del Hombre. II. Los Monos

fósiles sudamericanos. III. Los Hominidios fósiles sudamericanos. IV. El Hombre fósil sudamericano. V. Su posición geológica respectiva.

 

 

Capítulo I

 

I

 

La Filogenia y la Paleontología sudamericanas

 

La historia de la corteza terrestre, desde los tiempos arcaicos hasta nuestros días, comprende el estudio de la materia inorgánica que la constituye y el de los seres vivos que sobre ella han evolucionado.

El estudio de la orogenia suele inclinar hacia el catastrofismo; el de la estratigrafía inclina hacia el evolucionismo. La Paleontología, esencialmente estratigráfica, ha dado a los estudios geológicos una entonación principalmente evolucionista, en el sentido de Lyell, sin excluir para las grandes variaciones paleogeográficas las mutaciones cataclísmicas.

En sus líneas generales, suele seguirse la clasificación geológica corriente en cinco eras, dividida cada una en varios sistemas, constituidas a su vez por numerosos pisos.

La cantidad y calidad de los hechos conocidos acerca de cada una, determina un interés creciente desde las más primitivas hacia las más recientes.

Los primeros estudios paleontológicos de Cuvier señalaron un amplio sendero a la Geología estratigráfica, recorrido poco después por Bronn y D'Orbigny, en una época en que ya se perfilaba netamente el auge del transformismo. Indeciso en Lamarck e incompleto en Saint-Hilaire, adquirió con Darwin un valor más demostrativo, al ser fundado sobre hechos que la experiencia ulterior ha corroborado en diversos dominios de las ciencias biológicas.

El adelanto de la Paleontología contribuyó poderosamente a consolidar la doctrina de la descendencia, aportando valiosos documentos a la reconstrucción de las líneas filogenéticas. Muchos paleontólogos convergieron a la tarea de rectificar ciertas ramas (phila) del intrincado árbol genealógico, atreviéndose algunos a rehacerlo por entero sobre datos incompletos.

Mi primera obra sistemática fue un ensayo de reconstrucción fílogenética, estudios posteriores la han corregido en ciertos puntos.

Como la intentada por Haeckel sobre datos de la embriología, se titula Filogenia; en ambas se persigue la restauración de las líneas filogenéticas y arriban las dos a resultados semejantes en lo general, aunque desiguales en los detalles. Esta convergencia de los embriólogos y los paleontólogos, sobre el más importante problema de la filosofía naturalista, tiene mayor valor si se considera la absoluta diversidad de los caminos que han seguido para llegar a la confirmación de las doctrinas transformistas.

La reconstrucción filogenética fundada en la paleontología, tiene mayor importancia acerca de las especies que han dejado restos fósiles (esqueletos internos o externos, etc.), y por su comparación con las actuales. La reconstrucción embriológica es más amplia, pues abarca todas las especies. Es evidente que en su campo restringido, las primeras tienen un valor demostrativo más considerable; ellas han permitido corregir muchos detalles importantes en las ramas de los vertebrados, especialmente entre los mamíferos.

Aun conociendo los escritos de Haeckel, no necesité consultar sus datos sino por accidente, dada la diferencia radical entre los estudios paleontológicos y los embriológicos. Por eso se dice en el prólogo de la Filogenia: "Aunque el punto de partida es completamente distinto, los resultados que ambos hemos obtenido concuerdan perfectamente en sus puntos principales, lo que no hace más que aumentar el crédito de la obra del sabio alemán que, guiado casi exclusivamente sobre el estudio del desarrollo embriológico, supo obtener tan grandes resultados".

Después del libro sobre la Formación Pampeana y del ensayo sobre los Mamíferos fósiles de la América del Sur (en colaboración con el doctor Enrique Gervais), abordé directamente ese problema general. Con motivo de la muerte de Darwin, en una conferencia pronunciada en el Instituto Geográfico Argentino, afirmé que mi ideal, como transformista, era incluir el transformismo entre las ciencias exactas; la conferencia, puesta como introducción a Filogenia, implicaba un compromiso moral; no omití, desde entonces, esfuerzo por cumplirlo, aunque forzado a restringir las demostraciones al terreno de las especies extinguidas que han podido legarnos un esqueleto fósil. Definí la obra como “principios de la clasificación transformista basados sobre leyes naturales y proporciones matemáticas", notándose en ella un esfuerzo por acercarse a esta fórmula: "Sólo hay ciencia de lo que puede medirse".

Desde esa fecha se ha descrito una cantidad verdaderamente enorme de especies fósiles extinguidas, pues ciertas capas geológicas del territorio argentino son verdaderos cementerios fósiles.

Ello ha contribuido al estudio de las faunas fósiles comparadas permitiendo establecer algunas leyes y formular varias hipótesis sobre la emigración de las especies extinguidas a través de los diversos continentes. En este sentido, nadie podrá ocuparse con acierto de Paleontología comparada sin conocer y discutir las doctrinas y los descubrimientos argentinos.

Por fin, se ha podido correlacionar los datos de la fauna fósil con los de la fauna actual, lo que ha permitido corregir y rectificar numerosas relaciones entre unas y otras especies, con beneficio evidente para la reconstrucción del árbol filogenético de los Vertebrados y especialmente de los Mamíferos.

Esta es, sin duda, la parte más considerable de la Paleontología argentina con relación a las ciencias naturales y a la filosofía evolucionista. "Ya conocemos un número verdaderamente sorprendente de distintos animales fósiles, algunos parecidos a los actuales, otros sumamente diferentes, que parecen reunir grupos en la actualidad aislados por completo y compuestos ellos mismos de numerosas especies afines, en muchos casos difíciles de separar unas de otras por buenos caracteres.

"Esas especies pertenecientes a grupos extinguidos, íntimamente ligadas entre sí o que entran en los grupos actualmente existentes, son las últimas ramitas de las grandes ramificaciones del árbol; pero esos grupos extinguidos que ya no tienen análogos en el mundo actual o que sirven de transición a grupos antiguos cuya existencia más o menos modificada se ha prolongado hasta nuestros días, son grandes ramas o grandes trozos de las principales ramificaciones.

"Los Primatos, los Carnívoros, los Desdentados, los Didélfidos, y tantos otros grupos actuales, son grandes ramas cuya parte inferior se hunde hasta los terrenos terciarios inferiores y aun en algunos casos hasta los terrenos secundarios.

"Los grandes grupos extinguidos, como los Anoplotéridos, que reúne los Suidios a los Rumiantes, los Pentadáctilos que ligan a los Roedores con los Perisodáctilos, los Hipariones que parecen ligar a esos mismos Perisodáctilos son los Solípedos, y tantos otros grupos que se encuentran en el mismo caso, representan trozos de las mismas ramas, más tarde bifurcadas, y esos trozos actualmente perdidos, por la reunión de caracteres actualmente propios de grupos distintos, representan justamente el punto de la rama que constituía la horquilla, cuyas ramas secundarias prolongadas dieron origen a los grupos actuales.

"Poseyendo por completo la copa del árbol, pudiendo seguir las ramas hasta una distancia considerable, y poseyendo igualmente grandes trozos de las ramas principales del árbol, muchos de ellos con las bifurcaciones de donde salieron las ramas secundarias, ¿cómo no se ha de poder colocar esas grandes ramas en la posición relativa que debieron ocupar en el árbol destrozado?".

 

 

II

 

Cuna y emigración de los Mamíferos

 

Son los datos de la Paleontología el fundamento principal de mis dos hipótesis fundamentales acerca de la Antropogenia.

 

1.° La mayor antigüedad de la fauna de Mamíferos fósiles en Sud América, incluyendo los más antiguos Monos fósiles conocidos, prueba que los remotos antepasados del Hombre evolucionaron en este continente: la existencia de antiquísimos restos fósiles humanos y de industrias primitivas corrobora esa hipótesis.

2.° Las emigraciones de los Mamíferos sudamericanos para poblar los otros continentes, siguiendo las vías admitidas por la Paleogeografía, se han acompañado de las emigraciones del Hombre o de sus precursores inmediatos.

Se comprende, entonces, que para comprender las hipótesis antropogénicas deben tenerse presentes las conclusiones más generales de la Paleontología argentina, en cuanto se refiere a la antigüedad de los Mamíferos sudamericanos y a sus diversas emigraciones.

Los Mamíferos placentarios derivan de los aplacentarios; se ha procurado restablecer en relación filogenética. En los marsupiales se encuentra el origen de muchos placentarios; la distinción entre ellos sólo implica un grado distinto de evolución. En el gran grupo de los Sarcobora se reúnen todos los carnívoros, formando siete subórdenes o grupos, de los cuales dos están extinguidos (Creodonta y Sparassodonta), y los demás están representados por los carnívoros marsupiales vivientes. Los tipos primitivos de esos marsupiales serían los que dieron origen a los Mamíferos placentarios, algunas de cuyas formas primordiales emigraron, yendo a constituir las faunas de Mamíferos de los otros continentes.

En suma: de los antiguos Mamíferos de la Patagonia se originaron los Mamíferos que han habitado o habitan toda la superficie de la Tierra, a partir del Cretáceo superior (fines de la era Secundaría o Mesozoica). Después de descubierta la fauna del Pyrotherium y la del Astraponotus, la más antigua del Notostylops y la más antigua todavía del Proteodidelphys, es imposible sostener que los Mamíferos de Patagonia desciendan de los de Norte América.

Quedarían dos explicaciones:

1°: Los Mamíferos antiguos de Patagonia son de origen independiente; sus semejanzas con las faunas de otros continentes son un resultado del azar o de adaptaciones a condiciones semejantes. Esta explicación es demasiado simple e implica un retroceso a la antigua teoría de las creaciones sucesivas e independientes.

2°: Los diversos grupos de los antiguos Mamíferos de Patagonia tienen un origen común con los grupos similares del resto de la Tierra; sus semejanzas son el resultado del parentesco o de la unidad de origen. Esta explicación es esencialmente evolutiva y transformista, obligando a reconstruir su filogenia sobre los datos de la Paleontología comparada.

Optamos, naturalmente, por la segunda, más complicada y que nos obliga a estudiar, es decir: a aprender.

Conviene hacer presente que el paleontólogo norteamericano Scott ha planteado una tercera explicación. Cree que los tipos de ambas Américas podrían haberse originado de antepasados comunes, mucho más antiguos y de ubicación desconocida. Esta hipótesis no se funda en ningún hecho; Scott supone que la formación Santacruceña corresponde al Eoceno e infiere de ello la menor antigüedad de su fauna, aparte de que parece no tomar en cuenta los Mamíferos del Cretáceo patagónico y su coexistencia con la fauna de Dinosaurios, perfectamente demostrado.

Puede llegarse, por lo tanto, a esta conclusión fundamental: la región del desaparecido continente subtropical austral (Arquelenis) correspondiente a la parte Sudeste de la actual América del Sur, fue el centro de desarrollo de todos los Mamíferos; de allí se irradiaron por sobre toda la superficie de la tierra, mediante emigraciones efectuadas en distintas épocas y en diferentes direcciones.

En nuestra última exposición sintética de la cuestión (1907) dijimos que las emigraciones principales son cuatro. Por su orden de antigüedad, y empezando por la más remota, tenemos: 1°, emigración cretácea hacia Australia; 2°, emigración cretáceo-eocena hacia África; 3°, emigración oligomiocena hacia África; 4°, emigración mioceno-plioceno-cuaternaria hacia América del Norte.

La primera emigración empezó hacia la mitad de la época cretácea, antes de constituirse el grupo de los Ungulados; por ella recibió Australia los Sarcoboros primitivos, que se transformaron en los Diprotodontes o canguros, y demás familias afines. Fueron por sobre un puente que unía a Patagonia con Australia, a través de las regiones polares, esa conexión no fue continua sino formada por tierras que se iban sumergiendo del lado patagónico a medida que emergían avanzando hacía Australia. No hubo emigración en sentido contrario, es decir: de Australia a Patagonia.

La segunda emigración, hacia África, se efectuó pasando por sobre el Arquelenis, en el período cretáceo-eocénico. Pasaron a África representantes de los principales órdenes de Mamíferos (Prosimios, Protungulados, Condilartros, Hipoidios y Perisodáctilos primitivos, Hiracoidios y Amblipodos, Proboscidios primitivos, Ancilópodos, Sarcoboros primitivos que se transforman en Creodontes y Carniceros, Piagiaulacoidios, algunos Roedores y algunos Desdentados primitivos que se transformaron en los Mánidos y Oricteropódidos existentes). En África esa fauna evolucionó desde entonces por separado de la que quedó aislada en Sud América; de África invadió gradualmente Europa y Asia, y de allí pasó a América del Norte. Todas las faunas de Mamíferos del Terciario antiguo de África, Europa y Norte América son formas evolucionadas de ascendientes sudamericanos que salieron en esta emigración. Por ese camino no hubo emigración en sentido inverso, porque aún no había Mamíferos en Euroasia. Durante toda esa época, las dos Américas estaban separadas por un ancho mar.

La tercera emigración, hacia África, por sobre los últimos restos del Arquelenis, empezó probablemente a principios del Oligoceno y continuó hasta el Mioceno inferior. Pasaron hacia África grupos que faltan en el Cretáceo superior de Sud América, apareciendo solamente en el Eoceno medio y superior; en cambio en el antiguo mundo se encuentran en el Oligoceno inferior y hasta el Mioceno superior (pasaron los Didélfidos, los Monos, los Subúrsidos y los Roedores del suborden de los Histricomorfos). Existió una corriente emigratoria, en la misma época, de África a América; algunos grupos que en el Viejo Mundo se constituyeron en el Eoceno superior y el Oligoceno (por evolución de la fauna recibida en la anterior emigración) aparecen en Sud América en época un poco más reciente (algunos Creodontes, varios Carniceros de las familias de los Cánidos y de los Ursidos, los Listriodontes y algunos otros Artiodáctilos primitivos). Durante este período Sud América continuaba aislada de Norte América, y desde entonces está aislado de África.

Esta interrupción del Arquelenis produjo la fusión del Atlántico Norte y el Atlántico Sur, lo que concuerda con la mayor semejanza de las faunas marinas después del Mioceno, habiendo sido muy distintas en el Eoceno y el Oligoceno.

La cuarta emigración de Mamíferos sudamericanos se dirige hacia Norte América, por sobre la gran conexión de ambas Américas producida en la segunda mitad del Mioceno. Las faunas, hasta entonces detenidas por el mar Interamericano, se entrecruzaron; se produjo un intercambio zoológico que dio por resultado la formación de faunas mixtas, cuyo origen fue hasta hace poco inexplicable. Fueron de Sur a Norte América formas que aquí se encuentran ya en pisos más antiguos (los Desdentados gravigrados y los Gliptodontes, el corpulento Toxodonte, los Roedores histricomorfos, los Didélfidos y por último los Monos, aunque estos últimos sólo llegaron a Méjico); vinieron de Norte a Sud América las especies que allí son evidentemente más antiguas los Mastodontes, los Tapires, los Llamas y los Ciervos, los Equidios y la mayoría de los Carniceros placentarios).

La Paleontología comparada confirma estas ideas. Solamente en Patagonia se encuentran Ungulados primitivos en las mismas formaciones cretáceas que contienen numerosos Peces y Reptiles; allí se originaron y desde allí se han dispersado por sobre los otros continentes. Los Mamíferos han pasado de Sud América a África, de aquí a Europa y de aquí a Norte América, modificándose durante el camino bajo la influencia de las nuevas condiciones de adaptación. Antes de conocerse la fauna de Mamíferos fósiles del continente africano, pudimos hacer una predicción legítima: "Fundándonos en lo que sabemos de Sud América y Euroasia podemos restaurar todo el pasado del continente negro: todo grupo fósil del Terciario euroasiático, y que se encuentra también en el Cretáceo de la Argentina, debe haber existido en África durante el Eoceno". Descubrimientos posteriores, hechos en el Terciario de Egipto, confirmaron esta previsión.

La fauna de Mamíferos, después de atravesar África y Europa, emigró a Estados Unidos, a través de comunicaciones terrestres que ya no existen; por eso la fauna fósil de Mamíferos es más reciente en Norte América que en Europa. Aquí los Mamíferos permanecieron acantonados mucho tiempo, especializándose, variando para adaptarse al medio y revistiendo formas nuevas y tipos originales, durarte mucho tiempo no pudieron emigrar a Sud América, estando separados ambos continentes por la zona oceánica que unía el Atlántico con el Pacífico.

A fines de la época Miocena se estableció la comunicación de ambas Américas, por el istmo de Panamá, efectuándose entonces una reemigración de los Mamíferos que mucho antes habían salido de Sud América para África y Europa; se los encuentra en capas geológicas mucho más recientes que el Cretáceo, aunque ya profundamente diferenciados por las variaciones miliseculares sufridas en Africa, Europa y Norte América; algunas especies serían irreconocibles si no se hubieran estudiado los tipos intermedios en los continentes por donde pasaron.

Puesto que hasta fines del Mioceno no había comunicación, la antigua fauna de Mamíferos del continente sudamericano no puede haber venido de Norte América. En África y Europa es posterior que en Patagonia. Tampoco pudo venir de Australia, que nunca tuvo Ungulados; es probable que esa gran isla estuviera ya aislada a comienzos de la época Cretácea, antes de que aparecieran los primeros Ungulados.

De esos dos elementos -mayor antigüedad en Patagonia y reconstitución natural de las vías migratorias- se infiere que la fauna de Mamíferos ha tenido su origen en la América del Sur. Esta idea es el eje de toda la Paleontología argentina.

 

 

III

 

La ascendencia del Hombre

 

La especie humana, reintegrada a su rango biológico dentro de los fenómenos de la Naturaleza, quedó incluida en la concepción transformista, a medida que los estudios científicos disiparon las preocupaciones teológicas, los zoólogos y los antropólogos fueron señalando los procesos evolutivos que pueden haber derivado al Hombre de los Mamíferos más afines. Darwin, con gran acopio de observaciones, trató el tema en sus Orígenes; después de nuevos complementos y demostraciones, las ciencias genéticas (Embriología), morfológicas, (Anatomía e Histología comparadas), y fisiológicas (Bioquímica y Biodinámica comparadas) concuerdan -con ejemplar unanimidad- en referir el Hombre al grupo de los Mamíferos placentarios, incluyéndole en el orden de los Primatos.

El parentesco de las ramas filogenéticas prehumanas (los Hominidios) presentó, sin embargo, lagunas de consideración mientras sólo se tomaron en cuenta las especies vivientes; el phylum simio humano presentaba soluciones de continuidad y faltaban ciertos eslabones para rehacer el árbol genealógico del Hombre. Los modernos estudios de Paleontología han contribuido a reconstruirlo, completando el conocimiento de las especies vivas con el de las extinguidas.

En el camino de su perfeccionamiento, el transformismo acoge y renueva problemas antropogénicos otrora mal planteados. El antiguo poligenismo de las razas humanas reaparece ahora como poligenismo en la evolución general de las especies vivas, planteando la posibilidad de que la evolución de los Monos, los Hominidios intermedios y los Hombres se haya efectuado en dos o más phylae independientes, contra la general opinión monogenética y monofilética.

La originalidad esencial de nuestros estudios antropogenéticos consiste en una rectificación filogenética del phylum de los Hominidios que establece el parentesco entre el Hombre y los Monos extinguidos, al mismo tiempo que excluye la descendencia directa del Hombre de los Monos vivientes. Una terminología propia y expresiva, nos sirvió desde 1884 para ir ampliando, corrigiendo y confirmando las primitivas hipótesis, mediante las rectificaciones que fueron siendo necesarias.

Hay tres términos esenciales en nuestro phylum antropogénico:

1.° Los Monos fósiles americanos.

2.° Los Homínidos fósiles americanos.

3.° El Hombre fósil americano.

En 1884, en Filogenia publiqué un cuadro antropogenético, del Hombre y de los Antropomorfos, estirando teóricamente las formas de sus precursores extinguidos; el cuadro sólo tenía el valor de una hipótesis, no conociéndose por ese entonces los precursores establecidos por simple inducción.

En 1889 he reconstruido ese Phylum de los antecesores del Hombre, dándole la expresión siguiente. De un grupo de antiquísimos "precursores comunes" se desprenden tres órdenes. El de los Anthropoidea (comprendiendo los precursores directos del Hombre y de los Monos antropomorfos); el de los Simioidea, que comprendía a los demás monos, con excepción de los Lemúridos; formaban éstos el tercer orden, de los Prosimiae. Al primero de esos órdenes lo subdividía, a su vez, en dos familias: Hominidae (rama originaria del Hombre, con posición vertical, miembros anteriores cortos y cerebro sumamente grande), y los Anthropomorphidae (rama originaria de los Antropomorfos, con posición oblicua, miembros anteriores largos y cerebro por lo menos una mitad menor).

En 1906, estudiando las faunas de Mamíferos del Cretáceo superior y del Terciario patagónico, en comparación con las faunas de los otros continentes, establecí las relaciones filogenéticas generales del Hombre con los Antropomorfos y los demás Primatos, y de éstos con los Sarcoboros y los Ungulados.

En la misma obra modifiqué ligeramente el phylum general de los Primatos. En el phylum particular de los Anthropoidea (considerado como suborden) aparecen intercalados dos tipos nuevos, anteriores a la separación de los Hominidios y los Antropomorfos: los Homunculidae y los Hominidae primitivos. Estas modificaciones puramente teóricas, nos permiten reconstruir un phylum de acuerdo con los datos recientes. El Hombre desciende de los Clenialitidios a través de los Prosimios, los Simios primitivos los Antropoidios, los Homunculidios y los Hominidios primitivos exactamente como los Antropomorfos. Los antecesores comunes de los Hominidios y los Antropomorfos, previstos por Darwin y los darwinistas, son los Hominidios primitivos.

Conviene hacer algunas advertencias para salvar los peligros de error a que se presta la nomenclatura.

1°. Los Antropoidios, los Homunculidios y los Hominidios primitivos (derivados los tres de los Simioidios primitivos), son Monos y están considerados como antecesores comunes de los Monos antropomorfos y de los Hominidios verdaderos.

2°. Los Hominidios verdaderos (Tetraprothomo, Triprothomo, Diprothomo y Prothomo), son tipos intermedios entre los Monos precedentes y el Hombre. Corresponderían a este grupo los restos fósiles del Tetraprothomo argentino, el Diprothomo platense y el Homo pampeano.

3°. El Pitecantropo de Java y el Pseudhomo de Heidelberg no son considerados como Hominidios precursores de la especie humana, sino como formas extinguidas.

Nos parece indispensable retener esa distinción entre Monos, Hominidios y Hombres, para no incurrir en confusión.

 

ANTROPOGENIA (Sinopsis definitiva)


 

 

 


Esta reconstrucción antropogénica es más rica en detalles que la corriente en otros antropólogos transformistas. El valor de la doctrina general depende de los datos paleontológicos sobre la fauna de mamíferos y su confirmación podrán darla los hechos paleoantropológicos.

 

 

IV

 

Emigraciones de la especie humana

 

El Hombre partió de Sud América para poblar los otros continentes. Que los hombres que habitan las otras regiones de la Tierra tienen un origen común con los de Sud América, es un hecho indiscutible; pero mientras acá los Hominidios aparecen como de una época geológica remotísima, en los otros continentes son de edad muchísimo más reciente. Del Viejo Mundo no se conocen hasta ahora sino del cuaternario, y los más antiguos, como Pseudhomo heibelbergensis y Pithecanthropus erectus, no parecen remontar más allá del cuaternario inferior. Esto nos conduce a considerar Sud América como la cuna del género humano, concordando con lo que nos enseñan la paleontología y la filogenia, que nos demuestran con razones perentorias que tanto el Viejo Mundo como Australia y Norte América deben ser eliminados de las regiones en las cuales los Hominidios pueden haber tomado su primer origen.

 

1° De la línea de los Hominidios            (continuación de la de los monos Homunculidios)          se desprendió la "rama que originó los monos antropomorfos", antes de que apareciera el Tetraprothomo. Esa rama de los Hominidios pasó al Viejo Mundo a fines del eoceno por sobre los últimos restos del Arquelenis. Allí los Hominidios degeneraron (se bestializaron), adaptándose a la vida arborícola, y originaron los monos antropoideos fósiles y actuales de Europa, Asia y África. Entre los descendientes menos degenerados de esa rama, tenemos a los tipos de Heidelberg y Java, encontrados ambos en el cuaternario inferior.

2° De la línea de los Hominidios se desprendió la "rama que originó el Homo Afer" (razas afro asiáticas de la zona tropical, negros, negroides y australoides, etc.), pasando por sobre los últimos vestigios del antiguo puente guayano-senegalense, probablemente a principios de la época pliocena. Ese conjunto de razas y variedades ha alcanzado un grado de evolución mayor que las precedentes, pero menor que el siguiente.

3° De la línea de los Hominidios se desprendió la "rama que originó el Homo sapiens" (razas cáucaso-mongólicas), como resultado de la evolución del Homo pampaeus en Sud América, pasando a Norte América por sobre el puente de Panamá que acababa de surgir en la época pliocena. Esta rama siguió emigrando, dividiéndose en dos grupos que tomaron caminos opuestos. Una siguió hacia el Norte y Oeste, invadiendo el Asia (raza mongólica) La otra hacia el Norte y el Este, pasando sobre el puente que al fin del plioceno y principios de la era cuaternaria unía el Canadá con la Europa, entrando a este continente (ya transformada en la raza de Galley Hill). Un grupo se aisló, degenerando (Homo primigenius, hombre de Neanderthal, de Spy y de la Chapelle-aux-Saints, especie extinguida, cuyos últimos representantes sucumbieron en los abrigos de Krapina); los demás grupos se difundieron gradualmente por toda Europa, transformándose gradualmente en el hombre caucásico, la raza blanca, la más perfecta y a la que está reservado el dominio de nuestro globo.

Conviene señalar la concordancia cronológica de estas emigraciones humanas con las emigraciones de mamíferos de Patagonia, así como las vías paleogeográficas seguidas por unas y otras, que son las mismas.

Estas doctrinas, fundadas en los datos paleontológicos son independientes de los descubrimientos paleoantropológicos, es decir, del hallazgo de restos fósiles pertenecientes al hombre y a sus precursores. Por eso los trataremos aparte, en otro artículo, en que reuniremos lo que se refiere a los monos fósiles americanos, a los hominidios fósiles americanos y al hombre fósil americano, procurando dar una impresión clara de conjunto.

Un sabio, en presencia de los cambios continuos que observaba en mi obra, tuvo la idea de preguntarse: "¿Qué debemos pensar de eso?"

Para terminar esta reseña, creo bueno recordar las palabras que le respondí, y de las que no me he apartado nunca: "Simplemente, que nuevos descubrimientos han modificado o amplificado mis conocimientos precedentes. He advertido que ciertas especies, que yo consideraba apropiadas para caracterizar ciertos pisos, no lo son suficientemente y las he suprimido y reemplazado por otras que me parecen más características. He aumentado su número con especies características recientemente encontradas en las capas de unos u otros pisos. Esos cambios no serán los últimos. En el cuadro que irá al fin de esta Memoria suprimiré, probablemente, algunas de las especies que he conservado en mi cuadro anterior, reemplazándolas por otras ya conocidas o recientemente descubiertas, procurando acercarme cada vez más a la verdad. Para eso trabajo y estudio. Cambiaré de opinión tantas veces y tan a menudo como adquiera conocimientos nuevos; el día que me aperciba de que mi cerebro ha dejado de ser apto para esos caminos, dejaré de trabajar. Compadezco de todo corazón a todos los que después de haber adquirido y expresado una opinión, no pueden abandonarla nunca más".

 

 

Capítulo II

 

Los restos fósiles del Hombre y de sus predecesores en el continente sudamericano

 

Al exponer mis doctrinas sobre la ascendencia del Hombre y su sitio de origen en la Tierra, he dicho que me parece indispensable distinguir, en lo posible, los tres términos del problema:

1° Los Monos fósiles sudamericanos.

2° Los Hominidios fósiles sudamericanos.

3° El Hombre fósil sudamericano.

Se comprende que no pretendo dar a mis opiniones un carácter infalible, pues el error es siempre posible en la apreciación de hechos y épocas tan remotas. Pero me parece que nadie tiene el derecho de emitir opiniones sin conocer los hechos como yo los conozco, y mucho menos de juzgar por detalles aislados, olvidando que fundo sobre los resultados paleontológicos la antigüedad que atribuyo a los pisos geológicos.

 


I

 

La genealogía sudamericana del Hombre

 

Al construir hipotéticamente la filogenia del Hombre (a través de los Simios primitivos, los Antropoidios, los Homunculidios, los Hominidios primitivos y los Hominidios), no quise ser afirmativo sobre su sitio de origen en la superficie de la Tierra. Pero, desde 1880, y aun antes mi convicción sobre ese punto estaba hecha.

Por ese entonces llegué a plantear esta conclusión: "La ciencia no puede determinar hasta ahora qué punto de la superficie del Globo ha sido la cuna primitiva del género humano; por consiguiente, no hay razón ninguna para hacer emigrar al Hombre del antiguo al Nuevo Mundo, puesto que la emigración bien puede haberse verificado en sentido contrarío" (p. 211, t. I). No hay duda alguna que los estudios de Paleontología comparada imponen este razonamiento legítimo: si la América del Sur es la cuna y centro de irradiación de los mamíferos, puede haberlo sido de los precursores del hombre; si en Sud América vivió la rama filogenética que conduce al Hombre, los Monos Homunculidios de Patagonia, esa evolución puede haberse operado allí mismo; si esos Monos no están en ninguna otra parte de la Tierra, es probable que su evolución hacia el Hombre actual, su humanización, se haya producido en Sud América.

Esos tres razonamientos son lógicos si se aceptan las premisas; por eso, teóricamente, pude afirmar que la humanidad había nacido en esa parte del mundo, mucho antes de que se produjeran los descubrimientos de fósiles humanos terciarios y cuaternarios que han confirmado esa profecía

En 1891, ante los restos de los primeros Monos fósiles descubiertos en Patagonia, afirmé ya que "el punto de origen de los verdaderos Monos y del precursor del Hombre, que hasta ahora se creía debía encontrarse en algunas regiones del Viejo Mundo, se encuentra así trasladado a Sud América".

Más tarde insistí sobre la posibilidad de que, no ya el precursor, sino el Hombre mismo, sea de origen sudamericano. En 1906 procuré establecerlo así sobre bases inconmovibles. Partía de este hecho sencillo: la característica principal del Hombre es el gran desarrollo del cerebro, y, por consiguiente, del cráneo, que toma una forma cada vez más abovedada. Ninguna especie viviente, próxima al Hombre, ha tenido un cráneo con crestas salientes. Los Microbiotéridos, desde donde se ramifican todos, tenían un cráneo liso y sin crestas. A partir de esa raíz común, pasando por los Prosimios del Cretáceo superior y de la base del terciario, y después por los Homunculidios hasta el Hombre, el cráneo ha aumentado progresivamente su volumen y su abovedamiento. Es el proceso evolutivo que yo llamo hacia la humanización.

De ese tronco que va directamente de los Clenialitidios al Hombre, pasando por los Homunculidios, se han separado sucesivamente ramas laterales en varias épocas. En esas líneas divergentes hay un proceso continuo hacia una mayor osificación del cráneo en correlación con un mayor desarrollo de los caninos y los molares, lo que ha dado origen al alargamiento del rostro y a la formación de fuertes crestas temporales, de las crestas occipital y sagital, de los grandes rodetes superorbitarios, etc. A ese proceso evolutivo en los Primatos, lo llamaré hacía la bestialización.

De las ramas bestializadas nacieron los Monos actualmente vivientes en ambos mundos, mientras que en la rama humanizada se encuentran los Homunculidios y el Hombre.

Los Monos primitivos (anteriores a la bestialización) se parecían un poco más al Hombre actual que los Monos actuales (ya bestializados); en ese sentido, y poniendo en paralelo el Hombre con los Monos actuales del antiguo continente, puede decirse que no es el Hombre el que se presenta como un Mono perfeccionado, sino, al contrario, son esos Monos los que aparecen como Hombres bestializados. Esa evolución es, sobre todo, evidente para los Monos antropomorfos.

Tal es, en general, la opinión de los antropogenistas sobre el origen del Hombre; hemos perfeccionado el parentesco entre el Hombre y los Monos antropomorfos, haciendo derivar a éstos de nuestros inmediatos ascendientes filogenéticos, los Hominidios primitivos, y no de los Monos primitivos. Si para Darwin eran nuestros primos hermanos, para nosotros son simplemente nuestros hermanos degenerados o bestializados.

Este modo de ver introduce, en cambio, una variante en la evolución de los Antropomorfos: después de separarlos de un tronco común al del Hombre, considero que han sufrido una regresión involutiva, como ocurre con otras muchísimas especies que no pueden adaptarse a las variaciones del medio en que viven. Son, pues como he dicho, "los parientes más próximos del Hombre, pero sólo en línea descendente y divergente, de ningún modo en la línea ascendente directa".

Considero imposible que ninguno de los Monos actualmente vivientes pueda devenir un Hombre, pues su evolución ha tomado un camino divergente que los aleja cada vez más del Hombre. Todos los Monos fósiles conocidos del Viejo Mundo pertenecen también a esas ramas divergentes y bestializadas; se encuentran en el mismo caso, no solamente el famoso Pitecantropo de Java, sino también el Hombre de Neanderthal, pues ambos representarían líneas divergentes extinguidas, que se han separado del tronco central en una época relativamente muy reciente.

 

 

II

 

Los Monos fósiles sudamericanos

 

Mucho antes de los descubrimientos de fósiles prehumanos, había previsto que éstos debían lógicamente hallarse en América por la correlación genética entre los antiguos Monos americanos y los Hominidios verdaderos, que pueden considerarse como simples Monos al compararlos con el Hombre actual, así, por ejemplo, el cráneo restaurado del Diprothomo, en parangón con el del Homo y de los Antropomorfos, no se parece a ninguno de los dos, sino al de su antecesor, como es natural; ese cráneo no es evidentemente el de un Hombre, sino el de un precursor. Ese grupo de precursores es sudamericano. Por la conformación del cráneo, los más próximos parientes del Hombre deben buscarse entre los Monos americanos. Sus parientes más inmediatos son los Homunculidios terciarios, pero entre los Monos vivos, los hay que no se alejan mucho de los fósiles; tal es el género Cebus, pero sobre todo Saimiris, cuyo cráneo es más humano que el del Pitecantropo y de cualquier otro Mono antropomorfo conocido. Es el único de todos los Monos vivos que tiene el agujero occipital colocado tan adelante como el Hombre y que mira hacia abajo como en este último. La forma humana del cráneo de esos Monos americanos (Homunculidios y Saimiris) representa el tipo primitivo por el cual han pasado los Monos del Viejo Mundo, inclusive los Antropomorfos y el Hombre, lo que se prueba por el desarrollo ontogenético de estos últimos. El proceso de evolución regresiva se ha producido, sin embargo, en la mayor parte de los Monos americanos; los menos alejados del tipo primitivo son los Saimiris, y entre ellos el Saimiris boliviensis, cuya curva frontal es más alta que la de algunos cráneos humanos. En conclusión, los Antropomorfos son los parientes más cercanos del Hombre en la línea descendente divergente, los Saimiris en la línea ascendente divergente, y los Homunculidios en la línea ascendente directa.

 

 


 

 


    

Conviene recordar el fragmento del phylum simio-humano que puede, relacionarse con los Monos fósiles; debe tenerse en cuenta que -con excepción de los Hominidios y el Hombre- todos los grupos que figuran en el cuadro se refieren a la evolución de los Monos.

En Europa y Norte América, los Prosimios, o por lo menos animales que parecen más o menos relacionados con los Lemúridos actuales, aparecen en el Eoceno y se extinguen en el Oligoceno; en cambio, en Patagonia, los Prosimios o Lemúridos "aparecen en las capas superiores del Cretáceo" y se extinguen en el Eoceno. Los verdaderos Monos no han dejado rastros fósiles en las capas terciarias de Norte América, y en Europa sólo aparecen el Terciario medio; en Patagonia "aparecen ya en la base del Eoceno", donde coexistieron con los Lemúridos, han continuado viviendo en Sud América sin interrupción hasta la época actual, pero se irradiaron desde Patagonia, probablemente desde mediados de la época Terciaria. De Sud América fueron al Viejo Mundo, probablemente a principios del Mioceno, o a fines del Oligoceno.

Este dato paleontológico (mayor antigüedad de los Prosimios y los Simios en Sud América) es el punto de partida de las inducciones antropogenéticas.

Los Prosimios fósiles, tan abundantes en el Cretáceo superior de Patagonia llegan hasta el Terciario pero en él son ya muy raros. Adviértase que es muy difícil establecer las relaciones exactas entre los Prosimios del Cretáceo y los Prosimios del Eoceno, pues son casi desconocidos los restos fósiles de los que vivieron en las épocas intermedias (piso Piroteriense).

En el Eoceno inferior de Patagonia los Prosimios están representados por el género Clenialites, notable por su pequeña talla, sus ramas mandibulares fuertemente arqueadas, sus molares persistentes inferiores muy complicados, y, sobre todo, por el molar 4, que está constituido a semejanza del molar 5. Por ese último carácter se aproxima al Microsyops elegans de Marsh, del Eoceno superior norteamericano, y al Plesiadapis del Eoceno superior de Cernay (Francia); pero el estudio morfológico comparativo de los molares permite afirmar que el género Clenialites es el más antiguo de todos los similares.

Los caracteres primitivos de Clenialites autorizan a considerarlo como el tipo de una familia distinta; por una parte habría dado origen a los Microsiopidios, Plesiapidios, Anaptomorfidios y todos los otros Prosimios conocidos, mientras por otra habría dado los verdaderos Monos (a través de Pitheculites), hasta los Hominidios primitivos, de donde se ramifican los Antropomorfos y el Hombre.

En la formación Santacrucense se encuentran restos de los géneros Homocentrus y Eudiaseatus, que también han sido referidos al mismo grupo. Los Prosimios del Eoceno de Patagonia no proporcionan ningún dato sobre las emigraciones del Terciario medio, pues sus representantes en el viejo continente y en Norte América descienden de la emigración más antigua, que se había efectuado ya al fin del Cretáceo. En cambio tienen mucha importancia filogenética, pues prueban no solamente el origen sudamericano de los Prosimios, sino también que esos Prosimios de Patagonia son los antecesores de los Monos.

Desde el punto de vista de las relaciones entre América del Sur y el Antiguo continente, durante el Terciario medio, los verdaderos Monos tienen mucha más importancia que los Prosimios, pues su distribución geográfica y geológica permite establecer su punto de origen y su emigración, así como su filogenia, aunque esta última sólo en sus líneas generales, dado el estado actual de nuestros conocimientos.

Los Monos verdaderos no tienen representantes fósiles en ninguna de las formaciones terciarias de Norte América, los pocos Monos que habitan actualmente en América Central y Méjico, pertenecen a géneros sudamericanos emigrados allí en una época muy reciente. América del Norte queda, pues, excluida como posible centro de aparición de los Monos.

En cambio, en el Terciario del Antiguo continente, a partir del Eoceno, se encuentran numerosos y variados Monos fósiles. A mediados de esa época aparecen Monos Antropomorfos (Simiidae) ya netamente constituidas, y un poco más tarde Cercopitecos y formas intermedias mal definidas que no podrían clasificarse en ninguna de las dos familias precedentes. No se conocen precursores autóctonos de esos Monos del Mioceno en las formaciones terciarias del Antiguo continente (Eoceno y Oligoceno); parece, luego, evidente que esos Monos perfectos de Europa y Asia, aparecidos allí sin antecesores inmediatos, son inmigrantes. ¿De dónde pueden haber emigrado? De Sud América, pues aquí se los encuentra desde la base del Eoceno (Homunculites y Pitheculites) y con mucha variedad y mayor evolución en el Eoceno superior (Anthropops, Homunculus y Pitheculus). Los Monos deben, pues, incluirse entre los Mamíferos que a fines del Oligoceno o principios del Mioceno emigraron de Sud América a África, y de aquí a Europa y Asia.

Aparte de su importancia para la Paleogeografía y para el origen de los Primatos, este problema se vincula estrechamente con el sitio de origen del Hombre, a punto de constituir su principal fundamento paleontológico.

De los Clenialitidios (Prosimios) se originan dos ramas: Pitheculites y Homunculites (Monos), cuyos restos se han encontrado en el Terciario antiguo de Patagonia, piso Colpodonense; la escasez de excavaciones induce a creer que en esa época las especies de Monos debieron ser abundantes. La rama del Pitheculites se continúa con los Hominidios y remata en el Hombre y los Antropomorfos; la rama del Homunculites da origen a los Cercopitecos.

El Pitheculites es un Mono muy primitivo y debe descender de algún Clenialitidio del Cretáceo superior; es más evolucionado que el Clenialites. Es el más pequeño de los Monos conocidos y sus caracteres permiten colocarlo en la línea directa del phylum simio-humano, como antecesor de los Homunculidios, los Hominidios y el Hombre.

El Homunculites es un mono muy pequeño, aunque de talla mayor que el Pitheculites, con quien está emparentado por el abolengo común de los Clenalitidios. No se encuentra en la línea directa que conduce a los Hominidios y al Hombre; es una rama colateral de la cual parte el tronco de los Cercopitecos. Su nombre podría hacer creer que es pariente de Homunculus, como yo mismo lo creía cuando lo describí por vez primera, pero después de haber completado el estudio de la pieza reconocí que está muy lejos de él. ("Formaciones", pág. 426). El Homunculites pristinus, del Eoceno inferior de Patagonia, por la conformación de la mandíbula y de los molares, es idéntico al género Macacus, aunque difiere de él por la fórmula dentaria. Nada tiene que ver con los Monos sudamericanos propios del Terciario superior, del Cuaternario o de los vivientes; pertenece al grupo de los Monos del Antiguo continente, que constituyen la familia de los Cercopithecida, y debe considerarse como el antecesor inmediato de ese grupo, cuya fórmula dentaria es de tipo más evolucionado.

Llegando a la formación Santacrucense, nos encontramos de nuevo con verdaderos Monos, de aspecto más evolucionado que los precedentes. Son los Homunculidios, derivados de Pitheculites, cuyo tipo es el género Homunculus, del que se conocen restos fósiles menos incompletos.

El Homunculus patagonicus presenta caracteres que inducen a colocarle en la línea directa que conduce a los Hominidios primitivos. Su cráneo presenta un aspecto bastante evolucionado; el estudio de su fémur nos sugirió la idea de que le era posible la posición erecta. Su estatura, de pie (?), se ha calculado entre 45 y 50 centímetros.

El Anthropops presenta caracteres aún más evolucionados; lo mismo que el precedente, vivió en Patagonia durante el Eoceno superior; su talla era algo más grande y su posición ha podido ser erecta.

Consideramos a los Homunculidios como los antepasados de todos los Monos del Nuevo y del Viejo Mundo, exceptuados los Lemúridos. La división en Catarrinos (los del Viejo Continente) y Platirrinos (los del Nuevo) nos parece de poca importancia, por no ser de rigurosa exactitud. Los Homunculidios eran Catarrinos por todos sus caracteres, menos por el número de dientes; pero estimo que la fórmula dentaria es de valor relativo, pues puede variar de familia a familia, entre los géneros de una misma familia y entre las especies de un mismo género. Por ciertos caracteres, el Homunculus se parece más al Hombre que a los Antropomorfos, de donde se infiere que en estos últimos degeneraron algunos caracteres evolutivos: se bestializaron en vez de humanizarse.

Los Homunculidios no eran arborícolas o trepadores; caminaban en la posición bípeda, erecta o semierecta. Fundamos esta conclusión en el gran parecido de los fémures del Homunculus y del Hombre, y también en la morfología de los cóndilos articulares de ese hueso: su extensión hacia abajo y atrás, prueba que la articulación con la tibia se efectuaba en una línea vertical o poco menos. Los brazos de Homunculus eran proporcionalmente mucho más cortos que los de los Antropomorfos, aunque más largos que los del Hombre; el acortamiento de los brazos en ese último es un carácter evolutivo recientemente adquirido. El húmero del Homunculus sólo difiere del humano por la presencia de una perforación en el cóndilo interno, carácter primitivo y ancestral en el phylum del Hombre, en quien suele reaparecer con carácter atávico.

De los Homunculidios derivan los Hominidios primitivos, grupo establecido teóricamente, pues no se han encontrado sus restos fósiles. Debieran corresponder a horizontes diversos de la época Oligocena, cuyas faunas son todavía poco conocidas. Esta laguna del phylum podrá, acaso, llenarse con nuevos descubrimientos que no es infundado considerar probables.

De esos Hominidios primitivos se desprenden dos ramas destinadas a evolucionar de muy distinta manera: los Hominidios verdaderos que se transforman en Hombres y los Antropomorfidios (o Simidios) que engendran a los actuales Monos Antropomorfos. Estos últimos, en vez de seguir la vía de la humanización, como ocurrió con la rama que llegó al tipo humano actual, siguieron la de la bestialización, profundamente acentuada en el actual Gorila.

Para que pueda estimarse en conjunto el sitio de origen, la edad geológica y la distribución geográfica de los Monos (Simioidea) y de los Antropoidios (Anthropoidea) basta observar mi cuadro de sus representantes distribuidas por continentes y por épocas geológicas.

 

III

 

Los Hominidios Fósiles Sudamericanos

 

La familia de los Hominidios, o antecesores inmediatos del Hombre, se caracteriza por los siguientes caracteres: ocho molares de reemplazamiento, posición erecta, miembros anteriores cortos con relación a la talla, cerebro relativamente voluminoso, cráneo relativamente abovedado donde no existieron crestas salientes, rostro corto, caninos muy poco desarrollados, dedo interno del pie no oponible, hábitos terrestres.

El conocimiento de los Hominidios fósiles ha presentado en el llamado Viejo continente muchas dificultades, y cada hallazgo motiva disputas inacabables. El Pithecantropus erectus fue su primer representante de valor genérico; es probable que el Homocentrus argentinus, y otros imperfectamente conocidos, puedan referirse a este mismo grupo.

 

a

 

El 28 de septiembre de 1907 publique la más discutida de mis memorias -"Notas preliminares sobre el Tetraprothomo argentinus, un precursor del Hombre del Mioceno superior de Monte Hermoso". El yacimiento fosilífero de Monte Hermoso me era ya bien conocido. En una visita de exploración efectuada en 1887 había encontrado algunos vestigios (fragmentos de tierra cocida, fogones, algunos de éstos vitrificados y con la apariencia de escoria, huesos partidos y quemados, pedernales tallados, etc.), que me parecieron reveladores de la existencia de un ser inteligente, "un ser más o menos parecido al Hombre actual, pero antecesor directo de la humanidad existente". En 1906, en "Las formaciones sedimentarias" hice referencia a ellos, en términos parecidos, y a una vértebra cervical de dimensiones reducidas, que ya presumí de igual origen. En 1907 Carlos Ameghino descubrió en Monte Hermoso un fémur izquierdo, incompleto en su extremidad superior (que comprende el gran trocánter, el cuello y la cabeza femoral). El resto del hueso está intacto; la parte existente tiene 16 centímetros y la pieza restaurada alcanzaría a tener 19 centímetros. Por la textura del hueso y la desaparición de todo vestigio que permita reconocer el límite de la diáfisis y de la parte epifisaria, se trata de un individuo, no sólo adulto, sino ya muy viejo. La concordancia de conformación entre ese hueso y el correspondiente del Hombre es casi perfecta, aunque ese parecido no salta inmediatamente a la vista a causa de la diferencia de tamaño.

He descripto este fémur minuciosamente, sin olvidar ningún detalle de Anatomía y de Paleontología comparadas. Describí en la misma monografía la vértebra cervical conservada hasta entonces en el Museo de La Plata (un atlas), con tanta escrupulosidad como el fémur y mi opinión fue explícita: "De esos restos se deduce claramente que no se trata del género Homo, sino de un género extinguido, de un precursor que forma parte de la línea directa que de los Homunculidae conduce al Hombre actual, y que ese precursor se acerca al género Horno mucho más que cualquiera de los Monos Antropomorfos conocidos. Doy a este género extinguido el nombre de Tetraprothomo Argentinus, n. g., n. sp. El nombre genérico de Tetraprothomo ya lo he empleado desde el año 1884 para designar un antecesor del hombre teóricamente reconstruido. En el trabajo más completo que publicaré más tarde expondré las razones que me inducen a emplear este mismo nombre para el precursor del Hombre del Mioceno de Monte Hermoso" (págs. 107 y 108).

Varios caracteres indicarían que en el Tetraprothomo (nombre genérico del cuarto antecesor del Hombre) la posición erecta era de adquisición reciente, de modo que aún no había podido modificar las proporciones del cuerpo sino en un grado muy reducido: por eso el largo del fémur debe representar un sexto del largo del cuerpo (en los Monos la talla es cuatro veces y media el largo del fémur; en el Hombre no alcanza a cuatro); en los Mamíferos cuadrúpedos no arborícolas, representa la sexta o séptima parte, y aun menos. Los precursores del Hombre fueron adquiriendo la posición erecta, sin pasar por el período de adaptación arborícola, que es común a los Monos actuales. Por todo eso fijo la talla probable del Tetraprothomo entre 1,05 y 1,10 metros. El cráneo era, proporcionalmente a la talla, de tamaño considerable, de acuerdo y en relación al grueso del cuerpo, pero de volumen y peso proporcionalmente mayores que en el hombre, a juzgar por la conformación del atlas.

El Tetraprothomo, fundado primero teóricamente sin indicación del punto de origen, determinada luego la región de origen también teóricamente, ha salido a la luz del día más pronto de lo que era dado suponer, más o menos con los mismos caracteres que le había asignado y en la misma región que suponía debía ser su centro de origen (página 211). Con estas palabras podemos cerrar este, resumen del descubrimiento de restos prehumanos en el período Mioceno, según la antigüedad que atribuyo al yacimiento de Monte Hermoso, fundándome en datos geológicos y paleontológicos.

 

b

 

Acerca del hipotético Triprothomo no existe ningún documento fósil que atestigüe su probable existencia. Suponemos que vivió en las formaciones más superiores del Mioceno y consideramos que ha dejado vestigios industriales comprobatorios de su existencia: esos rastros se encontrarían en los horizontes Puelchense y Chapalmalense de la formación Araucana, cuya fauna comenzamos recién a descubrir.

 

c

 

Dos años más tarde, el 17 de julio de 1909, publiqué la Memoria descriptiva del Diprothomo platensis, un precursor del hombre del Plioceno inferior de Buenos Aires. Durante los últimos trabajos de excavación del puerto de Buenos Aires, en el sitio de mayor profundidad, fue descubierta una calota craneana, desgraciadamente muy incompleta; junto a ella existían otros restos óseos que se perdieron, siendo entregada la calota al Museo Nacional por Guillermo D. Junor. Proviene del nivel más inferior de la formación Pampeana; difiere tanto de la parte correspondiente del cráneo humano, que ella no puede ser atribuido al género Homo, sino a un género distinto, hoy desaparecido, con caracteres simiescos muy acentuados, y reuniendo todas las condiciones indispensables para que pueda considerársele como un precursor directo del Hombre. Sin embargo, la diferencia entre él y el Hombre parece tan grande que no puede considerarse el primer antecesor inmediato (Prothomo), sino el segundo: por cuyo motivo lo clasifico, genéricamente, como Diprothomo. Fundo su diferencia con el Tetraprothomo, anteriormente descripto, en deducciones morfológicas, pero sobre todo en la diferencia de edad geológica de los pisos en que ambos fueron encontrados: Hermosense y Preensenadense. Esos pisos están separados por cinco horizontes geológicos (dos pisos conocidos y tres hiatos intermedios), lo que importa un tiempo más que suficiente para que un género pueda transformarse en otro: la Paleontología concuerda con esas inducciones, pues del Hermosense al Preensenadense la fauna de Mamíferos se ha renovado de una manera completa dos veces, por lo menos.

La parte conservada de la calota del Diprothomo está representada por el frontal casi completo y por una parte de los parietales de los que sólo queda la región media anterior. Al frontal solamente le falta la parte lateral más descendente de cada lado, lindera con el ala ascendente del estenoides, la parte anterior, con las arcadas orbitarias, glabela, etcétera, está perfectamente conservada. La pieza no presenta ninguna deformación póstuma; pertenece a un individuo adulto y de edad avanzada.

El examen minucioso de su morfología lleva a pensar que esos caracteres alejan a Diprothomo, no sólo del Homo, sino también de todos los Monos Antropomorfos, de todos los Monos del Antiguo continente y de la mayor parte de los del Nuevo Mundo. Para encontrar una conformación parecida a la suya, es necesario buscar, una vez más, entre los Monos Arctopitecos de América del Sur (Midas y Callitrix).

Las fotografías y dibujos anexados a mi publicación me eximen de insistir en detalles descriptivos que sólo pueden servir a los especialistas y que nunca podrían reemplazar a la observación directa de la pieza o de sus calcos.

 

d

 

En esa misma monografía avanzo algunas opiniones sobre el Prothomo o primer antecesor genérico del Hombre. Es todavía desconocido; pero el Homo pampaeus, que proviene de un piso muy superior al del Diprothomo, no debe diferir mucho de él, pues conserva todavía algunos caracteres morfológicos de tres cráneos encontrados en el Pampeano antiguo de Necochea (que considera contemporáneos del cráneo de Miramar, es decir: del Homo pampaeus), llego a la siguiente conclusión: juzgando desde el punto de vista paleontológico, el Homo pampaeus es una especie muy diferente del Homo sapiens, difiriendo de él mucho más que el Homo primigenius (de Neanderthal, al cual lo considero como una especie divergente del género Homo desaparecida sin descendencia). Es aún posible que, mejor conocido el Homo pampaeus resulte ser un verdadero Prothomo.

El primer cráneo de Prothomo u Homo pampaeus fue encontrado en capas más superiores a la que correspondía al Diprothomo platensis en la formación Pampeana, horizonte Ensenadense cuspidal, que puede equipararse al Plioceno medio de Europa (cráneo de Necochea). Se caracteriza por una dolicocefalia muy marcada y persistencia del prognatismo facial. El cráneo facial predomina sobre el cerebral, y la capacidad craneana oscila entre 1.100 y 1.200 centímetros cúbicos. Las órbitas son grandes, aunque menores que las del Diprothomo. En la actualidad se poseen cuatro cráneos procedentes del mismo horizonte y lugar, siendo semejantes sus caracteres morfológicos.

 

IV

 

El hombre fósil sudamericano

 

Mis primitivas opiniones sobre la antigüedad del Hombre en el Plata, hipotéticas y simplemente verosímiles, fueron reforzadas por varios descubrimientos de fósiles humanos: en la Argentina es donde se conocen los restos humanos más antiguos y de caracteres más primitivos. El hombre cuaternario del piso Lujanense (cráneo de Arrecifes), no parece diferir mucho del actual, pero sus restos son muy interesantes, pues indican que es el resultado de una evolución efectuada en el mismo continente. Los restos terciarios del Plioceno superior (cráneo de Fontezuelas) indican una raza pequeña, de 1,50 de talla, la curva frontal medianamente elevada, sin rebordes superorbitarios o muy pequeños, con una cavidad esternal y 18 vértebras dorsolumbares. Esos últimos caracteres son muy primitivos y Kobelt ha intentado hacer de esa raza una especie distinta, el Homo pliocenicus. El cráneo de Miramar, del Plioceno inferior, es geológicamente el más antiguo cráneo humano que se conoce, siendo también el que presenta caracteres ancestrales más acentuados; ese hombre no puede pertenecer a la misma especie que el actual, sino a otra distinta: el Homo pampaeus, que acaso pueda corresponder al Prothomo o cuarto Hominidio precursor del hombre.

Si se toma en cuenta el desarrollo de la curva frontal, la diferencia entre el cráneo del Plioceno inferior (Miramar) y el cráneo del Plioceno superior (Fontezuelas) es enorme. En cambio, la que se observa entre el Hombre del Plioceno superior (Fontezuelas) y el Hombre de la época Cuaternaria (Arrecifes) es pequeña. Un hecho esencial en la evolución de los Hominidios americanos hacia el Hombre actual, es el abombamiento progresivo de la curva frontal a partir del Plioceno interior.

El Homo pampaeus es, en suma, el más antiguo antecesor conocido del Hombre. Aparte de los restos groseros de una industria muy rudimentaria, pero que atestigua la presencia de un ser inteligente, el Hombre (o su antecesor) del Mioceno de Monte Hermoso debe diferir del Hombre actual más aún que el del Plioceno. Esa diferencia debe ser tan considerable que él no sería todavía un Hombre en el sentido genérico de la palabra, sino un precursor: el anunciado desde 1888. En 1906, en suma, pude escribir: "Como todo concurre a demostrar que las relaciones entre África y América del Sur son anteriores al Mioceno superior, llegados la conclusión de que es el precursor del Hombre, es decir: el Homosimius  que, durante el Mioceno inferior o el Oligoceno superior, pasó de América del Sur al Antiguo continente, en compañía de los Cercopitecos. Los Antropomorfos no aparecieron hasta más tarde; se separaron de los Hominidios tomando el camino de la bestialización esta separación ha tenido lugar en el antiguo continente habiendo vivido precursores del Hombre en los dos continentes, desde el principio del Mioceno es igualmente posible que el Hombre haya tomado un origen independiente en ambas partes, por la evolución o transformación de dos o muchos precursores.

Entre el Prothomo, o último de los Hominidios precursores (representado por los cráneos de Necochea y Miramar) y el Hombre actual, pueden considerarse como tipos humanos primitivos el cráneo de Fontezuelas, el cráneo de Arrecifes, etc.

El de Fontezuelas procede del Pampeano superior (piso Bonaerense), que refiero a las más recientes capas del Plioceno terciario; fue descubierto en 1881 por Roth y se le conoce, erróneamente, por cráneo de Pontimelo.

El de Arrecifes, encontrado en 1888, pertenece al Pampeano lacustre (piso Lujanense), que considero correspondiente al Cuaternario inferior de Europa.

De la misma época que el Homo pampaeus, o quizá algo más reciente, es el Homo sinemento, el cual, aun conservando algunos caracteres muy primitivos, por otros había sobrepasado en su evolución al Homo sapiens. Sus representantes eran pigmeos (1,40 metros), de rostro muy prognato, con mandíbula sin mentón, como el Homo primigenius, pero con dentadura ortognata muy regular y sin la última muela. Es una especie que ha desaparecido sin dejar descendientes.

En el Pampeano superior, en las capas más recientes del horizonte Bonaerense encontramos el Homo caputinclinatus, de talla igualmente pequeña (1,40 a 1,50 metros) y dieciocho vértebras dorsolumbares, de frente apenas un poco menos deprimida que en Homo pampaeus, pero sin visera, cráneo sumamente largo y angosto (índice cefálico alrededor de 66), región parietal muy alta, glabela fuertemente invertido hacia abajo pero no hacia atrás, nasales muy anchos y sin depresión transversal en la raíz, órbitas extraordinariamente superficiales y, por consiguiente, rostro muy prolongado hacia adelante; por último, el agujero occipital está colocado en la parte posterior del cráneo más atrás que en muchos Monos, lo que le daba a la cabeza una posición fuertemente inclinada hacia abajo.

En las capas más recientes de la formación Pampeana (piso Lujanense) y las Postpampeanas más antiguas (piso Platense y piso Querandino) correspondientes a la época Cuaternaria, los descendientes de dos de las especies anteriores aparecen ya muy diversificados, peto con todos los caracteres del género Homo. El cráneo es más voluminoso, más corto y más ancho; la frente es más o menos abovedada; la glabela vuelta hacia abajo aparece invertida hacia atrás en su parte inferior; las órbitas son normales, es decir: profundas y más anchas que altas, y el rostro es más corto y más humano.

Una rama tomó el camino de la bestialización, aumentando la talla y desarrollando inserciones musculares que denotan una fuerza brutal. El cráneo, conservando en parte su forma alargada, se hace sumamente espeso y macizo, con fuertes crestas que anticipan la sinostosis de las suturas, se desarrollan gruesos arcos supercillares, las órbitas, mucho más anchas que altas toman una forma rectangular y el rostro se vuelve más prognato, con mandíbulas macizas de una fuerza enorme. Los últimos representantes de esta raza fueron a extinguirse en época reciente en los arenales del valle del bajo río Negro y de la región litoral del territorio del Chubut.

En el Cuaternario de Santiago del Estero aparecen los restos de una raza (raza de Ovejero) que se aisló quizá en una época anterior, pues es muy pequeña, de sólo 1,30 metros de alto, con mandíbula de mentón fuerte y cráneo corto, ancho y liso, presentando un lejano parecido con el tipo negrito de Asia y África.

Otros restos de las capas de conchas marinas del Aimarense de la costa del río de la Plata se caracterizan por una mandíbula de mentón fuyente y dentadura anterior oblicua, con la parte interna superior de la región sinfisaria detrás de los incisivos, excavada y dirigida oblicuamente hacia adelante y hacia arriba como en el tipo de Homo primigenius.

La mayor parte de los vestigios humanos del Cuaternario superior (piso Lujanense) pertenecen a la raza designada con el nombre de Lagoa Santa, de talla más bien baja que alta, cráneo voluminoso todavía un poco alargado y frente elevada y regularmente arqueada. Parece ser la que ha dado origen a la mayor parte de la población indígena de América en las épocas más recientes.

 

 

V

 

Su posición geológica respectiva

 

Las relaciones de los estratos geológicos en que han sido encontrados esos restos fósiles humanos y prehumanos son, en suma, las siguientes:

1º. Hombre fósil del Pampeano superior (piso Lujanense del Cuaternario superior: Arrecifes y Ovejero; y piso Bonaerense: Fontezuelas);

2º.  Prothomo (?) (Homo pampaeus de Miramar y Necochea: Ensenadense cuspidal del Plioceno medio);

3º. Diprothomo (Preensenadense del Pampeano inferior: Plioceno);

4º. Tetraprothomo (Mioceno superior de Monte Hermoso).

He adaptado esos descubrimientos a mi cuadro de los pisos geológicos en la cuenca del Plata y de la costa del Atlántico.

La simple inspección de ese cuadro permite advertir la antigüedad que atribuyo a cada uno de esos eslabones de la ascendencia del Hombre en Sud América.