FLORENTINO AMEGHINO

 

 

 

EL NEOMYLODON LISTAI

 

 

 

Un sobreviviente actual de los megaterios de la Antigua Pampa

Los megaterios son gigantescos. Desdentados de una conformación especial,

que reúnen en parte los caracteres de los perezosos y de los hormigueros,

pareciéndose a los primeros por la cabeza y a los segundos por los miembros y

la cola.

 

¿Quién no ha oído hablar del megaterio, o viviendo en las ciudades no ha visto

en los museos los restos óseos de este cuadrúpedo tosco y gigantesco? Es el

mamífero más grueso, fuerte y pesado que jamás halla hollado la superficie de

la tierra firme de nuestro planeta. La primera vista del esqueleto hace la

impresión de una andamiada de una casa en construcción; el propietario de

esa armazón podía alcanzar en vida un largo de más de siete metros por dos y

medio de alto y una corpulencia extraordinaria. La construcción de su

esqueleto presenta un conjunto de formas las más sólidas y bizarras. La cadera

tiene un ancho y desarrollo extraordinario y la cola un grueso inusitado; las

vértebras podrían servir de asientos y las costillas semejan grandes garrotes.

Los miembros estaban sostenidos por huesos cortos y macizos, armados de

garras gigantescas de más de un pie de largo; el fémur tiene un metro de

circunferencia y es tres veces más grueso que el del elefante. En las quijadas

extraordinariamente altas, implántase en profundos alvéolos grandes dientes

parecidos a largos pilares cuadrangulares provistos de crestas transversales

que alternando las de arriba con las de abajo constituían un aparato de

masticación que le hubiera permitido triturar hasta las mismas piedras. La

forma tosca de todos sus huesos cubiertos de apófisis y fuertes rugosidades

destinadas a la inserción de tendones y músculos formidables denotan un

animal dotado de una fuerza colosal.

 

Tal es el representante típico de la hasta hace poco considerada extinguida

familia de los megaterios, que lleva el nombre de Megatherium americanum.

Encuéntranse sus restos con frecuencia en la arcilla roja de la pampa mezclados

a los de otros géneros de las misma familia, aunque no tan corpulentos, como

el lestodonte (Lestodon), el escelidoterio (Scelidotherium) y el milodonte

(Mylodon). Las especies de este último género, más gráciles que las de

megaterio, alcanzaban al tamaño de rinocerontes; sus esqueletos encuéntranse

siempre acompañados de una infinidad de pequeños huesecillos parecidos a

granos de café, garbanzos y judías, que en vida se supone formaban algo de

parecido a una coraza flexible.

 

El arribo a Europa del primer esqueleto de megaterio, encontrado a fines del

siglo pasado (1789) en los alrededores de la histórica Villa de Luján y enviado

por el Marqués de Loreto, entonces Virrey de España en Buenos Aires, fue

todo un acontecimiento, y el Rey Carlos III, creyendo que la especie existía,

mandó orden al gobierno de la colonia para que le enviara un ejemplar vivo,

aunque fuera pequeño, y si no fuera posible enviarlo vivo visto lo muy huraño

que debía ser, que se lo expidiera empajado!

 

Hácese a menudo mención de esta orden como un caso de la más supina

ignorancia, pero, seamos justos, en presencia de un esqueleto de excepcional

conservación, procedente de tierras lejanas en parte desconocidas, en una

época en que apenas empezaba a tenerse una vaga idea de la existencia de

especies extinguidas de mamíferos, atribuirlo a una especie viva propia de la

región, era la suposición más natural. Lo más singular del caso es que el Virrey

de Buenos Aires en esa época hubiera podido enviar vivo a Madrid, sino un

ejemplar de la misma especie colosal, otro de menores dimensiones (como el

rey se lo pedía) de una especie de la misma familia que todavía hoy vive en

territorio argentino.

 

II

 

Los pocos viajeros que han cruzado las regiones patagónicas y han estado en

contacto e intimidad con los hospitalarios tehuelches, han tenido oportunidad

de oírles hablar de un cuadrúpedo misterioso y corpulento, de terrible aspecto

e invulnerable, en cuyo cuerpo dicen no penetran ni los proyectiles de las

ramas de fuego. Llámanle Iemisch o "tigre del agua" y su solo nombre les causa

espanto; cuando se les interroga pidiéndoles detalles, pónense serios y

cabizbajos, enmudecen o eluden contestar.

 

Ultimamente, mi hermano Carlos Ameghino, quien desde hace doce años

recorre las tierras patagónicas reuniendo colecciones y practicando

investigaciones geológicas, consiguió descorrer una pequeña punta del denso

velo que hasta ahora encubre la existencia de ese misterioso ser.

 

A mediados del año pasado, desde Santa Cruz, envíabame algunos restos

acompañados de las siguientes líneas: "He conseguido por fin de los indios

tehuelches, algunos datos precisos sobre el famoso iemisch, que no es un mito

o un fantasma como hemos creído sino que existe de verdad. En poder de un

indio he visto un trozo de cuero de iemisch en el que están embutidos los

pequeños huesecillos que te envío, parecidos a los que en estado fósil

encontramos en los esqueletos de milodontes, y Hompen, otro indio tehuelche,

me ha referido cómo, yendo del Senguer a Santa Cruz, encontróse en el camino

con un iemisch que le cerraba el paso, con el cual trabó combate consiguiendo

darle muerte a bolazos. Según ellos, es anfibio y camina en tierra con la misma

facilidad que nada en el agua. Encuéntrase hoy confinado en el centro de la

Patagonia, en cuevas y abrigos sobre las riberas de los lagos Colhue, Fontana,

Buenos Aires, de los Ríos Senguer, Aysen y Huemules, etc., pero según

tradiciones extendíase en otros tiempos por el Norte hasta Río Negro, y por el

Sur, según recuerdos de los indios viejos, vivía en todos los lagos de la falda

oriental de los Andes hasta el mismo estrecho de Magallanes. Hace cosa de

medio siglo, un iemisch que de los lagos andinos bajaba el Río Santa Cruz,

ganó tierra sobre la ribera norte de este río cerca de la isla Pavón; aterrorizados

los indios huyeron al interior, quedando desde entonces como recuerdo de tan

inesperada aparición, el nombre que aún hoy lleva la localidad abandonada,

"Iemisch-Aiken" (lugar o paradero del Iemisch). Es de hábitos nocturnos, y

dicen es tan fuerte que se prende con sus garras de los caballos y los arrastra al

fondo de las aguas. Según la descripción que de él me han hecho, es de cabeza

corta, con grandes colmillos y orejas sin pabellón o con pabellón rudimentario:

pies cortos y aplastados (plantígrados) con tres dedos en los anteriores y cuatro

en los posteriores, unidos por membrana natatoria a la vez que armados de

formidables garras. La cola es larga, deprimida y prehensil. El cuerpo está

cubierto con pelo corto, duro y rígido, de color bayo uniforme. La talla dicen

ser mayor que la de un puma, pero de piernas más cortas y mucho más grueso

de cuerpo".

 

Omitiendo detalles que no son de este lugar, bástenos decir que el examen que

de tales restos hicimos, resultó que debían pertenecer a un megatérido cercano

del extinguido género Mylodon, y le dimos el nombre científico de Neomylodon

Listai (1) .

 

Los huesecillos en forma de granos de café, garbanzos y judías que se

encuentran con los esqueletos de milodonte fósil, en el milodonte vivo

(Neomylodon) están embutidos en la parte más profunda del cuero, dando a la

superficie interna de este el aspecto del empedrado de una calle.

 

III

 

Casi desapercibida entre nosotros, la noticia de la existencia de un megatérido

vivo en Patagonia, produjo sensación en los centros científicos del viejo mundo

y de los Estados Unidos de Norte América, de Suecia, Inglaterra, Alemania,

etc., salieron expediciones a Patagonia, con el propósito de dar caza a la bestia

fantasma y conseguirla viva o muerta. Ahora, hasta en los mismos desiertos

patagónicos todos hablan de la fiera con lujo de detalles; muchos afirman

haberla visto, unos le han hecho fuego inútilmente, otros dicen apenas tuvieron

tiempo de escapar a sus bestiales furores, y fuera cuestión de no concluir si

mencionar quisiéramos las numerosas versiones que corren absolutamente

reñidas con el sentido común. Vale más moderar la impaciencia en espera de

un ejemplar, muerto o vivo, que como trofeo ha de traer alguna de las

expediciones que en pos de sus huellas cruzan actualmente la Patagonia, y

solo entonces nos será posible entresacar la parte de verdad que

indudablemente diluida existe en tanto absurdo como de boca en boca corre.

 

En espera y sin duda, en víspera de tal acontecimiento, abandonemos un

instante el mundo de los vivos para ocuparnos un poco de lo que, referente a

la legendaria bestia, nos ha legado el mundo de los muertos.

 

Varias son las citas a ella referibles que encontramos en los libros, pero sólo

haremos acá mención de la que hallamos en la Historia de la conquista del

Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, del Padre jesuita Pedro Lozano, por haber

sido escrita medio siglo antes (1740-1746) que el Marqués de Loreto, Virrey de

Buenos Aires, enviara a España el famoso esqueleto de megaterio desenterrado

del barro de la antigua laguna desecada de los alrededores de Luján.

 

En el tomo I, páginas 285-286 de la mencionada obra (edición Lamas, Buenos

Aires, 1873) encontramos sobre la fiera patagónica, entre otros el siguiente

párrafo: "En los confines de la provincia del Río de la Plata, hácia los

patagones, se halla un animal muy fiero llamado Sú ó según otros Succarath, y

anda comunmente hacia la ribera de los ríos.

 

Su figura es espantosa; a la primera vista, parece tener la cara de león, y aún de

hombre, porque desde las orejas se le ve barbado con pelo no muy largo;

estréchase su mole hácia los lomos, cuando en la parte anterior es bien

corpulento; la cola es larga y muy poblada de cerda, con la cual, cargando

sobre si los cachorros al verse acosado de los cazadores, los encubre y esconde

hasta evadir el riesgo, sin que la carga sea impedimento para emprender la

fuga con suma ligereza. Vive de rapiña, y por el interés de la piel, le persiguen

los naturales del país, porque siendo de temple frígido se defienden con su

abrigo de las inclemencias. El modo ordinario de cazarlos es abrir una hoya

profunda, que cubren con ramas; incauta la fiera se despeña con sus hijuelos, y

al ver imposible su salida, ó sea de rabia ó por generosidad los despedaza con

sus uñas, porque no vengan á manos de los hombres, dando al mismo tiempo

espantosos bramidos para aterrar á los cazadores, los cuales acercándose á la

boca de la hoya traspasan á la fiera con sus flechas hasta que muere rabiando... "

 

De ultratumba un testimonio anónimo y desconocido con el silencio de la

muerte que segó su existencia, atestigua la exactitud de la relación de Lozano,

con la presencia de sus yertos huesos perdidos en el fondo oscuro de una

caverna, allá, en el extremo austral de las tierras patagónicas, en la región de la

Ultima Esperanza!

 

IV

 

Van para tres años que un naturalista, profesor en la célebre universidad de

Upsala y que lleva un apellido ilustre en los fastos de la ciencia, el doctor Otto

Nordenskjöld, visitaba al frente de una expedición científica, las tierras

australes de nuestra patria. Los primeros días del mes de abril de 1896,

encontráronlo explorando los alrededores del estero Ultima Esperanza, y

ocupado en su tarea diéronle noticia de una pequeña gruta conocida con el

nombre de "Cueva Eberhardt"; fue a ella y penetró en su interior recogiendo

todo lo que en su recinto había entre otras cosas, partes de cuero de un

cuadrúpedo desconocido. Tales restos, llevados a Suecia, no sabíase a que

atribuirlos, hasta que la publicación de nuestra primera noticia sobre el

misterioso mamífero de Patagonia les permitió reconocer en el acto que se

trataba del mismo animal. Esos restos acaban de ser magistralmente descriptos

por el doctor Einar Lönnberg (2), quien ha probado de la manera mas evidente

que pertenecen a un representante de la familia de los megaterios cercano del

género Mylodon.