Diego González

 

Poesía. Selección


A Melisa
Yo vi una fuentecilla
de manantial tan lento y tan escaso,
que toda el agua pura que encerraba
pudiera reducilla
al recinto brevísimo de un vaso.5
Del pequeño arroyuelo que formaba,
por ver en qué paraba,
el curso perezoso fui siguiendo,
y vi que sin cesar iba creciendo
con el socorro de agua pasajera,10
en tal forma y manera,
que cuando lo he intentado,
ya no pude pasar del otro lado.
Yo vi una centellita
que por caso a mi puerta había caído;15
y de su pequeñez no haciendo cuento,
me fui a dormir sin cuita.
Y estando ya en el sueño sumergido,
a deshoras ¡ay cielos! sopla el viento,
y excita en un momento20
tal incendio, que el humo me despierta.
La llama se apodera de mi puerta,
y mis ajuares quema sin tardanza;
y yo, sin esperanza,
confuso y chamuscado,25
sólo pude salir por el tejado.
Yo vi un vapor ligero
que al impulso del sol se levantaba
de la tierra, do apenas sombra hacía.
No hice caso primero;30
mas vi que por momentos se aumentaba,
y luego cubrió el cielo, robó el día,
y al suelo descendía
en gruesos hilos de agua que inundaron
mis campos, y las mieses me robaron.35
Y a mí, que en su socorro fui a la era,
me llevó la ribera
do hubiera perecido,
si no me hubiese de una zarza asido.
En fin yo vi en mi pecho40
nacer tu amor, Melisa, y fácil fuera
en el principio haberlo contenido.
Mas poco satisfecho
con ver su origen, quise ver cuál era
su fin; y de mi daño no advertido,45
hallo un río crecido
que a toda libertad me corta el paso;
hallo un voraz incendio en que me abraso,
hallo una tempestad que me arrebata50
y de anegarme trata.
¡Ay, con cuánta inclemencia
Cupido castigó mi negligencia!

Oda
A las nobles artes
Levanta ya del suelo
el rostro lagrimoso,
virtud, hija del cielo, don divino,
y recobra el consuelo
que, ciego y alevoso,5
te robó el ya pasado desatino;
que el áspero camino
por do sigue la gloria
y a tu morada guía,
emprenden a porfía10
mil jóvenes, borrando la memoria
del vil ocio indolente
en que yaciera la española gente.
De tu rara belleza,
más que del prometido15
rico tesoro, el ánimo aguijado
sacude la pereza;
y el siglo corrompido
que el honor de tus Artes ha manchado
con gusto depravado,20
condena y redarguye
los pasados errores
con mil bellos primores
que el usurpado honor las restituye;
y ofrece a los umbrales25
de tu templo mil obras inmortales.
Bien como el pequeñuelo
grano, que cuando nace,
no bien el pico llena a la avecilla,
y el palestino suelo30
robusto árbol le hace
después, do anida de aves gran cuadrilla
(¡oh rara maravilla!),
así las diseñadas
obras menudamente35
por la asociada gente
en breve carta tienen encerradas
grandezas, cuya suma
no la alcanza la lengua ni la pluma.
De la madre natura40
los seres desmayados
a más sublime estado los levantas,
¡oh divina Pintura!,
y al lienzo trasladados,
instruyes la razón, la vista encantas;45
y así el aire suplantas
de la verdad que imitas,
que con los coloridos
por su mano ofrecidos,
también el ser parece que la quitas;50
tanto que si advirtiera
la usurpación, colores no te diera.
En superficie lisa,
sin que causen aumento,
colocar valles, montes, selvas, ríos,55
a distancia precisa;
acción sin movimiento;
fondos, lejos, alturas y vacíos;
la mar de sus navíos
separar, y la tierra60
del globo refulgente
y sombra que la luz nunca destierra,
jamás logró natura,
¡sólo es don tuyo, celestial Pintura!
A golpes repetidos65
de acero riguroso,
o al vivo fuego sueltos los metales,
y en moldes oprimidos
(que el varón virtuoso
sólo puede labrar trabajos tales),70
obras tus inmortales
efectos, ¡oh Escultura!
Por ti son conservados
los héroes celebrados
de la virtud cuando la muerte dura75
los reduce a ceniza,
y tu diestro cincel los eterniza.
La ninfa desdeñosa
en leño convertida,
huyendo del amor de Apolo ardiente,80
con acción prodigiosa
recobra nueva vida
por la Escultura, y mano diligente
que poderosamente
también anima el bruto 85
mármol con igual arte
en que un día Anaxarte
fue mudada por ver con ojo enjuto,
a su puerta colgado,
al mancebo de Cipro malhadado.90
Bajo el olmo frondoso,
o en la caverna oscura,
o en choza humilde el hombre habitaría
sin tu auxilio piadoso,
¡oh sabia Arquitectura!95
Tú le elevas al cielo, y la vacía
región, que no podía,
huella con firme planta.
Tú, fundando ciudades,
fijas las sociedades;100
por ti el regio palacio se levanta
a dar cuidado al cielo
y eterno peso al carpetano suelo.
Al Dios que tierra y cielo
ni espacio imaginable105
pueden ceñir, en todo ilimitado,
tú con devoto celo
y mano infatigable
eriges templo augusto, do adorado
del pueblo ante él postrado,110
recibe sacrificio.
¡Ah! el que en verdad le implora
le encuentra a toda hora
en él, tan amoroso, tan propicio,
liberal y clemente115
como si allí habitara solamente.
Incauta lira mía,
sólo a humildes cantares
en la margen del Tormes avezada,
¿quién te infundió osadía120
para que en Manzanares
cantes cosa tan nueva y elevada?
¡Ay! deja la empezada
locura, que no es dado
a tus débiles puntos125
tratar estos asuntos,
y más cuando hasta el cielo los ha alzado,
con verso más divino,
de otras liras el canto peregrino.