CRISTÓBAL COLÓN

 

 

 

DIARIO DE A BORDO( FRAGMENTO)

 

 

 

jueves, 11 de octubre

[12.10.1492]

 

 

Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y

frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y

a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo,

escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo

que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba,

como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la

Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían,

como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron

por escrito. Luego se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se

sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera

navegación y descubrimiento de estas Indias:

 

«Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque

conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra

Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos

bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al

pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho

placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales

después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos,

nadando. Y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y

azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas

que nos les dábamos, como cuenticillas de vidrio y cascabeles. En

fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad.

Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos

desnudos como su madre los parió, y tanbién las mujeres, aunque no

vide más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos

mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años. Muy bien

hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos

gruesos casi como sedas de cola de caballos, y cortos. Los cabellos

traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen

largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son

de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se

pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que

fallan. Y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y de

ellos solos los ojos, y de ellos solo la nariz. Ellos no traen armas

ni las conocen, porque les mostré espadas y las to-maban por el

filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro. Sus

azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas tienen al

cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una

mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos.

Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les

hize señas que era aquello, y ellos me mostraron como allí venían

gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se

defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a

tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos ser-vidores y de buen

ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo

que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna

secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al

tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a

hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta

Isla.»