Francisco Sánchez Barbero

 

Poesía. Selección



El patriotismo
A la nueva Constitución

¿Quién es bastante a reprimir el llanto,
y quién a contener en su hondo pecho
el oprobio y despecho,
si contempla al furioso despotismo
que, cercado de ruinas y de espanto,5
y de muertes y horror no satisfecho,
por tantos siglos humillarnos pudo?
Con semblante sañudo
por el hispano imperio
el sangriento pendón al aire dando,10
error y esclavitud le acompañaban;
error y esclavitud nos perseguían,
procaces dominaban,
y en densa ceguedad nos envolvían.
A su carro opresor en cautiverio15
gimió amarrada la verdad. En vano
sus férvidos clamores
los celestes alcázares hirieron;
en vano, que sus dignos defensores,
¡Dios!, a tu nombre ¡qué impiedad! en sangre,20
llamas, oprobio sepultados fueron.
¿Hasta cuándo tus hijos?... Y le plugo
que sublimes alzásemos la frente,
sacudiendo con ánimo valiente
el afrentoso yugo.25
La suspirada aurora
amaneció por fin; la triunfadora
verdad exenta del enorme peso
del fanático error, ufana vuela,
vuela la libertad, las leyes mandan,30
y ¡gloria y prez al español congreso!
del uno al otro sol su imperio agrandan.
Entonces fuera cuando,
entre el ronco tronar de los cañones,
su augusta voz imperturbable alzando,35
hablara así la majestad hispana:
«La española nación es soberana»
(Un grito horrible el despotismo dando,
sus negras alas volador agita,40
y a vengarle feroz al galo incita);
«¡soberana!» responde el más distante
confín del cerco hesperio;
«¡soberana!» las últimas regiones
que por siempre cortó de este hemisferio45
la inmensidad del piélago sonante;
«¡soberana!»... Estremécese el tirano;
sus bárbaras legiones
en miedo cambian el valor y encono;
se estremece, y con él su infame trono.50
¿Qué español, si de serlo se gloría,
al oír este acento,
qué español, al nombrar soberanía,
inflamarse no siente, engrandecerse,
en patriotismo arder, en ardimiento55
aventajarse, y en rencor temible,
contra el vil opresor del continente?
No se llame español si no lo siente.
Salga, vuele; ¿qué tarda? La fragura
traspase del nevoso Pirineo;60
allá incline su frente,
y la cadena dura
en perennal empleo
arrastre, y gima, y su dolor aumente.
Allá marcada su deshonra vea;65
vuele, y esclavo del esclavo sea;
que aquí nosotros los sagrados dones
de independencia y libertad gozamos,
y monarca, no déspota, juramos.
¡Gloria y honor al español congreso!70
Indócil hombre, que al querer expreso
de la nación frenético te opones:
ante ella te provoco,
y el presto rayo que la ley despide75
contra tu cuello criminal invoco.
Ni solo te persigo,
¡oh parricida!, que a una voz conmigo
tu sangre España pide...
¿Oyes?: «Con sangre la traición expía;80
muere; lo decretó la patria mía.»
Esta patria que libre, independiente,
a par su amor que su poder ostenta,
y al prócer no consiente
con opresión violenta85
al plebeyo agobiar; que todos, todos,
españoles leales,
en religión y ley somos iguales.
Nuestra seguridad... si antes se viera
triste ludibrio del poder tirano,90
cual nave sin timón entre la fiera
borrasca, y a merced del viento insano,
quieta en el seno de la ley reposa;
bien así, de cerviz majestuosa
cual peña agigantada95
que al volver de los tiempos desafía,
en sus bases inmóvil afirmada.
¿Qué español, si de serlo se gloría,
no bendice la mano protectora
que tantos bienes pródiga le envía?100
Y ¿cuál código santo,
cuál código atesora
tan gran felicidad, riqueza tanta?
En pindárico canto
a la inmortal Constitución levanta,105
bienhadado español; tú que el renombre
por ella ya de ciudadano adquieres;
por ella libre y hombre,
hombre, no siervo de tiranos eres.
¡Hijos de España, juventud dichosa!,110
si en aqueste liceo
el grito retumbó del despotismo,
en aqueste, con fuerza victoriosa
derrocado su altar, el patriotismo
levanta su magnífico trofeo;115
el fanático error vencido cede,
y la sin par Constitución sucede.
«Constitución» resuena
doquiera ya, «Constitución» inflama
los españoles pechos,120
y contra el crimen espantosa truena.
Ven, ven, ¡oh juventud! Ella te llama
tus sagrados derechos
a revelarte fiel. ¡Cómo desdeña
al déspota y tirano!125
¡Cómo a ser ciudadano
y a conocer enseña
tu excelsa dignidad y poderío!
Las ominosas trabas
con que hasta aquí, de la opresión esclavas,130
sus agraviadas artes lamentaron,
con invencible brío
desbarata y destroza,
y en la común felicidad se goza.
¡Oh jóvenes! venid y el ornamento135
de nuestra patria sed; la patria os llama,
y ya en vuestro saber y heroico aliento
su gloria y su baluarte
mirando está; mirando
en cada cual un denodado Marte,140
y al tirano y al déspota doblando
a vuestros pies sus trémulas rodillas,
y animarse en vosotros
a los Lanuzas ve y a los Padillas.

La invasión francesa en 1808
Fragmento
I
De Bonaparte

El español sopló: rasgóse el velo
de la maldad hipócrita; las nieblas
que su solio fantástico ceñían
ahuyéntanse. Patentes
a la tierra y al cielo5
los hechos esplendentes
del tirano común, que en las tinieblas
de la encantada ceguedad espanto,
pavor, silencio, admiración ponían,
mortales, ved; su trono10
trono es de esclavitud, trono de llanto;
iniquidad sus glorias,
crueldad su protección, robo la guerra,
robo la paz y robo la alianza
con que asolar la tierra15
y destruir la libertad alcanza.
El águila rapante,
coronada de sórdidas victorias,
allá donde con soplo retumbante
y majestad altiva,20
desbrava Bóreas su furor hinchado,
el vuelo arrebatado
aquí recoge, del león cautiva;
y evitando su intrépido denuedo,
acude a la traición; traición implora,25
cambiada su altivez en torpe miedo;
traición es su deidad, traición su Marte,
y por traición, de crédulos señora.
A Ulm así rendiste,
así fue tremolado tu estandarte;30
¡conquistador mezquino!,
del imperio francés y del latino
la corona real así ceñiste;
del mundo y su destino
«regulador» así te apellidaste,35
con el brazo de Dios omnipotente
el tuyo sin vigor medir creyendo,
y superior a Dios ser presumiendo.
Así a España en tu mente dominaste,
y en su trono vendido40
un hermano ensalzar, ladrón, intentas.
Entró, mofado fue, tembló azorado,
cobarde huyó, acosado
de las garras sangrientas
del hispano león, que desde lejos45
le estremeció con su mortal rugido.
De nuestros brazos a Fernando arrancas,
¡oh padrón de falsías!;
a Fernando, por Dios acá enviado
para lustre y honor de monarquías,50
para nuestra salud y regocijo.
«Fiel aliado» te pregonas, hijo
le llamas, y el puñal bajo tu manto
atroz revuelves. Mitigar sus penas
juras ¡ay! y en su pérdida te afanas;55
tu trono asegurar, y las Castillas
ávido asaltas, tu delito infando
a merced de un ridículo congreso,
usurpador aleve, sancionando.
Y después en sus pálidas mejillas60
el beso ¡oh Judas! paternal imprimes;
con falsas esperanzas le mantienes,
con halagos sus lágrimas reprimes,
de sus hijos y patria le enajenas,
y a esclavitud y sempiterno llanto65
¡oh el más vil de los monstruos! le condenas.
Doscientos mil y más ejecutores
de sus designios bárbaros, en tanto,
furiosos por la España se derraman,
validos de un traidor; traidor los fuertes70
ocupas; las ciudades populosas
avasallas traidor. «Libertadores
de nuestra patria», los incautos claman,
y a sus hogares con placer los llaman.
Y todos a porfía75
de la amistad los bienes
les dan gozar. El armonioso canto
de sol a sol en su alabanza suena:
«El gran Napoleón a España admira,
el gran Napoleón a España llena»,80
a España, que circunda
de vivaz lauro tus infames sienes;
y en galardón el áspera coyunda
del cautiverio ¡oh vándalo! previenes
al fácil español. En recompensa85
destrucción y maldad tu mente gira,
destrucción y maldad a España mandas,
y en la maldad y destrucción te agrandas.
«Quemad, robad, matad; grillos, esposas
al español opriman,90
y bajo de mi cetro no doblado,
con ansias espantosas
niñez, vejez, adolescencia giman.»
Lo decretaste; tu escuadrón, armado
de criminal pujanza,95
el pendón del terror al aire tiende,
y cual feroz torrente despeñado,
en nosotros colérico se lanza,
en nosotros colérico se enciende.
No hay ceder; ¿qué linaje100
de delitos su espíritu contenta?
Allá corre el pillaje,
acá el decoro virginal violenta,
y acá y allá y aquí, jamás saciado,
en nuestra vida y sangre se apacienta.105
Del Dios de los ejércitos se ríe,
profanador; destroza,
tala, atropella, con el mal se engríe,
y orgulloso, emulándote, se goza.
Nuestro «gran aliado»,110
españoles, mirad, «aquel que, armado,
protege la virtud; el que asegura
nuestra ley, religión y posesiones,
honor y libertad; aquel que infunde
en nuestros agitados corazones115
el bálsamo de paz y de ventura,
el que a nuevo vivir nos regenera»,
el siglo de oro por doquier difunde,
y segunda deidad al orbe impera.
¡Ay! ¡y nosotros la feliz bonanza120
en su poder librábamos, insanos!,
nosotros a los cielos soberanos
demandamos su sólida alianza
con el iris de un plácido himeneo!
¡Oh cielos! perdonad de los mortales125
el inocente error y devaneo.
De nuestra aletargada confianza
harto expiamos los funestos males,
que aún en nuestras cervices centellea
la afligida segur; la sangre humea,130
en arroyos corriendo,
y todavía mis oídos rompe
del pérfido cañón el ronco estruendo.
¡Oh día dos de mayo,
día de horror! Jamás, jamás la lumbre135
del padre de las luces te amanezca;
maldígate el mortal y se estremezca;
maldígate el que mora
del quieto empíreo la estrellada cumbre,
y a ti con él, Murat, y cuantos fueron140
presa de tu perfidia destructora.
¡Oh de la patria mía
impertérritos mártires!, gloriosos
en el seno morad de bienandanza
que Dios ya... No hay tardanza;145
voló la chispa eléctrica; se armaron
las provincias, y «¡Guerra, eterna guerra
contra el francés!» unánimes gritaron.
¡Guerra! Arrasada quede
esa servil nación asoladora,150
de arpías y asesinos alevosos
fecunda engendradora;
y guerra a ti, opresor: el suelo alfombre
tu sangre, y de los fastos
rayado sea tu execrable nombre[...]155