CANTO I
A mitad del camino de
la vida,
1[L1]
en una selva oscura me
encontraba
2[L2]
porque mi ruta había
extraviado.
3
¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al
pensamiento!
6
Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí
encontré,
de otras cosas diré que me
ocurrieron.
9
Yo no sé repetir cómo entré en ella
pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera.
12
Mas cuando hube llegado al pie de un
monte,
13[L3]
allí donde aquel valle terminaba
que el corazón habíame aterrado,
15
hacia lo alto miré, y vi que su cima
ya vestían los rayos del planeta
que lleva recto por cualquier
camino.
18[L4]
Entonces se calmó aquel miedo un poco,
que en el lago del alma había entrado
la noche que pasé con tanta
angustia.
21
Y como quien con aliento anhelante,
ya salido del piélago a la orilla,
se vuelve y mira al agua
peligrosa,
24
tal mi ánimo, huyendo todavía,
se volvió por mirar de nuevo el sitio
que a los que viven traspasar no
deja.
27
Repuesto un poco el cuerpo fatigado,
seguí el camino por la yerma loma,
siempre afirmando el pie de más
abajo.
30
Y vi, casi al principio de la cuesta,
una onza ligera y muy veloz,
32[L5]
que de una piel con pintas se
cubría;
33
y de delante no se me apartaba,
mas de tal modo me cortaba el paso,
que muchas veces quise dar la
vuelta.
36
Entonces comenzaba un nuevo día,
y el sol se alzaba al par que las
estrellas
que junto a él el gran amor divino
39
sus bellezas movió por vez primera;
40[L6]
así es que no auguraba nada malo
de aquella fiera de la piel
manchada
42
la hora del día y la dulce estación;
mas no tal que terror no produjese
la imagen de un león que luego vi.
45[L7]
Me pareció que contra mí venía,
con la cabeza erguida y hambre fiera,
y hasta temerle parecia el aire.
48
Y una loba que todo el apetito
49[L8]
parecía cargar en su flaqueza,
que ha hecho vivir a muchos en
desgracia.
51
Tantos pesares ésta me produjo,
con el pavor que verla me causaba
que perdí la esperanza de la
cumbre.
54
Y como aquel que alegre se hace rico
y llega luego un tiempo en que se
arruina,
y en todo pensamiento sufre y
llora:
57
tal la bestia me hacía sin dar
tregua,
pues, viniendo hacia mí muy
lentamente,
me empujaba hacia allí donde el sol
calla.
60
Mientras que yo bajaba por la
cuesta,
se me mostró delante de los
ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo.
63
Cuando vi a aquel en ese gran
desierto
«Apiádate de mi ‑yo le
grité‑,
seas quien seas, sombra a hombre vivo.»
66
Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre
fui,
y a mis padres dio cuna
Lombardía
pues Mantua fue la patria de los
dos.
69
Nací sub julio César, aunque
tarde,
70[L9]
y viví en Roma bajo el buen
Augusto:
tiempos de falsos dioses mentirosos.
72
Poeta fui, y canté de aquel justo
73[L10]
hijo de Anquises que vino de
Troya,
cuando Ilión la soberbia fue abrasada.
75
¿Por qué retornas a tan grande
pena,
y no subes al monte
deleitoso
que es principio y razón de toda
dicha?»
78
« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella
fuente
de quien mana tal río de
elocuencia?
‑respondí yo con frente
avergonzada‑.
81
Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran
volumen.
84
Eres tú mi modelo y mi
maestro;
el único eres tú de quien
tomé
el bello estilo que me ha dado honra.
87[L11]
Mira la bestia por la cual me he
vuelto:
sabio famoso, de ella ponme a
salvo,
pues hace que me tiemblen pulso y
venas.»
90
«Es menester que sigas otra
ruta
‑me repuso después que vio mi
llanto‑,
si quieres irte del lugar salvaje;
93
pues esta bestia, que gritar te
hace,
no deja a nadie andar por su
camino,
mas tanto se lo impide que los mata;
96
y es su instinto tan cruel y tan
malvado,
que nunca sacia su ansia codiciosa
y después de comer más hambre aún
tiene.
99
Con muchos animales se amanceba,
y serán muchos más hasta que venga
101[L12]
el Lebrel que la hará morir con duelo.
102
Éste no comerá tierra ni peltre,
sino virtud, amor,
sabiduría,
y su cuna estará entre Fieltro y
Fieltro.
105
Ha de salvar a aquella humilde
Italia
por quien murió Camila, la
doncella,
Turno, Euríalo y Niso con heridas.
108[L13]
Éste la arrojará de pueblo en
pueblo,
hasta que dé con ella en el
abismo,
del que la hizo salir el Envidioso.
111[L14]
Por lo que, por tu bien, pienso y
decido
que vengas tras de mí, y seré tu
guía,
y he de llevarte por lugar eterno,
114
donde oirás el aullar
desesperado,
verás, dolientes, las antiguas
sombras,
gritando todas la segunda muerte;
117
y podrás ver a aquellas que contenta
el fuego, pues confían en llegar
a bienaventuras cualquier día;
120
y si ascender deseas junto a
éstas,
más digna que la mía allí hay un
alma:
te dejaré con ella cuando marche;
123[L15]
que aquel Emperador que arriba
reina,
puesto que yo a sus leyes fui
rebelde,
no quiere que por mí a su reino subas.
126
En toda parte impera y allí
rige;
allí está su ciudad y su alto
trono.
iCuán feliz es quien él allí destina!»
129
Yo contesté: «Poeta, te
requiero
por aquel Dios que tú no
conociste,
para huir de éste o de otro mal más
grande,
132
que me lleves allí donde me has dicho,
y pueda ver la puerta de San Pedro
y aquellos infelices de que me hablas.»
135
Entonces se echó a andar, y yo tras
él.
CANTO II
El día se marchaba, el aire oscuro
a los seres que habitan en la tierra
quitaba sus fatigas; y yo sólo
3
me disponía a sostener la guerra,
contra el camino y contra el
sufrimiento
que sin errar evocará mi mente.
6
¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio,
sostenedme!
¡Memoria que escribiste lo que
vi,
aquí se advertirá tu gran nobleza!
9
Yo comencé: «Poeta que me
guías,
mira si mi virtud es
suficiente
antes de comenzar tan ardua
empresa.
12
Tú nos contaste que el padre de
Silvio,
13[L16]
sin estar aún corrupto, al
inmortal
reino llegó, y lo hizo en cuerpo y
alma.
15
Pero si el adversario del
pecado
le hizo el favor, pensando el gran
efecto
que de aquello saldría, el qué y el
cuál,
18
no le parece indigno al hombre
sabio;
pues fue de la alma Roma y de su
imperio
escogido por padre en el Empíreo.
21
La cual y el cual, a decir la
verdad,
como el lugar sagrado fue
elegida,
que habita el sucesor del mayor Pedro.
24
En el viaje por el cual le alabas
escuchó cosas que fueron motivo
de su triunfo y del manto de los
papas.
27
Alli fue luego el Vaso de Elección,
28[L17]
para llevar conforto a aquella fe
que de la salvación es el principio.
30
Mas yo, ¿por qué he de ir? ¿quién me lo
otorga?
Yo no soy Pablo ni tampoco
Eneas:
y ni yo ni los otros me creen digno.
33
Pues temo, si me entrego a ese viaje,
que ese camino sea una locura;
eres sabio; ya entiendes lo que
callo.»
36
Y cual quien ya no quiere lo que quiso
cambiando el parecer por otro nuevo,
y deja a un lado aquello que ha
empezado,
39
así hice yo en aquella cuesta oscura:
porque, al pensarlo, abandoné la
empresa
que tan aprisa había comenzado.
42
«Si he comprendido bien lo que me has
dicho
‑respondió del magnánimo la
sombra
la cobardía te ha atacado el alma;
45
la cual estorba al hombre muchas veces,
y de empresas honradas le desvía,
cual reses que ven cosas en la
sombra.
48
A fin de que te libres de este miedo,
te diré por qué vine y qué
entendí
desde el punto en que lástima te tuve.
51
Me hallaba entre las almas suspendidas
52[L18]
y me llamó una dama santa y bella,
53[L19]
de forma que a sus órdenes me
puse.
54
Brillaban sus pupilas más que
estrellas;
y a hablarme comenzó, clara y
suave,
angélica voz, en este modo:
57
“Alma cortés de Mantua, de la
cual
aún en el mundo dura la
memoria,
y ha de durar a lo largo del tiempo:
60
mi amigo, pero no de la
ventura,
tal obstáculo encuentra en su
camino
por la montaña, que asustado vuelve:
63
y temo que se encuentre tan
perdido
que tarde me haya dispuesto al
socorro,
según lo que escuché de él en el cielo.
66
Ve pues, y con palabras
elocuentes,
y cuanto en su remedio
necesite,
ayúdale, y consuélame con ello.
69
Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar;
70[L20]
vengo del sitio al que volver
deseo;
amor me mueve, amor me lleva a
hablarte.
72
Cuando vuelva a presencia de mi
Dueño
73[L21]
le hablaré bien de ti
frecuentemente.”
Entonces se calló y yo le repuse:
75
“Oh dama de virtud por quien
supera
tan sólo el hombre cuanto se
contiene
con bajo el cielo de esfera más
pequeña,
78[L22]
de tal modo me agrada lo que
mandas,
que obedecer, si fuera ya, es ya
tarde;
no tienes más que abrirme tu deseo.
81
Mas dime la razón que no te
impide
descender aquí abajo y a este
centro,
desde el lugar al que volver ansías.”
84
“ Lo que quieres saber tan por
entero,
te diré brevemente ‑‑me
repuso
por qué razón no temo haber bajado.
87
Temer se debe sólo a aquellas
cosas
que pueden causar algún tipo de
daño;
mas a las otras no, pues mal no hacen.
90
Dios con su gracia me ha hecho de tal
modo
que la miseria vuestra no me
toca,
ni llama de este incendio me consume.
93
Una dama gentil hay en el cielo
94[L23]
que compadece a aquel a quien te
envío,
mitigando allí arriba el duro juicio.
96
Ésta llamó a Lucía a su presencia;
97[L24]
y dijo: «necesita tu
devoto
ahora de ti, y yo a ti te lo
encomiendo».
99
Lucía, que aborrece el
sufrimiento,
se alzó y vino hasta el sitio en que yo
estaba,
101[L25]
sentada al par de la antigua
Raquel.
102
Dijo: “Beatriz, de Dios vera
alabanza,
cómo no ayudas a quien te amó
tanto,
y por ti se apartó de los
vulgares?
105[L26]
¿Es que no escuchas su llanto
doliente?
¿no ves la muerte que ahora le
amenaza
en el torrente al que el mar no
supera?”
108
No hubo en el mundo nadie tan
ligero,
buscando el bien o huyendo del
peligro,
como yo al escuchar esas palabras.
111
“Acá bajé desde mi dulce
escaño,
confiando en tu discurso
virtuoso
que te honra a ti y aquellos que lo
oyeron.”
114
Después de que dijera estas
palabras
volvió llorando los lucientes
ojos,
haciéndome venir aún más aprisa;
117
y vine a ti como ella lo
quería;
te aparté de delante de la
fiera,
que alcanzar te impedía el monte bello.
120
¿Qué pasa pues?, ¿por qué, por qué
vacilas?
¿por qué tal cobardía hay en tu pecho?
¿por qué no tienes audacia ni
arrojo?
123
Si en la corte del cielo te apadrinan
tres mujeres tan bienaventuradas,
y mis palabras tanto bien
prometen.»
126
Cual florecillas, que el nocturno hielo
abate y cierra, luego se levantan,
y se abren cuando el sol las
ilumina,
129
así hice yo con mi valor cansado;
y tanto se encendió mi corazón,
que comencé como alguien valeroso:
132
«!Ah, cuán piadosa aquella que me
ayuda!
y tú, cortés, que pronto obedeciste
a quien dijo palabras verdaderas.
135
El corazón me has puesto tan ansioso
de echar a andar con eso que me has
dicho
que he vuelto ya al propósito
primero.
138
Vamos, que mi deseo es como el tuyo.
Sé mi guía, mi jefe, y mi maestro.»
Asi le dije, y luego que echó a andar,
141
entré por el camino arduo y
silvestre.
CANTO III
POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE,
POR MÍ SE VA AL ETERNO SUFRIMIENTO,
POR MÍ SE VA A LA GENTE CONDENADA.
3
LA JUSTICIA MOVIÓ A MI ALTO ARQUITECTO.
HÍZOME LA DIVINA POTESTAD,
EL SABER SUMO Y EL AMOR PRIMERO.
6[L27]
ANTES DE MÍ NO FUE COSA CREADA
SINO LO ETERNO Y DURO ETERNAMENTE.
DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA
ESPERANZA. 9
Estas palabras de color oscuro
vi escritas en lo alto de una puerta;
y yo: «Maestro, es grave su
sentido.»
12
Y, cual persona cauta, él me repuso:
«Debes aquí dejar todo recelo;
debes dar muerte aquí a tu
cobardía.
15
Hemos llegado al sitio que te he dicho
en que verás las gentes doloridas,
que perdieron el bien del
intelecto.»
18
Luego tomó mi mano con la suya
con gesto alegre, que me confortó,
y en las cosas secretas me
introdujo.
21
Allí suspiros, llantos y altos
ayes
resonaban al aiire sin
estrellas,
y yo me eché a llorar al
escucharlo.
24
Diversas lenguas, hórridas
blasfemias,
palabras de dolor, acentos de
ira,
roncos gritos al son de manotazos,
27
un tumulto formaban, el cual
gira
siempre en el aiire eternamente
oscuro,
como arena al soplar el
torbellino.
30
Con el terror ciñendo mi
cabeza
dije: «Maestro, qué es lo que yo
escucho,
y quién son éstos que el dolor abate?»
33
Y él me repuso: «Esta mísera
suerte
tienen las tristes almas de esas
gentes
que vivieron sin gloria y sin
infamia.
36[L28]
Están mezcladas con el coro
infame
de ángeles que no se
rebelaron,
no por lealtad a Dios, sino a ellos
mismos.
39
Los echa el cielo, porque menos bello
no sea, y el infierno los rechaza,
pues podrían dar gloria a los
caídos.»
42
Y yo: «Maestro, ¿qué les pesa tanto
y provoca lamentos tan
amargos?»
Respondió: «Brevemente he de decirlo.
45
No tienen éstos de muerte
esperanza,
y su vida obcecada es tan
rastrera,
que envidiosos están de cualquier
suerte.
48
Ya no tiene memoria el mundo de
ellos,
compasión y justicia les
desdeña;
de ellos no hablemos, sino mira y
pasa.»
51
Y entonces pude ver un
estandarte,
que corría girando tan
ligero,
que parecía indigno de reposo.
54
Y venía detrás tan larga
fila
de gente, que creído nunca
hubiera
que hubiese a tantos la muerte
deshecho.
57
Y tras haber reconocido a
alguno,
vi y conocí la sombra del que
hizo
por cobardía aquella gran
renuncia.
60[L29]
Al punto comprendí, y estuve
cierto,
que ésta era la secta de los
reos
a Dios y a sus contrarios
displacientes.
63[L30]
Los desgraciados, que nunca
vivieron,
iban desnudos y azuzados
siempre
de moscones y avispas que allí había.
66
Éstos de sangre el rostro les
bañaban,
que, mezclada con llanto,
repugnantes
gusanos a sus pies la recogían.
69
Y luego que a mirar me puse a otros,
vi gentes en la orilla de un gran río
y yo dije: «Maestro, te suplico
72
que me digas quién son, y qué
designio
les hace tan ansiosos de
cruzar
como discierno entre la luz escasa.»
75
Y él repuso: «La cosa he de
contarte
cuando hayamos parado nuestros
pasos
en la triste ribera de Aqueronte.»
78[L31]
Con los ojos ya bajos de
vergüenza,
temiendo molestarle con
preguntas
dejé de hablar hasta llegar al
río.
81
Y he aquí que viene en bote hacia
nosotros
un viejo cano de cabello antiguo,
83[L32]
gritando: «¡Ay de vosotras, almas
pravas!
84
No esperéis nunca contemplar el
cielo;
vengo a llevaros hasta la otra
orilla,
a la eterna tiniebla, al hielo, al
fuego.
87
Y tú que aquí te encuentras, alma
viva,
aparta de éstos otros ya
difuntos.»
Pero viendo que yo no me marchaba,
90
dijo: «Por otra via y otros
puertos
a la playa has de ir, no por
aquí;
más leve leño tendrá que llevarte».
93[L33]
Y el guía a él: «Caronte, no te
irrites:
así se quiere allí donde se
puede
lo que se quiere, y más no me
preguntes.»
96
Las peludas mejillas del
barquero
del lívido pantano, cuyos
ojos
rodeaban las llamas, se calmaron.
99
Mas las almas desnudas y
contritas,
cambiaron el color y
rechinaban,
cuando escucharon las palabras crudas.
102
Blasfemaban de Dios y de sus
padres,
del hombre, el sitio, el tiempo y la
simiente
que los sembrara, y de su nacimiento.
105
Luego se recogieron todas juntas,
llorando fuerte en la orilla malvada
que aguarda a todos los que a Dios no
temen.
108
Carón, demonio, con ojos de fuego,
llamándolos a todos recogía;
da con el remo si alguno se
atrasa.
111
Como en otoño se vuelan las hojas
unas tras otras, hasta que la rama
ve ya en la tierra todos sus despojos,
114
de este modo de Adán las malas
siembras
se arrojan de la orilla de una en
una,
a la señal, cual pájaro al reclamo.
117
Así se fueron por el agua
oscura,
y aún antes de que hubieran
descendido
ya un nuevo grupo se había formado.
120
«Hijo mío ‑cortés dijo el
maestro
los que en ira de Dios hallan la
muerte
llegan aquí de todos los países:
123
y están ansiosos de cruzar el
río,
pues la justicia santa les
empuja,
y así el temor se transforma en deseo.
126
Aquí no cruza nunca un alma
justa,
por lo cual si Carón de ti se
enoja,
comprenderás qué cosa significa.»
129
Y dicho esto, la región oscura
tembló con fuerza tal, que del espanto
la frente de sudor aún se me baña.
132
La tierra lagrimosa lanzó un viento
que hizo brillar un relámpago rojo
y, venciéndome todos los sentidos,
135
me caí como el hombre que se duerme.
CANTO IV
Rompió el profundo sueño de mi mente
un gran trueno, de modo que cual hombre
que a la fuerza despierta, me
repuse;
3
la vista recobrada volví en torno
ya puesto en pie, mirando fijamente,
pues quería saber en dónde estaba.
6
En verdad que me hallaba justo al borde
del valle del abismo doloroso,
que atronaba con ayes infinitos.
9
Oscuro y hondo era y nebuloso,
de modo que, aun mirando fijo al fondo,
no distinguía allí cosa ninguna.
12
«Descendamos ahora al ciego mundo
‑‑dijo el poeta todo amortecido‑:
yo iré primero y tú vendrás
detrás.»
15
Y al darme cuenta yo de su color,
dije: « ¿Cómo he de ir si tú te
asustas,
y tú a mis dudas sueles dar
consuelo?»
18
Y me dijo: «La angustia de las gentes
que están aquí en el rostro me ha
pintado
la lástima que tú piensas que es
miedo.
21
Vamos, que larga ruta nos espera.»
Así me dijo, y así me hizo entrar
al primer cerco que el abismo
ciñe.
24[L34]
Allí, según lo que escuchar yo
pude,
llanto no había, mas suspiros
sólo,
que al aire eterno le hacían
temblar.
27
Lo causaba la pena sin
tormento
que sufría una grande
muchedumbre
de mujeres, de niños y de hombres.
30
El buen Maestro a mí: «¿No me
preguntas
qué espíritus son estos que estás
viendo?
Quiero que sepas, antes de seguir,
33
que no pecaron: y aunque tengan
méritos,
no basta, pues están sin el
bautismo,
donde la fe en que crees principio
tiene.
36
Al cristianismo fueron
anteriores,
y a Dios debidamente no
adoraron:
a éstos tales yo mismo pertenezco.
39
Por tal defecto, no por otra
culpa,
perdidos somos, y es nuestra
condena
vivir sin esperanza en el deseo.»
42
Sentí en el corazón una gran
pena,
puesto que gentes de mucho
valor
vi que en el limbo estaba suspendidos.
45
«Dime, maestro, dime, mi
señor
‑yo comencé por querer estar
cierto
de aquella fe que vence la ignorancia‑:
48
¿salió alguno de aquí, que por sus
méritos
o los de otro, se hiciera luego
santo?»
Y éste, que comprendió mi hablar
cubierto,
51
respondió: «Yo era nuevo en este
estado,
cuando vi aquí bajar a un
poderoso,
coronado con signos de victoria.
54[L35]
Sacó la sombra del padre
primero,
y las de Abel, su hijo, y de
Noé,
del legista Moisés, el obediente;
57
del patriarca Abraham, del rey
David,
a Israel con sus hijos y su
padre,
y con Raquel, por la que tanto hizo,
60[L36]
y de otros muchos; y les hizo santos;
y debes de saber que antes de eso,
ni un esptritu humano se salvaba.»
63
No dejamos de andar porque él hablase,
mas aún por la selva caminábamos,
la selva, digo, de almas apiñadas
66
No estábamos aún muy alejados
del sitio en que dormí, cuando vi un
fuego,
que al fúnebre hemisferio
derrotaba.
69
Aún nos encontrábamos distantes,
mas no tanto que en parte yo no viese
cuán digna gente estaba en aquel
sitio.
72
«Oh tú que honoras toda ciencia y arte,
éstos ¿quién son, que tal grandeza
tienen,
que de todos los otros les separa?»
75
Y respondió: «Su honrosa
nombradía,
que allí en tu mundo sigue
resonando
gracia adquiere del cielo y
recompensa.»
78
Entre tanto una voz pude
escuchar:
«Honremos al altísimo
poeta;
vuelve su sombra, que marchado había.»
81
Cuando estuvo la voz quieta y
callada,
vi cuatro grandes sombras que
venían:
ni triste, ni feliz era su rostro.
84
El buen maestro comenzó a
decirme:
«Fíjate en ése con la espada en
mano,
que como el jefe va delante de ellos:
87
Es Homero, el mayor de los
poetas;
el satírico Horacio luego
viene;
tercero, Ovidio; y último, Lucano.
90[L37]
Y aunque a todos igual que a mí les
cuadra
el nombre que sonó en aquella
voz,
me hacen honor, y con esto hacen bien.»
93
Así reunida vi a la escuela bella
de aquel señor del altísimo canto,
que sobre el resto cual águila
vuela.
96
Después de haber hablado un rato entre
ellos,
con gesto favorable me miraron:
y mi maestro, en tanto, sonreía.
99
Y todavía aún más honor me hicieron
porque me condujeron en su hilera,
siendo yo el sexto entre tan grandes
sabios.
102
Así anduvimos hasta aquella luz,
hablando cosas que callar es bueno,
tal como era el hablarlas allí
mismo.
105
Al pie llegamos de un castillo noble,
siete veces cercado de altos muros,
guardado entorno por un bello
arroyo.
108
Lo cruzamos igual que tierra firme;
crucé por siete puertas con los sabios:
hasta llegar a un prado fresco y
verde.
111
Gente había con ojos graves, lentos,
con gran autoridad en su semblante:
hablaban poco, con voces suaves.
114
Nos apartamos a uno de los lados,
en un claro lugar alto y abierto,
tal que ver se podían todos ellos.
117
Erguido allí sobre el esmalte verde,
las magnas sombras fuéronme mostradas,
que de placer me colma haberlas
visto.
120[L38]
A Electra vi con muchos compañeros,
121[L39]
y entre ellos conocí a Héctor y a
Eneas,
y armado a César, con ojos
grifaños.
123
Vi a Pantasilea y a Camila,
124[L40]
y al rey Latino vi por la otra parte,
que se sentaba con su hija
Lavinia.
126
Vi a Bruto, aquel que destronó a
Tarquino,
127[L41]
a Cornelia, a Lucrecia, a Julia, a
Marcia;
128[L42]
y a Saladino vi, que estaba solo;
129[L43]
y al levantar un poco más la vista,
vi al maestro de todos los que saben,
131[L44]
sentado en filosófica familia.
132
Todos le miran, todos le dan honra:
y a Sócrates, que al lado de Platón,
están más cerca de él que los
restantes;
135
Demócrito, que el mundo pone en duda,
Anaxágoras, Tales y Diógenes,
Empédocles, Heráclito y Zenón;
138
y al que las plantas observó con tino,
139[L45]
Dioscórides, digo; y via Orfeo,
Tulio, Livio y al moralista
Séneca;
141
al geómetra Euclides, Tolomeo,
Hipócrates, Galeno y Avicena,
y a Averroes que hizo el
«Comentario».
144[L46]
No puedo detallar de todos ellos,
porque así me encadena el largo tema,
que dicho y hecho no se
corresponden.
147
El grupo de los seis se partió en dos:
por otra senda me llevó mi guía,
de la quietud al aire tembloroso
150
y llegué a un sitio en donde nada
luce.
CANTO V
Así bajé del círculo primero
al segundo que menos lugar ciñe,
2[L47]
y tanto más dolor, que al llanto
mueve.
3
Allí el horrible Minos rechinaba.
4[L48]
A la entrada examina los pecados;
juzga y ordena según se relíe.
6
Digo que cuando un alma mal nacida
llega delante, todo lo confiesa;
y aquel conocedor de los pecados
9
ve el lugar del infierno que merece:
tantas veces se ciñe con la cola,
cuantos grados él quiere que sea
echada.
12
Siempre delante de él se encuentran
muchos;
van esperando cada uno su juicio,
hablan y escuchan, después las
arrojan.
15
«Oh tú que vienes al doloso albergue
‑me dijo Minos en cuanto me vio,
dejando el acto de tan alto
oficio‑;
18
mira cómo entras y de quién te fías:
no te engañe la anchura de la entrada.»
Y mi guta: «¿Por qué le gritas
tanto?
21
No le entorpezcas su fatal camino;
así se quiso allí donde se puede
lo que se quiere, y más no me
preguntes.»
24
Ahora comienzan las dolientes notas
a hacérseme sentir; y llego entonces
allí donde un gran llanto me
golpea.
27
Llegué a un lugar de todas luces mudo,
que mugía cual mar en la tormenta,
si los vientos contrarios le
combaten.
30
La borrasca infernal, que nunca cesa,
en su rapiña lleva a los espíritus;
volviendo y golpeando les acosa.
33
Cuando llegan delante de la ruina,
allí los gritos, el llanto, el lamento;
allí blasfeman del poder divino.
36
Comprendí que a tal clase de martirio
los lujuriosos eran condenados,
que la razón someten al deseo.
39
Y cual los estorninos forman de alas
en invierno bandada larga y prieta,
así aquel viento a los malos
espiritus:
42
arriba, abajo, acá y allí les lleva;
y ninguna esperanza les conforta,
no de descanso, mas de menor pena.
45
Y cual las grullas cantando sus lays
largas hileras hacen en el aire,
así las vi venir lanzando ayes,
48
a las sombras llevadas por el viento.
Y yo dije: «Maestro, quién son esas
gentes que el aire negro así
castiga?»
51
«La primera de la que las noticias
quieres saber ‑‑me dijo aquel
entonces-
fue emperatriz sobre muchos
idiomas.
54
Se inclinó tanto al vicio de lujuria,
que la lascivia licitó en sus leyes,
para ocultar el asco al que era
dada:
57
Semíramis es ella, de quien dicen
58[L49]
que sucediera a Nino y fue su esposa:
mandó en la tierra que el sultán
gobierna.
60
Se mató aquella otra, enamorada,
61[L50]
traicionando el recuerdo de Siqueo;
la que sigue es Cleopatra
lujuriosa.
63[L51]
A Elena ve, por la que tanta víctima
64[L52]
el tiempo se llevó, y ve al gran
Aquiles
65[L53]
que por Amor al cabo combatiera;
66
ve a Paris, a Tristán.» Y a más de mil
67[L54]
sombras me señaló, y me nombró, a dedo,
que Amor de nuestra vida les
privara.
69
Y después de escuchar a mi maestro
nombrar a antiguas damas y caudillos,
les tuve pena, y casi me desmayo.
72
Yo comencé: «Poeta, muy gustoso
73[L55]
hablaría a esos dos que vienen juntos
y parecen al viento tan ligeros.»
75
Y él a mí: «Los verás cuando ya estén
más cerca de nosotros; si les ruegas
en nombre de su amor, ellos
vendrán.»
78
Tan pronto como el viento allí los
trajo
alcé la voz: «Oh almas afanadas,
hablad, si no os lo impiden, con
nosotros.»
81
Tal palomas llamadas del deseo,
al dulce nido con el ala alzada,
van por el viento del querer
llevadas,
84
ambos dejaron el grupo de Dido
85[L56]
y en el aire malsano se acercaron,
tan fuerte fue mi grito afectuoso:
87
«Oh criatura graciosa y compasiva
que nos visitas por el aire perso
89[L57]
a nosotras que el mundo
ensangrentamos;
90
si el Rey del Mundo fuese nuestro amigo
rogaríamos de él tu salvación,
ya que te apiada nuestro mal
perverso.
93
De lo que oír o lo que hablar os guste,
nosotros oiremos y hablaremos
mientras que el viento, como ahora,
calle.
96
La tierra en que nací está situada
en la Marina donde el Po desciende
y con sus afluentes se reúne.
99
Amor, que al noble corazón se agarra,
a éste prendió de la bella persona
que me quitaron; aún me ofende el
modo.
102
Amor, que a todo amado a amar le
obliga,
103[L58]
prendió por éste en mí pasión tan
fuerte
104[L59]
que, como ves, aún no me abandona.
105
El Amor nos condujo a morir juntos,
y a aquel que nos mató Caína espera.»
107[L60]
Estas palabras ellos nos dijeron.
108
Cuando escuché a las almas doloridas
bajé el rostro y tan bajo lo tenía,
que el poeta me dijo al fin: «tQué
piensas?»
111
Al responderle comencé: «Qué pena,
cuánto dulce pensar, cuánto deseo,
a éstos condujo a paso tan
dañoso.»
114
Después me volví a ellos y les dije,
y comencé: «Francesca, tus pesares
llorar me hacen triste y
compasivo;
117
dime, en la edad de los dulces suspiros
¿cómo o por qué el Amor os concedió
que conocieses tan turbios
deseos?»
120
Y repuso: «Ningún dolor más grande
que el de acordarse del tiempo dichoso
en la desgracia; y tu guía lo
sabe.
123[L61]
Mas si saber la primera raíz
de nuestro amor deseas de tal modo,
hablaré como aquel que llora y
habla:
126
Leíamos un día por deleite,
cómo hería el amor a Lanzarote;
128[L62]
solos los dos y sin recelo alguno.
129
Muchas veces los ojos suspendieron
la lectura, y el rostro emblanquecía,
pero tan sólo nos venció un
pasaje.
132
Al leer que la risa deseada
133[L63]
era besada por tan gran amante,
éste, que de mí nunca ha de
apartarse,
135
la boca me besó, todo él temblando.
Galeotto fue el libro y quien lo hizo;
no seguimos leyendo ya ese día.»
138
Y mientras un espiritu así hablaba,
lloraba el otro, tal que de piedad
desfallecí como si me muriese;
141
y caí como un cuerpo muerto cae.
CANTO VI
Cuando cobré el sentido que
perdí
antes por la piedad de los cuñados,
que todo en la tristeza me
sumieron,
3
nuevas condenas, nuevos condenados
veía en cualquier sitio en que
anduviera
y me volviese y a donde mirase.
6
Era el tercer recinto, el de la lluvia
eterna, maldecida, fría y densa:
de regla y calidad no cambia
nunca.
9
Grueso granizo, y agua sucia y nieve
descienden por el aire tenebroso;
hiede la tierra cuando esto
recibe.
12
Cerbero, fiera monstruosa y cruel,
13[L64]
caninamente ladra con tres fauces
sobre la gente que aquí es
sumergida.
15
Rojos los ojos, la barba unta y negra,
y ancho su vientre, y uñosas sus manos:
clava a las almas, desgarra y
desuella.
18
Los hace aullar la lluvia como a
perros,
de un lado hacen al otro su refugio,
los míseros profanos se revuelven.
21
Al advertirnos Cerbero, el gusano,
la boca abrió y nos mostró los
colmillos,
no había un miembro que tuviese
quieto.
24
Extendiendo las palmas de las manos,
cogió tierra mi guía y a puñadas
la tiró dentro del bramante tubo.
27
Cual hace el perro que ladrando rabia,
y mordiendo comida se apacigua,
que ya sólo se afana en devorarla,
30
de igual manera las bocas impuras
del demonio Cerbero, que así atruena
las almas, que quisieran verse
sordas.
33
Íbamos sobre sombras que atería
la densa lluvia, poniendo las plantas
en sus fantasmas que parecen
cuerpos.
36
En el suelo yacían todas ellas,
salvo una que se alzó a sentarse al
punto
que pudo vernos pasar por delante.
39
«Oh tú que a estos infiernos te han
traído
‑me dijo‑ reconóceme si puedes:
tú fuiste, antes que yo deshecho,
hecho.»
42
«La angustia que tú sientes ‑yo le
dije-
tal vez te haya sacado de mi mente,
y así creo que no te he visto
nunca.
45
Dime quién eres pues que en tan penoso
lugar te han puesto, y a tan grandes
males,
que si hay más grandes no serán tan
tristes.»
48
Y él a mfí «Tu ciudad, que tan repleta
de envidia está que ya rebosa el saco,
en sí me tuvo en la vida serena.
51
Los ciudadanos Ciacco me llamasteis;
52[L65]
por la dañosa culpa de la gula,
como estás viendo, en la lluvia me
arrastro.
54
Mas yo, alma triste, no me encuentro
sola,
que éstas se hallan en pena semejante
por semejante culpa», y más no
dijo.
57
Yo le repuse: «Ciacco, tu tormento
tanto me pesa que a llorar me invita,
pero dime, si sabes, qué han de
hacerse
60
de la ciudad partida los vecinos,
61[L66]
si alguno es justo; y dime la razón
por la que tanta guerra la ha
asolado.»
63
Y él a mí: «Tras de largas disensiones
64[L67]
ha de haber sangre, y el bando salvaje
echará al otro con grandes
ofensas;
66
después será preciso que éste caiga
y el otro ascienda, luego de tres
soles,
con la fuerza de Aquel que tanto
alaban.
69
Alta tendrá largo tiempo la frente,
teniendo al otro bajo grandes pesos,
por más que de esto se avergüence y
llore.
72
Hay dos justos, mas nadie les escucha;
73[L68]
son avaricia, soberbia y envidia
las tres antorchas que arden en los
pechos.»
75
Puso aquí fin al lagrimoso dicho.
Y yo le dije: «Aún quiero que me
informes,
y que me hagas merced de más
palabras;
78
Farinatta y Tegghiaio, tan honrados,
Jacobo Rusticucci, Arrigo y Mosca,
y los otros que en bien obrar
pensaron,
81
dime en qué sitio están y hazme saber,
pues me aprieta el deseo, si el
infierno
los amarga, o el cielo los
endulza.»
84
Y aquél: « Están entre las negras
almas;
culpas varias al fondo los arrojan;
los podrás ver si sigues más
abajo.
87[L69]
Pero cuando hayas vuelto al dulce
mundo,
te pido que a otras mentes me
recuerdes;
más no te digo y más no te
respondo.»
90
Entonces desvió los ojos fijos,
me miró un poco, y agachó la cara;
y a la par que los otros cayó
ciego.
93
Y el guía dijo: «Ya no se levanta
hasta que suene la angélica trompa,
y venga la enemiga autoridad.
96
Cada cual volverá a su triste tumba,
retomarán su carne y su apariencia,
y oirán aquello que atruena por
siempre.»
99
Así pasamos por la sucia mezcla
de sombras y de lluvia a paso lento,
tratando sobre la vida futura.
102
Y yo dije: «Maestro, estos tormentos
crecerán luego de la gran sentencia,
serán menores o tan dolorosos?»
105
Y él contestó: «Recurre a lo que sabes:
pues cuanto más perfecta es una cosa
más siente el bien, y el dolor de igual
modo,
108
Y por más que esta gente maldecida
la verdadera perfección no encuentre,
entonces, más que ahora, esperan
serlo.»
111[L70]
En redondo seguimos nuestra ruta,
hablando de otras cosas que no cuento;
y al llegar a aquel sitio en que se
baja
114
encontramos a Pluto: el enemigo.
115[L71]
CANTO VII
«¡Papé Satán, Papé Satán aleppe!»
1[L72]
dijo Pluto con voz enronquecida;
y aquel sabio gentil que todo
sabe,
3
me quiso confortar: «No te detenga
el miedo, que por mucho que pudiese
no impedirá que bajes esta roca.»
6
Luego volvióse a aquel hocico hinchado,
y dijo: «Cállate maldito lobo,
consúmete tú mismo con tu rabia.
9
No sin razón por el infierno vamos:
se quiso en lo alto allá donde Miguel
tomó venganza del soberbio
estupro.»
12[L73]
Cual las velas hinchadas por el viento
revueltas caen cuando se rompe el
mástil,
tal cayó a tierra la fiera cruel.
15
Así bajamos por la cuarta fosa,
entrando más en el doliente valle
que traga todo el mal del
universo.
18
¡Ah justicia de Dios!, ¿quién amontona
nuevas penas y males cuales vi,
y por qué nuestra culpa así nos
triza?
21
Como la ola que sobre Caribdis,
22[L74]
se destroza con la otra que se
encuentra,
así viene a chocarse aquí la
gente.
24
Vi aquí más gente que en las otras
partes,
y desde un lado al otro, con chillidos,
haciendo rodar pesos con el pecho.
27
Entre ellos se golpean; y después
cada uno volvíase hacia atrás,
gritando «¿Por qué agarras?, ¿por qué
tiras?»
30
Así giraban por el foso tétrico
de cada lado a la parte contraria,
siempre gritando el verso
vergonzoso.
33
Al llegar luego todos se volvían
para otra justa, a la mitad del
círculo,
y yo, que estaba casi conmovido,
36
dije: «Maestro, quiero que me expliques
quienes son éstos, y si fueron clérigos
todos los tonsurados de la
izquierda.»
39
Y él a mí. «Fueron todos tan escasos
de la razón en la vida primera,
que ningún gasto hicieron con
mesura.
42
Bastante claro ládranlo sus voces,
al llegar a los dos puntos del círculo
donde culpa contraria los separa.
45
Clérigos fueron los que en la cabeza
no tienen pelo, papas, cardenales,
que están bajo el poder de la
avaricia.»
48
Y yo: «Maestro, entre tales sujetos
debiera yo conocer bien a algunos,
que inmundos fueron de tan grandes
males.»
51
Y él repuso: «Es en vano lo que
piensas:
la vida torpe que los ha ensuciado,
a cualquier conocer los hace
oscuros.
54
Se han de chocar los dos eternamente;
éstos han de surgir de sus sepulcros
con el puño cerrado, y éstos,
mondos;
57
mal dar y mal tener, el bello mundo
les ha quitado y puesto en esta lucha:
no empleo mas palabras en
contarlo.
60
Hijo, ya puedes ver el corto aliento,
de los bienes fiados a Fortuna,
por los que así se enzarzan los
humanos;
63
que todo el oro que hay bajo la luna,
y existió ya, a ninguna de estas almas
fatigadas podría dar reposo.»
66
«Maestro ‑‑dije yo‑, dime ¿quién es
esta
Fortuna a la que te refieres
que el bien del mundo tiene entre sus
garras?»
69
Y él me repuso: «Oh locas criaturas,
qué grande es la ignorancia que os
ofende;
71[L75]
quiero que tú mis palabras
incorpores.
72
Aquel cuyo saber trasciendo todo,
los cielos hizo y les dio quien los
mueve
tal que unas partes a otras se
ilulninan,
75
distribuyendo igualmente la luz;
de igual modo en las glorias mundanales
dispuso una ministra que cambiase
78
los bienes vanos cada cierto tiempo
de gente en gente y de una a la otra
sangre,
aunque el seso del hombre no Lo
entienda;
81
por Lo que imperan unos y otros caen,
siguiendo los dictámenes de aquella
que está oculta en la yerba tal
serpiente.
84
Vuestro saber no puede conocerla;
y en su reino provee, juzga y dispone
cual las otras deidades en el
suyo.
87
No tienen tregua nunca sus mudanzas,
necesidad la obliga a ser ligera;
y aún hay algunos que el triunfo
consiguen.
90
Esta es aquella a la que ultrajan
tanto,
aquellos que debieran alabarla,
y sin razón la vejan y maldicen.
93
Mas ella en su alegría nada escucha;
feliz con las primeras criaturas
mueve su esfera y alegre se goza.
96
Ahora bajemos a mayor castigo;
97[L76]
caen las estrellas que salían cuando
eché a andar, y han prohibido
entretenerse.»
99[L77]
Del círculo pasamos a otra orilla
sobre una fuente que hierve y rebosa
por un canal que en ella da
comienzo.
102
Aquel agua era negra más que persa;
y, siguiendo sus ondas tan oscuras,
por extraño camino descendimos.
105
Hasta un pantano va, llamado Estigia,
106[L78]
este arroyuelo triste, cuando baja
al pie de la maligna cuesta gris.
108
Y yo, que por mirar estaba atento,
gente enfangada vi en aquel pantano
toda desnuda, con airado rostro.
111
No sólo con las manos se pegaban,
mas con los pies, el pecho y la cabeza,
trozo a trozo arrancando con los
dientes.
114
Y el buen maestro: «Hijo, mira ahora
las almas de esos que venció la cólera,
y también quiero que por cierto
tengas
117
que bajo el agua hay gente que suspira,
y al agua hacen hervir la superficie,
como dice tu vista a donde mire.
120
Desde el limo exclamaban: «Triste
hicimos
el aire dulce que del sol se alegra,
llevando dentro acidïoso humo:
123[L79]
tristes estamos en el negro cieno.»
Se atraviesa este himno en su gaznate,
y enteras no les salen las
palabras.
126
Así dimos la vuelta al sucio pozo,
entre la escarpa seca y lo de enmedio;
mirando a quien del fango se atraganta:
129
y al fin llegamos al pie de una
torre.
CANTO VIII
Digo, para seguir, que mucho antes
1[L80]
de llegar hasta el pie de la alta
torre,
se encaminó a su cima nuestra
vista,
3
porque vimos allí dos lucecitas,
y otra que tan de lejos daba señas,
que apenas nuestros ojos la veían.
6
Y yo le dije al mar de todo seso:
«Esto ¿qué significa? y ¿qué responde
el otro foco, y quién es quien lo
hace?»
9
Y él respondió: «Por estas ondas sucias
ya podrás divisar lo que se espera,
si no lo oculta el humo del
pantano.»
12
Cuerda no lanzó nunca una saeta
que tan ligera fuese por el aire,
como yo vi una nave pequeñita
15
por el agua venir hacia nosotros,
al gobierno de un solo galeote,
gritando: «Al fin llegaste, alma
alevosa.»
18
«Flegias, Flegias, en vano estás
gritando
19[L81]
díjole mi señor en este punto‑;
tan sólo nos tendrás cruzando el
lodo.»
21
Cual es aquel que gran engaño escucha
que le hayan hecho, y luego se
contiene,
así hizo Flegias consumido en ira.
24
Subió mi guía entonces a la barca,
y luego me hizo entrar detrás de él;
y sólo entonces pareció cargada.
27
Cuando estuvimos ambos en el leño,
hendiendo se marchó la antigua proa
el agua más que suele con los
otros.
30
Mientras que el muerto cauce
recorríamos
uno, lleno de fango vino y dijo:
«¿Quién eres tú que vienes a
destiempo?»
33
.
Y le dije: « Si vengo, no me quedo;
pero ¿quién eres tú que estás tan
sucio?»
Dijo: «Ya ves que soy uno que
llora.»
36
Yo le dije: «Con lutos y con llanto,
puedes quedarte, espíritu maldito,
pues aunque estés tan sucio te
conozco.»
39
Entonces tendió al leño las dos manos;
mas el maestro lo evitó prudente,
diciendo: «Vete con los otros
perros.»
42
Al cuello luego los brazos me echó,
besóme el rostro y dijo: «!Oh
desdeñoso,
bendita la que estuvo de ti
encinta!
45
Aquel fue un orgulloso para el mundo;
y no hay bondad que su memoria honre:
por ello está su sombra aquí
furiosa.
48
Cuantos por reyes tiénense allá arriba,
aquí estarán cual puercos en el cieno,
dejando de ellos un desprecio
horrible.»`
51
Y yo: «Maestro, mucho desearía
el verle zambullirse en este caldo,
antes que de este lago nos
marchemos.»
54
Y él me repuso: «Aún antes que la
orilla
de ti se deje ver, serás saciado:
de tal deseo conviene que goces.»
57
Al poco vi la gran carnicería
que de él hacían las fangosas gentes;
a Dios por ello alabo y doy las
gracias.
60
«¡A por Felipe Argenti!», se gritaban,
61[L82]
y el florentino espiritu altanero
contra sí mismo volvía los
dientes.
63
Lo dejamos allí, y de él más no cuento.
Mas el oído golpeóme un llanto,
y miré atentamente hacia adelante.
66
Exclamó el buen maestro: «Ahora, hijo,
se acerca la ciudad llamada Dite,
68[L83]
de graves habitantes y mesnadas.»
69
Y yo dije: «Maestro, sus mezquitas
70[L84]
en el valle distingo claramente,
rojas cual si salido de una fragua
72
hubieran.» Y él me dijo: «El fuego
eterno
que dentro arde, rojas nos las muestra,
como estás viendo en este bajo
infierno.»
75
Así llegamos a los hondos fosos
que ciñen esa tierra sin consuelo;
de hierro aquellos muros parecían.
78
No sin dar antes un rodeo grande,
llegamos a una parte en que el barquero
«Salid ‑gritó con fuerza‑ aquí es la
entrada.»
81
Yo vi a más de un millar sobre la
puerta
de llovidos del cielo, que con rabia
decían: «¿Quién es este que sin
muerte
84
va por el reino de la gente muerta?»
Y mi sabio maestro hizo una seña
de quererles hablar secretamente.
87
Contuvieron un poco el gran desprecio
y dijeron: « Ven solo y que se marche
quien tan osado entró por este
reino;
90
que vuelva solo por la loca senda;
pruebe, si sabe, pues que tú te quedas,
que le enseñaste tan oscura zona.»
93
Piensa, lector, el miedo que me entró
al escuchar palabras tan malditas,
que pensé que ya nunca volvería.
96
«Guía querido, tú que más de siete
veces me has confortado y hecho libre
de los grandes peligros que he
encontrado,
99
no me dejies ‑le dije‑ así perdido;
y si seguir mas lejos nos impiden,
juntos volvamos hacia atrás los
pasos.»
102
Y aquel señor que allí me condujera
«No temas ‑dijo‑ porque nuestro paso
nadie puede parar: tal nos lo
otorga.
105
Mas espérame aquí, y tu ánimo flaco
conforta y alimenta de esperanza,
que no te dejaré en el bajo
mundo.»
108
Así se fue, y allí me abandonó
el dulce padre, y yo me quedé en duda
pues en mi mente el no y el sí
luchaban.
111
No pude oír qué fue lo que les dijo:
mas no habló mucho tiempo con aquéllos,
pues hacia adentro todos se
marcharon.
114
Cerráronle las puertas los demonios
en la cara a mi guía, y quedó afuera,
y se vino hacia mí con pasos
lentos.
117
Gacha la vista y privado su rostro
de osadía ninguna, y suspiraba:
« ¡Quién las dolientes casa me ha
cerrado!»
120
Y él me dijo: «Tú, porque yo me irrite,
no te asustes, pues venceré la prueba,
por mucho que se empeñen en
prohibirlo.
123
No es nada nueva esta insolencia suya,
que ante menos secreta puerta usaron,
que hasta el momento se halla sin
cerrojos.
126[L85]
Sobre ella contemplaste el triste
escrito:
y ya baja el camino desde aquélla,
pasando por los cercos sin escolta,
129
quien la ciudad al fin nos hará
franca.
CANTO IX
El color que sacó a mi cara el miedo
1[L86]
cuando vi que mi guía se tornaba,
lo quitó de la suya con presteza.
3
Atento se paró como escuchando,
pues no podía atravesar la vista
el aire negro y la neblina densa.
6
«Deberemos vencer en esta lucha
‑comenzó él‑ si no... Es la promesa.
¡Cuánto tarda en llegar quien
esperamos.»
9
Y me di cuenta de que me ocultaba
lo del principio con lo que siguió,
pues palabras distintas fueron
éstas;
12
pero no menos miedo me causaron,
porque pensaba que su frase trunca
tal vez peor sentido contuviese.
15
« ¿En este fondo de la triste hoya
bajó algún otro, desde el purgatorio
donde es pena la falta de
esperanza?»
18
Esta pregunta le hice y: «Raramente
‑él respondió‑ sucede que otro alguno
haga el camino por el que yo ando.
21
Verdad es que otra vez estuve aquí,
por la cruel Eritone conjurado,
23[L87]
que a sus cuerpos las almas
reclamaba.
24
De mí recién desnuda era mi sombrío,
cuando ella me hizo entrar tras de
aquel muro,
a traer un alma del pozo de Judas.
27
Aquel es el más bajo, el más sombrío,
y el lugar de los cielos más lejano;
bien sé el camino, puedes ir sin
miedo.
30
Este pantano que gran peste exhala
en torno ciñe la ciudad doliente,
donde entrar no podemos ya sin
ira.»
33
Dijo algo más, pero no lo recuerdo,
porque mi vista se había
fijado
en la alta torre de cima ardorosa,
36
donde al punto de pronto aparecieron
tres sanguinosas furias infernales
que cuerpo y porte de mujer
tenían,
39
se ceñían con serpientes verdes;
su pelo eran culebras y cerastas
con que peinaban sus horribles
sienes:
42
Y él que bien conocía a las esclavas
de la reina del llanto sempiterno
Las Feroces Erinias ‑dijo‑ mira:
45[L88]
Meguera es esa del izquierdo lado,
esa que llora al derecho es Aleto;
Tesfone está en medio.» Y más no
dijo.
48
Con las uñas el pecho se rasgaban,
y se azotaban, gritando tan alto,
que me estreché al poeta,
temeroso.
51
«Ah, que venga Medusa a hacerle piedra
52[L89]
‑las tres decían mientras me
miraban-
malo fue el no vengarnos de
Teseo.»
54[L90]
«Date la vuelta y cierra bien los ojos;
si viniera Gorgona y la mirases
nunca podrías regresar arriba.»
57
Asf dijo el Maestro, y en persona
me volvió, sin fiarse de mis manos,
que con las suyas aún no me
tapase.
60
Vosotros que tenéis la mente sana,
observad la doctrina que se esconde
bajo el velo de versos
enigmáticos.
63[L91]
Mas ya venía por las turbias olas
el estruendo de un son de espanto
lleno,
por lo que retemblaron ambas
márgenes;
66
hecho de forma semejante a un viento
que, impetuoso a causa de contrarios
ardores, hiere el bosque y, sin
descanso,
69
las ramas troncha, abate y lejos lleva;
delante polvoroso va soberbio,
y hace escapar a fieras y a
pastores.
72
Me destapó los ojos: «Lleva el nervio
de la vista por esa espuma antigua,
hacia allí donde el humo es más
acerbo.»
75
Como las ranas ante la enemiga
bicha, en el agua se sumergen todas,
hasta que todas se juntan en
tierra,
78
más de un millar de almas destruidas
vi que huían ante uno, que a su paso
cruzaba Estigia con los pies
enjutos.
81
Del rostro se apartaba el aire espeso
de vez en cuando con la mano izquierda;
y sólo esa molestia le cansaba.
84
Bien noté que del cielo era enviado,
y me volví al maestro que hizo un signo
de que estuviera quieto y me
inclinase.
87
¡Cuán lleno de desdén me parecía!
Llegó a la puerta, y con una varita
la abrió sin encontrar
impedimento.
90
«¡Oh, arrojados del cielo,
despreciados!
‑gritóles él desde el umbral horrible‑.
¿Cómo es que aún conserváis esta
arrogancia?
93
¿Y por que os resistis a aquel deseo
cuyo fin nunca pueda detenerse,
y que más veces acreció el
castigo?
96
¿De qué sirve al destino dar de coces?
Vuestro Cerbero, si bien recordáis,
aún hocico y mentón lleva
pelados.»
99[L92]
Luego tomó el camino cenagoso,
sin decirnos palabra, mas con
cara
de a quien otro cuidado apremia y
muerde,
102
y no el de aquellos que tiene delante.
A la ciudad los pasos dirigimos,
seguros ya tras sus palabras
santas.
105
Dentro, sin guerra alguna, penetramos;
y yo, que de mirar estaba ansioso
todas las cosas que el castillo
encierra,
108
al estar dentro miro en torno mío;
y veo en todas partes un gran campo,
lleno de pena y reo de tormentos.
111
Como en Arlés donde se estanca el
Ródano,
112[L93]
o como el Pola cerca del Carnaro,
que Italia cierra y sus límites
baña,
114
todo el sitio ondulado hacen las
tumbas,
de igual manera allí por todas partes,
salvo que de manera aún más
amarga,
117
pues llamaradas hay entre las fosas;
y tanto ardían que en ninguna fragua,
el hierro necesita tanto fuego.
120
Sus lápidas estaban removidas,
y salían de allí tales lamentos,
que parecían de almas condenadas.
123
Y yo: « Maestro, qué gentes son esas
que, sepultadas dentro de esas tumbas,
se hacen oír con dolientes
suspiros?»
126
Y dijo: «Están aquí los heresiarcas,
sus secuaces, de toda secta, y llenas
están las tumbas más de lo que
piensas.
129
El igual con su igual está enterrado,
130[L94]
y los túmulos arden más o menos.»
Y luego de volverse a la derecha,
132
cruzamos entre fosas y altos
muros.
CANTO X
Siguió entonces por una oculta senda
entre aquella muralla y los martirios
mi Maestro, y yo fui tras de sus
pasos.
3
«Oh virtud suma, que en los infernales
circulos me conduces a tu gusto,
háblame y satisface mis deseos:
6
a la gente que yace en los supulcros
¿la podré ver?, pues ya están
levantadas
todas las losas, y nadie vigila.»
9
Y él repuso: «Cerrados serán todos
cuando aquí vuelvan desde Josafat
con los cuerpos que allá arriba
dejaron.
12[L95]
Su cementerio en esta parte tienen
con Epicuro todos sus secuaces
14[L96]
que el alma, dicen, con el cuerpo
muere.
15
Pero aquella pregunta que me hiciste
pronto será aquí mismo satisfecha,
y también el deseo que me callas.»
18[L97]
Y yo: «Buen guía, no te oculta nada
mi corazón, si no es por hablar poco;
y tú me tienes a ello
predispuesto.»
21
«Oh toscano que en la ciudad del fuego
22[L98]
caminas vivo, hablando tan humilde,
te plazca detenerte en este sitio,
24
porque tu acento demuestra que eres
natural de la noble patria aquella
a la que fui, tal vez, harto
dañoso.»
27
Este son escapó súbitamente
desde una de las arcas; y temiendo,
me arrimé un poco más a mi
maestro.
30
Pero él me dijo: « Vuélvete, ¿qué
haces?
mira allí a Farinatta que se ha alzado;
le verás de cintura para arriba.»
33
Fijado en él había ya mi vista;
y aquél se erguía con el pecho y frente
cual si al infierno mismo
despreciase.
36
Y las valientes manos de mi guía
me empujaron a él entre las tumbas,
diciendo: «Sé medido en tus
palabras.»
39
Como al pie de su tumba yo estuviese,
me miró un poco, y como con desdén,
me preguntó: «¿Quién fueron tus
mayores?»
42
Yo, que de obedecer estaba ansioso,
no lo oculté, sino que se lo dije,
y él levantó las cejas levemente.
45
«Con fiereza me fueron adversarios
a mí y a mi partido y mis mayores,
y así dos veces tuve que
expulsarles.»
48
« Si les echaste ‑dije‑ regresaron
de todas partes, una y otra vez;
mas los vuestros tal arte no
aprendieron.»
51
Surgió entonces al borde de su foso
otra sombra, a su lado, hasta la barba:
53[L99]
creo que estaba puesta de
rodillas.
54
Miró a mi alrededor, cual si propósito
tuviese de encontrar conmigo a otro,
y cuando fue apagada su sospecha,
57
llorando dijo: «Si por esta ciega
cárcel vas tú por nobleza de ingenio,
¿y mi hijo?, ¿por qué no está
contigo?»
60
Y yo dije: «No vengo por mí mismo,
el que allá aguarda por aquí me lleva
a quien Guido, tal vez, fue
indiferente.»
63[L100]
Sus palabras y el modo de su pena
su nombre ya me habian revelado;
por eso fue tan clara mi
respuesta.
66
Súbitamente alzado gritó: «¿Cómo
has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya
no vive?
¿La dulce luz no hiere ya sus
ojos?»
69[L101]
Y al advertir que una cierta demora
antes de responderle yo mostraba,
cayó de espaldas sin volver a
alzarse.
72
Mas el otro gran hombre, a cuyo ruego
yo me detuve, no alteró su rostro,
ni movió el cuello, ni inclinó su
cuerpo.
75
Y así, continuando lo de antes,
«Que aquel arte ‑me dijo‑ mal supieran,
eso, más que este lecho, me
tortura.
78
Pero antes que cincuenta veces arda
79[L102]
la faz de la señora que aquí reina,
tú has de saber lo que tal arte
pesa.
81
Y así regreses a ese dulce mundo,
dime, ¿por qué ese pueblo es tan impío
contra los míos en todas sus
leyes?»
84[L103]
Y yo dije: «El estrago y la matanza
que teñirse de rojo al Arbia hizo,
86[L104]
obliga a tal decreto en nuestros
templos.»
87
Me respondió moviendo la cabeza:
«No estuve solo álli, ni ciertamente
sin razón me movi con esos otros:
90
mas estuve yo solo, cuando todos
en destruir Florencia consentían,
defendiéndola a rostro
descubierto.»
93
«Ah, que repose vuestra descendencia
‑yo le rogué‑, este nudo desatadme
que ha enmarañado aquí mi
pensamiento.
96
Parece que sabéis, por lo que escucho,
97[L105]
lo que nos trae el tiempo de antemano,
mas usáis de otro modo en lo de
ahora.»
99
«Vemos, como quien tiene mala luz,
las cosas ‑dijo‑ que se encuentran
lejos,
gracias a lo que esplende el Sumo
Guía.
102
Cuando están cerca, o son, vano es del
todo
nuestro intelecto; y si otros no nos
cuentan,
nada sabemos del estado humano.
105
Y comprender podrás que muerto quede
nuestro conocimiento en aquel punto
que se cierre la puerta del
futuro.»
108
Arrepentido entonces de mi falta,
dije: «Diréis ahora a aquel yacente
que su hijo aún se encuentra con los
vivos;
111
y si antes mudo estuve en la respuesta,
hazle saber que fue porque pensaba
ya en esa duda que me habéis
resuelto.»
114[L106]
Y ya me reclamaba mi maestro;
y yo rogué al espíritu que rápido
me refiriese quién con él estaba.
117
Díjome: «Aquí con más de mil me
encuentro;
dentro se halla el segundo Federico,
119[L107]
y el Cardenal, y de los otros
callo.»
120[L108]
Entonces se ocultó; y yo hacia el
antiguo
poeta volví el paso, repensando
esas palabras que creí enemigas.
123
Él echó a andar y luego, caminando,
me dijo: «¿Por qué estás tan abatido?»
Y yo le satisfice la pregunta.
126
« Conserva en la memoria lo que oíste
contrario a ti ‑me aconsejó aquel
sabio-
y atiende ahora ‑y levantó su
dedo‑:
129
cuando delante estés del dulce rayo
de aquella cuyos ojos lo ven todo
131[L109]
de ella sabrás de tu vida el
viaje.
132
Luego volvió los pies a mano izquierda:
dejando el muro, fuimos hacia el centro
por un sendero que conduce a un valle,
135
cuyo hedor hasta allí
desagradaba.
CANTO XI
Por el extremo de un
acantilado,
que en circulo formaban peñas
rotas,
llegamos a un gentío aún más doliente;
3
y allí, por el exceso tan horrible
de la peste que sale del abismo,
al abrigo detrás nos colocamos
6
de un gran sepulcro, donde vi un
escrito
«Aquí el papa Anastasio está encerrado
8[L110]
que Fotino apartó del buen
camino.»
9
«Conviene que bajemos lentamente,
para que nuestro olfato se acostumbre
al triste aliento; y luego no
moleste.»
12
Así el Maestro, y yo: «Compensación
‑díjele‑ encuentra, pues que el tiempo
en balde
no pase.» Y él: «Ya ves que en eso
pienso.
15
Dentro, hijo mío, de estos
pedregales
16[L111]
‑luego empezó a decir‑ tres son los
círculos
que van bajando, como los que has
visto.
18
Todos llenos están de condenados,
mas porque luego baste que los mires,
oye cómo y por qué se les
encierra:
21
Toda maldad, que el odio causa al
cielo,
tiene por fin la injuria, y ese fin
o con fuerza o con fraude a otros
contrista;
24
mas siendo el fraude un vicio sólo
humano,
más lo odia Dios, por ello son al fondo
los fraudulentos aún más
castigados.
27
De los violentos es el primer círculo;
mas como se hace fuerza a tres
personas,
en tres recintos está dividido;
30
a Dios, y a sí, y al prójimo se puede
forzar; digo a ellos mismos y a sus
cosas,
como ya claramente he de
explicarte.
33
Muerte por fuerza y dolientes heridas
al prójimo se dan, y a sus haberes
ruinas, incendios y robos dañosos;
36
y así a homicidas y a los que mal
hieren,
ladrones e incendiarios, atormenta
el recinto primero en varios
grupos.
39
Puede el hombre tener violenta mano
contra él mismo y sus cosas; y es
preciso
que en el segundo recinto lo
purgue
42
el que se priva a sí de vuestro mundo,
juega y derrocha aquello que posee,
y llora allí donde debió
alegrarse.
45
Puede hacer fuerza contra la deidad,
blasfemando, negándola en su alma,
despreciando el amor de la natura;
48
y el recinto menor lleva la marca
del signo de Cahors y de Sodoma,
50[L112]
y del que habla de Dios con
menosprecio.
51
El fraude, que cualquier conciencia
muerde,
se puede hacer a quien de uno se fía,
o a aquel que la confianza no ha
mostrado.
54
Se diría que de esta forma matan
el vínculo de amor que hace natura;
y en el segundo círculo se
esconden
57
hipocresía, adulación, quien hace
falsedad, latrocinio y simonía,
rufianes, barateros y otros tales.
60
De la otra forma aquel amor se olvida
de la naturaleza, y lo que crea,
de donde se genera la confianza;
63
y al Círculo menor, donde está el
centro
del universo, donde asienta Dite,
el que traiciona por siempre es
llevado.»
66
Y yo: «Maestro, muy clara procede
tu razón, y bastante bien distingue
este lugar y el pueblo que lo
ocupa:
69
pero ahora dime: aquellos de la
ciénaga,
que lleva el viento, y que azota la
lluvia,
y que chocan con voces tan
acerbas,
72
¿por qué no dentro de la ciudad roja
son castigados, si a Dios enojaron?
y si no, ¿por qué están en tal
suplicio?»
75
Y entonces él: «¿Por qué se aleja tanto
‑dijo‑ tu ingenio de lo que
acostumbra?,
¿o es que tu mente mira hacia otra
parte?
78
¿Ya no te acuerdas de aquellas
palabras
que reflejan en tu ÉTICA las tres.
80[L113]
inclinaciones que no quiere el
cielo,
81
incontinencia, malicia y la loca
bestialidad? ¿y cómo incontinencia
menos ofende y menos se castiga?
84
Y si miras atento esta sentencia,
y a la mente preguntas quién son esos
que allí fuera reciben su castigo,
87
comprenderás por qué de estos felones
están aparte, y a menos crudeza
la divina venganza les somete.»
90[L114]
«Oh sol que curas la vista turbada,
tú me contentas tanto resolviendo,
que no sólo el saber, dudar me
gusta.
93
Un poco más atrás vuélvete ahora
‑díjele‑‑, allí donde que usura ofende
a Dios dijiste, y quítame el
enredo.»
96
«A quien la entiende, la Filosofía
hace notar, no sólo en un pasaje
cómo natura su carrera toma
99
del divino intelecto y de su arte;
y si tu FÍSICA miras despacio,
encontrarás, sin mucho que lo
busques,
102[L115]
que el arte vuestro a aquélla, cuanto
pueda,
sigue como al maestro su discípulo,
tal que vuestro arte es como de Dios
nieto.
105[L116]
Con estas dos premisas, si recuerdas
el principio del Génesis, debemos
ganarnos el sustento con trabajo.
108[L117]
Y al seguir el avaro otro camino,
109[L118]
por éste, a la natura y a sus frutos,
desprecia, y pone en lo otro su
esperanza.
111
Mas sígueme, porque avanzar me place;
que Piscis ya remonta el horizonte
y todo el Carro yace sobre el Coro,
114[L119]
y el barranco a otro sitio se
despeña.
CANTO XII
Era el lugar por el que descendimos
alpestre y, por aquel que lo habitaba,
cualquier mirada hubiéralo
esquivado.
3
Como son esas ruinas que al costado
de acá de Trento azota el río Adigio,
por terremoto o sin tener
cimientos,
6[L120]
que de lo alto del monte, del que bajan
al llano, tan hendida está la roca
que ningún paso ofrece a quien la
sube;
9
de aquel barranco igual era el
descenso;
y allí en el borde de la abierta sima,
el oprobio de Creta estaba echado
12[L121]
que concebido fue en la falsa vaca;
cuando nos vio, a sí mismo se mordía,
tal como aquel que en ira se
consume.
15
Mi sabio entonces le gritó: «Por suerte
piensas que viene aquí el duque de
Atenas,
17[L122]
que allí en el mundo la muerte te
trajo?
18
Aparta, bestia, porque éste no viene
siguiendo los consejos de tu hermana,
sino por contemplar vuestros
pesares.»
21
Y como el toro se deslaza cuando
ha recibido ya el golpe de muerte,
y huir no puede, mas de aquí a allí
salta,
24
así yo vi que hacía el Minotauro;
y aquel prudente gritó: «Corre al paso;
bueno es que bajes mientras se
enfurece.»
27
Descendimos así por el derrumbe
de las piedras, que a veces se movían
bajo mis pies con esta nueva
carga.
30
Iba pensando y díjome: «Tú piensas
tal vez en esta ruina, que vigila
la ira bestial que ahora he
derrotado.
33
Has de saber que en la otra ocasión
que descendí a lo hondo del infierno,
esta roca no estaba aún
desgarrada;
36
pero sí un poco antes, si bien juzgo,
de que viniese Aquel que la gran presa
quitó a Dite del círculo primero,
39[L123]
tembló el infecto valle de tal modo
que pensé que sintiese el universo
amor, por el que alguno cree que el
mundo
42
muchas veces en caos vuelve a trocarse;
43[L124]
y fue entonces cuando esta vieja roca
se partió por aquí y por otros
lados.
45
Mas mira el valle, pues que se aproxima
aquel río sangriento, en el cual hierve
47[L125]
aquel que con violencia al otro
daña.»
48
¡Oh tú, ciega codicia, oh loca furia,
que así nos mueves en la corta vida,
y tan mal en la eterna nos
sumerges!
51
Vi una amplia fosa que torcía en arco,
y que abrazaba toda la llanura,
según lo que mi guía había dicho.
54
Y por su pie corrían los centauros,
en hilera y armados de saetas,
56[L126]
como cazar solían en el mundo.
57
Viéndonos descender, se detuvieron,
y de la fila tres se separaron
con los arcos y flechas
preparadas.
60
Y uno gritó de lejos: «¿A qué pena
venís vosotros bajando la cuesta?
Decidlo desde allí, o si no
disparo.»
63
«La respuesta ‑le dijo mi
maestro-
daremos a Quirón cuando esté cerca:
tu voluntad fue siempre
impetuosa.»
66
Después me tocó, y dijo: «Aquel es
Neso,
67[L127]
que murió por la bella Deyanira,
contra sí mismo tomó la venganza.
69
Y aquel del medio que al pecho se mira,
el gran Quirón, que fue el ayo de
Aquiles;
71[L128]
y el otro es Folo, el que habló tan
airado.
72[L129]
Van a millares rodeando el foso,
flechando a aquellas almas que
abandonan
la sangre, más que su culpa
permite.»
75
Nos acercamos a las raudas fieras:
Quirón cogió una flecha, y con la
punta,
de la mejilla retiró la barba.
78
Cuando hubo descubierto la gran boca,
dijo a sus compañeros; «¿No os dais
cuenta
que el de detrás remueve lo que
pisa?
81
No lo suelen hacer los pies que han
muerto.»
Y mi buen guía, llegándole al pecho,
donde sus dos naturas se
entremezclan,
84
respondió: «Está bien vivo, y a él tan
sólo
debo enseñarle el tenebroso valle:
necesidad le trae, no
complacencia.
87
Alguien cesó de cantar Aleluya,
y ésta nueva tarea me ha encargado:
él no es ladrón ni yo alma
condenada.
90
Mas por esta virtud por la cual muevo
los pasos por camino tan salvaje,
danos alguno que nos acompañe,
93
que nos muestre por dónde se vadea,
y que a éste lleve encima de su grupa,
pues no es alma que viaje por el
aire.»
96
Quirón se volvió atrás a la derecha,
y dijo a Neso: «Vuelve y dales guía,
y hazles pasar si otro grupo se
encuentran.»
99
Y nos marchamos con tan fiel escolta
por la ribera del bullir rojizo,
donde mucho gritaban los que
hervían.
102
Gente vi sumergida hasta las cejas,
y el gran centauro dijo: « Son tiranos
que vivieron de sangre y de
rapiña:
105
lloran aquí sus daños despiadados;
está Alejandro, y el feroz Dionisio
107[L130]
que a Sicilia causó tiempos
penosos.
108
Y aquella frente de tan negro pelo,
es Azolino; y aquel otro rubio,
110[L131]
es Opizzo de Este, que de veras
111[L132]
fue muerto por su hijastro allá en el
mundo.»
Me volví hacia el poeta y él me dijo:
«Ahora éste es el primero, y yo el
segundo.»
114[L133]
Al poco rato se fijó el Centauro
en unas gentes, que hasta la garganta
parecían, salir del hervidero.
117
Díjonos de una sombra ya
apartada:
«En la casa de Dios aquél hirió ‑
119[L134]
el corazón que al Támesis
chorrea.»
120
Luego vi gentes que sacaban fuera
del río la cabeza, y hasta el pecho;
y yo reconocí a bastantes de
ellos.
123
Asi iba descendiendo poco a poco
aquella sangre que los pies cocía,
y por allí pasamos aquel foso.
126
«Así como tú ves que de esta parte
el hervidero siempre va bajando,
‑dijo el centauro‑ quiero que
conozcas
129
que por la otra más y más aumenta
su fondo, hasta que al fin llega hasta
el sitio
en donde están gimiendo los
tiranos.
132
La diving justicia aquí castiga
a aquel Atila azote de la tierra
134[L135]
y a Pirro y Sexto; y para siempre
ordeña
135[L136]
las lágrimas, que arrancan los
hervores,
a Rinier de Corneto, a Rinier Pazzo
137[L137]
qué en los caminos tanta guerra
hicieron.»
138
Volvióse luego y franqueó aquel
vado.
CANTO XIII
Neso no había aún vuelto al otro lado,
cuando entramos nosotros por un bosque
al que ningún sendero señalaba.
3
No era verde su fronda, sino oscura;
ni sus ramas derechas, mas torcidas;
sin frutas, mas con púas
venenosas.
6
Tan tupidos, tan ásperos matojos
no conocen las fieras que aborrecen
entre Corneto y Cécina los campos.
9[L138]
Hacen allí su nido las arpías,
10[L139]
que de Estrófane echaron al Troyano
con triste anuncio de futuras
cuitas.
12
Alas muy grandes, cuello y rostro
humanos
y garras tienen, y el vientre con
plumas;
en árboles tan raros se lamentan.
15
Y el buen Maestro: «Antes de
adentrarte,
sabrás que este recinto es el segundo
‑me comenzó a decir‑ y estarás
hasta
18
que puedas ver el horrible arenal;
mas mira atentamente; así verás
cosas que si te digo no creerías.»
21
Yo escuchaba por todas partes ayes,
y no vela a nadie que los diese,
23[L140]
por lo que me detuve muy asustado.
24
Yo creí que él creyó que yo creía
que tanta voz salía del follaje,
de gente que a nosotros se
ocultaba.
27[L141]
Y por ello me dijo: «Si tronchases
cualquier manojo de una de estas
plantas,
tus pensamientos también
romperias.»
30
Entonces extendí un poco la mano,
y corté una ramita a un gran endrino;
y su tronco gritó: «¿Por qué me
hieres?
33
Y haciéndose después de sangre oscuro
volvió a decir: «Por qué así me
desgarras?
¿es que no tienes compasión
alguna?
36
Hombres fuimos, y ahora matorrales;
más piadosa debiera ser tu mano,
aunque fuéramos almas de
serpientes.»
39
Como. una astilla verde que encendida
por un lado, gotea por el otro,
y chirría el vapor que sale de
ella,
42
así del roto esqueje salen juntas
sangre y palabras: y dejé la rama
caer y me quedé como quien teme.
45
«Si él hubiese creído de antemano
‑le respondió mi sabio‑, ánima herida,
aquello que en mis rimas ha leído,
48[L142]
no hubiera puesto sobre ti la mano:
mas me ha llevado la increible cosa
a inducirle a hacer algo que me
pesa:
51
mas dile quién has sido, y de este modo
algún aumento renueve tu fama
alli en el mundo, al que volver él
puede.»
54
Y el tronco: «Son tan dulces tus
lisonjas
que no puedo callar; y no os moleste
si en hablaros un poco me
entretengo:
57
Yo soy aquel que tuvo las dos llaves
58[L143]
que el corazón de Federico abrían
y cerraban, de forma tan suave,
60
que a casi todos les negó el secreto;
tanta fidelidad puse en servirle
que mis noches y días perdí en
ello.
63
La meretriz que jamás del palacio
64[L144]
del César quita la mirada impúdica,
muerte común y vicio de las
cortes,
66
encendió a todos en mi contra; y tanto
encendieron a Augusto esos incendios
que el gozo y el honor trocóse en
lutos;
69
mi ánimo, al sentirse despreciado,
creyendo con morir huir del desprecio,
culpable me hizo contra mí
inocente.
72
Por las raras raíces de este leño,
os juro que jamás rompí la fe
a mi señor, que fue de honor tan
digno.
75
Y si uno de los dos regresa al mundo,
rehabilite el recuerdo que se duele
aún de ese golpe que asesta la
envidia.»
78
Paró un poco, y después: «Ya que se
calla,
no pierdas tiempo ‑dijome el
poeta-
habla y pregúntale si más
deseas.»
81
Yo respondí: «Pregúntale tú entonces
lo que tú pienses que pueda gustarme;
pues, con tanta aflicción, yo no
podría.»
84
Y así volvió a empezar: «Para que te
haga
de buena gana aquello que pediste,
encarcelado espíritu, aún te
plazca
87
decirnos cómo el alma se encadena
en estos troncos; dinos, si es que
puedes,
si alguna se despega de estos
miembros.»
90
Sopló entonces el tronco fuememente
trocándose aquel viento en estas voces:
«Brevemente yo quiero responderos;
93
cuando un alma feroz ha abandonado
el cuerpo que ella misma ha desunido
Minos la manda a la séptima fosa.
96
Cae a la selva en parte no elegida;
mas donde la fortuna la dispara,
como un grano de espelta allí
germina;
99
surge en retoño y en planta silvestre:
y al converse sus hojas las Arpías,
dolor le causan y al dolor
ventana.
102
Como las otras, por nuestros despojos,
vendremos, sin que vistan a ninguna;
pues no es justo tener lo que se
tira.
105
A rastras los traeremos, y en la triste
selva serán los cuerpos suspendidos,
del endrino en que sufre cada
sombra.»
108
Aún pendientes estábamos del tronco
creyendo que quisiera más contarnos,
cuando de un ruido fuimos
sorprendidos,
111
Igual que aquel que venir desde el
puesto
escucha al jabalí y a la jauría
y oye a las bestias y un ruido de
frondas;
114
Y miro a dos que vienen por la
izquierda,
115[L145]
desnudos y arañados, que en la huida,
de la selva rompían toda mata.
117
Y el de delante: «¡Acude, acude,
muerte!»
Y el otro, que más lento parecía,
gritaba: «Lano, no fueron tan
raudas
120
en la batalla de Toppo tus piernas.»
Y cuando ya el aliento le faltaba,
de él mismo y de un arbusto formó un
nudo.
123
La selva estaba llena detrás de ellos
de negros canes, corriendo y ladrando
cual lebreles soltados de traílla.
126
El diente echaron al que estaba oculto
y lo despedazaron trozo a trozo;
luego llevaron los miembros
dolientes.
129
Cogióme entonces de la mano el guía,
y me llevó al arbusto que lloraba,
131[L146]
por los sangrantes rotos,
vanamente.
132
Decía: «Oh Giácomo de Sant' Andrea,
¿qué te ha valido de mí hacer refugio?
¿qué culpa tengo de tu mala vida?»
135
Cuando el maestro se paró a su lado,
dijo: «¿Quién fuiste, que por tantas
puntas
con sangre exhalas tu habla
dolorosa?»
138
Y él a nosotros: «Oh almas que llegadas
sois a mirar el vergonzoso estrago,
que mis frondas así me ha
desunido,
141
recogedlas al pie del triste arbusto.
Yo fui de la ciudad que en el Bautista
143[L147]
cambió el primer patrón: el cual, por
esto
144
con sus artes por siempre la hará
triste;
y de no ser porque en el puente de Arno
aún permanece de él algún
vestigio,
147
esas gentes que la reedificaron
sobre las ruinas que Atila dejó,
149[L148]
habrían trabajado vanamente.
150
Yo de mi casa hice mi
cadalso.»
CANTO XIV
Y como el gran amor del lugar patrio
me conmovió, reuní la rota fronda,
y se la devolví a quien ya
callaba.
3
Al límite llegamos que divide
el segundo recinto del tercero,
y vi de la justicia horrible modo.
6[L149]
Por bien manifestar las nuevas cosas,
he de decir que a un páramo llegamos,
que de su seno cualquier planta
ahuyenta.
9
La dolorosa selva es su guirnalda,
como para ésta lo es el triste foso;
justo al borde los pasos
detuvimos.
12
Era el sitio una arena espesa y seca,
hecha de igual manera que esa otra
que oprimiera Catón con su pisada.
15[L150]
¡Oh venganza divina, cuánto debes
ser temida de todo aquel que lea
cuanto a mis ojos fuera
manifiesto!
18
De almas desnudas vi muchos rebaños,
todas llorando llenas de miseria,
y en diversas posturas colocadas:
21
unas gentes yacían boca arriba;
encogidas algunas se sentaban,
y otras andaban incesantemente.
24
Eran las más las que iban dando
vueltas,
menos las que yacían en tormento,
pero más se quejaban de sus males.
27
Por todo el arenal, muy lentamente,
llueven copos de fuego dilatados,
como nieve en los Alpes si no hay
viento.
30
Como Alejandro en la caliente zona
31[L151]
de la India vio llamas que caían
hasta la tierra sobre sus
ejércitos;
33
por lo cual ordenó pisar el suelo
a sus soldados, puesto que ese fuego
se apagaba mejor si estaba
aislado,
36
así bajaba aquel ardor eterno;
y encendía la arena, tal la yesca
bajo eslabón, y el tormento
doblaba.
39
Nunca reposo hallaba el movimiento
de las míseras manos, repeliendo
aquí o allá de sí las nuevas
llamas.
42
Yo comencé: «Maestro, tú que vences
todas las cosas, salvo a los demonios
que al entrar por la puerta nos
salieron,
45
¿Quién es el grande que no se preocupa
46[L152]
del fuego y yace despectivo y fiero,
cual si la lluvia no le madurase?»
48
Y él mismo, que se había dado cuenta
que preguntaba por él a mi guía,
gritó: « Como fui vivo, tal soy
muerto.
51
Aunque Jove cansara a su artesano
52[L153]
de quien, fiero, tomó el fulgor agudo
con que me golpeó el último día,
54
o a los demás cansase uno tras otro,
de Mongibelo en esa negra fragua,
clamando: “Buen Vulcano, ayuda,
ayuda”
57
tal como él hizo en la lucha de Flegra,
y me asaeteara con sus fuerzas,
no podría vengarse alegremente.»
60
Mi guía entonces contestó con fuerza
tanta, que nunca le hube así
escuchado:
«Oh Capaneo, mientras no se calme
63
tu soberbia, serás más afligido:
ningún martirio, aparte de tu rabia,
a tu furor dolor será adecuado.»
66
Después se volvió a mí con mejor tono,
«Éste fue de los siete que asediaron
a Tebas; tuvo a Dios, y me parece
69
que aún le tenga, desdén, y no le
implora;
mas como yo le dije, sus despechos
son en su pecho galardón bastante.
72
Sígueme ahora y cuida que tus pies
no pisen esta arena tan ardiente,
mas camina pegado siempre al
bosque.»
75
En silencio llegamos donde corre
fuera ya de la selva un arroyuelo,
77[L154]
cuyo rojo color aún me horripila:
78
como del Bulicán sale el arroyo
79[L155]
que reparten después las pecadoras,
t
al corrta a través de aquella
arena.
81
El fondo de éste y ambas dos paredes
eran de piedra, igual que las orillas;
y por ello pensé que ése era el
paso.
84
«Entre todo lo que yo te he enseñado,
desde que atravesamos esa puerta
cuyos umbrales a nadie se niegan,
87[L156]
ninguna cosa has visto más notable
como el presente río que las llamas
apaga antes que lleguen a
tocarle.»
90
Esto dijo mi guía, por lo cual
yo le rogué que acrecentase el pasto,
del que acrecido me había el
deseo.
93
«Hay en medio del mar un devastado
país ‑me dijo‑ que se llama Creta;
bajo su rey fue el mundo virtuoso.
96[L157]
Hubo allí una montaña que alegraban
aguas y frondas, se llamaba Ida:
cual cosa vieja se halla ahora
desierta.
99
La excelsa Rea la escogió por cuna
100[L158]
para su hijo y, por mejor guardarlo,
cuando lloraba, mandaba dar
gritos.
102
Se alza un gran viejo dentro de aquel
monte,
103[L159]
que hacia Damiata vuelve las espaldas
y al igual que a un espejo a Roma
mira.
105
Está hecha su cabeza de oro fino,
y plata pura son brazos y pecho,
se hace luego de cobre hasta las
ingles;
108
y del hierro mejor de aquí hasta abajo,
salvo el pie diestro que es barro
cocido:
y más en éste que en el otro
apoya.
111
Sus partes, salvo el oro, se hallan
rotas
por una raja que gotea lágrimas,
113[L160]
que horadan, al juntarse, aquella
gruta;
114
su curso en este valle se derrama:
forma Aqueronte, Estigia y Flagetonte;
corre después por esta estrecha
espita
117
al fondo donde más no se desciende:
forma Cocito; y cuál sea ese pantano
119[L161]
ya lo verás; y no te lo describo.»
120
Yo contesté: «Si el presente riachuelo
tiene así en nuestro mundo su
principio,
¿como puede encontrarse en este
margen?»
123
Respondió: «Sabes que es redondo el
sitio,
y aunque hayas caminado un largo trecho
hacia la izquierda descendiendo al
fondo,
126
aún la vuelta completa no hemos dado;
por lo que si aparecen cosas nuevas,
no debes contemplarlas con
asombro.»
129
Y yo insistí «Maestro, ¿dónde se hallan
Flegetonte y Leteo?; a uno no nombras,
131[L162]
y el otro dices que lo hace esta
lluvia.»
132
«Me agradan ciertamente tus preguntas
‑dijo‑, mas el bullir del agua roja
debía resolverte la primera.
135
Fuera de aquí podrás ver el Leteo,
allí donde a lavarse van las almas,
cuando la culpa purgada se borra.»
138
Dijo después: «Ya es tiempo de
apartarse
del bosque; ven caminando detrás:
dan paso las orillas, pues no queman,
141
y sobre ellas se extingue cualquier
fuego.»
CANTO XV
Caminamos por uno de los bordes,
y tan denso es el humo del arroyo,
que del fuego protege agua y
orillas.
3
Tal los flamencos entre Gante y Brujas,
temiendo el viento que en invierno
sopla,
a fin de que huya el mar hacen sus
diques;
6
y como junto al Brenta los paduanos
7[L163]
por defender sus villas y castillos,
antes que Chiarentana el calor
sienta;
9[L164]
de igual manera estaban hechos éstos,
sólo que ni tan altos ni tan gruesos,
fuese el que fuese quien los
construyera.
12
Ya estábamos tan lejos de la selva
que no podría ver dónde me hallaba,
aunque hacia atrás yo me diera la
vuelta,
15
cuando encontramos un tropel de almas
16[L165]
que andaban junto al dique, y todas
ellas
nos miraban cual suele por la
noche
18
mirarse el uno al otro en luna nueva;
y para vernos fruncían las cejas
como hace el sastre viejo con la
aguja.
21
Examinado así por tal familia,
de uno fui conocido, que agarró
mi túnica y gritó: «¡Qué
maravilla!»
24
y yo, al verme cogido por su mano
fijé la vista en su quemado rostro,
para que, aun abrasado, no
impidiera,
27
su reconocimiento a mi memoria;
e inclinando la mía hacia su cara
respondí: «¿Estáis aquí, señor
Brunetto?»
30[L166]
«Hijo, no te disguste ‑me
repuso-
si Brunetto Latino deja un rato
a su grupo y contigo se detiene.»
33
Y yo le dije: «Os lo pido gustoso;
y si queréis que yo, con vos me pare,
lo haré si place a aquel con el que
ando.»
36
«Hijo ‑repuso‑, aquel de este rebaño
que se para, después cien años yace,
sin defenderse cuando el fuego
quema.
39
Camina pues: yo marcharé a tu lado;
y alcanzaré más tarde a mi mesnada,
que va llorando sus eternos
males.»
42
Yo no osaba bajarme del camino
y andar con él; mas gacha la cabeza
tenía como el hombre reverente.
45
Él comenzó: «¿Qué fortuna o destino
antes de postrer día aquí te trae?
¿y quién es éste que muestra el
camino?»
48
Y yo: «Allá arriba, en la vida serena
‑le respondí‑ me perdí por un valle,
antes de que mi edad fuese
perfecta.
51
Lo dejé atrás ayer por la mañana;
éste se apareció cuando a él volvía,
y me lleva al hogar por esta
ruta.»
54
Y él me repuso: «Si sigues tu estrella
glorioso puerto alcanzarás sin falta,
si de la vida hermosa bien me
acuerdo;
57
y si no hubiese muerto tan temprano,
viendo que el cielo te es tan
favorable,
dado te habría ayuda en la tarea.
60
Mas aquel pueblo ingrato y malicioso
que desciende de Fiesole de antiguo,
62[L167]
y aún tiene en él del monte y del
peñasco,
63
si obras bien ha de hacerse tu
contrario:
y es con razón, que entre ásperos
serbales
no debe madurar el dulce higo.
66
Vieja fama en el mundo llama ciegos,
gente es avara, envidiosa y soberbia:
líbrate siempre tú de sus
costumbres.
69
Tanto honor tu fortuna te reserva,
que la una parte y la otra tendrán
hambre
71[L168]
de ti; mas lejos pon del chivo el
pasto.
72
Las bestias fiesolanas se apacienten
de ellas mismas, y no toquen la planta,
si alguna surge aún entre su
estiércol,
75
en que reviva la simiente santa
de los romanos que quedaron, cuando
hecho fue el nido de tan gran
malicia.»
78
«Si pudiera cumplirse mi deseo
aún no estaríais vos ‑le
repliqué-
de la humana natura separado;
81
que en mi mente está fija y aún me
apena,
querida y buena, la paterna imagen
vuestra, cuando en el mundo hora tras
hora
84
me enseñabais que el hombre se hace
eterno;
y cuánto os lo agradezco, mientras
viva,
conviene que en mi lengua se
proclame.
87
Lo que narráis de mi carrera escribo,
para hacerlo glosar, junto a otro
texto,
89[L169]
si hasta ella llego, a la mujer que
sabe.
90
Sólo quiero que os sea manifiesto
que, con estar tranquila mi conciencia,
me doy, sea cual sea, a la
Fortuna.
93
No es nuevo a mis oídos tal augurio:
mas la Fortuna hace girar su rueda
como gusta, y el labrador su
azada.»
96
Entonces mi maestro la mejilla
derecha volvió atrás, y me miró;
dijo después: «Bien oye el
precavido.»
99
Pero yo no dejé de hablar por eso
con ser Brunetto, y pregunto quién son
sus compañeros de más alta fama.
102
Y él me dijo: «Saber de alguno es
bueno;
de los demás será mejor que calle,
que a tantos como son el tiempo es
corto.
105
Sabe, en suma, que todos fueron
clérigos
y literatos grandes y famosos,
al mundo sucios de un igual
pecado.
108
Prisciano va con esa turba mísera,
109[L170]
y Francesco D'Accorso; y ver con éste,
110[L171]
si de tal tiña tuvieses deseo,
111
podrás a quien el Siervo de los Siervos
hizo mudar del Arno al Bachiglión,
113[L172]
donde dejó los nervios mal usados.
114
De otros diría, mas charla y camino
no pueden alargarse, pues ya veo
surgir del arenal un nuevo humo.
117
Gente viene con la que estar no debo:
mi “Tesoro” te dejo encomendado,
119[L173]
en el que vivo aún, y más no
digo.»
120
Luego se fue, y parecía de aquellos
que el verde lienzo corren en Verona
122[L174]
por el campo; y entre éstos parecía
123
de los que ganan, no de los que
pierden.
CANTO XVI
Ya estaba donde el resonar se oía
del agua que caía al otro círculo,
como el que hace la abeja en la
colmena;
3
cuando tres sombras juntas se salieron,
corriendo, de una turba que pasaba
bajo la lluvia de la áspera pena.
6
Hacia nosotros gritando venían:
«Detente quien parece por el traje
ser uno de la patria depravada.»
9
¡Ah, cuántas llagas vi en aquellos
miembros,
viejas y nuevas, de la llama ardidas!
me siento aún dolorido al
recordarlo.
12
A sus gritos mi guía se detuvo;
volvió el rostro hacia mí, y me dijo: «
Espera,
pues hay que ser cortés con esta
gente.
15
Y si no fuese por el crudo fuego
que este sitio asaetea, te diría
que te apresures tú mejor que
ellos.»
18
Ellos, al detenernos, reemprendieron
su antiguo verso; y cuando ya llegaron,
hacen un corro de sí aquellos
tres,
21
cual desnudos y untados campeones,
acechando a su presa y su ventaja,
antes de que se enzarcen entre
ellos;
24[L175]
y con la cara vuelta, cada uno
me miraba de modo que al contrario
iba el cuello del pie
continuamente.
27
«Si el horror de este suelo movedizo
vuelve nuestras plegarias despreciables
‑uno empezó‑ y la faz negra y
quemada,
30
nuestra fama a tu ánimo suplique
que nos digas quién eres, que los vivos
pies tan seguro en el infierno
arrastras.
33
Éste, de quien me ves pisar las
huellas,
aunque desnudo y sin pellejo vaya,
fue de un grado mayor de lo que
piensas,
36[L176]
pues nieto fue de la bella Gualdrada;
se llamó Guido Guerra, y en su vida
mucho obró con su espada y con su
juicio.
39
El otro, que tras mí la arena pisa,
es Tegghiaio Aldobrandi, cuya voz
41[L177]
en el mundo debiera agradecerse;
42
y yo, que en el suplicio voy con ellos,
Jacopo Rusticucci; y fiera esposa
44[L178]
más que otra cosa alguna me
condena.»
45
Si hubiera estado a cubierto del fuego,
me hubiera ido detrás de ellos al
punto,
y no creo que al guía le
importase;
48
mas me hubiera abrasado, y de ese modo
venció el miedo al deseo que tenía,
pues de abrazarles yo me hallaba
ansioso.
51
Luego empecé: «No desprecio, mas pena
en mi interior me causa vuestro estado,
y es tanta que no puedo
desprenderla,
54
desde el momento en que mi guía dijo
palabras, por las cuales yo pensaba
que, como sois, se acercaba tal
gente.
57
De vuestra tierra soy, y desde siempre
vuestras obras y nombres tan honrados,
con afecto he escuchado y
retenido.
60
Dejo la hiel y voy al dulce fruto
que mi guía veraz me ha prometido,
pero antes tengo que llegar al
centro.»
63
«Muy largamente el alma te conduzcan
todavía ‑me dijo aquél‑ tus miembros,
y resplandezca luego tu memoria,
66
di si el valor y cortesía aún se hallan
en nuestra patria tal como solían,
o si del todo han sido ya
expulsados;
69
que Giuglielmo Borsiere, el cual se
duele
70[L179]
desde hace poco en nuestro mismo grupo,
con sus palabras mucho nos
aflige.»
72
«Las nuevas gentes, las ganancias
súbitas,
73[L180]
orgullo y desmesura han generado,
en ti, Florencia, y de ello te
lamentas.»
75
Así grité levantando la cara;
y los tres, que esto oyeron por
respuesta,
se miraron como ante las verdades.
78
«Si en otras ocasiones no te cuesta
satisfacer a otros ‑me dijeron‑,
dichoso tú que dices lo que
quieres.
81
Pero si sales de este mundo ciego
y vuelves a mirar los bellos astros,
cuando decir “estuve allí” te
plazca,
84
háblale de nosotros a la gente.»
Rompieron luego el círculo y, huyendo,
alas sus raudas piernas parecían.
87
Un amén no podría haberse dicho
antes de que ellos se hubiesen perdido;
por lo que el guía quiso que
partiésemos.
90
Yo iba detrás, y no avanzamos mucho
cuando el agua sonaba tan de cerca,
que apenas se escuchaban las
palabras.
93
Como aquel río sigue su carrera
primero desde el Veso hacia el levante,
a la vertiente izquierda de
Apenino,
96[L181]
que Acquaqueta se llama abajo, antes
de que en un hondo lecho se desplome,
y en Forlí ya ese nombre no
conserva,
99
resuena allí sobre San Benedetto,
de la roca cayendo en la cascada
en donde mil debieran recibirle;
102
así en lo hondo de un despeñadero,
oímos resonar el agua roja,
que el oído ofendía al poco
tiempo.
105
Yo llevaba una cuerda a la cintura
106[L182]
con la que alguna vez hube pensado
cazar la onza de la piel pintada.
108
Luego de haberme toda desceñido,
como mi guía lo había mandado,
se la entregué recogida en un
rollo.
111
Entonces se volvió hacia la derecha
y, alejándose un trecho de la orilla,
la arrojó al fondo de la
escarpadura.
114
«Alguna novedad ha de venirnos
‑pensaba para mí‑ del nuevo signo,
que el maestro así busca con los
ojos.»
117
iCuán cautos deberían ser los hombres
junto a aquellos que no sólo las obras,
mas por dentro el pensar también
conocen!
120
«Pronto ‑dijo‑ verás sobradamente
lo que espero, y en lo que estás
pensando:
pronto conviene que tú lo
descubras.»
123
La verdad que parece una mentira
debe el hombre callarse mientras pueda,
porque sin tener culpa se
avergüence:
126
pero callar no puedo; y por las notas,
lector, de esta Comedia, yo te juro,
128[L183]
así no estén de larga gracia
llenas,
129
que vi por aquel oire oscuro y denso
venir nadando arriba una figura,
que asustaría el alma más
valiente,
132
tal como vuelve aquel que va al fondo
a desprender el ancla que se agarra
a escollos y otras cosas que el mar
cela,
135
que el cuerpo extiende y los pies se
recoge.
CANTO XVII
«Mira la bestia con la cola aguda,
1[L184]
que pasa montes, rompe muros y armas;
mira aquella que apesta todo el
mundo.»
3
Así mi guía comenzó a decirme;
y le ordenó que se acercase al borde
donde acababa el camino de piedra.
6
Y aquella sucia imagen del engaño
se acercó, y sacó el busto y la cabeza,
mas a la orilla no trajo la cola.
9
Su cara era la cara de un buen hombre,
tan benigno tenía lo de afuera,
y de serpiente todo lo restante.
12
Garras peludas tiene en las axilas;
y en la espalda y el pecho y ambos
flancos
pintados tiene ruedas y lazadas.
15
Con más color debajo y superpuesto
no hacen tapices tártaros ni turcos,
ni fue tal tela hilada por Aracne.
18[L185]
Como a veces hay lanchas en la orilla,
que parte están en agua y parte en
seco;
o allá entre los glotones alemanes
21
el castor se dispone a hacer su caza,
se hallaba así la fiera detestable
al horde pétreo, que la arena
ciñe.
24
Al aire toda su cola movía,
cerrando arriba la horca venenosa,
que a guisa de escorpión la punta
armaba.
27
El guía dijo: «Es preciso torcer
nuestro camino un poco, junto a aquella
malvada bestia que está allí
tendida.»
30
Y descendimos al lado derecho,
caminando diez pasos por su borde,
para evitar las llamas y la arena.
33
Y cuando ya estuvimos a su lado,
sobre la arena vi, un poco más lejos,
gente sentada al borde del abismo.
36
Aquí el maestro: «Porque toda entera
de este recinto la experiencia lleves
‑me dijo‑, ve y contempla su
castigo.
39
Allí sé breve en tus razonamientos:
mientras que vuelvas hablaré con ésta,
que sus fuertes espaldas nos
otorgue.»
42
Así pues por el borde de la cima
de aquel séptimo circulo yo solo
anduve, hasta llegar a los
penados.
45[L186]
Ojos afuera estallaba su pena,
de aquí y de allí con la mano evitaban
tan pronto el fuego como el suelo
ardiente:
48
como los perros hacen en verano,
con el hocico, con el pie, mordidos
de pulgas o de moscas o de
tábanos.
51
Y después de mirar el rostro a algunos,
a los que el fuego doloroso azota,
a nadie conocí; pero me acuerdo
54
que en el cuello tenía una bolsa
con un cierto color y ciertos signos,
que parecían complacer su vista.
57
Y como yo anduviéralos mirando,
algo azulado vi en una amarilla,
que de un león tenía cara y porte.
60
Luego, siguiendo de mi vista el curso,
otra advertí como la roja sangre,
y una oca blanca más que la
manteca.
63
Y uno que de una cerda azul preñada
64[L187]
señalado tenía el blanco saco,
dijo: «¿Qué andas haciendo en esta
fosa?
66
Vete de aquí; y puesto que estás vivo,
sabe que mi vecino Vitaliano
68[L188]
aquí se sentará a mi lado
izquierdo;
69
de Padua soy entre estos florentinos:
y las orejas me atruenan sin tasa
gritando: “¡Venga el noble
caballero
72[L189]
que llenará la bolsa con tres chivos!”»
Aquí torció la boca y se sacaba
la lengua, como el buey que el belfo
lame.
75
Y yo, temiendo importunar tardando
a quien de no tardar me había
advertido,
atrás dejé las almas lastimadas.
78
A mi guía encontré, que ya subido
sobre la grupa de la fiera estaba,
y me dijo: «Sé fuerte y arrojado.
81
Ahora bajamos por tal escalera:
sube delante, quiero estar en medio,
porque su cola no vaya a dañarte.»
84
Como está aquel que tiene los temblores
de la cuartana, con las uñas pálidas,
y tiembla entero viendo ya el
relente,
87
me puse yo escuchando sus palabras;
pero me avergoncé con su advertencia,
que ante el buen amo el siervo se hace
fuerte.
90
Encima me senté de la espaldaza:
quise decir, mas la voz no me vino
como creí: «No dejes de
abrazarme.»
93
Mas aquel que otras veces me ayudara
en otras dudas, luego que monté,
me sujetó y sostuvo con sus
brazos.
96
Y le dijo: «Gerión, muévete ahora:
las vueltas largas, y el bajar sea
lento:
piensa en qué nueva carga estás
llevando.»
99
Como la navecilla deja el puerto
detrás, detrás, así ésta se alejaba;
y luego que ya a gusto se sentía,
102
en donde el pecho, ponía la cola,
y tiesa, como anguila, la agitaba,
y con los brazos recogía el aíire.
105
No creo que más grande fuese el miedo
cuando Faetón abandonó las riendas,
107[L190]
por lo que el cielo ardió, como aún
parece;
108
ni cuando la cintura el pobre Ícaro
sin alas se notó, ya derretidas,
gritando el padre: «¡Mal camino
llevas!»;
111
que el mío fue, cuando noté que estaba
rodeado de aire, y apagada
cualquier visión que no fuese la
fiera;
114
ella nadando va lenta, muy lenta;
gira y desciende, pero yo no noto
sino el viento en el rostro y por
debajo.
117
Oía a mi derecha la cascada
que hacía por encima un ruido horrible,
y abajo miro y la cabeza asomo.
120
Entonces temí aún más el precipicio,
pues fuego pude ver y escuchar llantos;
por lo que me encogí temblando
entero.
123
Y vi después, que aún no lo había
visto,
al bajar y girar los grandes males,
que se acercaban de diversos
lados.
126
Como el halcón que asaz tiempo ha
volado,
y que sin ver ni señuelo ni pájaro
hace decir al halconero: «¡Ah,
baja!»,
129
lento desciende tras su grácil vuelo,
en cien vueltas, y a lo lejos se pone
de su maestro, airado y desdeñoso,
132
de tal modo Gerión se posó al fondo,
al mismo pie de la cortada roca,
y descargadas nuestras dos personas,
135
se disparó como de cuerda
tensa.
CANTO XVIII
Hay un lugar llamado Malasbolsas
1[L191]
en el infierno, pétreo y ferrugiento,
igual que el muro que le ciñe
entorno.
3
Justo en el medio del campo maligno
se abre un pozo bastante largo y hondo,
del cual a tiempo contaré las
partes.
6[L192]
Es redondo el espacio que se forma
entre el pozo y el pie del duro abismo,
y en diez valles su fondo se
divide.
9
Como donde, por guarda de los muros,
más y más fosos ciñen los castillos,
el sitio en donde estoy tiene el
aspecto;
12
tal imagen los valles aquí tienen.
Y como del umbral de tales fuertes
a la orilla contraria hay
puentecillos,
15
así del borde de la roca, escollos
conducen, dividiendo foso y márgenes,
hasta el pozo que les corta y les
une.
18
En este sitio, ya de las espaldas
de Gerión nos bajamos; y el poeta
tomó a la izquierda, y yo me fui tras
él.
21
A la derecha vi nuevos pesares,
nuevos castigos y verdugos nuevos,
que la bolsa primera abarrotaban.
24[L193]
Allí estaban desnudos los malvados;
una mitad iba dando la espalda,
otra de frente, con pasos más
grandes;
27
tal como en Roma la gran muchedumbre,
28[L194]
del año jubilar, alli en el puente
precisa de cruzar en doble vía,
30
que por un lado todos van de cara
hacia el castillo y a San Pedro
marchan;
y de otro lado marchan hacia el
monte.
33
De aquí, de allí, sobre la oscura roca,
vi demonios cornudos con flagelos,
que azotaban cruelmente sus
espaldas.
36
¡Ay, cómo hacían levantar las piernas
a los primeros golpes!, pues ninguno
el segundo esperaba ni el tercero.
39
Mientras andaba, en uno mi mirada
vino a caer; y al punto yo me dije:
«De haberle visto ya no estoy
ayuno.»
42
Y así paré mi paso para verlo:
y mi guía conmigo se detuvo,
y consintió en que atrás
retrocediera.
45
Y el condenado creía ocultarse
bajando el rostro; mas sirvió de poco,
pues yo le dije: «Oh tú que el rostro
agachas,
48
si los rasgos que llevas no son falsos,
Venedico eres tú Caccianemico;
50[L195]
mas ¿qué te trae a salsas tan
picantes?»
51
Y repuso: «Lo digo de mal grado;
pero me fuerzan tus claras palabras,
que me hacen recordar el mundo
antiguo.
54
Fui yo mismo quien a Ghisolabella
indujo a hacer el gusto del marqués,
como relaten la sucia noticia.
57
Y boloñés no lloró aquí tan sólo,
mas tan repleto está este sitio de
ellos,
que ahora tantas lenguas no se
escuchan
60
que digan "Sipa" entre Savena y Reno;
61[L196]
y si fe o testimonio de esto quieres,
trae a tu mente nuestro seno
avaro.»
63
Hablando así le golpeó un demonio
con su zurriago, y dijo: « Lárgate
rufián, que aquí no hay hembras que se
vendan.»
66
Yo me reuní al momento con mi escolta;
luego, con pocos pasos, alcanzamos
un escollo saliente de la escarpa.
69
Con mucha ligereza lo subimos
y, vueltos a derecha por su dorso,
de aquel círculo eterno nos
marchamos.
72
Cuando estuvimos ya donde se ahueca
debajo, por dar paso a los penados,
el guía dijo: « Espera, y haz que
pongan
75
la vista en ti esos otros malnacidos,
a los que aún no les viste el
semblante,
porque en nuestro sentido
caminaban.»
78
Desde el puente mirábamos el grupo
que al otro lado hacia nosotros iba,
y que de igual manera azota el
látigo.
81
Y sin yo preguntarle el buen Maestro
«Mira aquel que tan grande se aproxima,
que no le causa lágrimas el daño.
84
¡Qué soberano aspecto aún
conserva!
Es Jasón, que por ánimo y astucia
86[L197]
dejó privada del carnero a
Cólquida.
87
Éste pasó por la isla de Lemmos,
luego que osadas hembras despiadadas
muerte dieran a todos sus varones:
90
con tretas y palabras halagüeñas
a Isifile engañó, la muchachita
que antes había a todas engañado.
93
Allí la dejó encinta, abandonada;
tal culpa le condena a tal martirio;
también se hace venganza de Medea.
96[L198]
Con él están los que en tal modo
engañan:
y del valle primero esto te baste
conocer, y de los que en él
castiga.»
99
Nos hallábamos ya donde el sendero
con el margen segundo se entrecruza,
que a otro arco le sirve como
apoyo.
102
Aquí escuchamos gentes que ocupaban
la otra bolsa y soplaban por el morro,
pegándose a sí mismas con las
manos.
105
Las orillas estaban engrumadas
por el vapor que abajo se hace espeso,
y ofendía a la vista y al olfato.
108
Tan oscuro es el fondo, que no deja
ver nada si no subes hasta el dorso
del arco, en que la roca es más
saliente.
111
Allí subimos; y de allá, en el foso
vi gente zambullida en el estiércol,
cual de humanas letrinas recogido.
114
Y mientras yo miraba hacia allá abajo,
vi una cabeza tan de mierda llena,
que no sabía si era laico o
fraile.
117
Él me gritó: « ¿Por qué te satisface
mirarme más a mí que a otros tan
sucios?»
Le dije yo: « Porque, si bien
recuerdo,
120
con los cabellos secos ya te he visto,
y eres Alesio Interminei de Lucca:
122[L199]
por eso más que a todos te
miraba.»
123
Y él dijo, golpeándose la chola:
124[L200]
«Aquí me han sumergido las lisonjas,
de las que nunca se cansó mi
lengua.»
126
Luego de esto, mi guía: «Haz que
penetre
‑dijo‑ tu vista un poco más delante,
tal que tus ojos vean bien el
rostro
129
de aquella sucia y desgreñada esclava,
130[L201]
que allí se rasca con uñas mierdosas,
y ahora se tumba y ahora en pie se
pone:
132
es Thais, la prostituta, que repuso
a su amante, al decirle "¿Tengo prendas
bastantes para ti?": “aún más,
excelsas”.
135
Y sea aquí saciada nuestra
vista.»
CANTO XIX
¡Oh Simón Mago! Oh mfseros secuaces
1[L202]
que las cosas de Dios, que de los
buenos
esposas deben ser, como rapaces
3
por el oro y la plata adulteráis!
sonar debe la trompa por vosotros,
puesto que estáis en la tercera
bolsa.
6
Ya estábamos en la siguiente tumba,
subidos en la parte del escollo
que cae justo en el medio de aquel
foso.
9
¡Suma sabiduría! ¡Qué arte muestras
en el cielo, en la tierra y el mal
mundo,
cuán justamente tu virtud
repartes!
12
Yo vi, por las orillas y en el fondo,
llena la piedra livida de hoyos,
todos redondos y de igual tamaño.
15
No los vi menos amplios ni mayores
que esos que hay en mi bello San Juan,
17[L203]
y son el sitio para los bautismos;
18
uno de los que no hace aún mucho tiempo
19[L204]
yo rompí porque en él uno se ahogaba:
sea esto seña que a todos
convenza.
21
A todos les salían por la boca
de un pecador los pies, y de las
piernas
hasta el muslo, y el resto estaba
dentro.
24
Ambas plantas a todos les ardían;
y tan fuerte agitaban las coyundas,
que habrían destrozado soga y
cuerdas.
27
Cual suele el llamear en cosas grasas
moverse por la extrema superficie,
así era allí del talón a la punta.
30
«Quién es, maestro, aquel que se
enfurece
pataleando más que sus consortes
‑dije‑ y a quien más roja llama
quema?»
33
Y él me dijo: «Si quieres que te lleve
allí por la pendiente que desciende,
él te hablará de sí y de sus
pecados.»
36
Y yo: «Lo que tú quieras será bueno,
eres tú mi señor y no me aparto
de tu querer: y lo que callo
sabes.»
39
Caminábamos pues el cuarto margen:
volvimos y bajamos a la izquierda
al fondo estrecho y agujereado.
42
Entonces el maestro de su lado
no me apartó, hasta vernos junto al
hoyo
de aquel que se dolía con las
zancas.
45
«Oh tú que tienes lo de arriba abajo,
alma triste clavada cual madero,
‑le dije yo‑, contéstame si
puedes.»
48
Yo estaba como el fraile que confiesa
49[L205]
al pérfido asesino, que, ya hincado,
por retrasar su muerte le reclama.
51
Y él me gritó: «¿Ya estás aquí
plantado?,
52[L206]
¿ya estás aquí plantado, Bonifacio?
En pocos años me mintió lo
escrito.
54
¿Ya te cansaste de aquellas riquezas
por las que hacer engaño no temiste,
y atormentar después a tu Señora?»
57
Me quedé como aquellos que se
encuentran,
por no entender lo que alguien les
responde,
confundidos, y contestar no saben.
60
Dijo entonces Virgilio: «Dile pronto:
“No soy aquel, no soy aquel que
piensas.”»
Yo respondí como me fue indicado.
63
Torció los pies entonces el espíritu,
luego gimiendo y con voces llorosas,
me dijo: «¿Entonces, para qué me
buscas?
66
si te interesa tanto el conocerme,
que has recorrido así toda la roca,
sabe que fui investido del gran
manto,
69
y en verdad fui retoño de la Osa,
y tan ansioso de engordar oseznos,
que allí el caudal, aquí yo, me he
embolsado.
72
Y bajo mi cabeza están los otros
que a mí, por simonía, precedieron,
y que lo estrecho de la piedra
aplasta.
75
Allí habré yo de hundirme también
cuando
venga aquel que creía que tú fueses,
al hacerte la súbita pregunta.
78
Pero mis pies se abrasan ya más tiempo
y más estoy yo puesto boca abajo,
del que estarán plantados sus pies
rojos,
81
pues vendrá luego de él, aún más
manchado,
desde el poniente, un pastor sin
entrañas,
tal que conviene que a los dos
recubra.
84
Nuevo Jasón será, como nos muestra
MACABEOS, y como a aquel fue blando
su rey, así ha de hacer quien Francia
rige.»
87
No sé si fui yo loco en demasía,
pues que le respondí con tales versos:
«Ah, dime ahora, qué tesoros quiso
90
Nuestro Señor antes de que a San Pedro
le pusiese las llaves a su cargo?
Únicamente dijo: “Ven conmigo”;
93
ni Pedro ni los otros de Matías
94[L207]
oro ni plata, cuando sortearon
el puesto que perdió el alma
traidora.
96
Quédate ahí, que estás bien castigado,
y guarda las riquezas mal cogidas,
que atrevido te hicieron contra
Carlos.
99[L208]
Y si no fuera porque me lo veda
el respeto a las llaves soberanas
que fueron tuyas en la alegre
vida,
102
usaría palabras aún más duras;
porque vuestra avaricia daña al mundo,
hundiendo al bueno y ensalzando al
malo.
105
Pastores, os citó el evangelista,
106[L209]
cuando aquella que asienta sobre el
agua
él vio prostituida con los reyes:
108
aquella que nació con siete testas,
y tuvo autoridad con sus diez cuernos,
mientras que su virtud plació al
marido.
111[L210]
Os habéis hecho un Dios de oro y de
plata:
y qué os separa ya de los idólatras,
sino que a ciento honráis y ellos a
uno?
114
Constantino, ¡de cuánto mal fue madre,
115[L211]
no que te convirtieses, mas la dote
que por ti enriqueció al primer
patriarca!»
117
Y mientras yo cantaba tales notas,
mordido por la ira o la conciencia,
con fuerza las dos piernas
sacudía.
120
Yo creo que a mi guía le gustaba,
pues con rostro contento había
escuchado
mis palabras sinceramente dichas.
123
Entonces me cogió con los dos brazos;
y luego de subirme hasta su pecho,
volvió a ascender la senda que
bajamos.
126
No se cansó llevándome agarrado,
hasta ponerme en la cima del puente
que del cuarto hasta el quinto margen
cruza.
129
Con suavidad aquí dejó la carga,
suave, en el escollo áspero y pino
que a las cabras sería mala trocha.
132
Desde ese sitio descubrí otro
valle.
CANTO XX
De nueva pena he de escribir los versos
y dar materia al vigésimo canto
de la primer canción, que es de los
reos.
3
Estaba yo dispuesto totalmente
a mirar en el fondo descubierto,
que me bañaba de angustioso
llanto;
6
por el redondo valle vi a unas gentes
venir, calladas y llorando, al paso
con que en el mundo van las
procesiones.
9
Cuando bajé mi vista aún más a ellas,
vi que estaban torcidas por completo
desde el mentón al principio del
pecho;
12
porque vuelto a la espalda estaba el
rostro,
y tenían que andar hacia detrás,
pues no podían ver hacia delante.
15
Por la fuerza tal vez de perlesía
16[L212]
alguno habrá en tal forma retorcido,
mas no lo vi, ni creo esto que
pase.
18
Si Dios te deja, lector, coger fruto
de tu lectura, piensa por ti mismo
si podría tener el rostro seco,
21
cuando vi ya de cerca nuestra imagen
tan torcida, que el llanto de los ojos
les bañaba las nalgas por la raja.
24
Lloraba yo, apoyado en una roca
del duro escollo, tal que dijo el guía:
«¿Es que eres tú de aquellos
insensatos?,
27
vive aquí la piedad cuando está muerta:
¿Quién es más criminal de lo que es ése
29[L213]
que al designio divino se
adelanta?
30
Alza tu rostro y mira a quien la tierra
31[L214]
a la vista de Tebas se tragó;
y de allí le gritaban: “Dónde caes
33
Anfiareo?, ¿por qué la guerra dejas?”
Y no dejó de rodar por el valle
hasta Minos, que a todos los
agarra.
36
Mira cómo hizo pecho de su espalda:
pues mucho quiso ver hacia adelante,
mira hacia atrás y marcha
reculando.
39
Mira a Tiresias, que mudó de aspecto
40[L215]
al hacerse mujer siendo varón
cambiándose los miembros uno a
uno;
42
y después, golpear debía antes
las unidas serpientes, con la vara,
que sus viriles plumas recobrase.
45
Aronte es quien al vientre se le
acerca,
46[L216]
que en los montes de Luni, que cultiva
el carrarés que vive allí debajo,
48
tuvo entre blancos mármoles la cueva
como mansión; donde al mirar los astros
y el mar, nada la vista le
impedía.
51
Y aquella que las tetas se recubre,
que tú no ves, con trenzas desatadas,
y todo el cuerpo cubre con su
pelo,
54
fue Manto, que corrió por muchas
tierras;
55[L217]
y luego se afincó donde naci,
por lo que un poco quiero que me
escuches:
57
Después de que su padre hubiera muerto,
y la ciudad de Baco esclavizada,
ella gran tiempo anduvo por el
mundo.
60
En el norte de Italia se halla un lago,
al pie del Alpe que ciñe Alemania
sobre el Tirol, que Benago se
llama.
63
Por mil fuentes, y aún más, el Apenino
ente Garda y Camónica se baña,
por el agua estancada en dicho
lago.
66
En su medio hay un sitio, en que el
trentino
67[L218]
pastor y el de Verona, y el de Brescia,
si ese camino hiciese, bendijera.
69
Se halla Pesquiera, arnés hermoso y
fuerte,
70[L219]
frontera a bergamescos y brescianos,
en la ribera que en el sur le
cerca.
72
En ese sitio se desborda todo
lo que el Benago contener no puede,
y entre verdes praderas se hace un
río.
75
Tan pronto como el agua aprisa corre,
no ya Benago, mas Mencio se llama
hasta Governo, donde cae al Po.
78
Tras no mucho correr, encuentra un
valle,
en el cual se dilata y empantana;
y en el estio se vuelve insalubre.
81
Pasando por allí la virgen fiera,
vio tierra en la mitad de aquel
pantano,
sin cultivo y desnuda de
habitantes.
84
Allí, para escapar de los humanos,
con sus siervas quedóse a hacer sus
artes,
y vivió, y dejó allí su vano
cuerpo.
87
Los hombres luego que vivían cerca,
se acogieron al sitio, que era fuerte,
pues el pantano aquel lo rodeaba.
90
Fundaron la ciudad sobre sus huesos;
y por quien escogió primero el sitio,
Mantua, sin otro augurio, la
llamaron.
93[L220]
Sus moradores fueron abundantes,
antes que la torpeza de Casoldi,
95[L221]
de Pinamonte engaño recibiese.
96
Esto te advierto por si acaso oyeras
que se fundó de otro modo mi patria,
que a la verdad mentira alguna
oculte.»
99
Y yo: «Maestro, tus razonamientos
me son tan ciertos y tan bien los creo,
que apagados carbones son los
otros.
102
Mas dime, de la gente que camina,
si ves alguna digna de noticia,
pues sólo en eso mi mente se
ocupa.»
105
Entonces dijo: «Aquel que desde el
rostro
106[L222]
la barba ofrece por la espalda oscura,
fue, cuando Grecia falta de
varones
108
tanto, que había apenas en las cunas
augur, y con Calcante dio la orden
de cortar en Aulide las amarras.
111
Se llamaba Euripilo, y así canta
algún pasaje de mi gran tragedia:
tú bien lo sabes pues la sabes
toda.
114
Aquel otro en los flancos tan escaso,
Miguel Escoto fue, quien en verdad
116[L223]
de los mágicos fraudes supo el
juego.
117
Mira a Guido Bonatti, mira a Asdente,
que haber tomado el cuero y el bramante
ahora querría, mas tarde se
acuerda;
120
Y a las tristes que el huso
abandonaron,
121[L224]
las agujas y ruecas, por ser magas
y hechiceras con hierbas y
figuras.
123
Mas ahora ven, que llega ya al confín
de los dos hemisferios, y a las ondas
bajo Sevilla, Caín con las zarzas,
126[L225]
y la luna ayer noche estaba llena:
bien lo recordarás, que no fue estorbo
alguna vez en esa selva oscura.»
129
Así me hablaba, y mientras
caminábamos.
CANTO XXI
Así de puente en puente, conversando
de lo que mi Comedia no se ocupa,
subimos, y al llegar hasta la cima
3
nos paramos a ver la otra hondonada
de Malasbolsas y otros llantos vanos;
y la vi tenebrosamente oscura.
6
Como en los arsenales de Venecia
bulle pez pegajosa en el invierno
al reparar sus leños averiados,
9
que navegar no pueden; y a la vez
quién hace un nuevo leño, y quién
embrea
los costados a aquel que hizo más
rutas;
12
quién remacha la popa y quién la proa;
hacen otros los remos y otros cuerdas;
quién repara mesanas y trinquetas;
15
asi, sin fuego, por divinas artes,
bullía abajo una espesa resina,
que la orilla impregnaba en todos
lados.
18
La veía, mas no veía en ella
más que burbujas que el hervor alzaba,
todas hincharse y explotarse
luego.
21
Mientras allá miraba fijamente,
el poeta, diciendo: «¡Atento, atento!»
a él me atrajo del sitio en que yo
estaba.
24
Me volvi entonces como aquel que tarda
en ver aquello de que huir conviene,
y a quien de pronto le acobarda el
miedo,
27
y, por mirar, no demora la marcha;
y un diablo negro vi tras de nosotros,
que por la roca corriendo venía.
30
¡Ah, qué fiera tenía su apariencia,
y parecían cuán amenazantes
sus pies ligeros, sus abiertas
alas!
33
En su hombro, que era anguloso y
soberbio,
cargaba un pecador por ambas ancas,
agarrando los pies por los
tendones.
36[L226]
«¡Oh Malasgarras ‑‑dijo desde el
puente‑,
os mando a un regidor de Santa Zita!
38[L227]
Ponedlo abajo, que voy a por otro
39
a esa tierra que tiene un buen surtido:
salvo Bonturo todos son venales;
41[L228]
del “ita” allí hacen “no” por el
dinero.»
42[L229]
Abajo lo tiró, y por el escollo
se volvió, y nunca fue un mastín
soltado
persiguiendo a un ladrón con tanta
prisa.
45
Aquél se hundió, y se salía de nuevo;
mas los demonios que albergaba el
puente
gritaron: «¡No está aquí la Santa
Faz,
48[L230]
y no se nada aquí como en el Serquio!
así que, si no quieres nuestros
garfios,
no te aparezcas sobre la resina.»
51
Con más de cien arpones le pinchaban,
dicen: «Cubierto bailar aquí
debes,
tal que, si puedes, a escondidas
hurtes.»
54
No de otro modo al pinche el cocinero
hace meter la carne en la caldera,
con los tridentes, para que no
flote.
57
Y el buen Maestro: «Para que no sepan
que estás agua ‑me dijo‑ ve a
esconderte
tras una roca que sirva de abrigo;
60
y por ninguna ofensa que me hagan,
debes temer, que bien conozco esto,
y otras veces me he visto en tales
líos.»
63
Después pasó del puente a la otra
parte;
y cuando ya alcanzó la sexta fosa;
le fue preciso un ánimo templado.
66
Con la ferocidad y con la saña
que los perros atacan al mendigo,
que de pronto se para y limosnea,
69
del puentecillo aquéllos se arrojaron,
y en contra de él volvieron los
arpones;
mas él gritó: «¡Que ninguno se
atreva!
72
Antes de que me pinchen los tridentes,
que se adelante alguno para oírme,
pensad bien si debéis arponearme.»
75
«¡Que vaya Malacola!» ‑se gritaron;
y uno salió de entre los otros quietos,
y vino hasta él diciendo: «¿De qué
sirve?»
78
«Es que crees, Malacola, que me habrías
visto venir ‑le dijo mi
maestro-
seguro ya de todas vuestras
armas,
81
sin el querer divino y diestro hado?
Déjame andar, que en el cielo se quiere
que el camino salvaje enseñe a
otros.»
84
Su orgullo entonces fue tan abatido
que el tridente dejó caer al suelo,
y a los otros les dijo: «No
tocarlo.»
87
Y el guía a mí: «Oh tú que allí te
encuentras
tras las rocas del puente agazapado,
puedes venir conmigo ya seguro.»
90
Por lo que yo avancé hasta él deprisa;
y los diablos se echaron adelante,
tal que temí que el pacto no
guardaran;
93
así yo vi temer a los infantes
94[L231]
yéndose, tras rendirse, de Caprona,
al verse ya entre tantos enemigos.
96
Yo me arrimé con toda mi persona
a mi guía, y los ojos no apartaba
de sus caras que no eran nada
buenas.
99
Inclinaban los garfios: «¿Que le pinche
‑decíanse‑ queréis, en el
trasero?»
Y respondían: «Sí, pínchale fuerte.»
102
Pero el demonio aquel que había hablado
con mi guía, volvióse raudamente,
y dijo: «Para, para,
Arrancapelos.»
105
Luego nos dijo: « Más andar por este
106[L232]
escollo no se puede, pues que yace
todo despedazado el arco sexto;
108
y si queréis seguir más adelante
podéis andar aquí, por esta escarpa:
hay otro escollo cerca, que es la
ruta.
111
Ayer, cinco horas más que en esta hora,
112[L233]
mil y doscientos y sesenta y seis
años hizo, que aquí se hundió el
camino.
114
Hacia allá mando a alguno de los míos
para ver si se escapa alguno de esos;
id con ellos, que no han de
molestaros.
117
¡Adelante Aligacho, Patasfrías,
118[L234]
‑él comenzó a decir‑ y tú, Malchucho;
y Barbatiesa guíe la decena.
120
Vayan detrás Salido y Ponzoñoso,
jabalí Colmilludo, Arañaperros,
el Tartaja y el loco del Berrugas.
123
Mirad en torno de la pez hirviente;
éstos a salvo lleguen al escollo
que todo entero va sobre la fosa.»
126
«¡Ay maestro, qué es esto que estoy
viendo!
‑dije‑ vayamos solos sin escolta,
si sabes ir, pues no la necesito.
129
Si eres tan avisado como sueles,
¿no ves cómo sus dientes les rechinan,
y su entrecejo males amenaza?»
132
Y él me dijo: «No quiero que te
asustes;
déjalos que rechinen a su gusto,
pues hacen eso por los
condenados.»
135
Dieron la vuelta por la orilla
izquierda,
mas primero la lengua se mordieron
hacia su jefe, a manera de seña,
138
y él hizo una trompeta de su
culo.
CANTO XXII
Caballeros he visto alzar el campo,
comenzar el combate, o la revista,
y alguna vez huir para salvarse;
3
en vuestra tierra he visto
exploradores,
¡Oh aretinos! y he visto las mesnadas,
5[L235]
hacer torneos y correr las justas,
6
ora con trompas, y ora con campanas,
con tambores, y hogueras en castillos,
con cosas propias y también
ajenas;
9
mas nunca con tan rara cornamusa,
moverse caballeros ni pendones,
ni nave al ver una estrella o la
tierra.
12
Caminábamos con los diez demonios,
¡fiera compaña!, mas en la taberna
con borrachos, con santos en la
iglesia.
15[L236]
Mas a la pez volvía la mirada,
por ver lo que la bolsa contenía
y a la gente que adentro estaba
ardiendo.
18
Cual los delfines hacen sus señales
19[L237]
con el arco del lomo al marinero,
que le preparan a que el leño
salve,
21
por aliviar su pena, de este modo
enseñaban la espalda algunos de ellos,
escondiéndose en menos que hace el
rayo.
24
Y como al borde del agua de un charco
hay renacuajos con el morro fuera,
con el tronco y las ancas
escondidas,
27
se encontraban así los pecadores;
mas, como se acercaba Barbatiesa,
bajo el hervor volvieron a
meterse.
30
Yo vi, y el corazón se me acongoja,
que uno esperaba, así como sucede
32[L238]
que una rana se queda y otra
salta;
33
Y Arañaperros, que a su lado estaba,
le agarró por el pelo empegotado
y le sacó cual si fuese una
nutria.
36
Ya de todos el nombre conocía,
pues lo aprendí cuando fueron
nombrados,
y atento estuve cuando se
llamaban.
39
«Ahora, Berrugas, puedes ya clavarle
los garfios en la espalda y desollarlo»
gritaban todos juntos los
malditos.
42
Y yo: «Maestro, intenta, si es que
puedes,
saber quién es aquel desventurado,
llegado a manos de sus enemigos.»
45
Y junto a él se aproximó mi guía;
preguntó de dónde era, y él repuso:
«Fui nacido en el reino de
Navarra.
48
Criado de un señor me hizo mi madre,
que me había engendrado de un bellaco,
destructor de si mismo y de sus
cosas.
51
Después fui de la corte de Teobaldo:
52[L239]
allí me puse a hacer baratertas;
y en este caldo estoy rindiendo
cuentas.»
54
Y Colmilludo a cuya boca asoman,
tal jabalí, un colmillo a cada lado,
le hizo sentir cómo uno descosía.
57
Cayó el ratón entre malvados gatos;
mas le agarró en sus brazos Barbatiesa,
y dijo: « Estaros quietos un
momento.»
60
Y volviendo la cara a mi maestro
«Pregunta ‑dijo‑ aún, si más deseas
de él saber, antes que esos lo
destrocen».
63
El guía entonces: «De los otros reos,
di ahora si de algún latino sabes
que esté bajo la pez.» Y él: «Hace
poco
66
a uno dejé que fue de allí vecino.
¡Si estuviese con él aún recubierto
no temería tridentes ni garras!»
69
Y el Salido: «Esperamos ya bastante»,
dijo, y cogióle el brazo con el gancho,
tal que se llevó un trozo
desgarrado.
72
También quiso agarrarle Ponzoñoso
piernas abajo; mas el decurión
miró a su alrededor con mala cara.
75
Cuando estuvieron algo más calmados,
a aquel que aún contemplaba sus heridas
le preguntó mi guía sin tardanza:
78
«¿Y quién es ése a quien enhoramala
dejaste, has dicho, por salir a flote?»
Y aquél repuso: «Fue el fraile
Gomita,
81[L240]
el de Gallura, vaso de mil fraudes;
que apresó a los rivales de su amo,
consiguiendo que todos lo
alabasen.
84
Cogió el dinero, y soltóles de plano,
como dice; y fue en otros menesteres,
no chico, mas eximio baratero.
87
Trata con él maese Miguel Zanque
88[L241]
de Logodoro; y hablan Cerdeña
sin que sus lenguas nunca se
fatiguen.
90
¡Ay de mí! ved que aquél rechina el
diente:
más te diría pero tengo miedo
que a rascarme la tiña se
aparezcan.»
93
Y vuelto hacia el Tartaja el gran
preboste,
cuyos ojos herirle amenazaban,
dijo: « Hazte a un lado, pájaro
malvado.»
96
«Si queréis conocerles o escucharles
‑volvió a empezar el preso
temeroso-
haré venir toscanos o
lombardos;
99
pero quietos estén los Malasgarras
para que éstos no teman su venganza,
y yo, siguiendo en este mismo
sitio,
102
por uno que soy yo, haré venir siete
cuando les silbe, como acostumbramos
hacer cuando del fondo sale
alguno.»
105[L242]
Malchucho en ese instante alzó el
hocico,
moviendo la cabeza, y dijo: «Ved
qué malicia pensó para escaparse.»
108
Mas él, que muchos trucos conocía
respondió: «¿Malicioso soy acaso,
cuando busco a los míos más
tristeza?»
111
No se aguantó Aligacho, y, al contrario
de los otros, le dijo: «Si te tiras,
yo no iré tras de ti con buen
galope,
114
mas batiré sobre la pez las alas;
deja la orilla y corre tras la roca;
ya veremos si tú nos aventajas.»
117
Oh tú que lees, oirás un nuevo juego:
todos al otro lado se volvieron,
y el primero aquel que era más
contrario.
120
Aprovechó su tiempo el de Navarra;
fijó la planta en tierra, y en un punto
dio un salto y se escapó de su
preboste.
123
Y por esto, culpables se sintieron,
más aquel que fue causa del desastre,
que se marchó gritando: «Ya te
tengo.»
126
Mas de poco valió, pues que al miedoso
no alcanzaron las alas: se hundió éste,
y aquél alzó volando arriba el
pecho.
129
No de otro modo el ánade de golpe,
cuando el halcón se acerca, se sumerge,
y éste, roto y cansado, se
remonta.
132
Airado Patasfrías por la broma,
volando atrás, lo cogió, deseando
que aquél huyese para armar
camorra;
135
y al desaparecer el baratero,
volvió las garras a su camarada,
tal que con él se enzarzó sobre el
foso.
138
Fue el otro gavilán bien amaestrado,
sujetándole bien, y ambos cayeron
en la mitad de aquel pantano
hirviente.
141
Los separó el calor a toda prisa,
pero era muy difícil remontarse,
pues tenían las alas pegajosas.
144
Barbatiesa, enfadado cual los otros,
a cuatro hizo volar a la otra parte,
todos con grafios y muy
prestamente.
147
Por un lado y por otro descendieron:
echaron garfios a los atrapados,
que cocidos estaban en la costra,
150
y asi enredados los
abandonamos.
CANTO XXIII
Callados, solos y sin compañía
caminábamos uno tras del otro,
lo mismo que los frailes
franciscanos.
3
Vuelto había a la fábula de Esopo
4[L243]
mi pensamiento la presente riña,
donde él habló del ratón y la
rana,
6
porque igual que «enseguida» y «al
instante»,
se parecen las dos si se compara
el principio y el fin atentamente.
9
Y, cual de un pensamiento el otro sale,
así nació de aquel otro después,
que mi primer espanto redoblaba.
12
Yo así pensaba: «Si estos por nosotros
quedan burlados con daño y con befa,
supongo que estarán muy
resentidos.
15
Si sobre el mal la ira se acrecienta,
ellos vendrán detrás con más crueldad
que el can lleva una liebre con los
dientes.»
18
Ya sentía erizados los cabellos
por el miedo y atrás atento estaba
cuando dije: «Maestro, si
escondite
21
no encuentras enseguida, me amedrentan
los Malasgarras: vienen tras nosotros:
tanto los imagino que los siento.»
24
Y él: «Si yo fuese de azogado vidrio,
tu imagen exterior no copiaría
tan pronto en mí, cual la de dentro
veo;
27
tras mi pensar el tuyo ahora venía,
con igual acto y con la misma cara,
que un único consejo hago de
entrambos.
30
Si hacia el lado derecho hay una
cuesta,
para poder bajar a la otra bolsa,
huiremos de la caza imaginada.»
33
Este consejo apenas proferido,
los vi venir con las alas extendidas,
no muy de lejos, para capturarnos.
36
De súbito mi guía me cogió
cual la madre que al ruido se despierta
y ve cerca de sí la llama
ardiente,
39
que coge al hijo y huye y no se para,
teniendo, más que de ella, de él
cuidado,
aunque tan sólo vista una camisa.
42
Y desde lo alto de la dura margen,
de espaldas resbaló por la pendiente,
que cierra la otra bolsa por un
lado.
45
No corre por la aceña agua tan rauda,
para mover la rueda del molino,
cuando más a los palos se
aproxima,
48
cual mi maestro por aquel barranco,
sosteniéndome encima de su pecho,
como a su hijo, y no cual
compañero.
51
Y llegaron sus pies al lecho apenas
del fondo, cuando aquéllos a la cima
sobre nosotros; pero no temíamos,
54
pues la alta providencia que los quiere
hacer ministros de la quinta fosa,
poder salir de allí no les
permite.
57
Allí encontramos a gente pintada
58[L244]
que alrededor marchaba a lentos pasos,
llorando fatigados y abatidos.
60
Tenían capas con capuchas bajas
hasta los ojos, hechas del tamaño
que se hacen en Cluní para los
monjes:
63[L245]
por fuera son de oro y deslumbrantes,
mas por dentro de plomo, y tan pesadas
que Federico de paja las puso.
66[L246]
¡Oh eternamente fatigoso manto!
Nosotros aún seguimos por la izquierda
a su lado, escuchando el triste
lloro;
69
mas cansados aquéllos por el peso,
venían tan despacio, que con nuevos
compañeros a cada paso estábamos.
72
Por lo que dije al guía: «Ve si
encuentras
a quien de nombre o de hechos se
conozca,
y los ojos, andando, mueve
entorno.»
75
Uno entonces que oyó mi hablar toscano,
de detrás nos gritó: « Parad los pasos,
los que corréis por entre el aire
oscuro.
78
Tal vez tendrás de mí lo que buscabas.»
Y el guía se volvió y me dijo: «Espera,
y luego anda conforme con sus
pasos.»
81
Me detuve, y vi a dos que una gran
ansia
mostraban, en el rostro, de ir
conmigo,
mas la carga pesaba y el sendero.
84
Cuando estuvieron cerca,
torvamente,
me remiraron sin decir
palabra;
luego a sí se volvieron y decían:
87
«Ése parece vivo en la
garganta;
y, si están muertos ¿por qué
privilegio
van descubiertos de la gran
estola?»
90
Dijéronme: «Oh Toscano, que al
colegio
de los tristes hipócritas
viniste,
dinos quién eres sin tener
reparo.»
93
«He nacido y crecido ‑les
repuse-
en la gran villa sobre el Arno
bello,
95[L247]
y con el cuerpo estoy que siempre
tuve.
96
¿Quién sois vosotros, que tanto os
destila
el dolor, que así veo por el
rostro,
y cuál es vuestra pena que
reluce?»
99
«Estas doradas capas ‑uno
dijo-
son de plomo, tan gruesas, que los
pesos
hacen así chirriar a sus balanzas.
102
Frailes gozosos fuimos, boloñeses;
103[L248]
yo Catalano y éste Loderingo
llamados, y elegidos en tu tierra,
105
como suele nombrarse a un imparcial
por conservar la paz; y fuimos tales
que en torno del Gardingo aún puede
verse.»
108
Yo comencé: «Oh hermanos, vuestros
males »
No dije más, porque vi por el
suelo
a uno crucificado con tres palos.
111
Al verme, por entero se
agitaba,
soplándose en la barba con
suspiros;
y el fraile Catalán que lo advirtió,
114
me dijo: «El condenado que tú miras,
115[L249]
dijo a los fariseos que era justo
ajusticiar a un hombre por el
pueblo.
117
Desnudo está y clavado en el camino
como ves, y que sienta es necesario
el peso del que pasa por encima;
120
y en tal modo se encuentra aquí su
suegro
121[L250]
en este foso, y los de aquel concilio
que a los judíos fue mala
semilla.»
123
Vi que Virgilio entonces se asombraba
124[L251]
por quien se hallaba allí crucificado,
en el eterno exilio tan vilmente.
126
Después dirigió al fraile estas
palabras:
«No os desagrade, si podéis, decirnos
si existe alguna trocha a la
derecha,
129
por la cual ambos dos salir podamos,
sin obligar a los ángeles negros,
a que nos saquen de este triste
foso.»
132
Repuso entonces: «Antes que lo esperes,
hay un peñasco, que de la gran roca
sale, y que cruza los terribles
valles,
135
salvo aquí que está roto y no lo salva.
Subir podréis arriba por la ruina
que yace al lado y el fondo
recubre.»
138
El guía inclinó un poco la cabeza:
dijo después: « Contaba mal el caso
quien a los pecadores allí
ensarta.»
141[L252]
Y el fraile: « Ya en Bolonia oí contar
muchos vicios del diablo, y entre otros
que es mentiroso y padre del
embuste.»
144
Rápidamente el guía se marchó,
con el rostro turbado por la ira;
y yo me separé de los cargados,
147
detrás siguiendo las queridas
plantas.
CANTO XXIV
En ese tiempo en el que el año es joven
1[L253]
y el sol sus crines bajo Acuario
templa,
y las noches se igualan con los
días,
3
cuando la escarcha en tierra se asemeja
a aquella imagen de su blanca hermana,
mas poco dura el temple de su
pluma;
6[L254]
el campesino falto de forraje,
se levanta y contempla la campiña
toda blanca, y el muslo se golpea,
9
vuelve a casa, y aquí y allá se duele,
tal mezquino que no sabe qué hacerse;
sale de nuevo, y cobra la
esperanza,
12
viendo que al monte ya le cambió el
rostro
en pocas horas, toma su cayado,
y a pacer fuera saca las ovejas.
15
De igual manera me asustó el maestro
cuando vi que su frente se turbaba,
mas pronto al mal siguió la
medicina;
18
pues, al llegar al derruido puente,
el guía se volvió a mí con el rostro
dulce que vi al principio al pie del
monte;
21
abrió los brazos, tras de haber tomado
una resolución, mirando antes
la ruina bien, y se acercó a
empinarme.
24
Y como el que trabaja y que calcula,
que parece que todo lo prevea,
igual, encaramándome a la cima
27
de un peñasco, otra roca examinaba,
diciendo: «Agárrate luego de aquélla;
pero antes ve si puede
sostenerte.»
30
No era un camino para alguien con capa,
pues apenas, él leve, yo sujeto,
podíamos subir de piedra en
piedra.
33
Y si no fuese que en aquel
recinto
más corto era el camino que en los
otros,
no sé de él, pero yo vencido fuera.
36
Mas como hacia la boca
Malasbolsas
del pozo más profundo toda pende,
la situación de cada valle hace
39
que se eleve un costado y otro
baje;
y así llegamos a la punta
extrema,
donde la última piedra se destaca.
42
Tan ordeñado del pulmón
estaba
mi aliento en la subida, que sin
fuerzas
busqué un asiento en cuanto que
llegamos.
45
«Ahora es preciso que te
despereces
‑dijo el maestro‑, pues que andando en
plumas
no se consigue fama, ni entre
colchas;
48
el que la vida sin ella
malgasta
tal vestigio en la tierra de sí
deja,
cual humo en aire o en agua la
espuma.
51
Así que arriba: vence la
pereza
con ánimo que vence cualquier
lucha,
si con el cuerpo grave no lo impide.
54
Hay que subir una escala aún más
larga;
55[L255]
haber huido de éstos no es
bastante:
si me entiendes, procura que te
sirva.»
57
Alcé entonces, mostrándome
provisto
de un ánimo mayor del que
tenía,
« Vamos ‑dije‑. Estoy fuerte y
animoso.»
60
Por el derrumbe empezamos a andar,
que era escarpado y rocoso y estrecho,
y mucho más pendiente que el de
antes.
63
Hablando andaba para hacerme el fuerte;
cuando una voz salió del otro foso,
que incomprensibles voces
profería.
66
No le entendí, por más que sobre el
lomo
ya estuviese del arco que cruzaba:
mas el que hablaba parecía airado.
69[L256]
Miraba al fondo, mas mis ojos vivos,
por lo oscuro, hasta el fondo no
llegaban,
por lo que yo: «Maestro alcanza el
otro
72
recinto, y descendamos por el muro;
pues, como escucho a alguno que no
entiendo,
miro así al fondo y nada
reconozco.
75
«Otra respuesta ‑dijo‑ no he de darte
más que hacerlo; pues que demanda justa
se ha de cumplir con obras, y
callando.»
78
Desde lo alto del puente descendimos
donde se cruza con la octava orilla,
luego me fue la bolsa manifiesta;
81
y yo vi dentro terrible maleza
de serpientes, de especies tan
distintas,
que la sangre aún me hiela el
recordarlo.
84
Más no se ufane Libia con su arena;
85[L257]
que si quelidras, yáculos y faras
produce, y cancros con
anfisibenas,
87
ni tantas pestilencias, ni tan malas,
mostró jamás con la Etiopía entera,
ni con aquel que está sobre el mar
Rojo.
90[L258]
Entre el montón tristísimo corrían
gentes desnudas y aterrorizadas,
sin refugio esperar o heliotropía:
93[L259]
esposados con sierpes a la espalda;
les hincaban la cola y la cabeza
en los riñones, encima montadas.
96
De pronto a uno que se hallaba cerca,
se lanzó una serpiente y le mordió
donde el cuello se anuda con los
hombros.
99
Ni la O tan pronto, ni la I, se
escribe,
cual se encendió y ardió, y todo en
cenizas
se convirtió cayendo todo entero;
102[L260]
y luego estando así deshecho en tierra
amontonóse el polvo por si solo,
y en aquel mismo se tornó de
súbito.
105
Así los grandes sabios aseguran
que muere el Fénix y después renace,
107[L261]
cuando a los cinco siglos ya se
acerca:
108
no pace en vida cebada ni hierba,
sólo de incienso lágrimas y amomo,
y nardo y mirra son su último
nido.
111
Y como aquel que cae sin saber cómo,
porque fuerza diabólica lo tira,
o de otra opilación que liga el
ánimo,
114[L262]
que levantado mira alrededor,
muy conturbado por la gran angustia
que le ha ocurrido, y suspira al
mirar:
117
igual el pecador al levantarse.
¡Oh divina potencia, cuán severa,
que tales golpes das en tu
venganza!
120
El guía preguntó luego quién era:
y él respondió: «Lloví de la Toscana,
no ha mucho tiempo, en este fiero
abismo.
123
Vida de bestia me plació, no de hombre,
como al mulo que fui: soy Vanni Fucci
125[L263]
bestia, y Pistoya me fue buena
cuadra.»
126
Y yo a mi guía: «Dile que no huya,
y pregunta qué culpa aquí le arroja;
que hombre le vi de maldad y de
sangre.»
129
Y el pecador, que oyó, no se escondía,
mas volvió contra mí el ánimo y rostro,
y de triste vergüenza enrojeció;
132
y dijo: «Más me duele que me halles
en la miseria en la que me estás
viendo,
que cuando fui arrancado en la otra
vida.
135
Yo no puedo ocultar lo que preguntas:
aquí estoy porque fui en la sacristía
ladrón de los hermosos ornamentos,
138
y acusaron a otro hombre falsamente;
mas porque no disfrutes al mirarme,
si del lugar oscuro tal vez sales,
141
abre el oído y este anuncio escucha:
Pistoya de los negros enflaquece:
143[L264]
luego en Florencia cambian gente y
modos.
144
De Val de Magra Marte manda un rayo
rodeado de turbios nubarrones;
y en agria tempestad impetuosa,
147
sobre el campo Piceno habrá un combate;
148[L265]
y de repente rasgará la niebla,
de modo que herirá a todos los blancos.
150
¡Esto te digo para hacerte daño!»
CANTO XXV
El ladrón al final de sus palabras,
alzó las manos con un par de higas,
2[L266]
gritando: «Toma, Dios, te las
dedico.»
3
Desde entonces me agradan las
serpientes,
pues una le envolvió entonces el
cuello,
cual si dijese: «No quiero que
sigas»;
6
y otra a los brazos, y le sujetó
ciñéndose a sí misma por delante.
que no pudo con ella ni moverse.
9
¡Ah Pistoya, Pistoya, por qué niegas
10[L267]
incinerarte, así que más no dures,
pues superas en mal a tus mayores!
12
En todas las regiones del infierno
no vi a Dios tan soberbio algún
espíritu,
ni el que cayó de la muralla en
Tebas.
15[L268]
Aquel huyó sin decir más palabra;
y vi venir a un centauro rabioso,
llamando: «¿Dónde, dónde está el
soberbio?»
18
No creo que Maremma tantas tenga,
cuantas bichas tenía por la grupa,
hasta donde comienzan nuestras
formas.
21
Encima de los hombros, tras la nuca,
con las alas abiertas, un dragón
tenía; y éste quema cuanto toca.
24
Mi maestro me dijo: « Aquel es Caco,
25[L269]
que, bajo el muro del monte Aventino,
hizo un lago de sangre muchas
veces.
27
No va con sus hermanos por la senda,
por el hurto que fraudulento hizo
del rebaño que fue de su vecino;
30
hasta acabar sus obras tan inicuas
bajo la herculea maza, que tal vez
ciento le dio, mas no sintió el
deceno.»
33
Mientras que así me hablaba, se marchó,
y a nuestros pies llegaron tres
espíritus,
35[L270]
sin que ni yo ni el guía lo
advirtiésemos,
36
hasta que nos gritaron: «¿Quiénes
sois?»:
por lo cual dimos fin a nuestra charla,
y entonces nos volvimos hacia
ellos.
39
Yo no les conocí, pero ocurrió,
como suele ocurrir en ocasiones,
que tuvo el uno que llamar al
otro,
42
diciendo: «Cianfa, ¿dónde te has
metido?»
Y yo, para que el guía se fijase,
del mentón puse el dedo a la
nariz.
45
Si ahora fueras, lector, lento en
creerte
lo que diré, no será nada raro,
pues yo lo vi, y apenas me lo
creo.
48
A ellos tenía alzada la mirada,
y una serpiente con seis pies a uno,
se le tira, y entera se le
enrosca.
51
Los pies de en medio cogiéronle el
vientre,
los de delante prendieron sus brazos,
y después le mordió las dos
mejillas.
54
Los delanteros lanzóle a los muslos
y le metió la cola entre los dos,
y la trabó detrás de los riñones.
57
Hiedra tan arraigada no fue nunca
a un árbol, como aquella horrible fiera
por otros miembros enroscó los
suyos.
60
Se juntan luego, tal si cera ardiente
fueran, y mezclan así sus colores,
no parecían ya lo que antes eran,
63
como se extiende a causa del ardor,
por el papel, ese color oscuro,
que aún no es negro y ya deja de ser
blanco.
66
Los otros dos miraban, cada cual
gritando: «¡Agnel, ay, cómo estás
cambiando!
¡mira que ya no sois ni dos ni
uno!
69
Las dos cabezas eran ya una sola,
y mezcladas se vieron dos figuras
en una cara, donde se perdían.
72
Cuatro miembros hiciéronse dos brazos;
los muslos con las piernas, vientre y
tronco
en miembros nunca vistos se
tornaron.
75
Ya no existian las antiguas formas:
dos y ninguna la perversa imagen
parecía; y se fue con paso lento.
78
Como el lagarto bajo el gran azote
de la canícula, al cambiar de seto,
parece un rayo si cruza el camino;
81
tal parecía, yendo a las barrigas
de los restantes, una sierpe airada,
tal grano de pimienta negra y
livida;
84
y en aquel sitio que primero toma
nuestro alimento, a uno le golpea;
luego al suelo cayó a sus pies
tendida.
87
El herido miró, mas nada dijo;
antes, con los pies quietos, bostezaba,
como si fiebre o sueño le
asaltase.
90
Él a la sierpe, y ella a él miraba;
él por la llaga, la otra por la boca
humeaban, el humo confundiendo.
93
Calle Lucano ahora donde habla
del mísero Sabello y de Nasidio,
95[L271]
y espere a oír aquello que
describo.
96
Calle Ovidio de Cadmo y de Aretusa;
97[L272]
que si aquél en serpiente, en fuente a
ésta
convirtió, poetizando, no le
envidio;
99
que frente a frente dos naturalezas
no trasmutó, de modo que ambas formas
a cambiar dispusieran sus
materias.
102
Se respondieron juntos de tal modo,
que en dos partió su cola la serpiente,
y el herido juntaba las dos
hormas.
105
Las piernas con los muslos a sí mismos
tal se unieron, que a poco la juntura
de ninguna manera se veía.
108
Tomó la cola hendida la figura
que perdía aquel otro, y su pellejo
se hacía blando y el de aquélla,
duro.
111
Vi los brazos entrar por las axilas,
y los pies de la fiera, que eran
cortos,
tanto alargar como acortarse
aquéllos.
114
Luego los pies de atrás, torcidos
juntos,
115[L273]
el miembro hicieron que se oculta el
hombre,
y el misero del suyo hizo dos
patas.
117
Mientras el humo al uno y otro empaña
de color nuevo, y pelo hace crecer
por una parte y por la otra
depila,
120
cayó el uno y el otro levantóse,
sin desviarse la mirada impía,
bajo la cual cambiaban sus
hocicos.
123
El que era en pie lo trajo hacia las
sienes,
y de mucha materia que allí había,
salió la oreja del carrillo liso;
126
lo que no fue detrás y se retuvo
de aquel sobrante, a la nariz dio
forma,
y engrosó los dos labios, cual
conviene.
129
El que yacía, el morro adelantaba,
y escondió en la cabeza las orejas,
como del caracol hacen los
cuernos.
132
Y la lengua, que estaba unida y presta
para hablar antes, se partió; y la otra
partida, se cerró; y cesó ya el
humo.
135
El alma que era en fiera convertida,
se echó a correr silbando por el valle,
y la otra, en pos de ella, hablando
escupe.
138
Luego volvióle las espaldas nuevas,
y dijo al otro: «Quiero que ande Buso
como hice yo, reptando, su
camino.»
141
Así yo vi la séptima zahúrda
mutar y trasmutar; y aquí me excuse
la novedad, si oscura fue la
pluma.
144
Y sucedió que, aunque mi vista fuese
algo confusa, y encogido el ánimo,
no pudieron huir, tan a escondidas
147
que no les viese bien, Puccio Sciancato
‑de los tres compañeros era el único
que no cambió de aquellos que
vinieron-
150
era el otro a quien tú, Gaville,
lloras,
CANTO XXVI
¡Goza, Florencia, ya que eres tan
grande,
que por mar y por tierra bate alas,
y en el infierno se expande tu
nombre!
3
Cinco nobles hallé entre los ladrones
de tus vecinos, de donde me vino
vergüenza, y para ti no mucha
honra.
6
Mas si el soñar al alba es verdadero,
7[L274]
conocerás, de aquí a no mucho tiempo,
lo que Prato, no ya otras, te
aborrece.
9[L275]
No fuera prematuro, si ya fuese:
¡Ojalá fuera ya, lo que ser debe!
que más me pesará, cuanto
envejezco.
12
Nos marchamos de allí, y por los
peldaños
que en la bajada nos sirvieron antes,
subió mi guía y tiraba de mí.
15
Y siguiendo el camino solitario,
por los picos y rocas del escollo,
sin las manos, el pie no se valía.
18
Entonces me dolió, y me duele ahora,
cuando, el recuerdo a lo que vi dirijo,
y el ingenio refreno más que
nunca,
21
porque sin guía de virtud no corra;
tal que, si buena estrella, o mejor
cosa,
me ha dado el bien, yo mismo no lo
enturbie.
24
Cuantas el campesino que descansa
en la colina, cuando aquel que alumbra
el mundo, oculto menos tiene el
rostro,
27
cuando a las moscas siguen los
mosquitos,
luciérnagas contempla allá en el valle,
en el lugar tal vez que ara y
vendimia;
30
toda resplandecía en llamaradas
la bolsa octava, tal como advirtiera
desde el sitio en que el fondo se
veía.
33
Y como aquel que se vengó con osos,
34[L276]
vio de Elías el carro al remontarse,
y erguidos los caballos a los
cielos,
36
que con los ojos seguir no podia,
ni alguna cosa ver salvo la llama,
como una nubecilla que subiese;
39
tal se mueven aquéllas por la boca
del foso, mas ninguna enseña el hurto,
y encierra un pecador cada
centella.
42
Yo estaba tan absorto sobre el puente,
que si una roca no hubiese agarrado,
sin empujarme hubiérame caído.
45
Y viéndome mi guía tan atento
dijo: « Dentro del fuego están las
almas,
todas se ocultan en donde se
queman.»
48
«Maestro ‑le repuse‑, al escucharte
estoy más cierto, pero ya he notado
que así fuese, y decírtelo quería:
51
¿quién viene en aquel fuego dividido,
que parece surgido de la pira
donde Eteocles fue puesto con su
hermano?»
54[L277]
Me respondió: «Allí dentro se tortura
a Ulises y a Diomedes, y así juntos
56[L278]
en la venganza van como en la ira;
57
y dentro de su llama se lamenta
del caballo el ardid, que abrió la
puerta
que fue gentil semilla a los
romanos.
60
Se llora la traición por la que,
muerta,
aún Daidamia se duele por Aquiles,
y por el Paladión se halla el
castigo.»
63
«Si pueden dentro de aquellas antorchas
hablar ‑le dije‑ pídote, maestro,
y te suplico, y valga mil mi
súplica,
66
que no me impidas que aguardar yo pueda
a que la llama cornuda aquí llegue;
mira cómo a ellos lleva mi deseo.»
69
Y él me repuso: «Es digno lo que pides
de mucha loa, y yo te lo concedo;
pero procura reprimir tu lengua.
72
Déjame hablar a mí, pues que comprendo
lo que quieres; ya que serán esquivos
por ser griegos, tal vez, a tus
palabras.»
75
Cuando la llama hubo llegado a donde
lugar y tiempo pareció a mi guía,
yo le escuché decir de esta
manera:
78
«¡Oh vosotros que sois dos en un fuego,
si os merecí, mientras que estaba vivo,
si os merecí, bien fuera poco o
mucho,
81
cuando altos versos escribí en el
mundo,
no os alejéis; mas que alguno me diga
dónde, por él perdido, halló la
muerte.»
84
El mayor cuerno de la antigua llama
empezó a retorcerse murmurando,
tal como aquella que el viento
fatiga;
87
luego la punta aquí y acá moviendo,
cual si fuese una lengua la que
hablara,
fuera sacó la voz, y dijo: «Cuando
90[L279]
me separé de Circe, que
sustrajó-
me más de un año allí junto a Gaeta,
antes de que así Eneas la llamase,
93[L280]
ni la filial dulzura, ni el cariño
del viejo padre, ni el amor debido,
que debiera alegrar a Penélope,
96
vencer pudieron el ardor interno
que tuve yo de conocer el mundo,
y el vicio y la virtud de los
humanos;
99
mas me arrojé al profundo mar abierto,
100[L281]
con un leño tan sólo, y la pequeña
tripulación que nunca me dejaba.
102
Un litoral y el otro vi hasta España,
y Marruecos, y la isla de los sardos,
y las otras que aquel mar baña en
torno.
105
Viejos y tardos ya nos encontrábamos,
al arribar a aquella boca estrecha
donde Hércules plantara sus
columnas,
108
para que el hombre más allá no fuera:
a mano diestra ya dejé Sevilla,
y la otra mano se quedaba Ceuta.»
111
«Oh hermanos ‑dije‑, que tras de cien
mil
peligros a occidente habéis llegado,
ahora que ya es tan breve la
vigilia
114
de los pocos sentidos que aún nos
quedan,
negaros no queráis a la experiencia,
siguiendo al sol, del mundo
inhabitado.
117
Considerar cuál es vuestra progenie:
hechos no estáis a vivir como brutos,
mas para conseguir virtud y
ciencia.»
120
A mis hombres les hice tan ansiosos
del camino con esta breve arenga,
que no hubiera podido detenerlos;
123
y vuelta nuestra proa a la mañana,
124[L282]
alas locas hicimos de los remos,
inclinándose siempre hacia la
izquierda.
126
Del otro polo todas las estrellas
vio ya la noche, y el nuestro tan bajo
que del suelo marino no surgía.
129
Cinco veces ardiendo y apagada
era la luz debajo de la luna,
desde que al alto paso penetramos,
132
cuando vimos una montaña, oscura
por la distancia, y pareció tan alta
cual nunca hubiera visto monte
alguno.
135
Nos alegramos, mas se volvió llanto:
pues de la nueva tierra un torbellino
nació, y le golpeó la proa al
leño.
138
Le hizo girar tres veces en las aguas;
a la cuarta la popa alzó a lo alto,
bajó la proa ‑como Aquél lo quiso-
141
hasta que el mar cerró sobre
nosotros.
CANTO XXVII
Quieta estaba la llama ya y derecha
para no decir más, y se alejaba
con la licencia del dulce poeta,
3
cuando otra, que detrás de ella venía,
hizo volver los ojos a su punta,
porque salía de ella un son
confuso.
6
Como mugía el toro siciliano
7[L283]
que primero mugió, y eso fue justo,
con el llanto de aquel que con su
lima
9
lo templó, con la voz del afligido,
que, aunque estuviese forjado de
bronce,
de dolor parecía traspasado;
12
así, por no existir hueco ni vía
para salir del fuego, en su lenguaje
las palabras amargas se tornaban.
15
Mas luego al encontrar ya su camino
por el extremo, con el movimiento
que la lengua le diera con su
paso,
18
escuchamos: «Oh tú, a quien yo dirijo
la voz y que has hablado cual lombardo,
diciendo: “Vete ya; más no te
incito”,
21
aunque he llegado acaso un poco tarde,
no te pese el quedarte a hablar
conmigo:
¡Mira que no me pesa a mí, que
ardo!
24
Si tú también en este mundo ciego
has oído de aquella dulce tierra
latina, en que yo fui culpable,
dime
27
si tiene la Romaña paz o guerra;
pues yo naci en los montes entre Urbino
y el yugo del que el Tiber se
desata.»
30[L284]
Inclinado y atento aún me encontraba,
cuando al costado me tocó mi guía,
diciéndome: «Habla tú, que éste es
latino.»
33
Yo, que tenía la respuesta pronta,
comencé a hablarle sin demora alguna:
«Oh alma que te escondes allá
abajo,
36
tu Romaña no está, no estuvo nunca,
sin guerra en el afán de sus tiranos;
mas palpable ninguna dejé ahora.
39[L285]
Rávena está como está ha muchos años:
40[L286]
le los Polenta el águila allí anida,
al que a Cervia recubre con sus
alas.
42
La tierra que sufrió la larga prueba
43[L287]
hizo de francos un montón sangriento,
bajo las garras verdes permanece.
45
El mastín viejo y joven de Verruchio,
46[L288]
que mala guardia dieron a Montaña,
clavan, donde solían, sus
colmillos.
48
Las villas del Santerno y del Camone
49[L289]
manda el leoncito que campea en blanco,
que de verano a invierno el bando
muda;
51
y aquella cuyo flanco el Savio baña,
52[L290]
como entre llano y monte se sitúa,
vive entre estado libre y tiranía.
54
Ahora quién eres, pido que me cuentes:
no seas más duro que lo fueron otros;
tu nombre así en el mundo tenga
fama.»
57
Después que el fuego crepitó un momento
a su modo, movió la aguda punta
de aquí, de allí, y después lanzó este
soplo:
60
«Si creyera que diese mi respuesta
a persona que al mundo regresara,
dejaría esta llama de agitarse;
63
pero, como jamás desde este fondo
nadie vivo volvió, si bien escucho,
sin temer a la infamia, te
contestó:
66
Guerrero fui, y después fui cordelero,
creyendo, así ceñido, hacer enmienda,
y hubiera mi deseo realizado,
69
si a las primeras culpas, el gran
Preste,
que mal haya, tornado no me hubiese;
y el cómo y el porqué, quiero que
escuches:
72
Mientras que forma fui de carne y
huesos
que mi madre me dio, fueron mis obras
no leoninas sino de vulpeja;
75
las acechanzas, las ocultas sendas
todas las supe, y tal llevé su arte,
que iba su fama hasta el confín del
mundo.
78
Cuando vi que llegaba a aquella parte
de mi vida, en la que cualquiera debe
arriar las velas y lanzar amarras,
81
lo que antes me plació, me pesó
entonces,
y arrepentido me volví y confeso,
¡ah miserable!, y me hubiera
salvado.
84
El príncipe de nuevos fariseos,
85[L291]
haciendo guerra cerca de Letrán,
y no con sarracenos ni judíos,
87
que su enemigo todo era cristiano,
88[L292]
y en la toma de Acre nadie estuvo
ni comerciando en tierras del
Sultán;
90
ni el sumo oficio ni las sacras órdenes
en sí guardó, ni en mí el cordón aquel
que suele hacer delgado a quien lo
ciñe.
93
Pero, como a Silvestre Constantino,
94[L293]
allí en Sirati a curarle de lepra,
así como doctor me llamó éste
96
para curarle la soberbia fiebre:
pidióme mi consejo, y yo callaba,
pues sus palabras ebrias parecían.
99
Luego volvió a decir: «Tu alma no tema;
de antemano te absuelvo; enséñame
la forma de abatir a Penestrino.
102
El cielo puedo abrir y cerrar puedo,
porque son dos las llaves, como sabes,
que mi predecesor no tuvo
aprecio.»
105[L294]
Los graves argumentos me punzaron
y, pues callar peor me parecia,
le dije: “Padre, ya que tú me
lavas
108
de aquel pecado en el que caigo ahora,
larga promesa de cumplir escaso
110[L295]
hará que triunfes en el alto
solio.”
111
Luego cuando morí, vino Francisco,
112[L296]
mas uno de los negros querubines
le dijo: “No lo lleves: no me
enfades.
114
Ha de venirse con mis condenados,
puesto que dio un consejo fraudulento,
y le agarro del pelo desde
entonces;
117
que a quien no se arrepiente no se
absuelve,
ni se puede querer y arrepentirse,
pues la contradicción no lo
consiente.”
120
¡Oh miserable, cómo me aterraba
al agarrarme diciéndome: “¿Acaso
no pensabas que lógico yo fuese?”
123
A Minos me condujo, y ocho veces
al duro lomo se ciñó la cola,
y después de morderse enfurecido,
126
dijo: “Este es reo de rabiosa llama”,
por lo cual donde ves estoy perdido
y, así vestido, andando me
lamento.»
129
Cuando hubo terminado su relato,
se retiró la llama dolorida,
torciendo y debatiendo el cuerno
agudo.
132
A otro lado pasamos, yo y mi guía,
por cima del escollo al otro arco
que cubre el foso, donde se castiga
135
a los que, discordiando, adquieren
pena.
CANTO XXVIII
Aun si en prosa lo hiciese, ¿quién
podría
de tanta sangre y plagas como vi
hablar, aunque contase mochas
veces?
3
En verdad toda lengua fuera escasa
porque nuestro lenguaje y nuestra mente
no tienen juicio para abarcar
tanto.
6
Aunque reuniesen a todo aquel gentío
7[L297]
que allí sobre la tierra infortunada
de Apulia, foe de su sangre
doliente
9
por los troyanos y la larga guerra
que tan grande despojo hizo de anillos,
cual Livio escribe, y nunca se
equivoca;
12[L298]
y quien sufrió los daños de los golpes
por oponerse a Roberto Guiscardo;
y la otra cuyos huesos aún se
encuentran
15
en Caperano, donde fue traidor
16[L299]
todo el pullés; y la de Tegliacozzo,
que venció desarmado el viejo
Alardo,
18[L300]
y cuál cortado y cuál roto su miembro
mostrase, vanamente imitaría
de la novena bolsa el modo
inmundo.
21
Una cuba, que duela o fondo pierde,
como a uno yo vi, no se vacía,
de la barbilla abierto al bajo
vientre;
24
por las piernas las tripas le colgaban,
vela la asadura, el triste saco
que hace mierda de todo lo que
engulle.
27
Mientras que en verlo todo me ocupaba,
me miró y con la mano se abrió el pecho
diciendo: «¡Mira cómo me desgarro!
30
imira qué tan maltrecho está Mahoma!
31[L301]
Delante de mí Alí llorando marcha,
32[L302]
rota la cara del cuello al copete.
33
Todos los otros que tú ves aquí,
sembradores de escándalo y de cisma
vivos fueron, y así son
desgarrados.
36
Hay detrás un demonio que nos abre,
tan crudamente, al tajo de la espada,
cada cual de esta fila sometiendo,
39
cuando la vuelta damos al camino;
porque nuestras heridas se nos cierran
antes que otros delante de él se
pongan.
42
Mas ¿quién eres, que husmeas en la
roca,
tal vez por retrasar ir a la pena,
con que son castigadas tus
acciones?»
45
«Ni le alcanza aún la muerte, ni el
castigo
‑respondió mi maestro‑ le atormenta;
mas, por darle conocimiento pleno,
48
yo, que estoy muerto, debo conducirlo
por el infierno abajo vuelta a vuelta:
y esto es tan cierto como que te
hablo.»
51
Mas de cien hubo que, cuando lo oyeron,
en el foso a mirarme se pararon
llenos de asombro, olvidando el
martirio.
54
« Pues bien, di a Fray Dolcín que se
abastezca,
tú que tal vez verás el sol en breve,
56[L303]
si es que no quiere aquí seguirme
pronto,
57
tanto, que, rodeado por la nieve,
no deje la victoria al de Novara,
59[L304]
que no sería fácil de otro modo.»
60
Después de alzar un pie para girarse,
estas palabras díjome Mahoma;
luego al marcharse lo fijó en la
tierra.
63
Otro, con la garganta perforada,
cortada la nariz hasta las cejas,
que una oreja tenía solamente,
66
con los otros quedó, maravillado,
y antes que los demás, abrió el
gaznate,
que era por fuera rojo por
completo;
69
y dijo: «Oh tú a quien culpa no condena
y a quien yo he visto en la tierra
latina,
si mucha semejanza no me engaña,
72
acuérdate de Pier de Medicina,
73[L305]
si es que vuelves a ver el dulce llano,
que de Vercelli a Marcabó
desciende.
75[L306]
Y haz saber a los dos grandes de Fano,
76[L307]
a maese Guido y a maese Angiolello,
que, si no es vana aquí la
profecía,
78
arrojados serán de su
bajel,
y agarrotados cerca de Cattolica,
por traición de tirano fementido.
81
Entre la isla de Chipre y de Mallorca
no vio nunca Neptuno tal engaño,
no de piratas, no de gente
argólica.
84
Aquel traidor que ve con sólo uno,
y manda en el país que uno a mi lado
quisiera estar ayuno de haber
visto,
87
ha de hacerles venir a una entrevista;
luego hará tal, que al viento de Focara
no necesitarán preces ni votos.»
90
Y yo le dije: «Muéstrame y declara,
si quieres que yo lleve tus noticias,
quién es el de visita tan amarga.»
93
Puso entonces la mano en la mejilla
de un compañero, y abrióle la boca,
gritando: «Es éste, pero ya no
habla;
96
éste, exiliado, sembraba la duda,
97[L308]
diciendo a César que el que está ya
listo
siempre con daño el esperar
soporta.»
99
¡Oh cuán acobardado parecía,
con la lengua cortada en la garganta,
Curión que en el hablar fue tan
osado!
102
Y uno, con una y otra mano mochas,
que alzaba al aire oscuro los muñones,
tal que la sangre le ensuciaba el
rostro,
105
gritó: «Te acordarás también del Mosca,
106[L309]
que dijo: “Lo empezado fin requiere”,
que fue mala simiente a los
toscanos.»
108
Y yo le dije: «Y muerte de tu raza.»
109[L310]
Y él, dolor a dolor acumulado,
se fue como persona triste y loca.
111
Mas yo quedé para mirar el grupo,
y vi una cosa que me diera miedo,
sin más pruebas, contarla
solamente,
114
si no me asegurase la conciencia,
esa amiga que al hombre fortifica
en la confianza de sentirse pura.
117
Yo vi de cierto, y parece que aún vea,
un busto sin cabeza andar lo mismo
que iban los otros del rebaño
triste;
120
la testa trunca agarraba del pelo,
cual un farol llevándola en la mano;
y nos miraba, y «¡Ay de mí!»
decía.
123
De sí se hacía a sí mismo lucerna,
y había dos en uno y uno en dos:
cómo es posible sabe Quien tal
manda.
126
Cuando llegado hubo al pie del puente,
alzó el brazo con toda la cabeza,
para decir de cerca sus palabras,
129
que fueron: «Mira mi pena tan cruda
tú que, inspirando vas viendo a los
muertos;
mira si alguna hay grande como es
ésta.
132
Y para que de mí noticia lleves
sabrás que soy Bertrand de Born, aquel
134[L311]
que diera al joven rey malos
consejos.
135
Yo hice al padre y al hijo enemistarse:
Aquitael no hizo más de Absalón
137[L312]
y de David con perversas punzadas:
138
Y como gente unida así he partido,
partido llevo mi cerebro, ¡ay triste!,
de su principio que está en este
tronco.
141
Y en mí se cumple la
contrapartida.»
CANTO XXIX
La mucha gente y las diversas plagas,
tanto habian mis ojos embriagado,
que quedarse llorando deseaban;
3
mas Virgilio me dijo: «¿En qué te
fijas?
¿Por qué tu vista se detiene ahora
tras de las tristes sombras
mutiladas?
6
Tú no lo hiciste así en las otras
bolsas;
piensa, si enumerarlas crees posible,
que millas veintidós el valle
abarca.
9
Y bajo nuestros pies ya está la luna:
Del tiempo concedido queda poco,
y aún nos falta por ver lo que no has
visto.»
12
«Si tú hubieras sabido ‑le
repuse-
la razón por la cual miraba, acaso
me hubieses permitido detenerme.»
15
Ya se marchaba, y yo detrás de él,
mi guía, respondiendo a su pregunta
y añadiéndole: «Dentro de la
cueva,
18
donde los ojos tan atento puse,
creo que un alma de mi sangre llora
la culpa que tan caro allí se
paga.»
21[L313]
Dijo el maestro entonces: «No
entretengas
de aquí adelante en ello el
pensamiento:
piensa otra cosa, y él allá se
quede;
24
que yo le he visto al pie del
puentecillo
señalarte, con dedo amenazante,
y llamarlo escuché Geri del Bello.
27
Tan distraído tú estabas entonces
con el que tuvo Altaforte a su mando,
29[L314]
que se fue porque tú no le
atendías.»
30
«Oh guía mío, la violenta muerte
que aún no le ha vengado ‑yo repuse-
ninguno que comparta su vergüenza,
33
hácele desdeñoso; y sin hablarme
se ha marchado, del modo que imagino;
con él por esto he sido más
piadoso.»
36
Conversamos así hasta el primer sitio
que desde el risco el otro valle
muestra,
si hubiese allí más luz, todo hasta el
fondo.
39
Cuando estuvimos ya en el postrer
claustro
de Malasbolsas, y que sus profesos
a nuestra vista aparecer podían,
42
lamentos saeteáronme diversos,
que herrados de piedad dardos tenían;
y me tapé por ello los oídos.
45
Como el dolor, si con los hospitales
de Valdiquiana entre junio y
septiembre,
los males de Maremma y de Cerdeña,
48[L315]
en una fosa juntos estuvieran,
tal era aquí; y tal hedor desprendía,
como suele venir de miembros
muertos.
51
Descendimos por la última ribera
del largo escollo, a la siniestra mano;
y entonces pude ver más claramente
54
allí hacia el fondo, donde la ministra
del alto Sir, infafble justicia,
castiga al falseador que aquí
condena.
57
Yo no creo que ver mayor tristeza
en Egina pudiera el pueblo enfermo,
59[L316]
cuando se llenó el aire de
ponzoña,
60
pues, hasta el gusanillo, perecieron
los animales; y la antigua gente,
según que los poeta aseguran,
63
se engendró de la estirpe de la
hormiga;
como era viendo por el valle oscuro
languidecer las almas a montones.
66
Cuál sobre el vientre y cuál sobre la
espalda,
yacía uno del otro, y como a gatas,
por el triste sendero caminaban.
69
Muy lentamente, sin hablar,
marchábamos,
mirando y escuchando a los enfermos,
que levantar sus cuerpos no
podían.
72
Vi sentados a dos que se apoyaban,
73[L317]
como al cocer se apoyan teja y teja,
de la cabeza al pie llenos de
pústulas.
75
Y nunca vi moviendo la almohaza
a muchacho esperado por su amo,
ni a aquel que con desgana está aún en
vela,
78
como éstos se mordían con las uñas
a ellos mismos a causa de la saña
del gran picor, que no tiene
remedio;
81
y arrancaban la sarna con las uñas,
como escamas de meros el cuchillo,
o de otro pez que las tenga más
grandes.
84
«Oh tú que con los dedos te desuellas
‑se dirigió mi guía a uno de
aquéllos-
y que a veces tenazas de ellos
haces,
87
dime si algún latino hay entre éstos
que están aquí, así te duren las uñas
eternamente para esta tarea.»
90
«Latinos somos quienes tan gastados
aquí nos ves ‑llorando uno repuso‑;
¿y quién tú, que preguntas por
nosotros?»
93
Y el guía dijo: «Soy uno que baja
con este vivo aquí, de grada en grada,
y enseñarle el infierno yo
pretendo.»
96
Entonces se rompió el común apoyo;
y temblando los dos a mí vinieron
con otros que lo oyeron de pasada.
99
El buen maestro a mí se volvió
entonces,
diciendo: «Diles todo lo que quieras»;
y yo empecé, pues que él así
quería:
102
«Así vuestra memoria no se borre
de las humanas mentes en el mundo,
mas que perviva bajo muchos soles,
105
decidme quiénes sois y de qué gente:
vuestra asquerosa y fastidiosa pena
el confesarlo espanto no os
produzca.»
108
«Yo fui de Arezzo, y Albero el de Siena
109[L318]
‑repuso uno‑ púsome en el fuego,
pero no me condena aquella muerte.
111
Verdad es que le dije bromeando:
“Yo sabré alzarme en vuelo por el aire”
y aquél, que era curioso a
insensato,
114
quiso que le enseñase el arte; y sólo
porque no le hice Dédalo, me hizo
arder así como lo hizo su hijo.
117
Mas en la última bolsa de las diez,
por la alquimia que yo en el mundo
usaba,
me echó Minos, que nunca se
equivoca.»
120
Y yo dije al maestro: «tHa habido nunca
gente tan vana como la sienesa?
cierto, ni la francesa llega a
tanto.»
123
Como el otro leproso me escuchara,
repuso a mis palabras: «Quita a
Stricca,
125[L319]
que supo hacer tan moderados
gastos;
126
y a Niccolò, que el uso dispendioso
del clavo descubrió antes que ninguno,
en el huerto en que tal simiento
crece;
129
y quita la pandilla en que ha gastado
Caccia d'Ascian la viña y el gran
bosque,
y el Abbagliato ha perdido su
juicio.
132
Mas por que sepas quién es quien te
sigue
contra el sienés, en mí la vista fija,
que mi semblante habrá de
responderte:
135
verás que soy la sombra de Capoccio,
136[L320]
que falseé metales con la alquimia;
y debes recordar, si bien te miro,
138
que por naturaleza fui una
mona.»
CANTO XXX
Cuando Juno por causa de Semele
1[L321]
odio tenia a la estirpe tebana,
como lo demostró en tantos
momentos,
3
Atamante volvióse tan demente,
4[L322]
que, viendo a su mujer con los dos
hijos
que en cada mano a uno conducía,
6
gritó: «¡Tendamos redes, y atrapemos
a la leona al pasar y a los
leoncitos!»;
y luego con sus garras
despiadadas.
9
agarró al que Learco se llamaba,
le volteó y le dio contra una piedra;
y ella se ahogó cargada con el
otro.
12
Y cuando la fortuna echó por tierra
13[L323]
la soberbia de Troya tan altiva,
tal que el rey junto al reino fue
abatido,
15
Hécuba triste, mísera y cautiva,
luego de ver a Polixena muerta,
y a Polidoro allí, junto a la
orilla
18
del mar, pudo advertir con tanta pena,
desgarrada ladró tal como un perro;
tanto el dolor su mente
trastornaba.
21
Mas ni de Tebas furias ni troyanas
se vieron nunca en nadie tan crueles,
ni a las bestias hiriendo, ni a los
hombres,
24
cuanto en dos almas pálidas, desnudas,
que mordiendo corrían, vi, del modo
que el cerdo cuando deja la
pocilga.
27
Una cogió a Capocchio, y en el nudo
del cuello le mordió, y al empujarle,
le hizo arañar el suelo con el
vientre.
30
Y el aretino, que quedó temblando,
me dijo: « El loco aquel es Gianni
Schichi,
32[L324]
que rabioso a los otros así
ataca.»
33
«Oh ‑le dije‑ así el otro no te hinque
los dientes en la espalda, no te
importe
el decirme quién es antes que
escape.»
36
Y él me repuso: «El alma antigua es ésa
de la perversa Mirra, que del padre
38[L325]
lejos del recto amor, se hizo
querida.
39
El pecar con aquél consiguió ésta
falsificándose en forma de otra,
igual que osó aquel otro que se
marcha,
42
por ganarse a la reina de las yeguas,
falsificar en sí a Buoso Donati,
44[L326]
testando y dando norma al
testamente.»
45
Y cuando ya se fueron los rabiosos,
sobre los cuales puse yo la vista,
la volví por mirar a otros
malditos.
48
Vi a uno que un laúd parecería
si le hubieran cortado por las ingles
del sitio donde el hombre se
bifurca.
51
La grave hidropesía, que deforma
los miembros con humores retenidos,
no casado la cara con el vientre,
54
le obliga a que los labios tenga
abiertos,
tal como a causa de la sed el hético,
que uno al mentón, y el otro lleva
arriba.
57
«Ah vosotros que andáis sin pena
alguna,
y yo no sé por qué, en el mundo bajo
‑él nos dijo‑, mirad y estad
atentos
60
a la miseria de maese Adamo:
61[L327]
mientras viví yo tuve cuanto quise,
y una gota de agua, ¡ay triste!,
ansío.
63
Los arroyuelos que en las verdes lomas
de Casentino bajan hasta el Arno,
y hacen sus cauces fríos y
apacibles,
66
siempre tengo delante, y no es en vano;
porque su imagen aún más me reseca
que el mal con que mi rostro se
descarna.
69
La rígida justicia que me hiere
se sirve del lugar en que pequé
para que ponga en fuga más
suspiros.
72
Está Romena allí, donde hice falsa
la aleación sigilada del Bautista,
por lo que el cuerpo quemado dejé.
75
Pero si viese aquí el ánima triste
de Guido o de Alejandro o de su
hermano,
77[L328]
Fuente Branda, por verlos, no
cambiase.
78[L329]
Una ya dentro está, si las rabiosas
sombras que van en torno no se engañan,
¿mas de qué sirve a mis miembros
ligados?
81
Si acaso fuese al menos tan ligero
que anduviese en un siglo una pulgada,
en el camino ya me habría puesto,
84
buscándole entre aquella gente infame,
aunque once millas abarque esta fosa,
y no menos de media de través.
87
Por aquellos me encuentro en tal
familia:
pues me indujeron a acuñar florines
con tres quilates de oro
solamente.»
90
Y yo dije: «¿Quién son los dos
mezquinos
que humean, cual las manos en invierno,
apretados yaciendo a tu derecha?»
93
«Aquí los encontré, y no se han movido
‑me repuso‑ al llover yo en este abismo
97[L330]
ni eternamente creo que se muevan.
96
Una es la falsa que acusó a José;
otro el falso Sinón, griego de Troya:
98[L331]
por una fiebre aguda tanto
hieden.»
99
Y uno de aquéllos, lleno de fastidio
tal vez de ser nombrados con desprecio,
le dio en la dura panza con el
puño.
102
Ésta sonó cual si fuese un tambor;
y maese Adamo le pegó en la cara
con su brazo que no era menos
duro,
105
diciéndole: «Aunque no pueda moverme,
porque pesados son mis miembros, suelto
para tal menester tengo mi brazo.»
108
Y aquél le respondió: « Al encaminarte
al fuego, tan veloz no lo tuviste:
pero sí, y más, cuando
falsificabas.»
111
Y el hidrópico dijo: «Eso es bien
cierto;
mas tan veraz testimonio no diste
al requerirte la verdad en Troya.»
114
«Si yo hablé en falso, el cuño
falseaste
‑dijo Sinón‑ y aquí estoy por un yerro,
y tú por más que algún otro
demonio.»
117
«Acuérdate, perjuro, del caballo
‑repuso aquel de la barriga hinchada‑;
y que el mundo lo sepa y lo
castigue.»
120
«Y te castigue a ti la sed que agrieta
‑dijo el griego‑ la lengua, el agua
inmunda
que al vientre le hace valla ante tus
ojos.»
123
Y el monedero dilo: «Así se abra
la boca por tu mal, como acostumbra;
que si sed tengo y me hincha el
humor,
126
te duele la cabeza y tienes fiebre;
y a lamer el espejo de Narciso,
128[L332]
te invitarían muy pocas palabras.»
129
Yo me estaba muy quieto para oírles
cuando el maestro dijo: «¡Vamos, mira!
no comprendo qué te hace tanta
gracia.»
132
Al oír que me hablaba con enojo,
hacia él me volví con tal vergüenza,
que todavía gira en mi memoria.
135
Como ocurre a quien sueña su desgracia,
que soñando aún desea que sea un sueño,
tal como es, como si no lo fuese,
138
así yo estaba, sin poder hablar,
deseando escusarme, y escusábame
sin embargo, y no pensaba hacerlo.
141
«Falta mayor menor vergüenza lava
‑dijo el maestro‑, que ha sido la tuya;
así es que ya descarga tu
tristeza.
144
Y piensa que estaré siempre a tu lado,
si es que otra vez te lleva la fortuna
donde haya gente en pleitos semejantes:
147
pues el querer oír eso es vil
deseo.»
CANTO XXXI
La misma lengua me mordió primero,
haciéndome teñir las dos mejillas,
y después me aplicó la medicina:
3
así escuché que solía la lanza
4[L333]
de Aquiles y su padre ser causante
primero de dolor, después de
alivio,
6
Dimos la espalda a aquel mísero valle
por la ribera que en torno le ciñe,
y sin ninguna charla lo cruzamos.
9
No era allí ni de día ni de noche,
y poco penetraba con la vista;
pero escuché sonar un alto cuerno,
12
tanto que habría a los truenos callado,
y que hacia él su camino siguiendo,
me dirigió la vista sólo a un
punto.
15
Tras la derrota dolorosa, cuando
16[L334]
Carlomagno perdió la santa gesta,
Orlando no tocó con tanta furia.
18
A poco de volver allí mi rostro,
muchas torres muy altas creí ver;
y yo: «Maestro, di, ¿qué muro es
éste?»
21
Y él a mí: «Como cruzas las tinieblas
demasiado a lo lejos, te sucede
que en el imaginar estás errado.
24
Bien lo verás, si llegas a su vera,
cuánto el seso de lejos se confunde;
así que marcha un poco más
aprisa.»
27
Y con cariño cogióme la mano,
y dijo: «Antes que hayamos avanzado,
para que menos raro te parezca,
30
sabe que no son torres, mas gigantes,
31[L335]
y en el pozo al que cerca esta ribera
están metidos, del ombligo abajo.»
33
Como al irse la niebla disipando,
la vista reconoce poco a poco
lo que esconde el vapor que arrastra el
aire,
36
así horadando el aura espesa y negra,
más y más acercándonos al borde,
se iba el error y el miedo me
crecía;
39
pues como sobre la redonda cerca
Monterregión de torres se corona,
41[L336]
así aquel margen que el pozo
circunda
42
con la mitad del cuerpo torreaban
los horribles gigantes, que amenaza
44[L337]
aún desde el cielo Júpiter
tronando.
45
Y yo miraba ya de alguno el rostro,
la espalda, el pecho y gran parte del
vientre,
y los brazos cayendo a los
costados.
47
Cuando dejó de hacer Naturaleza
aquellos animales, muy bien hizo,
porque tales ayudas quitó a Marte;
51
Y si ella de elefantes y ballenas
no se arrepiente, quien atento mira,
más justa y más discreta ha de
tenerla;
54
pues donde el argumento de la mente
al mal querer se junta y a la fuerza,
el hombre no podría defenderse.
57
Su cara parecía larga y gruesa
como la Piña de San Pedro, en Roma,
59[L338]
y en esta proporción los otros
huesos;
60
y así la orilla, que les ocultaba
del medio abajo, les mostraba tanto
de arriba, que alcanzar su
cabellera
63
tres frisones en vano pretendiesen;
pues treinta grandes palmos les veía
de abajo al sitio en que se anuda el
manto.
66[L339]
«Raphel may
amech zabi almi»,
67[L340]
a gritar empezó la fiera boca,
a quien más dulces salmos no
convienen.
69
Y mi guía hacia él: « ¡Alma insensata,
coge tu cuerno, y desfoga con él
cuanta ira o pasión así te agita!
72
Mirate al cuello, y hallarás la soga
que amarrado lo tiene, alma turbada,
mira cómo tu enorme pecho
aprieta.»
75
Después me dijo: «A sí mismo se acusa.
Este es Nembrot, por cuya mala idea
sólo un lenguaje no existe en el
mundo.
78
Dejémosle, y no hablemos vanamente,
porque así es para él cualquier
lenguaje,
cual para otros el suyo: nadie
entiende.»
81
Seguimos el viaje caminando
a la izquierda, y a un tiro de
ballesta,
otro encontramos más feroz y
grande.
84
Para ceñirlo quién fuera el maestro,
decir no sé, pero tenía atados
delante el otro, atrás el brazo
diestro,
87
una cadena que le rodeaba
del cuello a abajo, y por lo
descubierto
le daba vueltas hasta cinco veces.
90
«Este soberbio quiso demostrar
91[L341]
contra el supremo Jove su potencia
‑dijo mi guía‑ y esto ha merecido.
93
Se llama Efialte; y su intentona hizo
al dar miedo a los dioses los gigantes:
los brazos que movió, ya más no
mueve.»
96
Y le dije: «Quisiera, si es posible,
que del desmesurado Briareo
98[L342]
puedan tener mis ojos
experiencia.»
99
Y él me repuso: «A Anteo ya verás
100[L343]
cerca de aquí, que habla y está libre,
que nos pondrá en el fondo del
infierno.
102
Aquel que quieres ver, está muy lejos,
y está amarrado y puesto de igual modo,
salvo que aún más feroz el rostro
tiene.»
105
No hubo nunca tan fuerte terremoto,
que moviese una torre con tal fuerza,
como Efialte fue pronto en
revolverse.
108
Más que nunca temí la muerte entonces,
y el miedo solamente bastaría
aunque no hubiese visto las
cadenas.
111
Seguimos caminando hacia adelante
y llegamos a Anteo: cinco alas
salían de la fosa, sin cabeza.
114
«Oh tú que en el afortunado valle
115[L344]
que heredero a Escipión de gloria hizo,
al escapar Aníbal con los suyos,
117
mil leones cazaste por botín,
y que si hubieses ido a la alta lucha
de tus hermanos, hay quien ha
pensado
120
que vencieran los hijos de la Tierra;
bájanos, sin por ello despreciarnos,
donde al Cocito encierra la
friura.
123
A Ticio y a Tifeo no nos mandes;
124[L345]
éste te puede dar lo que deseas;
125[L346]
inclínate, y no tuerzas el
semblante.
126
Aún puede darte fama allá en el mundo,
pues que está vivo y larga vida espera,
si la Gracia a destiempo no le
llama.»
129
Así dijo el maestro; y él deprisa
tendió la mano, y agarró a mi guía,
con la que a Hércules diera el fuerte
abrazo.
132
Virgilio, cuando se sintió cogido,
me dijo: «Ven aquí, que yo te coja»;
luego hizo tal que un haz éramos
ambos.
135
Cual parece al mirar la Garisenda
136[L347]
donde se inclina, cuando va una nube
sobre ella, que se venga toda
abajo;
138
tal parecióme Anteo al observarle
y ver que se inclinaba, y fue en tal
hora
que hubiera preferido otro camino.
141
Mas levemente al fondo que se traga
142[L348]
a Lucifer con Judas, nos condujo;
y así inclinado no hizo más demora,
144
y se alzó como el mástil en la
nave.
CANTO XXXII
Si rimas broncas y ásperas tuviese,
1[L349]
como merecerfa el agujero
sobre el que apoyan las restantes
rocas
3
exprimiría el jugo de mi tema
más plenamente; mas como no tengo,
no sin miedo a contarlo me
dispongo;
6
que no es empresa de tomar a juego
de todo el orbe describir el fondo,
ni de lengua que diga «mama» o
«papa».
9
Mas a mi verso ayuden las mujeres
10[L350]
que a Anfión a cerrar Tebas ayudaron,
y del hecho el decir no sea
diverso.
12
¡Oh sobre todas mal creada plebe,
que el sitio ocupas del que hablar es
duro,
mejor serla ser cabras u ovejas!
15
Cuando estuvimos ya en el negro pozo,
16[L351]
de los pies del gigante aún más abajo,
y yo miraba aún la alta muralla,
18
oí decirme: «Mira dónde pisas:
anda sin dar patadas a la triste
cabeza de mi hermano desdichado.»
21
Por lo cual me volví, y vi por delante
y a mis plantas un lago que, del hielo,
de vidrio, y no de agua, tiene el
rostro.
24
A su corriente no hace tan espeso
velo, en Austria, el Danubio en el
invierno,
ni bajo el frío cielo allá el
Tanais,
27[L352]
como era allí; porque si el Pietrapana
28[L353]
o el Tambernic, encima le cayese,
29[L354]
ni «crac» hubiese hecho por el
golpe.
30
Y tal como croando está la rana,
fuera del agua el morro, cuando sueña
con frecuencia espigar la
campesina,
33[L355]
lívidas, hasta el sitio en que aparece
34[L356]
la vergüenza, en el hielo había
sombras,
castañeteando el diente cual
cigüeñas.
36
Hacia abajo sus rostros se volvían:
el frío con la boca, y con los ojos
el triste corazón testimoniaban.
39
Después de haber ya visto un poco en
torno,
40[L357]
miré, a mis pies, a dos tan
estrechados,
que mezclados tenían sus cabellos.
42
«Decidme, los que así apretáis los
pechos
‑les
dije‑ ¿Quiénes sois?» Y el
cuello irguieron;
y al alzar la cabeza, chorrearon
45
sus ojos, que antes eran sólo blandos
por dentro, hasta los labios, y ató el
hielo
las lágrimas entre ellos,
encerrándolos.
48
Leño con leño grapa nunca une
tan fuerte; por lo que, como dos
chivos,
los dos se golpearon iracundos.
51
Y uno, que sin orejas se encontraba
por la friura, con el rostro gacho,
dijo: «¿Por qué nos miras de ese
modo?
54
Si saber quieres quién son estos dos,
el valle en que el Bisenzo se derrama
fue de Alberto, su padre, y de estos
hijos.
57
De igual cuerpo salieron; y en Caína
podrás buscar, y no encontrarás sombra
más digna de estar puesta en este
hielo;
60
no aquel a quien rompiera pecho y
sombra,
61[L358]
por la mano de Arturo, un solo golpe;
no Focaccia; y no éste, que me
tapa
63[L359]
con la cabeza y no me deja ver,
y fue llamado Sassol Mascheroni:
65[L360]
si eres toscano bien sabrás quién
fue.
66
Y porque en más sermones no me metas,
sabe que fui Camincion dei Pazzi;
68[L361]
y espero que Carlino me haga
bueno.»
69[L362]
Luego yo vi mil rostros por el frío
70[L363]
amoratados, y terror me viene,
y siempre me vendrá de aquellos
hielos.
72
Y mientras que hacia el centro
caminábamos,
en el que toda gravedad se aúna,
y yo en la eterna lobreguez
temblaba,
75
si el azar o el destino o Dios lo
quiso,
no sé; mas paseando entre cabezas,
golpeé con el pie el rostro de
una.
78[L364]
Llorando me gritó: «¿Por qué me pisas?
Si a aumentar tú no vienes la venganza
de Monteaperti, ¿por qué me
molestas?»
81
Y yo: «Maestro mío, espera un poco
pues quiero que me saque éste de dudas;
y luego me darás, si quieres,
prisa.»
84
El guía se detuvo y dije a aquel
que blasfemaba aún muy duramente:
« ¿Quién eres tú que así reprendes a
otros?»
87
«Y tú ¿quién eres que por la Antenora
vas golpeando ‑respondió‑ los rostros,
de tal forma que, aun vivo, mucho
fuera?»
90
«Yo estoy vivo, y acaso te convenga
‑fue mi respuesta‑, si es que quieres
fama,
que yo ponga tu nombre entre los
otros.»
93
Y él a mí: «Lo contrario desearía;
márchate ya de aquí y no me molestes,
que halagar sabes mal en esta
gruta.»
96
Entonces le cogí por el cogote,
y dije: «Deberás decir tu nombre,
o quedarte sin pelo aquí debajo.»
99
Por lo que dijo: «Aunque me
descabelles,
no te diré quién soy, ni he de decirlo,
aunque mil veces golpees mi
cabeza.»
102
Ya enroscados tenía sus cabellos,
y ya más de un mechón le había
arrancado,
mientras ladraba con la vista
gacha,
105
cuando otro le gritó: «¿Qué tienes,
Bocca?
¿No te basta sonar con las quijadas,
sino que ladras? ¿quién te da
tormento?»
108
«Ahora ‑le dije yo‑ no quiero oírte,
oh malvado traidor: que en tu deshonra,
he de llevar de ti veraces
nuevas.»
111
«Vete ‑repuso‑ y di lo que te plazca,
pero no calles, si de aquí salieras,
de quien tuvo la lengua tan
ligera.
114
Él llora aquí el dinero del francés:
115[L365]
“Yo vi ‑podrás decir- a aquel de Duera,
donde frescos están los
pecadores.”
117
Si fuera preguntado “¿y esos otros?”,
tienes al lado a aquel de Beccaría,
119[L366]
del cual segó Florencia la
garganta.
120
Gianni de Soldanier creo que está
121[L367]
allá con Ganelón y Teobaldelo,
122[L368]
que abrió Faenza mientras que
dormía.»
123
Nos habíamos de éstos alejado,
cuando vi a dos helados en un hoyo,
y una cabeza de otra era sombrero;
126
y como el pan con hambre se devora,
así el de arriba le mordía al otro
donde se juntan nuca con cerebro.
129
No de otra forma Tideo roía
la sien a Menalipo por despecho,
131[L369]
que aquél el cráneo y las restantes
cosas.
132
«Oh tú, que muestras por tan brutal
signo
un odio tal por quien así devoras,
dime el porqué ‑le dije‑ de ese
trato,
135
que si tú con razón te quejas de él,
sabiendo quiénes sois, y su pecado,
aún en el mundo pueda yo vengarte,
138
si no se seca aquella con la que
hablo.»
CANTO XXXIII
De la feroz comida alzó la boca
el pecador, limpiándola en los pelos
de la cabeza que detrás roía.
3
Luego empezó: «Tú quieres que renueve
el amargo dolor que me atenaza
sólo al pensarlo, antes que de ello
hable.
6
Mas si han de ser simiente mis palabras
que dé frutos de infamia a este traidor
que muerdo, al par verás que lloro y
hablo.
9
Ignoro yo quién seas y en qué forma
has llegado hasta aquí, mas de
Florencia
de verdad me pareces al oírte.
12
Debes saber que fui el conde Ugolino
13[L370]
y este ha sido Ruggieri, el arzobispo;
14[L371]
por qué soy tal vecino he de
contarte.
15
Que a causa de sus malos pensamientos,
y fiándome de él fui puesto preso
y luego muerto, no hay que
relatarlo;
18
mas lo que haber oído no pudiste,
quiero decir, lo cruel que fue mi
muerte,
escucharás: sabrás si me ha
ofendido.
21
Un pequeño agujero de «la Muda»
22[L372]
que por mí ya se llama «La del Hambre»,
y que conviene que a otros aún
encierre,
24
enseñado me había por su hueco
muchas lunas, cuando un mal sueño tuve
que me rasgó los velos del futuro.
27
Éste me apareció señor y dueño,
a la caza del lobo y los lobeznos
29[L373]
en el monte que a Pisa oculta
Lucca.
30
Con perros flacos, sabios y
amaestrados,
los Gualandis, Lanfrancos y Sismondis
32[L374]
al frente se encontraban bien
dispuestos.
33
Tras de corta carrera vi rendidos
a los hijos y al padre, y con colmillos
agudos vi morderles los costados.
36
Cuando me desperté antes de la aurora,
llorar sentí en el sueño a mis hijitos
que estaban junto a mí, pidiendo
pan.
39
Muy cruel serás si no te dueles de
esto,
pensando lo que en mi alma se
anunciaba:
y si no lloras, ¿de qué llorar
sueles?
42
Se despertaron, y llegó la hora
en que solían darnos la comida,
y por su sueño cada cual dudaba.
45
Y oí clavar la entrada desde abajo
de la espantosa torre; y yo miraba
la cara a mis hijitos sin moverme.
48
Yo no lloraba, tan de piedra era;
lloraban ellos; y Anselmuccio dijo:
50[L375]
«Cómo nos miras, padre, ¿qué te
pasa?»
51
Pero yo no lloré ni le repuse
en todo el día ni al llegar la noche,
hasta que un nuevo sol salía a
mundo.
54
Como un pequeño rayo penetrase
en la penosa cárcel, y mirara
en cuatro rostros mi apariencia
misma,
57
ambas manos de pena me mordía;
y al pensar que lo hacía yo por ganas
de comer, bruscamente levantaron,
60
diciendo: « Padre, menos nos doliera
si comes de nosotros; pues vestiste
estas míseras carnes, las
despoja.»
63
Por más no entristecerlos me calmaba;
ese día y al otro nada hablamos:
Ay, dura tierra, ¿por qué no te
abriste?
66
Cuando hubieron pasado cuatro días,
Gaddo se me arrojó a los pies tendido,
68[L376]
diciendo: «Padre, ¿por qué no me
ayudas?»
69
Allí murió: y como me estás viendo,
vi morir a los tres uno por uno
al quinto y sexto día; y yo me
daba
72
ya ciego, a andar a tientas sobre
ellos.
Dos días les llamé aunque estaban
muertos:
después más que el dolor pudo el
ayuno.»
75[L377]
Cuando esto dijo, con torcidos ojos
volvió a morder la mísera cabeza,
y los huesos tan fuerte como un
perro.
78
¡Ah Pisa, vituperio de las gentes
del hermoso país donde el «sí» suena!,
pues tardos al castigo tus
vecinos,
81
muévanse la Gorgona y la Capraia,
82[L378]
y hagan presas allí en la hoz del Arno,
para anegar en ti a toda persona;
84
pues si al conde Ugolino se acusaba
por la traición que hizo a tus
castillos,
no debiste a los hijos dar
tormento.
87
Inocentes hacía la edad nueva,
nueva Tebas, a Uguiccion y al Brigada
89[L379]
y a los otros que el canto ya ha
nombrado.»
90
A otro lado pasamos, y a otra gente
91[L380]
envolvía la helada con crudeza,
y no cabeza abajo sino arriba.
93
El llanto mismo el lloro no permite,
y la pena que encuentra el ojo lleno,
vuelve hacia atras, la angustia
acrecentando;
96
pues hacen muro las primeras lágrimas,
y así como viseras cristalinas,
llenan bajo las cejas todo el
vaso.
99
Y sucedió que, aun como encallecido
por el gran frío cualquier sentimiento
hubiera abandonado ya mi rostro,
102
me parecía ya sentir un viento,
por lo que yo: «Maestro, ¿quién lo
hace?,
¿No están extintos todos los
vapores?»
105
Y él me repuso: «En breve será cuando
a esto darán tus ojos la respuesta,
viendo la causa que este soplo
envía.»
108
Y un triste de esos de la fría costra
gritó: «Ah vosotras, almas tan crueles,
que el último lugar os ha tocado,
111
del rostro levantar mis duros velos,
que el dolor que me oprime expulsar
pueda,
un poco antes que el llanto se
congele.»
114
Y le dije: «Si quieres que te ayude,
dime quién eres, y si no te libro,
merezca yo ir al fondo de este
hielo.»
117
Me respondió: «Yo soy fray Alberigo;
118[L381]
soy aquel de la fruta del mal huerto,
que por el higo el dátil he
cambiado.»
120
«Oh, ¿ya estás muerto ‑‑díjele yo‑
entonces?
Y él repuso: «De cómo esté mi cuerpo
en el mundo, no tengo ciencia
alguna.
123
Tal ventaja tiene esta Tolomea,
que muchas veces caen aquí las almas
125[L382]
antes de que sus dedos mueva
Atropos;
126
y para que de grado tú me quites
las lágrimas vidriadosas de mi rostro,
sabe que luego que el alma
traiciona,
129
como yo hiciera, el cuerpo le es
quitado
por un demonio que después la rige,
hasta que el tiempo suyo todo
acabe.
132
Ella cae en cisterna semejante;
y es posible que arriba esté aún el
cuerpo
de la sombra que aquí detrás
inverna.
135
Tú lo debes saber, si ahora has venido:
136[L383]
que es Branca Doria, y ya han pasado
muchos
años desde que fuera aquí
encerrado.»
138
«Creo ‑le dije yo‑ que tú me engañas;
Branca Doria no ha muerto todavía,
y come y bebe y duerme y paños
viste.»
141
«Al pozo ‑él respondió‑ de Malasgarras,
donde la pez rebulle pegajosa,
aún no había caído Miguel Zanque,
144
cuando éste le dejó al diablo un sitio
en su cuerpo, y el de un pariente suyo
146[L384]
que la traición junto con él
hiciera.
147
Mas extiende por fin aquí la mano;
abre mis ojos.» Y no los abrí;
149[L385]
y cortesia fue el villano serle.
150
¡Ah genoveses, hombres tan distantes
de todo bien, de toda lacra llenos!,
¿por qué no sois del mundo
desterrados?
153
Porque con la peor alma de Romaña
154[L386]
hallé a uno de vosotros, por sus obras
su espiritu bañando en el Cocito,
156
y aún en la tierra vivo con el
cuerpo.
CANTO XXXIV
«Vexilla regis prodeunt inferni
1[L387]
contra nosotros, mira, pues, delante
‑dijo el maestro‑ a ver si los
distingues.»
3
Como cuando una espesa niebla baja,
o se oscurece ya nuestro hemisferio,
girando lejos vemos un molino,
6
una máquina tal creí ver entonces;
luego, por aquel viento, busqué abrigo
tras de mi guía, pues no hallé otra
gruta.
9
Ya estaba, y con terror lo pongo en
verso,
donde todas las sombras se cubrían,
11[L388]
traspareciendo como paja en
vidrio:
12
Unas yacen; y están erguidas otras,
con la cabeza aquella o con las
plantas;
otra, tal arco, el rostro a los pies
vuelve.
15
Cuando avanzamos ya lo suficiente,
que a mi maestro le plació mostrarme
la criatura que tuvo hermosa cara,
18
se me puso delante y me detuvo,
«Mira a Dite ‑diciendo‑, y mira el
sitio
20[L389]
donde tendrás que armarte de
valor.»
21
De cómo me quedé helado y atónito,
no lo inquieras, lector, que no lo
escribo,
porque cualquier hablar poco
sería.
24
Yo no morí, mas vivo no quedé:
piensa por ti, si algún ingenio tienes,
cual me puse, privado de ambas
cosas.
27
El monarca del doloroso reino,
del hielo aquel sacaba el pecho afuera;
y más con un gigante me comparo,
30[L390]
que los gigantes con sus brazos hacen:
mira pues cuánto debe ser el todo
que a semejante parte corresponde.
33
Si igual de bello fue como ahora es
feo,
y contra su hacedor alzó los ojos,
con razón de él nos viene cualquier
luto.
36
¡Qué asombro tan enorme me produjo
37[L391]
cuando vi su cabeza con tres caras!
Una delante, que era toda roja:
39
las otras eran dos, a aquella unidas
por encima del uno y otro hombro,
y uníanse en el sitio de la
cresta;
42
entre amarilla y blanca la derecha
parecia; y la izquierda era tal los que
vienen de allí donde el Nilo
discurre.
45
Bajo las tres salía un gran par de
alas,
tal como convenía a tanto pájaro:
velas de barco no vi nunca
iguales.
48
No eran plumosas, sino de murciélago
su aspecto; y de tal forma aleteaban,
que tres vientos de aquello se
movían:
51
por éstos congelábase el Cocito;
con seis ojos lloraba, y por tres
barbas
corría el llanto y baba
sanguinosa.
54
En cada boca hería con los dientes
a un pecador, como una agramadera,
56[L392]
tal que a los tres atormentaba a un
tiempo.
57
Al de delante, el morder no era nada
comparado a la espalda, que a zarpazos
toda la piel habíale arrancado.
60
«Aquella alma que allí más pena sufre
‑dijo el maestro‑ es Judas Iscariote,
con la cabeza dentro y piernas
fuera.
63
De los que la cabeza afuera tienen,
quien de las negras fauces cuelga es
Bruto:
‑¡mirale retorcerse! ¡y nada
dice!‑
66
Casio es el otro, de aspecto membrudo.
Mas retorna la noche, y ya es la hora
de partir, porque todo ya hemos
visto.»
69
Como él lo quiso, al cuello le abracé;
y escogió el tiempo y el lugar preciso,
y, al estar ya las alas bien
abiertas,
72
se sujetó de los peludos flancos:
y descendió después de pelo en pelo,
entre pelambre hirsuta y costra
helada.
75
Cuando nos encontramos donde el muslo
76[L393]
se ensancha y hace gruesas las caderas,
el guía, con fatiga y con
angustia,
78
la cabeza volvió hacia los zancajos,
y al pelo se agarró como quien sube,
tal que al infierno yo creí
volver.
81
«Cógete bien, ya que por esta escala
‑dijo el maestro exhausto y
jadeante
es preciso escapar de tantos
males.»
84
Luego salió por el hueco de un risco,
y junto a éste me dejó sentado;
y puso junto a mí su pie prudente.
87
Yo alcé los ojos, y pensé mirar
a Lucifer igual que lo dejamos,
y le vi con las piernas para
arriba;
90
y si desconcertado me vi entonces,
el vulgo es quien lo piensa, pues no
entiende
cuál es el trago que pasado había.
93
«Ponte de pie ‑me dijo mi maestro‑:
la ruta es larga y el camino es malo,
y el sol ya cae al medio de la
tercia.»
96[L394]
No era el lugar donde nos encontrábamos
pasillo de palacio, mas caverna
que poca luz y mal suelo tenía.
99
«Antes que del abismo yo me aparte,
maestro ‑dije cuando estuve en pie‑,
por sacarme de error háblame un
poco:
102
¿Dónde está el hielo?, ¿y cómo éste se
encuentra
tan boca abajo, y en tan poco tiempo,
de noche a día el sol ha
caminado?»
105
Y él me repuso: « Piensas todavía
que estás allí en el centro, en que
agarré
el pelo del gusano que perfora
108
el mundo: allí estuviste en la bajada;
cuando yo me volví, cruzaste el punto
en que converge el peso de ambas
partes:
111
y has alcanzado ya el otro hemisferio
que es contrario de aquel que la gran
seca
113[L395]
recubre, en cuya cima consumido
114
fue el hombre que nació y vivió sin
culpa;
tienes los pies sobre la breve esfera
que a la Judea forma la otra cara.
117[L396]
Aquí es mañana, cuando allí es de
noche:
y aquél, que fue escalera con su pelo,
aún se encuentra plantado igual que
antes.
120
Del cielo se arrojó por esta parte;
121[L397]
y la tierra que aquí antes se extendía,
por miedo a él, del mar hizo su
velo,
123
y al hemisferio nuestro vino; y puede
que por huir dejara este vacío
eso que allí se ve, y arriba se
alza.»
126
Un lugar hay de Belcebú alejado
tanto cuanto la cárcava se alarga,
que el sonido denota, y no la
vista,
129
de un arroyuelo que hasta allí
desciende
130[L398]
por el hueco de un risco, al que
perfora
su curso retorcido y sin
pendiente.
132
Mi guía y yo por esa oculta senda
fuimos para volver al claro mundo;
y sin preocupación de descansar,
135
subimos, él primero y yo después,
hasta que nos dejó mirar el cielo
un agujero, por el cual salimos
138
a contemplar de nuevo las
estrellas.
139[L399]
CANTO I
Por surcar mejor agua alza las velas
ahora la navecilla de mi ingenio,
que un mar tan cruel detrás de sí
abandona;
3
y cantaré de aquel segundo reino
donde el humano espíritu se purga
y de subir al cielo se hace digno.
6
Mas renazca la muerta poesía,
oh, santas musas, pues que vuestro soy;
.
y Calíope un poco se levante,
9[L400]
mi canto acompañando con las voces
que a las urracas míseras tal golpe
11[L401]
dieron, que del perdón
desesperaron.
12
Dulce color de un oriental zafiro,
que se expandía en el sereno aspecto
del aire, puro hasta la prima
esfera,
15
reapareció a mi vista deleitoso,
en cuanto que salí del aire muerto,
que vista y pecho contristado
había.
18
El astro bello que al amor invita
19[L402]
hacía sonreir todo el oriente,
y los Peces velados lo escoltaban.
21
Me volví a la derecha atentamente,
y vi en el otro polo cuatro estrellas
23[L403]
que sólo vieron las primeras
gentes.
24[L404]
Parecía que el cielo se gozara
con sus luces: ¡Oh viudo septentrión,
ya que de su visión estás privado!
27
Cuando por fin dejé de contemplarlos
dirigiéndome un poco al otro polo,
por donde el Carro desapareciera,
30[L405]
vi junto a mí a un anciano solitario,
31[L406]
digno al verle de tanta reverencia,
que más no debe a un padre su
criatura.
33
Larga la barba y blancos mechones
34[L407]
llevaba, semejante a sus cabellos,
que al pecho en dos mechones le
caían.
36
Los rayos de las cuatro luces santas
llenaban tanto su rostro de luz,
que le veía como al Sol de frente.
39
¿Quién sois vosotros que del ciego río
habéis huido la prisión eterna?
‑dijo moviendo sus honradas
plumas.
42
¿Quién os condujo, o quién os
alumbraba,
al salir de esa noche tan profunda,
que ennegrece los valles del
infierno?
45
¿Se han quebrado las leyes del abismo?
¿o el designio del cielo se ha mudado
y venís, condenados, a mis
grutas?»
48
Entonces mi maestro me empujó,
y con palabras, señales y manos
piernas y rostro me hizo
reverentes.
51[L408]
Después le respondió: «Por mí no vengo.
Bajó del cielo una mujer rogando
que, acompañando a éste, le
ayudara.
54
Mas como tu deseo es que te explique
más ampliamente nuestra condición,
no puede ser el mío el ocultarlo.
57
Éste no ha visto aún la última noche;
mas estuvo tan cerca en su locura,
que le quedaba ya muy poco tiempo.
60
Y a él, como te he dicho, fui enviado
para salvarle; y no había otra ruta
más que esta por la cual le estoy
llevando.
63
Le he mostrado la gente condenada;
y ahora pretendo las almas mostrarle
que están purgando bajo tu
mandato.
66
Es largo de contar cómo lo traje;
bajó del Alto virtud que me ayuda
a conducirlo a que te escuche y
vea.
69
Dignate agradecer que haya venido:
busca la libertad, que es tan preciada,
cual sabe quien a cambio da la
vida.
72
Lo sabes, pues por ella no fue amarga
en Utica tu muerte; allí dejaste
la veste que radiante será un día.
75
No hemos quebrado las eternas leyes,
pues éste vive y Minos no me ata;
soy de la zona de los castos ojos
78[L409]
de tu Marcia, que sigue suplicando
que la tengas por tuya, oh santo pecho:
en nombre de su amor, senos
benigno.
81
Deja que andemos por tus siete reinos;
le mostraré nuestro agradecimiento,
si quieres que te nombre allí
debajo.»
84
«Tan placentera Marcia fue a mis ojos
mientras que estuve allí ‑dijo él
entonces-
que cuanto me pidió le concedía.
87
Ahora que vive tras el río amargo,
88[L410]
no puede ya moverme, por la ley
que cuando me sacaron fue
dispuesta.
90
Mas si te manda una mujer del cielo,
como has dicho, lisonjas no precisas:
basta en su nombre pedir lo que
quieras.
93
Puedes marchar, mas haz que éste se
ciña
con un delgado junco y lave el rostro,
95[L411]
y que se limpie toda la
inmundicia;
96
porque no es conveniente que cubierto
de niebla alguna, vaya hasta el primero
98[L412]
de los ministros ya del Paraíso.
99
En todo el derredor de aquella islita,
allí donde las olas la combaten,
crecen los juncos sobre el blanco
limo:
102
ninguna planta que tuviera fronda
o que dura se hiciera, viviría,
pues no soportaría sus embates.
105
Luego no regreséis por este sitio;
el sol os mostrará, que surge ahora,
del monte la subida más sencilla.»
108
Él desapareció; y me levanté
sin hablar, acercándome a mi guía,
dirigiéndole entonces la mirada.
111
Él comenzó: «Sigue mis pasos, hijo:
volvamos hacia atrás, que esta llanura
va declinando hasta su último
margen.»
114
Vencía el alba ya a la madrugada
que escapaba delante, y a lo lejos
divisé el tremolar de la marina.
117
Por la llanura sola caminábamos
como quien vuelve a la perdida senda,
y hasta encontrarla piensa que anda en
vano.
120
Cuando llegamos ya donde el rocío
resiste al sol, por estar en un sitio
donde, a la sombra, poco se
evapora,
123
ambas manos abiertas en la hierba
suavemente puso mi maestro:
y yo, que de su intento me di
cuenta,
126
volví hacia él mi rostro enlagrimado;
y aquí me descubrió completamente
aquel color que me escondió el
infierno.
129[L413]
Llegamos luego a la desierta playa,
que nadie ha visto navegar sus aguas,
que conserve experiencias del
regreso.
132[L414]
Me ciñó como el otro había dicho:
¡oh maravilla! pues cuando él cortó
la humilde planta, volvió a nacer otra
135
de donde la arrancó,
súbitamente.
CANTO II
Ya había el sol llegado al horizonte
que cubre con su cerco meridiano
Jerusalén en su más alto punto;
3
y la noche, que a él opuesta gira,
del Ganges se salía con aquellas
balanzas, que le caen cuando ha
triunfado;
6[L415]
tal que la blanca y sonrosada cara,
donde yo estaba, de la bella Aurora
mientras crecía se tornaba de oro.
9
A la orilla del mar nos encontrábamos,
como aquel que pensara su camino,
que va en corazón y en cuerpo se
queda.
12
Y entonces, cual del alba sorprendido,
por el denso vapor Marte enrojece
sobre el lecho del mar por el
poniente,
15
tal se me apareció, y así aún la viera,
una luz que en el mar tan rauda iba,
que al suyo ningún vuelo se
parece.
18
Y separando de ella unos instantes
los ojos, a mi guía preguntando,
la vi de nuevo más luciente y
grande.
21
Apareció después a cada lado
un no sabía qué blanco, y debajo
poco a poco otra cosa también
blanca.
24
Nada el maestro aún había dicho,
cuando vi que eran alas lo primero;
y cuando supo quién era el piloto,
27
me gritó: « Dobla, dobla las rodillas.
Mira el ángel de Dios: junta las manos,
verás a muchos de estos oficiales.
30
Ve que desdeña los humanos medios,
y no quiere más remo ni más velas
entre orillas remotas, que sus
alas.
33
Mira cómo las alza hacia los cielos
moviendo el aire con eternas plumas,
que cual mortal cabello no se
mudan.»
36
Después al acercarse más y más
el pájaro divino, era más claro:
y pues de cerca no lo soportaban
39
los ojos, me incliné, y llegó a la
orilla
con una barca tan ligera y ágil,
que parecía no cortar el.agua.
42
A popa estaba el celestial barquero,
cual si la beatitud llevara escrita;
y dentro había más de cien
espíritus.
45
«In exitu Israel de Aegipto»
46[L416]
cantaban todos juntos a una voz,
y todo lo que sigue de aquel
salmo.
48
Después les hizo el signo de la cruz;
y todos se lanzaron a la playa:
y él se marchó tan veloz como
vino.
51
La turba que quedó, muy sorprendida
pareció del lugar, mirando en torno
como aquel que contempla cosas
nuevas.
54
De todas partes asaeteaba al día
el sol, que había echado con sus
flechas
de la mitad del cielo a
Capricornio,
57
cuando la nueva gente alzó la cara
a nosotros, diciendo: «Si sabéis,
mostradnos el camino que va al
monte.»
60
Y respondió Virgilio: « Estáis pensando
que este sitio nosotros conocemos;
mas peregrinos somos de igual
forma.
63
Llegamos poco antes que vosotros,
por camino tan áspero y tan fuerte,
que ahora el subir parece un simple
juego.»
66
Las almas que se dieron cuenta entonces
por mi respiración, de que vivía,
maravilladas, empalidecieron.
69
Y como al mensajero que el olivo
trae, va la gente para oír noticias,
y de apretarse esquivos no se
muestran,
72
así a mi vista se agolparon todas
aquellas almas apesadumbradas,
casi olvidando el ir a hacerse
bellas.
75[L417]
Y yo vi que una de ellas se acercaba
76[L418]
para abrazarme, con tan grande afecto,
que me movió a que hiciese yo lo
mismo.
78
¡Ah vanas sombras, salvo la apariencia!
tres veces por detrás pasé mis brazos,
y tantas otras los volví a mi
pecho.
81
Creo que enrojecí, maravillado,
y sonrió la sombra y se alejaba,
y yo me fui detrás para seguirla.
84
Suavemente me dijo que parase;
supe entonces quién era, y le rogué
que, para hablarme, allí se
detuviera.
87
«Así ‑me respondió‑ como te amaba
en el cuerpo mortal, libre te amo:
por eso me detengo; y tú ¿qué
haces?»
90[L419]
«Por volver otra vez, Cassella mío,
adonde estoy, viajo; mas ¿por qué
‑le dije‑ tantas horas te han
quitado?»
93[L420]
Y él a mí: «No me hicieron injusticia,
94[L421]
si aquel que lleva cuándo y a quien
quiere,
me ha negado el pasaje muchas
veces;
96
de justa voluntad sale la suya:
mas desde hace tres meses ha traído
a quien quisiera entrar, sin
oponerse.
99
Por lo que yo, que estaba en la marina
donde el agua del Tíber sal se hace,
benignamente fui por él llevado.
102
El vuelo a aquella desembocadura
dirigió, pues que siempre se congregan
allí los que a Aqueronte no
descienden.»
105
Y yo: «Si no te quitan nuevas leyes
la memoria o el uso de los cantos
de amor, que mis deseos
aquietaban,
108
con ellos té suplico que consueles
mi alma que, viniendo con mi cuerpo
a este lugar, se encuentra muy
angustiada.»
111
El amor que en la mente me razona
112[L422]
entonces comenzó tan dulcemente,
que en mis adentros oigo aún la
dulzura.
114
Mi maestro y yo y aquellas gentes
que estaban junto a él, tan complacidas
parecían, que en nada más
pensaban.
117
Todos pendientes y fijos estábamos
de sus notas; y el viejo venerable
119[L423]
nos gritó: «¿Qué sucede, lentas
almas?
120
¿qué negligencia, qué esperar es éste?
corred al monte a echar las impurezas
que no os permiten contemplar a
Dios.»
123
Como cuando al coger avena o mijo,
las palomas rodean el sustento,
quietas y sin mostrar su usado
orgullo,
126
si algo sucede que las amedrenta,
súbitamente dejan la comida,
pues un mayor cuidado las asalta;
129
yo vi a aquella mesnada recién hecha
dejar el canto y escapar al monte,
como quien va y no sabe dónde acabe:
132
no fue nuestra partida menos
presta.
CANTO III
Por más que aquella huida repentina
por la llanura a todos dispersara,
hacia el monte en que aguija la
justicia,
3
a mi fiel compañero me arrimé:
¿pues cómo habría yo sin él corrido?
¿Quién por el monte hubiérame
llevado?
6[L424]
Le creí descontento de sí mismo:
¡Oh qué digna y qué pura concïencia
con qué amargor te muerde un leve
fallo!
9
Cuando sus pies dejaron de ir aprisa,
10[L425]
que a cualquier acto quítale el decoro,
mi pensamiento, empecinado antes,
12[L426]
reanudó su discurso, deseoso,
y dirigí mis ojos hacia el monte
que al cielo más se eleva de las
aguas.
15[L427]
El sol, que atrás en rojo flameaba,
se rompia delante de mi
cuerpo,
pues sus rayos en mí se detenían.
18
Me volví hacia los lados temeroso
de estar abandonado, cuando vi
sólo ante mí la tierra oscurecida;
21
y: «¿Por qué desconfías? ‑mi consuelo
volviéndose hacia mí empezó a
decirme-
¿no crees que te acompaño y que te
guío?
24
Es ya la tarde donde sepultado
25[L428]
está aquel cuerpo en el que sombra
hacía;
no en Brindis, sino en Nápoles se
encuentra.
27[L429]
Por lo cual si ante mí nada se
ensombra,
no debes extrañarte, igual que el cielo
no detiene el camino de los rayos.
30
Por sufrir penas, frías y calientes,
Dios ha dispuesto cuerpos semejantes,
de modo que no quiere revelarnos.
33
Loco es quien piense que nuestra razón
34[L430]
pueda seguir por la infinita senda
que sigue una sustancia en tres
personas.
36
Os baste con el quía, humana
prole;
pues, si hubierais podido verlo todo,
ocioso fuese el parto de María;
39
y tú has visto sin frutos desearlo
40[L431]
a tales que aquietaran su deseo,
que eternamente ahora les enluta:
42
de Aristóteles hablo y de Platón
y aun de otros más»; y aquí inclinó la
frente,
y más no dijo y quedóse turbado.
45[L432]
Llegamos entretanto al pie del monte;
tan escarpadas estaban las rocas,
que en vano habrfa piernas bien
dispuestas.
48
Entre Rurbia y Lerice el más desierto,
49[L433]
el más roto barranco, es escalera,
comparado con éste, abierta y
fácil.
51
«¿Ahora quién sabe en donde la
pendiente
‑deteniéndose, dijo mi
maestro-
pueda subir aquel que va sin
alas?»
54
Y mientras meditaba con la vista
baja, sobre la suerte del camino,
y yo miraba arriba del peñasco,
57
a mano izquierda apareció una turba
58[L434]
de almas que venía hacia nosotros,
mas tan lentos que no lo parecía.
60
«Alza ‑dije‑ maestro, la mirada:
hay aquí quien podrá darnos consejo,
si no puedes tenerlo por ti
mismo.»
63
Entonces miró, y con el rostro sereno
me dijo: «Vamos pues, que vienen
lentos;
y afirma la esperanza, dulce
hijo.»
66
Tan lejos aún estaba aquella gente,
luego de haber mil pasos caminado,
como un buen lanzador alcanzaria,
69
cuando a las duras peñas se arrimaron
de la alta sima, quietos y apretados,
cual caminante que dudoso mira.
72
«Felices muertos, almas elegidas
‑Virgilio dijo‑ por la paz aquella
que todos esperáis, según bien
creo,
75
decidnos dónde baja la montaña,
para poder subir; pues más disgusta
perder el tiempo a quien su precio
sabe.»
78
Cual salen del redil las ovejillas
de una, de dos, de tres y temerosas
están las otras, vista y morro en
tierra;
81
y lo que la primera hacen las otras,
acercándose a ella si se para,
simples y calmas, y el porqué no
saben;
84
así vi que venía la cabeza
de aquella grey afortunada entonces,
con recatado andar y rostro
honesto.
87
Al ver los de delante interrumpida
la luz en tierra a mi derecho flanco
desde mí hasta la roca haciendo
sombra,
90
se detuvieron, y hacia atrás se
echaron,
y todos esos que detrás venían,
no sabiendo por qué, lo mismo
hicieron.
93
«Sin que lo preguntéis yo os comunico
que este cuerpo que veis es cuerpo
humano;
por lo que el sol ha interceptado en
tierra.
96
No os debéis asombrar, pero creedme
que no sin que lo quieran en el cielo
estas paredes escalar pretende.»
99
Así el maestro; y esas dignas gentes:
«Volved ‑dijeron‑ y seguid un poco»,
haciéndonos señales con la mano.
102
Y uno de aquéllos empezó: «Quien quiera
103[L435]
que seas, vuelve el rostro mientras
andas:
recuerda si me viste en la otra
vida.»
105
Volví la vista a él muy fijamente
rubio era y bello y de gentil aspecto,
mas un tajo una ceja le partía.
108
Cuando con humildad hube negado
haberle visto nunca, él dijo: «Mira»
y mostróme una llaga sobre el
pecho.
111
Luego sonriendo dijo: «Soy Manfredo:
112[L436]
la emperatriz Constanza fue mi abuela;
y te suplico que, cuando regreses,
114
le digas a mi hermosa hija, madre
115[L437]
del honor de Aragón y de Sicilia,
la verdad, si es que cuentan de otro
modo.
117
Después de ser mi cuerpo atravesado
por dos golpes mortales, me volví
llorando a quien perdona de buen
grado.
120
Abominables mis pecados fueron
mas tan gran brazo tiene la bondad
infinita, que acoge a quien la
implora.
123
Si el pastor de Cosenza, que a mi caza
124[L438]
entonces fue enviado por Clemente,
125[L439]
la página divina comprendiera,
126
los huesos de mi cuerpo aún estarían
al pie del puente junto a Benevento,
y por pesadas piedras custodiados.
129[L440]
Mas los baña la lluvia y mueve el
viento,
fuera del reino, casi junto al Verde,
donde él los trasladó sin luz
alguna.
132
Mas por su maldición, nunca se pierde,
133[L441]
sin que pueda volver, el infinito
amor, mientras florezca la
esperanza.
135
Verdad es que quien muere contumaz,
con la Iglesia, aunque al fin
arrepentido,
fuera debe de estar de esta
montaña,
138
treinta veces el tiempo que viviera
en esa presunción, si tal decreto
no se acorta con buenas oraciones.
141[L442]
Piensa pues lo dichoso que me harías,
a mi buena Constanza revelando
cómo me has visto, y esta prohibición:
143[L443]
que aquí, por los de allá, mucho se
avanza.
144
CANTO IV
Cuando algún sufrimiento o alegría
de alguna facultad nuestra se adueña,
toda en ella se centra nuestra
alma,
3
y no atiende a ninguna otra potencia
y es esto contra aquel error que opina
que un alma sobre otra alma arda en
nosotros.
6[L444]
Por eso, cuando se oye o se ve algo
que atraiga al alma fuertemente a ello,
el tiempo pasa y nada el hombre
advierte;
9
porque es una potencia la que escucha,
y otra la que retiene al alma entera:
una está casi presa, y la otra
libre.
12
Puede experimentar de veras esto,
escuchando a aquel alma y admirando;
pues bien cincuenta grados ya
subido
15[L445]
había el sol, sin darme cuenta, cuando
llegamos donde, a una, aquellas almas
gritaron: «Aquí está lo que
buscáis.»
18
Mayor portillo muchas veces cierra
con un manojo apenas de zarzales
el campesino al madurar la uva,
21
de lo que era la senda que subimos,
yo detrás de mi guía, los dos solos
al partir de nosotros aquel grupo.
24
Se va a Sanleo, a Noli se desciende,
25[L446]
se sube a Bismantova hasta la cumbre
a pie, pero volar aquí es preciso;
27
digo con leves alas y con plumas
del deseo, detrás de aquel llevado,
que me daba esperanza y me
alumbraba.
30[L447]
Por un girón subimos de la roca,
cuyas paredes casi se juntaban,
y el suelo nos pedía pies y manos.
33
Cuando ya al borde superior llegamos
de la alta base, a un sitio descubierto
«Maestro ‑‑dije‑ ¿qué camino
haremos?»
36
Y él me dijo: «No tuerzas ningún paso;
únicamente sígueme hacia el monte,
hasta que llegue alguna escolta
sabia.»
39
La cima, de tan alta, era invisible
y aún más pina la cuesta que la raya
que une el medio cuadrante con el
centro.
42[L448]
Estaba muy cansado y exclamé:
«Oh dulce padre, vuélvete y advierte
que solo quedaré, si no te paras.»
45
«Hijo ‑‑me contestó‑‑ sube hasta allí»,
un repliegue más alto señalando
que por allí giraba todo el monte.
48
Tanto me espolearon sus palabras,
que me esforcé trepando tras de él
hasta que puse pies en la cornisa.
51
Nos sentamos los dos vueltos a oriente,
52[L449]
donde estaba el camino que subimos,
que siempre de mirar es agradable.
54
La vista dirigí primero abajo;
luego arriba, hacia el sol, y me
admiraba
que nos hería por el lado
izquierdo.
57
Bien comprendió el poeta que yo estaba
por el carro solar estupefacto,
que entre nosotros y Aquilón
nacía.
60[L450]
Por lo cual me explicó: «Si los Gemelos
61[L451]
fuesen en compañía de ese espejo
que lleva la luz arriba y abajo,
63
verías al Zodiaco enrojecido
girar aún más cercano de las Osas,
si no saliera del camino usado.
66
Cómo pueda ocurrir, pensarlo puedes
si atentamente observas que Sión
en la tierra se opone a esta
montaña;
69
un horizonte mismo tienen ambas
y hemisferios diversos; y el camino
que mal supiera recorrer Faetonte,
72[L452]
podrás ver cómo en ésta va por uno,
y por aquella por el otro lado,
si lo ves claro con la
inteligencia.»
75
«Cierto maestro ‑dije‑ que hasta ahora
no i claro, como lo discierno,
allí donde mi ingenio me faltaba,
78
que la mitad del cielo que alto gira,
que se llama Ecuador en algún arte,
80[L453]
y entre sol y entre invierno se halla
siempre,
81
por la causa que dices, dista tanto
respecto al Septentrión, cuanto en
Judea
lo contemplaban en la parte
cálida.
84[L454]
Mas sabría gustoso, si quisieras,
cuánto habremos de andar; pues sube el
monte
más de lo que subir pueden mis
ojos.»
87
Y él me dijo: «Este monte es de tal
modo,
que siempre pesa al comenzar abajo;
y cuando más se sube, menos daña.
90
Y así cuando le sientas tan suave,
que te haga caminar ya tan ligero
como nave que empuja la corriente,
93
habrás llegado al fin de este sendero:
reposar allí espera tu fatiga.
Más no respondo, y esto lo sé
cierto.»
96
Y después de decir estas palabras,
oímos una voz cercana: «¡Acaso
necesites sentarte mucho antes!»
99[L455]
Los dos al escucharle nos volvimos,
y vimos a la izquierda un gran
peñasco,
que antes ninguno habíamos notado.
102
Allí fuimos; y había allí personas
que estaban a la sombra de la
piedra
como se pone el hombre por
vagancia.
105
Y uno, que fatigado parecía,
106[L456]
se sentaba abrazando sus rodillas,
con el rostro inclinado puesto entre
ellas.
108
«Oh mi dulce señor ‑dije‑ contempla
al que más negligente no verías
si la pereza fuese hermana suya.»
111
Entonces se volvió, mirando atento,
levantando su rostro de los muslos:
«¡Sube tú, puesto que eres tan
valiente!»
114
Supe quién era entonces, y el cansancio
que aún el aliento un poco me cortaba,
no me impidió acercarme a él; y
cuando
117
estuve al lado, alzó la vista apenas
diciendo: « ¿Has entendido cómo el sol
lleva su carro por el hombro
izquierdo?»
120[L457]
Sus gestos perezosos y sus breves
palabras me causaron leve risa;
Después: «Belacqua ‑dije‑ no me
duelo
123[L458]
ya de ti; pero di, ¿por qué te
sientas
aquf precisamente? ¿escolta
esperas,
o la antigua costumbre te domina?»
126
Y él: «De qué sirve, hermano, el ir a
arriba,
pues no me dejaría ir al castigo
el ángel del Señor que está en la
puerta.
129
Es necesario que antes gire el cielo
sobre mí tantas veces, cuanto en vida,
pues que dejé para el final el
llanto;
132[L459]
si es que antes no me ayuda la oración
de un corazón surgida que esté en
gracia:
porque la otra en el cielo no se
escucha.»
135
Y ya delante de mí iba el poeta,
diciendo: «Vamos ven, mira que toca
el sol el meridiano, y en la orilla
138
cubre el pie de la noche ya
Marruecos.»
139[L460]
CANTO V
De esa sombra me había separado,
y seguía los pasos de mi guía,
cuando detrás de mí, su dedo
alzando,
3
una gritó: «iMirad, que no iluminan
los rayos a la izquierda del de abajo,
y cual vivo parece comportarse!»
6
Volví los ojos al oír aquello,
y los vi que miraban asombrados,
sólo a mí, y a la luz que
interceptaba.
9
«¿Tú ánimo por qué se enreda tanto
‑dijo el maestro‑ que el andar
retardas?
¿qué te importa lo que esos
cuchichean?
12
Deja hablar a la gente y ven conmigo:
sé como aquella torre que no tiembla
14[L461]
nunca su cima aunque los vientos
soplen;
15
pues aquel en quien bulle un
pensamiento
sobre otro pensamiento, se extravía,
porque el fuego del uno ablanda al
otro.»
18
¿Qué podía decir si no: « Ya voy»?
Díjelo, más cubriéndome el color
que digno de perdón al hombre
vuelve.
21[L462]
Mientras tanto a través de la ladera
una gente venía hacia nosotros,
cantando el «Miserere», verso a
verso.
24[L463]
Cuando notaron que ocasión no daba
de atravesar los rayos con mi cuerpo,
por un gran «Oh» cambiaron su
cantiga;
27
y dos de ellos, en forma de emisarios,
corrieron hacia mí y me preguntaron:
«Haznos saber de vuestra
condición»
30
Y mi maestro: «Bien podéis marcharos
y a aquellos que os mandaron referirles
que el cuerpo de éste es carne
verdadera.
33
Si al contemplar su sombra se pararon,
como yo creo, baste la respuesta:
hacedle honor, que acaso os
aproveche.»
36
Tan rápidos vapores encendidos
no vi rasgar el cielo en plena noche,
ni las nubes de agosto en el
ocaso,
39
como aquellos a lo alto se volvieron,
y junto a los demás dieron la vuelta,
como un tropel sin freno hacia
nosotros.
42
«Mucha es la gente que a nosotros
viene,
y te quieren rogar ‑‑dijo el poeta‑:
mas sigue andando, y caminando
escucha.»
45[L464]
«Oh alma que caminas con aquellos
miembros con que naciste, a ser
dichoso,
‑se acercaban gritando‑ aquieta el
paso.
48
Mira si a alguno de nosotros viste,
para que de él allí noticias lleves:
¡Ah!, ¿por qué sigues? ¡Ah!, ¿por qué
no paras?
51
Todos muertos violentamente fuimos,
y hasta el último instante pecadores;
la luz del cielo entonces nos dio
juicio
54
y, arrepentidos, perdonando, fuera
55[L465]
salimos de la vida en paz con Dios,
y el deseo de verle nos aflige.»
57
Y yo: «Por más que mire vuestros
rostros
no os reconozco: mas si deseáis
algo que pueda hacer, buenos
espíritus,
60
decidmelo y lo haré, por esa paz
que, detrás de los pasos de mi guía,
de mundo en mundo buscar se me
hace.»
63
Y uno repuso: «Todos nos fiamos
64[L466]
de tus bondades sin que nos lo jures,
si es que tu voluntad no es
impedida.
66
Por lo que yo que hablé antes que los
otros,
te ruego, que si ves esa comarca
que está entre la Romaña y la de
Carlos,
69[L467]
que de tus ruegos me hagas cortesía
en Fano, y que por mi bien se suplique,
y las graves ofensas purgar pueda.
72
Allí nací, mas los profundos huecos
por los que huyó la sangre en que
vivía,
en tierras de Antenor me fueron
hechos,
75[L468]
donde estar confiaba más seguro:
que lo mandó el de Este, pues me odiaba
77[L469]
más de lo que el derecho lo
permite.
78
Pero si hacia la Mira hubiese huido,
79[L470]
cuando fui sorprendido en Oriaco,
aun estaría donde se respira.
81
Corrí al pantano, donde cieno y cañas
estorbaron mi paso y me caí;
y vi mi sangre en tierra hacer un
lago.»
84
Luego otro dijo: «¡Ay, así el deseo
85[L471]
se cumpla que te trae a esta montaña,
con piedad bondadosa ayuda al mío!
87
Yo nací en Montefeltro, soy Bonconte;
Giovanna y los demás no me recuerdan,
89[L472]
y sigo a estos con la frente
gacha.»
90
Y le dije: «¿qué fuerza o qué aventura
de Campaldino te llevó tan lejos
que tu sepulcro nunca se ha
encontrado?»
93
«Oh ‑me repuso‑, al pie del Casentino
94[L473]
un agua corre que se llama Arquiano,
nace en los Apeninos, sobre el
Ermo.
96
Donde su nombre ya no necesita,
97[L474]
llegué con una herida en la garganta,
huyendo a pie y ensangrentando el
llano.
99
Allí perdí la vista, y mi palabra
terminó con el nombre de María,
y allí al caer mi carne quedó
sola.
102
Te diré la verdad y tú a los vivos:
un ángel me cogió, y el del Infierno
gritaba: «Oh tú, el del Cielo, ¿por qué
quieres
105
privarme de él, llevándote lo eterno,
porque una lagrimilla me lo quita?
mas yo tendré el gobierno de lo
otro.»
108[L475]
«Bien sabes que en el aire se recoge
el húmedo vapor que se hace agua,
en cuanto sube donde encuentra el
frío.
111
Llegó aquel mal querer, que males busca
112[L476]
con su sabiduría, y humo y viento
movió con el poder de que es
dotado.
114
El valle entonces, cuando cayó el día,
se cubrió desde el monte a Protomagno
116[L477]
de niebla; y todo el cielo se
nubló,
117
y el aire denso convirtióse en agua;
cayó la lluvia, y vino a los barrancos
toda la que la tierra no absorbía;
120
y como se juntara en torrenteras,
tan veloz en el rfo principal
cayó, que nada pudo retenerla.
123
Mi cuerpo helado, en donde desemboca
halló al soberbio Arquiano: y éste al
Arno
lo arrastró, deshaciendo de mi
pecho
126
la cruz que hiciera del dolor vencido;
me volteó en la orilla y en el fondo,
y me cubrió y ciñó con sus
botines.»
129[L478]
«Ay, cuando al mundo regresado hayas,
y descansado de la larga ruta
‑siguió un tercer espíritu al
segundo‑
132[L479]
recuerdame, soy Pía, me hizo Siena,
Maremma me deshizo: bien lo sabe
aquel que, luego de poner su anillo,
135
con su gema me había desposado.»
136[L480]
CANTO VI
Cuando se acaba el juego de la zara,
el perdedor se queda algo
mohino
y triste aprende, repitiendo
lances;
3[L481]
con el otro se va toda la gente;
cuál va delante, cuál detrás le agarra,
cuál a su lado quiere darle coba;
6
él no se para y los escucha a todos;
a quien tiende la mano, al fin le
suelta;
y así de aquel gentío se ve libre.
9
Tal entre aquella turba me encontraba,
de aquí y de allá volviéndoles el
rostro,
y prometiendo me soltaba de ellos.
12
Estaba el Aretino, quien del brazo
fiero de Ghin de Tacco halló la muerte,
14[L482]
y el otro que se ahogó yendo de
caza.
15[L483]
Suplicaba, tendiéndome las manos,
Federico Novello, y el de Pisa
17[L484]
que hiciera parecer fuerte a
Marzucco.
18
Vi al conde Orso y su alma separada
19[L485]
de su cuerpo por odio y por envidia,
como decia, y no por culpa alguna.
21
Pier de la Broccia digo; y que provea,
22[L486]
mientras que aún está aquí, la de
Brabante
si con peor rebaño andar no
quiere.
24[L487]
Cuando ya me libré de todas esas
sombras que suplicaban otras súplicas,
porque su salvación les llegue
antes,
27
yo comencé: « Parece que me niegas
28[L488]
expresamente, oh luz, en algún texto
que aplaque la oración leyes del
cielo;
30
y esta gente por ello sólo
ruega:
¿es que vanas son pues sus
esperanzas,
o es que no he comprendido bien tu
texto?»
33
Y él me dijo: «Es sencilla mi
escritura;
y en esperar ninguno se equivoca,
si con la mente clara bien se
mira;
36
pues la cima del juicio no se allana
porque el fuego de amor cumpla en un
punto
lo que satisfacer aquí se espera;
39
y allí donde hice tal afirmación,
no se enmendaba, por rezar, la culpa,
pues la oración de Dios estaba
lejos.
42[L489]
No te fijes en dudas tan profundas
sino tan sólo en lo que diga aquella
que entre mente y la verdad
alumbre.
45
No sé si entiendes: de Beatriz te
hablo;
arriba la verás, sobre la cima
de este monte, dichosa y
sonriendo.»
48
Y yo: «Señor, vayamos más aprisa,
que ya no estoy cansado como antes,
y ya veo que el monte arroja
sombra.»
51
« Caminaremos mientras dure el día
‑él me repuso‑ el tiempo que podamos;
mas no es la cosa como la
imaginas.
54
Antes de estar arriba, volverás
a ver aquel que oculta la ladera,
de modo que sus rayos ya no
rompes.
57
Pero mira aquel alma que allá inmóvil,
completamente sola, nos contempla:
el camino más corto ha de
mostrarnos.
60[L490]
Nos acercamos: ¡oh ánima lombarda
qué altiva y desdeñosa aparecías,
qué noble y lenta en el mover los
ojos!
63
Ella no nos decía una palabra,
mas nos dejaba andar, sólo mirando
a guisa de león cuando reposa.
66
Mas Virgilio acercóse a él, pidiendo
que nos mostrase la mejor subida;
pero a su ruego nada respondió,
69
mas de nuestro país y nuestra vida
nos preguntó; y mi guía comenzaba
«Mantua...» y la sombra, toda en ella
absorta,
72[L491]
vino hacia él del sitio en que se
hallaba
diciendo: «¡Oh mantuano, soy Sordello,
soy de tu misma tierra!», y se
abrazaron.
75
¡Ah esclava Italia, albergue de
dolores,
76[L492]
nave sin timonel en la borrasca,
burdel, no soberana de provincias!
78
Aquel alma gentil tan prestamente,
sólo al oír el nombre de su tierra,
comenzó a festejar a su paisano,
81
y en ti ahora sin guerras no se hallan
tus vivos, y se muerden unos a otros,
los que un foso y un muro mismo
encierran.
84[L493]
Busca, mísera, en torno de tus costas
tus playas, y después mira en el
centro,
si alguna parte en ti de paz
disfruta.
87
¿De qué vale que el freno te pusiera,
88[L494]
Justiniano, si nadie hay en la silla?
Menor fuera sin ése la vergüenza.
90
Ah gentes que debíais ser devotas,
y consentir al César en su trono,
92[L495]
si aquello que Dios manda
comprendieseis,
93[L496]
esa fiera mirad cuán indomable,
94[L497]
por no ser corregida por la espuela,
al poner en las riendas vuestras
manos.
96
¡Oh tú, tedesco Alberto, que la dejas
97[L498]
al verla tan salvaje y tan indómita,
y debiste apretarle los ijares,
99
caiga de las estrellas justo juicio
sobre tu sangre, y sea nuevo y claro,
tal que tu sucesor le tenga miedo!
102
Pues habéis consentido tú y tu padre,
por la codicia de eso distraídos,
que el jardín del imperio esté
desierto.
105[L499]
Ven y vé a Capuletos y Montescos,
106[L500]
Filipeschos, Monaldos, ah, indolente,
esos ya tristes, y estos con
recelos!
108
¡Ven, cruel, ven y vé la tirania
de tus nobles, y cura sus desmanes;
verás a Santaflora tan oscura!
111[L501]
Ven y contempla tu Roma
llorando
viuda y sola, llamando noche y
día:
« Oh mi César, por qué no me
acompañas?»
114[L502]
¡Verás lo mucho que se quieren todos!
y si a piedad ninguna te movemos,
ven y tendrás vergüenza de tu
fama.
117
Y si me es permitido, oh sumo Jove
118[L503]
que por nosotros en cruz te pusieron,
¿es que has vuelto los ojos a otra
parte?
120
¿o te estás preparando, en el abismo
de tus designios, para hacer un bien
que se escapa del todo a nuestra
mente?
123
Pues llenas de tiranos las ciudades
están de Italia toda, y un Marcelo
125[L504]
se vuelve cualquier ruin que entra en
un bando.
126
Puedes estar contenta, ah, mi
Florencia,
por esta digresión que no te alcanza,
pues se las sabe solventar tu
pueblo.
129
La justicia en su pecho muchos guardan,
y, prudentes, disparan tarde el arco;
mas tu pueblo la tiene en plena
boca.
132
Muchos rechazan cargos oficiales,
mas tu pueblo solícito responde
sin ser llamado, y grita: «iYo lo
acepto!»
135
¡Alégrate, porque motivos tienes:
tú rica, tú con paz, y tú prudente!
De si digo verdad, están las
muestras.
138
Las Atenas y Espartas, que inventaron
las viejas leyes tan civilizadas
del bien vivir, hicieron débil
prueba
141
comparadas contigo, pues que haces
tan sutiles decretos, que a noviembre
los que hiciste en octubre nunca
llegan.
144
Hasta donde recuerdo, ¿cuántas veces
leyes, monedas, hábitos y oficios,
has mudado, y cambiado de
habitantes?
147[L505]
Y si te acuerdas bien y lo ves claro,
te verás semejante a aquella enferma
que no encuentra reposo sobre plumas,
150
mas dando vueltas calma sus
dolores.
CANTO VII
Los saludos corteses y dichosos
por tres y cuatro veces reiterados,
Sordello se apartó y dijo: «¿Quién
sois?»
3
«Antes de que llegaran a este monte
las almas dignas de subir a Dios,
Octavio dio a mis huesos
sepultura.
6
Yo soy Virgilio; y por culpa ninguna,
salvo el no tener fe, perdí los
cielos.»
Así repuso entonces mi maestro.
9
Como queda quien ve súbitamente
algo maravilloso frente a él,
que cree y que no, diciendo «Es..., o
no es...»,
12
aquel así; después bajó los ojos,
13[L506]
y se volvió hacia él humildemente,
y le abrazó donde el menor se
agarra.
15
«Gloria de los latinos, por el cual
mostró cuánto podia nuestra lengua,
oh prez eterna, del pueblo natal,
18
qué mérito o qué gracia a mí te
muestra?
Si de escuchar soy digno tus palabras,
dime si acaso vienes del
infierno.»
21
«Por los recintos todos de aquel reino
doliente, aquí he llegado
‑respondió-
y, enviado del cielo, con él
vengo.
24
Perdí, no por hacer, mas por no hacer,
25[L507]
el ver el alto sol que tú deseas,
pues que fue tarde por mí
conocido.
27
No entristecen martirios aquel sitio
sino tinieblas sólo; y los lamentos
no suenan como ayes, son suspiros.
30
Allí estoy con los niños inocentes
del diente de la muerte antes mordidos
que de la humana culpa fueran
libres.
33
Con aquellos estoy que las tres santas
virtudes no vistieron, mas sin vicio
supieron y siguieron las
restantes.
36
Mas si sabes y puedes, un indicio
danos, con que poder llegar más pronto
a donde el purgatorio da
comienzo.»
39
Respondió: «Un lugar fijo no me han
puesto;
40[L508]
y me es licito andar por todos lados;
te acompaño cual gu(a mientras
pueda.
42
Pero contempla cómo cae el día,
y subir por la noche no se puede;
será bueno pensar en un refugio.
45
A la derecha hay almas retiradas;
si lo permites, a ellas te conduzco,
y te dará placer el conocerlas.
48[L509]
«¿Cómo es eso? ‑repuso‑ ¿quien quisiese
subir de noche, se lo impediría
alguno, o es que él mismo no
pudiera?
51
Y el buen Sordello en tierra pasó el
dedo
diciendo: «¿Ves?, ni siquiera esta raya
pasarías después de que anochezca:
54
no porque haya otra cosa que te impida
subir, sino las sombras de la noche;
que, de impotencia, quitan los
deseos.
57
Con ellas bien podrías descender
y caminar en torno de la cuestra,
mientras que al día encierra el
horizonte.»
60[L510]
Entonces mi señor, casi admirado,
61[L511]
«llévanos ‑dijo‑ donde nos contaste,
pues podrá ser gozosa la demora».
63
De allí poco alejados estuvimos,
cuando noté que el monte estaba
hendido,
del modo como un valle aquí los
hiende.
66
«Allí ‑dijo la sombra‑, marcharemos
donde la cuesta hace de sí un regazo;
y esperaremos allí el nuevo día.»
69
Entre llano y pendiente, un tortuoso
camino nos condujo hasta la parte
del valle de laderas menos altas.
72
Oro, albayalde, grana y plata fina,
indigo, leño lúcido y sereno,
fresca esmeralda al punto en que se
quiebra,
75
por las hierbas y flores de aquel
valle,
sus colores serían derrotados,
como el mayor derrota al más
pequeño.
78
No pintó solamente alll natura,
mas con la suavidad de mil olores,
incógnito, indistinto, uno creaba.
81
Salve Regina, sobre hierba y flores
82[L512]
sentadas, vi a unas almas que cantaban,
que no vimos por fuera de aquel
valle.
84
«Antes que el poco sol vuelva a su nido
‑comenzó nuestro guta el
Mantuano-
no pretendáis que entre esos os
conduzca.
87
Mejor desde esta loma las acciones
y los rostros veréis de cada uno,
que mezclados con ellos allá
abajo.
90[L513]
Quien más alto se sienta y que parece
91[L514]
desatender aquello que debiera,
y no mueve la boca con los otros,
93
Rodolfo fue, que pudo, con su imperio,
sanar las plagas que han matado a
Italia,
y así tarde el remedio de otros
llega.
96[L515]
Aquel que le consuela con la vista,
97[L516]
rigió la tierra donde el agua nace
que al Albia el Molda, el Albia al mar
se lleva.
99
Otocar se llamó, y desde la infancia
fue mejor que el barbudo Wenceslao,
su hijo que lujuria y ocio pace.
102[L517]
Y aquel chatito que charla muy junto
103[L518]
con aquel de un aspecto tan benigno,
104[L519]
murió escapando y desflorando el
lirio:
105
¡Ved allí cómo el pecho se golpea!
Mirad al otro que ha hecho a su mano
de su mejilla, suspirando, lecho.
108
Del mal de Francia son el padre y
suegro:
109[L520]
saben su villa sucia y enviciada;
de esto viene el dolor que les
lancea.
111
Aquel tan corpulento que acompasa
112[L521]
su canto con aquel tan narigudo,
113[L522]
de toda las virtudes ciñó cuerda;
114
y si rey después de él hubiera sido
el jovencito sentado detrás,
116[L523]
iría la virtud de vaso en vaso.
117
No es lo mismo los otros herederos;
118[L524]
tienen el trono Jaime y Federico;
mas el lote mejor ninguno tiene.
120
Raras veces renace por las ramas
la probidad humana; y esto quiere
quien la otorga, para que la
pidamos.
123[L525]
También esto concierne al narigudo
124[L526]
y no menos que a Pedro, con quien
canta,
de quien Pulla y Provenza se
lamentan.
126
Tan inferior la planta es a su grano,
127[L527]
cuanto, más que Beatriz y Margarita,
Constanza del marido se envanece.
129
Mirad al rey de la vida sencilla
130[L528]
sentado aparte, Enrique de Inglaterra:
el vástago mejor tiene en sus
ramas.
132
Aquel que está más bajo echado en
tierra,
133[L529]
mirando arriba, es Guillermo el
marqués,
por quien a Alejandría y sus batallas
135
lloran el Canavés y Monferrato.
CANTO VIII
Era la hora en que quiere el deseo
enternecer el pecho al navegante,
cuando de sus amigos se despide;
3
y que de amor el nuevo peregrino
sufre, si escucha lejos una esquila,
que parece llorar el día muerto;
6
cuando yo comencé a dejar de oír,
y a mirar hacia un alma que se alzaba
pidiendo con la mano que la
oyeran.
9
Juntó y alzó las palmas, dirigiendo
los ojos hacia oriente, de igual modo
que si dijese a Dios: «Sólo en ti
pienso.»
12
Con tanta devoción Te lucis ante
13[L530]
le salió de la boca en dulces notas,
que le hizo a mi mente enajenarse;
15
y las otras después dulces y pías
seguir tras ella, completando el himno,
puestos los ojos en la extrema
esfera.
18
A la verdad aguza bien los ojos,
19[L531]
lector, que el velo ahora es tan sutil,
que es fácil traspasarlo
ciertamente.
21
Yo aquel gentil ejército veía
callado luego contemplar el suelo,
como esperando pálido y humilde;
24
y vi salir de lo alto y descender
dos ángeles con dos ardientes gladios
26[L532]
truncos y de la punta
desprovistos.
27
Verdes como las hojas más tempranas
sus ropas eran, y las verdes plumas
por detrás las batfan y aventaban.
30
Uno se puso encima de nosotros,
y bajó el otro por el lado opuesto,
tal que en medio las gentes se
quedaron.
33
Bien distinguía su cabeza rubia;
mas su rostro la vista me turbaba,
cual facultad que a demasiado
aspira.
36
«Vinieron del regazo de María
‑dijo Sordello‑ a vigilar el valle,
por la serpiente que vendrá muy
pronto.»
39
Y yo, que no sabía por qué sitio,
me volví alrededor y me estreché
a las fieles espaldas, todo
helado.
42
«Ahora bajemos ‑añadió
Sordello-
entre las grandes sombras para
hablarles;
pues el veros muy grato habrá de
serles.»
45
Sólo tres pasos creo que había dado
y abajo estuve; y vi a uno que miraba
47[L533]
hacia mí, pareciendo conocerme.
48
Tiempo era ya que el aire oscureciera,
mas no tal que sus ojos y los míos
lo que antes se ocultaba no
advirtiesen.
51
Hacia mí vino, y yo me fui hacia él:
cuánto me complació, gentil juez Nino,
cuando vi que no estabas con los
reos.
54
Ningún bello saludo nos callamos
luego me preguntó: « ¿Cuándo llegaste
al pie del monte por lejanas
aguas?»
57
«Oh ‑dije‑ vine por los tristes reinos
esta mañana, en mi primera vida,
aunque la otra, andando así,
pretendo.»
60
Y cuando fue escuchada mi respuesta,
Sordello y él se echaron hacia atrás
como gente de súbito turbada.
63[L534]
Volvióse uno a Virgilio, el otro a
alguien
64[L535]
sentado allí y gritó: «¡Mira, Conrado!
ven a ver lo que Dios por gracia
quiere.»
66
Y vuelto a mí: « Por esa rara gracia
que debes al que de ese modo esconde
sus primeros porqués, que no se
entienden,
69
cuando hayas vuelto a atravesar las
ondas
di a mi Giovanna que en mi nombre
implore,
71[L536]
en donde se responde a la
inocencia.
72
No creo que su madre ya me ame
73[L537]
luego que se cambió las blancas tocas,
que conviene que, aún, ¡pobre!, las
quisiera.
75
Por ella fácilmente se comprende
cuánto en mujer el fuego de amor dura,
si la vista o el tacto no lo
encienden.
78
Tan bella sepultura no alzaría
79[L538]
la sierpe del emblema de Milán,
como lo haría el gallo de
Gallura.»
81
Así dijo, y mostraba señalado
su aspecto por aquel amor honesto
que en el pecho se enciende con
mesura.
84
Yo alzaba ansioso al cielo la mirada,
adonde son más tardas las estrellas,
como la rueda más cercana al eje.
87
Y mi guía: « ¿Qué miras, hijo, en lo
alto?»
Y yo le dije: «Aquellas tres antorchas
por las que el polo todo hasta aquí
arde.»
90[L539]
Y él respondió: « Las cuatro estrellas
claras
que esta mañana vimos, han bajado
y éstas en su lugar han ascendido»
93
Mientras hablaba cogióle Sordello
diciendo: «Ved allá a nuestro
adversario»;
y para que mirase alzó su dedo.
96
De aquella parte donde se abre el valle
había una serpiente, acaso aquella
que le dio a Eva el alimento
amargo.
99
Entre flores y hierba iba el reptil,
volviendo la cabeza, y sus espaldas
lamiendo como bestia que se
limpia.
102
Yo no lo vi, y por eso no lo cuento,
qué hicieron los azores celestiales;
pero bien vi moverse a uno y a
otro.
105
Al escuchar hendir las verdes alas,
escapó la serpiente, y regresaron
a su lugar los ángeles a un
tiempo.
108
La sombra que acercado al juez se había
109[L540]
cuando este la llamó, mientras la lucha
no dejó ni un momento de mirarme.
111
« Así la luz que a lo alto te conduce
encuentre en tu servicio tanta cera,
cuanta hasta el sumo esmalte
necesites,
114
‑comenzó‑ si noticia verdadera
de Val de Magra o de parte vecina
conoces, dímela, que allí fui
grande.
117
Me llamaba Corrado Malaspina;
no el antiguo, sino su descendiente;
119[L541]
a mis deudos amé, y he de
purgarlo.
120[L542]
«Oh ‑yo le dije‑ por vuestras comarcas
121[L543]
no estuve nunca; pero no hay un sitio
en toda Europa que las desconozca.
123
La fama con que se honra vuestra casa,
124[L544]
celebra a los señores y a sus tierras,
tal que sin verlas todos las
conocen.
126
Y yo os juro que, así vuelva yo arriba,
vuestra estirpe honorable no desdora
el precio de la bolsa y de la
espada.
129
Uso y natura así la privilegian,
130[L545]
que aunque el malvado jefe tuerza el
mundo,
131[L546]
derecha va y desprecia el mal
camino.»
132
y él: «Marcha pues, que el sol no ha de
ocupar
133[L547]
siete veces el lecho que el Carnero
cubre y abarca con sus cuatro
patas,
135
sin que esta opinión tuya tan cortés
claven en tu cabeza con mayores
clavos que las palabras de los otros,
138
si el transcurrir dispuesto no se
para.»
CANTO IX
Del anciano Titón la concubina
emblanquecía en el balcón de oriente,
fuera ya de los brazos de su
amigo;
3[L548]
en su frente las gemas relucían
puestas en forma del frío animal
que con la cola a la gente golpea;
6
la noche, de los pasos con que
asciende,
dos llevaba en el sitio en donde
estábamos,
y el tercero inclinaba ya las
alas;
9[L549]
cuando yo, que de Adán algo conservo,
adormecido me tumbé en la hierba
donde los cinco estábamos
sentados.
12[L550]
Cuando a sus tristes layes da comienzo
la golondrina al tiempo de alborada,
acaso recordando el primer llanto,
15[L551]
y nuestra mente, menos del pensar
presa, y más de la carne separada,
casi divina se hace a sus
visiones,
18
creí ver, en un sueño, suspendida
un águila en el cielo, de áureas
plumas,
con las alas abiertas y dispuesta
21
a descender, allí donde a los suyos
dejara abandonados Ganimedes,
arrebatado al sumo consistorio.
24[L552]
¡Acaso caza ésta por costumbre
aquí –pensé-, y acaso de otro sitio
desdeña arrebatar ninguna presa!
27
Luego me pareció que, tras dar vueltas,
terrible como el rayo descendía,
y que arriba hasta el fuego me
llevaba.
30[L553]
Allí me pareció que ambos ardíamos;
y el incendio soñado me quemaba
tanto, que el sueño tuvo que
romperse.
33
No de otro modo se inquietara Aquiles,
volviendo en torno los despiertos ojos
y no sabiendo dónde se encontraba,
36
cuando su madre de Quirón a Squira
en sus brazos dormido le condujo,
donde después los griegos lo
sacaron;
39[L554]
cual yo me sorprendí, cuando del rostro
40[L555]
el sueño se me fue, y me puse pálido,
como hace el hombre al que el espanto
hiela.
42
Sólo estaba a mi lado mi consuelo,
y el sol estaba ya dos horas alto,
44[L556]
y yo la cara al mar tenía vuelta.
45
«No tengas miedo ‑mi señor me dijo‑;
cálmate, que a buen puerto hemos
llegado;
no mengües, mas alarga tu
entereza.
48
Acabas de llegar al Purgatorio:
ve la pendiente que en redor le cierra;
y ve la entrada en donde se
interrumpe.
51
Antes, al alba que precede al día,
cuando tu alma durmiendo se encontraba,
sobre las flores que aquel sitio
adornan,
54[L557]
vino una dama, y dijo: «Soy Lucía;
deja que tome a éste que ahora duerme;
así le haré más fácil el camino.»
57
Sordello se quedó, y las otras formas;
Te cogió y cuando el día clareaba,
vino hacia arriba y yo tras de tus
pasos.
60
Te dejó aquí, mas me mostraron antes
sus bellos ojos esa entrada; y luego
ella y tu sueño a una se
marcharon.»
63
Como un hombre que sale de sus dudas
y que cambia en sosiego sus temores,
después que la verdad ha
descubierto,
66
cambié yo; y como sin preocupaciones
me vio mi guía, por la escarpadura
anduvo, y yo tras él hacia lo
alto.
69
Lector, observarás cómo realzo
mis argumentos, y aún con más arte
si los refuerzo, no te maravilles.
72
Nos acercamos hasta el mismo sitio
que antes me había parecido roto,
como una brecha que un muro
partiera,
75
vi una puerta, y tres gradas por debajo
para alcanzarla, de colores varios,
y un portero que aún nada había
dicho.
78[L558]
Y como yo aún los ojos más abriera,
le vi sentado en la grada más alta,
con tal rostro que no pude
mirarlo;
81
y una espada tenía entre las manos,
que los rayos así nos reflejaba,
que en vano a ella dirigí mi
vista.
84
«Decidme desde allí: ¿Qué deseáis
‑él comenzó a decir‑ ¿y vuestra
escolta?
No os vaya a ser dañosa la
venida.»
87
«Una mujer del cielo, que esto sabe,
‑le respondió el maestro‑ nos ha dicho
antes, id por allí, que está la
puerta.»
90
«Y ella bien ha guiado vuestros pasos
‑cortésmente el portero nos repuso‑:
venid pues y subid los escalones.
93
Allí subimos; y el primer peldaño
94[L559]
era de mármol blanco y tan pulido,
que en él me espejeé tal como era.
96
Era el segundo oscuro más que el perso
hecho de piedra áspera y reseca,
agrietado a lo largo y a lo ancho.
99
El tercero que encima descansaba,
me pareció tan llameante pórfido,
cual la sangre que escapa de las
venas.
102
Encima de éste colocaba el ángel
de Dios, sus plantas, al umbral
sentado,
que piedra de diamante parecía.
105[L560]
Por los tres escalones, de buen grado,
el guía me llevó, diciendo: «Pide
humildemente que abran el
cerrojo.»
108
A los pies santos me arrojé devoto;
y pedí que me abrieran compasivos,
mas antes di tres golpes en mi
pecho.
111
Siete P, con la punta de la espada,
112[L561]
en mi frente escribió: «Lavar procura
estas manchas ‑me dijo‑ cuando
entres.»
114
La ceniza o la tierra seca eran
115[L562]
del color mismo de sus vestiduras;
y de debajo se sacó dos llaves.
117[L563]
Era de plata una y la otra de oro;
con la blanca y después con la amarilla
algo que me alegró le hizo a la
puerta.
120
«Cuando cualquiera de estas llaves
falla,
y no da vueltas en la cerradura
‑dijo él‑ esta entrada no se abre.
123
Más rica es una; pero la otra, antes
de abrir, requiera más ingenio y arte,
porque es aquella que el nudo
desata.
126
Me las dio Pedro; y díjome que errase
antes en el abrirla que en cerrarla,
mientras la gente en tierra se
prosterne.»
129[L564]
Después empujó la puerta sagrada,
diciéndonos: «Entrad, pero os advierto
que vuelve afuera aquel que atrás
mirase.»
132[L565]
Y al girar en sus goznes las esquinas
de aquellas sacras puertas, que de
fuertes
y sonoros metales están hechas,
135
no rechinó ni se mostró tan dura
Tarpeya, cuando al bueno de Metelo
la arrebataron, y quedó arruinada.
138[L566]
Yo me volví con el sonar primero,
y Te Deum Laudamus parecía
140[L567]
escucharse en la voz y en dulces
sones.
141
Tal imagen al punto me venía
de lo que oía, como la que suele
cuando cantar con órgano se escucha;
144
que ahora no, que ahora sí, se entiende
el texto.
CANTO X
Y al cruzar el umbral de aquella puerta
que el mal amor del alma hace tan rara,
pues que finge derecho el mal
camino,
3
resonando sentí que la cerraban;
y si la vista hubiese vuelto a ella,
¿con qué excusara falta semejante?
6[L568]
Ascendimos por una piedra hendida,
que se movía de uno y de otro lado
como la ola que huye y se aleja.
9
«Aquí es preciso usar de la destreza
‑dijo mi guía‑ y que nos acerquemos
aquí y allá del lado que se
aparta.»
12[L569]
Y esto nos hizo retardar el paso,
tanto que antes el resto de la luna
volvió a su lecho para cobijarse,
15
que aquel desfiladero abandonásemos;
16[L570]
mas al estar ya libres y a lo abierto,
donde el monte hacia atrás se
replegaba,
18
cansado yo, y los dos sobre la ruta
inciertos, nos paramos en un sitio
más solo que un camino en el
desierto.
21
Desde el borde que cae sobre el vacío,
al pie del alto farallón que asciende,
tres veces mediría el cuerpo
humano;
24
y hasta donde alcanzaba con los ojos,
por el derecho y el izquierdo lado,
esa cornisa igual me parecía.
27
Nuestros pies no se habían aún movido
cuando noté que la pared aquella,
que no daba derecho de subida,
30[L571]
era de mármol blanco y adornado
con relieves, que no ya a Policleto,
32[L572]
a la naturaleza vencerían.
33
El ángel que a la tierra trajo anuncio
de aquella paz llorada tantos años,
que abrió los cielos tras veto tan
largo,
36
tan verdadero se nos presentaba
aquí esculpido en gesto tan suave,
que imagen muda no nos parecía.
39
Jurado habria que él decía: «¡Ave!»
porque representada estaba aquella
que tiene llave del amor supremo;
42
e impresas en su gesto estas palabras
“Ecce ancilla Dei”, del modo
con que en cera se imprime una
figura.
45
«En un lugar tan sólo no te fijes
‑dijo el dulce maestro, que en el lado
donde se tiene el corazón me puso.
48
Por lo que yo volví la vista, y vi
tras de María, por aquella parte
donde se hallaba quien me dirigía,
51
otra historia en la roca figurada;
y me acerqué, cruzando ante Virgilio,
para verla mejor ante mis ojos.
54
Allí en el mismo mármol esculpido
55[L573]
estaban carro y bueyes con el arca
que hace temible el no mandado
oficio.
57
Delante había gente; y toda ella
en siete coros, que mis dos sentidos
uno decía: «No», y otro: «Sí
canta.»
60[L574]
Y al igual con el humo del incienso
representado, la nariz y el ojo
entre el no y entre el sí tuvieron
pugna.
63
Ante el bendito vaso daba brincos
el humilde salmista arremangado,
más y menos que rey en ese
instante.
66
Frente a él, figurada en la azotea,
de un gran palacio, Micol se asombraba
como mujer despreciativa y triste.
69
Moví los pies del sitio en donde
estaba,
para ver otra historia más de cerca,
que detrás de Micol resplandecía.
72
Aquí estaba historiada la alta gloria
73[L575]
del principe romano, a quien Gregorio
hizo por sus virtudes victorioso;
75[L576]
hablo de aquel emperador Trajano;
y de una viuda que cogióle el freno,
de dolor traspasada y de sollozos.
78
Había en torno a él gran muchedumbre
de caballeros, y las águilas áureas
sobre ellos se movían con el
viento.
81
La pobrecilla entre todos aquellos
parecía decir: «Dame venganza,
señor, de mi hijo muerto, que me
aflige.»
84
Y él que le contestaba: «Aguarda ahora
a mi regreso»; y ella: « Señor mío
‑como alguien del dolor
impacientado‑,
87
¿y si no vuelves?» y él: «Quien en mi
puesto
esté, lo hará»; y ella: « El bien que
otro haga
¿qué te importa si el tuyo has
olvidado?»
90
Por lo cual él: «Consuélate; es preciso
que cumpla mi deber antes de irme:
la piedad y justicia me retienen.»
93[L577]
Aquel que nunca ha visto cosas nuevas
94[L578]
fue quien produjo aquel hablar visible,
nuevo a nosotros pues que aquí no se
halla.
96
Mientras yo me gozaba contemplando
los simulacros de humildad tan grande,
más gratos aún de ver por su
artesano,
99
«Por acá vienen, mas con lentos pasos
‑murmuraba el poeta‑ muchas gentes:
éstas podrán llevamos más arriba.»
102[L579]
Mis ojos, que en mirar se complacían
por ver lá novedad que deseaban,
en volverse hacia él no fueron
lentos.
105
Mas no quiero lector desanimarte
de tus buenos propósitos si escuchas
cómo desea Dios cobrar las deudas.
108
No atiendas a la forma del martirio:
piensa en lo que vendrá; y que en el
peor caso,
110[L580]
no irá más lejos de la gran
sentencia.
111[L581]
Yo comencé: «Maestro, lo que veo
venir aquí, personas no parecen,
y no sé qué es: turbada está mi
vista.»
114
Y aquel: «La condición abrumadora
de su martirio a tierra les inclina,
y aun mis ojos dudaron al
principio.
117
Mas mira fijamente, y desentraña
quiénes vienen debajo de esas peñas:
podrás verlos a todos doblegados.»
120[L582]
Oh soberbios cristianos, infelices,
que enfermos de la vista de la mente,
la fe ponéis en pasos que atrás
vuelven,
123
¿no comprendéis que somos los gusanos
de quien saldrá la mariposa angélica
que a la justicia sin reparos
vuela?
126
¿de qué se ensorberbecen vuestras
almas,
si cual insectos sois defectuosos,
gusanos que no llegan a formarse?
129
Como por sustentar suelo o tejado,
por ménsulas a veces hay figuras
cuyas rodillas llegan hasta el
pecho,
132
que sin ser de verdad causan angustia
verdadera en aquellos que las miran;
así los vi al mirarles más atento.
135
Cierto que más o menos contraídas,
según el peso que portando estaban;
y aún aquel más paciente parecía
138
decir llorando: «Ya no lo
resisto.»
CANTO XI
«Oh padre nuestro, que estás en los
cielos,
1[L583]
no circunscrito, sino por más grande
2[L584]
amor que a tus primeras obras
tienes,
3
alabados tu nombre y tu potencia
sean de cualquier hombre, como es justo
darle gracias a tu dulce vapor.
6[L585]
De tu reino la paz venga a nosotros,
que nosotros a ella no alcanzarnos,
si no viene, con todo nuestro
esfuerzo.
9
Como por gusto suyo hacen los ángeles,
cantando osanna, a ti los
sacrificios,
hagan así gustosos los humanos.
12
El maná cotidiano danos hoy,
sin el cual por este áspero desierto
quien más quiere avanzar más
retrocede.
15
Y al igual que nosotros las ofensas
perdonamos a todos, sin que mires
el mérito, perdónanos, benigno.
18
Nuestra virtud que cae tan prontamente
no ponga a prueba el antiguo enemigo,
mas líbranos de aquel que así la
hostiga.
21
Esta última plegaria, amado Dueño.
no se hace por nosotros, ni hace falta,
mas por aquellos que detrás
quedaron.»
24[L586]
Para ellas y nosotros buen camino
pidiendo andaban esas sombras, bajo
un peso igual al que a veces se
sueña,
27
angustiadas en formas desiguales
y en la primera cornisa cansadas,
purgando las calígines del mundo.
30[L587]
Si allí bien piden siempre por
nosotros,
¿aquí qué hacer y qué pedir podrían
los que en Dios han echado sus
raíces?
33
Debemos ayudarles a lavarse
las manchas, tal que puros y ligeros
puedan ganar las estrelladas
ruedas.
36
«Ah, la justicia y la Piedad os libren
pronto, tal que podáis mover las alas,
que os conduzcan según vuestros
deseos:
39
mostradnos por qué parte a la escalera
más rápido se va; y, si hay más
caminos,
enseñadnos aquel menos pendiente;
42
pues a quien me acompaña, por la carga
de la carne de Adán con que se viste,
contra su voluntad, subir le
cuesta.»
45
Las palabras que respondieron a éstas
que había dicho aquel que yo seguía,
47[L588]
de quién vinieran no lo supe; pero
48
dijeron: «Por la orilla a la derecha
veniros, y hallaremos algún paso
que lo pueda subir un hombre vivo.
51
Y si no fuese un estorbo la piedra
que mi cerviz soberbia doma, y tengo
por esto que llevar el rostro
gacho,
54
a aquel que vive aún y no se nombra,
miraría por ver si lo conozco,
para hacer que este peso
compadezca.
57
Latino fui, de un gran toscano hijo:
58[L589]
Giuglielrno Aldobrandeschi fue mi
padre;
no sé si conocéis el nombre suyo.
60
La sangre antigua y las gloriosas obras
de mis mayores, arrogancia tanta
me dieron, que ignorando a nuestra
madre
63
común, todos los hombres despreciaba
y por ello morí; sábenlo en Siena,
y en Campagnático todos los niños.
66
Soy Omberto; y no sólo la soberbia
me dañó a mí‑, que a todos mis
parientes
ha arrastrado consigo a la
desgracia.
69
Y aquí es preciso que este peso lleve
por ella, hasta que Dios se satisfaga:
Pues no lo hice de vivo, lo hago
muerto.»
72
Incliné al escucharle la cabeza;
73[L590]
y uno de ellos, no aquel que había
hablado,
se volvió bajo el peso que
llevaba,
75[L591]
y me llamó al mirarme y conocerme,
con los ojos fijados con gran pena,
pues andaba inclinado junto a
ellos.
78
«Oh ‑yo le dije‑‑ ¿No eres Oderisi,
honra de Gubbio, y honra de aquel arte
que se llama en París iluminar?»
81
«Hermano ‑‑dijo‑‑‑ ríen más las cartas
que ahora ilumina Franco, el de
Bolonia;
83[L592]
suyo es todo el honor, y en parte,
mío.
84
No hubiera sido yo tan generoso
mientras vivía, por el gran deseo
de superar a todos que albergaba.
87
De tal soberbia pago aquí la pena;
y aun no estaría aquí de no haber sido
que, pudiendo pecar, volvíme a
Dios.
90[L593]
¡Oh, vana gloria del poder humano!
¡qué poco dura el verde de la cumbre,
si no le sigue un tiempo
decadente!
93[L594]
Creisteis que en pintura Cimabue
94[L595]
tuviese el campo, y es de Giotto ahora,
y la fama de aquel ha oscurecido.
96
Igual un Guido al otro le arrebata
la gloria de la lengua; y nació acaso
el que arroje del nido a uno y a
otro.
99
No es el ruido mundano más que un soplo
de viento, ahora de un lado, ahora del
otro,
y muda el nombre como cambia el
rumbo.
102
¿Qué fama has de tener, si viejo
apartas
de ti la carne, como si murieras
antes de abandonar el sonajero,
105[L596]
cuando pasen mil años? Pues es corto
ese espacio en lo eterno, más que un
guiño
en el más tardo giro de los
cielos.
108[L597]
Aquel que va delante tan despacio
109[L598]
de mí, en Toscana entera era famoso;
y de él en Siena apenas
cuchichean,
111
en donde era señor cuando abatieron
la rabia florentina, que soberbia
fue en aquel tiempo tal como ahora es
puta.
114[L599]
Color de hierba es vuestra nombradía,
que viene y va, y el mismo la marchita
que la hace brotar verde de la
tierra.»
117[L600]
Y yo le dije: «Tu verdad me empuja
a la humildad, y abate mi soberbia;
pero quién es aquel de quien
hablabas?»
120
«Es ‑respondió‑‑ Provenzano Salviati:
y está aquí porque tuvo pretensiones
de llevar Siena entera entre sus
manos.
123
Anduvo así y aún anda, sin descanso,
desde su muerte: tal moneda paga
aquel que en vida a demasiado
aspira.»
126
Y yo: «Si aquel espíritu que deja
arrepentirse al fin de su existencia,
queda abajo y no sube sin la ayuda
129
de una buena oración, antes que pase
un tiempo semejante al que ha vivido,
¿Cómo le consintieron que
viniese?»
132
«Cuando vivía más glorioso –dijo-,
133[L601]
en la plaza de Siena libremente
vencida su vergüenza, se plantó
135
y allí para salvar a cierto amigo,
en la prisión de Carlos condenado,
de tal modo actuó que tembló
entero.
138
Más no diré y oscuro sé que hablo;
pero dentro de poco, tus vecinos
140[L602]
harán de modo que glosarlo puedas.
141
Esta acción le sacó de esos
confines.»
CANTO XII
A la par, como bueyes en la yunta,
con el alma cargada caminaba,
mientras lo consintió mi pedagogo.
3
Mas cuando dijo: «Déjale y avanza;
que es menester que con alas y remos
empuje su navío cada uno»,
6
enderecé, cual para andar conviene
el cuerpo todo, mas los pensamientos
se me quedaron sencillos y
humildes.
9
Me puse a andar, y seguía con gusto
los pasos del maestro, y ambos dos
de ligereza hacíamos alarde;
12
y él dijo: «vuelve al suelo la mirada,
pues para caminar seguro es bueno
ver el lugar donde las plantas
pones».
15
Como, para dejar memoria de ellos,
sobre las tumbas en tierra excavadas
está escrito quién era cuando
vivo,
18
y de nuevo se llora muchas veces
por el aguijoneo del recuerdo,
que tan sólo espolea a los
piadosos;
21
con mayor semejanza, pues tal era
el artificio, lleno de figuras
vi aquel camino que en el monte
avanza.
24
Veía a aquél que noble fue creado
25[L603]
más que criatura alguna, de los cielos
como un rayo caer, por una parte.
27
Veía a Briareo, que yacía
28[L604]
en otra, de celeste flecha herido,
por su hielo mortal grave a la
tierra.
30
Veía a Marte, a Palas y a Timbreo,
31[L605]
aún armados en tomo de su padre,
mirando a los Gigantes
desmembrados.
33
Veía al pie, a Nemrot, de la gran obra
34[L606]
ya casi enloquecido, contemplando
los que en Senar con él fueron
soberbios.
36
¡Oh Niobe, con qué dolientes ojos
37[L607]
te veía grabada en el sendero,
entre tus muertos siete y siete
hijos!
39
¡Oh Saúl, cómo con la propia espada
40[L608]
en Gelboé ya muerto aparecías,
que no sentiste lluvia ni rocío!
42
Oh loca Aracne, así pude mirarte
43[L609]
ya medio araña, triste entre los restos
de la obra que por tu mal hiciste.
45
Oh Roboán, no parece que asuste
46[L610]
aquí tu efigie; mas lleno de espanto
le lleva un carro, sin que le eche
nadie.
48
Mostraba aún el duro pavimento
como Alcmeón a su madre hizo caro
50[L611]
aquel adorno tan desventurado.
51
Mostraba cómo se lanzaron sobre
Senaquerib sus hijos en el templo,
53[L612]
y cómo, muerto, allí lo
abandonaron.
54
Mostraba el crudo ejemplo y la ruina
que hizo Tamiris cuando dijo a Ciro:
56[L613]
«tuviste sed de sangre y te doy
sangre».
57
Mostraba cómo huyeron derrotados,
tras morir Holofernes, los asirios,
59[L614]
y también de su muerte los
despojos.
60
Veía a Troya en ruinas y en cenizas;
61[L615]
¡oh Ilión, cuán abatida y despreciable
mostrábate el relieve que veíal
63
¿Qué pincel o buril allí trazara
las sombras y los rasgos, que admirarse
harían a cualquier sutil ingenio?
66
Muertos tal muertos, vivos como vivos:
no vio mejor que yo quien vio de veras,
cuanto pisaba, al ir mirando el
suelo.
69
¡Ah, caminad soberbios y altaneros,
hijos de Eva, y no inclinéis el rostro
para poder mirar el mal camino!
72
Mas al monte la vuelta habíamos dado,
y su camino el sol más recorrido
de lo que mi alma absorta
calculaba,
75
cuando el que atento siempre caminaba
delante, dijo: «Alza la cabeza,
ya no hay más tiempo para ir tan
absorto.
78
Mira un ángel allí que se apresura
79[L616]
por venir a nosotros; ve que vuelve
la esclava sexta del diario
oficio.
81[L617]
De reverencia adorna rostro y porte,
para que guste arriba conducirnos;
piensa que ya este día nunca
vuelve.»
84
Acostumbrado estaba a sus mandatos
de no perder el tiempo, así que en esa
materia no me hablaba oscuramente.
87
El bello ser, de blanco, se acercaba,
con el rostro cual suele aparecer
tremolando la estrella matutina.
90
Abrió los brazos, y después las alas;
dijo: «Venid, cercanos los peldaños
están y ya se sube fácilmente.
93
Muy pocos a esta invitación alcanzan:
oh humanos que nacisteis a altos
vuelos,
¿cómo un poco de viento os echa a
tierra?»
96[L618]
A la roca cortada nos condujo;
allí batió las alas por mi frente,
y prometió ya la marcha segura.
99
Como al subir al monte, a la derecha,
100[L619]
en donde está la iglesia que domina
la bien guiada sobre el Rubaconte,
102
del subir se interrumpe la fatiga
por escalones que se construyeron
cuando sumario y pesas eran
ciertos;
105
tal se suaviza aquella ladera
que cae a plomo del otro repecho;
mas rozando la piedra a un lado y
otro.
108
Al dirigirnos por ese camino
Beati pauperes spiritu, de un modo
110[L620]
inefable cantaban unas voces.
111
Ah qué distintos eran estos pasos
de aquellos del infierno: aquí con
cantos
se entra y allí con feroces
lamentos.
114
Por los santos peldaños ya subíarnos
y bastante más leve me encontraba,
de lo que en la llanura parecía.
117
Por lo que yo: «Maestro ¿qué pesada
carga me han levantado, que ninguna
fatiga casi tengo caminando?»
120
Él respondió: «Cuando las P que quedan
aún en tu rostro a punto de borrarse,
estén, como una de ellas,
apagadas,
123
tan vencidos los pies de tus deseos
estarán, que no sólo sin fatiga,
sino con gozo arriba han de
llevarte.»
126
Entonces hice como los que llevan
en la cabeza un algo que no saben,
y sospechan por gestos de los
otros;
129
y por lo cual se ayudan con la mano,
que busca y halla y cumple así el
oficio
que no pudiera hacerlo con la
vista;
132
extendiendo los dedos de la diestra,
sólo encontré seis letras, que en mi
frente
el de la llave habíame grabado:
135
y viendo esto sonrió mi
guía.
CANTO XIII
Llegarnos al final de la escalera,
1[L621]
donde por vez segunda se recoge
el monte, que subiendo purifica.
3
Allí del núsmo modo una cornisa,
igual que la primera, lo rodea;
sólo que el giro se completa
antes.
6
No había sombras ni señales de ellas:
liso el camino y lisa la muralla,
del lívido color de los roquedos.
9
«Si, para preguntar, gente esperarnos
‑‑me decía el poeta‑‑ mucho temo
que se retrase nuestra decisión.»
12
Luego en el sol clavó los ojos fijos;
de su diestra hizo centro al
movimiento,
y se volvió después hacia la
izquierda.
15
«Oh dulce luz en quien confiado entro
por el nuevo camino, llévanos
‑decía‑ cual requiere este paraje.
18
Tú calientas el mundo, y sobre él
luces:
si otra razón lo contrario no manda,
serán siempre tus rayos nuestro
guía.»
21
Cuanto por una milla aquí se cuenta,
tanto en aquella parte caminamos
al poco, pues las ganas acuciaban;
24
y sentimos volar hacia nosotros
espíritus sin verlos, que invitaban
cortésmente a la mesa del amor.
27
La voz primera que pasó volando
28[L622]
“Vinum non habent” dijo claramente,
y tras nosotros lo iba repitiendo.
30[L623]
Y aún antes de perderse por completo
al alejarse, otra: «Soy Orestes»
pasó gritando igual sin detenerse.
33
Yo dije: «Oh padre ¿qué voces son
éstas?»
Y escuché al preguntarlo una tercera
diciendo: «Amad a quien el mal os
hizo.»
36[L624]
Y el buen maestro «Azota esta cornisa
la culpa de la envidia, mas dirige
la caridad las cuerdas del
flagelo.
39
Su freno quiere ser la voz contraria:
y podrás escucharla, según creo,
antes que el paso del perdón
alcances.
42
Mas con fijeza mira, y verás gente
que está sentada enfrente de nosotros,
apoyada a lo largo de la roca.»
45
Abrí entonces los ojos más que antes;
miré delante y sombras vi con mantos
del color de la piedra no
distintos.
48
Y al haber avanzado un poco más,
oí gritar: «María, por nosotros
ruega» y «Miguel» y «Pedro» y «Santos
todos».
51
No creo que ahora existe por la tierra
hombre tan duro, a quien no le moviese
a compasión lo que después yo vi;
54
pues cuando estuve tan cercano de ellos
que sus gestos veía claramente,
grave dolor me vino por los ojos.
57
De cilicio cubiertos parecían
y uno aguantaba con la espalda al otro,
y el muro a todas ellas aguantaba.
60
Así los ciegos faltos de sustento,
piden limosna en días de indulgencia,
y la cabeza inclina uno sobre
otro,
63
por despertar piedad más prontamente,
no sólo por el son de las palabras,
mas por la vista que no menos
pide.
66
Y como el sol no llega hasta los
ciegos,
lo mismo aquí a las sombras de las que
hablo
no quería llegar la luz del cielo;
69
pues un alambre a todos les cosía
y horadaba los párpados, del modo
que al gavilán que nunca se está
quieto.
72[L625]
Al andar, parecía que ultrajaba
a aquellos que sin venne yo veía;
por lo cual me volví al sabio
maestro.
75
Él sabía que, aun mudo, deseaba
hablarle; y no esperando mi pregunta,
él me dijo: «Habla breve y
claramente.»
78
Virgilio caminaba por la parte
79[L626]
de la cornisa en que caer se puede,
pues ninguna baranda la rodea;
81
por la otra parte estaban las devotas
sombras, que por su horrible cosedura
lloraban y mojaban sus mejillas.
84
Me volví a ellas y: «Oh, gentes
confiadas
‑yo comencé‑‑ de ver la luz suprema
que vuestro desear sólo procura,
87
así pronto la gracia os vuelva limpia
vuestra conciencia, tal que claramente
por ella baje de la mente el río,
90
decidme, pues será grato y amable,
si hay un alma latina entre vosotros,
que acaso útil le sea el
conocerla.»
93
«Oh hermano todos somos ciudadanos
de una Ciudad auténtica; tú dices
95[L627]
que viviese en Italia peregrina.»
96
Esto creí escuchar como respuesta
un poco más allá de donde estaba,
por lo que procuré seguir oyendo.
99
Entre otras vi a una sombra que en su
aspecto
esperaba; y si alguno dice “¿Cómo?”,
alzaba la barbilla como un ciego.
102
«Alma que por subir te estás domando,
si eres ‑le dije ~ me respondiste,
haz que conozca tu nombre o tu
patria.»
105
«Yo fui Sienesa ‑repuso‑‑ y con estos
106[L628]
otros enmiendo aquí la mala vida,
pidiendo a Aquél que nos conceda el
verle.
108
No fui sabia, aunque Sapia me llamaron,
y fui con las desgracias de los otros
aún más feliz que con las dichas
mías.
111
Y para que no creas que te miento,
oye si fui, como te digo, loca,
ya descendiendo el arco de mis
años.
114
Mis paisanos estaban junto a Colle
115[L629]
cerca del campo de sus enemigos,
y yo pedía a Dios lo que El
quería.
117[L630]
Vencidos y obligados a los pasos
amargos de la fuga, al yo saberlo,
gocé de una alegría incomparable,
120
tanto que arriba alcé atrevido el
rostro
gritando a Dios: «De ahora no te temo»
como hace el mirlo con poca
bonanza.
123[L631]
La paz quise con Dios ya en el extremo
de mi vivir; y por la penitencia
no estaría cumplida ya mi deuda,
126
si no me hubiese Piero Pettinaio
recordado en sus santas oraciones,
128[L632]
quien se apiadó de mí caritativo.
129
¿Tú quién eres, que nuestra condición
vas preguntando, con los ojos libres,
como yo creo, y respirando
hablas?»
132
«Los ojos ‑‑‑dije acaso aquí me
cierren,
mas poco tiempo, pues escasamente
he pecado de haber tenido envidia.
135
Mucho es mayor el miedo que suspende
mi alma del tormento de allí abajo,
que ya parece pesarme esa carga.»
138[L633]
Y ella me dijo: «¿Quién te ha conducido
entre nosotros, que volver esperas?»
Y yo: «Este que está aquí sin decir
nada.
141
Vivo estoy; por lo cual puedes
pedirrne,
espíritu elegido, si es preciso
que allí mueva por ti mis pies
mortales.»
144
«Tan rara cosa de escuchar es ésta,
que es signo ‑‑dije,‑ de que Dios te
ama;
con tus plegarias puedes ayudarme.
147
Y te suplico, por lo que más quieras,
que si pisas la tierra de Toscana,
que a mis parientes mi fama
devuelvas.
150
Están entre los necios que ahora
esperan
151[L634]
en Talamón, y allí más esperanzas
perderán que en la busca de la Diana.
153
Pero más perderán los almirantes.
154[L635]
CANTO XIV
«¿Quién es éste que sube nuestro monte
antes de que la muerte alas le diera,
y abre los ojos y los cierra a
gusto?»
3
«No sé quién es, mas sé que no está
sólo;
interrógale tú que estás más cerca,
y recíbelo bien, para que hable.»
6
Así dos, apoyado uno en el otro,
7[L636]
conversaban de mí a mano derecha;
luego los rostros, para hablar
alzaron.
9
Y dijo uno: «Oh alma que ligada
al cuerpo todavía, al cielo marchas,
por caridad consuélanos y dinos
12
quién eres y de dónde, pues nos causas
con tu gracia tan grande maravilla,
cuanto pide una cosa inusitada.»
15
Y yo: «Se extiende en medio de Toscana
un riachuelo que nace en Falterona,
17[L637]
y no le sacian cien millas de
curso.
18
junto a él este cuerpo me fue dado;
decir quién soy sería hablar en balde,
pues mi nombre es aún poco
conocido.»
21[L638]
«Si he penetrado bien lo que me has
dicho
con mi intelecto ‑me repuso entonces
el que dijo primero‑ hablas del
Arno.»
24
Y el otro le repuso: «¿Por qué esconde
éste cuál es el nombre de aquel río,
cual hace el hombre con cosas
horribles?»
27
y la sombra de aquello preguntada
así le replicó: «No sé, mas justo
es que perezca de tal valle el
nombre;
30
porque desde su cuna, en que el macizo
31[L639]
del que es trunco el Peloro, tan
preñado
está, que en pocos sitios le
superan,
33
hasta el lugar aquel donde devuelve
lo que el sol ha secado en la marina,
de donde toman su caudal los ríos,
36[L640]
es la virtud enemiga de todos
y la huyen cual la bicha, o por
desgracia
del sitio, o por mal uso que los
mueve:
39[L641]
tanto han cambiado su naturaleza
los habitantes del mísero valle,
cual si hechizados por Circe
estuvieran.
42[L642]
Entre cerdos, más dignos de bellotas
que de ningún otro alimento humano,
su pobre curso primero endereza.
45[L643]
Chuchos encuentra luego, en la bajada,
46[L644]
pero tienen más rabia que fiereza,
y desdeñosa de ellos tuerce el
morro.
48
Va descendiendo; y cuanto más se
acrece,
halla que lobos se hicieron los perros,
50[L645]
esa maldita y desgraciada fosa.
51
Bajando luego en más profundos cauces,
52[L646]
halla vulpejas llenas de artimañas,
que no temen las trampas que las
cacen.
54
No callaré por más que éste me oiga;
55[L647]
y será al otro útil, si recuerda
56[L648]
lo que un veraz espíritu me ha
dicho.
57
Yo veo a tu sobrino que se vuelve
58[L649]
cazador de los lobos en la orilla
del fiero río, y los espanta a
todos.
60
Vende su carne todavía viva;
luego los mata como antigua fiera;
la vida a muchos, y él la honra se
quita.
63
Sangriento sale de la triste selva;
y en tal modo la deja, que en mil años
no tomará a su estado
floreciente.»
66
Como al anuncio de penosos males
se turba el rostro del que está
escuchando
de cualquier parte que venga el
peligro,
69
así yo vi turbar y entristecerse
a la otra alma, que vuelta estaba
oyendo,
cuando hubo comprendido las
palabras.
72
A una al oírla y a la otra al mirarla,
me dieron ganas de saber sus nombres,
e híceles suplicante mi pregunta;
75
por lo que el alma que me habló primero
volvió a decir: «Que condescienda
quieres
y haga por ti lo que por mí tú no
haces.
78[L650]
Mas porque quiere Dios que en ti se
muestre
tanto su gracia, no seré tacaño;
y así sabrás que fui Guido del
Duca.
81
Tan quemada de envidia fue mi sangre.
que si dichoso hubiese visto a alguno,
cubierto de livor me hubieras
visto.
84
De mi simiente recojo tal grano;
¡Oh humano corazón, ¿por qué te vuelcas
en bienes que no admiten compañía?
87[L651]
Este es Rinieri, prez y mayor honra
de la casa de Cálboli, y ninguno
de sus virtudes es el heredero.
90
Y no sólo su sangre se ha privado,
entre el monte y el Po y el mar y el
Reno,
92[L652]
del bien pedido a la verdad y al
gozo;
93
pues están estos límites tan llenos
de plantas venenosas, que muy tarde,
aun labrando, serían arrancadas.
96
¿Dónde están Lizio, y Arrigo Mainardi,
97[L653]
Pier Traversaro y Guido de
Carpigna?
98[L654]
¡Bastardos os hicisteis,
romañoles!
99
¿Cuando renacerá un Fabbro en Bolonia?
100[L655]
¿cuando en Faenza un Bernardín de
Fosco,
101[L656]
rama gentil aun de simiente
humilde?
102
No te asombres, toscano, si es que
lloro
cuando recuerdo, con Guido da Prata,
104[L657]
a Ugolin d’Azzo que vivió en
Romagna,
105[L658]
Federico Tignoso y sus amigos,
106[L659]
a los de Traversara y Anartagi
107[L660]
(sin descendientes unos y los
otros),
108
a damas y a galanes, las hazañas,
los afanes de amor y cortesía,
donde ya tan malvadas son las
gentes.
111
¿Por qué no te esfumaste, oh
Brettinoro,
112[L661]
cuando se hubo marchado tu familia,
y mucha gente por no ser perversa?
114
Bien hizo Bagnacaval, ya sin hijos;
e hizo mal Castrocaro, y peor Conio,
116[L662]
que tales condes en prohijar se
empeña.
117
Bien harán los Pagan, cuando al fin
pierdan
118[L663]
su demonio; si bien ya nunca puro
ha de quedar de aquellos el
recuerdo.
120
Oh Ugolino dei Fantolín, seguro
121[L664]
está tu nombre y no se espera a nadie
que, corrompido, oscurecerlo
pueda.
123
Y ahora vete, toscano, que deseo
más que hablarte, llorar; así la mente
nuestra conversación me ha
obnubilado.»
126
Sabíamos que aquellas caras almas
nos oían andar, y así, callando,
hacían confiarnos del camino.
129
Nada más avanzar, ya los dos solos,
igual que un rayo que en el aire
hiende,
se oyó una voz venir en contra
nuestra:
132[L665]
«Que me mate el primero que me
encuentre»;
y huyó como hace un trueno que se
escapa,
si la nube de súbito se parte.
135
Apenas tregua tuvo nuestro oído,
y otra escuchamos con tan grande
estrépito,
que pareció un tronar que al rayo
sigue.
138
«Yo soy Aglauro, que tornóse en
piedra»,
139[L666]
y por juntarme entonces al poeta,
un paso di hacia atrás, y no
adelante.
141
Quieto ya el aire estaba en todas
partes;
y me dijo: «Aquel debe ser el freno
que contenga en sus límites al
hombre.
144
Pero mordéis el cebo, y el anzuelo
del antiguo adversario, y os atrapa;
y poco vale el freno y el reclamo.
147
El cielo os llama y gira en torno
vuestro,
mostrando sus bellezas inmortales,
y poneis en la tierra la mirada;
150
y así os castiga quien todo
conoce.»
CANTO XV
Cuanto hay entre el final de la hora
tercia
y el principio de día en esa esfera,
2[L667]
que al igual que un chiquillo juega
siempre
3
tanto ya parecía que hacia el véspero
aún le faltaba al sol de su camino:
allí la tarde, aquí era
medianoche.
6[L668]
En plena cara heríannos los rayos,
pues giramos el monte de tal forma,
que al ocaso derechos caminábamos,
9
cuando sentí en mi frente pesadumbre
de un resplandor mucho mayor que el de
antes,
11[L669]
y me asombró tan extraño suceso;
12
por lo que alcé las manos por encima
de las cejas, haciéndome visera
que del exceso de luz nos protege.
15
Como cuando del agua o del espejo
el rayo salta a la parte contraria,
ascendiendo de un modo parecido
18
al que ha bajado, y es tan diferente
del caer de la piedra en igual caso,
como experiencia y arte lo
demuestran;
21[L670]
así creí que la luz reflejada
por delante de mí me golpease;
y en apartarse fue rauda mi vista.
24
«¿Quién es, de quien no puedo, dulce
padre,
la vista resguardar, por más que hago,
y parece venir hacia nosotros?»
27
«Si celestial familia aún te deslumbra
‑respondió‑‑ no te asombres: mensajero
es que viene a invitar a que
subamos.
30[L671]
Dentro de poco el mirar estas cosas
no será grave, mas será gozoso
cuanto natura dispuso que
sientas.»
33
Cuando cerca del ángel estuvimos
«Entrad aquí ‑nos dijo
dulcemente‑
donde hay una escalera menos
dura.»
36
Subíamos, dejando el sitio aquel
y cantar “Beati misericordes”
38[L672]
escuchamos, y “Goza tú que vences”
39
Mi maestro y yo solos caminábamos
hacia la altura; y yo al andar pensaba
sacar de su palabra algún
provecho;
42
y a él me dirigí y le pregunté:
«¿Qué ha querido decir el de Romaña.
44[L673]
con bienes que no admiten
compañía?»
45
Y él contestó: «De su mayor defecto
conoce el daño, así que no te admires
si es reprendido por que más no
llore.
48
Porque si vuestro anhelo se dirige
a lo que compartido disminuye,
hace la envidia que suspire el
fuelle.
51
Mas si el amor de la esfera suprema
los deseos volviera hacia lo alto,
tal temor no tendría vuestro
pecho;
54
pues, cuanto más allí se dice
"nuestro",
tanto del bien disfruta cada uno,
y más amor aún arde en ese
claustro.»
57
«Estoy de estar contento más ayuno
‑dije- que si no hubiera preguntado,
y aún más dudas me asaltan en la
mente.
60
¿Cómo puede algún bien, distribuido
en muchos poseedores, aún más ricos
hacer de él, que si pocos lo
tuvieran?»
63
Y aquel me contestó: «Como no pones
la mente más que en cosas terrenales,
sacas tinieblas de luz verdadera.
66
Ese bien inefable e infinito
que arriba está, al amor tal se
apresura
corno a un lúcido cuerpo viene el
rayo.
69
Tanto se da cuanto encuentra de ardor;
y al aumentarse así la caridad,
sobre ella crece la eterna virtud.
72
Y así cuanta más gente ama allá arriba,
hay allí más amor, y más se ama,
y unos y otros son como los
espejos.
75
Y si lo que te digo no te sacia,
verás a Beatriz que plenamente
este o cualquier deseo ha de
quitarte.
78
Procura pues que pronto se te extingan,
como han sido ya dos, las cinco heridas
que cicatrizan al estar contrito.»
81
Cuando decir quería: «Me aplacaste»,
me vi llegado al círculo de arriba,
y me hizo callar la vista ansiosa.
84
Allí me pareció en una visión
85[L674]
estática de súbito estar puesto,
y ver muchas personas en un
templo;
87
y una mujer decía en los umbrales,
con dulce gesto maternal: «Oh hijo,
¿por qué has obrado esto con
nosotros?
90
Tu padre y yo angustiados estuvimos
buscándote.» Y como ella se callara,
se me borró lo que veía antes.
93
Después me vino otra, con el agua
94[L675]
que en sus mejillas el dolor destila,
que un gran despecho hacia otros nos
provoca
96
diciendo: «Si eres sir de la ciudad,
por cuyo nombre dioses contendieron,
y donde toda ciencia resplandece,
99
véngate de esos brazos atrevidos
que a mi hija abrazaron, Pisistrato.»
Y el Señor, que benigno parecía,
102
le respondía con templado rostro:
«¿Qué haremos a quien males nos desea,
si a aquellos que nos aman
condenarnos?»
105
Luego vi gente ardiendo en fuego de
ira,
106[L676]
a pedradas matando a un jovencito,
gritando: «Martiriza, martiriza»,
108
y al joven inclinarse, por la muerte
que le apesadumbraba, hacia la tierra,
mas sus ojos alzaba siempre al
cielo,
111
pidiendo al alto Sir, en guerra tanta,
que perdonase a sus perseguidores,
con ese aspecto que a piedad nos
mueve.
114
Cuando volvió mi alma hacia las cosas
que son, fuera de ella, verdaderas,
supe que mis errores no eran
falsos.
117[L677]
Mi guía entonces, que me contemplaba
como a aquel que del sueño se
despierta,
dijo: «¿Qué tienes que te
tambaleas,
120
y has caminado más de media legua
con los ojos cerrados, dando tumbos,
a guisa de quien turban sueño o
vino?»
123
«Oh dulce padre mío, si me escuchas
te contaré ‑le dije lo que he visto,
cuando las piernas me fueron tan
flojas.»
126
Y él dijo: «Si cien máscaras tuvieses
sobre el rostro, cerrados no tendría
tus pensamientos, aun los más
pequeños.
129
Es lo que viste para que no excuses
al agua de la paz abrir el pecho,
que de la eterna fuente se
derrama.
132
No pregunté “qué tienes”, como hiciera
quien mira, sin ver nada, con los ojos,
cuando desanimado el cuerpo yace;
135
mas pregunté para animar tus pasos
tal conviene avivar al perezoso,
que tardo emplea al despertar su
tiempo.»
138
Por el ocaso andábamos, mirando
hasta donde alcanzaba nuestra vista
contra la luz radiante y
vespertina.
141
Y vimos poco a poco una humareda
venir hacia nosotros, cual la noche;
ni un sitio había para resguardarnos:
144
el aire puro nos quitó y la vista.
145[L678]
CANTO XVI
Negror de infierno y de noche privada
de estrella alguna, bajo un pobre
cielo,
hasta el sumo de nubes tenebroso,
3
tan denso velo no tendió en mi rostro
como aquel humo que nos envolvió,
y nunca sentí tan áspero pelo.
6
No podía siquiera abrir los ojos
por lo que, sabia y fiel, la escolta
mía
vino hacia mí ofreciéndome su
hombro.
9
Como el ciego que va tras de su guía
para que no se pierda ni tropiece
en obstáculo alguno, o tal vez
muera,
12
andaba por el aire amargo y sucio,
escuchando a Virgilio aconsejarme:
«Ten cuidado y de mí no te
separes».
15
Oía voces como que implorasen
la paz y la clemencia del Cordero
de Dios que borra todos los
pecados.
18
Agnus Deí, era, pues, como empezaban
todos a un tiempo y en el mismo modo,
y en completa concordia parecían.
21
«Maestro, lo que oigo ¿son espíritus?»
le dije. Y él a mí: «Bien lo pensaste;
de la iracundia van soltando el
nudo.»
24
«¿Quién eres tú que cortas nuestro
humo,
y de nosotros hablas como si
aún midieses el tiempo por
calendas?»
27
Esto por una voz fue preguntado;
28[L679]
«Contéstale ‑‑me dijo mi
maestro‑
y si hay subida por aquí
pregunta.»
30
«Oh, criatura ‑le dije que te limpias
para volver hermosa a quien te hizo,
maravillas oirás si me acompañas.»
33
«Cuanto me es permitido he de seguirte;
y si vernos el humo no nos deja,
nos mantendrá cercanos el oírnos.»
36
Entonces comencé: «Con este rostro
que destruye la muerte, voy arriba,
y he llegado hasta aquí desde el
infierno.
39
Y si Dios en su gracia me ha tomado,
tanto que quiere que su corte vea
de modo inusitado en estos
tiempos,
42
no me ocultes quién fuiste antes de
muerto;
dímelo, y dime si el camino es éste;
y tus palabras sean nuestra
escolta.»
45
«Yo fui lombardo y Marco me llamaban;
del mundo supe, y amé esa virtud
a la que nadie tiende ya su arco.
48
Para subir camina siempre recto»
Me respondió y dijo luego: «Te pido
que por mí implores cuando estés
arriba.»
51
«Por mi fe ‑yo le dije‑ te prometo
que haré lo que me pides; mas me
estalla
dentro una duda, y tengo que
aclararla.
54
Era antes simple y ahora se ha hecho
doble
con tus palabras, que me dan certeza
de lo otro, con la cual las
relaciono.
57[L680]
El mundo por completo está desierto
de cualquiera virtud, como tú dices,
y de maldad cubierto y agravado;
60
mas la razón te pido que me digas,
tal que la vea y que la enserle a
otros;
que a la tierra o al cielo lo
atribuyen.»
63
Un gran suspiro que acabó en un ¡ay!
lanzó primero; y luego dijo: «Herrnano,
el mundo es ciego, y tú de él has
venido.
66
Cualquier causa achacáis los que estáis
vivos
al cielo, igual que si moviese todas
las cosas él obligatoriamente.
69
Destruido sería así en vosotros
el libre arbitrio, y no sería justo
dar la alegría al bien, y al mal dar
luto.
72[L681]
El cielo inicia vuestros movimientos;
73[L682]
no digo todos, mas aunque lo diga,
una luz para el bien o el mal os
dieron,
75
Y libre voluntad; que si se cansa
76[L683]
en el primer combate contra el cielo,
luego lo vence si bien se
sustenta.
78
A mayor fuerza y a mejor natura
79[L684]
libres estáis sujetos; y ella cría
vuestra mente, en que el cielo nada
puede.
81
Y por esto, si el mundo os descamina,
la causa que buscáis está en vosotros:
y verdaderamente he de
explicártelo:
84
De la mano de Aquél que la acaricia,
aun antes de existir, cual la muchacha
que llorando y riendo juguetea,
87
sale sencilla el alma y nada sabe,
salvo que, obra de un gozoso artista,
gustosa vuelve a aquello que la
alegra.
90
Primero saborea el bien pequeño;
aquí se engaña y corre detrás de él,
si no tuerce su amor freno ni
guía.
93
Y es necesario el freno de las leyes;
y es necesario un rey, que al menos vea
de la ciudad auténtica la torre.
96 [L685]
Hay leyes, pero ¿quién las administra?
Nadie, pues su pastor acaso rumie,
mas no tiene partida la pezuña;
99[L686]
y la gente, que sabe que su guía
sólo tiende a aquel bien del que ella
come,
101[L687]
pace de aquel, y no busca otra
cosa.
102
Bien puedes ver que la mala conducta
es la razón que al mundo ha condenado,
y no vuestra natura corrompida.
105
Solía Roma, que hizo bueno el mundo,
106[L688]
tener dos soles que una y otra senda,
la humana y la divina, les
mostraban.
108
Uno a otro apagó; y está la espada
junto al báculo; y una y otro unidos
forzosamente, marchan mal las
cosas;
111
porque juntos no temen uno al otro:
Si no me crees, recuerda las espigas,
pues distingue las hierbas la
simiente.
114
En la tierra que riegan Po y Adige,
115[L689]
valor y cortesía se encontraban,
antes de entrar en liza Federico.
117
Ahora puede cruzar sin miedo alguno
cualquiera que dejase, por vergüenza,
de acercarse a los buenos o de
hablarlos.
120[L690]
Tres viejos hay aún con quien reprende
a la nueva la antigua edad, y tardo
Dios les parece en que con él les
llame:
123
Corrado de Palazzo, el buen Gherardo,
124[L691]
y Guido de Castel, mejor llamado
125[L692]
el sencillo lombardo, a la
francesa.
126
Puedes decir que la Iglesia de Roma,
por confundir en ella dos poderes
ella y su carga en el fango se
ensucian.»
129
«Oh Marco mío –dije- bien hablaste;
y ahora discierno por qué de la
herencia
los hijos de Leví privados fueron.
132[L693]
Más qué Gherardo es ése que, por sabio,
dices, quedó de aquella raza extinta
corno reproche del siglo salvaje?»
135
«Me engañan tus palabras o me tientan,
-me respondió‑ pues, hablando toscano,
137[L694]
del buen Gherardo nunca hayas
oído.
138
Por ningún otro nombre le conozco,
si de Gaya, su hija, no lo saco.
140[L695]
Quedad con Dios, pues más no os
acompaño
141
Ved el albor, que irradia por el humo
ya clareando; debo retirarme
(allí está el ángel) antes que me vea.»
144[L696]
De este modo se fue y no quiso
oírme.
CANTO XVII
Acuérdate, lector, si es que en los
Alpes
te sorprendió la niebla, y no veías
sino como los topos por la piel,
3[L697]
cómo, cuando los húmedos y espesos
vapores se dispersan ya, la esfera
del sol por ellos entra
débilmente;
6
y tu imaginación será ligera
en alcanzar a ver cómo de nuevo
contemplé el sol, que estaba ya en su
ocaso.
9[L698]
Mis pasos a los fieles del maestro
emparejando, fuera de tal nube
salí a los rayos muertos ya en lo
bajo.
12
Oh fantasía que le sacas tantas
veces de sí, que el hombre nada
advierte,
aunque suenen en torno mil
trompetas,
15
¿si no son los sentidos, quién te
mueve?
Una luz que en cielo se conforma,
por sí o por el Querer que aquí la
empuja.
18[L699]
De la impiedad de aquella que se hizo
19[L700]
el ave que en cantar más nos deleita,
a mi imaginación vino la huella;
21
y entonces tanto se encerró mi mente
en si misma, que nada le llegaba
del exterior que recibir pudiese.
24
Luego llovió en mi fantasía uno
25[L701]
crucificado, fiero y desdeñoso
en su apariencia, y así se moría;
27
alrededor estaba el gran Asuero,
Ester su esposa, Mardoqueo el justo,
tan íntegro en sus obras y
palabras.
30
Y como se rompiera aquella imagen
por ella misma, igual que una burbuja
a la que falta el agua que la
hizo,
33
surgió de mi visión una muchacha
34[L702]
llorando, y dijo: «Oh reina, ¿por qué
airada
te quisiste matar? Ahora estás
muerta
36
por no querer perder a tu Lavinia;
¡Y me has perdido! soy la que lamento
antes, madre, los tuyos, que otros
males.»
39[L703]
Como se rompe el sueño de repente
cuando hiere en los ojos la luz nueva,
que aún antes de morir roto se
agita;
42
así mi imaginar cayó por tierra
en cuanto que una luz hirió en mis
ojos,
mucho mayor de la que se
acostumbra.
45
Yo me volví para mirar qué fuese,
cuando una voz me dijo: «Aquí se sube»,
47[L704]
que me apartó de otro cualquier
intento;
48
y tan prestas las ganas se me hicieron
para mirar quién era el que me hablaba,
que no cejara hasta no
contemplarlo.
51
Mas como al sol que ciega nuestra vista
y por sobrado vela su figura,
me faltaban así mis facultades.
54
«Es un divino espíritu que muestra
el camino de arriba sin pedirlo,
y él a sí mismo con su luz
esconde.
57
Nos hace igual que un hombre hace
consigo;
que quien se hace rogar, viendo un
deseo,
su negativa con maldad prepara.
60
A tal invitación el paso unamos;
procuremos subir antes que venga
la noche y hasta el alba no se
pueda.»
63
Así dijo mi guía, y yo con él
nos dirigimos hacia la escalera;
y cuando estuve en el primer
peldaño,
66
sentí cerca de mí que un ala el rostro
67[L705]
me abanicaba y escuché: «Beati
pacifici, que están sin mala ira.»
69[L706]
Estaban ya tan altos los postreros
70[L707]
rayos de los que va detrás la noche,
que en torno aparecían las
estrellas.
72
«¡Oh, por qué me abandonas, valor mío!»
‑decía para mí, porque sentía
la fuerza de las piernas
flaqueartne.
75
Ya donde más no subía llegamos
la escalera, y allí nos detuvimos,
como la nave que ha llegado al
puerto.
78
Puse atención un poco, por si oía
alguna cosa en este nuevo círculo;
luego al maestro me volví y le
dije:
81
«Mi dulce padre, dime, ¿qué pecado
se purga en este círculo? Si quedos
están los pies, no lo estén las
palabras.»
84
Y él me dijo: «El amor del bien, escaso
85[L708]
de sus deberes, aquí se repara;
aquí se arregla el remo perezoso.
87
Y para que lo entiendas aún más claro,
vuelve hacia mí la mente, y sacarás
algún buen fruto de nuestra
dernora.»
90
Ni el Creador ni la criatura, nunca
sin amor estuvieron ‑él me
dijo-
o natural o de ánimo; ya
sabes.
93[L709]
El natural no se equivoca nunca,
mas puede el otro equivocar su objeto,
porque el vigor o poco o mucho
sea.
96
Mientras que se dirige al bien primero,
y en el segundo él mismo se controla,
no puede ser razón de mal deleite;
99
mas cuando al mal se tuerce, o con
cuidado
más o menos al bien de lo que debe,
contra el Autor se vuelven sus
acciones.
102
Entenderás por ello que el amor
es semilla de todas las virtudes
y de todos los actos condenables.
105
Ahora bien, como nunca de la dicha
de su sujeto amor la vista aparta,
del propio odio las cosas están
libres;
108[L710]
y como dividido no se entiende,
109[L711]
ni por sí mismo, a nadie del Principio,
odiar a aquel ninguno puede
hacerlo.
111
Resta, si bien divido, que se ama
el mal del prójimo; y que dicho amor
de vuestro fango nace en tres
maneras:
114
Quién, suprimido su vecino, aguarda
elevarse, y por esto sólo quiere
que derriben a aquel de su
grandeza;
117
quién que el poder, la gracia, honor y
fama
teme perder porque otro le supere,
y se entristece y quiere lo
contrario;
120
y hay quien por las injurias se
enfurece,
de la venganza se hace deseoso,
y necesita urdir el mal ajeno.
123
Este triforme amor aquí debajo
124[L712]
se llora; y ahora quiero que conozcas,
el que corre hacia el bien
corruptamente.
126
Todos confusamente un bien seguimos
donde se aquiete el ánimo, y lo
ansiamos;
y por lograrlo combatimos todos.
129
Si lento es ese amor en dirigirse
o en conquistar a Aquel, esta cornisa,
tras justo arrepentirse, le
atormenta.
132[L713]
Hay otro bien que hace infeliz al
hombre;
133[L714]
no es la felicidad, la buena esencia,
que es el fruto y raíz de todo
bien.
135
El amor que a este bien se ha
abandonado,
sobre nosotros se purga en tres
círculos;
137[L715]
mas cómo tripartito se organiza,
138
para que tú lo encuentres, me lo
callo.
CANTO XVIII
Había terminado sus razones
mi alto doctor, mirando atentamente
si en mis ojos mostraba mi
contento;
3
y yo, a quien nueva sed atormentaba,
callaba, mas por dentro me decía:
«mi preguntar acaso le molesta».
6
Mas el padre veraz, que se dio cuenta
del medroso deseo que ocultaba
sin hablar, me alentó a que
preguntase.
9
Y yo: «Maestro, mi visión se aviva
tanto en tu luz, que ya distingo claro
lo que tu ciencia abarca o me
describe:
12
Y así te pido, caro y dulce padre,
me expliques ese Amor al que reduces
cualquiera bien obrar o su
contrario.»
15
«Dirige ‑dijo‑ a mí las claras luces
16[L716]
del intelecto, y el error verás
de los ciegos que en guía se
convierten.
18
El alma, que a amar presta fue creada,
se mueve a cualquier cosa que le place,
tan pronto del placer es puesta en
acto.
21[L717]
La percepción, de seres verdaderos
saca la imagen que despliega dentro,
e impulsa al alma a que se vuelva a
ésta;
24[L718]
y si, vuelta hacia ella, se doblega,
Amor se llama ese doblegarniento,
que por gozar de nuevo entra en
vosotros.
27
Y, como el fuego a lo alto se dirige,
porque su forma a subir fue creada
donde más se conserva en su
materia,
30[L719]
presa el alma se entrega así al deseo,
impulso espiritual, y no reposa
hasta que goza de la cosa amada.
33
Ahora comprenderás cuánto está oculta
esta verdad a la gente que dice
que todo amor sea loable cosa;
36[L720]
porque acaso parece su materia
que es siempre buena, mas no todo sello
es bueno aunque la cera sea
buena.»
39
«Con tus palabras y mi ingenio atento
‑le respondí‑ ya sé qué es el amor,
pero esto de otras dudas me ha
llenado;
42
pues si el amor se ofrece desde fuera,
y el alma no procede de otro modo,
44[L721]
no es mérito si va torcida o recta.
»
45
«Cuanto ve la razón puedo decirte
46[L722]
‑dijo-; si quieres más, aguarda
entonces
a Beatriz, pues que de fe es
materia.
48
Cualquiera fortna sustancial, que
aparte
de la materia está, y está a ella
unida,
una específica virtud contiene,
51
la cual no es perceptible sino obrando,
ni se demuestra más que por efectos,
cual la vida en las plantas por sus
frondas
54
Mas de dónde nos vengan las primeras
nociones a la mente, lo ignorarnos,
y del primer apetecer las causas,
57
que en vosotros están, como en la abeja
el arte de hacer miel; y este deseo
no merece desprecio ni alabanza.
60
Mas porque a éste aún otros se añaden,
innata os es la virtud que aconseja,
y el umbral guarda del
consentimiento.
63
Este es pues el principio del que parte
en vosotros el mérito, según
que buen o mal amor tome o
desdeñe.
66
Los que al fondo llegaron razonando,
se dieron cuenta de esta libertad;
y al mundo le dejaron sus morales.
69
Aun suponiendo que obligadamente
surja el amor que dentro se os
encienda,
la potestad tenéis de refrenarlo.
72
A esta noble virtud Beatriz la llama
libre albedrío, y procurar debieras
recordarlo por si ella te habla de
esto.»
75
La luna, casi a media noche tarda,
76[L723]
más raras las estrellas nos hacía,
como un caldero ardiendo por
completo;
78
corriendo por el cielo los caminos
que el sol inflama cuando los de Roma
lo ven caer entre Corsos y Sardos.
81
Y la sombra gentil, por quien a Piétola
más que a la propia Mantua se celebra
83[L724]
me había liberado de mi peso;
84
y yo, que la razón abierta y llana
tenía ya después de mis preguntas,
divagaba cual hombre adormilado;
87
mas fue esta soñolencia interrumpida
súbitamente por gentes que a espaldas
nuestras, hacia nosotros
caminaban.
90[L725]
Como el Ismeno y el Asopo vieron
91[L726]
furia y turbas de noche en sus orillas,
cuando a Baco imploraban los
tebanos,
93
así por aquel círculo avanzaban,
por lo que pude ver, quienes venían
del buen querer y justo amor
llevados.
96
Enseguida llegaron, pues corriendo
aquella magna turba se movía,
y dos gritaban llorando delante:
99
«Corrió María apresurada al monte;
100[L727]
y para sojuzgar Lérida César,
101[L728]
tocó en Marsella y luego corrió a
España.»
102
«Raudo, raudo, que el tiempo no se
pierda
por poco amor ‑gritaban los demás‑;
que el arte de obrar bien torne la
gracia.»
105
«Oh gente a quien fervor agudo ahora
compensa neglilgencia o dilaciones
que por tibieza en bien obrar
pusisteis,
108
éste que vive, y cierto no os engaño,
en cuanto luzca el sol quiere ir
arriba;
decidnos pues dónde hay una
abertura.»
111
Estas palabras díjolas mi guía;
y uno de estos espíritus: «Seguidnos
detrás ‑‑nos dijo‑‑ y hallaréis el
paso.
114
De movernos estamos tan ansiosos
que parar no podemos; tú perdona
si la justicia te es descortesía.
117[L729]
Yo fui abad de San Zeno de Verona
118[L730]
bajo el imperio del buen Barbarroja,
del cual doliente aún Milán se
acuerda.
120
Y hay alguno con un pie ya en la fosa,
121[L731]
que pronto llorará aquel monasterio,
y triste se hallará de haber
mandado;
123
porque a su hijo, mal del cuerpo
entero,
124[L732]
y peor de la mente, y malnacido,
ha puesto en vez de su pastor
legal.»
126
Ignoro si calló o si más nos dijo,
tan lejos se encontraba de nosotros;
esto escuché y me agrada el
recordarlo.
129
Y aquel que en todo trance me ayudaba
dijo: «Vuélvete aquí y mira esos dos
que vienen dando muerdos a la
acidia.»
132
Detrás todos decían: «Antes muerto
133[L733]
estuvo el pueblo a quien el mar se
abriera,
de que el Jordán su descendencia
viese.
135
Y aquellos que la suerte no sufrieron
136[L734]
del vástago de Anquises hasta el fin,
a una vida sin gloria se
ofrecieron.»
138
Luego cuando esas sombras tan lejanas
estaban, que ya verse no podían,
se me introdujo un nuevo
pensanmiento,
141
del que nacieron otros y diversos;
y tanto de uno en otro divagaba,
que por divagación cerré los ojos,
144
y en sueño convertí mi
pensamiento.
145[L735]
CANTO XIX
Cuando el calor diurno no consigue
1[L736]
hacer ya tibio el frío de la luna,
por la tierra vencido y por
Saturno,
3
‑que es cuando los geomantes la Fortuna
4[L737]
Mayor ven en oriente antes del alba,
surgir por vía oscura poco tiempo‑
6
me llegó en sueños una tartamuda,
7[L738]
bizca en los ojos, y en los pies
torcida,
descolorida y con las manos
mancas.
9
Yo la miraba; y como el sol conforta
los fríos miembros que la noche oprime,
así mi vista le volvía suelta
12
la lengua, y bien derecha la ponía
al poco, y su semblante desmayado,
como quiere el amor, coloreaba.
15[L739]
Después de haberse en el hablar
soltado,
a cantar comenzó, tal que con pena
habría de ella apartado mi mente.
18
«Yo soy ‑cantaba‑ la dulce sirena,
que en la mar enloquece a los marinos;
tan grande es el placer que da el
oírme.
21[L740]
Yo aparté a Ulises de su incierta ruta
con mi cantar; y quien se me habitúa,
raramente me deja: ¡Así lo
atraigo!»
24
Aún no se había cerrado su boca,
cuando yo vi una dama santa y presta
26[L741]
al lado de mí para confundirla.
27
«Oh, Virgilio, Virgilio, ¿quién es
ésta?»
‑fieramente decía,‑‑‑; y él llegaba
en la honesta fijándose tan sólo.
30
Cogió a la otra, y le abrió por
delante,
rasgándole el traje, y mostrándole el
vientre;
me despertó el hedor que
desprendía.
33[L742]
Miré, y el buen maestro: «¡Al menos
tres
voces te he dado! ‑‑‑dijo‑, ven,
levanta;
hallaremos la entrada para que
entres.»
36
Me levanté, y estaban ya colmados
de pleno día el monte y sus recintos;
con sol nuevo a la espalda
caminábamos.
39[L743]
Siguiéndole, llevaba la cabeza
tal quien de pensanúentos va cargado,
que hace de sí un medio arco de
puente;
42
Cuando escuché «Venid, aquí se cruza»
dicho de un modo suave y benigno,
que no se escucha en esta mortal
marca.
45[L744]
Con alas, que de cisne parecían,
arriba nos condujo quien hablaba
entre dos caras del duro macizo.
48
Movió luego las plumas dando aire,
Qui lugent afirmando ser dichosos,
pues tendrán dueña el alma del
consuelo.
51[L745]
«¿Qué tienes que a la tierra sólo
miras?»
mi guía comenzó a decirme, apenas
sobrepasados fuimos por el ángel.
54
Y yo: «Me hace marchar con tantas dudas
esa nueva visión, que a ella me
inclina,
y no puedo apartar del
pensamiento.»
57
«Has visto ‑‑dijo‑ aquella antigua
bruja
por quien se llora encima de nosotros;
y cómo de ella el hombre se
libera.
60
Bástete así, y camina más aprisa;
vuelve la vista al reclamo que mueve
el rey eterno con las grandes
ruedas.»
63[L746]
Cual primero el halcón sus patas mira,
64[L747]
y luego vuelve al grito, y se apresura
por afán de la presa que le llama,
66
así hice yo; y así, cuanto se parte
la roca por dar paso a aquel que sube,
anduve hasta llegar donde se
cruza.
69
Cuando en el quinto círculo hube
entrado,
70[L748]
vi por aquel a gentes que lloraban,
tumbados en la tierra boca abajo.
72
Adhaesit pavimento anima
mea'
73[L749]
oí decir con tan altos suspiros,
que apenas se entendían las
palabras.
75
«Oh elegidos de Dios, cuyos sufrires
justicia y esperanza hacen más
blandos,
hacia la alta subida dirigirnos.»
78
«Si venís de yacer aquí librados,
y queréis pronto hallar vuestro camino,
llevad siempre por fuera la
derecha.»
81[L750]
Así rogó el poeta, y contestado
fue así poco delante de nosotros; y yo
descubrí en el hablar a un
escondido;
84
y a los de mi sefíor volví los ojos:
él asintió con ceño placentero,
a aquello que mi vista le pedía.
87
Luego que pude hacer lo que gustaba,
me puse sobre aquella criatura,
cuyas palabras mi atención
movieron,
90
«Alma ‑‑‑diciendo‑‑ en cuyo llanto eso
que no puede volver a Dios madura,
deja un poco por mí el mayor
cuidado.
93
¿Quién fuisteis, y por qué vuelta la
espalda
tenéis arriba.P ¿Quieres que te pida
algo de allí de donde vengo vivo?»
96
Y él me dijo: «El porqué nuestras
espaldas
vuelve el cielo hacia sí, sabrás; mas
antes
scías quod ego fui succesor Petri
99[L751]
Entre Siestri y Chiavani va corriendo
un río hermoso, y en su nombre tiene
el título mi estirpe más preciado.
102[L752]
Cómo pesa el gran manto a quien lo
guarda
del fango, provee un mes y poco más;
plumas parecen todas otras cargas.
105
Mi conversión tardía fue, ¡Ay de mí!;
pero cuando elegido fui romano
pastor, vi que la vida era
mentira.
108
Vi que allí el corazón no se aquietaba,
ni subir más podía en esa vida;
por lo cual me encendí de amor por
ésta.
111
Hasta aquel punto, mísera, apartada
de Dios estuvo mi alma avariciosa;
y, como ves, aquí estoy castigado.
114
Lo que hace la avaricia, se declara
en la purga del alma convertida;
no hay en el monte más amarga
pena.
117
Y como nuestros ojos no pusimos
en alto, fijos sólo en lo terreno,
la justicia en la tierra aquí los
clava.
120
Y como la avaricia a cualquier bien
apagó nuestro amor, y nuestras obras
se perdieron, nos tiene la
Justicia
123
de pies y manos presos y amarrados:
y cuanto le complazca al justo Sir
inmóviles, tumbados estaremos».
126
Me había arrodillado y quise hablarle;
mas cuanto comencé, y él se dio cuenta,
de mi respeto, sólo al escucharle,
129
«¿Por qué te inclinas ‑‑‑dijo‑ de ese
modo?»
y le dije: «Por vuestra dignidad
estar de pie me impide mi
conciencia.»
132
«¡Endereza las piernas y levanta,
hermano! ‑respondió‑‑, no te
equivoques:
de un poder mismo todos somos
siervos.
135
Y si aquel santo evangélico texto
que dice necque nubent, entendiste,
137[L753]
comprenderás por qué hablo de este
modo
138
Ahora vete, no quiero que te pares
más, pues turbas mi llanto con tu
estancia,
con el cual se madura lo que has
dicho.
141[L754]
Tan sólo una sobrina, Alagia, tengo,
142[L755]
buena de suyo, si es que nuestra casa
no la haya hecho a su ejemplo malvada;
144
y ésta tan sólo de allí me ha
quedado.»
CANTO XX
Contra un mejor querer otro no lucha;
y contra mi placer, por complacerle,
saqué del agua la esponja aún
sedienta.
3[L756]
Eché a andar y mi guía echó a andar por
los
lugares libres, siguiendo la roca,
cual pegados de un muro a las
almenas;
6
pues la gente que vierte gota a gota
por los ojos el mal que el mundo llena,
al borde se acercaba demasiado.
9
¡Maldita seas tú, oh antigua loba,
que más que el resto de las bestias
matas,
a causa de tus hambres desmedidas!
12[L757]
¡Oh, cielo, que se cree que cuando gira
puede cambiar las leyes de aquí abajo!,
¿cuándo vendrá quien a ésta le haga
huir?
15[L758]
A paso lento y corto caminábamos,
atento yo a las sombras, que sentía
llorar piadosamente y lamentarse
18
y por ventura oí. «¡Dulce María!»
19[L759]
clamar así en el llanto ante nosotros,
como hace una mujer que esté
pariendo;
21
y que seguía‑ «Fuiste tú tan pobre
cuanto se puede ver por el cobijo
donte tu santa carga depusiste.»
24
Oí seguidamente: «Oh buen Fabricio,
25[L760]
antes virtud quisiste en la pobreza,
que gran riqueza poseer vicioso.»
27
Estas palabras tanto me placían,
que avancé un poco más por conocer
a aquel que parecía proferirlas.
30
Aquel hablaba aún del generoso
trato de Nicolás con las doncellas
para guardar su juventud honesta.
33[L761]
«Oh espíritu que tanto bien proclamas,
dime quién fuiste ‑‑dije y por qué sólo
repites estas dignas alabanzas.
36
No quedarán tus palabras sin premio,
si vuelvo a completar la corta senda,
de aquella vida que al término
vuela.»
39
Y aquél: «Te lo diré, no porque espere
consuelo en ello, sino porque tanta
gracia en ti luce aun antes de estar
muerto.
42
Yo fui raíz de aquella mala planta
43[L762]
que la tierra cristiana ha
ensombrecido,
tal que buen fruto rara vez se
coge.
45
Mas si Duay y Gante, Lila y Brujas
46[L763]
pudieran, su venganza encontrarían;
yo la suplico a aquel que todo
juzga.
48
Hugo Capeto fui llamado abajo;
de mí nacieron Felipes y Luises
por quien Francia regida fue de
nuevo.
51
De un carnicero de París fui hijo:
52[L764]
al extinguirse ya los viejos reyes,
salvo el que en paños grises
envolvieron,
54[L765]
me encontré entre las manos con las
riendas
del gobierno, y con tanto poderío
adquirido, y con tantos
partidarios,
57
que a la corona viuda promovida
fue la cabeza de mi hijo, el cual
hizo nacer los consagrados huesos.
60
Mientras que la gran dote de Provenza
61[L766]
no quitó la vergüenza de mi estirpe,
valía poco, pero mal no hacía.
63
Allí empezó con fuerza y con mentira
64[L767]
su rapiña; mas luego, por enmienda,
Ponthieu tomó, Gascuña y
Normandía.
66
Carlos a Italia vino y, por enmienda,
67[L768]
víctima hizo a Corradino; y luego
a Tomás, por enmienda, empujó al
cielo.
69[L769]
Un tiempo veo, no muy lejos de ese,
en que saldrá de Francia aún otro
Carlos,
71[L770]
para que sepan más de él y los
suyos.
72
Sale sin armas, con la lanza sólo
con la que judas contendió, y la clava
74[L771]
en Florencia, y el vientre le
desgarra.
75
Tierras no, mas pecados y deshonra,
para él adquirirá, tanto más graves,
cuanto más leve el daño le
parezca.
78
A otro, que sale preso de una nave,
79[L772]
a su hija vender regateando
veo cual los corsarios las
esclavas.
81
¡Oh avaricia! ¿qué más hacer puedes,
si de mi sangre así te has adueñado,
que no se cuida de su propia
carne?
84
Por remediar lo hecho y lo futuro,
85[L773]
veo en Anagi entrar la flor de lis,
y en su vicario hacer cautivo a
Cristo.
87
Le veo nuevamente escarnecido;
hiel y vinagre renovar le veo,
y entre vivos ladrones darle
muerte.
90
Veo al nuevo Pilatos tan cruel,
91[L774]
que no le sacia esto, y sin decreto
lleva las velas avaras al Templo.
93[L775]
¿Cuándo podré alegrarme, Señor mío,
mirando la venganza que, escondida,
hace dulce el secreto de tu ira?
96
Lo que decía de la única esposa
97[L776]
del Espíritu Santo, y que te hizo
volverte a mí para que te
explicara,
99
la letanía es de nuestras preces
mientras el día dura; y cuando marcha
es un contrario son el que
entonarnos.
102
A Pigmalión recordarnos entonces,
103[L777]
a quien traidor, ladrón y parricida
hizo su desmedido afán de oro;
105
y del avaro Midas la miseria,
106[L778]
que siguió a su pedir desmesurado,
que será bueno reírla por siempre;
108
al loco Acán después nos referimos,
109[L779]
cómo robó el botín, tal que la ira
de Josué parece que aún le muerda.
111
A Safira acusamos y al marido;
112[L780]
de Eliodoro las coces alabamos;
113[L781]
y gira en todo el monte por su
infamia.
114
Polinestor que mató a Polidoro;
115[L782]
y para terminar se grita: "Craso
116[L783]
di, ¿cómo sabe el oro, pues lo
sabes?"
117
Así habla en alto el uno, en bajo el
otro;
según la fuerza que nos espolea
a andar a paso lento o más ligero:
120
Mas proclamando la virtud diurna
no era el único; sólo que aquí cerca
la voz no levantaba ningún otro.»
123
Nos habíamos ya ido de su lado,
procurando avanzar en el camino
lo que nuestros recursos
permitían,
126
cuando escuché, como si algo se
hundiera,
temblar el monte, y me asaltó tal frío
como le asalta a aquel que va a la
muerte.
129
De cierto no tembló tan fuerte Delos,
130[L784]
antes de que Latona hiciera el nido,
para alumbrar del cielo los dos
ojos.
132
Luego un clamor se oyó por todas partes
tal, que el maestro se volvió hacia
mí
«Mientras te guíe ‑‑dijo‑ no te
asustes.»
135
Gloria in excelsis todos deo
136[L785]
decían, por lo que escuché, de cerca,
y pude comprender lo que gritaban.
138
Suspendidos e inmóviles estábamos,
igual que los pastores al oírlo,
hasta que terminó el temblor y el
canto.
141
Luego seguimos nuestra santa ruta,
viendo yacer las sombras por la tierra,
vueltas de nuevo al llanto
acostumbrado.
144
Con tanta guerra nunca la ignorancia
de conocer me hizo deseoso,
si es que no se equivoca mi
memoria,
147
cuanta creí tener, pensando, entonces;
ni a preguntar osaba por la prisa,
ni comprendía nada por mí mismo:
150
y marchaba asustado y pensativo.
CANTO XXI
Esa sed natural que no se aplaca
sino con aquel agua que la joven
samaritana pidió como gracia,
3[L786]
me apenaba, y punzábarne la prisa
por la difícil senda tras mi guía
5[L787]
doliéndome con la justa venganza.
6
Y he aquí que, como escribe Lucas
que a dos en el camino vino Cristo,
salido de la boca del sepulcro,
9[L788]
apareció una sombra detrás de nosotros,
10[L789]
al pie mirando la turba yacente;
y antes de percatamos de él, nos
dijo:
12
«Oh hermanos míos, Dios os de la paz».
Nos volvimos de súbito, y Virgilio
le devolvió el saludo que se debe.
15
Dijo después: «En la corte beata,
en paz te ponga aquel veraz concilio,
17[L790]
que en el exilio eterno me
relega.»
18[L791]
«¡Cómo! ‑nos dijo, caminando aprisa‑:
¿si sombras sois que aquí Dios no
destina,
quién os ha hecho subir por su
escalera?»
21
Y mi doctor: «Si miras las señales
que éste lleva, y que un ángel ha
marcado
verás que puede irse con los
buenos.
24
Mas como la que hila día y noche
no le había acabado aún la husada
que Cloto impone y a todos
apresta,
27[L792]
su alma, que es hermana de las
nuestras,
subiendo no podía venir sola,
porque no puede ver como nosotros.
30
Y me sacaron de la gran garganta
infernal, para guiarle, y guiarele
hasta donde mi escuela pueda
hacerlo.
33
Mas, si lo sabes, dime, ¿por qué tales
sacudidas dio el monte, y por qué a una
parecieron gritar hasta su base.?»
36
Así dio, preguntando, en todo el blanco
de mi deseo, y con las esperanzas
aquella sed sentí más satisfecha.
39
Y aquel dijo: «No hay cosa que sin
orden
pase en la santidad de la montaña,
o que suceda fuera de costumbre.
42
De toda alteración esto está libre:
uno que el cielo dio y que en él recibe
44[L793]
puede ser la razón, y no otra
causa.
45
Porque la lluvia, el granizo, la nieve,
el rocío y la escarcha más arriba
no caen de la escalera de tres
gradas;
48[L794]
nubes espesas no hay ni enrarecidas,
ni rayos, ni la hija de Taumente,
50[L795]
que abajo cambia a menudo de
sitio;
51
no sigue el viento seco más arriba
que la más alta de las escaleras,
donde se sienta el vicario de
Pedro.
54
Acaso tiemble abajo, poco o mucho,
mas por mucho que el viento allá se
esconda,
no sé cómo, aquí arriba nunca
tiembla.
57
Tiembla cuando algún alma ya limpiada
se siente, y se levanta o se encamina
para subir; y tal grito la sigue.
60
Da prueba ese deseo de estar limpia,
que, libre ya para mudar de sitio,
toma al alma y la empuja con
deseo.
63
Antes lo quiso, y lo impidió el talento
pues contra ese deseo, la Justicia,
como fue en el pecar, pone al
castigo.
66[L796]
Y yo que en estas penas he yacido
más de quinientos años, sólo ahora
anhelo libremente un mejor solio:
69
por eso el terremoto y los piadosos
espíritus oisteis, alabando
a aquel Señor, que pronto los
reclame.»
72
Así nos dijo; y tal como disfruta
más del beber quien tiene sed más
grande,
no podría explicar mi gran
contento.
75
Y el sabio guía: «Ya comprendo ahora
la red que os prende y cómo deslazarla,
y por qué hay regocijos y
temblores.
78
Ahora quién fuiste plázcate contarme,
y por qué tantos siglos has yacido
aquí, muéstramelo con tus
palabras.»
81
«En la edad que el buen Tito, con la
ayuda
82[L797]
del sumo rey, vengó los agujeros
de aquella sangre por Judas
vendida,
84
con el nombre que más dura y más honra
85[L798]
vivía yo» ‑repuso aquel
espíritu-
ya bastante famoso, mas sin
fe.
87
Tan grande fue lo dulce de mi canto,
que, tolosano, a Roma me trajeron,
y merecí con mirto honrar mis
sienes.
90
Por Estacio aún la gente me conoce:
canté de Tebas y del gran Aquiles;
mas quedó en el camino la segunda.
93[L799]
Semilla de mi ardor fueron las ascuas,
que me quemaron, de la llama santa
en que han sido encendidos más de
miles;
96[L800]
de la Eneida te hablo, la cual madre
me fue, y me fue nodriza en la poesía:
sin ella no valdría ni un adarme.
99
Y por haber vivido cuando allí
vivió Virgilio, un sol consentiría
más del debido aún antes de
marcharme.»
102[L801]
Se volvió a mí Virgilio a estas
palabras
con rostro que, callando, dijo:
«Calla»;
mas la virtud no puede cuanto
quiere,
105
que risa y llanto siguen tan de cerca
la pasión que genera a cada uno,
que al querer menos sigue en los
sinceros.
108[L802]
Así que sonreí como al secreto;
y se calló la sombra, y me miró
los ojos que revelan más el alma;
111
y: «así tanto trabajo en bien
acabe
‑dijo‑ ¿por qué hace un rato tu
semblante
me ha mostrado un relámpago de
risa?»
114
Ahora estaba cogido por dos partes
una me hace callar, la otra me pide
que hable; y yo suspiro y me
comprende
117
mi maestro, y «No tengas ningún miedo
de hablar ‑‑me dice‑; háblale y revela
lo que con tanto afán ha
preguntado»
120
Por lo que yo: «Quizás te maravilles
de por qué me reí, oh antiguo espíritu,
pero aún quedarás más admirado.
123
Este que arriba guía mi mirada,
es el mismo Virgilio, en quien las
fuerzas
tomaste de cantar dioses y héroes.
126
Si de otra causa pareció mi risa,
olvídala por falsa, y sólo vino
de las palabras que le
prodigaste.»
129
Para abrazar los pies ya se inclinaba
a mi doctor, más él le dijo: «Hermano,
no lo hagas, porque somos los dos
sombras.»
132
Y él alzando: «Ahora puedes comprender
la cantidad de amor en que me
enciendes,
cuando olvido que somos cosas vanas,
135
y trato como sólidas las
sombras.»
CANTO XXII
Ya el ángel se quedó tras de nosotros,
aquel que al sexto círculo nos trajo,
una señal quitando de mi frente;
3
y a los que tienen ansias de justicia
llamó beatos, pero sus palabras
hasta el sitiunt, no más, lo
proclamaron.
6[L803]
Y yo más leve que en los otros pasos
caminaba, tal que sin pena alguna
seguía a los espíritus veloces;
9
cuando Virgilio comenzó: «El Amor
10[L804]
prendido en la virtud, siempre a otro
prende
con tal de que su llama
manifieste;
12
desde el punto en que vino con nosotros
Juvenal hasta el limbo del infierno,
14[L805]
y cuánto te admiraba me dijera,
15
yo fui contigo tan benevolente
como nunca con alguien que no has
visto,
y esta escalera me parece corta.
18[L806]
Pero dime, y perdona como amigo
si excesiva confianza alarga el freno,
y como amigo explícame la causa:
21
cómo pudo encontrar dentro de ti
un sitio la avaricia, junto a tanto
saber que por estudios poseías?»
24
A Estacio estas palabras le causaron
primero una sonrisa, luego dijo:
«Me prueba tu cariño lo que dices.
27
En verdad muchas veces pasan cosas
que dan materia falsa a nuestras dudas,
porque la causa cierta está
escondida.
30[L807]
Tu pregunta me muestra que pensabas
que en la otra vida hubiera sido avaro,
acaso pues me viste en aquel
círculo.
33
Sabe pues que alejado de avaricia
fui demasiado; y esta desmesura
miles de lunas castigada ha sido.
36
Y si el rumbo no hubiese enderezado,
al comprender allí donde escribías,
casi irritado con el ser del
hombre,
39
«¿Por dónde no conduces tú, maldita
40[L808]
hambre de oro, el afán de los
mortales?»
en los tristes torneos diera
vueltas.
42[L809]
Supe entonces que mucho abrir las alas
puede gastar las manos, y de esa
falta me arrepentí cual de las
otras.
45
¿Cuántos renacerán todos pelados
por ignorancia, pues quien peca en
esto,
47[L810]
ni en vida, ni al extremo se
arrepiente?
48
Y sabrás que la culpa que replica,
y diametral se opone a algún pecado,
juntamente con él su verdor seca;
51[L811]
por lo cual si con esa gente estuve
que llora la avaricia, por purgarme
justo de lo contrario me
encontraba.»
54
«Cuando contaste las peleas crueles
de la doble tristeza de Yocasta
56[L812]
‑dijo el cantor de bucólicos
versos‑
57[L813]
por aquello que te inspirara Clío,
no parece que fueses todavía
fiel a la fe sin la que el bien no
basta.
60
Si esto es así, ¿qué sol, qué
luminarias,
disipando la sombra, enderezaron
detrás del pescador luego tus
velas?»
63[L814]
Y aquél a éste: «Tú me dirigiste
a beber en las grutas del Parnaso;
y luego junto a Dios me
iluminaste.
66
Hiciste como aquél que va de noche
con una luz detrás, que a él no le
sirve,
mas hace tras de sí a la gente
sabia,
69
cuando dijiste: «El siglo se renueva,
y el primer tiempo y la justicia
vuelven,
nueva progenie de los cielos
baja.»
72
Por ti poeta fui, por ti cristiano:
73[L815]
mas para ver mejor lo que dibujo,
para darle color la mano extiendo.
75
Preñado estaba el mundo todo entero
de la fe verdadera, que sembraron
los mensajeros del eterno reino,
78
y tus palabras que antes he citado
con las prédicas nuevas concordaban;
y tomé por costumbre el
visitarles.
81
Tan santos luego fueron pareciendo,
que en la persecución de Domiciano,
83[L816]
sin mis lágrimas ellos no
lloraban;
84
y mientras que en mi mano hacerlo
estuvo
les ayudaba, y con sus rectas vidas
me hicieron despreciar toda otra
secta.
87
Y antes de poetizar sobre los griegos
88[L817]
y sobre Tebas, tuve mi bautismo;
pero por miedo fui un cristiano
oculto,
90
mostrándome pagano mucho tiempo;
y esa tibieza en el recinto cuarto
me recluyó por más de cuatro
siglos.
93
Tú pues, que ya este velo has levantado
que me escondía cuanto bien he dicho,
mientras que de subir nos
ocupamos,
96
dónde está, dime, aquel Terencia
antiguo,
97[L818]
Varrón, Plauto, Cecilio, si lo sabes:
y si están condenados y en qué
círculo.»
99
Esos y Persio, y yo, y bastantes otros
100[L819]
‑le respondió‑ se encuentran con el
Griego
a quien las musas más amamantaron,
102[L820]
en el primer recinto de la cárcel;
y hablarnos muchas veces de aquel monte
donde nuestras nodrizas se hallan
siempre.
105[L821]
También están Simónides y Eurípides,
106[L822]
Antifonte, Agatón y muchos otros
griegos que de laureles se
coronan.
108
Allí se ven aquellas gentes tuyas,
Antígona, Deífile y Argía
y así como lo fue de triste, a
Ismene.
111
Vemos a aquella que mostró Langía,
a Tetis y la hija de Tiresias,
113[L823]
y a Deidamia con todos sus
hermanos.»
114
Ya se callaban ambos dos poetas,
de nuevo atentos a mirar en torno,
ya libres de subir y de paredes;
117
y habían cuatro siervas ya del día
atrás quedado, y al timón la quinta
enderezaba a lo alto el carro
ardiente,
120[L824]
cuando mi guía: «Creo que hacia el
borde
volver el hombro diestro nos conviene,
dando la vuelta al monte cual solemos.
»
123
Así fue nuestro guía la costumbre,
y emprendimos la ruta más tranquilos
pues lo aprobaba aquel alma tan
digna.
126
Ellos iban delante, y solitario
yo detrás, escuchando sus palabras,
que en poetizar me daban su
intelecto.
129
Mas pronto rompió las dulces razones
un árbol puesto en medio del camino,
con manzanas de olor bueno y
suave;
132
y así corno el abeto se adelgaza
de rama en rama, aquel abajo hacía,
para que nadie, pienso, lo
subiera.
135[L825]
Del lado en que el camino se cortaba,
caía de la roca un licor claro,
que se extendía por las hojas
altas.
138
Al árbol se acercaron los poetas;
y una voz desde dentro de la fronda
gritó: «Muy caro cuesta este
alimento.»
141
«Más pensaba María en que las bodas
142[L826]
‑siguió‑ fueran honradas, que en su
boca,
esa que ahora intercede por
vosotros.
144
Las antiguas romanas sólo agua
bebían; y Daniel, que despreciaba
el alimento, conquistó la ciencia.
147
La edad primera, bella como el oro,
hizo con hambre gustar las bellotas,
y néctar con la sed cualquier
arroyo.
150
Miel y langostas fueron las viandas
que en el yermo nutrieron al Bautista;
por lo cual es tan grande y tan
glorioso
153
como en el Evangelio se
demuestra.»
CANTO XXIII
Mientras los ojos por la verde fronda
fijaba de igual modo que quien suele
del pajarillo en pos perder la
vida,
3[L827]
el más que padre me decía: «Hijo,
ven pronto, pues el tiempo que nos
dieron
más útilmente aprovechar se debe.»
6
Volví el rostro y el paso sin tardarme,
junto a los sabios, que en tal forma
hablaban,
9
que me hicieron andar sin pena
alguna.
Y en esto se escuchó llorar y un canto
labia mea domine, en tal modo,
11[L828]
cual si pariera gozo y pesadumbre.
12
«Oh dulce padre, ¿qué es lo que ahora
escucho?»,
yo comencé; y él: «Sombras que caminan
de sus deudas el nudo desatando.»
15
Como los pensativos peregrinos,
al encontrar extraños en su ruta,
que se vuelven a ellos sin
pararse,
18
así tras de nosotros, más aprisa,
al llegar y pasamos, se asombraba
de ánimas turba tácita y devota.
21[L829]
Todos de ojos hundidos y apagados,
de pálidos semblantes, y tan flacos
que del hueso la piel tomaba
forma.
24
No creo que a pellejo tan extremo
seco, hubiese llegado Erisitone,
26 [L830]
ni cuando fue su ayuno más severo.
27
Y pensando decíame: «¡Aquí viene
28[L831]
la gente que perdió Jerusalén,
cuando María devoró a su hijo!
30
Parecían sus órbitas anillos
sin gemas: y quien lee en la cara "omo"
32[L832]
bien podría encontrar aquí la eme.
33
¿Quién pensaría que el olor de un fruto
tal hiciese, el anhelo produciendo,
o el de una fuente, no sabiendo
cómo?
36
Maravillado estaba de tal hambre,
pues la razón aún no conocía
de su piel escarnada y su
flaqueza,
39
cuando de lo más hondo de su rostro
fija su vista me volvió una sombra;
luego fuerte exclamó: "¿Qué gracia es
ésta?"
42
Nunca el rostro le hubiese conocido;
pero en la voz se me hizo manifiesto
lo que el aspecto había deformado.
45
Esta chispa encendió de aquel tan otro
rostro
del todo mi conocimiento,
y conocí la cara de Forese.»
48[L833]
«Ah, no te fijes en la seca roña
que me destiñe ‑rogaba‑ la piel,
ni por la falta de carne que
tenga;
51
dime en verdad de ti, y de quién son
esas
dos ánimas que allí te dan escolta;
¡no te quedes aquí sin que me
hables!»
54
«Tu cara, que lloré cuando moriste,
con no menos dolor ahora la lloro
‑le respondí‑ al mirarla tan
cambiada.
57
Pero dime, por Dios que así os deshoja;
no pidas que hable, pues estoy atónito;
mal podrá hablar quien otra cosa
quiere.»
60[L834]
Y él a mí‑ «Del querer eterno baja
un efecto en el agua y en el árbol
que dejasteis atrás, que así
enflaquece.
63
Toda esta gente que llorando canta,
por seguir a la gula sin medida,
santa se vuelve aquí con sed y
hambre
66
De comer y beber nos da el deseo
el olor de la fruta y del rocío
que se extiende por sobre la
verdura.
69
Y ni un solo momento en este espacio
dando vueltas, mitiga nuestra pena:
pena digo y debiera decir gozo,
72[L835]
que aquel deseo al árbol nos conduce
donde Cristo gozoso dijo 'Eli',
74[L836]
cuando nos redimió la sangre
suya.»
75
Yo contesté: «Forese, desde el día
que el mundo por mejor vida trocaste,
cinco años aún no han
transcurrido.
78
Si antes se terminó el que tú pudieras
pecar aún más, de que llegase la hora
del buen dolor que a Dios volver nos
hace,
81
¿cómo es que estás arriba ya tan
pronto?
Yo pensaba encontrarte allí debajo,
donde el tiempo con tiempo se
repara.»
84[L837]
Y él respondió: «Tan pronto me ha
logrado
que beba el dulce ajenjo del martirio
mi Nela con su llanto sin fatiga.
87[L838]
Con devotas plegarias y suspiros
me trajo de la playa en que se espera,
y me ha librado de los otros
círculos.
90
Tanto más cara a Dios y más dilecta
es mi viudita, a la que tanto amaba,
cuanto en su bien obrar está más
sola;
93
puesto que la Barbagia de Sicilia
94[L839]
es más púdica ya con sus mujeres
que la Barbagia en donde la he
dejado.
96
Dulce hermano ¿qué quieres que te diga?
Ya presiento unos tiempos venideros
de que esta hora ya no está
lejana,
99
en que será en el púlpito vedado
el que las descaradas florentinas
vayan mostrando en público las
tetas.
102
¿Qué bárbara hubo nunca o musulmanas
que precisaran para andar cubiertas
disciplina en el alma o de las
otras?
105[L840]
Mas si supieran esas sinvergüenzas
lo que veloz el cielo les depara,
ya para aullar sus bocas abrirían;
108
pues si el vaticinar aquí no engaña,
sufrirán antes de que crezca el bozo
a los que ahora con nanas
consuelan.
111[L841]
Ahora ya no te escondas más, oh
hermano,
que no sólo yo, más toda esta gente,
mira el lugar donde la luz no
pasa.»
114
Por lo que yo le dije: «Si recuerdas
lo que fui para ti, y para mi fuiste,
aún será triste el recordar
presente.
117[L842]
De aquella vida me sustrajo aquel
que va delante, el otro día, cuando
redonda se mostró la hermana de
ese
120[L843]
‑‑señalé el sol. Y aquél por la
profunda
noche llevóme de los muertos ciertos
con esta carne cierta que le
sigue.
123
De allí con sus auxilios me ha traído,
subiendo y rodeando la
montaña,
que os endereza a los que el mundo
tuerce.
126
Dice que habrá de hacerme compañía
hasta que esté donde Beatriz se
encuentra;
allí es preciso que sin él me
quede.
129
Virgilio es quien tal cosa me ha
contado
‑y se lo señalé‑; y aquél la sombra
por quien se ha conmovido cada cuesta
132
de vuestro reino del que ya se
marcha.»
CANTO XXIV
Ni hablar a andar, ni andar a aquel más
lento
hacía, mas hablando a prisa íbamos
cual nao que empuja un viento
favorable;
3
y las sombras, más muertas pareciendo,
admiración ponían en las cuencas
de los ojos, sabiendo que vivía.
6
Y yo, continuando mis palabras
dije: «Y asciende acaso más despacio
de lo que en otro momento lo
haría.
9[L844]
Mas dime de Piccarda, si es que sabes;
10[L845]
y dime si estoy viendo a alguien
notable
entre esta gente que así me
contempla.»
12
«Mi hermana, que entre hermosa y entre
buena
no sé qué fuera más, alegre triunfa
en el Olimpo ya de su corona.»
15
Dijo primero; y luego: «Aquí podemos
a cualquiera nombrar pues tan mudado
nuestro semblante está por la
abstinencia.
18
Ese ‑y le señaló‑ es Bonagiunta,
19[L846]
Bonagiunta de Lucca; y esa cara
a su lado, cosida más que otras.
21
tuvo la santa iglesia entre sus brazos:
nació en Tours, y aquí purga con ayunos
el vino y las anguilas de
Bolsena.»
24[L847]
Uno por uno a muchos me nombró;
y al nombrarles contentos parecían,
26[L848]
y no vi ningún gesto de tristeza.
27
Vi por el hambre en vano usar los
dientes
a Ubaldín de la Pila y Bonifacio,
29[L849]
que apacentara a muchos con su
torre.
30
Vi a Maese Marqués, que ocasión tuvo
31[L850]
de beber en Forlí sin sequedades,
y que nunca veíase saciado.
33
Mas como hace el que mira y luego
aprecia
más a uno que otro, hice al luqués,
que de mí más curioso parecía.
36
Él murmuraba, y no sé que «Gentucca»
37[L851]
sentía yo, donde él sentía la plaga
de la justicia que así le roía.
39
«Alma –dije- que tal deseo muestras
de hablar conmigo, hazlo claramente,
y a los dos satisfaz con tus
palabras.»
42
«Hay nacida, aún sin velo, una mujer
‑‑él comenzó‑ que hará que mi ciudad
te plazca aunque otros muchos la
desprecien.
45
Tú marcharás con esta profecía:
si en mi murmullo alguna duda tienes,
la realidad en claro ha de
ponerlo.
48
Pero dime si veo a quien compuso
aquellas nuevas rimas que empezaban:
«Mujeres que el Amor bien
conocéis.»
51[L852]
Y yo le dije: «Soy uno que cuando
Amor me inspira, anoto, y de esa forma
voy expresando aquello que me
dicta.»
54
«¡Ah hermano, ya comprendo ‑‑‑dijo‑ el
nudo
que al Notario, a Guiton y a mí separa
del dulce estilo nuevo que te
escucho!
57[L853]
Bien veo ahora cómo vuestras plumas
detrás de quien os dicta van pegadas,
lo que no sucedía con las
nuestras;
60
y quien se ponga a verlo de otro modo
no encontrará ninguna diferencia.»
Y se calló bastante satisfecho.
63
Cual las aves que invernan junto al
Nilo,
a veces en el aire hacen bandadas,
y luego aprisa vuelan en hilera,
66
así toda la gente que allí estaba,
volviendo el rostro apresuró su paso,
por su flaqueza y su deseo raudas.
69
Y como el hombre de correr cansado
deja andar a los otros, y pasea
hasta que calma el resollar del
pecho,
72
dejó que le pasara la grey santa
y conmigo detrás vino Forese,
diciendo: «¿Cuándo te veré de
nuevo?»
75
«No sé ‑repuse-, cuánto viviré;
mas no será mi vuelta tan temprano,
que antes no esté a la orilla mi
deseo;
78
porque el lugar donde a vivir fui
puesto,
del bien, de día en día, se despoja,
y parece dispuesto a triste
ruina.»
81
Y él: «Ánimo, pues veo al más culpable,
82[L854]
arrastrado a la cola de un caballo
hacia aquel valle donde no se
purga.
84
La bestia a cada paso va más rauda,
siempre más, hasta que ella le golpea,
y deja el cuerpo vilmente
deshecho.
87
No mucho han de rodar aquellas ruedas
‑y miró al cielo‑ y claro habrá de
serte
esto que más no puedo declararte.
90
Ahora quédate aquí, que es caro el
tiempo
en este reino, y ya perdí bastante
caminando contigo paso a paso.»
93
Como al galope sale algunas veces
un jinete del grupo que cabalga,
por ganar honra en los primeros
golpes,
96
con pasos aún mayores nos dejó;
y me quedé con esos dos que fueron
en el mundo tan grandes
mariscales.
99
Y cuando estuvo ya tan adelante,
que mis ojos seguían tras de él,
como mi mente tras de sus
palabras.
102
vi las ramas cargadas y frondosas
de otro manzano, no mucho más lejos
por haber sólo entonces hecho el
giro
105[L855]
Vi gentes bajo aquel alzar las manos
y gritar no sé qué hacia la espesura,
como en vano anhelantes
chiquitines
108
que piden, y a quien piden no responde,
mas por hacer sus ganas más agudas,
les muestra su deseo puesto en
alto.
111
Luego se fueron ya desengañadas;
y nos aproximamos al gran árbol,
que tanto llanto y súplicas
desdeña.
114
«Seguid andando y no os aproximéis:
un leño hay más arriba que mordido
fue por Eva y es éste su retoño.»
117
Entre las frondas no sé quién hablaba;
y así Virgilio, Estacio y yo, apretados
seguimos caminando por la cuesta.
120
Decía: «Recordad a los malditos
121[L856]
nacidos de las nubes, que, borrachos,
con dos pechos lucharon con Teseo;
123
y a los hebreos, por beber tan flojos,
124[L857]
que Gedeón no quiso de su ayuda,
cuando a Madián bajó de las
colinas.»
126
Así arrimados a uno de los bordes,
oyendo fuimos culpas de la gula
seguidas del castigo miserable.
129
Ya en la senda desierta, distanciados,
más de mil pasos nos llevaron lejos,
los tres mirando sin decir
palabra.
132
«Solos así los tres ¿qué vais
pensando?»,
dijo una voz de pronto; y me agité
como un caballo joven y espantado.
135
Alcé mi rostro para ver quién era;
y jamás pude ver en ningún horno
vidrio o metal tan rojo y tan
luciente,
138
como a quien vi diciendo: «Si os
complace
139[L858]
subir, aquí debéis de dar la vuelta;
quien marcha hacia la paz, por aquí
pasa.»
141
Me deslumbró la vista con su aspecto;
por lo que me volví hacia mis doctores,
como el hombre a quien guía lo que
escucha.
144[L859]
Y como, del albor anunciadora,
sopla y aroma la brisa de mayo,
de hierba y flores toda perfumada;
147
yo así sentía un viento por en medio
de la frente, y sentí un mover de
plumas,
que hizo oler a ambrosía el aura
toda.
150
Sentí decir: «Dichosos los que alumbra
151[L860]
tanto la gracia, que el amor del gusto
en su pecho no alienta demasiado,
153
apeteciendo siempre cuanto es
justo.»
CANTO XXV
Dilación no admitía la subida;
puesto que el sol había ya dejado
la noche al Escorpión, el día al
Toro:
3[L861]
y así como hace aquél que no se para,
mas, como sea, sigue su camino,
por la necesidad aguijonado,
6
así fuimos por el desfiladero,
subiendo la escalera uno tras otro,
pues su estrechez separa a los que
suben.
9
Y como el cigoñino el ala extiende
por ganas de volar, y no se atreve
a abandonar el nido, y las
repliega;
12
tal mis ganas ardientes y apagadas
de preguntar; haciendo al fin el gesto
que hacen aquellos que al hablar se
aprestan.
15
Por ello no dejó de andar aprisa,
sino dijo mi padre: «Suelta el arco
del decir, que hasta el hierro tienes
tenso.»
18[L862]
Ya entonces confiado abrí la boca,
y dije: «Cómo puede adelgazarse
allí donde comer no es necesario.»
21[L863]
«Si recordaras cómo Meleagro
22[L864]
se extinguió al extinguirse el ascua
aquella
‑me dijo‑ de esto no te
extrañarías;
24
y si pensaras cómo, si te mueves,
también tu imagen dentro del espejo,
claro verás lo que parece oscuro.
27
Mas para que el deseo se te aquiete,
aquí está Estacio; y yo le llamo y pido
que sea el curador de tus
heridas.»
30
«Si la visión eterna le descubro
‑repuso Estacio‑, estando tú delante,
el no poder negarme me disculpe.»
33
Y después comenzó: «Si mis palabras,
34[L865]
hijo, en la mente guardas y recibes,
darán luz a aquel "cómo" que
dijiste.
36
La sangre pura que no es absorbida
37[L866]
por las venas sedientas, y se queda
cual alimento que en la mesa
sobra,
39
toma en el corazón a cualquier miembro
la virtud de dar forma, como aquella
que a hacerse aquellos vase por las
venas.
42
Digerida, desciende, donde es bello
más callar que decir, y allí destila
en vaso natural sobre otra sangre.
45
Allí se mezclan una y otra juntas,
una a sufrir dispuesta, a hacer la
otra,
pues que procede de un lugar
perfecto;
48
y una vez que ha llegado, a obrar
comienza
coagulando primero, y avivando
lo que hizo consistente su
materia.
51
Alma ya hecha la virtud activa
cual de una planta, sólo diferente
que una en camino está y otra ha
llegado,
54[L867]
sigue obrando después, se mueve y
siente,
como un hongo marino; y organiza
esas potencias de las que es
semilla.
57
Aquí se extiende, hijo, y se despliega
la virtud que salió del corazón
del generante, y forma da a los
miembros.
60
Mas cómo el animal se vuelve hablante
no puedes ver aún, y uno más sabio
que tú, se equivocaba en este
punto,
63[L868]
y así con su doctrina separaba
del alma la posible inteligencia,
por no encontrarle un órgano
adecuado.
66
A la verdad que viene abre tu pecho;
y sabrás que, tan pronto se termina
68[L869]
de articularle al feto su cerebro,
69
complacido el Primer Motor se vuelve
a esa obra de arte, en la que inspira
nuevo espíritu, lleno de virtudes,
72[L870]
que lo que encuentra activo aquí reúne
en su sustancia, y hace un alma sola,
que vive y siente y a sí misma
mira.
75
Y por que no te extrañen mis palabras
mira el calor del sol que se hace vino,
junto al humor que nace de las
vidas.
78
Cuando más lino Laquesis no tiene,
79[L871]
se suelta de la carne, y virtualmente
lo divino y lo humano se lo lleva.
81
Ya enmudecidas sus otras potencias,
82[L872]
inteligencia, voluntad, memoria
en acto quedan mucho más agudas.
84
Sin detenerse, por sí misma cae
maravillosamente en una u otra orilla;
86[L873]
y de antemano sabe su camino.
87
En cuanto ese lugar la circunscribe,
88[L874]
la virtud formativa irradia en torno
del mismo modo que en los miembros
vivos:
90
y como el aire, cuanto está muy húmedo,
por otro rayo que en él se refleja,
con diversos colores se engalana;
93
así el aire cercano se dispone,
y en esa misma forma que le imprime
virtualmente el alma allí parada;
96
Y después, a la llama semejante
que sigue al fuego al sitio donde vaya,
la nueva forma al espíritu sigue.
99
Y como aquí recibe su aparencia,
sombra se llama; y luego aquí organiza
cualquier sentido, incluso el de la
vista.
102
Por esta causa hablamos y reímos;
y suspiros y lágrimas hacemos
que has podido sentir por la
montaña.
105
Según que nos afligen los deseos
y los otros afectos, toma forma
la sombra, y es la causa que te
admira.»
108
Y ya llegado al último tormento
109[L875]
habíamos, y vuelto a la derecha,
y estábamos atentos a otras cosas.
111
Aquí dispara el muro llamaradas,
y por el borde sopla un viento a lo
alto
que las rechaza y las aleja de él;
114[L876]
y por esto debíainos andar
por el lado de afuera de uno en uno;
y yo temía el fuego o la caída.
117
«Por este sitio -guía iba diciendo-
a los ojos un freno hay que
ponerles,
pues errar se podría por muy poco.
120
Summae Deus Clamentiae en el seno
121[L877]
del gran ardor oí cantar entonces,
que no menos ardor dio de
volverme;
123
y vi almas caminando por las llamas;
así que a ellas miraba y a mis pasos,
repartiendo la vista por momentos.
126
Una vez que aquel himno terminaron
127[L878]
gritaron alto: «Virum no
cognosco»;
y el himno repetían en voz baja.
129
Y al terminar gritaban: «En el bosque
Diana se quedó y arrojó a Elice
131[L879]
porque probó de Venus el veneno.»
132
Luego a cantar volvían; y de esposas
y de maridos castos proclamaban,
cual la virtud y el matrimonio
imponen.
135
Y de esta forma creo que les baste
en todo el tiempo que el fuego les
quema:
Con tal afán conviene y en tal forma
que la postrera herida cicatrice.
138
CANTO XXVI
Mientras que por la orilla uno tras
otro
marchábamos y el buen maestro a veces
«Mira ‑‑decía‑ como te he
advertido»;
3
sobre el hombro derecho el sol me
hería,
que ya, radiando, todo el occidente
el celeste cambiaba en blanco
aspecto;
6[L880]
y hacía con mi sombra más rojiza
la llama parecer; y al darse cuenta
vi que, andando, miraban muchas
sombras.
9
Esta fue la ocasión que les dio pie
a que hablaran de mí‑, y así empezaron
«Este cuerpo ficticio no parece»;
12
luego vueltos a mí cuanto podían,
se cercioraron de ello, con cuidado
siempre de no salir de donde
ardiesen.
15[L881]
«Oh tú que vas, no porque tardo seas,
mas tal vez reverente, tras los otros,
respóndeme, que en este fuego
ardo.
18
No sólo a mí aproveche tu respuesta;
pues mayor sed tenemos todos de ella
que de agua fría la India o la
Etiopía.
21
Dinos cómo es que formas de ti un muro
al sol, de tal manera que no hubieses
aún entrado en las redes de la
muerte.»
24
Así me hablaba uno; y yo me hubiera
24[L882]
ya explicado, si no estuviese atento
a otra novedad que entonces vino;
27
que por medio de aquel sendero ardiente
vino gente mirando hacia los otros,
lo cual, suspenso, me llevó a
observarlo.
30[L883]
Apresurarse vi por todas partes
y besarse a las almas unas a otras
sin pararse, felices de tal
fiesta;
33
así por medio de su hilera oscura
una a la otra se hocican las hormigas,
por saber de su suerte o su
camino.
36
En cuanto dejan la acogida amiga,
antes de dar siquiera el primer paso,
en vocear se cansan todas ellas:
39
la nueva gente: «Sodoma y Gomorra»;
40[L884]
los otros: «En la vaca entra Pasifae,
para que el toro corra a su
lujuria.»
42
Después como las grullas que hacia el
Rif
vuelan en parte, y parte a las arenas,
o del hielo o del sol haciendo
ascos,
45
una gente se va y otra se viene;
vuelven llorando a sus primeros cantos
y a gritar eso que más les atañe;
48
y acercáronse a mí, como hace poco
esos otros habíanme rogado,
deseosos de oír en sus semblantes.
51
Yo que dos veces viera su deseo;
«Oh almas ya seguras
‑‑comencé-
de conseguir la paz tras de algún
tiempo,
54
no han quedado ni verdes ni maduros
allí mis miembros, mas aquí los traigo
con su sangre y sus
articulaciones.
57
Subo para no estar ya nunca ciego;
una mujer me obtuvo la merced,
de venir con el cuerpo a vuestro
mundo.
60
Mas vuestro anhelo mayor satisfecho
sea pronto, y así os albergue el cielo
que lleno está de amor y más se
espacia,
63
decidme, a fin de que escribirlo pueda,
quiénes seáis, y quién es esa turba
que se marchó detrás a vuestra
espalda.»
66
No de otro modo estúpido se turba
el montañés, y mira y enmudece,
cuando va a la ciudad , rudo y
salvaje,
69
que en su apariencia todas esas
sombras;
más ya de su estupor recuperadas,
que de las altas almas pronto
sale,
72
«¡Dichoso tú que de nuestras regiones
‑volvió a decir aquel que habló
primero‑,
para mejor morir sapiencia
adquieres!
75
La gente que no viene con nosotros,
pecó de aquello por lo que en el
triunfo
César oyó que "reina" lo llamaban:
78[L885]
por eso vanse gritando "Sodoma",
reprobándose a sí, como has oído,
con su vergüenza el fuego
acrecentando.
81
Hermafrodita fue nuestro pecado;
y pues que no observamos ley humana,
siguiendo el apetito como bestias,
84[L886]
en nuestro oprobio, por nosotros se oye
cuando partimos el nombre de aquella
que en el leño bestial bestia se
hizo.
87
Ya sabes nuestros actos, nuestras
culpas:
y si de nombre quieres conocemos,
decirlo no sabría, pues no hay
tiempo.
90
Apagaré de mí, al menos, tus ganas:
Soy Guido Guinizzelli, y aquí peno
92[L887]
por bien antes del fin
arrepentirme.»
93
Igual que en la tristeza de Licurgo
94[L888]
hicieron los dos hijos a su madre,
así hice yo, pero sin tanto
ímpetu,
96
cuando escuché nombrarse él mismo al
padre
mío y de todos, el mejor que rimas
de amor usaron dulces y donosas;
99
y pensativo, sin oír ni hablar,
contemplándole anduve un largo rato,
mas, por el fuego, sin
aproximarme.
102
Luego ya de mirarle satisfecho,
me ofrecí enteramente a su servicio
con juramentos que a otros
aseguran.
105
y él me dijo: «Tú dejas tales huellas
en mí, por lo que escucho, y tan
palpables,
que no puede borrarlas el Leteo.
108
Mas si en verdad juraron tus palabras,
dirne por qué razones me demuestras
al mira.rme y hablarme tanto
aprecio.»
111
Y yo le dije: «Vuestros dulces versos,
que, mientras duren los modernos usos,
harán preciada aun su misma
tinta.»
114
«Oh hermano ‑‑dijo,‑, ése que te indico
‑y señaló un espíritu delante-
fue el mejor artesano de su
lengua.
117[L889]
En los versos de amor o en narraciones
a todos superó; y deja a los tontos
que creen que el Lemosín le
aventajaba.
120[L890]
A las voces se vuelven, no a lo cierto,
y su opinión conforman de este modo
antes de oír a la razón o al arte.
123
Así hicieron antaño con Guittone,
124[L891]
de voz en voz corriendo su alabanza,
hasta que la verdad se ha impuesto a
todos.
126
Ahora si tienes tanto privilegio,
que lícito te sea ir hasta el claustro
del colegio del cual abad es
Cristo,
129
de un padre nuestro dile aquella parte,
que nos es necesaria en este mundo,
donde poder pecar ya no es lo
nuestro.»
132[L892]
Luego tal vez por dar cabida a otro
que cerca estaba, se perdió en el
fuego,
como en el agua el pez que se va al
fondo.
135
Yo me acerqué a quien antes me
indicara,
y dije que a su nombre mi deseo
un sitio placentero disponía.
138
Y comenzó a decirrne cortésmente:
139[L893]
«Tan m'abelfis vostre cortes deman,
qu'ieu non me puesc ni voil a vos
cobrire.
141
Ieu sui Arnaut, que plor e vau cantan;
consiros vei la passada folor,
a vei jausen lo joi que'esper,
denan.
144
Ara voz prec, per aquella valor
que vos guida al som de l'escalina,
sovenha
vos a temps de ma dolor.»
147
Luego se hundió en el fuego que le
salva.
CANTO XXVII
Igual que vibran los primeros rayos
donde esparció la sangre su Creador,
cayendo el Ebro bajo la alta
Libra,
3
y a nona se caldea el agua al Ganges,
4[L894]
el sol estaba; y se marchaba el día,
cuando el ángel de Dios alegre
vino.
6
Fuera del fuego sobre el borde estaba
7[L895]
y cantaba: «¡Beati mundi cordi!»
con voz mucho más viva que la
nuestra.
9
Luego: «Más no se avanza, si no muerde
almas santas, el fuego: entrad en él
y escuchad bien el canto de ese
lado.»
12[L896]
Nos dijo así cuanto estuvimos cerca;
por lo que yo me puse, al escucharle,
igual que aquel que meten en la
fosa.
15[L897]
Por protegerme alcé las manos juntas
en vivo imaginando, al ver el fuego,
humanos cuerpos que quemar he
visto.
18[L898]
Hacia mí se volvió mi buena escolta;
y Virgilio me dijo entonces: «Hijo,
puede aquí haber tormento, mas no
muerte.
21
¡Acuérdate, acuérdate! Y si yo
sobre Gerión a salvo te conduje,
23[L899]
¿ahora qué haría ya de Dios más
cerca?
24
Cree ciertamente que si en lo profundo
de esta llama aun mil años estuvieras,
no te podría ni quitar un pelo.
27
Y si tal vez creyeras que te engaño
vete hacia ella, vete a hacer la
prueba,
con tus manos al borde del
vestido.
30[L900]
Dejón, depón ahora cualquier miedo;
vuélvete y ven aquí. seguro entra.»
Y en contra yo de mi conciencia,
inmóvil.
33
Al ver que estaba inmóvil y reacio,
dijo un poco turbado: «Mira, hijo:
entre Beatriz y tú se alza este
muro.»
36
Corno al nombre de Tisbe abrió los ojos
37[L901]
Píramo, y antes de morir la vio,
cuando el moral se convirtió en
bermejo;
39
así, mi obstinación más ablandada,
me volví al sabio guía oyendo el nombre
que en nú memoria siempre se
renueva.
42
Y él movió la cabeza, y dijo: «¡Cómo!
¿quieres quedarte aquí?»; y me sonreía,
como a un niño a quien vence una
manzana.
45
Luego delante de mí entró en el fuego,
pidiendo a Estacio que tras mi viniese,
que en el largo camino estuvo en
medio.
48[L902]
En el vidrio fundido, al estar dentro,
me hubiera echado para refrescarme,
pues tanto era el ardor
desmesurado.
51
Y por reconfortarme el dulce padre,
me hablaba de Beatriz mientras andaba:
«Ya me parece que sus ojos veo.»
54
Nos guiaba una voz que al otro lado
cantaba y, atendiendo sólo a ella,
llegamos fuera, adonde se subía.
57
'¡ Venite,
benedictis patris mei!'
58[L903]
se escuchó dentro de una luz que había,
que me venció y que no pude
mirarla.
60
«El sol se va ‑‑siguió‑ y la tarde
viene;
no os detengáis, acelerad el paso,
mientras que el occidente no se
adumbre.»
63
Iba recto el camino entre la roca
hacia donde los rayos yo cortaba
delante, pues el Sol ya estaba
bajo.
66
Y poco trecho habíamos subido
cuando ponerse el sol, al extinguirse
mi sombra, por detrás los tres
sentimos.
69
Y antes que en todas sus inmensas
partes
tomara el horizonte un mismo aspecto,
y adquiriese la noche su dominio,
72
de un escalón cada uno hizo su lecho;
que la natura del monte impedía
el poder subir más y nuestro
anhelo.
75
Como quedan rumiando mansamente
esas cabras, indómitas y hambrientas
antes de haber pastado, en sus
picachos,
78
tácitas en la sombra, el sol hirviendo,
guardadas del pastor que en el cayado
se apoya y es de aquellas el
vigía;
81
y como el rabadán se alberga al raso,
y pemocta junto al rebaño quieto,
guardando que las fieras no lo
ataquen;
84
así los tres estábamos entonces,
yo como cabra y ellos cual pastores,
aquí y allí guardados de alta
gruta.
87
Poco podía ver de lo de afuera;
mas, de lo poco, las estrellas vi
mayores y más claras que
acostumbran.
90
De este modo rumiando y
contemplándolas,
me tomó el sueño; el sueño que a
menudo,
antes que el hecho, sabe su
noticia.
93[L904]
A la hora, creo, que desde el oriente
irradiaba en el monte Citerea,
en el fuego de amor siempre
encendida,
96
joven y hermosa aparecióme en sueños
97[L905]
una mujer que andaba por el campo
que recogía flores; y cantaba:
99
«Sepan los que preguntan por mi nombre
que soy Lía, y que voy moviendo en
torno
las manos para hacerme una
guirnalda.
102
Por gustarme al espejo me engalano;
Mas mi hermana Raquel nunca se aleja
del suyo, y todo el día está
sentada.
105[L906]
Ella de ver sus bellos ojos goza
como yo de adornarme con las manos;
a ella el mirar, a mí el hacer
complace.»
108
Y ya en el esplendor de la alborada,
que es tanto más preciado al peregrino,
cuando al regreso duerme menos
lejos,
111
huían las tinieblas, y con ellas
mi sueño; por lo cual me levanté,
viendo ya a los maestros
levantados.
114[L907]
«El dulce fruto que por tantas ramas
buscando va el afán de los mortales,
hoy logrará saciar toda tu
hambre.»
117[L908]
Volviéndose hacia mí Virgilio, estas
palabras dijo; y nunca hubo regalo
que me diera un placer igual a
éste.
120
Tantas ansias vinieron sobre el ansia
de estar arriba ya, que a cada paso
plumas para volar crecer sentía.
123
Cuando debajo toda la escalera
quedó, y llegarnos al peldaño sumo,
en mi clavó Virgilio su mirada,
126
«El fuego temporal, el fuego eterno
has visto hijo; y has llegado a un
sitio
en que yo, por mí m. ismo, ya no
entiendo.
129
Te he conducido con arte y destreza;
tu voluntad ahora es ya tu guía:
fuera estás de camino estrecho o
pino.
132
Mira el sol que en tu frente
resplandece;
las hierbas, los arbustos y las flores
que la tierra produce por sí sola.
135
Hasta que alegres lleguen esos ojos
que llorando me hicieron ir a ti,
puedes sentarte, o puedes ir tras
ellas.
138[L909]
No esperes mis palabras, ni consejos
ya; libre, sano y recto es tu albedrío,
y fuera error no obrar lo que él te
diga:
141
y por esto te mitro y te corono.»
142[L910]
CANTO XXVIII
Deseoso de ver por dentro y fuera
la divina floresta espesa y viva,
que a los ojos ternplaba el día
nuevo,
3
sin esperar ya más, dejé su margen,
andando, por el campo a paso lento
por el suelo aromado en todas
partes.
6
Un aura dulce que jamás mudanza
tenía en sí, me hería por la frente
con no más golpe que un suave
viento;
9
con el cual tremolando los frondajes
todos se doblegaban hacia el lado
en que el monte la sombra
proyectaba;
12[L911]
mas no de su estar firme tan lejanos,
que por sus copas unas avecillas
dejaran todas de ejercer su arte;
15
mas con toda alegría en la hora prima,
la esperaban cantando entre las hojas,
que bordón a sus rimas ofrecían,
18
como de rama en rama se acrecienta
en la pineda junto al mar de Classe,
20[L912]
cuando Eolo al Siroco desencierra.
21
Lentos pasos habíanme llevado
ya tan adentro de la antigua selva,
que no podía ver por dónde
entrara;
24
y vi que un río el avanzar vedaba,
25[L913]
que hacia la izquierda con menudas
ondas
doblegaba la hierba a sus orillas.
27
Toda el agua que fuera aquí más
límpida,
arrastrar impurezas pareciera,
a ésta que nada oculta comparada,
30
por más que ésta discurra oscurecida
bajo perpetuas sombras, que no dejan
nunca paso a la luz del sol ni
luna.
33
Me detuve y crucé con la mirada,
por ver al otro lado del arroyo
aquella variedad de frescos mayos;
36
y allí me apareció, como aparece
algo súbitamente que nos quita
cualquier otro pensar,
maravillados,
39
una mujer que sola caminaba,
40[L914]
cantando y escogiendo entre las flores
de que pintado estaba su camino.
42
«Oh, hermosa dama, que amorosos rayos
te encienden, si creer debo al
semblante
que dar suele del pecho
testimonio,
45
tengas a bien adelantarte ahora
‑díjele- lo bastante hacia la orilla,
para que pueda escuchar lo que
cantas.
48
Tú me recuerdas dónde y cómo estaba
49[L915]
Proserpina, perdida por su madre,
cuando perdió la dulce primavera.»
51
Como se vuelve con las plantas firmes
en tierra y juntas, la mujer que baila,
y un pie pone delante de otro
apenas,
54
volvió sobre las rojas y amarillas
florecillas a mí, no de otro modo
que una virgen su honesto rostro
inclina;
57
y así mis ruegos fueron complacidos,
pues tanto se acercó, que el dulce
canto
llegaba a mí, entendiendo sus
palabras.
60
Cuando llegó donde la hierba estaba
bañada de las ondas del riachuelo,
de alzar sus ojos hízome regalo.
63
Tanta luz yo no creo que esplendiera
64[L916]
Venus bajo sus cejas, traspasada,
fuera de su costumbre, por su
hijo.
66
Ella reía en pie en la orilla opuesta,
más color disponiendo con sus manos,
que esa elevada tierra sin
semillas.
69
Me apartaban tres pasos del arroyo;
y el Helesponto que Jerjes cruzó
aún freno a toda la soberbia
humana,
72
no soportó más odio de Leandro
73[L917]
cuando nadaba entre Sesto y Abido,
que aquel de mí, pues no me daba
paso.
75
«Sois nuevos y tal vez porque sonrío
en el sitio elegido ‑‑dijo
ella-
como nido de la natura humana,
78
asombrados os tiene alguna duda;
mas luz el salmo Delestasti
otorga,
80[L918]
que puede disipar vuestro
intelecto.
81
Y tú que estás delante y me rogaste,
dime si quieres más oír; pues presta
a resolver tus dudas he venido.
84
«El son de la floresta ‑dije , el agua,
me hacen pensar en una cosa nueva,
de otra cosa distinta que he
escuchado.»
87[L919]
Y ella: «Te explicaré cómo deriva
de su causa este hecho que te asombra,
despejando la niebla que te
ofende.
90
El sumo bien que sólo en Él se goza,
hizo bueno y al bien al hombre en este
92[L920]
lugar que le otorgó de paz eterna.
93
Pero aquí poco estuvo por su falta;
por su falta en gemidos y en afanes
cambió la honesta risa, el dulce
juego.
96
Y para que el turbar que abajo forman
97[L921]
los vapores del agua y de la tierra,
que cuanto pueden van tras del
calor,
99
al hombre no le hiciese guerra alguna,
subió tanto hacia el cielo esta
montaña,
y libre está de él, donde se
cierra.
102[L922]
Mas como dando vueltas por entero
con la primera esfera el aire gira,
si el círculo no es roto en algún
punto,
105
en esta altura libre, el aire vivo
tal movimiento repercute y hace,
que resuene la selva en su
espesura;
108[L923]
tanto puede la planta golpeada,
que su virtud impregna el aura toda,
y ella luego la esparce dando
vueltas;
111[L924]
y según la otra tierra sea digna,
112[L925]
por su cielo y por sí, concibe y cría
de diversa virtud diversas
plantas.
114
Luego no te parezca maravilla,
oído esto, cuando alguna planta
crezca allí sin semilla
manifiesta.
117[L926]
Y sabrás que este campo en que te
hallas,
repleto está de todas las simientes,
y tiene frutos que allí no se
encuentran.
120
El agua que aquí ves no es de venero
121[L927]
que restaure el vapor que el hielo
funde,
como un río que adquiere o pierde
cauce;
123
mas surge de fontana estable y cierta,
que tanto del querer de Dios recibe,
cuando vierte en dos partes
separada.
126
Por este lado con el don desciende
de quitar la memoria del pecado;
por el otro de todo el bien la
otorga;
129
Aquí Leteo; igual del otro lado
130[L928]
Eünoé se llama, y no hace efecto
si en un sitio y en otro no es
bebida:
132
este supera a todos los sabores.
Y aunque bastante pueda estar saciada
tu sed para que más no te
descubra,
135
un corolario te daré por gracia;
no creo que te sea menos caro
mi decir, si te da más que
prometo.
138
Tal vez los que de antiguo poetizaron
sobre la Edad de oro y sus delicias,
en el Parnaso este lugar soñaban.
141
Fue aquí inocente la humana raíz;
aquí la primavera y fruto eterno;
este es el néctar del que todos
hablan.»
144[L929]
Me dirigí yo entonces hacia atrás
y a mis poetas vi que sonrientes
escucharon las últimas razones;
147
luego a la bella dama torné el
rostro.
CANTO XXIX
Cantando cual mujer enamorada,
al terminar de hablar continuó:
‘Beati quorum
tacta sunt peccata.'
3[L930]
Y cual las ninfas que marchaban solas
por las sombras selváticas, buscando
cuál evitar el sol, cuál
recibirlo,
6
se dirigió hacia el río, caminando
por la ribera; y yo al compás de ella,
siguiendo lentamente el lento
paso.
9
Y ciento ya no había entre nosotros,
cuando las dos orillas dieron vuelta,
y me quedé mirando hacia levante.
12
Tampoco fue muy largo así el camino,
cuando a mí la mujer se dirigió,
diciendo: «Hermano mío, escucha y
mira.»
15
Y se vio un resplandor súbitamente
por todas partes de la gran floresta,
que acaso yo pensé fuera un
relámpago.
18
Pero como éste igual que viene, pasa,
y aquel, durando, más y más lucía,
decía para mí. «¿Qué cosa es
ésta;?»
21
Resonaba una dulce melodía
por el aire esplendente; y con gran
celo
yo a Eva reprochaba de su audacia,
24
pues donde obedecían cielo y tierra,
tan sólo una mujer, recién creada,
no consintió vivir con velo
alguno;
27
bajo el cual si sumisa hubiera estado,
habría yo gozado esas delicias
inefables, aún antes y más tiempo.
30
Mientras yo caminaba tan absorto
entre tantas primicias del eterno
placer, y deseando aún más
deleite,
33
cual un fuego encendido, ante nosotros
el aire se volvió bajo el ramaje;
y el dulce son cual canto se
entendía.
36
Oh sacrosantas vírgenes, si fríos
37[L931]
por vosotras sufrí, vigilias y hambres,
razón me urge que a favor os
mueva.
39
El manar de Helicona necesito,
y que Urania me inspire con su coro
poner en verso cosas tan
abstrusas.
42
Más adelante, siete árboles áureos
43[L932]
falseaba en la mente el largo trecho
del espacio que había entre
nosotros;
45
pero cuando ya estaba tan cercano
que el objeto que engaña los sentidos
ya no perdía forma en la
distancia,
48
la virtud que prepara el intelecto,
48[L933]
me hizo ver que eran siete candelabros,
y Hosanna era el cantar de
aquellas voces.
51
Por encima el conjunto flameaba
más claro que la luna en la serena
53[L934]
medianoche en el medio de su mes.
54
Yo me volví de admiración colmado
al bueno de Virgilio, que repuso
con ojos llenos de estupor no
menos.
57
Volví la vista a aquellas maravillas
que tan lentas venían a nosotros,
que una recién casada las
venciera.
60
La mujer me gritó: «¿Por qué contemplas
con tanto ardor las vivas luminarias,
y lo que viene por detrás no
miras?»
63
Y tras los candelabros vi unas gentes
venir despacio, de blanco vestidas;
y tanta albura aquí nunca la
vimos.
66
Brillaba el agua a nuestro lado
izquierdo,
el izquierdo costado devolviéndome,
si se miraba en ella cual espejo.
69
Cuando estuve en un sitio de mi orilla,
que sólo el río de ellos me apartaba,
para verles mejor detuve el paso,
72
y vi las llamas que iban por delante
dejando tras de sí el aire pintado,
como si fueran trazos de pinceles;
75
de modo que en lo alto se veían
siete franjas, de todos los colores
con que hace el arco el Sol y Delia el
cinto.
78[L935]
Los pendones de atrás eran más grandes
que mi vista; y diez pasos separaban,
en mi opinión, a los de los
extremos
81[L936]
Bajo tan bello cielo como cuento,
coronados de lirios, veinticuatro
83[L937]
ancianos avanzaban por parejas.
84
Cantaban: «Entre todas Benedicta
las nacidas de Adán, y eternamente
benditas sean las bellezas tuyas.»
87
Después de que las flores y la hierba,
que desde el otro lado contemplaba,
se vieron libres de esos elegidos,
90
como luz a otra luz sigue en el cielo,
cuatro animales por detrás venían,
92[L938]
de verde fronda todos coronados.
93
Seis alas cada uno poseía;
con ojos en las plumas; los de Argos
tales serían, si vivo estuviese.
96
A describir su forma no dedico
lector, más rimas, pues que me urge
otra
tarea, y no podría aquí alargarme;
99
pero léete a Ezequiel, que te lo pinta
como él los vio venir desde la fría
zona, con viento, con nubes, con
fuego;
102
y como lo verás en sus escritos,
tales eran aquí, salvo en las plumas;
Juan se aparta de aquel y está
conmigo.
105
En el espacio entre los cuatro había,
sobre dos ruedas, un carro triunfal,
que de un grifo venía conducido.
108[L939]
Hacia arriba tendía las dos alas
entre la franja que había en el centro
y las tres y otras tres, mas sin
tocarlas.
111[L940]
Subían tanto que no se veían;
de oro tenía todo lo de pájaro,
y blanco lo demás con manchas
rojas.
114[L941]
No sólo Roma en carro tan hermoso
115[L942]
no honrase al Africano, ni aun a
Augusto,
mas el del sol mezquino le sería;
117
aquel del sol que ardiera, extraviado,
por petición de la tierra devota,
cuando fue Jove arcanarnente
justo.
120
Tres mujeres en círculo danzaban
en el lado derecho; una de rojo,
que en el fuego sería confundida;
123[L943]
otra cual si los huesos y la carne
hubieran sido de esmeraldas hechos;
cual purísima nieve la tercera;
126
y tan pronto guiaba la de blanco,
tan pronto la de rojo; y a su acento
caminaban las otras, raudas,
lentas.
129
Otras cuatro a la izquierda solazaban,
130[L944]
de púrpura vestidas, con el ritmo
de una de ellas que tenía tres
ojos.
132
Detrás de todo el nudo que he descrito
vi dos viejos de trajes desiguales,
mas igual su ademán grave y
honesto.
135
Uno se parecía a los discípulos
136[L945]
de Hipócrates, a quien natura hiciera
para sus animales más queridos;
138
contrario afán el otro demostraba
139[L946]
con una espada aguda y reluciente,
tal que me amedrentó desde mi
orilla.
141
Luego vi cuatro de apariencia humilde;
142[L947]
y de todos detrás un viejo solo,
que venía durmiendo, iluminado.
144[L948]
Y estaban estos siete como el grupo
primero ataviados, mas con lirios
no adornaban en torno sus cabezas,
147
sino con rosas y bermejas flores;
148[L949]
se juraría, aun vistas no muy lejos,
que ardían por encima de los ojos.
150
Y cuando el carro tuve ya delante,
un trueno se escuchó, y las dignas
gentes
parecieron tener su andar vedado,
153
y se pararon junto a las
enseñas.
CANTO XXX
Y cuando el septentrión del primer
cielo,
1[L950]
que no sabe de ocaso ni de orto;
ni otra niebla que el velo de la
culpa,
3
y que a todos hacía sabedores
de su deber, como hace aquí el de abajo
al que gira el timón llegando a
puerto,
6
inmóvil se quedó: la gente santa
que entre el grito y aquel primero
vino, como a su paz se dirigió hacia el
carro;
9
y uno de ellos, del cielo mensajero,
10[L951]
'Veni sponsa de Libano’,
cantando
gritó tres veces, y después los
otros.
12
Cual los salvados al último bando
13[L952]
prestamente alzarán de su caverna,
aleluyando en voces revestidas,
15
sobre el divino carro de tal forma
cien se alzaron, ad vocem tanti
senis,
17[L953]
ministros y enviados del Eterno.
18
'¡Benedictus qui
venis!' entonaban,
19[L954]
tirando flores por todos los lados
'¡Manibus,
oh, date ilia plenis'
21[L955]
Yo he visto cuando comenzaba el día
rosada toda la región de oriente,
bellamente sereno el demás cielo;
24
y aún la cara del sol nacer en sombras,
tal que, en la tibiedad de los vapores,
el ojo le miraba un largo rato:
27
lo mismo dentro de un turbión de flores
que de manos angélicas salía,
cayendo dentro y fuera: coronada,
30
sobre un velo blanquísimo, de olivo,
contemplé una mujer de manto verde
vestida del color de ardiente
llama.
33
Y el espíritu mío, que ya tanto
34[L956]
tiempo había pasado que sin verla
no estaba de estupor, temblando,
herido,
36
antes de conocerla con los ojos,
por oculta virtud de ella emanada,
sentió del viejo amor el poderío.
39
Nada más que en mi vista golpeó
la alta virtud que ya me traspasara
antes de haber dejado de ser niño,
42[L957]
me volví hacia la izquierda como corre
confiado el chiquillo hacia su madre
cuando está triste o cuando tiene
miedo,
45
por decir a Virgilio: «Ni un adarme
de sangre me ha quedado que no tiemble:
conozco el signo de la antigua
llama.»
48
Mas Virgilio privado nos había
de sí, Virgilio, dulcísimo padre,
Virgilio, a quien me dieran por
salvarme;
51[L958]
todo lo que perdió la madre antigua,
no sirvió a mis mejillas que, ya
limpias,
53[L959]
no se volvieran negras por el
llanto.
54
«Dante, porque Virgilio se haya ido
55[L960]
tú no llores, no llores todavía;
pues deberás llorar por otra
espada.»
57
Cual almirante que en popa y en proa
pasa revista a sus subordinados
en otras naves y al deber les
llama;
60
por encima del carro, hacia la
izquierda,
al volverme escuchando el nombre mío,
que por necesidad aquí se escribe,
63
vi a la mujer que antes contemplara
oculta bajo el angélico halago,
volver la vista a mí de allá del
río.
66
Aunque el velo cayendo por el rostro,
ceñido por la fronda de Minerva,
68[L961]
no me dejase verla claramente,
69
con regio gesto todavía altivo
continuó lo mismo que quien habla
y al final lo más cálido reserva:
72
«¡Mírame bien!, soy yo, sí, soy
Beatriz,
¿cómo pudiste llegar a la cima?
¿no sabías que el hombre aquí es
dichoso?»
75[L962]
Los ojos incliné a la clara fuente;
mas me volvía a la yerba al reflejarme,
pues me abatió la cara tal
vergüenza.
78
Tan severa cree el niño que es su
madre,
así me pareció; puesto que amargo
siente el sabor de la piedad
acerba.
81
Ella calló; y los ángeles cantaron
de súbito: 'in te, Domine, speravi';
83[L963]
pero del ‘pedes meos’ no
siguieron.
84
Como la nieve entre los vivos troncos
en el dorso de Italia se congela,
azotada por vientos boreales,
87
luego, licuada, en sí misma rezuma,
cuando la tierra sin sombra respira,
y es como el fuego que funde una
vela;
90
mis suspiros y lágrimas cesaron
antes de aquel cantar de los que cantan
tras de las notas del girar
eterno;
93[L964]
mas luego que entendí que el dulce
canto
se apiadaba de mí, más que si dicho
hubiese: «Mujer, por qué lo
avergüenzas»,
96
el hielo que en mi pecho se apretaba,
se hizo vapor y agua, y con angustia
se salió por la boca y por los
ojos.
99
Ella, parada encima del costado
dicho del carro, a las sustancias pías
101[L965]
dirigió sus palabras de este modo:
102
«Veláis vosotros el eterno día,
sin que os roben ni el sueño ni la
noche
ningún paso del siglo en su
camino;
105
así pues más cuidado en mi respuesta
pondré para que entienda aquel que
llora,
e igual medida culpa y duelo
tengan.
108
No sólo por efecto de las ruedas
que a cada ser a algún final dirigen
según les acompañen sus estrellas,
111
mas por largueza de gracia divina,
112[L966]
que en tan altos vapores hace lluvia,
que no pueden mirarlos nuestros
ojos,
114
ese fue tal en su vida temprana
115[L967]
potencialmente, que cualquier virtud
maravilloso efecto en él hiciera.
117
Mas tanto más maligno y más silvestre,
inculto y mal sembrado se hace el
campo,
cuanto más vigorosa tierra sea.
120
Le sostuve algún tiempo con mi rostro:
mostrándole mis ojos juveniles,
junto a mí le llevaba al buen
camino.
123
Tan pronto como estuve en los umbrales
de mi segunda edad y cambié de vida,
de mí se separó y se entregó a
otra.
126[L968]
Cuando de carne a espíritu subí,
y virtud y belleza me crecieron,
fui para él menos querida y grata;
129
y por errada senda volvió el paso,
imágenes de un bien siguiendo falsas,
que ninguna promesa entera
cumplen.
132
No me valió impetrar inspiración,
con la cual en un sueño o de otros
modos
lo llamase: ¡tan poco le
importaron!
135[L969]
Tanto cayó que todas las razones
para su salvación no le bastaban,
salvo enseñarle el pueblo
condenado.
138
Fui por ello a la entrada de los
muertos,
y a aquel que le ha traído hasta aquí
arriba,
141
le dirigí mis súplicas
llorando.
Una alta ley de Dios se habría roto,
si el Leteo pasase y tal banquete
fuese gustado sin ninguna paga
144
del arrepentimiento que se
llora.»
CANTO XXXI
«Oh tú que estás de allá del sacro río,
‑dirigiéndome en punta sus palabras,
que aun de filo tan duras
parecieron,
3[L970]
volvió a decir sin pausa
prosiguiendo-
di si es esto verdad, pues de tan seria
acusación debieras confesarte.»
6
Estaba mi valor tan confundido,
que mi voz se movía, y se apagaba
antes que de sus órganos saliera.
9
Esperó un poco, y me dijo: «¿En qué
piensas?
respóndeme, pues las memorias tristes
en ti aún no están borradas por el
agua.»
12[L971]
La confusión y el miedo entremezclados
como un «sí» me arrancaron de la boca,
que fue preciso ver para
entenderlo.
15
Cual quebrada ballesta se dispara,
por demasiado tensos cuerda y arco,
y sin fuerzas la flecha al blanco
llega,
18
así estallé abrumado de tal carga,
lágrimas y suspiros despidiendo,
y se murió mi voz por el camino.
21
«Por entre mis deseos ‑‑dijo ella-
que al amor por el bien te
conducían,
que cosa no hay de aspiración más
digna,
24
¿qué fosos se cruzaron, qué cadenas
hallaste tales que del avanzar
perdiste de tal forma la
esperanza?
27
¿Y cuál ventaja o qué facilidades
en el semblante de los otros viste,
29[L972]
para que de ese modo los
rondaras?»
30
Luego de suspirar
amargamente,
apenas tuve voz que respondiera,
formada a duras penas por los
labios.
33
Llorando dije: «Lo que yo veía
con su falso placer me extraviaba
tan pronto se escondió vuestro
semblante.»
36
Y dijo: «Si callaras o negases
lo que confiesas, igual se sabría
tu culpa: ¡es tal el juez que la
conoce!
39
Mas cuando sale de la propia boca
confesar el pecado, en nuestra corte
hace volver contra el filo la
piedra.
42[L973]
Sin embargo, para que te avergüences
ahora de tu error, y ya otras veces
seas fuerte, escuchando a las
sirenas,
45
deja ya la raíz del llanto y oye:
y escucharás cómo a un lugar contrario
debió llevarte mi enterrada carne.
48
Arte o natura nunca te mostraron
mayor placer, cuanto en los miembros
donde
me encerraron, en tierra ahora
esparcidos;
51
y si el placer supremo te faltaba
al estar muerta, ¿qué cosa mortal
te podría arrastrar en su deseo?
54[L974]
A las primeras flechas de las cosas
falaces, bien debiste alzar la vista
tras de mí, pues yo no era de tal
modo.
57
No te debían abatir las alas,
esperando más golpes, ni mocitas,
ni cualquier novedad de breve uso.
60
El avecilla dos o tres aguarda;
61[L975]
que ante los ojos de los bien plumados
la red se extiende en vano o la
saeta.»
63
Cual los chiquillos por vergüenza,
mudos
están con ojos gachos, escuchando,
conociendo su falta arrepentidos,
66
así yo estaba; y ella dijo: «Cuando
te duela el escuchar, alza la barba
68[L976]
y aún más dolor tendrás si me
contemplas.»
69
Con menos resistencia se desgaja
robusta encina, con el viento norte
o con aquel de la tierra de Jarba,
72[L977]
como el mentón alcé con su mandato;
pues cuando dijo «barba» en vez de
«rostro»
de sus palabras conocí el veneno;
75
y pude ver al levantar la cara
que las criaturas que llegaron antes
en su aspersión habían ya cesado;
78
y mis ojos, aún poco seguros,
a Beatriz vieron vuelta hacia la fiera
80[L978]
que era una sola en dos
naturalezas.
81
Bajo su velo y desde el otro margen
a sí misma vencerse parecía,
vencer a la que fue cuando aquí
estaba.
84
Me picó tanto el arrepentimiento
con sus ortigas, que enemigas me hizo
esas cosas que más había amado.
87
Y tal reconocer mordióme el pecho,
y vencido caí; y lo que pasara
89[L979]
lo sabe aquella que la culpa tuvo,
90
Y vi a aquella mujer, al recobrarme,
91[L980]
que había visto sola, puesta encima
«¡cógete a mí, cógete a mí!»
diciendo.
93
Hasta el cuello en el río me había
puesto,
y tirando de mí detrás venía,
como esquife ligera sobre el agua.
96
Al acercarme a la dichosa orilla,
«Asperges me» escuché tan dulcemente,
98[L981]
que recordar no puedo, ni
escribirlo.
99
Abrió sus brazos la mujer hermosa;
y hundióme la cabeza con su abrazo
para que yo gustase de aquel agua.
102
Me sacó luego, y mojado me puso
en medio de la danza de las cuatro
104[L982]
hermosas; cuyos brazos me
cubrieron.
105
«Somos ninfas aquí, en el cielo
estrellas;
antes de que Beatriz bajara al mundo,
como sus siervas fuimos
destinadas.
108
Te hemos de conducir ante sus ojos;
mas a su luz gozosa han de aguzarte
las tres de allí, que miran más
profundo.»
111[L983]
Así empezaron a cantar; y luego
hasta el pecho del grifo me llevaron,
donde estaba Beatriz vuelta a
nosotros.
114
Me dijeron: «No ahorres tus miradas;
ante las esmeraldas te hemos puesto
desde donde el Amor lanzó sus
flechas.»
117
Mil deseos ardientes más que llamas
mis ojos empujaron a sus ojos
relucientes, aún puestos en el
grifo.
120
Lo mismo que hace el sol en el espejo,
la doble fiera dentro se copiaba,
122[L984]
con una o con la otra de sus
formas.
123
Imagina, lector, mi maravilla
al ver estarse quieta aquella cosa,
y en el ídolo suyo transmutarse.
126
Mientras que llena de estupor y alegre
mi alma ese alimento degustaba
que, saciando de sí, aún de sí da
ganas,
129
demostrando que de otro rango eran
130[L985]
en su actitud, las tres se adelantaron,
danzando con su angélica cantiga.
132
«¡Torna, torna, Beatriz, tus santos
ojos
‑decía su canción‑ a tu devoto
que para verte ha dado tantos
pasos!
135
Por gracia haznos la gracia que desvele
a él tu boca, y que vea de este modo
la segunda belleza que le
ocultas.»
138[L986]
Oh resplandor de viva luz eterna,
¿quién que bajo las sombras del Parnaso
palideciera o bebiera en su
fuente,
141[L987]
no estuviera ofuscado, si tratara
de describirte cual te apareciste
donde el cielo te copia armonizando,
144
cuando en el aire abierto te
mostraste?
145[L988]
CANTO XXXII
Mi vista estaba tan atenta y fija
por quitarme la sed de aquel decenio,
2[L989]
que mis demás sentidos se
apagaron.
3
Y topaban en todas partes muros
para no distraerse ‑¡así la santa
sonrisa con la antigua red
prendía!‑;
6
cuando a la fuerza me hicieron girar
aquellas diosas hacia el lado
izquierdo,
pues las oí decir: «¡Miras muy
fijo!»;
9
y la disposición que hay en los ojos
que el sol ha deslumbrado con sus
rayos,
sin vista me dejó por algún
tiempo.
12
Cuando pude volver a ver lo poco
(digo «lo poco» con respecto al mucho
de la luz cuya fuerza me cegara),
15[L990]
vi que se retiraba a la derecha
el glorioso ejército, llevando
el sol y las antorchas en el
rostro.
18[L991]
Cual bajo los escudos por salvarse
con su estandarte el escuadrón se gira,
hasta poder del todo dar la
vuelta;
21
esa milicia del celeste reino
que iba delante, desfiló del todo
antes que el carro torciera su
lanza.
24
A las ruedas volvieron las mujeres,
y la bendita carga llevó el grifo
sin que moviese una pluma
siquiera.
27
La hermosa dama que cruzar me hizo,
Estacio y yo, seguíamos la rueda
que al dar la vuelta hizo un menor
arco.
30[L992]
Así cruzando la desierta selva,
31[L993]
culpa de quien creyera a la serpiente,
ritmaba el paso un angélico canto.
33
Anduvimos acaso lo que vuela
una flecha tres veces disparada,
cuando del carro descendió
Beatriz.
36
Yo escuché murmurar: «Adán» a todos;
y un árbol rodearon, despojado
de flores y follajes en sus ramas.
39[L994]
Su copa, que en tal forma se extendía
cuanto más sube, fuera por los indios
aun con sus grandes bosques,
admirada.
42
«Bendito seas, grifo, porque nada
picoteas del árbol dulce al gusto,
porque mal se separa de aquí el
vientre.»
45[L995]
Así en tomo al robusto árbol gritaron
todos ellos; y el animal biforme:
«Así de la virtud se guarda el
germen.»
48
Y volviendo al timón del que tiraba,
junto a la planta viuda lo condujo,
y arrimado dejó el leño a su leño.
51[L996]
Y como nuestras plantas, cuando baja
la hermosa luz, mezclada con aquella
que irradia tras de los celestes
Peces,
54[L997]
túrgidas se hacen, y después renuevan
su color una a una, antes que el sol
sus corceles dirija hacia otra
estrella;
57
menos que rosa y más que violeta
58[L998]
color tomando, se hizo nuevo el árbol,
que antes tan sólo tuvo la
enramada.
60
Yo no entendí, porque aquí no usa
61[L999]
el himno que cantaron esas gentes,
ni pude oír la melodía entera.
63
Si pudiera contar cómo durmieron,
oyendo de Siringa, los cien ojos
65[L1000]
a quien tanto costó su vigilancia;
66
como un pintor que pinte con modelo,
cómo me adormecí dibujaría;
mas otro sea quien el sueño finja.
69
Por eso paso a cuando desperté,
y digo que una luz me rasgó el velo
del dormir, y una voz: «¿Qué haces?,
levanta.»
72
Como por ver las flores del manzano
que hace ansiar a los ángeles su fruto,
y esponsales perpetuos en el
cielo,
75
Pedro, Juan y jacob fueron llevados
y vencidos, tornóles la palabra
que sueños aún más grandes ha
quebrado,
78
y se encontraron sin la compañía
tanto de Elías como de Moisés,
y al maestro la túnica cambiada;
81[L1001]
así me recobré, y vi sobre mí
aquella que, piadosa conductora
fue de mis pasos antes junto al
río.
84
Y «¿dónde está Beatriz.?», dije con
miedo.
Respondió: «Véla allí, bajo la fronda
nueva, sentada sobre las raíces.
87[L1002]
Mira la compañía que la cerca;
detrás del grifo los demás se marchan
con más dulce canción y más
profunda.»
90
Y si fueron más largas sus palabras,
no lo sé, porque estaba ante mis ojos
la que otra cualquier cosa me
impedía.
93[L1003]
Sola sobre la tierra se sentaba,
como dejada en guardia de aquel carro
que vi ligado a la biforme fiera.
96
En torno suyo un círculo formaban
las siete ninfas, con las siete
antorchas
que de Austro y de Aquilón están
seguras
99
«Silvano aquí tú serás poco tiempo;
habitarás conmigo para siempre
esa Roma donde Cristo es romano.
102[L1004]
Por eso, en pro del mundo que mal vive,
pon la vista en el carro, y lo que veas
escríbelo cuando hayas retornado.»
105[L1005]
Así Beatríz; y yo que a pie juntillas
me encontraba sumiso a sus mandatos,
mente y ojos donde ella quiso
puse.
108
De un modo tan veloz no bajó nunca
de espesa nube el rayo, cuando llueve
de aquel confín del cielo más
remoto,
111
cual vi calar al pájaro de Júpiter,
112[L1006]
rompiendo, árbol abajo, la corteza,
las florecillas y las nuevas
hojas;
114
e hirió en el carro con toda su saña;
y él se escoró como nave en tormenta,
a babor o a estribor de olas
vencida.
117
Y luego vi que dentro se arrojaba
de aquel carro triunfal una vulpeja,
que parecía ayuna de buen pasto;
120[L1007]
mas, sus feos pecados reprobando,
mi dama la hizo huir de tal manera,
cuanto huesos sin carne permitían.
123
Y luego por el sitio que viniera,
vi descender al águila en el arca
del carro y la cubría con sus
plumas;
126[L1008]
y cual sale de un pecho que se queja,
tal voz salió del cielo que decía
«¡Oh navecilla mía, qué mal
cargas!»
129
Luego creí que la tierra se abriera
entre ambas ruedas, y salió un dragón
que por cima del carro hincó la
cola;
132
y cual retira el aguijón la avispa,
así volviendo la cola maligna,
arrancó el fondo, y se marchó
contento.
135[L1009]
Aquello que quedó, como de grama
la tierra, de las plumas, ofrecidas
tal vez con intención benigna y
santa,
138
se recubrió, y también se recubrieron
las ruedas y el timón, en menos tiempo
que un suspiro la boca tiene
abierta.
141[L1010]
Al edificio santo, así mudado
le salieron cabezas; tres salieron
en el timón, y en cada esquina
una.
144[L1011]
Las primeras cornudas como bueyes,
las otras en la frente un cuerno sólo:
nunca fue visto un monstruo
semejante.
147[L1012]
Segura, cual castillo sobre un monte,
sentada una ramera desceñida,
sobre él apareció, mirando en
torno;
150[L1013]
y como si estuviera protegiéndola,
vi un gigante de pie, puesto a su lado;
con el cual a menudo se besaba.
153[L1014]
Mas al volver los ojos licenciosos
y errantes hacia mí, el feroz amante
155[L1015]
la azotó de los pies a la cabeza.
156
Crudo de ira y de recelos lleno,
desató al monstruo, y lo llevó a la
selva,
hasta que de mis ojos se perdieron
159
la ramera y la fiera inusitada.
160[L1016]
CANTO XXXIII
‘Deus venerunt Gentes’, alternando
1[L1017]
ya las tres, ya las cuatro, su
salmodia,
2[L1018]
llorando comenzaron las mujeres;
3
y Beatriz, piadosa y suspirando,
lo escuchaba de forma que no mucho
más se mudara ante la cruz María.
6[L1019]
Mas cuando las doncellas la dejaron
lugar para que hablase, puesta en pie,
respondió, colorada como el fuego:
9
«Modicum, et non videbitis me mis
10[L1020]
queridas
hermanas, et iterum ,
modicum, et vos
videbitis me.»
12
Luego se puso al frente de las siete,
y me hizo andar tras de ella con un
gesto,
y a la mujer y al sabio que
quedaba.
15
Así marchaba; y no creo que hubiera
dado apenas diez pasos en el suelo,
cuando me hirió los ojos con sus
ojos;
18
y con tranquilo gesto: «Ven deprisa
19[L1021]
para que, si quisiera hablar, conigo,
estés para escucharme bien
dispuesto.»
21
Y al ir, como debía, junto a ella,
díjome: «Hermano, ¿por qué no te
atreves,
ya que vienes conmigo, a
preguntarme?»
24
Como aquellos que tanta reverencia
muestran si están hablando a sus
mayores,
que la voz no les sale de los
dientes,
27
a mí me sucedió y, balbuceando,
dije: «Señora lo que necesito
vos sabéis, y qué es bueno para
ello.»
30
Y dijo: «De temor y de vergüenza
quiero que en adelante te despojes,
y que no me hables como aquel que
sueña.
33
Sabe que el vaso que rompió la sierpe
fue y ya no es; mas crean los culpables
35[L1022]
que el castigo de Dios no teme
sopas.
36[L1023]
No estará sin alguno que la herede
mucho tiempo aquel águila que plumas
dejó en el carro, monstruo y presa
hecho.
39[L1024]
Que ciertamente veo, y lo relato,
las estrellas cercanas a ese tiempo,
de impedimento y trabas ya seguro,
42
en que un diez, en que un cinco, en que
un quinientos
enviado de Dios, a la ramera
matará y al gigante con quien
peca.
45[L1025]
Tal vez estas palabras tan oscuras,
cual de Esfinge o de Temis, no
comprendas,
47[L1026]
pues a su modo el intelecto
ofuscan;
48
Mas Náyades serán pronto los hechos,
49[L1027]
que han de explicar enigma tan oscuro
sin daño de rebaños ni cosechas.
51
Toma nota; y lo mismo que las digo,
lleva así mis palabras a quien vive
el vivir que es carrera hacia la
muerte.
54
Y ten cuidado, cuando lo relates,
y no olvides que has visto cómo el
árbol
ha sido despojado por dos veces.
57[L1028]
Cualquiera que le robe o que le
expolie,
con blasfemias ofende a Dios, pues
santo
sólo para su uso lo ha creado.
60
Por morder de él, en penas y en deseos
el primer ser más de cinco mil años
62[L1029]
anheló a quien en sí purgó el
mordisco.
63
Tu ingenio está dormido, si no aprecia
por qué extraña razón se eleva tanto,
y tanto se dilata por su cima.
66[L1030]
Y si no hubieran sido agua del Elsa
67[L1031]
los vanos pensamientos por tu mente,
y el placer como a Píramo la mora,
69
solamente por estas circunstancias
la justicia de Dios conocerías,
moralmerite, al hacer prohibido el
árbol.
72
Mas como veo que tu inteligencia
se ha hecho de piedra, y empedrada,
oscura,
y te ciega la luz de mis palabras,
75
quiero que, si no escritas, sí
pintadas,
dentro de ti las lleves por lo mismo
que las palmas se traen en los
bordones.»
78[L1032]
Y yo: «Como la cera de los sellos,
donde no cambia la figura impresa,
por vos ya mi cerebro está
sellado.
81
¿Pero por qué tan fuera de mi alcance
vuestra palabra deseada vuela,
que más la pierde cuanto más se
obstinad»
84
«Por que conozcas ‑dijo‑ aquella
escuela
que has seguido, y que veas cómo puede
seguir a mis palabras su doctrina;
87[L1033]
y veas cuánto dista vuestra senda
de la divina, cuanto se separa
el cielo más lejano de la tierra.»
90
Por lo que yo le dije: «No recuerdo
91[L1034]
que alguna vez de vos yo me alejase,
ni me remuerde nada la
conciencia.»
93
«Si acordarte no puedes de esas cosas
acuérdate ‑repuso
sonriente‑
que hoy bebiste las aguas del
Leteo;
96
Y si del humo el fuego se deduce,
concluye esta olvidanza claramente
que era culpable tu querer errado.
99
Estarán desde ahora ya desnudas
mis palabras, cuanto lo necesite
tu ruda mente para comprenderlas.»
102
Fulgiendo más y con más lentos pasos
el sol atravesaba el mediodía,
104[L1035]
que allá y aquí, como lo miran,
cambia,
105
cuando se detuvieron, como aquellos
que van a la vanguardia de una tropa,
si encuentran novedades o
vestigios,
108
las mujeres, junto a un lugar sombrío,
cual bajo fronda verde y negras ramas
se ve en los Alpes sobre sus
riachuelos.
111
Delante de él al Éufrates y al Tigris
112[L1036]
creí ver brotando de una misma fuente,
y, casi amigos, lentos separarse.
114
«Oh luz, oh gloria de la estirpe
humana,
¿qué agua es ésta que mana en este
sitio
de un principio, y que a sí de sí se
aleja?»
117
A tal pregunta me dijeron: «Pide
que te explique Matelda»; y respondió,
119[L1037]
como hace quien de culpa se
libera,
120
la hermosa dama: «Esta y otras cosas
le dije, y de seguro que las aguas
del Leteo escondidas no le
tienen.»
123
Y Beatriz: «Acaso otros cuidados,
que muchas veces privan de memoria,
los ojos de su mente oscurecieron.
126
Pero allí va fluyendo el Eunoé:
condúcele hasta él, y como sueles,
reaviva su virtud amortecida.»
129
Como un alma gentil, que no se excusa,
sino su gusto al gusto de otro pliega,
tan pronto una señal se lo
sugiere;
132
de igual forma, al llegarme junto a
ella,
echó a andar la mujer, y dijo a Estacio
con femenina gracia: «Ve con él.»
135
Si tuviese lector, más largo espacio
para escribir, en parte cantaría
de aquel dulce beber que nunca
sacia;
138
mas como están completos ya los pliegos
que al cántico segundo destinaba,
no me deja seguir del arte el
freno.
141
De aquel agua santísima volví
transformado como una planta nueva
con un nuevo follaje renovada,
puro y dispuesto a alzarme a las
estrellas.
144
CANTO I
La gloria de quien mueve todo el mundo
el universo llena, y resplandece
en unas partes más y en otras
menos.
3
En el cielo que más su luz recibe
4[L1038]
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí
baja;
6
porque mientras se acerca a su deseo,
nuestro intelecto tanto profundiza,
que no puede seguirle la memoria.
9
En verdad cuanto yo del santo reino
atesorar he podido en mi mente
será materia ahora de mi canto.
12
¡Oh buen Apolo, en la última tarea
13[L1039]
hazme de tu poder vaso tan lleno,
como exiges al dar tu amado lauro!
15
Una cima hasta ahora del Parnaso
16[L1040]
me fue bastante; pero ya de ambas
ha menester la carrera que falta.
18
Entra en mi pecho, y habla por mi boca
igual que cuando a Marsias de la vaina
de sus núembros aún vivos
arrancaste.
21[L1041]
¡Oh divina virtud!, si me ayudaras
tanto que las imágenes del cielo
en mi mente grabadas manifieste,
24
me verás junto al árbol que prefieres
25[L1042]
llegar, y coronarme con las hojas
que merecer me harán tú y mi
argumento.
27
Tan raras veces, padre, eso se logra,
triunfando como césar o poeta,
culpa y vergüenza del querer
humano,
30
que debiera ser causa de alegría
en el délfico dios feliz la fronda
32[L1043]
penea, cuando alguno a aquélla
aspira.
33[L1044]
Gran llama enciende una chispa pequeña:
quizá después de mí con voz más digna
se ruegue a fin que Cirra le
responda.
36
La lámpara del mundo a los mortales
37[L1045]
por muchos huecos viene; pero de ése
que con tres cruces une cuatro
círculos,
39
con mejor curso y con mejor estrella
40[L1046]
sale a la par, y la mundana cera
sella y calienta más al modo suyo.
42
Allí mañana y noche aquí había hecho
43[L1047]
tal hueco, y casi todo allí era blanco
el hemisferio aquel, y el otro
negro,
45
cuando Beatriz hacia el costado
izquierdo
46[L1048]
vi que volvía y que hacia el sol
miraba:
nunca con tal fijeza lo hizo un
águila.
48
Y así como un segundo rayo suele
del primero salir volviendo arriba,
cual peregrino que tomar desea,
51[L1049]
este acto suyo, infuso por los ojos
en mi imaginación, produjo el mío,
y miré fijo al sol cual nunca
hacemos.
54
Allí están permitidas muchas cosas
que no lo son aquí, pues ese sitio
para la especie humana fue creado.
57[L1050]
Mucho no lo aguanté, mas no tan poco
que alrededor no viera sus destellos,
cual un hierro candente el fuego
deja;
60
y de súbito fue como si un día
se juntara a otro día, y Quien lo puede
con otro sol el cielo engalanara.
63
En las eternas ruedas por completo
fija estaba Beatriz: y yo mis ojos
fijaba en ella, lejos de la
altura.
66
Por dentro me volví, al mirarla, como
Glauco al probar la hierba que consorte
en el mar de los otros dioses le
hizo.
69[L1051]
Trashumanarse referir per verba
no se puede; así pues baste este
ejemplo
a quien tal experiencia dé la
gracia.
72[L1052]
Si estaba sólo con lo que primero
73[L1053]
de mí creaste, amor que el cielo riges,
lo sabes tú, pues con tu luz me
alzaste.
75
Cuando la rueda que tú haces eterna
al desearte, mi atención llamó
con el canto que afinas y
repartes,
78[L1054]
tanta parte del cielo vi encenderse
por la llama del sol, que lluvia o río
nunca hicieron un lago tan
extenso.
81
La novedad del son y el gran destello
de su causa, un anhelo me inflamaron
nunca sentido tan agudamente.
84
Y entonces ella, al verme cual yo
mismo,
para aquietarme el ánimo turbado,
sin que yo preguntase, abrió la
boca,
87
y comenzó: «Tú mismo te entorpeces
con una falsa idea, y no comprendes
lo que podrías ver si la desechas.
90
Ya no estás en la tierra, como piensas;
mas un rayo que cae desde su altura
no corre como tú volviendo a
ella.»
93[L1055]
Si fui de aquella duda desvestido,
con sus breves palabras sonrientes,
envuelto me encontré por una
nueva,
96
y dije: «Ya contento requïevi
97[L1056]
de un asombro tan grande; mas me
asombro
cómo estos leves cuerpos
atravieso.»
99
Y ella, tras suspirar piadosamente,
me dirigió la vista con el gesto
que a un hijo enfermo dirige su
madre,
102
y dijo: «Existe un orden entre todas
las cosas, y esto es causa de que sea
a Dios el universo semejante.
105
Aquí las nobles almas ven la huella
106[L1057]
del eterno saber, y éste es la meta
a la cual esa norma se dispone.
108
Al orden que te he dicho tiende toda
naturaleza, de diversos modos,
de su principio más o menos cerca;
111[L1058]
y a puertos diferentes se dirigen
por el gran mar del ser, y a cada una
les fue dado un instinto que las
guía.
114
Éste conduce al fuego hacia la luna;
y mueve los mortales corazones;
y ata en una las partes de la
tierra;
117
y no sólo a los seres que carecen
de razón lanza flechas este arco,
119[L1059]
también a aquellas que quieren y
piensan.
120
La Providencia, que ha dispuesto todo,
con su luz pone en calma siempre al
cielo,
en el cual gira aquel que va más
raudo;
123[L1060]
ahora hacia allí, como a un sitio
ordenado,
nos lleva la virtud de aquella cuerda
que en feliz blanco su disparo
clava.
126
Cierto es que, cual la forma no se
pliega
a menudo a la idea del artista,
pues la materia es sorda a
responderle,
129
así de este camino se separa
a veces la criatura, porque puede
torcer, así impulsada, hacia otra
parte;
132[L1061]
y cual fuego que cae desde una nube,
así el primer impulso, que desvían
falsos placeres, la abate por
tierra.
135
Más no debe admirarte, si bien juzgo,
136[L1062]
tu subida, que un río que bajara
de la cumbre del monte a la
llanura.
138
Asombroso sería en ti si, a salvo
de impedimento, abajo te sentaras,
como en el fuego el aquietarse en
tierra.»
141
Volvió su rostro entonces hacia el
cielo.
CANTO II
Oh vosotros que en una barquichuela
1[L1063]
deseosos de oír, seguís mi leño
2[L1064]
que cantando navega hacia otras
playas,
3
volved a contemplar vuestras riberas:
no os echéis al océano que acaso
si me perdéis, estaríais perdidos.
6
No fue surcada el agua que atravieso;
Minerva sopla, y condúceme Apolo
y nueve musas la Osa me señalan.
9[L1065]
Vosotros, los que, pocos, os alzasteis
al angélico pan tempranamente
del cual aquí se vive sin
saciarse,
12
podéis hacer entrar vuestro navío
en alto mar, si seguís tras mi estela
antes de que otra vez se calme el
agua.
15
Los gloriosos que a Colcos arribaron
no se asombraron como haréis vosotros,
viendo a Jasón convertido en
boyero.
18[L1066]
La innata sed perpetua que tenía
de aquel reino deiforme, nos llevaba
tan veloces cual puede verse el
cielo.
21[L1067]
Beatriz arriba, y yo hacia ella miraba;
y acaso en tanto en cuanto un dardo es
puesto
y vuela disparándose del arco,
24
me vi llegado a donde una admirable
cosa atrajo mi vista; entonces ella
que conocía todos mis cuidados,
27
vuelta hacia mí tan dulce como hermosa,
«Dirige a Dios la mente agradecida
‑dijo‑ que al primer astro nos
condujo.»
30[L1068]
Pareció que una nube nos cubriera,
brillante, espesa, sólida y pulida,
como un diamante al cual el sol
hiriese.
33
Dentro de sí la perla sempiterna
nos recibió, como el agua recibe
los rayos de la luz quedando
unida.
36
Si yo era cuerpo, y es inconcebible
37[L1069]
cómo una dimensión abarque a otra,
cual si penetra un cuerpo en otro
ocurre,
39
más debiera encendernos el deseo
de ver aquella esencia en que se
observa
cómo nuestra natura y Dios se
unieron.
42
Podremos ver allí lo que creemos,
no demostrado, mas por sí evidente,
cual la verdad primera en que cree el
hombre.
45
Yo respondí. «Señora, tan devoto
cual me sea posible, os agradezco
que del mundo mortal me hayáis
sacado.
48
Mas decidme: ¿qué son las manchas
negras
de este cuerpo, que a algunos en la
tierra
hacen contar patrañas de Caín?»
51[L1070]
Rió ligeramente, y «Si no acierta
‑me dijo‑ la opinión de los mortales
donde no abre la llave del
sentido,
54
punzarte no debieran ya las flechas
del asombro, pues sabes la torpeza
con que va la razón tras los
sentidos.
57
Mas dime lo que opinas por ti mismo.»
Y yo: «Lo que aparece diferente,
cuerpos densos y raros lo
producen.»
60
Y ella: «En verdad verás que lo que
piensas
se apoya en el error, si bien escuchas
el argumento que diré en su
contra.
63
La esfera octava os muestra muchas
luces,
64[L1071]
las cuales en el cómo y en el cuánto
pueden verse de aspectos
diferentes.
66
Si lo raro y lo denso hicieran esto,
67[L1072]
un poder semejante habría en todas,
en desiguales formas repartido.
69
Deben ser fruto las distintas fuerzas
70[L1073]
de principios formales diferentes,
que, salvo uno, en tu opinión
destruyes.
72
Aún más, si fuera causa de la sombra
73[L1074]
la menor densidad, o tan ayuno
fuera de su materia en la otra
parte
75
este planeta, o, tal como comparte
grueso y delgado un cuerpo, igual
tendría
de éste el volumen hojas
diferentes.
78
Si fuera lo primero, se vería
79[L1075]
al eclipsarse el sol y atravesarla
la luz como a los cuerpos poco
densos.
81
Y no sucede así. por ello lo otro
examinemos; y si lo otro rompo,
verás tu parecer equivocado.
84
Si no traspasa el trozo poco denso,
85[L1076]
debe tener un límite del cual
no le deje pasar más su contrario;
87
y de allí el otro rayo se refleja
88[L1077]
como el color regresa del cristal
que por el lado opuesto esconde
plomo.
90
Dirás que se aparece más oscuro
91[L1078]
el rayo más aquí que en otras partes,
porque de más atrás viene el
reflejo.
93
De esta objeción pudiera liberarte
la experiencia, si alguna vez lo
pruebas,
que es la fuente en que manan vuestras
artes.
96[L1079]
Coloca tres espejos; dos que disten
de ti lo mismo, y otro, más lejano,
que entre los dos encuentre tu
mirada.
99
Vuelto hacia ellos, haz que tras tu
espalda
te pongan una luz que los alumbre
y vuelva a ti de todos reflejada.
102
Aunque el tamaño de las más distantes
pueda ser más pequeño, notarás
que de la misma forma resplandece.
105
Ahora, como a los golpes de los rayos
se desnuda la tierra de la nieve
y del color y del frío de antes,
108
al quedar de igual forma tu intelecto,
de una luz tan vivaz quiero llenarle,
que en ti relumbrará cuando la
veas.
111
Dentro del cielo de la paz divina
112[L1080]
un cuerpo gira en cuyo poderío
se halla el ser de las cosas que
contiene.
114[L1081]
El siguiente, que tiene tantas luces,
115[L1082]
parte el ser en esencias diferentes,
contenidas en él, mas de él
distintas.
117
Los círculos restantes de otras formas
118[L1083]
la distinción que tienen dentro de
ellos
disponen a sus fines y simientes.
120
Así van estos órganos del mundo
como ya puedes ver, de grado en grado,
que dan abajo lo que arriba toman.
123
Observa atento ahora cómo paso
de aquí hacia la verdad que deseabas,
para que sepas luego seguir solo.
126
Los giros e influencias de los cielos,
cual del herrero el arte del martillo,
128[L1084]
deben venir de los motores santos;
129
y el cielo al que embellecen tantas
luces,
130[L1085]
de la mente profunda que lo mueve
toma la imagen y la imprime en
ellas.
132
Y como el alma llena vuestro polvo
133[L1086]
por diferentes miembros, conformados
al ejercicio de potencias varias,
135
así la inteligencia en las estrellas
despliega su bondad multiplicada,
y sobre su unidad va dando
vueltas.
138
Cada virtud se liga a su manera
con el precioso cuerpo al que da el
ser,
y en él se anuda, igual que vuestra
vida.
141
Por la feliz natura de que brota,
mezclada con los cuerpos la virtud
brilla cual la alegría en las
pupilas.
144
Esto produce aquellas diferencias
145[L1087]
de la luz, no lo raro ni lo denso:
y es el formal principio que produce,
147
conforme a su bondad, lo turbio o
claro.»
148[L1088]
CANTO III
El sol primero que me ardió en el
pecho,
1[L1089]
de la verdad habíame mostrado,
probando y refutando, el dulce
rostro;
3
y yo por confesarme corregido
y convencido, cuanto convenía,
para hablar claramente alcé la
vista;
6
mas vino una visión que, al
contemplarla,
tan fuertemente a ella fui ligado,
que aquella confesión puse en
olvido.
9
Como en vidrios diáfanos y tersos,
o en las límpidas aguas remansadas,
no tan profundas que el fondo se
oculte,
12
se vuelven de los rostros los reflejos
tan débiles, que perla en blanca frente
no más clara los ojos la verían;
15
vi así rostros dispuestos para
hablarme;
por lo que yo sufrí el contrario engaño
17[L1090]
de quien ardió en amor de fuente y
hombre.
18
En cuanto me hube dado cuenta de ellos,
creyendo que eran rostros reflejados,
para ver de quién eran me volví;
21
y nada vi, y miré otra vez delante,
fijo en la luz de aquella dulce guía
que, sonriendo, ardía en su
mirada.
24
«No te asombre ‑me dijo‑‑ que sonría
de tu infantil creencia, pues tus
plantas
en la verdad aún no has asentado,
27
mas vuelves a lo vano, como sueles:
lo que ves son sustancias verdaderas,
puestas aquí pues rompieron sus
votos.
30[L1091]
Mas háblales y créete lo que escuches;
porque la cierta luz que las aplaca
no deja que sus pies se aparten de
ella.»
33
Y a la que parecía más dispuesta
34[L1092]
para hablar, me volví, y comencé casi
como aquel a quien turba un gran
deseo:
36
«Oh bien creado espíritu, que sientes
de los eternos rayos la dulzura
que, no gustada, nunca se
comprende,
39
feliz me harías si me revelaras
cuál es tu nombre y cuál es vuestra
suerte.»
Y ella, al momento y con ojos
risueños:
42
«Puerta ninguna cierra nuestro amor
a un justo anhelo, como el de quien
quiere
que se parezca a sí toda su corte.
45[L1093]
Fui virgen religiosa en vuestro mundo;
y si hace algún esfuerzo tu memoria,
no ha de ocultarme a ti el ser aún más
bella,
48
mas reconocerás que soy Piccarda,
que, puesta aquí con estos otros santos
santa soy en la esfera que es más
lenta.
51[L1094]
Nuestros afectos, que sólo se inflaman
con el placer del Espíritu Santo,
gozan del orden que él nos ha
dispuesto.
54
Y nos ha sido dado este destino
que tan bajo parece, pues quebramos
nuestros votos, que en parte fueron
vanos.»
57
Y dije: «En vuestros rostros admirables
un no sé qué divino resplandece
que vuestra imagen primera
transmuta:
60
por ello en recordar no estuve pronto;
61[L1095]
pero ahora me ayuda lo que has dicho,
y ya te reconozco fácilmente.
63
Mas dime: los que estáis aquí gozosos
¿deseáis un lugar que esté más alto
y ver más y ser más de Dios
amigos?»
66
Sonrió un poco con las otras sombras;
y luego me repuso tan alegre,
cual si de amor ardiera al primer
fuego:
69
«Aquieta, hermano, nuestra voluntad
la caridad, haciendo que queramos
sin más ansiar, aquello que
tenemos.
72
Si estar más elevadas deseásemos,
este deseo sería contrario
a lo que quiere quien aquí nos
puso;
75
lo cual, como verás, es imposible,
si estar en caridad aquí es
necesse
77[L1096]
y consideras su naturaleza.
78
Esencial es al bienaventurado
con el querer divino conformarse,
para que se hagan unos los
quereres;
81
y así el estar en uno u otro grado
en este reino, a todo el reino place
como al Rey que nos forma en sus
deseos.
84
Y en su querer se encuentra nuestra
paz:
y es el mar al que todo se dirige
lo que él crea o lo que hace la
natura.»
87
Vi claramente entonces cómo el cielo
es todo paraíso, etsi la gracia
89[L1097]
del sumo bien no llueva de igual
modo.
90
Mas como cuando sacia un alimento
y aún tenemos más ganas de algún otro,
que uno pedimos y otro
agradecemos,
93
hice yo así con gestos y palabras,
para saber cuál fuese aquel tejido
que hasta el fin no labró su
lanzadera.
96
«Perfecta vida y méritos encumbran
97[L1098]
‑me dijo‑‑ a una mujer por cuya regla
se visten velo y hábito en el
mundo,
99
para que hasta el morir se vele y
duerma
con esposo que acepta cualquier voto
que a su placer la caridad
conforma.
102
Del mundo, por seguirla, jovencita
me escapé, refugiándome en sus hábitos,
y prometí seguir por su camino.
105
Hombres no al bien, al mal,
acostumbrados,
luego del dulce claustro me raptaron.
Dios sabe cómo fue mi vida luego.
108
Y aquel otro esplendor que se te
muestra
a mi derecha y a quien ilumina
toda la luz que brilla en nuestra
esfera,
111
lo que dije de mí, también lo digo;
fue monja, y de igual forma le quitaron
de la frente la sombra de las
tocas.
114
Mas cuando fue devuelta luego al mundo
contra su voluntad y buena usanza,
nunca el velo del alma le
quitaron.
117
Esta es la luz de aquella gran
Constanza
118[L1099]
que engendró del segundo al ya tercero
y último de los vientos de
Suabia.»
120[L1100]
Así me dijo, y luego: «Ave María»
cantó y cantando se desvaneció
como en el agua honda algo pesado.
123
Mi vista que siguió detrás de ella
cuanto le fue posible, ya perdida,
se dirigió al objeto más querido,
126
y por entero se volvió a Beatriz;
pero ella fulgió tanto ante mis ojos,
que al principio no pude soportarlo,
129
y por esto fui tardo en
preguntarle.
CANTO IV
Entre dos platos, igualmente ricos
y distantes, por hambre moriría
un hombre libre sin probar bocado;
3
así un cordero en medio de la gula
de fieros lobos, por igual temiendo;
y así estaría un perro entre dos
gamos:
6[L1101]
No me reprocho, pues, si me callaba,
de igual modo suspenso entre dos dudas,
porque era necesario, ni me alabo.
9
Callé, pero pintado mi deseo
en la cara tenía, y mi pregunta,
era así más intensa que si
hablase.
12
Hizo Beatriz lo mismo que Daniel
13[L1102]
cuando aplacó a Nabucodonosor
la ira que le hizo cruel
injustamente;
15
Y dijo: «Bien conozco que te atraen
uno y otro deseo, y preocupado
tú mismo no los dejas que se
muestren.
18
Te dices: "Si perdura el buen deseo,
la violencia de otros, ¿por qué causa
del mérito recorta la medida?"
21
También te causa dudas el que el alma
parece que se vuelva a las estrellas,
siguiendo la doctrina de Platón.
24[L1103]
Estas son las cuestiones que en tu
velle
25[L1104]
igualmente te pesan; pero antes
la que tiene mas hiel he de
explicarte.
27[L1105]
El serafín que a Dios más se aproxima,
28[L1106]
Moisés, Samuel, y aquel de los dos
Juanes
que tú prefieras, y también María,
30
no tienen su acomodo en otro cielo
que estas almas que ahora se mostraron,
ni más o menos años lo disfrutan;
33
mas todos hacen bello el primer
círculo,
y gozan de manera diferente
sintiendo el Soplo Eterno más o
menos.
36
Si aquí los viste no es porque esta
esfera
les corresponda, mas como indicando
que en la celeste ocupan lo más
bajo.
39
Así se debe hablar a vuestro ingenio,
pues sólo aprende lo que luego es digno
de intelecto, a través de los
sentidos.
42
Por esto condesciende la Escritura
a vuestra facultad, y pies y manos
le otorga a Dios, mas piensa de otro
modo;
45
y nuestra Iglesia con figura humana
a Gabriel y a Miguel os representa,
y de igual modo al que sanó a
Tobías.
48
Lo que el Timeo dice de las
almas
no es similar a lo que aquí se muestra,
50[L1107]
mas parece que diga lo que siente.
51
Él dice que a su estrella vuelve el
alma,
pues desde allí supone que ha bajado
cuando natura su forma le diera;
54
y acaso lo que piensa es diferente
del modo que lo dice, y ser pudiera
que su intención no sea
desdeñable.
57
Si él entiende que vuelve a estas
esferas
de su influjo el desprecio o la
alabanza,
quizá a alguna verdad el arco
acierte.
60
Torció, mal comprendido, este principio
a casi todo el mundo, y así Jove,
Mercurio y Marte fueron invocados.
63
Menos veneno encierra la otra duda
64[L1108]
que te conmueve, porque su malicia
no podría apartarte de mi lado.
66
El que nuestra justicia injusta sea
67[L1109]
a los ojos mortales, argumento
es de fe, no de herética perfidia.
69
Mas como puede vuestra inteligencia
penetrar fácilmente esta verdad,
como deseas, he de darte gusto.
72
Aun cuando aquel que la violencia sufre
a quien la fuerza nada le concede,
no están por ello estas almas sin
culpa:
75
pues, sin querer, la voluntad no cede,
mas hace como el fuego, si le tuerce,
77[L1110]
aunque sea mil veces, la
violencia.
78
Si se doblega, pues, o mucho o poco,
sigue la fuerza; y así hicieron éstos,
que al lugar santo regresar
pudieron.
81
Si su deseo firme hubiera sido,
como fue el de Lorenzo en su parrilla,
83[L1111]
o con su mano a Mucio hizo severo,
84[L1112]
a su camino habrían regresado
del que sacados fueron, al ser libres;
mas voluntad tan sólida es
extraña.
87
Y por esta razón, si como debes
la comprendes, se rompe el argumento
que te habría estorbado aún muchas
veces.
90
Mas ahora se atraviesa ante tus ojos
otro obstáculo, tal que por ti mismo
no salvarías, sin cansarte antes.
93
Yo te he enseñado como cosa cierta
que no puede mentir un alma santa,
pues cerca está de la verdad
primera;
96
y después escuchaste de Piccarda
que Constanza guardó el amor del velo;
y así parece que me contradice.
99
Muchas veces, hermano, ha acontecido
que, huyendo de un peligro, de mal
grado
se hacen cosas que hacerse no
debieran;
102
como Almeón, que, al suplicar su padre
103[L1113]
que lo hiciera, mató a su propia madre,
y por piedad se hizo despiadado.
105
En este punto quiero que conozcas
que la fuerza al querer se mezcla,
haciendo
que no tengan disculpa las
ofensas.
108
La Voluntad absoluta no consiente
el daño; mas consiente cuando teme
que en más penas caerá si lo
rehúsa.
111[L1114]
Así, cuando Piccarda dijo aquello
de la primera hablaba, y yo de la otra;
y las dos te dijimos la verdad.»
114
Fluyó así el santo río que salía
de la fuente en que toda verdad mana;
así mis dos deseos se aplacaron.
117
«Oh amada del primer Amante, oh diosa,
cuyas palabras ‑‑dije así me inundan,
y enardecen, que más y más me
avivan,
120
no son mis facultades tan profundas
que a devolverte don por don bastasen;
mas responda por mí Quien ve y Quien
puede.
123[L1115]
Bien veo que jamás se satisface
sino con la verdad nuestro intelecto,
sin la cual no hay ninguna
certidumbre.
126[L1116]
Cual fiera en su cubil, reposa en ella
en cuanto que la alcanza; y puede
hacerlo;
si no, frustra sería los
deseos.
129[L1117]
Por ello nacen dudas, cual retoños,
al pie de la verdad; y a lo más alto,
cima a cima, nos lleva de este
modo.
132[L1118]
Esto me invita y esto me da fuerzas
a preguntar, señora, reverente,
aún por otra verdad que me es
oscura.
135
Quiero saber si pueden repararse
los votos truncos con acciones buenas,
que no pesaran poco en la
balanza.»
138
Y Beatriz me miró, llenos sus ojos
de amorosas centellas tan divinas,
que, vencida, mi fuerza dio la espalda,
141
casi perdido con la vista en
tierra.
CANTO V
«Si te deslumbro en el fuego de amor
más que del modo que veis en la tierra,
tal que venzo la fuerza de tus
ojos,
3
no debes asombrarte; pues procede
de un ver perfecto, que, como
comprende,
5[L1119]
así en pos de aquel bien mueve los
pasos.
6
Bien veo de qué forma resplandece
la sempiterna luz en tu intelecto,
que, una vez vista, amor por siempre
enciende;
9
y si otra cosa vuestro amor seduce,
de aquella luz tan sólo es un vestigio,
mal conocido, que allí se refleja.
12
Quieres saber si con otras ofrendas,
halla reparo quien rompe su voto,
tal que en el juicio su alma esté
segura.»
15
Así Beatriz principio dio a este canto;
y como el que el discurso no
interrumpe,
prosiguió así sus santas
enseñanzas:
18
«El don mayor que Dios en su largueza
hizo al crearnos, y el que más conforme
está con su bondad, y él más lo
estima,
21
tal fue la libertad del albedrío;
del cual, a los que dio la
inteligencia,
fueron y son dotados solamente.
24[L1120]
Ahora verás, si tú deduces de esto,
el gran valor del voto, si se hace
cuando consiente Dios lo que
consientes:
27[L1121]
porque al cerrar el pacto Dios y el
hombre
se hace holocausto de aquel gran
tesoro,
que antes te dije; y lo hace un acto
suyo.
30[L1122]
¿Así pues qué reparo se hallaría?
Si piensas que usas bien lo que
ofreciste,
con latrocinios quieres dar
limosna.
33
Ya lo más importante te he explicado;
mas puesto que la Iglesia los dispensa
y esto a lo que te digo
contradice,
36
en la mesa es preciso que aún te
sientes,
pues el seco alimento que comiste,
para su digestión requiere ayuda.
39
Abre tu mente a lo que te revelo
y guárdalo bien dentro; pues no hay
ciencia
si lo que has aprendido no
retienes.
42
Dos cosas intervienen en la esencia
43[L1123]
de este gran sacrificio: una es la cosa
que se ofrece; y la otra el pacto
mismo.
45
Esta segunda nunca se cancela
si no es cumplida; y con respecto a
ella
antes te hablé con toda precisión:
48
por ello los hebreos precisaron
el seguir ofreciendo, aunque la ofrenda
se pudiera cambiar, como ya sabes.
51[L1124]
La otra, que te mostré como materia,
bien puede ser de un modo que no hay
yerro
si por otra materia se permuta.
54
Mas la carga no debe transmutarse
libremente, y precisa de la vuelta
de la llave amarilla y de la
blanca;
57[L1125]
y sabrás que los cambios nada valen,
si la cosa dejada en la cogida
como el cuatro en el seis no se
contiene.
60[L1126]
Y por ello a las cosas tan pesadas
que la balanza inclinan por sí mismas,
satisfacer no puede otra ninguna
63[L1127]
No bromeen con el voto los mortales;
sed fieles; mas no hacerlos ciegamente,
como Jefté ofreciendo lo primero;
66[L1128]
quien hubiera mejor dicho "Mal hice",
que hacer peor cumpliéndolo; y tan
necio
podrás llamar al jefe de los
griegos,
69
por quien lloró Ifigenia su belleza,
y con ella las necios y los sabios
que han escuchado de tal
sacrificio.
72[L1129]
Sed, cristianos, más firmes al moveros:
no seáis como pluma a cualquier soplo,
y no penséis que os lave cualquier
agua.
75
Tenéis el viejo y nuevo Testamento,
y el pastor de la Iglesia que os
conduce;
y esto es bastante ya para
salvaros.
78
Si otras cosas os grita la codicia,
79[L1130]
¡sed hombres, y no ovejas insensatas,
para que no se burlen los judíos!
81[L1131]
¡No hagáis como el cordero que abandona
la leche de su madre, y por
simpleza,
consigo mismo a su placer
combate!»
84
Así me habló Beatriz tal como escribo;
luego se dirigió toda anhelante
a aquella parte en que el mundo más
brilla.
87[L1132]
Su callar y el mudar de su semblante
a mi espíritu ansioso silenciaron,
que ya nuevas preguntas preparaba;
90
y así como la flecha da en el blanco
antes de que la cuerda quede inmóvil,
así corrimos al segundo reino.
93[L1133]
Allí vi tan alegre a mi señora,
al encontrarse en la luz de aquel
cielo,
que se volvió el planeta aún más
luciente.
96
Y si la estrella se mudó riendo,
¡yo qué no haría que de mil maneras
soy por naturaleza transmutable!
99
Igual que en la tranquila y pura balsa
a lo que se les echa van los peces
y piensan que es aquello su
alimento,
102
así yo vi que mil y aún más fulgores
venían a nosotros, y escuchamos:
«ved quién acrecerá nuestros
amores».
105[L1134]
Y así como venían a nosotros
se veía el placer que las colmaba
en el claro fulgor que
desprendían.
108
Piensa, lector, si lo que aquí comienza
no siguiese, en qué forma sentirías
de saber más un anhelo angustioso;
111
y verás por ti mismo qué deseo
tenía de saber quién eran éstas,
cuando las vi delante de mis ojos.
114
«Oh bien nacido a quien el ver los
tronos
del triunfo eternal fue concedido,
antes de que dejase la milicia.
117[L1135]
de la luz que se extiende en todo el
cielo
nos encendemos; por lo cual, si quieres
de nosotros saber, sáciate a
gusto.»
120
De este modo una de esas almas pías
121[L1136]
me dijo; y Beatriz: «Habla sin miedo,
y cree todas las cosas que te
diga.»
123
«Bien puedo ver que anidas en tu propia
luz, y que la desprendes por los ojos,
porque cuando te ríes
resplandecen;
126
mas no quien eres, ni por qué te
encuentras
alma digna, en el grado de la esfera
que a los hombres ocultan otros
rayos.»
129
Esto dije mirando a aquella lumbre
que primero me habló; y entonces ella
se hizo más luminosa que al
principio.
132[L1137]
Y como el sol que se oculta a sí
mismo
por la excesiva luz, cuando disipa
el calor los vapores más
templados,
135
al aumentar su gozo, se ocultó
en su propio fulgor la santa imagen;
y así me respondió, toda encerrada
138
del modo en que el siguiente canto
canta.
CANTOVI
«Después que Constantino volvió el
águila
contra el curso del cielo, que ella
antes
siguió tras el esposo de Lavinia,
3[L1138]
más de cien y cien años se detuvo
en el confín de Europa aquel divino
pájaro, junto al monte en que
naciera;
6[L1139]
a la sombra de las sagradas plumas
gobernó el mundo allí de mano en mano,
y así cambiando vino hasta las
mías.
9
César fui, soy el mismo Justiniano
que quitó, inspirado del Espíritu,
lo excesivo y superfluo de las
leyes.
12[L1140]
Y antes de que a esta obra me
entregara,
una naturaleza en Cristo sólo
creía, y esta fe me era bastante;
15[L1141]
mas aquel santo Agapito, que fue
sumo pastor, a la fe verdadera
me encaminó con sus palabras
santas.
18[L1142]
Yo le creí; y claramente veo
lo que había en su fe, como tu ves
en la contradicción lo falso y
cierto.
21[L1143]
Y en cuanto que eché andar ya con la
Iglesia,
por gracia a Dios le plugo el
inspirarme
la gran tarea y me entregué de
lleno;
24[L1144]
y a Belisario encomendé las tropas,
quien gozó tanto del favor del cielo,
que fue señal de que en él
reposara.
27[L1145]
Ahora ya he contestado a tu primera
pregunta: mas me obliga a que te añada
su condición algunas otras cosas,
30[L1146]
para que veas con cuánta injusticia se
mueve contra el signo sacrosanto
quien de él se apropia o quien a él se
opone.
33[L1147]
Mira cuánta virtud digno le hizo
de reverencia; ya desde la hora
en que murió Palante por su reino.
36[L1148]
Sabes que en Alba tuvo su morada
más de trescientos años, hasta el día
que por él combatieron tres y tres
39[L1149]
Y sabes lo que obró en siete reinados,
del mal de las Sabinas a Lucrecia,
venciendo en torno a los pueblos
vecinos.
42[L1150]
Y lo que obró llevado contra Breno
por los magnos romanos, contra Pirro,
y las otras repúblicas y
príncipes;
45[L1151]
donde Torcuato y Quincio, a quien dio
nombre
su pelo descuidado, Fabios, Decios
ganaron fama que con gusto
incienso.
48[L1152]
Luego humilló el orgullo de los árabes
49[L1153]
que tras Aníbal las alpestres rocas
de las que bajas tú, Po,
atravesaron.
51
Bajo aquél, siendo aún jóvenes,
triunfaron
52[L1154]
Escipión y Pompeyo; y a ese monte
a cuyo pie naciste, le fue amargo.
54
Luego, cercano el tiempo en el que el
cielo
quiso ordenar el mundo a su manera,
César por gusto de Roma lo obtuvo.
57[L1155]
Y lo que obró desde el Varo hasta el
Rin,
58[L1156]
lo vio el Isara, el Era y lo vio el
Sena
y los ríos que al Ródano
engrandecen.
60
Lo que obró luego al marcharse de
Rávena
61[L1157]
y cruzó el Rubicón, fue tan aprisa
que ni pluma ni lengua
alcanzarían.
63
Luego marchó con sus tropas a España,
luego a Durazzo, y tal golpe en
Farsalia
65[L1158]
dio, que hasta el Nilo se dolió del
daño.
66
A Antandro y al Simoes, patria suya,
67[L1159]
vio otra vez, y el lugar que a Héctor
sepulta;
y partió para mal de Tolomeo.
69
De allí fue como un rayo contra Juba;
70[L1160]
y desde allí se volvió al occidente
donde escuchó la trompa pompeyana.
72
Por lo que obró en las manos del
siguiente,
73[L1161]
en el infierno ladran Bruto y Casio,
y se dolieron Módena y Perugia.
75
Aún lo llora la triste de Cleopatra,
76[L1162]
que, escapando de aquél, con la culebra
se dio la muerte atroz e
inesperada.
78
Con él llegó a la orilla del mar Rojo,
79[L1163]
con él en tanta paz al mundo puso,
que las puertas de Jano se
cerraron.
81
Mas lo que el signo del que estoy
hablando,
82[L1164]
hizo primeramente y luego haría,
por el reino mortal al que
subyuga,
84
se vuelve en apariencia oscuro y poco,
si en manos del tercer César la vemos
con vista clara y con afecto puro;
87
pues la viva justicia que me inspira,
le concedió, en las manos del que digo,
la gloria de vengar su santa
cólera.
90
Y asómbrate de lo que digo ahora:
91[L1165]
corrió después con Tito a hacer
venganza
de la venganza del pecado antiguo.
93
Y al morder los lombardos a la Santa
94[L1166]
Iglesia con sus dientes, Carlomagno
la socorrió, venciendo, con sus
alas.
96
Ahora puedes juzgar a esos que antes
me escuchaste acusar, y sus pecados,
que son causa de todas vuestras
penas.
99
Uno al signo común los amarillos
100[L1167]
lirios opone, y otro se lo apropia,
y es difícil saber quién más se
engaña.
102
Urdan los gibelinos, urdan tretas
bajo otro signo, que mal sigue a éste
aquel que de él aparta la
justicia;
105
y que este nuevo Carlos no lo abata
106[L1168]
con sus güelfos, mas tema de sus garras
que a leones más fuertes han
vencido.
108
¡Muchas veces los hijos han llorado
109[L1169]
por las culpas del padre, y no se crea
que Dios cambie su emblema por las
lises!
111[L1170]
Esta pequeña estrella se engalana
de los buenos espíritus activos
para que fama y honra les alcance;
114[L1171]
y cuando a esto dirigen sus deseos,
desviándose así, más apagados
del verdadero amor los rayos
sienten.
117
Mas comparar los méritos y el premio
de nuestra dicha también forma parte,
no viéndolos mayores ni menores.
120
Tal nos endulza la viva justicia
el afecto, y por ello no se puede
ya a la malicia nunca desviarlo.
123
Diversas voces cantan dulces notas;
tal los diversos grados de esta vida
dulce armonía en estas ruedas
forman.
126
Y dentro de esta perla en la que
estamos
luce la luz de Romeo, de quien
128[L1172]
fue su gran obra mal agradecida.
129
Pero sus enemigos provenzales
no ríen; pues camina erradamente
el que se duele del bien de los
otros.
132
Cuatro hijas tuvo, y las cuatro
reinaron,
133[L1173]
Raimundo Berenguer, y esto lo hizo
Romeo, un hombre humilde y
peregrino
135
Y luego las calumnias le movieron a
pedirle las cuentas a este justo,
quien devolvió siete y cinco por
diez,
138
tras de lo cual partió, viejo y
mendigo;
y si el mundo supiera su coraje
mendigando su vida hogaza a hogaza
141
mucho lo alaba, y más lo alabaría.
CANTO
VII
«Ossanna, sanctus Deus sabaoth,
superilunstrans claritate tua
felices ignes borum
malacth!»
3[L1174]
De este modo, volviéndose a sus notas,
escuché que cantaba esa sustancia,
sobre la cual doble luz se
enduaba;
6[L1175]
y reemprendió su danza con las otras,
y como velocísimas centellas
las ocultó la súbita distancia.
9
Dudoso estaba y me decía: «¡Dile!
Dile, dile ‑decía‑ a mi señora
que mi sed sacie con su dulce
estilo.»
12
Mas el respeto que de mí se adueña
tan sólo con la B o con el IZ,
14[L1176]
como el sueño la frente me
inclinaba.
15
Poco tiempo Beatriz consintió esto,
y empezó, iluminándome su risa,
que aun en el fuego me haría
dichoso:
18
«Según mi parecer siempre infalible,
cómo justa venganza justamente
ha sido castigada, estás pensando;
21
mas yo desataré pronto tu mente;
y escúchame, porque lo que te diga
te hará el regalo de una gran
certeza.
24
Por no poner a la virtud que quiere
un freno por su bien, el no nacido,
se condenó a sí mismo y su
progenie;
27
por lo cual los humanos muchos siglos
28[L1177]
en el error yacieron como enfermos,
hasta que al Verbo descender le
plugo,
30
y la naturaleza extraviada
de su creador, añadió a su persona,
sólo por obra de su amor eterno
33[L1178]
Ahora atiende a lo que ahora se razona:
a su hacedor unida esta natura,
cual fue creada fue sincera y
buena;
36
mas desterrada fue del Paraíso
estando sola, pues torció el camino
de la verdad y de su propia vida.
39
Y así la pena de la cruz, medida
con la naturaleza que asumiera,
aplicóse más justa que ninguna;
42[L1179]
y así ninguna fue tan injuriosa,
si a la persona que sufrió atendemos,
a la que se juntara esa natura.
45[L1180]
Mas tuvo un acto efectos diferentes:
plació una muerte a Dios y a los
judíos;
hizo temblar la tierra y abrió el
cielo.
48[L1181]
Ya no te debe parecer extraño,
al escuchar que una justa venganza
castigó luego un justo tribunal.
51
Mas ahora veo oprimida tu mente
de un pensamiento en otro por un nudo,
que ardientemente desatar esperas.
54
Te dices: "Bien comprendo lo que
escucho;
mas porque Dios quisiera, se me
esconde,
de redimirnos esta forma sólo."
57
Sepultado está, hermano, este decreto
a los ojos de aquellos cuyo ingenio
en la llama de amor no ha
madurado.
60
Y en verdad, como en este punto mucho
se considera y poco se comprende,
diré por qué este modo fue el más
digno.
63
La divina bondad, que de sí aparta
64[L1182]
cualquier rencor, ardiendo en sí,
destella
las eternas bellezas desplegando.
66
Lo que sin mediación de ella destila
67[L1183]
luego no tiene fin, porque su impronta
nunca se borra en donde pone el
sello.
69
Lo que sin mediación llueve de ella
del todo es libre porque no depende
de la influencia de las nuevas
cosas.
72
Más le placen, pues más se le asemejan;
que el santo amor que toda cosa
irradia,
es más brillante en la más
parecida.
75
Tiene ventaja en todos estos dones
76[L1184]
la humana criatura, y si uno falta,
privada debe ser de su nobleza.
78
Sólo el pecado es el que la encadena
del sumo bien haciéndola distinta,
por lo que con su luz poco se
adorna;
81
y a aquella dignidad ya nunca vuelve
si no llena el vacío de la culpa
con justas penas contra el mal
deleite.
84
Vuestra naturaleza, al pecar tota
en su simiente, de estas dignidades,
como del paraíso, fue apartada;
87
sin poder recobrarla, si lo piensas
bien sutilmente, por ningún camino
que por estos dos vados no
atraviese:
90
o que Dios solo generosamente
perdonara, o el hombre por sí mismo
diese satisfacción de su locura.
93
Ahora clava la vista en el abismo
del eterno saber, a mis palabras
cuanto puedas atentamente fijo.
96
No podría en sus límites el hombre
satisfacer, pues no puede ir abajo
luego con humildad obedeciendo,
99
cuanto desobediente quiso alzarse;
y es esta la razón que incapacita
a reparar al hombre por sí mismo.
102
A Dios, pues, convenía con sus medios
al hombre devolver la vida entera,
con uno digo, o con los dos acaso.
105[L1185]
Mas pues la obra es tanto más querida
por quien la hace, cuanto más nos
muestra
el pecho bondadoso del que sale,
108
la divina bondad que el mundo sella,
de proceder por todos sus caminos
gustó para volvernos a lo alto.
111
Y entre la última noche y el primero
112[L1186]
de los días, un hecho tan sublime
por uno y otro, ni hubo ni lo
habrá:
114[L1187]
pues fue más generoso al darse él
mismo,
para hacer digno al hombre de elevarse,
Dios, que si hubiera sólo
perdonado;
117
y ningún otro modo le bastaba
a la justicia, si el Divino Hijo
no se hubiese humillado al
encarnarse.
120
Ahora para calmar cualquier deseo,
vuelvo para aclararte sólo un punto
para que puedas, como yo,
entenderlo.
123
Tú dices: "Veo el fuego, y veo el agua,
la tierra, el aire y sus combinaciones
que se corrompen y que duran poco;
126
y creadas han sido sin embargo;
por lo que, si es verdad lo que me has
dicho
de corrupción debieran verse
libres."
129
Los ángeles, hermano, y este puro
130[L1188]
país en el que estamos, fueron hechos
tal como son, en su entera
existencia;
132
pero los elementos que has nombrado
y aquellas cosas que proceden de ellos
de creada potencia toman forma.
135
Creada fue la materia que tienen;
creada fue la potencia formante
en los astros que en torno suyo
giran.
138
Las luces santas sacan con su rayo
de su virtualidad y con sus giros
el alma de las plantas y los
brutos;
141
pero sin mediación la vuestra exhala
142[L1189]
la suprema bondad, y la enamora
de sí, tal que por siempre la
desea.
144
Y deducir aún puedes de este punto
vuestra resurrección, si otra vez
piensas
cómo la humana carne fue creada
147
al ser creados los primeros
padres.»
CANTO VIII
Solía creer el mundo erradamente
que la bella Cipriña el amor loco
2[L1190]
desde el tercer epiciclo
irradiaba;
3
y por esto no honraban sólo a ella
con sacrificios y votivos ruegos
en su antiguo extravío los
antiguos;
6
mas a Dione honraban y a Cupido,
por madre a una, al otro como hijo,
y en el seno de Dido lo creían;
9[L1191]
y por la que he citado en el comienzo,
le pusieron el nombre a aquella
estrella
que al sol recrea de nuca o de
frente.
12[L1192]
Hasta ella ascendí sin darme cuenta;
pero me confirmó que en ella estaba
el ver aún más hermosa a mi
señora.
15
Y cual la chispa se observa en la
llama,
y una voz se distingue entre las voces,
si una se para y otra el canto
sigue,
18
en esa luz vi yo otras luminarias
dar vuelta más o menos velozmente,
acordes, pienso, a su visión
interna.
21
De fría nube vientos no descienden,
tan raudos, ya visibles, ya invisibles,
que ni lentos ni torpes pareciesen
24
a quien hubiese esas luces divinas
visto venir, dejando aquella danza
que empezaba en los altos
serafines;
27
y en los primeros que se aparecieron
tal hosanna se oía, que las ansias
de escucharlo otra vez nunca he
perdido.
30
Entonces uno se acercó a nosotros
31[L1193]
y dijo: «Estamos todos preparados
para darte placer y recrearte.
33
Girarnos con los príncipes celestes
con un mismo girar y una sed misma,
de la cual tú en el mundo ya
cantaste:
36
«Los que moveis pensando el tercer
áeio»;
37[L1194]
y tal amor nos colma, que no menos
dulce, por complacerte, es el
pararnos.»
39
Luego de haber mis ojos reverentes
puesto en mi dama, y que ella les
hubiera
satisfecho mostrando su
aquiescencia,
42
volviéronse a la luz que una tan grande
promesa había hecho, y: «Quiénes sois»
dijo mi voz de gran afecto llena.
45
¡Y cuánto y cómo vi que se crecía
con esta dicha nueva que aumentaba
su dicha, al dirigirle mi
pregunta!
48
Dijo, así transformada: «Poco tiempo
del mundo fui; y si más hubiera sido,
muchos males que habrá, no los
habría.
51[L1195]
Mi contento no deja que me veas
porque brillando alrededor me oculta
como animal en su seda encerrado.
54
Mucho me amaste, y tuviste motivos;
pues si hubiese vivido, hubieras visto
de mi cariño más que sólo hojas.
57[L1196]
Aquella orilla izquierda que al
mezclarse
58[L1197]
bañan el río Ródano y el Sorga,
por señor a su hora me esperaba,
60
Y aquel cuerno de Ausonia limitado
61[L1198]
por Catona, por Baria, por Gaeta,
donde el Verde y el Tronto
desembocan.
63
Ya lucía en mi frente la corona
64[L1199]
de aquella tierra que el Danubio riega
cuando abandona la margen tedesca.
66
Y la hermosa Trinacria, que se anubla
67[L1200]
entre Peloro y Pachino, en el golfo
que el ímpetu del Euro más recibe,
69
no por Tifeo sino del azufre,
70[L1201]
aún hubiera esperado sus monarcas,
71[L1202]
de Carlos y Rodolfo en mí nacidos,
72
si el mal gobierno, que atormenta
siempre
73[L1203]
a los pueblos sujetos no forzase
a gritar a Palermo: "Muerte,
muerte."
75
Y si mi hermano hubiese esto previsto,
76[L1204]
de Cataluña la pobreza avara
evitaría que daño le hiciese;
78
pues proveer debieran ciertamente,
él u otros, a fin de que a su barca
cargada, aún otra carga no se
agregue.
81[L1205]
Y su carácter que de largo a parco
bajó, precisaría capitanes
no preocupados de amasar dinero.»
84
«Puesto que creo que la alta alegría
que tu hablar, señor mío, me ha
causado,
donde se inicia y cesa todo bien
87
la ves del mismo modo que la veo,
me es más grata; y también me causa
gozo
pues contemplando a Dios la has
advertido.
90
Gusto me diste, ponme en claro ahora,
pues me han causado dudas tus palabras,
cómo dulce semilla da amargura.»
93[L1206]
Esto le dije; y él a mi «Si puedo
mostrarte una verdad, a tu pregunta
el rostro le darás y no la
espalda.
96
El bien que todo el reino que tú
asciendes
97[L1207]
alegra y mueve, con su providencia
hace que influyan estos grandes
cuerpos.
99[L1208]
Y no sólo provistas las naturas
son en la mente que por sí es perfecta,
mas su conservación a un tiempo
mismo:
102[L1209]
por lo que todo aquello que dispara
este arco a su fin previsto llega,
cual se clava la flecha en su
diana.
105
Si así no fuese, el cielo que recorres
tendría de este modo efectos tales
que no serían arte, sino ruinas;
108
y esto no puede ser, si los ingenios
109[L1210]
que las estrellas mueven no son torpes,
y torpe aquel que las creó
imperfectas.
111
¿Quieres que esta verdad te aclare un
poco?»
Y yo: «No; pues ya sé que es imposible
que a lo que es necesario Dios
faltase.»
114
Y él: «Dime, ¿no sería para el hombre
peor si no viviese en sociedad?»
«Sí ‑respondí‑ y la causa no
preguntó.»
117
«¿Y puede ser así, si no se tienen
diversamente oficios diferentes?
No, si bien lo escribió vuestro
maestro.»
120[L1211]
Fue hasta aquí de este modo deduciendo;
y luego concluyó: «Luego diversas
serán de vuestros hechos las
raíces:
123
por lo que uno es Solón y el otro es
Jerjes,
124[L1212]
y otro Melchisedec, y el otro aquel
que, volando en el aire, perdió al
hijo.
126
La circular natura, que es el sello
de la cera mortal, obra con tino,
mas no distingue de uno al otro
albergue.
129
Por eso ya en el vientre se apartaron
Esaú de Jacob; y de un vil padre
nació Quirino, a Marte atribuido.
132[L1213]
La natura engendrada haría siempre
su camino al igual que la engendrante,
si el divino poder no la venciese.
135[L1214]
Ahora tienes delante lo de atrás:
mas por que sepas que de ti me gozo,
quiero añadirte aún un corolario.
138
Si la naturaleza encuentra un hado
adverso, como todas las simientes
fuera de su región, da malos
frutos.
141
Y si el mundo de abajo se atuviera
al fundamento que natura pone,
siguiendo a éste habría gente
buena.
144[L1215]
Mas vosotros hacéis un religioso
145[L1216]
de quien nació para ceñir espada,
y hacéis rey del que gusta de sermones;
147
y así pues vuestra ruta se
extravía.»
CANTO IX
Después, Bella Clemencia, que tu Carlos
1[L1217]
las dudas me aclaró, contó los fraudes
que debiera sufrir su
descendencia;
3
mas dijo: «Calla y deja andar los
años»;
4[L1218]
nada pues os diré, sólo que un justo
duelo vendrá detrás de vuestros
males.
6
Y ya el alma de aquel santo lucero
se había vuelto al sol que le llenaba
como aquel bien que colma cualquier
cosa.
9
¡Ah criaturas impías, necias almas,
que el corazón torcéis de un bien tan
grande,
hacia la vanidad volviendo el
rostro!
12
Y entonces otro de los esplendores
13[L1219]
vino a mí, y que quería complacerme
el brillo que esparcía me mostraba
15
Los ojos de Beatriz, que estaban fijos
sobre mí, igual que antes, asintieron
dando consentimiento a mi deseo.
18
«Dale compensación pronto a mis ansias,
santo espíritu y muéstrame ‑le dije-
que lo que pienso pueda en ti
copiarse.»
21[L1220]
Y aquella luz a quien no conocía,
desde el profundo seno en que cantaba,
dijo como quien goza el bien
haciendo:
24
«En esa parte de la depravada
25[L1221]
Italia que se encuentra entre Rialto
26[L1222]
y las fuentes del Brenta y del
Piave,
27
un monte se levanta, no muy alto,
28[L1223]
desde el cual descendió una mala
antorcha
29[L1224]
que infligió un gran estrago a la
comarca.
30
De una misma raíz nacimos ambos:
Cunizza fui llamada, y aquí brillo
pues me venció la lumbre de esta
estrella.
33[L1225]
Mas alegre a mí misma me perdono
la causa de mi suerte, y no me duelo;
y esto tal vez el vulgo no lo
entienda.
36
De la resplandeciente y cara joya
37[L1226]
de este cielo que tengo más cercana
quedó gran fama; y antes de
extinguirse,
39
se quintuplicará este mismo año:
mira si excelso debe hacerse el hombre,
tal que otra vida a la vida
suceda.
42
Y esto no piensa la turba presente
43[L1227]
que el Tagliamento y Adigio rodean:
ni aun siendo golpeada se
arrepiente;
45
mas pronto ocurrirá que Padua cambie
46[L1228]
el agua del pantano de Vincenza,
porque son al deber gentes
rebeldes;
48
y donde el Silo y el Cagnano se unen,
49[L1229]
alguien aún señorea con orgullo,
y ya se hace la red para
atraparle.
51
Llorará también Feltre la traición
52[L1230]
de su impío pastor, y tan enorme
será, que en Malta no hubo
semejante.
54[L1231]
Muy grande debería ser la cuba
que llenase la sangre ferraresa,
cansando a quien pesara onza por
onza,
57
la que dará tan cortés sacerdote
por mostrar su partido; y dones tales
59[L1232]
al vivir del país se corresponden.
60
Hay espejos arriba que vosotros
61[L1233]
llamáis Tronos, y Dios por medio de
ellos
nos alumbra, y mis dichos
certifican.»
63
Aquí dejó de hablar; y me hizo un gesto
de volverse a otra cosa, pues se puso
una vez más en la rueda en la que
estaba.
66
El otro gozo a quien ya conocía
67[L1234]
como preciada cosa, ante mis ojos
era cual un rubí que el sol
hiriese.
69
Arriba aumenta el resplandor gozando,
70[L1235]
como la risa aquí; y la sombra crece
abajo, al par que aumenta la
tristeza.
72
«Dios lo ve todo, y tu mirar se enela
73[L1236]
‑le dije santo espíritu, y no puede
para ti estar oculto algún deseo.
75
Por lo tanto tu voz, que alegra el
cielo
con el cantar de aquellos fuegos píos
que con seis alas hacen su
casulla,
78[L1237]
¿por qué no satisface mis deseos?
No esperaría yo a que preguntaras
si me intuara yo cual tú te
enmías.»
81[L1238]
«El mayor valle en que el agua se
vierte
82[L1239]
‑sus palabras entonces me
dijeron-
fuera del mar que a la tierra
enguirnalda,
84
entre enemigas playas contra el curso
del sol tanto se extiende, que ya hace
meridiano donde antes horizonte.
87[L1240]
Ribereño fui yo de aquellas costas
entre el Ebro y el Magra, que divide
en corto trecho Génova y Toscana.
90[L1241]
Casi en un orto mismo y un ocaso
están Bugía y mi ciudad natal,
que enrojeció su puerto con su
sangre.
93[L1242]
Era llamado Folco por la gente
que sabía mi nombre; y a este cielo,
como él me iluminó, yo ahora
ilumino;
96
que más no ardiera la hija de Belo,
97[L1243]
a Siqueo y a Creusa dando enojos,
que yo, hasta que mi edad lo
permitía;
99
ni aquella Rodopea que engañada
100[L1244]
fue por Demofoonte, ni Alcides
101[L1245]
cuando encerró en su corazón a
Iole.
102
Pero aquí no se llora, mas se ríe,
no la culpa, que aquí no se recuerda,
sino el poder que ordenó y que
provino.
105
Aquí se admira el arte que se adorna
de tanto afecto, y se comprende el bien
que hace que influya abajo lo de
arriba.
108
Y a fin de que colmados tus deseos
lleves que en esta esfera te han
surgido,
debiera referirte aún otras cosas.
111
Quieres saber quién hay en esa hoguera
que aquí cerca de mí lanza destellos
como el rayo de sol en aguas
limpias.
114
Sabrás que en su interior se regocija
Raab; y en compañía de este coro,
116[L1246]
en su más sumo grado resplandece.
117
A nuestro cielo, en que la sombra acaba
de vuestro mundo, aún antes que alma
alguna
por el triunfo de Cristo, fue
subida.
120
Convenía ponerla por trofeo
en algún cielo, de la alta victoria
obtenida con una y otra palma,
123
pues ella el primer triunfo de Josué
124[L1247]
favoreció en la Tierra Prometida,
que poco tiene el Papa en la
memoria.
126[L1248]
Tu ciudad, que es retoño del primero
127[L1249]
que a su creador volviera las espaldas,
cuya envidia ha causado tantos
males,
129
crea y propaga las malditas flores
130[L1250]
que han descarriado a ovejas y a
corderos,
pues al pastor en lobo han
convertido.
132[L1251]
Por esto el Evangelio y los Doctores
se olvida, y nada más las Decretales
se estudian, cual sus márgenes
indican.
135
De esto el Papa y la curia se preocupa;
136[L1252]
y a Nazaret no van sus pensamientos,
allí donde Gabriel abrió las alas.
138
Mas pronto el Vaticano y otros sitios
139[L1253]
elegidos de Roma, cementerios
de la milicia que a Pedro siguiera,
del adulterio habrán de verse
libres.»
141[L1254]
CANTO X
Con el Amor que eternamente mana
1[L1255]
del uno al otro, contemplando al Hijo
la Potencia primera e inefable
3
cuanto en espacio o mente se concibe
con tanto orden creó, que estar no
puede
sin gustar de ello aquel que vuelve a
verlo.
6
Alza, lector, hacia las altas ruedas
7[L1256]
con la mía tu vista, hacia aquel sitio
donde dos movimientos se
entrecruzan;
9
y allí comienza a disfrutar del Arte
de aquel maestro que tanto lo ama
11[L1257]
en sí, que nunca de él quita la
vista.
12
Mira cómo de allí se aparta el círculo
13[L1258]
oblicuo que conduce los planetas,
satisfaciendo al mundo que los
llama.
15
Pues no siendo inclinado su camino,
vano sería el influir del cielo
y casi muerta aquí cualquier
potencia;
18
y si más o si menos se alejara
girando, de la perpendicular,
se rompería el orden de los
mundos.
21
Quédate ahora, lector, sobre tu banco,
meditando en aquello que sugiero,
si quieres disfrutar y no
cansarte.
24
Te lo he mostrado: come tú ahora de
ello;
25[L1259]
que a ella reclama todos mis cuidados
esa materia de que soy escriba.
27
De la naturaleza el gran ministro,
28[L1260]
que la virtud del cielo imprime al
mundo
y es la medida, con su luz, del
tiempo,
30
a aquella parte arriba mencionada
31[L1261]
junto, giraba por las espirales
que le traen cada día más
temprano;
33
y yo estaba con él; mas del subir
34[L1262]
no me di cuenta, como aquel que nota,
tras la idea, de dónde le ha
venido.
36
Era Beatriz aquella que guiaba
de un bien a otro mejor, tan raudamente
que el tiempo no medía sus
acciones.
39
¡Cuán luminosa debería ser
por sí, la que en el sol donde yo
entraba
no por color, por luz era visible!
42
Aunque costumbre, ingenio y arte
invoque
no diría lo nunca imaginado;
mas puede ser creído y desear
verlo.
45
Y si son bajas nuestras fantasías
a tanta altura, no hay por qué
extrañarse;
que más que el Sol no hay ojos que
hayan visto.
48
Tal se mostraba la cuarta familia
49[L1263]
del Alto Padre, que siempre la sacia,
mostrando cómo espira y cómo
engendra.
51[L1264]
Y comenzó Beatriz: «Dale las gracias
al angélico sol, puesto que a éste
53[L1265]
sensible te ha traído a gusto
suyo.»
54
Nunca hubo un corazón tan entregado
a devoción y a someterse a Dios
prestamente con toda gratitud,
57
como yo al escuchar esas palabras;
y tanto todo en él mi amor se puso,
que a Beatriz, eclipsó en el
olvido.
60
No se enfadó; mas se rió en tal forma,
que el esplendor de sus risueños ojos
mi mente unida dividió en más
cosas.
63[L1266]
Muchos fulgores vivos y triunfantes
vi en torno nuestro como una corona,
en voz más dulce que en rostro
lucientes:
66
ceñida así la hija de Latona
67[L1267]
vemos a veces, cuando el aire es denso,
y retiene los restos de su halo.
69
En la corte celeste que he dejado,
bellas y ricas se hallan muchas joyas
que no pueden sacarse de aquel
reino;
72
y de éstas era el canto de las luces;
quien no tiende sus plumas a lo alto,
como de un mudo espera las
noticias.
75
Luego, cantando así, los rojos soles
a nuestro alrededor tres vueltas
dieron,
cual astros cerca de los polos
fijos,
78
pareciendo mujeres que no rompen
su danza, más calladas se detienen
para escuchar la nueva melodía;
81
y escuché dentro de una de ellas:
«Cuando
el rayo de la gracia, en que se
enciende
un verdadero amor que amando
aumenta,
84
tanto ilumina en ti multiplicado,
que por esa escalera te conduce
que nadie baja sin subir de nuevo;
87
quien te negase el vino de su bota
para tu sed, más libre no sería
que el agua de correr hacia los
mares.
90
Quieres saber qué flores engalanan
esta guirnalda con que se embellece
la hermosa dama que al cielo te
empuja.
93
Yo fui cordero del rebaño santo
94[L1268]
que conduce Domingo por la senda
que hace avanzar a quien no se
extravía.
96
Este que a mi derecha está más cerca
fue mi hermano y maestro, él es Alberto
98[L1269]
de Colonia, y yo soy Tomás de
Aquino.
99
Y si quieres saber de los demás
sigue con tu mirada mis palabras
dando la vuelta en este santo
círculo.
102
Sale aquel resplandor de la sonrisa
de Graziano, que al uno y otro fuero
104[L1270]
dio su ayuda, ganando el paraíso.
105
Quien cerca de él adorna nuestro coro
fue el Pedro que al igual que aquella
viuda,
su tesoro ofreció a la Santa
Iglesia.
108[L1271]
La quinta luz, de todas la más bella,
109[L1272]
respira tanto amor, que todo el mundo
saber aquí desea sus noticias;
111
dentro está la alta mente, en la que
tanto
saber latió, que si lo cierto es
cierto,
a tanto ver no surgió aún un
segundo.
114
Ve la luz de aquel cirio, junto a ella
115[L1273]
que aun en carne mortal por dentro supo
la angélica natura y sus oficios.
117
En la luz pequeñita está riendo
el abogado de tiempos cristianos
cuyos latines a Agustín sirvieron.
120[L1274]
Ahora si el ojo de la mente llevas
de luz en luz tras de mis alabanzas,
ya de la octava te encuentras
sediento.
123
Viendo todos los bienes dentro goza
el alma santa que el mundo falaz
125[L1275]
de manifiesto pone a quien le
escucha:
126
el cuerpo del que fue arrojada yace
allá abajo en Cieldauro; y a esta calma
vino desde el martirio y el
destierro
129
ve más allá las llamas del espíritu
de Isidoro, de Beda y de Ricardo,
131[L1276]
que en su contemplación fue más que un
hombre.
132
Esa de la cual pasa a mí tu vista,
es la luz de un espíritu que
tarde
meditando, pensaba que moría:
135
esa es la luz eterna de Sigiero
136[L1277]
que, enseñando en el barrio de la Paja,
silogismo verdades envidiadas.»
138
En fin, lo mismo que un reloj que llama
cuando la esposa del Señor despierta
140[L1278]
a que cante maitines a su amado,
141
que una pieza a la otra empuja y urge,
tintineando con tan dulces notas,
que el alma bien dispuesta de amor
llenan;
144
así vi yo la rueda gloriosa
moverse, voz a voz dando respuesta
tan suave y templada, que tan sólo
147
se escucha donde el gozo se
eterniza.
CANTO XI
¡Oh cuán vano el afán de los mortales,
qué mezquinos son esos silogismos
que las alas te arrastran por el
suelo!
3
Tras de los aforismos o los Iura
4[L1279]
iban unos, o tras del sacerdocio
o del mandar por fuerza o por
sofismas.
6[L1280]
tras negocios civiles o robando,
o envueltos en el gozo de la carne
se fatigaban, o en la vida ociosa,
9
cuando, de todas estas cosas libre,
con Beatriz por el cielo caminaba
de forma tan gloriosa recibido.
12
Después que cada uno volvió al punto
del círculo en el que antes se
encontraba,
se detuvo, cual vela en candelero.
15
Y yo escuché dentro de esa lumbrera
que antes me había hablado, sonriendo,
17[L1281]
palabras que le daban aún más
lustre:
18
«Igual que yo con sus rayos me
enciendo,
así, mirando en esa luz eterna,
adivino el porqué de lo que
piensas.
21
Tú dudas y deseas que te aclare
con un lenguaje claro y manifiesto,
para entender aquello que te digo,
24
donde antes dije: «Por donde se
avanza»,
25[L1282]
o donde dije: «No nació un segundo»;
y es necesario distinguir en esto.
27
La Providencia que gobierna el mundo
de modo que derrota a cualquier mente
creada, antes que llegue a ver el
fondo,
30
para que caminase a su deleite
la esposa de quien quiso desposarla
32[L1283]
con su bendita sangre a grandes
voces,
33
sintiéndose más fiel y más segura,
dos príncipes mandó para ayudarla,
y en una cosa y otra la guiasen.
36[L1284]
Todo en fuego seráfico uno ardía;
37[L1285]
por su saber el otro fue en la tierra
de querúbica luz un resplandor.
39
De uno hablaré, si bien de ambos se
habla
alabando a cualquiera de los dos,
puesto que a un mismo fin se
encaminaron.
42
Entre Tupino y el agua que baja
43[L1286]
de la cima escogida por Ubaldo,
fértil ladera pende de alto monte,
45
que el frío y el calor manda a Perugia
por la Puerta del Sol; y detrás lloran
47[L1287]
Nocera y Gualdo su pesado yugo.
48[L1288]
Por donde esta ladera disminuye
su pendiente, nacióle un sol al mundo,
como hace a veces éste sobre el
Ganges.
51[L1289]
Y así pues quien a aquel lugar nombrara
que no le llama Asís, pues esto es
poco,
sino Oriente, si quiere ser
exacto.
54[L1290]
No se hallaba del orto muy distante,
55[L1291]
cuando a la tierra por su gran virtud
logró hacer que sintiese algún
consuelo;
57
que por tal dama, aún jovencito, en
guerra
58[L1292]
con su padre incurrió, a la cual las
puertas
del gozo, cual a muerte, no abre
nadie;
60
y ante toda su corte espiritual
et coram patrem a ella quiso unirse;
luego la amó más fuerte cada día.
63
Ésta, privada del primer marido,
64[L1293]
mil cien años y más vivió olvidada
65[L1294]
sin que nadie, hasta aquél, la
convidase;
66
no valió oír que al lado de Amiclates
segura la encontró, al oír sus voces,
aquel que fue el terror del mundo
entero;
69[L1295]
ni le valió haber sido tan constante
y firme, que al quedar María abajo,
ella sobre la cruz lloró con
Cristo.
72
Pero para no hablarte tan oscuro,
Francisco y la Pobreza estos amantes
has de saber que son de los que te
hablo.
75
Su concordia y sus rostros tan felices,
amor y maravilla y gestos dulces,
inspiraban muy santos
pensamientos;
78
tanto que aquel Bernardo venerable
79[L1296]
se descalzó, y detrás de tanta paz
corrió, y corriendo tardo se
creía.
81
¡Oh secreta riqueza! ¡Oh bien fecundo!
Egidio se descalza, el buen Silvestre,
83[L1297]
tras del esposo, así a la esposa
place
84
De allí se fue aquel padre, aquel
maestro
con su mujer y su demás familia
que el humilde cordón ya se ceñía.
87
No le inclinó la frente la vergüenza
de ser hijo de Pietro Bernardone,
89[L1298]
ni porque pareciera despreciable;
90
mas dignamente su dura intención
a Inocencio le abrió, y de aquél obtuvo
92[L1299]
el permiso primero de su orden.
93
Después creciendo ya los pobrecillos
detrás de aquél, cuya admirable vida
mejor gloriando al cielo se
cantara,
96
de segunda corona el Santo Espíritu
ciñó, por mediación de Honorio, aquel
98 Honorio II aprobó definitivamente la Orden en
1223.
santo deseo de este archimandrita.
99
Y después que, sediento de martirio,
en la presencia del Sultán soberbia
predicó a Cristo y quienes le
siguieron,
102[L1300]
y encontrando a esas gentes demasiado
reacias, para no estar inactivo,
volvióse al fruto del huerto de
Italia,
105
en el áspero monte entre Arno y Tiber
106[L1301]
de Cristo recibió el último sello,
que sus miembros llevaron por dos
años.
108
Cuando el que a tanto bien le destinara
quiso hacerle subir al galardón
que él mereció por hacerse
pequeño,
111
a sus hermanos, como justa herencia,
recomendó su dama más querida,
y les mandó que fielmente la
amasen;
114
y de su seno el ánima preclara
quiso salir y volver a su reino,
y para el cuerpo otra caja no
quiso.
117[L1302]
Ahora piensa en quien fuese aquel
colega
118[L1303]
digno con él de mantener la barca
de Pedro en alta mar derechamente;
120
y este segundo fue nuestro patriarca;
por lo cual, quien le sigue, como él
manda,
sabe que carga buenas mercancías.
123
Mas su rebaño, de nuevas viandas
124[L1304]
se encuentra tan ansioso, que es
difícil
que por pastos errados no se
pierda;
126
y cuanto sus ovejas más se apartan
y más lejos de aquél vagabundean,
más tornan al redil faltas de
leche.
129
Aún hay algunos que temen el daño
y a su pastor se estrechan; mas tan
pocas
que a sus capas les basta poca
tela.
132
Ahora, si te han bastado mis palabras
y si me has escuchado atentamente,
si recuerdas aquello que te he
dicho,
135
en parte habrás tus ganas satisfecho
al ver por qué la planta se marchita,
y verás por qué causa yo te dije
"Que hace avanzar a quien no se
extravía".
138
CANTO XII
Tan pronto como la última palabra
la bienaventurada llama dijo,
a girar comenzó la santa rueda;
3
y aún su vuelta no había completado,
cuando otra rueda giró en su redor,
uniendo canto a canto y giro a
giro;
6
canto que tanto vence a nuestras musas
y sirenas en esas dulces trompas,
como la luz primera a sus
reflejos.
9
Como se ven tras la nube ligera
dos arcos paralelos y de un mismo
color, cuando a su sierva envía
Juno,
12[L1305]
que aquel de fuera nace del de dentro,
al modo del hablar de aquella hermosa
que agostó Amor cual sol a los
vapores,
15[L1306]
haciendo que la gente esté segura,
por el pacto que Dios hizo a Noé,
que al mundo nunca más anegaría:
18[L1307]
así de aquellas rosas sempiternas
las dos guirnaldas cerca de nosotros
giraba, respondiendo una a la
otra.
21
Cuando la danza y otro gran festejo
del cántico y del mutuo centelleo,
luz con luz jubilosa y reposada,
24
a un mismo tiempo y voluntad cesaron,
como los ojos se abren y se cierran
juntamente al placer que les
conmueve;
27
del corazón de una de aquellas luces
28[L1308]
se alzó una voz, que como aguja al polo
29[L1309]
me hizo volverme al sitio en que se
hallaba;
30
y comenzó: «El amor que me hace bella
me obliga a que del otro jefe trate
por quien del mío aquí tan bien se ha
hablado.
33
Justo es que, donde esté el uno, esté
el otro:
34[L1310]
y así pues como a una combatieron,
así luzca su gloria juntamente.
36
La milicia de Cristo, que tan caro
costó rearmar, detrás de sus banderas
marchaba escasa, lenta y recelosa,
39
cuando el Emperador que siempre reina
40[L1311]
ayudó a su legión en el peligro,
por gracia sólo, no por merecerlo.
42
Y, ya se ha dicho, socorrió a su esposa
con dos caudillos, a cuyas palabras
y obras reunióse el pueblo
descarriado.
45
Allí donde se alza y donde abre
46[L1312]
Céfiro dulce los follajes nuevos,
de los que luego Europa se
reviste,
48
no lejos del batir del oleaje
tras el cual, por su larga caminata,
el sol se oculta a todos ciertos
días,
51[L1313]
está la afortunada Caleruega
bajo la protección del gran escudo
del león subyugado que subyuga:
54[L1314]
allí nació el amante infatigable
55[L1315]
de la cristiana fe, el atleta santo
fiero al contrario y bueno con los
suyos;
57
y en cuanto fue creada, fue repleta
tanto su mente de activa virtud
que, aún en la madre, la hizo
profetisa.
60[L1316]
Al celebrarse ya en la santa fuente
los esponsales entre él y la Fe,
62[L1317]
la mutua salvación dándose en
dote,
63
la mujer que por él dio asentimiento,
vio en un sueño ese fruto prodigioso
que saldría de aquél y su
progenie;
66[L1318]
y porque fuese cual era, aun de nombre,
67[L1319]
un espíritu vino a señalarlo
del posesivo de quien era entero.
69
Fue llamado Domingo; y hablo de él
como del labrador que eligió Cristo
para que le ayudase con su huerto.
72
Bien se mostró de Cristo mensajero;
pues el primer amor del que dio prueba
fue al consejo primero que dio
Cristo.
75[L1320]
Muchas veces despierto y en silencio
lo encontró su nodriza echado en tierra
cual diciendo: «He venido para
esto.»
78
¡Oh en verdad padre suyo venturoso!
¡Oh madre suya Juana verdadera,
80[L1321]
si se interpreta tal como se dice!
81
No por el mundo, por el cual se afanan
hoy detrás del Ostiense y de Tadeo,
mas por amor del maná sin mentira,
84[L1322]
en poco tiempo gran doctor se hizo;
por vigilar la viña, que marchita
pronto, si el viñador es perezoso.
87[L1323]
Y a la sede que fue más bienhechora
88[L1324]
antes de los humildes, no por ella,
por aquel que la ocupa y la
mancilla,
90[L1325]
no dispensas de dos o tres por seis,
no el primer cargo que libre quedara,
no decimas, quae sunt pauperum Dei,
93[L1326]
sino pidió contra la gente errada
licencia de luchar por la semilla
donde estas veinticuatro plantas
brotan.
96[L1327]
Después, con voluntad y con doctrina,
emprendió su apostólica tarea
cual torrente que baja de alta
cumbre;
99
y en el retoño herético su fuerza
golpeó, con más saña en aquel sitio
donde la resistencia era más dura.
102[L1328]
De él se hicieron después diversos ríos
103[L1329]
donde el huerto católico se riega,
y más vivos se encuentran sus
arbustos.
105
Si fue tal una rueda de la biga
con que se defendió la Santa Iglesia
y su guerra civil venció en el
campo.
108
bien debería serte manifiesta
la excelencia de la otra, que Tomás
antes de venir yo te alabó tanto.
111
Mas la órbita trazada por la parte
112[L1330]
superior de su rueda, está olvidada;
y ahora es vinagre lo que era antes
vino.
114
Su familia que recta caminaba
tras de sus huellas, ha cambiado tanto,
que el de delante al de detrás
empuja;
117
y pronto podrá verse la cosecha
de tan mal fruto, cuando la cizaña
lamente que le cierren el granero
120
Bien sé que quien leyese hoja por hoja
nuestro Ebro, un pasaje aún hallaría
donde leyese: "Soy el que fui
siempre."
123[L1331]
Pero no de Casal ni de Acquasparta,
de donde tales vienen a la regla,
que uno la huye y otro la
endurece.
126[L1332]
Yo soy el alma de Buenaventura
de Bagnoregio, que en los altos cargos
los errados afanes puse aparte.
129
Aquí están Agustín e Iluminado,
130[L1333]
los primeros descalzos pobrecillos
con el cordón amigos del Señor.
132
Está con ellos Hugo de San Víctor,
133[L1334]
y Pedro Mangiadore y Pedro Hispano,
134[L1335]
que con sus doce libros
resplandece;
135
el profeta Natán, y el arzobispo
136[L1336]
Crisóstomo y Anselmo, y el Donato
137[L1337]
que puso mano en el arte primera.
138[L1338]
Está Rabano aquí, y luce a mi lado
139[L1339]
el abad de Calabria Joaquín
140[L1340]
dotado del espíritu profético.
141
A celebrar a paladín tan grande
142[L1341]
me movió la inflamada cortesía
de fray Tomás y su agudo discurso;
144
y conmigo movió a quien me
acompaña.»
CANTO XIII
Imagine quien quiera comprender
1[L1342]
lo que yo vi ‑y que la imagen retenga
mientras lo digo, como firme roca‑
3
quince estrellas que en zonas
diferentes
el cielo encienden con tanta viveza
que cualquier densidad del aire
vencen;
6
imagine aquel carro a quien el seno
basta de nuestro cielo noche y día
y al dar vuelta el timón no se nos
marcha;
9
imagine la boca de aquel cuerno
que al extremo del eje se origina,
al que da vueltas la primera
esfera,
12
haciéndose dos signos en el cielo,
como hiciera la hija del rey Minos
sintiendo el frío hielo de la
muerte;
15
y uno poner sus rayos en el otro,
y dar vueltas los dos de tal manera
que uno fuera detrás y otro
delante;
18
y tendrá casi sombra de la cierta
constelación y de la doble danza
que giraba en el punto en que me
hallaba:
21
pues tan distante está de nuestros
usos,
cuanto está del fluir del río Chiana
23[L1343]
del cielo más veloz el movimiento.
24
Allí cantaron no a Pean ni a Baco,
25[L1344]
a tres personas de naturaleza
divina, y una de ellas con la
Humana.
27
Las vueltas y el cantar se terminaron;
y atentas nos miraron esas luces,
alegres de pasar a otro cuidado.
30
Rompió el silencio de concordes númenes
luego la luz que la admirable vida
del pobrecillo del Señor narrara,
33[L1345]
dijo: «Cuando trillada está una paja,
cuando su grano ha sido ya guardado,
a trillar otra un dulce amor me
invita.
36
Crees que en el pecho del que la
costilla
37[L1346]
se sacó para hacer la hermosa boca
y un paladar al mundo tan costoso,
39
y en aquel que, pasado por la lanza
antes y luego tanto satisfizo,
que venció la balanza de la culpa,
42
cuanto al género humano se permite
tener de luz, del todo fue infundido
por el Poder que hiciera a uno y a
otro;
45
por eso miras a lo que antes dije,
cuando conté que no tuvo segundo
quien en la quinta luz está
escondido.
48[L1347]
Abre los ojos a lo que respondo,
y verás lo que crees y lo que digo
como el centro y el círculo en lo
cierto.
51
Lo que no muere y lo que morirá
no es más que un resplandor de aquella
idea
que hace nacer, amando, nuestro
Sir;
54
que aquella viva luz que se desprende
55[L1348]
del astro del que no se desaúna,
ni del amor que tres hace con
ellos,
57
por su bondad su iluminar
transmite,
como un espejo, a nueve subcriaturas,
59[L1349]
conservándose en uno eternamente.
60
De aquí desciende a la última potencia
bajando de acto en acto, hasta tal
punto,
que no hace más que contingencias
breves;
63
y entiendo que son estas contingencias
las cosas engendradas, que produce
con simiente o sin ella el cielo
móvil.
66
No es siempre igual la cera y quien la
imprime;
67[L1350]
y por ello allá abajo más o menos
se traslucen los signos ideales.
69
Por lo que ocurre que de un mismo
árbol,
salgan frutos mejores o peores;
y nacéis con distinta
inteligencia.
72
si perfecta la cera se encontrase,
73[L1351]
e igual el cielo en su virtud suprema,
la luz del sello toda brillaría;
75
mas la natura siempre es imperfecta,
obrando de igual modo que el artista
que sabe el arte mas su mano
tiembla.
78
Y si el ardiente amor la clara vista
79[L1352]
del supremo poder dispone y sella,
toda la perfección aquí se
adquiere.
81
Tal fue creada ya la tierra digna
de toda perfección animalesca;
y la Virgen preñada de este modo;
84
de tal forma yo apruebo lo que opinas,
pues la humana natura nunca fue
ni será como en esas dos personas.
87
Ahora si no siguiese mis razones,
"¿pues cómo aquél no tuvo par alguno?"
me dirían entonces tus palabras.
90
Mas porque veas claro lo confuso,
piensa quién era y la razón que tuvo,
al pedir cuando "pide" le dijeron.
93
No te he hablado de forma que aún
ignores
94[L1353]
que rey fue, y que pidió sabiduría
a fin de ser un rey capacitado;
96
no por saber el número en que fuesen
arriba los motores, si necesse
con contingentes hacen un
necesse;
99
no si est dare primum motum esse,
o si de un semicírculo se hacen
triángulos que un recto no
tuviesen.
102
Y así, si lo que dije y esto adviertes,
es real prudencia aquel saber sin par
donde la flecha de mi hablar
clavaba;
105
y si al "surgió" la vista clara
tiendes,
106[L1354]
la verás sólo a reyes referida,
que muchos hay, y pocos son los
buenos.
108
Con esta distinción oye mis dichos;
y así casan con eso que supones
de nuestro Gozo y del padre
primero.
111
Plomo a tus pies te sea este consejo,
para que andes despacio, como el hombre
cansado, al sí y al no de lo que
ignoras:
114
pues es de los idiotas el más torpe,
el que sin distinguir niega o afirma
en el uno o el otro de los casos;
117
puesto que encuentra que ocurre a
menudo
que sea falsa la opinión ligera,
y la pasión ofusca el intelecto.
120
Más que en vano se aparta de la orilla,
porque no vuelve como se ha marchado,
el que sin redes la verdad
buscase.
123
Y de esto son al mundo claras muestras
124[L1355]
Parménides, Meliso, Briso, y muchos,
que caminaban sin saber adónde;
126
Y Arrio y Sabelio y todos esos necios,
127[L1356]
que deforman, igual que las espadas,
128[L1357]
la recta imagen de las Escrituras.
129
No se aventure el hombre demasiado
en juzgar, como aquel que aprecia el
trigo
sembrado antes de que haya
madurado;
132
que las zarzas he visto en el invierno
cuán ásperas, cuán rígidas mostrarse;
y engalanarse luego con las rosas;
135
y vi derecha ya y veloz la nave
correr el mar en todo su camino,
y perecer cuando llegaba a puerto.
138
No crean seor Martino y Doña Berta,
139[L1358]
viendo robar a uno y dar a otro,
verlos igual en el juicio divino;
141
que uno puede caer y otro subir.»
CANTO XIV
Del centro al borde, y desde el borde
al centro
1[L1359]
se mueve el agua en un redondo vaso,
según se le golpea dentro o fuera:
3
de igual manera sucedió en mi mente
esto que digo, al callarse de pronto
el alma gloriosa de Tomás,
6
por la gran semejanza que nacía
de sus palabras con las de Beatriz,
a quien hablar, después de aquél, le
plugo:
9
«Le es necesario a éste, y no lo dice,
ni con la voz ni aun con el
pensamiento,
indagar la raíz de otra certeza.
12
Decidle si la luz con que se adorna
13[L1360]
vuestra sustancia, durará en vosotros
igual que ahora se halla,
eternamente;
15
y si es así, decidle cómo, luego
de que seáis de nuevo hechos visibles,
podréis estar sin que la vista os
dañe.»
18
Cual, por más grande júbilo empujados,
a veces los que danzan en la rueda
alzan la voz con gestos de
alegría,
21
de igual manera, a aquel devoto ruego
las santas ruedas mostraron más gozo
en sus giros y notas admirables.
24[L1361]
Quien se lamenta de que aquí se muera
para vivir arriba, es que no ha visto
el refrigerio de la eterna lluvia.
27
Que al uno y dos y tres que siempre
vive
28[L1362]
y reina siempre en tres y en dos y en
uno,
nunca abarcado y abarcando todo,
30
tres veces le cantaba cada una
de esas almas con una melodía,
justo precio de mérito cualquiera.
33
Y escuché dentro de la luz más santa
34[L1363]
del menor círculo una voz modesta,
quizá cual la del Ángel a María,
36
responder: «Cuanto más dure la dicha
del paraíso, tanto nuestro amor
ha de esplender en tomo a estos
vestidos.
39
De nuestro ardor la claridad procede;
por la visión ardemos, y esa es tanta,
cuanta gracia a su mérito se
otorga.
42
Cuando la carne gloriosa y santa
vuelva a vestirnos, estando completas
nuestras personas, aún serán más
gratas;
45
pues se acrecentará lo que nos dona
de luz gratuitamente el bien supremo,
y es una luz que verlo nos
permite;
48
por lo que la visión más se acrecienta,
crece el ardor que en ella se ha
encendido,
y crece el rayo que procede de
éste.
51
Pero como el carbón que da una llama,
y sobrepasa a aquella por su brillo,
de forma que es visible su
apariencia;
54
así este resplandor que nos circunda
vencerá la apariencia de la carne
que aún está recubierta por la
tierra;
57
y no podrá cegarnos luz tan grande:
58[L1364]
porque ha de resistir nuestro organismo
a todo aquello que cause deleite.»
60
Tan acordes y prontos parecieron
diciendo «Amén» el uno y otro coro,
cual si sus cuerpos muertos
añoraran:
63[L1365]
y no sólo por ellos, por sus madres,
por sus padres y seres más queridos,
y que fuesen también eternas
llamas.
66
De claridad pareja entorno entonces,
nació un fulgor encima del que
estaba,
igual que un horizonte se ilumina.
69
Y como a la caída de la noche
nuevos fulgores surgen en el cielo,
ciertos e inciertos ante nuestra
vista,
72
me pareció que en círculo dispuestas
unas nuevas sustancias contemplaba
por fuera de las dos
circunferencias.
75
¡Oh resplandor veraz del Santo
Espíritu!
¡qué incandescente apareció de pronto
a mis ojos que no lo soportaron!
78
Mas Beatriz tan sonriente y bella
se me mostró, que entre aquellas
visiones
que no recuerdo tengo que dejarla.
81
Recobraron mis ojos la potencia
de levantarse; y nos vi trasladados
solos mi dama y yo a gloria más
alta.
84[L1366]
Bien advertí que estaba más arriba,
por el ígneo esplendor de aquella
estrella,
mucho más rojo de lo acostumbrado.
87
De todo corazón, con la palabra
común, hícele a Dios un holocausto,
como a la nueva gracia convenía.
90
Y apagado en mi pecho aún no se hallaba
del sacrificio el fuego, cuando supe
que era mi ofrenda fausta y
recibida;
93
que con tan grande brillo y tanto fuego
un resplandor salía de sus rayos
que dije: «¡Oh Helios, cómo los
adornas!»
96[L1367]
Cual con mayores y menores luces
blanquea la Galaxia entre los polos
98[L1368]
del mundo, y a los sabios pone en
duda;
99
así formados hacían los rayos
en el profundo Marte el santo signo
que del círculo forman los
cuadrantes.
102[L1369]
Aquí vence al ingenio la memoria;
103[L1370]
que aquella Cruz resplandecía a Cristo,
y no encuentro un ejemplo digno de
ello;
105
mas quien toma su cruz y a Cristo
sigue,
podrá excusarme de eso que no cuento
viendo en aquel albor radiar a
Cristo.
108
De un lado al otro y desde arriba a
abajo
se movían las luces y brillaban
aún más al encontrarse y
separarse:
111
así aquí vemos, rectos o torcidos,
112[L1371]
lentos o raudos renovar su aspecto
los corpusculos, cortos y más
largos,
114
moviéndose en el rayo que atraviesa
la sombra a veces que, por protegerse,
dispone el hombre con ingenio y
arte.
117
Y cual arpa y laúd, con tantas cuerdas
afinadas, resuenan dulcemente
aun para quien las notas no
distingue,
120
tal de las luzes que allí aparecieron
a aquella cruz un canto se adhería,
que arrebatóme, aun no entendiendo el
himno.
123
Bien me di cuenta que era de altas
loas,
pues llegaba hasta mi «Resurgi» y
«Vinci»
como a aquel que no entiende, pero
escucha.
126
Y me sentía tan enamorado,
127[L1372]
que hasta ese entonces no hubo cosa
alguna
que me atrapase en tan dulces
cadenas.
129
Tal vez son muy atrevidas mis palabras,
al posponer el gozo de los ojos,
que si los miro, cesan mis deseos;
132
mas el que sepa que los cielos vivos
más altos más acrecen la belleza,
y que yo aún no me había vuelto a
aquéllos,
135
podrá excusarme de lo que me acuso
por excusarme, y saber que no miento:
que aquí el santo placer no está
excluido,
138
pues más sincero se hace mientra
sube.
CANTO XV
La buena voluntad donde se licúa
siempre el amor que inspira lo que es
recto,
como en la inicua la pasión
insana,
3
silencio impuso a aquella dulce lira,
aquietando las cuerdas que la diestra
del cielo pulsa y luego las
acalla.
6
¿Cómo estarán a justas preces sordas
esas sustancias que, por darme aliento
para que hablase, a una se
callaron?
9
Bien está que sin término se duela
quien, por amor de cosas que no duran,
de ese amor se despoja
eternamente.
12
Cual por los cielos puros y tranquilos
13[L1373]
de cuando en cuando cruza un raudo
fuego,
y atrae la vista que está
distraída,
15
y es como un astro que de sitio mude,
sino que en el lugar donde se enciende
no se pierde ninguno, y dura poco:
18
tal desde el brazo que a diestra se
extiende
hasta el pie de la cruz, corrió una
estrella
de la constelación que allí
relumbra;
21
no se apartó la gema de su cinta,
mas pasó por la línea radial
cual fuego por detrás del
alabastro.
24
Fue tan piadosa la sombra de Anquises,
25[L1374]
si a la más alta musa damos fe,
reconociendo a su hijo en el
Elíseo.
27
«O sanguis meus, o superinfusa
28[L1375]
gratia Dei,
sicut tibi cui
bis unquam celi ianüa reclusa?»
30
Dijo esa luz llamando mi atención;
luego volví la vista a mi señora,
y una y otra dejáronme asombrado;
33
pues ardía en sus ojos tal sonrisa,
que pensé que los míos tocarían
el fondo de n‑ú gloria y paraíso.
36
Luego gozoso en vista y en palabras,
el espíritu dijo aún otras cosas
que no las entendí, de tan
profundas;
39
Y no es que por su gusto lo escondiera,
mas por necesidad, pues su concepto
al ingenio mortal se superpone.
42
Y cuando el arco del afecto ardiente
se calmó, y se abajaron sus palabras
a la diana de nuestro intelecto,
45
la cosa que escuché primeramente
«¡Bendito seas ‑fue tú, el uno y trino,
que tan cortés has sido con mi
estirpe!»
48
Y siguió: «Un grato y lejano deseo,
tomado de leer el gran volumen
del cual el blanco y negro no se
mudan,
51[L1376]
has satisfecho, hijo, en esa luz
desde la cual te hablo, gracias a ésa
que alas te dio para tan alto
vuelo.
54
Tú crees que a mí llegó tu pensamiento
de aquel que es el primero, como sale
del uno, al conocerlo, el seis y el
cinco;
57
y por ello quién soy, y por qué causa
más alegre me ves, no me preguntas,
que algunos otros de este alegre
grupo.
60
Crees bien; pues los menores y mayores
de esta vida se miran al espejo
que muestra el pensamiento antes que
pienses;
63
mas por que el sacro amor en que yo veo
con perpetua vista, y que me llena
de un dulce desear, mejor se
calme,
66
¡segura ya tu voz, alegre y firme
suene tu voluntad, suene tu anhelo,
al que ya decretada es mi
respuesta!»
69
Me volví hacia Beatriz, que antes que
hablara
me escuchó, y sonrió con un semblante
que hizo crecer las alas del
deseo.
72
Dije después: «El juicio y el afecto,
73[L1377]
pues que gozáis de la unidad primera,
en vosotros operan de igual modo,
75
porque el sol que os prendió y en el
que ardisteis,
en su calor y luz es tan igual,
que otro símil sería inoportuno.
78
Mas querer y razón, en los mortales,
por causas de vosotros conocidas,
tienen las alas de diversas
plumas;
81
y yo, que soy mortal, me siento en esta
desigualdad, y por ello agradezco
sólo de corazón esta acogida.
84[L1378]
Te imploro con fervor, vivo topacio,
precioso engaste de esta joya pura,
que me quede saciado de tu
nombre.»
87
«¡Oh fronda mía, que eras mi delicia
aguardándote, yo fui tu raíz!»:
89[L1379]
comenzó de este modo a
responderme.
90
Luego me dijo: «Aquel de quien se toma
tu apellido, y cien años ha girado
y más el monte en la primera
cornisa,
93[L1380]
fue mi hijo, y fue tu bisabuelo:
y es conveniente que tú con tus obras
a su larga fatiga des alivio.
96
Florencia dentro de su antiguo muro,
97[L1381]
donde ella toca aún a tercia y nona,
en paz estaba, sobria y pudorosa.
99
No tenía coronas ni pulseras,
ni faldas recamadas, ni cintillos
que gustara ver más que a las
personas.
102
Aún no le daba miedo si nacía
la hija al padre, pues la edad y dote
ni una ni otra excedían la medida.
105[L1382]
No había casas faltas de familia;
106[L1383]
aún no había enseñado Sardanápalo
107[L1384]
lo que se puede hacer en una
alcoba.
108
Aún no estaba vencido Montemalo
109[L1385]
por vuestro Uccelatoio, que cayendo
lo vencerá al igual que en la
subida.
111
Vi andar ceñido a Belincione Berti
112[L1386]
con piel de oso, y volver del espejo
a su mujer sin la cara pintada;
114
y vi a los Nerli alegres y a los Vechio
115[L1387]
de vestir simples pieles, y a la rueca
atendiendo y al huso sus esposas.
117
¡Oh afortunadas! estaban seguras
118[L1388]
del sepulcro, y ninguna aún se
encontraba
abandonada por Francia en el
lecho.
120
Una cuidaba atenta de la cuna,
y, por consuelo, usaba el idioma
que divierte a los padres y a las
madres;
123
otra, tirando a la rueca del pelo,
charloteaba con sus familiares
de Fiésole, de Roma, o los
troyanos.
126[L1389]
Entonces por milagro se tendrían
127[L1390]
una Cianghella, un Lapo Saltarello,
como ahora Cornelia o Cincinato.
129
A un tan hermoso, a un tan apacible
vivir de ciudadano, a una tan fiel
ciudadanía, y a un tan dulce
albergue,
132
me dio María, a gritos invocada;
133[L1391]
y en el antiguo bautisterio vuestro
fui cristiano a la par que
Cacciaguida.
135[L1392]
Moronto fue mi hermano y Eliseo;
136[L1393]
desde el valle del Po vino mi esposa,
de la cual se origina tu apellido.
138
Luego seguí al emperador Conrado;
y él me armó caballero en su milicia,
tan de su agrado fueron mis
hazañas.
141
Marché tras él contra la iniquidad
de aquella secta cuyo pueblo usurpa,
por culpa del pastor, vuestra
justicia.
144[L1394]
Allí fui yo por esas torpes gentes,
ya desligado del mundo falaz,
cuyo amor muchas almas envilece;
y vine hasta esta paz desde el
martirio.
147
CANTO XVI
Oh pequeña nobleza de la sangre,
que de ti se gloríen aquí abajo
las gentes donde es débil nuestro
afecto,
3
nunca habrá de admirarme: porque donde
el apetito nuestro no se tuerce,
digo en el cielo, yo me glorié.
6[L1395]
Eres un manto que pronto se
acorta:
tal que, si no se agranda día a día,
el tiempo va en redor con las
tijeras.
9[L1396]
Con el «vos» que primero sufrió Roma,
10[L1397]
y que sus descendientes no conservan,
comenzaron de nuevo mis palabras;
12
por lo cual Beatriz, que estaba aparte
13[L1398]
la que tosió, al reírse parecía,
al primer fallo escrito de
Ginebra.
15
Yo le dije: «Vos sois el padre mío;
vos infundís aliento a mis palabras;
vos me eleváis, y soy más que yo
mismo.
18
Por tantos cauces llena la alegría
mi mente, y de sí misma se recrea
pues soportarlo puede sin fatiga.
21[L1399]
Habladme pues, mi caro antecesor,
de los mayores vuestros y los años
que dejaron su huella en vuestra
infancia;
24
decidme cómo era en aquel tiempo
el redil de san Juan, y quiénes eran
26[L1400]
los dignos de los puestos
elevados.»
27
Como se aviva cuando el viento sopla
el carbón encendido, así vi a aquella
luz brillar con mi hablar
respetuoso;
30
y haciéndose más bella ante mis ojos,
así con voz más dulce y más suave,
mas no con este lenguaje moderno,
33[L1401]
me dijo: «Desde el día en que fue dicho
34[L1402]
"Ave", hasta el parto en que mi santa
madre,
se vio libre de mí, que la
gravaba,
36
a su León quinientas y cincuenta
y treinta veces este fuego vino
a inflamarse otra vez bajo sus
plantas.
39
Mis mayores y yo nacimos donde
primero encuentra el último distrito
quien corre en vuestros juegcos
anuales.
42[L1403]
De mis mayores basta escucha‑‑ esto:
quiénes fueran y cuál su procedencia,
más conviene callar que
declararlo.
45[L1404]
Todos los que podían aquel tiempo
entre el Bautista y Marte llevar armas,
eran el quinto de los que hay
ahora.
48[L1405]
Mas la ciudadanía, ahora mezclada
de Campi, de Certaldo y de Fegghine,
pura se hallaba hasta en los
artesanos.
51[L1406]
¡Oh cuánto mejor fuera ser vecino
de esas gentes que digo, y a Galluzzo
y a Trespiano tener como confines,
54[L1407]
que tener dentro y aguantar la peste
de ese ruin de Aguglión, y del de
Signa,
de tan aguda vista para el fraude!
57[L1408]
Si la gente que al mundo más corrompe
58[L1409]
no hubiera sido madrastra del César,
mas cual benigna madre para el
hijo,
60
quien es ya florentino y cambia y
merca,
a Simifonte habría regresado,
62[L1410]
donde pidiendo su abuelo vivía;
63
de los Conti sería aún Montemurlo;
64[L1411]
los Cerchi habitarían en Acona,
los Buondelmonti acaso en
Valdigrieve.
66
Siempre la confusión de las personas
principio fue del mal de las ciudades,
cual del vuestro el comer más de la
cuenta;
69
y más deprisa cae si ciega el toro
que el cordero; y mejor que cinco
espadas
y más corta una sola muchas veces.
72
Si piensas cómo Luni y Orbisaglia
73[L1412]
han desaparecido, y cómo van
Sinagaglia y Chiusi tras de
aquéllas,
75
oír cómo se pierden las estirpes
no te parecerá nuevo ni fuerte,
ya que también se acaban las
ciudades.
78
Tienen su muerte todas vuestras cosas,
como vosotros; mas se oculta alguna
que dura mucho, y son cortas las
vidas.
81
Y cual girando el ciclo de la luna
las playas sin cesar cubre y descubre,
así hace la Fortuna con Florencia:
84
por lo cual lo que diga de los grandes
florentinos no debe sorprenderte,
que ya su fama en el tiempo se
esconde.
87
Yo vi a los Ughi y a los Catellini,
88[L1413]
Filippi, Creci, Orrnanni y Alberichi,
ya en decadencia, ilustres
ciudadanos;
90
y vi tan grandes como los antiguos,
con el de la Sanella, a aquel del Arca,
y a Soldanieri y Ardinghi y
Bostichi.
93
junto a la puerta, que se carga ahora
94[L1414]
de nueva felonía tan pesada
que hará que vuestra barca se hunda
pronto,
96
los Ravignani estban, de los cuales
descendió el conde Guido, y los que el
nombre
del alto Bellinción después
tomaron.
99
Los de la Pressa sabía ya cómo
100[L1415]
gobernar, y tenía Galigaio
101[L1416]
ya en su casa dorados pomo y
funda.
102
Era ya grande la columna oscura,
103[L1417]
Sachetti, Giuochi, Fifanti y Barucci,
Galli y a quien las pesas
avergüenzan.
105[L1418]
La cepa que dio vida a los Calfucci
era ya grande, y ya fueron llamados
los Sizzi y Arrigucci a las
curules.
108[L1419]
¡Cuán altos vi a los que ahora están
deshechos
109[L1420]
por su soberbia! y las bolas de oro
110[L1421]
con sus gestas Florencia
florecían.
111
Así hacían los padres de esos que,
112[L1422]
cuando queda vacante vuestra iglesia,
engordan acudiendo al consistorio.
114
Esa insolente estirpe que se endraga
115[L1423]
tras los que huyen, y a quien muestra
el diente
o la bolsa, se amansa cual
cordero,
117
iba ascendiendo, mas de humilde origen;
y a Ubertino Donati no placía
119[L1424]
que luego el suegro con ella le
uniese.
120
Ya hasta el mercado había el Caponsacco
121[L1425]
de Fiésole venido, y ciudadanos
eran ya buenos Guida e Infangato.
123[L1426]
Diré una cosa cierta e increíble:
daba la entrada al recinto una puerta
que de los Pera su nombre tomaba.
126[L1427]
Los que hoy ostentan esa bella insignia
127[L1428]
del gran barón con cuya prez y nombre
la fiesta de Tomás se reconforta,
129
de él recibieron mando y privilegio;
aunque se ponga hoy junto a la plebe
quien la rodea con franja de oro.
132[L1429]
Ya estaban Gualterotti e Importuni;
y aún estaría el Burgo más tranquilo,
ayuno de estas nuevas vecindades.
135[L1430]
La casa en que naciera vuestro llanto,
136[L1431]
por el justo rencor que os ha matado,
y puso fin a vuestra alegre vida,
138
era honrada, con todos sus secuaces:
139[L1432]
¡Oh Buondelmonti, mal de aquellas bodas
huiste, y el consuelo nos
quitaste!
141
Alegres muchos tristes estarían,
142[L1433]
si al Ema Dios te hubiese concedido,
cuando llegaste allí por vez
primera.
144
Mas convenía que en la piedra rota
145[L1434]
que el puente guarda, hiciera un
sacrificio
Florencia al terminarse ya su paz.
147
Con estas gentes, y otras con aquéllas,
vi yo a Florencia con tan gran sosiego,
que no había motivos para el
llanto.
150[L1435]
Con esas gentes yo vi glorioso
y justo al pueblo, tanto que su lirio
nunca al revés pusieron en el asta,
ni fue hecho rojo por las
disensiones.»
153
CANTO XVII
Como acudió a Climene, a consultarle
1[L1436]
de aquello que escuchara en contra
suya,
quien remiso hace al padre aún con el
hijo;
3
tal me encontraba, y tal lo comprendían
Beatriz y aquella luz santa que antes
por causa mía se cambió de sitio.
6
Por lo cual mi señora «Expulsa el fuego
de tu deseo ‑dijo‑ y que éste salga
por tu imagen interna bien
sellado:
9
no para acrecentar lo que sabemos
al decirlo: mas para acostumbrarte
a que hables de tu sed, y otros te
ayuden».
12
«Cara planta que te alzas de tal modo
que, cual saben los hombres que no
caben
dos ángulos obtusos en un
triángulo,
15
igual sabes las cosas contingentes
antes de que sucedan, viendo el punto
en quien todos los tiempos son
presentes;
18[L1437]
mientras que junto a Virgilio subía
por la montaña que cura las almas,
o por el reino difunto bajando,
21
dichas me fueron respecto al futuro
palabras graves, y aunque yo me sienta
a los golpes de azar como el
tetrágono;
24[L1438]
mi deseo estaría satisfecho
sabiendo la fortuna que me aguarda:
pues la flecha prevista daña
menos.»
27
Así le dije a aquella misma luz
que antes me había hablado; y como
quiso
Beatriz, fue mi deseo confesado.
30
No con enigmas, donde se enviscaba
31[L1439]
la gente loca, antes de que muriera
el Cordero que quita los pecados,
33
mas con palabras claras y preciso
latín, me respondió el amor paterno,
manifiesto y oculto en su sonrisa:
36
«Los hechos contingentes, que no salen
37[L1440]
de los cuadernos de vuestra materia,
en la mirada eterna se dibujan;
39
Mas esto no los hace necesarios,
igual que la mirada que refleja
el barco al que se lleva la
corriente.
42
De allí, lo mismo que viene al oído
el dulce son del órgano, me viene
hasta mi vista el tiempo que te
aguarda.
45
Como se marchó Hipólito de Atenas
46[L1441]
por la malvada y pérfida madrastra,
así tendrás que salir de
Florencia.
48
Esto se quiere y esto ya se busca,
49[L1442]
y pronto lo han de ver los que esto
piensan
donde se vende a Cristo cada día.
51
Se atribuirá la culpa a los vencidos,
como se suele hacer; mas el castigo
testimonio será de la verdad.
54[L1443]
Tú dejarás cualquier cosa que quieras
más fuertemente; y. esto es esa flecha
que antes dispara el arco del
exilio.
57
Probarás cuán amargamente sabe
el pan ajeno y cuán duro es subir
y bajar las ajenas escaleras.
60
Y lo que más te pesará en los hombros,
61[L1444]
será la ruin y necia compañía
con la que has de caer en ese
valle;
63
que ingrata, impía y loca contra ti
ha de volverse; mas al poco tiempo
ella, no tú, tendrá las sienes
rojas.
66
De su bestialidad dará la prueba
su proceder; y grato habrá de serte
haber hecho un partido de ti
mismo.
69
El refugio primero que te albergue
será la cortesía del Lombardo
71[L1445]
que en la escalera tiene el ave
santa;
72
que te dará tan benigna acogida,
que de hacer y pedir, entre vosotros,
antes irá el que entre otros el
postrero.
75[L1446]
Con él verás a aquel que fue signado,
76[L1447]
tanto, al nacer, por esta fuerte
estrella,
que hará notables todas sus
acciones.
78
En él nadie repara todavía
por su temprana edad, pues nueve años
sólo esta rueda gira en torno
suya;
81
mas antes que el Gascón engañe a
Enrique,
82[L1448]
de su virtud veremos los fulgores,
despreciando la playa y las
fatigas.
84
Y sus magnificencias tan famosas
serán entonces, que sus enemigos
no podrán evitar el referirlas.
87
Pon la esperanza en él y en sus
mercedes;
por él será cambiada mucha gente,
mudando condición rico y mendigo;
90
y llevarás escrito sin decirlo
en tu memoria de él»; y dijo cosas
que no creyese aun quien las
escuchara.
93[L1449]
Dijo después: «La explicación es esto
de lo que te fue dicho; ve las trampas
que se esconden detrás de pocos
años.
96
Mas no quiero que envidies a tu gente,
pues sabrás que tu vida se enfutura
más allá que el castigo de su
infamia.»
99
Cuando al callar mostró que concluido
ya había el alma santa el entramado
de la tela en que yo puse la
urdimbre,
102
yo comencé lo mismo que el que anhela,
en la duda, el consejo de personas
que ven y quieren rectamente y
aman:
105
«Bien veo padre mío, cómo aguija
contra mí el el tiempo, para darme un
golpe
tal, que es más grave a quien más se
descuida;
108
de previsión por ello debo armarme,
y si el lugar más amado me quitan,
yo no pierda los otros por mis
versos.
111[L1450]
Por el amargo mundo sempiterno,
y por el monte desde cuya altura
me elevaron los ojos de mi dama,
114
y en el cielo después, de fuego en
fuego,
aprendí muchas cosas, que un agriado
sabor daría a muchos si las
cuento;
117
mas si amo la verdad tímidamente,
temo perder mi fama entre esos hombres
que a nuestro tiempo han de llamar
antiguo.»
120
La luz donde reía mi tesoro,
que allí encontré, centelleó primero,
como al rayo de sol un áureo
espejo;
123
después me replicó: «Sólo a una mente,
por la propia vergüenza o por la ajena
turbada, será brusco lo que digas.
126
No obstante, aparta toda la mentira
y pon de manifiesto lo que has visto;
y deja que se rasquen los
sarnosos.
129
Porque si con tu voz causas molestia
al probarte, alimento nutritivo
dejará luego cuando lo digieran.
132
Este clamor tuyo hará como el viento,
que las más altas cumbres más golpea;
y esto no poco honor ha de
traerte.
135
Por ello se han mostrado a ti en los
cielos,
en el monte y el valle doloroso
sólo las almas de notoria fama,
138
pues fe no guarda el ánimo que escucha
ni observa los ejemplos que escondidas
o incógnitas tuvieran las raíces,
141
ni razones que no son
evidentes.»
CANTO XVIII
Se recreaba ya en sus reflexiones
aquel beato espejo, y yo en las mías,
temperando lo amargo con lo dulce;
3[L1451]
y la mujer que a Dios me conducía
dijo: «Cambia de idea; porque estoy
cerca de aquel que lo injusto
repara.»
6
Yo entonces me volví al son amoroso
de mi consuelo; y no he de referiros
el mucho amor que vi en sus santos
ojos:
9
no sólo es que no fíe en mis palabras,
sino que la memoria no repite,
sin una gracia, lo que la supera.
12
Sólo puedo decir de aquel instante,
que, volviendo a mirarla, estuvo libre
mi afecto de cualquier otro deseo,
15
mientras el gozo eterno, que directo
16[L1452]
irradiaba en Beatriz, desde sus ojos
con su segundo aspecto me
alegraba.
18
Vencido con la luz de su sonrisa,
ella me dijo: «Vuélvete y escucha;
no está en mis ojos sólo el
Paraíso.»
21
Como se ve en la tierra algunas veces
el afecto en la vista, si es tan
grande,
que por él todo el alma es
poseída,
24
así en el flamear del fulgor santo
25[L1453]
al que yo me volví, supe el deseo
que tenía aún de hablarme un poco
más,
27
y él comenzó: «En este quinto grado
del árbol de la cima, que da fruta
siempre y que nunca pierde su
follaje,
30
hay almas santas, que en la tierra,
antes
que vinieran al cielo, tan
famosas
fueron que harían rica a cualquier
musa.
33[L1454]
Contempla pues los brazos de la cruz:
los que te nombraré aparecerán
como el rayo veloz hace en la
nube.»
36
Por la cruz vi un fulgor que se movía
al nombre de Josué, nada más dicho;
no sé si fue primero el ver que el
nombre.
39
Y al nombre de aquel grande Macabeo
vi que otro se movía dando vueltas,
y era cuerda del trompo la
alegría.
42
Así con Carlo Magno y con Oriando
siguió dos luces mi mirar atento
como a su halcón volando sigue el
ojo.
45
Después vi a Rinoardo y a Guillermo
46[L1455]
y al duque Godofredo con la vista
por esa cruz, y a Roberto
Guiscardo.
48
Yendo a mezclarse luego con los otros,
me mostró el alma que me había hablado
qué clase de cantor era en el
cielo.
51[L1456]
Me volví entonces hacia la derecha
para ver si Beatriz, o por su gesto
o sus palabras, mi deber mostraba.
54
Y contemplé sus luces tan serenas,
tan gozosas, que a los demás vencía
su semblante y al último que tuvo.
57[L1457]
Y como por sentir mayor deleite
obrando bien, el hombre día a día
se da cuenta que aumenta su
virtud,
60
así yo me di cuenta que girando
junto al cielo mi círculo crecía,
viendo aún más luminoso aquel
milagro.
63
Y como se transmuta en poco rato
64[L1458]
en blanca la mujer, cuando su rostro
de la vergüenza el peso se
descarga,
66
tal fue en mis ojos, cuando me volví,
por su blancura la templada estrella
sexta, que en ella habíame
acogido.
69
Yo vi en aquella jovial antorcha
el destellar del amor que allí estaba
signando el alfabeto ante
nosotros.
72
Y cual aves que se alzan de la orilla,
casi alabando ya el haber comido,
hacen bandadas largas o redondas,
75
así en las luces las santas criaturas
al revolotear iban cantando,
haciéndose una D, una I, una L.
78
Al compás de su canto se movían;
y al formar luego uno de aquellos
signos,
callaban deteniéndose un momento.
81
¡Oh pegasea diosa, que a los sabios
82[L1459]
los haces gloriosos y longevos,
y ellos contigo a reinos y a
ciudades,
84[L1460]
ilústreme tu ayuda, y haz que muestre
tal como aparecieron sus figuras:
y en breves versos tu poder
demuestra!
87
Se me mostraron cinco veces siete
unas vocales y otras consonantes;
y en cuanto se formaban las leía.
90
«DILIGITE IUSTITIAM», verbo y nombre
91[L1461]
fueron los que primero se formaron;
«QUI IUDICATIS TERRAM», las
postreras.
93
Luego en la eme del vocablo quinto
ordenadas quedaron; y tal plata
bañada en oro Júpiter lucía.
96
Y vi otras luces que a la parte alta
bajaban de la eme, y se quedaban
cantando, creo, el bien que las
traía.
99
Luego, como al chocar de los tizones
ardientes, surgen chispas a millares,
donde los necios suelen ver
augurios,
102
pareció que de allí surgían miles
de luces que subían, mucho o poco,
tal como el sol que las prendió
dispuso;
105
y en su lugar ya quietas cada una,
vi de un águila el cuello y la cabeza
representada en el fulgor
distinto.
108[L1462]
Quien pinta allí no tiene quien le
guíe,
sino que guía, y de aquél se origina
la virtud que a los nidos da su
forma.
111
Las otras beatitudes, que dichosas
de enliliarse en la ema parecieron,
moviéndose siguieron la figura.
114
¡Oh dulce estrella, cuáles, cuántas
gemas
me demostraron que nuestra justicia
es efecto del cielo que tú
enjoyas!
117
Y yo pido a la mente en que comienza
tu virtud y tu obrar, que vuelva a ver
de dónde sale el humo que te
nubla;
120[L1463]
tal que se encolerice nuevamente
del comprar y el vender dentro del
templo
murado con milagros y martirios.
123
¡O milicia de cielo que ahora miro,
ruega por los que se hallan en la
tierra
detrás del mal ejemplo desviados!
126
Antes se hacía con armas la guerra;
y ahora se hace quitando a unos y a
otros
el pan que a nadie niega el santo
Padre.
129[L1464]
Pero tú que borrando sólo escribes,
130[L1465]
piensa que aún viven Pedro y Pablo,
muertos
por la viña que ahora tú devastas.
132
Puedes decir: «Tan fijo está mi amor
en quien quiso vivir en el desierto
y fue martirizado por un baile,
que al Pescador y a Pablo
desconozco.»
135
CANTO XIX
Apareció ante mí la bella imagen
con las alas abiertas, que formaban
las almas agrupadas en su dicha;
3
un rubí parecía cada una
donde un rayo de sol ardiera tanto,
que en mis ojos pudiera
reflejarse.
6
Y lo que debo de tratar ahora
ni referido nunca fue, ni escrito,
ni concebido por la fantasía;
9
pues vi y también oí que hablaba el
pico,
y que la voz decía «mío» y «yo»
y debía decir «nuestro» y
«nosotros».
12[L1466]
Y comenzó: «Por ser justo y piadoso
estoy aquí exaltado a aquella gloria
que vencer no se deja del deseo;
15
y dejé tan completa mi memoria
en la tierra, que abajo los malvados
aun sin seguir su ejemplo, la
veneran.»
18
Como un solo calor de muchas brasas,
de entre muchos amores, de igual modo,
salía un solo son de aquella
imagen.
21
Y entonces respondí. «Oh perpetuas
flores
de la alegría eterna, que uno sólo
me hacéis aparecer vuestros
aromas,
24
aclaradme, espirando, el gran ayuno
que largamente en hambre me ha tenido,
pues ningún alimento hallé en la
tierra.
27
Bien sé que si en el cielo de otro
reino
la justicia divina hace su espejo
veladamente el vuestro no la mira.
30[L1467]
Sabéis que atentamente me: dispongo
a escucharos; sabéis cuál es la duda
que en ayunas me tuvo tanto
tiempo.»
33[L1468]
Como halcón al que quitan la capucha,
que mueve la cabeza y bate alas
ganas mostrando y haciéndose
hermoso,
36
contemplé a aquella imagen, que con
loas
a la divina gracia era formada,
con cantos que conoce el que lo
goza.
39
Dijo después: «El que volvió el compás
hasta el confín del mundo, y dentro de
éste
42
guardó lo manifiesto y lo
secreto,
no podía imprimir su poderío
en todo el universo, de tal modo
que su verbo no fuese aún
infinito.
45[L1469]
Y esto confirma que el primer soberbio,
que de toda criatura fue la suma,
por no esperar la luz cayó
inmaduro;
48
mostrando que cualquier naturaleza
menor, es sólo un corto receptáculo
del bien que no se acaba y no se
mide.
51
Por lo cual nuestra vista, que tan sólo
ha salido de un rayo de la mente
de que todas las cosas están
llenas,
54
no puede valer tanto por sí misma,
que no sepa que está mucho más lejos
su principio de lo que se le
muestra.
57
Por eso en la justicia sempiterna
la vista que recibe vuestro mundo,
igual que el ojo por el mar, se
adentra;
60
que, aunque en la orilla puede ver el
fondo,
no lo ve en alta mar; y no está menos
allí, pero lo esconde el ser
profundo.
63
No hay luz, si no procede de la
calma
imperturbable; y fuera es la tiniebla,
o sombra de la carne, o su veneno.
66
Bastante ya te he abierto el escondrijo
que te escondía la justicia viva,
que con tanta frecuencia
cuestionaste;
69
diciendo: "Un hombre nace en la ribera
del Indo, y no hay allí nadie que hable
de Cristo ni leyendo ni
escribiendo;
72
y todos sus deseos y actos buenos,
por lo que entiende la razón del
hombre,
están sin culpa en vida y en
palabras.
75
Y muere sin la fe y sin el bautismo:
¿Dónde está la justicia al condenarle?
¿y dónde está su culpa si él no
cree?"
78
¿Quién eres tú para querer sentarte
a juzgar a mil millas de distancia
con tu vista que sólo alcanza un
palmo?
81
Cierto que quien conmigo sutiliza,
si sobre él no estuviera la Escritura,
su dudar llegaría hasta el
asombro.
84
¡Oh animales terrenos! ¡Mentes zafias!
La voluntad primera, por sí buena,
de sí, que es sumo bien, nunca se
mueve.
87
Sólo es justo lo que a ella se
conforma:
ningún creado bien puede atraerla,
pero aquella, espiendiendo, los
produce.»
90[L1470]
Igual que sobre el nido vuela en
círculos
tras cebar a sus hijos la cigüeña,
y como la contempla el ya cebado;
93
hizo así, y yo los ojos levanté,
esa bendita imagen, que las alas
movió impulsada por tantos
espíritus.
96
Dando vueltas cantaba, y me decía:
«Lo mismo que mis notas, que no
entiendes,
tal es el juicio eterno a los
mortales.»
99
Al aquietarse las lucientes llamas
del Espíritu Santo, aún en el signo
que a Roma hizo temible en todo el
mundo,
102[L1471]
volvió a decir aquél: «No sube a este
reino, quien no creyera en Cristo,
antes
o después de clavarle en el
madero.
105
Mas sabe: muchos gritan "¡Cristo,
Cristo!"
y estarán en el juicio menos
prope
107[L1472]
de aquel, que otros que a Cristo no
conocen;
108
serán por el etíope afrentados
cuando los dos colegios se separen,
los para siempre ricos y los
pobres.
111[L1473]
¿A vuestros reyes qué dirán los persas
al contemplar abierto el libro donde
escritos se hallan todos sus
pecados?
114[L1474]
La que muy pronto moverá las plumas
y que devastará el reino de Praga,
de Alberto podrá verse entre las
obras.
117[L1475]
La pena podrá verse que en el Sena
causará, la moneda falseando,
quien por un jabalí hallará la
muerte.
120[L1476]
La insaciable soberbia podrá verse,
que al de Inglaterra y al de Escocia
ciega,
sin poder aguantarse en sus
fronteras.
123[L1477]
Veráse la lujuria y vida muelle
de aquel de España y del de la Bohemia,
que ni supo ni quiso del valor.
126[L1478]
Veráse al cojo de Jerusalén
su bondad señalada con la I,
y con la M el contrario señalado.
129[L1479]
Veráse la avaricia y la vileza
de quien guardando está la isla del
fuego,
donde Anquises su larga edad
dejara;
132[L1480]
en abreviadas letras su escritura
para dar a entender cuán poco vale,
que mucho anotarán en poco
espacio.
135
Enseñará las obras indecentes
de su tío y su hermano, que una estirpe
137[L1481]
tan egregia y dos tronos
ensuciaron.
138[L1482]
El que está en Portugal y el de Noruega
allí se encontrarán, y aquel de Rascia
que mal ha visto el cuño de
Venecia.
141
¡Dichosa Hungría, si es que no se deja
142[L1483]
mal conducir! ¡y dichosa Navarra,
si se armase del monte que la
cerca!
144
Y creer se debiera como muestra
145[L1484]
de esto, que Nicosia y Famagusta
se reprueban y duelen de su bestia,
147
que del lado de aquéllas no se
aparta.
148[L1485]
CANTO XX
Cuando aquel que da luz al mundo entero
1[L1486]
del hemisferio nuestro así desciende
que el día en todas partes se
consuma,
3
el cielo, que aquél solo iluminaba,
súbitamente vuelve a hacerse claro,
con muchas luces, que a una
reflejan.
6
Recordé este fenómeno celeste,
cuando calló aquel símbolo del mundo
y de sus jefes su bendito pico;
9 [L1487]
pues que todas aquellas vivas luces
entonaron, luciendo aún más, cantigas
que se han borrado ya de mi
memoria.
12
¡Oh dulce amor que de risa te
envuelves,
qué ardiente en esos sistros te
mostrabas,
de santos pensamientos inspirados!
15
Cuando las caras y lucientes piedras
de las que vi enjoyado el sexto cielo
sus angélicos sones terminaron,
18
creí escuchar el murmurar de un río
que claro baja de una roca en otra,
mostrando la abundancia de su
fuente.
21
Y como el son del cuello de la cítara
toma forma, y así del orificio
de la zampoña por donde entra el
viento,
24
de igual manera, sin tardanza alguna,
por el cuello del águila el murmullo
subió, cual si estuviese
perforado.
27
Allí se tornó voz, y por el pico
salió en palabras, como lo esperaba
mi corazón, en donde las retuve.
30
«La parte en mí que ve y que al sol
resiste
31[L1488]
siendo águila mortal ‑me dijo
entonces-
ahora debes mirar
atentamente,
33
pues de los fuegos que hacen mi figura,
esos por los que brillan mis pupilas,
son los más excelentes de entre
todos.
36
Ese que en medio luce como el iris,
37[L1489]
fue el gran cantor del Espíritu Santo,
que el arca trasladó de pueblo en
pueblo:
39
ahora sabe ya el mérito del canto,
en cuanto efecto fue de su deseo,
por el pago que le ha
correspondido.
42
De los cinco del arco de mis cejas,
43[L1490]
quien del pico se encuentra más
cercano,
consoló a aquella viuda por su
hijo:
45
ahora sabe lo caro que resulta
el no seguir a Cristo, conociendo
esta vida tan dulce y su
contraria.
48
Y aquel que sigue en la circunferencia
49[L1491]
que te digo, en lo más alto del arco,
con penitencias aplazó su muerte:
51
ahora sabe que el juicio sempiterno
no cambia, aun cuando dignas oraciones
de lo de hoy abajo hace mañana.
54
El que sigue, conmigo y con las leyes,
55[L1492]
bajo buena intención que dio mal fruto,
por ceder al pastor se tornó
griego:
57
ahora sabe que el mal que ha derivado
de aquel buen proceder, no le es dañoso
aunque por ello el mundo se
destruya.
60
Y aquel que está donde el arco
desciende,
61[L1493]
fue Guillermo, a quien llora aquella
tierra
que a Federico y Carlos ahora
sufre:
63
ahora sabe en qué modo se enamora
de un justo rey el cielo, y en el
brillo
de su semblante así lo manifiesta.
66
¿Quién creería en el mundo en que se
yerra
67[L1494]
que el troyano Rifeo en este arco
fuese la quinta de las santas
luces?
69
Ahora ya sabe más de eso que el mundo
no puede ver de la divina gracia,
aunque su vista el fondo no
discierna.»
72
Como la alondra que vuela en el aire
cantando, y luego calla satisfecha
de la última dulzura que la sacia,
75
tal pareció la imagen del emblema
del eterno poder, a cuyo gusto
todas las cosas adquieren su ser.
78
Y aunque yo con mis dudas casi fuese
cristal con el color que le recubre,
no pude estar callado mucho
tiempo,
81
mas por la boca: «¿Qué cosas son
éstas?»
me impulsó a echar la fuerza de su
peso:
por lo cual vi destellos de
alegría.
84
Y luego, con la vista más ardiente,
aquel bendito signo me repuso
para que yo saliera de mi asombro:
87
«Ya veo que estas cosas has creído
pues yo lo digo, mas no ves las causas;
y te están, aun creyéndolas,
ocultas.
90
Haces como ése que sabe de nombre
las cosas, pero si otros no le explican
su sustancia, él no puede
conocerla.
93
Regnum caelorum sufre la violencia
94[L1495]
de ardiente amor y de viva esperanza,
que vencen la divina voluntad:
96
no como el hombre al hombre sobrepuja,
mas la vencen pues quiere ser vencida,
y con su amor, así vencida, vence.
99
La primer alma y quinta de las cejas
100[L1496]
ha causado tu asombro, pues las ves
pintando las angélicas regiones.
102
No dejaron sus cuerpos, como piensas,
gentiles, mas cristianos, con fe firme
en los pies por clavar o ya
clavados.
105
Pues una del infierno, donde nunca
se vuelve al buen querer, tornó a los
huesos;
y esto fue en premio de esperanza
viva:
108
de una viva esperanza que dio fuerzas
a la súplica a Dios de revivirle,
para poder corregir su deseo.
111
El alma gloriosa de que hablo,
vuelta a la carne, en la que estuvo un
poco,
creyó en aquel que podía ayudarla;
114
y creyendo encendióse en tanto fuego
de verdadero amor, que en su segunda
muerte, fue digna de estas
alegrías.
117
La otra, por gracia que de tan profunda
fuente destila, que nadie ha podido
ver su vena primera con los ojos,
120
puso todo su amor en la justicia:
y así, pues, Dios le abrió, de gracia
en gracia
la vista a la futura redención;
123
y él en ella creyó, y no toleraba
la peste de su antiguo paganismo;
y reprendía a las gentes
perversas.
126
Las tres mujeres que viste en la rueda
127[L1497]
derecha le sirvieron de bautismo,
antes del bautizar más de un
milenio.
129
¡Oh predestinación, cuán alejada
se encuentra tu raíz de aquellos ojos
que la causa primera no ven
tota!
132
Y vosotros mortales, sed prudentes
juzgando: pues nosotros, que a Dios
vemos,
aún no sabemos todos los que
elige;
135
y nos es dulce ignorar estas cosas,
y nuestro bien en este bien se afina,
pues lo que Dios desea, deseamos.»
138
Por la divina imagen de este modo,
para aclarar mi vista tan escasa,
me fue dada suave medicina.
141
Y como a un buen cantor buen citarista
hace seguir el pulso de las cuerdas,
por lo que aún más placer adquiere el
canto,
144
así, mientras hablaba, yo recuerdo
que vi a los dos benditos resplandores,
igual que el parpadeo se concuerda,
llamear al compás de las palabras.
147
CANTO XXI
Volví a fijar mis ojos en el rostro
de mi dama, y mi espíritu con ellos,
de cualquier otro asunto retirado.
3
No se reía; mas «Si me riese
‑dijo‑ te ocurriría como cuando
fue Semele en cenizas convertida:
6[L1498]
pues mi belleza, que en los escalones
del eterno palacio más se acrece,
como has podido ver, cuanto más
sube,
9
si no la templo, tanto brillaría
que tu fuerza mortal, a sus fulgores,
rama sería que el rayo desgaja.
12
Al séptimo esplendor hemos subido,
13[L1499]
que bajo el pecho del León ardiente
con él irradia abajo su potencia.
15
Fija tu mente en pos de tu mirada,
y haz de aquélla un espejo a la figura
que te ha de aparecer en este
espejo.»
18
Quien supiese cuál era la delicia
de mi vista mirando el santo rostro,
al poner mi atención en otro
asunto,
21
sabría de qué forma me era grato
obedecer a rrú celeste escolta,
si un placer con el otro
parangono.
24
En el cristal que tiene como nombre,
rodeando el mundo, el de su rey querido
bajo el que estuvo muerta la
malicia,
27[L1500]
de color de oro que el rayo refleja
contemplé una escalera que subía
tanto, que no alcanzaba con la
vista.
30
Vi también que bajaba los peldaños
tanto fulgor, que pensé que la luz
32[L1501]
toda del cielo allí se difundiera.
33
Y como, por su natural costumbre,
juntos los grajos, al romper del día,
se mueven calentando su plumaje;
36
después unos se van y ya no vuelven;
otros toman al sitio que dejaron,
y los demás se quedan dando
vueltas;
39
me parecio que igual aconteciese
en aquel destellar que junto vino,
al llegar y pararse en cierto
tramo.
42
Y aquel que más cercano se detuvo,
43[L1502]
era tan luminoso, que me dije:
«Bien conozco el amor que me
demuestras.
45
Mas aquella en que espero el cómo y
cuándo
callar o hablar, estáse quieta; y yo
bien hago y, aunque quiero, no
pregunto.»
48
Por lo cual ella, viendo en mi
silencio,
con el ver de quien puede verlo todo,
me dijo: «Aplaca tu ardiente
deseo.»
51
Y yo comencé así. «Mis propios méritos
de tu respuesta digno no me hacen;
mas por aquella que hablar me
permite,
54
alma santa que te hallas escondida
dentro de tu alegría, haz que yo sepa
por qué de mí te has puesto tan
cercana;
57
y por qué en esta rueda se ha callado
la dulce sinfonía de los cielos,
que tan piadosa en las de abajo
suena.»
60
«Mortal tienes la vista y el oído,
por eso no se canta aquí
–repuso-
al igual que Beatriz no tiene
risa.
63[L1503]
Por la santa escalera he descendido
únicamente para recrearte
con la voz y la luz que me rodea;
66
mayor amor más presta no me hizo,
67[L1504]
que tanto o más amor hierve allá
arriba,
tal como el flamear te manifiesta.
69
Mas la alta caridad, que nos convierte
en siervas de aquel que el mundo
gobierna
aquí nos destinó, como estás
viendo.»
72
«Bien veo, sacra lámpara, que un libre
amor ‑le dije basta en esta corte
para seguir la eterna providencia;
75
mas no puedo entender tan fácilmente
por qué predestinada sola fuiste
tú a este encargo entre todas las
restantes.»
78
Aun antes de acabar estas palabras,
hizo la luz un eje de su centro,
dando vueltas veloz como una
rueda;
81
luego dijo el amor que estaba dentro:
«Desciende sobre mí la luz divina,
83[L1505]
en ésta en que me envientro
penetrando,
84
la cual virtud, unida a mi intelecto,
tanto me eleva sobre mí, que veo
la suma esencia de la cual
procede.
87
De allí viene esta dicha en la que
ardo;
puesto que a mi visión, que es ya tan
clara,
la claridad de la llama se añade.
90
Pero el alma en el cielo más radiante,
el serafín que más a Dios contempla,
no podrá responder a tu pregunta,
93
porque se oculta tanto en el abismo
del eterno decreto lo que quieres,
que al creado intelecto se le
esconde.
96
Y al mundo de los hombres, cuando
vuelvas,
contarás esto, a fin que no pretenda
a una tan alta meta dirigirse.
99
La mente, que aquí luce, en tierra
humea;
así que piensa cómo allí podrá
lo que no puede aun quien acoge el
cielo.»
102[L1506]
Tan
terminantes fueron sus palabras
que dejé aquel asunto, y solamente
humilde pregunté por su persona.
105
«Álzanse entre las costas italianas
106[L1507]
montes no muy lejanos de tu tierra,
tanto que el trueno suena más
abajo,
108
y un alto forman que se llama Catria,
bajo el cual hay un yermo consagrado
para adorar dispuesto únicamente.»
111
Por vez tercera dijo de este modo;
y, siguiendo, después me dijo: «Allí
tan firme servidor de Dios me
hice,
114
que sólo con verduras aliñadas
soportaba los fríos y calores,
alegre en el pensar contemplativo.
117
Dar solía a estos cielos aquel claustro
muchos frutos; mas ahora está vacío,
y pronto se pondrá de manifiesto.
120[L1508]
Yo fui Pedro Damián en aquel sitio,
y Pedro Pecador en la morada
de nuestra Reina junto al mar
Adriático.
123[L1509]
Cuando ya me quedaba poca vida,
a la fuerza me dieron el capelo,
125[L1510]
que de malo a peor ya se
transmite.
126
Vino Cefas y vino el Santo Vaso
127[L1511]
del Espíritu, flacos y descalzos,
tomando en cualquier sitio la
comida.
129
Los modernos pastores ahora quieren
130[L1512]
que les alcen la cola y que les lleven,
tan gordos son, sujetos a los
lados.
132
Con mantos cubren sus cabalgaduras,
tal que bajo una piel marchan dos
bestias:
¡Oh paciencia que tanto soportas!
135
Al decir esto vi de grada en grada
muchas llamas bajando y dando vueltas,
y a cada giro estaban más
hermosas.
138
Se detuvieron al lado de ésta,
y prorrumpieron en clamor tan alto,
que aquí nada podría asemejarse;
141
ni yo lo oí; tan grande fue aquel
trueno.
CANTO XXII
Presa del estupor, hacia mi guía
me volví, como el niño que se acoge
siempre en aquella en que más se
confía;
3
y aquélla, como madre que socorre
rápido al hijo pálido y ansioso
con esa voz que suele confortarlo,
6
dijo: «¿No sabes que estás en el cielo?
y ¿no sabes que el cielo es todo él
santo,
y de buen celo viene lo que
hacemos?
9
Cómo te habría el canto trastornado,
10[L1513]
y mi sonrisa, puedes ver ahora,
puesto que tanto el gritar te
conmueve;
12
y si hubieses su ruego comprendido,
13[L1514]
en él conocerías la venganza
que podrás ver aún antes de que
mueras.
15
La espada de aquí arriba ni deprisa
16[L1515]
ni tarde corta, y sólo lo parece
a quien teme o desea su llegada.
18
Mas dirígete ahora hacia otro lado;
que verás muchas almas excelentes,
si vuelves la mirada como digo.»
21
Como ella me indicó, volví los ojos,
y vi cien esferitas, que se hacían
aún más hermosas con sus mutuos
rayos.
24[L1516]
Yo estaba como aquel que se reprime
la punta del deseo, y no se atreve
a preguntar, porque teme
excederse;
27
y la mayor y la más encendida
de aquellas perlas vino hacia adelante,
para dejar satisfechas mis ganas.
30
Dentro de ella escuché luego: «Si
vieses
31[L1517]
la caridad que entre nosotras arde,
lo que piensas habrías expresado.
33
Mas para que, esperando, no demores
el alto fin, habré de responderte
al pensamiento sólo que así
guardas.
36
El monte en cuya falda está Cassino
37[L1518]
estuvo ya en su cima frecuentado
por la gente engañada y mal
dispuesta;
39
y yo soy quien primero llevó arriba
el nombre de quien trajo hasta la
tierra
esta verdad que tanto nos ensalza;
42
y brilló tanta gracia sobre mí,
que retraje a los pueblos circundantes
del culto impío que sedujo al
mundo.
45
Los otros fuegos fueron todos hombres
contemplativos, de ese ardor quemados
del que flores y frutos santos
nacen.
48[L1519]
Está Macario aquí, y está
Romualdo,
49 [L1520]
y aquí están mis hermanos que en los
claustros
detuvieron sus almas sosegadas.
51
Y yo a él: «El afecto que al hablarme
demuestras y el benévolo semblante
que en todos vuestros fuegos veo y
noto,
54
de igual modo acrecientan mi confianza,
como hace al sol la rosa cuando se abre
tanto como permite su potencia.
57
Te ruego pues, y tú, padre,
concédeme
si merezco gracia semejante,
que pueda ver tu imagen
descubierta.»
60
Y aquél: «Hermano, tu alto deseo
61[L1521]
ha de cumplirse allí en la última
esfera,
donde se cumplirán todos y el mío.
63
Allí perfectos, maduros y enteros
son los deseos todos; sólo en ella
cada parte está siempre donde
estaba,
66[L1522]
pues no tiene lugar, ni tiene polos,
y hasta aquella conduce esta escalera,
por lo cual se te borra de la
vista.
69
Hasta allá arriba contempló el
patriarca
Jacob que ella alcanzaba con su
extremo,
cuando la vio de ángeles colmada.
72
Mas, por subirla, nadie aparta ahora
73[L1523]
de la tierra los pies, y se ha
quedado
mi regla para gasto de papel.
75
Los muros que eran antes abadías
espeluncas se han hecho, y las cogullas
de mala harina son talegos llenos.
78
Pero la usura tanto no se alza
79[L1524]
contra el placer de Dios, cuanto aquel
fruto
que hace tan loco el pecho de los
monjes;
81
que aquello que la Iglesia guarda, todo
es de la gente que por Dios lo pierde;
no de parientes ni otros más
indignos.
84
Es tan blanda la carne en los mortales,
que allá abajo no basta un buen
principio
para que den bellotas las encinas.
87
Sin el oro y la plata empezó Pedro,
y con ayunos yo y con oraciones,
y su orden Francisco humildemente;
90
y si el principio ves de cada uno,
y miras luego el sitio al que han
llegado,
podrás ver que del blanco han hecho
negro.
93
En verdad el Jordán retrocediendo,
94[L1525]
más fue, y el mar huyendo, al Dios
mandarlo,
admirable de ver, que aquí el
remedio.»
96
Así me dijo, y luego fue a reunirse
con su grupo, y el grupo se juntó;
después, como un turbión, voló hacia
arriba.
99
Mi dulce dama me impulsó tras ellos
por la escalera sólo con un gesto,
venciendo su virtud a mi natura;
102[L1526]
y nunca aquí donde se baja y sube
por medios naturales, hubo un vuelo
tan raudo que a mis alas se
igualase.
105
Así vuelva, lector, a aquel devoto
triunfo por el cual lloro con
frecuencia
mis pecados y el pecho me golpeo,
108[L1527]
puesto y quitado en tanto tú no habrías
del fuego el dedo, en cuanto vi aquel
signo
que al Toro sigue y dentro de él
estuve.
111[L1528]
Oh gloriosas estrellas, luz preñada
de gran poder, al cual yo reconozco
todo, cual sea, que mi ingenio
debo,
114
nacía y se escondía con vosotras
de la vida mortal el padre, cuando
sentí primero el aire de Toscana;
117
y luego, al otorgarme la merced
de entrar en la alta esfera en que
girais,
vuestra misma region me cupo en
suerte.
120[L1529]
Con devoción mi alma ahora os suspira,
para adquirir la fuerza suficiente
en este fuerte paso que la espera.
123
«Ya de la salvación están tan cerca
‑me dijo Beatriz‑‑ que deberías
tener los ojos claros y aguzados;
126
por lo tanto, antes que tú más te
enelles,
vuelve hacia abajo, y mira cuántos
mundos
debajo de tus pies ya he colocado;
129
tal que tu corazón, gozoso cuanto
pueda, ante las legiones se presente
que alegres van por el redondo
éter.»
132
Recorrí con la vista aquellas siete
esferas, y este globo vi en tal forma
que su vil apariencia me dio risa;
135[L1530]
y por mejor el parecer apruebo
136[L1531]
que lo tiene por menos; y el que piensa
en el otro, de cierto es virtuoso.
138
Vi encendida a la hija de Latona
139[L1532]
sin esa sombra que me dio motivo
de que rara o que densa la
creyera.
141
El rostro de tu hijo, Hiperïón,
142[L1533]
aquí afronté, y vi cómo se mueven,
cerca y en su redor Maya y Dïone.
144[L1534]
Y se me apareció el templar de Júpiter
145[L1535]
entre el padre y el hijo: y vi allí
claro
las variaciones que hacen de
lugares;
147
y de todos los siete puede ver
cuán grandes son, y cuánto son veloces,
y la distancia que existe entre
ellos.
150
La era que nos hace tan feroces,
151[L1536]
mientras con los Gemelos yo giraba,
vi con sus montes y sus mares;
luego
153
volví mis ojos a los ojos
bellos.
CANTO XXIII
Igual que el ave, entre la amada
fronda,
que reposa en el nido entre sus dulces
hijos, la noche que las cosas
vela,
3
que, por ver los objetos deseados
y encontrar alimento que les nutra
‑una dura labor que no disgusta‑,
6[L1537]
al tiempo se adelanta en el follaje,
y con ardiente afecto al sol espera,
mirando fijo a donde nace el alba;
9
así erguida se hallaba mi señora
y atenta, dirigiéndose hacia el sitio
bajo el que el sol camina más
despacio:
12
y viéndola suspensa, ensimismada,
me puse como aquel que deseando
algo que quiere, se calma en la
espera.
15
Mas poco fue del uno al otro instante
de que esperara, digo, y de que viera
que el cielo más y más
resplandecía;
18
Y Beatriz dijo: «¡Mira las legiones
del tyiunfo de Cristo y todo el fruto
que recoge el girar de estas
esferas!»
21
Pareció que le ardiera todo el rostro,
y tanta dicha llenaba sus ojos,
que es mejor que prosiga sin
decirlo.
24
Igual que en los serenos plenilunios
con las eternas ninfas Trivia ríe
26[L1538]
que coloran el cielo en todas
partes,
27
vi sobre innumerables luminarias
un sol que a todas ellas encendía,
igual que el nuestro a las altas
estrellas;
30
y por la viva luz transparecía
la luciente sustancia, tan radiante
a mi vista, que no la soportaba.
33
¡Oh Beatriz, mi guía dulce y cara!
Ella me dijo: «Aquello que te vence
es virtud que ninguno la resiste.
36
Allí están el poder y la sapiencia
37[L1539]
que abrieron el camino entre la tierra
y el cielo, tanto tiempo deseado.»
39
Cual fuego de la nube se desprende
por tanto dilatarse que no cabe,
y contra su natura cae a tierra,
42
mi mente así, después de aquel manjar,
hecha más grande salió de sí misma,
y recordar no sabe qué se hizo.
45
«Los ojos abre y mira cómo soy;
has contemplado cosas, que te han hecho
capaz de sostenerme la sonrisa.»
48
Yo estaba como aquel que se resiente
de una visión que olvida y que se
ingenia
en vano a que le vuelva a la
memoria,
51
cuando escuché esta invitación, tan
digna
de gratitud, que nunca ha de borrarse
del libro en que el pasado se
consigna.
54
Si ahora sonasen todas esas lenguas
55[L1540]
que hicieron Polimnía y sus hermanas
de su leche dulcísima más llenas,
57
en mi ayuda, ni un ápice dirían
de la verdad, cantando la sonrisa
santa y cuánto alumbraba al santo
rostro.
60
Y así al representar el Paraíso,
debe saltar el sagrado poema,
como el que halla cortado su
camino.
63
Mas quien considerase el arduo tema
y los humanos hombros que lo cargan,
que no censure si tiembla debajo:
66
no es derrotero de barca pequeña
el que surca la proa temeraria,
ni para un timonel que no se
exponga.
69
«¿Por qué mi rostro te enamora tanto,
que al hermoso jardín no te diriges
que se enflorece a los rayos de
Cristo?
72
Este es la rosa en que el verbo divino
73[L1541]
carne se hizo, están aquí los lirios
74[L1542]
con cuyo olor se sigue el buen
sendero.»
75
Así Beatriz; y yo, que a sus consejos
estaba pronto, me entregué de nuevo
a la batalla de mis pobres ojos.
78[L1543]
Como a un rayo de sol, que puro escapa
desgarrando una nube, ya un florido
prado mis ojos, en la sombra,
vieron;
81
vi así una muchedumbre de esplendores,
desde arriba encendidos por ardientes
rayos, sin ver de dónde procedían.
84[L1544]
¡Oh, benigna virtud que así los colmas,
para darme ocasión a que te viesen
mis impotentes ojos, te elevaste!
87
El nombre de la flor que siempre invoco
88[L1545]
mañana y noche, me empujó del todo
a la contemplación del mayor
fuego;
90
y cuando reflejaron mis dos ojos
el cuál y el cuánto de la viva estrella
que vence arriba como vence abajo,
93
por entre el cielo descendió una llama
que en círculo formaba una corona
y la ciñó y dio vueltas sobre
ella.
96[L1546]
Cualquier canción que tenga más dulzura
aquí abajo y que más atraiga al alma,
semeja rota nube que tronase,
99
si al son de aquella lira lo comparo
que al hermoso zafiro coronaba
del que el más claro cielo se
enzafira.
102
«Soy el amor angélico, que esparzo
la alta alegría que nace del vientre
que fue el albergue de nuestro
deseo;
105
y así lo haré, reina del cielo,
mientras
sigas tras de tu hijo, y hagas santa
la esfera soberana en donde
habitas.»
108
Así la melodía circular
decía, y las restantes luminarias
repetían el nombre de María.
111
El real manto de todas las esferas
del mundo, que más hierve y más se
aviva
al aliento de Dios y a sus
mandatos,
114[L1547]
tan encima tenía de nosotros
el interno confín, que su apariencia
desde el sitio en que estaba aún no
veía:
117[L1548]
y por ello mis ojos no pudieron
seguir tras de esa llama coronada
que se elevó a la par que su
simiente.
120[L1549]
Y como el chiquitín hacia la madre
alarga, luego de mamar, los brazos
por el amor que afuera se le
inflama,
123
los fulgc>res arriba se extendieron
con sus penachos, tal que el alto
afecto
que a María tenían me mostraron.
126
Permanecieron luego ante mis
ojos
Regina caeli, cantando tan dulce
que el deleite de mí no se partía.
129
¡Ah, cuánta es la abundancia que se
encierra
en las arcas riquísimas que fueron
tan buenas sembradoras aquí abajo!
132
Allí se vive y goza del tesoro
conseguido llorando en el destierro
babilonio, en que el oro
desdeñaron.
135[L1550]
Allí trïunfa, bajo el alto Hijo
de María y de Dios, de su victoria,
con el antiguo y el nuevo concilio
138[L1551]
el que las llaves de esa gloria
guarda.
139[L1552]
CANTO XXIV
«Oh compañía electa a la gran cena
del bendito Cordero, el cual os nutre
de modo que dais siempre saciadas,
3
si por gracia de Dios éste disfruta
de aquello que se cae de vuestra mesa,
antes de que la muerte el tiempo
agote,
6
estar atentos a su gran deseo
y refrescarle un poco: pues bebéis
de la fuente en que mana lo que él
piensa.»
9
Así Beatriz; y las gozosas almas
se hicieron una esfera en polos fijos,
llameando, al igual que los
cometas.
12
Y cual giran las ruedas de un reloj
así que, a quien lo mira, la primera
parece quieta, y la última que
vuela;
15
así aquellas coronas,
diferente-
mente danzando, lentas o veloces,
me hacían apreciar sus
excelencias.
18
De aquella que noté más apreciada
19[L1553]
vi que salía un fuego tan dichoso,
que de más claridad no hubo
ninguno;
21
y tres veces en torno de Beatriz
dio vueltas con un canto tan divino,
que mi imaginación no lo repite.
24
Y así salta mi pluma y no lo escribo:
pues la imaginativa, a tales pliegues,
no ya el lenguaje, tiene un color
burdo.
27[L1554]
«¡Oh Santa hermana mía que nos ruegas
devota, por tu afecto tan ardiente
me he separado de esa hermosa
esfera.»
30
Tras detenerse, aquel bendito fuego,
dirigió a mi señora sus palabras,
que hablaron en la forma que ya he
dicho.
33
Y ella: «Oh luz sempiterna del gran
hombre
a quien Nuestro Señor dejó las llaves,
que él llevó abajo, de esta ingente
dicha,
36
sobre cuestiones serias o menudas,
a éste examina en torno de esa fe,
por lo cual sobre el mar tú
caminaste.
39
Si él ama bien, y bien cree y bien
espera,
no se te oculta, pues la vista tienes
donde se ve cualquier cosa
pintada,
42
pero como este reino ha hecho vasallos
por la fe verdadera, es oportuno
que la gloríe más, hablando de
ella.»
45
Tal como el bachiller se arma y no
habla
46[L1555]
hasta que hace el maestro la pregunta,
argumentando, mas sin definirla,
48
yo me armaba con todas mis razones,
mientras ella le hablaba, preparado
a tal cuestionador y a tal examen.
51
«Di, buen cristiano, y hazlo sin
rodeos:
¿qué es la fe?» Por lo cual alcé la
frente
hacia la luz que dijo estas
palabras;
54
luego volví a Beatriz, y aquella un
presto
signo me hizo de que derramase
afuera el agua de mi fuente
interna.
57
«La gracia que me otorga el confesarme
‑le dije con el alto primopilo,
59[L1556]
haga que bien exprese mis
conceptos.»
60
Y luego: «Cual la pluma verdadera
lo escribió, padre, de tu caro hermano
que contigo fue guía para Roma,
63[L1557]
fe es la sustancia de lo que esperamos,
64[L1558]
y el argumento de las invisibles;
pienso que ésta es su esencia
verdadera.»
66
Entonces escuché: «Bien lo has pensado,
si comprendes por qué entre las
sustancias,
luego en los argumentos la
coloca.»
69
Y respondí: «Las cosas tan profundas
que aquí me han ofrecido su apariencia,
están a los de abajo tan ocultas,
72
que sólo está su ser en la creencia,
sobre la cual se funda la esperanza;
y por ello sustancia la llamamos.
75
Y de esto que creemos es preciso
silogizar, sin más pruebas visibles:
por ello la llamamos argumento.»
78
Escuché entonces: «Si cuanto se
adquiere
por la doctrina abajo, así
entendierais,
no cabría el ingenio del sofista.»
81
Así me dijo aquel amor ardiente;
luego añadió: «Muy bien has sopesado
83[L1559]
el peso y la aleación de esta
moneda;
84
mas dime si la llevas en la bolsa.»
«Sí ‑dije , y tan brillante y tan
redonda,
que en su cuño no cabe duda
alguna.»
87
Luego salió de la luz tan profunda
que allí brillaba: «Esta preciosa gema
que de toda virtud es fundamento,
90
¿de dónde te ha venido?» Y yo: «Es la
lluvia
del Espíritu Santo, difundida
sobre viejos y nuevos pergaminos,
93[L1560]
el silogismo que esto me confirma
con agudeza tal, que frente a ella
cualquier demostración parece
obtusa.»
96
Y después escuché: «¿La antigua y nueva
proposición que así te han convencido
por qué las tienes por habla
divina?»
99
Y yo: «Me lo confirman esas obras
que las siguieron, a las que natura
ni bate el yunque ni calienta el
hierro.»
102[L1561]
«Dime ‑me respondió‑ ¿quién te confirma
que hubiera aquellas obras? Pues el
mismo
que lo quiere probar, sin más, lo
jura.»
105[L1562]
Si el mundo al cristianismo se ha
inclinado,
106[L1563]
‑le dije sin milagros, esto es
uno
aún cien veces más grande que los
otros:
108
pues tú empezaste pobre y en ayunas
en el campo a sembrar la planta buena
que fue antes vid y que ahora se ha
hecho zarza.»
111
Esto acabado, la alta y santa corte
cantó por las esferas: «Dio Laudamo»
con esas notas que arriba se
cantan.
114
Y aquel varón que así de rama en rama,
examinando, me había llevado,
cerca ya de los últimos frondajes,
117
volvió a decir: «La Gracia que enamora
tu mente, ha hecho que abrieras la boca
hasta aquí como abrirse convenía,
120
de tal forma que apruebo lo que has
dicho;
mas explicar qué crees debes ahora,
y de dónde te vino la creencia.»
123
«Santo padre, y espíritu que ves
aquello en que creíste, de tal modo,
que al más joven venciste hacia el
sepulcro,
126[L1564]
tú quieres ‑‑comencé‑ que manifieste
aquí la forma de mi fe tan presta,
y también su motivo preguntaste.
129
Y te respondo: creo en un Dios solo
y eterno, que los cielos todos mueve
inmóvil, con amor y con deseo;
132
y a tal creer no tengo sólo prueba
física o metafísica, también
me la da la verdad, que aquí nos
llueve
135[L1565]
por Moisés, por profetas y por salmos,
y por el Evangelio y por vosotros
que con ardiente espíritu
escribisteis;
138
y creo en tres personas sempiternas,
y en una esencia que es tan una y
trina,
que el "son" y el "es" admite a un
mismo tiempo.
141
Con la profunda condición divina
que ahora toco, la mente me ha sellado
la doctrina evangélica a menudo.
144
Aquí comienza todo, esta es la chispa
que en vivaz llama luego se dilata,
y brilla en mí cual en el cielo
estrella.»
147
Como el señor que escucha algo
agradable,
después abraza al siervo, complacido
por la noticia, cuando aquél se
calla;
150
de este modo, cantando, me bendijo,
ciñéndome tres veces al callarme,
la apostólica luz, que me hizo hablar:
153
¡tanto le complacieron mis
palabras!
CANTO XXV
Si sucediera que el sacro poema
1[L1566]
en quien pusieron mano tierra y cielo,
y me ha hecho enflaquecer por muchos
años,
3
venciera la crueldad que me ha exiliado
del bello aprisco en el que fui
cordero,
de los hostiles lobos enemigo;
6
con otra voz entonces y cabellos,
poeta volveré, y sobre la fuente
de mi bautismo habrán de
coronarme;
9
porque en la fe, que hace que conozcan
a Dios las almas, aquí vine, y luego
Pedro mi frente rodeó por ella.
12
Después vino una luz hacia nosotros
de aquella esfera de la que salió
el primer sucesor que dejó Cristo;
15
y mi Señora llena de alegría
me dijo: «Mira, mira ahí al barón
por quien abajo visitan Galicia.»
18[L1567]
Tal como cuando el palomo se pone
junto al amigo, y uno y otro muestra
su amistad, al girar y al
arrullarse;
21
así yo vi que el uno al otro grande
príncipe glorïoso recibía,
loando el pasto que allí se
apacienta.
24
Mas concluyendo ya los parabienes,
callados coram me se detuvieron,
26[L1568]
tan ígneos que la vista me
vencían.
27
Entonces dijo Beatriz riendo:
«Oh ínclita alma por quien se
escribiera
la generosidad de esta basílica,
30[L1569]
haz que resuene en lo alto la
esperanza:
puedes, pues tantas veces la has
mostrado,
32[L1570]
cuantas jesús os prefirió a los
tres.»
33
«Alza el rostro y sosiega, pues quien
viene
desde el mundo mortal hasta aquí
arriba,
en nuestros rayos debe madurarse.»
36
Este consuelo del fuego segundo
me vino; y yo miré a aquellos dos
montes
que me abatieron antes con su
peso.
39[L1571]
«Pues nuestro emperador te ha concedido
que antes de muerto puedas con sus
condes
avistarte en la sala más secreta,
42
y viendo la verdad de este palacio,
la esperanza, que abajo os enamora,
a ti y a otros pueda consolaros,
45
dime qué es, y di cómo florece
en tu mente: y de dónde te ha venido.»
Así continuó la luz segunda.
48
Y la piadosa que guió las plumas
de mis alas a vuelo tan cimero,
previno de este modo mi respuesta:
51
«La iglesia militante hijo ninguno
52[L1572]
tiene que más espere, como escrito
está en el sol que alumbra nuestro
ejército:
54[L1573]
por eso le otorgaron que de Egipto
venga a Jerusalén para que vea,
56[L1574]
antes de concluir en su milicia.
57
Los otros puntos, que no por saber
le preguntaste, mas para que muestre
lo mucho que te place esta virtud,
60
a él se los dejo, pues que son
sencillos
y no se jactará; que él os responda,
y esto merezca la divina gracia.»
63
Como el alumno que al doctor secunda
pronto y con gusto en eso que es
experto,
para que se demuestre su valía.
66
«La esperanza ‑repuse es cierta espera
de la gloria futura, que produce
la gracia con el mérito adquirido.
69[L1575]
Muchas estrellas me han dado esta luz;
70[L1576]
mas quien primero la infundió en mi
pecho
fue el supremo cantor del rey
supremo.
72
"Que esperen en ti ‑‑dice en su divino
73[L1577]
cántico‑ los que saben de tu nombre":
¿quién que tenga mi fe no lo
conoce?
75
Y con su inspiración tú me inspiraste
con tu carta después; y ahora estoy
lleno,
77[L1578]
y en los otros revierto vuestra
lluvia.»
78
Dentro del vivo seno, cuando hablaba,
de aquel incendio tremolaba un fuego
raudo y súbito a modo de
relámpago.
81
Luego dijo: «El amor en que me inflamo
aún por la virtud que me ha seguido
hasta el fin del combate y el
martirio,
84
aún quiere que te hable, pues te gozas
con ella, y me complace que me digas
qué es lo que la esperanza te
promete.»
87
Y yo: «Los nuevos y los viejos textos
fijan la meta, y esto me lo indica,
89[L1579]
de quien desea ser de Dios amigo.
90
Dice Isaías que todos vestidos
91[L1580]
en su patria estarán con dobles vestes:
¿y es que esta dulce vida no es su
patria?
93
Y tu hermano de forma aún más patente,
94[L1581]
al hablar de las blancas vestiduras,
esta revelación nos manifiesta.
96
Y primero, después de estas palabras,
«Sperent in te» se oyó sobre nosotros;
98[L1582]
y replicaron todos los benditos.
99
Luego tras esto se encendió una luz
100[L1583]
tal que, si en Cáncer tal fulgor
hubiese,
101[L1584]
sólo un día sería el mes de
invierno.
102
Y como se alza y va y entra en el baile
una cándida virgen, para honrar
a la novicia, y no por vanagloria,
105[L1585]
así vi yo al encendido esplendor
acercarse a los dos que daban vueltas
al ritmo que su ardiente amor
marcaba.
108
Se ajustó allí a su canto y a su rueda;
y atenta los miraba mi señora,
como una esposa inmóvil y callada.
111
«Es éste quien yaciera sobre el pecho
de nuestro pelicano, y éste fue
113[L1586]
desde la cruz propuesto al gran
oficio.»
114
Dijo así mi señora; mas por esto
su vista no dejó de estar atenta
116[L1587]
despues como antes de que hubiera
hablado.
117
Como es aquel que mira y que pretende
ver eclipsarse el sol por un momento,
y que, por ver, no vidente se
vuelve
120
con el último fuego hice lo mismo
hasta que se me dijo: «¿Por qué ciegas
para ver una cosa que no existe?
123
Mi cuerpo es tierra en tierra, y lo
será
con todos los demás, hasta que el
número
al eterno propósito se iguale.
126
Con las dos vestes en el santo claustro
sólo están las dos luces que
ascendieron;
128[L1588]
y esto habrás de decir en vuestro
mundo.»
129
Con esta voz el inflamado giro
se detuvo y con él la mezcolanza
que se formaba del sonido triple,
132
como para evitar riesgo o fatiga,
los remos que en el agua golpeaban,
todos se aquietan al sonar de un
silbo.
135
¡Qué grande fue mi turbación entonces,
al volverme a Beatriz para mirarla,
y no la pude ver, aunque estuviese
138[L1589]
en el mundo feliz, y junto a
ella!
CANTO XXVI
Mientras yo deslumbrado vacilaba,
de la fúlgida llama deslumbrante
salió una voz a la que me hice
atento.
3
«En tanto que retorna a ti la vista
que por mirarme ‑dijo,‑‑‑ has
consumido,
bueno será que hablando la
compenses.
6
Empieza pues; y di a dónde diriges
7[L1590]
tu alma, y date cuenta que tu vista
está en ti desmayada y no difunta:
9
porque la dama que por la sagrada
región te lleva, en la mirada tiene
la virtud de la mano de Ananías.»
12[L1591]
«A su gusto -repuse pronto o tarde
venga el remedio, pues que fueron
puertas
que ella cruzó con fuego en que ardo
siempre
15[L1592]
El bien que hace la dicha de esta
corte,
es Alfa y es O de cuanta escritura
lee en mí el Amor o fuerte o
levemente.»
18[L1593]
Aquella misma voz que los temores
del súbito cegar me hubo quitado,
a que siguiese hablando me
animaba;
21
y dijo: «Por aún más angosta criba
22[L1594]
te conviene cerner; decirnos debes
quién a tal blanco dirigió tu
arco.»
24
Y yo: «Por filosóficas razones
y por la autoridad que de ellas baja
tal amor ha debido en mí
imprimirse:
27
que el bien en cuanto bien, al
conocerse,
28[L1595]
nos enciende el amor, tanto más grande
cuanta mayor bondad en sí retiene.
30
Y así a una esencia que es tan
ventajosa,
que todo bien que esté fuera de ella
no es nada más que un brillo de su
rayo,
33
más que a otra es preciso que se mueva
la mente, amando, de los que conocen
la verdad que esta prueba
fundamenta.
36
Tal verdad demostró a mi entendimiento
37[L1596]
aquel que me enseñó el amor primero
de todas las sustancias
sempiternas.
39
Lo demostró la voz del Creador
que a Moisés dijo hablando de sí mismo:
«Yo haré que veas el poder
supremo.»
42[L1597]
Y tú lo demostraste, al comenzar
el alto pregón que grita el arcano
de aquí allá abajo más que cualquier
otro.
45[L1598]
Y escuché: «Por la humana inteligencia
46[L1599]
y por la autoridad con él concorde,
de tu amor tiende a Dios lo
soberano.
48
Mas dime aún si sientes otras cuerdas
que a él te atraigan, de modo que me
digas
con cuántos dientes este amor te
muerde.»
51
No estaba oculta la santa intención
del Águila de Cristo, y me di cuenta
a qué tema quería conducirme.
54
Por eso repliqué: «Cuantos mordiscos
pueden volver a Dios un corazón,
juntos mi caridad han fomentado:
57
que el que yo exista y el que exista el
mundo,
58[L1600]
la muerte que Él sufrió y por la que
vivo,
y lo que esperan como yo los
fieles,
60
con el conocimiento que antes dije,
me han sacado del mar del falso amor,
y del derecho me han puesto en la
orilla.
63
Las frondas que enfrondecen todo el
huerto
del eterno hortelano, yo amo tanto,
cuanto es el bien que de Él desciende a
ellas.»
66
Cuando callé, un dulcísimo canto
resonó por el cielo, y mi señora
«Santo, santo», decía con los
otros.
69
Y como ahuyenta el sueño una luz viva,
pues la vista se acerca al resplandor
que atraviesa membrana tras
membrana,
72
y al despertado aturde lo que mira,
pues tan torpe es la súbita vigilia
mientras la estimativa no le
ayuda;
75[L1601]
lo mismo de mis ojos cualquier mota
me quitaron los ojos de Beatriz,
con rayos que mil millas
refulgían:
78
y vi después mucho mejor que antes;
y casi estupefacto pregunté
por una cuarta luz tras de
nosotros.
81[L1602]
Y mi señora: «Dentro de ese rayo
goza de su hacedor la primer alma
que hubo creado la primer
potencia.»
84
Como la fronda que inclina su copa
del viento atravesada, y la levanta
por la misma virtud que la
endereza,
87
hice yo mientras ella estaba hablando,
asombrado, y después me recobré
con las ganas de hablar en las que
ardía.
90
«Oh fruto que maduro únicamente
fuiste creado --dije , antiguo padre
de quien cualquier esposa es hija y
nuera,
93
con la más grande devoción te pido
que me hables: advierte mi deseo,
que no lo expreso para oírte
antes.»
96
Un animal a veces en un saco
se revuelve de modo que sus ansias
se advierten al mirar lo que le
cubre;
99
y de igual forma el ánima primera
escondida en su luz manifestaba
cuán gustosa quería complacerme.
102
Y dijo: «Sin que lo hayas proferido,
mejor he comprendido tu deseo
que tú cualquiera cosa verdadera;
105
porque la veo en el veraz espejo
que hace de sí reflejo en otras cosas,
mas las otras en él no se
reflejan.
108
Quieres oír cuánto hace que me puso
Dios en el bello Edén, desde donde ésta
110[L1603]
a tan larga subida te dispuso,
111
y cuánto fue el deleite de mis ojos,
112[L1604]
y la cierta razón de la gran ira,
y el idioma que usé y que inventé.
114
Ahora, hijo mío, no el probar del árbol
fue en sí misma ocasión de tanto
exilio,
mas sólo el que infringiese lo
ordenado.
117
Donde tu dama sacara a Virgilio,
cuatro mil y tres cientas y dos vueltas
de sol tuve deseos de este sitio;
120[L1605]
y le vi que volvía novecientas
treinta veces a todas las estrellas
de su camino, cuando en tierra
estaba.
123
La lengua que yo hablaba se extingió
aun antes que a la obra inconsumable
la gente de Nembrot se dedicara:
126[L1606]
que nunca los efectos racionales,
por el placer humano que los muda
siguiendo al cielo, duran para
siempre.
129
Es obra natural que el hombre hable;
pero en el cómo la naturaleza
os deja que sigáis el gusto
propio.
132
Antes que yo bajase a los infiernos,
I se llamaba en tierra el bien supremo
134[L1607]
de quien viene la dicha que me
embarga;
135
Y Él después se llamó: y así
conviene,
136[L1608]
que es el humano uso como fronda
en la rama, que cae y que otra
brota.
138
En el monte que más del mar se alza,
con vida pura y deshonesta estuve,
desde la hora primera a la que sigue
a la sexta en que el sol cambia el
cuadrante.»
141[L1609]
CANTO XXVII
«.Al Padre, al Hijo, al Espíritu
Santo
-empezó- Gloria» -todo el Paraíso,
de tal modo que el canto me
embriagaba.
3
Lo que vi parecía una sonrisa
del universo; y mi embriaguez por esto
me entraba por la vista y el oído.
6
¡Oh inefable alegría! ¡Oh dulce gozo!
¡Oh de amor y de paz vida completa!
¡Oh sin deseo riqueza segura!
9
Delante de mis ojos encendidas
las cuatro antorchas vi, y la que
primero
vino, empezó a avivarse de
repente,
12[L1610]
y su aspecto cambió de tal manera,
cual cambiaría jove si él y Marte
cambiaran su plumaje siendo
pájaros.
15
La providencia, que allí distribuye
cargas y oficios, al dichoso coro
puesto había silencio en todas
partes,
18
cuando escuché: «Si mudo de color
no debes asombrarte, pues a todos
éstos verás cambiarlo mientras
hablo.
21
Quien en la tierra mi lugar usurpa,
22[L1611]
mi lugar, mi lugar que está vacante
en la presencia del Hijo de Dios,
24
en cloaca mi tumba ha convertido
de sangre y podredumbre; así el
perverso
que cayó desde aquí, se goza
abajo.»
27[L1612]
Del color con que el sol contrario
pinta
por la mañana y la tarde las nubes,
entonces vi cubrirse todo el
cielo.
30
Y cual mujer honrada que está siempre
segura de sí misma, y culpas de otras,
sólo con escucharlas, ruborizan,
33
así cambió el semblante de Beatriz;
y así creo que el cielo se eclipsara
cuando sufrió la suprema potencia.
36[L1613]
Luego continuaron sus palabras
con una voz cambiada de tal forma,
que más no había cambiado el
semblante:
39
«No fue nutrida la Esposa de Cristo
con mi sangre, de Lino, o la de Cleto,
41[L1614]
para ser en el logro de oro usada;
42
mas por lograr este vivir gozoso
Sixto y Urbano y Pío y Calixto
44[L1615]
tras muchos sufrimientos la
vertieron.
45
No fue nuestra intención que a la
derecha
de nuestros sucesores, se sentara
parte del pueblo, y parte al otro
lado;
48[L1616]
ni que las llaves que me confiaron,
se volvieran escudo en los pendones
que combatieran contra bautizados;
51[L1617]
ni que yo fuera imagen en los sellos,
de privilegios vendidos y falsos,
que tanto me avergüenzan y me
irritan.
54[L1618]
En traje de pastor lobos rapaces
desde aquí pueden verse prado a prado:
Oh protección divina, ¿por qué
duerme?
57
Cahorsinos y Gascones se apresuran
58[L1619]
a beber nuestra sangre: ¡oh buen
principio,
a qué vil fin has venido a parar!
60
Pero la providencia, que de Roma
con Escipión guardar la gloria pudo,
62[L1620]
pronto nos salvará, según lo
pienso;
63
y tú, hijo mío, que a la tierra vuelves
por tu peso mortal, abre la boca,
y tú no escondas lo que yo no
escondo.»
66
Cual vapores helados nos envía
abajo el aire nuestro, cuando el cuerno
de la cabra del cielo el sol
tropieza,
69[L1621]
así yo vi que el éter adornado
subía despidiendo los vapores
triunfantes, que estuvieron con
nosotros.
72[L1622]
Con mis ojos seguia sus semblantes,
hasta que la distancia, al ser ya
mucha,
les impidió seguir detrás de
ellos.
75
Por ello mi señora, al verme libre
de mirar hacia arriba, dijo: «Baja
la vista y mira cuánta vuelta has
dado.»
78
Desde el momento en que mire primero
vi que había corrido todo el arco
que hace del medio al fin el primer
clima;
81
viendo, pasado Cádiz, la insensata
ruta de Ulises, y la playa donde
fue dulce carga Europa al otro
lado.
84
Y hubiera descubierto aún más lugares
de aquella terrezuela, pero el sol
bajo mis pies distaba más de un
signo.
87[L1623]
La mente enamorada, que requiebra
siempre a mi dama, más que nunca ardía
por dirigir de nuevo a ella mis
ojos;
90
y si es el cebo el arte o la natura
91[L1624]
que atrae los ojos, y la mente atrapan
ya con la carne viva o ya pintada,
93
juntas nada serían comparadas
al divino placer que me alumbró,
al dirigirme a sus ojos rientes.
96
Y el vigor que me dio aquella mirada,
me dio impulso hasta el cielo más veloz
al separarme del nido de Leda.
99
Sus partes mas cercanas o distantes
son tan iguales, que decir no puedo
la que escogió Beatriz para mi
entrada.
102
Mas ella que veía mis deseos,
empezó con sonrisa tan alegre,
cual si Dios en su rostro se
gozase:
105
«El ser del mundo, que detiene el
centro
y hace girar en torno a lo restante,
tiene aquí su principio como meta;
108[L1625]
y este cielo no tiene más comienzo
que la mente divina, donde prende
la influencia y amor que él llueve y
gira.
111
El amor y la luz, a éste rodean
112[L1626]
como a los otros éste; y solamente
a este círculo entiende quien lo
ciñe.
114
Su movimiento no mide con otro,
pero los otros se miden con éste,
cual se divide el diez por dos o
cinco;
117
y cómo el tiempo tenga en este vaso
su raíz y en los otros la enramada,
ahora podrás saberlo claramente.
120
¡Oh tú, concupiscencia que en tu seno
los mortales ahogas, sin que puedan
sacar los ojos fuera de tus ondas!
123
La voluntad florece en los humanos;
mas la lluvia constante hace volverse
endrinas las ciruelas verdaderas.
126
La inocencia y la fe sólo en los niños
se encuentran repartidas; luego escapan
antes de que se cubran las
mejillas.
129
Tal, aún balbuciente, guarda ayuno,
y luego traga, con la lengua suelta,
cualquier comida bajo cualquier
luna;
132
y tal, aún balbuciente, ama y escucha
a su madre, y teniendo el habla entera,
verla en la sepultura desearía.
135[L1627]
Así se vuelve negra la piel blanca
en el rostro de aquella hermosa hija
de quien lleva la noche y trae el
día.
138[L1628]
Y tú, para que de esto no te asombres,
piensa que no hay quien en la tierra
mande;
y así se pierde la humana familia.
141
Mas antes de que enero desinvierne,
142[L1629]
por la centésima parte olvidada,
de tal manera rugirán los cielos,
144
que la tormenta que tanto se espera,
donde la popa está pondrá la proa,
y así la flota marchará derecha;
147
y tras las flores vendrán buenos
frutos.
CANTO XXVIII
Luego que contra la vida presente
de los ruines mortales, me mostró
la verdad quien mi mente
emparaísa,
3
cual la llama de un hacha en un espejo
ve quien con ella por detrás se
alumbra,
antes de que la vea o la imagine,
6
y atrás se vuelve para ver si el vidrio
le dice la verdad, y ve que casa
con ella cual la música y su
texto;
9
de igual forma recuerda mi memoria
que hice mirando a los hermosos ojos
donde hizo Amor su cuerda para
herirme.
12
Y al volverme y al golpear los míos
lo que en aquellos cielos aparece,
cada vez que en sus giros se
repara,
15
vi un punto que irradiaba tan aguda
16[L1630]
luz, que la vista que enfocaba en ella
por tan grande agudeza se cerraba;
18
y la estrella que aquí menor parece,
luna parecería junto a ella,
si se pusieran una junto a otra.
21
Acaso tanto cuanto cerca vemos
de su halo la luz que lo desprende
cuando son más espesos sus
vapores,
24
distante de ese punto un círculo ígneo
giraba tan veloz, que vencería
el curso que más raudo el mundo
ciñe;
27
y aquél era por otro rodeado,
y de un tercero aquél, y éste de un
cuarto,
de un quinto el cuarto, y por un sexto
el quinto.
30
El séptimo seguía tan extenso
sobre ellos, que de Juno el emisario
32[L1631]
abarcarlo del todo no podría.
33
Y el octavo, y el nono; y cada uno
más lento se movía, cuanto estaba
en número del uno más distante;
36[L1632]
y una más clara llama desprendía
el más cercano de la lumbre pura,
pues más, yo creo, de ella
participa.
39
Al verme preocupado mi señora
y sorprendido, dijo: «De ese punto
depende el cielo y toda la natura.
42
Ve el círculo que está de él más
cercano;
y sabrás que tan rápido se mueve
por el amor ardiente que le
impulsa.»
45
«Si estuviera dispuesto --dije el mundo
con el orden que veo en estas ruedas,
satisfecho me habría lo que dices;
48
mas el mundo sensible nos enseña
que las vueltas son tanto más veloces,
cuanto del centro se hallan más
lejanas.
51[L1633]
Por lo cual, si debiera terminarse
mi desear en este templo angélico
que sólo amor y luz lo delimitan,
54
aún debiera escuchar cómo el ejemplo
y su copia no marchan de igual modo,
56[L1634]
que en vano por mí mismo pienso en
ello.»
57
«Si tus dedos no son para tal nudo
58[L1635]
suficientes, no debes extrañarte,
¡tan difícil lo ha hecho el no
intentarlo!»
60
Dijo así mi señora; y luego: «Atiende
si es que quieres saciarte, a lo que
digo;
y sobre estas cuestiones sutiliza.
63
Las esferas corpóreas son más amplias
o estrechas según sea la virtud
que se difunde por todas sus
partes.
66[L1636]
Da una bondad mayor mayores bienes;
y a un bien mayor contiene un mayor
cuerpo,
siendo sus partes igual de
perfectas.
69
Así pues este círculo que arrastra
todo el otro universo, corresponde
con aquel que más ama y que más
sabe:
72[L1637]
y si aplicaras pues a la virtud
tus medidas, y no a las apariencias
de los seres que en círculo se
muestran,
75
la proporción perfecta admirarías
de más con más, y de menor con menos,
cada cielo, con cada
inteligencia.»
78
Como se queda espléndido y sereno
el aéreo hemisferio cuando sopla
Bóreas con su mejilla más suave,
81
y se disuelven y limpian las brumas
que le turbaban, y sonríe el cielo
con las bellezas todas de su
corte;
84
así hice yo, después que mi señora
tan claro respondió, y como en el cielo
brilla una estrella supe la
verdad.
87
Y cuando terminaron sus palabras,
no de otro modo el hierro centellea
candente, cual los círculos
hicieron.
90
Su incendio cada chispa propagaba;
y tantas eran, que el número de ellas
más que el doblar del ajedrez
subía.
93[L1638]
Yo escuchaba hosanar de coro en coro
al punto fijo que los tiene ubi
95[L1639]
y siempre los tendrá, en que siempre
fueron.
96
Y aquella que las dudas de mi mente
sabía, dijo: «Los primeros círculos
98[L1640]
te muestran Serafines y Querubes.
99
Tras sus vínculos siguen tan aprisa
por parecerse al punto cuanto puedan;
y tanto pueden cuanto están más
altos.
102
Esos amores que en torno se encuentran,
llámanse Tronos del poder divino,
y acaba en ellos el primer
ternario;
105
y deberás saber que todos gozan
cuando se profundiza su mirada
en la verdad que aquieta el
intelecto.
108
De aquí se puede ver cómo se funda
la beatitud en el acto de ver,
no en el de amar, que detrás de aquél
viene;
111[L1641]
y del ver son los méritos medida,
112[L1642]
que genera la gracia y buen deseo:
así es como sucede grado a grado.
114
El siguiente ternario que florece
en esta sempiterna primavera
que nocturno carnero no despoja,
117[L1643]
perpetuamente «Hosanna» jubilea
en triple melodía, por los tres
órdenes de alegría en que se
enterna.
120
En esa jerarquía hay otras diosas:
Dominaciones, y después Virtudes;
de Potestades es el tercer orden.
123
Luego en los dos penúltimos festejos
Principados y Arcángeles dan vueltas;
todo el último de ángeles
dichosos.
126
Estos órdenes miran a lo alto,
y abajo tanto influyen, que hacia Dios
son arrastrados y de todo
arrastran.
129
Y Dionisio con tanto deseo
130[L1644]
a contemplar se dedicó estos órdenes
que como yo, los nombra y los
distingue.
132
Pero de él se apartó luego Gregorio;
y en cuanto abrió los ojos en el cielo
de sí mismo por esto se reía.
135
Y si mostrado fue tanto secreto
por un mortal, no quiero que te
admires:
porque se lo enseñó quien vio aquí
arriba,
138[L1645]
y otras muchas verdades de este
mundo!»
CANTO XXIX
Cuando uno y otro hijo de Latona,
por debajo de Libra y del Carnero,
son límites los dos de un
horizonte,
3
cuanto hay desde el momento de
equilibrio
hasta que el uno u otro de aquel cinto,
cambiando de hemisferio, se
desata,
6
tanto, la risa pintada en su rostro,
muda estuvo Beatriz mirando fijo
el punto que me había derrotado.
9[L1646]
Dijo después: «Diré, sin que preguntes,
lo que quieres oír, porque lo he visto
donde convergen todo quando y
ubi.
12
No por acrecentar sus propios bienes,
13[L1647]
que es imposible, mas porque su luz
pudiese, en su esplendor decir
"Subsisto",
15
allí en su eternidad, fuera de toda
comprensión y de tiempo, libremente,
se abrió en nuevos amores el
eterno.
18
No es porque antes ocioso estuviera;
pues ni después ni antes precedió
20[L1648]
el discurrir de Dios sobre estas
aguas.
21
Forma y materia, ya puras o juntas,
22[L1649]
salieron a existir sin fallo alguno,
como de arco tricorde tres saetas.
24
Y como en vidrio, en ámbar o en
cristales
el rayo resplandece, de tal modo
que el llegar y el lucir es todo en
uno,
27
de igual forma irradió el triforme
efecto
de su Sir a su ser a un tiempo mismo
sin que hubiese ninguna
diferencia.
30
Concreado fue el orden y dispuesto
31[L1650]
a las sustancias; y del mundo cima
fueron aquellas hechas acto puro;
33
a la potencia pura puso abajo;
la potencia y el acto, en medio, atadas
tal nudo que jamás se desanuda.
36
Jerónimo escribió que muchos siglos
37[L1651]
antes fueron los ángeles creados
de que el resto del mundo fuera
hecho;
39
mas en muchos parajes que escribieron
los inspirados, se halla esta verdad;
y si bien juzgas te avendrás a
ello;
42
y en parte la razón también lo prueba,
pues no admite motores que estuviesen
sin su perfecto estado mucho
tiempo.
45
Ya sabes dónde y cuándo estos amores
y cómo fueron hechos: ya apagados
tres ardores ya están en tu deseo.
48
Hasta veinte, contando, no se llega
tan pronto, como parte de los
ángeles
turbó el más bajo de los
elementos.
51[L1652]
La otra quedóse, y dio comienzo el arte
que puedes ver, y con tanto deleite,
que de sus giros nunca se ha
apartado.
54
La ocasión de caer fue la maldita
soberbia de quien viste que oprimían
las pesadumbres todas de este
mundo.
57
Esos que ves aquí fueron humildes,
admitiendo existir por la bondad
que a tanto conocer hizo capaces:
60[L1653]
por lo que fue su vista acrecentada
por méritos y gracia iluminante,
y tienen voluntad constante y
plena;
63
y no quiero que dudes, mas que sepas,
que recibir la gracia es meritorio
según como el afecto la recibe.
66
Por lo que a este colegio se refiere
ya comprendes bastante, si entendiste
lo que te dije, ya sin otra ayuda.
69
Mas como en las escuelas de la tierra
se enseña que la angélica natura
es tal que entiende, que recuerda y
quiere,
72[L1654]
aún te diré, para que pura sepas
la verdad, que allí abajo se confunde,
porque equivocan los significados.
75
Estas sustancias, desde que gozaron
de la cara de Dios, no apartan de ella
la mirada, a quien nada está
escondido:
78
Así pues no interceptan su mirada
nuevos objetos, y no necesitan
recordar con conceptos divididos;
81
y así allá abajo, sin dormir, se sueña,
creyendo y no creyendo en lo que dicen;
pero éstos tienen más vergüenza y
culpa.
84[L1655]
Vais por distintas rutas los que abajo
filosofáis: pues que os empuja tanto
el afán de que os tengan como
sabios.
87
Y aún esto es admitido aquí en lo alto
con un rigor menor que si se olvida
la sagrada escritura o se
confunde.
90
No meditáis en cuánta sangre cuesta
sembrarla allá en el mundo, y cuánto
agrada
el que con ella humilde se
conforma.
93[L1656]
Por la apariencia pruebas dan de
ingenio
y de imaginación; y quien predica
dase a esto y se calla el
Evangelio.
96
Que se volvió la luna, dice el uno,
97[L1657]
en la pasión de Cristo, y se interpuso
para ocultar la luz del sol abajo;
99
y otro que por sí misma se escondió
la luz, y que en la India y en España
hubo eclipse lo mismo que en
Judea.
102
No hay en Florencia tantos Lapi y Bindi
103[L1658]
cuantas fábulas tales en un año,
aquí y allá en los púlpitos se
gritan:
105
y así las ovejuelas, que no saben,
vuelven del prado pacidas de viento,
y que el daño no vean no es
excusa.
108[L1659]
No dijo a su primer convento Cristo:
"Id y patrañas predicad al mundo";
sino les dio cimientos de certeza;
111
y ésta sonó en sus bocas solamente,
de modo que luchando por la fe
del Evangelio escudo y lanza
hicieron.
114
Y ahora con bufonadas y con trampas
se predica, y con tal que cause risa,
la capucha se hincha y más no
pide.
117[L1660]
Mas tal pájaro anida en el capuz,
118[L1661]
que si lo viese el vulgo, allí vería
qué indulgencias tendrá confiando en
ése:
120
que en la tierra acrecientan la
estulticia,
de tal manera que, sin prueba alguna
de su certeza, corren tras de
ellas.
123
Esto engorda al cebón de San Antonio,
124[L1662]
y a otros muchos más cerdos todavía,
que pagan con monedas no acuñadas.
126
Mas como es larga ya la digresión,
vuelve los ojos a la recta vía,
y se abrevien el tiempo y el
camino.
129
Esta naturaleza tanto aumenta
en número al subir, que no hay palabras
ni conceptos mortales que las
sigan;
132
y si recuerdas lo que se revela
en Danïel, verás que en sus millares
134[L1663]
y millares su número se esconde.
135
La luz primera que toda la alumbra,
136[L1664]
de tantas formas ella en sí recibe,
cual son las llamas a las que se
une.
138
Y así, al igual que al acto que concibe
sigue el afecto, de amor la dulzura
ardiente o tibio en ella es
diferente.
141
Ve pues la excelsitud y la grandeza
del eterno poder, puesto que tantos
espejos hizo en que multiplicarse,
144
permaneciendo en sí uno como
antes.
CANTO XXX
Acaso a seis mil millas de distancia
1[L1665]
hierve aquí la hora sexta, y este mundo
horizontal reclina ya la sombra,
3
cuando el centro del cielo, tan
profundo,
se pone de tal forma, que en el fondo
van desapareciendo las estrellas;
6
y cuando se adelanta la sirviente
clarísima del sol, apaga el cielo
una por una hasta la más hermosa.
9
No de otro modo el triunfo que se goza
en torno al punto que antes me cegara,
creyéndolo incluido en lo que
incluye,
12
se apagó poco a poco de mi vista;
por lo cual el amor y el no ver nada
me hicieron que a Beatriz volviera el
rostro.
15
Si cuanto de ella he dicho hasta el
presente
fuese encerrado todo en una loa,
poco sería a conseguir mi intento.
18
La belleza que vi no sobrepasa
solamente a nosotros, mas yo creo
que sólo su creador la goce
entera.
21
Vencido me confieso en este paso
más que nunca en un punto de su obra
fue superado el trágico o el
cómico:
24[L1666]
pues, como el sol la vista menos firme,
así el recuerdo de su dulce risa
a mí mismo me priva de mi mente.
27
Desde el día primero que su rostro
en esta vida vi, hasta esta visión,
he podido seguirla con mi canto;
30
mas es forzoso que desista ahora
de seguir su belleza, poetizando,
cual todo artista que a su extremo
llega.
33
Y ella, cual yo la dejo a voz más digna
que la de mi trompeta, que se acerca
a dar fin a materia tan difícil,
36
con ademán y voz de guía experto
«Hemos salido ya -volvió a decirme-
del mayor cuerpo al cielo que es luz
pura:
39
luz intelectüal, plena de amor;
amor del cierto bien, pleno de dicha;
dicha que es más que todas las
dulzuras.
42
Aquí verás a una y otra milicia
del paraíso, y una de igual modo
que en el juicio final habrás de
verla.»
45[L1667]
Como un súbito rayo que nos ciega
los visivos espíritus, e impide
que vea el ojo aun cosas muy
brillantes,
48
así circumbrillóme una luz viva,
49[L1668]
y cubrióme la cara con tal velo
de su fulgor, que nada pude ver.
51
«El amor que este cielo tiene inmóvil
siempre recibe en él de igual manera,
por disponer una vela a su llama.»
54
Apenas penetraron dentro de mí
estas breves palabras, comprendí
que sobre mi virtud estaba alzado;
57
y de una vista nueva disfrutaba
tal, que ninguna luz es tan brillante,
que con mis ojos no la resistiera;
60
y vi una luz que un río semejaba
61[L1669]
fulgiendo fuego, entre sus dos orillas
pintadas de admirable primavera.
63
Salían del torrente chispas vivas,
que entre las flores se desparramaban,
cual rubíes que el oro
circunscribe;
66
después, como embriagadas del aroma,
al raudal asombroso se arrojaban
de nuevo, y si una entraba otra
salía.
69
«El gran deseo que ahora te urge y
quema,
de que te diga qué es esto que ves,
más me complace cuanto más
intento;
72
mas de este agua es preciso que bebas
antes que tanta sed en ti se sacie.»
De este modo me habló el sol de mis
ojos.
75
Y después: «Son el río y los topacios
que entran y salen, y el prado riente,
sólo de su verdad velados
prólogos.
78
No que de suyo estén aún inmaduros;
más el defecto está de parte tuya,
que aún no tienes visión tan
elevada.»
81
No hay un chiquillo que corra tan raudo
con la vista a la leche, si despierta
mucho más tarde de lo que
acostumbra,
84
como yo, para hacer mejor espejo
mis ojos, agachándome a las ondas,
que para enmejorarnos van
fluyendo;
87
y en el momento que bebió de aquellas
el borde de mis párpados, creí
que redonda se hacía su largura.
90
Después, como la gente enmascarada,
que otra que antes parece, si se quita
el semblante no suyo que la
esconde,
93
así en mayores gozos se trocaron
las chispas, y las flores, y ver pude
las dos cortes del cielo
manifiestas.
96
¡Oh divino esplendor por quien yo vi
el alto triunfo del reino veraz,
ayúdame a decir cómo lo vi!
99
Hay arriba una luz que hace visible
el Creador a aquellas crïaturas
que en su visión tan sólo paz
encuentran.
102
Y en circular figura se derrama,
tanto que al sol sería demasiado
cinturón con su gran
circunferencia.
105
De un rayo reflejado en lo más alto
del Primer Móvil viene su apariencia,
107[L1670]
que de él recibe su poder y vida.
108
Y cual loma en el agua de su base
se espejea cual viéndose adornada,
cuando de hierba y flores es más
rica,
111
superando a la luz en torno suyo,
vi espejearse en más de mil peldaños
cuanto arriba volvió de entre
nosotros.
114[L1671]
Y si el último grado luz tan grande
abarca, ¡cuál la anchura no sería
de esta rosa en las hojas más
lejanas!
117
Mi vista ni en lo ancho ni en lo alto
desfallecía, comprendiendo todo
el cuánto y cómo de aquella
alegría.
120
Allí el cerca ni el lejos quita o pone:
que donde Dios sin ministros gobierna,
las leyes naturales nada pueden.
123
A lo amarillo de la rosa eterna,
124[L1672]
que se degrada y se extiende y
transmina
loas al sol que siempre es
primavera,
126
como a aquel que se calla y quiere
hablar
me llevó Beatriz y dijo: «¡Mira
el gran convento de las vestes
blancas!
129
Ve cómo abre su círculo este reino,
mira nuestros escaños tan repletos,
que poca gente más aquí se espera.
132
Y en el gran trono en que pones los
ojos,
por la corona que está sobre él puesta,
antes de que a estas bodas te
conviden,
135
vendrá a sentarse el alma, abajo
augusta,
del gran Enrique, que a guiar a Italia
137[L1673]
vendrá sin que a ésta encuentre
preparada.
138
Esa ciega codicia que os enferma
os ha vuelto lo mismo que al chiquillo
que muere de hambre y echa a la
nodriza.
141
Y habrá un prefecto en el foro divino
entonces tal, que oculto o manifiesto,
no seguirá con él la misma ruta.
144[L1674]
Mas Dios lo aguantará por poco tiempo
145[L1675]
en la santa tarea, y será echado
donde Simón el mago el premio tiene,
147
y hará al de Anagni hundirse más
abajo.
148[L1676]
CANTO XXXI
En forma pues de una cándida rosa
1[L1677]
se me mostraba la milicia santa
desposada por Cristo con su
sangre;
3
mas la otra que volando ve y celebra
la gloria del señor que la enamora
y la bondad que tan alta la hizo,
6
cual bandada de abejas que en las
flores
tan pronto liban y tan pronto vuelven
donde extraen el sabor de su
trabajo,
9
bajaba a la gran flor que está adornada
de tantas hojas, y de aquí subía
donde su amor habita eternamente.
12
Sus caras eran todas llama viva,
de oro las alas, y tan blanco el resto,
que no es por nieve alguna
superado.
15
Al bajar a la flor de grada en grada,
hablaban de la paz y del ardor
que agitando las alas adquirían.
18
El que se interpusiera entre la altura
19[L1678]
y la flor tanta alada muchedumbre
ni el ver nos impedía ni el
fulgor:
21
pues la divina luz el universo
penetra, según éste lo merece,
de tal modo que nada se lo impide.
24
Este seguro y jubiloso reino,
que pueblan gentes antiguas y nuevas,
vista y amor a un punto dirigía.
27
¡Oh llama trina que en sólo una
estrella
brillando ante sus ojos, las alegras!
¡Mira esta gran tempestad en que
estamos!
30
Si viniendo los bárbaros de donde
31[L1679]
todos los días de Hélice se cubre,
girando con su hijo, en quien se
goza,
33
viendo Roma y sus arduos edificios,
estupefactos se quedaban cuando
superaba Letrán toda obra humana;
36[L1680]
yo, que desde lo humano a lo divino,
desde el tiempo a lo eterno había
llegado,
y de Florencia a un pueblo sano y
justo,
39
¡lleno de qué estupor no me hallaría!
En verdad que entre el gozo y el
asombro
prefería no oír ni decir nada.
42
Y como el peregrino que se goza
viendo ya el templo al cual un voto
hiciera,
y espera referir lo que haya
visto,
45[L1681]
yo paseaba por la luz tan viva,
llevando por las gradas mi mirada
ahora abajo, ahora arriba, ahora en
redor,
48
veía rostros que el amor pintaba,
con su risa y la luz de otro
encendidos,
50[L1682]
y de decoro adornados sus gestos.
51
La forma general del Paraíso
abarcaba mi vista enteramente,
sin haberse fijado en parte
alguna;
54
y me volví con ganas redobladas
de poder preguntar a mi señora
las cosas que a mi mente
sorprendían.
57
Una cosa quería y otra vino:
creí ver a Beatriz y vi a un anciano
vestido cual las gentes glorïosas.
60[L1683]
Por su cara y sus ojos difundía
una benigna dicha, y su semblante
era como el de un padre bondadoso.
63
«¿Dónde está ella?» Dije yo de pronto.
Y él: «Para que se acabe tu deseo
me ha movido Beatriz desde mi
Puesto:
66
y si miras el círculo tercero
del sumo grado, volverás a verla
en el trono que en suerte le ha
cabido.»
69
Sin responderle levanté los ojos,
y vi que ella formaba una corona
con el reflejo de la luz eterna.
72
De la región aquella en que más truena
73[L1684]
el ojo del mortal no dista tanto
en lo más hondo de la mar hundido,
75
como allí de Beatriz la vista mía;
mas nada me importaba, pues su efigie
sin intermedio alguno me llegaba.
78
«Oh mujer que das fuerza a mi
esperanza,
y por mi salvación has soportado
tu pisada dejar en el infierno,
81[L1685]
de tantas cosas cuantas aquí he visto,
de tu poder y tu misericordia
la virtud y la gracia reconozco.
84
La libertad me has dado siendo siervo
por todas esas vías, y esos medios
que estaba permitido que
siguieras.
87
En mí conserva tu magnificencia
88[L1686]
y así mi alma, que por ti ha sanado,
te sea grata cuando deje el
cuerpo.»
90
Así recé; y aquélla, tan lejana
como la vi, me sonrió mirándome;
92[L1687]
luego volvió hacia la fuente
incesante.
93
Y el santo anciano: «A fin de que
concluyas
perfectamente ‑dijo,‑ tu camino,
al que un ruego y un santo amor me
envían,
96
vuelven tus ojos por estos jardines;
que al mirarlos tu vista se prepara
más a subir por el rayo divino.
99
Y la reina del cielo, en el cual ardo
por completo de amor, dará su gracia,
pues soy Bernardo, de ella tan
devoto.»
102
Igual que aquel que acaso de Croacia,
viene por ver el paño de Verónica,
a quien no sacia un hambre tan
antigua,
105[L1688]
mas va pensando mientras se la enseñan:
«Mi señor Jesucristo, Dios veraz,
¿de esta manera fue vuestro
semblante?»;
108
estaba yo mirando la ferviente
caridad del que aquí en el bajo mundo,
de aquella paz gustó con sus
visiones.
111
«Oh hijo de la gracia, el ser
gozoso
-empezó‑ no es posible que percibas,
si no te fijas más que en lo de
abajo;
114
pero mira hasta el último los círculos,
hasta que veas sentada a la reina
de quien el reino es súbdito y
devoto.»
117
Alcé los ojos; y cual de mañana
la porción oriental del horizonte,
está más encendida que la otra,
120
así, cual quien del monte al valle
observa,
vi al extremo una parte que vencía
en claridad a todas las restantes.
123
Y como allí donde el timón se espera
que mal guió Faetonte, más se enciende,
125[L1689]
y allá y aquí su luz se debilita,
126
así aquella pacífica oriflama
se encendía en el medio, y lo restante
de igual manera su llama
extinguía;
129
y en aquel centro, con abiertas alas,
la celebraban más de un millar de
ángeles,
distintos arte y luz de cada uno.
132
Vi con sus juegos y con sus canciones
reír a una belleza, que era el gozo
134[L1690]
en las pupilas de los otros
santos;
135
y aunque si para hablar tan apto fuese
cual soy imaginando, no osaría
lo mínimo a expresar de su
deleite.
138
Cuando Bernardo vio mis ojos fijos
y atentos en lo ardiente de su fuego,
a ella con tanto amor volvió los suyos,
141
que los míos ansiaron ver de
nuevo.
CANTO XXXII
Absorto en su delicia, libremente
hizo de guía aquel contemplativo,
y comenzaron sus palabras santas:
3
«La herida que cerró y sanó María,
quien tan bella a sus plantas se
prosterna
de abrirla y enconarla es la
culpable.
6[L1691]
En el orden tercero de los puestos,
Raquel está sentada bajo ésa,
8[L1692]
como bien puedes ver, junto a
Beatriz.
9
Judit y Sara, Rebeca y aquella
del cantor bisabuela que expiando
11[L1693]
su culpa dijo: "Miserere mei",
12
de puesto en
puesto pueden contemplarse
ir degradando, mientras que al
nombrarlas
voy la rosa bajando de hoja en
hoja.
15
Y del séptimo
grado a abajo, como
hasta aquél, se suceden las hebreas,
separando las hojas de la rosa;
18[L1694]
porque, según la mirada pusiera
su fe en Cristo, son esas la muralla
que divide los santos escalones.
21
En esa parte donde está colmada
por completo de hojas, se acomodan
los que creyeron que Cristo
vendría;
24
por la otra parte por donde interrumpen
huecos los semicírculos, se encuentran
26[L1695]
los que en Cristo venido fe
tuvieron.
27
Y como allí el escaño glorioso
de la reina del cielo y los restantes
tan gran muralla forman por
debajo,
30
de igual manera enfrente está el de
Juan
31[L1696]
que, santo siempre, desierto y martirio
sufrió, y luego el infierno por dos
años;
33
y bajo él separando de igual modo
mira a Benito, a Agustín y a Francisco
y a otros de grada en grada hasta aquí
abajo.
36
Ahora conoce el sabio obrar divino:
pues uno y otro aspecto de la fe
llenarán de igual modo estos
jardines.
39
Y desde el grado que divide al medio
las dos separaciones, hasta abajo,
nadie por propios méritos se
sienta,
42
sino por los de otro, en ciertos casos:
43[L1697]
porque son todas almas desatadas
antes de que eligieran libremente.
45
Bien puedes darte cuenta por sus
rostros
y también por sus voces infantiles,
si los miras atento y los
escuchas.
48
Dudas ahora y en tu duda callas;
mas yo desataré tan fuerte nudo
que te atan los sutiles
pensamientos.
51
Dentro de la grandeza de este reino
no puede haber casualidad alguna,
como no existen sed, hambre o
tristeza:
54
y por eterna ley se ha establecido
tan justamente todo cuanto miras,
que corresponde como anillo al
dedo;
57
y así esta gente que vino con prisa
a la vida inmortal no sine causa
está aquí en excelencias
desiguales.
60[L1698]
El rey por quien reposan estos reinos
en tanto amor y en tan grande deleite,
que más no puede osar la voluntad,
63
todas las almas con su hermoso aspecto
creando, a su placer de gracia dota
diversamente; y bástete el efecto.
66
Y esto claro y expreso se consigna
en la Escritura santa, en los gemelos
movidos por la ira ya en la madre.
69
Mas según el color de los cabellos,
70[L1699]
de tanta gracia, la altísima luz
dignamente conviene que les cubra.
72
Así es que sin de suyo merecerlo
puestos están en grados diferentes,
distintos sólo en su mirar
primero.
75
Era bastante en los primeros siglos
76[L1700]
ser inocente para estar salvado,
con la fe únicamente de los
padres;
78
al completarse los primeros tiempos,
para adquirir virtud, circuncidarse
a más de la inocencia era preciso;
81
pero llegado el tiempo de la gracia,
sin el perfecto bautismo de Cristo,
tal inocencia allá abajo se
guarda.
84
Ahora contempla el rostro que al de
Cristo
85[L1701]
más se parece, pues su brillo sólo
a ver a Cristo puede disponerte.»
87
Yo vi que tanto gozo le llovía,
llevada por aquellas santas mentes
creadas a volar por esa altura,
90
que todo lo que había contemplado,
no me colmó de tanta admiración,
ni de Dios me mostró tanto
semblante;
93
y aquel amor que allí bajara antes
cantando: «Ave María, gratia plena»
ante ella sus alas desplegaba.
96
Respondió a la divina cancioncilla
por todas partes la beata corte,
y todos parecieron más radiantes.
99
«Oh santo padre que por mí consientes
estar aquí, dejando el dulce puesto
que ocupas disfrutando eterna
suerte,
102
¿quién es el ángel que con tanto gozo
a nuestra reina le mira los
ojos,
y que fuego parece, enamorado?»
105
A la enseñanza recurrí de nuevo
de aquel a quien María hermoseaba,
como el sol a la estrella
matutina.
108
Y aquél: «Cuanta confianza y gallardía
puede existir en ángeles o en almas,
toda está en él; y así es nuestro
deseo,
111
porque es aquel que le llevó la palma
a María allá abajo, cuando el Hijo
de Dios quiso cargar con nuestro
cuerpo.
114
Mas sigue con la vista mientras yo
te voy hablando, y mira los patricios
de este imperio justísimo y
piadoso.
117[L1702]
Los dos que están arriba, más felices
por sentarse tan cerca de la Augusta
son casi dos raíces de esta rosa:
120
quien cerca de ella está del lado
izquierdo
es el padre por cuyo osado gusto
tanta amargura gustan los humanos.
123
Contempla al otro lado al viejo padre
de la Iglesia, a quien Cristo las dos
llaves
de esta venusta flor ha confiado.
126
Y aquel que vio los tiempos dolorosos
antes de muerto, de la bella esposa
con lanzada y con clavos
conquistada,
129
a su lado se sienta y junto al otro
el guía bajo el cual comió el maná
la gente ingrata, necia y
obstinada.
132
Mira a Ana sentada frente a Pedro,
133[L1703]
contemplando a su hija tan dichosa,
que la vista no mueve en sus
hosannas;
135
y frente al mayor padre de familia,
Lucía, que moviera a tu Señora
137[L1704]
cuando a la ruina, por no ver,
corrías.
138
Mas como escapa el tiempo que te
aduerme
139[L1705]
pararemos aquí, como el buen sastre
que hace el traje según que sea el
paño;
141
y alzaremos los ojos al primer
amor, tal que, mirándole, penetres
en su fulgor cuanto posible sea.
144
Mas para que al volar no retrocedas,
creyendo adelantarte, con tus alas
la gracia orando es preciso que
pidas:
147
gracia de aquella que puede ayudarte;
y tú me has de seguir con el afecto,
y el corazón no apartes de mis ruegos.»
150
Y entonces dio comienzo a esta
plegaria.
CANTO XXXIII
«¡Oh Virgen Madre, oh Hija de tu hijo,
alta y humilde más que otra criatura,
término fijo de eterno decreto,
3
Tú eres quien hizo a la humana natura
tan noble, que su autor no desdeñara
convertirse a sí mismo en su
creación.
6
Dentro del viento tuyo ardió el amor,
cuyo calor en esta paz eterna
hizo que germinaran estas flores.
9
Aquí nos eres rostro meridiano
de caridad, y abajo, a los mortales,
de la esperanza eres fuente vivaz.
12
Mujer, eres tan grande y vales tanto,
que quien desea gracia y no te ruega
quiere su desear volar sin alas.
15
Mas tu benignidad no sólo ayuda
a quien lo pide, y muchas ocasiones
se adelanta al pedirlo generosa.
18
En ti misericordia, en ti bondad,
en ti magnificencia, en ti se encuentra
todo cuanto hay de bueno en las
criaturas.
21
Ahora éste, que de la ínfima laguna
del universo, ha visto paso a paso
las formas de vivir espirituales,
24
solicita, por gracia, tal virtud,
que pueda con los ojos elevarse,
más alto a la divina salvación.
27
Y yo que nunca ver he deseado
más de lo que a él deseo, mis plegarias
te dirijo, y te pido que te
basten,
30
para que tú le quites cualquier nube
de su mortalidad con tus plegarias,
tal que el sumo placer se le
descubra.
33
También reina, te pido, tú que puedes
lo que deseas, que conserves sanos,
sus impulsos, después de lo que ha
visto.
36
Venza al impulso humano tu custodia:
ve que Beatriz con tantos elegidos
por mi plegaria te junta las
manos!»
39[L1706]
Los ojos que venera y ama Dios,
fijos en el que hablaba, demostraron
cuánto el devoto ruego le placía;
42
luego a la eterna luz se dirigieron,
en la que es impensable que penetre
tan claramente el ojo de ninguno.
45
Y yo que al final de todas mis ansias
me aproximaba, tal como debía,
puse fin al ardor de mi deseo.
48
Bernardo me animaba, sonriendo
a que mirara abajo, mas yo estaba
ya por mí mismo como aquél quería:
51
pues mi mirada, volviéndose pura,
más y más penetraba por el rayo
de la alta luz que es cierta por sí
misma.
54
Fue mi visión mayor en adelante
de lo que puede el habla, que a tal
vista,
cede y a tanto exceso la memoria.
57
Como aquel que en el sueño ha visto
algo,
que tras el sueño la pasión impresa
permanece, y el resto no recuerda,
60[L1707]
así estoy yo, que casi se ha extinguido
mi visión, mas destila todavía
en mi pecho el dulzor que nace de
ella.
63
Así la nieve con el sol se funde;
así al viento en las hojas tan livianas
se perdía el saber de la Sibila.
66[L1708]
¡Oh suma luz que tanto sobrepasas
los conceptos mortales, a mi mente
di otro poco, de cómo apareciste,
69
y haz que mi lengua sea tan potente,
que una chispa tan sólo de tu gloria
legar pueda a los hombres del
futuro;
72
pues, si devuelves algo a mi memoria
y resuenas un poco en estos versos,
tu victoria mejor será entendida.
75
Creo, por la agudeza que sufrí
del rayo, que si hubiera retirado
la vista de él, hubiéseme perdido.
78[L1709]
Y esto, recuerdo, me hizo más osado
sosteniéndola, tanto que junté
con el valor infinito mi vista.
81
¡Oh gracia tan copiosa, que me dio
valor para mirar la luz eterna,
tanto como la vista consentía!
84
En su profundidad vi que se ahonda,
atado con amor en un volumen,
lo que en el mundo se
desencuaderna:
87
sustancias y accidentes casi atados
junto a sus cualidades, de tal modo
que es sólo débil luz esto que
digo.
90
Creo que vi la forma universal
de este nudo, pues siento, mientras
hablo,
que más largo se me hace mi
deleite.
93
Me causa un solo instante más olvido
94[L1710]
que veinticinco siglos a la hazaña
que hizo a Neptuno de Argos
asombrarse.
96
Así mi mente, toda suspendida,
miraba fijamente, atenta, inmóvil,
y siempre de mirar sentía anhelo.
99
Quien ve esa luz de tal modo se vuelve,
que por ver otra cosa es imposible
que de ella le dejara separarse;
102[L1711]
Pues el bien, al que va la voluntad,
en ella todo está, y fuera de ella
lo que es perfecto allí, es
defectuoso.
105
Han de ser mis palabras desde ahora,
más cortas, y esto sólo a mi recuerdo,
107[L1712]
que las de un niño que aún la leche
mama.
108
No porque más que un solo aspecto
hubiera
en la radiante luz que yo veía,
que es siempre igual que como era
primero;
111
mas por mi vista que se enriquecía
cuando miraba su sola apariencia,
cambiando yo, ante mí se
transformaba.
114
En la profunda y clara subsistencia
de la alta luz tres círculos veía
de una misma medida y tres
colores;
117[L1713]
Y reflejo del uno el otro era,
como el iris del iris, y otro un fuego
que de éste y de ése igualmente
viniera.
120
¡Cuán corto es el hablar, y cuán
mezquino
a mi concepto! y éste a lo que vi,
lo es tanto que no basta el decir
«poco».
123
¡Oh luz eterna que sola en ti existes,
sola te entiendes, y por ti entendida
y entendiente, te amas y recreas!
126
El círculo que había aparecido
127[L1714]
en ti como una luz que se refleja,
examinado un poco por mis ojos,
129
en su interior, de igual color pintada,
me pareció que estaba nuestra efigie:
y por ello mi vista en él ponía.
132
Cual el geómetra todo entregado
al cuadrado del círculo, y no
encuentra,
pensando, ese principio que
precisa,
135
estaba yo con esta visión nueva:
quería ver el modo en que se unía
al círculo la imagen y en qué
sitio;
138[L1715]
pero mis alas no eran para ello:
si en mi mente no hubiera golpeado
un fulgor que sus ansias
satisfizo.
141[L1716]
Faltan fuerzas a la alta fantasía;
mas ya mi voluntad y mi deseo
giraban como ruedas que impulsaba
144
Aquel que mueve el sol y las
estrellas.
Donado por LIBROdot.com
[L1]Dante nació en 1265 y se consideraban los treinta y cinco años como la mitad de una vida normal. La acción de la Comedia tiene lugar en la Semana Santa de 1300, dando comienzo, según la mayor parte de los intérpretes el Viernes Santo, 8 de abril, y acabará siete días después.
[L2]La selva oscura es la vida viciosa, el pecado; pero también la confusión de su pensamiento; e incluso la turbulencia política. No debemos tal vez excluir, como en otras discutidas alegorías dantescas, la pluralidad de significados.
De hecho, superación moral, superación del error doctrinal y evocación de la actualidad política son tres constantes de este viaje de ultratumba.
[L3]El monte alegoriza la vida virtuosa que tanto esfuerzo requiere para ser alcanzada por el poeta. Notar la antítesis «oscuridad»/«luz» con que se acentúa el contraste «vicio»/«virtud», «error»/«verdad» aquí alegorizado.
[L4]El sol.
[L5]La onza, o leopardo, es una alegoría de la lujuria.
[L6]Se creía que el mundo había sido creado en primavera, al igual que en primavera tuvo lugar su redención con la muerte de Cristo.
[L7]El león representa la soberbia.
[L8]La loba alegoriza la codicia en la mayor amplitud de su significado.
[L9]Virgilio nació en el 70 a.C. y murió en el 19 a.C. Nació, por tanto, en tiempos de Julio César (100‑44 a.C.), pero no fue del todo contemporáneo.
[L10]Virgilio fue conocido en la Edad Media sobre todo como autor de la Eneida, poema en que a través de la historia de Eneas se glorificaba a la ciudad de Roma y al emperador Augusto. Como sabemos, Eneas fue un principe troyano que huyó de la ciudad destruida llevando a sus dioses tutelares y tras de un largo viaje por el Mediterráneo (en cuyo relato Virgilio imita la Odisea), llegó a la peninsula Itálica, donde tras largas guerras con los habitantes de la misma, descritos según el modelo de la Ilíada, desposó con Lavinia (Infierno, III), dando así origen a la estirpe fundadora de Roma. La Eneida es una exaltación de la idea imperial, que con tanta fuerza abrazó el Dante de sus años últimos.
[L11]El lector que lea estas notas se podrá dar cuenta de cuánta verdad encierran las palabras humildes de Dante.
[L12]Muchas son las teorías acerca de la identificación de este Lebrel que conseguirá expulsar a la loba, pero se tiende a pensar que Dante se refiera, en sentido genérico, a la restauración del poder civil representada por la figura del emperador, que vendría a acabar con las discordias que asolaban Italia y con la corrupción de la misma Iglesia.
Se ha pensado también en Cangrande Della Scala, Señor de Verona, amigo y protector de Dante; e incluso en un futuro papa que restaurara la pureza evangélica y que tuviese una humilde procedencia. «Entre Feltro y Feltro», en el v. 105, se interpretaría como «nacido entre paños humildes», en vez de darle una interpretación geográfica. Feltre, en el Friuli y Montefeltro, en la Romana, lo que significaría que el Lebrel procedería de la Italia septentrional.
[L13]Son todos personajes de la segunda parte de la Eneida: Camila fue una doncella guerrera muerta en combate contra los troyanos; Niso y Euríalo, amigos proverbiales, murieron juntos combatiendo contra los volscos; Turno, rey de los rútulos, principales rivales de los troyanos, fue muerto por el propio Eneas, dando así fin a la epopeya.
[L14]La codicia ha sido directamente enviada por Lucifer, el Envidioso por antonomasía.
[L15]Virgilio será el guía de Dante en el Infiemo y el Purgatorio, pero en el cielo necesitará la guía más digna de lo misma Beatriz.
[L16]El padre de Silvio es Eneas, y su bajada a los infiemos, a imitación de la que narra de Ulises la Odisea, ocupa el libro VI de La Eneida. Roma, la ciudad fundada por los descendientes de este héroe, fue elegida como sede de los papas y cabeza del mundo cristiano.
[L17]El «Vaso de Elección» es San Pablo. La imaginación medieval daba crédito al rapto celeste que San Pablo narró en su segunda carta a los corintios, y que fue el comienzo de su conversión, pero la fantasía popular le adjudicó a partir de esto, un viaje al Infiemo.
[L18]Virgilio se hallaba en el Purgatorio, entre aquellos que se encuentran suspendidos entre el deseo de ver a Dios y su falta de esperanza de lograrlo.
[L19]Se trata de Beatriz, a quien por vez primera se alude en el poema.
[L20]La histórica Beatriz, amada por Dante en la tierra, era hija de Folco Portinari, noble florentino. El poeta la vio por vez primera en 1274, cuando aún era un niño, y se enamoró de ella en 1283. Alrededor de 1286 se casó con Simone dei Bardi y murió en 1290
[L21]Su dueño, en el original «il signor mio», es Dios mismo.
[L22]El cielo de esfera más pequeña es el de la luna, bajo el cual se halla la tierra; es decir. Beatriz excede a todos los mortales.
[L23]La Virgen María, de la que Dante fue un ferviente devoto.
[L24]Santa Lucía de Siracusa, a quien Dante atribuyó la curación de una enfer medad de la vista que a ella estaba encomendada por la forma de su suplicio. En la Comedia representa la gracia iluminante.
[L25]Raquel, mujer de Jacob, representa la vida contemplativa, por oposición a su hermana Lía, por ello está sentada junto a Beatriz.
[L26]Por el amor a Beatriz, Dante se apartó de los poetas vulgares, dedicándose a cantar a su amada con poemas excelsos.
[L27]El poder, la sabiduría y el amor, son las tres personas de la Trinidad cristiana.
[L28]Se trata de los indiferentes, y de los ángeles que en la lucha suscitada por Lucifer, permanecieron neutrales. Se comprende que Dante que vivió toda su vida en la necesidad de tomar partido en una Italia desgarrada, condene en el Infierno a los que no se comprometen con causa alguna. ¿Qué pensaría, por ejemplo, de los florentinos que intentaron permanecer ajenos a la lucha entre gibelinos y güelfos, o entre güelfos negros y blancos, corno única manera de encontrarla paz?
[L29]Es posible que se trate del papa Celestino V, llamado en la vida Pietro da Morrone. Fue este un eremita con gran fama de santo, que fue elegido papa a los setenta y nueve años de edad y que abdicó seis meses más tarde por considerarse indigno de la tarea, dando así lugar a la elección del cardenal Caetani ‑a quien las malas lenguas hacían culpable de haber provocado la renuncia del anciano, asustándole con voces nocturnas‑ que tomaría el nombre de Bonifacio VIII, y que tan fatal había de ser para el poeta.
Un fragmento del verso original «Chi fece... il gran rifiutto» sirve de título a un célebre poema de Cavafis.
[L30]Más que la de los indiferentes se trata ahora de los pusilánimes.
[L31]El Aqueronte es el primero y más grande de los rios infernales; nace, como el resto de ellos, en la estatua del viejo de Creta (Infíerno, XIV) y desemboca en la Estigia (Infierno, VII).
[L32]Caronte, hijo de Erebo y de la Noche, estaba según la mitologla encargado de cruzar las almas de los muertos a través de la laguna Estigia, que separaba la vida de la muerte.
[L33]Cuando muera Dante no vendrá a montar en la barca de Caronte que le lleve al Infierno, sino en otra que le llevará desde la desembocadura del Tiber hasta el Purgatorio (Purgatorio, II).
[L34]El primer círculo del Infierno es el Limbo, donde se encuentran aquellos que no han recibido el bautismo, bien por haber nacido antes de Cristo, haber vivido sin conocer la Revelación, o haber muerto antes del tiempo. Más adelante encontraremos, sin embargo, bastantes excepciones a esta regla.
[L35]Virgiilo murió en el 19 a.C.; llevaba sólo cincuenta y dos años cuando vio llegar a Cristo redentor, bajando a los infiemos gloriosamente después de su crucifixión.
[L36]Jacob sirvió catorce años a su suegro Labán, antes de poder desposar a Raquel.
[L37]Se trata, en efecto, de los grandes modelos de Dante: Homero con sus dos grandes poemas Ilíada y Odisea; Ovidio, autor de Las Metamorfosis y Las Heroidas; Horacio, de las Sátiras, y Lucano, autor de La Farsalia, a los que se van a añadir Virgilio, autor de La Eneida y, completando el sexteto, el propio Dante, que añade así su Comedia a la Lista de los grandes poemas épicos precedentes.
[L38]Anoto sucintamente los personajes del engorroso catálogo con que, a la manera de la época, Dante va a ilustrar este pasaje. Como apunta el maestro Borges, sólo en el episodio de Francesca del canto siguiente Dante superará estas frías enumeraciones, dando la voz a personajes concretos y humanizándolos.
[L39]121‑3 Electra es la hermana de Orestes; Héctor y Eneas, príncipes troyanos; César es el dictador romano, a quien Dante considera el primer emperador.
[L40]124‑126 Camila ya apareció en Infierno, I; Pantasilea es la reina de las Amazonas, muerta por Aquiles. El rey Latino y Lavinia son personajes importantes de la Eneida, pues ésta se desposó finalmente con Eneas.
[L41]Lucio Junio Bruto, que expulsó a Tarquino el Soberbio de Roma, para vengar la violación que su hijo había hecho a Lucrecia, esposa de Tarquino Colatino, y modelo de mujer virtuosa, que se dio muerte para huir de la deshonra.
[L42]Julia es la hija de César y mujer de Pompeyo, cuya muerte no pudo evitar la guerra entre los dos caudillos; Marcia es la mujer de Catón de Utica, como veremos en Purgatorio, I; Cornelia es la hija de Escipión el Africano y madre de los Gracos; fue también considerada como el modelo de virtudes de la matrona de la Roma republicana.
[L43]Salah‑ed‑din, sultán de Egipto, considerado como modelo de caballero musulmán, comparable a los caballeros cristianos (ll37‑ll93). Como veremos, no es el único musulmán de que da cuenta este pasaje.
[L44]Después de los personajes heroicos, Dante nos muestra a los filósofos y científicos, empezando por Aristóteles.
[L45]139‑141 Tulio es Marco Tulio Cicerón. Dioscórides observó las cualidades medicinales de las plantas. Orfeo y Lino son músicos y poetas de la mitología griega.
[L46]Se trata del `Comentario' a las obras de Aristóteles.
[L47]Al círculo donde se castiga el pecado de la lujuria.
[L48]Minos, según la antigua mitología, después de haber reinado prudentemente en Creta, fue considerado como uno de los jueces infernales, junto con Radamante y Eaco (Eneida, VI, 432‑3), pero aquí Dante lo transforma en una fiera un tanto grotesca.
[L49]Semíramis, nombre griego de una reina asiria famoso entre los medievales por su vida licenciosa y violenta. Para algunos representa en la Comedia el amor vicioso.
[L50]Dido, reina de Cartago, rompió por su amor hacia Eneas la fidelidad debida a su antiguo marido Siqueo. Representaría el amor apasionado.
[L51]Cleopatra, reina de Egipto (69‑30 a.C.), representaría el amor interesado, dadas sus relaciones con César y Marco Antonio.
[L52]Elena, hija de Júpiter y Leda, causante de la guerra de Troya, representaría el amor ambicioso.
[L53]Aquiles, el más célebre griego de la guerra de Troya, cuyo sitio en el Infiemo, como amante de Polixena, no es tal vez el que más convendría a su figura heroica.
[L54]Paris, príncipe troyano, hijo de Príamo y raptor de Elena. Tristán, sobrino del rey Marcos de Comualles y amante de Iseo, la mujer de éste último. Su historia fue celebérrima en la Edad Media.
[L55]Francesca, hija de Guido da Polenta, señor de Rávena, y amigo de Dante; y Paolo Malatesta, hermano del marido de ésta, el feroz Gianciotto Malatesta, señor de Rímini, con quien Francesca había sido casada por motivos políticos alrededor de 1275. Como veremos, la propia Francesca narrará a Dante el amor desdichado que les ha condenado, en uno de los pasajes más bellos y conocidos de toda la Comedia. Toda la historia parece ser un ejemplo vivo de la teoría amorosa del «Dolce stil novo».
[L56]Es decir, como apuntamos antes, del grupo de pecadores arrastrados por la pasión amorosa, no por la sensualidad a otras razones.
[L57]El perso es un color mezcla de púrpura y negro (Convivixm, IV, XX, 2).
[L58]Eco del verso de Guido Guinizzelfi: «Al cor gentil rimpaira sempre amore.»
[L59]A Paolo.
[L60]Descubierta, en efecto, su pasión amorosa, los amantes fueron muertos alrededor de 1285 por el marido burlado, que será condenado en la Caína, zona del círculo noveno donde se castiga a los asesinos de consanguíneos (Infierno, XXXII).
[L61]Pues fue un famosísimo poeta en el mundo, y ahora una sombra más en el Limbo, sin esperanza de salvación.
[L62]Se trata de una de las novelas escritas en francés que tan famosas fueron en toda Europa a partir del siglo XII.
[L63]Junto con la de Tristán e Iseo, la de Lancelot y la reina Ginebra, es la historia de amor más conocida del ciclo artúrico popularizada por la novela. El pasaje aquí aludido es aquel en que el caballero Gallehault, o Galeotto, sin saber su secreto amor, condujo a uno a la presencia del otro, e indujo a la reina a que besara al caballero.
[L64]Cerbero es el perro de tres cabezas que guardaba las puertas del Infierno, una vez atravesada la laguna Estigia. Dante lo hace sólo guardián del tercer círculo, el de los glotones.
[L65]Ciacco, el primer florentino que Dante encuentra en el Infiemo, debió ser un conocido parásito de la ciudad, amigo de ser invitado a los festines de sus paisanos. Hay quien le identifica con el poeta Ciacco dell'Anguilliaia.
[L66]La ciudad partida es, por supuesto, la Florencia dividida en bandos políticos.
[L67]El bando salvaje o de los blancos, dirigido por la familia Cerchi, derrotará en 1300 a los negros, capitaneados por los Donati; pero en 1302 serán éstos quien logren expulsar a los blancos, con la ayuda de Bonifacio VIII, lo que provocará el exilio del poeta.
[L68]No es del todo convincente el que Dante aluda a sí mismo y a Guido Cavalcanti.
[L69]En efecto, nos los iremos encontrando a lo largo de nuestro viaje por la Comedia.
[L70]No encontrarán la verdadera perfección, pero su castigo será más perfecto después del Juicio Final, en que se reunirán las almas que ahora penan con los cuerpos que aún se hallan en la tierra.
[L71]Se trata del dios romano de la riqueza, hijo de Démeter y de Casón, que preside el próximo círculo, el de los pródigos y los avaros.
[L72]Renunciamos a escoger una entre las numerosísimas explicaciones dadas a las palabras de Pluto, que podemos resumir en una exclamación de rabia ante la presencia de los viajeros.
[L73]Cuando el arcángel Miguel derrotó a los demonios rebeldes.
[L74]El estrecho de Mesina, donde se hallaban las mitológicas rocas de Scila y el torbellino de Caribdis.
[L75]Porque creen que la Fortuna es la señora de los bienes terrenos, cuando únicamente su distribuidora.
[L76]Descienden al quinto círculo, que es el de los iracundos, acidiosos, soberbios y envidiosos, sumergidos en las fangosas aguas de la Estigia.
[L77]No era permitido estar en el Infierno más que una noche (Eneida, VI).
[L78]También es una referencia virgiliana. Según la antigua mitología, Estigia era una laguna que separaba el mundo de los vivos del reino de los muertos.
[L79]La acidia es el vicio que entristece el ánimo sin motivo.
[L80]Según algunos antiguos comentaristas, Dante habría escrito los siete primeros cantos en Florencia, antes de partir al exilio, y allí habrían quedado dentro de un cofrecillo, que volvió a su poder en 1306 continuando de este modo la obra. No parece ser una hipótesis demasiado fiable, pero no deja de ser atractiva.
[L81]Flegias era un hijo de Marte, que vengó una afrenta hecha por Apolo a su hija Coronide, incendiando su templo de Delfos. Su nombre significa «El incendiario»
[L82]Filipo Argenti dei Adimari fue contemporáneo de Dante. El sobrenombre de «Argenti» se debe a que en alguna ocasión hizo herrar a su caballo con herraduras de plata. Era famoso por su carácter soberbio, pero no olvidemos que fueron los Adimari quienes se quedaron con la casa de los Alighieri al partir Dante al exilio.
[L83]Dite es un nombre latino de Hades, dios de los infiemos. Dante llama así a Lucifer y a la ciudad donde se castiga a los pecadores por malicia, no por incontinencia.
[L84]Mezquitas en oposición a iglesias, como el mal se opone al bien.
[L85]Los demonios intentaron oponerse a la entrada de Cristo en los infiernos, cerrándole la puerta que desde entonces quedó sin cerrojos.
[L86]1‑3 Virgilio, al ver a Dante empalidecer de miedo, procura disimular su turbación para reconfortar al poeta.
[L87]23‑27 Eritone es una hechicera mencionada por Lucano en Farsalia, VI. Dante se vale de esta supuesta bajada de Virgilio a los infiemos, conjurado por la maga, y de la que no existen fuentes literarias, para justificar así la experiencia de Virgilio como guía del viaje. Los comentaristas no se ponen de acuerdo en qué alma fue a buscar Virgilio al pozo de los traidores.
[L88]Son las Erinias, hijas de Aqueronte y de la noche, servidoras de Proserpina.
[L89]De la cabeza de Medusa, una de las tres Gorgonas muertas por Perseo, ya conocemos su virtud de petrificar a aquellos que miraba, incluso después de ser cortada por el héroe.
[L90]Las furias han hecho mal en no tomar venganza de los humanos que intentaron entrar vivos en el Infiemo, como Teseo, que junto con Piritoo intentó rescatar a Proserpina siendo hecho prisionero y posteriormente rescatado por Hércules (Eneida, VI).
[L91]Muchas son las interpretaciones a las que se ha prestado la alegoría de la cabeza de Medusa: la herejía, la desesperación, el miedo, o los bienes terrenos, que endurecen el corazón del hombre. Dada la oscuridad que Dante mismo confiere al pasaje, no han faltado interpretaciones relacionadas con el ocultismo. Pero es posible que, en el fondo, la cuestión, de tan ambigua, carezca de interés.
[L92]A raíz de ser encadenado por Hércules, al que intentó impedir su entrada en el Hades (Eneida, VI, 392‑93).
[L93]En Arlés y en Pola, ciudad del norte de Italia, junto al golfo de Carnaro, existían gran número de sepulturas de la época romana.
[L94]130‑131 En cada sepulcro se encuentra el jefe de una recta herética y sus seguidores, sometidos a mayor o menor castigo en razón de la gravedad de sus doctrinas. En efecto, como bien sabemos, el castigo de los herejes en el mundo, no sólo en el Infierno, era el ser quemados en la hoguera.
[L95]Es decir, después del Juicio Final.
[L96]Epicuro (342‑270 a.C.) es el jefe de la escuela epicúrea, tan mal entendida por la posteridad, y que, en efecto, proclamaba la mortalidad del alma. Esta última fue seguida en la Edad Media por muchas sectas y estuvo particularmente extendida entre los gibelinos, o al menos eso afirmaba la propaganda güelfa. Esto explica los personajes que escoge Dante para ilustrar este círculo.
[L97]El de saber si en aquel lugar había paisanos suyos.
[L98]Farinata degli Uberti, por quien Dante ya preguntó a Ciacco (Infierno, VI), fue uno de los más importantes personajes de la Florencia del siglo XII. Fue uno de los jefes de la facción gibelina y expulsó a los güelfos en 1248, fue expulsado por éstos en 1258, y tras el triunfo gibelino de Monteaperti volvió a expulsar a sus rivales en 1260, oponiéndose a la destrucción de la ciudad que proponían otros jefes gibefinos. Murió en 1264. Dante hace de él una figura inolvidable y grandiosa en medio de su tormento.
[L99]Cavalcante dei Cavalcanti, padre de Guido Cavalcanti, el gran poeta amigo de Dante y jefe de filas del dólce stil novo, pertenció a los güelfos y era bien conocida su confesión epicúrea.
[L100]Es posible que Guido no hubiese tenido gran admiración por Virgilio, pero algún comentarista piensa que a quien Guido desprecia fue a Beatriz, es decir, a la teología, pues sostuvo ideas cercanas al ateísmo. Esta es la versión que hemos elegido; si, en cambio, optáramos por la primera, podría leerse: «quien allá aguarda por aquí me lleva; / vuestro Guido, tal vez, desdén le tuvo». La versión original dice: «colui ch' attende là, per qui mi mena / forse cui Guido vostro ebbe a disdegno». Como vemos, la interpretación depende del valor que demos a «cui»
[L101]Guido murió pocos meses después del supuesto viaje infernal, en el otoño de 1300. Esto explica las palabras de Farinata en v. 103.
[L102]No pasarán cincuenta meses lunares, de abril de 1300 a junio de 1304, sin que sepa Dante lo duro que es para un exiliado intentar el regreso a su patria. En efecto, Dante, desterrado en 1302, intentó regresar a Florencia por la fuerza inútilmente, antes del verano de 1304.
[L103]Los Uberti fueron excluidos de la paz firmada en 1280 entre las facciones florentinas. En el solar de sus torres abatidas por güelfos, surgirá la actual Piazza del Popolo, símbolo del bando popular.
[L104]La batalla de Monteaperti, a la que ya hemos aludido, el 4 de septiembre de 1260 entre sieneses y gibelinos florentinos contra güelfos que resultaron derrotados por completo.
[L105]97‑99 En efecto, Farinata conoce el futuro de Dante, pero Cavalcante ignora la suerte de su hijo Guido.
[L106]Es decir, tardó en contestarles porque se extrañó de que no conociese que Guido aún vivía.
[L107]Federico II tuvo, en efecto, una gran fama de epicúreo entre los cronistas de la época y al parecer afirmaba que el hombre nada es después de exhalar el último aliento. Fue también amigo de musulmanes, y excomulgado por Roma.
[L108]Ottaviano degli Ubaldini, obispo de Bolonia a los 26 años, desde 1240 a 1244, y posteriormente cardenal, murió en 1275, aunque combatió a Federico II y a Manfredo, debió ser gibelino en el fondo. Fue notable por su riqueza y su cultura y muy odiado por los güelfos de Florencia.
[L109]Naturalmente, Beatriz.
[L110]El papa Anastasio II (496‑98), según una tradición no comprobada, aceptó las doctrinas de Fotino de Tesalónica, que negaba el nacimiento divino de Cristo.
[L111]Aquí comienza la descripción de la geografía y la estructura moral del Infiemo dantesco. Espero que el lector no encuentre demasiadas dificultades para hacerse una idea del mismo. Tres son los círculos infernales que restan: el séptimo está dividido a su vez en tres recintos: el primero castiga a los violentos contra el prójimo; el segundo, a los violentos contra sí mismos; y el tercero, los violentos contra Dios y sus designios: blasfemos, homosexuales y usureros.
Como veremos, el octavo círculo llamado Malasbolsas es donde se castigan las muy diversas formas de fraude. En el noveno, por fin, se condenan las diversas formas de traición.
[L112]La bíblica Sodoma, destruida a causa de sus pecados (ver XVIII‑XIX) da nombre a la homosexualidad; Cahors, ciudad francesa famosa por los usureros.
[L113]La Ética de Aristóteles.
[L114]Los pecados que se castigan en los primeros círculos son aquellos causados por la incontinencia, no por la maldad. Tienen un alcance individual y no colectivo y por ello merecen un castigo más leve, aunque no por ello menos eterno.
[L115]En efecto, las palabras de Aristóteles en las que se basa este pasaje se encuentran al comienzo de su Física.
[L116]La naturaleza actúa imitando a Dios y el hombre siguiendo a la naturaleza.
[L117]Traducido libremente, pero conservando la idea que Dante quiere expresar, siguiendo las palabras de Génesis, III, 19: «Comerás el pan con el sudor de tu frente.» El verso original es «... convene / prender sua vita ed avanzar la gente».
[L118]El usurero, en efecto, busca su sustento en el préstamo de dinero, lo que contradice el mandato divino.
[L119]Nos hallamos en el amanecer del nuevo abril, cuando la constelación de Piscis surge sobre el horizonte, y la Osa Mayor se encuentra en la dirección del Coro o viento del nordeste.
[L120]Dante parece referirse a una región entre Verona y Trento llamada Slavini di Marco, para describir la pendiente entre el sexto y el séptimo círculo.
[L121]El Minotauro, que concibió Pasifae, mujer de Minos, rey de Creta, de un toro del que se había enamorado por instigación de Neptuno, para lo cual hizo que el arquitecto Dédalo le fabricase una vaca artificial.
[L122]El Duque de Atenas es Teseo, que mató al Minotauro encerrado en el laberinto, gracias a la ayuda de la princesa Ariadna, poniendo así fin al tributo humano que los atenienses debían pagar al rey de Creta.
[L123]Esta ruina se produjo cuando Cristo murió y, según Mateo, XXVII, 51, tembló la tierra. La gran presa alude a la posterior bajada de Cristo a los infiernos ya comentada en Infierno, IV. Virgilio, en efecto, en su primer viaje, pudo ver aún intacto este lugar.
[L124]Virgilio sigue aquí la doctrina de Empédocles que sostenía que el cosmos se mantenía por la discordia de los cuatro elementos, y que el amor entre ellos los llevaría a mezclarse y regresar al caos primigenio. Virgilio creyó que aquel terremoto pudiera ser la vuelta a dicho caos.
[L125]Se trata del río Flegetonte, que ya había descrito Virgilio en la Eneida.
[L126]Los centauros, con su doble naturaleza humana y equina, representan las fuerzas de la violencia ciega, al igual que Minotauro.
[L127]Neso se enamoró de Deyanira, esposa de Hércules, a la que ayudaba a vadear un río sobre su grupa, a intentó violarla, por lo cual Hércules lo mató con sus flechas.
[L128]Quirón no era hermano del resto de los centauros y fue maestro y educador de Aquiles y otros héroes griegos. Destacaba entre los otros por su sabiduría y prudencia.
[L129]Folo fue uno de los centauros que intentaron violar a las mujeres de los lapitas en las bodas de Piritoo a Hipodamia.
[L130]Alejandro de Macedonia, o acaso Alejandro, tirano de Fero, en Tesalia (siglo IV a.C). El otro tirano es Dionisio el Viejo, tirano de Siracusa (431-367 a.C.)
[L131]Ezzelino III da Romano (ll94‑1259), señor de Verona, Padua y Vicenza, fue durante muchos años tirano en la Marca de Treviso y fue el principal sostenedor de la causa gibelina en el norte de Italia.
[L132]Obiao II de Este, señor de Ferrara, fue muerto al parecer por su hijo bastardo Azo VII.
[L133]En este círculo Virgilio aconseja a Dante que escuche las palabras del
centauro que le serán de más provecho que las suyas.
[L134]Guido de Monforte mató en una iglesia de Viterbo a Enrique, sobrino que dio
del rey Eduardo I de Inglaterra, para vengar la muerte injusta que este último fue
había dado a su padre. El corazón del príncipe fue trasladado a su patria y colo‑ cado en una copa que sostenía una estatua en la abadía de Westminster. El hecho ocurrió en 1271 y Guido murió prisionero en Sicilia dieciséis años después.
[L135]Atila es, por supuesto, «El Azote de Dios»; jefe de los hunos, muerto en 453.
[L136]Pirro es acaso un hijo de Aquiles de quien habla VirgiLo en Eneida, II que dió muerte a Polixena, hija de Hécuba, sobre la tumba de su padre. Sexto hijo de Pompeyo, que manchó con su crueldad la memoria respetada de su padre.
[L137]Raniero de Cornetto y Ranier Paso fueron dos nobles de baja condición que se dedicaron al bandidaje en la Toscana.
[L138]Confines de la Maremma toscana.
[L139]Las arpías, hijas de Taumante y Electra, tenían cuerpo de pájaro y rostro de mujer. Virgilio en Eneida, III, las colocaba en la isla de Estrófade, de donde echaron a los troyanos de Eneas, ensuciando la mesa en que comían.
[L140]Este juego de palabras parece inspirado en el estilo cancilleresco, o diplomático, en el que fue muy experto el personaje que conoceremos a continuación y debe tener, por ello, un carácter paródico.
[L141]Escondida detrás de los árboles, naturalmente, y no que fuesen los árboles mismos.
[L142]Para este episodio, Dante se inspira de nuevo en Virgilio, Eneida, III. De igual manera lo recogerá T. Tasso en su Gerusalemme Liberata.
[L143]Pier della Vigna, nacido en ll80, poeta y protonotario de Federico II. Fue el más íntimo de sus mensajeros reordenando toda la legislación del estado en 1231. En 1248 perdió la gracia del emperador y fue encarcelado acusado de traición dándose la muerte en 1269, rompiéndose la cabeza contra el muro.
[L144]La envidia de los cortesanos fue, según el diplomático, la causante de su desgracia junco al emperador.
[L145]Aparecen ahora otros dos condenados, no como suicidas, sino como dilapidadores de sus bienes (ver Infierno, XII). Se trata de Ercolano Maconi de Siena miembro de la cofradía de dilapidadores de la que Dante hablará en Infierno, XXIX que murió en la batalla de Toppo contra los aretinos en 1287; y de Giacomo de Sant Andrea, riquísimo noble de Padua que gastó su fortuna de una manera escandalosa, llegándose a contar que arrojaba monedas a los peces.
[L146]El suicida cuya alma se ha transformado en este arbusto es un florentino de difícil localización; acaso un tal Rocco dei Mozzi.
[L147]Florencia, según cuenta Dante en varias ocasiones, había estado puesta en la antigüedad bajo el patronato de Marte, a quien estaba dedicado el templo que luego sería transformado en el Baptisterio de San Juan, que pasaría a ser el nuevo patrono de la ciudad. En venganza de ello, Marte no deja de enviar castigos a la ciudad, y aún más enviaría de no ser porque en el Ponte Vecchio aún quedaban vestigios de una estatua suya rescatada del fondo del río. Dicha estatua al parecer, estaba dedicada en realidad al rey ostrogodo Teodorico (Paraíso, XVI, 26).
[L148]Según la leyenda, Atila habría destruido Florencia para reconstruir Fiesole y vengar así al romano Catilina. Pero al parecer se confundía a Atila con el ostrogodo Totila, que asedió la ciudad en 542.
[L149]Nos encontramos ahora, y en los dos siguientes cantos, en el segundo recinto del círculo séptimo, donde se castiga a los violentos contra Dios en un arenal ardiente sobre el que cae una incesante lluvia de fuego: blasfemos, que yacen boca arriba; homosexuales, caminando sin tregua; y usureros, sentados.
[L150]Lo cuenta Lucano en Farsalia X, 382 y ss.
[L151]Dante unifica aquí dos hechos que cuenta la apócrifa Epístola de Alejandro a Aristóteles: una nieve copiosísima, que los soldados debían pisar para fundirla; y una lluvia de fuego.
[L152]Se trata de Capaneo, uno de los siete reyes que lucharon contra Tebas en ayuda de Eteocles. Blasfemando contra Júpiter y el resto de los dioses nos lo presenta Estacio en Tebaida, X, 738 y ss.; 897 y ss.
[L153]52‑57 Los Gigantes habían intentado expugnar la morada de los dioses, dándose una gran batalla entre unos y otros hasta ser precipitados, por los rayos que Vulcano fabricaba para Júpiter, al valle de Flegra, en Tesalia. Volveremos a ello en Infierno, XXXI.
[L154]Se trata nuevamente del Flagetonte.
[L155]Fuente termal cercana a Viterbo, donde según la costumbre se bañaban las prostitutas.
[L156]Las puertas del Infiemo.
[L157]Alude a Satumo, bajo cuyo reinado tuvo lugar la paradisiaca Edad de Oro.
[L158]Rea o Cibeles, mujer de Saturno, escondió de éste a su hijo Júpiter, para que no lo devorase como había hecho con el resto de sus hermanos, en la isla de Creta. Allí ordenó que cuando el niño llorase, los habitantes prorrumpieran en gritos, para que Saturno no se diera cuenta de la presencia de quien posteriormente habría de derrotarle.
[L159]Es muy posible el recuerdo de la visión de Nabucodonosor en Daniel, III. En este pasaje, como en aquél, la estatua del Viejo debe representar la historia de la humanidad: la estatua vuelve la espalda a Damiata, en el Oriente, de donde vino la civilización; y mira a Roma, que es la meta espiritual del hombre. El pie de barro es el poder espiritual y el otro el temporal. El oro señala una época de inocencia primigenia; la plata y el cobre no señalan ninguna época concreta, sino dos sucesivas etapas de corrupción. Existen, como el lector podrá suponerse, muchas otras interpretaciones.
[L160]Las culpas del hombre tras la pérdida de la pureza originaria dan forma a los ríos infemales, de los que ya conocemos tres: Aqueronte, Estigia y Flegetonte.
[L161]Es, como veremos, el río del noveno círculo.
[L162]Dante no ha caído en la cuenta de que el Flegetonte fuera el río de sangre que ha contemplado en los cantos precedentes: el Leteo nos lo encontraremos en la cima del Purgatorio (Purgatorio, XXVIII).
[L163]El Brenta es el río que riega Padua.
[L164]Al parecer, territorio del ducado de Carintia, en Austria.
[L165]Se trata de un grupo de pecadores contra la naturaleza, es decir, de homosexuales que no siguen las leyes naturales de la procreación. Este primer grupo, en el que Dante encontrará a Bruneto Latino, está formado por gente de Iglesia y de letras; en el canto siguiente encontrará un segundo grupo de hombres dedicados a la polltica.
[L166]Bruneto Latino nació en Florencia alrededor de 1210. Perteneció al partido güelfo y ocupó importantes cargos políticos, entre ellos el de embajador ante Alfonso X de Castilla, aparte de su dedicación a la tarea filosófica. Exilado en Francia tras la batalla de Monteaperti, escribió allí su libro Tresor en francés. Regresó a Florencia donde debió mantener relaciones cordiales con el joven Dante y murió en 1293, rodeado de prestigio entre sus contemporáneos. Con Bruneto se abre en Florencia la gloriosa sucesión de políticos humanistas, que supieron conciliar la vida de acción con la especulación intelectual, contribuyendo así a dar gloria a la ciudad. Como vemos por el pasaje, Dante conservaba por él una enorme admiración y cariño. El colocarle a pesar de ello en este círculo de condenados, da cuenta del rígido sistema moral con el que Dante concibe su Comedia.
[L167]El pueblo de Florencia, que parecía conservar de sus legendarios orígenes fiesolanos la dureza del monte en que esta ciudad está colocada.
[L168]Güelfos y gibelinos, que se disputarán el apoyo del poeta.
[L169]Se refiere a las palabras de Ciacco en Infierno, VI, cuya explicación espera obtener de Beatriz.
[L170]Prisciano de Cesarea fue un gramático latino que enseñó en Constantinopla a comienzos del siglo VI, y tuvo una gran influencia en el Medioevo, pero es posible que Dante lo confunda con el hereje Prisciliano, a cuya secta, como a tantas otras, se acusaba de sodomía, o a un Prisciano que enseñó en Bolonia en el siglo XIII, lo cual parece más probable, dado que Dante sólo cita aquí personajes contemporáneos.
[L171]Francesco D'Accorso fue profesor en la universidad de Bolonia y posteriormente en Oxford, donde fue llamado por Eduardo I, murió en 1293, con una gran fama de jurisconsulto.
[L172]Andrea dei Mozzi fue obispo de Florencia, de donde fue trasladado por el papa a la sede de Vicenza, sobre el río Bachiglión, donde murió en 1296. Aparte de sodomita, no debió ser un hombre de mucho juicio a juzgar por los antiguos comentaristas.
[L173]«Il Tessoretto» es un poema didáctico escrito en lengua vulgar, elogiado por Dante; los Livres du tresor; escrito en francés, es una gran enciclopedia de saber medieval.
[L174]Era una carrera pedestre típica de las fiestas de las ciudades italianas. El «Lienzo verde» era la bandera con que se premiaba al ganador, mientras que el que llegaba el último era premiado con un gallo y un guante.
[L175]Para algunos comentaristas Dante alude a los luchadores grecorromanos, mas para otros, a las prácticas de los juicios de Dios de la Edad Media En todo caso, la imagen de estos tres nobles florentinos, desnudos y agarrados dando vueltas, no puede ser más humillante para su dignidad.
[L176]36‑39 Guido VI Guerra fue un nobilísimo capitán de los güelfos florentinos, famoso por su valor y sus hechos de armas; en 1255 fue el general de los güelfos que derrotaron a los gibelinos de Arezzo, después de haber sido nombrado benefactor de la Iglesia por el pontffice Inocencio IV. Exiliado tras Monteaperti, volvió a Florencia en 1267 y murió en 1272. Fue, en efecto, nieto de Gualdrada dei Ravignani, mujer considerada un modelo de virtudes domésticas, pues en ll70 se había negado a dar un beso de bienvenida al emperador Otón IV. Gualdrada era a su vez, lejana parienta de los Alighieri, pues una hermana suya casó con Alighiero, hijo de Cacciaguida y fue, por tanto, bisabuela de Dante.
[L177]Tegghiaio Aldobrandi degli Adimari, podestá de Arezzo, y ya muerto en 1267, aconsejó a los florentinos que no atacasen a los sieneses, con lo que hubieran evitado la derrota de Monteaperti.
[L178]Jacoppo Rusticucci, también güelfo y contemporáneo de los anteriores, debió estar desposado con una mujer de muy mal carácter, que justificaría sus prácticas homosexuales.
[L179]También Bocaccio habla en el Decamerón (I, 8) de este noble y virtuoso florentino muerto cerca de 1300, y por tanto acabado de llegar al Infierno.
[L180]La gente de los alrededores de Florencia ha invadido la antigua ciudad, donde se enriquece súbitamente (ver las palabras de Cacciaguida en Paraíso, XVI).
[L181]Dante compara la caída del río infemal Flegetonte del séptimo al octavo círculo con la cascada del Montone, río de Romagna, que cae desde el Apenino antes de unirse con el Po, cerca de un gran monasterio benedictino donde debería ser recibido por mil monjes, pero que ahora se encuentra despoblado.
[L182]Esta cuerda que Dante lleva ceñida y con la que pensó vencer a la onza, símbolo de la lujuria, es el cordón que se ceñían los miembros de la orden tercera franciscana, es decir, los laicos que, como Dante debió hacer, seguían la regla de San Francisco. Tras haber dejado atrás todos los círculos donde se purga la lujuria, Dante ya no necesita este símbolo de la castidad, y Virgilio la usa para llamar con ella a Gerión, como veremos más adelante.
[L183]«Comedia» no como título de la obra, sino como descripción genérica en oposición a «Tragedia», pues, como Dante escribe, empieza mal y concluye bien.
[L184]Gerión, monstruo con cuerpo de serpiente y rostro humano, es el símbolo del fraude según Virgilio (Eneida, VIII, 202) y otros antiguos, Gerión es un rey famoso por su crueldad, que Hércules mató en uno de sus doce trabajos.
[L185]Aracne, a quien ya veremos en Purgatorio, XII, es la famosa princesa que desafió a Atenea a medir su arte como tejedoras, y convertida en araña por la diosa ganadora (Metamorfosis, VI).
[L186]45‑63 Se trata de los condenados por el pecado de la avaricia, a quienes describe por medio de sus escudos de armas. El poeta nos presenta en primer lugar . un miembro de la familia Cianfigliacci, güelfos de Florencia; y de los Obriachi, ambién florentinos.
[L187]Tal vez Reginaldo Scrovegni, de Padua, cuyo hijo encargó a Giotto los frescos de la capilla de la Arena, levantada en satisfacción de la avaricia de su padre.
[L189]Giovanni dei Buiamonti, florentino, como los primeros, murió en 1310, es decir, que aún lo esperan en el Infierno.
[L190]107‑109 Faetón a Ícaro, como bien sabemos, son dos ejemplos, consagrados por la tradición, de caídas trágicas, el uno del carro del sol, que conducía, y el otro al deshacerse sus alas de cera.
[L191]A partir de este canto Dante va a narrar su viaje por el círculo octavo, el más extenso de todos, que recibe el nombre de Malasbolsas (en el original «Malebolge»), que está dividido en diez bolsas o valles circulares, concéntricos, donde se castigan los diferentes tipos de fraude, y tan separado del círculo de los violentos que se precisa de Gerión para pasar de uno al otro. Los diferentes valles están unidos por escollos a manera de puentes. El lector no se debe extraviar por este pasaje, que Dante se esfuerza en describimos tan detalladamente.
[L192]Es el círculo noveno.
[L193]El primer valle de Malasbolsas es el que castiga a los seductores.
[L194]En efecto, tal ordenación del tráfico de pergrinos fue adoptada en Roma en el jubileo de 1300.
[L195]Venedico Caccianemico dell' Orso, violento noble de Bolonia, parece que favoreció los amores de su hermana Ghisolabella con Azzo VIII de Este, señor de Ferrara, para ganar su amistad.
[L196]En dialecto boloñés ‑ciudad situada entre los ríos Savena y Reno- «sipa» equivale al verbo «sia», que sirve como afirmación.
[L197]Jasón, jefe de los Argonautas en busca del vellocino de oro, sedujo a la princesa Hipsipila o Isifile, en la isla de Lemmos, donde las mujeres habían dado muerte a todos los varones, menos al rey Toante, gracias a la astucia de su hija. Posteriormente Jasón abandonó a la muchacha. Lo relata Estacio en Teaida, V.
[L198]Jasón había seducido primeramente a Medea, hija del rey de la Cólquide, a quien abandonó para casarse con Creusa, hija del rey de Corinto.
[L199]Nada sabemos de este noble luqués, salvo que vivía en 1295.
[L200]En el original «zucca».
[L201]Tais, cortesana ateniense, es un personaje de la comedia de Terencio Eunuco, pero aquí Dante parece confundir dos pasajes distintos de la misma comedia a través de un texto que cita Cicerón.
[L202]Simón es, según Hechos de los Apóstoles, VIII, el mago de Samaria que, una vez bautizado, quiso comprar a Pedro y Juan el don de transmitir el Espíritu Santo, con la imposición de las manos, como ellos hacían. Por él se llama «simonía» a la compra de cargos eclesiásticos u otras cosas sagradas.
[L203]El baptisterio de Florencia estaba provisto de unos pozos donde se efectuaba antiguamente el bautismo por inmersión.
[L204]19‑21 El hecho acaeció siendo Dante prior de Florencia, y acaso levantó algunos malévolos comentarios entre sus enemigos, acusándole de sacrilegio.
[L205]Era el suplicio llamado «propagginazione», que consistía en introducir al condenado en un hoyo que se recubría de tierra, a fin de asfixiarle; cuando se llegaba a la altura de la boca se detenían un momento para la confesión del reo.
[L206]52‑87 Quien habla es Nicolás III Orsini, papa desde 1277 a 1280, que está esperando a Bonifacio VIII, con el cual confunde a Dante y que no llegará a empujarle más al fondo hasta 1303, siendo a su vez hundido por el francés Clemente V en 1314. La fama de simoniaco de este último fue proverbial en la época, y con él comenzó la residencia de los papas en Avignon y tuvo lugar la horrible persecución de los templarios por deseo de Felipe IV el Hermoso.
A sus relaciones con este rey aluden los siguientes versos, cuando compara al papa con Jasón, sumo sacerdote de los hebreos, y al rey francés con el Antioco de Siria, que según Macabeos (IV, 7‑26) ofreció a aquél su cargo de sacerdote a cambio de dinero.
[L207]Matías fue elegido tras la muerte de Jesús para completar el número de doce apóstoles que había dejado libre la traición y muerte de Judas (Hechos, I).
[L208]Se decía que Nicolás III había conspirado por dinero contra Carlos de Anjou, dando lugar a las famosas «Vísperas sicilianas».
[L209]Se refiere al pasaje de Apocalipsis, XVII, en que San Juan ataca a la Roma pagana y a Dante le sirve para aludir a la Iglesia corrompida de su tiempo.
[L210]De nuevo la Iglesia, pero esta vez armada con los cuernos de los Mandamientos y los siete sacramentos.
[L211]Alude Dante a la supuesta cesión que del dominio de Roma hizo Constantino al papa Silvestre tras su conversión, y que se tenía como el fundamento real del poder temporal del papa. Hasta el siglo XV esta cesión fue tenida por histórica, hasta que Lorenzo Valla demostró científicamente que carecía de todo fundamento.
[L212]«Perlesía» es parálisis.
[L213]29‑30 En el original: «chi a piu scellerato the collui, / che al giudicio divin passion porta?». Algunos comentaristas refieren estos versos no a los condenados, por adivinos, sino a los que, como Dante, se apenan de sus cuitas, con lo que podríamos traducir. «¿Quién es más criminal que fuera ése / que del juicio divino se apenara?»
[L214]Anfiareo, uno de los siete reyes que combatieron contra Tebas, había huido anteriormente de la lucha, pues sus dotes adivinatorias le hablan predicho que moriría en ella, hasta que se vio obligado a combatir de nuevo por la traición de su esposa Erifile (Purgatorio, XII). Fue entonces cuando la tierra se tragó su carro, provocando la burla de los tebanos (lo cuenta Estacio en Tebaida, VII).
[L215]Tiresias es el más conocido de los adivinos de la antigüedad, sobre todo por su participación en los episodios del ciclo tebano correspondiente a la historia de Edipo. Ovidio cuenta en Metamorfosis (III, 324‑31) que habiendo separado con su vara a dos serpientes que copulaban, fue convertido en mujer durante siete años, hasta que volvió a encontrar a la misma pareja de serpientes y las volvió a separar.
[L216]Aronte fue un arúspice etrusco llamado a Roma durante la guerra civil, y según Lucano (Farsalia, I) predijo la victoria de César.
[L217]Manto fue hija de Tiresias. Tras la caída de Tebas, para huir de Creonte, llevó una vida errante hasta aposentarse, como leemos, en el lugar sobre el que más tarde sería fundada Mantua, llamada así en honor suyo.
[L218]Los obispos de Trento, Verona y Brescia, cuyas sedes confluían en dicho sitio, sobre cuya exacta localización no se ponen de acuerdo los comentaristas.
[L219]Peschiera, fortaleza de Verona contra Bérgamo y Brescia en la orilla sur del lago de Garda, y junto a dicha ciudad nace el río Mincio.
[L220]Sin hacer ningún tipo de rito mágico, como era costumbre en la remota antigüedad. Según Virgilio (Eneida, X), su ciudad natal fue fundada por Ocno, hip del río Tiber y de la propia Manto.
[L221]95‑96 Piamonte dei Bonacolsi arrebató con engaños la señoría de Mantua a Alberto da Casoldi y gobernó la ciudad de 1272 a 1291.
[L222]Euripilo fue un adivino griego en la época en que todos los varones partieron a la guerra de Troya, y junto con Calcante aconsejó el momento propicio para que partiera la flota congregada en Aulide. El pasaje al que alude Virgilio es Eneida, II, ll3‑53.
[L223]ll6‑ll8 Miguel Escotto fue astrólogo de Federico II, al igual que Guido Bonati. Asdente de Parma era zapatero y adivino, y ya lo cita Dante con ironía en Cornvivium, IV‑XVI, 6.
[L224]Dante alude genéricamente a las brujas, muy perseguidas en su tiempo.
[L225]Todavía hay quien ve en las manchas de la luna la figura de un hombre cargado con un haz de leña. Hemos de suponer que nos encontramos a las seis de la mañana del nueve de abril.
[L227]Santa Zita es la patrona de Lucca, de donde este condenado era magistrado («anziano»).
[L228]Bonturo Dati, jefe de la facción popular de Lucca a comienzos del siglo XIV, fue considerado como el mayor de los estafadores, especialmente amañando elecciones políticas. Como veremos, los demonios nunca hablan en serio.
[L229]«Ita» es «sí» en latín.
[L230]48‑49 Una antigua talla de Cristo, supuestamente obra de Nicodemo, se veneraba en la iglesia de San Martín de Lucca, cerca de la cual cruza el río Serquio.
[L231]94‑96 En efecto, Dante estuvo presente en la rendición de los pisanos de la plaza de Caprona en 1289, asediada durante ocho días por los güelfos de Florencia y de Lucca.
[L232]En el original «Scarmiglione».
[L233]Se refiere a la bajada de Cristo a los infiemos, como ya hemos visto en otros pasajes.
[L234]Los nombres originales de estos demonios que envía Malacola (Malacoda) son: Alichino, Calcabrina, Cagnazzo, Barbariccia, Libicocco, Draghignazzo, Ciriatto, Graffiacana, Farfarello y Rubicante.
[L235]En efecto, Dante participó en las correrías militares de los florentinos por tierras de Arezzo, tras la batalla de Campaldino en 1289.
[L236]Se trata de un dicho popular. «In chiesa coi santi e in taverna coi ghiottoni», que invita a adaptarse a todo tipo de circunstancias, como ahora a la compañía de los demonios.
[L237]Era creencia vulgar de la época que los delfines avisaban a los marineros de la cercanía de una borrasca.
[L238]Ciampolo de Navarra, de quien apenas sabemos más que lo que el mismo Dante relata.
[L239]El rey Teobaldo de Navarra reinó de 1253 a 1270.
[L240]Fray Gomita de Cerdeña, vicario de Ugolino Visconti, fue juez de la ciudad sarda de Gallura de 1275 a 1296, donde se dejó corromper por los enemigos pisanos del Visconti, a los que había puesto en prisión.
[L241]Miguel Zanque, también sardo, casó con una hija de Branca Doria, el cual le mató a traición (Infierno, XXXIII, 137).
[L242]Cuando algún condenado sale a la superficie y ve que no hay demonios cerca avisa a los otros para que salgan.
[L243]Dante parece aludir a una fábula que puede resumirse de este modo: una rana quería ahogar a un ratón fingiendo ayudarle a pasar un río; en el momento en que está tirando del roedor aparece un halcón que se lo lleva por los aires, y a la rana con él, pues se encuentra agarrada a éste.
[L244]Pintada por sus ropas, pues los hipócritas tienen una apariencia por fuera y otra por dentro, como veremos por su castigo. La etimologia griega de Hipócrita es «Bajo el oro» (Ypocrisis).
[L245]¿Hay una velada alusión a la hipocresía de los cluniacenses?
[L246]Los comentaristas apuntan que Federico II usaba unas capas de plomo con las que recubría a los traidores de lesa majestad y luego les sometía al fuego, pero ningún dato nos dan los documentos ni los cronistas de la época.
[L248]103‑108 Los Frailes Gozosos o Caballeros de la Gozosa Virgen María, fue una Orden militar y religiosa fundada en 1261, constituida para evitar las disensiones civiles en la Italia de la época. A esta Orden pertenecieron los boloñeses Catalano dei Catalani, güelfo, y Loderingo degli Andalo, gibelino, que tras ejercer muchos cargos públicos en diversas ciudades, fueron llamados a ocupar juntos el cargo de podestá en Florencia en 1266 con la misión de pacificar las discordias entre los bandos. Al poco tiempo la facción güelfa se levantó contra los gibelinos, destruyendo las casas de los Uberti en el barrio del Gardingo. Luego ambos abandonaron la ciudad en medio de las sospechas, no comprobadas, pero que Dante confirma, de haber favorecido secretamente a los güelfos.
[L249]ll5‑ll7 Caifás, sumo sacerdote de los judíos, aconsejó en el Sanedrín la crucifixión de Cristo con estas palabras.
[L250]121‑123 Anás y todos los que participaron en aquella reunión del Sanedrín.
[L251]Tal vez porque en su anterior bajada no se encontraba allí, o simplemente por la naturaleza del castigo.
[L252]Malacola le había asegurado que encontrarían un paso, cuando en realidad se encuentra roto, y tienen que subir trepando.
[L253]1‑3 Entre el 21 de enero y el 21 de febrero el sol entra en la constelación de Acuario y los días comienzan a alargarse.
[L254]Se refiere a la pluma con que escribe el copista, pues la escarcha copia la nieve, pero por poco tiempo, pues pronto se derrite.
[L255]El monte del Purgatorio.
[L256]No es muy seguro que sea este el Vanni Fucci que pronto conoceremos.
[L257]Todo este pasaje está tomado de Lucano, Farsalia, IX.
[L258]El desierto de Arabia.
[L259]Hierba y piedra preciosa que según los antiguos tenía el poder de curar las picaduras de serpientes, y de hacer invisible.
[L260]Ver nota a Infierno, XXV,
[L261]El mito del Ave Fénix aquí aludido es uno de los más conocidos y divulgados de la antigua mitología a través de la Edad Media. Sirvió también de alegoría de la Resurrección.
[L262]Epilepsia.
[L263]Vanni Fucci fue hijo bastardo del pistoiés Fucci dei Lauari y fue, en efecto, un hombre violento, que perteneció al bando de los güelfos negros, y cometió un robo sacrílego en la sacristía de la catedral de Pistoia, siendo castigada por ello gente inocente. Las últimas noticias que de él tenemos son de 1295, en que combatió duramente a los blancos de Pistoia.
[L264]143‑150 En 1301 los negros de Pistoia fueron expulsados de la ciudad, con la ayuda de los Cerchi de Florencia; y en 1302 los blancos lo fueron de Florencia (Dante entre ellos, como ya sabemos). Marte, como vimos en Infierno, XIII, 144, fue el primer patrón de Florencia, a la que no deja de combatir, ahora en la persona de Moroello Malaspina, jefe de los luqueses aliados de los negros.
[L265]Antiguo nombre de Pistoia.
[L266]Es un conocido signo de burla, que consiste en poner el dedo pulgar entre el índice y el corazón, dirigiendo así la mano hacia el escarnecido.
[L267]10‑12 Se pensaba que Pistoia había sido fundada por los supervivientes de la rebelión de Catilina, por lo cual sus descendientes se caracterizaban por su carácter cruel y pendenciero. Así lo pensaban al menos los florentinos, sus vecinos.
[L268]Capaneo (Infierno, XIV).
[L269]Caco era hijo de Vulcano, y es Virgilio quien le da naturaleza de medio hombre y medio animal (Eneida, VIII, 193‑305) que Dante transforma en centauro, separado de los otros debido a sus hurtos. En efecto, Caco robó fraudulentamente un rebaño a Hércules, cambiando las herraduras a las reses, para que pareciese que caminaban en dirección contraria. Hércules le dio la muerte, en venganza. Como sabernos, su nombre ha quedado en castellano para denominar a los ladrones.
[L270]Cinco son los ladrones florentinos que nos va a presentar Dante en esta bolsa infernal: primeramente Agnello dei Brunelleschi, Buoso dei Donati, Pucio dei Caligai; después, en figura de serpiente, Cianfa dei Donati, que se abalanza contra Agnello; y Francesco dei Cavalcanti, que se trasmuta con Buoso. Los cinco vivieron a finales del slglo XIII.
[L271]Las muertes de estos dos soldados del ejército de Catón, mordidos por serpientes en la campaña de Libia, la cuenta Lucano en Farsalia, IX, 761‑88: uno cayó convertido en cenizas; el otro se hinchó hasta hacer estallar la coraza.
[L272]Ovidio cuenta la tranformación de Cadmo en serpiente en Metamorfosis, IV, 563 y ss., y la de Aretusa en fuente en Metamorfosis, V, 572‑671.
[L273]Francesco dei Cavalcanti fue muerto por gente de Gaville, y cruelm vengada su muerte en sus habitantes.
[L274]Creencia común de los antiguos.
[L275]Prato, pequeña ciudad cercana a Florencia, no se contaba entre los peores enemigos de la ciudad del Amo, y sin embargo también, como ellos, desearía su ruina.
[L276]34‑36 El profeta Eliseo, que se vengó, haciendo que los devoraran unos osos salvajes, de unos muchachos que se burlaban de él llamándole calvo (2 Reyes, II, 23‑24), vio a su maestro, el profeta Elías, ascender al cielo arrebatado por un carro de fuego (2 Reyes, II, ll‑12).
[L277]Según cuenta Estacio en su Tebaida, al ser quemados en una pira los cuerpos de Eteocles y Polinice, los dos hermanos rivales, las llamas, se separaron en dos, demostrando así su odio, aun en la muerte.
[L278]Ulises y Diomedes llevaron a cabo muchas empresas juntos; Dante aquí nos recuerda la astucia del caballo de madera; el haber inducido a Aquiles a que dejara a su mujer Daidamia en Seiro y les acompañase a la guerra troyana, por lo cual la muchacha se dio la muerte; y el robo del Paladión, estatua de Palas Atenea que veneraban los troyanos, y cuya pérdida ocasionaría, como así ocurrió, la caída de la ciudad.
[L279]Se trata de uno de los pasajes más bellos de la Cantiga. Dante cuenta, de una manera bastante original, el fin del héroe homérico, por boca de éste.
[L280]La maga Circe residía en el monte Cirgello, cerca de la ciudad napolitana de Gaeta, así llamada, según Virgilio, en memoria de la nodriza de Eneas (Eneida, VII).
[L281]El Mediterráneo, más amplio que el mar Jónico.
[L282]124‑141 Ulises se atreve a sobrepasar la barrera del estrecho de Gibraltar, el límite permitido por el propio Hércules, cuando levantó las columnas con la divisa de NON PLUS ULTRA, y se interna en la inmensidad del océano Atlántico, donde, tras cinco meses de navegación y habiendo llegado a las Antípodas, se encuentra con la montaña del Purgatorio.
[L283]Perilo, fundidor griego, ofreció a Falaris de Siracusa un toro hueco de bronce, para atormentar a los condenados introduciéndolos en él y encendiendo fuego bajo el horrendo aparato de tortura. Para probarlo, el tirano mandó que el primer atormentado fuera el mismo Perilo (Ovidio, Tristia, III).
[L284]Quien habla, como veremos, es el conde Guido de Montefeltro, que requiere a Dante noticias de su patria, La Romaña. Gido nació en torno a 1220 y fue tenido como el más astuto y sagaz hombre de guerra de su tiempo. Después de una larga vida guerrera, siguiendo la facción gibelina, y en la que llegó a ser excomulgado se hizo franciscano ya en 1296 y murió dos años después.
[L285]En 1299 los tiranos de Romaña habían firmado una paz que puso aparentemente fin a sus crueles disensiones, por mediación de Bonifacio VIII.
[L286]En 1300 Rávena estaba regida por Guido da Polenta, padre de Francesca. Su escudo era un águila roja en campo amarillo, y dominaba la pequeña ciudad de Cervia.
[L287]La ciudad de Forlí se encuentra bajo el dominio de los Ordelaffi, cuyo escudo era una garra de León verde sobre campo amarillo. Entre 1281 y 1282 la ciudad sostuvo el fuerte asedio de los güelfos italianos y franceses, enviados por Martín IV.
[L288]Malatesta y Malatestino de Verruchio eran los tiranos de Rímini, y aprisionaron y dieron muerte a Montaña di Parcitade, jefe de los gibelinos de la ciudad.
[L289]Faenza a Imola, regidas por Maghinardo Pagani da Susinana, cuyo emblema es un león azul en campo blanco, que cambiaba de bando entre güelfos gibelinos con mucha frecuencia.
[L290]Casena, que pasa de ser posesión de los Montefeltro, a ser república libre.
[L291]Bonifacio VIII, que sosteniendo en 1297 una dura lucha contra la familia Colonna, cuya casa se encontraba junto a la basílica de San Juan de Letrán, mandó asediar el castillo que dicha familia tenía en Palestrina, junto a Roma; y no pudiendo tomarla por la fuerza, lo hizo mediante el engaño. No está probada la intervención del conde Guido en semejante hecho, aunque algunos cronistas lo seguran.
[L292]La última posesión cristiana en Tierra Santa, conquistada por los sarracenos en 1291.
[L293]Se trata de una leyenda muy difundida en la Edad Media. Constantino, atacado por la lepra, hizo buscar al papa Silvestre que se encontraba refugiado en el monte Siratti, junto a Roma, para huir de la persecución. Silvestre bautizó al emperador y éste quedó curado.
[L294]Referencia a la abdicación de Celestino V (Infierno, III, 60).
[L295]Promesa de perdón a quien se entregara y castigar luego a quien se rindiera confiado en sus palabras.
[L296]San Francisco, fundador de la Orden a la que perteneció el conde Guido.
[L297]Dante se va a referir en los siguientes versos a las terribles guerras que tuvieron como escenario el sur de Italia las guerras samníticas y la segunda guerra púnica (el botín de anillos hace referencia a la batalla de Cannas) y posteriormente la lucha entre el normando Roberto Guiscardo y los árabes, o bien los bizantinos, en el siglo XI; y por último, ya contemporáneas a él, la guerra entre Carlos de Anjou y la dinastía suaba.
[L298]Tito Livio, XXIII.
[L299]El puente de Ceperano, sobre el río Liri, era la puerta del reino de Nápoles: se dice que en esta ocasión los nobles napolitanos traicionaron a Manfredo, dejando el paso franco a Carlos de Anjou. Según los comentaristas, Dante alude a la batalla de Benevento.
[L300]Se trata de Erardo de Valery, que aconsejó a Carlos de Anjou fingirse derrotado y luego cayó sobre las tropas de Corradino de Suabia cuando éstas se hallaban desprevenidas.
[L301]Mahoma es el fundador del islamismo (560‑633) a quien Dante considera más como un cismático del cristianismo que como el fundador de una nueva religión.
[L302]Alí, pariente y discípulo de Mahoma (567‑660), es el fundador de una corriente cismática dentro del propio islamismo.
[L303]Dolcino da Romagnano, de Novara, fue el jefe de una famosa secta milenarista: los hermanos apostólicos, que dieron lugar a una fuerte rebelión contra la que el papa lanzó una cruzada a comienzos del siglo XIV. Hechos fuertes los rebeldes en el monte Zibello se vio obligado a rendirse en 1307, y posteriomente quemado por hereje.
[L304]El obispo de Novara, que dirigía la cruzada contra Dolcino.
[L305]Sembrador de discordias políticas en Bolonia y la Romagna, de quien poco dicen los antiguos comentaristas.
[L306]La llanura del norte de Italia; Vercelli está en el Piamonte y Marcabó en la desembocadura del Po.
[L307]Angiolello da Carignano y Guido dal Cassero fueron traicionados por Malatestino Malatesta, señor de Rímini, que les convocó a una conferencia en Católica, lugar en la costa del Adriático, entre Rímini y Pésaro. El cabo de Focara cercano a Católica, era de difícil navegación, a causa de los vientos, pero los dos nobles de Fano no necesitarán pedir una buena travesía de regreso, porque serán asesinados antes. El hecho debió de acaecer sobre 1313.
[L308]Curión, según cuenta Lucano en Farsalia, I, 280 y ss., fue un tribuno que aconsejó a César que atravesara el Rubicón, dando así lugar a la sangrienta guerra civil contra Pompeyo.
[L309]Alude ahora a los sucesos florentinos que dieron lugar a la guerra ente güelfos y gibelinos. Mosca dei Lamberti aconsejó a la familia de los Amidei que mataran a Buondelmonte Buondelmonti (1215), para vengar la ofensa que éste les había hecho al no desposar a una muchacha de la familia (ver Paraíso, XVI, 136 y ss.). Murió en Reggio en 1243.
[L310]Los Lamberti fueron exiliados de Florencia con el resto de los gibelinos en 1258.
[L311]Bertrand de Born, el famoso trovador provenzal, señor de Altaforte, vivió en la segunda mitad del siglo XII y sembró la discordia entre Enrique II de Inglaterra y su hijo primogénito, Enrique, conocido por el nombre de «El joven rey» y que murió en ll83.
[L312]Aquitofel, consejero del rey David, azuzó a Absalón a que se rebelara contra su padre (II Reyes, XV‑XVI).
[L313]Geri del Beelo, primo carnal del padre de Dante, hombre de carácter violento e incordiador, fue asesinado por un miembro de la familia Sachetti, o bien por haber dado muerte a su vez a otro miembro de dicha familia, o bien a causa de las discordias que sembró en ella. Ambas familias permanecieron enemistadas hasta 1342, en que Francesco, hermano de Dante, firmó la paz con los Sacchetti.
[L314]Bertrand de Born.
[L315]Dante cita tres lugares famosos por su condición pantanosa, y por el: propensos a enfermedades como la malaria y el paludismo: Val di Chiana es una región cercana a Arezzo; la Maremma es el litoral toscano.
[L316]Lo cuenta Ovidio en Metamorfosis, VII, 523‑657. Juno, celosa de la hija de Eaco, rey de Egina, mandó una peste que asoló toda la isla, por lo que el rey, único superviviente, rogó a Zeus que la repoblara convirtiendo en hombre a las hormigas, a lo que éste accedió.
[L317]Como veremos, se trata de Griffolino de Trezzo y de Capoccio de Siena, dos alquimistas célebres en la época de Dante.
[L318]Albero de Siena, fue al parecer hijo secreto, o protegido, del obispo de Siena e hizo condenar por herético al alquimista.
[L319]Cuatro ejemplos de la vanidad y el amor desenfrenado por el lujo de los sieneses. Stricca y Niccoló dei Salimbeni eran hermanos y fundaron, en efecto una pandilla de jóvenes y ricos dilapidadores, a la que también perteneció Caccia D'Ascian. Bartolomeo dei Faolcacchieri, llamado el Abbagliato («Alucinado»), fue hombre público de cierta importancia, y en 1278 multado por habérsele hallado borracho en una taberna.
[L320]Capoccio fue amigo personal de Dante, y era famoso tanto por sus prácticas alquímicas cuanto por sus habilidades como imitador de personas.
[L321]Juno, a causa de los celos que le causaban los amores de Júpiter y Semele, hija del rey Cadmo, rey de Tebas, causó muchas desgracias a sus habitantes (Metamorfosis, III, 253‑315).
[L322]Atamante, rey de Orcomene, desposado con Ino, hija de Cadmo, enloquecido por Juno, mató así a su hijo Learco. Ino se arrojó con la otra, Melicerta, al mar (Metamorfosis, IV, 512‑530).
[L323]Hécuba, reina de Troya, hecha esclava por los griegos tras la caída de la ciudad enloqueció de dolor tras la muerte de sus hijos Polixena y Polidoro y, según Ovidio, se convirtió en perra (Metamorfosis, XIII, 399‑575).
[L324]Gianni Schichi dei Cavalcanti, florentino, muerto antes de 1280, al que se debe la fechoría más adelante relatada.
[L325]Mirra, hija de Cinira, rey de Chipre, tomó la figura de otra muchacha para gozar de su padre, de quien estaba enamorada; huyendo de éste una vez descubierta, fue convertida en planta olorosa de Arabia (Metamorfosis, X, 298 y siguientes).
[L326]Este Buoso Donati fue tío del que hemos encontrado en Infierno, XXV,140.
[L327]Algunos estudiosos modemos le identifican con un Adam inglés, que vivía en Bolonia en 1277 y que se dedicó a falsificar florines florentinos en el castillo de Romena, en el Casentino. Los florines tenían la imagen del Bautista, patrón de la ciudad. Una vez descubierto, fue quemado en Florencia en 1281.
[L328]Los hijos del conde Guido, señor de Romena (lnfierno, XVI, 37), Guido Alessandro, Aghinolfo a Ildebrandino.
[L329]Tal vez una fuente cerca de Casentino.
[L330]La mujer de Putifar, que según Génesis (XXXIX, 6‑23) acusó a José de haberla querido forzar.
[L331]El griego Sinón, fingiendo ser perseguido por sus compañeros, convenció con sus falsas palabras a los troyanos de que introdujesen en la ciudad el caballo de madera (Eneida, II, 57‑194).
[L332]El espejo donde Narciso se rniraba es el agua.
[L333]Las propiedades de la lanza de Peleo y de Aquiles son muy conocidas en la literatura clásica y medieval, siendo muchas veces comparada al beso o la mirada de la mujer amada.
[L334]Alude al conocido episodio de Roncesvalles del cantar de Roldán.
[L335]Los gigantes están colocados alrededor de las paredes del pozo infernal, en la línea que separa el círculo de Malasbolsas, por el que sobresalen, del de Cocito, en cuyo hielo tienen los pies. Aunque Dante nombra a seis debe imaginarse acaso nueve, uno por cada puente de Malasbolsas.
[L336]Castillo sienés levantado en 1213 contra Florencia, coronado por catorce impresionantes torres.
[L337]Los gigantes que se levantaron contra Júpiter fueron derrotados en la batalla de Flegra (Infierno, XIV, 58) con los rayos fabricados por Vulcano.
[L338]La Piña de San Pedro, que al parecer había coronado el Mausoleo de Adriano, o el Panteón, se encontraba en tiempos de Dante ante la antigua basílica. Sus dimensiones eran de cuatro metros. En la actualidad se encuentra en un patio de los palacios Vaticanos que lleva su nombre.
[L339]Unos veinte metros.
[L340]Nembrot habla una lengua producto de la confusión de Babel, pues este personaje es quien mandó construir dicha torre, según la tradición patrística. Se ha buscado, sin provecho, alguna interpretación a estas palabras, que acaso nada signifiquen.
[L341]Efialte, hijo de Neptuno, intervino en la famosa batalla contra el Olimpo poniendo el monte Osa sobre el Pelión.
[L342]Briareo, hijo de Urano y de la Tierra, fue uno de los centimanos, según los clásicos, detalle que Dante prefiere suprimir en este pasaje.
[L343]Anteo, asimismo hijo de Neptuno y de la Tierra, es famoso por su combate contra Hércules, quien debía sujetarle en el aire para vencerle, pues al contacto con su madre recuperaba las fuerzas.
[L344]Anteo vivía cerca de Zama, donde fue derrotado Aníbal por Escipión, y no estuvo en la batalla de Flegra, por no haber nacido todavía (Lucano, Farsalia, IV).
[L345]Ticio fue muerto por Apolo; Tifeo, como Góngora recuerda, está sepultado bajo el Etna.
[L346]Dante puede hablar bien de ellos a su regreso a la Tierra.
[L347]La Garisenda es una torre de Bolonia, levantada en ll10 por Oddo dei Garisendi, y que aún se halla junto a la Asinelli en el centro de la ciudad. Tiene una altura de 47,51 metros y una inclinación de 2,37.
[L348]Al último circulo.
[L349]En el original, las rimas de los dos primeros tercetos intentan dar una sensación de rudeza (chiocce, buco, rocce, suco, abbo, conduco).
[L350]Al llegar la hora de describir la región más profunda del Infierno, donde se castiga en el hielo a los traidores, Dante invoca a las musas para que le ayuden en su empresa, como a Anfión, que levantó las murallas de Tebas haciendo venirlas piedras con su canto.
[L351]Los viajeros se encuentran en el primer recinto del último círculo, denominado Caína, donde se castigan los traidores a sus familiares (como Caín mató a Abel a traición).
[L352]El Tanais es el río Don para los latinos.
[L353]Monte incierto, acaso de Escandinavia o de Rusia.
[L354]Pietrapana es un monte de los Alpes.
[L355]Al comienzo del verano.
[L356]Hasta la cabeza, pues la vergüenza se manifiesta en la cara; para otros, los genitales.
[L357]Alejandro y Napoleón, hijos de Alberto de Mangona, que se mataron el uno al otro en 1282 por cuestiones políticas.
[L358]Mordec, sobrino o hijo del rey Arturo, intentó matar a éste, pero el rey lo atravesó de parte a parte de un lanzazo, dejando pasar un rayo de sol a través de la herida.
[L359]Sobrenombre de Vanni dei Cancellieri, de Pistoia, que asesinó a su primo Detto y fue un hombre cruel. Vivió en el último cuarto del siglo XIII.
[L360]Sassolo Mascheroni de Florencia dio muerte a un joven sobrino para apoderarse de su herencia. Descubierto el hecho, fue ajusticiado dentro de un tonel lleno de cuchillas al que se dio vueltas, y luego decapitado. En efecto, Dante no podia olvidar semejante castigo.
[L361]Camincione di Pazzi mató a su pariente Ubertino de una puñalada, mientras paseaban a caballo.
[L362]«Carlino hará menor mi culpa con la suya.» En efecto, este Carlino traicionó a los blancos vendiendo a los negros el castillo de Piantra Vigui.
[L363]El segundo recinto es Antenora, llamada así por Antenor, príncipe troyano, donde se castigan las traiciones a la patria, pues a dicho personaje se atribuía el haber entregado el palacio a los griegos, aunque Homero en la Ilíada le presenta como a un hombre sabio que recomienda la devolución de Helena.
[L364]Se trata, como veremos, de Bocca degli Abati, que en la famosa batalla de Monteaparti traicionó a los güelfos de Florencia, que fueron derrotados, al cortar la mano de quien llevaba el estandarte de éstos.
[L365]Buoso di Dovera, señor de Cremona, al contrario que el anterior, traicionó al partido gibelino en 1265, cuando encargado por Manfredo de detener a Carlos de Anjou se dejó comprar por éste y no le combatió.
[L366]Tesauro dei Beccheria, legado pontificio en Toscana fue acusado de conspirar a favor de los gibelinos florentinos, tras el destierro de éstos en 1258, y decapitado por los güelfos.
[L367]Gianni dei Soldanier, gibelino florentino, en 1266, durante el gobiemo de Catalano y Loderingo (Infierno, XXII), se pasó a dirigir la facción güelfa. Aún vivía en 1285.
[L368]Ganelón o Gano es el traidor en la historia de Roldán. bis Toebaldello Zambriasi, abrió Faenza a los güelfos de Bolonia, en la madrugada del 13 de noviembre de 1280, por su enemistad con la familia gibelina de los Lambertazza.
[L369]El episodio lo cuenta Estacio en la Tebaida, VIII, 740‑63: Tideo, uno de los siete reyes que atacaron la ciudad, fue herido mortalmente por Menalipo, y dando muerte a su vez a éste, mandó que trajeran la cabeza de su enemigo, que mordió rabiosamente mientras agonizaba.
[L370]Ugolino della Gherardesca, de nobilísima famifia gibelina de Pisa, se pasó al bando güelfo junto con su yerno Giovanni Visconti. Posteriormente, y tras la derrota naval de Meloria (1284) ante genoveses, tomó el poder en Pisa, que ejerció de manera tiránica, cediendo a Lucca y a Florencia una serie de castillos. Vueltos a Pisa los prisioneros de la batalla Meloria en 1288, en su mayoría gibelinos, consiguieron arrebatarle a traición el poder, bajo la dirección del arzobispo Ruggieri. Ugolino, junto con dos hijos y dos nietos, fue encerrado en una torre, en la que los cinco murieron de hambre en junio de 1288. Tal vez esté condenado en el Infierno por la traición hecha a su yerno.
[L371]Ruggieri degli Ubaldini, de familia gibelina, fue arzobispo de Pisa des‑de 1278, y tras la muerte de Ugolino dirigió los destinos de Pisa de manera que suscitó la condena del papa Nicolás IV. Murió en Viterbo en 1295. Está condenado por traicionar a Ugolino.
[L372]El primitivo nombre de la antigua torre que se alzaba en la actual plaza de los Caballeros, aludía a la muda de los pájaros.
[L373]El monte de San Julián.
[L374]Tres familias gibelinas aliadas contra Ugolino.
[L375]Anselmuccio, el más joven de los cuatro, era hijo de Guelfo, hijo de Ugolino.
[L376]Gaddo sí era realmente hijo del conde, y era ya un hombre maduro.
[L377]Como propone Borges comentando el pasaje, este verso tan debatido no alude a que el conde comiera los cadáveres de sus hijos, como, al contrario de los antiguos pensaron los comentaristas románticos, pero crea en el lector una turbia sospecha, aunque sólo pretenda decir que el conde murió de hambre, ya que no había muerto de dolor.
[L378]Islas del mar Tirreno, posesiones de Pisa.
[L379]Llama a Pisa nueva Tebas a causa de la crueldad proverbial de sus moradores (Infierno, XXVI, XXX, etc.). Uguiccione era hijo del conde; el brigada, por nombre Ugolino, era hijo de Guelfo y hermano de Anselmuccio.
[L380]Los condenados de la Tolomea (así llamada por el Tolomeo que asesinó a los Macabeos a traición), aquellos que traicionaron a sus propios amigos.
[L381]Alberigo dei Manfredi, fraile gozoso, hizo asesinar a su pariente Manfredo, a quien había invitado a comer, en el momento de traer la fruta a la mesa. Ahora ha cambiado higo por dátil, es decir, pecado por castigo.
[L382]Atropos es una de las parcas.
[L383]Branca Doria, de Génova, asesinó a su suegro Miguel Zanque (Infierno, XXII, 88), también durante un festín, para arrebatarle su posesión de Logodoro. Branca Doria murió sobre 1315, ya aparecida esta parte de la Comedia.
[L384]Personaje no localizado por los comentaristas.
[L385]Dante respeta la condena divina, y falta así a la palabra dada al traidor, traicionándole a su vez.
[L386]La de fray Alberigo, que era de Faenza, y aún vivía en abril de 1300.
[L387]Palabras de un himno religioso debido a Venanzio Fortunato (siglo IV), aquí aplicadas a las alas de Lucifer.
[L388]Se trata de la Judea, región infernal en la que se castiga a los traidores supremos.
[L389]Dite es, siguiendo a Virgilio, el demonio (Infierno, VIII).
[L390]Los comentaristas le calculan unos mil metros (Infierno, XXXI).
[L391]Nótese el parentesco de la figura infernal que pinta Dante, con las representaciones plásticas de la época. Las tres cabezas (roja, amarilla y negra) pueden considerarse como una parodia de la Trinidad.
[L392]Los tres supremos traidores son Judas Iscariote, que vendió a Cristo y sufre por ello mayor castigo; Bruto y Casio, los asesinos de César, por lo que de nuevo encontramos la alusión a los supremos poderes, espiritual y temporal: la Iglesia y el Imperio.
[L393]Como veremos, es este el momento en que pasan del hemisferio norte al hemisferio sur, pues Lucifer ocupa el centro de la tierra, y al llegar aproximadamente a su mitad, bajando, comienza a subir desde lo más profundo del otro hemisferio.
[L394]Sobre las siete y media de la mañana.
[L395]La gran seca es la tierra, cuyo punto culminante es el Calvario.
[L396]En una esfera que se corresponde con la región infernal de la Judea.
[L397]Lucifer fue arrojado del cielo por el hemisferio austral y las tierras que allí se encontraban, por miedo a él, se retiraron hacia el boreal (donde según el pensamiento de la época, se hallaban todas). Todo el hueco que sirvió para formar el embudo del Infiemo, se ha levantado en forma de la montaña del Purgatorio, justo en las antípodas del Calvario.
[L398]Como veremos en Purgatorio, XXVIII, se trata del río Leteo, que lleva hasta el Infiemo las penas olvidadas de los que se purguen en la montaña.
[L399]Las tres cantigas de la Comedia concluyen con esta misma palabra: «estrellas»
[L400]Calíope es la musa de la poesía épica, de quien Dante espera una ayuda para su canto. En el Paraíso la musa deberá ayudarle aún más. Por ello «un poco».
[L401]Las Piérides, hijas del rey Pierio de Tesalia, desafiaron a las musas a un certamen, en que fueron derrotadas por Calíope y convertidas luego en urracas por su osadía. La leyenda está en Ovidio, Metamorfosis , vv. 302 y ss.
[L402]El planeta Venus, que con su luz oculta a la constelación de Piscis. Estamos entre las cuatro y las cinco de la madrugada del ll de abril de 1300.
[L403]Se trata de la Cruz del Sur, que alegoriza las cuatro virtudes cardinales.
[L404]Los hombres de la Edad de Oro, o Adán y Eva.
[L405]La Osa Mayor
[L406]Se trata de Catón de Utica, que tiene encomendada la vigilancia del Purgatorio. Catón, enemigo de la polltica de César contra la constitución republicana, se suicidó en el 46 a.C. antes que caer en manos de éste. Dante le elige a pesar de ello y de ser pagano por sus altas virtudes morales. En todo lo que se refiere a este personaje, Dante se inspira en Lucano.
[L407]Así en Farsalia, II, 373‑4
[L408]Es decir, «me hizo que me arrodillara ante él».
[L409]«Yo vengo del mismo lugar ‑el primer círculo infernal donde se encuentran los no bautizados‑ que tu esposa Marcia.»
[L410]El Aqueronte.
[L411]El junco simboliza la humildad y acaso se encuentre en conexión con la cuerda que aparece en Infierno, XVI, y acaso con el cordón de los franciscanos.
[L412]Como veremos en el canto IX, se refiere al ángel portero de la montaña del Purgatorio.
[L413]Es decir, «me lavó la cara de toda la suciedad acumulada durante el viaje infemal».
[L414]Alusión al último viaje de Odiseo, que vimos en Inferno, XXVI.
[L415]Recordad que, según la cosmología de Dante, la montaña del Purgatorio en el hemisferio Austral que ocupan las aguas es la antípoda exacta del monte Calvario, en Jerusalén, por lo que ambas se hallan en el mismo meridiano. En el hemisferio Boreal, el de la tierra firme, Jerusalén ocupa el centro y España y la India los extremos occidental y oriental, respectivamente. La noche, pues, personificada, sale del Ganges ‑‑es decir, está anocheciendo en la India‑ con el signo de Libra, como es propio del equinoccio de primavera en el que nos encontramos. Cuando la noche «ha triunfado», es decir, en el equinoccio de otoño, «le caen» porque esta constelación no se descubre entonces por la noche.
[L416]Comienzo del Salmo CXIII, en el que se celebra la liberación de la esclavitud de Egipto.
[L417]La sorpresa de encontrar a Dante vivo en el Purgatorio hace que las almas llegadas a purgar sus culpas se entretengan indebidamente para saciar su curiosidad.
[L418]Como veremos en el v. 91, se trata de la sombra de Cassella, compositor de discutido origen toscano, que puso música a alguna de las composiciones juveniles de Dante.
[L419]No olvidemos que habla un alma, libre ahora del cuerpo tras la muerte. Con respecto a la corporalidad de las almas (antes del juicio final, en el que se reunirán con sus cuerpos verdaderos), Dante muestra muchas contradicciones a lo largo de la obra, pues si bien, como en este caso, son totalmente inmateriales, no sucede de igual manera en otras muchísimas ocasiones. (Cfr. Purgutorio, XXV, vv. 21 y ss.)
[L420]Dante pregunta a su amigo por qué si ha muerto hace mucho ha tardado tanto tiempo en venir al Purgatorio para dar comienzo a su penitencia. Cassella, como veremos, no llega a expplicar claramente el porqué.
[L421]Los muertos destinados al Purgatorio se congregan en la desembocadura del Tíber; y allí deben aguardar el tiempo que Dios decida para cada caso, antes de emprender el viaje. Cassella, sin embargo, ha podido aprovecharse del jubileo que comenzó en la Navidad anterior, tras haberle sido negado el pasaje en varias ocasiones.
[L422]Comienzo de una canción del propio Dante, que él mismo comentó en Canvivium, III. Fue compuesta no mucho después de 1294 y puesta en música por Cassella.
[L423]Reaparece Catón, como vigilante del Purgatorio. Su cruda reconvención a las almas distraídas nos pone sobre aviso de los peligros de los deleites sensuales en el camino de la salvación.
[L424]Virgilio parece disgustado por haber merecido él también el reproche de Catón por entretenerse en cosas banales. Recordad el episodio en Infierno, XXX, en que es el latino quien reprocha a Dante el entretenerse con naderías.
[L425]La prisa, al igual que el reírse o cualquier otra desmesura, va contra el decoro que deben guardar las personas nobles y sabias.
[L426]En el recuerdo de su amigo Cassella o en el reproche de Catón.
[L427]El Purgatorio es la montaña más alta de la tierra. Dante utiliza aquí un neologismo, «si dislaga».
[L428]En efecto, si en el Purgatorio son aproximadamente las seis de la mañana, hora del amanecer, en Jerusalén son las seis de la tarde, y en Nápoles algo después del mediodía.
[L429]Virgilio, muerto en Brindisi, fue sepultado en Nápoles por orden de Augusto (Purgatorio, VII).
[L430]La razón no puede alcanzar el porqué de los designios de Dios uno y Trino, y tiene que conformarse con el «quia» (el qué) sin preguntarse por otras cuestiones inalcanzables para las fuerzas humanas sin el concurso de la fe.
[L431]40‑42 «Tú mismo has visto desear el saber aún más, sin resultado alguno, a algunos hombres de tanta altura intelectual que hubieran podido conseguirlo. Mas por haber carecido del auxilio de la fe, ahora este deseo insatisfecho les atormenta.
[L432]Se refiere ahora a sí mismo, que comparte con los filósofos de la antigüedad el lugar de los no bautizados, y la imposibilidad de ver a Dios y satisfacer sus ansias de conocimiento.
[L434]se trata de un grupo de almas de aquellos que, a pesar de haberse arrepentido de sus culpas antes de morir, se encontraban bajo la excomunión, y tienen que dar vueltas en torno a la montaña antes de iniciar su penitencia, durante un tiempo treinta veces mayor que aquel que duró la excomunión.
[L435]Se trata de Manfredo, hijo natural de Federico II y de Blanca Lancia. Debió nacer en torno a 1232 y murió cerca de Benevento en 1266, tras haber intentado asumir la herencia de su padre y haber luchado encarnizadamente contra el papado (Inocencio IV, que le excomulgó, Alejandro IV y Urbano IV) y contra Carlos de Anjou, el hermano de Luis IX, bajo cuyas tropas sucumbió el joven caudillo gibelino. La historiografía de la época trató su figura con comprensible disparidad según sus opiniones políticas, pero casi todos coinciden en su atractivo y su nobleza. Dante, obviamente, se muestra muy favorable al personaje, al que atribuye un arrepentimiento salvador antes de la muerte, cosa que no hace, en cambio, con su padre, Federico II.
[L436]Esposa de Enrique VI de Alemania (hijo de Federico Barbarroja); fue la madre de Federico II.
[L437]Su hija, también llamada Constanza, fue esposa de Pedro III de Aragón, de quien tuvo a Federico, rey de Sicilia, y a Jaime II, que le sucedió en la corona peninsular.
[L438]Bartolomé Pignatelli, obispo de Cosenza.
[L439]Clemente IV, papa desde 1265 hasta 1288.
[L440]Manfredo va a referirse en los siguientes versos a la no comprobada leyenda acerca de su muerte. Según ésta, su cuerpo enterrado fuera de lugar sagrado fue cubierto de grandes piedras que arrojaron sus barones, hasta que el obispo mandó trasladarlo fuera de su territorio, por ser éste de jurisdicción eclesiástica, y lo mandó enterrar cerca del río Verde, en el confín de la comarca.
Manfredo quiere decir que si el obispo hubiese leído atentamente el pasaje evangélico (Juan, VI, 37) sobre el arrepentimiento, no hubiese obrado de esta manera.
[L441]Por haber sido excomulgado.
[L442]Manfredo, y Dante por su boca, pide las oraciones de los vivos para acortar las penas de las almas del Purgatorio. Esta idea es constante en esta etapa del viaje.
[L443]Constanza, hija de Manfredo, vivió hasta 1302.
[L444]Contra las doctrinas platónicas o maniqueas.
[L445]El sol, que recorre quince grados en una hora, había subido cincuenta grados; es decir, habían pasado tres horas y veinte minutos desde el amanecer. Cuando Dante temió que Virgilio le hubiese abandonado había pasado una, otras dos mientras andaba hasta la montaña y se encontraron el grupo de los excomulgados y hablaban con Manfredo.
[L446]En este terceto Dante compara la subida a la que se ven obligados en el Purgatorio con tres de los lugares más abruptos de la geografía italiana. Sanleo está cerca de Urbino, Noli en la Liguria, Bismantova es una montaña de los Apeninos en la región de Reggio. Otros leen en lugar de «cacume»: “cumbre”, Cacume, monte del Lacio cerca de Frosinone, con lo que, aceptada esta lectura, la traducción del verso sería «se sube a Bismantova y a Cacume».
[L447]De Virgilio.
[L448]La ladera del monte tenía una inclinación mayor de 45°.
[L449]Para mirar con satisfacción el camino recorrido o tal vez porque es de buen augurio mirar a oriente para orar. Dante se vuelve hacia la playa, a oriente, y ve que el sol se alza por su izquierda, pero recordemos que se encuentran en el hemisferio austral.
[L450]«El sol salía entre nosotros y el Aquilón, es decir, el norte, al contrario que en el otro hemisferio, que sale entre nosotros y el Austro, o viento sur.»
[L451]En el original «Cástor a Poluce». Si el sol estuviese en Géminis se vería la rueda del Zodiaco girar más al norte, pero ahora el sol se encuentra en Aries.
[L452]Los fenómenos del hemisferio austral y boreal son totalmente contrarios. El camino que mal supo seguir Faetón con su carro es la eclíptica que lleva los signos del Zodiaco.
[L453]El círculo que divide en dos el cielo cristalino es llamado en astronomía Ecuador y está siempre entre el sol y el invierno, porque cuando el sol está en Capriconuo es inviemo en el hemisferio norte, y cuando está en Cáncer lo es en el hemisferio sur.
[L454]Antes de la diáspora.
[L455]Dante y Virgilio han llegado al antepurgatorio, donde se encuentran las almas de aquellos que fueron tardos en el arrepentimiento.
[L456]Se trata, como veremos, de Belacqua, llamado acaso Duccio di Banavia.
[L457]El perezoso habla irónicamente a Dante por esforzarse tanto en una estéril disquisición astronómica.
[L458]Belacqua fue tal vez un fabricante de instrumentos florentino contemporáneo de Dante, de quien debió ser conocido en su juventud de poeta trovadoresco. Se cuenta que reprochándole Dante su pereza, el indolente le contestó con palabras de Aristóteles que «sentado se adquiere la sabidurla» a lo que Dante replicó que entonces no habría hombre tan sabio como él. Según algún documento de la época, aún debía estar vivo en 1299.
[L459]Tiene que aguardar el comienzo de su auténtica purgación en el antepurgatorio como todos los tardos en arrepentirse, el mismo tiempo que estuvo con vida. No nos dice nada Dante de en qué círculo debía terminar luego su purificación.
[L460]Es ya el mediodía. Marruecos equivale al norte de Africa, donde ahora es medianoche.
[L461]Es un eco de la Eneida, VI, 554, «Stat ferrea turris ad auras».
[L462]Obviamente, ruborizándose.
[L463]El salmo L. El nuevo grupo que se acerca es uno de aquellos que fueron muertos violentamente y se arrepintieron de sus pecados en el último momento, perdonando incluso a sus verdugos.
[L464]Virgilio le insta para que no se detenga a pesar de los ruegos de aquellos que vienen a implorarle que lleve al mundo noticias de sus penas, ya que aún sigue con vida.
[L465]Arrepentidos de sus pecados, y perdonando a sus asesinos.
[L466]Se trata de Jacobo del Cassaro, de una noble familia de Fano perteneciente a la facción güelfa. Enemigo acérrimo de los Este de Ferrara, fue muerto a traición por sicarios de Azzo VIII, con la posible intervención de Malatestine de Rímini (Infierno, XXVII).
[L467]La Marca de Ancona está situada, en efecto, entre la Romaña y Nápoles.
[L468]En Padua, que se creía había sido fundada por Antenor, príncipe troyano (Eneida I, 247‑55).
[L469]El citado Azzo VIII de Este, que al parecer tenía buenas razones en su rivalidad con Jacobo.
[L470]La Mira es un pueblecito entre Padua y Oriaco. Dante, en este pasaje, se ajusta muy estrechamente a la geografía de la zona, hasta en el pequeño detalle del pantano.
[L471]Bonconte de Montefeltro era hijo de Guido (Infierno, XXVII). Perteneció al partido gibelino y luchó al servicio de Arezzo contra Florencia, muriendo en la batalla de Campaldino, que tuvo lugar el ll de junio de 1289 y en la que tomó parte el propio Dante.
[L472]Su esposa Giovanna y «los demás», su hija Manentessa (esposa luego de Guido Selvatica, que acogió a Dante en 1306) y su hermano Federico.
[L473]Se trata del valle superior del Arno que ya hemos visto en Infierno, XXX. El Arquiano es un afluente del Arno que nace cerca del famoso convento de Camaldoli fundado por San Romualdo, a quien encontramos en Paraíso, XXII.
[L474]Porque desemboca en el Arno.
[L475]Irritado el diablo por no haberse podido llevar el alma de Bonconte, a causa de su postrer arrepentimiento, decide apoderarse de su cuerpo.
[L476]El propio diablo.
[L477]Se trata de una altísima cordillera del Apenino que separa el Val d'Arno casentinense del Val d'Arno superior.
[L478]Es decir, con todo lo que el río llevaba en aluvión.
[L479]Aunque apenas nos dice nada de ella, salvo su nombre y los lugares de su muerte y su nacimiento, lo que ha dado pie a infinitas conjeturas y controversias, debe tratarse de Pia dei Tolomei, belllsima muchacha sienesa, desposada con el despótico Paganello Panochieschi, señor del castillo della Pietra en la Maremma sienesa, partidario de los güelfos, y podestá de Volterra y de Lucca. Este cruel Nello había ya estado casado en dos ocasiones, y al parecer, deseando desposarse con Margarita Aldobrandeschi, a cuyo padre conoceremos en Purgatorio, XV, y viuda a su vez de Guido de Monforte (Infiemo, XII) y de Orsello Orsini, decidió deshacerse de ella arrojándola por una ventana del apartado castillo de la Pietra (1297). No es admisible la opinión de algunos de que Pia muriese de fiebres palúdicas, ni que la causa de su muerte fuera su infidefdad o los celos de su marido.
[L480]El propio Nello.
[L481]Es decir, repitiendo las jugadas para ver en qué ha consistido su fallo.
[L482]Benincasa da Laterina, jurisconsulto del siglo XIII, fue muerto, en efecto, por Ghin de Tacoo (caballero sienés dedicado al bandidaje y citado por Boccaccio en el Decamarón), en venganza por haber aquel condenado a muerte a un hermano y a un tío de éste.
[L483]Se trata de Guccio dei Tarlati, señor de Pietramala, en la comarca de Arezzo, que se ahogó en el Arno, luchando contra los güelfos. Otros comentarios le prefieren muerto en 1289, tras la batalla de Campaldino.
[L484]Federico Novello, muerto en 1289 ó 1291, por uno de los Bostoli, güelfos de Arezzo. El de Pisa debe ser Gano Scomigniani, muerto a instancias del conde Ugolino della Ghererdesca en 1287. Fue hijo del a continuación citado Marzucco Scornigniani, hombre de gran reputación muerto en 1301 tras haber profesado como franciscano en Santa Croce de Florencia donde Dante debió conocerlo. Su fortaleza consistió en hacer las paces con el temible Ugolino, tras la muerte de su hijo, para facilitar la reconciliación entre las facciones rivales.
[L485]Orso degli Alberti, hijo del conde Napoleón que vimos en Infierno, XXXII, fue muerto por su primo Alberto en 1286. La familia de los Alberti di Mangona, a la que ambos pertenecían, padeció un verdadero destino trágico durante varias generaciones.
[L486]Pier da la Braccia, o Pierre de la Brosse, fue un famoso médico francés de los reyes Luis IX y Felipe III. En 1276 acusó a la segunda esposa de éste, Maria de Brabante, de la muerte del primogénito, que Felipe habia tenido de su primera mujer, para asegurar la sucesión de su hijo, luego Felipe el Hermoso. A su vez la reina acusó a Pierre de estar en tratos con el rey Alfonso X de Castilla, y Felípe III le mandó ahorcar por traición, pues Castilla y Francia se encontraban en guerra (1278). Otros comentadores aseguran que la reina denunció al médico por haber atentado contra su castidad.
[L487]Que se arrepienta de su falsa acusación antes de morir (no lo hizo hasta 1321) si no quiere ir a parar a un lugar peor que éste donde se encuentra su víctima, es decir, en las Malasbolsas donde se codean los falsos acusadores.
[L488]En Eneida, VI, 376, escribe Virgilio «Desine fata deum flecti sprerare precando», donde parece negar la posibilidad de cambiar el designio divino mediante la oración.
[L489]Porque eran paganos.
[L490]Se trata, como veremos, del alma del trovador Sordello de Goito, mantuano nacido a comienzos del siglo XIII. La vida de Sordello es digna de la mejor novela de aventuras. Al parecer, raptó a la bella Cunizza da Romano, a quien veremos más adelante, hermana de Ezzelino III, y esposa de Ricardo di S. Bonitafio, a cuyo servicio se encontraba el poeta. Huyendo luego de la venganza del noble anduvo errante por las principales cortes de la época, siendo muy apreciado como hombre de armas y como poeta por Carlos de Anjou. En 1266 se encontraba prisionero en Navarra y fue liberado poco después por intercesión del papa Clemente IV. En 1269, ya liberado, obtuvo cinco castillos en recompensa a sus servicios, muriendo poco después.
Escribió su brillante obra poética en provenzal, y aparte de numerosos poemas de carácter amoroso, compuso una célebre obra titulada Ensanhament d'onor en la que pasaba revista a la mayor parte de los soberanos de su tiempo. Esta es al parecer una de las principales razones que le movieron a Dante a encomendarle papel tan preeminente en su obra, pues como veremos en el siguiente canto es Sordello quien guía a los otros dos poetas al valle de los reyes. Dante lo cita en «De vulgare eloquentia» como poeta y orador político.
[L491]Virgilio iba a comenzar su respuesta a Sordello con algo así corno «Mantua me vio nacer...» cuando es rápidamente interrumpido por el trovador.
[L492]La invectiva de Dante contra las discordias políticas de Italia parece estar inspirada en el propio Sordello.
[L493]Los paisanos de una misma ciudad, desgarrados entre las facciones politicas de su tiempo.
[L494]«¿De qué vale que Justiniano te hubiera dado prudentes leyes si ahora no hay nadie para aplicarlas?»
[L495]Los italianos deberían consentir la autoridad imperial que unificaría la multiplicidad de estados siempre en discordia.
[L496]Se refiere al precepto evangélico (Mateo, XXII‑21): «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
[L497]Probablemente se refiere a los religiosos ávidos de riqueza y poder.
[L498]Alberto I de Austria, hijo del emperador Rodolfo. Fue elegido para la dignidad imperial en 1298 y muerto en 1308 por Juan de Suabia. Nunca estuvo en Italia, donde el imperio se consideró vacante desde la muerte de Federico II hasta la llegada de Enrique VII. Dante le reprocha su desinterés y su abandono de las cosas de Italia en manos de Bonifacio VIII. Dante amenaza con el castigo divino a su descendencia, en este caso el citado Enrique VII.
[L499]Tanto Rodolfo como Alberto se dedicaron a los asuntos de Alemania, despreocupándose de Italia, el jardín del imperio.
[L500]Dante ahora pasa revista a una serie de familias italianas célebres por sus opiniones contrarias, bien fueran de ciudades diferentes, bien de la misma ciudad. La identificación de estas familias ha sido bastante discutida por los comentaristas. Los Capuletos y Montescos no está claro que sean los mismos que recoge la leyenda de Romeo y Julieta, de Verona. Los Monaldos y Filispescos eran de Orvieto.
[L501]Posesión de la antigua familia gibelina de los Aldobrandeschi, ahora en decadencia, que había pasado al poder de Siena.
[L502]Roma invoca la presencia del emperador como garantía del poder civil.
[L503]Dios, o mejor, el propio Cristo
[L504]Dante debe aludir al romano Claudio Marcelo (cónsul en el 50 a.C.), acérrimo enemigo de la política de César, y aquí tomado como ejemplo de oposición a la política imperial.
[L505]En efecto Florencia había cambiado de constitución política en 1282, 1293 1295, 1300, 1301, y a partir de este año la política florentina está como sabemos marcada por las discordias entre güelfos blancos y negros, y posteriormente de 1303 a 1308, por las distintas facciones de negros hasta la muerte de Corso Donati. También hace referencia a los continuos exilios.
[L506]Según los usos del tiempo, los mayores en dignidad abrazaban a los menores por el cuello; los que tenían una pareja condición se abrazaban estrechándose la espalda; los menores abrazaban a los mayores en los muslos o en las rodillas. Los primeros abrazos que se cruzan Sordello y Virgilio son los de dos simples paisanos que se encuentran. Al conocer ahora Sordello al autor de la Eneida, le demuestra toda su reverencia.
[L507]«Me encuentro en el infierno no por haber cometido falta alguna, sino por no haber conocido la doctrina de Cristo.»
[L508]No está del todo claro por qué razón se encuentra Sordello en el antepurgatorio. Algunos opinan que se encuentra entre los muertos de muerte violenta, pero no es probable que Sordello muriese asesinado.
[L509]Se refiere, como veremos, al pequeño valle en que descansan los grandes monarcas.
[L510]Nótese el carácter alegórico de las palabras de Sordello. Sólo con la luz de la gracia es posible el progreso hacia la perfección espiritual. Sin esta luz bien se puede bajar, y caer de nuevo en el pecado, o dar vueltas sin emprender el camino de la purificación.
[L511]Porque Virgilio no conoce las leyes del Purgartorio.
[L512]La elección del «Salve Regina» puede estar justificada porque son reyes o grandes de la tierra quienes la entonan.
[L513]Comienza ahora un largo repaso a los principales monarcas que reinaron en la segunda mitad del siglo XIII. El trovador Sordello había compuesto un planto a la muerte del caballero Blacatz, en el que afirmaba que con la muerte de éste se acababan las virtudes caballerescas, a invitaba a los reyes europeos de la anterior generación a comerse su corazón para que heredasen su valentía.
[L514]Rodolfo de Austria, a quien ya había aludido en el canto anterior por desatender los asuntos italianos. Fue emperador de Alemania entre 1283 y 1291, habiendo derrotado su candidatura las pretensiones imperiales de Alfonso X de Castilla.
[L515]De su sucesor Enrique VII.
[L516]Otokar II Bohemia, que había sido en el mundo enemigo del anterior. El Molda es el río Moldava, el Albia es el Elba. Fue rey desde 1253 y murió en 1278. Valiente en la guerra y tirano como gobernante, se le atribuye el haber aconsejado a Carlos de Anjou el asesinato de Corradino (Purgatorio, XX). Dame afirma que ya de joven era mejor que su hijo en edad adulta.
[L517]Wenceslao IV, nacido en 1270, rey de Bohemia a la muerte de su padre. Murió en 1305, dejando una fama, acaso injusta, de vida corrupta.
[L518]Felipe III de Francis, el Atrevido que conversa con Enrique I de Navarra. Nació en 1244 y sucedió a su padre Luis IX en 1270. Fue padre de Carlos de Anjou y de Felipe IV, murió en 1285, derrotado por Roger de Lauria en su lucha contra los aragoneses. El detalle de su nariz chata lo confirma la iconografía de la época.
[L519]Enrique I de Navarra, el Gordo, sucedió a su hermano Tebaldo (Infierno, XXII) en 1270 y murió en 1274. Su hija Juana fue esposa de Felipe IV el Hermoso.
[L520]El mal de Francis es el citado Felipe IV.
[L521]Pedro III de Aragón, llamado el Grande. Fue hijo de Jaime I al que sucedió en 1276. Casado con Constanza, hija de Manfredo (Purgatorio, III), fue rey de Sicilia tras la rebelión de las Vísperas Sicilianas en 1282. Murió en 1285. Fue un rey muy afamado por su virtud, fortaleza y sabiduría.
[L522]El narigudo es Carlos I de Anjou, hermano de Luis IX, nacido en 1220. Lo conocemos ya como rival de Manfredo al que derrotó en la batalla de Benevento. Coronado rey de Nápoles por el papa, murió en 1285. La postura de Dante con respecto al personaje es bastante ambigua (Purgatorio, XX, Paraíso, VIII).
[L523]El sucesor de Pedro III fue su hijo Alfonso III, que murió a los veintisiete años en 1291 dejando tras sí mala fama, tras seis años de reinado. Es posible que Dante aluda aquí al hijo menor, Pedro, muerto muy joven, antes que su padre.
[L524]Jaime II de Aragón y Federico II de Sicilia comparten el desprecio de Dante por sus figuras como gobemantes.
[L525]Dios mismo
[L526]Lo dicho sobre la sucesión de Pedro III vale para la de Carlos de Anjou, Carlos II que gobemó indignamente Apulia y la Provenza, región que Carlos I había heredado por su matrimonio con Beatriz, hija del último duque.
[L527]Quiere decir Dante que tanto menor es Carlos II de Anjou en relación a su padre Carlos I, como éste lo es respecto a Pedro III; o literalmente: cuanto Constanza, su esposa, tiene mayor razón de envanecerse de su marido, que la citada Beatriz y Margarita de Borgoña, segunda mujer del de Anjou, la tienen para hacerlo del suyo.
[L528]Enrique III de Inglaterra, muerto en 1272, príncipe inepto y débil a quien sucedió Eduardo I, Ilamado el Justiniano inglés. En el planto de Blancatz Sordello, recomendaba a Enrique que comiese grandes cantidades de corazón del héroe, para que le infundiese valor.
[L529]Guillermo VII Sapalunga, marqués de Monferrato, que ocupa una posición más baja que los monarcas. Murió en 1292 tras una rebelión popular, encerrado en una jaula. Para vengarle su hijo hizo la guerra de la ciudad de Alejandría, en la Liguria, perdiendo algunas tierras en su posesión de Monferrato y Canaves.
[L530]«Te lucis ante terminum, rerum Creaton», himno compuesto por San Ambrosio y que se canta a la hora de completas para implorar protección frente a las tentaciones nocturnas.
[L531]19‑21 La necesidad de aguzar bien los ojos viene dada por el peligro de interpretar de una forma errónea una alegoría en apariencia muy simple. En realidad, las almas del Purgatorio ya no necesitan pedir la ayuda divina para vencer la tentación; pero con ello se quiere alegorizar la necesidad de la oración para las almas que en la tierra emprenden el camino de la penitencia.
[L532]Representación de la justicia y la misericordia divinas. Las espadas truncas son la defensa contra la tentación, de la que el hombre puede defenderse, pero a la que no puede atacar.
[L533]Ugolino Visconti, hijo de Giovanni Visconti y de una hija de Ugolino della Gherardesca, ¡unto al que ocupó el gobierno de Pisa en 1285. De las discordias entre ambos se aprovehó el arzobispo Ruggieri. Tuvo un papel de suma importancia en las discordias entre güelfos y gibelinos en Toscana. Murió en 1296. Fue gobemador de Gallura, en Cerdeña. Acaso Dante lo conociera en el cerco de Caprona en 1289 (Infierno, XXI) o acaso en la misma Florencia. Ambos compartían las mismas ideas güelfas.
[L534]¿No había advertido Sordello hasta ese momento que Dante estaba vivo? Su sorpresa y el no haber preguntado nada al encontrarse así lo hace suponer.
[L535]Sordello se vuelve a Virgilio, como pidiendo una explicación; Nino Visconti a Conrado Malaspina, de quien hablaremos más adelante.
[L536]Su hija Juana había nacido en torno a 1291 de su mujer Beatriz de Este y tuvo a la muerte de su padre una vida llena de sinsabores, muriendo alrededor de 1339.
[L537]La mujer de Nino, Beatriz de Este hija de Obizzo II, casó tras la muerte de aquél con Galeazzo, hijo de Mateo Visconti, señor de Milán, en 1300. Las «Blancas tocas» eran la indumentaria propia de las viudas.
[L538]La víbora del escudo de los Visconti de Milán, gibelinos, honrará menos la tumba de Beatriz que el gallo del escudo de los Visconti de Pisa, güelfos (recordemos que Nino había sido gobemador de Gallura, en Cerdeña). Víbora y
gallo se oponen también como simbolos negativo y positivo, respectivamente.
[L539]Las virtudes teologales. Las otras cuatro, como ya sabemos, son las cardinales.
[L540]Conrado Malaspina fue hijo de Federico I, marqués de Villafranca, que vivió hasta 1294. Villafranca se encontraba en el centro de Val de Magra, en la comarca de Lumiguiana.
[L541]Conrado Malaspina el Viejo vivió en la primera mitad del siglo XIII.
[L542]Se preocupó tanto de favorecer a los suyos que no se preocupó de salvar su alma.
[L543]En efecto, Dante no visitó las posesiones de los Malaspina hasta 1306.
[L544]La casa de los Malaspina, en efecto, fue conocidísima en toda Europa, tanto por su valor como por su liberalidad con los trovadores.
[L545]La inclinación natural y la educación.
[L546]¿De nuevo un ataque al papado?
[L547]Conrado predice a Dante que no pasarán siete años sin que conozca personalmente la virtud de los Malaspina. En 1306, en efecto, Dante fue huésped de dicha familia, con la que, como hemos visto, se muestra especialmente generoso en sus alabanzas.
[L548]La Aurora estaba desposada con Titón, que alcanzó de los dioses el don de la inmortalidad, pero no de la juventud, convirtiéndose en un eterno anciano.
[L549]Dante nos dice que en Italia está amaneciendo en estos momentos, alzándose con la constelación de Piscis, o de Escorpión según otros comentaristas, mientras aquí en el Purgatorio son alrededor de las tres de la mañana.
[L550]«Me venció el sueño porque aún me pesaba el cuerpo con sus necesidades materiales.» Recordemos que los cinco son Virgilio, Sordello, Nino, Conrado y el propio Dante.
[L551]Recordemos ya la citada fábula ovidiana de Progne y Filomena.
[L552]El águila del sueño le recuerda a Dante la que Zeus enviara al monte Ida ‑acaso él mismo metaforseado‑ a raptar al bello Ganimedes para que le sirviera de copero en el Olimpo.
[L553]La esfera del fuego se suponía colocada entre la del aire y el cielo de la luna.
[L554]Dante se refiere a la leyenda según la cual, profetizada la muerte del joven Aquiles si marchaba a la guerra de Troya, Tetis, su madre, le condujo mientras dormía de la custodia del centauro Quirón a la ciudad de Squira, donde fue disfrazado de muchacha y educado como tal, hasta que Ulises vino a buscarle y supo astutamente reconocerlo, ofreciendo a las muchachas ricos presentes entre los cuales había deslizado un puñal, que el joven héroe se apresuró a recoger, sin poder ocultar su instinto bélico.
[L555]Es decir, al verdadero Purgatorio, pues hasta el momento Dante y Virgilio han estado recorriendo el Antepurgatorio.
[L556]Eran las ocho de la mañana del 11 de abril.
[L557]Lucía, símbolo de la gracia iluminante (Infierno, II, 97) que mientras él soñaba con el vuelo en las garras del águila le había realmente transportado hasta la puerta del Purgatorio.
[L558]Ya que todo este pasaje alegoriza el sacramento de la penitencia, el ángel guardián acaso represente al sacerdote. La espada puede significar la justicia o las palabras del sacerdote que mueven a la penitencia.
[L559]El primer peldaño alegoriza el examen de conciencia; el segundo, la confesión propiamente dicha; el tercero, la satisfacción de la penitencia.
[L560]La firmeza de la autoridad eclesiástica.
[L561]Una por cada uno de los pecados capitales que se purgan en las siete cornisas del Purgatorio. Como veremos, Dante se verá libre de ellas, una por una, a medida que vaya completando su ascensión.
[L562]El color del hábito simboliza la humildad del sacerdote.
[L563]De las dos llaves, la de oro simboliza la autoridad derivada de Dios para perdonar los pecados; la de plata la ciencia y prudencia del sacerdote para examinar y juzgar las faltas.
[L564]Que fuese más incliado a la indulgencia que al rigor.
[L565]Quien aún tuviese nostalgia del pecado.
[L566]La historia la cuenta Lucano (Farsalia, III, 154‑55). César quiso apoderarse del tesoro público custodiado en la roca Tarpeya al cuidado de Cecilio Metelo. Expulsado de allí éste y poniendo César las manos en el tesoro, la roca resonó en señal de protesta ante el atropello.
[L567]El famoso Te Deum, himno de acción de gracias, se atribuye a San Ambrosio y a San Agustín.
[L568]Recordemos la prohibición angélica de volverse hacia atrás que vimos en el canto anterior.
[L569]Tienen que caminar procurando no chocar con las estrechas paredes, ambiando de lado según los vericuetos del camino.
[L570]Sobre las diez y media de la mañana. Han pasado dos horas desde el despertar del poeta a la puerta del Purgatorio, hasta la llegada al primer círculo.
[L571]De tan escarpada como era no podía ser escalada.
[L572]32 y ss. Escultor griego del siglo V a.C., famoso por su canon dórico. Estos relieves, ya en el suelo, ya en las paredes del círculo, lo superan con creces, pues su escultor es, obviamente, el propio Dios. En ellos encontramos ejemplos de mansedumbre, y el primero de ellos está, como siempre en el Purgatorio, referido a María; en este caso se trata de la Anunciación.
[L573]55‑69 La segunda historia esculpida es la de David bailando ante el arca de la Alianza (Samuel, II, VI, 21‑22) cuyo contacto indebido podía causar la muerte del infractor (v. 57). La escena representa también a Micol, esposa de David, avergonzada ante la conducta de su esposo que considera impropia de un rey.
[L574]El oído decía «no», pues no se escuchaba nada; pero la vista decía «sí», tal era la perfección de la escultura.
[L575]La tercera historia, que Dante sigue paso a paso, fue atribuida a Trajano por Dion Casio (XIX, 5). Fue muy difundida en la Edad Media.
[L576]El papa Gregogio Magno, según se pensaba en tiempos de Dante, consiguió que Dios sacase a Trajano del Infierno, que como no bautizado le estaba destinado, y lo llevase al Paraíso, donde le encontraremos (Paraiso, XX), lo que hace suponer en él afinidades con el cristianismo de todo punto improbables.
[L577]En el original, «giustizia vuole a pietà mi ritene».
[L578]Dios, que ha existido antes que cosa alguna.
[L580]Es decir, en la superación de la pena, tras cumplir el castigo.
[L581]Las penas del Purgatorio, por duras que éstas sean, no seguirán tras el Juicio Final.
[L582]En el original: «già scorger puoi come ciascun si picchia», que algunos explican como si los condenados fueran golpeándose el pecho. Como veremos, esta actitud se contradice con el propio castigo al que están sometidos.
[L583]El canto comienza con una paráfrasis del Padrenuestro, puesta en boca de los soberbios, casi como una cura de humildad.
[L584]«No que estés dentro de los cielos, pues estás en todas partes, sino porque aquí demuestras más tu poder y tu amor hacia los ángeles.»
[L585]La caridad divina.
[L586]Las almas del Purgatorio ya no pueden pecar, pero de igual manera que tas reciben las plegarias de los vivos, ruegan a su vez para que éstos no caigan en tentación.
[L587]La oscuridad del pecado.
[L588]Virgilio.
[L589]Está hablando Omberto Aldobrandeschi, hijo de Gughelmo, famoso gibefino muerto a mediados del siglo XIII. Omberto, señor de Campagnatico, castillo cercano a Siena, se dedicó al bandidaje y fue muerto por los sieneses en 1259, o bien defendiendo su castillo, o según otros ahogado en su lecho. Los Aldobrandeschi fueron, en efecto, una antiquísima y soberbia familia feudal.
[L590]Dante, que se sabe de carácter altivo y soberbio, reconoce en el círculo de los soberbios su propio lugar en el Purgatorio (Purgatorio, XIII).
[L591]Oderissi da Gubbio, miniaturista de la segunda mitad del siglo XIII muerto en 1299 y conocido de Dante. Trabajó para los papas y fue muy celebrado en su tiempo.
[L592]Nada sabemos apenas de este Franco de Bolonia, acaso fuera un alumno de Oderisi, lo que pondría aún más de manifiesto la aprendida humildad de éste.
[L593]Estaría en el Antepurgatorio.
[L594]La fama del artista dura poco, a menos que le siga una época de decadencia, con lo cual su nombre queda preservado más largo tiempo.
[L595]Para ejemplificar lo dicho anteriormente, Dante se vale, por boca de Oderisi, de dos ejemplos, tomados uno de la pintura y otro de la literatura. El pintor florentino Cimabue, representante aún de la influencia bizantina, fue superado totalmente por las nuevas formas plásticas de Giotto, por quien Dante mostró gran admiración. Guido Cavalcanti superó a su maestro Guido Guinizzelli, y a su vez será superado por otro poeta, acaso el propio Dante.
[L596]El original «anzi che tu lasciassi il 'pappo' e’1 'dindi'» hace referencia al lenguaje infantil.
[L597]El de las estrellas fijas, que según Convivium, II, XIV, II, tarda 360 siglos en completar su vuelta.
[L598]Provenzano SaJviati, de Siena, jefe de los gibelinos toscanos, vencedor en Montaperti. Muerto en la batalla de Colle di Valdelsa (1269). Fue decapitado por los florentinos. Dice la leyenda que el diablo había profetizado a Salviati que su cabeza sería la más alta de los sieneses. Él creyó asegurada la victoria, pero su cabeza entró en Siena en lo alto de una pica. Vueltos al poder los güelfos, borraron toda la fama que de él quedaba en la ciudad.
[L599]Porque se vende por dinero.
[L600]El Sol.
[L601]133‑38 Carlos de Anjou había, en efecto, hecho Prisionero a un amigo suyo, por cuyo rescate exigía una suma desorbitada. Salviati, no disponiendo de esa cantidad, se puso a mendigar públicamente en la Plaza de Siena.
[L602]140‑41 Oderisi profetiza tal vez la necesidad que tendrá Dante de mendigar en el exilio.
[L603]25‑63 Se abre aquí una larga serie de estrofas acrósticas; las cuatro siguientes comienzan con V; las cuatro siguientes con 0; las cuatro siguientes con M, dando como resultado Vom, es decir, «hombre». En los versos 61‑63 aparecen las tres variantes. En toda la serie se recogen los ejemplos de soberbia castigada que, esculpidos en el suelo de la comisa, aleccionan a los soberbios. Según algunos comentaristas, los cuatro primeros son los soberbios contra Dios, castigados por él mismo. El segundo grupo los que causaron su ruina con su propia vanagloria. El tercero es el grupo de los soberbios contra el prójimo, castigados por sus propias víctimas.
[L604]Briareo, que se sublevó contra los dioses olímpicos.
[L605]Marte, Palas Atenea y Apolo, luchando contra los gigantes.
[L606]La torre de Babel.
[L607]Niobe, que se ensoberbeci6 ante Latona por tener siete hijos y siete hijas, mientras que ésta sólo tenía a Apolo y Diana, que exterminaron a los nióbidas, fue convertida en piedra.
[L608]Saúl se suicidó tras su derrota en Gelboé a manos de los filisteos. David maldijo aquel valle con la sequía (2 Samuel, 121).
[L609]Aracne, que desafió a Atenea a tejer y fue convertida en araña por la diosa.
[L610]Roboán, hijo de Salomón, tuvo que huir del pueblo, sublevado contra él por no haber querido, en su arrogancia, disminuir los impuestos (1 Reyes, XII, 1‑18).
[L611]Erifile fue muerta por su hijo Alcmeón en venganza por haber traicionado ésta a su esposo Anfiarao, que dada su condición de adivino (Infiemo, XX, 31‑39), sabía que moriría en caso de acudir a luchar contra Tebas. Argia, mujer de Polinice, ofreció a Erifile un collar si conseguía que su esposo acudiera a la batalla, como en efecto hizo, provocando la presagiada muerte del esposo (Esta cio, Tebaida, II, 265 ss.; IV, 187 y ss. También en Metamorfosis y en Eneida).
[L612]El rey asirio Senaquerib se había burlado de la confianza del rey Ezequía en el Dios de los hebreos. Un ángel exterminó su ejército y sus hijos le asesinaron (2 Reyes, XIX; Isaías, XXXVII).
[L613]Tamiris, reina de los masegetas o escitas, a quien el persa Ciro había matado a su hijo, se vengó de éste, una vez derrotado, cortándole la cabeza. Dante lo cita de Orosio (Historia,II, 7‑6), que debe inspirarse en un pasaje de Herodoto.
[L614]Holofernes, decapitado por Judit en el cerco de Betulia.
[L615]El último ejemplo es el de la soberbia Troya incendiada y arrasada por los griegos. Este terceto resume no sólo el acróstico, sino los tres tipos de soberbia a los que hemos aludido anteriormente.
[L616]El ángel guardián del primer círculo, que borrará a Dante la primera P de su frente.
[L617]Han pasado seis horas del día. Ha pasado, pues, la hora del mediodía cuando los dos viajeros se aprestan a subir a la segunda cornisa.
[L618]Eco de Mateo, XXII, 14: «Muchos son los llamados y pocos los elegidos.»
[L619]La iglesia de San Miniato domina la ciudad de Florencia (la irónicamente llamada «bien guiada») al otro lado del Arno, que es preciso cruzar por el puente llamado Rubaconte, por el podestá que comenzó su construcción. El sumario y las pesas hacen referencia a dos grandes escándalos que entre la magistratura y los comerciantes respectivamente tuvieron lugar en Florencia, ambos en 1299.
[L620]Principio de la primera bienaventuranza del Sermón de la Montaña (Mateo, V, 3). A pesar del plural en el original «voci», debe ser entonada por un solo ángel, como en el resto de las cornisas.
[L621]Los viajeros han llegado al repecho donde se purga el pecado de la envidia Éste es lógicamente menor que el primero, porque al tener la montaña forma cónica va disminuyendo hacia la cumbre.
[L622]A continuación tres casos de amor al prójimo, como ejemplos en contra de la envidia. El primero referido a María, hace referencia a las bodas de Caná.
[L623]El siguiente ejemplo hace referencia a la proverbial amistad entre Orestes Pílades, que se hizo pasar por su amigo para salvarle la vida.
[L624]El tercer ejemplo son palabras del propio Jesús en el Sermón de la Montaña (Mateo, 44): «Amad al que os ofende.»
[L625]Se trata de una práctica común en cetrería para amansar a las aves de presa. Da cuenta de ello Federico II en «De arte Venendibus cum avibus».
[L626]Para evitar que Dante corra peligro de caerse.
[L627]De la Ciudad de Dios, o Jerusalén Celeste.
[L628]Sapía dei Salvani, era tía del Provenzán ya conocido por nosotros (Purgatorio, XI), esposa de Ghinibaldo di Saracino (Infierno, XXXI). Envidiosa de la prosperidad de éste en Siena, al parecer mostró su satisfacción ante la derrota y vergonzosa muerte del sobrino. Murió en 1274.
[L629]La batalla de Colle tuvo lugar en 1269, como hemos visto, entre los florentinos güelfos y sieneses gibelinos, con la derrota de estos últimos.
[L630]La derrota de los sieneses, que ya estaba predestinada por Dios.
[L631]Según la fábula, el mirlo viendo un buen día ya a finales de enero canta «ya no te temo, Dios, pues salí del inviemo», cuando lo peor está aún por pasar.
[L632]Piero da Campi, llamado Pettinaio a causa de su profesión de vendedor de peines. Al parecer, murió a los ciento nueve años en 1289 con una extraña fama de santidad. Compraba peines en Pisa y en Siena y tiraba los de mala calidad, pues decía que podía ser engañado, pero no engañar a su vez.
[L633]De nuevo los temores de Dante de ser condenado a purgar su soberbia al parecer con razón, según algunos contemporáneos suyos.
[L634]En estos últimos versos alude Sapia a dos empresas descabelladas de lo sieneses, que acabaron en fracaso estrepitoso. La una es la construcción de un puerto ‑Siena, recuérdese, es una ciudad del interior‑ en Telamón, localidad muy insalubre. La otra era la búsqueda infructuosa de un río subterráneo llamado Diana, que abasteciera de agua a la ciudad.
[L635]«Los almirantes», acaso los encargados de la construcción del puerto que, junto al dinero, el tiempo y las esperanzas, perdieron la vida a causa de la malaria tan frecuente en Telamón.
[L636]Los que hablan son: primero (v. 10), Guido del Duca, de la familia de los Onesti, de Rávena, que dejó una gran fama de hombre envidioso y murió en 1245; el otro (v. 25) es Riniero dei Paolucci, señor de Calboli, güelfo de la región de Romaña. Murió en una batalla en 1296.
[L637]Monte del Apenino en que nace el Arno.
[L638]Nótese el tono de humildad que, tras la visita al círculo de los soberbios, adopta Dante para referirse a su, por el momento (1300), corta carrera literaria.
[L639]31‑33 El Arno nace en la región más abrupta e intrincada de los Apeninos (macizo del que los antiguos pensaban que Sicilia se había desgajado por un
terremoto). El Peloro es el cabo de Faro, en dicha isla.
[L640]El sol evapora el agua del mar formando las nubes, que luego van a originar las lluvias de las que se generan los ríos.
[L641]Porque el lugar impulse naturalmente al mal a sus habitantes, o por la costumbre arraigada en éstos.
[L642]Circe es la famosa hechicera que convertía en bestias a los hombres d Ulises.
[L644]Se refiere ahora a la ciudad de Arezzo.
[L645]Los lobos son ahora los florentinos, más malignos aún que los perros aretinos.
[L646]Ahora se refiere a Pisa.
[L647]El propio Rinier, que debe escuchar la maldad de su sobrino.
[L648]Ahora se refiere a Dante.
[L649]El sobrino de Rinier es Fulcieri da Calboli, podestá en varias ciudades italianas que gobernó con gran crueldad Florencia en 1303, en nombre de los negros y dirigiendo una feroz represión contra blancos y gibelinos.
[L650]Recuérdese que Dante no ha contestado aún a la pregunta de Guido al principio del canto.
[L651]En el original, «là "v" é mestier di consorte divieto». Es decir, bienes que quien los obtiene no quiere compartir con nadie. Veremos esta cuestión en el próximo canto.
[L652]En la Rornaña. Ahora es esta comarca la que va a sufrir la repulsa de Dante por medio de Guido, que lamentará la decadencia de las grandes familias feudales.
[L653]Lizio da Valbona vivió en la segunda mitad del siglo XIII y fue amigo de Riniero. Arrigo Mainardi vivió en los primeros años del siglo, y fue amigo de Guido.
[L654]Pier Traversaro, de Rávena, gibelino muerto en 1225. Guido di Carpigna, e Montefeltro, güelfo muerto hacia 1289.
[L655]Fabbro del Lamberza, gibelino, podestá de varias ciudades, murió en 1259 y tuvo gran fama de hombre sabio.
[L656]Bernardino di Fosco, era de origen humilde, y llegó también a ser podestá en varias ciudades. En 1240 defendió Faenza contra Federico II.
[L657]Guido da Prata vivió entre los siglos XII y XIII.
[L658]Ugolino de Azzo era toscano, de la familia Ubaldino; murió en 1293.
[L659]Personaje casi desconocido.
[L660]Dos principales familias de la Romaña, famosas, como dice Dante, por su forma de vivir los ideales caballerescos.
[L661]Pequeña ciudad cerca de Forlí, famosa por la liberalidad de sus caballeros. Su familia acaso aluda a los Mainardi (v. 97) o a una antigua familia extinguida en 1177.
[L662]La estirpe de los Malvicini, condes de Beguacavallo se había reducido en 1300 a tres hijas, una de ellas esposa de Guido Novello da Polenta. Los herederos de las otras dos ciudades son indignos de sus antecesores.
[L663]Señores gibelinos de Faenza, que mejorarán de condición cuando haya muerto su demonio, Maghinardo (Infierno, XXVII, 50‑51).
[L664]Ugolino dei Fantolín, güelfo de Faenza, a quien los hijos no podrán deshonrar, pues no tuvo descendencia.
[L665]Una vez terminado el discurso de Guido y dejados atrás este grupo de envidiosos, los viajeros escuchan en el aire unas voces que amonestan contra la envidia. La primera es la de Caín, cuyo estigma en la frente impide que le mate nadie (Génesis, IV, 14).
[L666]Aglauro, hija de Cécrope, rey de Atenas, fue convertida en piedra por oponerse a los amores de su hermana, a quien envidiaba, con el dios Hermes (Metamorfosís, II, 708‑832).
[L667]La del Sol, que parece oscilar entre los trópicos.
[L668]Comienza la tarde en el Purgatorio. En Italia era la medianoche.
[L669]Que el del Sol.
[L670]El rayo se refleja con un ángulo igual al ángulo de incidencia, mientras la piedra cae verticalmente.
[L671]El ángel guardián de la segunda cornisa, que les mostrará el paso a la tercera. Notar cómo en este paso Dante ya no advierte la desaparición de la P correspondiente.
[L672]Beati misericordis, «bienaventurados los misericordiosos», es el comienzo de la quinta bienaventuranza (Mateo, V, 7). Goza tú que vences se refiere a la victoria sobre la envidia. Ambas frases son cantadas por el ángel.
[L673]Dante aprovecha la subida para aclarar una duda surgida de las palabras de Guido del Duca (Purgatorio, XIV). Lo que da pie a una obvia disquisición dantesca sobre la diferencia de los bienes materiales, que disminuyen al compartirse, y dan motivo a la envidia; y los bienes espirituales, como el amor divino que se acrecienta al repartirse.
[L674]Al llegar a la tercera comisa, las de los iracundos, Dante es sorprendido por tres visiones que ejemplifican la mansedumbre. La primera es la de Jesús niño, perdido en el templo de Jerusalén (Lucas, II, 48).
[L675]«Otra» es otra mujer.
La segunda visión corresponde a una anécdota de Pisistrato, tirano de Atenas por cuyo patronato lucharon Atenea y Poseidón, que relata Valerio Maximo (V, I, ext. 2).
[L676]La tercera escena es el martirio del protomártir San Esteban que éste acepta perdonando a sus asesinos (Hechos, VII, 54‑60). La cualidad de joven atribuida al santo no procede de la escritura, sino de la iconografia.
[L677]Las visiones eran verdaderas, pero únicamente en su interior.
[L678]El humo simboliza que la ira ofusca el entendimiento de no puede discernir el bien del mal.
[L679]Habla, como veremos, Marco de Lombardía. Este personaje fue, según los antiguos comentaristas, un sabio cortesano, político y diplomático que frecuentó a los soberanos del norte de Italia, y vivió en la segunda mitad del siglo XIII. De él se conservan algunas anécdotas que demuestran su rectitud.
[L680]La observación de Marco de que la gente no se inclina a la virtud, a la imprecación de Guido del Duca contra la Romaña, por lo que Dante pide al cortesano que le explique la causa de que el mal se enseñoree de la tierra una inclinación forzada por los astros, o más bien se debe al propio carácter de los hombres.
[L681]Sin la libertad no habría ocasión para el castigo o la recompensa a las acciones humanas.
[L682]Los astros únicamente influyen en los impulsos iniciales de una acción, nunca la determinan.
[L683]Al principio el alma encuentra ciertas dificultades para vencer el influjo de los cielos, pero luego consigue obrar libremente.
[L684]Los hombres están sujetos a Dios, sin perder por eso su libertad.
[L685]La ciudad auténtica es la Civitas Dei agustiniana. El poder público debe orientar a los hombres hacia el bien.
[L686]Dante mezcla aquí un eco de la escritura, XI, 3‑8) con una explicación de Santo Tomás a una alegoría que contiene dicho pasaje. En efecto, para el de Aquino, «rumiar» significa conocer bien la doctrina; y la pezuña partida representa la distinción entre el bien y el mal, entre lo espiritual y lo temporal, distinción que los papas han olvidado.
[L687]A los bienes terrenales.
[L688]Marco Lombardo, gibelino, condena la confusión del poder espiritual y político que ha llevado a cabo el papado de su época. Dante había escrito sobre el tema en su obra «De Monarchia». Frente a los «dos soles» aquí citados, Bonifacio VIII hablaba del Sol y la Luna, para referirse al papado y al imperio, cuyo poder venía como un reflejo del poder de Roma.
[L689]En Lombardía. Marco va a ejemplificar sus palabras con las discordias entre Federico II y Gregorio IX, por quien fue excomulgado en 1227, dando lugar a innumerables desórdenes, que acaso hubieran podido evitarse.
[L690]Es decir, cualquier malvado.
[L691]Corrado III da Palazzo, señor de Brescia. Sabemos de él que fue capitán de la facción güelfa y hombre muy admirado por sus virtudes. El Buen Gerardo es Gherardo Da Camino, que Dante alaba en Convivium IV, XIV, 12‑13. Murió en Treviso en 1306.
[L692]Guido da Castel, también mencionado laudatoriamente en Convivium, IV, XVI, 6, murió en torno a 1315; Dante posiblemente lo conoció en Verona, donde se refugió al ser expulsado de Reggio por ser gibelino. Para los franceses el término «lombardo» era igual a italiano, y tenía connotaciones muy negativas, de las que se salva este personaje: en el original, «semplice» equivale tal vez a «leal».
[L693]Los levitas no podían poseer bienes terrenales, pues estaban encargados del culto hebreo. Así debían hacer los sacerdotes cristianos (Números, XVIII).
[L694]Sorprendido Marco de que Dante no conozca al buen Gherardo da Camino, muy amigo de los Donati florentinos, piensa que o le engaña o es un ardid para que le cuente cosas de él.
[L695]Si no «El Buen Gherardo», sólo podría llamarle «El padre de Gaia». La hija de este noble, muerta en 1315, no dejó muy buena fama entre sus contemporáneos.
[L696]El ángel que guarda la tercera cornisa y muestra el camino de la cuarta.
[L697]El topo tiene los ojos cubiertos por una pielecilla, en la que los naturalistas de la antigüedad no advirtieron una pequeña abertura que les permite la visión.
[L698]Sobre las seis de la tarde del 11 de abril.
[L699]Cuando no son los sentidos los que mueven a la facultad imaginativa (aquí «la fantasía») es una fuerza («una luz») que procede del cielo, bien sea por sí misma, en forma de influencia astral, bien sea directamente inspirada por el Querer divino.
[L700]Comienza ahora una serie de visiones que Dante debe compartir seguramente con los condenados a purgarse en este círculo, a modo de ejemplo de los daños causados por la ira.
La primera es la historia de las hermanas Progne y Filomena, que relata Ovidio (Metamofosis, VI) y que gozó de amplísima fama. Según la leyenda, Filomena fue violada por su cuñado Terco, y Progne, en venganza, sirvió de comer a éste el cuerpo de su hijo. Los tres personajes de la historia fueron posteriormente convertidos en pájaros: Filomena en ruiseñor, Progne en golondrina y Terco en abubilla. Dante debe confundir en este pasaje a las dos hermanas, pues no fue Filomena la impía, sino Progne.
[L701]Se trata ahora de Amán, ministro del rey Asuero (Ester, III‑VII), que intentó perder a Mardoqueo, el tío de Ester, y a la población judía, siendo al fin condenado a muerte.
[L702]El tercer ejemplo procede del propio Virgilio (Eneida, XII, 595‑607). Amata, mujer del rey Latino y madre de Lavinia, se suicidó al conocer la muer:e del rey Turno, a quien su hija estaba prometida, temiendo que ésta, como realmente sucedió, pasara a las manos de Eneas.
[L703]Llora más la muerte de su madre que la de Turno.
[L704]Es la voz del ángel del tercer círculo que les muestra la subida del cuarto.
[L705]Al pasar al circulo cuarto Dante se encuentra libre del peso de otra de las P que el ángel portero había marcado en su frente.
[L706]La Bienaventuranza de Jesús está en Mateo V, 9. Dante, como los escolásticos, distingue una ira mala y otra buena.
[L707]Los rayos del sol poniente ya sólo alumbran la cima de la montaña
[L708]Esta larga digresión en tomo al amor y a su mal uso como causa de todo pecado posible, se corresponde en cierto modo con el canto XI del Infierno, donde se describe la conformación del mismo. Dante sigue, como es habitual en él, las doctrinas escolásticas.
[L709]Dante, en el Convivium, III, trata, en efecto, el amor natural.
[L710]Las cosas deben amarse forzosamente a ellas mismas.
[L711]No puede entenderse a ninguna criatura que se valga por sí misma, o que se encuentre separada de su prircipio, es decir, de Dios; y como nadie puede desear su propio mal, nadie puede odiar a Dios.
[L712]Estas tres formas de amor desviado de su objeto, soberbia, envidia y afán de venganza, o ira, se purgan en los tres primeros círculos que ya conocemos. Existe aquí cierta correspondencia con los condenados en la laguna Estigia del Infierno.
[L713]Es decir, el llamado pecado de acidia que se purga en este cuarto círculo.
[L714]Los bienes mundanos.
[L715]La avaricia, la gula y la lujuria, como veremos más adelante, en los círculos quinto, sexto y séptimo de la montaña.
[L716]Se inicia aquí una larga digresión virgiliana acerca de la naturaleza de amor.
[L717]El alma ha sido creada con la potencia de amar, y cualquier imagen de bien hace que esa potencia se convierta en acto, para disfrutar de dicho bien.
[L718]Los sentidos forman en nuestro interior la imagen de bienes apetecido en el exterior, y el alma se dirige a dicha imagen, deseando gozar de ella.
[L719]El fuego por naturaleza tiende hacia lo alto, donde se encuentra la propia esfera ígnea. De igual manera el alma tiende a aquello que considera un bien.
[L720]Opinión de los filósofos epicúreos. Pero la bondad del amor depende del objeto al que se dirija.
[L721]Es decir, si va hacia la cosa amada sin poder evitarlo, como ya hemos visto que hace el fuego dirigiéndose a lo alto necesariamente.
[L722]Virgilio sólo puede explicarle lo que ve la razón. El resto tendrá que aguardar a que se lo explique Beatriz, pues ya es materia de fe. Intentaré explicar brevemente su argumento: toda alma, unida al cuerpo pero diferente de éste, posee una virtud que únicamente se pone de manifiesto mediante sus efectos. Nada sabemos de la procedencia de la conciencia o de los apetitos, pues éstos son instintivos, y no merecen alabanza ni desprecio. Pero en el hombre también es innata la razón, que le hace discernir el bien del mal; y la voluntad, que debe tender hacia el primero y rechazar el segundo. La razón es quien termina por dar el consentimiento o no a una acción que se presenta al alma, y este es el fundamento de toda la rnoralidad.
[L723]La luna tardó en salir casi hasta la media noche, moviéndose de occidente a oriente, en sentido contrario al del Sol, que en Roma se pone en dirección a Córcega y a Cerdeña durante el invierno.
[L724]Virgilio nació en el pequeño pueblecillo de Pietola, junto a Mantua.
[L725]Se trata de una turba de los que purgan el pecado de acidia, corriendo noche y día por el cuarto círculo de la montaña, gritando ejemplos de solicitud y pereza.
[L726]Los tebanos celebraban a Dionisos, su patrón, corriendo de noche con grandes antorchas encendidas a las orillas de los ríos Ismeno y Asopo.
[L727]María, que marchó diligente a visitar a su cuñada Isabel al saber que ése encontraba encinta de San Juan
[L728]Ya hemos visto cómo César mandó a Bruto incendiar el puerto de Marsella al dirigirse hacia España. Para atacar a Afranio y Petreyo, partidarios de Pompeyo (De bello civili, XX, l).
[L729]«Perdona si nuestro deseo de reparar nuestra acidia nos hace ser descorteses contigo, y no nos detenemos para indicaros el camino.»
[L730]Tal vez Gherardo II, que murió en 1187. Nada sabemos de este personaje. Milán fue arrasada por oponerse a Federico Barbarroja en 1162.
[L731]Alberto della Scala, señor de Verona, cercano ya de la muerte en 1300, pues murió en 1301. Llorará el haber impuesto a su bastardo como abad de San Zenón.
[L732]Giuseppe, hijo bastardo del anterior, y abad de San Zenón desde 1292 a 1333. Era contrahecho y de escasas luces intelectuales. Sin embargo, Dante no culpa al hijo, sino al padre. Notad la independencia de criterio del poeta mostrándose tan crítico con el padre de sus protectores y admirados Cangrande y Bartolomé della Scala, de cuya hospitafidad gozó Dante en el exilio.
[L733]Al final de la comitiva dos ejemplos de los males que acarrea la acidia, El Primero el de los hebreos que murieron sin ver la tierra prometida por haber sido remisos a obeceder a Moisés.
[L734]El segundo ejemplo se refiere a los compañeros de Eneas, que decidieron permanecer en Sicilia y no participaron con él en la gloria de la conquista de Italia (Eneida, V, 604 y ss.).
[L735]Dante, ya caída la noche, e imaginamos que agotado por la caminata de todo el día, se duerme. Es su segunda noche en el monte del Purgatorio.
[L736]Poco antes del amanecer, cuando el calor del día anterior, ya agotado no puede combatir con el frío que viene de la luna.
[L737]La Fortuna Mayor es una constelación entre Acuario y Piscis. Los geomantes son los astrólogos.
[L738]Símbolo de los vicios de la avaricia, gula y lujuria, que se purgan en los tres círculos restantes.
[L739]O bien como al estar enamorada una persona parece embellecerse, o como la mirada del amante embellece a la persona amada.
[L740]Recordar la fábula recogida en la Odísea.
[L741]Es la templanza que viene a proteger a Dante contra el vicio y que reprocha a Virgilio el que no la haya expulsado él mismo (v. 28). Es curioso que Dante se valga de un sueño para dejar a su maestro en posición bastante desairada.
[L742]Como en el sueño de la noche anterior le había despertado el fuego donde parecieron arder él y el águila.
[L743]La mañana del 12 de abril.
[L744]Es la voz de un nuevo ángel que les conduce al quinto círculo
[L745]Bienaventurados los que lloran porque serán consolados (Mateo, V, S).
[L746]Las bellezas del cielo.
[L747]64‑66 La comparación viene dada por la palabra «reclamo» del v. 62.
[L748]La quinta cornisa es la de aquellos que purgan el pecado de la avaricia.
[L749]Salmo CXVIII: «Mi alma se ha postrado en el suelo. Vivifícame según tu palabra.»
[L750]Es decir, dando la derecha al precipicio y no a la pared rocosa, o de otro modo, que rodeen hacia la derecha
[L751]«Sabe que yo fui sucesor de Pedro.» Ottobuene dei Fieschi, perteneciente a una riquísima familia genovesa, fue elegido papa con el nombre de Adriano V en 1276 y muerto en Viterbo aquel mismo año, sin recibir siquiera la tiara, dejando sus bienes a la Iglesia y a las Ordenes mendicantes. Al parecer, su conversión fue tardía, pero sincera.
[L752]El condado de Lavagna, en Liguria, posesión de los Fieschi.
[L753]El texto está en Mateo, XXII, 25‑30, y se refiere a un problema que plantearon los saduceos a Jesús, sobre a qué marido pertenecería tras el juicio Final una mujer que se hubiera casado con siete hermanos muertos consecutivamente. Jesús contestó que ni ellas se casarían tras el juicio (Neque nubent neque nubentur), sino que todos serían como los ángeles de Dios. Así pues, en el más allá se borran todas las diferencias entre los mortales.
[L754]Vv. 91‑92.
[L755]Alagia, hija de Niccoló dei Fieschi, hermano de Ottobuene, casó con Moroello Malaspina, de quien quedó viuda en 1315, tras lo cual volvió a Génova con los suyos, por lo que Ottobuone teme no vaya a contaminarse de su avaricia. Dante debió ser huésped del matrimonio en Lunigiana.
[L756]De saber algo más acerca de Adriano V.
[L757]Cfr. Infierno, I, 111.
[L758]Alusión al Lebrel de Infierno, I, que expulsará a la loba de la codicia.
[L759]Como en los restantes círculos de la montaña, aquí escuchamos ejemplos que exaltan la pobreza. El primero alude al parto de María en el establo de Belén (Lucas, II, 7).
[L760]El segundo alude a Fabricio Luscinio, cónsul de la época republicana que rechazó el soborno de los samnitas, según Valerio Máximo.
[L761]Según una leyenda muy extendida en el medievo, San Nicolás, obispo de Mira entre los siglos III-IV, y patrón de Bari, salvó de la prostitución, siendo aún joven, a las tres hijas de un hombre pobre, ofreciéndoles a escondidas una considerable suma de dinero para su dote.
[L762]El personaje que está hablando con Dante ahora es Hugo Capeto, primer monarca de la dinastía reinante en Francia tras haber puesto fin al gobierno carolingio en 987. Pero el poeta confunde a este Hugo, llamado Capeto por la capa que vestía por ser abad laico de S. Martín, con su padre, Hugo I el Grande, conde de París y de Orleáns, que sin ser rey gobernó, de hecho, bajo los carolingios Luis IV y Lotario y murió en 956, habiendo hecho coronar aún en vida a su hijo Roberto II «El Piadoso». Muy duro es el juicio de Dante sobre la familia Valois, que junto a reyes crueles o codiciosos había dado también otros santos ‑Luis IX‑ y prudentes, pero en cuyo origen está la usurpación de la corona, por un personaje de baja extracción, movido por la codicia; y cuya política siempre había sido fuertemente antiimperial.
[L763]Ciudades flamencas sublevadas contra Felipe el Hermoso, a quien derrotaron en Coltray en 1302.
[L764]Este dato pertenece por completo a la leyenda, a la que Dante se acoge o bien dándole crédito, o como una prueba más del triunfo de la humildad.
[L765]El último carolingio vivo a la muerte de Luis V era su tío Carlos, obligado a la profesión monástica por Hugo Capeto.
[L766]Recuérdese que Carlos de Anjou, hermano de Luis IX, estaba desposado con Beatriz, hijo del último conde de Provenza, Ramón Berenguer IV, por lo que esta riquísima comarca pasó a la familia real francesa.
[L767]Porque la boda había sido realizada mediante la coacción y el engaño. Ahora se abre un pasaje lleno de sarcasmo donde se da cuenta de las rapiñas y latrocinios cometidos por los últimos Valois.
[L768]Corradino, hijo de Corrado IV y nieto de Manfredo fue hecho decapitar por Carlos de Anjou en 1268, a los 16 años, tras la batalla de Tagliacozzo, dando fin a la dinastía suaba.
[L769]La leyenda de que Carlos de Anjou hizo envenenar a Tomás de Aquino carece de fundamento.
[L770]Carlos de Valois, hermano de Felipe IV, llamado a Italia por Bonifacio VIII, llegó a Florencia en 1301, siendo la principal causa de la ruina de los güelfos blancos y del propio Dante.
[L771]La traición y la mentira.
[L772]Carlos II de Anjou, hijo de Carlos I, muerto en 1309. Estuvo prisionero de los aragoneses desde 1284 a 1288, tras una batalla naval, y casó a su hija Beatriz con Azzo VIII de Este, señor de Ferrara en 1305 a cambio de una grandísima dote. Es citado por Dante en otros lugares de la Comedia: Purgatorio, VII, 127‑9; Paraíso, VI, 106‑108; XIX, 127‑29.
[L773]Alude a uno de los hechos más vergonzosos de la historia de la época, cual fue la cautividad de Bonifacio VIII en 1303, a manos de Guillerrno Nogaret, enviado de Felipe el Hermoso, que puso fin a una antigua rivalidad llena de excomuniones por una parte y de intentos de revocar al pontífice por la otra. Bonifacio murió pocos meses después. Dante odiaba personalmente sin disimulo a Bonifacio VIII, pero no puede justificar la vejación de la que es objeto la figura del vicario de Cristo. Por otra parte, su odio contra Felipe IV, como vernos, es aún mayor y sin condiciones.
[L774]El propio Felipe el Hermoso. Así fue llamado, en un discurso que Dante pudo haber conocido, por el papa Benedicto XI en 1304.
[L775]En 1307 el rey francés disolvió el Temple, tras quemar a sus dos maestres, para adueñarse de sus muy cuantiosas posesiones, con la ayuda del papa francés Clemente V a quien conocimos en el Infierno.
[L776]97‑102 Acabada la diatriba contra los Valois, Hugo Capeto contesta a la segunda pregunta de Dante, es decir, por qué repite las alabanzas de la pobreza con las que ha comenzado el canto. Por la noche estas alabanzas se vuelven excecraciones contra la codicia.
[L777]Pigmalión ‑‑no confundir con el escultor de la leyenda‑ es un rey de Tiro que mató a sus parientes para adueñarse de sus bienes (Eneída, I, 340‑51).
[L778]El conocido Midas, que pidió a los dioses que lo que tocase se convirtiera en oro, y murió de inanición (Metamorfosis, XI, 85‑145).
[L779]El hecho es citado en Josué, VI, 17‑19, y VII, 1‑26.
[L780]Safira y su marido quisieron estafar a San Pablo en la venta de un campo (Hechos, V, 1 ‑ ll ).
[L781]Heliodoro intentó adueñarse de los tesoros del templo de Jerusalén, cuando fue derribado por un ángel montado a caballo (2 Macabos, III, 7‑40).
[L782]Otro personaje de la Eneída. Polinéstor era rey de Tracia, mató por codicia a su tío Siqueo, esposo de Dido (Eneída, III, 19‑68). Polidoro, hijo de Príamo y Hécuba (Infierno, XXX, 16‑21).
[L783]Se trata de M. Licinio Craso, que compartió el triunvirato con César y Pompeyo, famosísimo por sus riquezas‑, murió en el 53 a.C. luchando contra los partos que le hicieron beber oro derretido (Cicerón, De officiis, I, 30).
[L784]Latona, madre de Apolo (el sol) y Diana (la luna) se refugió en Delos para huir de los celos de Hera (Metamorfosis, VI, 189 y ss.).
[L785]Son las palabras que en Lucas II, 14, dirige el ángel a los pastores de Belén.
[L786]El innato deseo humano de saber sólo se sacia con la revelación divina. El episodio de la samaritana está en Juan, IV, 6‑15.
[L787]Porque se encuentra llena de las almas tendidas de los avariciosos.
[L788]El episodio de la aparición de Cristo resucitado a unos discípulos en el camino de Emaús está, en efecto, en Lucas, XXXV, 13‑15.
[L789]Se trata de la sombra de Estacio, como veremos más adelante.
[L790]El designio infalible de Dios.
[L791]Virgilio está condenado a permanecer en el limbo.
[L792]De las tres parcas que rigen la vida de los mortales, Cloro prepara la lana, Láquesis la hila, y Atropos se encarga de cortar el hilo cuando el hombre muere.
[L793]Un alma que, creada en el ciclo, al cielo retorna después de haberse purificado.
[L794]Es decir, la puerta del Purgatorio.
[L795]Se refiere a Iris.
[L796]Cuando un alma se siente del todo purificada siente un deseo irrefrenable de ascender. Antes también lo deseaba, pero el talento, es decir, su voluntad condicionada de espiar la culpa, se lo impedia.
[L797]Publio Papinio Estacio nació en Nápoles hacia el año 50 y murió en la misma ciudad en torno al 96. Fue uno de los principales representantes de la llamada edad de plata romana, y en la Edad Media estimado al par que Virgilio, por sus poemas épicos la Tebaida y la Aquileida que quedó inconcluso. Hasta el siglo XV no fue conocida su obra Selvas, descubierta en un monasterio suizo por el humanista Poggio Bracciolini, y hasta ese mismo siglo era confundido con Lucio Estacio Ursolo, retórico de los tiempos de Nerón, nacido en Tolosa. Tito destruyo Jerusalén durante el reinado de su padre Vespasiano en el año 72.
[L798]El nombre de poeta.
[L799]La Tebaida trataba de la rivalidad entre Eteocles y Polinice, hijos de Edipo; la Aquileida pretendía narrar todo el ciclo de leyendas sobre este héroe griego, pero no pudo concluirla. Como vemos en estas notas, el primer poema es una de las fuentes principales de la Comedia No así el segundo.
[L800]Es decir, «el ejemplo de la Eneída fue lo que me impulsó en mi labor de poeta épico, al igual que la de gran cantidad de imitadores».
[L801]Por haber conocido a Virgilio, Estacio hubiese consentido permanecer un año solar, o un cielo solar, que consta de veintiocho años, más de lo debido, en el Purgatorio.
[L802]La gente de natural sincero, como Dante, no puede disimular sus sentimientos.
[L803]Alusión a una nueva bienaventuranza: «Bienaventurados los que tienen sed y hambre de justicia, porque ellos serán saciados» (Mateo, V, 6). El ángel sólo llega al «tienen sed».
[L804]Cualquier amor nacido de la virtud, sólo con manifestarse externamente suscita otro.
[L805]Décimo Junio Juvenal, contemporáneo de Estacio y admirador de la Tebaida, fue el famoso poeta de las Sátiras.
[L806]Corta para estar más tiempo con Estacio, pues cuando acabe tendrán que separarse.
[L807]Virgilio ha pensado, lógicamente, que el pecado de Estacio fuese la avaricia, vicio impropio de un hombre sabio, pues no sabe ‑ni nosotros lo sabíamos hasta ahora‑ que en las cornisas del Purgatorio se purifica un vicio y el exceso contrario; el pecado de Estacio, pues, fue la prodigalidad.
[L808]El verso de Virgilio (Eneida, I, 56‑57) dice: «Quid non mortalia pectora cogis / auri sacra fames», donde «sacra» tiene el significado de «execrable».
[L809]En el círculo de los avaros y los pródigos, Infierno, VII.
[L810]Por prodigalidad, que es considerada pecado pocas veces.
[L811]Es la primera noticia (y el único caso) que conocemos de esta particularidad del Purgatorio.
[L812]La doble tristeza de Yocasta son los gemelos Eteocles y Polinices, protagonistas de la Tebaída de Estacio, como ya hemos visto
[L813]Dante alude ahora a Virgilio como poeta bucólico, contraponiéndole a Estacio poeta épico, porque el pasaje que encaminó a Estacio a la salvación fue la famosa supuesta profecía mesiánica de la égloga IV (ver más abajo) en la que Virgilio debía aludir al nacimiento de un vástago de la familia imperial, o de rico Polión protector del poeta, y posteriormente se tomó como anuncio de la venida de Cristo, lo que contribuyó a sacralizar la figura de Virgilio y ponerla la par de los profetas bíblicos, atravesando de esta forma toda la Edad Media.
[L814]De San Pedro, es decir, de la Iglesia.
[L815]«Por ejemplo, de tu Eneida, y las palabras de la citada égloga» (vv. 65‑66).
[L816]Domiciano, hijo de Vespasiano, fue emperador del 81 al 96. Su persecución contra los cristianos, comúnmente admitida desde el siglo II, es hoy en día puesta en entredicho por los modernos historiadores.
[L817]En el original, «E pria ch'io conducessi i Greci a’fiumi / di Tebe poetando». Es decir, no sólo antes de comenzar el poema (como se desprendería de la traducción), sino, en concreto, el libro IX. Apunto otra posible traducción, igualmente incompleta: «Y antes de que a los griegos condujera / a los ríos de Tebas, bauticeme.»
[L818]Acabada la historia de su vida, Estacio pide a Virgilio noticias de algunos de los principales poetas latinos: los comediógrafos Terencio, Plauto y Cecilio; Vario Rufo fue amigo de Horacio y Virgilio.
[L819]Persio, el autor de las célebres sátiras (34‑62 d.C.)
[L820]Homero. Todos están, pues, en el limbo.
[L821]Del Parnaso, en donde están las musas.
[L822]Cita ahora Virgilio a varios autores griegos y a diversos personajes del poema la Tebaída de Estacio, que para la época, recordémoslo, tenían todas las garantías de haber sido personajes reales, corno los de la Eneída o el resto de las leyendas mitológicas.
[L823]La única hija de Tiresias, el adivino tebano, que cita Estacio en la Tebaida es Manto, a la que Dante ha colocado junto a su padre en el círculo octavo (Infierno, XX). Su mención aquí ha provocado una larga disputa entre los comentaristas. Tetis y Deidamia son personajes de la Aquileida
[L824]Eran sobre las once de la mañana.
[L825]Tenía la forma de cono invertido.
[L826]Varios ejemplos de templanza: María, que en las bodas de Caná no pensaba en comer, sino en la verguenza de los novios; las matronas romanas de la república, el eco de cuya virtud llega hasta el propio Quevedo; el profeta Daniel, que no quiso comer en la mesa de Nabucodonosor para evitar contaminarse (Daniel, I, 3‑20), los moradores de la edad de oro, que sólo se alimentaban de bellotas (recuérdese la alabanza de Don Quijote) y finalmente Juan el Bautista, del que hablan Marcos (1, 6) y Mateo (III, 4).
[L827]El cazador.
[L828]Se trata de un verso del famoso Miserere, es decir el salmo L 17: «Abre,
Señor, mis labios, y mi boca cantará sus alabanzas.»
[L829]Son las almas de los glotones.
[L830]Erisitone, hijo del rey de Tesalia, habiendo cortado una encina consagrada a Ceres fue condenado por ésta a padecer un hambre insaciable, hasta el punto de devorar a una hijita suya y a sí mismo. Lo cuenta Ovidio en Metamorfosis, VIII, 726‑881.
[L831]Referencia a los padecimientos de los judíos en el cerco de Jerusalén por Tito, al que aludió en Purgatorio, XXI, 82. María es la hebrea María de Eleazar Lo cuenta Flavio Josefo, Bell. ivd., VI, 3.
[L832]Opinión difundida entre predicadores medievales.
[L833]Forese Donati, hermano del cruel Corso y de la joven Piccarda que encontraremos en el Paraíso (Paraiso, III, 46 y ss.), fue amigo de la juventud florentina del poeta, que estaba casado con su prima Gemma. Era llamado Bicci Novello, es decir, Bicci el joven, y murió en 1296. Se conserva una tensón de seis sonetos satíricos que ambos se intercambiaron en 1290, llenos de burlas no siempre inocentes. Su gula debía ser probervial, pues ya alude a ella Dante en dicha tensón juvenil.
[L834]Dante quiere que antes de contarle a Forese su vida, ésta le explique cuál es la forma de su castigo.
[L835]Porque la purgación les conducirá al Paraíso.
[L836]Recordad las palabras de Cristo en la cruz‑. «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado» (Mateo, XXVII, 46; Marcos, XVI, 34).
[L837]En el Antepurgatorio de los tardos en arrepentirse.
[L838]Apenas sabemos nada de la mujer de Forese, sólo que Dante en el primer soneto cruzado con su amigo le había presentado sola y abandonada por éste en su lecho. Las palabras de Forese contradicen aquel viejo ataque, y le dan pie a una invectiva contra la corrupción de las florentinas.
[L839]Región semisalvaje de Sicilia, comparada aquí con la misma Florencia.
[L840]El castigo del látigo.
[L841]Es decir, dentro de unos quince años. En 1315, en que tuvo lugar la batalla de Montecatini, donde fueron derrotados los negros florentinos, pero la profecía de Forese acaso tenga un valor genérico, como tantos otros pasajes de la Comedía
ll4 La sombra que proyecta Dante.
[L842]Dante tenía al parecer muchos motivos para reprocharse el tipo de vida que llevaba en los años de su amistad con Forese.
[L843]La luna.
[L844]Estacio sube más despacio de lo que lo hubiera hecho si no se hubiese encontrado con su admirado Virgilio.
[L845]Encontraremos a Piccarda en Paraíso, III, 34 y ss.
[L846]El poeta y notario de Lucca, Bonagiunta Orbiciani, aún vivo en 1296 pertenecía a la corriente poética contraria al dolce stil nuovo, que seguía la convenciones de la escuela siciliana y provenzal. Fue atacado por Dante en «De Vulgari elocuentia».
[L847]El papa francés Simon de Bries, llamado Martín IV (1281‑85). Favoreció la política proangevina en Italia. En efecto, dicen que remojaba las anguilas en vino para que resultaran más sabrosas.
[L848]Porque así puede llevar noticias de ellos a la tierra.
[L849]Ubaldino degli Ubaldini, hermano de Ottaviano (Infierno, X, 120) y de Ugolino de Azzo (Purgatorio, XIV, 105) y padre del cardenal Ruggieri que vimos en Infierno, XXXIII. Bonifacio dei Fieschi fue sobrino del papa Inocencio IV y llegó a ser arzobispo de Rávena en 1274, cuyo báculo estaba rematado por una torre. Murió en 1294.
[L850]Marchese degli Arglioso, de Forlí, fue podestá de Faenza en 1296. Se cuenta que al preguntar qué opinión tenía de él el pueblo le respondieron que se hablaba de lo mucho que bebía, a lo que él contestó: «¿Por qué no dicen que siempre tengo sed?»
[L851]Gentucca Morla, que aún era una niña en 1300, fue una mujer amada por Dante que la conoció en Lucca en 1308. Estaba casada con Buaccorso Fondora. Este amor reconciliará a Dante con una ciudad con la que siempre había sido renuente (Infierno XXI, 41‑42).
[L852]El primer verso de la primera canción de La Vita Nuova «Donne ch'avate inteletto d’amore», una de sus composiciones juveniles preferidas por el propio Dante. Lo que diferenciaba la nueva poesía de la antigua era la espontanceidad y la sinceridad, frente a lo artificioso y retórico de la vieja escuela de Buonagiunta o de Guittone de Arezzo (Purgatorio, XXVI, 124‑126), que representa la poesía toscana, o del notario Jacobo Lentini, secretario de Federico II, que representa la siciliana.
[L853]De este verso ha salido el nombre de la escuela poética a la que perteneció el propio Dante, junto con Guido Gunizzelli, Guido Cavalcanti y Lapo Gianni.
[L854]A Corso Donati, hermano de Forese, el principal enemigo de Dante y causante de su ruina. Murió en 1308 en una escaramuza contra los propios negros, o contra los catalanes. Su muerte es narrada de diversas maneras. Dante cruelmente, por boca de un impávido Forese, lo pinta arrastrado hasta el Infierno atado a la cola del caballo, que era la muerte propia de los traidores.
[L855]Es decir, dado el giro a la curva del monte, que antes impedía ver el árbol.
[L856]Ejemplos de intemperancia puestos tal vez en la boca de un ángel. Los centauros, embriagados en las bodas de Piritoo e Hipodemia, intentaron raptar y violar a las mujeres de los lapitas, siendo vencidos por Tesco. Los centauros habían nacido de una nube a la que Zeus dio la forma de Juno, y de Ixión (Metamorfosis, XV, 210, 535).
[L857]El segundo ejemplo está tomado de Jueces, VI. Gedeón sólo llevó al combate contra los madianitas a trescientos de sus hombres que tomaron el agua con las manos, dejando al resto que había bebido inmoderadamente (Jueces, VI, 11; VII, 25)
[L858]El ángel que les indica el paso al séptimo recinto, que con sus alas perfumadas borra la P de la gula de la frente de Dante.
[L859]Siguiendo el son de la voz que ha escuchado.
[L860]Paráfrasis de Mateo, V, 6: el hambre y la sed de justicia se oponen a la gula.
[L861]Son alrededor de las dos de la tarde
[L862]«Tienes tensada la cuerda del arco hasta tocar el hierro de la flecha.»
[L863]«Cómo pueden adelgazar los que ya son sólo espíritus.»
[L864]La leyenda contaba que un oráculo había profetizado la muerte de Meleagro, príncipe de Caledon, el día que se extinguiese un tizón que su madre había guardado. Airada la reina contra su hijo por haber matado a dos hermanos de aquélla, arrojó al fuego el tizón que se consumió rápidamente y con él la vida de su hijo (Metamorfosis, VII, 260‑546).
[L865]El problema de la relación entre el cuerpo y el alma era central en la filosofía de la época. Dante, por boca de Estacio, que es cristiano a diferencia de Virgilio, va a intentar ahora una explicación convincente. Para el comienzo de este pasaje recuérdese que en la Florencia democrática Dante se había inscrito, no sin razón, en el gremio de los médicos.
[L866]37 y ss. La sangre que no es necesaria para el alimento de los órganos adquiere en el corazón del padre la virtud de crear miembros nuevos, y al descender a los testículos se convierte en semen que se une con otra sangre perfecta en la matriz de la mujer, dando lugar al proceso de la generación. En este proceso la sangre femenina es el principio pasivo y la masculina, que procede de corazón, el activo.
[L867]En el semen del hombre está ya el germen de la vida vegetativa. Pero mientras en las plantas es su estado perfecto, en el hombre es el comienzo de una larga evolución que describe seguidamente: vegetativa, sensitiva y racional.
[L868]Averroes (Infierno, IV, 144) negaba la doctrina aristotélica recogida por los escolásticos de que nuestra razón fuera doble, el intelecto agente, que dirige el conocimiento sensible, y el intelecto posible, que da el intelectivo. Este segundo era, para el filósofo musulmán, un principio intemporal, abstracto y común para todos, separado de un alma únicamente sensitiva y particular (vv. 64‑66). Esta doctrina, pues, anulaba la idea de la vida ultraterrena del alma invidual.
[L869]La creación de la inteligencia racional humana es obra directamente de Dios, a diferencia del estadio vegetativo y sensitivo, que evolucionan espontáneamente desde el principio de la concepción.
La razón recién formada integra ahora los dos estadios anteriores.
[L870]El ya citado intelecto posible.
[L871]Recuérdese que Laquesis es la Parca que teje el hilo de nuestra vida.
[L872]Una vez muerto el cuerpo, la vida vegetativa y la sensible («lo humano») quedan mudas porque carecen de órganos para sustentarse, dejando al alma completamente pura, con sus tres facultades superiores («lo divino»).
[L873]En la del Aqueronte si está condenada; en la desembocadura del Tiber si es digna del Purgatorio.
[L874]El alma entra ahora en acción irradiando en torno suyo como una especie de cuerpo aéreo, o de ectoplasma, en el cual la vida vegetativa y la sensible pueden volver a encontrar una especie de acomodo.
[L875]Los viajeros han llegado ya al séptimo círculo, el de los lujuriosos.
[L876]El viento que sopla desde el exterior hace que las llamas se plieguen contra la pared, dejando un estrecho camino a los viajeros.
[L877]Summao, Deus clementiae, es un himno propio de la mañana del sábado, muy apropiado para los lujuriosos.
[L878]Como ya estamos acostumbrados, aparecen ejemplos de castidad. El primero son las palabras de María poniendo de manifiesto su virginidad al ángel que le anuncia su próximo parto (Lucas, I, 34).
[L879]Las ninfas que acompañaban a Diana debían guardar, como ella misma la castidad, pero Elice fue seducida por Zeus (Metamorfosís, II, 401‑530).
[L880]Deben ser las cuatro o cinco de la tarde.
[L881]Para no dejar de purificarse, que es el único deseo de estas almas.
[L882]Es el ama de Guido Guinizzelli, como ya veremos.
[L883]Las almas que han aparecido antes van en la misma dirección que los viajeros ‑de izquierda a derecha‑ y éstas vienen de frente. Esto alude, como veremos, a su condición de pecadores contra natura.
[L884]Unos son los lujuriosos que pecaron de homosexualidad; el pecado de los otros es, como se verá más adelante, hermafrodita, es decir, entre hombre y mujer.
[L885]Lo cuenta Suetonio en su vida de César. La voz popular aludía a las relaciones que el joven César había mantenido con Nicomedes, rey de Bitinia. Años después sus legionarios le cantaban: «César sometió las Galias y Nicomedes a César.»
[L887]Guido Guinizzelli nació en torno a 1230, en Bolonia, y perteneció al bando obelino. Fue autor de un breve cancionero amoroso, renovó la escuela poética doctrina del norte de Italia y se acerca al nuevo estilo florentino (ver Purgatorio, XXIV).
[L888]Se refiere Dante a un pasaje de la Tebaída de Estacio. Isifile (Purgatorio,
XXII, 112), esclava del rey Licurgo, abandonó al hijito de éste mientras iba a enseñar a los griegos la fuente Langía, y el niño murió picado por una serpiente. Condenada a muerte la esclava, fue rescatada de la hoguera por sus hijos (Tebaída, V, 720‑22).
[L889]Guido Guinizzelli señala a Arnaut Daniel, el famoso poeta provenzal del Trovar clus, que floreció entre 1180 y 1200 en la corte de Ricardo Corazón de León. Fue especialmente admirado por Dante, como se demuestra en De Vulgari Eloquientia. De él se nos ha conservado sólo un pequeño cancionero.
En el original «parlar materno», o lengua vulgar, se opone a la «gramática» o latín. Recuérdese que este apelativo, «il miglior fabbro», fue aplicado por T. S Eliot a Ezra Pound, ferviente admirador de la poesía provenzal y stilnuovista.
[L890]El Limosín es Giraut de Bornelh, conocido entre 1175 y 1220. lntrodujo en la poesía provenzal formas más populares y cultivó gran variedad de géneros. Dante debe reprocharle la simpleza de su estilo.
[L891]Guirtone de Areno nació en tomo a 1230, vivió en Florencia y murió en 1294. Fue un escritor fecundísimo, y la cabeza de la escuela doctrinal (Purgatorio, XIV, 56). Dante no le fue muy favorable en sus juicios, por las misma razones que respecto a Giraut Bornelh.
[L892]Es decir, salvo el final: «No nos dejes caer en la tentación ... »
[L893]El trovador provenzal habla, como sería natural, en su propia lengua. «Tanto me complace vuestra cortés pregunta / que no puedo ni quiero esconderme de vosotros / Soy Arnaldo que llora y va cantando / pensativo veo la pasada locura / y alegre veo el gozo que espero, delante / Ahora os pido por aquel Valor / que os guía hasta lo alto de la escalera / que os acordéis a tiempo de mi dolor.»
[L894]Está anocheciendo en la montaña del Purgatorio, mientras amanece en Jerusalén. En España era medianoche, y en la India, mediodía.
[L895]Comienzo de la sexta bienaventuranza «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mateo, V, 8). Es una exhortación a la castidad.
[L896]Al que escucharán mientras estén cruzando el fuego en señal de purificación. Dentro de las pruebas iniciáticas que Dante está atravesando a lo largo de este viaje, la del fuego va a ser la que le cueste un mayor esfuerzo para vencer su miedo, pero una vez vivida, ya dejará atrás todo sufrimiento.
[L897]Cfr. Infierno, XIX, 50‑51.
[L898]No olvidemos que Dante había sido condenado a morir en la hoguera por los negros, cosa que tal vez hubiese ocurrido de haber caído el poeta exiliado en manos de sus perseguidores.
[L899]Cfr. Infierno, XVII.
[L900]Porque el vestido no se quemará.
[L901]La leyenda está en Metamorfosis, IV, 55‑166. Habiéndose citado a las afueras de Babilonia los amantes Píramo y Tisbe, ésta, que había llegado primero, se vio forzada a huir de una leona, dejando detrás su velo desgarrado. Al llegar el joven pensó que su amada había muerto, se suicidó, y a su regreso, también Tisbe, tiñendo de rojo un moral que había allí cerca.
[L902]Estacio, que había caminado entre Virgilio y Dante, se coloca ahora detrás de éste para darle protección.
[L903]Las palabras que atribuye Mateo a Cristo (Mateo, XXV, 34), dirigiéndose a sus elegidos en el juicio. Quien las entona es el ángel que guarda el último círculo y que debe haber quitado la última P de la frente de Dante.
[L904]Por tercera vez duerme Dante en el Purgatorio y por tercera vez tiene un sueño premonitorio, siempre a la hora antes del alba. Citerca (v. 95) es el planeta Venus.
[L905]Se trata de Lía, hermana de Raquel y esposas ambas de Jacob (Génesís, XXIX), la una, fea y fecunda; la segunda, bella pero estéril, que alegorizan la vida activa y la contemplativa, respectivamente, como las evangélicas Marta y María.
[L906]El espejo de Raquel es Dios mismo.
[L907]Es el amanecer del 13 de abril.
[L908]La Felicidad, representada en el Paraíso Terrenal.
[L909]Como Raquel o como Lía.
[L910]Bellísimas estas palabras de Virgilio, que anticipan su próxima despedida.
[L911]Hacia occidente.
[L912]El pinar de Classe se encuentra muy cerca de Rávena. Eolo es el dios que gobernaba los vientos, guardándolos en una caverna.
[L913]Si en la selva salvaje del canto I del Infierno le impedían el camino tres fieras, en esta selva antigua lo hace un manso arroyo. Se trata del Leteo.
[L914]La aparición de esta muchacha ha sido anticipada por el sueño del canto anterior. Se trata de Matelda, personaje sobre cuya formación mucho se ha discutido, pero que junto con Beatriz puede formar la pareja dantesca equivalente a Lía y Raquel que vimos antes. O tal vez, mejor, representar la santa felicidad terrena. Como vemos, para Dante, el antiguo poeta del dulce estilo nuevo, las figuras femeninas son de una importancia capital en su gran poema épico cristiano.
[L915]Proserpina fue raptada por Hades, dios de los infiernos, cuando recogía flores con sus compañeras, en Sicilia.
[L916]Herida Venus casualmente por una flecha de su hijo Cupido, se enamoró perdidamente de Adonis, muerto trágicamente (Metamorfosis, XX, 525-26).
[L917]El Helesponto, que Leandro atravesaba todas las noches a nado para reunirse con su amada Hero, hasta su trágica muerte en una tempestad (Ovidio, Heroidas, XVIII, 139 y ss.). Jedes pasó el estrecho en un puente de barcas después de haber mandado azotar al mar, pero luego fue derrotado por los griegos.
[L918]Salmo XCI: «Señor, me has alegrado el corazón con tus obras, yo me gozo en las obras de tus manos.»
[L919]De lo que Estacio había dicho acerca de la ausencia de fenómenos meteorológicos en el Purgatorio.
[L920]Bueno e inclinado al bien.
[L921]Para que las perturbaciones meteorológicas no molestaran al hombre en el Paraíso terrenal, colocó éste en un lugar tan alto que no le alcanzaban.
[L922]En la puerta del Purgatorio.
[L923]El Aire gira junto al Primer Móvil, pero se encuentra con el obstáculo de la selva del Edén, y da lugar al suave viento del que allí se goza.
[L924]Las plantas movidas por el aire, lo impregnan de sus semillas, y éste luego las esparce.
[L925]El hemisferio de los vivos.
[L926]Porque procede de las semillas que el viento trae desde el Paraíso terrenal.
[L927]El agua del Leteo no procede de la lluvia, sino del propio Dios.
[L928]Los griegos consideraban al Leteo como un río infernal, cuyas aguas hacían olvidar la vida pasada a los muertos. Dante lo coloca en el Edén y sólo le hace quitar la memoria del pecado. El otro río, el Eunoé («Buena mente»), de invención dantesca, devuelve la memoria de las buenas acciones.
[L929]Advertir cómo Dante se complace en hacer concordar la cultura clásica con la concepción bíblico‑cristiana. Para la Edad de Oro Dante se inspira en el Libro I de las Metamorfosis.
[L930]Salmo XXXI, 43: «Bienaventurados aquellos a los que se han perdonado sus pecados.»
[L931]Dante invoca a las musas, sobre todo a Urania, musa de la astronomía habitadoras del monte Helicón del cual manaban las fuentes Aganipe e Hipocrene, cuyas aguas tenían virtudes de inspiración poética.
[L932]Se va a abrir ahora una larga y compleja alegoría de la iglesia representada en la larga procesión cuya descripción ocupa el resto del canto. «La distancia me hacía creer que veía siete árboles de oro. Luego me di cuenta de que eran candelabros.» Acaso alegorizan los siete dones del Espíritu Santo o/y los Siete Sacramentos.
[L933]La percepción sensible.
[L934]En la luna llena.
[L935]El arco Iris y el halo de la luna, llamada Delia por la isla de su nacimiento.
[L937]Los ancianos del Antiguo Testamento, que anuncian la Iglesia, y van alabando a María.
[L938]Los cuatro animales de la visión de Ezequiel (Ezequiel, I, 4), y del Apocalipsis de Juan (Apocalipsis, IV, 608), con quien Dante concuerda en el número de alas, frente a las cuatro que le atribula el profeta. No debe tratarse de cuatro animales distintos (águila, toro, león, hombre), sino de cuatro animales iguales, con cuádruple rostro y compuestos con distintos elementos. Representan los cuatro Evangelios.
[L939]La propia Iglesia, arrastrada por un grifo ‑mitad león, mitad águila‑, que simboliza a Cristo con su doble naturaleza. Las dos ruedas del carro vuelven a aludir al viejo y nuevo testamento; o los dos mandamientos que resumen todo el decálogo: el amor a Dios y el amor al prójimo.
[L940]Para algunos comentaristas, las alas del grifo tienen en medio el don de la fortaleza y el Sacramento de la Eucaristía.
[L941]La parte de águila es de oro, pues simboliza la naturaleza divina; la de león roja y blanca, símbolo de la humana que sufrió el tormento de la cruz siendo inocente.
[L942]Alusión a los triunfos de Augusto o de Escipión el Africano, como ejemplos de fastuosos carros humanos: y al carro del sol que condujo Faetón antes de ser fulminado por Júpiter a causa de los daños causados por su inexperiencia (Metammfosis, II, 107‑10).
[L943]Las tres virtudes teologales: la caridad, de rojo; la esperanza, de verde; la fe, de blanco. Quién de las tres guía la danza, y con el canto de cuál de ellas se acompasan, tienen también un valor alegórico. Los dominicos pensaban en la primacía de la fe sobre la caridad, y los franciscanos sostenían una opinión contraria.
[L944]Las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La primera posee tres ojos para ver el futuro, el presente y el porvenir y poder juzgar y obrar por ello rectamente.
[L945]San Lucas, que era médico, autor de los Hechos de los Apóstoles. Los «animales más queridos» por la naturaleza son los hombres.
[L946]San Pablo, autor del mayor número de epístolas, con la espada de su elocuencia, que hiere, en lugar de curar, como el anterior.
[L947]San Pedro, Santiago el Menor, San Juan y San Judas Tadeo, autores del resto de las Epístolas.
[L948]San Juan, como autor del Apocalipsis.
[L949]Símbolo de la caridad cristiana y del martirio.
[L950]1‑6 Dante habla de los siete candelabros como si fuesen la constelación de la Osa Mayor del cielo empíreo. Dicha constelación en el cielo terrestre guía siempre a los marineros, porque siempre señala el septentrión, el norte.
[L951]Los veinticuatro ancianos simbolizan los veinticuatro libros del Antiguo Testamento; aquel de ellos que ahora canta es el correspondiente al Cantar de los Cantares. Se trata de una invitación dirigida a Beatriz para que aparezca.
[L952]En el juicio Final.
[L953]«A la voz de tan importante anciano.» El Cantar de los Cantares estaba atribuido a Salomón.
[L954]Canto entonado por los habitantes de Jerusalén a la entrada de Jesús el Domingo de Ramos (Mateo, XXI).
[L955]«Dad lirios a manos llenas», verso de la Eneída, VI, 883, con el que Anquises, padre de Eneas, recibía a un sobrino de Augusto en los Campos Elíseos.
[L956]Habían pasado diez años desde la muerte de Beatriz.
[L957]Dante había conocido a Beatriz cuando ésta tenía nueve años y él no era mucho mayor. De esta pasión infantil ya nos había hablado en la Vita Nova.
[L958]Virgilio ha desaparecido sin decir ni una sola palabra, justo en el momento en que Beatriz hace su aparición.
[L959]Todas las bellezas del Edén, perdidas por culpa de Eva, no bastaron consolarme de la pérdida de Virgilio.
[L960]Es posible que el tono que emplea aquí Beatriz en las primeras palabras que dirige a su antiguo enamorado no sean de dulzura, si no más bien de severidad y aspereza. Es la única vez que se escucha el nombre del poeta en toda la Comedia, y lo escucha en un momento de reproche. De otra manera hubiese sido síntoma de orgullo.
[L961]El olivo, que simboliza la paz.
[L962]«Cómo has podido venir a este lugar destinado a los virtuosos, cuando conozco la vida extraviada que has llevado después de mi muerte», parece ser el sentido del nuevo reproche de esta rigurosa Beatriz que Dante encuentra.
[L963]Salmo XXX (1‑9), que las angélicas voces no concluyen,
[L964]Los ángeles cantan siempre en conformidad con las esferas celestes.
[L965]A los ángeles que habían entonado el salmo apiadándose de Dante.
[L966]Por la influencia natal de los astros y por especial favor de la divinidad.
[L967]En el original, «La sua vita nova». Beatriz, en efecto, va a hacer ahora referencia a hechos relatados por Dante en dicha obra.
[L968]«La otra» puede referirse a una real anécdota amorosa de Dante, pero también si Beatriz simboliza la teología, puede indicar la inchnación, peligrosa, de Dante por el saber filosófico.
[L969]Lo cuenta el propio Dante en Vita Nuova, XXIX y XLII.
[L970]«Dirigiendo directamente a mí sus palabras, que cuando hablaba con los ángeles me habían parecido tan duras.»
[L971]Por el río Leteo, que quita la memoria del pecado, y del cual Dante no ha bebido aún.
[L972]De los otros bienes, es decir, los mundanos.
[L973]No para afilar la espada, sino al contrario, para atemperar su rigor.
[L974]«Si cuando yo vivía era tu sumo placer, al faltar yo qué otra cosa podía satisfacerte.»
[L975]61‑63 El pajarillo inexperto no sabe huir a tiempo, contrariamente a lo que hacen los pájaros maduros y experimentados.
[L976]«Porque va no eres un niño » La iconografía de Dante nos lo presenta siempre afeitado, al uso florentino que seguía la moda de la Roma republicana. En el resto de Italia la barba era distintivo de autoridad, con lo que es posible que el poeta se la dejara crecer posteriormente para dar mayor relieve a su figura de hombre sabio.
[L977]Jarba era rey de Libia, por tanto la perífrasis significa el viento del sur.
[L978]Hacia el grifo, es decir, Cristo.
[L979]Dante se desmaya, por lo que no puede contar lo ocurrido mientras duró su pérdida de conocimiento.
[L980]Matelda.
[L981]«Rocíame con el hisopo y quedaré limpio», salmo I, 9.
[L982]Las virtudes cardinales que formaban la Cruz del Sur (Purgatorio, I)
[L983]Las tres virtudes teologales.
[L984]El grifo no cambiaba, sino tan sólo su reflejo en los ojos de Beatriz.
[L985]Las virtudes teologales son superiores a las cardinales.
[L986]La primera belleza son los ojos; la segunda, la sonrisa, de la que ha sido hasta ahora bastante avara para con Dante.
[L987]Cualquier poeta que bebiera de la fuente Castafia que mana del monte Parnaso.
[L988]Porque Beatriz se levanta el velo que hasta el momento la cubría.
[L989]Los diez años que desde 1290 a 1300 ha estado sin ver a su amada tras la muerte de ésta (cfr. XXX, 34).
[L991]Caminando hacia oriente.
[L992]La rueda derecha.
[L993]Desierta porque no la habita ningtín ser humano por culpa del pecado de Eva.
[L994]El árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.
[L995]Cristo, con su naturaleza humana, fue, naturalmente, concebido sin pecado original.
[L996]Según una vieja leyenda ilustrada por Piero della Francesca en Arezzo, el árbol con el que se fabricó la cruz procedía del árbol de la Ciencia. Así es posible que el timón del carro simbolice la cruz de Cristo, eje de la Iglesia misma.
[L997]La de Aries, es decir, cuando llega la primavera, tras la constelación de Piscis.
[L998]La labor redentora de Cristo hace que el árbol vuelva a florecer, pero sus flores tienen el color de la pasión.
[L999]A diferencia de otros muchos himnos que ha escuchado durante su viaje por el Purgatorio.
[L1000]Hermes adormeció a Argos antes de matarle (Purgatorio, XIX, 95) contándole la historia de la ninfa Siringa (así en Metamorfosis, I, 568‑747).
[L1001]Dante compara la sorpresa de despertar con la que experimentaron los tres apóstoles cuando cesó la transfiguración de Cristo (el manzano) en el monte Tabor. Los apóstoles volvieron de su desmayo por la palabra del propio Cristo, que también ha sido capaz de resucitar a los muertos, como Lázaro.
[L1002]Es oscuro el valor simbólico de esta escena. Acaso como custodia del vínculo entre Cristo y la Iglesia.
[L1003]No pude seguir escuchándola al ver allí cerca a Beatriz.
[L1004]En el cielo
[L1005]La visión que ahora sigue es una alegoría de la historia de la Iglesia.
[L1006]En primer lugar el águila, símbolo de Roma, representa las primeras persecuciones.
[L1007]La vulpeja simboliza las herejías de los primeros siglos del cristianismo, ahuyentadas por la revelación divina.
[L1008]Ahora el águila de Roma no persigue a la Iglesia, sino que la colma de sus riquezas. Se refiere quizás a la apócrifa donación de Constantino, origen del poder temporal de Roma y con él de todas sus actuales desgracias.
[L1009]Mahoma, cuya nueva religión apartó a tantos pueblos del cristianismo, o acaso mejor, el cisma de Oriente.
[L1010]Los dones ofrecidos por Constantino acaso fueran ofrecidos con buena intención, y ahora cubren todo el carro, es decir, se acrecentó el poder y la riqueza de la Iglesia.
[L1011]Así enriquecida la iglesia se convirtió en un monstruo, víctima de los siete pecados capitales.
[L1012]Los pecados más graves (soberbia, envidia, ira) se representan con dos cuernos, los más leves, sólo con uno.
[L1013]La Curia romana de la época de Dante, dispuesta a entregarse al mejor postor.
[L1014]Felipe IV de Francia, con el que Bonifacio VIII había estado primeramente aliado.
[L1015]Dante representaba el partido antifrancés. Al mirarle la ramera es castigada por el gigante, lo que puede sirnbolizar el suceso de Anagni.
[L1016]El traslado de la corte papal a Aviñón en 1305 es el último suceso importante acaecido a la Iglesia en la época que Dante escribe el Purgatorio.
[L1017]Se trata del salmo LXXXVIII, 1: «Oh señor, han venido ¡os gentiles.» Aquí sirve para lamentar la suerte de la Iglesia.
[L1018]Un grupo de virtudes cantaba un verso y el otro grupo, otro.
[L1019]El llanto de Beatriz por la Iglesia se compara al de María por Cristo en la cruz.
[L1020]Las palabras de Cristo a los discípulos: «Dentro de un poco no me veréis y luego de otro poco me veréis» (Juan, XVI, 16). Aquí puestas en boca de Beatriz como representación de la teología, que volverá a ayudar a la reforma de la Iglesia.
[L1021]Por primera vez desde su aparición Beatriz aparece tranquila y calmada, y habla con Dante con indulgencia.
[L1022]La Iglesia era libre y ahora ya no lo es, pero los culpables de esto deben temer la venganza divina, pues ésta es irremisible.
[L1023]Según una tradición supersticiosa de la época, aquel asesino que lograba comer una sopa nueve noches seguidas sobre la tumba de su víctima, se veía libre de la venganza que pudieran buscar los parientes del muerto.
[L1024]El imperio no estará vacante por mucho tiempo. De hecho, la corona imperial llevaba sin ser ceñida oficialmente desde la muerte de Federico II hasta la coronación de Enrique VII.
[L1025]La cifra en números latinos nos da la palabra DVX, «jefe», que puede hacer de nuevo referencia a Enrique VII, o a un hipotético caudillo mesiánico. Como es habitual, existen otras muchas interpretaciones a este enigma.
[L1026]La Esfinge que proponía el enigma que sólo Edipo fue capaz de resolver. Temis, diosa de la justicia, que tras el diluvio de la mitología griega ordenó a Deucalión y Pirra que arrojasen huesos de su madre para que nacieran nuevos hombres. El enigma fue resuelto por Prometeo, pues la madre de Deucalión era la tierra, y por tanto sus huesos eran las piedras.
[L1027]Para entender este pasaje tenemos que comprender un poco el problema de la transmisión de los textos en el medievo. En Metamorfosís, VII, se lee «Carmina Laiades non intellecta priorum / solverat ingeniis». Refiriéndose a que Edipo, hijo de Layo, resolvió con su ingenio el enigma. Pero el texto de Ovidio que Dante debió manejar debía estar corrompido, leyéndose «nayades» por «laiades», y pensé que las náyades resolvieron el enigma de la Esfinge, dando lugar a la destrucción de los ganados y las cosechas de Tebas.
Dante dice que los hechos futuros serán como las náyades, es decir, sabrán resolver lo oscuro de las palabras de Beatriz. Pero lo cierto es que los hechos ‑sobre todo la muerte prematura de Enrique VII‑ no dieron demasiada razón al augurio.
[L1028]Una por el pecado de Adán, sobre la otra no se ponen de acuerdo los comentaristas.
[L1029]Cinco mil años aguardó Adán en el limbo la bajada de Cristo a los infiernos tras la crucifixión.
[L1030]La justicia de Dios es inaccesible e inviolable.
[L1031]El Elsa es un afluente del Arno, de aguas muy calcáreas. Beatriz dice, pues, que si Dante no la entiende es como si tuviese la mente petrificada por el error o bien oscurecida, como la mora con la sangre de Píramo (Purgatorio, XXVII). Las palabras de Beatriz son deliberadamente oscuras.
[L1032]Los peregrinos que volvían de Tierra Santa colocaban como testimonio de su viaje hojas de palmera en el bordón.
[L1033]Para que Dante se dé cuenta de que la filosofía únicamente es insuficiente para conocer los misterios de la fe, y cuán lejanos son los caminos de Dios y los de los hombres.
[L1034]Dante, al haber perdido la memoria de sus pecados bebiendo el agua del Leteo (Purgatorio, XXXI, 102), no se acuerda de su dedicación a la filosofía humana en detrimento del saber teológico.
[L1035]Mediodía del 13 de abril.
[L1036]Leteo y Eunoé surgen de una misma fuente y se separan al igual que el Tigris y el Éufrates. Dante, con tantas emociones vividas, parece haberse olvidado de las palabras de Matelda en Purgatorio, XXVIII, 130‑31.
[L1037]Hasta aquí no se conocía el nombre de la hermosa muchacha.
[L1038]En el Empíreo, o cielo de pura luz.
[L1039]Para relatar lo que Dante vio en el cielo no necesita sólo ayuda de las musas, Calíope o Urania, sino del mismo Apolo.
[L1040]Las dos cumbres del Parnaso son Nisa y Cirra. La primera dedicada a las musas y la segunda a Apolo. Acaso con ellas se alegorizan las ciencias humana y divina.
[L1041]Recuérdese que el sátiro Marsias retó a un certamen musical a Apolo tañendo una flauta que Minerva había arrojado al ver cómo le deformaba el rostro al tocarla. Apolo tocaba la lira y las musas le dieron la victoria‑ El dios terminó desollando al sátiro aún vivo.
[L1042]El laurel, que corona a los poetas y a los generales victoriosos.
[L1043]Apolo, como es sabido, tenía en Delfos su oráculo y principal santuario.
[L1044]Por Dafne, hija de Peneo, la desdeñosa amada de Apolo, convertida en laurel. Dante dice que Apolo debería alegrarse cuando alguien aspira a la gloria poética.
[L1045]Acabada la invocación, Dante va a especificar la hora en que comenzó su ascensión a los cielos. Los comentaristas no terminan de ponerse de acuerdo al interpretar las palabras del poeta, pues mientras unos piensan que enlaza directamente con el final del Purgatorio (mediodía del 13 de abril) para otros no comenzaría hasta el alba del 14. Seguimos esta interpretación.
La lámpara del mundo es el sol, que en cada época del año sale por una parte del horizonte. En primavera lo hace por un punto en que coinciden el horizonte, el ecuador, la eclíptica y el círculo equinoccial. También puede suponerse un valor alegórico de las virtudes teologales y cardinales.
[L1046]Con la primavera y el signo de Aries.
[L1047]Allí, en la montaña del Purgatorio; aquí, en la tierra. El hemisferio austral es «todo blanco» y el boreal «negro».
[L1048]En el hemisferio austral el sol sale por la izquierda.
[L1049]Se trata del halcón peregrino.
[L1050]Antes del pecado de Eva.
[L1051]Otro caso de metamorfosis contada por Ovidio (Metamorfosis, XIII, 898, 968). Glauco era un pescador que, observando que unos peces volvían a la vida al contacto de unas hierbas, las probó y se convirtió en una deidad marina.
[L1053]«Si mi ascensión era sólo en alma, o también con el cuerpo.»
[L1054]La esfera del fuego, que está situada entre la tierra y el cielo de la luna, La idea de la música celeste es pitagórica, y fue refutada por Aristóteles y sus discipulos medievales. Dante debe tomarla de Boccio.
[L1055]Un rayo que cae desde lo alto hacia la tierra, no lo hace con tanta rapidez como tú asciendes ahora hacia los cielos.
[L1056]En latín, «decansé».
[L1057]Los ángeles.
[L1058]Toda la naturaleza, es decir, todo lo creado, tiende hacia su creador, aunque lo haga de formas diferentes.
[L1059]La voluntad divina.
[L1060]El Ciclo Empíreo es inmóvil y contiene la esfera del Primer Móvil, que es la más veloz de las nueve.
[L1061]La libertad puede llevar a los hombres al mal.
[L1062]«Tú tiendes por naturaleza, como el fuego, a elevarte hacia Dios, por tanto no te debes maravillar de tu ascensión más que de que un río descienda de la montaña al llano.»
[L1063]Antes de entrar en materia, Dante dirige una admonición a sus lectores, advirtiéndoles de la solemnidad y complejidad de su nueva materia no tratada antes por ninguno, y reservada sólo a los iniciados en sutilezas teológicas.
[L1064]Leño, metonimia común por «barco».
[L1065]El Norte, es decir, la meta de mi Canto.
[L1066]Cuenta Ovidio en Metamorfosis (VII, 100 y ss.) la sorpresa de los argonautas en la Cólquida, viendo a Jasón (Infierno, XVIII, 86‑87) arando un campo con una yunta de bueyes que expulsaban fuego por la nariz.
[L1067]El ansia de llegar al Empíreo. Según los cálculos de la antigua astronomía, a unas 84.000 millas por minuto.
[L1068]Al ciclo de la luna. No «sobre» la luna, sino dentro de ella, pues ésta es como una nube que los cubre. Para Dante (Monarchia, III, IV, 17‑18), la luna está dotada de luz propia.
[L1069]La maravillosa unión, inexplicable en cualquier otro caso, del cuerpo de Dante con el de la luna, nos debe hacer pensar en la no menos inexplicable, pero no menos real tampoco, unión de la naturaleza divina con la humana en Cristo.
[L1070]Según la leyenda ya aludida en Infíerno, XX‑126, en las manchas de la luna puede verse a Caín llevando unas zarzas, condenado por Dios por haberse éste excusado de la muerte de Abel.
Va a comenzar ahora una larga y acaso ociosa digresión (la primera de las muchas con las que de ahora en adelante vamos a encontrarnos) a causa de las manchas lunares. Dante las atribuye equivocadamente, siguiendo a Averroes, a la mayor o menor densidad (no olvidemos que «ralo» significa «poco denso») de sus partes. Beatriz comenzará refutando el error del poeta y posteriormente dará una explicación convincente. Intentaré anotar paso a paso su razonamiento.
[L1071] 64-66 «En la esfera de las estrellas fijas vemos que éstas son diversas en cantidad y en cualidad.»
[L1072]67‑69 «Si esto fuera causado por mayor o menor densidad supondría la existencia de un solo poder o principio desigualmente repartido, como creía Averroes.»
[L1073]70‑72 «Pero al producir influjos diferentes, quiere esto decir que cada una de ellas tiene un principio cualitativamente diferente.»
[L1074]73‑78 «Más aún. Si la mayor o menor densidad fuera la causa de las manchas podrían ocurrir dos cosas: que la luna estuviera atravesada por las partes menos densas de lado a lado, o que partes densas y raras se alternasen como lo grueso y delgado en el hombre.»
[L1075]79‑82 «La primera se demuestra errónea en los eclipses, pues entonces los agujeros dejarían pasar la luz, cosa que no ocurre.»
[L1076]85‑87 «Si la zona poco densa no agujerea la luna, debe estar limitada por otra zona densa.»
[L1077]88‑90 «Desde este límite debe reflejarse el rayo, como sucede con el espejo que es un cristal (que equivale a la zona poco densa de la luna) con una cara recubierta de plomo (equivalente a la zona de mayor densidad).»
[L1078]91‑93 «Tú acaso pienses que el rayo que se refleja desde este límite entre lo raro y lo denso, es más débil, pues viene desde más lejos, es decir, no de la superficie de la luna, sino de una especie de cavidad.»
[L1079]96‑105 El experimento de los espejos que propone ahora Beatriz es de fácil comprensión. De su capacidad de convicción y clandad, debe juzgar el lector.
[L1080]112 y ss. Comienza ahora la explicación de Beatriz, aunque mucho me temo que, tras la refutación de la creencia de Dante, la verdad que Beatriz le propone, acaso convenza al sumiso poeta, pero nos deje a nosotros un tanto ayunos.
[L1081]De nuevo el Primer Móvil, girando dentro del Empíreo.
[L1082]El de las Estrellas fijas.
[L1083]118‑123 Las sucesivas esferas van disminuyendo jerárquicamente respecto a la primera y difunden abajo el poder que adquieren de arriba.
[L1084]El martillo no obra por sí mismo, sino por el herrero que lo maneja.
[L1085]De nuevo el de las Estrellas fijas, que toman su poder del poder divino.
[L1086]133‑141 Igual que el alma se une al cuerpo, cuyos distintos órganos están al servicio de distintas actividades, la inteligencia divina se diversifica y cada estrella tiene encomendada una distinta misión que ejercita mediante sus diversas influencias.
[L1087]Las manchas de la luna proceden, por tanto, de los diversos grados de influencia que reciben de las estrellas.
[L1088]Acaso la razón de esta probia y enojosa disertación de Beatriz tenga la misión, en el ánimo de Dante, de mostrar, a partir de un hecho un tanto banal, lo inútil de la ciencia humana (Averroes) para comprender las cosas divinas (de las que bien se encargaría Tomás de Aquino, inspirador, como de tantos otros de este pasaje).
[L1089]Beatriz.
[L1090]Narciso creía que su reflejo en el agua era un rostro verdadero. Por el contrario, Dante piensa que son reflejos las almas que se dirigen ahora hacia él.
[L1091]Aquellos que faltaron a algún voto, particularmente a un voto religioso.
[L1092]Dante, como veremos, se dirige a la sombra de Piccarda Donati (Purgatorio, XXIV, 10‑ 15), hermana de su amigo Forese y de Corso, Piccarda, muchacha de gran belleza, ingresó en un monasterio de Santa Clara, de donde fue sacada a la fuerza por su hermano Corso para ser dada en matrimonio al despótico Rossellino della Tosa.
[L1093]«Nuestro amor que refleja el amor divino.»
[L1094]La esfera de la luna es la que gira más lentamente y la que está más alejada de Dios.
[L1095]Dios.
[L1096]Neasse es una fórmula escolástica y expresa la consecuencia de un proceso lógico.
[L1097]Etsi conjunción latina de carácter concesivo: «aunque».
[L1098]Se refiere Piccarda a Santa Clara, a cuya Orden perteneció. Santa Clara, compañera de San Francisco, nació en Asís en 1194 y murió en 1253.
[L1099]Constanza (Purgatorio, III, 113) fue hija del rey Ruggero II de Sicilia. Nació en 1154 y casó en 1185 con Enrique VI de Suabia, hijo de Federico Barbarroja. Fue madre de Federico II, en cuya minoría ejerció el poder en Italia. Murió en 1198. La leyenda güelfa de la época le atribuyó una falsa profesión religiosa, quizás debida a la fama de Federico II como Anticristo, personaje al que se le atribuía el ser concebido por una monja. Según dicha leyenda, Constanza habría dejado los hábitos después de los 50 años y habría dado a luz a Federico II a los 52. En realidad, Constanza casó con Enrique VI a los 31.
[L1100]Los tres vientos de Suabia son los tres emperadores ya citados: Federico Barbarroja, Enrique V y Federico II.
[L1101]Este problema está planteado por Tomás de Aquino, aunque él niegue que puedan existir dos cosas perfectamente iguales e igualmente atrayentes.
[L1102]Daniel aclaró a Nabucodonosor el sentido de un sueño que el propio rey había olvidado, y calmó el enojo de éste que le había llevado a condenar a muerte a los sabios del reino incapaces de descifrarlo (Daniel, II, 12‑46). Beatriz, como Daniel, es capaz de ver el interior de las personas.
[L1103]En el «Timeo» Platón coloca las almas, creadas antes que los cuerpos, en las diversas estrellas, a las que después de la muerte habrán de retornar. Dante conocía esta doctrina platónica a través de San Agustín y Santo Tomás.
[L1104]Velle es un término escolástico que significa querer, voluntad.
[L1105]De las dos dudas, aquella que es la más peligrosa para la fe, pues con su idea de la trasmigración de las almas contradecía el dogma de un alma individual creada por Dios en cada momento de la concepción (Purgatorio, XXV, 67 y ss.)
[L1106]28‑42 Todos los bienaventurados se encuentran de igual forma en el Empíreo, como veremos más adelante. El que Dante se los vaya encontrando en las diversas esferas que constituyen las etapas de su viaje celeste es sólo para que con su pobre mente humana entienda mejor la disposición del paraíso.
[L1107]Las almas se aparecen en la luna, pero no están allí.
[L1108]La otra duda no contiene el peligro de la herejía.
[L1109]67‑69 El que parezca iniusto al hombre con su estrecho conocimiento, la
justicia divina, nos debe hacer creer más aún en los secretos designios del incanzable orden divino, no apartamos del camino de la fe.
[L1110]77‑78 El fuego siempre tiende a recuperar su natural tendencia hacia lo alto, a pesar de la fuerza que se haga por mantenerlo a ras del suelo.
[L1111]San Lorenzo aguantó el tormento de la parrilla sin quebrantar su fe.
[L1112]Mucio Scevola, joven romano de los primeros tiempos de la ciudad, se quemó la mano por haber fallado en su intento de asesinar al rey etrusco Porsena. Lo cuenta Tito Livio (Ab uerbe ondita, II, 12 y ss.) y es una figura muy conocida de esta legendaria etapa romana.
[L1113]Aicmeón, hijo de Anfiarao (Purgatorio, XII, 49‑51), mató a su madre Erifile a instancias de su propio padre.
[L1114]Existe una voluntad absoluta que siempre quiere el bien y rechaza el mal, y otra relativa que escoge un mal menor para evitar uno mayor.
[L1115]Dios.
[L1116]La ciencia divina.
[L1117]Frustra, término escolástico que equivale a en vano.
[L1118]La duda es el camino que lleva a la certeza.
[L1119]De la visión de Dios.
[L1120]Únicamente el hombre y los ángeles son libres.
[L1121]El consentimiento del hombre al hacer el voto debe ir acompañado del consentimiento divino.
[L1122]De la misma libertad, que se sacrifica al hacer el voto libremente.
[L1123]En el voto hay dos elementos: uno material y otro formal
[L1124]Levítico, XXVII, 38.
[L1125]De la autoridad eclesiástica (Purgatorio, IX, 122).
[L1126]La nueva materia del voto no puede ser de menos valor que la primera.
[L1127]Por ejemplo, la ofrenda de la virginidad, que no encuentra substitución por otro voto.
[L1128]Recuérdese la historia narrada en Jueces, XI, 30‑40. El caudillo hebreo Jefté ofreció como prenda de la ayuda divina en la lucha contra los ammonitas el sacrificio del primer ser que saliera a su encuentro al regresar a casa, tal vez pensando en su fiel perro. En lugar de éste fue su hija, aún doncella, quien salió a recibirle. Antes de ser sacrificada, obtuvo de su padre el plazo de un mes para gozar de los últimos días de su vida en compañía de sus amigas. Los Padres de la Iglesia condenaron este voto y su cumplimiento.
[L1129]Para contentar a la diosa Artemisa que mantenía paralizada la escuadra griega en Aulide, Agamenón prometió sacrificarle, según la versión de Cicerón que Dante debe manejar, el ser más hermoso que hubiese nacido ese año, que resultó ser su hija lfigenia. Dante sigue aquí a Cicerón que condenaba el proceder del caudillo aqueo (De officiis, III, 25). Hay otras versiones del sacrificio de la princesa micénica.
[L1130]Algunos religiosos desligaban de los votos de difícil cumplimiento a cambio de dinero.
[L1131]Los hebreos practicaban una religión más austera que los cristianos.
[L1132]Hacia el Ecuador, o el propio Empíreo.
[L1133]El cielo de Mercurio, donde se encuentran los espíritus activos. Su actividad se encaminaba a dejar mayor memoria de sí mismos y esto los coloca en un lugar inferior del Paraíso.
[L1134]«Ved a Dante, que acrecentará nuestro amor cuando gustosamente resolvamos las dudas que nos plantee.»
[L1135]La vida. Dante pertenece a la iglesia militante.
[L1136]Como veremos, se trata del emperador Justiniano.
[L1137]«Para ejercitar hacia mí su caridad.»
[L1138]Constantino trasladó la capital a oriente, de donde muchos siglos atrás había salido Eneas para dar lugar a la fundación de Roma.
[L1139]Constantinopla, la nueva capital del imperio, se encontraba cerca de la región de la Tróada, en el Asia Menor, donde se encontraba la ciudad de Troya, antecedente de Roma.
[L1140]Justiniano, nacido en 483, fue elegido emperador de oriente en 527 y murió en 565. Más que por sus intentos de reconstruir el imperio de sus mayores, Dante nos lo presenta como legislador, cuya tarea de recopilar y depurar todas las leyes romanas se atribuye a una inspiración divina.
[L1141]La herejía monofisita, extendidisima en las provincias de Siria y de Egipto, que negaba la unión hipostática.
[L1142]Agapito I, papa desde 533 a 536, enviado por Teodato, rey ostrogrodo, a Constantinopla para pedir la paz a Justiniano, y aunque no pudo conseguirla, al parecer sí logró convertir a Justiniano,
[L1143]Es decir, ahora cree en la doble naturaleza de Cristo con la misma claridad que en un juicio contradictorio si uno de los términos es verdadero el otro es necesariamente falso.
[L1144]A su dedicación legislativa.
[L1145]Belisario (490‑565) fue el más importante de los generales de Justiniano. Combatió gloriosamente en el frente persa, en el norte de África y en Italia. Parece que Dante no conociese las desavenencias entre el emperador y su general, al que llama «mío» en el original. Los éxitos de Belisario permitieron que él se dedicara a su tarea de recopilar el «Corpus luris civilis».
[L1146]Dante, por boca de Justiniano, va a dedicar una larga digresión a la historia de Roma, y posteriormente a la del imperio germánico, legítimo sucesor de las glorias de aquélla, simbolizados ambos por el águila emblemática. Dante se complace en unir la historia del Imperio con la redención y la Iglesia. Anotaré brevemente las etapas del relato.
[L1147]Los gibelinos y los güelfos.
[L1148]Personaje de la Eneida, hijo del rey del Lacio, Evandro, que murió en la lucha contra Turno, rey de los rútulos, apoyando la causa de Eneas. Esta digresión enlaza, pues, con el final del poema de Virgilio.
[L1149]Alba Longa, mítica ciudad a la que Roma estuvo sometida en los primeros años de su historia, hasta el combate de los Horacios contra los Curiacios, en que los primeros, romanos, vencieron a los segundos, de Alba, pasando a Roma la supremacía imperial.
[L1150]Durante la época de los siete reyes, desde el rapto de las Sabinas hasta la caída de los Tarquinos, tras la violación de Lucrecia, que dio lugar al comienzo de la etapa republicana.
[L1151]Breno, jefe de los galos que invadieron Italia en el siglo IV a.C. Pirro, rey de Epiro, defensor de las ciudades griegas atacadas por Roma en su proceso de expansión por la península Itálica.
[L1152]Algunos grandes hombres de la etapa heroica de Roma: Tito Manlio Torcuato, vencedor de los galos; Cincinato, así llamado por su pelo rizado, fue dictador contra los samnitas, y acabada la guerra regresó pacíficamente a sus tareas agrícolas. Son muchos los Fabios y los Decios que merecieron las alabanzas de Justiniano.
[L1153]Es decir, africanos: los cartagineses.
[L1154]52‑54 Publio Cornelio Escipión Africano obtuvo a edad muy temprana sus principales triunfos en España contra Cartago. Cneo Pompeyo luchó también muy joven en el partido de Sila contra Mario y obtuvo el triunfo a los 25 años; el cónsul Fiorino destruyó la ciudad etrusca de Fiésole, junto a Florencia (Infierno, XV, 61‑63; Paraíso, XV, 125‑6).
[L1155]César se hizo con el poder algunos años antes del nacimiento de Cristo.
[L1156]Alusión a la conquista de las Galias, delimitada por esos ríos, que llevó a cabo César.
[L1157]Ahora se refiere a la guerra civil entre César y Pompeyo.
[L1158]Batalla en que César derrotó a Pompeyo, el cual huyó a Egipto, donde fue asesinado por orden de Tolomeo, para congraciarse con el triunfador.
[L1159]67‑89 El águila, en manos de César, volvió a visitar los lugares de Asia Menor, de donde había partido, la ciudad de Antandro y el río Simoes. De aquí César marchó a Egipto y puso ‑a Cleopatra como reina, en lugar de su hermano Tolomeo.
[L1160]70‑72 César venció a Juba de Mauritania, y posteriormente al resto de los partidarios de Pompeyo en Munda, España.
[L1161]73‑75 Alusión a la batalla de Filipos, en la que Octavio, sucesor de César, venció a Bruto y Casio, los asesinos de su tío (Infierno, XXXIII, 64‑67). Posteriormente venció a Marco Antonio en Módena y asedió Perugia.
[L1162]76‑78 Cleopatra se suicidó tras la derrota naval en Accio, para burlar la prisión que Octavio le había impuesto.
[L1163]79‑81 Con la conquista de Egipto se inició la paz octaviana. Recuérdese que en tiempos de paz las puertas del templo de Jano permanecían cerradas.
[L1164]82‑90 Va a aludir ahora a la muerte de Cristo en la época de Tiberio, tercer emperador si contamos, impropiamente, a César. Roma, por medio de Poncio Pilatos, colaboró en la empresa de la Redención.
[L1165]91‑93 Tito destruyó Jerusalén en el año 70, vengando así la muerte de Cristo. Esta contradicción entre apoyo a la crucifixión y venganza de la misma, se explicará en el siguiente canto.
[L1166]94‑96 Como vemos, la idea del imperio, aunque esté hablando Justiniano, legítimo sucesor de las glorias de Roma, no va a pasar al imperio bizantino, sino al imperio Romano Germánico, a través de Carlo Magno. Dante necesita llevar el agua al molino de sus nuevas opiniones políticas. Como vemos, Justiniano pasa de la crónica de la antigúedad a la actualidad palpitante.
[L1167]Los que se apropian del signo imperial para sus intereses particulares, y los que se oponen a él favorecen la política francesa de los Valois, es decir, los güelfos negros.
[L1168]106‑108 Carlos II de Anjou (Purgatorio, VII, 24‑29; XX, 79‑81), líder del partido güelfo, cuyo emblema era un león, aquí vencido por las garras del águila.
[L1169]Tal vez alusión a la muerte de Carlos Martel (Paraíso, VIII, 49 y ss.), hijo de Carlos II de Anjou, que encontraremos próximamente. Aquí acaba la digresión de Justiniano sobre el imperio.
[L1170]Es decir, que la casa de Anjou triunfe sobre el Imperio.
[L1171]Como ya anotamos, de los espíritus que emplearon su actividad en obtener gloria y fama, por lo que ocupan un lugar más bajo en la jerarquía celeste.
[L1172]Romieu de Villeneuve, nacido en torno a 1170, ministro de Ramón Berenguer IV de Provenza, y posteriormente regente de su hija Beatriz (Purgatorio, VII, 128, y XX, 61), casada luego con Carlos I de Anjou. Murió en 1250. Dante se apoya en una leyenda de la época, y acaso, en su posterior caída en desgracia, se identifique con esta víctima de las ajenas calumnias.
[L1173]Margarita, esposa de Luis IX de Francia; Leonor, casada con Enrique III de Inglaterra; Sancha, esposa de Ricardo, elegido Rey de Romanos; y la citada Beatriz, heredera de Provenza y esposa de Carlos I de Aujou.
[L1174]«Salve a ti, señor de los ejércitos, que iluminas desde lo alto con tu luz a los felices esplendores de este reino.»
[L1175]En el original, «s'addua», del verbo neológico «adduarsi», hacerse dos.
[L1176]Con cualquier parte del nombre de Beatriz.
[L1177]Adán, que no nació, sino que fue directamente creado por Dios, se condenó por no poner freno a su voluntad.
[L1178]A su persona divina añadió la naturaleza humana.
[L1179]Al haberse extraviado en el pecado la naturaleza humana, con la que el Verbo se unió, se hizo merecedora de la muerte en la cruz.
[L1180]Si atendemos, en cambio, a la naturaleza divina, la cruz fue una monstruosa injusticia.
[L1181]La crucifixión satisfizo a los judíos, pero también a Dios, pues así se cumplían sus planes de redención.
[L1182]Va a comenzar ahora Beatriz un largo discurso acerca del misterio de la encarnación de Cristo, que creo de fácil comprension para el lector y por ello no anoto.
[L1183]67‑72 Las cosas que crea Dios directamente son eternas y libres.
[L1184]Eternidad, libertad y conformidad con Dios.
[L1185]Por misericordia, por justicia, o por ambas a un tiempo.
[L1186]Desde el principio del mundo al día del juicio Final.
[L1187]Cfr. v. 105.
[L1188]130‑141 Los elementos no fueron, a diferencia del hombre, los ángeles o el ciclo, directamente creados por Dios, como tampoco el alma de las plantas y lo animales
[L1189]142‑148 El alma humana, y su propio cuerpo, en el cuerpo de los primeros padres, fue creada directamente por Dios, por lo cual tanto el alma como el cuerpo son inmortales, lo que permite la idea de la resurrección.
[L1190]Venus, así llamada por haber nacido en Chipre. Estamos en el tercer cielo, el de los espíritus amantes.
[L1191]Dione, hija de Tetis y el Océano, madre de Venus según algunos mitógrafos. Cuenta Virgilio en Eneída, I, 685‑88, que Cupido tomó la figura de Ascanio, hijo de Eneas, aún de corta edad, para que Dido, reina de Cartago, lo tomara entre sus brazos, aprovechando esta ocasión para infundirle el trágico amor por el héroe troyano.
[L1192]Venus precede al sol por la mañana y lo sigue en el ocaso.
[L1193]Se trata del ya citado Carlos Martel, hijo de Carlos II de Anjou y de María, hermana de Ladislao IV, rey de Hungría. Nació en 1271, y a los dieciseis años casó con Clemencia, hija de Rodolfo de Habsburgo. Fue coronado rey de Hungría a la muerte de su tío, pero esta coronación no se llevó nunca a efecto. Estuvo en Florencia en 1294, donde debió conocer y estimar a nuestro poeta. Murió en 1295.
[L1194]«Voi chè intendendo il terzo ciel movete» es el comienzo de una canción de Dante escrita en 1294, comentada por él en Convivium, II.
[L1195]Si no hubiese muerto joven hubiese evitado muchos males que acaecieron.
[L1196]Recuérdese que los dos jóvenes se habían conocido en Florencia.
[L1197]58-60 Provenza.
[L1198]61‑63 El reino de Nápoles.
[L1199]64‑66 Ya había sido coronado rey de Hungría.
[L1200]67‑69 También debería haber sido rey de Sicilia, llamada Trinacria por su forma triangular. Pachino y Peloro (Hoy Passaro y Faro) son dos cabos sicilianos uno al norte y otro al sur, en la costa oriental.
[L1201]Las nubes que oscurecen Sicilia se deben, no como cuenta la leyenda, al gigante Tifeo, rebelde contra Júpiter, que se encuentra enterrado bajo el Etna ‑recuérdese el comienzo del Poliferno gongorino‑, sino a las emanaciones de azufre.
[L1202]71‑72 «Mis hijos, que serían nietos de Carlos II de Anjou y de Rodolfo de Habsburgo.»
[L1203]73‑75 El grito de los palermitanos en la jornada de las Vísperas sicilianas «Muerte a los franceses» con el que se sublevaron contra la tiranía angevina, ofreciendo Sicilia a la casa de Aragón.
[L1204]Roberto de Anjou, hermano pequeño de Carlos Martel, estuvo como rehén de los aragoneses de 1288 a 1295. Durante este periodo conoció a muchos catalanes que al parecer llevaría posteriormente a Nápoles, donde dejaron una mala memoria de avaricia.
[L1205]El gobierno de Roberto de Anjou en Nápoles se caracterizó por las grandes cargas impuestas al pueblo.
[L1206]Su padre, Carlos II, fue un rey generoso. Esto va a llevar a Dante a preguntar por qué de un padre bueno puede salir un mal hijo.
[L1207]Dios.
[L1208]Los planetas.
[L1209]Dios no sólo da el ser a las cosas, sino que también crea la manera desenvolverse hacia un fin determinado, diferente para cada uno.
[L1210]Los ángeles.
[L1211]Aristóteles, en Política, I.
[L1212]124‑126 Estadista como Solón, general como Jerjes, sacerdote como Melquisedec, o sabio como Dédalo.
[L1213]Quirino es Rómulo, que pese a haber nacido de un padre humilde, su paternidad fue atribuida a Marte.
[L1214]La naturaleza de los hijos seguiría a la de los padres si no fuese por la providencia divina que actúa mediante la influencia de los astros.
[L1215]Se debería permitir que el hombre siguiera sus inclinaciones naturales a la hora de ejercer alguna actividad.
[L1216]145‑148 Acaso Carlos Martel alude aquí a sus propios hermanos: Luis, hecho obispo de Tolosa en 1296; y a Roberto, hecho rey de Nápoles en 1309, y cuya ciencia teológica alaban Petrarca y Boccaccio. También este último puede ser el Roberto aludido en vv. 76‑84, del que se nos han conservado innumerables textos religiosos.
[L1217]Se trata de su hija, nacida alrededor de 1290, casada con Luis X de Francia en 1315 y muerta en 1328. Para otros, el poeta alude a la esposa, la ya citada Clemencia de Habsburgo. Pero no olvidemos que la primera aún vivía, lo que hace preferible su identificación.
[L1218]Carlos Martel pide al poeta que guarde en secreto su revelación.
[L1219]Se trata, como veremos, de Cunizza da Romano, hija de Ezzelino II y hermana del cruel Ezzelino II, nacida en torno a 1198. Ya casada con el señor de Verona fue raptada por el trovador Sordello, ya conocido por nosotros (Purgatorio, VI), y tras llevar una vida sentimental bastante escandalosa y contraer dos nuevas nupcias se recluyó en Toscana, donde murió a una muy avanzada edad, después de 1279, dedicada a la caridad, es decir, trocó el influjo de Venus del amor mundano por el espiritual.
[L1220]«Que puedes ver en mi interior sin que yo necesite hablarte.»
[L1221]En la marca de Treviso, que se extiende entre Venecia y los Alpes de Trentino y de Cadore, de donde procedían los Ezzelini.
[L1222]Rialto es una de las islitas sobre las que surgió Venecia.
[L1223]El monte Ramano, entre Vicenza y Treviso.
[L1224]Ezzelino III da Romano, tirano de dicha comarca.
[L1225]El planeta Venus, recordémoslo, es el planeta que rige la pasión amorosa, a la que Cunizza fue al parecer tan inclinada.
[L1226]La «resplandeciente y cara joya» que se encuentra más próxima a Cunizza es la sombra de Folco de Marsella, de quien hablaremos más adelante. Cunizza afirma que la fama de éste se extenderá aún quinientos años más.
[L1227]Los habitantes de la marca de Treviso, cuyos ríos son el Adige y el Tagliamento. Cunizza va a profetizar a continuación una serie de desgracias que ocurrirán próximamente en dicha marca.
[L1228]Se refiere a la derrota de los paduanos en 1314 a manos de Cangrande della Scala, señor de Verona, que Dante ve como un castigo a sus errores. El agua se cambiará en sangre a causa de la derrota.
[L1229]El Silo y el Cagnano se unen en Treviso. El que aún señorea del v. siguiente es Rizzardo da Camino, hijo del buen Gherardo (Purgatorio, XVI, 124) y marido de Giovanna Visconti (Purgatorio, VIII, 71). Sucedió a su padre en 1306, pero ya desde antes se había mostrado como hombre soberbio. Fue muerto por una conjetura en 1312.
[L1230]Alude a la traición del obispo de Feltre, Alessandro Novello, que en 1314 entregó al obispo de Ferrara algunos ferrarenses gibelinos que se habían exiliado de su ciudad y que fueron posteriormente decapitados.
[L1231]Malta es el nombre de una prisión destinada a los condenados por causas notoriamente graves.
[L1232]Su partido era, naturalmente, el partido güelfo.
[L1233]Los tronos angélicos certifican la veracidad de la profecía de Cunizza.
[L1234]De nuevo Foico de Marsella.
[L1235]«Arriba», en el cielo; «aquí» y «abajo», en la tierra.
[L1236]«Enela», en el original «inluia», neologismo dantesco con el sentido de «hacerse él».
[L1237]Los serafines, según Isaías, poseen seis alas.
[L1238]En el original «intuassi», «inmi», respectivamente. Como en v. 73, hacerse tú, hacerse yo.
[L1239]El «Mayor valle» es el mar Mediterráneo, el más grande de los mares si exceptuamos el Océano que abarca toda la tierra y ocupa todo el hemisferio austral. Se extiende entre enemigas playas, es decir, las cristianas y la sarracenas; hay cierta inexactitud en los cálculos cartográficos de Dante en este pasaje, pues Dante le supone una extensión de 90º cuando en realidad no tiene más de 42º.
[L1240]Es decir, nació en Marsella, a medio camino entre Italia y España, y en la misma longitud que Bugía, ciudad de la costa argelina. Folco o Folchetto, nació poco después de la segunda mitad del siglo XII. Entre 1180‑95 compuso gran cantidad de canciones trovadorescas, y tras la muerte de su amada Adalasia di Roquemartine, mujer del conde de Marsella, se hizo cisterciense, siendo elegido abad en 1201 y obispo de Tolosa en 1205, cargo en el que se ocupó en la persecución de los albigenses, con ayuda de la recién creada Inquisición. Murió en 1231.
[L1241]El río Marra separa la Toscana de la Liguria.
[L1242]Bruto conquistó Marsella por orden de César (Purgatorio, XVIII, 102).
[L1243]Tres ejemplos de pasión amorosa: la hija de Belo es Dido, esposa de Siqueo. Creusa es la esposa de Eneas, antes de la reina fenicia.
[L1244]Filide, hija de Sitón, que vivía junto al monte Rodope, murió creyéndose abandonada por Demofoonte, hijo de Tesco y Fedra (Ovidio, Heroid., II
[L1245]Alcides es Heracies o Hércules, que se enamoró de Yole, suscitando así los celos de su esposa Deyanira, que provocaron su muerte con la tunica envenenada (Ovidio, Hiroid., IX).
[L1246]Prostituta de Jericó que ayudó a escapar a los espías que Josué había enviado a dicha ciudad (Josué, III‑21, VI 15‑25). Los comentaristas ponen de manifiesto la similitud entre la toma de Jericó al son de las trompetas y la conquista de la ciudad albigense de Lavour en 1211, dirigida entre cánticos religiosos por el obispo de Tolosa sucesor de Folquetto.
[L1247]La «alta victoria» más que la toma de Jericó es la propia Redención, conseguida «con una y otra palma», es decir, con las manos de Cristo clavadas al madero.
[L1248]Folquetto reprocha ahora el desinterés del papado por la recuperacion de los Santos Lugares. Recordemos de nuevo su celo antiherético.
[L1249]Florencia es el retoño de Lucifer, el ángel rebelde a Dios.
[L1250]Las malditas flores son la moneda de Florencia, el florín, acuñado con una flor de lis. La avaricia ha desviado al papado de su tarea de cruzada.
[L1251]Por la avaricia los estudiosos abandonan el Evangelio y los Santos Padres y sólo se preocupan del estudio más lucrativo de las Decretales, es decir, del derecho canónico, como lo muestran las anotaciones en los márgenes de estos tratados.
[L1252]De acumular riqueza.
[L1253]Se refiere a la muerte de Bonifacio VIII o al traslado de la Curia a Aviñon. O mejor, como muchas profecías de Dante, a un futuro hipotético en que la Iglesia recupere su primitiva pureza.
[L1254]Los mártires.
[L1255]1‑3 La potencia primera es el Padre; el Amor, el Espíritu Santo; el Hijo es el Verbo.
[L1256]Dante invita al lector a levantar la vista a las esferas superiores donde se encuentran dos movimientos celestes contrarios: el diurno ecuatorial, de oriente a occidente, y el de los signos zodiacales, anual, que va de occidente a oriente. Ambos giros coinciden en los puntos equinocciales.
[L1257]El maestro es Dios.
[L1258]13‑18 El círculo zodiacal es oblicuo con respecto al ecuador terrestre. Si así no fuese no existiría la rotación de las estaciones, se anularían las influencias astrales y la vida en la tierra sería difícil.
[L1259]Dante no quiere insistir más en consideraciones astronómicas, que deja al cuidado del lector, y avanza en su materia.
[L1260]El sol.
[L1261]La constelación de Aries. Recuérdese que nos encontramos en el equinoccio primaveral.
[L1262]«Yo me encontraba, sin saber cómo había llegado, en el mismo sol. Como quien tras tener una idea advierte de dónde procede ésta.»
[L1263]La cuarta familia es la de los espíritus sabios, que se encuentra en la esfera del sol, que rige la sabiduría.
[L1264]El Padre genera al Hijo y de ambos procede el Espíritu Santo.
[L1265]El «angélico sol» es el propio Dios.
[L1266]«Mi mente, unida, sólo ocupada en Dios, se dividió interesándose por los moradores de la esfera solar.»
[L1267]La luna.
[L1268]Habla Tomás de Aquino que, recordemos, perteneció a la Orden de los dominicos o predicadores. Nació de noble familia en 1225. Entró en la Orden dominica en 1243 y posteriormente estudió en París y Colonia, con San Alberto Magno. Fue teólogo de la corte pontificia y posteriormente profesor de nuevo en París. Invitado al Concibo de Lyon por el Papa murió mientras se dirigía a dicha ciudad, se dice que acaso envenenado (Purgatorío, XX). Fue el más grande filosofo y teólogo de su siglo. Su influencia en la Comedia es enorme.
[L1269]San Alberto Magno (1195‑1280). También dominico y maestro del Aquinate.
[L1270]Graciano fue un célebre canonista del siglo XII, autor del Decretum sive concordia discordantíum canonum en torno a 1140. El «uno y otro fuero» son el derecho civil y el canónico.
[L1271]Pedro Lombardo (m. en 1164), autor de Sententíarum liber IV, libro teológico de enorme difusión e influjo en su tiempo. En el prólogo de dicha obra P. L. afirma que ofrece su tarea a la Iglesia, como la viuda que relata Lucas, XXI, 1‑4, ofreció a Cristo toda su hacienda.
[L1272]La quinta luz es Salomón.
[L1273]Se trata de Dionisio Aeropagita, convertido por San Pablo (Hechos, XVII, 34), a quien se atribuyen tratados apócrifos sobre la organización de los ángeles, como veremos más adelante.
[L1274]Se trata del español Pablo Orosio, antecesor del Cívítas Dei agustiniano, con su obra Historiarum adversus paganos, muy conocida por Dante, que apreciaba su estilo latino. También se ha pensado en San Ambrosio de Milán, que tuvo una enorme influencia en la conversión del santo de Hipona.
[L1275]El alma de Boecio, senador romano nacido alrededor de 480; elevado a los más altos cargos del reino y luego condenado por Teodorico a muerte en 526. Su obra más famosa es De consolatione filosophíae, escrita en la cárcel en una mezcla de prosa y verso, donde intenta hacer un primer compromiso entre el paganismo y la doctrina cristiana, cuyo espíritu debió compartir, aunque no es seguro que llegase a estar bautizado. El medioevo lo consideró como uno de los mártires de la fe, y su obra ejerció una enorme influencia.
[L1276]Isidoro
de Sevilla (570‑636), autor de Ethymologíae. Beda el venerable, normando
(674‑735), autor de Hístoria eclesíastíca gentis
Anlgiorum.
Ricardo de San Víctor (m. 1173), místico escocés llamado «Magnus contemplator».
[L1277]Sigiero de Brabante, filósofo seguidor de Averroes y por ello perseguido. Fue profesor en París y murió asesinado en Orvieto por su secretario loco. Fue contradictor de los postulados escolásticos y atacado por Santo Tomás, y por ello se discute el porqué de haberlo Dante elegido entre los santos del saber teológico. Su obra ha sido recientemente descubierta y revalorizada por los estudiosos de la filosofía medieval a causa de su valor precursor del pensamiento moderno (negación de la inmortalidad del alma, de la libertad, de la creación ex nihilo, etc.). Acaso Dante premie con el cielo la honesta y perseguida tarea filosófica, sin tener en cuenta sus conclusiones heterodoxas.
[L1278]La Iglesia, representada como una comunidad monástica.
[L1279]Los «aforismos» hacen referencia al estudio de la medicina, por los aforismos de Hipócrates; los «iura» representan el estudio del Derecho.
[L1280]¿Alusión a sus enemigos florentinos?
[L1281]Tomás de Aquino.
[L1282]25‑26 Paraíso, X, 96 y 114.
[L1283]32‑33 La Iglesia, desposada con Cristo mediante su agonía en la cruz.
[L1284]En caridad y en sabiduría.
[L1285]37‑39 San Francisco, llamado querúbico por la fuerza de su caridad. Santo Domingo, llamado seráfico por su sabiduría.
[L1286]Comienza ahora la biografía y panegírico de San Francisco, puesta en boca del dominico Tomás de Aquino, y en primer lugar nos localiza la ciudad de Asís, en la Umbría, lugar de nacimiento del santo. San Ubaldo, luego obispo de Gubbio, fue ermitaño en el monte Inzino.
[L1287]Una puerta de Perugia de donde salía el camino de Asís, por donde entran los vientos fríos y calientes que bajan del monte Subasio.
[L1288]No porque estuviesen bajo el dominio de Perugia, sino porque se encuentran en una desventajosa situación geográfica. La primera interpretación ha sido también sostenida por algún comentarista
[L1289]San Francisco es comparado en todo este pasaje con el sol en el que se encuentran ahora los viajeros.
[L1290]Porque el nombre de Asís se emparenta con «scesi» del verbo «scendere»: «subir»
[L1291]Muy joven aún, Francisco tenía 24 años cuando comenzó su vida de santidad en 1206.
[L1292]58‑63 La dama a la que todos cierran las puertas como a la muerte, es la pobreza, a la que Francisco se entregó desde muy joven, enfrentándose con su padre, al quedarse desnudo delante de una enorme concurrencia y del propio obispo, cuando aquél le pidió que renunciase a los bienes que le correspondían por herencia. Ocurrió este hecho en 1207.
[L1293]El primer marido de la pobreza es Cristo.
[L1294]San Francisco nació en 1182.
[L1295]Amiclates es un ejemplo de la virtud de la pobreza. Se trataba, según Lucano, de un pobre pescador en cuya cabaña entró un día César, al encontrar la puerta abierta, sin ningún miedo. (Farsalia, V, 519‑3 l.)
[L1296]79‑81 El primer seguidor de San Francisco, Bernardo da Quintavalle.
[L1297]Otros seguidores de la primera hora.
[L1298]El padre de San Francisco era un rico comerciante, acaso de lana.
[L1299]Inocencio III se mostró primeramente reacio a aprobar la Orden, hasta que tuvo un sueño en el que la basílica de San Juan de Letrán, amenazada de ruina, era salvada por el pobre de Asís. Después de esto el Papa dio su aprobación verbal.
[L1300]San Francisco viajó a Palestina con algunos de los suyos en 1219, siendo hecho prisionero en San Juan de Acre. Como Dante dice, intentó en vano convertir al sultán.
[L1301]En el monte Verna, donde el santo se había retirado a hacer penitencia en 1224, recibió los estigmas de la pasión de Cristo.
[L1302]Del seno de la pobreza el alma de San Francisco marchó al cielo, mientras el cuerpo fue depositado, por deseo del mismo, en el suelo antes de morir.
[L1303]Santo Domingo.
[L1304]Acabado el panegírico de San Francisco, Santo Tomás se vuelve contra la corrupción de su Orden.
[L1305]La mensajera de Juno es, claro está, Iris, que se muestra en el cielo con su arco.
[L1306]Como la ninfa Eco, consumida por el amor imposible de Narciso. Fue condenada por la celosa Juno a repetir únicamente la última sílaba de las palabras de los otros.
[L1307]Recuérdese Génesis, IX, 8‑17.
[L1308]Se trata de San Buenaventura, de quien hablaremos más adelante, a quien corresponde hacer el panegírico de Santo Domingo de Guzmán, luego que un dominico ha hecho la alabanza de San Francisco.
[L1309]Dante compara la atracción que sobre él ejerce la voz del santo con la que ejerce siempre el polo norte sobre la aguja imantada de la brújula.
[L1310]Las desavenencias históricas o la simple competencia de dominicos y franciscanos (piénsese en las iglesias de Santa María Novella o Santa Croce en Florencia, o la de los Frari y santos Giovanni y Paolo en Venecia) que llenaron la historia de ambas en la época de su desarrollo e implantación en Europa, quedan totalmente superadas en el cielo.
[L1311]Dios, o Cristo.
[L1312]En España, lugar de Europa en que primero comienza la primavera.
[L1313]Tras el golfo de León donde ciertos días ‑los de solsticio de verano‑‑se oculta el sol.
[L1314]El escudo de Castilla está formado por cuatro cuarteles. A un lado, uno ocupado por un león rampante se encuentra bajo otro donde figura un castillo, y a la inversa en la parte contraria.
[L1315]Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega en 1170. En 1215 fundó la Orden de los predicadores, destinada a la lucha contra los albigenses y murió en 1221. Dante sigue a los antiguos biógrafos.
[L1316]Según la leyenda, estando la madre del santo encinta de éste como reflejo de la sabiduría de su hijo soñó que daba a luz un perro blanco y negro. Recuérdese que el hábito dominico es blanco con manto negro, y los predicadores gustaban llamarse «Domini Canes» o perros del Señor (así aparecen representados en los frescos de Santa María Novella.)
[L1317]Al igual que San Francisco desposa a la pobreza, Santo Domingo lo hace con la fe.
[L1318]Su madrina tuvo un sueño profético sobre la suerte del santo y sus herederos los dominicos.
[L1319]Domingo (Dominicus) significa «Del Señor».
[L1320]El amor a la pobreza.
[L1321]El nombre del padre de Domingo acaso fuera Félix; el de la madre, Juana, que significa, aproximadamente, «agraciada de Dios».
[L1322]Domingo no siguió los estudios de Derecho (como los alumnos de Eurico de Susa llamado el Ostiense) ni de Medicina (como los de Tadeo Alderoto), los más lucrativos de la época, sino que puso todo su talento al servicio de la causa de Dios: es decir, se hizo teólogo.
[L1323]Alusión al Papa.
[L1324]A la sede pontificia, donde Domingo se dirigió en 1205, comenzando en 1207 su predicación contra los albigenses.
[L1325]El papado era antes protector de los humildes, pero ahora, por la malicia de aquellos que lo ocupan, les han vuelto la espalda. Dante hace hincapié en la pobreza de Domingo y Francisco frente a las otras riquísimas órdenes y frente al mismo papado.
[L1326]Domingo no se dirigió al Papa en busca de prebendas o cargos, como tantos otros, sino permiso para luchar contra la herejía. Domingo solicitó la aprobación de la Orden a Inocencio III, mas no la obtuvo hasta 1216 de Honorio III.
[L1327]Los bienaventurados que forman las dos coronas que rodean al poeta.
[L1328]En Provenza, donde, como se sabe, los albigenses o cátaros se habían hecho más fuertes.
[L1329]Los dominicos (Purgatorío, XI, 28‑123).
[L1330]Acabado el panegírico de Santo Domingo, San Buenaventura vuelve su vista a la degradación de su propia Orden franciscana.
[L1331]Pero estos buenos observadores de la regla que aún quedan no serán los seguidores de Ubertino de Casale, ni de Mateo de Acquasperta. Uno y otro representan las dos posturas extremas en la interpretación de la regla franciscana: los espirituales, o partidarios de la línea rígida, y los conventuales, o relajados, respectivamente. Dante reprueba, por boca de San Buenaventura, una y otra interpretación.
[L1332]San Buenaventura, llamado Giovanni di Fidanza, nació en 1221. En 1238 entró en la Orden franciscana en la que ocupó altos cargos, llegando a ser obispo de York. Murió en Lyon en 1274. Fue llamado «Doctor Seraphicus». Su obra sigue la línea mística de Hugo y Ricardo de San Víctor.
[L1333]Agustín de Asís, uno de los primeros seguidores de San Francisco, y dicen que murió el mismo día y hora que el santo. Iluminado de Rieti acompañó al santo en su viaje a Oriente.
[L1334]Hugo de San Víctor (1097‑1141), escritor de orientación mística.
[L1335]Pedro Mangiadore («comestor» en latín, es decir «comilón») fue un teólogo francés del siglo XII. Pedro Hispano, lisboeta, nacido en torno a 1226. Fue elegido Papa en 1276 con el nombre de Juan XX. Murió al año siguiente en un accidente del palacio papal en Viterbo
[L1336]Natán es el profeta que reprochó a David el adulterio con Betsabé (II Samuel).
[L1337]San Juan Crisósotomo (Boca de Oro), patriarca de Constantinopla entre los siglos IV y V. Representa una de las cimas de la iglesia griega. Anselmo de Aosta, obispo de Canterbury a finales del siglo XI a quien se debe el famoso argumento ontológico, como prueba de la existencia de Dios. Elio Donato enseñó en Roma a mediados del siglo IV.
[L1338]En la gramática, primera de las disciplinas de la enseñanza medieval.
[L1339]Rabano Mauro de Magonza, benedictino del siglo VIII, fue llamado «Preceptor Germaniae».
[L1340]Joaquín da Celico nació en torno a 1130 y murió en 1203. Es el escritor apocalíptico, más conocido como Joaquín de Fiore, que ejerció una enorme influencia en todos los movimientos milenaristas medievales, con su interpretación de los textos bíblicos sobre la venida del Anticristo. Sus escritos fueron muy criticados por la Iglesia por su potencialidad revolucionaria, como de hecho ocurrió. Dante, como en el caso de Sigiero de Brabante (Paraíso, IX), demuestra su libertad de juicio con respecto a las opiniones oficiales de su tiempo.
[L1342]1‑21 Terminadas las palabras de San Buenaventura, las veinticuatro almas de la doble corona reemprenden su danza, y para hacemos imaginar este prodigio alude Dante a las quince estrellas de mayor grandeza según Tolomeo (vv. 4‑6), junto con las siete de la Osa Mayor (7‑9) y las dos más brillantes de la menor (10‑ 1 l), 24 en total, que girasen en círculos como la corona que Dionisio ciñó a Ariadna y que, una vez muerta ésta, fue transformada en constelación.
[L1343]El río Chiana, en la región de Arezzo, tenía un curso lentísimo a causa de los pantanos que atravesaba.
[L1344]25‑27 Los santos no cantaron a Apolo ni a Baco, sino a La Trinidad.
[L1345]De nuevo Santo Tomás, que una vez solucionada una duda de Dante (el camino que hace avanzar al que no se extravía), va a resolver la segunda, acerca del rey Salomón (Paraíso, X, 112‑14).
[L1346]37‑45 Adán, de cuyo pecho salió Eva, y Cristo en cuanto hombre, cuyo pecho fue traspasado por la lanza, son los más perfectos seres humanos creados por Dios.
[L1347]Salomón.
[L1348]55‑57 La luz que sin hacerse diferente se desprende del astro, es el Hijo que procede del Padre, y el amor que hace tres con ellos, es el Espíritu Santo.
[L1349]Las nueve jerarquías angélicas.
[L1350]La cera, es decir, la materia de las cosas, y quien la imprime, es decir, las influencias celestes.
[L1351]Si la materia fuese elaborada hasta la perfección y el cielo obrase con toda la fuerza de su influjo sobre ella.
[L1352]79‑84 En ciertos casos puede alcanzarse la total perfección como en el de Adán, hecho de tierra, y el propio Cristo.
[L1353]94‑102 Según cuenta el libro de los Reyes, III, 2‑12, siendo Salomón aún muy pequeño recibió la visita de Dios, quien le prometió otorgarle el don que el muchacho pidiese. Éste no pidió, dice Dante, sabiduría para resolver vanos problemas metafísicos o lógicos, sino prudencia para regir a su pueblo derechamente y poder así seguir el camino trazado por su padre, David. Esta petición fue muy apreciada por Dios.
[L1354]106‑111 Las palabras de Tomás de Aquino sobre que no surgió nadie equiparable a Salomón (Paraíso, X‑14), que han dado motivo a la duda del poeta y a su aclaración, sólo se referían a aquél en cuanto rey, con lo cual no está en contradicción con que Cristo y Adán sean los seres humanos más perfectos.
[L1355]Ejemplos de filósofos errados en el camino hacia la verdad, porque no contaban con la asistencia divina.
[L1356]Arrio (270‑336) negaba el carácter divino de Cristo. Esta herejía, extendidísima en los tres siglos siguientes, fue condenada en el concilio de Nicea, donde se definió el dogma de la Trinidad (325). Sabelio, medio siglo antes, también había negado dicho misterio y fue condenado en el concilio de Alejandría en 261.
[L1357]La hoja de la espada deforma la imagen de quien se refleja en ella.
[L1358]Seor Martino y Doña Berta valen como nombres genéricos que representan la opinión del vulgo iletrado y presuntuoso, y presuntamente bien pensante.
[L1359]1‑9 No olvidemos que Dante y Beatriz se encuentran en el centro de la doble corona, desde la que ha hablado Tomás de Aquino. Ahora Beatriz habla desde el centro al borde, como antes del borde al centro.
[L1360]13‑18 La duda que Dante no necesita expresar es si este resplandor de los bienaventurados durará tras la resurrección de la carne, con lo cual los sentidos corporales restituidos podrían darlarse con semejante luz.
[L1361]Como siempre, por la alegría que les produce aclarar alguna duda al poeta.
[L1362]28‑33 De nuevo alaban a la Trinidad.
[L1363]34‑57 Quien habla con la misma dulzura que la de Gabriel anunciando el parto de María ha sido identificado como el propio Salomón. La respuesta del rey Sabio es, lógicamente, sí. Espero que su razonamiento sea suficientemente claro y no necesite de anotación.
[L1364]58‑60 El cuerpo resucitado poseerá órganos superiores a los de la vida terrena, aptos para los nuevos gozos que les ofrece el Paraíso.
[L1365]Cual si descaran resucitar ya en el juicio, para resplandecer y gozar más aún.
[L1366]Al cielo quinto, regido por Marte, planeta rojo. Aquí nos encontramos con los espíritus militantes que lucharon por la gloria de Dios y de la Iglesia.
[L1367]Dios mismo, identificado con la divinidad solar de los griegos.
[L1368]Se refiere a la Vía Láctea, sobre cuyo origen y naturaleza se produjeron en la ciencia antigua muchas controversias. Dante mismo trató del tema en Convivium, II, XIV, 5‑8, siguiendo a su otro gran maestro, San Alberto Magno.
[L1370]No que Cristo resplandezca en la Cruz, sino que la Cruz producía un resplandor que era el propio Cristo; fenómeno para cuya explicación Dante no encuentra ejemplo ninguno.
[L1371]112‑117 Las partículas de polvo que se ven en un rayo de luz que penetra por un toldo o una persiana.
[L1372]127‑136 La contemplación de la maravillosa cruz le produce un placer mayor de lo que hasta el momento había sentido, incluido los ojos de Beatriz tal como hasta allí los había visto. Pero al ascender a una esfera superior la belleza de la muchacha se ha acrecentado, cosa que Dante no había advertido por no haberla mirado aún.
[L1373]13‑18 Igual que vemos una estrella fugaz, que nos hace pensar que algún astro haya cambiado de sitio si no fuese porque todos siguen en su lugar.
[L1374]El encuentro de Anquises y Eneas lo cuenta Virgilio en Eneida, VI, 684‑86. Quien ahora viene a recibir a nuestro poeta es su tatarabuelo Cacciaguida, como ya veremos.
[L1375]28‑30 «Oh sangre mía, oh sangre divina infusa de tal manera, ¿a quién como a ti fue abierta alguna vez dos veces la puerta del cielo?» Lo dice el propio Anquises, refiriéndose a César en Eneída, II, 836.
[L1376]Dios es como un libro inmutable para los bienaventurados.
[L1377]La sabiduría y el amor.
[L1378]Pues mi sabiduría escasa no logra comunicarlo con palabras.
[L1379]Cacciaguida era el más lejano pariente del que Dante conservaba noticias. Fue el padre de Alighiero I, que dio nombre a la familia, el cual lo fue de Bellincione, padre a su vez de Alighiero II, el padre de Dante.
[L1380]Alighiero I debió morir poco después de 1201, lleva por tanto casi un siglo en la cornisa de los soberbios.
[L1381]Va a comenzar ahora Cacciaguida una alabanza de las viejas virtudes florentinas, cuando aún era una ciudad de pequeños límites dentro del antiguo muro sustituido en 1173 por un segundo y en 1284 por un tercero. Las campanas que suenan aún a tercia y a nona son las de la vieja Badía.
[L1382]Porque la edad de la novia al desposarse no era excesivamente corta, ni la dote excesivamente cuantiosa.
[L1383]No había palacios desmesurados para las necesidades reales de sus moradores.
[L1384]Sardanápalo (el histórico Asurbanipal) era el ejemplo de la vida disoluta, entregada al lujo y a los placeres sensuales.
[L1385]109‑111 Aún el esplendor de los edificios florentinos, contemplados desde el monte Uccilatoio, no superaban a la Roma divisada desde monte Mario (Montemalo). Pero Florencia superará aún más a Roma en su caída.
[L1386]Belincione Berti fue uno de los grandes señores florentinos del siglo XII, padre de la Bella Gualdrada (Infierno, XVI, 137).
[L1387]Dos antiguas familias güelfas.
[L1388]118‑ 120 Porque estaban seguras que morirían en el mismo lugar en que habitaban y porque Francia aún no era la meta de los comerciantes florentinos.
[L1389]Tres ciclos legendarios muy queridos de los florentinos, pues se relacionaban con la fundación de la ciudad.
[L1390]127‑129 Cianghella della Tosa, mujer célebre por su vida disipada, al contrario que la romana Cornelia, madre de los Gracos, ejemplo de las virtudes republicanas. Lapo Saltarello, a pesar de ser correligionario de Dante, merece su desprecio por corrupto y deshonesto en los asuntos públicos, frente al ya conocido Cincinto, el dictador romano célebre por su integridad.
[L1391]María, invocada en el parto por mi propia madre.
[L1392]De Cacciaguida apenas sabemos más de lo que el propio Dante nos dice. Debió pertenecer a la familia Elisei, de supuesto origen romano, y nació en torno a 1091, casó con una mujer del valle del Po, que dio nombre a su hijo Alighiero; combatió acaso en la segunda cruzada junto al emperador Conrado III, en la que murió cerca de 1147, si es que Dante no confunde una serie de datos históricos relativos a otro emperador, Contado II, que luchó en Calabria contra los sarracenos, sólo que un siglo antes.
[L1393]Su hermano Moronto, del que nada sabemos, conservó el nombre de los Elisei (o acaso Eliseo se refiera a un hermano diferente, como quieren otros comentarios), mientras que de él salió la rama de los Alighieri.
[L1394]Porque el Pontífice no hace nada para recuperar los Santos Lugares.
[L1395]Dante, aún en el cielo, se sintió envanecido de su noble ascendencia.
[L1396]La nobleza de la sangre tiene que ser acrecentada por las sucesivas generaciones.
[L1397]Dante sólo trata con el «vos» («voi» en el original) de respeto a Bruneto Latino, Farinata, Cavalcante Cavalcanti y Beatriz. A Cacciaguida primeramente le trató de «tú», pero ahora, mezcla de respeto y vanidad, le trata de «vos». El uso del «vos» que Dante atribuye acaso dirigido primeramente a Julio César ‑que era simplemente un hombre‑ no se regularizó en Roma hasta el siglo III. En la época de Dante el tuteo estaba más generalizado en Roma que en otras ciudades italianas: «hasta a los emperadores y a los papas», dice un cronista de la época.
[L1398]La vanidad de Dante provoca la risa de Beatriz, al igual que la dama de Malehaut en la novela de Lanzarote del Lago ‑la misma que leían Paolo y Francesca- tosió discretamente al advertir el amor de la reina Ginebra por el famoso caballero, para indicarles que les estaba escuchando.
[L1399]La capacidad de dicha es limitada en el hombre, pero ahora Dante se ha superado a sí mismo.
[L1400]Como ya sabemos, Florencia, puesta bajo el patronazgo del Bautista.
[L1401]Porque habla un dialecto florentino más arcaico que el del tiempo de Dante.
[L1402]34‑39 «Desde el día de la Anunciación hasta mi nacimiento, Marte volvió 580 veces al signo Leo.» Según los cálculos pertinentes, siguiendo ‑‑como hace siempre el poeta en sus cálculos astronómicos‑ a Alfagrani, nos da la fecha del 25 de marzo de 1091, fiesta de la Anunciación y primer día del año civil.
[L1403]A la entrada del distrito sexto de Florencia dentro de la antigua muralla, el último al que llegaban los corredores del palio anual celebrado en honor del santo patrón.
[L1404]O por su insignificancia o por su grandeza, según las diversas opiniones. En realidad, el poeta poco más sabía de sus antepasados.
[L1405]Dante no busca la exactitud del dato, pero dice que entre Pontevecchio ‑donde se encontraba la ya citada estatua atribuida a Marte‑ y la también conocida iglesia de San Juan, límites de la vieja ciudad, la población era de unos seis u ocho mil habitantes, y aptos para las armas ‑de 16 a 60 años‑ alrededor de dos mil.
[L1406]Toda la población, ahora mezclada de pueblos vecinos, era de pura casta florentina, de las grandes familias hasta el último humilde artesano. De los citados pueblos, insignificantes en la época de Cacciaguida, vinieron a Florencia algunos personajes que contribuyeron a su ruina.
[L1407]Galluzzo, un pueblo en el camino de Siena; Trespiano en el camino de Bolonia, ambos muy cerca de la ciudad, con lo cual los pueblos citados en el terceto anterior serían afortunadamente sólo vecinos de Florencia.
[L1408]Otros dos enemigos de Dante pertenecientes a familias de origen campesino. Baldo de Aguglión, jurista, autor de la ley de amnistía de 1311 de la que Dante fue excluido; Fazio de Signa, gúelfo blanco que se pasó a los negros posteriormente.
[L1409]Dante ve en las luchas del papado contra el Imperio una de las causas de ese extralimitarse de Florencia que ha terminado por corromper sus antiguas virtudes. En estas luchas la Iglesia empujó al pueblo llano contra los señores feudales partidarios del Imperio.
[L1410]Dante debe aludir a la familia de los Velluti, famosos comerciantes procedentes de Simifonte, a la que perteneció un tal Lippo, de la facción negra.
[L1411]64‑66 Tres grandes familias feudales que, vencidas por la causa popular, promovida por Florencia, terminaron emigrando a dicha ciudad, contribuyendo a su engrandecimiento territorial y a su degradación moral. Los Conti abandonaron Montemurlo en 1219; los Cerchi emigraron a mitad del siglo XII; los Buondelmonti fueron despojados de su castillo de Val di Greve en 1135.
[L1412]73‑75 Cuatro antiguas y ricas ciudades etruscas ya desaparecidas y en completa decadencia.
[L1413]88‑93 Todas ellas antiguas grandes familias ya en extinción o desaparecidas del todo.
[L1414]94‑99 En el barrio de San Pedro, junto a la puerta vieja, donde vivían los Ravignani, familia a la que pertenecía el citado Belincione Berti (Paraíso, XV, 112) y Guido Guerra VI (Infierno, XVI, 36‑39), viven ahora los advenedizos Cerchi que en sus luchas con los Donati ensangrentaron la ciudad.
[L1415]Algún miembro de la familia gibelina de la Pressa había obtenido ya cargos públicos.
[L1416]Otra familia gibelina que ya había obtenido el orden de la caballería.
[L1417]Alude al escudo de la familia Pigli: una barra oscura sobre campo rojo.
[L1418]Los que se avergüenzan de las pesas falseadas por uno de los suyos son los Chiaramontesi. (Purgatorio, XV, 105.)
[L1419]Dos familias güelfas.
[L1420]Los Uberti, familia gibelina, considerados casi como los padres de la ciudad (Infierno, X, 83‑84).
[L1421]El escudo de los Lanberti (Infierno, XXVIII, 109), familia gibelina.
[L1422]112‑114 Los Visdornini y los Tosinghi, familias güelfas negras, que administraban los bienes del obispado cuando éste se encontraba vacante.
[L1423]115‑117 Los Adimari, familia güelfa de humilde origen alemán, entroncada con las familias más importantes de la ciudad, de carácter violento. «Se endraga» (en el original «s'indraca»), es decir, se hacen fieros como dragones.
[L1424]A Ubertino Donati, marido de una Ravigniani, no le satisfacía que su suegro, Bellincione Berti, casase con un Adimari a otra de sus hijas.
[L1425]Los Caponsacco, familia luego gibelina, vivían junto al Mercado Viejo.
[L1426]Otras dos familias que posteriormente seguirían el partido feudal.
[L1427]La llamada porta Peruzza, por la familia que vivía junto a ella, desaparecida ya en tiempos de Dante.
[L1428]Alude ahora Cacciaguida a las familias a las que Ugo de Brandeburgo, marqués de Toscana, otorgó su escudo a finales del siglo X. Este noble murió en 1001 en la festividad de Santo Tomás y fue enterrado en la Badía de Florencia, donde en el aniversario de su muerte se celebraban grandes fiestas.
[L1429]Gianno della Bella había tomado el partido popular en 1293, pero al pertenecer a una familia noble, el pueblo no confió en él y lo expulsó de la ciudad.
[L1430]Estas dos familias habitaban en el Burgo de los Santos Apóstoles donde luego vivieron los Buondelmonti, que dieron lugar a numerosas luchas ciudadanas.
[L1431]La familia de los Amidei, que dio origen a la división entre güelfos y gibelinos.
[L1432]Buondelmonte Buondelmonti estaba prometido a una Amidei, a la cual abandonó en 1215 para desposar a una Donati (Infierno, XXVIII, 106). Los Amidei, junto con otras nobles familias, lo asesinaron el domingo de Pascua, dando lugar a que estallasen las sangrientas luchas entre guelfos y gibelinos, aunque su origen fuera más antiguo.
[L1433]142‑144 «Si Dios te hubiera hecho ahogar en el río Emma, antes de venir a Florencia, se habrían ahorrado muchas desgracias.»
[L1434]145‑148 De nuevo la estatua de Marte (Infierno, XIII, 146) a la que se le atribuía un influjo maligno sobre la ciudad. El final de la tranquilidad florentina está marcado, por ello, por el sacrificio de una víctima humana, pues, según los cronistas, Buondelmonte fue asesinado al pie de dicha estatua.
[L1435]150‑154 El lirio blanco sobre fondo rojo era el emblema de Florencia. En las batallas los vencedores acostumbraban a pasear el estandarte enemigo puesto al revés, cosa que a los florentinos les ocurrió en ocasiones. Los guelfos triunfantes en 1251 cambiaron el emblema por un lirio rojo sobre campo blanco, como quedó para la posterioridad.
[L1436]1‑5 Dante se parangona al joven Faeton (ya citado en otros lugares de la Comedia), quien acusado por su rival Epafo de no ser hijo de Apolo, dios del Sol, corrió a interrogar a su madre, Climene, acerca de su verdadero origen, dando lugar al trágico episodio del carro, con cuyo ejemplo los padres deben mostrarse cincunspectos a la hora de consentir en las peticiones de sus hijos (Metamorfosis, I, 748 y ss.)
[L1437]Como siempre, la visión de los bienaventurados halla su origen en Dios mismo.
[L1438]El tetrágono es el cubo, que aquí eiemplifica la firmeza ante cualquier adversidad.
[L1439]No con lenguaje ambiguo como el que confundía a los paganos, que consultaban los oráculos, cuyas respuestas eran siempre enigmáticas.
[L1440]37‑42 De nuevo la presencia divina no supone una cortapisa a la libertad, de igual manera que el que mira un barco arrastrado por la corriente no es el causante de dicho movimiento.
[L1441]Fedra, segunda esposa de Teseo, acusó a su hijastro Hipólito de haberla intentado seducir, en venganza de haber éste rechazado su insano amor: el muchacho fue desterrado por su padre y posteriormente muerto a causa de un monstruo marino que hizo volcar el carro en el que marchaba (Metamorfosis, XV, 493 y ss.).
[L1442]Los antecedentes del exilio de Dante podían ya rastrearse tiempo antes, debido a la política del Papa Bonifacio VIII.
[L1443]La culpa de las desgracias de Florencia será atribuida a los blancos vencidos, pero el mal gobierno que posteriormente harán los negros pondrá en evidencia la inocencia de los primeros. O mejor, las muertes de Corso Donati (Purgatorio, XX, 85‑90) y del Papa Bonifacio (Purgatorio, XXIV, 82‑87).
[L1444]61‑69 La mezquindad de sus principios correligionarios del exilio, de los que terminará apartándose tras la derrota de Lastra en 1304 (Infíerno, XV, 70‑72).
[L1445]Bartolomé della Scala, señor de Verona y caudillo gibelino (lo que explica la figura del águila en su escudo) dio albergue a Dante desde mediados de 1303 hasta su muerte en marzo de 1304. Los años siguientes Dante gozó de la hospitalidad de otras grandes familias como los da Camino, los Malaspina, etc. Posteriormente, en 1312 regresará a Verona donde residirá seis años bajo la tutela del hermano de Bartolomé, Cangrande.
[L1446]Para la demás gente suele ser primero el pedir que el recibir lo que se pide; no asi con la munificencia de los Escalígeros, que otorgarán a Dante sus mercedes antes de que éste las solicite.
[L1447]Junto a Bartolomé Dante conocerá a Cangrande, nacido en 1291 bajo el signo de Aries, al que rige Marte. Fue señor de Verona de 1312 a 1329 y representaba para Dante la posibilidad de restaurar el poder gibelino en Italia.
[L1448]Antes de que el Papa gascón Clemente V (Bertrand del Got de verdadero nombre) engañe al joven emperador Enrique VII fingiendo apoyarle y traicionándole después, es decir, antes de 1312.
[L1449]Dante, como vernos por su silencio, obedece la indicación de no referir el resto de la revelación sobre el destino de Cangrande.
[L1450]111‑120 «Si pierdo un hogar, no vaya a perder otros posibles a causa de mis versos demasiado duros para alguna de las grandes familias italianas, a muchos de cuyos miembros he visto en mi viaje de ultratumba, y que por lo que de ellos refiero podrían molestarse los vivos.»
Es siempre de admirar la conciencia de la posteridad que tiene Dante, y de la dimensión ética y testimonial del poeta, que prefiere, antes que el favor de sus a
contemporáneos, la gloria que le ofrecerán los hombres futuros.
[L1451]Por una parte la amargura del exilio, por otra la gloria literaria y el favor divino.
[L1452]16‑18 La luz divina irradiaba por los ojos de Beatriz, como la imagen (el segundo aspecto) en un espejo.
[L1453]Cacciaguida.
[L1454]Los espíritus militantes del cielo de Marte darían ocasión para una gran cantidad de poemas épicos que narrasen sus hazañas. A continuación se harán presentes al ser nombrados por el viejo florentino.
[L1455]46‑48 Guillermo de Orange, personaje histórico que dio lugar a un amplio ciclo de la épica francesa, centrado en sus luchas contra los sarracenos. A este mismo ciclo, pero ya totalmente ficticio, pertenece el gigante Ricardo. Godofredo de Bouillon condujo la primera cruzada que conquistó Jerusalén. El normando Roberto Guiscardo liberó el sur de Italia y Sicilia de los sarracenos y luchó contra Enrique IV de Alemania en defensa del Papa. Murió en 1085.
[L1456]Cacciaguida, al ir a reunirse con los héroes citados, pone de manifiesto que comparte con ellos su condición de tal.
[L1457]Está aún más hermosa de lo que estaba antes, lo cual prueba que han ascendido a otro cielo.
[L1458]64‑69 Del rojo de Marte al blanco de Júpiter.
[L1459]82‑87 Invocación a una musa, tal vez Euterpe, llamada aquí Pegasca porque la fuente Helicona, asociada como ya sabemos a su culto, brotó de una patada del caballo Pegaso.
[L1460]La gloria de los sabios inmortaliza también a sus ciudades (Virgilio a Mantua; Dante a Florencia).
[L1461]91‑93 «DILIGITE IUSTITIAM QUI IUDICATIS TERRAM», «Amad la justicia los que gobernáis la tierra», versículo con el que comienza el libro biiblíco de la Sabiduría.
[L1462]Pensar que la M en cuyo dibujo se detienen los espíritus, ya forma el esquema del águila con las alas desplegadas, pero aún sin cabeza; la cual formarán los bienaventurados posteriormente llegados, antes de unirse con el resto.
[L1463]De nuevo alusión al Papa Bonifacio VIII, o más generalmente al papado de su tiempo.
[L1464]Con la excomunión, terrible arma en manos del pontífice, que la utilizó en muchas ocasiones, aunque de poco le valió contra Felipe el Hermoso.
[L1465]Ahora se dirige al Papa directamente, en esta ocasión al cahorsino Juan XXII, al que achaca un desmesurado afán por los florines, moneda que tenía impresa la figura de San Juan Bautista. Otros comentaristas siguen viendo a Bonifacio VIII.
[L1466]Habla en singular, como si fuera un solo ser, y tendría que hacerlo en plural, al estar compuesta de innumerables almas.
[L1467]El espejo de la justicia divina es el reino de los Tronos (Paraíso, IX, 50‑63).
[L1468]La duda que Dante no necesitaba expresar es que si no hay salvación fuera de la fe cristiana, todos los hombres deberían estar en condiciones de conocerla y de bautizarse. Si esto no es así, no se comprende por qué hayan de ser condenados los gentiles que, sin culpa alguna, no conocieron la verdadera doctrina. Así, pues, la justicia divina parece una injusticia.
[L1469]Aunque Dios difundiera todo su saber entre los hombres seguiría siendo inalcanzable para ellos.
[L1470]Como hemos podido ver, la respuesta del águila sobre tan arduo problema sólo puede convencer a los ya previamente convencidos.
[L1471]Aún formando la imagen del águila.
[L1472]En latín, «cerca».
[L1473]Los condenados y los bienaventurados.
[L1474]114‑148 El águila va a pasar revista ahora a los gobernadores inicuos ‑casi todos, por lo que vamos a ver‑ de su época. En este pasaje Dante va a utilizar de nuevo el artificio del acróstico. Tres tercetos comienzan con I, (en el original «Lí si vedrá»); otros tres con V (en el original «Vedrasi», que he podido conservar); los tres siguientes por E (en el original la conjunción copulativa «e»). Las tres forman la palabra LVE, es decir, «peste»
[L1475]Entre las hazañas de Alberto I, ya citado en Purgatorio, VI, 97 y ss., se encontrará injusta la invasión de Bohemia en 1304.
[L1476]De nuevo Felipe IV el Hermoso y el dudoso episodio de la falsificación de la moneda; el rey murió en 1314 en una cacería.
[L1477]Eduardo II de Inglaterra, rey desde 1307 a 1327; y Roberto Bruce, rey de Escocia de 1306 a 1329.
[L1478]Fernando IV, llamado «El Emplazado», rey de Castilla desde 1295 a 1312; Wencestao IV (Purgatorio, VII, 101‑2).
[L1479]Carlos II de Anjou, rey de Nápoles y de Jerusalén. Sus buenas obras se anotan con el I (la unidad) y las malas con M (mil).
[L1480]Federico II de Aragón, rey de Sicilia, en la que según Virgilio murió Anquises, padre de Eneas.
[L1481]137‑141 Dionís, rey de Portugal de 1279 a 1325, cuñado de los anteriores, Acon VII de Noruega, rey desde 1299 a 1319, y del que Dante, por lo demás, debía saber bastante poco; el de Regusa (en el original Rascia) es Esteban II de Serbia occidental, que acuñó astutamente una moneda muy parecida a la de Venecia.
[L1482]38 Su tío es Jaime de Mallorca, rey desde 1262 a 1311; el hermano es Jaime II (Purgatorio, VII, 119‑20), que ensucian el recuerdo de Pedro III el Grande.
[L1483]Finalmente Dante, el político, anima a Hungría y a Navarra que no caigan en la órbita francesa, una vez extinguidas sus dinastías originarias. Una y otra cayeron en manos de la casa de Anjou, tan odiada por nuestro poeta.
[L1484]145‑148 El mal gobierno de Enrique II de Lusignan en Chipre (1285‑1324) es buena muestra de lo que podría ocurrir en esos dos países si cayeran en la órbita francesa.
[L1485]Del lado de los otros injustos monarcas.
[L1486]1‑6 Al caer la noche es cuando pueden verse las estrellas que iluminan el cielo difundiendo la luz que reciben del mismo sol.
[L1487]El águila es el signo del mundo, cuyo poder civil representa el imperio; y al mismo tiempo es símbolo de los grandes caudillos.
[L1488]Los ojos. Según creencia muy común, el águila podía mirar al sol directamente.
[L1489]37‑42 David (Purgatorio, X, 93).
[L1490]43‑48 Trajano. Recuérdese todo lo que dijimos acerca de este emperador «cristiano» en Purgatorio, X, 73‑93.
[L1491]49‑54 El rey de Judá, Ezequías, que obtuvo por mediación de Isaías el don de vivir quince años más.
[L1492]55‑60 Constantino, que trasladó la capital a Constantinopla, para dejar Roma al Papa. (Infierno, XIX, 115‑117; Purgatorio, XXXII, 124‑29.)
[L1493]61‑66 Guillermo II el Bueno, nacido en 1154, rey de Sicilia en 1166 y muerto en 1189. Su muerte dejó desconsolados a sus vasallos, los cuales tiempo más tarde padecen a Carlos II de Anjou y a Federico de Aragón, en Nápoles y Sicilia respectivamente (Paraíso, XIX, 127‑32.)
[L1494]67‑72 Rifeo es un personaje de la Eneida (II, 339, 394, 425‑27), en la que aparece como un hombre «justísimo», en palabras de Virgilio. La presencia de éste, aún más que la de Trajano en el cielo, motivará las lógicas dudas de Dante y las consiguientes explicaciones del Aguila Santa. Al haberse salvado, Rifeo sabe algo más de la insondable voluntad divina, aunque no la comprenda tampoco él del todo.
[L1495]El reino de los cielos se deja por su propio gusto vencer por el amor y la esperanza de los hombres, y sus designios, como veremos enseguida, son por completo inexcrutables (Mateo, XI, 12; Lucas, XVI, 16).
[L1496]100‑129 Rifeo, que tuvo fe en el Cristo por venir; Trajano, que tuvo fe en Cristo ya venido. El primero fue milagrosamente instruido por Dios en los misterios de la fe; el segundo vuelto a la vida por intercesión del Papa Gregorio Magno, para que su alma recibiera la enseñanza del cristiano, y muerto por segunda vez ya salvado (Purgatorio, XXIV, 84).
[L1497]Las virtudes teologales que Dante encontró en el Paraíso Terrenal.
[L1498]La risa de Beatriz, tan hermosa ya en este punto del viaje, produciría en Dante los mismos efectos devastadores, como produjo en Sernele la aparición de su amante Zeus en todo su esplendor (Metamorfósís, III, 307, 309).
[L1499]Al cielo de Saturno, donde se encuentran los espíritus contemplativos, que ahora se halla en conjunción con la constelación de Leo.
[L1500]Saturno, que da nombre a la séptima esfera («cristal») fue el dios que rigió la mítica edad de oro, aludida ya en varias ocasiones (Infierno, XIV, 96; Purgatorio, XXVIII, 140).
[L1501]Tantas almas de bienaventurados.
[L1502]Como veremos, es la voz de San Pedro Damián.
[L1503]«Porque tus sentidos mortales no podrían soportar ni la risa de Beatriz, ni el son de nuestros cantos.»
[L1504]«No he descendido más cerca porque sienta mayor amor por ti que las otras.»
[L1505]Nuevamente se plantea el problema de la predestinación.
[L1506]«La inteligencia que aquí es luz, es sombra allá abajo: así que piensa cómo podríais entender los hombres lo que ni siquiera entienden por completo los elegidos.»
[L1507]San Pedro Damián nació en 1007 de una familia muy humilde de Rávena. A los treinta años ingresó en el convento camaldulense de Fonte Avellana, cercano a Gubbio, en el monte Catria, que según la tradición visitó el propio Dante. Fue prior y posteriormente obispo y cardenal, cargos a los que renunció tras haber mostrado un gran celo contra la simonía y la corrupción eclesiástica (vv. 130‑35), volviendo de nuevo a su monasterio, famoso éste por la severidad de la regla. Solía firmar como Pedro Pecador y representa la figura del antihumanismo. Murió en Faenza en 1072.
[L1508]Tal vez se refiere a la transformación del monasterio en abadía en la época de Juan XXII.
[L1509]En la abadía de Santa María de Rávena.
[L1510]En realidad el uso del capelo como símbolo de la dignidad cardenalicia no se prescribió hasta la mitad del siglo XIII con Inocencio IV.
[L1511]San Pedro y San Pablo, que predicaron el evangelio con suma pobreza.
[L1512]130‑134 Divertida y llena de plasticidad esta caricatura que Dante nos presenta de los lustrosos personajes de la curia papal.
[L1513]10‑ 12 Cfr. Paraíso, XXI, 61‑63.
[L1514]Es decir, lo que aquel grito pedía.
[L1515]La venganza divina sólo parece que tarde en venir o que llega demasiado pronto a quien la espera o la teme.
[L1516]Es uno de los frutos de la caridad mutua que existe en el Paraíso.
[L1517]Habla ahora el alma de San Benito de Nursia el gran fundador del movimiento monástico de la Iglesia de occidente (480‑543).
[L1518]El monte Cairo, en cuya cima se encontraba un templo de Apolo y donde el santo comenzó su labor evangelizadora.
[L1519]San Macario de Alejandría, discípulo de San Antonio, fue el promotor del monaquismo en oriente. San Romualdo de Rávena (956‑1027), que fundó la Orden de los camaldulenses.
[L1520]Los benedictinos.
[L1521]«Podrás verme enteramente en el cielo Empíreo, donde todos los deseos, el tuyo de verme y el mío de ver a Dios se ven cumplidos.»
[L1522]El Empíreo es inmutable, pues representa la perfección divina.
[L1523]73‑93 Como los franciscanos y los dominicos, a pesar de ser órdenes recientes, la vieja Orden benedictina ha degenerado con el tiempo, mereciendo la reprobación de su fundador, en términos a los que ya Dante nos tiene acostumbrados.
[L1524]79‑81 La usura no es tan grave pecado como la codicia de los sacerdotes.
[L1525]94‑96 El Jordán volvió su curso para permitir el paso de Josué, de modo parecido a como antes se había abierto el mar Rojo. Estos milagros son menos asombrosos, dice el poeta, que el remedio de la corrupción.
[L1526]Por dicha escala ascienden al octavo cielo, el de las estrellas fijas.
[L1527]«Así pueda yo volver a ver el Paraíso.»
[L1528]La constelación de Géminis, bajo la cual nació Dante, aunque no conozca aún el día exacto.
[L1529]Al entrar en la esfera de las estrellas fijas, lo hacen por el lado en que se encuentra dicha constelación.
[L1530]La tierra.
[L1531]136-8«Mi parecer está con el de aquellos que la menosprecian y piensan sólo en el cielo.»
[L1532]La luna, despojada de las manchas.
[L1533]El hijo de Hiperión es el sol.
[L1534]Mercurio era hijo de la ninfa Maya. Ya hemos visto que Dione era la madre de Venus.
[L1535]Entre Saturno, su padre, y Marte, su hijo. Júpiter mitiga el frío del uno y el calor del otro.
[L1536]En el original «aiuola», diminutivo de «aia»: «era» (de trillar).
[L1537]Sale antes del amanecer para encontrar presas.
[L1538]Trivia es la luna, y las ninfas las estrellas.
[L1539]Jesucristo, «potencia de Dios y sabiduría de Dios», según San Pablo.
[L1540]Todas las lenguas de los poetas alimentados por las musas, de las que Polimnia formaba parte.
[L1541]La Virgen María.
[L1542]Los apóstoles.
[L1543]«A contemplar el divino espectáculo con mis débiles ojos.»
[L1544]Es la luz de Cristo la que ilumina desde lo alto, como un rayo las flores de un prado, a la muchedumbre de los bienaventurados.
[L1545]La palabra «rosa» que Dante ha dado a la Virgen.
[L1546]Se trata del Arcángel San Gabriel.
[L1547]El primer Móvil, o noveno cielo, que contiene todos los restantes, y está más cerca del Empíreo.
[L1548]Estaba aún tan lejano de Dante y Beatriz, aún en el cielo octavo, que no podía verlo. El «Interno confín», en el original «interna riva» es la parte cóncava del cielo, por la que lógicamente llegan los viajeros que proceden de la tierra.
[L1549]La Virgen se eleva tras de Cristo.
[L1550]La Vida terrena es como el exilio judío en Babilonia, comparada con el Cielo.
[L1551]Los bienaventurados que creyeron en Cristo por venir; y los que creyeron en Cristo ya venido.
[L1552]San Pedro.
[L1553]La corona más bella de todas es la que pertenece a los apóstoles, de la que van a salir San Pedro, y luego Santiago y San Juan, que interrogarán a Dante acerca de la fe, la esperanza y la caridad, respectivamente.
[L1554]No ya el lenguaje, sino la propia imaginación es insuficiente para representar lo que vi, como un color burdo es inadecuado para representar los matices que presentan los pliegues de una vestidura. (Recordad la admiración de Dante por Giotto, el cual, en los frescos de la Capilla de la Arena de Padua, se había esforzado en estas sutilezas.)
[L1555]46‑48 Se trata de una práctica común en las escuelas de teología y filosofía medievales. El maestro proponía una cuestión que era discutida por los alumnos con diversos argumentos («approvare» en el original) y otro día el maestro la resolvía dando su dictamen (en el original «terminare»).
[L1556]Los primopilos eran en el ejército romano los centuriones de la primera escuadra de triarios. Los que iniciaban el combate, como los apóstoles en su lucha por la fe.
[L1557]Como escribió San Pablo en la Epístola a los Hebreos, XI, 1.
[L1558]64‑65 Según Tomás de Aquino, «sustancia» es el fundamento de las cosas que se esperan y «argumento» es la adhesión del intelecto a la verdad que no se comprende sin pruebas.
[L1559]83‑85 Después de preguntarle qué es la fe y de haber sido respondido por Dante, San Pedro le pregunta si él la tiene, y luego de dónde le ha venido.
[L1560]El Viejo y Nuevo Testamento.
[L1561]Los milagros y el resto de obras maravillosas son la garantía del origen divino de las Escrituras, pues no son obras de la naturaleza.
[L1562]«¿Quién te garantiza que esos milagros existieran? Porque lo cuentan aquellos mismos que quieren convencernos, sin ningún otro testimonio ajeno, luego nos encontrarnos en un peligroso círculo vicioso.»
[L1563]106‑108 El mayor milagro, aunque otro no hubiera habido, es para Dante la
propia difusión del, cristianismo, y como ese hecho es evidente, no necesita mayores pruebas de que los libros en que se basa su fe están inspirados por Dios. Como vernos, el argumento dantesco no es excesivamente sutil. Cfr. San Agustín, Civítas Dei, XXII, 5.
[L1564]San Pedro, según Juan, XX, 3‑9, llegó al sepulcro de Cristo antes que el propio evangelista, que debía ser más joven, según normalmente se admite.
[L1565]135‑138 No sólo las pruebas de la razón, sino sobre todo las fuentes de la sabiduría revelada.
[L1566]1‑9 Dante siempre conservó las esperanzas de volver triunfante y rehabilita‑
do a su Florencia natal, gracias al éxito de su Comedia.
[L1567]Santiago el Mayor, patrón de Galicia.
[L1568]«Frente a mí.»
[L1569]En la llamada Epístola Católica, atribuida ahora a Santiago el Menor, se contenía un pasaje que hablaba de la misericordia de Dios y de su generosidad a la hora de salvar a los hombres. La basílica es el ciclo
[L1570]32‑33 «Puedes hacerlo, pues todas las veces que Jesús te eligió a ti, a Juan y a Pedro de manera especial ‑resurrección de la hija de Jairo, transfiguración, la oración en el huerto‑, tú representabas la esperanza.»
[L1571]A San Pedro y a Santiago, que antes me habían hecho inclinar la cabeza.
[L1572]Beatriz alude ahora al propio Dante.
[L1573]Como está escrito en la propia sabiduría divina.
[L1574]Como antes a Babilonia, la vida terrena es ahora comparada a la permanencia de los hebreos en Egipto. Jerusalén es el cielo, que Dante puede ver antes de morir.
[L1575]La gracia divina y las buenas obras que aseguran la salvación.
[L1576]70‑72 Por muchas autoridades sagradas conozco qué es la esperanza, pero sobre todo por los salmos de David, cantor del Espíritu Santo.
[L1577]Paráfrasis del salmo IX, 11.
[L1578]La citada epístola de Santiago.
[L1579]La meta es el propio Paraíso.
[L1580]Isaías había hablado de que los elegidos poseerían «el doble» de lo que antes poseyeran (LXI, 7). Dante explica que en su patria verdadera, en el cielo, estarán con doble vestidura, es decir, en cuerpo y alma.
[L1581]San Juan, hermano de Santiago, en el Apocalipsis, VII, 9, presenta a los bienaventurados vestidos de blanco.
[L1582]Comienzo del salmo IX ya citado.
[L1583]Es la luz de San Juan Evangelista, que se une a los otros dos apóstoles preferidos de Cristo.
[L1584]101‑102 El signo de Cáncer es el opuesto al de Capricornio, que se extiende entre el 21 de diciembre y el 21 de enero. Durante este mes, en cualquier punto del horizonte se encuentra o bien el sol, o bien alguna estrella de Cáncer. Así pues, si alguna de ellas brillara tanto corno Santiago, durante ese mes habría siempre luz, es decir, sería sólo un día.
[L1585]Para festejar a la novia, no para lucirse ella.
[L1586]De este animal se pensaba que se desgarraba el pecho para dar de comer a sus crías, y por ello es símbolo de Cristo, San Juan se apoya en el pecho de Cristo en la última Cena; y recibe el encargo de cuidar de María en el Calvario.
[L1587]116-126 Como aquel que mira al sol durante un eclipse parcial y por ello queda ciego, así miraba yo a San Juan. (Dante quiere ver si el evangelista está en el cielo con su cuerpo, pues se pensaba que San Juan había sido arrebatado en Patmos por un águila y llevado al cielo antes de morir. Dante desmiente esta leyenda.)
[L1588]Jesús y la Virgen, a los que hemos visto ascender en el canto anterior.
[L1589]Porque se ha quedado ciego por mirar a San Juan tan fijamente.
[L1590]Mientras Dante está ciego San Juan le interroga sobre la caridad.
[L1591]Ananías, cristiano de Damasco, devolvió la vista a San Pablo (Hechos, XI, 10-22) despues de haberle cegado Cristo en el camino hacia dicha ciudad.
[L1592]«Mis ojos fueron puertas por donde me entró el amor de Beatriz.»
[L1593]«Dios, principio y fin de todas las cosas, es la meta de mi amor.»
[L1594]22-24 Dante tiene ahora que explicarse más claramente, o mejor, pasar una prueba más difícil y contestar quién dirigió su amor hacia Dios.
[L1595]28-36 Advierta el lector el carácter silogístico que tienen los siguientes tercetos: primera premisa: el bien enciende el amor tanto más intensamente cuanto mayor es; segunda premisa: Dios es la esencia misma de la bondad y supera a cualquier otro bien; conclusión, la mente debe moverse, amando, hacia Dios.
[L1596]Según la mayoría de los comentaristas, se refiere a Aristóteles, que demostró racionalmente cómo Dios es la causa eficiente y final del universo, por tanto el bien supremo al que tienden todas las criaturas amorosamente.
[L1597]La voz de Dios que habló a Moisés en Éxodo, XXXIII, 19.
[L1598]Son varios los pasajes del Acocalípsís a los que Dante quiere aludir, pero sobre todo al versículo I, 8: «Yo soy el alfa y la omega, principio y fin, dice el Señor ... »
[L1599]46-47 De nuevo la razón y la revelación.
[L1600]58-60 La creación del mundo, la creación del hombre, y la redención.
[L1601]Hasta que cobra del todo el conocimiento después de despertar.
[L1602]Mientras duró su ceguera se ha añadido una cuarta luz a las tres anteriores, la de Adán.
[L1603]Adán señala a Beatriz.
[L1604]«Cuánto tiempo estuve en el Paraíso, y cuánto tiempo hace de ello, y por qué fui expulsado y qué lengua hablaba.»
[L1605]120-123 Adán pasó 4302 años en el limbo, hasta el día de la muerte de Cristo y vivió 930.
[L1606]Antes aún de que comenzase la construcción de la torre de Babel, que dio origen a la confusión de las lenguas (Purgatorio, XII, 34-36; Infierno, XXX, 77-78).
[L1607]Es un invento de Dante, I es el número romano que designa la unidad.
[L1608]Elí en hebreo.
[L1609]Desde el amanecer hasta poco después del mediodía. Entre las varias opiniones dadas en la época sobre esta cuestión, Dante se atiene a la más estricta.
[L1610]12-15 Los tres apóstoles y Adán. San Pedro se toma más encendido, como si el blanco planeta Júpiter se volviera rojo como Marte (Paraíso, XIV, 86-87).
[L1611]Se va a abrir ahora una dura invectiva del primer vicario de Cristo contra el papado de su tiempo. Ahora sabemos que su color rojo es producido por la santa cólera.
[L1612]El Diablo se goza de la corrupción de Roma.
[L1613]Cuando Cristo fue crucificado el cielo se volvió como de sangre.
[L1614]Lino (Papa del 66 al 78) y Cleto (del 78 al 91) son los sucesores de San Pedro en el obispado de Roma y ambos fueron martirizados.
[L1615]De nuevo cuatro pontífices mártires de los primeros tiempos en diferentes persecuciones.
[L1616]Que el Papa favoreciera a una parte de los cristianos y despreciara a la otra.
[L1617]Así, en 1229 los pendones del Papa en la lucha contra Federico II.
[L1618]El sello pontificio que convalidaba las bulas o las ventas de cargos eclesiásticos.
[L1619]El cahorsino Juan XXII y el gascón Clemente V, ya de sobra conocidos.
[L1620]Escipión obligó a Aníbal a retirarse a África y le venció en Zama.
[L1621]En pleno invierno, bajo el signo de Capricomio.
[L1622]Dante miró la tierra al final del canto XXII. Desde entonces ha recorrido en el octavo cielo un cuarto de su circunferencia, es decir, 90° , y si antes estaba sobre el meridiano de Jerusalén ahora lo está sobre el de Cádiz, y ve a un lado el océano Atlántico que navegó Ulises (Infierno, XXVI) y al otro lado las costas de Fenicia en que Europa fue raptada por Zeus transformado en Toro. Los climas eran siete zonas en que los geógrafos dividían la tierra.
[L1623]Dante está en el signo de Géminis, y el Sol en Aries. En medio está Tauro. Por tanto, el sol no ilumina más allá de la costa de fenicia, impidiendo ver más a Dante.
[L1624]91‑102 La belleza de Beatriz, mayor que cualquier otra, aun sumada la belleza natural con la que el arte produce, impulsa a Dante a dejar el signo de Géminis (Cástor y Pólux eran hijos de Leda, y nacieron de un huevo, pues Zeus para poseerla se convirtió en cisne) y ascender al cielo cristalino o Primer Móvil, que es tan perfecto que carece de partes diferenciadas.
[L1625]El centro es la Tierra, en torno a la que giran todos los demás planetas, hasta llegar a la novena esfera que es la que imprime el movimiento a todas las restantes, por el poder que recibe directamente de Dios.
[L1626]Este Primer Móvil esta redeado por el Empíreo, o verdadero Paraíso.
[L1627]Para heredar sus bienes.
[L1628]Muy discutidos por los comentaristas son estos versos, pues no se ponen de acuerdo en quién sea «La hermosa hija de quien lleva la noche y trae el día», aunque está claro que éste sea el Sol. ¿La naturaleza humana? ¿La luna? ¿Circe, la hechicera? En cualquier caso, el sentido de los versos es muy claro.
[L1629]142-143 En el calendario Juliano, vigente en la época, el año constaba de 365 días y seis horas, con una diferencia aproximada de una centésima de día. Sumadas estas centésimas de cada año, llegaría un momento muy lejano en que estando oficialmente en enero, habría dejado de ser invierno.
[L1630]Este punto, junto al que la estrella más pequeña parecería la luna, es Dios mismo en torno al cual gira un nuevo sistema de círculos concéntricos: los nueve coros angélicos, que tienen una correspondencia inversa con las nueve esferas, como ya veremos.
[L1631]El arco iris.
[L1632]Iban girando con más lentitud progresivamente.
[L1633]En efecto, con respecto a la tierra, las esferas celestes son tanto más rápidas cuanto más se alejan de ella.
[L1634]Por qué no sucede lo mismo en el Cielo y en la Tierra.
[L1635]58-60 «No es extraño que tu ingenio sea torpe para comprender esto, pues aún nadie ha tratado este tema.»
[L1636]Según vayan a recibir un mayor o menor poder para influir en la Tierra.
[L1637]El Primer Móvil, el más alejado de la Tierra, se corresponde con el coro de los serafines, más próximo a Dios.
[L1638]Recuérdese la vieja leyenda de la progresión geométrica, según la cual el inventor del ajedrez pidió como recompensa, aparentemente insignificante, el trigo que resultara de poner un grano en la primera casilla, dos en la segunda, cuatro en la tercera, dieciséis en la cuarta y seguir así poniendo en cada una el cuadrado del anterior, con lo que se llegaba a una cifra astronómica de trigo, imposible de pagar. Quiere decir Dante, naturalmente, que el número de ángeles es incalculable.
[L1639]En latín: «donde».
[L1640]Beatriz ahora va a enumerar las jerarquías angélicas.
[L1641]Dante sigue a Tomás de Aquino, en que es la visión de Dios lo que produce la beatitud, no el amor de Dios, como pensaba Duns Escoto.
[L1642]Los méritos adquiridos son la medida de la visión de Dios que es concedida a cada bienaventurado.
[L1643]Es decir, la primavera está siempre en su primer mes, cuando el sol está en Aries, pues los once restantes, Aries está bajo el dominio de la noche.
[L1644]130-135 Dionisio Aeropagita ya citado en Paraíso, X, 116-17, que describió estas jerarquías, y cuyo tratado no fue creído por el Papa Gregorio Magno, de modo que cuando éste llegó al cielo y vio que Dionisio tenía razón, no pudo por menos de reírse por su error. Dante en Convivium, II, v. 6, había seguido la opinión del Papa Gregorio.
[L1645]San Pablo reveló la verdad sobre los ángeles a Dionisio, al volver del cielo al que había sido arrebatado (Infíerno, II, 28-30).
[L1646]La Luna y el Sol, situados en Libra y Aries --signos opuestos-- coinciden en un momento de equilibrio en que ambos asoman, uno para salir y otro para ponerse a un lado y al otro del horizonte. Este momento es apenas un instante, pues enseguida uno sube y el otro baja; ese breve momento duró la mirada de Beatriz hacia el punto divino, lo cual acaso sea mucho para la intensidad de su luz.
[L1647]Ahora explicará Beatriz el origen de los ángeles. Lógicamente Tomás de Aquino y su terminología están en la base de su exposición.
[L1648]20-21 Antes de la creación no existía el tiempo.
[L1649]22 y ss. Es decir, ya forma o acto puro, los ángeles a los que puso en el cielo; ya materia o potencia pura, es decir, el mundo material que quedó abajo; ya forma y materia unidas, es decir, el hombre que quedó entre uno y otro. Estos tres rangos fueron creados simultáneamente.
[L1650]Al mismo tiempo que las sustancias fue creado el orden que las regía.
[L1651]37-45 San Jerónimo estaba equivocado, según Santo Tomás, porque si los ángeles son acto puro, y su misión es mover los cielos, no podían estar inactivos si hubieran sido creados antes que el resto del universo, pues entonces estarían sólo en potencia. Así es que la razón confirma la autoridad de la doctrina.
[L1652]Enseguida se produjo la rebelión de Lucifer y sus secuaces, que turbaron la paz de la tierra.
[L1653]Que su existencia dependía de la voluntad de Dios.
[L1654]¿Tienen memoria los ángeles? Ardua cuestión ésta para los teólogos medievales, para cuya resolución hay que distinguir el doble significado de la palabra «memoria». Si ésta significa la facultad de conservar en la mente una cognición, está claro que la tienen, pues las conservan todas; si se trata en cambio de traer a la mente una cognicion pasada, carecen de ella, pues para esto deberían haber primero olvidado, cosa que en los ángeles es imposible.
[L1655]Los que enseñan aquello en lo que ellos mismos no creen.
[L1656]Beatriz equipara el afán de saber con el orgullo de los ángeles rebeldes.
[L1657]97-102 Ejemplos de discusiones inútiles que hacen olvidar las simples enseñanzas evangélicas. Unos dicen que la luna eclipsó al sol cuando murió Cristo. Otros que la luz se apagó por sí misma, por lo que el cielo se oscureció por igual en todas partes, y no sólo en Jerusalén.
[L1658]Nombres muy comunes en la Florencia de la época.
[L1659]Estas falsas doctrinas hacen que el rebaño de los fieles no sepa a qué carta quedarse y se extravíe.
[L1660]Alusión a la capa de los dominicos o predicadores, muy dados a inútiles disquisiciones teológicas, que se hincha de vanidad.
[L1661]Ahora Beatriz, trayéndolo un poco por los pelos, va a aludir a las indulgencias, con las que el clero engaña al pueblo sencillo y crédulo, sin saber ellos mismos si en realidad sirven para algo, El pájaro que anida en el capuz es el propio diablo.
[L1662]Los monjes antonianos. Recordad que el famoso eremita San Antonio era representado con un cerdo, y aún hoy es el patrón de los animales.
[L1663]Daniel VII, 10, «diez mil millares le servían, y diez mil decenas de millares estaban ante él».
[L1664]136-141 Cada uno de los ángeles recibe la luz divina con un diferente grado de intensidad. El antecedente de «la» es «esta naturaleza» del v. 130.
[L1665]1-13 Cuando es mediodía a seis mil millas de distancia, donde nos encontramos nosotros es una hora antes del alba, y la tierra proyecta un cono de sombra horizontal en dirección opuesta al sol; en ese momento el ciclo comienza a esclarecer y algunas de las estrellas van desapareciendo; luego, con la llegada de la aurora, terminan por desaparecer todas ellas. De igual manera desapareció de su vista el coro de los ángeles que rodeaban a Dios.
[L1666]«Los autores de tragedias o los de comedias nunca tuvieron que superar un escollo tan insalvable en algún pasaje de sus obras como el que yo debo atravesar ahora, al describir la belleza de Beatriz», ahora que van a pasar del Primer Móvil al cielo Empíreo, meta de su viaje.
[L1667]»Los ángeles y los bienaventurados, que se te mostrarán tal como son, y no como hasta ahora, que sólo los has visto en forma de luces diversas.»
[L1668]Brilló alrededor mío.
[L1669]Es el río de la gracia divina. El significado alegórico de esta visión casi entorpece su belleza, pero digamos que las dos orillas suelen ser interpretadas como los dos testamentos, las chispas son los ángeles y las flores los bienaventurados, que luego se convertirán en una inmensa rosa que imaginaremos mejor como un anfiteatro.
[L1670]En la superficie convexa del Primer Móvil.
[L1671]Los bienaventurados.
[L1672]Al mismo centro de la rosa.
[L1673]Enrique VII, tantas veces aludido ya en estas notas, que morirá .n 1313, siete años antes que Dante.
[L1674]Y de nuevo una alusión a Clemente V, que fingía ayudar a Enrique cuando en realidad lo estaba traicionando (Paraíso, XVII, 82).
[L1675]Clemente V murió en 1314. Sobre su suerte en los infiernos recuérdese el canto XIX, 76‑87, de la primera cantiga.
[L1676]Lo mismo para Bonifacio VIII.
[L1677]1‑ 12 Una milicia es la de los mortales que han alcazado la salvación; la otra que vuela en torno a la rosa que aquéllos forman igual que las abejas, son los ángeles.
[L1678]«Aun colocada entre la rosa y el trono divino, no nos impedía verla a nosotros ni al mismo Dios derramar su luz sobre la rosa.»
[L1679]Del norte, donde siempre brillan Helice y Bootes, es decir, la Osa Mayor.
[L1680]Letrán era el palacio imperial y posteriormente el de los Papas.
[L1681]Una vez haya vuelto de su peregrinación.
[L1682]Con la luz de Dios.
[L1683]Como antes Virgilio, ahora también Beatriz abandona al poeta peregrino sin despedirse y viene a su encuentro San Bernardo de Claraval (1091‑1153), promotor de la segunda cruzada e impulsor del culto mariano en la Edad Media. Fue una de las más grandes lumbreras de la espiritualidad medieval.
[L1684]De la más alta región de la atmósfera hasta lo más profundo del océano.
[L1685]Cfr. Infierno, II.
[L1686]«Mi libertad.»
[L1687]Es la última sonrisa que Beatriz dirige a su antiguo enamorado. Borges, el viejo dantista, glosa esta sonrisa en una página memorable, y supone que toda la ingente obra de la Comedia sea sólo un pretexto para alcanzar este brevísimo momento.
[L1688]Un supuesto paño de la Verónica se guarda en San Pedro de Roma; allí acudían innumerables peregrinos hasta de los más remotos lugares, por ejemplo de Croacia, para reverenciarlo.
[L1689]Por donde sale el sol.
[L1690]La belleza de la propia María.
[L1691]Eva, culpable de la muerte de Cristo por su pecado, se sienta a los pies de la Virgen.
[L1692]La hermana de Lía (Purgatorio, XXVII), que representa la vida contemplativa.
[L1693]Se trata de Ruth, bisabuela de David, el cual compuso el famoso salmo conocido como «Miserere» para expiar la muerte de Urias.
[L1694]18 y ss. Esta serie de santas mujeres bíblicas sirve de separación entre aquellos que creyeron en Cristo antes de su llegada ‑el Viejo Testamento‑‑ y los que creyeron después y pudieron ser bautizados.
[L1695]Porque aún quedan bienaventurados por venir, pues o bien no han muerto aún o están en el Purgatorio.
[L1696]San Juan Bautista, cuyo escaño hace pareja con el de la Virgen y bajo el cual hay una línea de santos varones que separan también una de otra zona de la rosa.
[L1697]No por sus méritos, sino por los de sus padres.
[L1698]La diferencia puesta por Dios entre los hombres se ejemplifica en el caso de Esaú y Jacob.
[L1699]Es decir, como Dios quiere, al igual que hace a unos rubios y a otros morenos.
[L1700]76‑84 Son las condiciones aludidas en el v. 43 Desde Adán hasta Abraham bastaba con la fe de los padres, desde Abraham a Cristo era menester la circuncisión; desde Cristo hasta ahora se necesita el bautismo, y los que mueren sin él deben permanecer en el Limbo (Infíerno, IV).
[L1701]La Virgen nuevamente celebrada por el arcángel Gabriel.,
[L1702]San Bernardo enumeró a bienaventurados ya conocidos por nosotros, pero ahora ocupando el verdadero lugar que les corresponde en el Empíreo: Adán, San Pedro, San Juan Evangelista, Moisés.
[L1703]Ana, madre de la Virgen.
[L1704]Santa Lucia (Infierno, II; Purgatorio, IX) se encuentra frente a Adán.
[L1705]Pues se está acabando el tiempo concedido a tu contemplación, que es casi como un sueño.
[L1706]«Para que atiendas mis plegarias.»
[L1707]Que sólo conserva una vaga impresión del sueño, pero sin poder recordar los detalles.
[L1708]Cuenta Virgilio que La Sibila de Cumas escribía sus oráculos en hojas de árboles, que el viento no tardaba en llevarse (Eneida, III).
[L1709]Al contrario que las otras luces que se ha encontrado en el Paraíso que le han obhgado a cerrar los ojos, la luz divina acrecienta la capacidad de ver en aquel que la contempla y ciega si se apartan los ojos de ella.
[L1710]«El breve instante que pude contemplar la luz divina ha causado en mí más olvido que veinticinco siglos a la hazaña de los Argonautas, que fue admiración del propio Neptuno, por ser el primer navío que surcaba los mares.» De todas maneras, es un terceto que ha suscitado muchas controversias.
[L1711]102‑114 Dios es inmutable y también su luz, pero al ir transformándose Dante, haciéndose más perfecto, parece que la luz también cambiase.
[L1712]No para decir lo que vi, sino sólo lo que puedo recordar.
[L1713]117‑120 Las tres personas de la Trinidad; el Hijo es reflejo del Padre, y el Espíritu Santo es el vínculo que une a la Primera con la Segunda persona.
[L1714]En el círculo que corresponde a la persona del Hijo encarnado, Dante cree ver una figura humana.
[L1715]Cómo se unía la naturaleza divina de Cristo ‑el círculo‑ con la humana ‑la imagen del hombre. Como se ve, la imagen está en correspondencia con la del geómetra empecinado en cuadrar el círculo.
[L1716]Un nuevo rayo de la sabiduría divina, que por un momento colmó todos los anhelos de saber de Dante, aunque luego lo haya olvidado.